Ártículos Más Recientes

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Abad

Martirologio Romano: En el monasterio de Cava, en la Campania, Italia, san León I, abad, que proveyó a los pobres con el trabajo de sus manos y les protegió ante los príncipes (1079). ( 1079)

Fecha de canonización: Su culto fue sido confirmado por Gregorio XIII en 1579 y luego, el 21 de diciembre de 1893, el Papa León XIII confirmó el culto de los cuatro primeros abades de Cava.

Breve Biografía


León oriundo de Lucca (Italia), fue uno de los primeros discípulos del San Alferio, el noble eremita salernitano, de cuando aquel aún vivía en su cueva “arsicia”. La bondad, humildad y piedad, que lo caracterizaban hicieron que el anciano Alferio lo eligiera como su sucesor al frente de la nueva abadía de la Santísima Trinidad de Cava de’ Tirreni, que él había fundado.

León gobernó el monasterio durante unos treinta años, desde 1050 hasta 1079, llevando siempre un estilo de vida muy simple. Al inicio de su gobierno como abad tuvo que afrontar la arrogancia de un noble de la localidad, cuyo nombre se desconoce, quien incluso llegó a atacar el monasterio y a tomar como prisionero al abad por un corto tiempo.

San León se las arregló para ganarse el favor de los barones locales, quienes hacían llegar muchas donaciones a la Abadía de la Trinidad.

Se dice que a menudo San León se alejaba a recoger leña en el bosque que luego vendía en Salerno, con el dinero así obtenido ayudaba a los pobres.

Siendo ya anciano confió la tarea de Abad a San Pedro “Pappacarbone”, cuando este renunció al obispado de Policastro; se retiró a una zona cercana a la iglesia de San León en Vietri, pero tuvo que retomar la administración de la abadía para suavizar el rigor cluniacense establecido por Pedro, rigor que había despertado el descontento entre los monjes.

Durante su gobierno el papa Gregorio VII confirmó solemnemente el «Ordo Cavensis» (Orden de Cava, propia para el monasterio). Murió el 12 de julio de 1079 y fue sepultado en la ruta Arsicia, hoy incluida en la Capilla de los Santos Padres, donde reposan las reliquias de san Alferio y de los demás santos y beatos de la famosa abadía.

responsable de la traducción: Xavier Villalta

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Por: Lamberto de Echeverría, Bernardino Llorca y José Luis Repetto Betes | Fuente: AÑO CRISTIANO Edición 2005

Mártir

Martirologio Romano: En Londres, en Inglaterra, beato David Gunston, mártir, caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén, que por no reconocer el poder del rey Enrique VIII en los asuntos espirituales, fue ahorcado en el patíbulo de Southwark. ( 1581)

Fecha de canonización: 15 de diciembre de 1929, durante el pontificado de PÍO XI.

Breve Biografía


El día 12 de julio de 1541 fue ajusticiado en St. Thomas Waterings el caballero de Malta David Gunston o Gonson, acusado de traición al rey, pero en realidad fue a causa de su fe católica.

Era hijo de William Gunston, vicealmirante de la flota inglesa y tesorero de la Marina. Había ingresado en la Orden de Malta y había estado en la isla de Malta hasta que por asuntos de la misma Orden decidió volver a Inglaterra. Enrique VIII había decidido suprimir la Orden en Inglaterra y apoderarse de todos sus bienes. Para ello llevó una ley al Parlamento que se la aprobó el 10 de mayo de 1540. Para entonces David ya estaba en Inglaterra.

Todo hace suponer que David no ocultaba el juicio religioso que le merecía la conducta del rey, al arrogarse la supremacía en materia religiosa, negar el primado universal del Papa y reformar la religión a su gusto. En Malta ciertamente David no había dudado en calificar al rey de hereje por negar el primado del Papa.

Como negar la supremacía religiosa del rey era considerado delito de traición (ley 26, cap. 13), David fue formalmente acusado de traición el 8 de octubre de 1540 ante el Consejo Privado por sir John Stony, basándose en una declaración de un tal Philip Babbington. Como resultado David fue arrestado y encerrado en la Torre y el día de la Trinidad de 1541 fue procesado. A las acusaciones de haber hablado mal del rey y de negar su supremacía religiosa se añadió la de haber dicho que del Papa no se puede apelar a nadie en la tierra y desde luego no al rey. Ha habido discusiones sobre el tenor literal inglés de las palabras de David, pero lo que queda claro es que para él en materia religiosa las apelaciones eran al Papa, como cabeza de la Iglesia, y no al rey, a quien debían hacerse según las leyes de Inglaterra.

David fue sentenciado a muerte como traidor, entregado al mariscal y llevado a la cárcel de Marshalsea, de donde fue llevado al lugar de la ejecución.

AÑO CRISTIANO Edición 2005
Autores: Lamberto de Echeverría (†), Bernardino Llorca (†) y José Luis Repetto Betes
Editorial: Biblioteca de Autores Católicos (BAC)
Tomo VII Julio ISBN 84-7914-763-6


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Padres de Santa Teresita de Lisieux

Martirologio Romano: En Burdeos, Francia, Santos Celia Guérin y Luis Martin, matrimonio cristiano, padres de Santa Teresita del NIño Jesús, cuya memoria conjunta se celebra en la fecha de su boda..

Fecha de canonización: 18 de octubre de 2015 por S. S. Francisco

Breve Biografía


San Luis MartinLuis Martin nació en Burdeos el 22 de agosto de 1823, segundo hijo de una familia de cinco hermanos. Su padre, militar de carrera, se encuentra por esa época en España; los primeros años de infancia de los hermanos Martin transcurren a merced de las guarniciones de su padre: Burdeos, Aviñón y Estrasburgo (Francia). Llegada su jubilación, en diciembre de 1830, el capitán Martin se establece en Alençon, en Normandía. Durante su actividad de militar había destacado por su piedad ejemplar. En una ocasión, al decirle el capellán de su regimiento que, entre la tropa, se extrañaban de que, durante la Misa, permaneciera tanto tiempo de rodillas después de la consagración, él respondió sin pestañear: «¡Dígales que es porque creo!». Tanto en el seno de su familia como con los Hermanos de las Escuelas Cristianas, Luis recibe una fuerte educación religiosa. Al contrario de la tradición familiar, no escoge el oficio de las armas, sino el de relojero, que casa mejor con su temperamento meditabundo y silencioso, y con su gran habilidad manual. Primeramente aprende el oficio en Rennes y, luego, en Estrasburgo.

En el umbral del otoño de 1845, Luis toma la decisión de entregarse por completo a Dios, por lo que se encamina al Hospicio de San Bernardo el Grande, en el corazón de los Alpes, donde los canónigos consagran su vida a la oración y a rescatar a los viajeros perdidos en la montaña. Se presenta ante el prior, quien le insta a que regrese a su casa a fin de completar sus estudios de latín antes de un eventual ingreso en el noviciado. Tras una infructuosa tentativa de incorporación tardía al estudio, Luis, muy a pesar suyo, renuncia a su proyecto. Para perfeccionar su instrucción, se marcha a París, regresando e instalándose a continuación en Alençon, donde vive con sus padres. Lleva una vida tan ordenada que sus amigos dicen : «Luis es un santo».

Santa Celia GuérinTantas son sus ocupaciones que Luis ni siquiera piensa en el matrimonio. A su madre le preocupa, pero en la escuela de encajes, donde ella asiste a clase, se fija en una joven, hábil y de buenos modales. ¿Y si fuera la «perla» que ella desea para su hijo? Aquella joven es Celia Guérin, nacida en Gandelain, en el departamento de Orne (Normandía), el 23 de diciembre de 1831, la segunda de tres hermanos. Tanto el padre como la madre son de familia profundamente cristiana. En septiembre de 1844 se instalan en Alençon, donde las dos hermanas mayores reciben una esmerada educación en el internado de las Religiosas del Sagrado Corazón de Picpus.

Celia piensa en la vida religiosa, al igual que su hermana mayor, que llegará a ser sor María Dositea en la Visitación de Le Mans. Pero la superiora de las Hijas de la Caridad, a quien Celia solicita su ingreso, le responde sin titubear que no es ésa la voluntad de Dios. La joven se inclina ante tan categórica afirmación, aunque no sin tristeza. Pero un hermoso optimismo sobrenatural la hace exclamar: «Dios mío, accederé al estado de matrimonio para cumplir con tu santa voluntad. Te ruego, pues, que me concedas muchos hijos y que se consagren a ti». Celia entra entonces en una escuela de encajes con objeto de perfeccionarse en la confección del punto de Alençon, técnica de encaje especialmente célebre. El 8 de diciembre de 1851, festividad de la Inmaculada Concepción, tiene una inspiración: «Debes fabricar punto de Alençon». A partir de ese momento se instala por su cuenta.

Un día, al cruzarse con un joven de noble fisonomía, de semblante reservado y de dignos modales, se siente fuertemente impresionada, y una voz interior le dice: «Este es quien he elegido para ti». Pronto se entera de su identidad; se trata de Luis Martin. En poco tiempo los dos jóvenes llegan a apreciarse y a amarse, y el entendimiento es tan rápido que contraen matrimonio en la noche entre el 12 y 13 de de julio de 1858, tres meses después de su primer encuentro. Luis y su esposa se proponen vivir como hermano y hermana, siguiendo el ejemplo de San José y de la Virgen María. Diez meses de vida en común en total continencia hacen que sus almas se fundan en una intensa comunión espiritual, pero una prudente intervención de su confesor y el deseo de proporcionar hijos al Señor les mueven a interrumpir aquella santa experiencia. Celia escribirá más tarde a su hija Paulina: «Sentía el deseo de tener muchos hijos y educarlos para el Cielo». En menos de trece años tendrán nueve hijos, y su amor será hermoso y fecundo.

En las antípodas

«Un amor que no es «hermoso», es decir, un amor que queda reducido a la satisfacción de la concupiscencia, o a un «uso» mutuo del hombre y de la mujer, hace que las personas lleguen a ser esclavas de sus debilidades» (Carta a las familias, 13). Desde ese punto de vista, las personas son utilizadas como si fueran cosas: la mujer puede llegar a ser un objeto de deseo para el hombre, y viceversa; los hijos, una carga para los padres; la familia, una institución molesta para la libertad de sus miembros. Nos encontramos entonces en las antípodas del verdadero amor. «Al buscar sólo el placer, podemos llegar a matar el amor, y a matar sus frutos, dice el Papa. Para la cultura del placer, el fruto bendito de tu seno» (Lc 1, 42) se convierte en cierto sentido en un «fruto maldito», es decir, no deseado, que se quiere suprimir mediante el aborto. Esa cultura de muerte se opone a la ley de Dios: «Respecto a la vida humana, la Ley de Dios carece de equívocos y es categórica. Dios nos ordena: No matarás (Ex 20, 13). Así pues, ningún legislador humano puede afirmar: Te está permitido matar, tienes derecho a matar, deberías matar» (Ibíd., 21).

«Sin embargo, añade el Papa, constatamos cómo se está desarrollando, sobre todo entre los jóvenes, una nueva conciencia por el respeto a la vida a partir de la concepción... Es un germen de esperanza para el futuro de la familia y de la humanidad» (Ibíd.). Así es; pues en el recién nacido se realiza el bien común de la familia y de la humanidad. Los esposos Martin experimentan esa verdad al recibir a sus numerosos hijos: «No vivíamos sino para nuestros hijos; eran toda nuestra felicidad y solamente la encontrábamos en ellos», escribirá Celia. Sin embargo, su vida conyugal no está carente de pruebas. Tres de sus hijos mueren prematuramente, dos de ellos eran los varones; después fallece de repente María Helena, de cinco años y medio. Plegarias y peregrinaciones se suceden en medio de la angustia, en especial en 1873, durante la grave enfermedad de Teresa y la fiebre tifoidea de María. En medio de los mayores desasosiegos, la confianza de Celia se ve fortificada por la demostración de fe de su esposo, en particular por su estricta observancia del descanso dominical: Luis nunca abre la tienda los domingos. Es el día del Señor, que se celebra en familia; primero con los oficios de la parroquia y luego con largos paseos; los niños disfrutan en las fiestas de Alençon, jalonadas de cabalgatas y de fuegos artificiales.

La educación de los hijos es a la vez alegre, tierna y exigente. En cuanto tienen uso de razón, Celia les enseña a ofrecer su corazón al Señor cada mañana, a aceptar con sencillez las dificultades diarias «para contentar a Jesús». Esta será la marca indeleble y la base de la «pequeña vía» que enseñará su benjamina, la futura Santa Teresita. «El hogar es así la primera escuela de vida cristiana», como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (Catecismo, 1657). Luis ayuda a su esposa en sus tareas con los niños: sale a las cuatro de la madrugada en busca de una nodriza para uno de los más pequeños, que está enfermo; acompaña a su mujer a diez kilómetros de Alençon durante una noche helada hasta la cabecera de su primer hijo, José; cuida a su hija mayor, María, cuando padece la fiebre tifoidea, a la edad de trece años, etc.

El dinamismo que da el amor

El gran dinamismo de Luis Martin no recuerda en nada a aquel «dulce soñador», como se le ha descrito a veces. Para ayudar a Celia, que se encuentra desbordada por el éxito de su empresa de encajes, abandona la relojería. El encaje se trabaja en piezas de 15 a 20 centímetros, empleándose hilos de lino de una gran calidad y de una finura extrema. Una vez ejecutado el «trazo», el «pedazo» pasa de mano en mano según el número de puntos de que se compone – existen nueve, que constituyen otras tantas especialidades. A continuación se procede a su encajadura, una delicada labor que se consigue mediante agujas e hilos cada vez más finos. Es la propia Celia quien une de manera invisible las piezas que le traen las encajeras que trabajan a domicilio. Pero hay que buscar salidas para el producto, y Luis destaca en el aspecto comercial y hace que aumenten considerablemente los beneficios de la empresa. Sin embargo, también sabe encontrar momentos de descanso y de ir a pescar.

