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Virgen y Mártir

Martirologio Romano: En la Dehesa de la Villa, Madrid, España, beata María de los Ángeles Ginard Martí, virgen y mártir (1936)

Fecha de beatificación: 29 de octubre de 2005, siento pontífice S.S. Benedicto XVI.

Religiosa de las Hermanas Celadoras de Culto Eucarístico, nació en Llucmajor, Mallorca, España, el 3 de abril de 1894. A los dos días, siguiendo la costumbre cristiana de la época de bautizar a los niños al poco de nacer, la llevaron a la pila bautismal de la parroquia de San Miguel de Llucmajor, imponiéndole el nombre Ángela Benita Sebastiana Margarita, pero usaba en el siglo el de Ángela y al entrar en religión el de María de los Ángeles.

Fueron sus padres don Sebastián Ginard García, que pertenecía al cuerpo de la Guardia Civil y en el que alcanzó el grado de capitán, y su madre doña Margarita Martí Canals. Ambos procedían de familias mallorquinas muy católicas y en ese ambiente religiosos formaron su hogar y educaron a los nueve hijos, de los que María de los Ángeles ocupaba el tercer lugar.

La niñez de María de los Ángeles transcurrió entre Llucmajor, Palma y Binisalem. En este último pueblo hizo su primera comunión el día 14 de abril de 1905. En torno a este acontecimiento empezó a sentirse inclinada a una piedad cristiana con tendencia hacia la vida religiosa, la cual estaba motivada por las visitas que con su madre hacía a dos tías monjas, sobre todo a la que estaba en el monasterio de las jerónimas de San Bartolomé de Inca.

La juventud la pasó en Palma de Mallorca, donde se trasladó la familia buscando trabajo para mejorar la situación económica que era escasa para sacar adelante una familia tan numerosa. María de los Ángeles y sus dos hermanas mayores se dedicaros a bordar y a confeccionar sombreros de señoras. Con estas labores que realizaban en el hogar por encargo y cuando estos le faltaban para vender después, conseguían unos ingresos económicos muy necesarios para un digno bienestar de la familiar. Esta ocupación no la liberaban de los trabajos propios del hogar y de la atención a los hermanaos pequeños. Hacia éstos María de los Ángeles se volcó en la atención y en la formación religiosa: les enseñaba a rezar, el catecismo; le leía la historia Sagrada y la de los primeros mártires cristianos.

Se levantaba temprano para oír misa y comulgar en la iglesia del Socorro o en la vecina parroquia de la Santísima Trinidad, donde estaba su director espiritual, el padre Sebastián Matas. Durante el día hacía la visita al Santísimo Sacramento expuesto en el Centro Eucarístico, rezaba el santo Rosario, hacía oración particular y se daba a otras devociones particulares.

El plan de vida espiritual que llevaba María de los Ángeles la apartaba de las diversiones propias de su edad y la iba centrando en la vocación que sentía desde su niñez. Así cuando contaba unos veinte años de edad pidió permiso a sus padres para ingresar en el monasterio de las jerónimas de San Bartolomé de Inca. Éstos le aconsejaron que era muy joven, que lo pensara bien y dejara la decisión para más tarde. Con estos consejos no trataban de oponerse a su hija, sino retenerla por un tiempo en el hogar pues la necesitaban, pues el dinero ganado de su trabajo les era necesario para sacar adelante con dignidad a los hermanos menores. María de los Ángeles comprendió a sus padres y, sin perder la ilusión de entregarse a Dios en una vida consagrada, supo esperar.

Transcurridos unos años, y viendo que las circunstancias familiares anteriores había cambiado, volvió a pedir permiso a los padres, quienes se lo dieron gustosos.

Obtenido el consentimiento de los padres, ingresó en el postulantado de las Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico de Palma de Mallorca el 26 de noviembre de 1921. Muy pronto se adaptó a la nueva vida. La adoración al Santísimo Sacramento, que es fin primordial del instituto en el que había ingresado, le llenaba, era su vida de donde sacaba fuerzas para los trabajos comunitarios de masar el pan para la misa, confeccionar y bordar ornamentos sagrados, preparar los niños para la primera comunión y para lograr una convivencia comunitaria volcándose en caridad a sus hermanas religiosas, la cuales la tenían por religiosa muy ejemplar, abierta y cordial, que se caracterizaba por su sencillez, piedad y, sobre todo, por la obediencia y docilidad en aceptar los cargos y traslados que sus superioras disponían.

Después del año de noviciado y de los tres primeros años de profesión temporal fue destinada a Madrid, luego a Barcelona y nuevamente a Madrid, desempeñando en esta última casa siempre el oficio de procuradora o administradora del convento.

Al estallar la Guerra Civil Española de 1936, sor María de los Ángeles se encontraba en Madrid. Los acontecimientos previos a la guerra eran alarmantes para la Iglesia y sus miembros. La persecución religiosa se manifestó abiertamente con quema de iglesias y conventos y con amenazas a los sacerdotes, religiosos y fieles católicos. En estas circunstancias, a sor María de los Ángeles le apenaba la destrucción y amenazas que habían emprendido los perseguidores “por odio a la fe”, por todo lo relacionado con Dios y con la Iglesia. En la adoración a Jesús Sacramentado pedía por una solución a estos problemas y, firme en la fe, ofrecía, si esa era la voluntad de Dios, su vida en martirio por el triunfo de Cristo.

Cuando las religiosas vieron la necesidad de salir del convento vestidas de seglares se encontraban con el nerviosismo típico del momento, sor María de los Ángeles con serenidad las tranquilizaba a la vez que les decía: «Todo lo que nos pueden hacer a nosotras es matarnos, pero esto...» Es decir, lamentaba más la persecución y destrucción de lo religioso que el que la matasen.

El día 20 de julio de 1936 las religiosas salieron vestidas de seglares del convento. A sor María de los Ángeles le tocó refugiarse en la vivienda de una familia en la calle Monte Esquinza número 24. Desde allí, por la proximidad, vio el saqueo de la iglesia y del convento, y la destrucción de imágenes objetos de culto. En este refugio permaneció hasta el día 25 de agosto por la tarde, en que los milicianos anárquicos, por acusación del portero, que era de ellos, fueron a detenerla.

En el momento de la detención, apresaron a doña Amparo, hermana de la dueña de la casa que le acogía, y sor María de los Ángeles llevada por caridad y bondad, dijo a los milicianos: “esta señora no es monja, dejadla, la única monja soy yo”. Con estas palabras confesó su condición de religiosa y salvó la vida a esta señora.

Detenida la llevaron a la checa de Bellas Artes y el día 26 de agosto de 1936, al anochecer, según acostumbraban los perseguidores en los primeros meses de la guerra, le dieron el “paseillo” a la Dehesa de la Villa donde la fusilaron, pues a la mañana del día siguiente el Poder Judicial levantó el cadáver.

Sus restos mortales fueron enterrados en el cementerio de la Almudena y después de la guerra, el 20 de mayo de 1941, fueron exhumados y trasladados al panteón de las Hermanas del Culto Eucarístico del mismo cementerio, de donde el 19 de diciembre de 1985 fueron trasladados al convento de las Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico de la calle Blanca de Navarra, número 9, de Madrid. Y recientemente, el 3 de febrero de 2005, han sido colocados en la iglesia capilla de este convento.

El proceso de canonización por martirio en su fase diocesana fue abierto en Madrid el 28 de abril de 1987, y clausurado, también en Madrid, el 23 de marzo de 1990. El 19 de abril de 2004, su Santidad Juan Pablo II aprobó la publicación del decreto sobre el martirio para su beatificación.

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Por: . | Fuente: ACI Prensa || Catholic.net

Esposa y Madre

Martirologio Romano: En Roma, beata María Beltrame Quattrocchi, que, siendo madre de familia, ilustró de modo conspicuo a la familia de Cristo y a la sociedad, viviendo ejemplarmente su vida matrimonial y mostrando su comunión de fe y amor hacia el prójimo ( 1965).

Fecha de beatificación: Fue beatificada, junto a su esposo Luis Beltrame, el 21 de octubre de 2001 por S.S. Juan Pablo II

Breve Biografía


María Corsini nació en Florencia el 24 de junio en 1881, criada en el seno de una familia católica y desde pequeña practicó fervientemente su fe, asistiendo todos los domingos a Misa y participando de los sacramentos. Fue profesora y escritora de temas de educación, comprometida en varias asociaciones (Acción Católica, Scout, etc.).

Conoció a quien sería su esposo, Luis Beltrame Quattrocchi, en Roma cuando era adolescente; se casaron en la basílica Santa María la Mayor el 25 de noviembre de 1905.

En 1913, la joven familia atravesó un momento doloroso y bastante incierto cuando el embarazo de María tuvo serias complicaciones y los médicos pronosticaban que no sobreviviría al parto, ni tampoco el no nacido. Aunque los doctores manifestaron que un aborto podría salvar la vida de María, ésta consultando con su esposo, decidió confiar en la protección divina de Dios. Y, si bien es cierto el embarazo fue duro, tanto madre e hijo milagrosamente sobrevivieron. Esta experiencia llevó a toda la familia a consolidar su vida de fe y trabajar duro por sus anhelos de santidad.

Tuvieron en total cuatro hijos:
Filippo (hoy Mons. Tarcisio de la diócesis de Roma), nacido en 1906;
Stefania (sor Maria Cecilia), nacida en 1908 y fallecida en 1993;
Cesare (hoy padre Paolino), nacido en 1909; y
Enrichetta, la menor (la del difícil embarazo), que nació en 1914.

Sus dos hijos varones se encontraban entre los sacerdotes que concelebraron la Misa de beatificación con el Papa Juan Pablo II.

La familia Beltrame Quattrochi fue conocida por todos por su activa participación en muchas organizaciones católicas. Luigi fue un respetado abogado, quien ocupó un cargo importante dentro de la política italiana. María trabajó como voluntaria asistiendo a los etíopes en dicho país durante la segunda guerra mundial.

El ahora beato Luigi fue llamado a la Casa del Padre en 1951, y María, su fiel esposa, lo hacía posteriormente en 1965.

