Ártículos Más Recientes

11:37 p.m.

Por: . | Fuente: ssfpa.org

Fundadora de las Hermanas Pobres
Franciscanas de la Adoración Perpetua

Regina Christine Wilhelmine Bonzel, nació el 17 de septiembre de 1830 en Olpe, Westfalia, Alemania.

Desde muy temprana edad quería seguir a Cristo. Formada en una vida de muy intensa oración y gran devoción a la Sagrada Eucaristía, ella era consciente de las necesidades de la gente de su época. Debido a los cambios en la estructura social y por las políticas de salud en Alemania de mediados del siglo 19, aumentó la pobreza y el número de niños desprotegidos. Ella quería servir a los pobres y pronto se encontró a un grupo de compañeras con intereses similares. El Obispo Konrad Martin le preguntó si había considerado el formar una Congregación. Después de un agitado periodo de discernimiento y de tratar de descifrar la voluntad de Dios para con ella, la Congregación de las Hermanas de San Francisco de la Adoración Perpetua en Olpe fue aprobada por la Iglesia el 20 de julio de 1863, al hacer sus votos ella tomó el nombre de María Teresa.

El ministerio de las Hermanas es la educación de los niños y el cuidado de la salud. También realizaron diversas obras de caridad en respuesta a las necesidades de la época. El 25 de noviembre de 1875 las primeras hermanas fueron enviadas a América del Norte, debido a la Kulturkampf que limita su capacidad para prestar servicios en Alemania. En las nuevas fundaciones se comprometieron a apostolados similares.

El 6 de febrero 1905 la Madre María Teresa murió. El lema de su vida fue: Todo lo que Dios quiera. Él guía, yo sigo.

En el momento de su muerte alrededor de 1500 Hermanas estaban activas en sus ministerios y estaban entusiasmadas con sus ideales. Hoy las Hermanas están en Alemania, Estados Unidos, Filipinas y Brasil.

El 27 de marzo de 2010, S.S. Benedicto XVI firmó el decreto reconociendo las virtudes heroicas de la Madre Bonzel, abriendo así la posibilidad de su beatificación, pero para ello hacía falta un milagro conseguido gracias a su intercesión, esto ocurrió cuando un niño de cuatro años de Colorado Springs, quien sufría una grave y persistente enfermedad viral se curó sin ningún tipo de explicación científica, luego de que las Hermanas realizaran una novena pidiendo la intercesión de su fundadora.

Este milagro fue aprobado por S.S. Francisco el pasado 28 de marzo de 2013, por lo que ahora tan sólo falta se fije la fecha para la ceremonia de beatificación.

responsable de la traducción: Xavier Villalta

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Por: . | Fuente: Osanet.org

Presbítero Agustino

Martirologio Romano: En Nápoles, en la Campania, beato Ángel de Furci, presbítero de la Orden de San Agustín, insigne en su celo por el reino de Dios (1327).

Fecha de beatificación: Culto confirmado el 20 de diciembre de 1888 por el Papa León XIII.

Nació en Furci, provincia de Chieti (Italia), en 1246, de padres con buena situación económica. Según la tradición, en la cual, por otra parte, se basan todas las noticias de su vida, lo obtuvieron por intercesión del arcángel San Miguel, a cuyo santuario, sobre el no lejano monte Gargano, habían ido en piadosa peregrinación a pedir el hijo, pues eran estériles. En agradecimiento por la gracia recibida le impusieron el nombre de Ángel, que conservará después en el claustro.

Tras la ejemplar educación recibida en los primeros años, fue confiado a un tío materno, abad del monasterio benedictino de Cornaclano, próximo a Furci, a cuyo lado progresó con rapidez tanto en ciencia como en virtud. Muerto el familiar, Ángel regresó a Furci. Fallecido también poco después su padre, se dirigió a Vasto, ingresando en 1266 en la Orden agustiniana, donde realizó los estudios reglamentarios, accediendo posteriormente al sacerdocio. Muy joven aún, en torno a los veinticinco años, fue enviado a estudiar a la Sorbona de París, donde parece que permaneció durante cinco años. Vuelto a Italia, enseñó en varios conventos antes de ser destinado al estudio agustiniano de Nápoles, localidad en la que residiría ya hasta el fin de sus días.

Se distinguió como teólogo y orador. Se le atribuyen un comentario sobre San Mateo y una serie de sermones, obras todas ellas de las que en la actualidad se desconoce el paradero. En 1287 fue elegido superior de la provincia napolitana. Más tarde renunció a los obispados de Acerra y de Melfi.

Murió en el convento de S. Agustín a la Zecca de Nápoles 1327, recibiendo sepultura en la contigua iglesia del mismo nombre. El pueblo, que ya lo veneraba en vida como un santo, comenzó a invocarlo, obteniendo favores y gracias. Muy pronto fue incluido entre los santos patronos de la ciudad, siendo festejado el 6 de febrero, fecha de su muerte, y el 13 de septiembre.

Mayor aún fue y sigue siendo el recuerdo y la estima hacia su persona en la propia ciudad natal de Furci, que desde 1808 posee sus restos mortales.

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Por: . | Fuente: ACI Prensa

Presbítero y Mártir Mexicano

Martirologio Romano: En Durango, ciudad de México, san Mateo Correa, presbítero y mártir, que en medio de la persecución desatada contra la Iglesia se negó a revelar el secreto de confesión, recibiendo por ello la corona del martirio (1927).

Fecha de canonización: 21 de mayo de 2000 por el Papa Juan Pablo II.

Nació en Tepechitlán el 22 de julio de 1866. Fue admitido en el seminario de Zacatecas, y por cuatro años fue el portero del plantel. Por su buena conducta y aplicación se le concedió una beca y así pudo ser admitido como alumno interno.

Fue ordenado sacerdote en 1893 y se desempeñó como capellán en diversas haciendas y parroquias. Fue nombrado párroco de Concepción del Oro donde mantuvo una estrecha amistad con la familia Pro Juárez; le dio la primera comunión al Beato Miguel Pro, y bautizó a Humberto Pro, su hermano y compañero.

Luego se desempeñó como párroco de Colotlán, al tiempo que estalló la Revolución Maderista de 1910. Fue perseguido por los revolucionarios y tuvo que refugiarse en León pero regresó al calmarse la revolución y siguió trabajando en diversas parroquias.

En 1926 llega como párroco a Valparaíso y poco después llegan también las fuerzas gobiernistas, al mando del general Ortiz. Las arbitrariedades de Ortiz causaron una revuelta en el pueblo y tuvo que huir, pero mandó que llevaran a Zacatecas al sacerdote y a los miembros de la A.C.J.M. El padre y los jóvenes fueron puestos en libertad, lo cual enfureció más a Ortiz.

En 1927 el sacerdote fue nuevamente arrestado, lo condujeron a Durango y lo encerraron en la jefatura militar. Días más tarde el general Ortiz mandó al Padre Correa a confesar a un grupo de personas que iban a ser fusiladas y después le exigió que le revelara las confesiones. Ante la rotunda negativa del sacerdote ordenó su ejecución. Hoy en día se veneran sus restos en la catedral de Durango.

