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Por: . | Fuente: ReligiosasMartiresEnLaGuerra.blogspot.com

Virgen y Mártir

Martirologio Romano: En Casillas de Martos, Jaén, España, Beata Victoria de Jesús, en el siglo Francisca Valverde González, religiosa del Pío Instituto Calasanzio de la Divina Pastora, asesinada por odio a la fe ( 1937)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Francisca Inés Valverde González nació el 20 de abril de 1888 en Vicálvaro, Madrid (España).

Era una mujer de vida sencilla, muy delicada de salud, cuya preocupación constante era servir a con diligencia y caridad a quien de su ayuda necesitase. De ella se dice que nunca tuvo enemigos dada su suavidad de trato, su dulzura y caridad con todos; su vida era sencilla y sin ruidos.

Ya como religiosa del Pío Instituto Calasanzio de la Divina Pastora llega a Martos (Jaén) en 1917 con el fin de realizar una fundación. En 1922 es nombrada Superiora de la casa, siendo trasladada poco después a Sanlúcar para regresar a Martos como Superiora en 1931.

Iniciada la Guerra, las Religiosas abandonan el colegio y se esconden en casas de amigos en el mismo Martos. La preocupación de la M. Victoria son sus Hermanas y no piensa abandonar Martos hasta que la última de las Religiosas Calasancias lo haga.

Obligada, junto con las últimas Hermanas que quedaban en el convento, a abandonarlo fueron testigos de como los milicianos invadieron la casa entera y profanando los objetos religiosos que encontraban a su paso: arrojaron un hermoso crucifijo que hicieron pedazos y sacaron otras imágenes para destruirlas, por ejemplo a la de la Divina Pastora después de romperla en varias partes la tiraron a un pilón que había en la fuente de la Plaza Fuente Nueva (que era la del convento) y a la imagen del Niño Jesús la ataron por el cuello y la llevaron arrastrando por varias calles hasta que se hizo pedazos. Previamente las hermanas habían ya consumido las formas sacramentales que había en la capilla evitando así el sacrilegio.

Así permanecerá hasta el 12 de enero de 1937, a altas horas de la noche, es capturada por los milicianos republicanos. Interrogada por el paradero de sus Hermanas, responde: “Mis hijas no han hecho nada, soy yo la responsable de todas y la que debo sufrir lo que a ellas les quieran hacer”.

Pasa esa noche en oración junto a las Superioras de los monasterios de Trinitarias (Beata Francisca de la Encarnación) y Clarisas (Isabel de San Rafael). En la madrugada del 13 de enero son conducidas junto a cincuenta detenidos a las cercanías de Las Casillas. Fusilado aquel grupo, mandan a las Religiosas que entren en el cementerio. Temiendo intenten forzarlas para abusar de ellas, Madre Victoria se aferra a la verja de la puerta del cementerio. Allí comienzan a dispararla, entregando su vida a su amado Jesús.

Uno de sus verdugos quiso quitarle el anillo de profesión perpetua que tenía puesto y no pudiendo hacerlo porque el cadáver tenía las manos hinchadas por lo que para llevar a cabo aquel robo le cortaron el dedo. El anillo luego fue recuperado y es una de las reliquias guardadas por el Instituto.

S.S. Benedicto XVI firmó el 28 de junio de 2012 el decreto con el cual se reconoce el martirio de la Sierva de Dios Victoria de Jesús, lo cual permitió su beatificación que se realizó el 13 de octubre de 2013 en Tarragona, Cataluña, España.

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Por: . | Fuente: EWTN

Obispo

Martirologio Romano: En la ciudad de Reims, en la Galia Bélgica (hoy Francia), muerte de san Remigio, obispo, que después de iniciar al rey Clodoveo en la fuente bautismal y en los sacramentos de la fe, convirtió a Cristo a todo el pueblo franco y, después de más de sesenta años en el episcopado, falleció célebre por su vida y su santidad (c. 530).

Etimología: Remigio = aquel que rema, es de origen latino.

San Remigio fue el gran apóstol de los franceses. Se hizo célebre por su sabiduría, su admirable santidad y sus muchos milagros. Duró de obispo 70 años y llegó a ser famoso en toda la Iglesia.
Recién ordenado sacerdote ya era considerado como uno de los mejores oradores de su época, y cuando tenía sólo 22 años, fue elegido obispo.

El rey de los franceses, Clodoveo, era pagano y no aceptaba convertirse al cristianismo. Su esposa santa Clotilde rezaba mucho por él y le recomendaba la conversión. Y sucedió que los germanos o alemanes atacaron con fuerte ejército a los francos y Clodoveo salió con sus soldados a defender la patria. Al despedir a su esposo que se iba a la guerra, Clotilde le dijo: "Si quiere obtener la victoria, invoque al Dios de los cristianos. Si tiene confianza en Él, nadie será capaz de derrotarlo".

Clodoveo prometió convertirse si conseguía la victoria. En plena batalla, cuando el triunfo le parecía imposible, recordando las palabras de su esposa gritó hacia el cielo: "Oh Cristo, a quien mi esposa invoca como hijo de Dios. Te pido que me ayudes. Creo en Ti. Si me salvas de mis enemigos recibiré el bautismo y entraré a tu religión". Enseguida los franceses atacaron a los alemanes con extraordinario valor y obtuvieron una gran victoria.

Santa Clotilde mandó entonces llamar a San Remigio, que tenía fama de santo y de sabio, y le pidió que se dedicara a enseñar a Clodoveo la doctrina cristiana. El rey al volver victorioso, saludó a su esposa con estas palabras: "Clodoveo venció a los alemanes, y tú venciste a Clodoveo". Pero ella le respondió: "Esas dos victorias son obra de uno solo: Nuestro Señor Jesucristo". Desde entones el terrible pagano empezó a estudiar la religión para hacerse bautizar.

