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Obispo

Martirologio Romano: En Tours de Neustria, actualmente en Francia, san Gregorio, obispo, sucesor de san Eufronio, que escribió en lenguaje claro y sencillo la historia de los francos. ( 594)
El más conocido de los obispos de la antigua diócesis de Tours, después de san Martín, fue Jorge Florencio, quien más tarde tomó el nombre de Gregorio.

Nació el año 538, en Clermont-Ferrand. Pertenecía a una distinguida familia de Auvernia, pues era biznieto de san Gregorio de Langres y sobrino de san Galo de Clermont, a cuyo cuidado se le confió cuando quedó huérfano de padre.

Galo murió cuando Gregorio tenía diecisiete años. El joven salió con bien de una peligrosa enfermedad y decidió consagrarse al servicio de Dios. Desde entonces, empezó a estudiar la Sagrada Escritura bajo la dirección de san Avito I, en Clermont, donde recibió la ordenación sacerdotal.

El año 573, por deseo del rey Sigeberto I y de todo el pueblo de Tours, fue elegido para suceder en el gobierno de la sede a san Eufronio.

Era aquella una época muy turbulenta en toda la Galia y particularmente en Tours. Al cabo de tres años de guerra, a partir de la elección de san Gregorio, la ciudad cayó en manos del rey Chilperico, quien no tenía ninguna simpatía por el obispo, de manera que éste debió enfrentarse a un enemigo poderoso.

En abierta oposición al mandato de la madrastra de Meroveo -hijo de Chilperico- san Gregorio le dio asilo en el santuario y, además, tuvo el valor de apoyar a san Pretextato de Rouen, a quien Chilperico convocó a juicio por haber bendecido el matrimonio de Meroveo con Brunilda, su tía política. Poco después, Gregorio intervino en la confiscación de las tierras del condado de Tours, que estaban en posesión de un hombre indigno llamado Leudastio. Éste le acusó de deslealtad política ante el rey, y de haber calumniado a la reina Fredegunda. San Gregorio compareció ante un concilio, pero la sinceridad con que juró que era inocente y la dignidad de su conducta, movieron a los obispos a ponerle en libertad y a castigar a Leudastio por su falso testimonio.

Chilperico, como tantos otros monarcas de su tiempo, se creía teólogo. En este punto, san Gregorio tuvo también conflictos con él, porque no podía disimular que Chilperico era un mal teólogo y que la forma como expresaba sus ideas era aún peor. Chilperico murió el año 584. Tours cayó primero en manos de Guntramo de Borgoña y después en las de Childeberto II; ambos soberanos trataron amistosamente a Gregorio, quien pudo dedicarse tranquilamente a escribir y a administrar su diócesis.

Bajo el gobierno de san Gregorio, la fe y las buenas obras aumentaron en Tours. El santo reconstruyó su catedral, así como otras iglesias, y supo atraer a la fe y a la unidad a muchos herejes, a pesar de que no era un gran teólogo. San Odón de Cluny alaba su humildad, su celo por la religión y su caridad para con todos, especialmente para con sus enemigos. Se le atribuyeron en vida varios milagros, que él atribuía a su vez a la intercesión de san Martín y otros santos, cuyas reliquias llevaba siempre consigo.

Aunque san Gregorio fue uno de los obispos merovingios más activos, actualmente se le recuerda sobre todo como historiador y hagiógrafo. Su «Historia de los francos» es una de las fuentes principales de la historia primitiva de la monarquía francesa, que nos proporciona muchos datos sobre su autor. Menos valiosas desde el punto de vista histórico son otras obras suyas, como los tratados «Sobre la gloria de los mártires» y sobre otros santos, «Sobre la gloria de los confesores» y «Sobre las vidas de las Padres». Según la costumbre de su tiempo, el santo narra en extenso los milagros y otros hechos maravillosos y, sólo de vez en cuando, deja ver su espíritu crítico. En este sentido, el juicio de Alban Butler es muy moderado: «En sus nutridas colecciones de milagros, dice Butler, parece dar crédito a las leyendas populares con demasiada frecuencia».

VIDAS DE LOS SANTOS Edición 1965
Autor: Alban Butler (†)
Traductor: Wilfredo Guinea, S.J.
Editorial: COLLIER´S INTERNATIONAL - JOHN W. CLUTE, S. A.

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Por: P. Felipe Santos |

Iconógrafo

Martirologio Romano: En Constantinopla, san Lázaro, monje, nacido en Armenia, que insigne en la pintura artística de imágenes sagradas, al negarse a destruir sus obras por orden del emperador iconoclasta Teófilo, fue atormentado con crueles suplicios, pero después, apaciguadas las controversias sobre el debido culto a las imágenes, el emperador Miguel III le envió a Roma para afianzar la concordia y unidad de toda la Iglesia (c. 867).
Etimológicamente significa “ ayuda de Dios”. Viene de la lengua hebrea.

Nació en el seno de una familia pagana en Georgia, al lado del monte Cáucaso.
Apenas cumplió la edad necesaria, salió de casa para irse a Constantinopla, centro cultural y religioso de aquellos tiempos.

Fue en esta gran ciudad en donde abrazó la fe cristiana. Y lo hizo en uno de los monasterios más fervorosos de cuantos visitó por aquellos sitios.

Eran los años en los que se había desencadenado una guerra terrible contra las imágenes. Provenía esta contienda de los iconoclastas, es decir, de gente que no podía ver las imágenes.

De ordinario, uno de los trabajos a los que acostumbraban a dedicarse los monjes, era la pintura de imágenes. No daban abasto para restituir las imágenes que destrozaban en los templos.

Los mismos emperadores publicaban edictos en los que condenaban la pintura de imágenes del Señor y de la Virgen o de los santos.

Los monjes seguían pintando sin hacer caso a los edictos. Lázaro era un buen monje y un mejor pintor.
De hecho, Teófilo, sucedió en el trono a su padre Miguel, año 829. Volvió a promulgar un edicto condenando a pena de muerte a quien pintara imágenes.

Se enteró de que Lázaro pintaba muchas y bien. Entonces lo mandó prender. Le dieron tal paliza que lo dieron por muerto.

La emperatriz Teodora, que era cristiana, fue a ver a Lázaro con la intención de esconderlo en la iglesia de san Juan.

Aquí se restableció de la paliza y comenzó a pintar de nuevo, empezando por la figura del Precursor de Jesús.

Cuando Teófilo murió, la emperatriz y su hijo Miguel III restablecieron el culto a las imágenes. Dados los méritos de Lázaro, lo enviaron a Roma como embajador. Murió en esta ciudad en el año 855.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com

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Nace en el castillo de Avalon, entre 1135 y 1140, noble descendiente de la casa de Borgoña.

Acompaña a su padre, viudo, al convento de Canónigos Regulares de Villard-Benoit, donde a los 15 años también él hace los votos religiosos.

Con ansias de vida más perfecta, pasa a la Cartuja.

A la edad de 30 años es ordenado sacerdote, y en 1173 nombrado procurador.

El rey Enrique II de Inglaterra, enterado de la santidad de su vida, le reclama para regir la cartuja de Witham, que él mismo había erigido. Asombra que un extranjero, a los seis años de residencia, sea consagrado obispo de Lincoln el 21 sept. 1163.

Defendió con valentía los derechos de la Iglesia, frente a las intromisiones de tres reyes, que él conoció, siendo llamado Martillo de reyes.

Alternaba sus quehaceres pastorales con la vida retirada de la cartuja de Witham.

Murió en Londres, camino de Lincoln, el 16 nov. 1200. Ante la fama de santidad y de sus milagros el papa Honorio III le canonizó el 17 feb. 1220.

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12:45 a.m.

Por: P. Felipe Santos |

Noviembre 16


Etimológicamente significa “ fiel defensora”. Viene de la lengua alemana.

Esta joven, modelo y patrona de las místicas, nació en Eisleben, Alemania, en 1256. Cuando contaba solamente 5 años se le confió su educación al monasterio benedictino de Helfta. La superiora del convento era su tía santa Matilde.

Encontró un clima espiritual tan bueno que se sintió plenamente feliz.

Mientras hacía sus estudios, demostró en todas las materias una inteligencia fuera de lo común.

Su salud no era lo buena que debiera haber sido. Le apenaba no poder asistir a las oraciones de comunidad. Sin embargo, ante su mala salud física mantuvo siempre y en todo instante un enorme equilibrio espiritual e intelectual.

Al llegar los años que van del 1291 hasta su muerte, comenzó para ella una época dorada a causa de las muchas revelaciones o visiones del cielo.

Menos mal que tuvo la suerte de escribirlas todas en cinco volúmenes, en los que cuenta su experiencia mística, es decir, su continua unión con Dios.

Su mística, por otra parte, no se basa en cosas raras sino simplemente en los misterios que cada día celebra la liturgia en honor del Señor y de la Virgen.

Se abrió plenamente a los deseos de Dios y rechazó toda clase de egoísmo estéril. Fue ella la que comenzó la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Su tía Matilde le preguntó a Jesús:" Señor, fuera de la Santa Hostia, ¿dónde te puedo encontrar?" Y Jesús le respondió:"Búscame en el corazón de Gertrudis".

A la santa se le atribuyen cinco libros que componen el "Heraldo de la amorosa bondad de Dios" (Comúnmente llamados "Revelaciones de Santa Gertrudis"). El primero fue escrito por amigos íntimos de la santa después de su muerte, el segundo fue escrito por la santa y los restantes fueron compuestos bajo su dirección.

Sus escritos relatan visiones, comunicaciones y experiencias místicas. Habla de un rayo de luz, como una flecha, que procedía de la herida del costado de un crucifijo. Cuenta también que su alma, derretida como la cera, se aplicó al pecho del Señor como para recibir la impresión de un sello y alude a un matrimonio espiritual en el que su alma fue como absorbida por el corazón de Jesús. Enseña al mismo tiempo que "la adversidad es le anillo espiritual que sella los esponsales con Dios".

Murió en noviembre del año 1302.

¡Felicidades a las Gertrudis!
Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com

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12:45 a.m.

Por: Clara Augusta Lainati, o.s.c. | Fuente: franciscanos.org

Inés de Favarone, hermana de Clara «según la carne y según la pureza» (Leyenda de Sta. Clara 24), no es una figura que fácilmente pueda esbozarse, a no ser que se ceda al fácil impulso de revestir los escasos datos históricos que se poseen –oscuros y limitados en información– con reflexiones verosímiles, pero no comprobadas, sugeridas más bien por su situación a la sombra de santa Clara. Inés de Asís es una figura de contornos difuminados, que se la intuye más y mejor precisamente cuanto menos se trata de fijarla dentro de una línea marcada y precisa.

Hija segunda de Favarone y Ortolana, Inés nace en esta noble familia asisiense alrededor de 1197. Su Vita, incluida en la Crónica de los XXIV Generales de la Orden de los Hermanos Menores, de finales del siglo XIV, afirma estrictamente que en la fecha de su muerte, acaecida poco después de la muerte de Clara en 1253, tenía unos 56 años.

El nombre de Inés no le fue impuesto en el Bautismo sino más tarde, después de la conversión; y se lo impuso san Francisco, después que «por el Cordero inocente, es decir, por Jesucristo, inmolado por nuestra salvación, resistió con fortaleza y combatió virilmente» (Crónica) haciendo frente a los ataques de sus familiares, dedicados a arrancarla del claustro del Santo Ángel de Panzo, donde se había refugiado con Clara.