Fue beatificado el 22 de noviembre de 1992 y canonizado por el Papa Juan Pablo II el 21 de mayo del 2000 como parte de un grupo de 26 mártires conformado por:

Cristobal Magallanes Jara, Sacerdote
Roman Adame Rosales, Sacerdote
Rodrigo Aguilar Aleman, Sacerdote
Julio Alvarez Mendoza, Sacerdote
Luis Batis Sainz, Sacerdote
Agustin Caloca Cortés, Sacerdote
Mateo Correa Magallanes, Sacerdote
Atilano Cruz Alvarado, Sacerdote
Miguel De La Mora De La Mora, Sacerdote
Pedro Esqueda Ramirez, Sacerdote
Margarito Flores Garcia, Sacerdote
Jose Isabel Flores Varela, Sacerdote
David Galvan Bermudez, Sacerdote
Salvador Lara Puente, Laico
Pedro de Jesús Maldonado Lucero, Sacerdote
Jesus Mendez Montoya, Sacerdote
Manuel Morales, Laico
Justino Orona Madrigal, Sacerdote
Sabas Reyes Salazar, Sacerdote
Jose Maria Robles Hurtado, Sacerdote
David Roldan Lara, Laico
Toribio Romo Gonzalez, Sacerdote
Jenaro Sanchez Delgadillo
David Uribe Velasco, Sacerdote
Tranquilino Ubiarco Robles, Sacerdote

Para ver las biografías de los Mártires Mexicanos del siglo XX Haz Click AQUI

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SAN PABLO MIKI Y COMPAÑEROS 

MÁRTIRES





Mártires de Japón


En Nagasaki, en Japón, pasión de los santos Pablo Miki junto con veinticinco compañeros, Declarada una persecución contra los cristianos, ocho presbíteros o religiosos de la Compañía de Jesús o de la Orden de los Hermanos Menores, procedentes de Europa o nacidos en Japón, junto con diecisiete laicos, fueron apresados, duramente maltratados y, finalmente, condenados a muerte. Todos, incluso los adolescentes, por ser cristianos fueron clavados en cruces, manifestando su alegría por haber merecido morir como murió Cristo (1597).

Compañeros en el martirio  Juan de Goto Soan, Jacobo Kisai, religiosos de la Compañía de Jesús; Pedro Bautista Blásquez, Martín de la Ascensión Aguirre, Francisco Blanco, presbíteros de la Orden de los Hermanos Menores; Felipe de Jesús de Las Casas, Gonzalo García, Francisco de San Miguel de la Parilla, religiosos de la misma Orden; León Karasuma, Pedro Sukeiro, Cosme Takeya, Pablo Ibaraki, Tomás Dangi, Pablo Suzuki, catequistas; Luis Ibaraki, Antonio, Miguel Kozaki y su hijo Tomás, Buenaventura, Gabriel, Juan Kinuya, Matías, Francisco de Meako, Ioaquinm Sakakibara y Francisco Adaucto, neófitos.(1597).

Fecha de canonización: 8 de julio de 1862 por el Papa Pío IX.El primero que llevó el anuncio de la fe cristiana a Japón fue San Francisco Javier, quien trabajó allí en de 1549 a 1551. En pocos años los cristianos llegaron a ser unos 300.000. Humanamente hablando, es doble el “secreto” que hizo posible esta expansión: el respeto que los misioneros jesuitas tuvieron por los modos de vida y las creencias japonesas no directamente opuestas a la enseñanza cristiana, y el empeño de insertar elementos locales en la predicación y en la administración.

Fue catequista jesuita un joven llamado Pablo Miki, nacido entre los años 1564 y 1566, de una rica familia de Kyoto. Quería ser sacerdote pero su ordenación fue postergada “sine die”, porque la única diócesis todavía no tenia obispo. Además, en 1587 el emperador Toyotomi Hideyoshi, que se propuso la conquista de Corea, cambió su actitud benévola para con los cristianos y publicó un decreto de expulsión de los misioneros extranjeros. 

La orden se cumplió en parte: algunos misioneros permanecieron en el país de incógnito, y en 1593 algunos franciscanos españoles, dirigidos por Pedro Bautista, llegaron a Japón procedentes de Filipinas y fueron bien recibidos por Hideyoshi. Pero poco después vino la ruptura definitiva, incluso por motives políticos anti-españoles y anti-occidentales. El 9 de diciembre fueron arrestados seis franciscanos (Pedro Bautista, Martín de la Asunción, Francisco Blanco, Felipe Las Casas, Francisco de San Miguel y Gonzalo García), tres jesuitas (Pablo Miki, Juan Soan de Gotó y Santiago Kisai) y quince laicos terciarios franciscanos, a los que se les añadieron después otros dos, que eran catequistas.

Después de haberles cortado el lóbulo izquierdo, los 26 fueron llevados de Meaco a Nagasaki, para exponerlos a la burla de las muchedumbres, que más bien admiraron la heroica valentía que manifestaron sobre todo en el momento de la muerte, cuando fueron crucificados en una colina de Nagasaki el 5 de febrero de 1597. Despertaron gran conmoción las palabras de perdón y de testimonio evangélico pronunciadas por Pablo Miki desde la cruz, y la serenidad y valentía que demostraron Luis Ibaraki (de 11 años), Antonio (de trece) y Tomás Cosaki (de catorce), que murieron cantando el salmo: “Laudate, pueri, Dominum...”



11:37 p.m.

Por: . | Fuente: santiebeati.it

Abad

Martirologio Romano: En Basilicata, históricamente conocida como Lucania, Italia, san Lucas, abad, que abrazó la vida monástica, según las instituciones de los santos orientales, primero en Sicilia, su patria, pero debido a la invasión de los sarracenos se mudó a otros lugares, muriendo en el monasterio de los Santos Elías y Anastasio del Carbone, que él mismo había fundado (995).

Breve Biografía

Algunos autores erróneamente lo han hecho nativo de Tauriano en Calabria, y hermano de san Fantino el Joven (uno de los maestros de san Nilo de Rossano en el monte Mercurio). En realidad san Lucas nació, en Demenna (en la provincia de Enna, Sicilia, Italia), y fue orientado en el ascetismo basiliano en el monasterio de San Felipe de Agira, lugar en el que también recibieron otros famosos monjes griegos del siglo X.

Para huir de los maltratos de los sarracenos, que habrían conquistaron la isla, atravesó el estrecho y fue admitido por San Elías Espeleota. Pero pronto esta zona de Aspromonte (Calabria) también fue atacada por los sarracenos, por lo que se san Lucas se dirigió al norte hasta llegar al famoso monasterio de Mercurion, en los confines entre Calabria y Lucania, meta de todos los santos italo-griegos del siglo X.

Se afincó en el territorio de Noia (hoy Noepoli), dónde restauró la ruinosa iglesia de san Pedro y vivió con sus discípulos por siete años, practicando el más riguroso ascetismo y realizando trabajos en el campo, para cambiar el desierto en jardín. Deseoso de mayor soledad, pasó al territorio de Agromonte, cerca del río Agri, dónde restauró el monasterio de san Julián. Realizó su acción de caridad cristiana atendiendo a los soldados heridos en el conflicto entre los sarracenos y los alemanes de Otón II; fortificó el castillo de Armento y la iglesia de la Madre de Dios, dejando su custodia a sus discípulos. Aquí tuvo origen, por el año 971, el célebre monasterio de los Santos Elías y Anastasio del Carbone, que se convertiría en el cuartel general de san Lucas, ya sea como baluarte fortificado contra las incursiones de los sarracenos, o como escenario de los muchos milagros que él os obró.