Tenía temor de que el pueblo se revolucionara por quererles quitar la religión de sus antiguos dioses, pero el ejército y la multitud, al saber que su rey tan estimado se iba a hacer cristiano, le gritaron al unísono: "Desde hoy nos separamos de los dioses mortales, y nos declaramos seguidores del Dios inmortal del cual nos habla Remigio".

Nuestro santo y sus sacerdotes se dedicaron con todo empeño a enseñar la religión a Clodoveo y a todos los que se iban a hacer bautizar junto con él. La Reina Clotilde, para impresionar la imaginación de aquel pueblo bárbaro, mandó que adornaran con palmas y flores las calles que llevaban desde el palacio del rey hasta el templo donde iba a ser el bautismo. Y que todo el trayecto y también el templo se iluminara con gran cantidad de antorchas y que fueran quemando incienso que llenara el aire de agradables aromas.

Los que iban a ser bautizados se dirigieron hacia la Casa de Dios cantando las letanías de los santos y llevando cada uno su cruz. San Remigio conducía de la mano al rey, seguido por la reina y todo el pueblo. Antes de echarle el agua del bautismo el santo obispo le dijo: "Orgulloso guerrero: tienes que quemar lo que has adorado, y adorar lo que has quemado". Con esto quería decirle que en adelante debía abandonar sus antiguas malas costumbres paganas y observar la santa religión de Cristo Jesús.

En seguida San Remigio, ayudado por otros tres obispos y por muchos otros sacerdotes, bautizó a dos hermanas del rey y a tres mil de sus soldados con sus mujeres y niños. Ese fue un día grande en el que la nación francesa empezó a pertenecer a nuestra santa religión.

El resto de su vida la empleó Remigio en instruir al pueblo y en ayudar a los necesitados, y combatir a los herejes que enseñaban doctrinas equivocadas. Dios le concedió el don de hacer curaciones y anunciar lo que iba a suceder en lo futuro. Murió en el 530.

Cuando ya era un anciano de más de noventa años, algunos se burlaron de él diciéndole que era demasiado viejo, y les respondió: "En vez de reírse porque he llegado a esta edad, más bien lo que deberían hacer sería darle gracias a Nuestro Señor, porque en todo este tiempo no he dado mal ejemplo a nadie". Ojalá pudiéramos repetir también nosotros semejante afirmación tan consoladora.

Los franceses han tenido siempre una gran admiración y veneración por San Remigio y nosotros damos gracias a Dios porque nunca dejará de enviar a su Iglesia apóstoles que conviertan a los pecadores.

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Por: . | Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01

Virgen

Martirologio Romano: En Milán, de Lombardía (hoy Italia), beata Verónica de Binasco Negroni, virgen, que entró en el monasterio de santa Marta, donde se seguía la Regla de san Agustín, alcanzando una profunda contemplación (1497).

Verónica nació en Binasco, cerca de Milán, en 1445, era hija de humildes campesinos. A los veintidós años entró al convento agustino de Santa María en Milán, y en él pasó treinta años de vida religiosa en el humilde oficio de Hermana mendicante.

Murió el 13 de enero de 1497, y a los diez años de la muerte, León X le concedió el culto privado. Mientras vivió en familia sólo aprendió el duro trabajo campesino; no fue a la escuela, así que cuando entró en eI convento tuvo que luchar bastante para aprender a leer y escribir, pero los resultados fueron escasos. Sin embargo, aprendió la más importante lección de vida ascética, cuando la Virgen le reveló en una visión cuál era el camino a seguir para aprender la ciencia divina que lleva a Dios:

1) La pureza del corazón.
2) La paciencia para con el prójimo, que no nos hace escandalizar de las culpas, sino que nos lleva a orar por los que las cometen.
3) La meditación diaria sobre la Pasión de Jesús.

Para que se le grabaran en la memoria estas sencillas pero preciosas nociones, la Virgen se las tradujo no en letras del alfabeto, sino con poético simbolismo de colores: el blanco de la pureza y del amor de Dios, el negro de la paciencia y el rojo de la Pasión.

Así, esta humilde monja analfabeta aprendió la sabiduría directamente de la fuente divina. Sin haber abierto ningún libro de teología, y mucho menos un tratado de psicología. Sor Verónica maravillaba a cuantos se le acercaban por la audacia de su doctrina. También tenía una clara intuición de las aflicciones de los demás. Sor Verónica, estaba en contacto permanente con la gente por el oficio que tenía de pedir limosna de puerta en puerta, pero ella daba más de lo que recibía dando a cuantos se le acercaban el pan que alimenta el alma.

Por invitación de la Virgen, viajó a Roma a llevarle un mensaje al Papa, Alejandro Vl. El Papa (un gran devoto de la Virgen) la recibió amablemente y la escuchó con atención porque comprendió que se encontraba ante un alma privilegiada.

La beata Verónica gozó del don de la profecía
y lo usó para preanunciar el día y la hora de su muerte. La profecía se cumplió puntualmente, y sor Verónica expiró serenamente, el 13 de enero de 1497.

El Papa León X confirmó su culto en 1517.

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San Hilario, obispo y doctor de la Iglesia, que fue elevado a la sede de Poitiers, en Aquitania (hoy Francia), en tiempo del emperador Constancio, quien había abrazado la herejía arriana, y luchó denodadamente en favor de la fe nicena acerca de la Trinidad y de la divinidad de Cristo, siendo desterrado, por esta razón, durante cuatro años a Frigia. Compuso unos comentarios muy célebres sobre los Salmos y sobre el evangelio de san Mateo.