Además, los esposos Martin forman parte de varias asociaciones piadosas: Orden Tercera de San Francisco, adoración nocturna, etc. La fuerza que necesitan la obtienen de la observancia amorosa de las prescripciones y de los consejos de la Iglesia: ayunos, abstinencias, Misa diaria y confesión frecuente. «La fuerza de Dios es mucho más poderosa que vuestras dificultades – escribe el Papa Juan Pablo II a las familias. La eficacia del sacramento de la Reconciliación es inmensamente mayor que el mal que actúa en el mundo... Incomparablemente mayor es, sobre todo, el poder de la Eucaristía... En este sacramento, Cristo se entrega a sí mismo como alimento y como bebida, como fuente de poder salvífico... La vida que de Él procede es para vosotros, queridos esposos, padres y familias. Recordad que instituyó la Eucaristía en un contexto familiar, en el transcurso de la Última Cena... Y las palabras que entonces pronunció conservan todo el poder y la sabiduría del sacrificio de la Cruz» (Ibíd., 18).

Unos frutos duraderos

Del manantial eucarístico, Celia obtiene una energía superior a la media de las mujeres, y su esposo una ternura superior a la media de los hombres. Luis gestiona la economía y consiente de buen grado ante las peticiones de su esposa: «En cuanto al retiro de María en la Visitación, escribe Celia a Paulina, sabes que a papá no le gusta nada separarse de vosotras, y había dicho primero formalmente que no iría... Anoche María se estaba quejando de ello y yo le dije: «Déjalo de mi cuenta; siempre consigo lo que quiero, sin forzar demasiado; todavía falta un mes; es suficiente para convencer diez veces a tu padre». No me equivocaba, pues apenas una hora después, cuando regresó, se puso a hablar amistosamente con tu hermana (María)... «Bien, me dije, este es el momento oportuno», e hice una insinuación al respecto. «¿Así que deseas de verdad ir a ese retiro?», dijo papá a María: «Sí, papá. – ¡Pues bien, puedes ir!»... Creo que yo tenía una buena razón para que María fuera a aquel retiro. Si bien suponía un gasto, el dinero no es nada cuando se trata de la santificación de un alma; y el año pasado María regresó completamente transformada. Los frutos todavía duran, aunque ya es hora de que renueve su provisión».

Los retiros espirituales producen frutos de conversión y de santificación, porque, bajo el efecto de su dinamismo, el alma, dócil a las iluminaciones y a los movimientos del Espíritu Santo, se purifica siempre más de los pecados y practica las virtudes, imitando al modelo absoluto que es Jesucristo, para conseguir una unión más íntima con él. Por eso dijo el Papa Pablo VI: «La fidelidad a los ejercicios anuales en un medio apartado asegura el progreso del alma». Entre todos los métodos de ejercicios espirituales «existe uno que obtuvo la completa y reiterada aprobación de la Sede Apostólica... el método de San Ignacio de Loyola, de quien Nos complace llamar Maestro especializado en ejercicios espirituales» (Pío XI, Encíclica Mens Nostra).

La vida profundamente cristiana de los esposos Martin se abre naturalmente a la caridad para con el prójimo: limosnas discretas a las familias necesitadas, a las que se unen sus hijas, según su edad; asistencia a los enfermos, etc. No tienen miedo de luchar justamente para reconfortar a los oprimidos. Así mismo, realizan juntos las gestiones necesarias para que un indigente pueda entrar en el hospicio, cuando éste no tiene derecho al no tener suficiente edad para ello. Son servicios que sobrepasan los límites de la parroquia y que dan testimonio de un gran espíritu misionero: espléndidas ofrendas anuales para la Propagación de la Fe, participación en la construcción de una iglesia en Canadá, etc.

Pero la intensa felicidad familiar de los Martin no debía durar demasiado tiempo. A partir de 1865, Celia se percata de la presencia de un tumor maligno en el pecho, surgido después de una caída contra el borde de un mueble. Tanto su hermano, que es farmacéutico, como su marido no le conceden demasiada importancia; pero a finales de 1876 el mal se manifiesta y el diagnóstico es concluyente: «tumor fibroso no operable» a causa de su avanzado estado. Celia lo afronta hasta el final con toda valentía; consciente del vacío que supondrá su desaparición, le pide a su cuñada, la señora Guérin, que, después de su muerte, ayude a su marido en la educación de los más pequeños.

Su muerte acontece el 28 de agosto de 1877. Para Luis, de 54 años de edad, supone un abatimiento, una profunda llaga que sólo se cerrará en el Cielo. Pero lo acepta todo, con un espíritu de fe ejemplar y con la convicción de que su «santa esposa» está en el Cielo. Y cumplirá con la labor que había empezado en la armonía de un amor intachable: la educación de sus cinco hijas. Para ello, escribe Teresita, «aquel corazón tierno de papá había añadido al amor que ya poseía un amor realmente maternal». La señora Guérin se ofrece para ayudar a la familia Martin, invitando a su cuñado a trasladar su hogar a Lisieux. Para aquellas pequeñas huérfanas, la farmacia de su marido será su segunda casa y la intimidad que une a ambas familias crecerá con las mismas tradiciones de sencillez, labor y rectitud. A pesar de los recuerdos y de las fieles amistades que podrían retenerlo en Alençon, Luis se decide a sacrificarlo todo y a mudarse a Lisieux.

Un gran honor

La vida en los «Buissonnets», la nueva casa de Lisieux, resulta más austera y retirada que en Alençon. La familia mantiene pocas relaciones, y cultiva el recuerdo de la persona a la que el señor Martin sigue designando con el nombre de «vuestra santa mamá». Las más jovencitas son confiadas a las Benedictinas de Nuestra Señora del Prado. Pero Luis sabe procurarles distracciones: sesiones teatrales, viajes a Trouville, estancia en París, etc., intentando que, a través de todas las realidades de la vida, encuentren la gloria de Dios y la santificación de las almas.

Su santidad personal se revela sobre todo en la ofrenda de todas sus hijas, y después de sí mismo. Celia ya preveía la vocación de las dos mayores, pues Paulina ingresaba en el Carmelo de Lisieux en octubre de 1882, y María en octubre de 1886. Al mismo tiempo, Leonina, de difícil temperamento, inicia una serie de infructuosos intentos; en primer lugar en las Clarisas, y luego en la Visitación, donde, tras dos intentos fallidos, acabará ingresando definitivamente en 1899. Teresa, la benjamina, la «pequeña reina», conseguirá vencer todos los obstáculos hasta ingresar en el Carmelo a los 15 años, en abril de 1888. Dos meses después, el 15 de junio, Celina revela a su padre que también ella siente la llamada de la vida religiosa. Ante aquel nuevo sacrificio, la reacción de Luis Martin es espléndida: «Ven, vayamos juntos ante el Santísimo a darle gracias al Señor por concederme el honor de llevarse a todas mis hijas».

A imitación del señor Martin, los padres deben acoger las vocaciones como un don de Dios, escribe el Papa Juan Pablo II: «Vosotros, padres, dad gracias al Señor si ha llamado a la vida consagrada a alguno de vuestros hijos. ¡Debe ser considerado un gran honor – como lo ha sido siempre– que el Señor se fije en una familia y elija a alguno de sus miembros para invitarlo a seguir el camino de los consejos evangélicos! Cultivad el deseo de ofrecer al Señor a alguno de vuestros hijos para el crecimiento del amor de Dios en el mundo. ¿Qué fruto de vuestro amor conyugal podríais tener más bello que éste?» (Vita consecrata, 25 de marzo de 1996, nº 107).

La vocación es ante todo una iniciativa divina, pero una educación cristiana favorece la respuesta generosa a la llamada de Dios: «En el seno de la familia, los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la vocación personal de cada uno y, con especial cuidado, la vocación a la vida consagrada» (Catecismo, 1656). Por lo tanto, «si los padres no viven los valores evangélicos, será difícil que los jóvenes y las jóvenes puedan percibir la llamada, comprender la necesidad de los sacrificios que han de afrontar y apreciar la belleza de la meta a alcanzar. En efecto, es en la familia donde los jóvenes tienen las primeras experiencias de los valores evangélicos, del amor que se da a Dios y a los demás. También es necesario que sean educados en el uso responsable de su libertad, para estar dispuestos a vivir de las más altas realidades espirituales según su propia vocación» (Vita consecrata, ibíd.).

«Soy demasiado feliz»

Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz dará testimonio de la manera concreta en que su padre vivía el Evangelio: «Lo que más me llamaba la atención eran los progresos en la perfección que hacía papá; a imitación de San Francisco de Sales, había conseguido dominar su natural vivacidad, hasta el punto que parecía que poseía la naturaleza más dulce del mundo... Las cosas de este mundo apenas parecían rozarle, y se recuperaba con facilidad de las contrariedades de la vida». En mayo de 1888, en el transcurso de una visita a la iglesia donde se había celebrado su boda, a Luis se le representan las etapas de su vida, y enseguida se lo cuenta sus hijas: «Hijas mías, acabo de regresar de Alençon, donde he recibido tantas gracias y consuelos en la iglesia de Nuestra Señora que he hecho la siguiente plegaria: Dios mío, ¡esto es demasiado! Sí, soy demasiado feliz, no es posible ir al Cielo de este modo, quiero sufrir algo por ti. Así que me he ofrecido...». La palabra «víctima» desaparece de sus labios, no se atreve a pronunciarla, pero sus hijas lo han comprendido.

Así pues, Dios no tarda en satisfacer a su siervo. El 23 de junio de 1888, aquejado de accesos de arteriosclerosis que le afectan en sus facultades mentales, Luis Martin desaparece de su domicilio. Tras muchas tribulaciones, lo encuentran en Le Havre el día 27. Es el principio de una lenta e inexorable degradación física. Poco tiempo después de que Teresa tomara los hábitos, momento en que se había mostrado «tan apuesto y tan digno», es víctima de una crisis de delirio que hace necesario su internamiento en el hospital del Salvador de Caen; es una situación humillante que acepta con extraordinaria fe. Cuando consigue expresarse repite sin cesar: «Todo sea para la mayor gloria de Dios»; o también: «Nunca había sufrido una humillación en la vida, por eso necesitaba una». En mayo de 1892, cuando ya las piernas sufren de parálisis, lo devuelven a Lisieux. «¡Adiós, hasta el Cielo!», consigue decir a sus hijas con motivo de su última visita al Carmelo. Se apagará dulcemente como consecuencia de una crisis cardíaca el 29 de julio de 1894, asistido por Celina, que había demorado su entrada en el Carmelo para dedicarse a él.

Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz llegará a decir: «El Señor me concedió un padre y una madre más dignos del Cielo que de la tierra». Que podamos llegar también nosotros, siguiendo su ejemplo, a la Morada eterna que la santa de Lisieux denomina «el hogar Paterno de los Cielos».

Beatificación

La Santa Sede admitió la “inexplicable curación” de un niño nacido en 2002 con grave e incurable insuficiencia pulmonar en Monza (Italia) por intercesión del matrimonio de Martín y Celia Guérin.

El niño nació el 25 de mayo del año 2002, y el 2 de junio, cuando lo bautizaron, a sus padres se les informó que su muerte era inminente.Los padres dedicaron una novena a Louis y Zelie Martin pidiendo por su hijo y en pocas semanas la condición del niño mejoró notablemente. Hace poco cumplió un año y es un niño sano sin síntomas ni signos de su prematura gravedad.

Los médicos que analizaron el caso sostienen que no hay explicación científica para justificar la curación del niño.

S.S. Benedicto XVI los declararó beatos de la Iglesia el día 19 de Octubre de 2008.
 

Canonización
Fuente: ACI Prensa

La Santa Sede informó el 18 de marzo de 2015 que el Papa Francisco autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos promulgar el decreto que reconoce el milagro que elevará a los altares a los padres de Santa Teresita de Lisieux, Louis Martin y Maria Zelie Guérin, cuya intercesión permitió la sanación de una bebé española.

El milagro atribuido a su intercesión tiene como protagonista a Carmen, una niña que nació en Valencia (España), el día de la Fiesta de Santa Teresa de Ávila, cuatro días después de que el matrimonio fuera beatificado en Francia.

Durante el embarazo, la madre de Carmen tuvo numerosos problemas. Después de muchos cuidados, la niña nació a los seis meses de gestación y con graves complicaciones. Las primeras palabras de la comadrona fueron “hay que esperar lo peor”.  La bebé tenía una hemorragia ventricular de grado 4 (sangrado severo en el cerebro). “Comenzó con una hemorragia cerebral pero se complicó con los pulmones, el corazón…”, recuerdan los padres.

Carmen no respondía a los tratamientos médicos, por lo que temían su muerte. Sin embargo, como la pequeña nació en la Fiesta de Santa Teresa de Ávila, el padre decidió pedirle a Santa Teresa que intercediera por ella.

Acudió a uno de los conventos que las Carmelitas Descalzas tienen cerca de la ciudad y a través de un intercomunicador las contó la situación y pidió que rezasen por Carmen. El domingo siguiente regresó con su mujer a Misa y volvieron a pedir el rezo de las religiosas, quienes, días más tarde y ante el empeoramiento del estado de salud de la niña, sugirieron pedir la intercesión de Luis y Celia,  padres de Santa Teresita.

Las Carmelitas pensaron que quizás se obrase el milagro, como sucedió con el niño de Milán (Italia) que se curó milagrosamente y gracias al cual fueron beatificados.

Finalmente, Carmen se sanó de manera milagrosa y los diferentes médicos confesaron que se trata de "algo extraordinario".

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SANTA VERÓNICA

LA MUJER QUE SECÓ LA SANGRE DE JESÚS





Etimología: Verónica = Aquella que es la verdadera imagen o Aquella que es la imagen verdadera, viene de de la palabra latina "vero" y de la palabra griega "eikom".

Santa Verónica es recordada por su gesto compasivo hacia Jesús en Su camino al Calvario. Unos le agredían, otros permanecían indiferentes ante tanta crueldad. Ella se le acercó y le enjugó el rostro con su velo. Aquel divino rostro, cruelmente golpeado, ensangrentado y sudoroso suscitó en el corazón de Santa Verónica la misericordia. La fuente de Misericordia recibe de ella en aquel momento un amor que casi todos le negaron. 

Aunque poco sabemos de la vida de Verónica y su acto de amor no aparece en las Sagradas Escrituras, la tradición lo ha recogido como un acto ejemplar que recordamos en la sexta estación del Via Crucis. Dante lo evoca en el canto XXXI del Paraíso.

