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11:20 p.m.

Por: . | Fuente: misatridentina.t35.com

Mártir

Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio Mayor de la vía Nomentana, santa Emerenciana, mártir (c. s. IV).

Etimologicamente: Emerenciana = La que será recompensada, es de origen latino.

Breve Biografía


Según el Martirologio Romano y la lección del breviario de este día, Santa Emerenciana era hermana de leche de Santa Inés.

Eran, pues, de la misma edad aproximadamente, pero Emerenciana era catecúmena (cristiana conversa que aún no ha recibido el bautismo).

Dos días después del martirio de Santa Inés, Santa Emerenciana murió apedreada, cuando se hallaba orando junto a la tumba de su hermana de leche. En esa forma recibió el bautismo de sangre.

Este relato, que constituye una especie de apéndice de las "actas" de Santa Inés, no puede tomarse a la letra; pero existen pruebas de que una mártir llamada Emerenciana estuvo originalmente sepultada en el "Coemeterium majus". Dicho cementerio está un poco más distante de la Vía Nomentana que el sitio en que fue erigida la basílica de Santa Inés.

Según parece, se celebraba a Santa Emerenciana el 16 de septiembre, junto con los santos Víctor, Félix y Alejandro; pero por alguna razón, sus restos fueron trasladados posteriormente a la basílica de Santa Inés y así, la leyenda relacionó a ambas santas.

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11:20 p.m.

Obispo de Toledo

Martirologio Romano: En la ciudad de Toledo, en la Hispania Tarraconensis (hoy España), san Ildefonso, que fue monje y rector de su cenobio, y después elegido obispo. Autor fecundo de libros y de textos litúrgicos, se distinguió por su gran devoción hacia la santísima Virgen María, Madre de Dios (667).

Etimología: Ildefonso = Aquel que esta listo para la batalla, es de origen germánico.

Breve Biografía

Para reconstruir su biografía, además de los datos contenidos en sus obras, disponemos principalmente del Beati Ildephonsi Elogium de San Julián de Toledo, contemporáneo suyo y segundo sucesor en la sede toledana, escrita como apéndice al De viris illustribus (PL 96,43-44). La Vita vel gesta S. Ildephonsi Sedis Toletanae Episcopi, atribuida a Cixila, obispo de Toledo ca. 774-783 (PL 96,44-88; Flórez, V,501-520), donde se mencionan por primera vez los milagros de su vida y la Vita Ildephonsi Archiepiscopi Toletani de fray Rodrigo Manuel Cerratense, s. XIII (Flórez V,521-525), añaden al Elogium tradiciones posteriores con tinte legendario.

Nacido en el 607, durante el reinado de Witerico en Toledo,de estirpe germánica, era miembro de una de las distintas familias regias visigodas. Según una tradición que recoge Nicolás Antonio (Bibliotheca Hispana Vetus, PL 96,11), fue sobrino del obispo de Toledo San Eugenio III, quien comenzó su educación. Por el estilo de sus escritos y por los juicios emitidos en su De viris illustribus sobre los personajes que menciona, se deduce que recibió una brillante formación literaria. Según su propio testimonio fue ordenado de diácono (ca. 632-633) por Eladio, obispo de Toledo (De vir. ill. 7: PL 96,202). En un pasaje interpolado del Elogium, se dice que siendo aún muy niño, ingresó en el monasterio Agaliense, en los arrabales de Toledo, contra la voluntad de sus padres. Más adelanté se afirma que «se deleitaba con la vida de los monjes», frase que debe interpretarse siguiendo a Flórez (V,276) en el sentido de que desde niño se inclinó al estado religioso. Ildefonso estuvo muy vinculado a este monasterio, como él mismo recuerda al hablar de Eladio, y como se deduce del De vir. ill. con el que pretende exaltar la sede toledana y quizá mostrar el papel privilegiado que correspondía al monasterio Agaliense. Estando ya en el monasterio, funda un convento de religiosas dotándolo con los bienes que hereda, y en fecha desconocida (650?), es elegido abad. Firma entre los abades en los Concilios VIII y IX de Toledo, no encontrándose su firma, en cambio, en el X (656). Muerto el obispo Eugenio III es elegido obispo de Toledo el a. 657, y según el Elogium obligado a ocupar su sede por el rey Recesvinto. En la correspondencia mantenida con Quirico, obispo de Barcelona, se lamenta de las dificultades de su época. A ellas atribuye el Elogium que dejase incompletos algunos escritos.

Muere el 667, siendo sepultado en la iglesia de Santa Leocadia de Toledo, y posteriormente trasladado a Zamora. Su fiesta se celebra el 23 de enero.

Es patrón de la ciudad Zamora, en cuya Iglesia Arciprestal de San Pedro y San Ildefonso, reposan sus restos; de Toledo y de Herreruela de Oropesa, en la misma provincia, donde sus fiestas se celebran cada año con bastante fervor. También es el santo patrón de la ciudad de Mairena del Aljarafe en la provincia de Sevilla. La Orden de Caballeros Cubicularios se encarga de la custodia de sus reliquias en la citada iglesia zamorana.

Milagro del encuentro con la Virgen

La noche del 18 de diciembre del 665 San Ildefonso junto con sus clérigos y algunos otros, fueron a la iglesia, para cantar himnos en honor a la Virgen María. Encontraron la capilla brillando con una luz tan deslumbrante, que sintieron temor. Todos huyeron excepto Ildefonso y sus dos diáconos. Estos entraron y se acercaron al altar. Ante ellos se encontraba la Virgen María, sentada en la silla del obispo, rodeada por una compañía de vírgenes entonando cantos celestiales. María al ir hizo una seña con la cabeza para que se acercara. Habiendo obedecido, ella fijó sus ojos sobre él y dijo: "Tu eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta casulla la cual mi Hijo te envía de su tesorería." Habiendo dicho esto, la Virgen misma lo invistió, dándole las instrucciones de usarla solamente en los días festivos designados en su honor.

Esta aparición y la casulla fueron pruebas tan claras, que el concilio de Toledo ordenó un día de fiesta especial para perpetuar su memoria. El evento aparece documentado en el Acta Sanctorum como El Descendimiento de la Santísima Virgen y de su Aparición. La importancia que adquiere este hecho milagroso sucedido en plena Hispania Ghotorum y transmitido ininterrumpidamente a lo largo de los siglos ha sido muy grande para Toledo y su catedral. Los árabes, durante la dominación musulmana, al convertirse la Basílica cristiana en Mezquita respetaron escrupulosamente este lugar y la piedra allí situada por tratarse de un espacio sagrado relacionado con la Virgen Maria a quien se venera en el Corán. Esta circunstancia permite afirmar que el milagro era conocido antes de la invasión musulmana y que no se trata de una de las muchas historias piadosas medievales que brotaron de la fantasía popular. En la catedral los peregrinos pueden aun venerar la piedra en que la Virgen Santísima puso sus pies cuando se le apareció a San Ildefonso.
 

ORACIÓN A MARIA
De San Ildefonso de Toledo
(del Libro de la perpetua virginidad de Santa María)

A ti acudo, única Virgen y Madre de Dios. Ante la única que ha obrado la Encarnación de mi Dios me postro.
Me humillo ante la única que es madre de mi Señor. Te ruego que por ser la Esclava de tu Hijo me permitas consagrarme a ti y a Dios, ser tu esclavo y esclavo de tu Hijo,
servirte a ti y a tu Señor.

A Él, sin embargo, como a mi Creador y a ti como madre de nuestro Creador;
a Él como Señor de las virtudes y a ti como esclava del Señor de todas las cosas; a Él como a Dios y a ti como a Madre de de Dios.

Yo soy tu siervo, porque mi Señor es tu Hijo. Tú eres mi Señora, porque eres esclava de mi Señor.

Concédeme, por tanto, esto, ¡oh Jesús Dios, Hijo del hombre!: creer del parto de la Virgen aquello que complete mi fe en tu Encarnaciòn; hablar de la maternidad virginal aquello que llene mis labios de tus alabanzas; amar en tu Madre aquello que tu llenes en mi con tu amor; servir a tu Madre de tal modo que reconozcas que te he servido a ti; vivir bajo su gobierno en tal manera que sepa que te estoy agradando y ser en este mundo de tal modo gobernado por Ella que ese dominio me conduzca a que Tú seas mi Señor en la eternidad.

¡Ojalá yo, siendo un instrumento dócil en las manos del sumo Dios, consiga con mis ruegos ser ligado a la Virgen Madre por un vínculo de devota esclavitud y vivir sirviéndola continuamente!

Pues los que no aceptáis que María sea siempre Virgen; los que no queréis reconocer a mi Creador por Hijo suyo, y a Ella por Madre de mi Creador; si no glorificáis a este Dios como Hijo de Ella, tampoco glorificáis como Dios a mi Señor. No glorificáis como Dios a mi Señor los que no proclamáis bienaventurada a la que el Espíritu Santo ha mandado llamar así por todas las naciones; los que no rendís honor a la Madre del Señor
con la excusa de honrar a Dios su Hijo.