San Lucas murió asistido por san Sabas el jovén, el 5 de febrero de 995 y fue enterrado en la iglesia del monasterio, dónde tuvo culto público.

Reproducido con autorización de Santiebeati.it

responsable de la traducción: Xavier Villalta

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Por: . | Fuente: agenciacatolica.com

Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En Valtiervilla, lugar de México, san Jesús Méndez, presbítero y mártir, que murió por Cristo durante la persecución mexicana (1928).

Fecha de canonizacion: 21 de mayo de 2000 por el Papa Juan Pablo II.

Nació en Tarímbaro, Michoacán, el 10 de junio de 1880, hijo de Florentino Méndez y de Maria Cornelia Montoya. Fue bautizado en la iglesia parroquial del lugar el 12 del mismo mes y recibió el sacramento de la confirmación ahí mismo el 12 de septiembre de 1881.

Creció Jesús Méndez en el ambiente sano de los pueblos. Sus estudios primarios los realizó en la escuela oficial. Ingresó al Seminario de Morelia a los 14 años de edad, dedicándose con tesón al estudio.

Su familia era muy pobre y algunos vecinos de su pueblo natal le ayudaban con gusto a su sostenimiento, lo mismo que toda su familia, en cuanto podía.

El 23 de julio de 1905 recibió el diaconado y fue ordenado sacerdote el 3 de junio de 1906 por imposición de manos del señor arzobispo Atenógenes Silva. Cantó su Primera Misa en su pueblo natal el 22 de junio del mismo año.

Desempeñó su ministerio sacerdotal en las siguientes parroquias: San Juan Huetamo, Mich., como vicario cooperador, de 1906 a 1907, en donde sufrió un agotamiento nervioso que alarmó a sus familiares.

Una vez repuesto de eso, se le mandó a Pedernales, en donde permaneció de abril de 1907 a febrero de 1913, pero de nuevo los nervios lo volvieron a traicionar, por lo que el señor arzobispo lo envió a Valtierrilla, Guanajuato, para que mejorara de salud.

En todas partes trabajó mucho. Se distinguió también por su devoción a la Santísima Virgen a la que procuraba venerar y honrar de una manera especial en las fiestas marianas, que celebraba con la mayor solemnidad posible.

Fundó y atendió asociaciones parroquiales: Catecismo, Apostolado de la Oración, Vela Perpetua, Hijas del María, Obreros Guadalupanos. Objeto especial de su preocupación pastoral fue la atención a la escuela parroquial. Promovió obras sociales y fundó una cooperativa de consumo.

En Valtierrilla, como en muchas otras partes, durante la persecución callista, muchos sacerdotes se alejaron de sus parroquias para esconderse buscando siempre lugares más seguros, pero el Padre Méndez siguió al pie del cañón aunque ejerciendo su ministerio de manera oculta, celebrando su misa muy temprano y, asimismo, bautizaba y confesaba a esas horas.

También por las noches salía a bautizar a las casas. Durante el día se dedicaba a atender a los enfermos.

Agotados los recursos pacíficos y legales para que se derogasen las leyes persecutorias, en diversos lugares de la Patria comenzaron a tomarse las armas en acto de legítima defensa.

Algunos en Vatierrilla quisieron sumarse a los cristeros y fijaron como fecha para el levantamiento el 5 de febrero de 1928, pero fueron delatados y vinieron los soldados de Sarabia, poblado cercano, a sofocar el levantamiento. El Padre Méndez nada tuvo que ver con ese asunto ya que jamás empuñó las armas.

El día cinco señalado, estaba el Padre Méndez terminando de celebrar su misa en una dependencia de la notaria cuando se oyeron los primeros disparos de la fuerza federal, que venían entrando al pueblo en busca de los que se iban a levantar en armas.

El Padre Méndez ante el inminente peligro, tomó el copón con las Hostias consagradas y lo escondió bajo su zarape, con el cual se cobijaba cuando hacía frío, mas sintió la necesidad de proteger mucho más al Santísimo y por lo mismo, trató de no hacerse visible.

Saltó por una ventana de la notaría que estaba al pie de la torre del templo. Los soldados, que se habían subido precisamente a lo alto del campanario para poder vigilar mejor los movimientos del pueblo, vieron que alguien abría la ventana tratando de escapar y avisaron a los de abajo, quienes hicieron salir al Padre Jesús.

Cuando vieron al padre, sin conocerlo, deben haber pensado que se trataba de algún cristero, creían que bajo la cobija llevaba alguna arma y le exigían que la entregara, a lo que respondió que no tenía arma.

Recibieron la orden de registrarlo, un soldado dio un jalón a la cobija descubriendo el copón que apretaba contra su pecho. Le hicieron la clásica pregunta: "¿Es usted Cura?" a lo cual respondió: "Sí soy Cura". Esto bastó para que lo aprehendieran.

El Padre Méndez les dijo: "A ustedes no les sirven las Hostias consagradas, dénmelas". Pidió a los soldados unos momentos para recogerse en oración, se puso de rodillas y comulgó. Dijeron después los soldados: "No queremos alhajas, deles esa joya a las viejas", refiriéndose a la hermana del padre, Luisa, y a la sirvienta de esta, María Concepción, que trataban de defender al sacerdote.

Les entregó el copón diciéndoles: "Cuídenlo y déjenme, es la voluntad de Dios", y dirigiéndose a los soldados: "Ahora haced de mí lo que queráis; estoy dispuesto".

Seis u ocho soldados lo llevaron al lugar del sacrificio, distante una media cuadra de la plaza. Lo sentaron en un tronco que había ahí, en medio de dos soldados. El capitán Muñiz intentó dispararle, pero la pistola no funcionó. Ordenó entonces a los soldados que le dispararan. Tres veces lo hizo cada uno con su rifle, pero ninguno hizo blanco, sea porque no hayan querido o no hayan podido hacerlo.

Enfadado el capitán, ordenó al prisionero que se pusiera de pie, lo registró y le quitó el crucifijo y unas medallas que traía, lo colocó junto a unos magueyes y le disparó. El Padre Jesús cayó al suelo ya muerto. Eran aproximadamente las siete de la mañana del día 5 de febrero de 1928.

Como a las tres de la tarde de ese mismo día 5, los restos del sacerdote mártir fueron llevados a Cortazar en una camioneta de redilas, propiedad del gobierno.

En ese lugar los soldados lo pusieron junto a la vía del tren, con el fin de que cuando este pasara lo destrozara, no sin antes hacer desfilar a todas las personas de Valtierrilla, Gto., que se habían llevado en calidad de detenidos.

Las mujeres de los oficiales, más sensatas y valientes, fueron a la vía del tren a quitar el cuerpo de ahí para llevarlo hacia un portalillo cercano. Acto seguido, los soldados cavaron una fosa en el machero de los caballos para enterrarlo, pero las soldaderas se opusieron, y como el señor Elías Torres les pidió el cuerpo para sepultarlo, se lo concedieron.