Santa Verónica es mujer de gran valentía, ya que su acto de amor le podría haber causado una peligrosa reacción por parte de los romanos o de las turbas. Es mujer de gran compasión, ya que venció todo miedo y decidió amar en medio de una multitud movida por odio o la indiferencia.

Santa Verónica, ruega por nosotros. Que sepamos consolar a Cristo en el Vía Crucis de hoy.

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X Papa

Martirologio Romano: En Roma, conmemoración de san Pío I, papa, hermano de Hermas, autor éste de una obra cuyo título es El Pastor, denominación que bien mereció el santo Pontífice, pues durante quince años fue de verdad un buen pastor que guardó la Iglesia (155).

Etimológicamente: Pío = Aquel que es piadoso, es de origen latino.

Breve Biografía


Fecha de nacimiento desconocida: nombrado Papa hacia el año 140 hasta el 154. De acuerdo con la lista más antigua del Papado, dado por Ireneo, Pío fue el noveno sucesor de S. Pedro. El único dato cronológico que poseemos es supuesto por el año de la muerte de S. Policarpo de Esmirna, el cual está referido con gran certeza al año 155-6.

En su visita a Roma en el año anterior a su muerte, Policarpo se presento ante Aniceto, el sucesor de Pío. Obispo de allí. Por consecuencia la muerte de Pío debió haber ocurrido cerca del año 154. El "Liber Pontificalis" dice que el padre de Pío era Rufino y lo declara nativo de Alquileia, sin embargo es probablemente una conjetura de autor que había escuchado de Rufino de Alquileia.

Durante el pontificado de Pío, la Iglesia Romana, fue visitada por varios herejes, que buscaban propagar sus falsas doctrinas entre los fieles de esta capital. El gnóstico Valentín que había hecho su aparición durante el pontificado del Papa Higinio, continuómostrando esas herejías, aparentemente no sin éxito. El gnóstico Cerdos estuvo activo también en Roma, en este perdido, durante el cual Marción llegó a la capital. Excomulgado por Pío, fue el último fundador de esta doctrina herética. Tambien maestros católicos visitaron la iglesia romana, el más importante fue S. Justino, el cual expuso las enseñanzas cristianas, durante el pontificado de Pío y el de su sucesor.

De esta manera, adquiere una gran actividad la comunidad cristiana de Roma, la cual es claramente visitada como el centro de la iglesia. El "Liber Pontificalis" habla de la decisión de este Papa de que los judíos convertidos al cristianismo deberían ser admitidos y bautizados. No sabemos que quiere decir con esto, sin duda aquí el autor de "Liber pontificalis", como casi siempre, refiere al Papa un decreto válido en la iglesia de su propio tiempo.

Una tardía leyenda, se refiere a la fundación de dos iglesias, la "titulus pudentis" (ecclesia Pudentiana) y la "titulus Praxedis", del tiempo de este Papa, del cual se supone también, que construyo un baptisterio cerca y haber ejercido funciones episcopales allí. Sin embargo esta leyenda, no tiene credibilidad histórica. Estas dos iglesias vinieron a existir en el siglo IV, y es posible que ellas sustituyeron a las casas cristianas en las cuales los fieles de Roma se reunían para los servicios divinos antes del tiempo de Constantino.

La leyenda sin embargo puede no estar alejada, en sus pruebas de este hecho. En muchos escritos posteriores (ej. Liber Pontificalis) el "Pastor" o "Shepherd" en el trabajo de Hermas, y desde el puesto de Pastor y Obispo Romano le es asignado un importante papel en la fundación de esas iglesias.

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Virgen y Mártir

Martirologio Romano: En Cesarea de Mauritania, santa Marciana, virgen, la cual, condenada a las fieras, alcanzó la palma del martirio. ( c.303)

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma: el Papa.

Breve Biografía


Santa Marciana, originaria de "Rusuccur" (actualmente Tigzirt), en Mauritania, abandonó valientemente todas las ventajas que procura el mundo para ir a encerrarse en una celda en Cesarea y guardar intacta su virginidad, bajo la mirada de Dios.

Sin embargo, ella creyó que era su deber declarar la guerra a la idolatría que entonces reinaba en África. Un día, al atravesar la plaza pública, no pudo soportar ver expuesta una estatua de Diana y le rompió la cabeza.

La apresaron, la golpearon con varas, y, después, la condenaron a morir en el anfiteatro, desgarrada por los dientes de las fieras. Cuando esperaba este último suplicio, la entregaron a los gladiadores para que violaran su castidad, pero Dios no permitió esta infamia.

Al llegarse la fecha del suplicio, Marciana fue expuesta primero a un león que no le hizo daño alguno; después, un toro se lanzó sobre ella y le hundió los cuernos en el pecho, con lo que cayó de bruces sobre el suelo, casi sin sentido. Por último, un leopardo la destrozó y en este tormento expiró.

Los manuscritos de las Actas no están de acuerdo sobre la fecha del martirio, 9 de enero, 9 ó 12 de julio. Baronio, en sus notas al Martirologio Romano, estima que el 12 de julio marca una traslación de reliquias y el 9 de enero, el aniversario del martirio. El 12 de julio el Martirologio menciona una santa Marciana, virgen y mártir, en Toledo. Baronio piensa que se trata de santa Marciana de Mauritania, venerada en Toledo. En el breviario mozárabe se encuentra un bello himno en su honor.

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11:49 p.m.

Por: . | Fuente: Vidas de los santos por Alban Butler

Laica

Martirologio Romano: En Kiev, ciudad de Rusia, (ahoara en Ucrania), santa Olga, abuela de san Vladimiro, la primera de la dinastía de los Ruriks que recibió el bautismo y el nombre de Helena, cuya conversión abrió a todo el pueblo ruso el camino del cristianismo. ( 969)

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma: el Papa.

Patronazgo: Patrona de conversos y viudas.

Breve Biografía


Se venera a santa Olga junto con su nieto, san Vladimiro, como a las primicias del cristianismo en Rusia. El monje Jacobo, con la grandilocuencia característica del siglo XI, los llama «nueva Elena y nuevo Constantino, iguales a los Apóstoles», y hasta la actualidad prevaleció en la tradición rusa llamar a Olga y a su nieto con ese título de «Equiapostólicos». Tanto Olga como Vladimiro eran bárbaros y crueles antes de su conversión. El príncipe Igor, de Kiev, esposo de la santa, murió asesinado. Para vengarle, Olga mandó dar muerte a los asesinos en calderos de agua hirviente y acabó, por medio de la traición, con centenares de sus partidarios.

Según la tradición popular, Olga fue la primera persona que recibió el bautismo en Rusia; pero está probado que eso es falso. Se cree que el bautismo de santa Olga tuvo lugar en Constantinopla, hacia el año 957. La santa representa, en cierto sentido, el elemento germánico de la evangelización de Rusia, ya que alrededor del año 959 pidió al emperador Otón I que enviase misioneros «a la tierra de Kiev»; pero la misión de san Adalberto de Magdeburgo fracasó: la santa no consiguió que su hijo Svyatoslav se convirtiese al cristianismo. A instancias de su madre, el príncipe respondía, no sin razón: «Si me convierto a una religión extranjera, mis súbditos se reirán de mí», recién con Vladimiro la religión cristiana hará entrada firme en el estado ruso.

Santa Olga murió a edad muy avanzada, el año 969. Según el cronista, Olga, después de su conversión, «siguió a nuestro Señor Dios en todas sus obras bondadosas, iluminándose con ellas, vistiendo a los desnudos, saciando a los sedientos y calmando a los peregrinos, a los indigentes, a las viudas y a los huérfanos, compadeciéndose de todos y entregando a todos lo que les era necesario, con serenidad y con amor en su corazón». Su nieto Vladimiro, que tenía apenas seis años cuando murió su abuela, hizo abrir su sepulcro y se encontró el cuerpo incorrupto, y lo hizo trasladar a la iglesia de Desiatina.

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5:10 p.m.
SAN BENITO DE NURSIA


ABAD




Patrón de Europa y Patriarca del monasticismo occidental


Benito de Nursia, conocido como San Benito, nació en (Nursia, cerca de la ciudad italiana de Spoleto, 480 – Montecasino, 547), fundó la orden de los benedictinos y es considerado patrón de Europa y patriarca del monaquismo occidental. Benito escribió una Regla para sus monjes que fue llamada "La Santa Regla" y que ha sido inspiración para los reglamentos de muchas otras comunidades religiosas. 

Su hermana gemela, Escolástica, también alcanzó la santidad. 

Después de haber recibido en Roma una adecuada formación, estudiando la retórica y la filosofía.

Se retiró de la ciudad a Enfide (la actual Affile), para dedicarse al estudio y practicar una vida de rigurosa disciplina ascética. No satisfecho de esa relativa soledad, a los 20 años se fue al monte Subiaco bajo la guía de un ermitaño y viviendo en una cueva. 

Tres años después se fue con los monjes de Vicovaro. No duró allí mucho ya que lo eligieron prior pero después trataron de envenenarlo por la disciplina que les exigía. 

Con un grupo de jóvenes, entre ellos Plácido y Mauro, fundo su primer monasterio en en la montaña de Cassino en 529 y escribió la Regla, cuya difusión le valió el título de patriarca del monaquismo occidental. Fundó numerosos monasterios, centros de formación y cultura capaces de propagar la fe en tiempos de crisis. 

Vida de oración disciplina y trabajo

Se levantaba a las dos de la madrugada a rezar los salmos. Pasaba horas rezando y meditando. Hacia también horas de trabajo manual, imitando a Jesucristo. Veía el trabajo como algo honroso. Su dieta era vegetariana y ayunaba diariamente, sin comer nada hasta la tarde. Recibía a muchos para dirección espiritual. Algunas veces acudía a los pueblos con sus monjes a predicar. Era famoso por su trato amable con todos. 

Su gran amor y su fuerza fueron la Santa Cruz con la que hizo muchos milagros. Fue un poderoso exorcista. Este don para someter a los espíritus malignos lo ejerció utilizando como sacramental la famosa Cruz de San Benito.

San Benito predijo el día de su propia muerte, que ocurrió el 21 de marzo del 547, pocos días después de la muerte de su hermana, santa Escolástica. Desde finales del siglo VIII muchos lugares comenzaron a celebrar su fiesta el 11 de julio. 

11:49 p.m.

Por: P. Felipe Santos | Fuente: Catholic.net

Monje y Arquitecto

Martirologio Romano: En Perugia, de la Umbría, san Pedro Vincioli, presbítero y abad, que reedificó una antigua iglesia dedicada a san Pedro que amenazaba ruina, y a ella unió un monasterio en el que, venciendo gran oposición y con gran paciencia, introdujo los usos y costumbres cluniacenses (1007).

Etimológicamente: Pedro = Aquel que es firme como la piedra, es de origen latino.

Breve Biografía


Uno de los monumentos más importantes de Peregia es la iglesia de san Pedro. Se ve a distancia en virtud o gracias a su campanario octogonal. Representa realmente algo bello con las líneas renacentistas del 1400 y 1500.

Pero lo más antiguo es la iglesia de san Pedro Vincioli, que vivió en el siglo X. Ya había otra iglesia más pequeña en honor de san Pedro, que fue fundada por san Escolano, Obispo y patrono de Peregia. Era la ciudad un maremagno de paganos y algunos cristianos que rezaban en su pequeña iglesia.

A Pedro le encantaba el arte que armonizaba con su entrega pastoral a todo el mundo. El Papa lo nombró abad de la iglesia y del monasterio al mismo tiempo.

Si hay que definir o entresacar la característica más importante de Pedro, sería, sin duda, su caridad para con los pobres y abandonados de la ciudad.

Estuvo a punto de morir a manos de unos ladrones , pero esta vez se salvó de la muerte que, realmente, le sobrevino de forma natural en el año 17007.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com


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11:49 p.m.

Mártir Laico

Martirologio Romano: En Odense, ciudad de Dinamarca, san Canuto, mártir, rey de ardiente celo, que dio gran esplendor al culto en su reino, promovió el estado clerical y asentó sólidamente las iglesias de Lund y Odense, siendo finalmente asesinado por unos sediciosos (1086).

Etimológicamente: Canuto = Aquel que es imprescindible,es de origen germánico.

Patronazgo: de Dinamarca

Breve Biografía


Canuto IV el Santo (en danés, Knud den Hellige) (1040 - 1086) reinó en Dinamarca desde 1080 hasta su asesinato en 1086. Era hijo natural de Sven II rey de Inglaterra. Sucedió a su hermano Harald III Hen.

Desde joven resaltan en él las mejores cualidades para la lucha y posee apreciadas dotes de conquistador. Pelea contra los piratas que destrozan las costas del reino y logra limpiar los mares; sale vencedor en las sangrientas guerras contra los vendos paganos. Crece más y más su estima entre el pueblo. Pero a la muerte de su padre usurpa el trono su hermano Harald porque la nobleza prefiere un rey flojo y estúpido, que muere a los dos años. Entonces es cuando sube al trono Canuto, corriendo el año 1080.


Se esfuerza por restablecer las buenas costumbres ya que se ha encontrado con un reino que aún sufre los tropiezos del paganismo. Purga al pueblo de vicios y desórdenes. Guerrea contra Estonia y añade a Dinamarca los territorios de Curlandia y Samogitia. Parece que no por ambición, sino por piedad; de hecho, inmediatamente manda misioneros que evangelicen a los habitantes de esas tierras.

Como suele suceder en un rey, se casó con Adela, hija de Roberto, conde de Flandes, de quien tuvo a Carlos el Bueno.

Dispone las cosas del reino con leyes humanas, sabias y prudentes. Hace por los menesterosos, construye hospitales, su tesoro es para los pobres. Favorece la misión de la Iglesia con la construcción de templos y patrocinando monasterios.

Precisamente la cuestión de los diezmos le indispone con los nobles. Intenta desarraigar en el pueblo la mala costumbre de atribuir únicamente a los pecados de los clérigos la causa de las calamidades que periódicamente afligen al pueblo, las enfermedades, catástrofes y todo tipo de desórdenes naturales.


Por su parte, adopta actitudes penitenciales. Tiene una piedad grande que le lleva a traer después de invadir Inglaterra, las reliquias de san Albano. Entre todas las actitudes religiosas destaca su amor y veneración por la Eucaristía. Sinceramente es capaz de poner a los pies de Cristo crucificado su espada, su corona y las insignias reales ¡y lo hace!

