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Funddora de la Congregación
de Hermanas de la Caridad de Santa Ana

Martirologio Romano: En Zaragoza, en España, beata María Ráfols, virgen, que cerca del hospital de esta ciudad fundó la Congregación de Hermanas de la Caridad de Santa Ana y la dirigió con fortaleza de ánimo por entre muchas dificultades. ( 1853)
Esta «heroína de la caridad», nació en Vilafranca del Penedès, Barcelona, España, el 5 de noviembre de 1781. Sus padres eran sencillos pagesos, campesinos que no tenían muchos recursos. Pero al fallecer su padre cuando ella tenía 9 años, su madre contrajo nuevas nupcias. Con una situación económica más holgada pudieron costear sus estudios en la Enseñanza, un prestigioso colegio de Barcelona; tuvieron en cuenta sus excelentes cualidades porque era inteligente, trabajadora y responsable. Entonces se implicó como voluntaria en el hospital de la Santa Creu, dirigido por las Hermanas Hospitalarias de San Juan de Dios. Su capellán, el P. Juan Bonal Cortada y ella se conocieron a raíz de una epidemia de peste. María supo de primera mano cómo se desvivía él por los afectados, especialmente los pobres. El virtuoso sacerdote precisaba personas expertas en el cuidado de los enfermos para el hospital Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza, y seleccionó un grupo compuesto por doce hombres y doce mujeres, entre los que se hallaba María. Tenía 23 años, pero una madurez y cualidades tales que fue designada responsable de todos y luego superiora de la Congregación de Hermanas de la Caridad de Santa Ana, nacida en el mencionado hospital zaragozano ese mismo año de 1804 en el que se produjo su traslado a la ciudad.

Al llegar a Zaragoza tras un recorrido efectuado en carro y plagado de incomodidades, ella se hincó de rodillas ante la Virgen del Pilar pidiendo su amparo; eso da idea del espíritu que le guiaba. Pronto constató que los medios disponibles en el hospital de Gracia dejaban mucho que desear en todos los aspectos. Además, los trabajadores del centro acogieron de mal grado a los recién llegados y les dispensaron un trato hostil. Desde el principio se percató de la serie de circunstancias que había que solventar. El descontento del personal por su mala retribución, las carencias y la descuidada atención a los enfermos requerían actuar con premura y delicadeza. Pero las presiones hicieron que pasado un tiempo los varones abandonaran el hospital. En cambio las mujeres, con María al frente, prosiguieron su incansable labor. La beata pasó por alto los infundados reparos de la Junta del hospital, la Sitiada, que consideraban que actuaba al margen de su dictamen, y poco más tarde logró la conciliación con su sabiduría, prudencia y caridad. Pero siempre tuvo como péndulo sobre su cabeza la oposición de la Junta que le hizo sufrir y probó su virtud. Sus acciones no caían en saco roto y el obispo de Huesca le propuso crear en la ciudad un centro hospitalario similar al zaragozano. Por lo demás, fue una pionera para la época; abrió brechas para la mujer insospechadas anteriormente especializándose en flebotomía, práctica quirúrgica de la sangría de uso habitual en la medicina de entonces, que validó con el examen oportuno.

Pocos años después de llegar a Zaragoza se desencadenó la guerra, y cuando las tropas napoleónicas sitiaron Zaragoza en 1808, el hospital quedó derruido por las bombas. En esos instantes ella fue una heroica abanderada que expuso su vida auxiliando a los heridos, enfermos y dementes a los que buscaba por las calles, sin excluir a los integrantes del bando enemigo. En medio del fragor de la batalla salió a mendigar pidiendo dinero y comida para los miles de acogidos que había en el hospital. Ante la precariedad, con frecuencia se privaba de su propio sustento. En un intervalo de cuatro meses tuvo que trasladar a los enfermos en tres ocasiones, hasta que se instaló el hospital de convalecientes. En el transcurso de la encarnizada lucha sin cuartel dio nuevas pruebas de una fe admirable demandando ayuda para los enfermos, aunque para ello tuvo que cruzar las filas enemigas acompañada de un par de religiosas. Las mujeres avanzaron por el campo de combate en medio del hostigamiento de los soldados que proferían insultos contra ellas, pero lograron que el general francés Lannes las escuchara, las protegiera, y abriera las puertas de par en par. María le había dejado desarmado con su trato delicado y respetuoso, y el militar se conmovió con ese gesto inaudito. No solo obtuvo los recursos esenciales para la atención de los enfermos, sino que contribuyó a que se salvaran muchas vidas, se concedieran indultos y otras gracias. Esta imagen, de gran fuerza plástica, continúa siendo impactante porque hay que tener en cuenta el momento histórico, la situación y el lugar en el que se produjo tal acto de valentía.