Un carpintero de Sarabia, Alberto Delgado, hizo el ataúd y fue velado el cuerpo en el portal de los Carmona y sepultado en Cortazar por Elías Torres.

El Padre Jesús Méndez Montoya fue sacrificado por odio a la fe. él conocía los riesgos de su ministerio; sin embargo jamás abandonó a su feligresía y en muchas ocasiones expresó su deseo de ser mártir.

Cinco años después, el Padre Segoviano, Vicario de Valtierrilla, junto con su feligresía fueron a Cortazar y exhumó los restos que fueron identificados por el señor Elías Torres; los familiares también los identificaron por un mechón blanco que tenía en el cabello y por la ropa que vestía. Además, el sitio de la sepultura era conocido por la gente del lugar.

El Padre Segoviano depositó la urna con los restos en el piso del presbiterio de la iglesia parroquial de Valtierrilla, Guanajuato, donde permanecen hasta la fecha.

El Padre Jesús Méndez Montoya fue declarado Beato por S.S. el Papa Juan Pablo II en la ceremonia efectuada en la Basílica de San Pedro en Roma, Festividad de Cristo Rey, el día 22 de noviembre de 1992, en compañía de sus 24 compañeros Mártires Mexicanos.

El día 21 de mayo del Año Santo 2000, Jubileo de la Encarnación de Jesucristo, el Papa Juan Pablo II realizó la ceremonia de Canonización de los 25 Mártires Mexicanos, incluido el Beato Jesús Méndez Montoya, en la Plaza de San Pedro, ante la presencia de más de cuarenta mil peregrinos.

"Los cristianos esperan encontrar en el sacerdote no sólo un hombre que los acoge, que los escucha con gusto y les muestra una sincera amistad, sino también y sobre todo un hombre que les ayude a mirar a Dios, a subir hacia él". (Exhortación Pastoral "PASTORES DABO VOBIS", N. 47)

¡San Jesús Méndez Montoya, que durante tu ministerio sacerdotal tuviste un gran amor a Jesús en la Eucaristía, ruega por nosotros!

Fueron muchos los fieles que sufrieron el martirio por defender su fe, de entre ellos presentamos ahora a veinticinco que fueron proclamados santos de la Iglesia por Juan Pablo II:

Cristobal Magallanes Jara, Sacerdote
Roman Adame Rosales, Sacerdote
Rodrigo Aguilar Aleman, Sacerdote
Julio Alvarez Mendoza, Sacerdote
Luis Batis Sainz, Sacerdote
Agustin Caloca Cortés, Sacerdote
Mateo Correa Magallanes, Sacerdote
Atilano Cruz Alvarado, Sacerdote
Miguel De La Mora De La Mora, Sacerdote
Pedro Esqueda Ramirez, Sacerdote
Margarito Flores Garcia, Sacerdote
Jose Isabel Flores Varela, Sacerdote
David Galvan Bermudez, Sacerdote
Salvador Lara Puente, Laico
Pedro de Jesús Maldonado Lucero, Sacerdote
Jesus Mendez Montoya, Sacerdote
Manuel Morales, Laico
Justino Orona Madrigal, Sacerdote
Sabas Reyes Salazar, Sacerdote
Jose Maria Robles Hurtado, Sacerdote
David Roldan Lara, Laico
Toribio Romo Gonzalez, Sacerdote
Jenaro Sanchez Delgadillo
David Uribe Velasco, Sacerdote
Tranquilino Ubiarco Robles, Sacerdote

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Por: . | Fuente: ACI Prensa

Laica

b>Martirologio Romano: En Roma, beata Isabel Canori Mora, madre de familia, que tras haber sufrido mucho tiempo, con caridad y paciencia, la infidelidad del marido, angustias económicas y la persecución de familiares, ofreció su vida a Dios por la conversión, salud, paz y santificación de los pecadores, y entró a formar parte de la Tercera Orden de la Santísima Trinidad (1825).

Etimología: Isabel = Aquella a quien Dios da salud, es de origen hebreo.

Fecha de beatificación: 24 de abril de 1994, en el Año Internacional de la Familia, por el Papa Juan Pablo II.

Por un minuto piensa en las personas que viven en tu vecindario. ¿Podrías llamar a alguno santo? Hubo un barrio en Italia donde efectivamente una santa vivía en la casa contigua. La beata Isabella Canori Mora quien llevó su vida de madre y esposa a la plena conformación con Cristo en la cotidianeidad y en la adversidad de tener un esposo que la maltrataba.

Quién fue

Nació en Roma el 21 de noviembre de 1774. Hija de Tommaso y Teresa Primoli, en el seno de una familia de posición acomodada, profundamente cristiana y diligente en la educación de sus hijos.

Estudió con las Hermanas Agustinas de Cascia (1785-88), donde destacó por su inteligencia, una profunda vida interior y su espíritu de penitencia. De regreso a Roma, tuvo una vida tranquila hasta que en 1796 -cuando tenía 21 años- se casó con el joven abogado romano Cristóforo Mora.

Para ella, el matrimonio fue una decisión reflexionada, madura, pero después de algunos meses, la fragilidad psicológica de Cristóforo comprometió la serenidad de la familia.

Cristóforo convirtió a una mujer de mal vivir en su amante y a medida que pasaba el tiempo, humilló y abusó de su esposa en distintas formas, no ejerció más la abogacía, y gastó tanto dinero en sus aventuras que terminó llevando a su esposa e hijas a la extrema pobreza y una creciente deuda.

A la violencia física y psicológica de su esposo, Isabella respondió siempre con absoluta fidelidad. Nunca puso excusas, conveniencias o intereses para justificar un abandono de su hogar, para ella sólo primaba el código de fidelidad de amor y rendición total.

Elizabeth trató a su marido con paciencia gentil, ofreciendo penitencias y oraciones por su conversión. Nunca pensó en separarse de él, a pesar de los consejos de familiares y amigos. En vez de esto, siempre amó, apoyó y perdonó a su esposo esperando su conversión.

En 1801 sufrió una misteriosa enfermedad que la puso al borde de la muerte. Se curó de forma inexplicable y tuvo su primera experiencia mística.

Esta es una vidente italiana de las tribulaciones de los últimos tiempos de la Iglesia, que fue favorecida con los dones de la visión y de la profecía.

El Señor le hizo alcanzar la madurez para recibir las visiones y las ilustraciones sobre el destino de la Iglesia. Recibió en forma clara los estigmas de la pasión de Cristo, y en sus visiones vio las tremendas batallas que tendrá que sostener la Iglesia en los últimos tiempos bajo el poder de las tinieblas.

Tuvo cuatro hijos, pero los dos primeros murieron a los días de nacer. Con el abandono de su esposo, fue forzada a vivir trabajando con sus propias manos para seguir al cuidado de sus hijas Marianna y Luciana. Dedicó mucho tiempo a la oración, los pobres y los enfermos.

Su hogar pronto se convirtió en un punto de referencia para mucha gente en busca de ayuda material y espiritual. Se dedicó especialmente a cuidar de las familias en necesidad. Para ella, la familia implicaba dar un espacio a cada persona, un lugar que dé frutos de vida, fe, solidaridad y responsabilidad.