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En Tréveris, ciudad de la Galia Bélgica (hoy Alemania), san Agricio, obispo, que convirtió en iglesia el palacio que le regaló santa Elena (c. 330).

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En el monasterio de Ilbenstad, en Alemania, san Godofredo, que, siendo conde de Cappenberg, deseó una vida más perfecta, para lo cual convirtió su castillo en monasterio y, habiendo tomado el hábito canonical, se entregó a servir a pobres y enfermos.

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Segundo Fundador del Instituto de
Hijas del Buen Pastor

Martirologio Romano: En la ciudad de Caen, en Francia, beato Pedro Francisco Jamet, presbítero, que se distinguió por su ayuda a la religiosas Hijas del Buen Pastor y por su trabajo para la restitución de la paz a la Iglesia, después de un tiempo de inestabilidad (1845).

Se lo consideró y se lo llamó el "Segundo Fundador" del Instituto de las Hijas del Buen Pastor. Pedro Francisco Jamet, nació el 12 de septiembre de 1762 en Fresnes, Francia, sus padres, ricos agricultores, tuvieron ocho hijos, de los que dos fueron sacerdotes y una fue religiosa.

Pedro Francisco Jamet Estudió en el Colegio de Vire y a los 20 años se sintió llamado al sacerdocio, por lo que se matriculó en la renombrada Universidad de Caen, en la que siguió los cinco años de estudio en filosofía y teología.

En 1784 entró en el seminario y 22 de septiembre de 1787 fue ordenado sacerdote, obtuvo el título de licenciado en teología y el título de "Master of Arts", pero no pudo continuar su especialización por el estallido de la Revolución Francesa.

Existía en Caen una comunidad de las Hijas del Buen Pastor, instituto fundado en 1720 por la Madre de Anna Leroy, en 1790 el P. Jamet fue nombrado capellán y confesor del Instituto, del que llegó a ser superior religioso en 1819.

En 1798 se negó realizar el juramento impuesto por las autoridades de la Revolución Francesa, por lo que fue detenido y recibió amenazas de muerte. Milagrosamente recuperó la libertad y se dedicó con todos los medios a ayudar a las Hijas del Buen Pastor, celebrando la Misa en secreto, apoyanbdo a los hermanos vacilantes y alentando a los fieles perseguidos.

Después de la Revolución, pudo dedicarse abiertamente a la restauración y al crecimiento de la Congregación del Buen Pastor. Inició la asistencia educativa a los sordomudos, para lo cual realizó estudios específicos sobre su educación, introduciendo nuevos métodos de enseñanza específica.

Durante ocho años, desde 1822 a 1830, fue rector de la Universidad de Caen, logrando entre los docentes y los estudiantes una nueva atmósfera de fe cristiana, posterior a la gran tormenta de la Revolución y la propagación de ideas "ilustradas y racionalistas".

Todo lo hacía para la gloria de Dios, porque interiormente era todo de Dios. A los 83 años, a consecuencia del agotamiento y la edad, Pedro Francisco Jamet murió el 12 de enero de 1845.

Los acontecimientos políticos hicieron, que pese al reconocimiento público de su fama de santidad, el necesario proceso canónico se iniciara recién en 1930, completado con la aprobación del milagro atribuido a su intercesión, el 11 de diciembre de 1985.

El Papa Juan Pablo II lo beatificó el 10 de mayo de 1987.

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Sacerdote Tailandés, Mártir

Martirologio Romnano: En el lugar llamado Tomhom, cerca de Bangkok, en Tailandia, beato Nicolás Bunkerd Kitbamrung, presbítero y mártir, predicador eximio del Evangelio, que fue encarcelado en tiempo de persecución contra la Iglesia y a causa de la tisis, que contrajo ayudando a los enfermos, falleció de modo ejemplar (1944).

Nació el 28 de febrero de 1895 en Sam Phran, Nakhon Pathom, Tailandia.

Fue uno de seis hijos. Sus padres se convitieron al cristianismo y educaron a sus hijos en la fe.

Ingresó en el Seminario Menor de Hang Xan a la edad de 13 años, y en 1920 al Seminario Mayor en Penang, Malasia. Ordenado sacerdote en la Arquidiócesis de Bangkok, Tailandia en 1926.

Fue pastor en Bang Nok Khneuk y Phitsanulok. Misionero en el norte de Vietnam de 1930 a 1937, trabajando para recuperar a los católicos que habían decaído en su práctica debido a la pobreza.

Durante la guerra entre Francia e Indochina, Nicholas fue acusado de espiar para los franceses. En 1941 fue detenido y condenado a 10 años de prisión. Allí contrajo la tuberculosis que, sumado a las penurias de la cárcel, finalmente le causó la muerte (el 12 de enero de 1944). Pero antes de eso, durante los dos años que vivió en prisión, convirtió a sus compañeros, bautizando al menos a 68 de ellos.

Es el primer sacerdote mártir de Tailandia.

Fue beatificado por S.S. Juan Pablo II el 5 de marzo de 2000.

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Por: P. Ángel Amo. | Fuente: Catholic.net

Fundadora de la Congregación
de las Hermanas de Nuestra Señora

Martirologio Romano: En Montreal, en la provincia de Quebec, en Canadá, santa Margarita Bourgeoys, virgen, que prestó gran ayuda a los colonos y a los soldados, y trabajó para asegurar la formación cristiana de las jóvenes, fundando para ello la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora (1700).

Etimología: Margarita = Aquella de belleza poco común, es de origen latino.

