Este personaje vino al mundo en Mesopotamia en el 450 y murió en Salónica, Grecia, en el 540.
Su discípulo Paladio cuenta que se encontraba muy contento porque hubiese vivido en su ciudad un santo de la categoría del asceta y santo David.
Eran tan evidentes sus virtudes, sus cualidades y sus dones humanos y religiosos que tuvo el valor de pasar setenta años en la ermita.
Los soldados hacían la guardia durante el día y la noche en esta preciosa ciudad fortificada.
Una noche, mientras hacían la ronda, vieron que desde la ermita de san David salía fuego.
Pensaron que la había incendiado algunos Bárbaros.
Pero a la mañana siguiente fueron y se encontraron con la ermita sana y salva y lo mismo estaba David.
El mismo fenómeno se produjo la noche siguiente. Su discípulo cuenta que él vio este fenómeno más veces. Y pensaba: Si Dios hace tanto por sus amigos aquí, ¿qué no hará en la vida eterna? Esto fue lo que me llevó a mí también a abrazar el estado de la vida religiosa.
David, no sólo fue capaz de ser austero consigo mismo, sino que también inculcaba esta virtud a tantos y a tantas que fueron orientadas espiritualmente por él.
Al día siguiente de su muerte, la iglesia griega lo colocó en los altares. Fue Baronio – diez siglos más tarde – quien lo introdujo en el martirologio de la Iglesia latina.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com
Publicar un comentario