Sin embargo yo, precisamente por ser siervo de su Hijo, deseo que Ella sea mi Señora; para estar bajo el imperio de su Hijo, quiero servirle a Ella; para probar que soy siervo de Dios, busco el testimonio del dominio sobre mi de su Madre; para ser servidor de Aquel que engendra eternamente al Hijo,
deseo servir fielmente a la que lo ha engendrado como hombre.
Pues el servicio a la Esclava está orientado al servicio del Señor;
lo que se da a la Madre redunda en el Hijo;
lo que recibe la que nutre termina en el que es nutrido,
y el honor que el servidor rinde a la Reina viene a recaer sobre el Rey.

Por eso me gozo en mi Señora,
canto mi alegría a la Madre del Señor,
exulto con la Sierva de su Hijo, que ha sido hecha Madre de mi Creador
y disfruto con Aquélla en la que el Verbo se ha hecho carne.
Porque gracias a la Virgen yo confio en la muerte de este Hijo de Dios
y espero que mi salvación y mi alegría venga de Dios siempre y sin mengua,
ahora, desde ahora y en todo tiempo y en toda edad
por los siglos de los siglos.
Amén.
 

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5:21 p.m.
SAN ILDEFONSO

OBISPO





Obispo de Toledo


En la ciudad de Toledo, en la Hispania Tarraconensis (hoy España), san Ildefonso, que fue monje y rector de su cenobio, y después elegido obispo. Autor fecundo de libros y de textos litúrgicos, se distinguió por su gran devoción hacia la santísima Virgen María, Madre de Dios (667).

Etimología: Ildefonso = Aquel que esta listo para la batalla, es de origen germánico.Para reconstruir su biografía, además de los datos contenidos en sus obras, disponemos principalmente del Beati Ildephonsi Elogium de San Julián de Toledo, contemporáneo suyo y segundo sucesor en la sede toledana, escrita como apéndice al De viris illustribus (PL 96,43-44). La Vita vel gesta S. Ildephonsi Sedis Toletanae Episcopi, atribuida a Cixila, obispo de Toledo ca. 774-783 (PL 96,44-88; Flórez, V,501-520), donde se mencionan por primera vez los milagros de su vida y la Vita Ildephonsi Archiepiscopi Toletani de fray Rodrigo Manuel Cerratense, s. XIII (Flórez V,521-525), añaden al Elogium tradiciones posteriores con tinte legendario.

Nacido en el 607, durante el reinado de Witerico en Toledo,de estirpe germánica, era miembro de una de las distintas familias regias visigodas. Según una tradición que recoge Nicolás Antonio (Bibliotheca Hispana Vetus, PL 96,11), fue sobrino del obispo de Toledo San Eugenio III, quien comenzó su educación. Por el estilo de sus escritos y por los juicios emitidos en su De viris illustribus sobre los personajes que menciona, se deduce que recibió una brillante formación literaria. Según su propio testimonio fue ordenado de diácono (ca. 632-633) por Eladio, obispo de Toledo (De vir. ill. 7: PL 96,202). En un pasaje interpolado del Elogium, se dice que siendo aún muy niño, ingresó en el monasterio Agaliense, en los arrabales de Toledo, contra la voluntad de sus padres. Más adelanté se afirma que «se deleitaba con la vida de los monjes», frase que debe interpretarse siguiendo a Flórez (V,276) en el sentido de que desde niño se inclinó al estado religioso. Ildefonso estuvo muy vinculado a este monasterio, como él mismo recuerda al hablar de Eladio, y como se deduce del De vir. ill. con el que pretende exaltar la sede toledana y quizá mostrar el papel privilegiado que correspondía al monasterio Agaliense. Estando ya en el monasterio, funda un convento de religiosas dotándolo con los bienes que hereda, y en fecha desconocida (650?), es elegido abad. Firma entre los abades en los Concilios VIII y IX de Toledo, no encontrándose su firma, en cambio, en el X (656). Muerto el obispo Eugenio III es elegido obispo de Toledo el a. 657, y según el Elogium obligado a ocupar su sede por el rey Recesvinto. En la correspondencia mantenida con Quirico, obispo de Barcelona, se lamenta de las dificultades de su época. A ellas atribuye el Elogium que dejase incompletos algunos escritos. 

Muere el 667, siendo sepultado en la iglesia de Santa Leocadia de Toledo, y posteriormente trasladado a Zamora. Su fiesta se celebra el 23 de enero. 

Es patrón de la ciudad Zamora, en cuya Iglesia Arciprestal de San Pedro y San Ildefonso, reposan sus restos; de Toledo y de Herreruela de Oropesa, en la misma provincia, donde sus fiestas se celebran cada año con bastante fervor. También es el santo patrón de la ciudad de Mairena del Aljarafe en la provincia de Sevilla. La Orden de Caballeros Cubicularios se encarga de la custodia de sus reliquias en la citada iglesia zamorana.

Milagro del encuentro con la Virgen

La noche del 18 de diciembre del 665 San Ildefonso junto con sus clérigos y algunos otros, fueron a la iglesia, para cantar himnos en honor a la Virgen María. Encontraron la capilla brillando con una luz tan deslumbrante, que sintieron temor. Todos huyeron excepto Ildefonso y sus dos diáconos. Estos entraron y se acercaron al altar. Ante ellos se encontraba la Virgen María, sentada en la silla del obispo, rodeada por una compañía de vírgenes entonando cantos celestiales. María al ir hizo una seña con la cabeza para que se acercara. Habiendo obedecido, ella fijó sus ojos sobre él y dijo: "Tu eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta casulla la cual mi Hijo te envía de su tesorería." Habiendo dicho esto, la Virgen misma lo invistió, dándole las instrucciones de usarla solamente en los días festivos designados en su honor.

Esta aparición y la casulla fueron pruebas tan claras, que el concilio de Toledo ordenó un día de fiesta especial para perpetuar su memoria. El evento aparece documentado en el Acta Sanctorum como El Descendimiento de la Santísima Virgen y de su Aparición. La importancia que adquiere este hecho milagroso sucedido en plena Hispania Ghotorum y transmitido ininterrumpidamente a lo largo de los siglos ha sido muy grande para Toledo y su catedral. Los árabes, durante la dominación musulmana, al convertirse la Basílica cristiana en Mezquita respetaron escrupulosamente este lugar y la piedra allí situada por tratarse de un espacio sagrado relacionado con la Virgen Maria a quien se venera en el Corán. Esta circunstancia permite afirmar que el milagro era conocido antes de la invasión musulmana y que no se trata de una de las muchas historias piadosas medievales que brotaron de la fantasía popular. En la catedral los peregrinos pueden aun venerar la piedra en que la Virgen Santísima puso sus pies cuando se le apareció a San Ildefonso.

ORACIÓN A MARIA

De San Ildefonso de Toledo
(del Libro de la perpetua virginidad de Santa María)

A ti acudo, única Virgen y Madre de Dios. Ante la única que ha obrado la Encarnación de mi Dios me postro.
Me humillo ante la única que es madre de mi Señor. Te ruego que por ser la Esclava de tu Hijo me permitas consagrarme a ti y a Dios, ser tu esclavo y esclavo de tu Hijo,
servirte a ti y a tu Señor.

A Él, sin embargo, como a mi Creador y a ti como madre de nuestro Creador; a Él como Señor de las virtudes y a ti como esclava del Señor de todas las cosas; a Él como a Dios y a ti como a Madre de de Dios. 

Yo soy tu siervo, porque mi Señor es tu Hijo. Tú eres mi Señora, porque eres esclava de mi Señor. 

Concédeme, por tanto, esto, ¡oh Jesús Dios, Hijo del hombre!: creer del parto de la Virgen aquello que complete mi fe en tu Encarnaciòn; hablar de la maternidad virginal aquello que llene mis labios de tus alabanzas; amar en tu Madre aquello que tu llenes en mi con tu amor; servir a tu Madre de tal modo que reconozcas que te he servido a ti; vivir bajo su gobierno en tal manera que sepa que te estoy agradando y ser en este mundo de tal modo gobernado por Ella que ese dominio me conduzca a que Tú seas mi Señor en la eternidad.

¡Ojalá yo, siendo un instrumento dócil en las manos del sumo Dios, consiga con mis ruegos ser ligado a la Virgen Madre por un vínculo de devota esclavitud y vivir sirviéndola continuamente!

Pues los que no aceptáis que María sea siempre Virgen; los que no queréis reconocer a mi Creador por Hijo suyo, y a Ella por Madre de mi Creador; si no glorificáis a este Dios como Hijo de Ella, tampoco glorificáis como Dios a mi Señor. No glorificáis como Dios a mi Señor los que no proclamáis bienaventurada a la que el Espíritu Santo ha mandado llamar así por todas las naciones; los que no rendís honor a la Madre del Señor
con la excusa de honrar a Dios su Hijo. 

Sin embargo yo, precisamente por ser siervo de su Hijo, deseo que Ella sea mi Señora; para estar bajo el imperio de su Hijo, quiero servirle a Ella; para probar que soy siervo de Dios, busco el testimonio del dominio sobre mi de su Madre; para ser servidor de Aquel que engendra eternamente al Hijo, deseo servir fielmente a la que lo ha engendrado como hombre. 

