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Reclusa

Martirologio Romano:En Reute, de Suabia, en Alemania, beata Isabel Achler, por sobrenombre "Buena", virgen, que, viviendo como recluida de la Tercera Orden Regular de San Francisco, cultivó en grado admirable la humildad, la pobreza y la mortificación corporal. ( 1420)

Fecha de beatificación: Culto confirmado el 19 de junio de 1766 por el Papa Clemente XIII

En esta beata sus allegados y conocidos apreciaron tales virtudes que desde niña le dieron el apelativo de "la buena Beth (Elísabeth)". Y es que hay personas que por su bondad parecen abocadas a la vida santa desde la cuna. Ella vino al mundo en Waldsee (Württemberg, Alemania) el 25 de noviembre de 1386. Sus padres fueron el reputado y humilde tejedor Hans Achler, que tenía cierta influencia en su gremio profesional, y su esposa Anna. Progenitores de una numerosa prole, y ambos creyentes, tuvieron la fortuna de verla crecer en edad y sabiduría evangélicas, al punto de llamar la atención en su alrededor por su ejemplar comportamiento. No había echado en saco roto los hechos sagrados que su madre solía desgranar ante ella en forma de narraciones.

Tenía 14 años cuando su director espiritual, que después sería su biógrafo, el P. Konrad Kügelin, perteneciente a los canónigos regulares de San Agustín, le sugirió vincularse a la Tercera Orden de San Francisco. Acogiendo con gozo su consejo, siguió el camino espiritual en conformidad con la regla del Poverello en su propia casa. Las asechanzas del maligno estaban a punto de asediarla cuando decidió compartir su vocación con una terciaria franciscana. Seguramente inducida por la profesión de su padre, aprendió a tejer. Entretanto, seguía progresando en la virtud. Como les ha sucedido a muchos seguidores de Cristo, su ascenso espiritual fue objeto de diversos y frecuentes ataques por parte del diablo, que tuvo uno de sus múltiples campos de acción en el arte que la beata cultivaba: destruía su labor y la importunaba enredándole el hilo. Pacientemente, aunque perdía el tiempo, Isabel trataba de recuperar el trabajo pasando por alto las insidias del demonio. Dios preparaba su espíritu para que pudiese acoger las gracias y favores que había dispuesto para ella.

En 1403, cuando tenía 17 años, el P. Kügelin le sugirió otra forma de vida. Conocía la existencia de una comunidad religiosa de terciarias franciscanas establecida en la ermita de Reute, localidad cercana a Waldsee, y parecía que era el lugar donde ella podría consagrar el resto de su vida. Sus padres no aprobaron su decisión, pero se fue a pesar de todo. La casa que había sido erigida con la colaboración de Jakob von Metsch, en 1406 se convirtió en convento. Fue allí donde Isabel pudo vivir plenamente su vocación, entregada a la penitencia y a la oración. Era una gran contemplativa y solía quedarse absorta en los misterios de la Pasión en cualquier lugar donde se hallaba. La intensísima presencia de Dios en su vida, su obediencia, humildad y sencillez cerraban el paso a debilidades y flaquezas de tal forma que su confesor no hallaba materia en su conducta que requiriese su absolución.

Isabel se ocupó de las labores de cocina y de jardinería que le encomendaron, realizándolas de forma ejemplar con su sencillez y solicitud acostumbradas. A la par, socorría a los pobres que se acercaban al convento. Fue probada en la virtud tanto física como espiritualmente. Contrajo distintas enfermedades –entre otras, la temible lepra–, pero su manera virtuosa de encararlas no hizo más que acrecentar su virtud. El diablo trataba de inducirla al mal haciéndole ver supuestos recelos hacia ella de otras religiosas, así como diversas situaciones que podían causar desánimo. Ella salió del convento en escasísimas ocasiones y, siempre por razones de fuerza mayor, lo que hizo que fuese conocida como "la reclusa".

Fue agraciada con diversos dones: profecía, penetración de espíritu, visiones, éxtasis. También vivó la experiencia de recibir esporádicamente los estigmas de la Pasión y otros elementos de la misma como las heridas provocadas por la corona de espinas y las huellas de la flagelación. Aunque no los mantuvo durante años de forma incesante, como otros estigmatizados, siempre perduró el dolor. En medio de él, decía: "¡Gracias, Señor, porque me haces sentir los dolores de tu Pasión!". Durante un tiempo no precisó descanso ni ingerir alimento.

Fue particularmente sensible a las almas del purgatorio. Vaticinó el final del gran cisma de Occidente durante el concilio ecuménico de Constanza y la elección del pontífice Martín V. Está considerada como la única mística alemana de los siglos XIV y XV. Murió en Reute el 25 de noviembre de 1420, a los 34 años de edad. Nada más producirse su deceso, el P. Kügelin redactó su vida en lengua latina, luego vertida a otros idiomas, que fue base para el proceso que condujo a Isabel a los altares. Sus numerosos milagros acrecentaron su fama de santidad, y el 19 de julio de 1766 el papa Clemente XIII aprobó su culto. Es la patrona de Suabia. Se la venera especialmente en Tirol, Baviera y Suiza.

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Primer matrimonio en ser beatificados juntos

Martirologio Romano (I):En Roma, beata María Beltrame Quattrocchi, que, siendo madre de familia, ilustró de modo conspicuo a la familia de Cristo y a la sociedad, viviendo ejemplarmente su vida matrimonial y mostrando su comunión de fe y amor hacia el próximo. (26 de agosto de 1965).

Martirologio Romano (II): En Roma, beato Luis Beltrame Quattrocchi, que, siendo padre de familia, en los asuntos publicos y en los privados respetó los mandamientos de Cristo y los proclamó con celo y honradez de vida. ( 9 de noviembre de 1951).

Fecha de beatificación: 21 de octubre de 2001 por S.S.. Juan Pablo II.

Breve Semblanza


Un abogado del Estado y una profesora han subido juntos a los altares igual que lo hicieran a la basílica romana de Santa María Mayor el 25 de noviembre de 1905 para contraer matrimonio. Juan Pablo II ha manifestado su alegría pues, «por primera vez dos esposos llegan a la meta de la beatificación». Luigi (1880-1951) y María (1884-1965) Beltrame Quattrochi, originarios de Roma, fueron un matrimonio feliz.

