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Por: . | Fuente: ACI Prensa

Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En Palermo, Sicilia, Italia, Beato Giuseppe Publisi, apodado Pino, sacerdote diocesano asesinado por odio a la fe por la mafia siciliana a la que enfrentó con gran valor. ( 1993)

Fecha de beatificación: 25 de mayo de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Breve Biografía


El Padre Puglisi fue un férreo defensor de los niños de Palermo usados por la mafia siciliana para distribuir heroína y otras drogas. Don "Pino" organizó un hogar para salvar a cientos de niños del barrio Brancaccio de Palermo, donde él mismo nació.

Su compromiso obstaculizó los planes de la mafia. Fue asesinado por sicarios el 15 de septiembre de 1993, el mismo día en que cumplía 56 años.

Hijo de un zapatero, Carmelo, y de una costurera, Josefa Fana, Don Pino ingresó al seminario diocesano de Palermo a los 16 años de edad y a los 23 fue ordenado sacerdote.

Trabajó en varias parroquias de su ciudad, fue confesor de religiosas y maestro en varias escuelas.

En 1967 fue nombrado capellán de la escuela para huérfanos "Roosevelt" de Addaura y en 1969 fue nombrado vicerrector del Seminario Menor Arquidiocesano. En 1970 fue nombrado párroco de Godrano, un pequeño pueblo cerca de Palermo marcado por la mafia, donde se dedicó a reconciliar a las familias víctimas de la violencia.

Desarrolló centros de promoción vocacional y formación católica para niños y jóvenes y desde mayo de 1990 ejerció su ministerio sacerdotal en la "Casa de Hospitalidad de la Madre" en Boccadifalco, para ayudar a mujeres jóvenes y madres solteras en dificultad.

Ese mismo año fue nombrado párroco de San Gaetano, en Brancaccio, y en octubre de 1992, y tres meses después, en enero de 1993, inauguró el hogar para niños "Padre Nuestro" de Brancaccio, para rescatar a los menores de la mafia. En poco tiempo, el hogar se convirtió en el punto de referencia para los jóvenes y las familias en la comunidad.

Se enfrentó a la mafia con determinación, incluyendo el rechazo de cualquier donativo de procedencia dudosa y el retiro en las fiestas patronales de los puestos de honor de los que tradicionalmente se habían apropiado los líderes mafiosas. Logró establecer entre los padres de familia la esperanza de que podían aspirar a cultivar una sociedad de bien encarando las inercias siniestras y recuperando los espacios públicos para el bien de todos.

"Nuestras iniciativas –decía– y las de los voluntarios deben ser un signo. No es algo que pueda transformar Brancaccio. Ésta es una ilusión que no nos podemos permitir. Es sólo un signo para proveer otros modelos, sobre todo a los jóvenes. Lo hacemos para poder decir: dado que no hay nada, nosotros queremos remangarnos la camisa y construir algo. Si cada uno hace algo, entonces se puede hacer mucho".

La mafia lo declaró enemigo y lo ejecutó frente a su iglesia solo nueve meses después de inaugurar el hogar. Sus restos están enterrados en el cementerio de Santa Úrsula de Palermo.

En enero de 2005 se estrenó en Italia la pelicula "A la luz del sol", basada en la vida de nuestro beato.

En su visita a Palermo, en octubre de 2010, el Papa Benedicto XVI recordó a Don Pino y lo propuso como modelo para los sacerdotes de Sicilia.

"Tenía un corazón que ardía de auténtica caridad pastoral; en su celoso ministerio dio amplio espacio a la educación de los muchachos y de los jóvenes, y a la vez trabajó para que cada familia cristiana viviera su vocación fundamental de primera educadora de la fe de los hijos. El mismo pueblo encomendado a su solicitud pastoral pudo saciarse de la riqueza espiritual de este buen pastor (…) Os exhorto a conservar viva memoria de su fecundo testimonio sacerdotal imitando su ejemplo heroico", afirmó el Papa.

S.S. Benedicto XVI firmó el 28 de junio de 2012 el decreto con el cual se reconoce el martirio del Siervo de Dios Giuseppe Puglisi, lo cual permió su beatificación que se realizó el 25 de mayo de 2013.


Trailer (en italiano) de la película "A la luz del sol"
Existe la versión en español de esta película


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Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En diversos lugares de la diócesis de Lleida (Lérida), España, Beatos Mariano Alcalá Pérez y 18 compañeros de la Orden de la Bienaventurada Virgen de las Mercedes, asesinados por odio a la fe. ( 1936-37)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Breve Biografía


Vino al mundo en Andorra, Teruel, el 11 de mayo de 1867, decimosegundo hijo de Tomás y Vicenta, que lo llevaba a la pila bautismal al día siguiente. Buen comienzo para una vida exquisitamente dedicada a Dios.

Constituyó el primer grupo que ingresó en El Olivar después de la Restauración, contando catorce años. En este convento tomó el hábito el 24 de septiembre de 1881, a las 9’30, de manos del padre Benito Rubio y ante el padre Antonio Lafuente; profesando los votos simples el 23 de mayo de 1883 ante los padres Benito, Lafuente y Fabián Lisbona. Ese mismo año cursó el primero de filosofía, accediendo a la teología en el curso 1886-1887. El 3 de junio de 1886 emitió los votos solemnes, ante los padres Clodomiro Henríquez, Juan Pascual y Bernardino Toledo. El 13 de octubre de 1887, cuando la reapertura del convento de Lérida, pasó allí con los demás coristas, siendo parte de la comunidad fundadora de este convento y, años más tarde, de los compradores de la fonda de San Luís para erigir el colegio.

Siendo diácono, el año 1888, el padre general Pedro Armengol Valenzuela, percatado de sus excelentes cualidades, lo llevó a Roma para terminar y perfeccionar sus estudios en la universidad Gregoriana y al mismo tiempo desempeñar alguna cátedra en la ilustración de los coristas del convento romano. Fue ordenado presbítero por el cardenal Lucido María Parocchii el 21 de diciembre de 1889 en San Juan de Letrán.

Cursados tres años de teología en la Gregoriana, fue mandado al convento de San Juan de Poyo, Pontevedra, para explicar filosofía a los coristas. Pasados dos años, le vino la conventualidad de Lérida; donde empezó a dedicarse a la predicación con más que regular aplauso, siendo bastante apreciado por el obispo, que lo nombró pro examinador diocesano. Estaba feliz cuando al general Valenzuela le plugo contrariarlo, destinándolo a San Ramón, convento recuperado por la Orden el 11 de julio de 1897. Mas, por lo que fuera, muy luego regresó a Lérida, ya que el 20 de agosto de 1897 participaba en la compra del edificio para colegio mercedario. Recuperada su actividad oratoria, lo vemos desplazándose a Guissona, Andorra, Madrid; dando ejercicios al clero en San Ramón en julio de 1902.

Y, cuando menos se lo podía esperar el 16 de julio de 1903 el padre general Valenzuela lo designó provincial, si bien ya llevaba un mes de vicario provincial. Regirá la provincia por ocho años seguidos, de los cuales los cuatro primeros tuvo la residencia en Lérida y los otros en Barcelona; pues el 22 de julio de 1907 el general Valenzuela le prorrogó el provincialato para cuatro años. Ese año en Lérida, el 21 de agosto, reunió un remedo de capítulo provincial para analizar la marcha de la provincia.

Promovido a obispo de San Carlos de Ancud el general Valenzuela y, quedando vacante la sede generalicia, la sagrada Congregación de Negocios eclesiásticos convocó elección de general de la Merced, mediante los votos de los padres provinciales y definidores, que llegaron en sobre sellado a la Congregación. Siendo el más sufragado nuestro padre Alcalá, el cardenal prefecto juzgó que él era el destinado para ocupar la principal dignidad de la Orden, proclamándolo el 3 de agosto de 1911 superior general, cargo del que se posesionó el 24 agosto; tomando por secretario al padre Francisco Gargallo. La hermana María de la Paz Vilaclara dice sobre este momento: edificaba sólo verlo, daba la impresión que fuese hombre de gran vida interior. Siempre recogido en sí, y el nombramiento de general le sorprendió como una bomba y lo tornó aún más humilde.

Cogía el timón de la Merced en momento de descontento e insatisfacción, a causa del prolongado gobierno, treinta y un años, del reverendísimo Valenzuela. Renacía la ilusión, pero de inmediato se encontró con una campaña ominosa del exgeneral; un sector de la Orden se le declaró opuesto, al pretender algunas reformas; los italianos se le cruzaron cuando pretendió reservar la casa generalicia para el gobierno general. Aunque le dio la razón el papa Pío X, surgieron más y más confrontaciones y acusaciones; para zanjarlas la santa Sede quiso intervenir por medio de un visitador apostólico; el padre Alcalá trabajó increíblemente por evitar tal sonrojo, y, no logrado, renunció al generalato el 9 de marzo de 1913. El 14 de marzo de 1914 el visitador apostólico instituyó vicario general al padre Inocencio López Santamaría. El 30 de abril de 1914 el padre Mariano pasó a San Ramón; el 4 de junio marchó a Barcelona; el 17 de agosto tornó a San Ramón; el 12 de septiembre residía en Barcelona.

Al respecto debo poner la declaración de sor María de la Merced Busquets, misionera esclava del Inmaculado Corazón de María, que lo tuvo director desde 1916, afirmando que todo él respiraba santidad, cuando lo conocí me imponía mucho respeto y no quería ir a confesarme con él, pero cuando lo nombraron confesor de la comunidad, cambié teniendo una confianza ilimitada en él. Trasmitía tranquilidad a las almas atormentadas. Fue muy perseguido hasta por los suyos y por otros, lo que soportó con paciencia y serenidad. Pío X le obligó a renunciar al generalato por acusaciones de sus hermanos de gobernar mal la Orden; esto lo sé porque me lo contaron los padres Cesáreo Fernández, Tomás Carbonell y otros. Era muy recto y no estando de acuerdo algunos religiosos, buscaron de suprimirlo. Después de haber bebido el cáliz de la amargura, volvió a España y pasando por Loreto, tuvo una visión de la Virgen, esto me lo contó otro padre; entonces le pregunté a él qué le había dicho la Virgen y me dijo: ¡Qué bella es la Virgen!, añadiendo cómo le había Ella manifestado que durante su generalato no se había condenado ningún mercedario.

La visión de Loreto también la testifica sor Margarita Vall, a la que profetizó que sería general de su instituto, las religiosas Misioneras Esclavas del Inmaculado Corazón de María. Profesaba –dice ella- una gran devoción al Ángel custodio, que lo liberó una vez del atropello de un vehículo, y a santa Teresita, a cuya canonización asistió; practicaba los ejercicios espirituales cada año en la cartuja Aula Dei, de Zaragoza.

En el capítulo provincial iniciado el 7 de agosto de 1915 no se halló, siendo así que tenía derecho; mas fue elegido segundo definidor. El 13 de octubre de 1915 formaba comunidad en Lérida, y aquí se estabiliza, haciendo frecuentes salidas, a Manresa, Andorra, San Ramón, Barcelona, San Hilario, Bilbao, Borges, Monzón, Jaca, Fraga, Barbastro, Zaragoza, para predicar, para confesar, para tomar las aguas en San Hilario de Sacalm. Pero su lugar preferido era el confesionario en su iglesia de la Merced, desde que se abría el templo hasta que no quedaba nadie, allí permanecía, casi siempre con una cola de penitentes. Si estando en casa, era llamado al confesionario, dejaba de inmediato lo que estaba haciendo, se ponía la estola y se prestaba para atender al penitente. Es que atraía a las almas por su unción, su sabiduría, su experiencia mística, su discreción, su rectitud, su delicadeza, su discernimiento. Fue director espiritual y consejero de prelados, visitador y confesor de muchas comunidades de religiosas, tanto que su confesionario estaba siempre rodeado de personas de todas clases y condiciones.