Pues el servicio a la Esclava está orientado al servicio del Señor;
lo que se da a la Madre redunda en el Hijo; lo que recibe la que nutre termina en el que es nutrido, y el honor que el servidor rinde a la Reina viene a recaer sobre el Rey.

Por eso me gozo en mi Señora,
canto mi alegría a la Madre del Señor,
exulto con la Sierva de su Hijo, que ha sido hecha Madre de mi Creador
y disfruto con Aquélla en la que el Verbo se ha hecho carne.
Porque gracias a la Virgen yo confio en la muerte de este Hijo de Dios
y espero que mi salvación y mi alegría venga de Dios siempre y sin mengua,
ahora, desde ahora y en todo tiempo y en toda edad
por los siglos de los siglos. 

Amén.

11:20 p.m.

Por: Claudio Leonardi,Andrea Riccardi,Gabriella Zarri | Fuente: Diccionario de los Santos

Obispo

Martirologio Romano: En la ciudad de Novara, en la Liguria (hoy Italia), san Gaudencio, a quien se considera el primer obispo de esta sede (c. 418).
La ininterrumpida tradición de la Iglesia de Novara –basada sobre todo en el testimonio de las dos listas episcopales más antiguas, los dípticos, redactados en el siglo XI–, recuerda al confesor Gaudencio como el primer obispo de la diócesis, cuya institución se remonta a finales del siglo IV. Sin embargo, la primera noticia históricamente documentada sobre el protoobispo y su culto es de la época longobarda (729), aunque hasta el 841 no se tiene el testimonio de una iglesia dedicada a él, en la que se custodiaban sus reliquias.

La Vita medieval de Gaudencio –compuesta probablemente entre finales del siglo XI e inicios del XII, en el clima de la reforma de la Iglesia y teniendo en cuenta que en tierra lombarda no se habían apagado del todo los ecos de la predicación patarina1- presenta al primer obispo de Novara como originario de Ivrea. El hagiógrafo, que dice que escribe «apoyándose en los méritos del papa León» (León IX, uno de los promotores de la reforma), narra que en Novara el joven fue discípulo del sacerdote Lorenzo. Cayendo víctima este último de la reacción pagana, Gaudencio se trasladó a Milán, donde fue notario de san Martín de Tours. Inmediatamente, durante la persecución ariana, acompañó al obispo Eusebio de Vercelli en su exilio palestino de Escitópolis.

De regreso a Novara, Gaudencio comenzó una vida en común con algunos discípulos. Poco tiempo después, el obispo Ambrosio, mientras volvía a Milán desde Vercelli, no tuvo más remedio que detenerse en Novarra –ya que llegado aquí, su caballo se negó a continuar el camino- para encontrar a Gaudencio, quien le predijo el episcopado: Gaudencio respondió que no sería Ambrosio quien lo consagraría. Poco tiempo después, los novares pidieron al emperador –sin que existiese simonía- que nombrase obispo a Gaudencio, quien fue consagrado por Simpliciano, sucesor de Ambrosio.

Gaudencio gobernó la diócesis durante veinte años (según la tradición de 498 al 518), predicando, realizando conversiones y milagros, construyendo iglesias y monasterios, y convirtiéndose en padre de muchas comunidades. Presintiendo cercana la muerte, reunió al pueblo y al clero cristiano y, esta vez sin ninguna intervención imperial, nombró personalmente a su sucesor, Arabio, «para que no hubiese discordias en la elección del pastor». Tras su muere, el 22 de enero, su cuerpo permaneció incorrupto milagrosamente por seis meses, a la espera de que acabasen los trabajos de la basílica que él inició en las afueras de la ciudad, en la que fue sepultado el 3 de agosto. Junto a su tumba se dieron curaciones, en particular la de una mujer romana poseída por el demonio.

El culto a Gaudencio está ininterrumpidamente testimoniado a partir de la época carolingia. La iconografía representa a Gaudencio con los tradicionales ornamentos pontificales.

Fuente: Diccionario de los Santos, Volumen I
Escrito por Claudio Leonardi,Andrea Riccardi,Gabriella Zarri
Editorial San Pablo, 2000
ISBN 8428522588, 978842852258

1 Herejía Patarina: movimiento reformista surgido en el norte de Italia (Lombardía) en el curso del siglo XI, que tuvo por finalidad lograr una renovación de las costumbres del clero, basándose para ello en la promoción de la vida ascética. Sus propuestas fueron acogidas favorablemente con la llegada al pontificado del ex – patarino, Anselmo de Baggio, como Alejandro II (1061-1073) y principalmente durante el papado de Gregorio VII (1073-1085) quien recogió muchas de sus propuestas reformistas. Sin embargo, la comunidad patarina no tardó en radicalizar sus posturas al rechazar la validez de los sacramentos impartidos por clérigos considerados indignos como en adoptar las ideas milenaristas y dualistas vigentes por entonces. Ello motivó que el papa Gregorio VII endureciera su postura con los patarinos para luego condenarlos. Si bien la comunidad patarina desapareció a mediados del s. XII, sus ideales fueron recogidos por muchos otros en los siglos venideros.

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Por: . | Fuente: AcademiaHumanidades.cl

Presbítero

Martirologio Romano: En Como, ciudad de Lombardía (hoy Italia), beato Antonio della Chiesa, presbítero de la Orden de Predicadores, que restableció la vida cenobita en algunos conventos de la Orden, acompañando con indulgencia la debilidad humana y corrigiéndola con firmeza (1459).

Fecha de beatificación: El culto fue confirmado el 15 de mayo de 1819 por el Papa Pío VII.

Nació de la noble familia Della Chiesa en San Germano (Piamonte, Italia) en 1394. Tenía ya una sólida preparación intelectual y moral cuando a los veintiún años viste el hábito de dominicano en el convento de Vercelli.

Su formación filosófica y teológica la realizó en Venecia, y allí entró de lleno en el movimiento de la reforma. Fue prior en los conventos de Savona, Bolonia (1439), San Marcos de Florencia y Génova.

Su trabajo se desenvolvió dentro de la Orden y fue varias veces vicario general de los conventos reformados ayudando al Maestro de la Orden Bartolomé Texier.

Dejó un recuerdo hermoso de prior afable que corregía la debilidad humana con indulgencia y con firmeza. El papa Eugenio IV le encomendó llevar a la verdad a los católicos que se habían unido al antipapa Félix V.

Consumido por la penitencia y los trabajos murió en Como el 22 de enero de 1459 y sus reliquias fueron llevadas en 1810 a la iglesia parroquial de San Germano, su lugar natal.

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Por: . | Fuente: LaVerdadCatolica.org || OracionDelHuerto.es/

Sacerdotes y Mártires

Martirologio Romano: En Tonkín (hoy Vietnam del Norte), santos Francisco Gil de Federic y Mateo Alonso de Leciniana, presbíteros de la Orden de Predicadores y mártires, que después de una infatigable predicación del Evangelio fueron encarcelados durante el reinado de Trinh Doanh y, heridos con espada, obtuvieron una muerte gloriosa por Cristo (1745).

Fecha de canonización: Los dos fueron incluidos en la lista de los santos el 19 de junio de 1988 por el Papa Juan Pablo II.

SAN FRANCISCO GIL DE FREDERIC DE SANS

Oriundo de Tortosa, España; sus padres le dieron esmerada formación en la fe. En su adolescencia definió su vocación al sacerdocio al cursar estudios en Barcelona y Orihuela; recibió la ordenación sacerdotal en Urgel. Fue docente de novicios en Barcelona. Solicitó evangelizar en tierras de Oriente y, aprobada su solicitud, embarcó a Filipinas.

Después se le envió a la isla filipina de Luzón, donde predicó en las poblaciones de Bataán y Pangasinán; para un mejor desempeño de su misión aprendió las lenguas nativas. Fue designado secretario del padre provincial en Manila. Tiempo después lo autorizaron para misionar en Tonkin (actual territorio de Vietnam).

Aún con las persecuciones, evangelizó, administró los sacramentos y atendió, física y espiritualmente, a los enfermos, siempre preparándose con penitencia, oración y estudio. Realizó ardua misión pastoral hasta ser aprehendido y conducido a un barco con otros prisioneros cristianos, al verlos expresó: "Ya me hicieron prisionero, ¿por qué llevan presos a éstos? Suéltenlos", entonces los guardias, admirados, de súbito liberaron a los otros cautivos.

Francisco permaneció en cautiverio ocho años, padeció maltrato, humillaciones y enfermedades; pese a todo desarrolló vasta actividad apostólica, convirtiendo su cárcel en una misión. La feligresía cristiana pretendió pagar por su rescate, pero él se opuso diciendo: "... Jamás consentiré que se gaste una sola moneda para librarme de morir por Dios Nuestro Señor".

Los paganos, con torturas y amenazas, intentaron hacerlo apostatar sin lograrlo, y fue condenado a morir decapitado. Algunos discípulos conservan como reliquia pañuelos con los que enjugaron la sangre del mártir, al que dieron cristiana sepultura.