La familia, para ella, era el templo en el que recibía al "al amado Señor, Jesús de Nazaret" y a todos los que se dirigían a ella. A través de la auto negación, Elizabeth ofrecía su vida por la paz y la santidad de la Iglesia, la conversión de su esposo y la salvación de los pecadores.

En 1807 Elizabeth se unió a la Orden terciaria Trinitaria.

Respondió con dedicación a la vocación al matrimonio y la consagración secular. Sus admirables virtudes humanas y cristianas así como la fama de su santidad se difundieron a través de Roma, Albano y Marino, donde ganó fama de santidad.

En 5 de febrero de 1825, mientras era asistida por sus dos hijas, Isabella falleció. Fue enterrada en Roma en la iglesia trinitaria de San Carlino alle Quattro Fontane. Poco después de su muerte, como ella misma predijo, su esposo se convirtió uniéndose a la Orden Terciaria Trinitaria y después se ordenó sacerdote de los franciscanos conventuales. Murió el 9 de setiembre de 1845 y fue enterrado en la iglesia de los franciscanos conventuales de Sezze.

Fue beatificada junto al joven mártir Zaire Isidore Bakanja, y a otra madre italiana santa, Gianna Beretta Molla, por el Papa Juan Pablo II el 24 de abril de 1994, en el Año Mundial de la Familia.



Algunas visiones de Isabella Canori

En una visión del 25 de marzo de 1816 vio:

"A los miserables que cada día con mayor orgullo y desfachatez, de palabra y de obra, con incredulidad y apostasía, van pisoteando la santa religión y la divina ley. Se sirven de las palabras de la Sagrada Escritura y del Evangelio, corrompiendo su verdadero sentido para respaldar así sus perversas intenciones y sus torcidos principios".

El 15 de octubre de 1818 tuvo otra visión terrible:

"De repente, dice, le fue mostrado el mundo. Lo veía todo en revolución, sin orden ni justicia. Los siete vicios capitales (soberbia, lujuria, ira, envidia, pereza, guía y avaricia) eran llevados en triunfo, y por todas partes se veía reinar la injusticia, el fraude, el libertinaje y toda clase de iniquidades. Vio también Sacerdotes despreciando la Santa Ley de Dios y cómo se cubría el Cielo de nubes negras; se levantaba un tremendo huracán y en el mayor desconcierto se mataban los hombres unos a otros. En castigo de los soberbios que con impía presunción intentaban demoler la Iglesia desde los cimientos, permitía Dios a los poderes de las tinieblas abandonar los abismos del infierno . . ."

El triunfo de la Iglesia:

En 1821 oyó al Señor hablar del triunfo de la Iglesia, pues ésta saldría renovada de aquellas tormentas, encendida en el primitivo celo de la Gloria de Dios, y que sería recordada universalmente por los pueblos. Vendrá la reforma de la Iglesia . . . "y la restauración de todas las cosas no se verificará sin un profundo trastorno de todo el mundo, de todas las poblaciones".

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SAN FELIPE DE JESÚS 


RELIGIOSOS Y MÁRTIR




Primer Santo Mexicano


Felipe de las Casas Martínez nace en la Ciudad de México el primero de mayo de 1572, primogénito de once hijos del matrimonio español formado por honrados inmigrantes españoles: don Alonso de las Casas y doña Antonia Martínez. Su pila de Bautismo se conserva en la Catedral Primada Metropolitana.

En su niñez se caracterizó por su índole inquieta y traviesa. Se cuenta que su aya, una buena negra cristiana, al comprobar las diarias travesuras de Felipe, solía exclamar, con la mirada fija en una higuera seca que, en el fondo del jardín, levantaba a las nubes sus áridas ramas:

"Antes la higuera seca reverdecerá, a que Felipillo llegue a ser Santo"...

El chico no tenía madera de Santo... Asistió al Colegio de San Pedro y San Pablo de donde sería expulsado debido a su carácter incontrolado y travieso.

Posteriormente es enviado al noviciado franciscano de Santa Bárbara en la Ciudad de Puebla, del cual escapa para regresar a su casa.

Don Alonso decide entonces, ponerlo a trabajar en un taller de platería en donde mostró habilidad para labrar la plata; sin embargo, su inconstancia y falta de disposición para trabajar entre cuatro paredes, llevó al fracaso este nuevo intento de forjarle un "porvenir" a Felipe.

Las cosas se habían puesto tensas en su casa y Felipe, de entonces 18 años, decide embarcarse hacia las filipinas para actuar como agente de compras en Manila para los negocios de su padre, corría el año de 1590. Manila, punto de confluencia de razas, de comercio, de tentaciones... Felipe se deja atraer por un tiempo por los juegos de azar, actividad muy popular entre los habitantes de aquellas tierras.

El joven Felipe gozó por un tiempo de los deslumbrantes atractivos de aquella ciudad; pero pronto se sintió angustiado: el vacío de Dios se dejó sentir muy hondo, hasta las últimas fibras de su ser; en medio de aquel doloroso vacío volvió a oír la llamada de Cristo: "Si quieres venir en pos de Mí, renuncia a ti mismo, toma tu cruz y sígueme" (Mt.16, 24).

Para el apuesto y próspero Felipe llegaba el momento de la decisión y escoge correctamente. Acude al convento franciscano de Santa María de los Ángeles en Manila en donde se entrega con fervor a la disciplina conventual y se prepara para la labor misionera que llevaba a cabo la orden y también, sin saberlo, se prepara para el martirio.

Profesó el 22 de mayo de 1594 con el nombre de Felipe de Jesús. Aparece así, el "hombre nuevo" de las cenizas del viejo; aparición que implica morir en cierto sentido, morir al mundo, implica dolor, dolor de "perder" nuestra vida cómoda.

Además de Felipe de Jesús, otros dos de los hijos de don Alonso y doña Antonia optaron por la vida religiosa: Juan, mártir también en las Islas Filipinas y Francisco, evangelizador agustino en México.

Y Felipe de Jesús volvió a tomar la cruz, y ahora si tomó muy en serio su conversión... Oró mucho, estudió, cuidó amorosamente a los enfermos y necesitados, y un buen día le anunciaron que ya podía ordenarse sacerdote, y que, por gracia especial, esa ordenación tendría lugar precisamente en su ciudad natal, en México, a la vista de sus Padres y amigos de la infancia...

En el siglo XVI, la aventura más espectacular era atravesar el inmenso Océano Pacífico de Asia a México; el viaje más arriesgado y largo que se hacía en el mundo era el de Manila al Puerto de Acapulco. Cada viaje iba acompañado de enfermedades, hambre y sed, inquietudes y desvelos.

El viaje de Manila a cualquier punto de América era, casi, un viaje a la Eternidad. Los navegantes sufrían por las tempestades que movían al galeón horriblemente, golpeándolo en forma espantosa. Muchos morían a consecuencia de los golpes, otros de miedo y algunos de mareo y debilidad.

La travesía duraba siete meses y a veces ocho meses. Felipe de Jesús empezó su viaje desde el Puerto de Cavite rumbo a su patria el 12 de julio de 1596, en un navío que tenía un nombre anticipatorio: el "San Felipe".