Para leer más sobre ellos: Luis Beltrame Quattrocchi y María Corsini, Beatos

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Por: . | Fuente: www.multimedios.org

Mártir

Martirologio Romano: En Bérgamo, de Traspadana, san Alejandro, mártir (s. III/IV).

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.

Perteneciente a la legión tebana, murió en un 26 de agosto, por no querer acceder a la orden del emperador Maximiano, de sacrificar a los dioses. La villa de Bérgamo se atribuye la posesión de sus reliquias auténticas. — Fiesta: 26 de agosto.

Si cada persona es objeto de una providencia especial por parte de Dios, y tiene un designio determinado que cumplir en este mundo, más aún los Santos, amados de Él de un modo particular, son objeto de una determinación concreta. O dicho de otra manera: Cada persona, en los planes divinos, viene al mundo para hacer algo que Dios ha determinado de antemano. Según su adaptación a los divinos planes, así sus méritos; la gracia necesaria no le faltará en ningún momento. Pues bien, en esa ordenación especial de cada uno —y, por tanto, de cada Santo—, están las diferencias personales que hacen a éste el Santo de la pobreza, a aquél el de la obediencia; y a todos, los Santos del amor a Dios y al prójimo.

Si hubiéramos de poner un sobrenombre a Alejandro, seguramente le aplicaríamos el de «Santo del primer mandamiento», o el de «mártir de la confesión de Dios». Dios, que promulgó su Ley en el Sinaí, Nuestro Señor Jesucristo, que la revalorizó con su predicación y vida, nos la han transmitido e interpretado por medio de su Iglesia: «Yo soy el Señor, tu Dios»; «no tendrás otro Dios más que a Mí». Y toda la vida de Alejandro, especialmente su martirio, no vienen más que a dar cumplimiento a este mandato. Y su negativa de sacrificar a los dioses es una afirmación del supremo respeto al Dios uno y verdadero.

Poco sabemos de la vida de Alejandro. Únicamente, que era portaestandarte y oficial de la legión africana de Tebas, que luchó en Europa. Aprisionado por motivos que ignoramos —seguramente por su confesión cristiana—, en Milán, es presentado al emperador, que le obliga a sacrificar a los dioses. A su negativa, sigue la amenaza del martirio, y a nuevas negativas, su ejecución.

Y aquí prácticamente termina nuestro trabajo de presentación. Vale la pena ahora que dejemos hablar a las actas del martirio, un documento hermosísimo y de especial valor. El emperador dice a Alejandro:

—Si yo te he hecho comparecer delante de mí, es únicamente para que sacrifiques a los dioses inmortales, que tú has abandonado. Sé, en efecto, que has renunciado al culto de los dioses y que te has hecho cristiano.

Y, haciendo traer el altar sagrado, cubierto con sus ricos paños propios, añade:

—Aproxímate y sacrifica a los dioses, si quieres escapar al castigo terrible reservado a los que los desprecian.

Alejandro le responde:

—Es proponerme un crimen abominable, ¡oh emperador!; yo bien quiero respetarte y honrarte como príncipe, pero no adorarte como a un dios.

Maximiano dice

—Si no sacrificas pronunciaré contra ti sentencia de muerte.

Alejandro responde:

—Esta muerte, con la que me amenazas, será para mí la vida en el seno de mi Dios. Porque apenas haya abandonado este mundo, iré a gozar de la vida verdadera y de la posesión de este Rey lleno de justicia, que es mi Creador y el tuyo.

La respuesta parece haber impresionado a Maximiano, que hace al intrépido confesor de Cristo esta propuesta:

—No pretendo obligarte a sacrificar por tu propia mano. Asóciate, al menos, a los sacrificios ofrecidos por los demás, y serás libre.

Entonces el emperador manda aproximar el altar y preparar el sacrificio. Pero el prisionero, elevando los ojos a Dios, exclama:

—¡Si pudiese llevarte al conocimiento del Dios verdadero y arrancar de tu espíritu los pensamientos vanos! Tus amenazas, ¡oh César!, son para mí más agradables que las promesas más seductoras, y los tormentos que tu cólera me tiene reservados me darán la corona inmortal...

Maximiano se irrita. Manda a sus esbirros drogarle y obligarle a participar en el sacrificio. Alejandro es arrastrado por la fuerza, pero una vez delante de aquel altar, lo derriba de un puntapié. El emperador, exasperado por tal audacia, ordena que sea ejecutado al momento el cristiano sacrílego. Antes de ser decapitado, Alejandro, elevando los ojos al cielo, rezará a Dios diciendo:

—Bendito seais, Creador todopoderoso, que otorgáis los bienes eternos a aquellos que os sirven dignamente. Bienaventurado seáis, Dios de la gloria, que anonadándoos tomando la forma de esclavo, habéis querido, por nosotros, obedecer a vuestro Padre hasta la muerte, y muerte de Cruz; por la que después de haber destruido el imperio de la muerte, habéis subido glorioso al cielo y allí nos habéis preparado un lugar. Bendito seais, oh indulgente, que dais el arrepentimiento a aquellos que abandonan el pecado, y que os habéis dignado conceder una recompensa plena a los obreros de la hora undécima. ¡Bendito seais, oh Señor, que en vuestra sabiduría habéis apartado de mí la ignorancia de la impiedad, arrancándome del culto a los ídolos, y me habéis admitido misericordiosamente en el culto de los que os veneran!

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SAN JUNÍPERO SERRA

FRAILE RELIGIOSO






«Siempre adelante, nunca hacia atrás». Este fue el lema de Junípero Serra, cuyas dotes intelectuales, celo misionero, bondad y paciencia produjeron sus frutos en su nativa Mallorca, en México y en los Estados Unidos.

Nacido en Petra (Mallorca) el 24 de noviembre de 1713, Miguel José fue hijo de Antonio Serra y Margarita Ferrer, agricultores. Después de la enseñanza primaria en los Franciscanos de Petra, Miguel marchó a Palma, la Capital, e ingresó en los Frailes Menores en 1730, tomando el nombre de Junípero en honor de uno de los primeros seguidores de San Francisco. Ordenado de sacerdote en 1737, Serra fue destinado a enseñar filosofía. Entre sus alumnos hubo dos que fueron sus últimos colaboradores en el Nuevo Mundo, Francisco Palou y Juan Crespí. Tras doctorarse en Teología en la Universidad del Beato Ramón Llull en 1742, Serra continuó enseñando filosofía y teología y adquirió gran fama como predicador.

En 1749, en unión de Palou, partió para el Colegio de San Fernando, en la Ciudad de México. Temiendo comunicar a sus padres su próxima partida, Serra pidió a un fraile compañero suyo que les informara sobre el particular. «Yo quisiera poder infundirles la gran alegría que llena mi corazón», decía. «Si yo pudiera hacer esto, seguro que ellos me instarían a seguir adelante y no retroceder nunca». Les pedía que comprendieran su vocación misionera y prometía recordarlos en la oración.

Poco después de su llegada a México, Serra sufrió la picadura de un insecto que le produjo la hinchazón de un pie y una úlcera en la pierna de la que le resultó una cojera para el resto de su vida. Tras unos meses en el Colegio de San Fernando, Serra fue destinado a las misiones de Sierra Gorda al nordeste de la ciudad de México. Allí trabajó durante ocho años, tres de ellos como presidente de las misiones. Llamado a la Ciudad de México, fue maestro de novicios durante nueve años y continuó su predicación en las zonas alrededor de la capital. En 1767 los jesuitas fueron expulsados de México y sus misiones de la Baja California fueron encomendadas al Colegio de San Fernando. Serra fue nombrado presidente de esas misiones, cuya cabecera estaba en la Misión de Loreto.

En 1769, la Corona de España decidió colonizar la Alta California (hoy Estado de California en los EE.UU.). Serra fue nombrado nuevamente presidente; supervisó la fundación de las nueve misiones: San Diego (1769), San Carlos Borromeo (1770), San Antonio de Padua (1771), San Gabriel Arcángel (1771), San Luis Obispo (1772), San Francisco de Asís (1776), San Juan de Capistrano (1776). Santa Clara de Asís (1777) y San Buenaventura (1782).

En 1773 Junípero fue a la Ciudad de México para entrevistarse con el Virrey Bucarelli y tratar de resolver los problemas que habían surgido entre los misioneros y los representantes del Rey en California. La Representaciónde Serra (1773) ha sido llamada «Carta de los Derechos» de los indios; una parte decretaba que «el gobierno, el control y la educación de los indios bautizados pertenecerían exclusivamente a los misioneros». Durante esta visita a la Ciudad de México Serra escribió a su sobrino, el Padre Miguel Ribot Serra diciéndole: «En California está mi vida y allí, si Dios quiere, espero morir».

Ni siquiera el martirio del Padre Luis Jaime en la Misión de San Diego (1775) apagó el deseo de Serra de añadir nuevas misiones a la cadena de las ya existentes a lo largo de la costa de California. En todas estas misiones, Junípero y los frailes enseñaron a los indios métodos de cultivo más eficaces y el modo de domesticar a los animales necesarios para la alimentación y el transporte. Cuando fue capturado el indio que dirigía a los rebeldes en la Misión de San Diego, Serra escribió al Virrey, pidiéndole que perdonara la vida del indio. Los que fueron capturados, fueron eventualmente perdonados. En la misma carta al Virrey, Serra pedía que «en el caso de que los indios, tanto paganos como cristianos, quisieran matarme, deberían ser perdonados». Serra explicaba: «Debe darse a entender al asesino, después de un moderado castigo, que ha sido perdonado y así cumpliremos la ley cristiana que nos manda perdonar las injurias y no buscar la muerte del pecador, sino su salvación eterna».