SAN MATEO ALONSO DE LECINIANA

Nació en Nava del Rey (Valladolid, España). Su vida se conoce a partir de su juventud, cuando sintió el llamado a la vida religiosa e ingresó al convento dominico de la Santa Cruz de Segovia, hasta recibir la ordenación sacerdotal.

Enviado a ejercer su ministerio en el Colegio de Santo Tomás, en Manila (Filipinas), zarpó a las misiones de Tonkín (Vietnam), donde llegó, después de azaroso viaje (1732). Aprendió la lengua vietnamita en Trung-Iing; ahí desempeñó intensa labor evangelizadora durante diez años, librando -con ayuda de la feligresía- su captura. Estimado por su entrega y amor a los nativos.

Fue delatado y aprehendido al celebrar la santa misa. Ahí mismo fue torturado y herido de una lanzada en su costado; aun así lo embarcaron hacia Nam-dinh, con varios catequistas. Pese a pagar rescate no lo liberaron, enviándolo a Hanoi. Encadenado permaneció cuarenta días en prisión, evangelizando prisioneros paganos y exhortando a los cristianos a avivar su fe.

Al ser sometido a juicio se le quiso obligar a pisar la cruz. "He venido para enseñar a los hombres a amar y adorar a Dios representado en la cruz, ¿cómo, pues, voy a cometer el crimen de pisarla?". Condenado a muerte en Hanoi, exhaló su último suspiro amarrado a una estaca.

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SAN VICENTE

DIÁCONO Y MÁRTIR






Vicente significa vencedor en el combate de la fe

Huesca, con una iglesia construida en el sitio de su casa natal, Zaragoza, donde estudió y desarrolló su actividad apostólica y Valencia, teatro de sus atroces tormentos y testigo de su glorioso triunfo, son las tres ciudades españolas que se disputan el honor de ser la cuna de San Vicente. El relato de su «pasión» leído en las iglesias, excitó la admiración universal. Algunos años después preguntaba Agustín en la Hipona africana: "¿Qué región, qué provincia del Imperio no celebra la gloria del Diácono Vicente? ¿Quién conocería el nombre de Daciano, si no hubiera leído la pasión del mártir?". (Sermón 276). Los papas San León Magno y San Gregorio celebraron al santo mártir en sus panegíricos, y San Isidoro de Sevilla y San Bernardo, en sus escritos.

SUS PADRES

Vicente era bello y aristócrata. Oriundo de una familia consular de Huesca, es el prototipo del ciudadano aragonés. Su padre, cónsul y su madre Enola, natural de Huesca, lo confiaron a San Valero, obispo de Zaragoza, bajo cuya dirección hizo rápidos progresos en la virtud. A los veintidós años, el obispo, que era tartamudo, le eligió diácono y le confió el cuidado de la predicación con lo que Valero, quedó en la penumbra. La actividad diaconal de Vicente se desarrolló durante una época relativamente serena y pacífica, pues en 270 el emperador Aurelio restableció la unidad del Imperio, y Diocleciano en 284 le dio una nueva organización, que favorecía la expansión de la Iglesia. Así se pudo cimentar el cristianismo en las regiones ya más evangelizadas y celebrar el Concilio de Elvira, que manifiesta una cierta madurez de la Iglesia en la Bética, ya en el 300.

LA PERSECUCIÓN DE DIOCLECIANO

Después se originó una nueva y sangrienta persecución, decretada por los emperadores romanos reinantes, Diocleciano y Maximiano, habían jurado exterminar la religión cristiana. En 303 se publica el primer edicto imperial: Todos los pobladores del imperio tenían que adorar al “genio” divino de Roma, impersonado en el Cesar.

Para llevar a cabo los edictos persecutorios, llega a España el prefecto Daciano, que permanece en la Península dos años, ensañándose cruelmente en la población cristiana. Entra en España por Gerona, y encargó el cumplimiento de los decretos imperiales al juez Rufino, pasando él a Barcelona donde sacrificó a San Cucufate y a la niña Santa Eulalia. De Barcelona pasó a Zaragoza. Arremetió contra los pastores para amedrentar al rebaño. En Zaragoza mandó prender al obispo y al diácono Vicente, pero no quiso entregarlos al suplicio. «Si no empiezo por quebrantar sus fuerzas con abrumadores trabajos, estoy seguro de mi derrota», pensaba. Les cargó pesadas cadenas, y ordenó conducirlos a pie hasta Valencia, haciéndoles padecer hambre y sed. En el largo viaje, los soldados les afligieron con toda clase de malos tratos.

CAMINO DE VALENCIA

Vienen a Valencia, colonia romana, por la Vía Augusta, extendida junto al Mediterráneo, para ser juzgados por Daciano. Antes de entrar en la ciudad, los esbirros pasaron la noche en una posada, dejando a Vicente atado a una columna en el patio, columna que se conserva en la parroquia de Santa Mónica, donde es venerada por los fieles. Ya en Valencia se les encerró en prisión oscura y se les dejó sin comer durante varios días. Cuando juzgó Daciano que estaban quebrantados, los mandó llamar, y se extrañó de que estuvieran alegres, sanos y robustos. Desterró al obispo y al rebelde, que le ultrajaba en público, lo sometió al potro, para que aprendiera a obedecer a los emperadores. Le desnudaron, y le azotaron con tal saña, que las cuerdas y ruedas, rompieron los nervios del mártir; le descoyuntaron sus miembros, y desgarraron sus carnes con uñas y garfios de hierro. El mismo Daciano se arrojó sobre la víctima, y le azotó cruelmente. El cuerpo de Vicente es desgarrado con uñas metálicas. Mientras lo torturaban, el juez intimaba al mártir a abjurar. Vicente rechazaba sus propuestas: "Te engañas, hombre cruel, si crees afligirme al destrozar mi cuerpo. Hay dentro de mí un ser libre y sereno que nadie puede violar. Tú intentas destruir un vaso de arcilla, destinado a romperse, pero en vano te esforzarás por tocar lo que está dentro, que sólo está sujeto a Dios".

Daciano, desconcertado y humillado ante aquella actitud, le ofrece el perdón si le entrega los libros sagrados. Pero la valentía del mártir es inexpugnable. Exasperado de nuevo el Prefecto, mandó aplicarle el supremo tormento, colocarlo sobre un lecho de hierro incandescente. El grado supremo de la tortura era el lecho candente. A Daciano le enfurecía la serenidad de Vicente y le asombraba y, hastiado de tanta sangre, mandó devolverlo a la cárcel. Prudencio en su Peristephanon, describe el calabozo oscuro donde, sobre cascos de cerámica y piedras puntiagudas, yace Vicente con los pies hundidos en los cepos. Pero, de pronto, la cárcel se ilumina, el suelo se cubre de flores y el ambiente de perfumes extraños. Se rompen los cepos y las cadenas. Todo es como un retazo de gloria. El prodigio conmueve la ciudad. El cruel torturador, ordena que curen las heridas del mártir valeroso. Y mientras le curan, muere Vicente.

Nada puede quebrantar la fortaleza del mártir que, recordando a su paisano San Lorenzo, sufre el tormento sin quejarse y bromeando entre las llamas. Lo arrojan entonces a un calabozo siniestro, oscuro y fétido "un lugar más negro que las mismas tinieblas", dice Prudencio. Luego presenta el poeta un coro de ángeles que vienen a consolar al mártir. Iluminan el antro horrible, cubren el suelo de flores, y alegran las tinieblas con sus armonías. Hasta el carcelero, conmovido, se convierte a Cristo.

CURARLO PARA ATORMENTARLO

Daciano manda curar al mártir para someterlo otra vez a los tormentos. Los cristianos le curan. Pero apenas colocado en un mullido lecho, cubierto de flores, el espíritu vencedor de Vicente vuela al cielo. Dios le llamó a su testigo, teñido aún con la sangre martirial. Era el mes de enero del 304. El tirano, despechado, mandó arrojar a un muladar el cadáver de Vicente para ser devorado por las alimañas. Un cuervo lo defendió de los buitres y de las fieras. En el lugar donde fue tirado, se alza hoy la parroquia de San Vicente Mártir de Valencia. En la cripta del templo existe un mosaico impresionante, que representa al santo diácono muerto, calzado con cáligas romanas. Ordena Daciano mutilar el cuerpo y arrojarlo al mar.

TIRADO AL MAR

Metido, pues, en un odre fue arrojado al mar, atado con una rueda de molino, de donde le viene el sobrenombre de “la Roda”. Las olas, más piadosas, lo devolvieron a la playa de Cullera donde lo recogió la cristiana Ionicia, lo enterró y los fieles cristianos comenzaron a venerarlo. Y el Ecl 51,1 pone en sus labios: "Me has salvado de la muerte, detuviste mi cuerpo ante la fosa. Me salvaste de múltiples peligros". El Señor le ha salvado, pero de otra manera... El es "el grano de trigo, que si cae en tierra y muere, da mucho fruto" (Jn 12,24). Su imagen es representada revestido de dalmática sagrada, con la palma del triunfo en la mano y junto al potro y la rueda de su tortura, o con una cruz, un cuervo y una parrilla. Es uno de los tres diáconos primeros que confesaron con su sangre la fe: Esteban en Jerusalén, Lorenzo en Roma, Vicente en Valencia. Su culto se extendió por toda la cristiandad.