Al terminar la guerra, la nueva Junta rectora del hospital no tuvo en cuenta estos antecedentes heroicos, sino que oprimió a las religiosas. Apartaron al P. Bonal, y el prelado Mons. Suárez de Santander, afín a los franceses, puso a María en la tesitura de dimitir trasladándose a Orcajo, Daroca. La Sitiada demandó la presencia de las hermanas en Zaragoza en 1813 para que se hicieran cargo de la casa de beneficencia. Finalmente en 1824 al ser aprobadas las Constituciones por la diócesis, una vez se solventaron los equívocos que llevaron a su recusación, se restituyó a la beata como superiora. Durante once años se ocupó de los huérfanos y abandonados que se hallaban en la Inclusa que dependía del hospital. Pero en 1834 fue imputada por alta traición. Creyendo que conspiraba contra la reina implicada con los carlistas fue recluida dos meses en una cárcel donde confinaban a personas acusadas por la Inquisición. Después, y pese comprobarse que era un malévolo infundio, fue desterrada al exilio. Ya enferma pidió ser trasladada a la casa de Huesca y allí aún vivió seis años de entrega, en silencio –nadie le oyó proferir ninguna queja–, y confianza en Dios. Con el cambio de gobierno regresó al hospital de Gracia y se ocupó de los niños de la Inclusa. Murió el 30 de agosto de 1853. Juan Pablo II la beatificó el 16 de octubre de 1994. En 1908 tanto el P. Bonal, con causa de beatificación abierta, como ella fueron proclamados «Héroes de los Sitios de Zaragoza».

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Terciaria Dominica

Es la primera persona, de todo el continente americano, cuya santidad fue reconocida por la Iglesia  luego del respectivo proceso canónico.

Se la festeja el 30 de Agosto en la mayor parte de América y 23 de Agosto en el resto de países

Martirologio Romano: Santa Rosa, virgen, que, insigne desde muy niña por su austera sobriedad de vida, en Lima, en el Perú, vistió el hábito de las Hermanas de la Tercera Orden de Santo Domingo. Entregada a la penitencia y a la oración, y ardiente de celo por la salvación de los pecadores y de la población indígena, aspiraba a dar la vida por ellos, sometiéndose de buena gana a toda clase de sufrimientos para ganarlos para Cristo. Su muerte tuvo lugar el día veinticuatro de agosto. ( 1617).

Fecha de Beatificación: 15 de abril de 1668 por el Papa Clemente IX 15 abr 1668
Fecha de Canonización: 12 de abril de 1671 por el Papa Clemente X

Patronato: Perú, América y las Filipinas, de los jardineros y floristas,.

Etimológicamente:: Rosa = Bella como la flor del rosal.. Viene de la lengua latina.

Breve Biografía


El Papa Inocencio IX dijo de esta santa un elogio admirable: "Probablemente no ha habido en América un misionero que con sus predicaciones haya logrado más conversiones que las que Rosa de Lima obtuvo con su oración y sus mortificaciones". Lo cual es mucho decir.

Isabel Flores de Oliva, hija de Gaspar de Flores y María de Oliva, que por su belleza recibió popularmente el nombre de "Rosa" al que ella añadió "de Santa María" En el bautizo le pusieron el nombre de Isabel, pero luego la mamá al ver que al paso de los años su rostro se volvía sonrosado y hermoso como una rosa, empezó a llamarla con el nombre de Rosa. Y el Sr. Arzobispo al darle la confirmación le puso definitivamente ese nombre, con el cual es conocida ahora en todo el mundo.