Margarita era la sexta hija de los doce del matrimonio de Abraham Bourgeoys y Guillermina Garnier. Nació en Troyes (Francia), el 17 de abril de 1620. A los veinte años quiso ingresar con las carmelitas y las clarisas, sin ser aceptada. El padre Gendret, al ver que los dos conventos la rechazaron, vio la señal para fundar una congregación sin clausura, pero dicha fundación también fracasó.

En 1652 el gobernador de la pequeña colonia francesa Villa María, en Canadá, la invitó como maestra. Troyes, París, Orléans, Nantes fueron las primeras etapas de su viaje a Canadá. Salió del puerto de San Nazario y, después de cuatro meses, el 16 de noviembre de 1653, llegó a Canadá y, al mes, a Villa María, la pequeña colonia que luego se convertiría en la ciudad de Montreal, y que en ese momento se reducía a un fuerte en el que habitaban unas dos mil personas, con un pequeño hospital y una capilla atendida ocasionalmente por algún misionero. Ahí Margarita enseñaba el catecismo, curaba enfermos, socorría a los soldados heridos y ayudaba a los necesitados. Hizo restaurar la gran cruz de Montreal que había sido destruida por los indios iroqueses y se las arregló para construir una nueva capilla dedicada a Nuestra Señora en 1667. Al año siguiente inauguró la primer escuela de Montreal en un antiguo establo con una docena de alumnos. Los años siguientes fueron agitados y difíciles a causa de la guerra contra los iroqueses. Al terminar la guerra, Montreal se convirtió en una verdadera ciudad. En su escuela Margarita acogió también a los hijos de los indios.

Viajó ocho veces a Francia para buscar a jóvenes que quisieran ayudarle en la tarea de la educación. En esas ocasiones llevaba consigo a muchachas huérfanas campesinas que deseaban educarse en el Nuevo Mundo y formar más tarde su hogar, pues había muchos soldados y comerciantes pero las hijas de los colonos eran pocas y no se podían formar hogares cristianos. Cuando estuvo en Francia de 1670 a 1672 consiguió la aprobación del rey Luis XIV para sus planes de fundación de la Congregación de Nuestra Señora, el año 1676.
En 1683 el convento se incendió y dos hermanas murieron, entre ellas su sobrina. Fue entonces cuando monseñor Laval quiso fusionarlas con las ursulinas ya que era difícil aceptar la idea de una comunidad religiosa misionera sin clausura...

Finalmente el año 1698 las veinticuatro hermanas pudieron hacer la profesión religiosa. Desde el momento en que Margarita renunció al cargo de superiora a los setenta y tres años, su salud comenzó a declinar. Pero el fin llegó de una manera inesperada. El último día del año 1699 la fundadora ofreció su vida para salvar la de una religiosa que estaba gravemente enferma. Habiendo recobrado ella la salud, la madre murió el 12 de enero de 1700. Algunos años más tarde, en 1768, en un nuevo incendio se quemó la capilla donde se conservaba el corazón de la madre Margarita y, al rescatarlo de las llamas, notaron que salía sangre. Fue beatificada por el papa Pío XII el 12 de noviembre de 1950 y canonizada por el papa Juan Pablo II el 31 de octubre de 1982.

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En el monasterio de Wearmouth, en Northumbria (hoy Inglaterra), san Benito Biscop, abad, que peregrinó cinco veces a Roma, de donde trajo muchos maestros y libros para que los monjes reunidos en la clausura del monasterio bajo la Regla de san Benito progresaran en la ciencia del amor de Cristo, en bien de la Iglesia (c. 690).

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En Viareggio, ciudad de Italia, san Antonio María Pucci, presbítero de la Orden de los Siervos de María, el cual, párroco durante casi cincuenta años, se dedicó sobre todo a atender a los niños pobres y enfermos.

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En Cesarea de Mauritania (hoy Argelia), san Arcadio, mártir, que se escondió en tiempo de persecución, pero, al ser detenido un familiar suyo se presentó espontáneamente al juez y, por negarse a sacrificar a los dioses, sufrió dolorosos tormentos hasta consumar su martirio (c. 304).

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Por: P. Joan Antoni Mateo Garcia | Fuente: InfoCatolica.com

Religiosa y Fundadora
del Instituto de Hermanas de la Sagrada Familia de Urgell

Martirologio Romano: En Talarn, Lleida, España, beata Ana María Janer Anglarill, virgen, fundadora del Instituto de Hermanas de la Sagrada Familia de Urgell, que se distinguió por su insigne caridad para con los heridos de las guerras carlistas. ( 1885)

Fecha de beatificación: 8 de octubre de 2011, durante el pontificado de Benedicto XVI

El día 11 de enero de 1885, en Talarn, histórica Villa situada junto a la Ciudad de Tremp, Ana María Janer Anglarill, poco antes de entregar su alma a Dios, expresó su último deseo de morir sobre el desnudo suelo como penitente por amor a Cristo. Culminaba así una trayectoria vital de probada santidad: de correspondencia fiel al Amor de Dios.

Ana María, había nacido el 18 de diciembre de 1800 en Cervera (Lérida). Entró como Hermana de la Caridad en el hospital de Cervera donde se entregó al cuidado de los enfermos y a la educación de las niñas, en momentos especialmente difíciles marcados por las llamadas guerras carlistas y civiles que ensangrentaron la historia de España en el siglo XIX. En 1836 el gobierno liberal decretó la supresión de las órdenes religiosas, la confiscación de los bienes eclesiásticos y la expulsión de las comunidades religiosas de las obras sociales y educativas que hasta entonces sostenían. Nuestra historia es rica en tropelías de éste género.