Probablemente, su nombre de pila fue el de Catalina. Según refiere la Vida de santa Clara escrita a finales del siglo XV por el humanista Hugolino Verino, y, como por primera vez señaló Fausta Casolini, el tío Monaldo, volviéndose a Inés en la tentativa de conducirla de nuevo a casa de sus padres, la apostrofa con el nombre de «Catalina... que así se llamaba Inés en el siglo...» (cf. AFH 13, 1920, 175). Catalina es el nombre de la intrépida virgen de Alejandría, cuyas reliquias, conservadas en una iglesia erigida en el Sinaí, eran objeto de devotas peregrinaciones para todos los que, dirigiéndose a Tierra Santa, desembarcaban en el puerto egipcio de Damieta, de donde emprendían el viaje a Jerusalén pasando precisamente por el Sinaí y Gaza. También Ortolana, la madre de Clara e Inés, había realizado una peregrinación a los lugares santificados con la presencia del Mesías: quizá la devoción hacia la mártir de Alejandría, reforzada durante la peregrinación, le sugirió más tarde el nombre para su segunda hija. Y esta misma devoción, seguramente viva en las hijas por influencia de Ortolana, inspiró el nombre titular de Santa Catalina del Monte Sinaí para muchos de los pequeños monasterios de Hermanas Pobres.

La infancia y la juventud de Inés corren parejas con las de su hermana Clara, tres o cuatro años mayor que ella. Es intenso el afecto que las une recíprocamente e iguales sus sentimientos. Sin embargo, la orientación inicial es distinta. En efecto, si Clara, siguiendo la voz interior que la llama a una vida completamente dedicada al Señor, no quiere ni oír hablar de boda, tal vez la serena vida familiar que observa entre sus padres y con sus dos hermanas, despierta en Inés el deseo de una vida análoga iluminada por el gozo íntimo de un matrimonio y de una maternidad bendecidos por Dios.

El autor de la «Leyenda», al presentar el llamamiento de Inés a la vida religiosa como uno de los primeros efectos de la poderosa oración de Clara en el silencio del claustro, escribe: «Entre las principales plegarias que ofrecía a Dios con plenitud de afecto, pedía esto con mayor insistencia: que, así como en el siglo había tenido con la hermana conformidad de sentimientos, así ahora se unieran ambas para el servicio de Dios en una sola voluntad. Ora, por lo tanto, con insistencia al Padre de las misericordias para que a su hermana Inés, a la que había dejado en su casa, el mundo se le convierta en amargura y Dios en dulzura; y que así, transformada, de la perspectiva de unas nupcias carnales se eleve al deseo del divino amor, de modo que a una con ella se despose en virginidad perpetua con el Esposo de la gloria. Existía realmente entre ambas un extraordinario cariño mutuo, el cual, aunque por diferentes motivos, había hecho para la una y la otra más dolorosa la reciente separación» (Leyenda 24).

Es fácil adivinar lo interminables que fueron para Inés los días que siguieron a la fuga de Clara. Inés tiene sólo catorce o quince años, y en la hermana menor, Beatriz, no encuentra de ninguna manera el apoyo afectuoso que le proporcionaba la presencia de Clara. Transcurre la semana de Pasión, a la que sigue la Pascua, una Pascua más que nunca velada por la nostalgia y el recuerdo de la hermana ausente, a la que no han conseguido hacer regresar a la casa paterna ni la afectuosa presión de la familia ni la violencia. También pasa la semana de Pascua; y cada día que transcurre, mientras la memoria repasa los dulces recuerdos que le evocan a Clara, la mente y el corazón se detienen cada vez con mayor frecuencia a pensar en el camino escogido por Clara, y descubren la profunda y escondida riqueza que encierra. Y la exuberancia juvenil de Catalina empieza a arder con el mismo fuego que Clara, encendido por el Espíritu, y suspira por poder entregarse completamente, como ella, al Señor Jesús y a su Reino.

Dieciséis días después de la fuga de Clara de la casa paterna, el 14 de mayo de 1211, o quizá al día siguiente, Inés se llega por fin a su hermana en el monasterio benedictino del Santo Ángel de Panzo, donde Clara se había refugiado provisionalmente, y le manifiesta con firmeza el propósito de consagrarse totalmente, como ella, al servicio de Dios.

El abrazo gozoso de Clara, que ha visto escuchada su oración, representa al mismo tiempo la aceptación de la primera novicia en la nueva Orden fundada por san Francisco.

La desaparición de Inés, refugiada junto a su hermana, provocó una nueva y aún más violenta reacción por parte de los familiares, que no estaban dispuestos a tolerar por segunda vez una iniciativa que era para ellos una afrenta a la riqueza y al poder de la noble familia. Y he aquí que un grupo de doce caballeros se abalanza sobre las dos hermanas en la serena quietud monástica del Santo Ángel de Panzo, donde Clara, «la que más sabía del Señor, instruía a su hermana y novicia» (Leyenda 25). No repitamos aquí el desarrollo del episodio ya referido; añadamos solamente que, al final, Inés puede responder a Clara que le pregunta –angustiada por tantos golpes recibidos mientras los hombres armados la arrastraban a la fuerza por la ladera del monte– que por la gracia de Dios y por sus oraciones, poco o nada ha sufrido.

Después de este episodio de violencia, «el bienaventurado Francisco con sus propias manos le cortó los cabellos y le impuso el nombre de Inés, ya que por el Cordero inocente... resistió con fortaleza y combatió varonilmente» (Crónica).

A continuación, dirigida por el Santo, juntamente con Clara, en el camino de la perfección emprendida (Leyenda 26), Inés progresó tan rápidamente en el camino de la santidad, que su vida aparecía ante sus compañeras extraordinaria y sobrehumana. Su penitencia y mortificación, como la de la misma Clara, despertaban admiración teniendo en cuenta su corta edad. Sin que nadie lo sospechase, ciñó su cintura con un áspero cilicio de crin de caballo, y esto desde el comienzo de su vida religiosa hasta su muerte; su ayuno era tan riguroso que casi siempre se alimentaba solamente de pan y agua.

Caritativa y dulcísima de carácter, se inclinaba maternalmente sobre quien sufría por el motivo que fuere, y se mostraba llena de piadosa solicitud hacia todos.

Santa Clara, escribiendo de ella a santa Inés de Praga, llamará a su hermana «virgen prudentísima»; es la opinión de una santa, es decir, de quien sabe medir personas y cosas con la misma medida de Dios.

Hay un episodio que, ciertamente, sirve para corroborar en Clara la convicción de la santidad de su joven hermana; episodio que no sabemos con seguridad cuando aconteció, si en los años precedentes o subsiguientes a la partida de Inés a Monticelli. Lo extraemos de la Vita inserta en la Crónica.

«En cierta ocasión, mientras, apartada de las demás, perseveraba devotamente en oración en el silencio de la noche, la bienaventurada Clara, que también se había quedado a orar no muy lejos de ella, la contempló en oración, elevada del suelo, y suspendida en el aire, coronada con tres coronas que de tanto en tanto le colocaba un ángel. Cuando al día siguiente le preguntó la bienaventurada Clara qué pedía en la oración y qué visión había tenido aquella noche, Inés trató de eludir la respuesta. Pero al fin, obligada por la bienaventurada Clara a responder por obediencia, refirió lo siguiente: –En primer lugar, al pensar una y otra vez en la bondad y paciencia de Dios, cuánto y de cuántas maneras se deja ofender por los pecadores, medité mucho, doliéndome y compadeciéndome; en segundo lugar, medité sobre el inefable amor que muestra a los pecadores y cómo padeció acerbísima pasión y muerte por su salvación; en tercer lugar, medité por las almas del purgatorio y sus penas, y cómo no pueden por sí mismas procurarse ningún alivio» (Crónica). En la meditación de Inés, de acuerdo con toda la espiritualidad seráfica, el Dios- Hombre crucificado proyecta su vasta sombra de eficacia salvadora sobre el drama de los pecadores y de los redimidos que anhelan su última purificación.

Una despedida nostálgica

«Después, el bienaventurado Francisco la envió como Abadesa a Florencia, donde condujo a Dios muchas almas, tanto con el ejemplo de su santidad de vida, como con su palabra dulce y persuasiva, llena de amor de Dios. Ferviente en el desprecio del mundo, implantó en aquel monasterio –como ardientemente lo deseaba Clara– la observancia de la pobreza evangélica» (Crónica).

No es fácil desentrañar los acontecimientos que están bajo una fuente tan avara de información. Solamente está clara la línea general de los hechos. Es ésta:

El paso de san Francisco por Florencia no suscitó entusiasmo solamente entre los florentinos, algunos de los cuales abrazaron enseguida su misma vida evangélica, sino que también enfervorizó a algunas jóvenes y señoras de nobles familias que, a imitación del gesto realizado hacía poco por Clara, deseaban dejarlo todo para dedicarse exclusivamente al servicio de Dios. De hecho, no tardaron mucho en dar cumplimiento a sus deseos; y, no teniendo aún monasterio, se retiraron en casa de algunas de ellas en espera de que la Providencia les proporcionase un lugar más conveniente. Se desconoce la fecha en la que surgieron tales comunidades de señoras florentinas, que tomaban por modelo la de San Damián; quizá resulte más fácil identificar el lugar donde se iniciaron estas comunidades. En efecto, sabemos que la señora Avegnente de Albizzo, que figura como Abadesa del Monasterio en 1219, poseía un lugar en la comarca de Santa María del Sepulcro en Monticelli; hizo donación del mismo a la iglesia romana, para que en él fuese erigido un monasterio, y la propiedad fue aceptada por el Cardenal Hugolino, en nombre de la Iglesia, en el 1218. Con este acto, las nobles señoras florentinas reunidas en torno a Avegnente, se ponían bajo la dependencia de la Santa Sede.

Como hemos dicho, la señora Avegnente figura en 1219 como Abadesa de la comunidad erigida, que desde los primeros años se relaciona con San Damián y observa, junto con la Regla del Cardenal Hugolino de 1218-1219, las mismas Observantiae regulares, es decir, esa especie de «constituciones» que por entonces estaban en vigor en San Damián, basadas en los escritos y palabras de san Francisco.

La cesión gratuita de un terreno contiguo por parte de Forese Bellicuzi, permitió la erección de un monasterio: la casa anterior, quizá demasiado pequeña, no podía albergar el número creciente de monjas.

La joven Inés fue enviada a esta comunidad con el encargo de transferir a Florencia el genuino espíritu de Clara. A ella se confiará el gobierno de esta nueva falange de Hermanas Pobres.

Existe un documento precioso, esto es, una carta, remitida por Inés a su hermana después de su llegada al nuevo destino, que nos da luz acerca del profundo dolor que le produjo la separación de San Damián, así como acerca de la nueva comunidad, floreciente en una atmósfera de paz y de unión. La misma carta, sin fecha, nos proporciona también indicaciones que pueden ser válidas como referencias cronológicas:

« ... Has de saber, madre –escribe entre otras cosas Inés–, que mi carne y mi espíritu sufren grandísima tribulación e inmensa tristeza; que me siento sobremanera agobiada y afligida, hasta tal punto que casi no soy capaz ni de hablar, porque estoy corporalmente separada de vos y de las otras hermanas mías con las que esperaba vivir siempre en este mundo y morir... ¡Oh dulcísima madre y señora!, ¿qué diré, si no tengo la esperanza de volveros a ver con los ojos corporales a vos ni a mis hermanas?... Por otra parte, encuentro un gran consuelo y también vos podéis alegraros conmigo por lo mismo, pues he hallado mucha unión, nada de disensiones, muy por encima de cuanto hubiera podido creerse. Todas me han recibido con gran cordialidad y gozo, y me han prometido obediencia con devotísima reverencia... Os ruego que tengáis solícito cuidado de mí y de ellas como de hermanas e hijas vuestras. Quiero que sepáis que tanto yo como ellas queremos observar inviolablemente vuestros consejos y preceptos durante toda nuestra vida. Además de todo esto, os hago saber que el señor papa ha accedido en todo y por todo a lo que yo había expuesto y querido, según la intención vuestra y mía, en el asunto que ya sabéis, es decir, en la cuestión de las propiedades. Os ruego que pidáis al hermano Elías que se sienta obligado a visitarme muy a menudo, para consolarme en el Señor».