Dos fueron los tifones que golpearon al "San Felipe" de madera. Cuando el mar se serenó un poco se dieron a la tarea de reconstruir el "San Felipe", a curar las heridas y sepultar entre las bramantes olas a los muertos que la catástrofe había causado.

Siete días llevaban con tiempo sereno y mar en bonanza, cuando Fray Juan Pobre sugirió que se hiciese una arribada al Japón, lo que aceptó el General Matías Landecho, y cuando iban tomando rumbo hacia la costa les asaltó otro temporal más furioso que los anteriores, que duró 36 horas.

Era el 5 de octubre cuando ya el Galeón "San Felipe" se encontraba sin palo sano de Proa a Popa; y sin embargo, caminaba lentamente hacia el Japón.

Se dirigían al Gran Imperio del poderoso Taico Sama, la tierra de las ilusiones misioneras de Felipe de Jesús; él era el único que iba jubiloso, olvidado de todo, sólo pensaba en misionar. El cristianismo había entrado en Japón desde 1549, de la mano de San Francisco Javier S.J.

Felipe de Jesús se soñaba entre paganos alumbrándolos con la antorcha de la Fe y lavándolos con el agua regeneradora.

Soñaba que en Japón recibiría las Sagradas Ordenes de manos de un Obispo Misionero, y se quedaría en el fabuloso Japón, en el maravilloso Imperio del Sol Naciente, quemando su existencia en aras de un ideal sublime que llenaría toda su vida.

El Galeón "San Felipe" avanzaba sin cosa que para la navegación valiese y sin embargo, enfilaba derechamente al Japón. Todos palpaban que la navegación era milagrosa; hasta que por fin descubrieron tierra del Japón a la altura de Meaco, capital del Imperio.

Al intentar hacer tierra todavía correrían un último riesgo, temían chocar con alguna roca y destrozarse, pues el galeón no llevaba mando. Afortunadamente salieron del peligro y llegaron frente a las costas de Shikoku.

Todos los náufragos del "San Felipe", no se cansaban de dar gracias a Dios por aquel milagro y arrodillados en tierra japonesa entonaron el "TE DEUM LAUDAMUS". Felipe de Jesús besaba la tierra una y otra vez; tocaba ya no en sueños, sino despierto, la tierra de los mil atractivos y peligros.

El régimen político de Japón en la época de nuestro mártir se caracteriza por ser un gobierno militar presidido por un "Shogun", que de hecho controlaba y dirigía los destinos del país a espaldas del emperador, recluido en su palacio de Kyoto como figura decorativa.

Cinco ciudades del Imperio eran "shogunales", bajo el control directo del "generalísimo". Estas eran Kyoto, Tokyo, Osaka, Sakai y Nagasaki.

Oda Nobunaga fue el gran Shogun que comenzó el comercio con las potencias extranjeras; por ello favoreció el crecimiento del cristianismo. Toyotomi Hideyoshi cambió de actitud, y en 1587 publicó el "Edicto de expulsión de los misioneros". Taiko Sama dejó dormir su decreto pero seguía atentamente los movimientos de los misioneros por medio de espías.

Una delegación de los náufragos, incluyendo a Felipe de Jesús, decide viajar a la ciudad de Kyoto para encontrarse con otros franciscanos que predicaban ahí y solicitarle al embajador del gobernador de Filipinas, Fray Pedro Bautista, su intercesión ante el Shogun Taiko Sama para reparar la nave que había sido confiscada por el Shogun.

Pero el Shogun no quiso recibirlos; por el contrario, la mañana del 8 de diciembre de 1596 ordena la aprensión de los frailes del Convento de Santa María de los Ángeles en Kyoto "por haber desobedecido la orden para no predicar abiertamente". Aunque la verdadera razón de esta orden era el temor de los Shogun a ser dominados por las potencias extranjeras a través de la religión en un momento en que se estaba consolidando la unidad del país.

Felipe de Jesús pudo haberse sustraído al decreto de muerte: no había tenido tiempo de predicar y ni siquiera había elegido ir al Japón; era un náufrago, y como tal habría podido seguir su camino, como los otros náufragos lo hicieron, una vez reparado el barco.

Pero la puerta del Santo no es la puerta fácil... Siguió, pues, hasta el último suplicio a Fray Pedro Bautista y demás misioneros franciscanos que desde hacía años evangelizaban el Japón.

El 30 de diciembre, Taiko Sama decide trasladarlos a Nagasaki ubicada a 900 kilómetros, con el objeto de sacrificarlos en la única ciudad del Japón que había nacido cristiana.

Este recorrido tan largo, pensaba Taiko, serviría para erradicar la fe de aquellos japoneses que estuvieran tentados a acogerla por lo que durante todo el camino sometió a los prisioneros a innumerables afrentas.

El primero de enero se unen a los presos de Kyoto otros catequistas capturados en Osaka; más tarde se les unirían otros dos cristianos para completar el grupo de 26 prisioneros.

El 3 de enero se les mutila el lóbulo inferior de la oreja izquierda como forma de "marcar" a los que iban a morir. Este último hecho lleva a Felipe de Jesús a exclamar:

"Ya dimos la primera sangre; ya nadie nos quitará el gozo de darla toda por la fe".

26 cruces fueron dispuestas en la Colina de Nagasaki aquel 5 de febrero de 1597. Sus captores los crucificaron en una loma, la del Tateyama, que también era un trigal.

La cruz de Felipe de Jesús fue la del centro, la trece, como queriendo otorgarle a este extranjero que no hablaba japonés y con sólo unos meses en el Japón, el lugar más importante no sólo del Tateyama sino del comienzo de la evangelización del Japón.

Felipe de Jesús no podía hacer mucho por no tener las Sagradas Ordenes, ni dominar del todo la lengua. Lo que más hacía era orar, orar con fe pidiendo fortaleza para sí y para sus compañeros. Le parecía que no había hecho nada grande para merecer el martirio.
26 prisioneros sacrificados:

-Seis Misioneros Franciscanos: había cuatro españoles, fray Pedro Bautista Blásquez, fray Martín de la Ascensión, fray Francisco Blanco, y fray Francisco de Miguel. Y con ellos, fray Gonzalo García, indio portugués, y fray Felipe de Jesús, mexicano.

-Tres Jesuitas: Pablo Miki, un japonés de familia de la alta clase social, hijo de un capitán del ejército y muy buen predicador; Juan de Goto y Santiago Kisai, (dos hermanos coadjutores jesuitas).

-16 Cristianos Japoneses que eran catequistas y se habían hecho terciarios franciscanos. Entre ellos: un soldado: Cayo Francisco; un médico: Francisco (de Miako); Buenaventura y Matías (de Miako); Tomás Danki (de Ize); un enfermero: Juan Kisaka o Kinoia; Cosme y Máximo Takeya (padre e hijo); Joaquín Sakakibara, Pablo Suzuki, y tres muchachos de trece años que ayudaban a misa a los sacerdotes: Luis Ibarki, Antonio Deyman (de Nagazaki) y Tomás Kasaky, cuyo padre fue también martirizado.

-Un Coreano: León Karasuma.

Felipillo, Felipe de las Casas Martínez, se abrazó a la cruz de la cual fue colgado, suspendido mediante cinco argollas, pero las de sus tobillos estaban mal ajustadas, y sus pies resbalaron repentinamente del pedal de la cruz, quedando su garganta oprimida por el aro de acero puesto en su cuello.