Cuentan los relatos que preservado en el muladar y salvado de las aguas, fue enterrado en un modesto sepulcro junto a la vía Augusta, desde donde, como dice la Pasión litúrgica, fue llevado a la Iglesia Madre y puesto bajo el altar, en el “digno sepulcro” a que alude la misa mozárabe del santo. San Vicente llegó a ser el gran mártir de la Iglesia de Occidente, como san Lorenzo lo fue de Roma y de Oriente san Esteban, los tres diáconos. Las homilías de san Agustín predicadas en su fiesta difundieron más todavía su memoria. El martirio de san Vicente fue la semilla de la Iglesia en Valencia; en lugar de temor suscitó admiración, de modo que su sepulcro fue el centro de la primera comunidad y, cuando esta se institucionalizó y creció, el mártir se convirtió en el patrono de la misma y su valedor durante los años oscuros de la dominación musulmana.

EL PERISTEPHANON DEL POETA PRUDENCIO

El poeta Aurelio Prudencio Clemente, nacido en Calahorra el año 348 en una familia de la aristocracia hispano-romana, había ejercido el cargo de prefecto en importantes ciudades, hasta que el emperador lo eligió para formar parte de su corte. Compatriota y casi contemporáneo de Vicente, compuso un hermoso poema en el que canta su martirio: Es el Peristéphanon, del cual estoy extrayendo datos y sorbiendo inspiración. Prudencio era hombre de gran cultura, profundo conocedor de los poetas clásicos, y heredero de una poesía latina cristiana, que surgida en el siglo IV, fue elevada por él a su punto culminante. En el siglo VII, San Isidoro de Sevilla, escribirá que puede ser considerado como el príncipe de los poetas cristianos: «Este dulce Prudencio de una boca sin igual, tan grande y tan famoso por sus diversas composiciones poéticas". La más amplia, la dedica a exaltar la figura de los mártires, el Peristéphanon o libro De las coronas, en la que sublima el culto literario de los mártires, amplificado ya en prosa en la literatura cada vez más novelada de las Actas y, sobre todo, de las Pasiones. Prudencio despliega en el Peristépfanon el arte de la narración lírica y dramática teñido de cierto sabor popular, afirma J. Fontaine.

DIÁLOGO CON LOS TORTURADORES

En el interrogatorio, entre amenazas y coacciones, Vicente tuvo un gran protagonismo, tomando la palabra por Valerio y confesando valientemente su fe: Hay dentro de mí Otro a quien nada ni nadie pueden dañar; hay un Ser sereno y libre, íntegro y exento de dolor. Eso que tú, con tan afanosa furia te empeñas en destruir, es un vaso frágil, un vaso de barro que el esfuerzo más leve rompería. Esfuérzate, en castigar y en torturar a Aquel que está dentro de mí, que tiene debajo de sus pies tu tiránica insania. A éste, a éste, hostígale; ataca a éste, invicto, invencible, no sujeto a tempestad alguna, y sumiso a sólo Dios.

Admirable fue la fortaleza con que Vicente soportó tan terrible prueba. «Con clara reminiscencia virgiliana, dice Prudencio, que Vicente elevó al cielo los ojos porque las ataduras cautivaban sus manos:

Tenditque in altum luminaria
vincla palma presserant.

De este tormento Vicente salió reforzado, y se le echa luego en un antro lúgubre».

La descripción de la cárcel, hecha por Prudencio, sólo pudo ser descrita por un testigo ocular: Hay en lo más hondo del calabozo un lugar más negro que las mismas tinieblas, cerrado y ahogado por las piedras de una bóveda baja y estrecha. Reina allí una noche eterna, que jamás disipa el astro del día; allí tiene su infierno la prisión horrible. Pero Cristo no abandona a su siervo y se apresura a otorgarle el premio prometido a la paciencia, puesta a prueba en tantos y tan duros combates. «Y en este momento el numen de Prudencio se hincha, como una vela, en un soplo pindárico... "Guirnaldas de ángeles ciñen con su vuelo la tenebrosa mazmorra". Se cumplía la profecía de Cristo: "Os entregarán a los tribunales, y os azotarán". Pero "no os preocupéis de lo que vais a decir, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros" (Mt 10,17).

Hemos de tener coraje para empezar desde cero y paciencia para aguardar a que el grano germine, y vaya creciendo. A nosotros nos toca sembrar, al Dueño de la mies dar el crecimiento (1 Cor 3,7). Dar valor a estas pequeñas cosas que hoy hacemos, y desechar las tentaciones de ir por caminos de espectacularidad, amar la siembra anónima y monótona, no agradecida, o desagradecida, sabiendo que ahí queda la semilla, portadora de germen vivo de vida nueva.

VALENCIA NO ES IGLESIA APÓSTOLICA

Las Iglesias más antiguas de la España romana, fueron fundadas o por Apóstoles, o por discípulos de los Apóstoles. No así Valencia, que estaba muy poco evangelizada, según afirma Lorenzo Ríber: “La ciudad de Valencia, antigua colonia romana, conservó tenazmente el culto de los dioses". La historia guarda silencio absoluto sobre el anuncio del Evangelio en los tres primeros siglos. El martirio de san Vicente en el año 304, es el primer testimonio cristiano de la Iglesia de Valencia, con lo que el joven diácono viene a ser el padre en la fe de Valencia. Como ocurrió en el resto de Hispania, los primeros cristianos en las actuales tierras valencianas debieron ser militares de paso y comerciantes provenientes del África romana, con la que existía una prolija red de comunicaciones comerciales. Alguno de los primeros evangelizadores conocidos, eran africanos. No podemos asegurar que hubiese una Iglesia constituida en torno a un obispo, como en otras ciudades de Hispania, pero no debieron faltar en una urbe tan bien comunicada como Valentia - situada entre Tarraco y Cartago Nova - actividades de evangelización, de reuniones litúrgicas y catequéticas aunque fueran clandestinas, con la asistencia de algún presbítero local o itinerante.

SAN VICENTE FUNDA LA IGLESIA DE VALENCIA

La Valencia cristiana entra definitivamente en la historia con el acontecimiento del martirio del diácono san Vicente a comienzos del siglo IV. Durante los tres primeros siglos de la era cristiana no tenemos datos de vida cristiana no sólo en la ciudad de Valencia y sus alrededores sino también en las otras ciudades del territorio desde la desembocadura del Ebro hasta el sur de Alicante. No sabemos la forma en que las persecuciones de los emperadores romanos durante los tres primeros siglos afectaron a los cristianos de nuestra región. En el año 304, la ciudad de Valentia es el primer lugar que entra documentalmente en la historia del cristianismo con el martirio del diácono de Caesaraugusta, Zaragoza, Vicente.

Sobre el cuerpo de Vicente enterrado en el surco, se levanta hoy la frondosa Iglesia Diocesana Valentina, que también está necesitando una nueva evangelización. ¿Quién quiere ser ese grano de trigo que cae, es olvidado, se pudre, pero que dará mucho fruto? Ofrecerse a ser grano es fruto de la gracia, porque a la naturaleza le gusta más cosechar que sembrar. Reza Dámaso, papa español y también poeta: "Vicente, que por tus tormentos nos escuche Cristo".

LOS REYES DE ARAGÓN

Casi siete siglos han de pasar, para que arraigue y se extienda la devoción al protomártir valenciano Vicente, propagada por los reyes de Aragón, que, desde la reconquista de Valencia, se han acogido a su intercesión. Ellos fueron los que demostraron interés por la basílica sepulcral del santo ubicada junto a la vía Augusta en los aledaños de la ciudad de Valencia, en torno a la que se formaría un poblado mozárabe, el arrabal de Rayosa, cuyo núcleo era la basílica de San Vicente de la Roqueta, iglesia matriz y como catedral de los mozárabes valencianos.

En 1172 Alfonso II, que pobló y dio fuero a Teruel, sitió a Valencia, y para levantar el cerco, exigió el dominio la iglesia de San Vicente. También Pedro II demostró su devoción al santo. Y su hijo, el rey D. Jaime I, heredó y superó, la devoción de sus antecesores a aquel joven diácono, venerado en toda la Cristiandad, en la “era de los mártires” de la persecución de Diocleciano. Y cuando el rey preparaba su cruzada, y en los momentos más álgidos y arriesgados, encomendaba a San Vicente la empresa.

San Vicente de la Roqueta fue el primer lugar que ocuparon en 1238 las huestes de Jaime I cuando conquistó Valencia. Llegaban desde el campamento del arrabal de Ruzafa. En su iglesia quedaría luego, pendiente de la bóveda del presbiterio, el histórico estandarte del "penó de la Conquesta”, “la Senyera”, que ondeó en la torre de Ali Bufat o del Temple, como señal de rendición de la ciudad musulmana, y que permaneció allí hasta que fue trasladado al Ayuntamiento. Cada año es bajado por el balcón, porque la “Senyera” no se inclina ante nadie, para presidir la procesión cívica hacia la Catedral para el Canto de Tedeum de acción de gracias por la Conquista.