El Privilegio de la Pobreza, que señala la carta, fue concedido a las monjas de Monticelli por el Papa Gregorio IX el 15 de mayo de 1230. Además, el hermano Elías no es designado en la carta ni como «vicario» ni como «ministro general»; la alusión al hermano Elías hace excluir –queriendo asignar una fecha a la carta– la serie de los años 1217 a 1221, en los que se encontraba como Ministro provincial en el Oriente; y parece excluir también los años 1221 al 1227, en los que fue Vicario, y los años después de 1232, ya que en el Capítulo de aquel año fue elegido Ministro General.

Por tanto, es probable que la salida de Inés de Asís a Monticelli, salida querida por san Francisco y causa de profundo dolor para la obediente hermana de santa Clara, no fuese en el 1221, como se repetía tradicionalmente, sino más tarde, alrededor de los años 1228-1230: a menos que se quiera admitir que la carta, aunque refleja la herida de una separación reciente, haya sido escrita muchos años después de la partida de San Damián.

A la cabecera de Clara moribunda

Queda en la sombra lo que se refiere a la permanencia de Inés en Florencia, así como queda encubierto con el misterio el itinerario de su regreso a Asís; muchos monasterios se glorían de haberla tenido como fundadora en su camino de retorno, y es muy posible que el dato tradicional, no recogido en documentos, responda en alguna medida a la realidad. En cualquier caso, tras un lapso de diez años, la historia vuelve a presentar a Inés en la clausura de San Damián, cuando asiste a Clara en su prolongada agonía.

Según Mariano de Firenze, que escribe en el siglo XVI, la partida de Inés de Monticelli estuvo precisamente en relación con el empeoramiento de la enfermedad de la Santa: al tener noticia de ello, Inés se habría puesto de viaje apresuradamente con algunas de las hermanas externas de Monticelli, destinadas a recoger y a conservar las últimas palabras de la Madre de la Orden, para llevar su recuerdo a la fundación florentina. Siguiendo la misma narración, Clara habría entregado a estas hermanas que acompañaban a Inés su velo; sería el que se conserva como reliquia en el monasterio de clarisas de Firenze- Castello.

Cualquiera que sea la fecha en que haya de fijarse el regreso de Inés a San Damián, es indudable su presencia a la cabecera de Clara moribunda. Para Inés que, oprimida por el dolor, no halla manera de contener las lágrimas abundantes y amargas, y suplica a su hermana que no se marche ni la abandone, Clara tiene palabras de ternura infinita, que hacen florecer una esperanza maravillosa en el corazón de Inés: «Hermana carísima, es del agrado de Dios que yo me vaya; mas tú cesa de llorar, porque llegarás pronto ante el Señor, enseguida después de mí, y Él te concederá un gran consuelo antes que me aparte de ti» (Leyenda 43).

La tarde del 11 de agosto de 1253, en el desgarramiento de la separación, Inés habrá recordado a la hermana, bienaventurada por siempre en el abrazo del Esposo, la promesa que le hiciera pocos días antes. Y cuando al día siguiente, entre alabanzas y gozo universal, el cuerpo de Clara, ya invocada como santa, bendecido por el Papa, subió por la pendiente de Asís para ser depositado en el mismo sepulcro que un día recibió los despojos mortales de Francisco, seguramente reconocería Inés, en este preludio tan solemne de la canonización, el gran consuelo profetizado por Clara.

También tuvo bien pronto realización la promesa que le había hecho, pues «al cabo de pocos días, Inés, llamada a las bodas del Cordero, siguió a su hermana Clara a las eternas delicias; allí entrambas hijas de Sión, hermanas por naturaleza, por gracia y por reinado, exultan en Dios con júbilo sin fin. Y por cierto que antes de morir recibió Inés aquella consolación que Clara le había prometido. En efecto, como había pasado del mundo a la cruz precedida por su hermana, así mismo, ahora que Clara comenzaba ya a brillar con prodigios y milagros, Inés pasó ya madura, en pos de ella, de esta luz languideciente, a resplandecer por siempre ante Dios» (Leyenda 48).

La noticia de la muerte de Inés, difundida por Asís, atrajo –como la de Clara– multitud de gentes, que le profesaban gran devoción y esperaban poder contemplar sus despojos mortales y ser así consoladas espiritualmente. Todo este gentío subió la escalera de madera que daba acceso al monasterio de San Damián. Pero de pronto, las cadenas de hierro que sostenían esta escalera, cedieron bajo peso tan desacostumbrado, y se derrumbó con gran estrépito sobre la multitud que estaba debajo, arrastrando en su derrumbamiento a cuantos allí se agolpaban.

De la imprevista catástrofe se podían esperar consecuencias desastrosas, puesto que el gentío quedó como aplastado bajo el enorme peso de la escalera sobrecargada de gente. Pero en los corazones se abrió paso la esperanza en el nombre de Inés. Invocando inmediatamente su nombre y sus méritos, heridos y magullados se levantaron riendo, como si nada hubieran sufrido.

Esta fue la primera de las numerosísimas intervenciones milagrosas de Inés, que, ya reunida con Clara en la gloria, será para siempre, como su hermana, muy pródiga en su intercesión a favor de cuantos, en su nombre, supliquen para verse librados de enfermedades incurables, de la ceguera, o de posesión diabólica. La serie de estas intervenciones continúa ampliamente durante todo el siglo XIV, hasta establecerse su culto, ratificado por la Iglesia. Su nombre aparece en el Martirologio Romano entre los santos del día 16 de noviembre, y sus restos reposan en la Basílica de Asís, que también encierra el cuerpo de su «madre y señora» Clara.

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Reina

Martirologio Romano: Santa Margarita, nacida en Hungría y casada con Malcolm III, rey de Escocia, que dio a luz ocho hijos, y fue sumamente solícita por el bien del reino y de la Iglesia; a la oración y a los ayunos añadía la generosidad para con los pobres, dando así un óptimo ejemplo como esposa, madre y reina († 1093)

Breve Biografía


De estirpe regia y de santos. Por parte de padre emparenta con la realeza inglesa y por parte de madre con la de Hungría. Los santos son, por parte de padre, san Eduardo —llamado el "Confesor"— que era su bisabuelo y, por parte de madre, san Esteban, rey de Hungría.

Nació del matrimonio habido entre Eduardo y Agata, en Hungría, con fecha difícil de determinar. Su padre nunca llegó a reinar, porque al ser llamado por la nobleza inglesa para ello, resulta que el normando Guillermo el Conquistador invade sus tierras, se corona rey e impone el juramento de fidelidad; al poco tiempo murió Eduardo de muerte natural.


Pero esta situación fue la que hizo que Margarita llegara a ser reina de Escocia por casarse con el rey. Su madre había previsto y dispuesto que la familia regresara al continente al quedarse viuda tras la muerte de su esposo y, bien sea por necesidad de puerto a causa de tempestades, bien por la confianza en la buena acogida de la casa real escocesa, el caso es que atracaron en Escocia y allí se enamoró el rey Malcon III de Margarita y se casó con ella.

Es una mujer ejemplar en la corte y con la gente paño de lágrimas. Se la conoce delicada en el cumplimiento de sus obligaciones de esposa; esmerada en la educación de los hijos, les dedica todo el tiempo que cada uno necesita; sabe estar en el sitio que como a reina le corresponde en el trato con la nobleza y asume responsabilidades cristianas que le llenan el día. Señalan sus hagiógrafos las continuas preocupaciones por los más necesitados: visita y consuela enfermos llegando a limpiar sus heridas y a besar sus llagas; ayuda habitualmente a familias pobres y numerosas; socorre a los indigentes con bienes propios y de palacio hasta vender sus joyas. Lee a diario los Libros Santos, los medita y lo que es mejor ¡se esfuerza por cumplir las enseñanzas de Jesús! De ellos saca las luces y las fuerzas. De hecho, su libro de rezos, un precioso códice decorado con primor —milagrosamente recuperado sin sufrir daño del lecho del río en que cayó— se conserva en la biblioteca bodleiana de Oxford (Inglaterra).

También se ocupó de restaurar iglesias y levantar templos, destacando la edificación de la abadía de Dunferline.

Puso también empeño en eliminar del reino los abusos que se cometían en materia religiosa y se esforzó en poner fin a las abundantes supersticiones; para ello, convocó concilios con la intención de que los obispos determinaran el modo práctico de exponer todo y sólo lo que manda la Iglesia y las enseñanzas de los Padres.

"Gracias, Dios mío, porque me das paciencia para soportar tantas desgracias juntas". Esta fue su frase cuando le comunicaron la muerte de su esposo y de su hijo Eduardo en una acción bélica. Fue cuando marcharon a recuperar el castillo de Aluwick, en Northumberland, del que se había apoderado el usurpador Guillermo. Ella soportaba en aquellos momentos la larga y penosísima enfermedad que le llevó a la muerte el año 1093, en Edimburgo.


Es la reina Margarita la patrona de Escocia, canonizada por el papa Inociencio IV en el año 1250. Pero no pueden venerarse sus reliquias por desconocerse el lugar donde reposan. Por la manía que tenían los antiguos de desarmar los esqueletos de los santos, su cráneo —que perteneció a María Estuardo— se perdió con la Revolución francesa, porque lo tenían los jesuitas en Douai y, desde luego, no salieron muy bien parados sus bienes. El cuerpo tampoco se pudo encontrar cuando lo pidió Gelliers, arzobispo de Edimburgo, a Pío XI, aunque se sabe que se trasladó a España por empeño de Felipe II quien mandó tallar un sepulcro en El Escorial para los restos de Margarita y de su esposo.

Aunque les duela esa carencia de reliquias a los escoceses, tienen sin embargo el orgullo de disfrutar en su historia de las grandes virtudes de una mujer que supo primar su condición cristiana a su condición de reina. O mejor, que ser reina no fue dificultad para vivir hasta lo más hondo su responsabilidad de cristiana. O aún más, supo desde la posición más alta ser testigo de Cristo. Y eso es mucho en cualquier momento de la Historia. ¿No será la gente como ella los que se llaman pobres de espíritu?

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Martirologio Romano: En San Remo, de la Liguria, en Italia, beata María de la Pasión (Helena) de Chappotin de Neuville, virgen, que, enamorada de la humildad y simplicidad de san Francisco, fundó las Hermanas Franciscanas Misioneras de María, para el servicio de la mujer en tierras de misión ( 1904).

Fecha de beatificación: 20 de octubre de 2002 por S.S. Juan Pablo II

Breve Biografía


Hélène Marie Philippine de Chappotin de Neuville, en religión María de la Pasión, nace el 21 de mayo de 1839 en Nantes, Francia, de una noble y cristiana familia. Desde la infancia manifiesta eminentes dones naturales y una fe profunda.

En abril de 1856, en unos ejercicios espirituales, hace una primera experiencia de Dios que la llama a una vida de consagración total. La improvisa muerte de la madre retrasa la realización. Sin embargo en diciembre de 1860, con el consentimiento del obispo de Nantes, entra en las Clarisas, atraída por el ideal de sencillez y pobreza de San Francisco.

El 23 de enero de 1861, aún postulante, hace una profunda experiencia de Dios que la invita a ofrecerse víctima por la Iglesia y el Papa. Esta experiencia marcará toda su vida. Cae gravemente enferma y tiene que dejar el monasterio. Después de su restablecimiento, su confesor la orienta hacia la Sociedad de María Reparadora y es admitida en mayo de 1864. El 15 de agosto del mismo año, en Toulouse, recibe el hábito con el nombre de María de la Pasión.