El padre Bienvenido Lahoz, que vivió muchos años con él, desde cuando era estudiante, lo define: devoto, serio, comedido en cuanto a la pureza, abierto a todas las formas de piedad, no de gran capacidad, recto en su modo de ser, sumamente delicado de conciencia. La gran tribulación de ser depuesto del generalato fue un acicate para no buscar otra cosa que a Dios. Muy dedicado al confesionario, tenía un gran prestigio de santidad y la comunicaba a sus penitentes; todos lo veneraban. No admitía bromas de doble significado. Era muy respetado. Todo rebela su gran santidad. Llevado de su devoción a santa Gema, hizo un viaje penosísimo de Roma a Luca, y en otra ocasión peregrinó a Paray-le-Monial.

El padre Jaime Monzón Sanz, aspirante entonces, lo recuerda del año 1915 religioso excelente, significativamente silencioso, modesto, retirado, valoradísimo director espiritual de numerosos sacerdotes, religiosas y seglares. Sor Maria de la Consolación Sanz, clarisa, afirma: Era una alma santa; tenía algo que no había encontrado en otro sacerdote; en la primera confesión ya me dijo que tenía vocación religiosa. Era severo consigo mismo y muy indulgente con los otros. Se hacía obedecer sin mandar.

En noviembre de 1919 partió para Roma, vocal del capítulo general, regresando en diciembre. En 12 de enero de 1920 presidió el capítulo provincial que tenía que celebrarse en San Ramón, según la convocatoria, pero por razón de mal tiempo se celebró en la ciudad de Lérida.

Desde 1920 va frecuentemente a Juneda, para confesar a las religiosas. El 31 de agosto revisaba sus actividades la comunidad, haciendo constar cómo el padre Alcalá ni servía para el colegio, ni para el postulantado, ni para el culto; sólo para el confesionario. Se comprende, pues vivía abstraído, en silencio y recogimiento, en la misa parecía una estatua, sin ni apercibirse de quién le ayudaba; vivía en un mundo distinto al de los demás, convirtió su celda en Tebaida. A su paso, cuando iba por la calle, la gente lo miraba embelesada: Ahí el santo de la Merced. Era un ángel, expresaría uno de la comunidad. Marcelina Esquerza puntualiza sobre este su halo: En el modo de celebrar la misa llamaba mucho la atención su recogimiento y devoción, lo mismo en las procesiones a que asistía, totalmente absorto en sus pensamientos.

María Ristol, que trató mucho al padre Mariano entre 1916 y 1928 en la Merced de Lérida, a la que él escribió veintisiete cartas de dirección espiritual, expresa: Creo que su vida y fama de santidad eran excepcionales. Una vez que supe que lo habían calumniado, se lo dije y noté en él una virtud extraordinaria, no quiso saber quién me lo había dicho, ni porqué motivo, se limitó a decir, “pobrecillos, recemos por ellos.” Era muy puntual en las cosas de la iglesia, tenía mucha paciencia, como pude constatar en varias ocasiones. Mis hijas, después de muchos años, reconocieron haber sido afortunadas de tener una formación distinta de otras y se nota en mil detalles. Cuando yo le decía que era como un ángel de la guarda para mí y los míos, me respondía que Dios hace las cosas como quiere y a veces se sirve de un mango de escoba para dirigir. No obstante los muchos años que nos dirigió espiritualmente a mí y a los míos nunca supo dónde vivíamos; me dijo en una ocasión que lo invité a bendecir y entronizar en mi vivienda el sagrado Corazón de Jesús, que él no iba nunca a casa privada, al final aceptó pero vino acompañado de un hermano lego. Era muy mortificado, discretísimo en todas las cosas como no he visto en otro. Una vez que le dije que era un santo, se molestó.

En julio de 1922 pasó por El Puig yendo a impartir ejercicios espirituales a las mercedarias de Málaga, Lorca y Madrid. El 13 de enero de 1923 estaba en Barcelona, como exgeneral, en el capítulo provincial, teniendo tres votos para provincial y saliendo primer definidor. En 1924 andaba achacoso, aunque en diciembre fue a Madrid para las fiestas de la beata Mariana de Jesús. En agosto de 1925 fungía de vicario provincial, por ausencia del provincial Alberto Barros, negándose a ratificar el cierre del colegio de Lérida. El 24 de julio de 1926 estaba en San Ramón participando en el capítulo provincial, en cuanto exgeneral, exprovincial y definidor, siendo escrutador y recibiendo seis votos para definidor, pero no los suficientes; por lo visto tenía en su contra a la propia comunidad ilerdense, que lo había demostrado con modos inadecuados, por eso el padre Inocencio López Santamaría, presidente capitular, exigió a los conventuales ilerdenses que diesen satisfacciones al padre Alcalá, supongo que por su apoyo a la continuación del colegio y sus limitaciones.

Ya se mueve poco, y si viaja es a tomar las aguas, a Barcelona o Zaragoza. El 22 de marzo de 1929 la santa Sede constituyó el gobierno provincial de Aragón, después de haber realizado una votación de sondeo; nuestro padre Alcalá fue señalado segundo definidor. El 24 de abril estaba en San Ramón, rindiendo obediencia al provincial designado por la santa Sede y asumiendo su cargo de definidor. En 1931 el padre Alcalá se proveyó de ropa seglar. El 4 de marzo de 1932 se resistía a la venta del edificio que fuera colegio ilerdense. El 29 de julio de ese mismo 1932 abrió el capítulo provincial en San Ramón, pues el precedente día 4 le vino el nombramiento de presidente capitular; fue designado definidor con todos los votos; a su propuesta se hizo la consagración de la Provincia al Corazón de Jesús. En 1935 tiene ausencias prolongadas en las aplicaciones de misas, frecuenta médicos, consume medicamentos; en febrero estuvo en trance de muerte por bronconeumonía y afección del corazón; se halló al capítulo provincial de San Ramón, desde el 3 al 8 de agosto, siendo escrutador, pero ya no le dieron ninguna responsabilidad.

Evidentemente en el padre Alcalá se ha ido produciendo un proceso de agotamiento físico, a la par que de purificación interior. En su correspondencia se hallan expresiones como ésta: quisiera que no os molestaseis por mí... ya sabéis que soy un pobre religioso… No os olvidéis de este pobre ministro, que aunque muy indigno del Señor, sólo tiene una aspiración: amar fervientemente al Señor santificando así su pobrecita alma. Las humillaciones, las contrariedades, las injusticias le han clavado en la cruz. Y hasta fue calumniado. No obstante que era delicadísimo y prudente en todo, singularmente en cuanto a la pureza, hasta el punto de preparar para la primera comunión a dos hermanitas de cuatro y seis años a través de la rejilla del confesionario, pasó por una de las pruebas más duras que puede soportar un religioso recto.

Lo cuenta la hermana Busquets: Fue gravemente calumniado. Supe por diversos conductos que una religiosa carmelita descalza de Lérida, Eva Valeta, había salido del convento con gran escándalo, encinta, y ella decía que había sido por causa del padre Mariano; pero no fue así, porque ella contrajo inmediatamente matrimonio con su cómplice, el carpintero que trabajaba en el convento, habiendo declarado explícitamente la inocencia del padre Mariano. Hablando de ésta con el Padre, me dijo “recemos por ella” Era confesor de las madres Carmelitas, y llevó toda esta cruz con mucha paciencia y resignación. También demostró mucha paciencia durante su permanencia en su convento de Lérida, porque algunos padres no lo respetaban como merecía. Siendo confesor ordinario de mi comunidad, advirtió a la madre general de ciertas irregularidades que venían sucediendo; viendo que no se le hacía caso y todo seguía igual, me obligó a recordar a la madre aquello que le había dicho y de que en caso contrario el instituto tendría una grave crisis: falta de vocaciones, algunas religiosas jóvenes se irían a otras órdenes más observantes y algunas morirían, esto ocurría en 1926; me predijo en 1929 las cruces, las penas, las enfermedades, los escrúpulos y lo mucho que me tocará sufrir, y todo se ha efectuado así.

Teresa Castelló lo conoció desde mayo de 1929, tomándolo por su director espiritual: Era religioso las veinticuatro horas del día, fray ejemplo, por su recogimiento y su mirada, imagen clara de la virtud, sobre todo de la fe, la esperanza y la caridad. Con la vida que llevaba, el martirio era la cosa más natural en aquellas circunstancias.

Claro que era dechado de fortaleza, paciencia. Afrentado, perseguido, humillado, callaba siempre. Cuando iba a su pueblo, Andorra, los quince o veinte días de verano, se pasaba horas en la iglesia, paseaba con los sacerdotes y su sobrino Ángel. Todos lo admiraban por retirado, humilde, todos lo calificaban ejemplar y santo. Pedro Tomás Callizo agrega que era jovial en el trato.

Seguía en Lérida, cada día más achacoso, cuando el 8 de marzo de 1936 su sobrino Ángel, casado con Luisa, se lo llevó a Andorra para ver que recuperara la salud. Lo tuvieron en su hogar hasta después de 18 de julio. Ella atesta: Era un gran místico, y cuando le comunicamos el triunfo de la revolución, previendo lo que se veía venir, y algunos le manifestamos un cierto temor, dijo preparémonos a morir bien, si debiese ser el caso. Margarita Vall asevera cómo supo que murió con gran disposición de ánimo, sobre todo las veinticuatro últimas horas antes de morir, como si estuviese contento de ir a la muerte. A María Ristol le manifestó que la gracia de las gracias era el martirio y estaba alucinado por obtenerla, pero dudaba de ser digno.

Porque la casa de Ángel era peligrosa, como farmacia muy frecuentada por los rojos, lo llevaron a casa de su sobrina Vicenta Alcalá, que manifiesta: Aquí vivía como en el convento, se levantaba a la misma hora, dedicaba a la oración y a sus trabajos el mismo horario que en el convento; meditaba, leía, escribía cartas de dirección espiritual; hacía el tiempo de recreación conversando con la familia; celebraba diariamente la santa misa; a veces paseaba con los sacerdotes, que se embelesaban con su palabra. En el pueblo todos admiraban su bondad, su afabilidad, su delicadeza, nunca reprochaba nada a nadie, no se lamentaba de nada, mostraba una paciencia admirable. Mosén Rafael Galve observó cómo aunque estaba en el hogar de sus familiares, se le veía ensimismado en la presencia de Dios, en tal modo que parecía no oír cuando se habla del mundo, aunque fuesen cosas familiares, en cambio hablaba con entusiasmo y fervor de temas espirituales, sobre todo de las preferencias de su devoción, el Corazón de Jesús, el Espíritu santo, la Virgen, santa Teresita, santa Gema, el Ángel de la Guarda, y más aún gustaba de comentar de Roma y del Papa. Algunos días antes del martirio, pese a su vejez, aún manifestaba deseos de ir a Roma, para el capítulo general. Nunca jamás le vi hablando tú por tú con una mujer, prueba de cuánto estimaba su castidad.

Y sobrevino la Guerra civil, y con ella lo que esperaba, el martirio. Cuando se hablaba de los rojos decía: no hablemos, recemos. Su disposición era serena, esperando el cielo y consolando a sus familiares. El 26 de julio ya no pudo ir a la iglesia, por la inminencia de la llegada de los rojos. Quedó escondido en casa de sus sobrinos, de Ángel, primeramente, de Vicenta, después, que fueron conminados a presentar a su tío so pena de volar sus casas. El 26 de agosto tuvo que acudir al comité. Lo acompañaron ambos sobrinos; los facinerosos ni le dirigieron la palabra; lo menospreciaron; a ellos les prometieron interceder por su vida. Lo devolvieron porque lo vieron viejo y agotado, a la ida y al regreso fue rezando.