Es traicionado por su hermano Olao. Un día que asiste a la Misa en Odense, en la isla de Fünen y en la iglesia de san Albano, acompañado por algunos leales, los rebeldes capitaneados por Blacon rodean la Iglesia. Después de haber confesado y comulgado, muere asaeteado, perdonando a sus enemigos. Fue un 10 de enero del 1087. Es canonizado y proclamado primer santo de Dinamarca el año 1.100. El Papa Clemente X reconoce su culto para toda la Iglesia.

En nuestra época puede resultarnos extraña la figura de un santo rudo, peleón, invasor de tierras extrañas y exigente sin contemplaciones. Parece convencernos más su bondad con los pobres, su compasión con el débil, su piedad y penitencia. Pero él hizo lo que pudo para ser leal consigo mismo, bueno con su pueblo y fiel con la Iglesia. Eso era lo que le pedía el siglo de hierro, aquel oscuro tiempo bárbaro y turbulento.

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11:49 p.m.

Por: P. Felipe Santos | Fuente: Catholic.net

Virgenes y Mártires

Martirologio Romano: En Sabina, santas Anatolia y Victoria, mártires († c. 250).

Etimológícamente: Victoria = Aquella que resulta vencedora, es de origen latino
Etimológicamente: Anatolia = amanecer, es de origen griego.

Breve Reseña


Estas dos chicas eran muy amigas. Victoria tenía novio y se iba a casar pronto con él.

Quería que Anatolia, también muy guapa, hiciera los mismo. Incluso Eugenio, novio de Victoria, quiso buscarle un novio.

Pero ella insistía una y otra vez:" Es inútil que me lo digáis. No me casaré nunca".

Su amiga le contestaba que san Pedro estuvo casado y que los sacerdotes enseñan que el matrimonio es agradable al Señor.

Y ella repetía:"Le es más agradable la virginidad".

¿Cómo lo sabes?, volvía a preguntarle.
Y respondía: "Me lo ha dicho mi ángel de la guarda".

Se le apareció el ángel y le dijo: "El matrimonio es bueno, pero la virginidad es mejor; el matrimonio es de plata y la virginidad es de oro".

Estas palabras conmovieron tanto a Victoria que, desde ese instante, dejó aparte su noviazgo para seguir virgen.

Entonces, los dos jóvenes encerraron a las dos hermanas en sus casas de campo respectivas y trataron de vencerlas por el hambre. Pero al no obtener los resultados deseados las denunciaron al emperador por ser cristianas.

Todo razonamiento resultó inútil. Desesperado el novio, se lanzó sobre Anatolia y la estranguló.

El novio de Victoria quería ganársela con regalos.

Pero como seguía empeñada en su virginidad, le dijo al gobernador que enviase al verdugo para que le diese muerte.

Son dos mártires de los primeros siglos. Su martirio tuvo lugar entre Roma y Rieti.

¡Felicidades a quien lleve estos nombres!

Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com


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5:10 p.m.
SAN CRISTÓBAL DE LICIA

MÁRTIR






Patrono de los viajeros, transportistas y conductores
Mártir


Etimológicamente: Cristóbal = Aquel que es el Portador de Cristo, es de origen griego

San Cristóbal, popularísimo gigantón que antaño podía verse con su barba y su cayado en todas las puertas de las ciudades: era creencia común que bastaba mirar su imagen para que el viajero se viese libre de todo peligro durante aquel día. Hoy que se suele viajar en coche, los automovilistas piadosos llevan una medalla de san Cristóbal junto al volante.


¿Quién era? Con la historia en la mano poco puede decirse de él, como mucho que quizá un mártir de Asia menor a quien ya se rendía culto en el Siglo V. Su nombre griego, «el portador de Cristo», es enigmático, y se empareja con una de las leyendas más bellas y significativas de toda la tradición cristiana. Nos lo pintan como un hombre muy apuesto de estatura colosal, con gran fuerza física, y tan orgulloso que no se conformaba con servir a amos que no fueran dignos de él.

Cristóbal sirvió primero a un rey, aparente señor de la tierra, a quién Cristóbal vío temblando un día cuando le mencionarón al demonio.

Cristóbal entonces decidió ponerse al servicio del diablo, verdadero príncipe de este mundo, y buscó a un brujo que se lo presentará. Pero en el camino el brujo pasó junto a una Cruz, y temblando la evitó. Cristóbal le pregunto entoncés si él le temía a las cruces, contestandole el brujo que no, que le temía a quién había muerto en la Cruz, Jesucristo. Cristóbal le pregunto entonces si el demonio temía también a Cristo, y el brujo le contestó que el diablo tiembla a la sola mención de una Cruz donde murió él tal Jesucristo.

¿Quién podrá ser ese raro personaje tan poderoso aun después de morir? Se lanza a los caminos en su busca y termina por apostarse junto al vado de un río por donde pasan incontables viajeros a los que él lleva hasta la otra orilla a cambio de unas monedas. Nadie le da razón del hombre muerto en la cruz que aterroriza al Diablo.

Hasta que un día cruza la corriente cargado con un insignificante niño a quien no se molesta en preguntar; ¿qué va a saber aquella frágil criatura? A mitad del río su peso se hace insoportable y sólo a costa de enormes esfuerzos consigue llegar a la orilla: Cristóbal llevaba a hombros más que el universo entero, al mismo Dios que lo creó y redimió. Por fin había encontrado a Aquél a quien buscaba.

--¿Quién eres, niño, que me pesabas tanto que parecía que transportaba el mundo entero?--Tienes razón, le dijo el Niño. Peso más que el mundo entero, pues soy el creador del mundo. Yo soy Cristo. Me buscabas y me has encontrado. Desde ahora te llamarás Cristóforo, Cristóbal, el portador de Cristo. A cualquiera que ayudes a pasar el río, me ayudas a mí.

Cristóbal fue bautizado en Antioquía. Se dirigió sin demora a predicar a Licia y a Samos. Allí fue encarcelado por el rey Dagón, que estaba a las órdenes del emperador Decio. Resistió a los halagos de Dagón para que se retractara. Dagón le envió dos cortesanas, Niceta y Aquilina, para seducirlo. Pero fueron ganadas por Cristóbal y murieron mártires. Después de varios intentos de tortura, ordenó degollarlo. Según Gualterio de Espira, la nación Siria y el mismo Dagón se convirtieron a Cristo.

San Cristóbal es un Santo muy popular, y poetas modernos, como García Lorca y Antonio Machado, lo han cantado con inspiradas estrofas. Su efigie, siempre colosal y gigantesca, decora muchísimas catedrales, como la de Toledo, y nos inspira a todos protección y confianza.

Sus admiradores, para simbolizar su fortaleza, su amor a Cristo y la excelencia de sus virtudes, le representaron de gran corpulencia, con Jesús sobre los hombros y con un árbol lleno de hojas por báculo.

Esto ha dado lugar a las leyendas con que se ha oscurecido su vida. Se le considera patrono de los transportadores y automovilistas.

Su festividad en la actualidad es el 10 de julio, antiguamente se lo festejaba el 25 del mismo mes.

11:49 p.m.

Por: . | Fuente: Vatican.va

Virgen y Fundadora

Martirologio Romano: En Roma, beata María de Jesús Crucificado Petkovic, virgen, que habiendo nacido en Blato, en la isla de Korcula, en Croacia, se dedicó a la oración y a las obras de misericordia, y para servir especialmente a los pobres, enfermos y abandonados, fundó la Congregación de las Hijas de la Misericordia, que agregó a la Tercera Orden de San Francisco (1966).

Fecha de beatificación: 6 de junio de 2003 por S.S. Juan Pablo II

Breve Biografía


Nació el 10 de diciembre de 1892 en Blato, en la isla de Korcula (Croacia). Era la sexta de ocho hijos de Antonio y María Petkovic. Sus padres llevaban una vida ejemplar y educaron cristianamente a todos sus hijos. Muy pronto María mostró su inclinación a la piedad y a la misericordia. Al ver los sufrimientos, el hambre y las penurias de la gente, decidió esforzarse por proteger a los pobres, "hermanos elegidos y amados por el Señor", como solía llamarlos.

El 8 de septiembre de 1906, día de la Natividad de la Santísima Virgen, con ocasión de la visita pastoral del obispo, María entró a formar parte de la asociación de Hijas de María, de la que fue secretaria y luego presidenta. Leyendo las palabras de Jesús al joven rico, el 21 de noviembre sucesivo, sintió la vocación a entregarse totalmente a Cristo. Desde ese momento renovó cada día su promesa de amor al Señor. Luego entró a formar parte de la Tercera Orden Secular de San Francisco y cuando Dios le inspiró dar vida a un instituto religioso femenino quiso darle la Regla y la espiritualidad franciscana.

Impulsada por su vivo deseo de ayudar a los necesitados, y siguiendo las orientaciones del obispo de Dubrovnik, monseñor Josip Marcelic, en el día de la Anunciación del año 1919 fundó la congregación de Hijas de la Misericordia, para "la educación e instrucción de la juventud femenina". El mismo obispo, en 1928, la erigió canónicamente como instituto de derecho diocesano. Al inicio la madre Petkovic dudaba entre la clausura y la actividad apostólica, pero optó por esta última, inspirada por las palabras de san Francisco: "No vivir sólo para sí mismo, sino también para el bien del prójimo".

El 6 de diciembre de 1956 la congregación llegó a ser de derecho pontificio y fueron aprobadas sus Constituciones.

La madre María de Jesús Crucificado Petkovic trató de transmitir a sus religiosas la profunda devoción que sentía desde niña hacia Jesucristo crucificado. En una carta, escrita el 31 de agosto de 1953, a todas las Hijas de la Misericordia, las invitaba a "seguir a Cristo, escuchar a Cristo, humillarse en Cristo, sufrir silenciosamente en Cristo, arder en Cristo, perdonar en Cristo, amar en Cristo, sacrificarse en Cristo (...). Para quien ama al dulcísimo Jesucristo, nuestro Señor, será dulce incluso la palabra "sufrir" por amor a él. Sufrir, porque no hay verdadero amor sin sacrificios y sufrimientos por la persona amada. Cristo con la cruz y el sufrimiento ha salvado al mundo entero".
Era una mujer fuerte en las adversidades, tierna en sus afectos, pero sobre todo profundamente enamorada de Jesús crucificado, al que dedicó toda su vida y su obra. Sintió durante toda su existencia esta constante presencia del Crucificado. Lo tenía siempre ante sus ojos, y en su corazón, por eso afloraba continuamente a sus labios. Las principales virtudes que practicó y recomendó eran las que brillaban en Cristo crucificado: la pobreza, la humildad, la abnegación, hasta el sacrificio total de sí por el prójimo, sintetizado en una palabra: amor.

La madre Petkovic experimentaba una grandísima alegría en su servicio a los pobres, marginados y despreciados, porque reconocía en ellos el rostro de Jesús doliente. Por eso, nunca se cansaba de exhortar a las hermanas a que mostraran con su conducta y sus sacrificios que en ellas se había encarnado el amor, la bondad y la misericordia de Dios.

Sacaba su fuerza espiritual de la oración. Su vida se puede resumir en dos palabras: "Oración y apostolado". Desde el inicio, la oración constituyó el alma y el gran dinamismo de su amplia actividad. El "estar" con el Señor plasmaba el "ir" a los hermanos. La unión íntima con Dios se prolongaba en la comunión con el prójimo.

Sentía un profundo aprecio por las directrices y los consejos de los pastores de la Iglesia, ante los cuales siempre se manifestó muy dócil y obediente. En especial seguía con fidelidad las indicaciones del obispo y del Romano Pontífice. En una carta circular explica a sus religiosas el significado de la Regla y de las Constituciones: "Son la palabra y la ley de nuestro Señor... La Regla santa, el libro de la vida, el camino de la cruz, la llave y el vínculo de la amistad eterna".

La fama de santidad, de la que gozó durante su vida, se confirmó también después de su muerte, acontecida en Roma el 9 de julio de 1966.

Las Hijas de la Misericordia cuentan hoy con 429 religiosas, que trabajan en doce países de Europa y América. Se dedican a la educación de los niños y la juventud, a la asistencia a las personas ancianas y enfermas, y al apostolado parroquial.

Reproducido con autorización de Vatican.va


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11:49 p.m.

Mártir Capuchino

Martirologio Romano: En el campo de concentración de Dachau, cercano a Munich, de Baviera, en Alemania, beato Fidel Chojnacki, religioso de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, mártir, el cual, expatriado de Polonia en tiempo de guerra, fue internado en dicho campo por haber confesado a Cristo, siendo martirizado con terribles tormentos, por lo que mereció la gloria eterna (1942).

Etimológicamente: Fidel = fiel, digno de fe, viene de la lengua latina.

Fecha de beatificación: el 13 de junio de 1999 con otros 107 mártires polacos.por Juan Pablo II en Varsovia (Polonia),

Breve Biografía


Nació en Lodi el día de todos los Santos de 1906, siendo el último de seis hermanos. En el bautismo, que recibió tres días después, recibió el nombre de Jerónimo.

En familia recibió una educación religiosa ejemplar, frecuentando la parroquia de la Santa Cruz. Terminada la escuela superior, se inscribió en la academia militar. Acabados los estudios, no logró encontrar trabajo. Gracias a la ayuda de parientes, consiguió una ocupación durante un año en Szczuczyn Nowogrodzki en el instituto de la Previsión Social (ZUS) y sucesivamente en la Central de Correos de Varsovia. Era un empleado muy apreciado a causa de su fidelidad. Entretanto, junto con su tío, el padre Estanislao Sprusinski, colaboraba en la gestión de la Acción Católica.

Participó en la campaña contra el alcohol, siendo el mismo abstemio. En su actividad dentro de la Acción Católica, sintió la necesidad de una vida interior más profunda. Por esta razón entró en la Tercera Orden de San Francisco, radicada en la iglesia de los Capuchinos de Varsovia. Sus nobles dotes de carácter le ganaron la confianza de la gente, logrando en ocasiones reconciliar a personas enemistadas. En ese tiempo trabó amistad con el hoy Beato padre Aniceto Koplinski, el famoso limosnero de Varsovia. Las relaciones constantes con los capuchinos hicieron nacer en él la vocación religiosa.