En marzo de 1865, aún novicia, es enviada a India, al Vicariato apostólico del Maduré, confiado a la Compañía de Jesús, donde las Reparadoras tienen como tarea principal la formación de las religiosas de una congregación autóctona y otras actividades apostólicas. En Maduré, el 3 de mayo de 1866, María de la Pasión pronuncia los votos temporales.

Por sus dones y virtudes es designada como superiora local y seguidamente, en julio de 1867, provincial de los tres conventos de las Reparadoras. Bajo su dirección las obras de apostolado se desarrollan, la paz — un tanto turbada por tensiones anteriores — se restablece, el fervor y la regularidad reflorecen en las comunidades. En 1874, funda una nueva casa en Ootacamund, en el Vicariato de Coimbatore, asignado a las Misiones Extranjeras de París. Pero en el Maduré las disensiones se agravan hasta tal punto de que veinte religiosas, entre ellas María de la Pasión, se ven obligadas, en 1876, a dejar la Sociedad de María Reparadora, Se reunen en Ootacamund bajo la jurisdicción del Vicario Apostólico de Coimbatore, Mons. José Bardou, M.E.P.

En noviembre de 1876, María de la Pasión se dirige a Roma para regularizar la situación de las veinte hermanas separadas y obtiene de Pío IX, el 6 de enero de 1877, la autorización de fundar un nuevo Instituto, específicamente misionero, bajo el nombre de Misioneras de María.

Sugerido por la Congregación de Propaganda Fide, María de la Pasión abre en Saint-Brieuc, Francia, un noviciado que acoge rápi-damente numerosas vocaciones. En abril de 1880 y en junio de 1882, la Sierva de Dios regresa a Roma para resolver las dificultades que amenazan obstaculizar la estabilidad y el crecimiento del joven Instituto. El último viaje, en junio de 1882, marca una etapa importante en su vida: se le autoriza a fundar en Roma una casa y, llevada por circunstancias providenciales, encuentra la orientación franciscana indicada por Dios veintidós años antes. El 4 de octubre de 1882, en la iglesia del Aracoeli es recibida en la Tercera Orden de San Francisco y entra en relación con el Siervo de Dios, Padre Bernardino de Portogruaro, ministro general de la Orden de Frailes Menores, que en sus pruebas le apoya con paternal solicitud.

En marzo de 1883, María de la Pasión es destituida en su función de Superiora del Instituto a causa de oposiciones latentes. Pero después de la investigación ordenada a este respecto por León XIII, se reconoce plenamente su inocencia y es reelegida en el Capítulo de julio de 1884.

El Instituto inicia su rápido desarrollo: el 12 de agosto de 1885 emiten el Decreto laudatorio y él de afiliación a la Orden de Hermanos Menores; se aprueban las Constituciones ad experimentum el 17 de julio de 1890 y definitivamente el 11 de mayo de 1896. Es el momento del envío de misioneras, incluso a las puestos más lejanos y peligrosos, sin detenerse, más allá de todo obstáculo y de toda frontera.

El celo misionero de la fundadora no conoce límites para responder a las llamadas de los pobres y abandonados. También la promoción de la mujer y la situación social le interesan particularmente; con inteligencia y discreción ofrece a los pioneros que trabajan en este campo, una colaboración que ellos aprecian mucho.

Su intensa actividad y su dinamismo brotan de la contemplación de los grandes misterios de la fe. Para María de la Pasión todo confluye en la Unidad-Trinidad de Dios Verdad-Amor, que se da a nosotros a través del misterio pascual de Cristo. Unida a estos misterios vive su vocación de ofrenda en una dimensión eclesial y misionera. Jesús Eucaristía es para ella «el gran misionero» y María, en la disponibilidad de su «Ecce», traza el camino de la donación sin reserva a la obra de Dios. De este modo abre a su Instituto los horizontes de la misión universal, cumplida en el espíritu evangélico de sencillez, pobreza y caridad de Francisco de Asís.

Tiene gran cuidado, no solamente de la organización exterior de las obras, sino sobre todo de la formación espiritual de las religiosas. Dotada de una extraordinaria capacidad de trabajo, encuentra tiempo para redactar numerosos escritos de formación, y para mantener una frecuente correspondencia con sus misioneras esparcidas por el mundo, invitándolas con insistencia a una vida de santidad. En 1900, el Instituto recibe el sello de sangre con el martirio en China de siete Franciscanas Misioneras de María, beatificadas en 1946 y canonizadas en el transcurso del Gran Jubileo del año 2000. Este martirio es para María de la Pasión, junto con un gran dolor, un inmenso gozo, una emoción intensa de ser la madre espiritual de estas misioneras que han sabido vivir el ideal de su vocación, hasta la efusión de la sangre.

Agotada por las fatigas de incesantes viajes y por el trabajo cotidiano, María de la Pasión, después de una breve enfermedad, muere serenamente en San Remo el 15 de noviembre de 1904, dejando más de dos mil religiosas y ochenta y seis casas insertas en cuatro continentes. Sus restos mortales reposan en un oratorio privado de la casa general del Instituto en Roma.

En febrero de 1918 se abre en San Remo el Proceso informativo para la Causa de Beatificación y Canonización. En 1941 es promulgado el Decreto sobre los escritos y, en los años siguientes, llegan a la Santa Sede numerosísimas cartas postulatorias, de todas las partes del mundo, a favor de la Causa de la Sierva de Dios. Después del voto unánimemente favorable de los Consultores, se publica el Decreto para la Introducción de la Causa, con aprobación de S.S. Juan Pablo II, el 19 de enero de 1979.

El 28 de junio de 1999 es promulgado solemnemente por el Sumo Pontífice Juan Pablo II, el Decreto de la heroicidad de las virtudes de la Madre María de la Pasión.

El 5 marzo de 2002, se reconoce la curación de una religiosa afectada de «TBC pulmonar vertebral; Morbo de Pott», un milagro que Dios concede por intercesión de la Venerable. El 23 de abril de 2002, en presencia del Sumo Pontífice Juan Pablo II, es promulgado el Decreto que abre el camino a la Beatificación de la Venerable Sierva de Dios. Fue beatificada el 20 de octubre de 2002.
 

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Mártir

Martirologio Romano: En Mengo, lugar de Uganda, san José Mkasa Balikudembé, mártir, que estando al frente del palacio real, recibido el bautismo ganó a muchos jóvenes para Cristo y defendió a los niños de la corte de las pasiones viciosas del rey Mwenga, y, debido a esto, el rey, enfurecido, ordenó degollarle a los veinticinco años de edad ( 1885).

Fecha de beatificación: 6 de junio de 1920 por S.S. Benedicto XV
Fecha de canonización: 18 de octubre de 1964 por S.S. Pablo VI

Breve Biografía


Natural de Kampala, tenía 26 años y pertenecía al clan Kayozi. Por su amigo san Andrés Kaggwa, llegó a la fe cristiana y se bautizó en 1882, siendo uno de los primeros catecúmenos de la misión. Como mayordomo del rey Mwanga de Uganda procuró, desde su cargo, servir a todos y no perjudicar a nadie, siendo muy generoso con los necesitados.

Advirtió al rey de la conjura de su primer ministro, lo que le granjeó el odio de éste y no paró de convencer al rey que era interés de la corona la muerte del mayordomo. José afeó al rey el asesinato del obispo anglicano Hannington; también defendió a los pajes de la casa real de caer en los vicios del rey. El rey ordenó su muerte y cuando fueron a matarlo, se negó a ser atado, pues dijo que no pensaba huir, y caminó con paso firme hasta el lugar del suplicio y fue decapitado en Kampala, y sus restos fueron quemados. Antes de morir le dijo al verdugo: “Tu dirés a Mwanga de parte mía que me ha hecho morir sin razón, pero que le perdono. Mientras tanto dile que se arrepienta, pues de lo contrario yo le acusaré ante el tribunal de Dios”. Mwanga cuando recibió el aviso fue demasiado tarde, pues ordenó que se le conmutase la pena por la prisión, pero ya había sido decapitado. Fue la primera víctima de la persecución.

Es uno de los 22 mártires de Uganda

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Obispo, escritor y poeta español de la época visigoda. Es uno de los Padres de la Iglesia hispánica.

Fue discípulo de Braulio de Zaragoza, estudiando con él en la Iglesia de Santa Engracia de esa ciudad. Fue llamado "El Poeta" y supo fundir las enseñanzas de su maestro y de San Isidoro de Sevilla. Se destacó, además de por su actividad poética, como músico y teólogo. Fue nombrado Obispo de Toledo y es considerado como el iniciador del Arzobispado de esta ciudad tras ser designado en el 649 por Chindasvinto.

Vida y obra
Sus poemas y los testimonios de San Ildefonso, además de un relato martirológico del siglo IX, son la principal fuente conocer su biografía. Se educó con San Eladio y más tarde, atraído por la fama de Zaragoza como foco cultural, ingresó en el monasterio de Santa Engracia para ampliar sus estudios con San Braulio, uno de los personajes más cultos de su tiempo y que mantuvo constante comunicación con San Isidoro.

San Braulio, tras ser nombrado obispo de la sede zaragozana en 626, escogió a Eugenio para que fuera su arcediano. En el año 649 fue nombrado arzobispo de Toledo por Chindasvinto, como muestra la carta del rey visigodo a Braulio, donde expresa su deseo de nombrar a Eugenio titular de un arzobispado en Toledo. Braulio, que veía en él a su sucesor en la sede cesaraugustana, se opuso sin ningún éxito. Desde su nueva cátedra toledana impulsó la cultura y celebró los concilios VIII, IX y X de Toledo. Fue asimismo, en tal sede catedralicia, promotor de la música sacra.

En cuanto a su actividad literaria, escribió libros de teología, epístolas y poemas. Entre su poesía, destaca el Libellus diversi carminis metro (Libro de poesías diversas). Una de sus composiciones habla de san Ildefonso, aunque no ha llegado hasta nuestros días. Otra, titulada «Lamentum de adventu propriae senectutis» («Lamento por la llegada de mi propia vejez») [1], trata el tema de la vejez, el paso del tiempo y la implacabilidad de la muerte. Asimismo, Eugenio enseñó Gramática y Sagrada Escritura y fue consejero de los reyes Chindasvinto y Recesvinto.

La narración martirológica sobre su vida y reliquias fue compuesta a mediados del siglo IX por un autor anónimo, probablemente el presbítero del santuario de Deuil donde, según la leyenda hagiográfica, reposaron los restos de San Eugenio. Existen dos versiones del relato. La más extensa se conserva en manuscritos de las bibliotecas de Bruselas, La Haya y París.

Murió el año 657 en Toledo y fue sepultado en la basílica de Santa Leocadia.

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Por: . | Fuente: Vatican.va

Cofundadora de la Congregación
de Religiosas de Santa Isabel

Martirologio Romano: En Nysa, Polonia, beata María Luisa Merkert, cofundadora y primera superiora general de la Congregación de las Religiosas de Santa Isabel (1872).
Nació el 21 de septiembre de 1817 en Nysa, en Silesia de Opole (entonces diócesis de Breslavia), en el seno de una familia muy católica de la burguesía. Era la segunda hija de Carlos Antonio Merkert y María Bárbara Pfitzner. En el bautismo le pusieron los nombres de María Luisa. Sus padres y su hermana pertenecían a la Cofradía del Santo Sepulcro. Su padre murió cuando ella tenía un año. Su madre influyó mucho en la inclinación de sus dos hijas, María Luisa y Matilde, al servicio caritativo de los necesitados y a la vocación a la vida religiosa.