María era profesora y escritora de temas de educación, comprometida en varias asociaciones (Acción Católica, Scout, etc.). Luigi fue un brillante abogado que culminó su carrera siendo vice-abogado general del Estado italiano. Estuvieron casados durante cincuenta años y tuvieron cuatro hijos: Filippo (hoy padre Tarcisio), nacido en 1906; Stefania (sor Maria Cecilia), nacida en 1908 y fallecida en 1993; Cesare (hoy padre Paolino), nacido en 1909; y Enrichetta, la menor, que nació en 1914. Dos de ellos, Filippo y Cesare, se encontraban entre los sacerdotes que concelebraron la Misa de beatificación con el Papa. La tercera, Enrichetta, se sentaba entre los peregrinos que llenaron hasta los topes el templo más grande de la cristiandad.

El Papa subrayó que la primera beatificación de un matrimonio llega justo «en el vigésimo aniversario de la exhortación apostólica «Familiaris Consortio», que puso de manifiesto el papel de la familia, particularmente amenazado en la sociedad actual». Recién licenciado en Derecho, el joven siciliano tuvo la suerte de descubrir a una muchacha florentina alegre y decidida, que no dudaría en ejercer como enfermera voluntaria en la guerra de Etiopía y en la Segunda Guerra Mundial. Luigi y María eran una familia acomodada y a la vez generosa, que supo acoger en su casa romana a muchos refugiados durante el último gran conflicto y organizar grupos de «scouts» con muchachos de los barrios pobres de Roma durante la postguerra.

Pero eran, sobre todo, una pareja normal -con las aficiones típicas de la clase media romana desde la política hasta la música-, que se apoyaban el uno en el otro para sacar adelante a sus cuatro hijos. Por su cargo de abogado del Estado, Luigi conoció a los grandes políticos de la postguerra mientras que María fue profesora y escritora. No fundaron ninguna orden religiosa, ni tuvieron experiencias místicas, pero convirtieron su trabajo en servicio habitual a los demás y volcaron todo su cariño en la vida familiar hasta la muerte de Luigi, en 1951 y de María en 1965. La santidad de ambos creció en pareja pues, de hecho, antes de casarse, Luigi Beltrame Quattrocchi no vivía su fe cristiana con especial fervor.

La vocación religiosa prendió, en cambio, muy pronto en sus cuatro hijos, tres de los cuales acudieron a la ceremonia en la Plaza de San Pedro. Según Tarsicio, sacerdote diocesano de 95 años, «nuestra vida familiar era muy normal» mientras que Paolino, padre trapense de 92 años, recuerda «el ambiente ruidoso y alegre de nuestra casa, sin beaterías o ñoñerías». Enrichetta, que tiene 87 años y se consagró privadamente a Dios, asegura que sus padres no discutieron jamás delante de los hijos. «Es lógico que hayan tenido divergencias, pero nosotros nunca las vimos. Los problemas los resolvían hablando entre ellos».

El heroísmo de la pareja se puso a prueba cuando esperaban a Enrichetta, la última de sus dos hijas, y los médicos diagnosticaron una complicación gravísima que aconsejaba abortar. Uno de los mejores ginecólogos de Roma les dijo que las posibilidades de supervivencia de la madre eran de un 5 por ciento, pero ambos prefirieron arriesgar. Enrichetta nació en 1914 y agradece a sus padres «aquel acto de heroísmo cristiano».

Los dos nuevos beatos, explicó el Papa durante la homilía de la beatificación, vivieron «una vida ordinaria de manera extraordinaria». «Entre las alegrías y las preocupaciones de una familia normal, supieron realizar una existencia extraordinariamente rica de espiritualidad. En el centro, la eucaristía diaria, a la que se añadía la devoción filial a la Virgen María, invocada con el Rosario recitado todas las noches, y la referencia a sabios consejos espirituales».

«Estos esposos vivieron a la luz del Evangelio y con gran intensidad humana el amor conyugal y el servicio a la vida --añadió el Santo Padre--. Asumieron con plena responsabilidad la tarea de colaborar con Dios en la procreación, dedicándose generosamente a los hijos para educarles, guiarles, orientales, en el descubrimiento de su designio de amor».

En la historia hay otros casos de santidad de matrimonios reconocidos oficialmente por la Iglesia. Es la primera vez, sin embargo, que la ceremonia de beatificación se realiza de manera conjunta. La beatificación se convirtió en el momento culminante de la fiesta de la familia que ha organizado este fin de semana la Iglesia católica en Italia, al cumplirse los veinte años de la publicación de la exhortación apostólica «Familiaris Consortio», el documento sobre la vida matrimonial más importante escrito por Juan Pablo II. En la tarde del sábado anterior, 50 mil personas se habían congregado en la plaza de San Pedro para participar con el obispo de Roma en un encuentro de fiesta, oración y testimonio. El pontífice pidió en esa circunstancia «un decidido salto de calidad en la programación de las políticas sociales» a favor de la familia y volvió a recordar que la familia no puede ser equiparada a otro tipo de formas de convivencia.

La fiesta, sin embargo, quedó algo estropeada por una torrencial lluvia que azotó la plaza de San Pedro con ráfagas violentas. Por este motivo, a última hora, se decidió celebrar la misa en la Basílica del Vaticano. La fachada de Maderno reservó en esos momentos un espectáculo único: miles de peregrinos, que se resguardaban del aluvión tratándose de cubrir con sillas, entraron en masa mojados hasta los topes en la gran basílica. Al final de la celebración, antes de presidir la oración mariana del «Angelus», Juan Pablo II condenó con palabras durísimas la violencia que ha tenido lugar estos tres últimos días en Belén y presentó a la familia como un signo de esperanza en este mundo atenazado por el miedo a los atentados y la violencia. «La familia, de hecho --dijo--, anuncia el Evangelio de la esperanza con su misma constitución, pues se funda sobre la recíproca confianza y sobre la fe en la Providencia. La familia anuncia la esperanza, pues es el lugar en el que brota y crece la vida, en el ejercicio generoso y responsable de la paternidad y de la maternidad». «Una auténtica familia, fundada en el matrimonio, es en sí misma una "buena noticia" para el mundo», concluyó.