El 27 de agosto 1933, en Nowe Miasto, recibió el hábito capuchino y el nombre religioso de Fidel. No obstante sus 27 años y su experiencia de la vida, denotaba grande franqueza y simplicidad, relacionándose amigablemente con todos. En el período del noviciado se preocupó de conocer los principios de la vida interior y se dedicó con empeño al propio perfeccionamiento espiritual.

Emitió los votos temporales el 28 de agosto de 1934 y partió para Zakroczym donde estudió la filosofía. Aquí, con el consentimiento de los superiores, fundó un Círculo de Colaboración Intelectual para los Clérigos. Continuó ocupándose del problema de la abstinencia del alcohol y fundó un Círculo de los Abstemios. Además cooperó con la Orden Tercera Franciscana.

Al principio de 1937 superó con valoración óptima el examen final de filosofía. El 28 de agosto de 1937 emitió los votos perpetuos. Seguidamente comenzó el estudio de la teología en el convento de Lublin. Meses después de estallar la II Guerra mundial, escribía el 18 de diciembre de 1939 una carta a su tío, el padre Estanislao Sprusinski, manifestando una cierta desazón y abatimiento por el hecho de no poder vivir y estudiar normalmente.

El 25 de enero de 1940, fue arrestado y encarcelado en el Castillo de Lublin. Soportó con serenidad e incluso con un cierto buen humor las duras condiciones de la cárcel, con falta de movimiento, de espacio y de aire.

A los 5 meses, el 18 de junio de 1940, fue trasladado junto con todo el grupo al campo de concentración de Sachsenhausen, cerca de Berlín. Se trataba de un campo modelo, de verdadero cuño prusiano, sobre todo con una disciplina y un orden que acababan en el aniquilamiento del individuo. Aquí el Siervo de Dios perdió su optimismo. El trato inhumano de los prisioneros le afectaba, induciéndolo al pesimismo.

El 14 de diciembre de 1940, con un convoy de sacerdotes y religiosos, fue trasladado al campo de concentración de Dachau, cerca de Munich, donde su estado de ánimo siguió empeorando. Se le imprimió en un brazo el número de matrícula 22.473. Las noticias de las continuas victorias del frente militar alemán no dejaban entrever a los prisioneros esperanzas de salir del campo. El hambre, el trabajo y las persecuciones eran cada vez más insoportables. La capacidad de superarse le abandonaba junto con la energía vital. Un trabajo muy superior a sus fuerzas, el hambre, la penuria del vestido le procuraron a fray Fidel una grave enfermedad pulmonar. Una mañana de invierno de 1942, mientras transportaba junto con un compañero una pesadísima olla de café de la cocina, resbaló de modo que el café hirviendo le salpicó causándole quemaduras graves. El castigo duro que le impuso el jefe del bloque debilitó más todavía su estado psicológico. El padre Cayetano Ambrozkiewicz, el compañero de desventura que logró sobrevivir, narra así el adiós del Siervo de Dios: "No olvidaré nunca aquella tarde de domingo del verano de 1942, cuando fray Fidel dejó nuestra barraca nº 28 para irse al bloque de los inválidos. Se hallaba tan quieto y absorto, en sus ojos había reflejos de serenidad, pero ya no eran reflejos de este mundo. Nos besó a todos, despidiéndose con palabras de San Francisco y diciendo: Alabado sea Jesucristo; hasta la vista en el cielo".

Algún tiempo después, el 9 de julio de 1942, se extinguió en la enfermería del campo. Su cuerpo fue quemado en un horno crematorio.


 


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Por: . | Fuente: Vatican.va

Virgen y Fundadora

Martirologio Romano: En Paulópolis, ciudad de Brasil, beata Paulina del Corazón de Jesús Agonizante (Amábilis) Wisenteiner, virgen, la cual, habiendo venido de Italia al Brasil siendo aún niña, abrazada la vida religiosa fundó la Congregación de Hermanitas de la Inmaculada Concepción, para atender a enfermos y pobres, a los que, pasando muchos trabajos y penalidades, sirvió con gran humildad y en asidua oración ( 1942).

Etimológicamente: Paulina = Aquella de pequeño tamaño, es de origen latino.

Fecha de canonización: Fue canonizado el 19 de mayo de 2002 por S.S. Juan Pablo II.

Breve Biografía


Amabile Lucia Wisintainer, hoy Santa Paulina, nació el 16 de diciembre de 1865 en Vígolo Vattaro, provincia de Trento, Italia, en ese tiempo región del Sur del Tirol, bajo el dominio de Austria.

En septiembre de 1875 la familia de Napoleone Wisintainer emigró con muchos otros tridentinos al Brasil donde fundaron la localidad de Vígolo en el actual municipio de Nueva Trento, en el estado de Santa Catarina.

Amabile, después de la primera comunión, que recibió más o menos a los doce años, comenzó a participar en el apostolado parroquial: Catecismo para los pequeños, visitas a los enfermos, y limpieza de la capilla de Vígolo.

El día 12 de julio de 1890, junto con su amiga, Virginia Rosa Nicolodi, Amabile acogió a una enferma de cáncer en fase terminal, dando inicio a la Congregación de las Hermanitas de la Inmaculada Concepción, aprobada por el obispo de Curitiba, Don José de Camargo Barros, el 25 de agosto de 1895.

En diciembre de 1895, Amabile y las dos primeras compañeras (Virginia y Teresa Ana Maule), hicieron los votos religiosos, y Amabile recibió el nombre de Hermana Paulina del Corazón Agonizante de Jesús. La santidad y la vida apostólica de la Madre Paulina y de sus hermanas atrajeron muchas vocaciones, a pesar de la pobreza y de las dificultades en que vivían.

En 1903, la Madre Paulina fue elegida superiora general “ad vitam” y dejó a Nueva Trento para cuidar de los huérfanos, hijos de antiguos esclavos y de los esclavos viejos y abandonados en Ipiranga, en la ciudad de San Pablo.

En 1909, fue depuesta del cargo de superiora general por el arzobispo de San Pablo, Don Duarte Leopoldo e Silva, y enviada a trabajar con los enfermos de la Santa Casa y con los ancianitos del asilo San Vicente de Paulo en Bragança Paulista, sin poder nunca más ocupar ningún otro cargo en su congregación.

Fueron años marcados por la oración, por el trabajo y por el sufrimiento: haciendo y aceptando todo para que la congregación de las Hermanitas siguiera adelante, y “nuestro Señor fuera conocido, amado y adorado por todos en todo el mundo”.

En 1918 fue llamada por la superiora general Madre Vicência Teodora, su sucesora, y con consentimiento de Don Duarte a la Casa Madre en Ipiranga, donde permaneció hasta su muerte, en una vida retirada, de intensa oración, asistiendo a las hermanas enfermas.

Como “Veneranda Madre Fundadora” se la destacó en el Decreto de Honor concedido por la Santa Sede a la congregación de las Hermanitas el 19 de mayo de 1933, y en la celebración del cincuentenario de la fundación, el 12 de julio de 1940, cuando la Madre Paulina hizo su testamento espiritual: “Sed muy humildes. Confiad siempre y mucho en la Divina Providencia; nunca, jamás, os desaniméis, aunque vengan vientos contrarios. Nuevamente os digo: Confiad en Dios y en María Inmaculada; manteneos firmes y !adelante!”.

A partir de 1938 la Madre Paulina comenzó a acusar graves disturbios a causa de la diabetes que padecía. Después de dos cirugías, en las cuales sufrió la amputación del dedo medio y luego del brazo derecho, pasó los últimos días víctima de la ceguera. Murió el 9 de julio de 1942; sus últimas palabras fueron: “Hágase la voluntad de Dios”.

La espiritualidad ignaciana recibida de sus directores espirituales tiene en la Madre Paulina características propias, que señalan a la “Veneranda Madre fundadora” como una religiosa en la cual se pueden admirar sus virtudes teologales, morales y religiosas en grado eminente o heroico. Fe profunda y confianza ilimitada en Dios, amor apasionado a Jesús Eucaristía, devoción tierna y filial a María Inmaculada, devoción y confianza en “nuestro buen padre San José””, y veneración por las autoridades eclesiales y civiles. Caridad sin límites para con Dios, traducida en gestos de servicio a los hermanos más pobres y abandonados.

Toda la vida de la Madre Paulina se puede resumir en el título que le dio el pueblo de Vígolo: “enfermera”, esto es, ser para los otros o “toda de Dios y toda de los hermanos” como rezan hoy sus devotos y sus Hermanitas. Humildad, que llevó a la Madre Paulina hasta el aniquilamiento de sí misma para que la congregación siguiera adelante.

La página más luminosa de la santidad y de la humildad de la Madre Paulina fue escrita por la actitud que manifestó cuando Don Duarte le anunció su destitución: “Se arrodilló... se humilló... respondió que estaba totalmente dispuesta a entregar la congregación... se ofrecía espontáneamente para servir en la congregación como súbdita”.

Terminado el capítulo de agosto de 1909, comenzaba el holocausto doloroso y meritorio de la Madre Paulina, a quien el arzobispo de San Pablo le había decretado: “Viva y muera en la congregación como súbdita”. Y permaneció en la sombra hasta su muerte, en unión con Dios, como lo declaró a su director espiritual, Padre Luiz Maria Rossi, SI: “La presencia de Dios me es tan íntima, que me parece imposible perderla, y esta presencia le da a mi alma una alegría que no puedo explicar”.

El carisma dejado por la Madre Paulina a su congregación se traduce en la sensibilidad para percibir los clamores de la realidad con sus necesidades, y disponibilidad para servir, en la Iglesia, a los más necesitados y a los que se encuentran en mayor situación de injusticia, con simplicidad, humildad y vida interior. Es un servir alimentado por una espiritualidad eucarística y mariana, por la que toda Hermanita hace de Jesús Eucaristía el centro de su vida, alimentada por una tierna devoción a María Inmaculada y al buen padre San José.

La primera santa del Brasil fue beatificada por el Papa Juan Pablo II el 18 de octubre de 1991, en Florianópolis, estado de Santa Catarina. A la Madre Paulina le confiamos el pueblo brasileño, la Iglesia de Brasil y la congregación de las Hermanitas de la Inmaculada Concepción y todas las personas que han colaborado en su canonización.

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SANTA VERÓNICA GULIANI


ABADESA






En Città del Castello, de la Umbría, santa Verónica Giuliani, abadesa de la Orden de las Clarisas Capuchinas, quien, dotada de singulares carismas, participó corporal y espiritualmente de la pasión de Cristo, siendo por ello encerrada y vigilada durante cincuenta días, dando siempre pruebas de admirable paciencia y obediencia (1685).


Etimológicamente: Verónica = Aquella que es la verdadera imagen, es de origen griego y latino.


Mientras vivió en casa Giuliani, con su familia, todos la llamaron con el nombre de bautismo, Orsola (ltalianización de Ursula), Más tarde, entrada a los diecisiete años en las capuchinas de clausura, tomará el nombre de Verónica. Será una de las más grandes santas en el firmamento vivo de la Iglesia, resplandeciendo en perfección cristiana, doctrina y carismas. Su luz continúa iluminando el mundo.


Nació el 27 de diciembre de 1660 en Mercatello, un pueblecito tranquilo junto al cual corre límpido el Metauro en tierras de Pésaro. Nos hallamos en las Marcas, Mercatello formaba parte entonces del Estado Pontificio.

La vida de Verónica concluirá en el monasterio de las capuchinas de Cittá di Castello, en la Umbria, el 9 de julio de 1727. Dos fechas y dos lugares bien definidos y, podemos decir, angostos para encerrar la excepcional experiencia de un alma singularmente privilegiada de Dios.

Padre y madre. Una encomienda 

El padre, Francisco, es alférez de la guarnición local. La madre, Benedetta Mancini, es una mujer de casa, de profundos sentimientos religiosos. De su unión nacen siete niñas, de las cuales dos no sobreviven. Las cinco hijas quedan huérfanas de madre cuando ésta no cuenta más de cuarenta años. Antes de morir, Benedetta las reúne en torno a su cama y las encomienda a las cinco llagas del Señor. A Orsola, pequeña de siete años, le tocó en suerte la llaga del costado. Será su camino, por toda la vida, hasta el punto de fundirse con el Corazón de su Esposo, Jesús.

Infancia de predilección 

La pequeña Orsola, desde los primeros meses de vida, se comporta de un modo singular.

Los ojos vivaces de la niña van en busca de las imágenes sagradas, que adornan profusamente la casa Guillan. Ella misma explicará un día en su diario: "Todavía no andaba, pero cuando veía las imágenes donde estaba pintada la Virgen santísima con el Niño en brazos, yo me agitaba hasta que me acercaban a ellas para poder darles un beso. Esto lo hice varias veces. Una vez me pareció ver al Niño como criatura viviente que me extendía la mano; y me acuerdo que me quedó tan al vivo este hecho que, dondequiera que me llevaban, miraba por si podía ver a aquel niño".

Contaba aún pocos meses cuando, el 12 de junio de 1661, día en que caía la fiesta de la Santísima Trinidad, de improviso la pequeña Orsola se deslizó de los brazos de su madre y se puso a caminar dirigiéndose hacia un cuadro que representaba el misterio de la Trinidad divina.

Ante una imagen de la Virgen con Jesús en brazos, Jesús y Orsola entablan coloquios infantiles: ¡Yo soy tuya y tú eres todo para mí..." Y el divino infante responde: - ¡Yo soy para ti y tú toda para mí!

"Me parecía a veces que aquellas figuras no fueran pintadas como eran, sino que, tanto la Madre como el Hijo, yo los veía presentes como criaturas vivientes, tan hermosas que me consumía de ganas de abrazarlas y besarlas".

"Yo soy la verdadera flor" 

Todavía una experiencia en su maravilloso mundo infantil, Refiere: "Paréceme que, de tres o cuatro años, estando una mañana en el huerto entretenida gustosamente en coger flores, me pareció ver visiblemente al niño Jesús que cogía las flores conmigo; me fui hacia el divino Niño para tomarlo, y me pareció que me decía:

- Yo soy la verdadera flor.

Y desapareció. Todo esto me dejó cierta luz para no buscar ya más gusto en las cosas momentáneas; me hallaba toda centrada en el divino Niño. Se me había quedado tan fijo en la mente, que andaba como loca sin darme cuenta de lo que hacía. Corría de un lado para otro por ver si lograba encontrarlo. Y recuerdo que mi madre y mis hermanas trataban de detenerme para que estuviese quieta y me decían:

- ¿ Qué te pasa?, ¿estás loca?