A la muerte de su madre, acaecida en 1842, decidió dedicarse totalmente a los pobres, a los enfermos y a los abandonados. Aconsejada por su confesor, junto con su hermana Matilde y con Francisca Werner, se unió a Clara Wolff, joven virtuosa y terciaria franciscana, que había decidido servir a los enfermos y a los pobres a domicilio. Comenzaron la actividad caritativa en Nysa el 27 de septiembre de 1842. Se prepararon para dar ese paso con la confesión, la comunión y un acto de consagración al Sacratísimo Corazón de Jesús. El presbítero Francisco Javier Fischer les dio la bendición. A partir de entonces, María cumplía diariamente los compromisos asumidos, asistiendo a los enfermos y a los pobres en sus casas y recogiendo limosnas para los necesitados. El 8 de mayo de 1846 murió su hermana Matilde, que se había contagiado de tifus mientras cuidaba a los enfermos.

María Merkert, con Clara Wolff, se dirigió a las Hermanas de la Misericordia de San Carlos Borromeo en Praga, para un período de noviciado, trabajando como enfermera en los hospitales de Podole, Litomierzyce y Nysa. Notando que estas religiosas consideraban secundaria la asistencia de los enfermos a domicilio, dejó su noviciado el 30 de junio de 1850, si bien la formación recibida en ese período le sirvió de mucho. No faltaron incomprensiones, pero María pudo dedicarse totalmente al proyecto original de la asistencia a domicilio de los enfermos, los pobres y los más necesitados.

El 19 de noviembre de 1850, fiesta de santa Isabel de Hungría, María Merkert y Francisca Werner, llenas de confianza en Dios, reemprendieron en Nysa la actividad caritativa-apostólica, escogiendo a santa Isabel, llena de amor a Dios y a los indigentes, por patrona de la comunidad naciente. Nueve años más tarde, el 4 de septiembre de 1859, la Asociación de santa Isabel recibió la aprobación por parte del obispo de Breslavia. El 15 de diciembre sucesivo se celebró el primer capítulo general, que eligió a María Merkert como superiora general. El 5 de mayo de 1860, María, junto con otras veinticinco religiosas hizo los votos de castidad, pobreza y obediencia, a los que añadieron un cuarto voto de servir a los enfermos y necesitados. En los años 1863-1865 construyó en Nysa la casa madre de la congregación; el instituto obtuvo el reconocimiento jurídico estatal en 1864. El 7 de junio de 1871, el Papa Pío IX le concedió el "Decretum laudis"; y León XIII le otorgó la aprobación definitiva en 1887.

El amor a Dios impulsaba a María al amor al prójimo, en favor del cual gastó todas sus energías hasta la muerte. La asistencia a los enfermos y abandonados en sus domicilios no distraía a la sierva de Dios de la vida de oración, pues en su relación íntima con el Señor y en la filial devoción al Sacratísimo Corazón de Jesús encontraba la fuerza para su obra caritativa; sentía también una gran devoción a la Virgen, a la que tenía como modelo de fe y mediadora.

Se preocupaba mucho por sus religiosas, a las que instruía intelectual y espiritualmente en un espíritu de humildad profunda. En sus veintidós años de gobierno, formó a casi quinientas hermanas y fundó noventa casas, distribuidas en nueve diócesis y en dos vicariatos apostólicos. La llamaban "la querida madre de todos" y "la samaritana de Silesia".

Murió con fama de santidad el 14 de noviembre de 1872 y esa fama fue aumentando después de su muerte. Juan Pablo II promulgó el decreto sobre sus virtudes heroicas el 20 de diciembre de 2004; y Benedicto XVI firmó el decreto sobre el milagro el 1 de junio de 2007.

Fue beatificada el 30 de septiembre de 2007.

Reproducido con autorización de Vatican.va

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Mártires

Martirologio Romano: En Jerusalén, santos Nicolás Tavelic, Deodato Aribert, Esteban de Cúneo y Pedro de Narbone, presbíteros de la Orden de los Hermanos Menores y mártires, que por predicar libremente en la plaza pública la religión cristiana a los sarracenos y confesar constantemente a Cristo como Hijo de Dios, fueron quemados vivos ( 1391).

Fecha de canonización: 21 de junio de 1970 por S.S. Pablo VI

Breve Semblanza


Nicolás Tavelic (1340-1391) es el primer croata canonizado. Su figura se destaca grandemente en el ambiente de su tiempo. Nació hacia 1340 en la ciudad dálmata de Sebenic. Siendo adolescente entró en la Orden de Hermanos Menores y ya sacerdote fue enviado como misionero a Bosnia, donde se prodigó por cerca de 12 años por la conversión de los Bogomiles, patarenos balcánicos, junto con Deodato de Rodez. Hacia 1384 ambos se dirigieron a Palestina, donde se juntaron con otros dos cohermanos, Pedro de Narbona y Esteban de Cuneo. Todos cuatro entregaron su vida como mártires de Cristo.

Nicolás y los tres cohermanos, permanecieron en Jerusalén en el convento de San Salvador, en estudio y oración. Después de larga meditación, Nicolás proyectó una empresa audaz. La empresa estaba en el espíritu de San Francisco, movido por el Espíritu Santo, por el celo de la fe y por el deseo del martirio. Se trataba de anunciar públicamente en Jerusalén ante los musulmanes principales la doctrina de Cristo.

Deodato († 1391) nació en una ciudad francesa que en los textos originales latinos de la mayor parte de los autores es llamada “Ruticinium”, identificada con la actual ciudad de Rodez, sede episcopal. Todavía joven se hizo hermano menor y fue ordenado sacerdote en la Provincia franciscana de Aquitania.

En los años 1372‑1373, el vicario general Padre Bartolomé de la Verna había hecho un llamamiento para conseguir religiosos para una particular expedición misionera a Bosnia. Una bula de Gregorio XI del 22 de junio presentaba en aquel momento buenas perspectivas para el progreso en la verdadera fe de aquellas zonas devastadas por la herejía de los Bogomiles, una secta hereje de fuerte tinte maniqueo, que a los errores dogmáticos unía en sus principales representantes una rígida austeridad de vida.

A Deodato de Rodez lo encontramos en este campo de actividad, en compañía de Nicolás Tavelic. Fue a Bosnia para responder al deseo del Vicario general y del Papa Gregorio XI, en las mismas circunstancias en que fue Nicolás de Tavelic. De este encuentro entre los dos santos nace una fraternal e íntima amistad, que los sostiene por doce largos años en medio de dificultades y fatigas comparables a las de los grandes misioneros de la Iglesia. Una relación pormenorizada, la “Sibenicensis” describe esta venturosa expedición apostólica de Bosnia junto con la relación de su martirio.

Hacia 1384 ambos se trasladaron a Palestina, donde encontraron otros dos cohermanos: Pedro de Narbona y Esteban de Cuneo, con quienes compartieron las actividades apostólicas y la palma del martirio.

Pedro de Narbona, de la provincia de los Hermanos Menores de Provenza, por varios años adhirió a la reforma surgida para una mejor observancia de la regla de San Francisco, reforma iniciada en 1368 en Umbría por el Beato Paoluccio Trinci. En poco tiempo se difundió en la Umbría, las Marcas, tanto que en 1373 contaba con una decena de eremitorios. Era un movimiento de fervor que tendía a renovar la forma primitiva de la vida franciscana, especialmente en el ideal de la pobreza y en el ejercicio de la piedad. Que Pedro de Narbona haya llegado de Francia meridional a los eremitorios umbros, es indicio del fervor religioso de su espíritu y esto proyecta una luz singular sobre toda su vida precedente a su permanencia en Jerusalén.

Esteban nació en Cuneo en el Piamonte y se hizo Hermano Menor en Génova, en la provincia religiosa de la Liguria. Durante ocho años trabajó activamente en Córcega, como miembro de la vicaría franciscana corsa. Podemos decir que de este modo hizo un buen noviciado apostólico. Pasó luego como misionero a Tierra Santa, donde el 14 de noviembre de 1391 selló con el martirio la predicación evangélica. Junto con los tres compañeros, quería demostrar que el islamismo no es la verdadera religión. Cristo Hombre‑Dios, no Mahoma, era el enviado de Dios para salvar a la humanidad.

El 11 de noviembre de 1391 después de intensa preparación los cuatro misioneros realizaron su proyecto. Salieron juntos del convento llevando cada uno un papel o pliego escrito en latín y en árabe. Se dirigieron a la mezquita, pero mientras querían entrar fueron impedidos. Interrogados por los musulmanes qué querían, respondieron: “Queremos hablar con el Cadi para decirle cosas muy útiles y saludables para sus almas”. Les respondieron: “La casa del cadi no es aquí, vengan con nosotros y se la mostraremos”.

Cuando llegaron a su presencia, abrieron los papeles y los leyeron, explicándoselos y presentando con firmeza sus propias razones. Dijeron: “Señor cadi y todos ustedes aquí presentes, les pedimos que escuchen nuestras palabras y pongan mucha atención a las mismas, porque todo lo que les vamos a decir es muy provechoso para ustedes, es verdadero, justo, libre de todo engaño y muy útil para el alma de todos aquellos que quieran ponerlo en práctica”. Luego hicieron una prolongada relación que ilustraba la verdad del mensaje evangélico de Cristo, el único en quien está la salvación y demostraron la falsedad de ley de Mahoma. Se reunió una enorme turba de mahometanos, primero asombrados, luego irritados, finalmente hostiles. Nunca se habían oído ante una turba de musulmanes semejantes afirmaciones contra el Corán y contra el islamismo. Al oír este discurso pronunciado con fervor de espíritu por los cuatro Hermanos, el Cadí y todos los presentes se airaron grandemente. Comenzaron a llegar innumerables musulmanes.

El Cadi entonces dirigió la palabra a los cuatro religiosos en estos términos: “¿Esto lo han dicho ustedes en pleno conocimiento y libertad, o en un momento de exaltación fanática, sin el control de la razón como tontos o locos? ¿Han sido enviados a hacer esto por el Papa de ustedes, o por algún rey cristiano?”. A tal pregunta los religiosos respondieron: “Nosotros hemos venido aquí enviados por Dios. Por tanto si ustedes no creen en Jesucristo y no se bautizan, no tendrán la vida eterna”. Fueron condenados a muerte y el 14 de noviembre de 1391 fueron asesinados, despedazados y quemados.

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Nació en 1400, en Cáccamo, Sicilia, en el seno de una familia de pobres labradores. Su madre murió en el alumbramiento. Desde entonces y durante sus 111 años de vida, estuvo plagada de hechos milagrosos.

Su padre tenía que trabajar en el campo, y se vio forzado a dejar al niño solo. Ante el llanto del pequeño, una vecina lo tomó y se lo llevó a su casa, poniéndolo en la misma habitación en donde yacía su marido paralítico, que fue instantáneamente curado. La mujer le contó al padre de Juan el milagro, pero éste, disgustado porque su vecina había tomado al niño sin su permiso, no le prestó atención, y se lo llevó a su casa. Apenas el niño dejó la casa de la vecina, le su marido se vio nuevamente atacado por la parálisis; cuando Juan retornó, el hombre recuperó el movimiento. Hasta el padre del niño tomó esto como una señal del cielo, y permitió que los vecinos lo cuidaran.

Antes de cumplirlos los diez años, Juan recitaba el Oficio Divino. A los 15, durante un viaje a Palermo, en la iglesia de Santa Zita Juan se confesó con el Beato Pedro Jeremías quien le sugirió que considerara entrar en la vida religiosa. Pese a no considerarse apto, Juan siguió su consejo, entrando en loa Orden Dominica en 1415, llevando el hábito durante 96 años, lapso de tiempo no superado hasta ahora por ningún otro miembro de la Orden.