Vicente Aguilar nos habla de este trance: su disposición de ánimo era serena, pensando en el cielo; comunicaba esperanza a sus familiares; consolaba a los suyos que no perderían nada con su muerte.

Cuenta Vicenta: El 15 de septiembre, sobre las cinco y media de la tarde el comité me llamó para que acompañase a mi tío hasta allí, a fin de que el pueblo no se diese cuenta y se alarmara; rehusé categóricamente, pues me dijeron que aquella noche lo iban a matar. A las seis de la tarde, vino un pelotón a buscarlo; le avisé de que debía presentarse al comité y me rogó que lo acompañase, y acepté; luego de bajar unas gradas, se retornó a su habitación, compareciendo inmediatamente; a la puerta lo esperaban los milicianos, que me impidieron acompañarlo; lo llevaron a la casa consistorial donde estaba el comité. Él se entregó sin resistencia alguna, resignado ante los empellones y amenazas que le proferían, azuzado porque no podía andar a su ritmo. Pasados unos días de esto, pues estuve fuera, regresé obligada por el comité, entrando en la habitación que tuviera mi tío, encontré sobre la mesa su reloj y su rosario, que nos dejaba para recuerdo, pues eran dos objetos de su predilección, el reloj porque se lo había regalado su padre el día de la ordenación y el rosario por su devoción a la Virgen.

José Artigas sigue el relato: El día 15 sobre la seis de la tarde me avisaron que fuera con el camión a la plaza Nueva para cargar cebada. Una vez allí, vi todo ocupado por milicianos armados, me hicieron meter la parte trasera del camión frente a la entrada de la Casa consistorial, advirtiéndome que no dejase el volante. Entonces comenzaron a salir hacia el camión varios hombres, unos armados y otros maniatados. Me ordenaron tomar la carretera de Alcañíz, pero cuando llegamos al cementerio de Andorra, a los muros orientados hacia Alcañíz, me ordenaron pararme, porque iban a ser fusilados de inmediato, según lo que me dijeron los armados, todos los maniatados en el camión. Me encontraba angustiadísimo, adivinando lo que iba a suceder, retirándome un poco hacia la puerta del cementerio para no asistir a un acto tan terrible; mientras pasaba por la puerta trasera del camión, vi entre otros y reconocí al padre Mariano Alcalá, entre dos le ayudaron a bajar del camión, lo reconocí distintamente y cómo sus labios se movían fervorosamente; volví a observarlo y constaté nuevamente que estaba rezando muy fervorosamente. No vi más, pero percibí perfectamente y sin perder tiempo, los disparos, algún lamento y un ¡viva la Virgen del Pilar! Dos días después, oí decir que el padre Mariano había gritado ¡viva Cristo rey!, cosa que yo no oí, tal vez porque estaba a una cierta distancia o porque el padre Mariano tenía poca voz.

El padre Mariano ni se lamentó, ni suplicó, ni protestó; rezaba y expiró diciendo con voz queda ¡viva Cristo rey!, abrazado a su sobrino Ángel, que gritó Viva la Virgen del Pilar. Fue sepultado con los otros seis fusilados.

Así cayó aquel prócer y gran maestro espiritual.
 

Este grupo de mártires está integrado por:


1. MARIANO ALCALÁ PÉREZ, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 11 Mayo 1867 en Andorra, Teruel (España)
martirio: 15 Septiembre 1936 en Andorra, Teruel (España)

2. TOMÁS CARBONELL MIQUEL, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 20 Diciembre 1888 en Jijona, Alicante (España)
martirio: 25 Julio 1936 en Lleida (España)

3. FRANCISCO GARGALLO GASCÓN, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 24 Febrero 1872 en Castellote, Teruel (España)
martirio: 07 Agosto 1936 en Muniesa, Teruel (España)

4. MANUEL SANCHO AGUILAR, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 16 Enero 1874 en Castellote, Teruel (España)
martirio: 07 Agosto 1936 en Muniesa, Teruel (España)

5. MARIANO PINA TURÓN, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 13 Atril 1867 en Híjar, Teruel (España)
martirio: 08 Agosto 1936 en Muniesa, Teruel (España)

6. PEDRO ESTEBAN HERNÁNDEZ, religioso mercedario profeso
nacimiento: 27 Julo 1869 en Híjar, Teruel (España)
martirio: 01 Septiembre 1936 en "Mas de los Sidricos", Híjar, Teruel (España)

7. ANTONIO LAHOZ GAN, religioso mercedario profeso
nacimiento: 22 Octubre 1858 en Híjar, Teruel (España)
martirio: 01 Septiembre 1936 en "Mas de los Sidricos", Híjar, Teruel (España)

8. JOSÉ TRALLERO LOU, religioso mercedario profeso
nacimiento: 28 Diciembre 1903 en Oliete, Teruel (España)
martirio: 05 Agosto 1936 en "Barranco del Agua", Estercurel, Teruel (España)

9. JAIME CODINA CASELLAS, religioso mercedario profeso
nacimiento: 03 Mayo 1901 en Aguilar de Segarra, Barcelona (España)
martirio: 05 Agosto 1936 en "Barranco del Agua", Estercurel, Teruel (España)

10. JOSEP REÑÉ PRENAFETA, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 15 June 1903 en Lleida (España)
martirio: 16 Agosto 1936 en Barcelona (España)

11. ANTONIO GONZÁLEZ PENÍN, religioso mercedario profeso
nacimiento: 01 Marzo 1864 en San Salvador de Rabal, Celanova, Orense (España)
martirio: 10 Agosto 1936 en Barcelona (España)

12. TOMÁS CAMPO MARÍN, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 23 Enero 1879 en Mahamud, Burgos (España)
martirio: 20 Agosto 1936 en Lleida (España)

13. FRANCESC LLAGOSTERA BONET, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 30 Agosto 1883 en Valls, Tarragona (España)
martirio: 20 Agosto 1936 en Lleida (España)

14. SERAPIO SANZ IRANZO, religioso mercedario profeso
nacimiento: 01 Octubre 1879 en Muniesa, Teruel (España)
martirio: 20 Agosto 1936 en Lleida (España)

15. ENRIC MORANTE CHIC, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 23 Septiembre 1896 en Lleida (España)
martirio: 25 Julio 1936 en Lleida (España)

16. JESÚS EDUARD MASSANET FLAQUER, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 16 Enero1899 en Capdepera, Islas Baleares (España)
martirio: 25 Julo 1936 en Lleida (España)

17. AMANCIO MARÍN MÍNGUEZ, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 26 Marzo 1908 en Celada del Camino, Burgos (España)
martirio: 26 Julo 1936 en Binéfar, Huesca (España)

18. LORENZO MORENO NICOLÁS, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 24 Marzo 1899 en Lorca, Murcia (España)
martirio: 03 Noviembre 1936 en Lorca, Murcia (España)

19. FRANCESC MITJÁ i MITJÁ, religioso mercedario profeso
nacimiento: 26 June 1864 en Arbucias, Girona (España)
martirio: Enero 1937 en Ivorra, Lleida (España)

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Mártir

Martirologio Romano: A orillas del Danubio, san Nicetas Godo, mártir, a quien el rey arriano Atanarico mandó quemar en odio a la fe católica (c. 370).

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.

Breve Biografía


San Sabas y San Nicetas fueron los dos mártires más renombrados entre los godos. Al segundo, a quien los griegos colocan en la categoría de los "grandes mártires", se lo recuerda en la fecha de hoy.

Nicetas era un godo nacido en las riberas del Danubio y convertido a la fe en su juventud por Ulfilas un brillante misionero entre aquellas gentes y traductor de la Biblia a la lengua gótica. Fue Ulfilas quien ordenó de sacerdote a Nicetas.

Hacia el año de 372, varios cientos de godos que huían de los hunos invasores se refugiaron en Moldavia y las autoridades romanas les hicieron un mal recibimiento, los maltrataron y vejaron.

Inmediatamente, como represalia, el rey Atanarico, señor de los godos de oriente, cuyo territorio lindaba con el imperio romano en las regiones de Tracia, inició una violenta persecución contra los cristianos. Por orden del rey, un ídolo colocado sobre una carreta fue llevado a través de todas las ciudades y aldeas donde se sospechaba que había cristianos, y todo aquel que se negase a adorar al dios, quedaba automáticamente condenado a muerte.

Para matarlos en masa los perseguidores utilizaban el método de encerrar a los cristianos capturados en casas o iglesias tapiadas y prenderles fuego. En el ejército de mártires que glorificaron a Dios en aquella ocasión, figuró San Nicetas, que selló su fe y su obediencia con su sangre, se purificó de toda culpa al morir en el fuego y entró triunfante a la vida eterna. Sus reliquias fueron llevadas a Mopsuecia en Cilicia, donde tuvieron su santuario; por lo cual, el mártir visigodo fue venerado en las iglesias bizantinas y sirias.

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Lasallista Mártir

Martirologio Romano: En territorio de la Arquidiócesis de Madrid, España, Beatos Alberto María Marco y Alemán y 8 compañeros de la Orden de los Carmelitas de la Antigua Observancia; Agustín María García Tribaldos y 15 compañeros del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, asesinados por odio a la fe. ( 1936-1937)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, en Tarragona,durante el pontificado de S.S. Francisco.

Breve Biografía


El joven Pedro Bruch se animó a ser Hno. de las Escuelas Cristianas por el ejemplo de su hermano mayor, el venerado Hno. Amancio, fallecido en Bilbao a edad avanzada, después de fructuoso apostolado. Ingresó en el Noviciado, de Béziers. Desde el primer momento se ganó la universal simpatía por su juicio recto y por la bondad de su carácter, cualidades características de toda su vida.

Su imperturbable buen humor y el encanto de su sonrisa le valieron el gracioso apelativo de "Don Pedro” con el que era corrientemente conocido. Terminada su probación, el Hno. Atanasio Pedro, pues este fue el nombre que se le asignó en su toma de Hábito, hizo sus primeros ensayos apostólicos en el Colegio de San José, de la calle Moncada, en Barcelona.

Noventa críos esperaban en la clase a este Hermano principiante de sólo diecisiete años. Fue necesario todo su celo y energía para dominar tal batallón. Gracias a su constante amabilidad, a su mirada acogedora, a su palabra breve y concisa, logró sin tardar, con la divina gracia implorada en sus frecuentes visitas a la capilla, ser como el reyezuelo queridísimo de sus pequeñitos. Los padres alababan a una las habilidades pedagógicas del afectuoso profesorcito.

Su traslado fue universalmente sentido. Después de una corta estancia en el Noviciado, fue en enviado a Manlleu. Inmediatamente se puso al servicio de todos con su habitual entusiasmo, acompañado de la sonrisa que emanaba de su alma tranquila y serena. Su juventud vigorosa le permitió dedicarse a múltiples trabajos. Después de corregir las tareas y preparar las clases, ayudaba a sus Hermanos en los pequeños trabajos comunes. El Hno. Director creía halagarle cambiándole de ocupación y por eso lo hacia con toda consideración.

Tanto empeño en el trabajo acabó por alterar su salud. El Hno. Visitador le envió, en plan de descanso, de nuevo al Noviciado de Madrid. Su permanencia allí fue de nuevo corta. A la muerte de un Hermano en Jerez, fue enviado a reemplazarlo. El clima de Andalucía, más propicio a su salud le permitió trabajar durante siete años en aquel ambiente tan rico en bondad y sacrificio.