Yo me reía y no decía nada; y sentía que no podía estar quieta. Me paraba y luego volvía al huerto para ver si volvía. Todo mí pensamiento estaba fijo en el niño Jesús.

Todos me llamaban "fuego" 

Orsola posee un carácter vivaz y ardoroso. La madre le decía: "Tú eres aquel fuego que yo sentía en mis entrañas cuando aún estabas en mi vientre". Y Verónica recuerda: "En casa todos me llamaban "Fuego",y precisa: "De todos los daños que ocurrían en casa era yo la causa". Pero reconoce con sinceridad: "Todos me querían mucho".

Llena de vida y de creatividad, expresa la riqueza de sus sentimientos religiosos en gestos concretos, casi plásticos, de los que transpiran fuertes emociones.

Así será también de mayor.

ADOLESCENCIA - JUVENTUD EN CRISTO 

El encuentro con Jesús Eucarístico: la primera Comunión 

Cuando el padre de Orsola se trasladó a Piacenza, en calidad de jefe de aduanas del duque de Parma, fueron a vivir con él también sus hijas y, de 1669 a 1672, permanecieron por tres años en aquella ciudad.
Orsola tenía entonces sólo nueve años. Su más grande deseo era recibir a Jesús en la santa Comunión.
El Señor la atraía con gracias especiales. Ya de pequeña, cuando por primera vez, hacia los dos años, su mamá la llevó a la iglesia para tomar parte en la Misa, la niña había gozado de una extraordinaria manifestación, que recuerda en estos términos: "Yo vi al niño Jesús y traté de correr hacia el sacerdote, pero nuestra madre me detuvo".

Cada vez que su madre o sus hermanas comulgaban, ella gustaba de ponerse junto a ellas, y dice que le "parecían entonces más bellas de rostro".

Finalmente el 2 de febrero de 1670 se acercó por vez primera al banquete Eucarístico. Refiere: "Recuerdo que la noche antes no pude dormir ni un momento. A cada instante pensaba que el Señor iba a venir a mí. Y pensaba qué le iba a pedir cuando viniese, qué le iba a ofrecer. Hice el propósito de hacerte -el don de toda mí misma; de pedirle su santo amor, para amarle y para hacer su voluntad divina.

Cuando fui a comulgar por primera vez, paréceme que en aquel momento quedé fuera de mí. Paréceme recordar que, al tomar la sagrada Hostia, sentí un calor tan grande que me encendió toda. Especialmente en el corazón sentía como quemárseme y no volvía en mí misma ."

Un deseo
Desde la edad de nueve años Orsola nutría un vivo deseo de consagrarse al Señor. "A medida que crecía en edad, mayores ansias me venían de ser religiosa. Lo decía, pero no había nadie que me creyera; todos me llevaban la contraria. Sobre todo mi padre, el cual hasta lloraba y me decía absolutamente que no quería; y, para quitarme de la cabeza semejante pensamiento, con mucha frecuencia llevaba a otros señores a casa y luego me llamaba en presencia de ellos; me prometía toda clase de entretenimientos".

El conflicto espiritual y psicológico entre la jovencita atraída por el amor de Jesús y la resistencia provocada por la ternura del padre, que no quería separarse de la hija, duró largo tiempo. Orsola no logró el permiso paterno para entrar en el monasterio hasta los diecisiete años.

Destinada a Otro
Pero el corazón estaba ya entregado al Esposo divino.
Ella misma refiere de aquella edad juvenil: "En la casa había un joven pariente nuestro que me hacía mucho daño, si bien creo que provenía de mi poca virtud y poca mortificación. La verdad es que no me dejaba vivir en paz. Me llevaba al huerto a pasear con él mientras me hablaba de mil cosas del mundo; me traía recados ora de uno ora de otro, y me iba diciendo que estos tales querían casarse conmigo. Yo a veces le decía muy enfadada:

¡Si no te callas me marcho! Deja de traerme tales embajadas, porque yo no conozco a ninguno y no quiero a ninguno. Mi esposo es Jesús: a El sólo quiero, El es mío.

Algunas veces me traía un ramo de flores: yo no quería ni siquiera tocarlo y lo hacía tirar por la ventana".

LLAMAMIENTO ESPECIAL 

En las Capuchinas 

Vuelta a Mercatello en 1672, Orsola ha sido con fiada por su padre, que sigue en Piacenza, al tío Rasi. Las órdenes que éste ha recibido de él son bien precisas: conceder la entrada en el convento a las hijas mayores, pero hacer desistir absolutamente a la predilecta de su propósito de vida consagrada.

La jovencita, contrariada en su más viva aspiración, sufre aun físicamente por esta causa y desmejora. La noticia llega al padre, el cual finalmente da su beneplácito. Orsola salta de alegría y en breve tiempo recobra el vigor.

Tres monasterios de la zona habrían podido recibirla. Los lugares eran: Mercatello, Sant´Angelo en Vado y Cittá di Castello. Este era de clarisas capuchinas. De ellas se hablaba con veneración por su grande austeridad. Y hacia ellas se sentía fuertemente atraída.

No era fácil para ella hallar una ocasión para ir a Cittá di Castello y, sobre todo, para ser recibida entre las hermanas de aquella comunidad. Pero la providencia dispuso las cosas de modo que pudiese realizar aquel viaje y que la autoridad eclesiástica fuese benévola con ella. En efecto, mientras la joven Orsola conversaba en el monasterio de las capuchinas, llegó monseñor Giuseppe Sebastiani, el santo obispo de la ciudad, que quiso examinar a la candidata a la vida religiosa. Orsola superó la prueba respondiendo con fe viva a cada una de las preguntas y, con la ayuda del Señor, logró leer con facilidad - ante los ojos maravillados del tío Ras - las páginas del breviario escrito en latín.

Arrodillada ante el obispo, Orsola Giuliani pidió entonces con fervor la gracia de entrar en las capuchinas. Tan ardorosa fue su petición, que el obispo se sintió inspirado de conceder al punto el documento con el cual él mismo invitaba a las monjas a acoger a la postulante.

La joven fue inmediatamente a dar gracias a Jesús en la iglesita del monasterio. Mientras esperaba allí a que la superiora la llamase, ya el Señor la había arrebatado en éxtasis. Y hubo que aguardar a que "recobrase los sentidos".

Recuerdos de Verónica 

Vestida con el pesado sayal color marrón de las capuchinas, se llamará con otro nombre: ya no Orsola, sino Verónica. Un nombre programa: el de la mujer que, durante la Pasión, conforta y enjuga el rostro de Jesús.

La suya será una vocación para la cruz, el camino por el cual había sido llamada desde la más tierna edad.
Sor Verónica recuerda que, desde niña, anhelaba imitar los padecimientos de los santos cuyas vidas oía leer en casa.

Para imitar a los mártires, sometidos al tormento del fuego, una vez se le ocurrió tomar brasas en sus tiernas manos. Refiere: "Una mano se me abrasó toda y, si no me llegan a quitar el fuego, ya se asaba. En aquel momento ni siquiera sentí el dolor de la quemazón, porque estaba fuera de mí por el gozo. Pero luego sentí el dolor; los dedos se habían contraído. Mis ojos lloraban, pero yo no me acuerdo haber derramado ni una lágrima".

En otra ocasión se las arreglará para que, en el momento que una de sus hermanas va a cerrar la puerta de un cuarto, pueda quedar su manita aplastada contra el marco: tal era su deseo de sufrir, para imitar en esto a santa Rosa de Lima que, de niña, se había sometido a un tormento semejante. Fue llamado al punto el médico, con grande disgusto de Orsola, que hubiera querido soportarlo todo sin los gritos de las hermanas espantadas y sin las curas necesarias.

A la edad en que comúnmente se atribuye a los niños apenas el uso de la razón, Jesús reserva para ella extraordinarias enseñanzas con visiones particulares.

"Cuando tenía unos siete años - escribe Verónica - me parece que por dos veces vi al Señor todo llagado; me dijo que fuese devota de su Pasión y en seguida desapareció. Esto sucedió por la Semana Santa. Me quedó todo tan grabado que no me acuerdo haberlo olvidado nunca.

"La segunda vez que se me apareció el Señor llagado de la misma manera me dejó tan impresas en el corazón sus penas, que no pensaba yo en otra cosa".

¡A la guerra, a la guerra!" 

Era todavía una niña y ya el Señor la llamaba a grandes empresas: la imitación de Jesús paciente.

Un día, mientras estaba rezando ante una imagen sagrada, escuchó estas palabras: " ¡A la guerra, a la guerra!"

¿Invitación parecida a la dirigida a santa Juana de Arco? La joven heroína de Mercatello tomó a la letra - como san Francisco ante el Crucifijo que le hablaba - las palabras escuchadas. El joven caballero de Asís se había puesto a restaurar la iglesita de San Damián; Orsola, en cambio, quiso aprender de un primo suyo el arte militar de la esgrima.

Mientras, entre la admiración de sus entusiastas coetáneos, se adiestraba en el manejo de las armas, le pareció ver al mismo Jesús que le decía: - No es ésta la guerra que yo quiero de ti.

Quedó de improviso como desarmada y vencida, en tanto que Jesús le abría el corazón al significado, totalmente espiritual, de la lucha que le esperaba.

MONJA -CAPUCHINA 

En el gozo del Espíritu 

¡A los diecisiete años en un convento! Monja de clausura en Cittá di Castello.

No es posible describir la felicidad del todo espiritual que experimenta una joven en esa edad en que el corazón vive la emoción del amor -, cuando ha elegido solo a Jesús.

Quien desee comprobar de cerca ese ardor, vaya a dialogar con una de esas almas ardorosas que también hoy se encierran, jóvenes de veinte años, en las capuchinas de Mercatello o de Cittá di Castello, donde vivió santa Verónica, o en cualquier otro monasterio de su Orden.

Por vía de "comunicación" gozará de una de las maravillas más dulces del Espíritu. También ésta es comunión de los Santos.

¿Por qué? 

¿Por qué monja. ¿Por qué entre las capuchinas? ¿Qué es lo que quería de ella el Señor?

La vida de cada uno de nosotros oculta un proyecto de Dios Padre, o mejor, de toda la santísima Trinidad.

El encuentro con Dios está jalonado de etapas importantes. Para Orsola Giuliani, el 28 de octubre de 1677, señala la fecha de la vestición del hábito religioso. Desde ahora se llamará Verónica. En ese día le dio el Señor una manifestación más clara de su amor. Oigamos de ella misma cómo vivió aquella jornada y lo que le comunicó el Señor:

"La primera vez que fui vestida de este santo hábito yo me hallaba un poco desasosegada por la novedad. Cuando me vi entre estas paredes, mi humanidad no acertaba a apaciguarse; pero por otra parte el espíritu estaba todo contento. Todo me parecía poco por amor de Dios.

Al cabo de una larga batalla entre la humanidad y el espíritu, me pareció de pronto experimentar un no sé qué - no sé si fue recogimiento o rapto - que me sacó de mis sentidos. Pero yo no podría decir qué es lo que fue. En aquel mismo momento me parece que me vino la visión del Señor, el cual me llevaba con El; y me parece que me tomó de la mano. Oía una armonía de sonidos y cantos angélicos. De hecho me parecía hallarme en el paraíso.

Me acuerdo que veía tanta variedad de cosas; pero todas parecían delicias de paraíso. Veía una multitud de santos y santas. Me parece haber visto también a la santísima Virgen.

Recuerdo que el Señor me hacía gran fiesta. Decía a todos: "Esta es ya nuestra". Y luego, dirigiéndose a mí, me decía: "Dime, ¿qué es lo que quieres? ". Yo le pedía como gracia el amarle; y El en el mismo momento me parecía que me comunicaba su amor. Varias veces me preguntó qué es lo que más deseaba.

Ahora recuerdo que le pedí tres gracias. Una fue que me otorgase la gracia de vivir como lo requería el estado que yo había abrazado, la segunda, que yo no me separase jamás de su santo querer; la tercera, que me tuviese siempre crucificada con El.

Me prometió concederme todo. Y me dijo: "Yo te he elegido para grandes cosas; pero te esperan grandes padecimientos por mi amor".

Programa 

Al comienzo de la vida religiosa estaba, pues, trazado el programa para Verónica: padecer por amor.

El sufrimiento marcará con señales profundas la vida de Verónica, en todo tiempo. El Señor la llama a "completar en su carne lo que falta a la Pasión de Cristo" en favor de toda la Iglesia. El Señor la purifica con el sufrimiento, como el oro que se prueba con el fuego. Por ese camino Jesús la asimila a sí hasta concederle la unión en el desposorio místico.

Las pruebas 

El sufrimiento rebosa, como un río siempre en crecida, en la vida de sor Verónica.

El año del noviciado - el primero de vida religiosa - es una verdadera prueba. El Señor permite que una compañera novicia la atormente previniendo contra ella a la maestra, que es su guía espiritual. Verónica siente con vehemencia la tentación de reaccionar contra la compañera y contra la maestra. Toda la persona se le rebela. Afirma con fuerza en una página del Diario: "Sentía que me estallaba el estomago por la violencia" Y declarará todavía: "En mi interior ¡cómo me retorcía para vencerme!

El asalto del enemigo 

Otras pruebas venían directamente del espíritu del mal, de Satanás.

Había experimentado va la reacción del demonio cuando, niña de apenas diez años, decidió imitar la vida de los santos practicando algunas penitencias. "Haciendo estas penitencias me parece que tuve varios embates. Donde quiera que yo iba, de día y de noche, el tentador hacía gran estrépito, como si quisiera tirar todo abajo".

La lucha con el enemigo se prolongó en los años de la vida religiosa, hasta tomar a veces aspectos dramáticos violentos. El enemigo tomó la figura de monjas para acusarla, le produjo moraduras y heridas, se le apareció en formas obscenas y tentadoras, tomando el aspecto de monstruos horribles.

La santa, fuerte con la gracia de Dios segura de la victoria, afirma: "Estaba sin temor; más aún, me hacían reír sus extravagancias y sus estupideces".