EL REY DON JAIME EL CONQUISTADOR

El mismo Jaime 1 proclamó al mártir Vicente “el santo protector de la reconquista de Valencia”, como “Santa Maria”, bajo diversas advocaciones, y en Valencia, Nuestra Señora del Puig, lo era para todos los reinos de España. Existe un documento del 16 de junio de 1263 conservado en el Archivo de la Corona de Aragón, cuyo texto traducido dice: “Estamos firmemente convencidos de que Nuestro Señor Jesucristo, por las oraciones, especialmente del bienaventurado Vicente, nos entregó la ciudad y todo el reino de Valencia y los libró del poder y de las manos de los paganos.” La gratitud del rey Jaime I a San Vicente permanecería viva y encendida hasta el fin de sus días. Mandó construir una iglesia más grande y junto a ella, un nuevo monasterio y un hospital para pobres y enfermos.

PATRÓN PRINCIPAL DE VALENCIA

Valencia, compartiendo estos sentimientos de gratitud, aclamó a San Vicente como a su principal patrón. Y los magistrados de la Ciudad acordaron que el 9 de octubre de 1338, festa de Sant Donís, se celebrase el primer centenario de la Conquista con una processó general, la cual partirá de la Seu e irá a la esglesya del benaventurat mártir San Vicent per fer laors y gracies de la dita victoria.

La Santa Sede declaró 2003 año santo en Valencia por la celebración de los 1.700 años de su martirio. Es patrón de Valencia, Zaragoza y otras ciudades de España y Portugal. Se ha podido obtener indulgencia en la Catedral de Valencia, la parroquia de Cristo Rey, también en Valencia, donde fue inicialmente sepultado; las dos capillas conocidas como «las cárceles de San Vicente», en la calle del mismo nombre y en la plaza de la Almoina; y la iglesia de los Santos Juanes de Cullera.

LORENZO, ESTEBAN, VICENTE - CORONA, LAUREL Y VICTORIA



La autenticidad de sus virtudes, vividas heroicamente en la sencillez de su vida ordinaria, quedó sancionada por su sangre derramada. Y la Iglesia correspondió a su eminente servicialidad con el homenaje de su rápido culto: San León Magno en Roma, San Ambrosio en Milán, San Isidoro en Sevilla y San Agustín en África son testigos de la amplia difusión de su fama. Tres basílicas dedicadas a su culto en la Roma medieval atestiguan la popularidad de su nombre. Es también uno de los pocos mártires mencionados en el Calendario de Polemio Silvio. El Liber Sacramentorum contiene una Misa en su honor. Su imagen, en actitud orante, con una gran tonsura, y revestido de la pérula, aparece en un fresco del siglo VI-VII en el cementerio de Ponciano, en Roma. Es honrado especialmente en Zaragoza, en Salona, Sagunto y Tolosa. Reliquias suyas se veneran en Carmona de Sevilla y en algunas ciudades de África. En la Catedral de Valencia se conserva al culto el brazo izquierdo del protomártir, regalado por Pietro Zampieri, de la diócesis de Pádua (Venecia), el 22 de enero de 1970. Vicente, el Vencedor, es uno de los tres grandes diáconos que dieron su vida por Cristo. Junto con - Corona, Laurel y Victoria - forma el más insigne triunvirato. Cubierto con la dalmática sagrada, ostenta en sus manos la palma de los mártires invictos, Vicente. 


(Por Jesús Martí Ballester, www.jmarti.ciberia.es)

11:20 p.m.

Por: . | Fuente: santiebeati.it

Sacerdotes y Mártires

Martirologio Romano: En Londres, Inglaterra, san Albano (Alban Bartolomé) Roe, de la Orden de San Benito, y beato Tomás Green, presbíteros y mártires, los cuales, ya ancianos, durante el reinado de Carlos I dieron su vida por Cristo, siendo ahorcados en Tyburn después de haber pasado en la cárcel diecisiete años el primero y catorce el segundo (1642).

San Albano Bartolomé (en la imágen)

Fecha de canonización: 25 de Octubre de 1970 por el Pope Paulo VI.

Fue uno de los numerosos mártires de entre clérigos y laicos de toda condición, (del simple cura o fraile al alto prelado, del humilde pueblerino al adinerado aristócrata), que padecieron por la fe católica en la Inglaterra de los siglos XVI y XVII, aunque en honor a la verdad hay que indicar que el martirologio inglés ciertamente no tiene su inicio en la persecución azuzada por Enrico VIII desde 1535 con el cisma de Inglaterra ni tampoco concluye al final del reinado de Carlo II en el 1681, realmente da inicio en el tiempo de Diocleciano y se acrecienta durante las invasiones de los anglosajones y los normandos.

El «Acta de Supremacía» de 1534 hace definitiva la separación de Inglaterra de Roma; proclamado por lo tanto al rey como único jefe de la iglesia inglesa, al mismo tiempo se legisló para que quienquiera que se negase a reconocer la supremacía espiritual del rey pudiera ser culpable de alta traición y como tal ser condenado a morir, buscando de ese modo esconder el motivo religioso bajo el móvil político. Así tuvo inicio un largo baño de sangre de la Inglaterra católica que duró casi siglo y medio.

Los primeros mártires fueron un grupo de cartujos londinenses ejecutados el 4 de mayo de 1535 por cuanto prefirieron subir sobre el cadalso antes que renegar la fe de sus padres y negar obediencia espiritual al romano pontífice.

Albano Bartolomé Roe nació en Suffolk en el 1585 y realizó sus estudios en Cambridge. Fue convertido al catolicismo por las respuestas de un preso católico que él quiso convertir al protestantismo. Entonces dejó el suelo patrio y se licenció en teología en el Colegio Inglés de Douai en Francia, que el futuro cardenal Guillermo Allen fundó en la 1568 con la intención de formar jóvenes sacerdotes que luego regresarían a su patria para intentar convertir de nuevo a los que abrazaron el anglicanismo; con la misma intensión fue transformado, en 1578, el antiguo Colegio Inglés de Roma, siempre bajo el auspicio de Allen, y que mereció ser conocido como “Seminarium martyrum”: todos sabían que a el retorno de aquellos jóvenes presbíteros a Inglaterra equivalía a una sentencia de muerte.

Emitida la profesión en el 1612 y ordenado sacerdote, Bartolomé Roe volvió a su patria, pero fue detenido muy poco tiempo después. Estuvo cinco años en la cárcel siendo liberado en 1623 gracias a la intervención del embajador de España, pero fue desterrado. No se dio por vencido, y después de pocos meses volvió a Inglaterra. Traicionado, fue encarcelado de nuevo, ejerció el ministerio sacerdotal entre los compañeros de prisión. Después de algún tiempo le fue concedido el permiso de salir libremente de la prisión lo que él aprovechó para realizar su apostolado. Fue descubierto y condenado a muerte. Subió al cadalso el 21 de enero1642. En el monasterio de Downside se mantiene un paño mojado con su sangre.
Reproducido con autorización de Santiebeati.it

responsable de la traducción: Xavier Villalta

Beato Tomás Green

Fecha de beatificación: 15 de diciembre de 1929 por el Papa Pío XI.

Tomas Reynolds Green nace alrededor del año 1562 en Oxford, Inglaterra. Estudió en Reims (Francia) y en Valladolid y Sevilla (España). Recibió la ordenación sacerdotal el año 1592 y regresó a Inglaterra con el ministerio de lograr la conversión de los ingleses al catolicismo, pero fue capturado y exiliado en 1606. Retornó a su patria y trabajó en secreto hasta que fue nuevamente arrestado en el año 1628. Pasó catorce años en prisión hasta que fuera ahorcado y luego descuartizado el 31 de enero de 1642.

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11:20 p.m.

Por: . | Fuente: Franciscanos.net

Presbítero y Fundador
del Instituto de la Hermanitas de la Sagrada Familia

Martirologio Romano: En Castelletto di Brenzone, junto al lago de Garda, en Italia, beato José Nascimbeni, presbítero, fundador del Instituto de la Hermanitas de la Sagrada Familia (1922).

Fecha de beatificación: 17 de abril de 1988 por el Papa Juan Pablo II.

José Nascimbeni nació en Torri del Benaco (diócesis y provincia de Verona) el 22 de marzo de 1851, hijo de Antonio y Amadea Sartori.

Su padre era carpintero y su madre ama de casa. Familia modesta económicamente, pero religiosamente rica.

Estudió las primeras letras en su pueblo natal, luego en el Colegio de los Jesuitas de Verona, finalmente en el Seminario diocesano. Ordenado Sacerdote el 9 de agosto de 1874.

Nombrado maestro y vicario cooperador en San Pedro di Lavagno, luego en Castelletto, de donde vino a ser párroco en 1885. Durante 37 años ejerció como párroco de dicho lugar, desempeñando una intensa actividad pastoral y social, sobre todo a favor de los jóvenes, los enfermos y los pobres. Tuvo especial cuidado de los moribundos, a quienes auxiliaba con los sacramentos.