Acabada la guerra Ana María conoció el exilio en Francia hasta 1844. En 1849 Ana María se ofrece como voluntaria para trabajar como Hermana en la institución de caridad en la casa de Misericordia de Cervera. Durante diez años atendió amorosamente a los huérfanos de aquella casa, a los niños de familias muy pobres, a los jóvenes discapacitados sin esperanza y a los ancianos. En su entrega hacía realidad esta presencia constante de la Iglesia de Jesucristo en la vida de los más pobres.

El gran obispo de Urgell que fue Josep Caixal llamó a Ana María en 1858 para hacerse cargo de la dirección del hospital de la Seu d’Urgell. Allí fundará un año más tarde su propio Instituto y en 1860 recibe la aprobación diocesana del nuevo Instituto dedicado a la asistencia de pobres y enfermos y a la enseñanza de la infancia y de la juventud marginada. Ana María, en una actividad incansable, fundó colegios, hospitales y casa de caridad en las diócesis de Urgell, Solsona y Barcelona.

El período revolucionario comprendido entre 1868 y 1875 representó un duro golpe para las obras de Ana María. Entre 1874 y 1880 afrontó también Ana María otro tipo de luchas y pruebas en las que manifestó su gran sentido de Iglesia, su silencio y obediencia. En 1879, Mons. Casañas, nuevo Obispo de Urgell y posteriormente creado Cardenal, reorganizó la vida del Instituto de Ana María y ésta, a sus ochenta años, en merecido reconocimiento, es nombrada primera superiora general. Pasa sus últimos años en la casa de Talarn siendo ejemplo de luminosa caridad.

La madre Janer tenía un amor especial por la cruz. Mirar a Cristo crucificado se convirtió para ella en un aliciente que le permitía ser signo y testimonio claro de aquel que nos amó primero, de aquél que nos ama hasta dar la vida. Ana María murió el 11 de enero de 1885 y pidió morir en el suelo como penitente por amor a Cristo "que por mí expiró clavado en la cruz", dijo la beata.

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Por: . | Fuente: misa_tridentina.t35.com

Obispo

Martirologio Romano: En Forlí, ciudad de la región de Venecia, san Paulino, obispo de Aquileya, que se esforzó en convertir a los ávaros y a los eslovenos, y presentó al rey Carlomagno un poema insigne sobre la Regla de la fe (804).
Uno de los más ilustres y santos prelados de los siglos VIII y IX fue Paulino de Aquileya, quien parece haber nacido hacia el año 726, en una granja cerca de Friuli. Su familia vivía del laboreo de la granja, y el joven Paulino pasaba buena parte de su tiempo en los trabajos del campo. Sin embargo, lograba reservar algunas horas al estudio, y con los años llegó a ser un famoso gramático. Carlomagno le llamó, en una carta, Maestro de Gramática y Muy Venerable. Estos epítetos nos hacen suponer que Paulino era ya sacerdote. El mismo monarca, en reconocimiento de los méritos de Paulino, le regaló ciertas posesiones en su país. Parece que hacia el año 776, Paulino fue elevado contra su voluntad a la sede del Patriarcado de Aquileya. En dicha Iglesia se dejaron sentir los benéficos efectos de su celo, piedad e inteligencia. Carlomagno le pidió que asistiera a todos los grandes concilios de su tiempo, por remotos que fuesen los sitios en que se reunían, y el propio santo reunió un sínodo en Friuli, en 791 o 796, contra los errores que se iban propagando sobre el misterio de la Encarnación.

El más grave de esos errores era la herejía adopcionista: Félix, obispo de Urgel de Cataluña, profesaba que Cristo, en cuanto hombre, era simplemente hijo adoptivo de Dios. San Paulino escribió contra él una refutación que remitió a Carlomagno. El santo prelado no se ocupaba menos de la conversión de los paganos, que de la supresión de los errores, y predicó incansablemente el Evangelio a los idólatras de Carintia y Estiria que no habían abandonado la superstición. Al mismo tiempo, la conquista de los avaros por Pipino había abierto un nuevo campo al celo del obispo. Muchos de los avaros, evangelizados por los misioneros enviados por San Paulino y los obispos de Salzburgo, abrazaron la fe. El santo se oponía con todas sus fuerzas a que los bárbaros fuesen bautizados antes de haber sido suficientemente instruidos en la fe, y en general al abuso, tan común en aquellos tiempos, de imponérsela.

Cuando el duque de Friuli fue nombrado gobernador de las tribus de los hunos, a las que había recientemente conquistado, San Paulino escribió para él una excelente «Exhortación», en la que urgía a buscar la perfección cristiana, le daba reglas sobre la práctica de la penitencia y remedios contra los diferentes vicios, especialmente contra el orgullo; le instruía además sobre el deseo de agradar a Dios en todas las acciones, sobre la oración y las disposiciones esenciales para ella, sobre la comunión, el cuidado de evitar las malas compañías y algunos otros puntos. El libro termina con una hermosa oración y la promesa del santo de pedir por la salvación del buen duque.

Las ardientes súplicas de San Paulino atraían constantes bendiciones del cielo sobre las almas que le habían sido confiadas. Alcuino le rogó que no se olvidase de implorar para él la divina misericordia, cada vez que ofreciera el santo sacrificio del altar. La vida de Paulino terminó con una santa muerte, el 11 de enero de 804.

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Por: . | Fuente: usuarios.lycos.es/DOMINICOS

Presbítero Dominico

Martirologio Romano: En la ciudad de Catania, en Sicilia (hoy Italia), beato Bernardo Scammacca, presbítero, de la Orden de Predicadores, que se distinguió por su misericordia hacia los pobres y enfermos (1487).

Fecha de beatificación: León XII aprobó su culto el 8 de marzo de 1825.

Bernardo, antes Antonio, nace en Catania (Sicilia) de familia noble el año 1430.