Serra pasó los últimos años de su vida ocupado en las tareas de la administración, la necesidad de escribir muchas cartas a las otras misiones y a la Iglesia y a los oficiales del gobierno en la Ciudad de México, y con el ansia de fundar las misiones necesarias. Sin embargo, trabajó con gran fe y tenacidad, aunque le iban faltando las fuerzas. Los indios le pusieron de apodo «el viejo», porque tenía 56 años cuando llegó a la Alta California, pero Serra trabajó constantemente hasta su muerte el 28 de agosto de 1784 en la Misión de San Carlos Borromeo, que había sido su cuartel general y se convirtió en el lugar de su descanso definitivo. Los indios y los soldados lloraron la muerte de Serra y lo llamaban «Bendito Padre». Muchos se llevaban un trozo de su hábito como recuerdo; otros tocaban medallas y rosarios a su cuerpo.

Poco tiempo después de la muerte de Serra, el Guardián del Colegio de San Fernando escribía al Provincial de los Franciscanos en Mallorca: «Murió como un justo, en tales circunstancias que todos los que estaban presentes derramaban tiernas lágrimas y pensaban que su bendita alma subió inmediatamente al cielo a recibir la recompensa de su intensa e ininterrumpida labor de 34 años, sostenido por nuestro amado Jesús, al que siempre tenía en su mente, sufriendo aquellos inexplicables tormentos por nuestra redención. Fue tan grande la caridad que manifestaba, que causaba admiración no sólo en la gente ordinaria, sino también en personas de alta posición, proclamando todos que ese hombre era un santo y sus obras las de un apóstol».


El 14 de septiembre de 1987, el Papa Juan Pablo II tuvo un encuentro con los Indios nativos americanos en Fénix, Arizona, durante el cual alabó los esfuerzos de Serra para proteger a los indios contra la explotación. Tres días más tarde el Papa visitó la tumba de Serra en la Misión de S. Carlos Borromeo y recordó la Representación de Serra en 1773 en favor de los indios de California. Juan Pablo II dijo que Serra y sus misioneros compartían la convicción de que «el Evangelio es un asunto de vida y de salvación. Ellos estimaban que al ofrecer a Jesucristo a la gente, estaban haciendo algo de un valor, importancia y dignidad inmensos». Esta convicción los sostenía «frente a cualquier vicisitud, desazón y oposición».

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SANTA TERESA DE JESÚS JORNET IBARS

RELIGIOSA




Virgen y Fundadora
del Instituto de las Hermanitas de los
Ancianos Desamparados

PALABRA DE DIOS DIARIA

En Liria, en España, santa Teresa de Jesús Jornet Ibars, virgen, que, para ayudar a los ancianos, fundó el Instituto de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados (1897).

Fecha de canonización: 27 de enero de 1974 por el Papa Paulo VI.Los mayores, esos a los que se les ha dado en llamar el colectivo de la Tercera Edad, que ven el ocaso de sus vidas desde el crepúsculo teñido de rojas claridades malva, tienen hoy mucho que agradecer a Dios y bastantes de ellos también a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados porque les cuidan, atienden, dan casa y ofrecen el calor de la familia que quizá perdieron o acaso les abandonó porque un día se les ocurrió pensar que de los viejos ya no se podía esperar mucho más, o que eran molestos con sus manías y achaques. Decía que ellos agradecen al buen Dios el testimonio y vida de unas personas, en este caso siempre mujeres, que han hecho de sus existencia una ofrenda de caridad efectiva.

Logran hacer de sus casas un lugar agradable, tranquilo, limpio y ventilado; allí se reza, se come alimento sano, se proporcionan las medicinas pertinentes y, sobre todo, se derrocha cariño de las dos clases: humano y sobrenatural. Son un grupo de mujeres tocadas que están alegres, animosas, activas y optimistas porque es mucho lo que tienen que levantar; se les ve por las calles llamando a las puertas de las casas, en pareja, pidiendo mucho de lo que sobra o algo de lo que se usa; llevan con ellas a todos el recuerdo de la caridad. ¡Claro que son piadosas! Muy rezadoras... de la Virgen y del Sagrario sacan la entereza, la fuerza, el afecto o cariño, comprensión y paciencia que de continuo han de derrochar a raudales cuando charlan, limpian, lavan, planchan, cocinan para los ancianos o cuando tienen que animar a tanta juventud acumulada.

Teresa de Jesús, la catalana de Lérida, tuvo en lo humano muchas coincidencias con su homónima de Castilla; delicada de salud en el cuerpo y alma grande, espontánea y andariega, con gracejo agradable. En lo divino tuvieron de común el olvido de sí y, por amor a Dios, saber darse.

Nació en Ayltona (Lérida) el 9 de enero de 1843. Sus padres, Francisco José Jornet y Antonia Ibars eran sencillos labradores, educando a su familia en la religión: Su hermana Josefa, Hija de la Caridad en el hospital de la Habana; su hermana María se incorporó con María a la nueva aventura religiosa; su hermano Juan, casado dio tres hijas a la congregación de su hermana Teresa; su tía Rosa, hermana de su madre, muerta en olor a santidad; su tío el Beato Francisco Palau, fraile carmelita exclaustrado, apóstol, orador, escritor, penitente, un huracán enardecido, acabará también en los altares.

Teresa creció en un clima doméstico de trabajo honrado. Estudia en Lérida para maestra y enseñó en Argensola (Barcelona); allí la veían desplazarse cada semana a Igualada para confesarse.

El P. Francisco Palau, tío abuelo suyo, está en trance de fundación de algo y la invita para que le ayude en el intento; pero Teresa ha pensado más en la vida religiosa donde podrá vivir en silencio y oración; por eso se hace clarisa entre las del convento de Briviesca, en Burgos, mientras que su hermana Josefa ingresa en Lérida en las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Pero la situación política de la segunda mitad del siglo XIX es complicada y compleja, no permite el gobierno la emisión de votos.

Se hace entonces Terciaria Franciscana y recupera algo de la actividad docente.

Cerca de su patria chica, en Huesca y Barbastro, un grupo de sacerdotes con D. Saturnino López Novoa a la cabeza piensa en una institución femenina que se dedicara a la atención de ancianos abandonados. Comprende Teresa que este es su campo y, arrastrando consigo a su hermana María y a otra paisana, comienza en "Pueyo" con una docena de mujeres y desde entonces es la cabeza, permaneciendo veinticinco años en el gobierno.

Desde Barbastro cambia a Valencia donde está la casa madre de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados porque es la patrona de la ciudad quien da apellido a la Institución. Luego se extenderán por Zaragoza, Cabra y Burgos; llenarán de casas-asilo que así le gusta a la madre que se llamen para resaltar el clima de familia la geografía española y pasan las fronteras. Cuando muere Teresa de Jesús en Liria, el año 1897, llegan a 103 y deja tras de sí a más de 1000 Hermanitas para continuar su labor hasta siempre, porque siempre ancianos habrá y algunos de ellos quedarán desamparados.

No quiso ella canonizaciones. Lo dejó dicho y escrito por si hubiera dentro de la Congregación con el paso del tiempo Hermanitas canonizables. Mandó que no se gastara dinero en proponer a nadie la subida a los altares. Ese fue el motivo de que pasaran los años sin el intento de iniciar su proceso de beatificación; y el rapidísimo salto a la canonización se debió a la sensibilidad del pueblo y a las manifestaciones sobrenaturales que tan frecuentemente Dios quiso mandar.
Artículo de : Archidiócesis de Madrid
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El anciano abuelo tembloroso, ensuciaba cada comida el mantel porque derramaba la sopa. Primero sus hijos le hicieron una cuchara de madera, pero incluso con la madera seguía ensuciando el mantel. No puede comer con la familia. Y lo llevan a la cocina. El abuelo tiene que comer solo en la compañía de sus hijos y de sus nietecitos. El más espabilado se entretenía jugando con un trozo de madera muy afanado. -¿Qué haces?, le preguntó su mamá: Y el niño, “estoy haciendo una cuchara de madera para cuando papá y tú seáis mayores”.

En la provincia y Diócesis de Lérida y en Aytona, España, de Francisco Jornet y de Antonieta Ibars, agricultores, nace el 9 de enero de 1843, Teresa Jornet, hoy ya canonizada y Patrona de la ancianidad Su caridad activa hacia los pobres, le movía a llevarlos a casa de su tía en Lérida, a donde se había trasladado para poder asistir a la escuela de la ciudad.

Estudia magisterio en Argensola, provincia de Barcelona. Solicitó ser admitida en las clarisas de Briviesca, cerca de Burgos, pero no pudo profesar por la prohibición de la legislación en vigor. Se dedicó a la enseñanza y se hizo terciaria carmelita. Una enfermedad que padeció después de la muerte de su padre, la obligó a permanecer en su casa por algún tiempo.

Don Saturnino López Novoa, canónigo de Huesca, su director, a quién confió la dirección de su alma, la encauzó hacia la fundación de una obra destinada a recoger a los ancianos sin familia y sin medios de subsistencia. Teresa, que hasta el momento había tenido la impresión desagradable de no haber hecho nada en su vida, se orientó decididamente hacia este ideal. En 1872, fundó la primera casa en Barbastro, con la ayuda de algunas jóvenes, y de su hermana, María.

Teresa se adelantó a su tiempo, porque entonces, hace más de un siglo, aún dejaban en la cocina a los abuelos, aunque con cuchara de madera, pero ahora, ni los quieren, ni les cuidan, y se arman líos entre las familias para zafarse del engorro de los viejos, según el refrán: “Parientes y trastos viejos, pocos y lejos”. En el Continente africano carecen de frigoríficos y de muchos de nuestros cachivaches de la modernidad; pasan hambre y toda clase de necesidades, pero conservan su humanísima tradición de respetar al anciano y considerarle como una bendición. Les minusvaloramos en esta cultura de la juventud, la belleza y el cultivo de los cuerpos, pero en humanismo el tercer mundo va por delante con nota al mundo que se cree supercivilizado. 

El 27 de enero de 1873, los miembros de la nueva congregación, recibieron el hábito religioso y Teresa fue elegida superiora. Un grupo de buenos católicos de Valencia propuso asegurar la vida de la pequeña comunidad. La madre Teresa aceptó y, como está en Valencia, constituye Patrona a la Virgen de los Desamparados, título muy apropiado para los ancianos Desamparados. Muy pronto el número de ancianos fue aumentando y creciendo sin cesar. Para poder recibir más, compró el antiguo convento de los Agustinos. Esta casa se convirtió en la casa madre de la Congregación de las Hermanas de los Ancianos Desamparados. Se desarrolló tan de prisa la Obra, que en 1887, cuando fue aprobada por la Santa Sede, contaba ya con 58 casas.