Su hijo Cesare Beltrame Quattrocchi, de 92 años, quien al abrazar la vida religiosa asumió el nombre de Paolino, recuerda con sencillez la figura de sus padres. «Si bien nunca había imaginado que un día serían proclamados santos por la Iglesia, puedo afirmar sinceramente que siempre percibí la extraordinaria espiritualidad de mis padres. En casa, siempre se respiró un clima sobrenatural, sereno, alegre, no beato. Independientemente de la cuestión que debíamos afrontar, siempre la resolvían diciendo que había que hacerlo «de tejas para arriba». Entre papá y mamá se dio una especie de carrera en el crecimiento espiritual. Ella comenzó en la parrilla de salida, pues vivía ya una intensa experiencia de fe, mientras que él era ciertamente un buen hombre, recto y honesto, pero no muy practicante. A través de la vida matrimonial, con la decisiva ayuda de su director espiritual, también él se echó a correr y ambos alcanzaron elevadas metas de espiritualidad. Por poner un ejemplo: mamá contaba cómo, cuando comenzaron a participar diariamente en la misa matutina, papá le decía «buenos días» al salir de la iglesia, como si sólo entonces comenzara la jornada. De las numerosas cartas que se dirigieron, que hemos podido encontrar y ordenar, emerge toda la intensidad de su amor. Por ejemplo, cuando mi padre se iba de viaje a Sicilia, era suficiente que llegara a Nápoles para que enviara un mensaje, en el que contaba a su mujer lo mucho que la echaba de menos. Este amor se transmitía tanto hacia dentro --durante los primeros años de matrimonio vivían también en nuestro piso los padres de ambos y los abuelos de ella-- como hacia fuera, con la acogida de amigos de todo tipo de ideas y ayudando a quien se encontraba en la necesidad. La educación, que nos llevó a tres de nosotros a la consagración, era el pan cotidiano. Todavía tengo una «Imitación de Cristo» que me regaló mi madre cuando tenía diez años. La dedicatoria me sigue produciendo escalofríos: «Acuérdate de que a Cristo se le sigue, si es necesario, hasta la muerte».

Esta causa de beatificación ha sido también especial por otro motivo: la Congregación para las causas de los santos aceptó un sólo milagro para los dos siervos de Dios. Según revela el postulador -el padre Rossi-, se trata de Gilberto Grossi, un joven que hoy es neurocirujano, pero que en el momento en el que lo experimentó trabajaba en la casa Beltrame Quattrocchi catalogando los escritos de los dos esposos. «Su invocación a Dios por la curación de alteraciones óseas, que con frecuencia le obligaban a permanecer inmóvil, fue dirigida por intercesión de ambos cónyuges», revela el postulador. «Al reconocer su "común intercesión" --concluye el postulador--, podemos decir que los teólogos han subrayado que los esposos no sólo están unidos en una dimensión humana, sino también espiritual». Rossi explica que «Luigi y María no tenían aparentemente nada de "extraordinario". Lo que les distingue es la "manera extraordinaria" con la que vivieron». «Los dos esposos fueron cristianos convencidos, coherentes y fieles a su propio bautismo; supieron acoger el proyecto de Dios sobre ellos y respetaron su prioridad; fueron personas de gran caridad, entre sí, con los hijos y con el prójimo, promoviendo el bien y la justicia; fueron personas de esperanza, que supieron dar el justo significado de las realidades terrenas, con la mirada puesta siempre en la eternidad». Según el padre Rossi, estos dos nuevos beatos dejan al mundo un «mensaje de esperanza, consuelo y apoyo a la familia cristiana, asaltada hoy por tantos problemas y asediada en sus valores fundamentales, en su ideal, en su configuración genuina».

Cuando se aprobó la causa de beatificación conjunta del primer matrimonio en la historia de la Iglesia, a la Congregación vaticana para las Causas de los Santos le surgió un problema: ¿cuándo se celebrará su fiesta? En general, la fiesta de los beatos y santos suele celebrarse el día de su muerte, día de su abrazo con Dios. ¿Debería celebrarse en fechas diferentes la memoria de Luigi y Maria Beltrame Quattrocchi creando así dos fiestas? Juan Pablo II, que desde hacía años soñaba con poder beatificar a una pareja, tomó entonces una decisión revolucionaria: la fiesta de los dos beatos se celebraría conjuntamente en un mismo día, en el aniversario de su boda. Dado que Luigi y María contrajeron matrimonio el 25 de noviembre de 1905, por lo tanto esa es la fecha de su festividad.

Por el momento, la fiesta sólo se celebra en Roma, la diócesis de los nuevos beatos, pues la beatificación, que el Papa Juan Pablo II celebró el 21 de octubre de 2001, tiene carácter local. En caso de que sean canonizados, entonces la fiesta alcanzará un carácter universal.</span></span>


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Monja

Martirologio Romano: En la región de Valence, en la Galia, beata Beatriz de Ornacieux, virgen de la Orden Cartujana, insigne por el amor a la Cruz, que vivió y murió con pobreza extrema en el monasterio de Eymeu, fundado por ella (1303/ 1309).

Etimología: Beatriz = Aquella que enriquece o gratifica, viene del latín

Beatriz nació en la segunda mitad del siglo XIII en el solar feudal de la noble familia de los Ornacieux, en los confines del Delfinado y de la Saboya (Sudeste de Francia).

Recibió una rica educación cristiana que la llevaría, con apenas 13 años, a abandonar para siempre el mundo para entrar en la cartuja del Monte de Santa María, en el desierto de Parménie (Isére, Francia ).

Margarita d’Oygnt, monja cartuja que la conoció, nos dejó escrita en lionés su vida. No se ha escrito todavía una biografía crítica sobre la beata Beatriz, ni tengo noticia que se esté intentando.

Según Margarita d’Oygnt, desde los comienzos como monja cartuja, Beatriz se destacó por la santidad de vida. Se manifestó siempre llena de mucha caridad y de una profunda humildad de corazón; procuraba en todo ayudar a sus hermanas de religión y manifestó una gran capacidad para sufrir.

Su obediencia extrema y su fidelidad a la vida de oración fueron otros dos rasgos característicos de su vida. Nuestro Señor le concedió el don de lágrimas y en tal grado que estuvo a punto de perder la vista en varias ocasiones. Su gran deseo fue siempre hacer la santa voluntad de Dios.