En los años en que nació Santa Rosa de Lima, la sociedad de su época, propia de un periodo colonial, esta orientada en varios aspectos por el ideal de tener más. Hay allí familias pudientes, otras de pequeños propietarios y la gran mayoría de campesinos, negros y mulatos, que son tratados como esclavos. La familia de Rosa es de pequeños propietarios. Los padres de Rosa se esfuerzan en darle una seria educación humana además de proporcionarle una sólida formación en la fe.

Lima tiene una comunidad pionera en la evangelización: el convento de Santo Domingo. Allí los seglares pueden participar en la liturgia, reunirse a meditar la Palabra de Dios y colaborar temporalmente en los puestos misionales o "doctrinas".

Desde pequeñita Rosa tuvo una gran inclinación a la oración y a la meditación. Un día rezando ante una imagen de la Virgen María le pareció que el niño Jesús le decía: "Rosa conságrame a mí todo tu amor". Y en adelante se propuso no vivir sino para amar a Jesucristo. Y al oír a su hermano decir que si muchos hombres se enamoraban perdidamente era por la atracción de una larga cabellera ó de una piel muy hermosa, se cortó el cabello y se propuso llevar el rostro cubierto con un velo, para no ser motivo de tentaciones para nadie. Quería dedicarse únicamente a amar a Jesucristo.

Rosa en su interior vive un dilema: por un lado siente vocación de religiosa contemplativa y, por otros, percibe la imperiosa llamada a realizar esta vocación en el interior de su familia, trabajando por el Reino de Dios desde fuera del convento, esto sucedió así:

Se había propuesto irse de monja agustina. Pero el día en que fue a arrodillarse ante la imagen de la Virgen Santísima para pedirle que le iluminara si debía irse de monja ó no, sintió que no podía levantarse del suelo donde estaba arrodillada. Llamó a su hermano a que le ayudara a levantarse pero él tampoco fue capaz de moverla de allí. Entonces se dio cuenta de que la voluntad de Dios era otra y le dijo a Nuestra Señora: "Oh Madre Celestial, si Dios no quiere que yo me vaya a un convento, desisto desde ahora de su idea". Tan pronto pronunció estas palabras quedó totalmente sin parálisis y se pudo levantar del suelo fácilmente.

A sus 20 años encuentra el camino: ser pobre por la fraternidad universal ingresando en la Orden de Predicadores, en su movimiento seglar, había sucedido que ella vino a saber que la más famosa terciaria dominica es Santa Catalina de Siena (29 de abril) y se propuso estudiar su vida e imitarla en todo. Y lo logró de manera admirable. Se fabricó una túnica blanca y el manto negro y el velo también negro para la cabeza, y así empezó a asistir a las reuniones religiosas del templo.

Su padre fracasó en el negocio de una mina y la familia quedó en gran pobreza. Entonces Rosa se dedicó durante varias horas de cada día a cultivar un huerto en el solar de la casa y durante varias horas de la noche a hacer costuras, para ayudar a los gastos del hogar. Como dominica seglar da clases a los niños, incluyendo aprendizaje de instrumentos musicales (guitarra, arpa, cítara). En aquel hogar la vida es sencilla, pero lo necesario nunca falta.

Participa en la Eucaristía en el Convento de Santo Domingo. Al fondo de su casa, en la huerta de sus padres, construye una cabaña, una ermita, con el fin de asimilar más el Evangelio en la oración; allí entra en comunión con Dios, con los hombres y con la naturaleza. Sólo Dios la va retribuyendo y ella se va forjando como mujer de "contemplación en lo secreto". A esto une una serie de mortificaciones. Explica en sus escritos que la mortificación es necesaria para ser saciados por el Espíritu de Dios, para vivir orientados por el Espíritu Santo, para renovar la faz de la tierra a partir de uno mismo. Frente a sus prójimos es una mujer comprensiva: disculpa los errores de los demás, persona las injurias, se empeña en hacer retornar al buen camino a los pecadores, socorre a los enfermos. Se esfuerza en la misericordia y la compasión.