Después de una juventud disipada, postrado por una grave herida recibida en un duelo y movido por la gracia divina, quiso ser inscrito entre los frailes Predicadores el año 1452.

Se dedicó con ardor y exclusividad a Dios y se esforzó en conformarse a Cristo crucificado, cuya pasión consideraba devotamente, por medio de una caridad ardiente y frutos abundantes de penitencia. Fue esclarecido en la misericordia al prójimo, especialmente con los enfermos y necesitados, para los que procuró la edificación de un hospital, que todavía existe, con la ayuda de sus nobles conciudadanos y que él mismo dirigió en vida. Fue de los primeros religiosos observantes de Santa Zita de Palermo, prior de Santo Domingo en Catania y después en Palermo y finalmente vicario general de los conventos reformados de Sicilia, dando, por consiguiente, una extraordinaria colaboración a la restauración de la vida regular.

Fue predicador ardoroso y llevó muchas personas a Dios. De él dijo Tomás Schifaldo: «Hombre bueno, piadoso y modestísimo, escrutador de todas las conciencias.» Puso su experiencia al servicio de su ministerio apostólico, mostrándose amorosamente compasivo con los pecadores y dando gracias en su oración por la misericordia divina.

Murió en Catania, confirmada su vida con numerosos carismas, el 11 de enero de 1487 y allí se venera su cuerpo incorrupto.

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En el lugar de Bellegra, del Lacio (hoy Italia), santo Tomás de Cori (Francisco Antonio) Placidi, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, preclaro por la austeridad de vida y por la predicación, iniciador de los retiros.

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En la ciudad de Pavía, en la Liguria (hoy Italia), traslación de santa Honorata, virgen consagrada a Dios y hermana de san Epifanio, obispo (s. V).

11:26 p.m.

Por: . | Fuente: Enciclopedia Católica

XXXII Papa

Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Calixto, en la vía Apia, san Melquíades, papa, oriundo de África, que conoció la paz concedida por el emperador Constantino a la Iglesia, pero víctima de los ataques de los donatistas, se distinguió por sus esfuerzos encaminados a obtener la concordia (314).

Observación: En el antiguo martirologio se lo recordaba el 10 de diciembre

Breve Biografía

Se desconoce la fecha de su nacimiento; fue elegido Papa en el 310 ó 311; murió el 10 u 11 de enero de 314. Después del destierro del Papa San Eusebio, la Sede de Roma estuvo vacante por un tiempo, probablemente a causa de las complicaciones surgidas debido a los apóstatas (lapsi), y que no fueron resueltas por el exilio de Eusebio y Heraclio. El 2 de julio del 310 ó 311, Melquíades (su nombre también se escribe Milcíades), nativo de África, fue elevado al pontificado. Existe incertidumbre en cuanto al año exacto, puesto que el Catálogo Liberiano de Papas (Duchesne, “Liber Pontificalis”, I, 9) da el 2 de julio de 311 como la fecha de la consagración del nuevo Papa (ex die VI non. iul. a cons. Maximiliano VIII solo, quod fuit mense septembri Volusiano et Rufino); pero en contradicción a esto se dice que la muerte del Papa ocurrió el 2 de enero del 314, y que la duración del pontificado son tres años, seis meses y ocho días; posiblemente debido al error de un escribano, debería decir «ann. II» en lugar de «ann. III»; y, por lo tanto, el año de su elevación al papado fue muy probablemente en el 311. Cerca de este tiempo (el 311 ó 310), un edicto de tolerancia firmado por los emperadores Galerio, Licinio y Constantino puso fin a la gran persecución de los cristianos, y se les permitió vivir como tales y asimismo reconstruir sus lugares de culto religioso (Eusebio de Cesarea, Hist. Eccl., VIII.17; Lactancio, Cómo murieron los perseguidores, 34). Sólo en aquellos países de Oriente que estaban bajo el dominio de Maximino Daia continuó la persecución de los cristianos. El emperador le dio ahora al Papa Melquíades en Roma el derecho a que se le restituyeran, por mediación del prefecto de la ciudad, todas las edificaciones eclesiásticas y posesiones que habían sido confiscadas durante las persecuciones. El Papa ordenó a los dos diáconos romanos, Strato y Casiano, que discutieran el asunto con el prefecto, y que tomaran posesión de las propiedades eclesiásticas (Agustín, Breviculus collationis cum Donatistis, III, 34); así fue posible una sólida reorganización de la administración eclesiástica y de la vida religiosa de los cristianos en Roma.