Un día delante del Sagrario pedía a Nuestro Señor que la sacase del mundo para ponerla así a salvo de los continuos ataques del demonio; pero una voz salida del Sagrario le prohibió desear otra cosa que no fuera hacer la voluntad del Señor; entonces sintió interiormente que su deseo de morir se cambiaba por un inmenso anhelo de vivir para la mayor gloria de Dios, y suplicó al Señor que le concediera la salud que en tantos momentos le faltaba debido a sus numerosas enfermedades; pero, una vez más, la voz del Señor se hizo oír diciéndole: “Recibe las consolaciones que te doy y no rehúses los sufrimientos que te envíe”; a partir de entonces, aleccionada por estas locuciones divinas, ya no deseó más algo que no fuera la voluntad divina, convirtiéndose ella misma en un modelo de confianza y de abandono en la Divina Providencia.

Amó profundamente la penitencia, expresión de su amor loco a la Cruz.

Se entregaba a prolongados ayunos, se daba sangrientas disciplinas.

Fue especialmente devota de la Pasión de Cristo y se dice que perforó su mano izquierda con un clavo para recordar mejor los sufrimientos de la crucifixión.

Por otra parte, tuvo que soportar los asaltos frecuentes del demonio, en especial, la tentaba contra de la virtud de la santa pureza, poniéndole delante representaciones obscenas, a las cuales Beatriz siempre resistió con invencible pureza de alma y de cuerpo. En medio de estos ataques del enemigo y de las victorias de la gracia, sentía los consuelos de Jesús y María.

Un día la Virgen Santísima le dijo: “Nada temas, ten confianza; soy la Madre del Rey Omnipotente, tu Esposo, la Madre de la misericordia, y tomo tu alma y tu cuerpo bajo mi cuidado y protección; yo te defenderé contra los asaltos del demonio y te salvaguardaré de sus engaños”.

Dios la enriqueció con múltiples dones y carismas extraordinarios: gozaba continuamente de la presencia del Señor en visión corporal a su lado; veía a Jesús Niño en la Sagrada Forma eucarística. Y también sentía, en ciertos momentos, las sequedades y los aparentes abandonos de Dios, motivos de gran sufrimiento para su alma.

Una noche de Navidad, llena de angustia mortal por la duda de si estaría en pecado mortal, permaneció en su silla en el coro mientras sus hermanas fueron a comulgar; pero, recorriendo con gran devoción a la Divina Misericordia, le pidió que se dignara mostrarle su voluntad para que la cumpliera ciegamente. Entonces, sin saber como, y sintiéndose como que arrastrada por una fuerza superior, se encontró junto al comulgatorio. Comulgó, pues, y el Señor le concedió en esta comunión una infinidad de gracias. Como ejemplo de estas, se puede referir el hecho de que una porción de la Hostia sagrada se quedó en su boca, sin que la pudiera tragar, con un claro sabor a carne y sangre: esto le produjo gran aflicción; pero, luego sintió cómo esta porción eucarística le pasaba al corazón, abrasándola con un gran fuego de amor, dejándola sumida en un arrobamiento amoroso que permaneció durante varios días; y, todavía más, desde entonces, volvió al perfecto gozo de la unión amorosa con Dios y recobró la perfecta paz del alma, para nunca más perderla.

En 1300 fue obligada, bajo obediencia, a aceptar el priorato de la cartuja de Eymeux, departamento de Drome; en esta nueva fundación cartujana, en el ejercicio del cargo de priora, brillaron sus grandes virtudes.

Por fin, el 25 de Noviembre de 1303, el Señor vino a llamar a su esposa para las bodas celestiales, terminando su vida santa en la tierra con una preciosa muerte. Sin embargo, otras fuentes la dan por fallecida a 5 de febrero dos años después.

Fue sepultada en Eymeux, y casi de inmediato, empezaron a obrarse milagros en su tumba, extendiéndose su fama de santidad. Algún tiempo después, su cuerpo fue trasladado a su primera cartuja de Parménie.

El 15 de Abril de 1869 el Beato Pío IX, Papa, aprobó su culto.

Su fiesta se celebra el día 25 de noviembre, aniversario de su nacimiento para el cielo.

Es la única monja cartuja beatificada; no dejó ningún escrito.

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11:23 a.m.

Laica

Mujer piadosa que enjugó el rostro de Jesús camino del calvario.

Etimología:Verónica = Aquella que es la verdadera imagen o Aquella que es la imagen verdadera, viene de de la palabra latina "vero" y de la palabra griega "eikom".

Nota: es necesario indicar que, pese a la popularidad de este santa, su nombre no se encuentra en el Martirologio Romano actual y tampoco estuvo en el anterior.

Breve Semblanza


Santa Verónica es recordada por su gesto compasivo hacia Jesús en Su camino al Calvario. Unos le agredían, otros permanecían indiferentes ante tanta crueldad. Ella se le acercó y le enjugó el rostro con su velo. Aquel divino rostro, cruelmente golpeado, ensangrentado y sudoroso suscitó en el corazón de Santa Verónica la misericordia. La fuente de Misericordia recibe de ella en aquel momento un amor que casi todos le negaron.

Aunque poco sabemos de la vida de Verónica y su acto de amor no aparece en las Sagradas Escrituras, la tradición lo ha recogido como un acto ejemplar que recordamos en la sexta estación del Via Crucis. Dante lo evoca en el canto XXXI del Paraíso.

Santa Verónica es mujer de gran valentía, ya que su acto de amor le podría haber causado una peligrosa reacción por parte de los romanos o de las turbas. Es mujer de gran compasión, ya que venció todo miedo y decidió amar en medio de una multitud movida por odio o la indiferencia.

Santa Verónica, ruega por nosotros. Que sepamos consolar a Cristo en el Via Crucis de hoy.

Todavía se conserva el "velo" de la Verónica.


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11:28 p.m.

Por: P. Felipe Santos |

Mártir

Maritrologio Romano: En Amelia, ciudad de la Umbría, santa Firmina, mártir (303).

Etimología: Firmina = firme. Viene de la lengua latina.

Fermina fue una mártir en el siglo III.

Cuando hay falta de muchos datos históricos serios, existen, por el contrario, muchas leyendas acerca de la vida de algunos santos.

Según la narraciones tradicionales, Fermina era romana, y vivió en el siglo III.

Debió nacer en el seno de una familia llamada Pisoni.

Su padre era el gobernador de la ciudad, y su madre una cristiana llena del amor a Dios y al prójimo.

La joven debía tener 16 años cuando estalló la persecución en Roma, la siempre y traída persecución de Diocleciano.