María Teresa de Jesús formó muy sólidamente a sus hijas en el cumplimiento de sus obligaciones con los ancianos, hasta exponerse a la soledad, al frío y al hambre, para poder darles abrigo y un verdadero cariño. Aprendió de las terciarias carmelitas la devoción a la Virgen, y de las clarisas el amor a los pobres, y en los ejercicios de San Ignacio, el ardiente deseo de identificar sus sentimientos con la voluntad divina. Desarrolló una actividad incansable y una inalterable confianza en Dios. A los que le reprochaban que se ocupara de los más humildes oficios, respondía: "No hay nada pequeño cuando se trata de la Gloria de Dios". Cuando le decían que emprendía obras con un atrevimiento casi temerario, se sonreía diciendo: "Mientras más pobres haya, habrá más bienhechores".

Tenía el secreto de su paz interior inalterable en medio del tráfago continuo, en sus palabras: "Dios en el corazón, la eternidad en la cabeza, y el mundo bajo los pies".

Su organismo no pudo resistir al régimen que se impuso. A las fatigas físicas se juntaban los dolores mortales, como el de la epidemia del cólera, que acabó con veinticuatro hermanas y setenta ancianos. Cuando la enfermedad la obligó a detenerse, se retiró a Liria, Valencia, con la esperanza de que el buen aire le devolviera la salud.

Murió ahí, el 26 de Agosto de 1897, el 27 de abril de 1958 el Papa Pío XII la beatificó y fue canonizada por Pablo VI.

Autor: P. Jesús Martí Balleste

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Por: . | Fuente: patria-nazarena.blogspot.com

Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En diversos lugares de España, Beatos Jaime Puig Mirosa y 18 compañeros de la Congregación de los Hijos de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, además de Sebastián Lorens Telarroja, laico, asesinados por odio a la fe. ( 1936-1937)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Era natural de Margalef (Tarragona) nace el 3 de noviembre de 1879. Fue bautizado en la parroquia de San Miguel, con el nombre de Fermín Juan. En su familia podemos ver que el Padre Fermín era el menor de otros 3 hermanos, nacidos también en la misma ciudad.

Vistió el hábito religioso el 1 de septiembre de 1895. El 21 de septiembre de 1900, en el colegio Jesús, María y José de Sant Andreu, hizo sus primeros votos.

Su ordenación sacerdotal fue el día 23 de setiembre de 1905, en la ciudad de Vic, en la capilla del palacio episcopal por el obispo José Torras y Bages.

Fue justamente, el Padre Fermín, un gran ejemplo de religioso para la congregación de los Hijos de la Sagrada Familia Jesús, María y José. Y la referencia más clara en su historia es que era “un buen religioso de cualquier manera que sea”.

El padre Fermín estuvo dedicado a la enseñanza de primaria, en que tenía el cuidado de los alumnos internos, vemos que el religioso siempre se encontraba feliz, excelente y eficaz, esta labor educativa le llenaba el espíritu de fortaleza y entrega a su vocación religiosa.

En la noche del día 27 de julio en el puerto de Tarragona, después de afirmar a los soldados que era sacerdote, fue llevado a la prisión del barco, Río Segre. En esta cruda realidad podemos imaginar cuantas fueron las torturas y sufrimientos pasados.

El 25 de agosto, el padre Fermín fue sacado del barco, por vuelta de las 09:30 de la mañana, en que fue llevado a la pujada de Vilardida, en la carreta de Alcover a Santa Creu de Calafell, en el municipio de Vila-rodona. Cerca de las 10:00 de la mañana del mismo día fue probablemente asesinado, contaba con 57 años de edad y 36 de profesión religiosa. Dentro de su fama de fiel religioso de Hijos de la Sagrada Familia Jesús, María y José, podemos destacar la importancia de que el Padre colocaba en vivir cada vez más fiel siendo un buen y santo religioso.

Integran el grupo:
(Nombre, Lugar y fecha del martirio)


01.- Jaime (Jaume) Puig Mirosa, Sacerdote- Blanes (Girona) el día 30 VII 1936;
02.- Sebastián Llorens Telarroja, Apóstol Laico- Blanes (Girona) el día 30 VII 1936;
03.- Narciso Sitjà Basté, Sacerdote- Barcelona el 9 VIII 1936;
04.- Juan Cuscó Oliver, Sacerdote- Lérida el 21 VIII 1936;
05.- Pedro Sadurní Raventós, Sacerdote- Lérida el 21 VIII 1936;
06.- Fermín Martorell Víes, Sacerdote- Vila-rodona, Tarragona, 25 VIII 1936;
07.- Francisco Llach Candell, Sacerdote- Vila-rodona, Tarragona, 25 VIII 1936;
08.- Eduardo Cabanach Majem, Sacerdote- Vila-rodona, Tarragona, 25 VIII 1936;
09.- Ramón Cabanach Majem, Sacerdote- Vila-rodona, Tarragona, 25 VIII 1936;
10.- Juan Franquesa Costa, Sacerdote- Cerveza, Lleida, 2 IX 1936;
11.- Segismundo Sagalés Vilà, Religioso Coadjutor- Múnter, Barcelona, 8 IX 1936;
12.- José Vila Barri, Sacerdote- Gurb de la Plana, Barcelona, 21 IX 1936;
13.- Pedro Verdaguer Saurina, Sacerdote- Barcelona, 15 X 1936;
14.- Roberto Montserrat Beliart, Sacerdote- Barcelona, 13 XI 1936;
15.- Antonio Mascaró Colomina, Religioso Escolar- Barcelona, 27 I 1937;
16.- Pedro Ruiz Ortega, Religioso Escolar- Barcelona, 4 IV 1937;
17.- Pedro Roca Toscas, Religioso Escolar- Barcelona, 4 IV 1937;
18.- Ramón Llach Candell, Sacerdote- Barcelona, 19 IV 1937;
19.- Jaime Llach Candell, Sacerdote- Barcelona, 19 IV 1937;
20.- Ramón Oromí Sullà, Sacerdote- Barcelona, 26 IV 1937.

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Por: . | Fuente: patria-nazarena.blogspot.com

Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En diversos lugares de España, Beatos Jaime Puig Mirosa y 18 compañeros de la Congregación de los Hijos de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, además de Sebastián Lorens Telarroja, laico, asesinados por odio a la fe. ( 1936-1937)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Era natural de Margalef (Tarragona) nace el 3 de noviembre de 1879. Fue bautizado en la parroquia de San Miguel, con el nombre de Fermín Juan. En su familia podemos ver que el Padre Fermín era el menor de otros 3 hermanos, nacidos también en la misma ciudad.

Vistió el hábito religioso el 1 de septiembre de 1895. El 21 de septiembre de 1900, en el colegio Jesús, María y José de Sant Andreu, hizo sus primeros votos.

Su ordenación sacerdotal fue el día 23 de setiembre de 1905, en la ciudad de Vic, en la capilla del palacio episcopal por el obispo José Torras y Bages.

Fue justamente, el Padre Fermín, un gran ejemplo de religioso para la congregación de los Hijos de la Sagrada Familia Jesús, María y José. Y la referencia más clara en su historia es que era “un buen religioso de cualquier manera que sea”.

El padre Fermín estuvo dedicado a la enseñanza de primaria, en que tenía el cuidado de los alumnos internos, vemos que el religioso siempre se encontraba feliz, excelente y eficaz, esta labor educativa le llenaba el espíritu de fortaleza y entrega a su vocación religiosa.

En la noche del día 27 de julio en el puerto de Tarragona, después de afirmar a los soldados que era sacerdote, fue llevado a la prisión del barco, Río Segre. En esta cruda realidad podemos imaginar cuantas fueron las torturas y sufrimientos pasados.

El 25 de agosto, el padre Fermín fue sacado del barco, por vuelta de las 09:30 de la mañana, en que fue llevado a la pujada de Vilardida, en la carreta de Alcover a Santa Creu de Calafell, en el municipio de Vila-rodona. Cerca de las 10:00 de la mañana del mismo día fue probablemente asesinado, contaba con 57 años de edad y 36 de profesión religiosa. Dentro de su fama de fiel religioso de Hijos de la Sagrada Familia Jesús, María y José, podemos destacar la importancia de que el Padre colocaba en vivir cada vez más fiel siendo un buen y santo religioso.

Integran el grupo:
(Nombre, Lugar y fecha del martirio)


01.- Jaime (Jaume) Puig Mirosa, Sacerdote- Blanes (Girona) el día 30 VII 1936;
02.- Sebastián Llorens Telarroja, Apóstol Laico- Blanes (Girona) el día 30 VII 1936;
03.- Narciso Sitjà Basté, Sacerdote- Barcelona el 9 VIII 1936;
04.- Juan Cuscó Oliver, Sacerdote- Lérida el 21 VIII 1936;
05.- Pedro Sadurní Raventós, Sacerdote- Lérida el 21 VIII 1936;
06.- Fermín Martorell Víes, Sacerdote- Vila-rodona, Tarragona, 25 VIII 1936;
07.- Francisco Llach Candell, Sacerdote- Vila-rodona, Tarragona, 25 VIII 1936;
08.- Eduardo Cabanach Majem, Sacerdote- Vila-rodona, Tarragona, 25 VIII 1936;
09.- Ramón Cabanach Majem, Sacerdote- Vila-rodona, Tarragona, 25 VIII 1936;
10.- Juan Franquesa Costa, Sacerdote- Cerveza, Lleida, 2 IX 1936;
11.- Segismundo Sagalés Vilà, Religioso Coadjutor- Múnter, Barcelona, 8 IX 1936;
12.- José Vila Barri, Sacerdote- Gurb de la Plana, Barcelona, 21 IX 1936;
13.- Pedro Verdaguer Saurina, Sacerdote- Barcelona, 15 X 1936;
14.- Roberto Montserrat Beliart, Sacerdote- Barcelona, 13 XI 1936;
15.- Antonio Mascaró Colomina, Religioso Escolar- Barcelona, 27 I 1937;
16.- Pedro Ruiz Ortega, Religioso Escolar- Barcelona, 4 IV 1937;
17.- Pedro Roca Toscas, Religioso Escolar- Barcelona, 4 IV 1937;
18.- Ramón Llach Candell, Sacerdote- Barcelona, 19 IV 1937;
19.- Jaime Llach Candell, Sacerdote- Barcelona, 19 IV 1937;
20.- Ramón Oromí Sullà, Sacerdote- Barcelona, 26 IV 1937.