Aridez y abandono 

El ánimo se templa en la lucha. Pero existen para los santos pruebas todavía más angustiosas: si es duro el deber pasar a través de la noche de los sentidos, es mucho más terrible el paso por la noche del espíritu. Es la purificación más íntima, que comprende la arrancadura y el disgusto, la aridez espiritual y el abandono, esto es, la impresión de estar separados de Dios.

Oigamos - como de su misma voz - la experiencia de Verónica: "A veces, cuando me hallaba con alguna aridez y, desolación y, no podía hallar al Señor, y me venían las ansias de El, salía fuera de mi, corría ya a un lugar ya a otro, lo llamaba bien fuerte, le daba toda clase de nombres magníficos, repitiéndoselos muchas veces. Algunas veces me parecía sentirlo, pero de un modo que no sé explicar. Sólo sé que entonces enloquecía más que nunca, me sentía como abrasar, especialmente aquí, en la parte del corazón. Me ponía paños mojados en agua fría, pero en seguida se secaban.

Las múltiples experiencias místicas la aproximaban cada vez más a la intimidad del Señor. Por otra parte, cada vez que le eran retiradas estas gracias particulares quedaba en una sed mayor de volver a las delicias del Señor. Le parecía entonces que Dios la había olvidado, incluso que la rechazaba, experimentaba un tormento tan grande que era en realidad purificación de amor.

Así se expresa en una carta: "Muchas veces me hallo con la mente tan ofuscada, que no sé y no puedo hacer nada; me hallo toda revuelta; no parece que haya ni Dios ni santos; no se encuentra apoyo alguno. Parece que la pobre alma está en las manos del demonio, sin tener a dónde dirigirse en medio de sus temores".

Refrigerio: la guía espiritual y la confesión
Los santos son los que más se engolfan en el mar de la redención. Son purificados continuamente en la sangre de Cristo y gozan de la abundancia de sus gracias.

Verónica, herida del rayo luminosisimo de la luz de Dios, siente continuamente la necesidad de renovarse. Se humilla y recurre a la confesión con frecuencia, hasta cuatro o cinco veces al día, anhelando ser "lavada con la sangre de Cristo". Es la vía ascética y sacramental para llegar a la unión perfecta con Dios.

El mismo Jesús, después de haberla conducido a altísimas nietas y antes de imprimirle las llagas, quiere que Verónica realice ante toda la corte del cielo su confesión general. Escribe la santa del Viernes Santo de 1697: Tuve un recogimiento con la visión de Jesús resucitado con la santísima Virgen y con todos los santos, como las otras veces. El Señor me dijo que comenzase la confesión. Así lo hice. Y cuando hube dicho: "Os he ofendido a Vos y me confieso a Vos, mi Dios", no podía hablar por el dolor que me vino de las ofensas hechas a Dios. El Señor dijo a mi ángel custodio que hablase él por mí. As, en persona mía, decía...

La Virgen se puso delante, a los pies de su hijo, lo hizo todo en un instante. Mientras ella rogaba por mi, me vino una luz y un conocimiento sobre mi nada; esta luz me hacía penetrar conocer que todo aquello era obra de Dios. Aquí me hacía ver con qué amor ama Ella las almas y, en particular, las ingratas como la mía...

En ese acto me vino una grande contrición de todas las ofensas hechas a Dios y pedía de corazón perdón por ellas. Ofrecía mi sangre, mis penas y dolores, en especial sus santísimas llagas; y, sentía un dolor íntimo de cuanto había cometido en todo el tiempo de mi vida. El Señor me dijo: -Yo te perdono, pero quiero fidelidad en adelante".

Verónica camina con seguridad por el camino de Dios, principalmente por el que pasa por el don de los sacramentos, ofrecidos a todos por la Iglesia y dados a ella por los ministros del Señor. Así es como se siente segura y constantemente renovada en el espíritu.

Impulsada por sus directores espirituales a escribir su diario, afirma: -Experimento un sentimiento íntimo y quisiera que el mismo confesor penetrase todo mínimo pensamiento mío, no sólo como está en mí, sino como está delante de Dios. Es tal el dolor que siento, que no sé cómo logro proferir una sola palabra. Se me representa ese vice-Dios en la tierra con tal sentimiento, que no puedo expresarlo con palabras.

En la confesión halla paz y gozo, renacimiento aumento de amor divino: "En el acto de darme la absolución el confesor, me pareció sentirme toda renovada y, con tanta ligereza, que no parecía sino que me hubiera quitado de encima una montaña de plomo. Experimenté también en el alma que Dios le dio un tierno abrazo y comenzó, al mismo tiempo, a destilar en ella su amor divino".

VERÓNICA Y LOS PECADORES

Dolor y expiación 

Es difícil hablar, sobre todo hoy, de las penitencias y del dolor en la vida de santa Verónica. El tema del sufrimiento nos resulta duro, porque supone, además de la experiencia de amor en quien lo vive, una experiencia de fe no menos grande en quien recibe su mensaje. Y el hedonismo, en que se halla sumergido el hombre de hoy, impide percibir el fuerte lenguaje de la teología de la cruz.

Verónica tiene una vocación peculiar en la Iglesia. EL Señor la escoge como víctima por los pecadores. Y ella acepta colocarse como medianera -mezzana -entre Dios y, sus hermanos que viven en el pecado.

Después de haber comprendido el amor de Dios a las almas y después de haber contemplado a Jesús llagado y crucificado, Verónica queda enriquecida con una sensibilidad excepcional para inserirse en la obra de la salvación en favor de todos sus hermanos. Quiere salvarlos y comprende que el medio es la expiación medianera.

Quiere obstruir el infierno
Verónica pide a Jesús los sufrimientos que E1 ha, padecido, los desea con una sed de dolor superior a cuanto es accesible a la simple naturaleza.

Jesús la asocia a los varios momentos de su Pasión. Una testigo, que la observó en esos sufrimientos, declara: "La vi un día clavada en el aire derramaba lágrimas de sangre que tenían el velo. Supe después de ella que Dios era muy ofendido por los pecadores y que ella, en ese arrobamiento, había visto la fealdad del pecado y de la ingratitud de los pecadores.

La Santa quiere impedir que tantas almas caigan en el infierno: "En aquel momento me fue mostrado de nuevo el infierno abierto y parecía que bajaban a él muchas almas, las cuales eran tan feas y negras que infundía terror. Todas se precipitaban tina detrás de otra; Y, una vez entradas en aquellos abismos, no se veía otra cosa que fuego y llamas". Entonces Verónica se ofrece para contener la justicia divina: "Señor mío, yo me ofrezco a estar aquí de puerta, para que ninguno entre aquí ni os pierda a Vos. Al mismo tiempo me parecía extender los brazos decir: Mientras esté o en esta puerta no entrará ninguno. ¡OH almas, volved atrás! Dios mío, no os pido otra cosa que la salvación de los pecadores. ¡Envíame más penas, más tormentos, más cruces.

El Señor, para saciar su sed de padecimientos, le permitirá experimentar las pertas del purgatorio y aun las del Infierno. La Virgen, que la instruye y la sostiene, le habla así: "Hay muchos que no creen que haya infierno, y yo te digo que tú misma, que has estado en él, no has entendido nada de lo que es. 

Verónica y la Pasión de Jesús

Quien no hubiera sido introducido en la comprensión de los valores cristianos, podría quedar desconcertado al leer el Diario de la Santa. Sentiría tal vez la tentación de recurrir a explicaciones de naturaleza patológica y de entrever formas de extraño masoquismo. Pero nos hallamos en esferas mucho más elevadas, donde la naturaleza obedece a la sobre naturaleza. Sólo la fe mas viva puede dar sus explicaciones.

Jesús la atrae y la quiere del todo semejante a El. Verónica experimentará en su carne la coronación de espinas, la flagelación, la crucifixión y la muerte de Jesús. Le será atravesado el corazón por la lanza y le serán impresas las llagas como señal definitiva de conformidad y de amor.

Recuerda la impresión de las llagas. Era el 5 de abril de 1697: "En un instante vi salir de sus llagas cinco rayos resplandecientes y vinieron a mí. Los veía convertirse en pequeñas llamas. En cuatro de estas habla clavos y en una la lanza, como de oro, toda rusiente, y me atravesó el corazón; y los clavos perforaron las manos y los pies". Verónica puede repetir ya con san Pablo: "He sido crucificada con Cristo".

Penitencias
Junto con estos dones místicos, mediante los cuales es confirmada, en el dolor, esposa crucificada de Cristo, Verónica añade sus ofrecimientos espontáneos.

Para tener una idea del empeño de penitencia que habla en su corazón habría que visitar el monasterio de Citta di Castello en el que ella vivió. Los instrumentos de penitencia hablan allí todavía de ella, de su amor a Jesús y de su voluntad de conducir a El a los pecadores.

Para seguir a Jesús por el camino del Calvario, Verónica se cargaba con una pesada cruz y, por la noche, se movía bajo su peso extenuante por las calles del huerto y dentro del monasterio. A veces cargaba un grueso leño de roble.

Frecuentemente realizaba sus "procesiones" cubierta con una "vestidura recamada": era en realidad una túnica de penitencia a la que ella misma habla cosido por dentro innumerables espinas durísimas. Se la ponla sobre la carne viva y con la cruz sobre los hombros.

Muchas veces usará tenazas rusientes para sellar con el dolor sus carnes y grabará sobre su propio pecho el nombre de Jesús. Le agrada, además, escribir con su sangre cartas de fidelidad y de amor a su Esposo divino. Jesús sabe que puede fiarse de ella: su vida le pertenece. Le pedirá un riguroso ayuno por tres anos y ella obtiene poder alimentarse en todo ese tiempo de sólo pan y agua.
Estas son sólo algunas muestras de su desmesurada necesidad de padecer con Jesús.

El corazón como un sello

En esta fase de purificación y de ofrenda vivirá hasta el 25 de diciembre de 1698, cuando la Santa entra en otro período de su ascensión espiritual: la del puro padecer. Desde esa fecha el Diario no contiene ya descripciones de padecimientos externos asumidos por Verónica. Todo resultará como interiorizado: el padecer estará reservado a las facultades más íntimas del alma, como si fuera una purificación del mismo dolor.

Pero su corazón registrará todavía aventuras de sufrimiento y de amor divino y quedará como sello de la autenticidad de tanto padecer. Tal como ella lo había descrito - y aun dibujado - en el Diario, su corazón, en el examen necroscópico llevado a cabo a raíz de su muerte, presentará misteriosas figuraciones. Son las que reproducen los instrumentos de la Pasión de Jesús: la cruz, la lanza, las tenazas, el martillo, los clavos, los azotes, la columna de la flagelación, las siete espadas de la Virgen y algunas letras que significan las virtudes. Su vida resumida en el corazón.

Acontecimientos exteriores

Al mismo tiempo que el Señor la conduce por el surco profundo del dolor y del amor, se entrelazan en la vida religiosa de Verónica varios sucesos, que sin embargo quedan en un segundo plano frente a su camino interior, si bien muchas veces coinciden con las cruces que el Señor concede a su esposa.

Verónica será maestra de novicias varias veces. Pero ella misma deberá estar sometida a otros y será guiada con firmeza y austeridad no comunes por sacerdotes, confesores y obispos, que la pondrán a dura prueba. Su propia superiora y el mismo Santo Oficio la harán pasar por repetidas y prolongadas humillaciones: segregación por muchos días en la enfermería, prohibición de ir al locutorio, exámenes y controles.

Sólo el 7 de marzo de 1716 el Santo Oficio revoca para ella la prohibición de ser elegida abadesa. Un mes después es elegida superiora por toda la comunidad. Bajo su gobierno el Señor bendice la casa y la llena de vocaciones. Se preocupará entonces de hacer construir una nueva ala del monasterio y de aliviar la fatiga cotidiana de las monjas realizando una conducción de tubos de plomo para hacer llegar el agua al interior de la casa.

Pero estos hechos se pierden ante la admirable aventura del espíritu. Su vocación es otra: el amor a Dios para expiar el desamor de los hombres.

Al término de su aventura espiritual llegará a pedir al Señor "no morir, sino padecer", repitiendo, por lo que hace al sufrimiento un nuevo estribillo: "más, más y más", segura de este camino: el del Amor Redentor.

EL CAMINO ESPIRITUAL DE VERÓNICA

El Diario: mina del Espíritu

El Diario, que Verónica nos ha dejado y en el que, por voluntad de sus confesores y superiores, nos ha descrito sus variadas experiencias místicas, está -compuesto por veintidós mil páginas manuscritas. Es una riqueza espiritual inagotable para las almas ganosas de conocer el camino de Dios.

Los santos son como senderos luminosos en el firmamento de la Iglesia; a través de ellos Dios nos indica cómo hemos de subir hasta El.

La vida cristiana alcanza su vértice en la unión con Dios. El itinerario místico, resultado de experiencias extraordinarias - a través de las cuales pasó santa Verónica - coincide de hecho con el progreso en la santidad a la cual todos estamos llamados. La perfección cristiana consiste esencialmente en la experiencia del Amor divino. El crecimiento del amor - aun el que deriva de particulares gracias de carácter místico -, si conduce al progreso efectivo de las virtudes teologales y morales, conduce a la meta común de la santidad.

Es poco menos que imposible, tratándose de Verónica, compendiar la experiencia riquísima sea de los hechos místicos vividos por ella, sea del progreso en el itinerario de las virtudes realizado en una vida espiritual de tanta intensidad, Sin embargo no podemos dejar de poner en resalto las únicas esenciales, para poder captar la admirable enseñanza, dada por Dios en beneficio nuestro por medio de ella.

La meta: llegar a ser esposa de Jesús

En el lenguaje de la perfección cristiana se emplean las expresiones más delicadas del amor humano para entender algo del amor divino.

El amor lleva al desposorio. Así ocurre con el alma. Verónica vive esta realidad espiritual del comienzo al fin de su vida.

Jesús se enamora de esta criatura, la mira con afecto, la atrae a sí y la quiere esposa suya. Se lo viene diciendo desde que tenía tres años. Con ella entabla coloquios y correspondencia, para ella expresa invitaciones y promesas, a ella va con visitas y dones.

La Santa afirma refiriéndose al periodo de su adolescencia en la familia: "Pocas veces salía de la oración sin que el Señor me dijese internamente que había de ser su esposa". Ella misma, siendo tan joven, no intuía todo lo que el Señor deseaba en seguida de ella, por lo cual le respondía con ingenuidad: "Dios mío, habéis de tener paciencia, a su tiempo tendréis todo. Entonces veréis que digo la verdad".