Es difícil encontrar en América otro caso de mujer que haya hecho mayores penitencias, lo primero que se propuso mortificar fue su orgullo, su amor propio, su deseo de aparecer y de ser admirada y conocida. Y en ella, como en todas las cenicientas del mundo se ha cumplido lo que dijo Jesús: "quien se humilla será enaltecido".-

Una segunda penitencia de Rosa de lima fue la de los alimentos. Su ayuno era casi continuo. Y su abstinencia de carnes era perpetua. Comía lo mínimo necesario para no desfallecer de debilidad. Aún los días de mayores calores, no tomaba bebidas refrescantes de ninguna clase, y aunque a veces la sed la atormentaba, le bastaba mirar el crucifijo y recordar la sed de Jesús en la cruz, para tener valor y seguir aguantando su sed, por amor a Dios.

Dormía sobre duras tablas, con un palo por almohada. Alguna vez que le empezaron a llegar deseos de cambiar sus tablas por un colchón y una almohada, miró al crucifijo y le pareció que Jesús le decía: "Mi cruz, era mucho más cruel que todo esto". Y desde ese día nunca más volvió a pensar en buscar un lecho más cómodo.

Los últimos años vivía continuamente en un ambiente de oración mística, con la mente casi ya más en el cielo que en la tierra. Su oración y sus sacrificios y penitencias conseguían numerosas conversiones de pecadores, y aumento de fervor en muchos religiosos y sacerdotes. En la ciudad de Lima había ya una convicción general de que esta muchacha era una verdadera santa.-

Rosa de Lima, pasó los tres últimos años de su vida en la casa de Don Gonzalo de Massa, desde 1614 a 1617. Don Gonzalo era un empleado rico del gobierno y su esposa, María de Uzategui, tenía un gran aprecio por Rosa. Durante la penosa y larga enfermedad que precedió a su muerte, la oración de la joven era: "Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor".

Desde 1614 ya cada año al llegar la fiesta de San Bartolomé, el 24 de agosto, demuestra su gran alegría. Y explica el porqué de este comportamiento: "Es que en una fiesta de San Bartolomé iré para siempre a estar cerca de mi redentor Jesucristo". Y así sucedió. El 24 de agosto del año 1617, después de terrible y dolorosa agonía, expiró con la alegría de irse a estar para siempre junto al amadísimo Salvador a los 31 años.

Y a esta muchacha de condición económica pobre y sin muchos estudios, le hicieron un funeral poco común en la ciudad de Lima. La primera cuadra llevaron su ataúd los monseñores de la catedral, como lo hacían cuando moría un arzobispo. La segunda cuadra lo llevaron los senadores (u oidores), como lo hacían cuando moría un virrey. Y la tercera cuadra lo llevaron los religiosos de las Comunidades, para demostrarle su gran veneración. El entierro hubo que postponerlo porque inmensas multitudes querían visitar su cadáver, y filas interminables de fieles pasaban con devota veneración frente a él. Después la sepultaron en una de las paredes del templo

Su cuerpo se venera en la Basílica dominicana de Santo Domingo en Lima. Fue canonizada por Clemente X el 12 de abril de 1671. Desde ese año Toda América Meridional y Filipinas la veneran como patrona.

Así es, como es celebrada como la primera flor de santidad de América, insigne por la fragancia de su penitencia y oración. Dotada de brillantes cualidades y dotes de ingenio que tuvo ya desde niña se consagra al Señor con voto de virginidad. Sintió profunda veneración por Santa Catalina de Siena , con quien se advierte una sorprendente afinidad, así fue como por ello decidió en 1606, inscribirse en la Orden Seglar Dominicana para darse más plenamente a la perfección evangélica.

Esta amante de la soledad dedicó gran parte del tiempo a la contemplación deseando también introducir a otros en los arcanos de la "oración secreta", divulgando para ello libros espirituales. Anima a los sacerdotes para que atraigan a todos al amor a la oración.

Recluida frecuentemente en la pequeña ermita que se hizo en el huerto de sus padres, abrirá su alma a la obra misionera de la Iglesia con celo ardiente por la salvación de los pecadores y de los "indios". Por ellos desea dar su vida y se entrega a duras penitencias, para ganarlos a Cristo. Durante quince años soportará gran aridez espiritual como crisol purificador. También destaca por sus obras de misericordia con los necesitados y oprimidos.