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Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En diversos lugares de España, Beatos Jaime Puig Mirosa y 18 compañeros de la Congregación de los Hijos de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, además de Sebastián Lorens Telarroja, laico, asesinados por odio a la fe. ( 1936-1937)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Era natural de Bellmunt, Tarragona, nació el 31 de diciembre de 1908 y el 6 de enero de 1909 fue bautizado en la Iglesia parroquial de Santa Lucia imponiéndosele los nombres de Eduardo, Juan y Tomás. Ingresó al colegio San Miguel de Molins de Rei en 1923 donde era un modelo en el estudio, en su comportamiento y en su piedad. Allí hizo parte de la congregación escolar de la Inmaculada y la Sagrada Familia, y también de la junta misional. En ese ambiente sintió la llamada de Dios a la vida religiosa y sacerdotal. Ingresando así en el colegio nazareno de Blanes en 1924 donde progresaba en ciencia y virtud. En la revista nazarena del aspirantado de Blanes se conservan algunos dibujos de él.

El 24 de septiembre de 1924 vistió el habito y comenzó el noviciado en el colegio Sagrada Familia de Les Corts. Hizo su primera profesión el 26 de septiembre de 1926, en ese día se propuso tener como modelo en sus estudios además de la Sagrada Familia a san Juan Berchmans. Realizo sus estudios de filosofía y teología con mucho provecho y admiración de sus superiores y compañeros, de los que fue nombrado vice-prefecto en Les Corts y luego en Mosqueroles en 1935. En esta función se hacía querer y respetar de todos por su buen hacer con suavidad, amabilidad y buen humor.

Hizo su profesión perpetua el 8 de agosto de 1933, y el 1 de noviembre del mismo año fue ordenado sacerdote en la Iglesia del seminario conciliar de Tortosa, juntamente con el padre Magín Morera, y celebró su primera misa en el colegio Jesús, María y José de Barcelona el 5 de noviembre. Luego fue destinado en 1934 al Colegio de huérfanos de Sant Julià de Vilatorta. Allí tenía sus ocupaciones cotidianas como religioso, sacerdote y maestro. Era el subdirector de la Congregación mariana. Tanto él cómo su hermano el padre Ramón Cabanach trabajaban por el fomento de las vocaciones, con este propósito donó todos sus bienes para fundar una beca por las vocaciones nazarenas.

Luego fue destinado al colegio san Pedro Apóstol de Reus, donde era el director del grupo post-escolar de la congregación mariana. Estando en este colegio en 1936 le sorprendió la guerra civil española; al ser detenido llevaba consigo el breviario y el rosario, que les sirvió para orar en la cárcel de Reus, luego en la prisión de Tarragona y poco después en el traslado al Rio Segre; el 25 de agosto fue sacado del barco y más tarde ya había sido asesinado en la Pujada de Vilardida. Él contaba con 27 años de edad, 10 de profesión religiosa. Su amor a la castidad, su devoción mariana, su fervor eucarístico y su piedad personal eran notables y fueron la base que le dio fortaleza en los momentos de angustia y persecución.

Integran el grupo:
(Nombre, Lugar y fecha del martirio)


01.- Jaime (Jaume) Puig Mirosa, Sacerdote- Blanes (Girona) el día 30 VII 1936;
02.- Sebastián Llorens Telarroja, Apóstol Laico- Blanes (Girona) el día 30 VII 1936;
03.- Narciso Sitjà Basté, Sacerdote- Barcelona el 9 VIII 1936;
04.- Juan Cuscó Oliver, Sacerdote- Lérida el 21 VIII 1936;
05.- Pedro Sadurní Raventós, Sacerdote- Lérida el 21 VIII 1936;
06.- Fermín Martorell Víes, Sacerdote- Vila-rodona, Tarragona, 25 VIII 1936;
07.- Francisco Llach Candell, Sacerdote- Vila-rodona, Tarragona, 25 VIII 1936;
08.- Eduardo Cabanach Majem, Sacerdote- Vila-rodona, Tarragona, 25 VIII 1936;
09.- Ramón Cabanach Majem, Sacerdote- Vila-rodona, Tarragona, 25 VIII 1936;
10.- Juan Franquesa Costa, Sacerdote- Cerveza, Lleida, 2 IX 1936;
11.- Segismundo Sagalés Vilà, Religioso Coadjutor- Múnter, Barcelona, 8 IX 1936;
12.- José Vila Barri, Sacerdote- Gurb de la Plana, Barcelona, 21 IX 1936;
13.- Pedro Verdaguer Saurina, Sacerdote- Barcelona, 15 X 1936;
14.- Roberto Montserrat Beliart, Sacerdote- Barcelona, 13 XI 1936;
15.- Antonio Mascaró Colomina, Religioso Escolar- Barcelona, 27 I 1937;
16.- Pedro Ruiz Ortega, Religioso Escolar- Barcelona, 4 IV 1937;
17.- Pedro Roca Toscas, Religioso Escolar- Barcelona, 4 IV 1937;
18.- Ramón Llach Candell, Sacerdote- Barcelona, 19 IV 1937;
19.- Jaime Llach Candell, Sacerdote- Barcelona, 19 IV 1937;
20.- Ramón Oromí Sullà, Sacerdote- Barcelona, 26 IV 1937.

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SAN LUIS IX

REY



Rey de Francia 

PALABRA DE DIOS DIARIA

San Luis IX, rey de Francia, que, tanto en tiempo de paz como durante la guerra para defensa de los cristianos, se distinguió por su fe activa, su justicia en el gobierno, el amor a los pobres y la paciencia en las situaciones adversas. Tuvo once hijos en su matrimonio, a los que educó de una manera inmejorable y piadosa, y gastó sus bienes, fuerzas y su misma vida en la adoración de la Cruz, la Corona y el sepulcro del Señor, hasta que, contagiado de peste, murió en el campamento de Túnez, en la costa de África del Norte (1270).

Etimología: Luis = guerrero ilustre. Viene de la lengua alemana.

Fecha de canonización: El Papa Bonifacio VIII lo canonizo en el año 1297

San Luis, rey de Francia, es, ante todo, una Santo cuya figura angélica impresionaba a todos con sólo su presencia. Vive en una época de grandes heroísmos cristianos, que él supo aprovechar en medio de los esplendores de la corte para ser un dechado perfecto de todas las virtudes. Nace en Poissy el 25 de abril de 1214, y a los doce años, a la muerte de su padre, Luis VIII, es coronado rey de los franceses bajo la regencia de su madre, la española Doña Blanca de Castilla. Ejemplo raro de dos hermanas, Doña Blanca y Doña Berenguela, que supieron dar sus hijos, más que para reyes de la tierra, para santos y fieles discípulos del Señor. Las madres, las dos princesas hijas del rey Alfonso VIII de Castilla, y los hijos, los santos reyes San Luis y San Fernando.

En medio de las dificultades de la regencia supo Doña Blanca infundir en el tierno infante los ideales de una vida pura e inmaculada. No olvida el inculcarle los deberes propios del oficio que había de desempeñar más tarde, pero ante todo va haciendo crecer en su alma un anhelo constante de servicio divino, de una sensible piedad cristiana y de un profundo desprecio a todo aquello que pudiera suponer en él el menor atisbo de pecado. «Hijo -le venía diciendo constantemente-, prefiero verte muerto que en desgracia de Dios por el pecado mortal».

Es fácil entender la vida que llevaría aquel santo joven ante los ejemplos de una tan buena y tan delicada madre. Tanto más si consideramos la época difícil en que a ambos les tocaba vivir, en medio de una nobleza y de unas cortes que venían a convertirse no pocas veces en hervideros de los más desenfrenados, rebosantes de turbulencias y de tropelías. Contra éstas tuvo que luchar denodadamente Doña Blanca, y, cuando el reino había alcanzado ya un poco de tranquilidad, hace que declaren mayor de edad a su hijo, el futuro Luis IX, el 5 de abril de 1234. Ya rey, no se separa San Luis de la sabia mirada de su madre, a la que tiene siempre a su lado para tomar las decisiones más importantes. En este mismo año, y por su consejo, se une en matrimonio con la virtuosa Margarita, hija de Ramón Berenguer, conde de Provenza. Ella sería la compañera de su reinado y le ayudaría también a ir subiendo poco a poco los peldaños de la santidad.

En lo humano, el reinado de San Luis se tiene como uno de los más ejemplares y completos de la historia. Su obra favorita, las Cruzadas, son una muestra de su ideal de caballero cristiano, llevado hasta las últimas consecuencias del sacrificio y de la abnegación. Por otra parte, tanto en la política interior como en la exterior San Luis ajustó su conducta a las normas más estrictas de la moral cristiana. Tenía la noción de que el gobierno es más un deber que un derecho; de aquí que todas sus actividades obedecieran solamente a esta idea: el hacer el bien buscando en todo la felicidad de sus súbditos.

Desde el principio de su reinado San Luis lucha para que haya paz entre todos, pueblos y nobleza. Todos los días administra justicia personalmente, atendiendo las quejas de los oprimidos y desamparados. Desde 1247 comisiones especiales fueron encargadas de recorrer el país con objeto de enterarse de las más pequeñas diferencias. Como resultado de tales informaciones fueron las grandes ordenanzas de 1254, que establecieron un compendio de obligaciones para todos los súbditos del reino.