Viendo el peligro que se avecinaba, salió de la ciudad, pero antes vendió todas sus cosas – con gran alegría desprendimiento – y se las entregó a los pobres.

Para llegar a la nueva región de la Umbría italiana, tuvo que embarcarse en una nave en el Tíber de Civitavecchia.

Como vio muchas necesidades entre los cristianos que eran dura y cruelmente perseguidos, se quedó con ellos para ayudarles en todo aquello que fuera necesario.

Cuando llegó a Amelia, se entregó a una vida de oración y de penitencia.

Su felicidad iba a durar poco tiempo. Descubierta por las autoridades, la llevaron a los tribunales. Y juzgada de mala manera, fue condenada a muerte, En Amelia se conserva su memoria.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

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11:28 p.m.

Por: . | Fuente: Marcelline.org / Zenit.org

Religiosa

Martirologio Romano:En Milán, Italia, beata María Ana Sala, virgen de la Congregación de Hermanas de Santa Marcelina, que, entregada totalmente a la formación de las niñas, fue maestra cimentada en la fe y la piedad. ( 1891)

Fecha de beatificación: 26 de octubre de 1980 por S.S. Juan Pablo II

Nació en Brivio (pueblo italiano de la provincia de Lecco) el 21 de abril de 1829.

Fue una de las primeras alumnas de la naciente escuela de las Hermanas Marcelinas en el pueblo de Vimercate.

Fue acogida por la Madre Marina Videmari, rápidamente se distinguió por lo ejemplar de su vida y por su aprovechamiento escolar.

En 1848, entró a formar parte de de la nueva Congregación, comprendió de inmediato que su ideal y su misión tendrían que ser en la enseñanza , la educación, la formación de las jóvenes en la escuela y en la familia.

Sor María Ana se santificó en la sencillez por su total fidelidad al Carisma de la congregación que había elegido. De su vida y ejemplo, surgen tres enseñanzas: la necesidad de la formación de un buen carácter firme, sensible, equilibrado; el valor santificador del compromiso en el propio deber, asignado por la obediencia y la importancia esencial de la obra educativa.

Su pedagogía fue la que su director espiritual, Monseñor Luis Biraghi, le recomendó: estar cercana, estar junto a las jóvenes en cada momento y circunstancia, participando de su vida cotidiana, en clases, en la capilla, en el comedor, en la recreación, en el dormitorio.

Entre sus mejores alumnas, se recuerda a la jóven Judith Alghisi Montini, la que después sería mamá del futuro papa Paulo VI.

Maria Ana Murió santamente el 24 de noviembre de 1891.

Autor: Isabel Orellana Vilches
Fuente: Zenit.org


Hoy la Iglesia celebra la vida de esta beata que nació en la localidad italiana de Brivio, Lecco, el 21 de abril de 1829. Fue la quinta de ocho hermanos de una honrada familia acomodada. Sus padres Johann María Sala y Giovannina Comi, ambos católicos comprometidos, dieron a todos sus hijos una sólida formación cristiana. Johann era un exitoso industrial maderero, y su excelente situación económica le permitió enviar a la beata a la escuela privada, en la que su profesora Alessandrina apreció sus cualidades singulares para el aprendizaje y su viva inteligencia.

Uno de los lugares que María Anna solía frecuentar era el Oratorio de San Leonardo, erigido en un lugar cercano a Brivio. Allí, junto a su hermana, en unos instantes de suma angustia pidió la intercesión de la Virgen para que su madre sanase de una grave enfermedad. Las dos oraron con tanta fe que mientras elevaban sus plegarias, la Virgen se apareció a Giovanna, la bendijo y sanó. En esa época el beato Luigi Biraghi había puesto las bases de la fundación de la Congregación de las Hermanas Marcelinas con el objetivo de procurar una formación integral cristiana a las jóvenes a través de centros educativos con la magnífica visión de ver en ellas las fieles transmisoras de los valores cristianos a las familias que pudieran formar, clave del progreso de la sociedad. Y en 1842 a Maria Anna, que había mostrado excelente aptitud para los estudios, sus padres la matricularon en el pensionado que estas religiosas inauguraron en Vimercate, como después harían con otras dos de sus hijas.

La colaboradora del P. Luigi Biraghi, madre Marina Videmari, seguía atentamente la formación de María Anna que, no sólo completó los estudios con éxito graduándose en 1846, sino que sintió la llamada de la vocación. Circunstancias familiares inesperadas como la enfermedad de su madre y el grave fraude asestado a su padre que conllevó la pérdida de los bienes económicos, hicieron necesaria su presencia en el hogar. Ante este imprevisto varapalo ella fue un bálsamo para todos. Pero el 13 de febrero de 1848 inició el noviciado en Vimercate con las Hermanas Marcelinas. Su buen carácter, firmeza, equilibrio y sensibilidad, engarzada en una sólida vida interior y celo apostólico, hicieron de ella una ejemplar religiosa.

Las circunstancias políticas que impedían establecer formalmente el Instituto, difirieron el instante de su profesión, que al fin se produjo el 13 de septiembre de 1852. Se santificó con el lema "Voy en seguida", expresión externa de su premura por agradar a Cristo en los demás, acudiendo prontamente a cualquier llamada, para lo cual dejaba al punto lo que estuviera haciendo por importante que fuese. Su obediencia no tuvo acepción de personas ni fue selectiva. Nunca consideró si era relevante el motivo que le privaba de un tiempo precioso que hubiera colmado su alma contemplativa. Su servicialidad evangélica, pobreza y humildad rezumaba en las lecciones que impartía en el aula. La presencia de Dios que latía en lo más hondo de su ser y que alimentaba todos los momentos de su día a día traspasaba a sus alumnas que no ocultaron su dilección por ella. Una de sus mejores discípulas fue Judith Alghisi, la madre del papa Pablo VI. Su apostolado se hizo patente en los colegios de Cernusco, Milán, Génova y Saboya. Aunque le costaba desprenderse de sus superiores, hermanas y alumnas, ese rasgo de presteza que le caracterizaba se manifestaba en su plena aquiescencia con la voluntad de sus superiores y partía complacida a su destino. Si bien, madura y sincera, reconocía humildemente: "Siento la separación, pero Dios es bueno conmigo".