Melquíades hizo que los restos de su predecesor, Eusebio, fueran regresados de Sicilia a Roma y los mandó enterrar en una cripta en las catacumbas de San Calixto. El siguiente año, el Papa atestiguó el triunfo final de la Cruz con la derrota de Marco Aurelio Maxentio y la entrada a Roma del emperador Constantino (ahora converso al cristianismo), tras la victoria en el Puente Milviano (27 de octubre de 312). Después, el emperador obsequió a la Iglesia Romana con el Palacio de Letrán, el cual entonces se convirtió en la residencia del Papa y, consecuentemente, también en la sede de la administración central de la Iglesia Romana. La basílica contigua al palacio, o que fue construida allí después, se convirtió en la iglesia principal de Roma. En el 313, los donatistas vinieron a Constantino con la petición de que nombrara a obispos de Galia como jueces en la controversia del episcopado africano respecto a la consagración en Cartago de los dos obispos, Cæciliano y Mayorino. Constantino escribió sobre esto a Melquíades, y también a Marco, pidiéndole al Papa, junto con tres obispos de Galia, que diera una audiencia en Roma a Cæciliano y su oponente, y que resolviera el caso. El 2 de octubre de 313, se reunieron en el Palacio Lateranense, bajo la presidencia de Melquíades, un sínodo de dieciocho obispos de Galia e Italia, que, después de considerar meticulosamente la controversia donatista por tres días, decidieron a favor de Cæciliano, cuya elección y consagración como obispo de Cartago fue declarada legítima. En la biografía de Melquíades, en el Liber Pontificalis, se dice que en aquellos tiempos se encontraban los maniqueos en Roma; esto es muy posible, ya que el maniqueísmo comenzó a difundirse en Occidente en el siglo IV. La misma fuente atribuye a este Papa un decreto que prohibía terminantemente que los cristianos ayunaran los domingos o los jueves, «porque estos días eran guardados por los paganos como ayuno sagrado». Esta razón es sorprendente; es muy probable que salga del autor del “Liber Pontificalis”, quien con este supuesto decreto remonta una costumbre romana de su tiempo a una ordenanza de Melquíades. El “Liber Pontificalis” es, probablemente, no menos arbitrario al atribuir a este Papa el mérito de un decreto que indicaba que la Oblación consagrada por el Papa en una Misa solemne (refiriéndose al Pan Eucarístico) debía ser llevada a diferentes iglesias en Roma. Tal costumbre ciertamente existió en Roma (Duchesne, Culto cristiano, Londres, 1905, 185); pero no hay nada definitivo que muestre que haya sido introducida por Melquíades, como afirma el “Liber Pontificalis”.

Tras su muerte, el 10 u 11 de enero (el Catálogo Liberiano la registra como III id. jan.; el “Depositio Episcoporum” como IIII id. jan.), de 314, Melquíades fue sepultado en la catacumba de san Calixto y fue venerado como santo. De Rossi lo considera como altamente probable esta localización de la cripta de este Papa (Roma Sotterranea, II, 188 sq.).

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

Nota: En el actual Martirologio Romano se lo recuerda el 10 de enero, pero por tradición en muchos santorales y diócesis se lo recuerda el 10 de diciembre.

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11:26 p.m.

Por: . | Fuente: ElTestigofiel.org

Obispo

Martirologio Romano: En la ciudad de Nisa, en la región de Capadocia, san Gregorio, obispo, hermano de san Basilio el Grande, admirable por su vida y doctrina, que, por haber confesado la recta fe, fue expulsado de su sede por el emperador arriano Valente (c. 394).
San Gregorio de Nisa (o Nissa), a quien el séptimo Concilio ecuménico y segundo de Nicea llamaron «Padre de los Padres», era hermano de los santos Basilio el Grande, Pedro de Sebaste y de Macrina e hijo de los santos Basilio y Emelia; esta última era, a su vez, hija de un mártir. Gregorio nació en Cesárea de Capadocia. Probablemente quedó huérfano muy pronto, pues sus hermanos mayores Basilio y Macrina, se encargaron de su educación. En una carta a su hermano menor, Pedro, san Gregorio nombra a Basilio «nuestro hermano y maestro». La veneración que tenía por él duró toda la vida. Terminada su excelente preparación en las letras sagradas y profanas, Gregorio tomó el oficio de retórico y se casó con una joven llamada Teosebeia. Cuando era ya lector en la Iglesia, aceptó el puesto de profesor de retórica, disciplina en la que era muy versado. Gregorio no encontró el cargo muy de su gusto, pues sus alumnos se interesaban más en las glorias militares, que en las académicas. San Gregorio de Nazianzo le escribió una dura carta, en la que le exhortaba a renunciar a «ese infame honor». La carta tuvo el efecto apetecido. Gregorio volvió al servicio de la Iglesia y fue ordenado sacerdote. Algunos autores llegan a decir que dejó de vivir con su esposa, pero la afirmación carece de fundamento. En aquella época, el celibato sacerdotal no era de precepto ni siquiera en la Iglesia de occidente; en todo caso, no sabemos con certeza si Teosebeia siguió viviendo con san Gregorio o si entró en el convento de santa Macrina. San Gregorio de Nazianzo, que profesaba el mayor respeto a Teosebeia, la llamaba su «santa y bendita hermana» y en el panegírico que pronunció a su muerte, la califica de «gloria de la Iglesia y bendición de nuestra generación».

Según parece, san Gregorio pasó sus primeros años de sacerdocio en el retiro, tal vez en Iris del Ponto. Entre tanto, su hermano Basilio, que era obispo de Cesárea, tenía que hacer frente a la herejía y a la oposición; entre sus enemigos se contaba su propio tío, Gregorio, obispo del Ponto. Esta división en el seno de la familia escandalizó profundamente al joven Gregorio, el cual, con la intención de hacer la paz, falsificó una carta de reconciliación de su tío a su hermano. Naturalmente el fraude se descubrió pronto; san Basilio reprendió a su hermano, por más que el incidente no dejó de divertirle un tanto.

Parece que san Basilio fue quien sugirió el nombre de su hermano para que ocupase la sede de Nisa en 372, pues su política consistía en hacer nombrar prelados ortodoxos en las regiones cercanas a su diócesis para combatir eficazmente la herejía. Así pues, el mismo san Basilio consagró a su hermano, muy contra la voluntad de éste, como obispo de la sede en los confines de la Baja Armenia. Las dificultades empezaron a surgir cuando san Gregorio llegó a Nisa. La ciudad estaba llena de arrianos y uno de los miembros de la corte del emperador había tratado de hacer que se nombrara obispo de la diócesis a un amigo suyo. A pesar de toda su buena voluntad, san Gregorio carecía de tacto y no tenía la menor noción de cómo se gobernaba una diócesis. Con la intención de ayudar a su hermano Basilio, convocó un sínodo de obispos de la provincia de Ancira; pero como Gregorio no supo manejar a los delegados, el sínodo hizo más mal que bien a su hermano. Nada tiene, pues, de extraño que Basilio se haya opuesto al nombramiento de san Gregorio como delegado ante el Papa san Dámaso, diciendo que carecía de experiencia en los asuntos eclesiásticos y era muy mal diplomático.