Fundó el convento de Santa Zita en Caccamo. Faltando dinero para la construcción, mientras oraba pidiendo consejo, se le apareció un ángel que le dijo: "construye en los cimientos de lo que ya está construido". Al día siguiente, en el bosque cercano encontró la construcción abandonada de la iglesia Santa María de los Ángeles, presumiendo que ese era el lugar indicado por el Ángel, comenzó la construcción allí, durante la cual muchas dificultades fueron resueltas de forma milagrosa.

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Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En Halle (Saale), Alemania, Beato Carl Lampert, sacerdote diocesano asesinado por odio a la fe. ( 1944)

Fecha de beatificación: 13 de noviembre de 2011, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI

Carl Lampert nació el 9 de enero de 1894 en Göfis (Vorarlberg, Austria), siendo el menor de los siete hijos del agricultor Franz Xaver Lampert y de esposa María Rosina Lampert. La primaria la estudió en la escuela de Göfis y la secundaria en el colegio público en Feldkirch. Aunque su padre murió temprano, Lampert pudo continuar estudiando gracias al apoyo de su tío. Finalizado el otoño de 1914 ingresó al seminario arzobispal de Brixen, donde recibió la ordenación sacerdotal el 12 de Mayo de 1918 por el obispo Franz Egger. Su primera misa la celebró el 26 de mayo de 1918.

Carl Lampert comenzó su labor como capellán en Dornbirn, donde su obra fue dedicada sobre todo a los jóvenes. En 1930 se trasladó a Roma, con el apoyo financiero del obispo Sigismund Waitz, con el fin de estudiar derecho canónico, ingresando al Pontificio Instituto Teutónico de Santa María Dell’Anima, donde permaneció hasta 1935, trabajó como secretario de la Rota Romana1. En 1935 obtuvo el título de abogado y también fue nombrado Monseñor.

El 1 de octubre de 1935, Lampert se incorporó a la diócesis de Innsbruck. Aquí, a petición de Obispo Waitz, debe supervisar la creación del tribunal de la iglesia, una tarea bastante administrativa. También fue capellán del Seminario de Innsbruck y en 1936 presidente de la editorial católica Tyrolesa. A mediados de los años 1930, Lampert era considerado un potencial obispo de Innsbruck, pero el Papa Pío XI decidió otra cosa y el 15 de octubre de 1938 seleccionó para ese cargo al joven sacerdote Paulus Rusch, quien era administrador apostólico de esa diócesis. El 15 de enero de 1939 Lampert fue nombrado provicario, por consiguiente era el representante de Rusch.

Franz Hofer, quien en la administración nazi tenía el título de Gauleiter o líder de la zona Tirol-Vorarlberg impuso, una política estricta en contra de las iglesias. Lampert sin embargo expresa su opinión en público en repetidas ocasiones. El Führer había indicado que los obispos no debían ser llevados a las cortes nazis, pero esa orden no protegía a Lampert, representante del obispo.

Hofer ordenó cerrar monasterios y arrestar a los religiosos, entre los sitios cerrados podemos destacar el Canisianum (seminario sacerdotal) en noviembre de 1938, y en los primeros días de marzo de 1940 el Monasterio de Adoración Perpetua de Innsbruck, ya que las monjas no aceptaban las órdenes dadas por los nazis. Hofer culpó de ello al Provicario Lampert y lo hizo arrestar el 4 de marzo de 1940. Después de diez días de detención en las celdas de la policía de Innsbruck-Adamgasse Lampert fue puesto en libertad.

El 23 de marzo del mismo año, Radio Vaticana, hace público un informe –en lengua alemana- sobre la situación de la Iglesia y la represión del régimen nazi en Innsbruck. El Provicario Lampert fue detenido nuevamente. Las autoridades nazis comienzan a ver en Lampert un espía de la Ciudad del Vaticano. Sin embargo, se encontró de nuevo liberado después de un tiempo relativamente corto. La siguiente vez Lampert no tendría tanta suerte.

En 1939 un párroco en Götzens, Otto Neururer, fue deportado a Dachau. Lampert intentó en vano que dejaran libre a Neururer, ya que aquel estaba mal de salud. El 30 de mayo de 1940 Neururer fue asesinado en el campo de concentración de Buchenwald. El régimen envió las cenizas de Neururer a Götzens con el fin de enterrarlos anónimamente. Pero Lampert publicó una nota necrológica en un periódico de la iglesia, en el que citaba el lugar en que Neururer había muerto, por violar las normas de confidencialidad, los nazis lo arrestaron de nuevo el 5 de julio de 1940.

Ahora era Carl Lampert quien era deportado a Dachau, era el 25 de agosto de 1940. El 1 de septiembre de 1940 fue trasladado al campo de concentración de Sachsenhausen cerca de Berlín. Allí fue asignado a la unidad disciplinaria, donde era sometido a trabajos forzados. Sin embargo, él se aferró a su fe, tal como lo demuestra el contacto que Lampert tuvo con Josef Steinkelderer (director de Caritas en Innsbruck), también encarcelado en Sachsenhausen, este le susurró a Lampert "Martyres sumus" (somos mártires), a lo que Lampert respondió "In Christi nomine pro ecclesi" (En el nombre de Cristo por la Iglesia).

Después de tres meses en Sachsenhausen Lampert fue llevado a Dachau el 15 de diciembre de 1940, donde permaneció durante ocho meses en prisión. El 1 de agosto de 1941 fue puesto en libertad, pero con la orden de alejarse de la zona de Tirol-Vorarlberg.

El 16 de Agosto de 1941 se trasladó a Stettin, donde ejerció como párroco en Carolusstift. También cooperó como capellán en los hospitales de Swinoujscie y Parchim .

Lo que Lampert no sabía era que la Gestapo había puesto a un espía a trabajar cerca de él, era el ingeniero Georg Hagen, quien aparentemente era un enemigo de los nazis y hombre profundamente religioso que buscaba mejorar su espiritualidad y aprender más sobre la Biblia, pero en realidad se trataba de un miembro de la Waffen-SS llamado Franz Pissaritsch, de manera subrepticia mantuvo conversaciones con Lampert intentando obtener alguna declaración contra el régimen nazi, lo que nunca consiguió, después de unos meses de espionaje sin obtener ninguna prueba concreta, Pissaritsch diseña una conspiración según la cual Carl Lampert tenía un transmisor enemigo con el cual había difundido información militar y favorecido actividades hostiles.

Esta acusación es la escusa para una ola de arrestos realizados el 4 de febrero de 1943, en total unos 40 sacerdotes y monjas fueron detenidos, entre ellos Carl Lampert. En los meses siguientes Lampert fue sometido a intensos interrogatorios y torturas.

Dos ejemplos tomados de las actas de Lampert:
Comisario Trettin , "Sr. Lampert, usted es un hombre sensible, saldrá de la Iglesia y del sacerdocio. Testifique para el Führer Adolf Hitler. Te daré un buen trabajo!".
Lampert : "Comisario, yo amo a mi iglesia. Sigo siendo fiel a mi Iglesia y al sacerdocio: ¡Estoy a favor de amar a Cristo y a su Iglesia!".
Pregunta : "¿Qué valoras más: el Evangelio o "Mi Lucha" de Hitler? ".
Lampert respuesta : "¡El Evangelio es la Palabra de Dios y predica el amor. El libro de Herr Hitler es obra del hombre, y predica el odio!".

El juicio contra Lampert y otros dos sacerdotes, Herbert Simoleit y Friedrich Lorenz, se realizó en diciembre de 1943 ante el Tribunal del Reich en Halle (Saale). Incluso en los tribunales Pissaritsch, el hombre de la SS, apareció bajo su nombre falso ingeniero Hagen, para confirmar sus declaraciones a la fiscalía.

Lampert fue declarado culpable, por primera vez, el 20 de Diciembre 1943. El proceso tuvo que repetirse por luchas internas en la función judicial, luchas que incluso llevaron a que el juez Wermer Leuben se suicidara luego de que declarara que "¡Su única tragedia es que son los sacerdotes católicos!"

El segundo juico se realizó el 8 de septiembre de 1944 y fue condenado a muerte junto a los dos citados sacerdotes.

El 13 de noviembre de 1944 se llevó a cabo la ejecución de Lampert mediante la guillotina, el reloj marcaba las 4 P.M., el P. Carl Lampert murió pronunciando los nombres de Jesús y de María.

La urna que contiene sus cenizas fue enterrada en el pabellón y después de la guerra, en 1948, fue trasladada a su ciudad natal.

NOTAS:

1 Rota Romana: Es el tribunal de apelación de la Santa Sede. Es el tribunal eclesiástico más alto de la Iglesia Católica después del Tribunal Supremo de la Congregación para la Doctrina de la Fe y el Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica.

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Por: . | Fuente: patria-nazarena.blogspot.com

Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En diversos lugares de España, Beatos Jaime Puig Mirosa y 18 compañeros de la Congregación de los Hijos de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, además de Sebastián Lorens Telarroja, laico, asesinados por odio a la fe. ( 1936-1937)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Hijo de Víctor y de Gertrudis, era natural de Reus (Tarragona) y había nacido el 17 de junio de 1911. Tenía dos hermanos mayores y tres más pequeños. Su padre y su hermano Victorino murieron también víctimas de la persecución de 1936. Su hermana Josefa es religiosa claretiana. Fue alumno del colegio San Pedro Apóstol de Reus, desde 1919 aproximadamente hasta 1922.

A los once años, sintiéndose llamado a la vida religiosa y al sacerdocio, ingresó en el colegio Nazareno de Blanes. El 24 de septiembre de 1926 vistió el hábito religioso e inició el noviciado en el colegio Sagrada Familia de Les Corts, siendo maestro de novicios el padre Ramón Oromí. Profesó el 25 de septiembre de 1927. Cursó los estudios de filosofía y teología en el mismo escolasticado y realizó las prácticas de enseñanza en el colegio de Huérfanos de Sant Julià de Vilatorta y en el colegio Nazareno de Blanes, como viceprefecto de aspirantes. El día 20 de septiembre hizo los votos perpetuos en el escolasticado de Les Corts. Entre noviembre de 1929 y marzo de 1936 fue recibiendo las órdenes sucesivas hasta el sacerdocio, que tuvo lugar el día 7 de aquel último mes y año.

El padre Roberto era de estatura más bien alta y delgado. Era algo nervioso, usaba gafas y tenía buenas cualidades para la música y para la pintura. Era muy piadoso, formal y observante, más bien riguroso y ascético, aunque, quizás, demasiado seguro de sí mismo. Era una persona competente y responsable, siempre atento a la buena enseñanza acompañada del buen ejemplo. Cumplidor de sus obligaciones, destacaba por su porte grave, piadoso, agradable y con vivo interés en cumplir bien su oficio. Rezaba con piedad en todos los actos comunitarios y durante los pocos meses que pudo celebrar la santa misa lo hizo con mucha atención y devoción. Se le recuerda como un religioso ejemplar, jovial y alegre. De carácter bondadoso pero al mismo tiempo impregnado de cierta gravedad. Estaba muy preparado en general y, sobre todo, muy entregado y celoso de su misión pedagógica. El padre Roberto era uno de los destinados a la delegación argentina que debía embarcar el 21 de julio de 1936. Terminado el curso 1935-36 en el escolasticado de Les Corts y en vigilias de embarcar, fue por unos días a Reus para despedirse de sus familiares.

A mediados de noviembre de 1936, los milicianos acordonaron la manzana en la que vivía el padre Roberto y registraron piso por piso, entrando donde estaba hospedado y llevándose a todos los que vivían en la pensión, al propietario y a otros religiosos a la cárcel del castillo Fue asesinado en los alrededores del mismo, probablemente en la fosa de Santa Elena, el día 13 de noviembre de 1936. Contaba 25 años de edad y 9 de profesión religiosa. Sus restos mortales no fueron hallados pero en 1940 se inscribió su desaparición en el Juzgado n° 8 de Barcelona.