Afligida y serena, con un espíritu abierto a la voluntad divina, alimentado por la oración, acogió todas las pruebas a las que fue sometida. Fue dulce y a la par firme, con religiosa claridad, reclamada por su virtud y acertados consejos, como se percibe en fragmentos de sus cartas: "intenta mantenerte fuerte y en salud porque es así como podremos realizar mejor nuestro trabajo. Mantén tu alegría y piensa que Dios realmente tiene preferencia por ti y te ayudará más de lo que piensas en la labor de educar y enseñar correctamente a tus alumnas. No pienses que tu labor es tiempo perdido, aunque no veas inmediatamente el fruto de tu trabajo, ten paciencia y con la ayuda de Dios, tu labor en la viña del Señor se verá recompensada […]. Dios no nos dará nunca un trabajo superior a nuestras fuerzas".

Probada en el sufrimiento, contrajo un cáncer de garganta, aludiendo a él como "su collar de perlas". A menudo, el dolor le impedía dar las lecciones. Exquisita en el trato, aunque era la tos el impedimento para atender debidamente a sus alumnas, presentaba sus excusas. Y siguió cumpliendo su misión con serena sonrisa considerando que, en su entrega, Dios le ayudaría a ser santa. Era su camino de perfección, amasado en la fidelidad a las circunstancias cotidianas que tuvo que afrontar. Al llegar el otoño de 1891 durante quince días la enfermedad pudo con ella física y anímicamente, y sufrió con indecible intensidad. Y el 24 de noviembre de ese año murió diciendo "Regina Virginum". En 1920 se halló su cuerpo incorrupto.

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11:28 p.m.

Por: P. Felipe Santos |

Abad

Martirologio Romano: En el monasterio de Cava, en la Campania, beato Balsamo, abad, que en medio de las turbulencias y contradicciones de su tiempo desempeñó su cargo con sabiduría y prudencia (1232).

Etimología: Bálsamo = aquel de alma perfumada. Viene de la lengua latina.

Fue un abad del siglo XIII. La historia de la abadía de la Trinidad de Cava, junto a Salerno, fue fundada cerca del año mil.

La historia de sus abades es muy interesante para los historiadores y gente dedicada al estudio y a la investigación.

Esto se debe al mantenimiento perfecto de sus bibliotecas que contienen nada menos que mil años de historia.

Bálsamo fue un abad de ese monasterio que encierra una serie de hombres impresionantes para hoy y siempre.

Se sabe que la abadía de Cava tuvo una gran influencia e importancia en toda la Edad Media por la capacidad de trabajo de sus monjes y por su alto grado de santidad.

El fue uno de los más ilustres.

Dirigió el monasterio con suma maestría, con sabiduría y con un trato exquisito a los hermanos.
Estuvo en ella 25 años: desde el 1208 a 1232, el año de su muerte.

Era un hombre de letras. Por eso, se había ganado la amistad de los Papas y de los mismos emperadores.

Federico II lo llamaba cariñosamente “el martillo del mundo”.

Este emperador favoreció mucho este monasterio y le dio al abad la potestad de juzgar a quienes atentasen contra la abadía.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

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En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, santas Flora y María, vírgenes y mártires, que en la persecución llevada a cabo por los musulmanes fueron encarceladas con san Eulogio y después muertas a espada.

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En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, santas Flora y María, vírgenes y mártires, que en la persecución llevada a cabo por los musulmanes fueron encarceladas con san Eulogio y después muertas a espada.

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En la aldea de Son-Tay, en Tonquín, san Agustín Schoeffler, presbítero de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París y mártir, quien, después de haber ejercido durante tres años su ministerio, fue encarcelado y, por orden del emperador Tu Duc, en un paraje denominado “Cinco Yugadas” fue decapitado, obteniendo así la gracia del martirio que cada día había pedido a Dios.

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Religiosa

Martirologio Romano:En Milán, Italia, Beata Enrichetta Alfieri (en el siglo María Ángela Doménica), religiosa profesa de la Congregación de las Hermanas de la Caridad de Bensanzón. ( 1951)

Fecha de beatificación: 26 de junio de 2011, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI

Nació el 23 de febrero de 1891 en Borgo Vercelli. Y aunque le impusieron en bautismo tres nombres, María Ángela Doménica sus allegados la llamaban María. Parecía un vaticinio de la protección que iba a recibir de la Virgen.

Encantadora durante su infancia, sensible a las enseñanzas de fe que recibía en su hogar y en la parroquia, al cumplir 17 años se sintió elegida por Cristo para seguirle. Aunque no sufrió oposición paterna, tuvo que aguardar un tiempo para ingresar en la vida religiosa, como su familia aconsejó. Muchas veces los padres no comprenden que la decisión de consagrarse a Cristo ya está tomada y que dilatar el tiempo de iniciar el camino solo conlleva sufrimiento para sus hijos, aunque en esa prueba éstos comiencen a mostrar a Dios el grado de su amor. De hecho, a finales de 1911 María ingresó en el convento de Vercelli con las Hermanas de la Caridad, fundadas por la Madre Thouret donde ya tenía varios familiares. Al profesar tomó el nombre de Enrichetta.

Estudió magisterio y ejerció la docencia en Vercelli durante unos meses puesto que una espondilitis tuberculosa le impidió hacer vida normal. La pésima evolución de la enfermedad fue vertiginosa. Dos años más tarde ni siquiera podía desempeñar trabajos de apoyo en tareas administrativas. En 1920 los médicos no ocultaron el mal pronóstico. Su día a día comenzó a ser el lecho. Aprisionada en él por intensísimo dolor agradecía a Dios la posibilidad de unir sus padecimientos a Cristo Redentor. Comprendió que así como la vocación nos sitúa en el calvario, por la enfermedad estamos en la cruz con Cristo. De modo que el lecho debe considerarse como un altar en el que la persona que sufre se inmola y se deja sacrificar llevada de su amor, siempre y cuando cumpla el requisito de "sufrir santamente" haciéndolo con "dignidad, amor, dulzura y fortaleza".

Buscando salida para su penoso estado, la llevaron a Lourdes en 1922 y un año más tarde le administraron el sacramento de la Unción. El 25 de febrero de ese año, celebración de la novena aparición de la Virgen de Lourdes, al tomar un sorbo de agua de la gruta, con indecible esfuerzo y dolor, se sintió instada a levantarse en medio de una locución divina que provenía de María: "¡Levántate!". En ese momento, recobró la salud.