Obtuvo para su población los servicios de correo, telégrafo y acueducto. Durante la primera guerra mundial se prodigó en la asistencia a los soldados. Para atender a las necesidades del pueblo con “las obras de caridad espiritual y corporal”, fundó el 4 de noviembre de 1892 las Hermanitas de la S. Familia, con la colaboración de la sierva de Dios María Dominga Mantovani, para colaborar en las actividades parroquiales y en la asistencia a los enfermos.

El 31 de diciembre de 1916, mientras celebraba la Eucaristía, sufrió una hemiplejía izquierda, enfermedad que sobrellevó con admirable paciencia y fe, hasta el 21 de enero de 1922, fecha de su muerte. Tenía 71 años de edad. Sus últimas palabras fueron: "!Viva la muerte porque es el principio de la vida!”.

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11:20 p.m.

Mártires

Martirologio Romano: En Tarraco (hoy Tarragona), ciudad de la Hispania Citerior (hoy España), pasión de los santos mártires Fructuoso, obispo, Augurio y Eulogio, sus diáconos, los cuales, en tiempo de los emperadores Valeriano y Galieno, después de haber confesado su fe en presencia del procurador Emiliano, fueron llevados al anfiteatro y allí, en presencia de los fieles y con voz clara, el obispo oró por la paz de la Iglesia, consumando su martirio en medio del fuego, puestos de rodillas y en oración (259).

Breve Semblanza


En el Peristephanon del calagurritano Aurelio Prudencio está presente como una de las glorias cristianas de la Tarraconense aún romana. El sexto himno hecho de cincuenta y cuatro estrofas de tres versos de once sílabas escritos en los albores del siglo V, cuando el poeta decide según su propia confesión abandonar los honores mundanos para dedicarse al canto de la gloria de Dios hecho en poema latino, al exponer la vida de los que sin excesivo apego a ella la dieron por Jesucristo.

Fructuoso fue obispo de Tarragona y murió mártir, condenado a ser quemado en la hoguera, acompañado por algunos de sus ministros dos de los cuales eran diáconos y con los nombres conocidos de Augurio y Eulogio.

Las Actas de su martirio están reconocidas por los estudiosos como de las pocas que pueden ser consideradas fieles hasta el punto de considerar a Fructuoso como "el protomártir hispano justificado ante la historia" por su autenticidad.
Fue en el tiempo del emperador Valeriano; los cónsules eran Baso y Emiliano.

Fue al despuntar de un día de enero. Llamaron a la puerta del obispo los enviados por las autoridades que querían verle y juzgarle por su fe cristiana ya que se dedicaba a dar instrucción a los fieles y a extender aquella religión. Abrió la puerta cuando llamaron, aún estaba con las sandalias sin atar. Lo llevaron a la cárcel con sus discípulos hasta que se constituyera el tribunal; fue una semana en la que les atendieron los de la "fraternidad" que no abandonaban las puertas de la cárcel; para ellos no había peligro, los romanos sólo buscaban suprimir las cabezas de los jefes o responsables. Al final, la cita con el cónsul Emiliano tiene lugar con la sencillez y resolución de la muerte en la hoguera de los tres cristianos confesos de su condición de creyentes en Cristo y obstinados en rechazar cualquier otra divinidad.

Se ejecutó la condena en el anfiteatro. Entre llamas dieron testimonio firme ante una multitud de paganos vociferantes y muchos cristianos que lloraban su muerte.

El relato es sobrio, sin adornos, escueto. Las palabras del cónsul que iban al grano y las respuestas firmes que no admiten retorno quedaron plasmadas para siempre en testimonio fijo. Casi tan fijo como el premio.

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5:21 p.m.
SANTA INÉS 

VIRGEN Y MÁRTIR






Santa Inés es una de las santas más populares del calendario. Una de las figuras más graciosas, una de las heroínas más cantadas por los poetas y los Santos Padres. Luego, de la poesía y la leyenda pasó al arte, desde Bernini hasta Alonso Cano.

Cada época la reproduce a su estilo, pero todos compitiendo en ensalzarla. Como la Inés de Carlos Dolci, cuya dulce hermosura y blancura de lirio nos atrae con su encanto inefable.
La devoción a Santa Inés se ha mantenido viva a través de los tiempos. La Iglesia introdujo su nombre en el canon de la Misa. Es el prototipo de la virgen fiel consagrada a Cristo, desde su más tierna edad. Su mismo nombre, pura en griego y cordera en latín, es ya un presagio.

La tierna corderita tiñó su candor virginal con la sangre del martirio a principios del siglo IV, en la persecución de Diocleciano. Inés, patricia romana, niña tan pura como su nombre, frisaba en los trece años. Su devoción, dice San Ambrosio, era superior a su edad. Su energía superaba a su naturaleza. No había en aquel cuerpecito lugar para el golpe de la espada. Pero quien no tenía dónde recibir la herida del hierro, tuvo fortaleza para vencer al mismo hierro y a los que querían dominarla.

Rehusó la mano del hijo del Prefecto de Roma, por lo que fue acusada de cristiana y juzgada. La doncellita, canta Prudencio en sus versos, caldeada ya en el amor a Cristo, resistía firmemente las seducciones de los impíos para que abandonase la fe, y ofrecía de grado su cuerpo a la tortura. San Dámaso cantó también la fidelidad de la virgen. Holló bajo sus pies las amenazas del tirano y superó, siendo niña, un inmenso terror.

¡Cuántos terrores, insiste San Ambrosio, ensayó el verdugo para asustarla! ¡Cuántos halagos y promesas para rendirla! Pero ella respondía con firmeza superior a su edad: "Injuria sería para mi Esposo el pretender agradar a otro. Me entregaré sólo a aquél que primero me eligió. ¿Qué esperas, verdugo? Perezca un cuerpo que puede ser amado por ojos que detesto".

Anuncia luego el juez un lugar más terrible para una virgen. "Haz lo que quieras, responde Inés, impávida y confiada. Cristo no olvida a los suyos. Teñirás, si quieres, la espada con mi sangre. Pero no mancillarás mis miembros con la lujuria". Despechados sus jueces, fue conducida a un lupanar público, expuesta al fuego criminal de la lujuria. Pero le crece milagrosamente la cabellera, que se derrama sobre el lirio desnudo de su cuerpo, para que ningún rostro humano profanara el templo del Señor.

Para recordar este hecho, en aquel mismo lugar, en la actual plaza Navona, se alza hasta nuestros días la iglesia de Santa Inés. Se venera aún allí una reliquia insigne de la virgen de Cristo.
Aún pasó Inés el tormento del fuego. Pero el fuego respetó el cuerpo virginal. Llegó entonces el verdugo armado con la espada. Tiembla el brazo del verdugo, recuerda San Ambrosio, su rostro palidece. Inés, entretanto, aguarda valerosa. 


La Corderita lo recibió gozosa, oró brevemente, inclinó la cabeza y quedó consumado el martirio. La descripción de esta última escena es una de las más bellas páginas de Fabiola, la ejemplar novela del cardenal Wiseman. Los restos virginales fueron enterrados en la Vía Nomentana, en las llamadas catacumbas de Santa Inés. Todavía hoy, el 21 de enero de cada año, se bendicen en este lugar dos corderillos con cuya lana se teje al pallium del papa y de los arzobispos. Santa Inés sigue siendo hoy ejemplo de las jóvenes cristianas.

11:28 p.m.

Por: . | Fuente: Ocarm.org

Sacerdote de la Orden de los
Carmelitas de la Antigua Observancia

Martirologio Romano: En Roma, Beato Angelo Paoli, sacerdote ( 1720)

Fecha de beatificación: 18 de abril de 2010, en San Giovanni in Laterano, Roma, en el pontificado de S.S. Benedicto XVI

Nació el 1 de septiembre de 1642 en Argigliano, anejo entonces del municipio de Fivizzano, hoy de Casola en Lumigiana (Massa). En el bautismo le pusieron el nombre de Francisco. En 1660 recibió la tonsura y las dos primeras órdenes menores. Después de pasar algunos meses con su familia, tomo el habito carmelita en Fivizzano y fue enviado a hacer el no- viciado a Siena y allí pronuncio los votos el 18 de diciembre de 1661. Estudio filosofía y teología en Pisa y Florencia y en esta ciudad celebro su primera Misa I el 7 de enero de 1667.

Su vida puede dividirse en dos periodos: en su provincia religiosa de Toscana y en Roma. El primer periodo se caracteriza por frecuentes cambios de residencia: en Argigliano y en Pistoya, en 1675 vuelve a Florencia como Maestro de novicios. Dieciocho meses más tarde se halla de párroco en Corniola y en 1677, diez meses después, es trasladado a Siena y luego a Montecatini en 1680, donde dos años después se le encarga la enseñanza de la gramática a los religiosos jóvenes; pero ese mismo ano le trasladan a Pisa y pocos meses mas tarde a Fivizzano como organista y sacristán. En 1687 el General de la Orden lo llama a Roma donde, en el convento de S. Martino ai Monti, vivió los treinta y dos años restantes de su vida, primero como Maestro de novicios y luego como ecónomo, sacristán y organista y al mismo tiempo como director del conservatorio para muchachas fundado por Livia Vipereschi.