Integran el grupo:
(Nombre, Lugar y fecha del martirio)


01.- Jaime (Jaume) Puig Mirosa, Sacerdote- Blanes (Girona) el día 30 VII 1936;
02.- Sebastián Llorens Telarroja, Apóstol Laico- Blanes (Girona) el día 30 VII 1936;
03.- Narciso Sitjà Basté, Sacerdote- Barcelona el 9 VIII 1936;
04.- Juan Cuscó Oliver, Sacerdote- Lérida el 21 VIII 1936;
05.- Pedro Sadurní Raventós, Sacerdote- Lérida el 21 VIII 1936;
06.- Fermín Martorell Víes, Sacerdote- Vila-rodona, Tarragona, 25 VIII 1936;
07.- Francisco Llach Candell, Sacerdote- Vila-rodona, Tarragona, 25 VIII 1936;
08.- Eduardo Cabanach Majem, Sacerdote- Vila-rodona, Tarragona, 25 VIII 1936;
09.- Ramón Cabanach Majem, Sacerdote- Vila-rodona, Tarragona, 25 VIII 1936;
10.- Juan Franquesa Costa, Sacerdote- Cerveza, Lleida, 2 IX 1936;
11.- Segismundo Sagalés Vilà, Religioso Coadjutor- Múnter, Barcelona, 8 IX 1936;
12.- José Vila Barri, Sacerdote- Gurb de la Plana, Barcelona, 21 IX 1936;
13.- Pedro Verdaguer Saurina, Sacerdote- Barcelona, 15 X 1936;
14.- Roberto Montserrat Beliart, Sacerdote- Barcelona, 13 XI 1936;
15.- Antonio Mascaró Colomina, Religioso Escolar- Barcelona, 27 I 1937;
16.- Pedro Ruiz Ortega, Religioso Escolar- Barcelona, 4 IV 1937;
17.- Pedro Roca Toscas, Religioso Escolar- Barcelona, 4 IV 1937;
18.- Ramón Llach Candell, Sacerdote- Barcelona, 19 IV 1937;
19.- Jaime Llach Candell, Sacerdote- Barcelona, 19 IV 1937;
20.- Ramón Oromí Sullà, Sacerdote- Barcelona, 26 IV 1937.

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Por: . | Fuente: www2.ocarm.org

Fundadora del Instituto
de Nuestra Señora del Monte Carmelo

Martirologio Romano: En Florencia, Italia, beata María Teresa de Jesús (Maria Scrilli), virgen, fundadora de la congregación de Hermanas de Nuestra Señora del Monte Carmelo ( 1889).

Breve Biografía

Nacida en desamor
Nace María Scrilli el 15 de mayo de 1825 en Montevarchi, ciudad del Gran Ducado de Toscana. Era la segunda niña que nacía en el hogar de los Scrilli-Checcucci; se esperaba fuera un varón y la desilusión fue grande. “Aquella misma mañana de domingo y muy temprano…a las pocas horas de haber nacido, fue llevada a la pila bautismal de forma privada con gran disgusto de mis padres por haber tenido una segunda hija”, cuenta ella misma. “Hasta la edad de cuatro años o poco más, me sentía rechazada por mi misma madre, razón por la cual caía en una profunda tristeza y era propensa al llanto; no siéndole de mucho agrado, procuraba alejarme de ella lo más que podía”. (El drama infantil estaba servido). Y continúa escribiendo: «Cuando apenas fui capaz de comprender el desamor que me tenía mi madre no tengo palabras para poder expresar la magnitud de esa espina que atravesaba mi corazón. Mi tormento no era causado por la envidia de ver a mi hermana tan delicadamente querida por mis padres, sino porque en el fondo también yo sentía la necesidad de verme amada».

Terribles palabras de esta muchacha que descifrarán en parte la vida y la obra de esta singular mujer. Sin embargo, lo que pudo haber sido un verdadero trauma para la chiquilla le sirvió para ir modelando su carácter sin guardar ninguna acritud; afortunadamente supo comprender a tiempo que la envidia es la que corroe el corazón y no el vacío por la ausencia del amor; a colmar esas ansias va a dedicar María Teresa toda su vida sin amargura, sin tan siquiera un mínimo resentimiento para con su propia madre. En María la Virgen encontrará la solución a su íntimo problema de afectividad: Ella será su auténtica Madre, la del Cielo, ya que teniéndola no la tenía en la tierra; una tiernísima devoción mariana brotará con fuerza y modelará aquel corazón hecho para entregarse a cuantos eran víctimas del desamor, a semejanza de María.

A los 21 años ingresa en Santa María de los Ángeles en Florencia, el monasterio de Sta. María Magdalena de Pazzis, pero no prospera en su propósito. De aquella experiencia carmelitana adquiere unos sólidos fundamentos, base de toda su espiritualidad para el futuro; en su diario escribe, por ejemplo: “Pureza, pureza de intención. Buscar en todo complacer a Dios, hacer bien a los demás (esto también en Dios), y la abnegación de uno mismo. Todo basta para hacer un santo”. La pureza de intención y el amor propio fueron los ejes centrales de la espiritualidad de la santa florentina. Este principio no es solamente una feliz coincidencia. Del Carmelo de Florencia sale con una clara decisión: será contemplativa, pero «contemplativa en acción». Y lo conseguirá, perdiéndose.

Por la cultura y la dignidad humana
Y es que desde 1849 aquella región toscana vive un virulento anticlericalismo originado por el liberalismo más radical entonces de moda; aquella sociedad yace bajo un ínfimo nivel de analfabetismo y de miseria, factores que de ordinario suelen ir juntos. María Scrilli piensa qué puede hacer para remediarlo y, consciente de que la incultura e ignorancia degrada especialmente a la mujer, comienza a impartir enseñanza en su propia casa de Montevarchi a un grupo de niñas que encontraba por la calle. “En 1849 el número de mis pequeñas alumnas había llegado a doce; las tenía gratuitamente, pero ellas correspondían con tantas demostraciones de agradecimiento, que no tenía más remedio que corresponderlas”, escribe. Pronto se le unen a esta labor otras compañeras. “Éramos Edvige Sacconi, Ersilia Betti, Teresa del Bigio y yo…Escribí algunas normas que nos regularan, pero regularmente lo hacía de palabra”. En 1854 nace el Pío Instituto de Pobres Hermanitas del Corazón de María aprobado por el obispo de Fiésole. En agosto de 1857, estando en el monasterio de Sta. María Magdalena de Pazzis, Pío IX la bendice: “…y puso su mano sobre mi cabeza, mientras que yo me incliné y le besé los pies”, escribe, interpretando aquel gesto como un signo aprobatorio.

En junio de 1859 las tropas piamontesas entran en Montevarchi y ocupan el convento de las religiosas y por un decreto del 30 de noviembre el Instituto es suprimido; toda la obra de M. Scrilli se viene abajo y las monjas han de marchar a casa secularizadas. María Teresa se refugia en Florencia desde donde trata de reconstruir su instituto, hasta que en 1878 el arzobispo Eugenio Cecconi les concede recomponer la comunidad, quedando restablecido en 1892. “El Instituto, sin duda, según el diseño de Dios, debía fundarse con lagrimas, con dolor y con los combates de la fundadora”. Algunas Hermanas abandonan la casa, otras fallecen y ninguna otra ingresa. La mejor colaboradora, Clementina Mosca, se marcha con las dominicas de clausura. Todo el proyecto de la Scrilli se derrumba. Pero su ánimo no decae. Sabe muy bien que si aquello es obra de Dios y María su Madre lo quiere, la obra saldrá adelante; es consciente de que ella, como grano de trigo, debe morir y desaparecer para que una nueva vida surja.

Y así acontece. María Teresa se ofrece como víctima por aquella obra de la Iglesia. Cae gravemente enferma y muere en el mayor de los desamparos; el panorama congregacional era desolador: una Hermana anciana, otra enferma prácticamente paralítica y una novicia. Era el 14 de noviembre de 1889. Tras la muerte de María Teresa se presagia la total extinción. Todo ha terminado. Pero, el grano de trigo no cae en tierra y muere… (Jn 12, 24). Y se produce el milagro. He aquí que inesperadamente vuelve Clementina Mosca (1862-1934), «el ángel enviado por Dios»; adopta el nombre de María de Jesús y recoge el precioso legado de María Teresa. «Bajo el dinámico liderazgo de esta segunda fundadora el Instituto cobró nueva vida, creció en miembros y multiplicó las fundaciones, ampliando el arco de la acción apostólica: enseñanza, cuidado de enfermos y otros trabajos de caridad. Elaboró Constituciones y logró que su congregación fuese reconocida de derecho diocesano por el Cardenal Mistrangelo en 1929; el mismo año el prior general Elías Magennis las afilió a la Orden ya con el definitivo nombre de Instituto de Nuestra Señora del Monte Carmelo.

Fue beatificada el 8 de octubre de 2006.

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Por: O. C. Moreno | Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04

Gabriel Ferretti nació en Ancona hacia el año 1385, hijo de los condes Liberotto y Alvisa Sacchetti. A los 18 años contra la voluntad de sus padres tomó el hábito de los hermanos Menores en el convento anconitano de San Francisco ad Alto, donde se consagró totalmente a Dios emitiendo los votos de pobreza, castidad y obediencia.

En el silencio de su eremitorio, todo concentrado en Dios en el ejercicio de la vida religiosa profundizó en el estudio de las ciencias teológicas. Ordenado sacerdote se dedicó al apostolado entre pobres y enfermos y pronto fue considerado el Padre de Ancona.

Las virtudes y dotes de Gabriel llamaron la atención de los superiores, que en 1425 lo eligieron guardián del convento de San Francesco ad Alto. No sólo restauró y engrandeció el convento, sino que se distinguió en la heroica asistencia a los apestados en los años 1425 y 1427.

Los Hermanos Menores de la Provincia Seráfica de las Marcas, reunidos en capítulo, en 1434 lo eligieron Ministro Provincial. Contribuyó eficazmente a propagar la fiel observancia de la regla franciscana en las Marcas. El Pontífice Eugenio IV le concedió amplias facultades para abrir nuevos conventos, como en Santa María de las Gracias en San Severino Marcas, San Nicolás en Ascoli Piceno y la Anunciación en Osimo. Además, a pesar de las múltiples y pesadas ocupaciones, continuó interesándose por el convento de San Francisco ad Alto y sus conciudadanos de Ancona.

En 1438, por sugerencia de su íntimo amigo San Jaime de la Marca, fue llamado por el Ministro general Padre Guillermo de Casale a predicar en Bosnia, donde ya anunciaban la divina palabra el mismo San Jaime de la Marca y otros religiosos.

El consejo comunal de Ancona, temiendo verse privado de la amorosa asistencia de su santo fraile, suplicó que se le volviera a dejar en Ancona, petición que fue acogida. Así el Beato Gabriel permaneció en las Marcas continuando su asistencia a los pobres y enfermos de su ciudad.

Alma eminentemente mariana, tenía una tierna devoción a la Sma. Virgen y difundió ampliamente la corona franciscana de las siete alegrías de la Bienaventurada Virgen María. La Virgen recompensó el amor filial de su siervo con apariciones y dulces coloquios.

También Dios mismo quiso premiar las virtudes de su siervo con el don de la profecía y de los prodigios. Una sobrina suya de nombre Casandra, imposibilitada para caminar, se dirigió a su santo tío. Este oró, luego trazó un signo de la cruz sobre la articulación afectada y la enferma quedó curada.

Gabriel terminó su virtuosa y laboriosa existencia a los 71 años en el convento de Ancona el 12 de noviembre de 1456, asistido por San Jaime de la Marca, quien en el funeral exaltó las virtudes del santo cohermano.