A continuación fue enviado a Madrid como Director de la Escuela de San Rafael. La experiencia adquirida en medios tan distintos le permitió superar las dificultades de la dirección del establecimiento. Situada la Escuela en un barrio pobre de la capital, vivía de las ayudas que manos generosas del lugar consagraban al sostenimiento de la enseñanza católica. Pero España acababa de perder las ricas colonias de las Antillas 1898 y sufría una crisis financiera que obligó a los católicos, aún a los más generosos, a restringir sus limosnas. Por ello numerosas obras caritativas, entre ellas los establecimientos de enseñanza, comenzaron a sentir dificultades. Ante las necesidades más urgentes, el animoso Director se esforzaba sin medida. A ejemplo del Santo Fundador después de las clases, se iba a una iglesia próxima a pedir al Señor, que alimenta a los pájaros, el pan cotidiano para los que enseñaban el "camino de la justicia”. Poniendo en práctica el conocido adagio: "Ayúdate y Dios te ayudará", después de implorar el divino auxilio, visitaba a las familias pudientes y volvía con consoladoras promesas y socorros que bastaban, a lo menos por el momento, para resolver la economía de la Comunidad. Estimulados por el valor indomable de su Director, los Hermanos sobrellevaban alegremente los rigores de la pobreza. Si algún día quedaba un trozo de pan sobre la mesa, el Hno. Anastasio Pedro lo recogía humildemente para comerlo él en la refección siguiente, mientras los Hermanos consumían el pan reciente. "Encuentro tan buenos estos restos de la mesa de la Providencia..", decía graciosamente.

Bajo apariencia humilde, el Hermano ocultaba un alma valiente y muy unida a Dios. Se apresuraba al primer sonido del despertador para ir a la capilla, donde los Hermanos le encontraban en ferviente oración con frecuencia. Añadía a sus ardientes oraciones las privaciones voluntarias, las cuales el añadía a la escasez que padecía la Comunidad. Los que le conocían de cerca sabían de sus cilicios y disciplinas.

Sin embargo el cielo parecía sordo a sus súplicas y mortificaciones. La penuria de la Comunidad se agrandaba de día en día. Las mejores puertas y las más numerosas se cerraban ante él. Fue una prueba dura. La Escuela cambió varias veces de lugar, sin lograr mejoras materiales. Y cada día se acentuaba su carga para el Distrito. El Consejo administrativo tomó la decisión de cerrar el establecimiento. No sin tristeza, el Hno. Visitador notificó la decisión al Hno. Asistente, Louis de Poissy. El prudente Superior, que conocía el heroísmo de la Comunidad, respondió inmediatamente: "Puede usted cerrar todas las casas de Madrid, pero no toque la de San Rafael".

Y así se hizo. La Providencia había a su vez, recompensando la admirable confianza del Superior mayor y la del Director local, ofrecido un camino. Un insigne bienhechor del Instituto de los Hermanos, entusiasta de la enseñanza cristiana, vino por aquellas fechas de Cádiz a Madrid. Era Su Excelencia Monseñor Félix Soto Mancera, promovido años más tarde para Obispo de Badajoz. El Hermano Anastasio Pedro no tardó. en granjearse las simpatías del celoso y piadoso prelado. Y fue él quien, admirado de la abnegación de los Hermanos de San Rafael, puso en juego su ardiente caridad y su influencia considerable para interesar en esta obra a punto de extinguirse a la Señora Condesa de Torreanaz, quien salvó a la Escuela de la ruina con la generosidad que siempre habla tenido con los Hermanos.

Esta señora deseaba vivamente perpetuar por un gran testimonio de caridad la memoria de su marido, celoso protector de las escuelas cristianas. Compartió plenamente los proyectos de Monseñor Soto. Adquirió un vasto solar y edificó a sus expensas un verdadero palacio escolar, el más hermoso entonces de la capital. Además aseguró la renta necesaria al sostenimiento de la comunidad.

El diligente Director permaneció largos años al frente de la casa. Liberado en adelante de las preocupaciones materiales, pudo dedicarse en exclusividad a la dirección de su importante institución y a la de las obras postescolares que allí funcionaron. Siguió entre los Hermanos siendo lo que nunca dejó de ser: el ejemplo vivo de regularidad y de fidelidad a todas sus obligaciones. Enérgico y fervoroso en la capilla, no consentía allí la somnolencia durante la meditación. Las Reglas y los sostenes del Instituto eran los temas preferidos de sus conferencias dominicales.

Trabajador infatigable, participaba en todas las labores comunes en las Comunidades poco numerosas. Las vísperas de las fiestas él mismo adornaba la capilla y el salón de actos para las representaciones teatrales. Su paternal solicitud por mantener entre los Hermanos verdadero espíritu de familia no le impedía atender al fin exterior, pero esencial del instituto de La Salle: la instrucción cristiana de la juventud, Cada clase tenía su plan de estudios y el Hno. Director velaba con particular atención para que se cumpliera, mediante intervenciones estimulantes.

De tiempo en tiempo daba él mismo la lección de catecismo en una clase o hacia la reflexión en otra, mientras que los más pequeños se gozaban en tenerle todos los días algún rato. El mismo preparaba las composiciones de aritmética o de gramática y dejaba de lado toda otra ocupación en los exámenes mensuales, para asistir a las pruebas orales, a lo menos en algunas clases.

Los Hermanos recién salidos del Escolasticado eran objeto de su particular dedicación. Los primeros meses los guiaba como de la mano con consejos prácticos y, si no bastaban, asumía él mismo la dirección de la clase, confiando al joven una división y, a medida que el nuevo maestro adquiría la experiencia conveniente, el prudente Director se retiraba progresivamente.

Su larga permanencia en Madrid y sus notables cualidades pedagógicas y religiosas le dieron considerable notoriedad en el barrio. El aprovechó la oportunidad para crear un Patronato pronto floreciente. Jóvenes de toda condición venían los domingos a la misa de la Escuela y oían una alocución apropiada. Por la tarde volvían para leen para divertirse en el patio, o para instruirse con los cursos esmeradamente preparados. El rezo del Rosario y la Exposición del Santísimo cerraban santamente el día. Otras veces se organizaban sesiones recreativas o interesantes conferencias.

Otra obra que promocionó el Hermano Anastasio Pedro fue la Asociación de Padres de familia, destinada a asegurar la enseñanza cristiana y defenderla de un poder arbitrariamente sectario. Robustecida esta Asociación, supo ingeniarse para salvar su Escuela en las abominaciones consumadas por la horda incendiaria de 1931, de la que fueron victimas los grandes Colegios de España y que creó una ola de terror en tantos corazones.

Después de una estancia en la zona minera de Asturias, donde dejó el recuerdo de su prodigiosa abnegación en favor de los humildes, el Hermano volvió a Madrid, teatro de su heroica entrega, pero también de su triunfo, pues allí esperaba el Señor a este siervo insigne para darle una corona digna de sus méritos. ¿Podían los enemigos de Dios y de la patria perdonar a este Santo religioso su total entrega al servicio de las almas de la clase obrera?

Los Hermanos de la Comunidad de San Rafael vieron cómo de repente una banda de asesinos expresidiarios, invadía el gran patio del Colegio, con una gran descarga de sus fusiles, y tomaban por asalto la casa. Nos preguntamos cómo los Hermanos pudieron librarse de tan gran peligro. En cuanto cesó la descarga criminal, pasaron a toda prisa a la casa cercana de unos amigos del Centro. Allí permanecieron un solo día, alejándose lo antes posible del barrio, en el que eran muy conocidos.

El Hno. Director, acompañado de otro Hermano, se refugió en la casa de un Antiguo Alumno, llamado White. Permanecieron algunos días así recogidos. Luego se acomodaron en una pensión de la calle "Bárbara de Braganza". Allí vinieron a buscarles, para conducirlos a la cheka del Ministerio de Obras Públicas. Ante su petición de proveerse de lo necesario para su arreglo personal, uno de los milicianos les respondió cínicamente: "¿Para qué? Os hemos detenido para fusilaros". Pero no fue así, pues a los tres días fueron liberados.

El paternal Superior, desde que logró fijar su domicilio, se preocupó por saber lo que había sucedido a cada uno de los Hermanos, a fin de ayudarles en la medida de sus posibilidades. En cuanto se enteraba de una dirección, se apresuraba a ofrecer sus servicios, prodigándose de tal modo en su afán caritativo que uno de sus Hermanos creyó bueno aconsejarle mayor prudencia. Entonces se entendió con un joven de su entera confianza para servirle de intermediario.

Un día, cuando este joven llevaba una pequeña ayuda a uno de los Hermanos de San Rafael, fue detenido bruscamente por agentes de la FAI (Federación Anarquista Ibérica) y obligado a declarar de dónde procedía el dinero que llevaba. Al instante los revolucionarios se dirigieron a la pensión indicada, detuvieron al Hermano Anastasio Pedro y .... ¡misterio!

¿Qué hicieron de su presa? Se adivina fácilmente cuando se conoce la rabia que animaba a los asesinos. El desgraciado joven cayó también ante las balas de aquellos forajidos, poco después de la detención del Hno. Director.

Su cuerpo fue identificado por su familia en el pueblo de Hortaleza, cercano a Madrid, lo que nos hace presumir que allí mismo fuera fusilado el Hno. Anastasio Pedro. Su detención fue el 14 de Septiembre de 1936. Tenía 67 años, 52 de vida religiosa y 39 de profesión perpetua.
 

Este grupo de mártires está integrado por:


1. EUGENIO GARCÍA TRIBALDOS (AGUSTÍN MARÍA), religioso profeso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Hermanos de La Salle)
nacimiento: 13 Julio 1877 en Vellisca, Cuenca (España)
martirio: 30 Julio 1936 en Madrid (España)

2. MIGUEL SOLAS DEL VAL (ANSELMO PABLO), religioso profeso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Hermanos de La Salle)
nacimiento: 08 Mayo 1890 en Briviesca, Burgos (España)
martirio: 30 Julio 1936 en Casa de Campo, Madrid (España)

3. ALEJANDRO GONZÁLEZ BLANCO (BRAULIO JOSÉ), religioso profeso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Hermanos de La Salle)
nacimiento: 23 Julio 1890 en Villovieco, Palencia (España)
martirio: 30 Julio 1936 en Casa de Campo, Madrid (España)

4. PABLO DÍAZ DE ZÁRATE y ORTIZ DE ZÁRATE (NORBERTO JOSÉ), religioso profeso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Hermanos de La Salle)
nacimiento: 21 Enero 1892 en MuruaCogoitia, Álava (España)
martirio: 30 Julio 1936 en Casa de Campo, Madrid (España)

5. GUILLERMO ÁLVAREZ QUEMADA (OSEAS), religioso profeso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Hermanos de La Salle)
nacimiento: 10 Febrero 1890 en Sta. Cruz de la Salceda, Burgos (España)
martirio: 30 Julio 1936 en Casa de Campo, Madrid (España)

6. LUIS HERRERO ARNILLAS (ESTEBAN VICENTE), religioso profeso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Hermanos de La Salle)
nacimiento: 22 Agosto 1893 en La Serna, León (España)
martirio: 30 Julio 1936 en Casa de Campo, Madrid (España)

7. JUAN LANZ PALANCA (CRISÓLOGO), religioso profeso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Hermanos de La Salle)
nacimiento: 11 Agosto 1880 en Pamplona, Navarra (España)
martirio: 30 Julio 1936 en Casa de Campo, Madrid (España)

8. ELEUTERIO MANCHO LÓPEZ (ELEUTERIO ROMÁN), religioso profeso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Hermanos de La Salle)
nacimiento: 20 Febrero 1898 en Fuentes de Valdepero, Palencia (España)
martirio: 03 Agosto 1936 en Puente Vallecas, Madrid (España)

9. JUAN LUCAS MANZANARES (BRAULIO CARLOS), religioso profeso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Hermanos de La Salle)
nacimiento: 10 Diciembre 1913 en Campillo Lorca, Murcia (España)
martirio: 23 Febrero 1937 en Puente Vallecas, Madrid (España)