Durante la primera época de su vida, por doquier había ido dejando a su paso el muy grato recuerdo de un alma sedienta de silencio, de oración, de mortificación, pero sobre todo de un hombre entregado a la caridad espiritual y corporal hacia los enfermos y los pobres, tanto que en Siena le dieron el apelativo de “Padre Caridad”. Y siempre hizo honor a este apelativo dondequiera que se hallara, especialmente en Roma donde cuido de los dos hospitales de S. Juan (el de hombres y el de mujeres) y fundo el hospicio para convalecientes pobres en la avenida entre el Coliseo y la basílica de S. Juan. Su lema fue: “Quien ama a Dios debe buscarlo entre los pobres». Supo también atraer a muchas personas que le imitaron en su atención a los necesitados. Y así se comprobó sobre todo durante las calamidades públicas, tales como los terremotos e inundaciones que se abatieron sobre Roma en los anos 1702 y 1703, en una época en la que el fasto de unos pocos contrastaba con la miseria de la mayoría.

Acertó a dar a los ricos muy buenos consejos y ellos le estimaron y le secundaron y emplearon como mediador en sus propias obras de beneficencia. Enseñó a los pobres a ser agradecidos y a encontrar en su humilde condición motivos de perfeccionamiento moral. Fue consejero de príncipes y de otros “grandes” de la Roma de entonces o de los huéspedes ilustres de la ciudad. Cardenales y altos prelados le tenían en gran estima. Rehusó la púrpura que le ofrecieron Inocencio XII y Clemente XI porque - decía – “habría redundado en perjuicio de los pobres a los que no habría podido atender”.

Tuvo una confianza plena en la Divina Providencia, a la que solía llamar su “despensa”, en la cual nunca falta nada. Esta confianza se vio no pocas veces recompensada con hechos humanamente inexplicables, tales como la multiplicación de cosas sencillas destinadas al alimento de los pobres. Al practicar la caridad, no descuidaba, sin embargo, la justicia: siendo el mismo ejemplo de justa retribución a 1os obreros, sabía conseguir también que obraran con justicia quienes a veces se olvidaban de ello. Su unión profunda con Dios la buscaba en la oración solitaria, ya fuese en una cueva como cuando era niño en Argigliano, en los espacios ilimitados del Monte S. Peregrino, en los sótanos del convento de Florencia, o en las catacumbas romanas, en su celda o en el corillo de la iglesia de S. Martino donde la noche se le pasaba en un santiamén, descansando —solía decir— como S. Juan “sobre el pecho de Cristo por medio de la oración”. Destaco por su amor a la Cruz que quiso alzar incluso materialmente allá donde le fue posible: entre Argigliano y Minucciano, en el Monte S. Peregrino, junto a Corniola, y en Roma tres en el Testaccio y tres dentro del Coliseo. El Señor le dio a conocer algunos sucesos lejanos (como la muerte de Luis XIV y la victoria del Príncipe Eugenio de Saboya; en Petrovaradin) o futuros (como su propia muerte y la de otros). Varias personas le atribuyeron señaladas gracias estando él todavía en vida.

Murió el 20 de enero de 1720 y fue sepultado en la iglesia de S. Martino ai Monti donde se encuentra actualmente en la nave izquierda. Tres af1os después de su muerte se inicio el proceso informativo diocesano en Florencia, Pescia y Roma. El apostólico se desarrollo de 1740 a 1753. La heroicidad de sus virtudes fue reconocida por Pío VI en 1781. El Papa Benedicto XVI el 3 de julio de 2009 firmó el decreto de reconocimiento de un milagro obrado por intercesión del P. Angel.

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Papa y Mártir

Martirologio Romano: San Fabián, papa y mártir, que, siendo simple laico, fue llamado al pontificado por indicación divina y, después de dar ejemplo de fe y virtud, sufrió el martirio en la persecución bajo el emperador Decio. San Cipriano, al hacer el elogio de su combate, afirma que dejó el testimonio de haber regido la Iglesia de modo irreprochable e ilustre. Su cuerpo fue sepultado en este día en el cementerio de Calixto, en la vía Apia de Roma (250).

Etimología: Fabián = Aquel que pertenece a la familia de Fabio, es de origen latino.

Breve Biografía


Sucedió en el papado a San Antero y gobernó la Iglesia unos quince años (236-250), hasta la persecución de Decio, durante la cual sufrió el martirio. Fue sepultado en el cementerio de San Calixto, donde se lee su epitafio. — Fiesta: el 20 de enero, junto con la de San Sebastián. Misa propia.

Sabemos muy poca cosa de este pontífice. Pero figura en el Catálogo Liberiano y en el Liber Pontificalis, y nos hablan de él San Cipriano de África, San Jerónimo y el historiador Eusebio de Cesarea. Este último refiere que en una ocasión en que Fabián regresaba del campo con algunos amigos, la multitud de los cristianos se hallaba congregada para la elección de nuevo Papa. Nadie pensaba en él, cuando una paloma vino a posarse sobre su cabeza. Lo muchedumbre, conmovida por el hermoso espectáculo, empezó a gritar y repetir: «¡Fabián, pontífice!». Y él no tuvo más remedio que acceder.

El Liber Pontificalis lo hace natural de Roma, aunque alguna leyenda le atribuye procedencia extranjera. Es también legendaria la atribución que se le adjudica de tres cartas de la colección llamada del Seudo-Isidoro y del decreto 21 del Código de Graciano.

De su pontificado, pueden reseñarse varias cosas hermosas y notables. Menciónanse algunos edificios mandados erigir por él encima de los cementerios o catacumbas, aprovechando, por cierto, un período de tranquilidad que gozó la Iglesia después de la persecución de Maximino Tracio.

Distribuyó los distritos urbanos a los siete diáconos, para que fuese mejor atendida la beneficencia y estuviesen bien administrados los fondos de la Iglesia. Medida que estuvo en vigor durante muchos siglos y que señala los comienzos de las regiones eclesiásticas y de la administración religiosa.

Instituyó también siete subdiáconos, para que recogiesen y archivasen las actas y gestas de los mártires, redactadas asimismo por siete notarios. En toda esa organización podemos ver un esquema oficial del clero, necesario para el ordenado ejercicio del culto y de la caridad cristiana.

Fue el suyo un tiempo de controversias teológicas, especialmente en Roma. Uno de los efectos que las ocasionaron fue el cisma llamado de Novaciano, que estalló en el pontificado siguiente (el de San Cornelio), pero se había incubado durante el del Papa Fabián, gracias tal vez a la bondad y dulzura del Pontífice.

En efecto, Novaciano, de Roma, y Novato, de Cartago, íntimos amigos, defendieron un error de tipo puritanista, enfrentándose con el criterio del Papa Cornelio. Sus numerosos adeptos eligieron Papa a Novaciano.

Duró el cisma poco tiempo. Consistía el error en acusar de indulgente al Papa con respecto a los lapsos, es decir, a los caídos en apostasía u otro pecado enorme, y en propugnar que la Iglesia no había de estar integrada más que por personas puras (cátaros), no debiendo ni pudiendo ser readmitidos en su seno los que pecaban después del Bautismo, pues el poder de perdonar no pertenecía más que a Dios.

Ahora bien: la rebelión de Novaciano no obedecía a una razón doctrinal, sino a una razón moral y síquica. Novaciano era un escritor brillante, que en tiempo de San Fabián había dado a luz un tratado sobre la Trinidad —no de gran valor teológico, por cierto—, con el cual quiso refutar doctrinas heréticas gnósticas; pero, a pesar de su magnífico estilo y de su buena intención en este caso, se caracterizaba por su índole altanera.

El Papa Fabián, prendado de su ingenio, dejó que fuese ordenado presbítero, confiando en los buenos servicios que podía prestar a la Iglesia. No pensó que sus defectos pudieran hacer de él un antipapa. Así fue, sin embargo. Su espíritu soberbio y ambicioso le convirtieron en tal, cuando, en 251, en vez de su propia elección, vio que era elevado al solio pontificio San Cornelio.

Fuera del ámbito de Roma, intervino Fabián en la deposición del obispo africano Privato, y mantuvo correspondencia con Orígenes, el gran pensador y exegeta de Alejandría, que quería justificar algunos puntos controvertidos de su doctrina.

Atribúyesele asimismo el primer envío de misioneros a las Galias.

En el orden litúrgico-sacramental, fue Fabián el pontífice que mandó fuese quemado y renovado todos los años, en Jueves Santo, el santo crisma. Además, hizo cinco ordenaciones, todas en el mes de diciembre, en las cuales creó veintidós presbíteros, siete diáconos y once obispos para diversas diócesis.

La efigie de San Fabián aparece en los plafones pictóricos de la Capilla Sixtina, y la antigua cristiandad le tributó una veneración saturada de simpatía.

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