El momento culminante para estas promesas de amor, en su tempranísima edad, fue aquel en que recibió por primera vez la Eucaristía. Escribe: "En la primera Comunión me parece que el Señor me hizo entender que yo debía ser su esposa. Experimenté un no sé qué de particular; quedé como fuera de mí, pero no entendí nada. Pensaba que en la Comunión sucedía siempre así. Al recibir aquella santísima Hostia me pareció que entraba en mi corazón un fuego. Me sentía quemar". El día de la primera Comunión! Es el 2 de febrero de 1670. La pequeña tiene solo diez años, pero siente que su amor a Jesús se debe expresar en una ofrenda total, Es un lenguaje ya maduro y fuerte: "Señor, no tardéis más: ¡crucificadme con Vos! ¡Dadme vuestras espinas, vuestros clavos: aquí tenéis mis manos, mis pies y mi corazón! ¡Heridme, oh Señor! "

Del desposorio místico a la divinización

Todo esto se realizará. Jesús la irá conduciendo, por experiencias extraordinarias, hasta el desposorio místico, hasta la transformación y la divinización. La ascensión estará modulada por fases espirituales que los teólogos han llamado de unión suave, de unión árida y de unión activa. Mientras tanto un raudal de dones y carismas se derrama sobre ella en cada momento.

Un mensaje importante para todos. El Señor parece decir, a través de la experiencia espiritual de Verónica, que la vida de gracia es "naturalmente" todo esto, si bien misteriosamente oculto en las almas de sus fieles. Pero lo que causa maravilla es que en Verónica la realidad divina es evidente, es manifiesta, casi sin velos.

Gracias, dones y carismas

Jesús atrae a sí a Verónica y transforma, adapta y plasma su íntima constitución interior: le da un "corazón amoroso" y un "corazón herido", la hace arrimarse a su costado para darle a beber de la fuente de su Corazón divino, le comunica un plan ascético de vida y la perfecciona aun en el nombre: "Verónica de Jesús y de María".

Verónica debe beber también el "cáliz amargo"; Jesús le clava cinco dardos en el corazón junto con los instrumentos de la Pasión.

La Virgen es intermediaria de tales gracias y la reconoce como "discípula". Por intermedio de María santísima Verónica hace su consagración a Jesús. Los tres corazones - de Jesús, de María y de Verónica -se funden en uno.

En un alternarse divino de purificación y de gracias la Santa ve añadirse en su corazón otras sena les, como las llamas del Amor de Dios, el sello "Fuente de gracias" y las letras VFO que corresponden a la virtudes de la Voluntad de Dios, de la Fidelidad y de la Obediencia.

Verónica, además, saboreará dos misterioso cálices: uno con la sangre de Cristo, el otro con las lágrimas de María. Revivirá, por mandato de su confesor, la Pasión de Jesús reproducida en cada uno de los tormentos.

Pero el Señor la sostiene y la conforta. Nos place mencionar aquí también alguna gracia especial con la que se siente confortada: la Virgen le concede la ayuda constante de un segundo ángel de la guarda y la consuela con una peregrinación - ¡en visión! - al santuario de la Santa Casa de Loreto.

La vida divina fluye en su alma. Se le concede la que Verónica llama "la gracia de las tres gracias":unión, transformación y desposorio celeste. Es una gracia que, desde 1714, recibe cada vez que se acerca a la sagrada Comunión y diviniza cada vez más su espíritu.

Es ya la "Verónica de la voluntad de Dios. Hija y profesa de María santísima".

La Virgen María en la vida espiritual de santa Verónica

A medida que Verónica avanza en el camino de la perfección, aumenta también la presencia de la Madre de Dios hasta el punto de sustituir casi la de Jesús. La Virgen santa la atrae a la propia vida, a fin de que, identificada con ella, pueda conducirla a su divino Hijo y a la adoración de la santísima Trinidad. Cada día con mayor frecuencia Verónica se siente confirmada - y lo registra en su Diario - "hija del Padre, esposa del Verbo y discípula del Espíritu Santo".

Se puede hablar de un "camino mariano" de santa Verónica. Y es ésta tal vez la tonalidad más destacada, mientras sube a las cimas de la perfección. Esta presencia central de María santísima tuvo comienzo en el año 1700, cuando la "querida Mamá" le ofrecía suave refugio en su regazo acogedor: la sostenía en las pruebas y le prodigaba su guía segura y su luminoso magisterio. Es introducida primero como "discípula" y después como "novicia de María". Se funde con su corazón.

El 21 de noviembre de 1708 Verónica se ofrece con un solemne acto de donación a María y se declara su "sierva". Esto equivale a la total consagración mariana. A partir de aquel momento se desarrolla rápidamente un proceso de Profunda identificación entre María y su hija espiritual Verónica.

Desde 1715 las gracias de unión mística son experimentadas a través de la compenetración con el alma de María.

A partir del 14 de agosto de 1720 Verónica comienza a escribir bajo el dictado de la Virgen. María vive con ella el presente: es la verdadera guía del monasterio. Le dice: "Hija, estate tranquila. Yo soy la superiora y corre por mi cuenta el necesario sustento para ti y para tus hermanas. Es mi oficio; tú no tienes que preocuparte de nada".

Y Verónica va constatando cosas admirables. La «nueva superiora" la sustituye hasta en el guiar el capítulo de las hermanas. Escribe la Santa: "Cada viernes yo me postro a los pies de María santísima, le pido que tenga a bien guiarme y enseñarme lo que tengo que decir a cada hermana, y siempre experimento su ayuda especial. Paréceme que María santísima está allí personalmente como superiora y que yo voy diciendo, de parte suya, todo cuanto me dicta ella. Pero hoy ha sucedido algo insólito: apenas comenzado el capítulo, me he encontrado fuera de los sentidos, de modo sin embargo que nadie ha podido darse cuenta, porque ha sido entre mí y Dios...

Al terminar me he dado cuenta de que había hecho el capítulo. ¡Sea todo a gloria de Dios y de María santísima! Ella ha dicho y hecho todo".

Identificada con María santísima

Las paginas de Verónica que se refieren a los aspectos marianos de su vida son de las más bellas y significativas por lo que hace al camino espiritual de ella y de todo cristiano. Contienen doctrina y práctica luminosa y se imponen a la atención de cualquiera que reconozca la importancia de la consagración a la Virgen como medio de la más alta perfección,

Escribe: "Paréceme que, en ese momento, la santísima Virgen se ha transformado a sí misma en mí; pero para hacer entender esto no hallo modo de declararlo, ya que mi alma se ha hecho una misma cosa con María santísima, del modo que yo experimento cuando recibo la gracia de la transformación de Dios con el alma y del alma en Dios".

La Virgen la llama afectuosamente "corazón de mi corazón" y, mediante ella, adora a la santísima Trinidad. Nuevamente se inclina sobre los pliegos del Diario y apunta: "Me ha venido el recogimiento con la visión de María santísima. Me he comportado como suelo; y ella me ha hecho hacer aquella adoración a la santísima Trinidad. Entonces han venido tres rayos, con tres dardos, a este corazón. Me ha parecido que las tres divinas Personas, en señal de amor, han confirmado lo que tantas veces han tenido a bien hacerme comprender. María santísima me ha dicho: "El Padre eterno te confirma por hija, el Verbo eterno por esposa suya, el Espíritu Santo por discípula suya". Y, mientras tanto, los tres dardos que estaban en el corazón han ido derechos al corazón de María santísima y del corazón de María santísima ha venido uno a este corazón, el cual lanzaba el mismo corazón al corazón de ella. Aquellos tres dardos luego semejaban centellas, y ya volvían a este corazón ya al de la santísima Virgen.

Aquí he experimentado un no sé qué de nuevo: me parecía que mi alma y este corazón eran una misma cosa con María santísima".

Por medio de la Madre de Dios se le comunican gracias cada vez más especiales. Se lo recuerda la misma Virgen: "Y de nuevo, en el momento en que ha venido a ti el Dios sacramentado, el alma de mi alma (Verónica) ha quedado identificada con la voluntad de Dios y mía, porque en ese momento ha comenzado un modo de obediencia más exacta: es que yo he hecho participar al alma de mi alma mi misma obediencia.

Así es como la Virgen le comunica sus virtudes. Entre éstas resplandece la pureza. "Mi corazón y mi alma hicieron sentir penetrantemente en el corazón de mi corazón (Verónica) el valor de mi pureza. Hija, haz aprecio de esta gracia, que es tan agradable a Dios. El alma sencilla y pura atrae la mirada de Dios, El la llena de sus divinas gracias y dones. Hija, la mirada divina santifica y vivifica a las almas inocentes y puras". Así en todas las virtudes: "Te hice participar del mérito de todas las virtudes que había ejercitado yo y con ellas te presenté a Dios".

En la cima se halla siempre la caridad, el amor. Sólo éste crea y renueva. Y la Virgen le dice que le "renovó todo el corazón por medio de un rayo de amor que te comunicó mi corazón". Por ese camino el alma de Verónica viene a ser confirmada y "elegida

entre los elegidos", comenzando el "anticipado paraíso" para quedar unida siempre en el "Espíritu Santo Amor".

Un compendio de tantas gracias
Para gozar con las maravillas que Dios obró en santa Verónica Giuliani, leamos todavía una página de su Diario escrita en 1701. Verónica viviría aún muchos años - moriría en 1727 -, ¡pero ya el Señor la había colmado de tantas gracias!

"En un instante se me dio luz clara sobre todas las gracias particulares que Dios ha concedido a mi alma. Han sido tantas, tantas, que no me es posible decir el número. Sólo diré lo que comprendí en particular. Me hizo, comprender queme había renovado 500 veces el dolor del corazón y me había renovado en él muchas veces la herida; que, al mismo tiempo, me había concedido la gracia particular de darme el dolor de mis pecados, añadiendo el conocimiento de mí misma y de las propias culpas y haciéndome comprender toda clase de virtudes y el modo como había de ejercitarlas; que me había concedido tantísimas luces y amaestramientos: sería cosa de nunca acabar si quisiera referirlos todos.

Hízome comprender también que había renovado 60 veces el desposorio con mi alma; que me había hecho experimentar 33 veces, de manera especial, su santísima Pasión y, comprender penas que sólo son conocidas de las almas más queridas de El; que se me había hecho ver 20 , veces todo llagado y ensangrentado, y que me pedía que siguiese su santa voluntad; pero yo hacía todo lo opuesto. ¡OH Dios! ¡Qué confusión era la mía en ese momento! No puedo con la pluma decir nada de lo que yo experimentaba mientras me era manifestada cada cosa al detalle.

Tres veces me había dado un tiernísimo abrazo desclavando su brazo de la cruz y haciéndome llegar a su costado; 5 veces me había dado a gustar el licor .que salía de su costado; 15 veces había lavado de modo especial mi corazón en su preciosa sangre, que manaba en forma de rayo de su costado y se dirigía a mi corazón; 12 veces me lo había sacado, haciéndome la gracia de purificarlo y de quitar de él toda suciedad, la podredumbre de las imperfecciones y los residuos de mis pecados; 9 veces me había hecho acercar la boca a la llaga de su santísimo costado; 200 veces había dado tiernísimos abrazos a mi alma, de modo especial, sin contar los demás que me da continua- y 100 heridas había hecho a mi corazón de mente, modo secreto.

Basta con lo dicho. No tiene número todo cuanto Dios ha obrado en esta alma ingrata. Me hizo entender todas estas cosas en un momento; y, de un modo que no sé referir, me renovó todo asignándome sus santos méritos, su pasión, todas sus obras, en satisfacción por haber correspondido mal a todas esas cosas. De nuevo me hizo saber que me había perdonado todas mis culpas, pero que ahora debo ser toda suya. En ese momento me concedió el dolor de mis pecados. En el acto de dolor volví en mí, más muerta que viva. Me duró el dolor por poco tiempo y me sentía como expirar. Me parece que todo esto que tuve después de la comunión, sobre las gracias y los dones concedidos por Dios a mi alma, fue un nuevo juicio; y por esto comprendí el número de cada uno más en particular y su especie. ¡Sea todo a gloria de Dios! "

"El Amor se ha dejado hallar"

Acompañada en el camino de la perfección por la presencia continua de la Virgen, que la llama "corazón de mi corazón" y "alma de mi alma", Verónica transcurre los últimos años de su vida en unión constante con Dios. Declara ella misma: "Cuando Dios me concede las dos gracias de la unión y de la transformación, éstas son las mismas que gozan las almas bienaventuradas allá en el paraíso. Gozan de Dios en Dios; y es un continuo convite de amor con amor".

Verónica recibe el don de ser confirmada en la gracia santificante, por lo que repite llena de gozo: " ¡Eternamente! ¡eternamente!". Puede afirmar: "El amor ha vencido y el mismo amor ha quedado vencido".

Es ya el paraíso. Pero es preciso dejar esta vida, es preciso poner punto final. La Virgen, que en los últimos años le ha dictado el Diario, le sugiere estas simpáticas palabras que ella transcribe fielmente; "Pon punto". Es el 25 de marzo de 1727, fiesta de la Anunciación del Señor.

El 6 de junio, en el momento de la santa Comunión, Verónica sufre un ataque de hemiplejia. Desde entonces transcurren treinta y tres días de un triple purgatorio: dolores físicos, sufrimientos morales y tentaciones diabólicas, como lo había predicho.

Al alba del 9 de julio, recibida la obediencia de su confesor para poder dejar este mundo, vuela al encuentro con Dios.

" ¡El Amor se ha dejado hallar! " Son sus últimas palabras dichas a sus hermanas. Así terminó su padecer por amor y comenzó su paraíso.

La Iglesia la declaró Beata en 1804 y Santa en 1839. Hoy quien ha tenido la gracia de conocer de cerca a santa Verónica Giuliani - a través de la lectura del Diario, de las Relaciones y de las Cartas - abriga la esperanza de que en la Iglesia se le reconozca, además de la santidad, ese magisterio espiritual que resuma de todos sus escritos y se halla confirmado por una excepcional vida mística.

Verónica figura de hecho entre los grandes maestros de la perfección que iluminan y guían al pueblo cristiano.

Hermanos Franciscanos

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