Ahogándose, moviendo desesperadamente la cabeza, sólo pudo decir sus últimas palabras: "Jesús, Jesús, Jesús". A sus gritos corrieron los soldados y mirándole en agonía rematan al mártir clavando sus lanzas: dos lanzas atravesaron sus costados, una el costado derecho y otra en el corazón, y cruzándose en el pecho, salieron por sus hombros. Felipe de Jesús fue el primero en morir en medio de todos aquellos gloriosos mártires.

Era el 5 de febrero de 1597; muere el primer Santo Mexicano, San Felipe de Jesús, primer mártir del Japón, Mexicano Universal.

Cuenta la leyenda que ese mismo día la higuera seca de la casa paterna reverdeció de pronto y dio fruto. "¡Felipillo es santo, Felipillo es santo!", gritaba incrédula su nana en México al ver reverdecer la higuera muerta desde hace tiempo, mientras Felipe de Jesús cumplía con una misión, una misión grandiosa y que sin embargo pocos entendían en el lugar donde la llevaba a cabo.

"En la colina santa de Nagasaki había una selva de cruces y una turba de invictos mártires. Los cristianos se precipitaron a recoger sus vestidos para tenerlos consigo como reliquias y la sangre para humedecer paños llevados con esta finalidad. Entre tanto Dios glorificaba a sus mártires con ruidosos prodigios. Los cuerpos de los mártires difundían un delicioso perfume. Durante dos meses duraron colgados de las cruces sin dar signos de putrefacción. Las aves de rapiña que solían alimentarse de los cuerpos de los condenados en aquel lugar, dieron muchas vueltas alrededor de los cuerpos de los mártires sin tocarlos".

Felipe de Jesús fue beatificado, juntamente con sus compañeros Mártires de Nagasaki, el 14 de septiembre de 1627, por el Papa Urbano VIII.
El Beato Felipe de Jesús fue canonizado el 8 de junio de 1862 por el hoy Beato Papa Pío IX, junto con sus 25 Compañeros Mártires de Nagasaki, Japón.

Sobre el frontispicio del Vaticano, junto al emblema del Pontífice reinante, lució el escudo mexicano y la imagen del Primer Santo Mexicano dentro de la imponente Basílica ante la regocijada y piadosa presencia, en Roma, de varios obispos mexicanos, entre ellos el de Guadalajara, don Pedro Espinoza y Dávalos.

La Nación Mexicana declaró a San Felipe de Jesús su segundo Patrono, precedido, obviamente, por Santa María de Guadalupe. Y decretó el 5 de febrero como Fiesta Nacional. Sólo que el Congreso Constituyente en 1917, en esa fecha y en Querétaro, la hizo festividad en honor a la Carta Magna.

San Felipe de Jesús, el joven que supo convertirse hasta dar la vida por Cristo, ha sido declarado también Patrono de la Ciudad de México y de su Arzobispado.

Don Francisco Orozco y Jiménez, quinto Arzobispo de Guadalajara, promovió, con el Obispo de Nagasaki, la construcción de una iglesia en el lugar del martirio de "San Felipito" (como él cariñosamente le llamaba), y en 1926 escogió el lugar en que habría de dedicarse un templo en el Sector Libertad tapatío. También escribió y difundió una obra sobre el Santo Protomártir, editada en español y en japonés.

(Lic. Juan Manuel Robles Gil en oremosjuntos.com)

Oración a San Felipe de Jesús:

San Felipe de Jesús, Protomártir de México,
que llevaste tu espíritu generoso hasta el
extremo del mundo, enséñanos a medir
el valor exacto de las cosas;
que nuestra patria
vuelva a su antigua riqueza espiritual,
y sea Dios el Señor de cada vida.
San Felipe de Jesús,
que aprendamos de ti
a ser como el mundo nos necesita.
¡Glorioso Mártir Mexicano,
ruega por tu Patria

y por los que vivimos en ella!

11:35 p.m.

Por: . | Fuente: ACIprensa.com

Mártires

Martirologio Romano: En Alejandría, en Egipto, pasión de los santos mártires Fileas, obispo de Thmuis, y Filoromo, tribuno militar, que durante la persecución bajo el emperador Diocleciano, no pudiendo ser persuadidos por deudos y amigos a pensar en sí mismos, obtuvieron del Señor la palma del martirio al ser degollados (c. 306).

Breve Biografía


Fileas pertenecía a una de las familias más nobles y más antiguas del bajo Egipto. Era originario de Thmuis, ocupó altos cargos, desempeñó funciones públicas y poseía amplios conocimientos filosóficos. Probablemente se convirtió al cristianismo a la edad madura, siendo luego elegido obispo de su ciudad natal. Paralelamente, Filoromo ocupaba un alto puesto administrativo en Alejandría, y también él se convirtió al cristianismo tardíamente. Ambos fueron hechos prisioneros al mismo tiempo y sin duda estuvieron en la mazmorra los últimos meses del año 306.

En este lapso, Fileas dirigió una carta a los fieles de su diócesis exhortándolos a seguir firme en la fe a Cristo aún después de su inminente muerte. Posteriormente, los dos mártires fueron interrogados por Culciano, prefecto de Egipto y al mantenerse firmes a su adhesión a Jesús, fueron condenados a ser decapitados.

Artículo originalmente publicado en ACI Prensa

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Por: . | Fuente: Enciclopedia Católica || ACI Prensa

Abad

Martirologio Romano: En Pelusio, en Egipto, san Isidoro, presbítero, hombre de profunda doctrina, que, despreciando el mundo y las riquezas, trató de imitar la vida de san Juan Bautista en el desierto, vistiendo el hábito monástico (c. 449).

Etimología: Isidoro = Don de Isis, es de origen griego.

Nació en Alejandría en la segunda mitad del siglo IV, murió no más tarde del 449-50. En ocasiones se le designa por error como Isidoro de Damieta. Dejó su familia y propiedades, se retiró a una montaña cerca de la ciudad de Pelusio, cuyo nombre se conectó luego al de él, y abrazó la vida religiosa en el monasterio de Licnos, donde pronto fue famoso por su exactitud en la observancia de la regla y por su austeridad. Un pasaje en su voluminosa correspondencia ofrece razones para creer que ejercía el oficio de abad. Facundo y Suidas se refieren a él como sacerdote, aunque ninguno de estos escritores nos informan a qué iglesia pertenecía; puede ser que no tuviera puesto clerical, sino que sólo fuera sacerdote de un monasterio. Su correspondencia nos da una idea sobre su actividad. Lo muestran peleando contra clérigos indignos cuya elevación al sacerdocio y al diaconato era un serio peligro y escándalo para los fieles. Él se quejaba de que muchos laicos dejaban de recibir los sacramentos para evitar contacto con estos hombres deshonrosos.