El reflejo de estas ideas, tanto en Francia como en los países vecinos, dio a San Luis fama de bueno y justiciero, y a él recurrían a veces en demanda de ayuda y de consejo. Con sus nobles se muestra decidido para arrancar de una vez la perturbación que sembraban por los pueblos y ciudades. En 1240 estalló la última rebelión feudal a cuenta de Hugo de Lusignan y de Raimundo de Tolosa, a los que se sumó el rey Enrique III de Inglaterra. San Luis combate contra ellos y derrota a los ingleses en Saintes (22 de julio de 1242). Cuando llegó la hora de dictar condiciones de paz el vencedor desplegó su caridad y misericordia. Hugo de Lusignan y Raimundo de Tolosa fueron perdonados, dejándoles en sus privilegios y posesiones. Si esto hizo con los suyos, aún extremó más su generosidad con los ingleses: el tratado de París de 1259 entregó a Enrique III nuevos feudos de Cahors y Périgueux, a fin de que en adelante el agradecimiento garantizara mejor la paz entre los dos Estados.

Padre de su pueblo y sembrador de paz y de justicia, serán los títulos que más han de brillar en la corona humana de San Luis, rey. Exquisito en su trato, éste lo extiende, sobre todo, en sus relaciones con el Papa y con la Iglesia. Cuando por Europa arreciaba la lucha entre el emperador Federico II y el Papa por causa de las investiduras y regalías, San Luis asume el papel de mediador, defendiendo en las situaciones más difíciles a la Iglesia. En su reino apoya siempre sus intereses, aunque a veces ha de intervenir contra los abusos a que se entregaban algunos clérigos, coordinando de este modo los derechos que como rey tenía sobre su pueblo con los deberes de fiel cristiano, devoto de la Silla de San Pedro y de la Jerarquía. Para hacer más eficaz el progreso de la religión en sus Estados se dedica a proteger las iglesias y los sacerdotes. Lucha denodadamente contra los blasfemos y perjuros, y hace por que desaparezca la herejía entre los fieles, para lo que implanta la Inquisición romana, favoreciéndola con sus leyes y decisiones.

Personalmente da un gran ejemplo de piedad y devoción ante su pueblo en las fiestas y ceremonias religiosas. En este sentido fueron muy celebradas las grandes solemnidades que llevó a cabo, en ocasión de recibir en su palacio la corona de espinas, que con su propio dinero había desempeñado del poder de los venecianos, que de este modo la habían conseguido del empobrecido emperador del Imperio griego, Balduino II. En 1238 la hace llevar con toda pompa a París y construye para ella, en su propio palacio, una esplendorosa capilla, que de entonces tomó el nombre de Capilla Santa, a la que fue adornando después con una serie de valiosas reliquias entre las que sobresalen una buena porción del santo madero de la cruz y el hierro de la lanza con que fue atravesado el costado del Señor.

A todo ello añadía nuestro Santo una vida admirable de penitencia y de sacrificios. Tenía una predilección especial para los pobres y desamparados, a quienes sentaba muchas veces a su mesa, les daba él mismo la comida y les lavaba con frecuencia los pies, a semejanza del Maestro. Por su cuenta recorre los hospitales y reparte limosnas, se viste de cilicio y castiga su cuerpo con duros cilicios y disciplinas. Se pasa grandes ratos en la oración, y en este espíritu, como antes hiciera con él su madre, Doña Blanca, va educando también a sus hijos, cumpliendo de modo admirable sus deberes de padre, de rey y de cristiano.

Sólo le quedaba a San Luis testimoniar de un modo público y solemne el gran amor que tenía para con nuestro Señor, y esto le impulsa a alistarse en una de aquellas Cruzadas, llenas de fe y de heroísmo, donde los cristianos de entonces iban a luchar por su Dios contra sus enemigos, con ocasión de rescatar los Santos Lugares de Jerusalén. A San Luis le cabe la gloria de haber dirigido las dos últimas Cruzadas en unos años en que ya había decaído mucho el sentido noble de estas empresas, y que él vigoriza de nuevo dándoles el sello primitivo de la cruz y del sacrificio.

En un tiempo en que estaban muy apurados los cristianos del Oriente el papa Inocencio IV tuvo la suerte de ver en Francia al mejor de los reyes, en quien podía confiar para organizar en su socorro una nueva empresa. San Luis, que tenía pena de no amar bastante a Cristo crucificado y de no sufrir bastante por Él, se muestra cuando le llega la hora, como un magnífico soldado de su causa. Desde este momento va a vivir siempre con la vista clavada en el Santo Sepulcro, y morirá murmurando: «Jerusalén».

En cuanto a los anteriores esfuerzos para rescatar los Santos Lugares, había fracasado, o poco menos, la Cruzada de Teobaldo IV, conde de Champagne y rey de Navarra, emprendida en 1239-1240. Tampoco la de Ricardo de Cornuailles, en 1240-1241, había obtenido otra cosa que la liberación de algunos centenares de prisioneros.

Ante la invasión de los mogoles, unos 10.000 kharezmitas vinieron a ponerse al servicio del sultán de Egipto y en septiembre de 1244 arrebataron la ciudad de Jerusalén a los cristianos. Conmovido el papa Inocencio IV, exhortó a los reyes y pueblos en el concilio de Lyón a tomar la cruz, pero sólo el monarca francés escuchó la voz del Vicario de Cristo.

Luis IX, lleno de fe, se entrevista con el Papa en Cluny (noviembre de 1245) y, mientras Inocencio IV envía embajadas de paz a los tártaros mogoles, el rey apresta una buena flota contra los turcos. El 12 de junio de 1248 sale de París para embarcarse en Marsella. Le siguen sus tres hermanos, Carlos de Anjou, Alfonso de Poitiers y Roberto de Artois, con el duque de Bretaña, el conde de Flandes y otros caballeros, obispos, etc. Su ejército lo componen 40.000 hombres y 2.800 caballos. 

El 17 de septiembre los hallamos en Chipre, sitio de concentración de los cruzados. Allí pasan el invierno, pero pronto les atacan la peste y demás enfermedades. El 15 de mayo de 1249, con refuerzos traídos por el duque de Borgoña y por el conde de Salisbury, se dirigen hacia Egipto. «Con el escudo al cuello -dice un cronista- y el yelmo a la cabeza, la lanza en el puño y el agua hasta el sobaco», San Luis, saltando de la nave, arremetió contra los sarracenos. Pronto era dueño de Damieta (7 de junio de 1249). El sultán propone la paz, pero el santo rey no se la concede, aconsejado de sus hermanos. En Damieta espera el ejército durante seis meses, mientras se les van uniendo nuevos refuerzos, y al fin, en vez de atacar a Alejandría, se decide a internarse más al interior para avanzar contra El Cairo. La vanguardia, mandada por el conde Roberto de Artois, se adelanta temerariamente por las calles de un pueblecillo llamado Mansurah, siendo aniquilada casi totalmente, muriendo allí mismo el hermano de San Luis (8 de febrero de 1250). El rey tuvo que reaccionar fuertemente y al fin logra vencer en duros encuentros a los infieles. Pero éstos se habían apoderado de los caminos y de los canales en el delta del Nilo, y cuando el ejército, atacado del escorbuto, del hambre y de las continuas incursiones del enemigo, decidió, por fin, retirarse otra vez a Damieta, se vio sorprendido por los sarracenos, que degollaron a muchísimos cristianos, cogiendo preso al mismo rey, a su hermano Carlos de Anjou, a Alfonso de Poitiers y a los principales caballeros (6 de abril).

Era la ocasión para mostrar el gran temple de alma de San Luis. En medio de su desgracia aparece ante todos con una serenidad admirable y una suprema resignación. Hasta sus mismos enemigos le admiran y no pueden menos de tratarle con deferencia. Obtenida poco después la libertad, que con harta pena para el Santo llevaba consigo la renuncia de Damieta, San Luis desembarca en San Juan de Acre con el resto de su ejército. Cuatro años se quedó en Palestina fortificando las últimas plazas cristianas y peregrinando con profunda piedad y devoción a los Santos Lugares de Nazaret, Monte Tabor y Caná. Sólo en 1254, cuando supo la muerte de su madre, Doña Blanca, se decidió a volver a Francia.

A su vuelta es recibido con amor y devoción por su pueblo. Sigue administrando justicia por sí mismo, hace desaparecer los combates judiciarios, persigue el duelo y favorece cada vez más a la Iglesia. Sigue teniendo un interés especial por los religiosos, especialmente por los franciscanos y dominicos. Conversa con San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino, visita los monasterios y no pocas veces hace en ellos oración, como un monje más de la casa.

Sin embargo, la idea de Jerusalén seguía permaneciendo viva en el corazón y en el ideal del Santo. Si no llegaba un nuevo refuerzo de Europa, pocas esperanzas les iban quedando ya a los cristianos de Oriente. Los mamelucos les molestaban amenazando con arrojarles de sus últimos reductos. Por si fuera poco, en 1261 había caído a su vez el Imperio Latino, que años antes fundaran los occidentales en Constantinopla. En Palestina dominaba entonces el feroz Bibars (la Pantera), mahometano fanático, que se propuso acabar del todo con los cristianos. El papa Clemente IV instaba por una nueva Cruzada. Y de nuevo San Luis, ayudado esta vez por su hermano, el rey de Sicilia, Carlos de Anjou, el rey Teobaldo II de Navarra, por su otro hermano Roberto de Artois, sus tres hijos y gran compañía de nobles y prelados, se decide a luchar contra los infieles.

En esta ocasión, en vez de dirigirse directamente al Oriente, las naves hacen proa hacia Túnez, enfrente de las costas francesas. Tal vez obedeciera esto a ciertas noticias que habían llegado a oídos del Santo de parte de algunos misioneros de aquellas tierras. En un convento de dominicos de Túnez parece que éstos mantenían buenas relaciones con el sultán, el cual hizo saber a San Luis que estaba dispuesto a recibir la fe cristiana. El Santo llegó a confiarse de estas promesas, esperando encontrar con ello una ayuda valiosa para el avance que proyectaba hacer hacia Egipto y Palestina.

