Todos se decían al ver sus estampas:
- Pero, ¿quién es ese tratante de ganado, agarrado al cordel de un caballo?
Y la respuesta dejaba perplejo a cualquiera:
- Pues, eso: un hombre --gitano para más señas, llamado Ceferino Jiménez, con el sobrenombre de Pelé-- que no tuvo otro oficio que el de tratante de ganado, que era analfabeto, que llevó siempre una vida honesta y piadosa, y que al fin murió mártir al derramar su sangre por Jesucristo.
¡Quién iba a decir que un gitano iba a subir a los altares! Y es que la fama del pueblo gitano, desparramado por toda Europa, es la de un pueblo segregado, malquerido, inadaptado e inaceptado en la sociedad. Porque, ya se sabe, el gitano es nómada, con mala fama siempre. ¡Cuidado con fiarse de un gitano!... Eso, lo que dice la gente. Por algo con Hitler paraban todos en las cámaras de gas...
Pero viene ahora la autoridad suprema de la Iglesia, nos pone la imagen de Pelé ante los ojos, y nos dice todo lo contrario:
- Este gitano, el hombre más honesto. Este gitano, un cristiano santo. Este gitano, un mártir glorioso. Este gitano, un modelo para todos...
Pelé, el simpático gitano Pelé, ha de ser llamado desde ahora el Beato Ceferino Jiménez.
Ceferino es español, nacido en Cataluña, pero pasará su vida en Barbastro, donde morirá por Jesucristo en 1936 bajo el dominio rojo, entre la legión de los llamados Mártires de Barbastro.
Gitano de pura raza, sus costumbres son siempre gitanas. Cristiano, porque sus padres se cuidaron de bautizarlo. Pero a los dieciocho años se casa sin más, y a la gitana, con Teresa, aunque años después se casará muy santamente por la Iglesia. Vive nómada, como buen gitano, por todos los pueblos de la región catalano-aragonesa. Le gustan las fiestas, el baile, la música, y gastarse de cuando en cuando algo de sus ahorrillos en las corridas de los toros.
No va a ninguna escuela, y será siempre analfabeto. Pero es inteligente y muy honesto. Al no tener hijos del matrimonio, adopta una sobrina de Teresa y a la que tendrá siempre como hija verdadera.
Tratante de caballos, mulos y burros, se muestra un negociante experto. Se le ofrece una compra de ganado en la vecina Francia, le sale redonda la operación, la repite más de una vez, y Ceferino se convierte en un hombre acomodado, que se puede comprar una casa en plena ciudad de Barbastro. Puede vestir elegante, y Teresa lucir las mejores mantillas, aretes y collares.
Ceferino es incapaz de hacer una trampa en el negocio. Y, sin embargo, un día es denunciado por ladrón y apresado. Se le procesa, pero un abogado, que conoce su honestidad, logra sacarlo de la cárcel, y Ceferino se granjea todos los respetos al ser reconocida su inocencia. El juez lo despidió del tribunal diciendo seriamente:
- Éste no es un ladrón. Éste es San Ceferino González, Patrono de los gitanos.
Lo curioso es que el juez hablaba en serio y resultó profeta...
En las riñas y peleas de los gitanos, Ceferino es el que sabe poner siempre la paz...
Cuando enviuda a los sesenta años, Ceferino acrecienta su piedad. Cada mañana asiste a la Misa y recibe la Comunión en la Iglesia de los Misioneros Claretianos, con los que un compartirá la gloria del martirio y el honor de los altares. Nunca deja la Hora Santa de los Jueves Eucarísticos en la misma iglesia. Es también de los primeros en formar dentro de la Adoración Nocturna instalada por el Obispo en la Iglesia Catedral. Ingresa en la Orden Tercera de San Francisco, pertenece a las Conferencias de San Vicente de Paúl y derrama su caridad con los pobres.
Es analfabeto, pero se sabe de memoria las historias de la Biblia y las narra a los niños gitanos, a los que enseña también, con un candor y piedad entrañables, a respetar los pajaritos y cuidar las flores...
Ya lo vemos: un hombre lleno de piedad con Dios y un apóstol entre los de su raza gitana.
Al estallar la revolución marxista en Julio de 1936, y cuando las cárceles rebosan de presos, Ceferino se enfrenta a unos revolucionarios en plena calle porque están maltratando a un sacerdote:
- ¡Virgen Santísima! ¡Tantos hombres armados contra un sacerdote indefenso!
Lo detienen entonces a él, le registran los bolsillos y le encuentran el rosario. ¡A la cárcel sin más!... Uno de los jefes revolucionarios lo quiere salvar:
- ¡Deja ese rosario y esas tonterías con tus fa-natismos, y yo te saco de aquí!
- ¡Gracias! Pero yo moriré con mi rosario...
Y el día dos de agosto, a mitad de la noche, era sacado de la cárcel con un grupo de veinte presos más. Entre ellos, los tres Superiores del Seminario Claretiano, cuya iglesia frecuentaba. Ceferino lanza por el camino el grito de ¡Viva Cristo Rey!, el mismo grito con que pocos días más tarde atronarán las calles los jóvenes Misioneros Claretianos. Y gritando ¡Viva Cristo Rey! cayó bajo las balas.
Hoy, está en los altares, con el santo Obispo Monseñor Asensio y con los 51 Beatos Misioneros Claretianos. Ceferino Jiménez, el simpático Pelé, primer gitano con santidad reconocida por la Iglesia. El que nos dice que hasta el hombre más marginado de la sociedad puede ser un santo de mucha categoría... .
Beatificado el4 de mayo de 1997, en Roma, por S.S. Juan Pablo II
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