Su veneración por San Juan Crisóstomo le hizo proponerle a San Cirilo de Alejandría que le hiciera completa justicia a la memoria del gran doctor. Se opuso a los nestorianos y durante el conflicto que surgió a finales del Concilio de Éfeso entre San Cirilo y Juan de Antioquia, él pensó que San Cirilo estaba muy obstinado. Por lo tanto le escribió a este último en términos insistentes suplicándole, como un hijo a su padre, que pusiera fin a la división y no pusiera una ofensa privada como un pretexto para una ruptura eterna. San Isidoro todavía estaba vivo cuando la herejía de Eutiques comenzó a extenderse en Egipto; muchas de sus cartas lo describen como oponiéndose a la afirmación de una sola naturaleza en Jesucristo. Parece que su vida no se prolongó más allá del 449, porque en sus cartas no se menciona el Concilio Ladrón de Éfeso (agosto de 449) ni el Concilio de Calcedonia (451).

Según Evagrio del Ponto, San Isidoro fue el autor de un gran número de escritos, pero dicho historiador no nos dice nada más, excepto que uno de éstos iba dirigido a Cirilo, incluso dejándonos en la duda de si esta persona era el famoso obispo de Alejandría o un homónimo. Isidoro mismo dice incidentalmente que él compuso un tratado “Adversus Gentiles” pero que se perdió. Otra obra “De Fato”, de la cual su autor nos dice que tuvo cierto grado de éxito, también se perdió. Las únicas obras existentes de San Isidoro son su considerable correspondencia, que comprenden cerca de dos mil cartas. Aun este número parece ser pequeño comparado con la gran cantidad escrita, pues San Nicéforo habla de 10,000. De éstas existen 2,182 divididas en cinco libros que contienen respectivamente 590, 380, 413, 230 y 569 cartas. Estas cartas de San Isidoro pueden ser divididas en tres clases, de acuerdo al tema tratado: las que tratan sobre el dogma y la Biblia, sobre la disciplina eclesiástica y monástica y sobre la moralidad práctica para la guía de los laicos de todas clases y condiciones. Muchas de estas cartas, como es natural, tienen una importancia secundaria, muchas son meras notas. En este artículo se le pondrá énfasis a las principales. Entre éstas está la carta a Teologio contra los nestorianos, en la cual Isidoro señala que hay una gran diferencia entre la madre de los dioses en las fábulas y la Madre de Jesucristo, el Hijo de Dios, pues la primera, según reconocido por los paganos mismos, concebían y parían los frutos del libertinaje, mientras que María concibió sin haber tenido relación sexual con ningún hombre, como es reconocido por todas las naciones del mundo.

Su carta a Hierax defiende la legitimidad de la veneración de las reliquias; la carta a Tuba muestra que era considerado impropio para un soldado cargar una espada en la ciudad en tiempos de paz y aparecer en público con armas y uniforme militar. Sus cartas a personas en la vida religiosa traen muchas pistas importantes que nos permiten tener una idea bastante exacta de las normas intelectuales que existían en los centros monásticos egipcios. Isidoro le reprocha al monje Taleleo el estar interesado en leer a historiadores y poetas paganos cuyos escritos estaban llenos de fábulas, mentiras y obscenidades capaces de abrir heridas ya sanadas y de llamar al espíritu de la impureza a la casa de donde había sido echado. Su consejo respecto a los que abrazaban el estado monástico era que al principio no se les hiciera sentir todo el rigor de la austeridad de la regla para que no les tomaran repulsión, y que no se les debía dejar ociosos y exentos de las tareas ordinarias para que no fueran a adquirir el hábito de la pereza, sino que se les debía guiar paso a paso a la perfección. Las grandes abstinencias no sirven un gran propósito si no van acompañadas de la mortificación de los sentidos. En un gran número de las cartas de San Isidoro respecto al estado monástico se debe notar que él afirma que consiste principalmente en el retiro y la obediencia; que el retiro incluye olvidar todas las cosas que se han dejado atrás y la renuncia a viejos hábitos, mientras que la obediencia se obtiene mediante la mortificación de la carne. El monje de un hábito debe ser de cuero, y su comida debe consistir de hierbas, a menos que la debilidad corporal requiera algo más, en cuyo caso debe ser guiado por el juicio de su superior, pues él no se debe gobernar a sí mismo, sino de acuerdo a la voluntad de los que han crecido en la práctica de la vida religiosa.

Aunque la mayoría son muy breves, la mayoría de las cartas de Isidoro contienen mucha instrucción, la cual a menudo se expone con elegancia, ocasionalmente con un cierto arte literario. Su estilo es natural, sin afectación, aunque no carece de refinamiento. La correspondencia se caracteriza por una imperturbable ecuanimidad de temperamento; ya sea que esté explicando o regañando, disputando o elogiando, siempre hay la misma moderación, los mismos sentimientos de sinceridad, el mismo gusto sobrio. En la explicación de las Escrituras el santo no disimila su preferencia por el sentido moral y espiritual, el cual juzga más útil para aquellos que lo consultan. Por doquier se le veía practicando lo que enseñaba a otros, es decir que su vida correspondía con sus palabras (coherencia), que uno debe practicar lo que enseña, y que no es suficiente indicar lo que se debe hacer, si uno no traduce sus palabras en acción.

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Presbítero Capuchino

Martirologio Romano: En Amatrice, lugar del Abruzo, san José de Leonessa, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, que en Constantinopla sostuvo en su fe a los cristianos cautivos y, habiendo sufrido grandes tribulaciones por haber predicado el Evangelio incluso en el palacio del Sultán, regresó a su patria y se distinguió por atender a los pobres (1612).

Fecha de canonización: 29 de junio de 1746 por el Papa Benedicto XIV.

Este santo nació en 1556 en Leonessa en Umbria, y a la edad de dieciocho años hizo su profesión como fraile capuchino en su ciudad natal, y tomó el nombre de José, en lugar de Eufranio, su nombre de pila.

Era humilde, obediente y mortificado en grado heroico, y tres días a la semana no tomaba otro sustento que pan y agua. Generalmente predicaba con un crucifijo en la mano, y el fuego de sus palabras inflamaba el corazón de sus oyentes. En 1587 fue enviado a Turquía como misionero entre los cristianos de Pera, suburbio de Constantinopla. Allí animaba y servía a los esclavos cristianos de las galeras con maravillosa devoción, especialmente durante una peste maligna, de la cual se contagió, aunque después recobró la salud. Convirtió a muchos apóstatas, y se expuso al rigor de la ley turca cuando predicaba la fe a los musulmanes. José fue encarcelado dos veces, y la segunda vez lo condenaron a cruel muerte.

Mediante afilados garfios que atravesaban una de sus manos y uno de sus pies fue colgado de una horca. Sin embargo, después de haber sido torturado por muchas horas, fue puesto en libertad y se le conmutó su sentencia por el destierro. Desembarcó en Venecia y, después de una ausencia de dos años, regresó de nuevo a Leonessa, donde reanudó sus labores con extraordinario celo. Hacia el fin de su vida sufrió mucho a causa de un tumor. Para extirpárselo, fue sometido a dos operaciones durante las que no exhaló el menor gemido o queja, sosteniendo todo el tiempo un crucifijo sobre el cual tenía fijos los ojos. Cuando se sugirió que antes de la operación debería ser atado, señaló el crucifijo, diciendo: "Este es el lazo más fuerte; esto me sujetará mejor que cualquier cuerda lo haría". La operación no tuvo éxito y San José murió felizmente el 4 de febrero de 1612, a la edad de cincuenta y ocho años.


 

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