Pero todo iba a quedar en un lamentable engaño que iba a ser fatal para el ejército del rey. El 4 de julio de 1270 zarpó la flota de Aguas Muertas y el 17 se apoderaba San Luis de la antigua Cartago y de su castillo. Sólo entonces empezaron los ataques violentos de los sarracenos.

El mayor enemigo fue la peste, ocasionada por el calor, la putrefacción del agua y de los alimentos. Pronto empiezan a sucumbir los soldados y los nobles. El 3 de agosto muere el segundo hijo del rey, Juan Tristán, cuatro días más tarde el legado pontificio y el 25 del mismo mes la muerte arrebataba al mismo San Luis, que, como siempre, se había empeñado en cuidar por sí mismo a los apestados y moribundos. Tenía entonces cincuenta y seis años de edad y cuarenta de reinado.

Pocas horas más tarde arribaban las naves de Carlos de Anjou, que asumió la dirección de la empresa. El cuerpo del santo rey fue trasladado primeramente a Sicilia y después a Francia, para ser enterrado en el panteón de San Dionisio, de París. Desde este momento iba a servir de grande veneración y piedad para todo su pueblo. Unos años más tarde, el 11 de agosto de 1297, era solemnemente canonizado por Su Santidad el papa Bonifacio VIII en la iglesia de San Francisco de Orvieto (Italia).

11:49 p.m.

Por: . | Fuente: Somos.Vicencianos.org

Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En distintos lugares de España, Beatos Fortunato Velasco Tobar y 13 compañeros, de la Congregación de la Misión;asesinados por odio a la fe ( 1934-1936)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

He aquí un misionero joven voluntario para la muerte. Siem­pre así de generoso y sacrificado. Buen compañero, sin egoísmos, era el hombre en todo instante dispuesto a prestarse a lo que fuere menester. Y como quien no hace más que cumplir una obligación.

¿Qué cómo fue aquello de ofrecerse a morir?

En Alcorisa, diócesis de Zaragoza y provincia de Teruel, la Guardia Civil y algunos paisanos de orden mantuvieron a raya a los zurdos; mas la ola roja se corría, se corría desde Alcañiz, y las fuerzas de Alcorisa se replegaron a Zaragoza, diciendo: ¡Sálvese quien pueda!

Y entre los que tiraron a salvarse por el camino que al Pilar lleva, los PP. Paúles de aquella residencia, antes Colegio de Segunda Enseñanza para externos e internos y ahora Escue­la Apostólica para futuros Misioneros, mas sin muchachos; que previsoramente habían sido enviados a sus respectivas casas, días antes.

Y el P. Velasco (siempre adoleció de exagerada simplici­dad) dijo que se quedaba en su casa y que si llegaban los rojos, él mantendría los derechos, mas que no le hicieran caso, y no se quedarían, sin protesta por el atropello. Así.

Corno en tales casos la decisión personal es la que determina, otorgó su anuencia el Superior.

A media tarde del día 29 de julio de 1936, ante el fundado rumor de que se aproximaban los rojos, el P. Velasco proveyó que uno de los vecinos, el bueno del Sr. Manuel, se llevara a su casa al único apostólico que quedaba en el colegio, Manolo Herranz.

Y llegaron, sí, los marxistas. Harto lo publicaban, a eso de las seis de la misma tarde, el clamoreo estruendoso del popu­lacho y los incendios con sus humaredas y llamaradas.

Las hordas, adueñadas, sin resistencia, del pueblo, al Co­legio se fueron.

Empezaron, como es de rúbrica, a golpear las puertas, ha­ciéndoseles horas los segundos. Los de dentro, el P. Velasco y el H. Aguirre, fuera por el miedo, que natural y espontánea­mente nace, o por estar en el lado opuesto de la casa, tardaron un poco en abrir, lo que interpretaron los rojos a oposición, desde luego.

Abrió, al fin, la puerta el P. Velasco, y, al decirles, sereno y con la mayor naturalidad del mundo:

-¿Qué se les ofrece?

-¡Manos arriba!- gritaron.

Y con las manos arriba, prosiguió el diálogo:

-¿Dónde está el Superior?

-Ha tomado un, coche y ha huido a Zaragoza.

-Y tú, ¿por qué no has huido también?

-Porque he creído conveniente entregarles a ustedes la casa.

-Ninguna falta hacía; la casa es nuestra, es del pueblo. Abre las puertas, las luces, todo.

El registro revistió carácter de pillaje general. Y, al llegar a la iglesia, las sagradas imágenes fueron saludadas con nutri­do tiroteo.

Eran las seriales del traspaso de dominio.

Condujeron a los dos infelices al Ayuntamiento, convertido en cárcel. Allí estaban detenidos muchos del pueblo, entre ellos dos sacerdotes, el Coadjutor de Alcorisa y el Párroco de Más de las Matas. La noche del 29, hubo un bautismo de sangre, el del Hermano Aguirre, como en su lugar se detalla.

Para todos los detenidos, fueron estas lloras de angustia mortal.

A las dos de la tarde del día siguiente, 30, empezó un jui­cio público, espectacular. Un juicio pilatesco. Uno a uno los sacaban al balcón del Ayuntamiento y un tal Sebastián Vicen­te, hijo del alguacil, gritaba al populacho, ebrio de furor y sediento de sangre:

-Aquí tenéis a… (nombre y apellido). No se trata de ex­terminar una planta, un árbol, un animal; es un semejante a nosotros el que vamos a sentenciar; no es un ser cualquiera, que se mata y nada se trastorna; es un hombre, cuya vida, una vez quitada, no se le puede volver… Decid, pues, vosotros si se le debe sentenciar a muerte.

Si la respuesta era afirmativa, volvía a hacer las mismas reflexiones hasta tres veces.

Cuando tocó el turno al P. Velasco -escribe el joven Ma­nolo Herranz, el apostólico- y les propuso si debía sentenciár­sele a muerte, todos respondieron:

-Sí. Que no se le dé libertad, porque es fraile.

Entonces, el pregonero les hizo la siguiente reflexión: -No porque sea fraile hay que fusilarle; hay que probar que haya hecho armas contra nosotros.

Con esto quedaron confundidos, y pidieron, su libertad…

Terminado el solemne juicio, a todos los perdonados los pusieron en libertad, diciéndoles: “Bien, camaradas, ahora a trabajar por la prosperidad de la República”.

Mosén Paco, el Coadjutor del pueblo, acogió con amor y cariño en su casa al P. Velasco.

Y pasaron los días, no libres de temor, pues raro era el día o la noche en que no se inmolaba a algún vecino, incluso de los perdonados.

Mientras tanto, varias personas le visitaban, pidiendo con­fesión. Quien no faltaba ninguna tarde era el apostoliquillo. “Aquí le visitaba, dice él mismo, todos los días, alegrándose mucho de verme y pasando un buen rato por las tardes con él entretenidos hasta el anochecer, que yo’ me marchaba a casa del Sr. Manuel.”

El día 17 de agosto corrió por el pueblo el rumor de que por la carretera de Andorra (pueblo) venían camionetas de fascistas, y como tenían por norma vengar con el fusilamiento de derechistas las bajas habidas en cualquier parte, a mediano­che se llevaron al P. Velasco, para que con su vida pagara las que de ellos se perdieran en aquel trance. Mas el rumor resul­tó infundado, y al Padre le perdonaron la vida, una vez más, con harto sentimiento suyo. Oigamos de nuevo al simpático testigo, Manolo Herranz:

“En una de las visitas que le hice (cinco días antes de su muerte), me dijo con pena: “¡Que la Santísima Virgen no quiera que yo sea mártir; pues pude haber sido fusilado ano­che, cuando me llamaron a las doce!”

Mas su ardiente anhelo de morir por Cristo le engañaba en su noble impaciencia. No había llegado la hora de su in­molación; mas se aproximaba. Dios había aceptado su gene­rosa ofrenda.

Continuamos transcribiendo:
“Seguí visitándole; pero llegó un día que, al ir a verlo, ya no estaba. Regresaba del campo, adonde me llevaban a trabajar para la colectividad, al anochecer del día 23, cuando supe que la noche anterior había sido de nuevo encarcelado el P. Velasco; apenas llegué a casa del Sr. Manuel, me dirigí a la del Sr. Coadjutor. Allí encontré a su casera, Margarita Sánchez, que tenía ya la cena preparada, para llevársela al P. Velasco, esperando que fuera yo, para acompañarla, pues no se atrevía a ir sola.

“Cogió la cena y nos dirigimos hacia las Escuelas Públi­cas, habilitadas para cárcel. Entramos por la parte de arriba y, después ‘de haber recorrido dos pequeños pasillos, acom­pañados del carcelero, entramos en la habitación.

“Al ruido de la puerta se despertó el preso, que era enton­ces el único que en ella había, y levantándose de la cama, que era un, colchón sobre unas tablas, se acercó a nosotros des­pués de saludarnos.

“Le preguntó la casera del Sr. Coadjutor cómo había pa­sado la tarde, a lo que él respondió que bastante bien. Esta­ba algo indispuesto, efecto de que los alimentos que había to­mado por la mañana los había devuelto a mediodía; por eso, durante la tarde se había acostado.

“La cena no era muy exquisita, que digamos, pues consis­tía en dos huevos duros, un tazón de sopa y unos bocadillos del mediodía, que guardaba en una cesta. A sus repetidos rue­gos, acepté el cenar con él.Echó en otro tazón la mitad de las sopas y me las dio; lo que yo recibí con sumo agrado. Ël tomó los huevos y a mí me dio uno de los bocados que había dejado del mediodía.

“Al verlo tan animado, durante la cena, y pensando yo lo poco que duraría tal vez su encarcelamiento, me eché a llo­rar; mas él me consoló con estas palabras:

-”No importa que yo muera; tú ten ánimo y valor.”

“Al despedirnos, sacó del bolsillo de la chaqueta unos len­tes con su estuche y una cadena del reloj (éste se lo quitaron, al encarcelarlo, con el poco dinero que llevaba encima), diciéndome: “Toma esto; guárdalo corno recuerdo; no me han dejado nada más.”