Apoyado por los arrianos, Demóstenes, gobernador del Ponto, convocó a una reunión, en la que un tal Filocarres acusó a san Gregorio de abuso de las propiedades de la Iglesia y de irregularidad en su elección episcopal. Este se dejó arrestar por los soldados, sin oponer resistencia, pero después consiguió escapar de la brutalidad de sus carceleros y refugiarse en sitio seguro. Sus enemigos alegaron que su fuga era la señal de su culpabilidad; pero san Basilio escribió una violenta carta para hacer notar que el tesorero de la Iglesia había declarado inocente a Gregorio. No obstante eso, un sínodo de obispos de Galacia y del Ponto depuso a san Gregorio, quien anduvo errante hasta el año 378, cuando el emperador Graciano arrojó de la sede al usurpador y llamó al desterrado. El pueblo le recibió con un gran júbilo, que poco después quedó empañado por la muerte de san Basilio y la de santa Macrina. San Gregorio presintió la muerte de su hermana y, la víspera, tuvo con ella una larga conversación, que más tarde relató en sus escritos.

A la muerte de san Basilio, la influencia de san Gregorio empezó a aumentar, lo mismo que su actividad; asistió al Concilio de Antioquía, convocado contra los errores de los melecianos; los obispos ahí reunidos le enviaron a Palestina y Arabia con la misión de poner fin a los desórdenes que la herejía meleciana había provocado. Para facilitar su trabajo, el emperador le concedió el libre uso de los caballos y carruajes del correo imperial. San Gregorio ocupó un sitio muy destacado en el Concilio ecuménico de Constantinopla, el año 381. Era considerado como «la columna de la Iglesia»; estar de su parte era estar con la ortodoxia. El Concilio, que había sido convocado por el emperador Teodosio, manifestó su conformidad con el credo de Nicea y combatió el arrianismo. La asamblea confió a san Gregorio una especie de derecho inquisitorial sobre el Ponto. Hacia el fin de su vida, el santo visitó nuevamente Palestina; los abusos de los peregrinos y la atmósfera herética que encontró allí le llevaron a la conclusión de que, en tales condiciones, las peregrinaciones no constituían una devoción recomendable. En una carta o tratado sobre las peregrinaciones a Jerusalén hace notar que éstas no constituyen un precepto evangélico y añade que él personalmente no había sacado ningún provecho de la visita a los Santos Lugares.

El emperador designó tres diócesis supremas en oriente: la de Gregorio de Nisa, la de Heladio de Cesárea y la de Otreyo de Mitilene. Este honor ganó a san Gregorio la envidia y mala voluntad de Heladio, quien se consideraba como obispo metropolitano y llevó a mal que otro prelado fuese su igual. En una de sus cartas, el santo describe la falta de cortesía con que Heladio le había tratado. Pero en Constantinopla era muy honrado y consultado. Ahí predicó las oraciones fúnebres de san Melecio de Antioquía, de la princesa Pulqueria y de la emperatriz Flaccila, así como un sermón con motivo de la entronización de san Gregorio de Nazianzo. Más tarde predicó también el sermón de la dedicación de la gran iglesia que el prefecto Rufino había erigido cerca de Calcedonia. Es cosa cierta que san Gregorio vivió hasta edad muy avanzada, pero ignoramos la fecha exacta de su muerte.

La veneración de que san Gregorio fue objeto durante su vida y después de su muerte, no tiene eco entre los escritores eclesiásticos modernos, quienes ven en él menos al enemigo del arrianismo, que al causante principal de las cláusulas que el Concilio de Constantinopla insertó en el Credo de Nicea. En todo caso, debemos reconocer que san Gregorio ejerció una gran influencia sobre el segundo Concilio ecuménico y que su ortodoxia es indiscutible. Pero hay que admitir igualmente que se inclinaba a la doctrina universalista, donde se sostiene que todas las cosas serán restauradas en Cristo al fin del mundo. Los escritos del santo demuestran que conocía a fondo a los filósofos paganos. San Gregorio utilizó a Platón, de la misma manera que los escolásticos usaron a Aristóteles. La influencia de Orígenes se deja sentir en sus escritos para los que adoptó, en gran parte, las interpretaciones alegóricas de la Sagrada Escritura. Sus obras literarias, admirables por la elegancia del lenguaje, ofrecen una síntesis exacta de la fe cristiana y son particularmente interesantes por la mezcla de ideas ordinarias con especulaciones místicas y poéticas muy complicadas. Entre las numerosas obras del santo, se destacan el «Discurso Catequético» o instrucción sobre le fe, dos libros contra Eunomio y Apolinar, que constituyen una fuente muy importante para el estudio de las doctrinas de esos dos herejes y muchos comentarios sobre la Sagrada Escritura. Entre las obras ascéticas, hay que mencionar el libro sobre la virginidad, muchos sermones sobre la vida y la conducta del cristiano, así como numerosos panegíricos. Uno de éstos narra la vida y la muerte de santa Macrina; otro, la de tres damas de Jerusalén y un tercero describe en forma muy moderna las bellezas de una «villa» en Galacia donde estuvo san Gregorio. Tanto san Gregorio como san Basilio poseían un sentido de las bellezas naturales que se encuentra muy de cuando en cuando entre los escritores de los primeros siglos.

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