Después fue asignada a la prisión de San Vittore en Milán. "La vocación no me hace santa, decía, pero me impone el deber de trabajar para conseguirlo". Su escuela había sido el sufrimiento. Así que, comprendió y supo acoger a tanto desecho humano que halló en el penal. Sufrir, orar (también junto a las reclusas), trabajar ejerciendo la caridad por amor a Cristo sin descanso, fue el día a día de esta apóstol que se ganó el respeto, confianza y cariño de los presos. Ellos la denominaron el "ángel" y la "Mamma" de San Vittore.

En 1939 fue nombrada Superiora de la comunidad. Durante la Guerra Mundial la cárcel fue tomada por los nazis, y se jugó la vida defendiendo y rescatando de la muerte a los judíos y presos políticos, que iban a ser llevados a las cámaras de gas en los campos de exterminio.

En 1944 las SS interceptaron un mensaje -escrito por Sor Enrichetta- en poder de una reclusa judía. Fue acusada y apresada. Gravitando sobre ella la condena a muerte, oraba en su celda en acto de gratitud. Con la intervención del arzobispo de Milán, a través de Mussolini, se condonó su pena, pero fue enviada a Bérgamo a un centro de enfermos mentales. De allí partió a Brescia, y escribió sus memorias por obediencia.
En 1945 regresó a San Vittore conduciendo al camino de la conversión a muchos, como a la peligrosa convicta por asesinato múltiple, Rina (Caterina) Fort.

En septiembre de 1950 sufrió una funesta caída en la calle, y no se recuperó. Murió el 23 de noviembre 1951.

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11:24 p.m.
La niña Beata Teresa de Jesús, recibió el habito mercedario a la edad de 5 años en el convento de Nuestra Señora de Belén en San Lucar en España.

En el año 1627, después de recibir el sacramento de la Eucaristía que había deseado ardientemente y haber consumido su tierna vida en el amor, como una azucena recién cortada fue llevada al cielo por los ángeles para estar con Jesús y María.

La Orden Mercedaria la festeja el 23 de noviembre.

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11:24 p.m.
El tema de hoy ocurrió unos doscientos años después del nacimiento de Cristo. En esa época vivía en Roma una noble viuda cristiana, llamada Felicidad, que tenía también siete hijos, guapos muchachos y fervorosos discípulos de Cristo.

Todos ellos fueron encarcelados por la fe. Siguiendo el orden de las edades, a todos se les fue poniendo uno por uno ante la altenativa de apostatar o morir, más, ayudados por las heroicas palabras de aliento de su madre, todos aquellos jóvenes prefirieron la muerte en testimonio de fidelidad al Salvador. "¡Ea!" –respondió el mayor de los hijos al juez que le inducía traicionar a Cristo-, acaba ya con tu charla; sábete que yo quiero permanecer fiel. Idénticas respuestas dieron los otros seis, y todos fueron muriendo por la fe ante los ojos de aquellos a quienes todavía no había llegado el turno.

Y la madre, que había sufrido y muerto, por decirlo así, con cada unos de sus hijos, concluyó aquella inmolación heroica sufriendo cuatro meses después la gloriosa muerte del martirio. ¡Que recibimiento le harían sus hijos en el cielo! De la madre hace conmemoración la Iglesia el día 23 de noviembre, mientras que hoy celebra la fiesta de los siete santos hermanos. Los cánticos y oraciones de la misa de hoy, son de una asombrosa belleza; leámosla con devoción, y si sabemos vincularla con la historia de este día, comprenderemos todo su profundo significado.

Entre los siete hijos de Santa Felicidad hay uno –el penúltimo, llamado Alejandro-, cuyos sagrados despojos fueron trasladados durante la temprana Edad Media, a la villa de Wildeshausen, en la actual provincia de Oldemburgo. No podemos imaginarnos la solemnidad y el gran concurso de gente, procedente de toda Alemania, con que fueron trasladadas las sagradas reliquias. Hoy todavía podemos seguir el itinerario de aquella solemne procesión, pues doquiera los restos del santo se detenían una noche, allí las gentes se encargaban de edificar un templo en honor del joven mártir. Por eso hay en Alemania tantas iglesias dedicadas a San Alejandro.

¡Qué gloriosa fue aquella madre heroica y sus hijos! La madre, en el hogar, lo es todo para sus hijos. Ordinariamente, de ella depende en gran parte el rumbo que sigan éstos el día de mañana.

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6:19 p.m.

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En la ciudad de Guadalupe, en el territorio de Zacatecas, en México, beato Miguel Agustín Pro, presbítero de la Compañía de Jesús y mártir, que en la cruel persecución contra la Iglesia, como si fuera un facineroso, le condenaron sin juicio a la pena capital, y así alcanzó el martirio que tan ardientemente deseaba.

6:19 p.m.

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En Iconio, de Licaonia, san Anfiloquio, obispo, que fue compañero en el desierto de los santos [Basilio] y [Gregorio Nazianceno] y también colega en el episcopado. Esclarecido por su santidad y doctrina, libró muchas batallas en favor de la fe católica.

6:19 p.m.

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En Seúl, de Corea, santa Cecilia Yu So-sa, mártir, que, siendo viuda, en odio a la fe la despojaron de sus bienes, la encarcelaron y fue interrogada hasta doce veces, y, casi octogenaria, de tal modo la atormentaron con azotes que murió en la cárcel.

11:29 p.m.

Por: . | Fuente: Vatican.va / Zenit.org

Sacerdote y Martir

Martirologio Romano:En la ciudad de Teocaltitlán, México, san Pedro Esqueda Ramírez, presbítero y mártir, que, por ser sacerdote, durante la Revolución mexicana fue encarcelado y fusilado. ( 1927)

Fecha de canonización: 21 de mayo de 2000 por S.S. Juan Pablo II

Nació en San Juan de los Lagos, Jal. (Diócesis de San Juan de los Lagos), el 29 de abril de 1887.

Vicario de San Juan de los Lagos. El ministerio al que se dedicó con verdadera pasión fue la catequesis de los niños.

Fundó varios centros de estudio y una escuela para la formación de catequistas. Siempre fue muy devoto del Santísimo. En plena persecución organizaba a las familias para que no faltaran a la guardia perpetua a Jesús Sacramentado en casas particulares.