“… cerró el carcelero la puerta con llave y dirigimos nues­tros pasos hacia la calle, con, el presentimiento de que no le podríamos visitar otra vez, como, desgraciadamente, sucedió, pues aquella noche, a las doce, fue conducido, entre cuatro milicianos, al cementerio, donde consumó su sacrificio aquel digno ministro del Señor.”

Hasta aquí la relación de Manolo.’

Su Superior, el P. Dionisio Santamaría, que volvió a Al­corisa, en cuanto este pueblo fue liberado, e indagó diligen­temente cuanto se relaciona con el martirio de sus súbditos, escribe así acerca de los últimos momentos del P. Velasco:
“El 24, día de San Bartolomé, le sacaron a media noche, en un camión, a no se sabe dónde; pero para fusilarle. ¿Cuál es su paradero?

“Se han apurado los medios y no se ha podido averiguar adónde lo llevaron, porque los que lo saben se han fugado con los rojos.

“Al día siguiente, su muerte fue objeto de varios comen­tarios interesantes. Sor Concepción Gutiérrez, Hija de la Ca­ridad, de la Comunidad de Alcorisa, estando trabajando en el taller de una granja, adonde los rojos la llevaron, sorprendió esta conversación a varias mujeres, entre ellas María Rosa Zurita, Concha Barrachina y Luisa “la Francesa”:

-”¡Hay que ver ese frailucho, qué valiente. No tenía mie­do a nada ni a nadie, con estar solo; diciendo, al morir: “¡Viva Cristo, Rey! La Religión no muere. A mí me podéis matar, pero a Dios no. ¡Algún día seréis juzgados por ese Dios mis­mo, en cuya mano caeréis!”

El muchacho Manolo, tantas veces aludido y citado, trans­cribe así las últimas frases:
-”Yo voy a morir; pero la Religión no morirá. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva España! Perdono a mis enemigos.”
Como digno colofón de esta preciosa acta de martirio, co­piamos íntegra la emocionante carta que el P. Velasco escri­bió, con lápiz, en un cuadernito (se conserva), la primera vez que fue encarcelado, y que retrata al mártir de cuerpo entero; carta que bien podía haber suscrito, según se puede apreciar por lo dicho arriba, momentos antes de su muerte. Dice así:
“30 de julio de 1936.

“Querido Herranz: Te escribo desde la prisión para comu­nicarte alguna cosilla. Ayer tarde, después de llegar las mili­cias, huyeron todos menos Aguirre y yo. Llegaron las mili­cias, nos entregamos, hicieron mil destrozos. Al salir, se co­noce que lo mataron (se refiere al Hermano), según me he enterado hoy. Yo he estado toda la noche en la cárcel y esta mañana he ido a declarar. A nosotros nos echan la culpa de todo el Movimiento; por tanto, estoy esperando me fusilen de un momento a otro. Ruega por mí.

“Ya escribirás a Zaragoza, Germanías, 45, contando todo lo que ha pasado. Procura enterarte de los que mueren y matan y lo dices; en fin, ya sabes.

“Ahí te mando el dinero que tengo, para que la tía Simo­na te cuide y te mande después al pueblo o a otra casa.

“Recuerdos a la tía Simona, a todos y que rueguen por mí; moriré mártir en defensa de la fe.

“Si algo se me olvida, procura recordar lo qué.

“Di también al P. López (el P. López Toribio, Superior de Zaragoza, que había vivido varios años en su pueblo de Tar­dajos) que avise a mi familia. Esto no lo escribas hasta que haya correspondencia y sepas de cierto que he muerto.

“Yo ya me he ofrecido a Dios, para que se haga su santa voluntad.

Fortunato Velasco.

Adiós.”

Sin comentarios. Que los hagan los corazones de los lec­tores.

Y terminamos estos apuntes, los que con más emoción he­mos trazado, por tratarse de un condiscípulo, con los siguien­tes datos biográficos:

El P. Fortunato Velasco Tobar era natural de Tardajos (Burgos). Nació, el 31 de mayo de 1906. Pertenecía a familia numerosísima (19 hijos de un solo padre) y cristianísima (seis son Paúles: Julián, Andrés, Esteban, Luis, nuestro Fortunato y Maximiano, más una Hija de la Caridad, Sor Sabiniana).

Sus padres, Francisco y Felisa.

Entró de Apostólico, juntamente con su hermano menor, Maximiano, en Tardajos, a mediados de septiembre de 1919. Al empezar el curso 19204921 se trasladó con todos los niños sus condiscípulos y los del curso anterior, a Guadalajara, don­de aquel año comenzaba. a funcionar la Escuela Apostólica como central de todas las de España.

En los estudios, tanto humanísticos como filosóficos y teo­lógicos, se señaló como medianía algo deficiente, excepto en las matemáticas, que eran su fuerte; tenía, más entendimiento que memoria. Tenía cualidades oratorias no comunes, que espe­ranzaban, con tiempo para prepararse y dado que era traba­jador y humilde, un buen predicador, especialmente como mi­sionero.

Empezó el noviciado para Paúl, en Madrid, el 18 de septiembre de 1923; lo continuó en Hortaleza, adonde se trasladó aquél el 17 de febrero de 1925, y pronunció los santos votos
en Villafranca del Bierzo (León), el 19 de septiembre de 1925. Cursó la Filosofía en Villafranca, y la Teología, tres cursos en Cuenca y uno en Potters Bar (Inglaterra). Corrían los días difíciles del alumbramiento atropellado de la terrible Niña, la segunda República Española. En vísperas de las elecciones generales para diputados, los Superiores, previsores y prudentes, por si se imponía la expatriación, dispusieron que todos los estudiantes teólogos se trasladaran a Murguía (Ala- va). Allí estuvieron pasando el verano de 1931, y entre ellos el entonces Hermano Velasco. Para mayor abundamiento, dis­pusieron asimismo que los del último curso, previa la orde­nación sacerdotal, se trasladaran a Inglaterra.

Recibió, pues, el H. Velasco, con sus condiscípulos, y por especial privilegio pontificio, las órdenes sagradas de mano de otro excelente mártir, el Excmo. y Rvmo. Sr. Obispo de Cuen­ca, Dr. Cruz la Plana, y en dicha ciudad, con arreglo a las si­guientes fechas del año 1931: 16 y 17 de septiembre, Meno­res; 18 de septiembre, Subdiaconado; 4 de octubre, Diacona­do, y 11 de octubre, Sacerdocio.

Celebró el P. Velasco su Primera Misa en la Basílica de la Virgen de la Medalla Milagrosa y de San Vicente de Paúl, en Madrid, el 12 de octubre.

El 14 de diciembre llegó a Inglaterra. Volvió de allá, ter­minada la carrera, en junio de 1932.

Sus destinos fueron: cinco meses en Murguía (Álava); des­de 1933 a 1935, en Teruel, y desde el segundo semestre de este año, en Alcorisa. Siempre dedicado a la formación de los fu­turos miembros de la Congregación de la Misión.

¡Mártir dichoso de Cristo, ruega por nosotros!

BIOGRAFÍAS DE MISIONEROS PAULES Edición 1942
Autor: Elías Fuente

Este grupo de mártires está integrado por:

1. TOMÁS PALLARÉS IBÁÑEZ
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 06 Marzo1890 en Iglesuela del Cid, Teruel (España)
martirio: 13 Octubre 1934 en Oviedo, Asturias (España)

2. SALUSTIANO GONZÁLEZ CRESPO
hermano de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 01 Mayo 1871 en Tapia de la Ribera, León (España)
martirio: 13 Octubre 1934 en Oviedo, Asturias (España)

3. LUIS AGUIRRE BILBAO
hermano de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 13 Septiembre 1914 en Murguía, Vizcaya (España)
martirio: 30 Julio 1936 en Alcorisa, Teruel (España)

4. LEONCIO PÉREZ NEBREDA
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 18 Marzo1895 en Villarmentero, Burgos (España)
martirio: 02 Agosto 1936 en Las Planas de Oliete, Teruel (España)

5. ANDRÉS AVELINO GUTIÉRREZ MORAL
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 11 Noviembre 1886 en Salazar de Amaya, Burgos (España)
martirio: 03 Agosto 1936 en Gijón, Asturias (España)

6. ANTONIO CARMANIÚ MERCADER
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 17 Agosto 1860 en Rialp, Lérida (España)
martirio: 17 Agosto 1936 en Llavorsi, Lérida (España)

7. FORTUNATO VELASCO TOBAR
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 31 Mayo 1906 en Tardajos, Burgos (España)
martirio: 24 Agosto 1936 en Alcorisa, Teruel (España)

8. RICARDO ATANES CASTRO
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 05 Agosto 1875 en Cualedro, Orense (España)
martirio: 14 Agosto 1936 en Gijón, Asturias (España)

9. PELAYO JOSÉ GRANADO PRIETO
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 30 Julio 1895 en Santa María de los Llanos, Cuenca (España)
martirio: 27 Agosto 1936 en Gijón, Asturias (España)

10. AMADO GARCÍA SÁNCHEZ
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 29 Abril 1903 en Moscardón, Teruel (España)
martirio: 24 Octubre 1936 en Gijón, Asturias (España)

11. IRENEO RODRÍGUEZ GONZÁLEZ
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 10 Febrero 1879 en Los Balbases, Burgos (España)
martirio: 06 Diciembre 1936 en Guadalajara (España)

12. GREGORIO CERMEÑO BARCELÓ
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 09 Mayo 1874 en Sitios, Zaragoza (España)
martirio: 06 Diciembre 1936 en Guadalajara (España)

13. VICENTE VILUMBRALES FUENTE
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 05 Abril 1909 en Reinoso de Bureba, Burgos (España)
martirio: 06 Diciembre 1936 en Guadalajara (España)

14. NARCISO PASCUAL y PASCUAL
hermano de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 11 Agosto 1917 en Sarreaus de Tioira, Orense (España)
martirio: 06 Diciembre 1936 en Guadalajara (España)

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