10. IGNACIO GONZÁLEZ CALZADA (ROGACIANO), religioso profeso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Hermanos de La Salle)
nacimiento: 31 Julio 1885 en Terrazos de Bureba, Burgos (España)
martirio: 24 Julio 1936 en Madrid (España)

11. JOAQUÍN RODRÍGUEZ BUENO (IRENEO JACINTO), religioso profeso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Hermanos de La Salle)
nacimiento: 20 Agosto 1910 en Mazuelo de Muñó, Burgos (España)
martirio: 22 Julio 1936 en Almudena, Madrid (España)

12. VICENTE LÓPEZ y LÓPEZ (VIRGINIO PEDRO), religioso profeso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Hermanos de La Salle)
nacimiento: 27 Octubre 1884 en Miraveche, Burgos (España)
martirio: 22 Julio 1936 en Almudena, Madrid (España)

13. PEDRO BRUCH COTACÁNS (ANASTASIO PEDRO), religioso profeso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Hermanos de La Salle)
nacimiento: 30 June 1869 en Gerona (España)
martirio: 14 Septiembre 1936 en Hortaleza, Madrid (España)

14. ALBERTO JOSÉ LARRAZÁBAL MICHELENA (JUNIÁN ALBERTO), religioso profeso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Hermanos de La Salle)
nacimiento: 04 Febrero 1893 en Irún, Guipúzcoa (España)
martirio: 7 Septiembre 1936 en Arganzuela, Madrid (España)

15. EUSEBIO ANGULO AYALA (LUIS VICTORIO), religioso profeso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Hermanos de La Salle)
nacimiento: 14 Diciembre 1894 en QuintanillaValdegovia, Álava (España)
martirio: 7 Septiembre 1936 en Arganzuela, Madrid (España)

16. RAMIRO FRÍAS GARCÍA (VIDAL ERNESTO), religioso profeso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Hermanos de La Salle)
nacimiento: 13 Marzo 1906 en Villajimena, Palencia (España)
martirio: 28 Noviembre 1936 en junto al cementerio de Vicalvaro, Madrid (España)

17. DANIEL GARCÍA ANTÓN (DANIEL MARÍA), clérigo profeso de los Carmelitas de la Antigua Observancia
nacimiento: 11 Deciembre 1913 en Navacepeda de Tormes, Ávila (España)
martirio: 18 Agosto 1936 en Carabanchel Bajo, Madrid (España)

18. SILVANO VILLANUEVA GONZÁLEZ (SILVANO MARÍA), clérigo profeso de los Carmelitas de la Antigua Observancia
nacimiento: 06 Febrero1916 en Huérmeces, Burgos (España)
martirio: 18 Agosto 1936 en Carabanchel Bajo, Madrid (España)

19. ADALBERTO VICENTE MUÑOZ (ADALBERTO MARÍA), clérigo profeso de los Carmelitas de la Antigua Observancia
nacimiento: 23 Abril 1916 en Cuéllar, Segovia (España)
martirio: 18 Agosto 1936 en Carabanchel Bajo, Madrid (España)

20. AURELIO GARCÍA ANTON (AURELIO MARÍA), clérigo profeso de los Carmelitas de la Antigua Observancia
nacimiento: 14 Agosto 1916 en Navacepeda de Tormes, Ávila (España)
martirio: 18 Agosto 1936 en Carabanchel Bajo, Madrid (España)

21. FRANCISCO PÉREZ Y PÉREZ (FRANCISCO MARÍA), clérigo profeso de los Carmelitas de la Antigua Observancia
nacimiento: 30 Enero 1917 en Ros, Burgos (España)
martirio: 18 Agosto 1936 en Carabanchel Bajo, Madrid (España)

22. ÁNGELO REGUILÓN LOBATO (ÁNGEL MARÍA), clérigo profeso de los Carmelitas de la Antigua Observancia
nacimiento: 01 June 1917 en Pajares de la Lampreana, Zamora (España)
martirio: 18 Agosto 1936 en Carabanchel Bajo, Madrid (España)

23. NICOMEDES ANDRÉS VECILLA (BARTOLOMÉ FANTI MARÍA), clérigo profeso de los Carmelitas de la Antigua Observancia
nacimiento: 26 Agosto 1917 en Pajares de la Lampreana, Zamora (España)
martirio: 18 Agosto 1936 en Carabanchel Bajo, Madrid (España)

24. JOSÉ SÁNCHEZ RODRÍGUEZ (ÁNGEL MARÍA), clérigo profeso de los Carmelitas de la Antigua Observancia
nacimiento: 02 Agosto 1918 en Pajares de la Lampreana, Zamora (España)
martirio: 18 Agosto 1936 en Carabanchel Bajo, Madrid (España)

25 FRANCISCO MARCO ALEMÁN (ALBERTO MARÍA), sacerdote profeso de los Carmelitas de la Antigua Observancia
nacimiento: 23 Mayo 1894 en Caudete, Albacete (España)
martirio: 28 Noviembre 1936 en Paracuellos de Jarama, Madrid (España)

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XXI Papa y Mártir

Martirologio Romano: En Roma, en la vía Apia, en la cripta de Lucina del cementerio de Calixto, sepultura de san Cornelio, papa y mártir, que se opuso seriamente a la escisión de Novaciano y, con gran espíritu de caridad, recuperó a la plena comunión con la Iglesia a muchos cristianos caídos en la herejía. Padeció al final el destierro a Civitavecchia, en la Toscana, por parte del emperador Galo, sufriendo lo indecible en palabras de san Cipriano. Su memoria se celebra pasado mañana (252).

Nota: Su memoria litúrgica se celebra el 16 de septiembre, en conjunto con San Cipriano

Breve Biografía


El catolicismo no es laxitud, pero tampoco es rigidez inhumana. Cuenta con las debilidades de los hombres, como contó con ellas su Divino Fundador, Jesús, que no quebraba la caña cascada, ni apagaba el leño todavía humeante. Es curioso observar cómo la Iglesia condenó con idéntico celo la depravación de las costumbres que el rigorismo moral: las ideas desorbitantes como las demasiado alicortas. Ya desde los primeros siglos de la era cristiana fueron fulminadas con el anatema todas las doctrinas que suponían al hombre fuera del quicio de su debilidad. Estúdiense las condenaciones de encratitas, novacianos, jansenistas, etc., y se verá que los rostros ceñudos y demasiado alargados por la rigidez no caben en la Iglesia. Y es que ésta se sitúa siempre en el fiel de la balanza: entre el ángel y la bestia: entre los hombres. Yerran, por tanto, quienes intentan deshumanizar al hombre con el pretexto de elevarlo hacia las altas cimas de Dios, ¿Condescendencia de la Iglesia? En cuanto que aprueba el mal, no; pero sí en cuanto que lo supone. Bien considerado todo esto, queda bien claro que no hay por qué rasgarse las vestiduras cuando la Iglesia —Esposa purísima de Cristo— rechaza palabras como reforma, puritano, cátaro (= puro), pietista, etc. (todas ellas con un evidente significado de pureza), por estar marcadas de herejía. El refrán latino dice que in medio, consistit virtas (en el medio está la virtud), y la Iglesia se mantiene en ese medio humano evitando los extremos de rigorismo o laxitud.

Y todo esto, a propósito de San Cornelio. Porque este Santo fue uno de los que —desde el timón de la nave de San Pedro— supieron sortear los escollos del más y del menos, quedando en el justo medio.

En efecto, el nombre del papa Cornelio va asociado en la historia eclesiástica al del cisma o herejía de los novacianos. Frente a la intransigencia de éstos, San Cornelio vio que el leño todavía humeaba... ¿Por qué, pues, apagarlo? En la célebre cuestión de los lapsi (o caídos en la apostasía) veremos que San Cornelio representa la auténtica mentalidad de la Iglesia.

No es demasiado lo que se sabe sobre este Papa, pero es suficiente e históricamente válido.

A la muerte. del papa Fabián, martirizado en el comienzo de la persecución de Decio (20 de enero del 250), la sede romana quedó vacante durante dieciséis meses. En este largo período gobernaron la Iglesia romana los sacerdotes de la ciudad, entre los cuales se significó en todo momento un tal Novaciano, autor de diversas obras y hombre rigorista, Y éste, parecía ser el candidato para ocupar la cátedra de San Pedro, cuando, al amainar la persecución, se trató de elegir nuevo Papa. Sin embargo, la mayoría de los votos designó al sacerdote Cornelio (abril del 251), que fue reconocido como Romano Pontífice, frente a un grupo de presbíteros que apoyaban a Novaciano. La ambición de éste hizo que pronto surgiera un cisma en Roma. De hecho, Novaciano se hizo consagrar como obispo de Roma y envió cartas a las demás iglesias para que le reconocieran como Papa. Pero prevaleció pronto el buen sentido, y Cornelio vio que su designación era aceptada como válida, no sólo por la mejor parte del clero y del pueblo de Roma, sino también por las grandes lumbreras de la época, Dionisio de Alejandría, Cipriano de Cartago, así como por el resto de la cristiandad.

La actividad de este Pontífice se centró principalmente en la condenación del rigorismo de Novaciano en la cuestión de los lapsi. Ya desde muchos años atrás se venía discutiendo si los cristianos que habían apostatado de la fe (=lapsi) podían ser admitidos en el seno de la Iglesia, previa una sincera conversión. Esto, en definitiva, no era sino un caso particular de la gran cuestión que había agitado a los pontificados de Ceferino (198-217) y de Calixto (217-222) sobre la admisión en la Iglesia o la exclusión perpetua de la misma de los grandes pecadores. Los obispos de Oriente se inclinaban más bien por el rigorismo; aunque no fue esto general, pues ya hemos dicho que por lo menos San Dionisio de Alejandría se inclinó hacia San Cornelio. El problema, como se ve, adquirió dimensiones extraordinarias y turbó durante años a algunas cristiandades. Concretamente, San Cipriano hubo de maniobrar entre el rigorismo desesperante y la indulgencia excesiva, inclinándose al fin y abiertamente hacia la doctrina del papa Cornelio, como lo testimonia la correspondencia sostenida con el Pontífice Romano por el gran obispo de Cartago. Esta correspondencia tiene, por otra parte, una importancia nada despreciable para demostrar la primacía de la Iglesia romana.

El hecho es que en pocos meses la verdad se impuso sobre el error. San Cornelio, espíritu recto aunque flexible, supo demostrar que hay momentos en que no es posible ceder. Así le ocurrió a él, cuando supo sellar su fe con el martirio en Centumcellae (actual Civitavecchia) en el año 252.

La muerte de San Cornelio tuvo lugar en el mes de junio; pero la traslación de sus restos a Roma, desde la cercana ciudad, a donde había sido desterrado y donde sufrió el martirio, se verificó probablemente el 14 de septiembre, fecha de la muerte de San Cipriano, cuya memoria va asociada a la de nuestro Santo en una fiesta común. Fue enterrado en una cripta próxima al cementerio de San Calixto. Su epitafio no está escrito en griego, como el de los papas del siglo III; dice simplemente Cornelius martyr, E. P., ¿no es más que suficiente título de gloria este del martirio? Su sucesor fue el papa Lucio.

De la carta de San Cornelio a Fabián de Antioquía se desprenden unos datos interesantes para conocer el estado de la Iglesia de Roma, todavía no desarrollada por completo: los presbíteros eran, en aquella sazón, cuarenta y seis, siete diáconos, siete los subdiáconos, cuarenta y dos los acólitos y cincuenta y dos los exorcistas, lectores y ostiarios. Cifras, en verdad, muy modestas para las que había de alcanzar con el correr del tiempo la Urbe, pero que revelan ya la pujanza del cristianismo en medio de la persecución.

