Hay creyente mediocres por cuya cara se refleja una gran tristeza. Y no debería ser así. Si se lo pensaran en serio, caerían en la cuenta de que no están muy cerca de Cristo.
Este joven sonriente porque centró su vida en Cristo y en los otros, se hizo capuchino para predicar el anuncio de la Buena Nueva a todos.
Nacido en 1669 en el seno de una familia pobre pero rica en virtudes y en dones religiosos, educaron muy bien a su hijo.
La historia de su vocación es muy curiosa. A los 18 años pidió entrar en los Capuchinos y le dieron el permiso.
Le acuciaban muchas dudas. Por eso tuvo que hacer la experiencia del noviciado dos veces. Dejó el hábito porque quería vivir en casa como sus hermanos y sus padres.
Sin embargo, su corazón joven estaba inquieto porque lo que Dios pensaba en sus designios sobre su persona eran distintos al resto de su familia.
Volvió a pedir su entrada en el convento por tercera vez. Como alguien que quería llegar cuanto antes a la santidad, pidió, tras sus estudios, ordenarse de sacerdote en la antigua catedral de Cassano Jonio, Italia.
Los superiores le dieron en seguida puestos de alta responsabilidad que desempeñó con eficacia y con acierto.
Tan bien dirigía a los hermanos en la Orden que todos el mundo el llamaba “El Angel de la paz”.
Pero la cualidad que más desarrolló fue . sin duda, la predicación. Llegó a ser el predicador y misionero más buscado en Italia del Sur.
Su vida fue una representación viva de Jesús. Sabía de memoria la Biblia.
El 30 de octubre de 1739 agotado de tanto trabajo apostólico, subió al cielo. Sus restos son objeto de mucha veneración.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
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