Benedicto XIV Aprobó su culto el 19 de septiembre de 1753

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Obispo y Mártir

Martirologio Romano: Memoria de la pasión de san Josafat (Juan) Kuncewicz, obispo de Polock y mártir, que animó con constante celo a su grey a la unidad católica, cultivó con amorosa devoción el rito eslavo-bizantino y, en Vitebsk en Bielorusia, en aquel tiempo bajo la jurisdicción polaca, cruelmente asaltado por una multitud de personas adversaria a él, murió por la unidad de la Iglesia y por la verdad católica († 1623). 

Fecha de beatificación. 16 de mayo de 1643 por el Papa Urbano VIII
Fecha de canonización: 29 de junio de 1867 por el S.S. Pío IX

Breve Biografía


En Octubre de 1595, el metropolitano de los ortodoxos disidentes de Kiev y otros cinco obispos, que representaban a millones de rutenos (hoy llamados ucranianos), hallándose reunidos en Brest-Litovsk, ciudad de Lituania, decidieron someterse al Papa y estar en comunión con la Iglesia católica. Se trata de la histórica Unión de Brest. Esta unificación dio lugar a grandes controversias llegándose hasta la violencia. San Josafat por aquel tiempo era muy jovencito, pero aquellos eventos tendrían un profundo impacto en su vida ya que el mismo daría su vida por la unidad de la Iglesia.


Su nombre de bautismo era Juan Kunsevich. Su padre, que era un católico de buena familia, puso a su hijo en la escuela de su pueblo natal. Después Juan entró a trabajar como aprendiz en una tienda de Vilna, pero en vista de que el comercio no estaba en su corazón, empleaba sus tiempos libres aprendiendo el eslavo eclesiástico para comprender mejor los divinos oficios y poder recitar diariamente el oficio bizantino. Juan conoció por entones a Pedro Arcudius, rector del colegio oriental de Vilna, así como a los jesuitas Valentín Fabricio y Gregorio Gruzevsky, quienes se interesaron por él y le alentaron a seguir adelante. Al principio, el amo de Juan no veía con muy buenos ojos sus inquietudes religiosas, pero el joven supo cumplir tan bien con sus obligaciones, que el comerciante acabó por ofrecerle que se asociase con él y tomase por esposa a una de sus hijas. Juan rehusó ambas proposiciones, pues estaba decidido a hacerse monje.

En 1601 ingresó en el monasterio de la Santísima Trinidad de Vilna. El santo indujo también a seguir su ejemplo a José Benjamín Rutsky, un hombre muy culto, convertido del calvinismo. Los dos jóvenes monjes empezaron juntos a trazar planes para promover la unión y reformar la observancia en los monasterios rutenos. Desde entonces se llamó Josafat, recibió el diaconado, después el sacerdocio y pronto adquirió fama por sus sermones sobre la unión con Roma.

Su vida personal era muy austera, ya que añadía a las penitencias acostumbradas en las reglas monásticas del oriente, otras mortificaciones tan severas, que en más de una ocasión le criticaron los mismos monjes. En el proceso de beatificación el burgomaestre de Vilna declaró que "no había en el pueblo ningún religioso más bueno que el P. Josafat."

Josafat, al notar que su superior, Samuel, el abad del monasterio de la Santísima Trinidad, manifestaba tendencia a separarse de Roma, se lo advirtió a sus superiores. El arzobispo de Kiev sustituyó a Samuel por Josafat. Bajo su gobierno, el monasterio se repobló. Ello movió a sus superiores a retirarle del estudio de los Padres orientales para que fundase otros monasterios en Polonia.

En 1614, Rutsky fue elegido metropolitano de Kiev y Josafat Ie sucedió en el cargo de abad de Vilna. Cuando el nuevo metropolitano fue a tomar posesión de su catedral, Juan le acompañó en el viaje y aprovechó la ocasión para visitar el famoso monasterio de las Cuevas de Kiev. Pero la comunidad de dicho monasterio, que se componía de más de 200 monjes, estaba relajada y el reformador católico estuvo a punto de ser arrojado al río Dnieper. Aunque sus esfuerzos por hacer volver a la unidad a la comunidad fracasaron, su ejemplo y sus exhortaciones consiguieron hacer cambiar un tanto la actitud de los monjes.


Obispo ejemplar

En 1617, el P. Josafat fue consagrado obispo de Vitebsk con derecho de sucesión a la sede de Polotsk. Pocos meses después murió el anciano arzobispo de esa sede y Josafat se halló al frente de una eparquía extensa pero poco fervorosa. Muchos se inclinaban al cisma porque temían que Roma interfiriese en sus ritos y costumbres. Las iglesias estaban en ruinas y se hallaban manos de los laicos. Muchos miembros del clero secular habían contraído matrimonio, algunos varias veces. La vida monástica estaba en decadencia. Josafat pidió ayuda a algunos de sus hermanos de Vilna y emprendió la tarea: reunió sínodos en las ciudades principales, publicó e impuso un texto de catecismo, redactó una serie de ordenaciones sobre la conducta del clero y combatió la interferencia de los "señores" en los asuntos de las iglesias locales. A todo ello añadió el ejemplo de su vida, su celo en la instrucción, la predicación, la administración de sacramentos y la visita a los pobres, a los enfermos, a los prisioneros y a las aldeas más remotas.

Hacia 1620, prácticamente toda la eparquía era ya sólidamente católica, el orden estaba restaurado y el ejemplo de aquel puñado de hombres buenos había producido un renacimiento de la vida cristiana. Pero en ese mismo año, disidentes en la región que se había unido a Roma, establecieron obispos paralelos, contrarios a Roma. Así, un tal Melecio Smotritsky fue nombrado arzobispo de Polotsk, sede de San Josafat, y se dedicó enérgicamente a destruir la obra del arzobispo católico, diciendo que Josafat se había "convertido al latinismo", que iba a obligar a sus fieles a seguir su ejemplo y que el catolicismo no era la forma tradicional del cristianismo ruteno. La nobleza y la mayoría del pueblo estaban por la unión, pero habían zonas disidentes. Un monje llamado Silvestre Smotritsky recorrió las poblaciones de Vitebsk, Mogilev y Orcha sublevando a la gente contra el catolicismo. Cuando el rey de Polonia proclamó un decreto afirmando que Josafat era el único arzobispo legítimo de Polotsk, se produjeron desórdenes no sólo en Vitebsk, sino en la misma Vilna. El decreto fue leído públicamente en presencia del santo y éste estuvo a punto de perder la vida.

El canciller de Lituania, León Sapieha, que era católico, temeroso de los resultados políticos de la inquietud general, prestó oídos a los rumores esparcidos por los disidentes que, fuera de Polonia, acusaban a San Josafat de haber sido el causante de los desórdenes con su política. Así pues, en 1622, Sapieha escribió al santo acusándole de emplear la violencia para mantener la unión, de exponer el reino al peligro de una invasión de los cosacos, de sembrar la discordia entre el pueblo, de haber clausurado por la fuerza ciertas iglesias no católicas y de otras cosas por el estilo. Tan solo era cierto que Josafat había pedido el auxilio del gobierno para recobrar la iglesia de Mogilev, de la que se habían apoderado los disidentes. El arzobispo tuvo que hacer frente también a la oposición, las críticas y la falta de comprensión de algunos católicos. Una de las razones por la que que una parte del pueblo fácilmente se dejó llevar por las falsas acusaciones era para evitar la disciplina y las exigencias morales del renacimiento católico.

En octubre de 1623, sabedor de que Vitebsk era todavía el centro de la oposición, decidió ir allá personalmente. Sus amigos no lograron disuadirle ni convencerle de que llevase una escolta militar. "Si Dios me juzga digno de merecer el martirio, no temo morir´", respondió San Josafat. Así pues, durante dos semanas predicó en las iglesias de Vitebsk y visitó a los fieles sin distinción alguna. Sus enemigos le amenazaban continuamente y provocaban a sus acompañantes para poder asesinarle aprovechando el desorden. El día de la fiesta de San Demetrio, una turba enfurecida rodeó al mártir, el cual les dijo:
"Sé que queréis matarme y que me acecháis en todas partes: en las calles, en los puentes, en los caminos, en la plaza central. Pero yo estoy entre vosotros como vuestro pastor y quiero que sepáis que me consideraría muy feliz de dar la vida por vosotros. Estoy pronto a morir por la sagrada unión, por la
supremacía de San Pedro y del Romano Pontífice."


Martirio

Smotritsky, fomentador de la agitación, probablemente solo pretendía obligar al santo a salir de la ciudad. Pero sus partidarios empezaron a tramar una conspiración para asesinar a Josafat el 12 de noviembre, a no ser que se excusase ante ellos por haber empleado la violencia. Un sacerdote llamado Elías fue el encargado de penetrar en el patio de la casa del arzobispo e insultar a sus criados por su religión y al amo
a quien servían. Como la escena se repitiese varias veces, San Josafat dio permiso a sus criados de arrestar al sacerdote, si volvía a presentarse. En la mañana del 12 de noviembre, cuando el arzobispo se dirigía a la iglesia para el rezo del oficio de la aurora, Elías le salió al encuentro y comenzó a insultarle. El santo dio entonces permiso a su diácono para que mandase encerrar al agresor en un aposento de la casa. Eso era precisamente lo que deseaban sus enemigos que buscaban pretexto para atacarle. Al punto, echaron a vuelo las campanas, y la multitud empezó a clamar que se pusiese en libertad a Elías y se castigase al arzobispo. Después del oficio, San Josafat volvió a su casa y devolvió la libertad a Elías, no sin antes haberle amonestado. A pesar de ello, el pueblo penetró en la casa, exigiendo la muerte de Josafat y golpeando a sus criados. El santo salió al encuentro de la turba y preguntó: "¿Por qué golpeáis a mis criados, hijos míos? Si tenéis algo contra mí, aquí estoy; dejadlos a ellos en paz." (Palabras muy parecidas a las de Santo Tomás Becket en ocasión semejante). La turba comenzó entonces a gritar: "¡Muera el Papista!", y San Josafat cayó atravesado por una alabarda y herido por una bala. Su cuerpo fue arrastrado por las calles y arrojado al río Divna.

El martirio del santo produjo como resultado inmediato un movimiento en favor de la unidad católica. Desgraciadamente, la controversia se prolongó con violencia y los disidentes tuvieron también un mártir, el abad Anastasio de Brest, quien fue ejecutado en 1648. Por otra parte, el arzobispo Melecio Smotritsky se reconcilió más tarde con la Santa Sede.

La gran reunión rutena existió, con altos y bajos, hasta que, después de la repartición de Polonia, los soberanos rusos obligaron por la fuerza a los rutenos católicos a unirse con la Iglesia Ortodoxa de Rusia. El comunismo favoreció la opresión de la fe católica. Hoy como ayer es necesaria la intercesión y el ejemplo de San Josafat a favor de la unión en la verdad y el amor.

San Josafat Kunsevich fue canonizado en 1867 por el Papa Pío IX. Fue el primer santo de la Iglesia de oriente canonizado con proceso formal de la Sagrada Congregación de Ritos. Quince años más tarde, León XIII fijó el 14 de noviembre como fecha de la celebración de su fiesta en toda la Iglesia de occidente. La reforma litúrgica movió la fiesta al 12 de noviembre.

El Papa Pío XI declaró a San Josafat Patrón de la Reunión entre Ortodoxos y Católicos el 12 de noviembre de 1923, III centenario de su martirio.

El 25 de Noviembre de 1963, durante el Concilio Vaticano II y por petición del Papa Juan XXIII, quién estaba muy interesado en la unidad, el cuerpo de San Josafat finalmente encontró su descanso en el altar de San Basilio en la Basílica de San Pedro.
 

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