De la vida de San Cornelio podemos sacar una enseñanza, a saber, que hay que estar dispuestos a sellar la fe con el testimonio de la sangre, pero, a la vez, hay que tener comprensión con los débiles, con los que reniegan con su conducta de la fe o con los que no han recibido de Dios todavía esa "luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo" (San Juan).
 

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Obispo y Mártir

Martirologio Romano: En Cartago, de la África romana, pasión de san Cipriano, obispo muy esclarecido en santidad y doctrina, que gobernó sabiamente la Iglesia en tiempos difíciles, consolidando la fe de los cristianos en medio de tribulaciones, e imperando Galieno, después de sufrir un penoso exilio, consumó su fe en el martirio, decapitado por orden del procónsul, ante gran concurrencia de pueblo.

Nota: Su memoria litúrgica se celebra el 16 de septiembre, junto a San Cornelio

Breve Biografía


A San Cipriano yo no llegué a conocerle y estimarle profundamente hasta que fui a Roma. En mi primera visita a la basílica de San Pedro, después de orar ante la tumba del Príncipe de los Apóstoles, levanté mis ojos hacia la cúpula majestuosa de Miguel Angel Buonarroti y mi mirada se cruzó en seguida con un slogan que me conmovió profundamente. Hinc una fides mundo refulget, hinc sacerdotii unitas exhoritur. Estas palabras están incrustadas con caracteres inmensos y con mosaicos de oro en la banda circular interior de la cúpula de San Pedro: "Desde aquí se esparce por el mundo la única y verdadera fe, aquí nace la unidad del sacerdocio". El texto es de San Cipriano y me parece lo suficientemente indicativo para que a este Padre de la Iglesia podamos apellidarle "Santo de la Romanidad". Mi segundo gran encuentro con San Cipriano lo tuve luego, al comienzo de mis estudios teológicos, profundizando en el tratado De Ecclesia Christi, que me explicó el famoso teólogo padre Zapelena en la universidad Gregoriana. Fue entonces cuando mejor comprendí la magnitud de esta figura egregia, que aparece con tanto relieve en el horizonte de la cristiandad hacia la mitad del siglo III. San Cipriano me enseñó a amar más a la Iglesia y al Romano Pontífice y a mejor comprender la grandeza del Papado. Esta misma lección quiero yo que aprenda el lector de estas líneas dedicadas al santo de hoy.

"Cipriano, nacido en Africa, primero enseñó la retórica con grande gloria; luego se hizo cristiano por consejo del presbítero Cecilio, de quien tomó el nombre, y empleó todos sus bienes en socorrer a los pobres. Poco tiempo después recibió la ordenación de presbítero y luego fue constituido obispo de Cartago. Sería por demás superfluo ponerme a dar una muestra de su ingenio, siendo así que sus escritos resplandecen más que el sol. Padeció martirio bajo los emperadores Valeriano y Galieno, en la octava persecución, el mismo día, bien que no el mismo año, que Cornelio en Roma."

Esta es la estupenda fotografía que nos ha dejado de Cipriano el maestro Jerónimo en su catálogo de varones ilustres. La he copiado íntegra del breviario romano porque su sencillez y su enjundia son más expresivas que todas las páginas que yo pueda escribir. Para erudición y explicación no haré ahora más que apilar sobre las palabras de San Jerónimo algunos otros datos históricos.

Cipriano, además de Cecilio, se llamaba Tascio. Su lugar de nacimiento hay que colocarlo en el norte de Africa, quizá en la misma Cartago, y su fecha en los primeros años del siglo III. Eran sus padres paganos adinerados y le procuraron una buena formación literaria. En su juventud y mientras enseñaba retórica, los vicios del paganismo ensuciaron su vida. Pero un día la luz de la fe y de la gracia que Cecilio le llevó transformó totalmente el rumbo de su existencia, Convertido al cristianismo, empezó una nueva vida, siendo ya de catecúmeno ejemplarísimo en la práctica de la austeridad, la continencia y la caridad. Poco después del bautismo entró en las filas del clero, entregando a la Iglesia el propio patrimonio. Su elección episcopal a la distinguida sede cartaginense hay que ponerla en el año 248 ó 249. Para tan alto cargo jerárquico fue designado (no constituido) por aclamación popular, o sea "democráticamente", según la costumbre de entonces. Y como en todo buen acto democrático, también en éste hubo su oposición organizada. A la elección episcopal de Cipriano se oponía el partido "lapsista" del clero, encabezado por el sacerdote Novato y por un seglar rico cuyo nombre era Felicísimo. Después, durante su gobierno episcopal, el pastor cartaginés tuvo que enfrentarse fuertemente contra este partido en la cuestión de los "lapsi" y "libeláticos".

Se llamaban libeláticos a los cristianos que para librarse de la persecución se procuraban un libellus de apostasía, es decir, un certificado de haber sacrificado a los dioses, sin haberlo hecho en realidad. Pasada la persecución, éstos, lo mismo que los apóstatas, pedían de nuevo ser admitidos en la comunidad cristiana, Para ello se procuraban también de los confesores que habían padecido cárceles y sufrimientos por la fe billetes de paz (libelli pacis), con los cuales debían ser dispensados de la penitencia pública. Esto representaba un verdadero abuso, fomentado por Novato y Felicísimo. Cipriano mantuvo firme su autoridad episcopal frente a los confesores e hizo prevalecer su opinión. Para ello reunió en el año 252 un sínodo en Cartago y tomó medidas rigurosas, que consistían en distinguir entre los que habían sacrificado a los ídolos —a los que se impuso penitencia perpetua, admitiéndoles a la reconciliación sólo a la hora de la muerte— y los libeláticos, a los cuales podía admitirse a la comunión después de un período de prueba. Novato y Felicísimo se declararon en rebeldía frente a estas decisiones e iniciaron un cisma local. Luego, los cismáticos o laxistas de Cartago encontraron apoyo precisamente en la fracción contraria, es decir, en los extremadamente rigoristas del clero romano, partido encabezado por Novaciano, el cual defendía que en ningún caso había que perdonar a los lapsos. Novaciano logró en Roma hacerse elegir antipapa contra Cornelio, produciendo un cisma que tuvo cierta difusión y duración. En Africa, el obispo cartaginés combatió enérgicamente este movimiento, sosteniendo la elección de Cornelio.

Cipriano rigió la iglesia de Cartago hasta el año 257. Su período pastoral se vio agitado por las persecuciones contra los cristianos, que tuvieron lugar en aquella mitad del siglo. Así, desde el año 250 hasta la primavera del 51, con motivo de la persecución de Decio, el intrépido obispo cartaginés tuvo que estar escondido para no privar a su grey de un guía entonces necesario más que nunca. De esa manera, desde su oculto retiro, no lejano de la sede, gobernó a sus fieles por medio de una intensa actividad epistolar. Pasado el huracán, pudo regresar a su ciudad y allí derrochó su vitalidad y sus energías apostólicas hasta que vino la famosa persecución de Valeriano.

El 30 de agosto de 257 el obispo es llevado al pretorio de Cartago ante el procónsul Aspasio Paterno. Este le hizo la pregunta de ritual: "Los sacratísimos emperadores se han servido escribirme con orden de que a quienes no profesan la religión de los romanos se les obligue a guardar sus ceremonias. Quiero saber si eres de ese número. ¿Qué me respondes?" Cipriano confiesa entonces abiertamente su fe: "Soy cristiano y obispo; no conozco más dioses que uno solo, el verdadero Dios, que crió los cielos, la tierra, el mar y cuanto en ellos hay. A este Dios adoramos los cristianos y noche y día rogamos por nosotros mismos, por todos los hombres y también por la "salud" de los emperadores". A este valiente testimonio responde el procónsul con la orden de destierro. Cipriano se ve obligado a salir para Curubi. Allí permanece una temporada hasta que un nuevo procónsul sucede a Paterno. Es Galerio Máximo. Este ordena a Cipriano que se presente en Utica, residencia del magistrado romano; pero el obispo se niega a esto porque quiere morir en medio de su pueblo. Regresa a Cartago y el procónsul, después de oír nuevamente la solemne confesión de fe hecha por el imperturbable obispo el 13 de septiembre, le condena a muerte. A la sentencia proconsular el futuro mártir da por toda respuesta un cordialísimo Deo gratias. Luego, antes de su ejecución, dando muestras de la generosidad en la que tanto se había distinguido toda su vida, ordenó que se diesen 25 monedas de oro a su verdugo. El día 14 Cipriano fue decapitado delante de una inmensa multitud de fieles, que pudieron admirar el ejemplo del santo mártir y que luego lloraron su muerte y esclarecieron su memoria. Fue Cipriano, según afirma Poncio, el primer obispo que, después de los apóstoles, tiñó el Africa con su sangre. Buen patrón podría encontrar en este insigne santo africano ese continente que ahora se abre cada vez más a la luz del Evangelio.

Bonitamente anota San Jerónimo que Cipriano fue martirizado el mismo día, aunque no el mismo año, que el papa Cornelio. Este murió en el 252, después de haber sido desterrado a Centocelle, donde precisamente recibió de Cipriano cartas de consolación. Ahora la Iglesia nos presenta a los dos santos mártires unidos por la misma fiesta en la liturgia del día 16 de septiembre. Buena compañía para el obispo Cipriano la de este Papa, a quien él conoció. Otro detalle que me gusta, cuando considero a San Cipriano entre los santos que se han distinguido por su romanidad.

Quizá alguien proteste porque insisto en poner a Cipriano la etiqueta de "Santo de la romanidad". Es cierto que son muchos los santos a quienes se les puede catalogar dentro de esta línea, pero quizá —dirá el arguyente— a Cipriano no, porque en realidad la historia duda de si fue o no algún tiempo cismático o poco menos. No podemos soslayar este aspecto o este punto obscuro de la vida de Cipriano. Es una cuestión controvertida por historiadores y teólogos y no voy a resolverla aquí, ni siquiera a tratarla con una amplitud que no es propia de este lugar.

El llamado "problema cipriánico", que aparece en el tratado de teología fundamental, se puede resumir en estos términos: Después de la persecución de Decio, en los años que siguieron al 251, la iglesia de Cartago llegó a adquirir un extraordinario esplendor. Cada año Cipriano convocaba un sínodo en su sede residencial y su influencia sobre otros obispos se notaba cada vez más, hasta el punto de que, como dice el padre Hertling, Cipriano no siempre se daba cuenta de que Dios le había consagrado obispo de Cartago y no obispo de toda la Iglesia.

Esta preponderancia manifiesta llevó al fogoso y ardiente obispo de Cartago a tener algunos conflictos con el Papa. Cipriano tuvo ya algún roce con el pontífice Cornelio en ocasión de la elección de éste a la Sede de Roma.

Sin embargo, el problema está en las relaciones del obispo cartaginés con el papa Esteban —año 254-257—. Ya estas relaciones aparecen enturbiadas en el episodio de los obispos españoles Basílides de Astorga y Marcial de Mérida. Estos dos obispos, depuestos como libeláticos, apelaron a Roma y el papa Esteban, creyendo en su inocencia, ordenó que fueran restablecidos en sus diócesis, cuando ya éstas habían sido ocupadas por los nuevos obispos Félix y Sabino. Entonces las comunidades españolas, no satisfechas de la solución de Esteban, recurrieron a San Cipriano, que gozaba de grandísima autoridad. Este reunió un sínodo en Cartago, que confirmó la deposición de Basílides y Marcial, poniéndose así en abierta contradicción con el Papa.