Desde el momento de ser apresado fue tan duramente golpeado, que se le abrió una herida en la cara. Un militar, después de golpearlo, le dijo: «Ahora ya has de estar arrepentido de ser cura»; a lo que contestó dulcemente el padre Pedro: «No, ni un momento, y poco me falta para ver el cielo».

El 22 de noviembre de 1927 fue sacado de su prisión para ser ejecutado; los niños le rodearon y el Padre Esqueda insistentemente le repitió a un pequeño que caminaba junto a él: «No dejes de estudiar el catecismo, ni dejes la doctrina cristiana para nada».

Y en un pedazo de papel escribió sus últimas recomendaciones para las catequistas. Al llegar a las afueras del poblado de Teocaltitlán, Jalisco, le dispararon tres balas que cambiaron su vida terrena por la eterna.

Publicado con autorizacíon de Vatican.va

Autor: Isabel Orellana Vilches
Fuente: Zenit.org


Nació en San Juan de los Lagos (Jalisco, México), el 29 de abril de 1887. Sus padres Margarito Esqueda y Nicanora Ramírez ignoraban que habían traído al mundo a una persona auténtica, valiente, que sería testigo de Cristo ante el mundo. Con escasos recursos económicos, la familia vivía alumbrada por la fe que recibió el muchacho y que se ocupó de acrecentar con la gracia divina. Por eso, la conocida expresión «estamos en manos de Dios» que frecuentemente se formula cuando la incertidumbre ante un futuro incierto hace acto de presencia, sean cuales sean las razones, no fue para él un comentario lacónico, una especie de comodín verbal sin más pretensiones, como tantas veces ocurre. Este joven intrépido y valeroso sostuvo rigurosamente esta convicción, con la hondura que encierra de absoluta confianza en la voluntad divina, en el instante más álgido de su corta existencia.

Su temprana vinculación a la parroquia como niño de coro y monaguillo despertó su vocación al sacerdocio. Su expediente académico era impecable. Responsable y aplicado en sus estudios, siempre cosechando buenas notas, hicieron de él un alumno modélico para Piedad y Pedro, dos de sus profesores y directores de los centros en los que se educó. En esa infancia enriquecida por la piedad, y saludablemente gozosa, se habituó a rezar el rosario; erigía altares en los que simulaba estar oficiando misa, el sueño que alimentaba en su espíritu.

Tenía 15 años cuando ingresó en el seminario auxiliar de San Julián, dejando el incipiente trabajo en una zapatería, porque su padre juzgó conveniente que iniciase la carrera eclesiástica. Allí siguió mostrando sus cualidades para el estudio que eran tan solo un matiz de las muchas que le adornaban. En el seminario permaneció recibiendo formación hasta que las autoridades federales determinaron cerrarlo en 1914. No había podido ser ordenado, pero era ya diácono, y al regresar a su ciudad natal actuó como tal en la parroquia hasta que en 1916, después de haber completado estudios en el seminario de Guadalajara, se convirtió en sacerdote. Recibió el sacramento a finales de ese año en la capilla del hospital de la Santísima Trinidad. A continuación fue designado vicario de la parroquia en la que trabajaba. En ella permaneció hasta su muerte; once años de intensa actividad pastoral, dando lo mejor de sí. Dinamizó la vida apostólica con una excelente labor catequética que tenía como objetivo a los niños, a la par que impulsaba la asociación Cruzada Eucarística llevado por su amor a la Eucaristía, devoción que, junto a la que profesaba a la Virgen, extendió entre los fieles. De la Eucaristía extraía su fortaleza y aliento. Fue también un ángel de bondad para los pobres.

Las fuerzas gubernamentales en una feroz campaña anticlerical habían dictado orden de persecución y las buenas gentes del pueblo intentaron convencer a Pedro para que huyese a otro lugar. Sólo aceptó refugiarse de manera provisional en algunos lugares siempre cercanos a los fieles, a quienes de ese modo seguía atendiendo pastoralmente. Los sacerdotes y religiosos que han derramado su sangre por Cristo y su Iglesia en medio de conflictos políticos fueron caritativos y se caracterizaron por la libertad evangélica. No tuvieron acepción de personas ni militaron en bandos determinados. Arraigados en Cristo se desvivían por las necesidades de sus fieles, con independencia de sus ideologías. Así era Pedro.

Al inicio de noviembre de 1927 buscó refugio en Jalostotitlán, Jalisco. Pero regresó a San Juan llevado por su amor a los feligreses que en ningún caso deseaba dejar desasistidos. Se alojó en el hospital del Sagrado Corazón. El pueblo quería a ese sacerdote que habían visto crecer entre ellos, pero temían a las represalias de las autoridades si le daban cobijo; por eso, a veces algunas personas no le franquearon la puerta de sus moradas. Sin embargo, la gran mayoría no ocultaba su preocupación por su destino. Y las anfitrionas de una casa en la que fue acogido, le rogaron seriamente que escapara. Pero Pedro no estaba dispuesto a ello, y dando testimonio de su gran fe, decía: «Dios me trajo, en Dios confío». Este sentimiento, que reiteró ante otros vecinos, en ningún modo puede ser espontáneo cuando la vida está en peligro; estaba asentado en un corazón orante firmemente clavado en el corazón del Padre, abierto a su gracia.

Fue detenido el 18 de noviembre de ese año 1927. En un mísero y oscuro cuartucho sufrió pacientemente la fiereza de los azotes y otras crueldades que le ocasionaron la fractura de uno de sus brazos; por ello los federales no pudieron verle expirar en la hoguera, como habían fraguado. Pero sin duda, el tormento más doloroso fue ver profanados ante sí los objetos sagrados, destruidos los ornamentos y saqueado el archivo parroquial. Una cruel e infame tortura para un hombre de Dios, una persona inocente que lo único que perseguía era amar a Cristo y a los demás. Las incesantes vejaciones martiriales duraron hasta el 22 de noviembre. Maniatado y lleno de heridas le obligaron a subir por sí mismo a un árbol. Allí fue tiroteado sin piedad por un alto oficial que vertió en él su torrente de ira al ver que no podía sostenerse en la pira que habían dispuesto para ajusticiarlo prendiendo fuego al árbol en cuestión. Camino de su particular calvario, envuelto en un heroico silencio, dejó en unos niños que se acercaron a él su testamento de fidelidad a la catequesis y al evangelio.

Para ver más sobre sus 24 compañeros mártires en México haz "click" AQUI

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