No sabemos hasta qué punto tuvo relación este hecho con la gran controversia que desunió a Cipriano del papa Esteban. La controversia versaba sobre si había que rebautizar o no a los herejes que se convertían. El obispo cartaginés defendía que era inválido el bautismo conferido fuera de la Iglesia católica y que, por lo tanto, los conversos debían ser rebautizados. Para estudiar este asunto Cipriano celebró en Cartago diversos sínodos, al último de los cuales asistieron 87 obispos. Los Padres conciliares proclamaron repetidas veces el principio defendido por Cipriano, aprobando la práctica que se seguía en Africa sobre el particular y enviando emisarios a Roma para dar cuenta a Esteban de las decisiones sinodales. Pero el Papa estaba por la sentencia contraria, que es la que hoy se defiende en la Iglesia, dado que la gracia del sacramento viene directamente de Cristo, no del ministro, y por lo tanto el bautismo, como todo sacramento, produce su efecto por sí mismo, independientemente del estado del que lo confiere.

Esteban acogió mal a los emisarios de Cipriano y mandó decir a éste que siguiese la tradición romana, prohibiendo la repetición del bautismo administrado por los herejes y amenazando con romper la comunión eclesiástica con Cartago. Cipriano, en contra de la decisión del Papa, siguió defendiendo y practicando su doctrina y el resultado fue que de hecho quedó interrumpida la comunicación entre Roma y Cartago. Parece bastante claro que Cipriano quedó objetivamente en situación de cismático. ¿Lo fue subjetivamente? Tal vez —anota el padre Hertling, mi profesor de historia eclesiástica en la universidad Gregoriana—, Cipriano no consideraba como definitiva la difícil situación que se había creado con la decisión de Esteban. Con todo, dado el fogoso e irreductible carácter del obispo cartaginés, no sabemos qué sesgo hubiesen tomado las cosas si la Providencia no hubiera intervenido zanjando de hecho la cuestión. Por fortuna para Cipriano —dice el padre Hertling—, el papa Esteban murió —año 257— y el sucesor de éste, Sixto II, de carácter conciliador, entabló de nuevo la comunión con el obispo Cipriano y la iglesia cartaginense. Poco después el intrépido obispo se encontró con la palma del martirio.

Como se ve por esta semblanza, Cipriano era una "figura potente" y de una personalidad arrolladora. Resultó un gran pastor de almas, generoso en extremo y lleno de incontenible celo, hasta el punto de que su ansia más ardiente era mostrar a todos los hombres el camino de la salud eterna. Sus afanes apostólicos eran tan grandes que no podían contenerse en los límites de su cristiandad cartaginense, ni siquiera en las fronteras africanas. Manejó la pluma con la destreza periodística de un San Pablo, y con su palabra escrita predicó en todas las iglesias de su tiempo y ha seguido predicando a través de la historia hasta nuestros días. Por sus ideas supo luchar intrépidamente, como debe lucharse cuando se está convencido de la verdad. Fue un gran maestro, un intelectual o, como se dice técnicamente, un Padre de la Iglesia y su fe fue tan profunda, tan viva y tan sólida, que por querer ser consecuente con sus ideas lo fue hasta el extremo desdichado —y aquí está el lado desfavorable de su personalidad episcopal y apostólica— de poner en serio peligro su comunión con Roma. Sin embargo, no se puede negar que esto fue extremadamente paradójico en su vida, porque Cipriano, pese a los errores que haya podido tener en la práctica, ha defendido, como el que más, el amor a la Iglesia Romana y el Primado de Pedro y sus sucesores. Por eso, los teólogos le consideran como uno de los principales doctores antiguos que hay que citar en defensa del Primado Romano. Yo considero y llamo a San Cipriano apóstol y maestro de la romanidad, porque su doctrina contiene un mensaje nítido y entusiasta en esta línea estupenda de amor a la Iglesia y al Vicario de Cristo.

En las magníficas obras de este insigne doctor africano —cartas y tratados—, que son espejo purísimo de su pensamiento, de sus preocupaciones y de su incansable acción pastoral, podríamos espigar multitud de frases que nos darían el ideario del Santo. Contentémonos con reproducir, para terminar, algunas ideas del más hermoso de los opúsculos escritos por San Cipriano, el De Catholicae Ecclesiae unitate: No puede tener a Dios por Padre quien no tiene a la Iglesia por Madre. Hemos de temer más las insidias contra la unidad de la Iglesia que la misma persecución. La Iglesia permaneciendo unida se extiende hasta abrazar la multitud de los hombres, como una única luz de muchos rayos, un único árbol de innumerables ramas, una única fuente con multitud de chorros. Atenta contra la unidad quien no guarda la concordia. La Iglesia está constituida sobre los obispos puestos por Dios para gobernarla. El episcopado tiene el centro de su unión en la cátedra de Pedro y de sus sucesores. Roma es la Iglesia príncipe, donde está la fuente de la unidad sacerdotal.
 

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Por: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net

Mártir Laico

Martirologio Romano: En Cartago, en África, san Marcelino, mártir, que siendo alto funcionario imperial muy relacionado con los santos Agustín y Jerónimo, se le acusó de ser partidario del usurpador Heraclión y, aún siendo inocente, por defender la fe católica fue asesinado por los herejes donatistas (413).

Etimológicamente: Marcelino = Aquel que procede de Marte (Dios romano de la guerra), es de origen latino.

El martirio de Marcelino, alto funcionario imperial y amigo de san Agustín, está unido al cisma donatista que destrozó durante un siglo la Iglesia africana.

El inicio de este cisma se remonta al 310 cuando se objetó la validez de la elección del obispo de Cartago, Ceciliano, porque había sido consagrado por obispos así llamados “traditores”. Cuando el edicto de Diocleciano impuso a los cristianos que entregaran los libros sagrados para quemarlos, los que obedecieron se llamaron “traidores” y fueron considerados como pecadores públicos.

El obispo Donato (de ahí el nombre de donatismo que lleva la secta), opuesto por el partido cismático al legítimo obispo Ceciliano, resumía su doctrina en estos dos puntos: la Iglesia es la sociedad de los santos; los sacramentos administrados por pecadores son inválidos. El pretexto doctrinal en realidad ocultaba oposiciones regionales y sociales: Numidia contra África proconsular, proletarios contra propietarios romanos. Es en este momento cuando entra en escena san Marcelino, víctima ilustre de los donatistas.

Marcelino desempeñaba en Cartago los cargos de tribuno y notario. Buen padre de familia, cristiano ejemplar, fue definido por su amigo san Agustín: hombre con “fama et pietate notissimus”. Como deseaba aprender, se dirigía frecuentemente a san Agustín para que le aclarara los puntos más controvertidos de la doctrina católica. A su laudable curiosidad se deben algunas obras del gran teólogo de Hipona, como el tratado Sobre la remisión de los pecados, Sobre el espíritu y la letra y el más célebre sobre la Trinidad (de Trinitate), que Marcelino no alcanzó a leer, porque había pagado con la vida la valentía de ponerse de parte de la tradición católica, en la conferencia que tuvo lugar en Cartago en el 411 entre obispos católicos y donatistas.

En efecto, Marcelino había obtenido la victoria para los católicos, y el emperador Onorio promulgó un decreto contra los donatistas. Éstos se vengaron acusándolo de complicidad con el usurpador Heracliano. La acusación era grave y Marcelino fue condenado a muerte por el conde Marino el 13 de septiembre. Al año siguiente, el mismo emperador reconoció el error cometido por la justicia romana. Aclarada la situación, fueron sancionadas y aprobadas todas las decisiones del tribuno Marcelino, a quien la Iglesia honró como mártir por su fidelidad a la verdad aun ante la muerte.


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Por: P. Angel Amo | Fuente: Catholic.net

Obispo y Doctor de la Iglesia

Martirologio Romano: Memoria de san Juan, obispo de Constantinopla y doctor de la Iglesia, antioqueno de nacimiento, que, ordenado presbítero, llegó a ser llamado «Crisóstomo» por su gran elocuencia. Gran pastor y maestro de la fe en la sede constantinopolitana, fue desterrado de la misma por insidias de sus enemigos, y al volver del exilio por decreto del papa san Inocencio I, como consecuencia de los malos tratos recibidos de sus guardianes durante el camino de regreso, entregó su alma a Dios en Cumana, localidad del Ponto, el catorce de septiembre († 407).

Patronazgo: predicadores y oradores

Breve Biografía


Educado por la madre, santa Antusa, Juan (que nació en Antioquía probablemente en el 349) en los años juveniles llevó una vida monástica en su propia casa.


Después, cuando murió la madre, se retiró al desierto en donde estuvo durante seis años, y los últimos dos los pasó en un retiro solitario dentro de una cueva con perjuicio de su salud. Fue llamado a la ciudad y ordenado diácono, luego pasó cinco años preparándose para el sacerdocio y para el ministerio de la predicación. Ordenado sacerdote por el obispo Fabián, se convirtió en celoso colaborador en el gobierno de la Iglesia antioquena. La especialización pastoral de Juan era la predicación, en la que sobresalía por las cualidades oratorias y la profunda cultura. Pastor y moralista, se preocupaba por transformar la vida de sus oyentes más que por exponer teóricamente el mensaje cristiano.

En el 398 Juan de Antioquía (el sobrenombre de Crisóstomo, es decir Boca de oro, le fue dado tres siglos después por los bizantinos) fue llamado a suceder al patriarca Netario en la célebre cátedra de Constantinopla. En la capital del imperio de Oriente emprendió inmediatamente una actividad pastoral y organizativa que suscita admiración y perplejidad: evangelización en los campos, fundación de hospitales, procesiones antiarrianas bajo la protección de la policía imperial, sermones encendidos en los que reprochaba los vicios y las tibiezas, severas exhortaciones a los monjes perezosos y a los eclesiásticos demasiado amantes de la riqueza. Los sermones de Juan duraban más de dos horas, pero el docto patriarca sabía user con gran pericia todos los recursos de la oratoria, no para halagar el oído de sus oyentes, sino para instruír, corregir, reprochar.


Juan era un predicador insuperable, pero no era diplomático y por eso no se cuidó contra las intrigas de la corte bizantina. Fue depuesto ilegalmente por un grupo de obispos dirigidos por Teófilo, obispo de Alejandría, y desterrado con la complicidad de la emperatriz Eudosia. Pero inmediatamente fue llamado por el emperador Arcadio, porque habían sucedido varias desgracias en palacio. Pero dos meses después era nuevamente desterrado, primero a la frontera de Armenia, y después más lejos a orillas del Mar Negro.

Durante este último viaje, el 14 de septiembre del 407, murió. Del sepulcro de Comana, el hijo de Arcadio, Teodosio el Joven, hizo llevar los restos del santo a Constantinopla, a donde llegaron en la noche del 27 de enero del 438 entre una muchedumbre jubilosa.

De los numerosos escritos del santo recordamos un pequeño volumen Sobre el Sacerdocio, que es una obra clásica de la espiritualidad sacerdotal.

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Abadesa

Martirologio Romano: En Trevi, en la provincia de Perugia, en la región de Umbria (Italia), beata María Luisa, en el siglo Gertrudis Prosperi, de la Orden de San Benito, Abadesa del monasterio de aquella localidad ( 1847)

Fecha de beatificación: 10 de noviembre 2012, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI

Gertrudis Prosperi, hija de Domingo y Maria Diomedi, nació en Fogliano de Cascia (Perugia) el 15 de agosto de 1799. Su familia, a pesar de ser parte de la aristocracia local, no cuenta con grandes recursos financieros, tan sólo la casa situada en el centro de la región, cerca de la iglesia parroquial de San Hipólito. Fue bautizada el mismo día en la pila bautismal que aún existe.

Es una mujer que toma decisiones pese a su juventud, de hecho el 4 de mayo de 1820, es aceptada en el monasterio de Santa Lucía en Trevi en la diócesis de Spoleto (Perugia), monasterio benedictino recientemente reabierto luego de la supresión napoleónica ocurrida unos años antes, tomó el nombre de María Luisa. Su vida es poco conocida, esto claro si tomamos en cuenta su recuerdo aún vivo en la ciudad de Trevi y entre las benedictinas todavía presentes en el monasterio.

Desde 1822 a 1834 vivió en el monasterio de S. Lucía como una religiosa ejemplar y muy apreciada. Ejerce todos los oficios previstos en la regla benedictina: enfermera, sacristana, camarlenga (cuatro veces), y finalmente como instructora de huéspedes. Los testimonios coinciden en describirla como amable, muy querida por los huéspedes y las monjas, que ejercía sus funciones meticulosamente para luego dedicarse intensamente a la oración, a menudo invitando a sus hermanas a unirse a ella. Durante mucho tiempo, sin embargo, la vida de María Luisa se lleva a cabo en silencio dentro de los ritmos y las prácticas del monasterio, en la oración y en la clandestinidad.

Nadie sabía sobre sus experiencias místicas. Sólo después de la llegada del primer director espiritual (tuvo cuatro), María Luisa es en cierto sentido es obligada a salir del silencio y contar lo que le sucede. Una de las visiones tiene que ver con el sufrimiento causado por la incomprensión de sus directores espirituales. Ve a "Jesús con la cruz sobre sus hombros... que le dice: así es como te quiero, serás la vergüenza de todos. Te verás oprimida, y a pesar de ser acosada por los demonios, sufrirás por causa de los confesores. Desearán ayudarte, pero no podrán. ¡Oh Dios, qué pena!". Fue objeto de una sanción monástica y es incomprendida por las hermanas. Luego viene la lista de penitencias. Estamos en el siglo XIX, con sus prácticas de piedad y sus disciplinas, cilicios y cadenas. Ella, siguiendo la fuerte tradición ascética de su tiempo, quiere dominar el cuerpo macerándolo con prácticas disciplinarias severas, siguiendo el ejemplo de figuras como San Alfonso María de Ligorio. A través de la oración de María Luisa, el mundo entero entra en el monasterio, está entretejido en la trama de oración diaria que marca la vida monástica.

Inesperadamente, el 1 de octubre de 1837, a los 38 años, fue elegida abadesa cargo que ocupó hasta su muerte acaecida diez años más tarde, el 12 de septiembre de 1847. Es un cambio que da lugar a dudas en María Luisa, porque hasta ese momento pensó que debería encontrar su camino en el silencio. El monasterio estaba sumergido en una temporada difícil y ella, una mujer dedicada a la reclusión y la oración, no muestra vacilaciones, más bien denota una visión concreta y lúcida del camino que debe seguirse. Actúa de manera muy clara. Como primer paso, poco a poco pero sin pausa, se restablece el pleno cumplimiento de la Regla Benedictina, con una acción basada en el ejemplo. La nueva abadesa vence la desconfianza residual a través de una práctica personal de total humildad, al punto de llegar a sorprender en muchas ocasiones a las monjas. Su forma de gobierno es atrayente, no autoritario, pero de fuerte carisma personal. Escribe Adelaide Pellegrini, aceptada por María Luisa como un novicia: "imposible no amarla, tanto era la dulzura de sus afectos, sus maneras alegres, informal, llena de bondad, sin mínimo doblez o fingimiento...". Infunde un nuevo espíritu al monasterio, donde las hermanas la ven como una monja amante de la interioridad y el recogimiento que no tolera dejadeces o poca atención en la oración. Su capacidad para la introspección es a menudo decisiva, especialmente en saber suscitar nuevas vocaciones a la vida monástica.

La gestión de María Luisa ha visto pasar el monasterio de la estrechez a la abundancia: la abadesa ofrece su ayuda a los pobres, se convierte en fuente de limosnas para muchos que llaman a la puerta del monasterio, en una Trevi donde la vida para muchos es difícil. Para no dejar a nadie con las manos vacías, hace incluso algo que no es correcto: toma alimentos de la tienda sin informarlo a la camarlenga.

La abadesa también cuida con celo incluso el cumplimiento de la Regla de San Benedicto prescrita para las monjas enfermas, pero en general, muestra sensibilidad a todas sus hermanas.

Electa abadesa desea que sus experiencias místicas -que siguen- no perturben la vida comunitaria, por lo que las mantiene ocultas, como un secreto aún más valioso porque se esconde. Pero algo se trasluce en muchas ocasiones. El nuevo director espiritual, el arzobispo de Spoleto. Ignazio Giovanni Cadolini, la obliga a escribir informes periódicos sobre sus experiencias místicas. Son abrumadoras experiencias de encuentros con la persona amada: Cristo. Desde 1838, comenzó a firmar como María Luisa de la Voluntad de Dios; escribir sobre estas cosas aumenta su sufrimiento, pero Mons. Cadolini la obliga a hacerlo de forma regular, en total enviará al Obispo más de trescientas páginas. En el simbolismo de sus visiones, utiliza el tema del Corazón de Jesús, centro de la piedad popular del siglo XIX. Varias veces experiencias místicas la dejan físicamente acabada, haciendo difícil el ocultarlo a las hermanas. A menudo ocurren en el momento de recibir la Eucaristía, convirtiéndolo en un tiempo unitivo con Cristo. En su correspondencia, reporta los diálogos entre ella y Cristo como diálogos de amor, del tipo del Cantar de los Cantares, en el que la unión de los corazones necesariamente significa la participación en las penas contenidas en el corazón de Cristo, que en una de las visiones le dice: "Aquí hija está tu hogar, aquí descansarás, pide lo que quieras, pon aquí todo corazón que yo lo aceptaré, los de los justos por amarme, los de los pecadores para convertirlos, los de los incrédulos para que puedan regresar a mi Iglesia".

La visión de un cardenal sufrimiento en el purgatorio sirve para introducir un inesperado crítico discurso sobre la situación interna de la Iglesia, señala sorprendentemente a "Ugenio", que probablemente es Eugenio IV, el Papa de la unión efímera con los griegos concebida en el Concilio de Florencia, que tenía un "reino tormentoso". Muchas de estas visiones son recibidas por María Luisa en un momento en el que se desarrolla una historia importante, es decir, el intento de Mons. Cadolini (que mientras tanto había sido nombrado Cardenal Arzobispo de Ferrara) para transferirla a otro monasterio. Desea, en efecto, fundar un nuevo Instituto de Adoración Perpetua al Sagrado Corazón en Ferrara, e involucrar a María Luisa en la empresa, que no está en condiciones de decir que no. Dejar el monasterio de Trevi y la Iglesia de Spoleto, en cambio, es una cosa dura que aceptar. Repetidamente dice que está dispuesta a obedecer y le escribe a Cadolini: "Yo nada decido, sólo quiero lo que quiere Dios". Al final no irá a Ferrara. Se rompe la comunicación con Mons. Cadolini, al que, sin embargo, no ha desobedecido nunca.

Todos estos eventos ocurren mientras la vida del monasterio, bajo su dirección, continúa con regularidad en un clima de renovada adhesión a la Regla. Su prédica y sus palabras tocan los corazones de las hermanas, incluso el de las más problemáticas. El monasterio ya no es un lugar indigno, hogar de una comunidad necesitada y dividida internamente.

Durante sus últimos cuatro años de vida, María Luisa experimenta en su persona un gran sufrimiento. En la Semana Santa de 1847, la situación parece precipitarse. Todo comienza en la víspera del Domingo de Ramos. María Luisa cae enferma, parece ahogarse. El Jueves Santo yace paralizada en la cama, sin moverse, con dolor severo. Vive la Pasión de Cristo en todos sus momentos. Pellegrini escribe: "alrededor de la cabeza tiene como señales en forma de corona de espinas, cerca del corazón tiene una herida abierta y llena de sangre viva, apareció una señal sonrojada en el medio de las manos". Después de Pascua las condiciones María Luisa mejoran. Pero hay una fuerte recaída: vuelve la infección, la fiebre violenta, los dolores a la cabeza. En agosto de 1847 está enferma en cama, levantándose muy poco.

Pocas semanas antes de su muerte se siente capaz de ver lo que sucede en el monasterio, reprende a las monjas por no leer las Constituciones durante el almuerzo de los viernes, a las monjas que se detienen en los pasillos para conversar las manda a sus habitaciones, reprende a los peregrinos porque en lugar de salir a caminar en silencio se detienen para hablar de su enfermedad con las monjas, supervisa los horarios del coro, bendice desde la cama la mesa común porque nadie lo había hecho. En resumen, enferma en cama, muriendo, pero siempre abadesa.

Los últimos momentos de su vida están llenos de una serenidad que afecta a todos los presentes a su agonía y son una preocupación constante para las monjas. Está preparada para morir, toma en su cama la posición del Crucificado. Murió el 12 de septiembre 1847. Está enterrada en la iglesia de S. Lucía en Trevi.

El 19 de diciembre de 2011 el Papa Benedicto XVI firmó el decreto de reconocimiento del milagro de la curación de una mujer de Umbría gravemente enferma en el cerebro.

responsable de la traducción: Xavier Villalta


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Por: P. Ángel Amo. | Fuente: Catholic.net

Septiembre 12

Poco después de su muerte, la Beata María Victoria de Fornari-Strata se apareció a una devota suya usando tres vestidos: el primero era de color oscuro, pero adornado con oro y plata; el segundo también era oscuro, pero adornado con joyas brillantes; el tercero era blanco?azul reluciente. Esta visión, prescindiendo de su historicidad, sintetiza los tres estados de vida (conyugal, viudez y religioso) por los que ella pasó: fue, efectivamente, hija, esposa, madre, viuda y religiosa (fundadora, superiora y simple monja). Su vida ejemplar dio testimonio de las más variadas virtudes.

María Victoria nació en Génova en 1562, séptima de nueve hijos de Jerónimo y Bárbara Veneroso. Como creció en un ambiente de amor y de piedad bastante austero, probablemente quiso entrar en la vida religiosa, pero cuando los padres le encontraron un pretendiente en la persona de Angel Strata, se unió a él en matrimonio a los 17 años. Pronto llegaron los hijos. Cuando Angel murió, sólo ocho años y ocho meses después del matrimonio, cinco muchachitos se agarraban a las faldas de la joven madre (tenía 25 años) y un sexto nacería un mes después.

A pesar de sus hijos, María Victoria se sintió de repente sola y abandonada y pasó por una tremenda crisis, durante la cual pidió varias veces la muerte: una experiencia humana que después le ayudaría a comprender y a ayudar mejor a las jóvenes desorientadas por alguna amarga prueba. Pasada la crisis, hizo tres votos: de castidad, de no llevar nunca joyas ni vestidos de seda, y de no participar en fiestas mundanas.

Después que las hijas se hicieron canónigas lateranenses y los hijos entraron con los mínimos, ella se unió a Vicentina Lomellini-Centurione, a María Tacchini, a Clara Spinola y a Cecilia Pastori en la Orden de las Hermanas Anunciatas Celestes, en el monasterio preparado para ellas en el Castillito de Génova de Esteban Centurione, el esposo de Vicentina, que también se hizo religioso y sacerdote. Por su hábito las religiosas fueron llamadas “turquinas” o “celestes”.

La Regla, redactada por el jesuita Bernardino Zanoni, padre espiritual de María Victoria, estimulaba a las religiosas a una íntima devoción hacia la Santisima Virgen de la Anunciación, y establecía una intensa vida de piedad, de pobreza genuina y una rigurosa clausura. Fundadora y superiora, María Victoria pasó los últimos cinco años como simple religiosa, dando ejemplo de humildad y obediencia.

Murió el 15 de diciembre de 1617, y fue beatificada por León XII en 1828.


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Hermanos Franciscanos

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