Rosa arde en amor a Jesús en la Eucaristía y en honda piedad para con su Madre, cuyo rosario propaga con infatigable celo, estimando que todo cristiano "debe predicarlo con la palabra y tenerlo grabado en el corazón".

Los milagros empezaron a sucederse en favor de los que invocaban la intercesión de Rosa, y el sumo pontífice la declaró santa y la proclamó Patrona de América Latina, Rosa de Lima, es la más bella rosa que ha producido nuestro continente.

Santa Rosa de Lima

Himno

Cuando, Señor, en quieta lotananza
Se encienden los fulgores de este día,
No dejes avivar nuestra esperanza,
Atiende al corazón que en ti confía.

Van a pasar por manos laboriosas
Los granos de un rosario de ilusiones,
Acógelas, Señor, que son hermosas,
Amor y don de nuestros corazones.

Mujer llena de Dios, oh Santa Rosa,
Vivir para el Señor, para el Amado,
Fue el ansia de tu amor, gracia divina,
Llevada de su fuerza y de su mano.

No olvides los que vamos de camino
Siguiendo en el desierto tus pisadas,
Aboga ante el Señor favor divino,
Seguir como seguiste sus llamadas.

Proclamen nuestros labios la grandeza
Del Padre qu en el Hijo nos dio gozo,
Y, siendo nuestra herencia la pobreza,
Nos colma de su amor el Fuego Santo. Amén

ORACIÓN A SANTA ROSA DE LIMA

Santa Rosa, "Rosa y Reina del Perú", encendida en el amor a Dios y a la fe, te apartaste del mundo y te entregaste a Cristo en medio de admirables penitencias.

Quisiste ser apóstol y llevar a todos los hombres hacia Jesús. Para ello renunciaste a tu hermosura y a tus atractivos humanos, mortificando tu cuerpo... Alcánzanos el camino de la verdadera vida para que lleguemos a gozar un día de los bienes eternos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

ORACIÓN

Oh esclarecida Virgen, Rosa celestial, que con el buen olor de vuestras virtudes habéis llenado de fragancia a toda la Iglesia de Dios y merecido en la gloria una corona inmarcesible; a vuestra protección acudimos para que nos alcances de vuestro celestial Esposo un corazón desprendido de las vanidades del mundo y lleno de amor divino.

¡Oh flor la más hermosa y delicada que ha producido la tierra americana!, portento de la gracia y modelo de las almas que desean seguir de cerca las huellas del Divino Maestro, obtened para nosotros las bendiciones del Señor. Proteged a la Iglesia, sostened a las almas buenas y apartad del pueblo cristiano las tinieblas de los errores para que brille siempre majestuosa la luz de la Fe y para que Jesús, vida nuestra, reine en las inteligencias de todos los hombres y nos admita algún día en su eterna y dichosa mansión. Amén.

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Monje Maronita

Martirologio Romano: En Kfifane, Beato Esteban, en el siglo Yousef (José) Nehmé, religioso profeso libanés de la orden libanesa de los maronitas. ( 1938)

Martirologio Romano: 27 de junio de 2010, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI.

Yousef (José), hijo de Esteban Nehmé y Cristina Badwi, nacido en Marzo de 1889, en Lehfed, un poblado del Municipio Biblos, al Nor-centro del Líbano, era el menor de 4 hermanos en una familia humilde, su único medio de vida es el cultivo de la tierra.

En 1905, con apenas 16 años de vida se dirige al convento de la Orden Libanesa Maronita en Kfifan, a un día de camino de Lehfed para ingresar a la vida monástica, con el nombre de Estefan, en honor al patrón de su pueblo y su padre.

En agosto de 1907 ofrendó sus promesas monásticas para iniciar una vida llena de humildad, sencillez y servicio al prójimo, de un monasterio a otro en las montañas de mi país.

Pasaron los tiempos y Estefan llego a ser Jefe de Trecho en el monasterio, cultivando, cosechando y manteniendo la tierra.

El 30 de agosto de 1938, a los 49 años de edad se marchó el Hermano Nehmé a la casa del Padre, 12 años después abren el ataúd y encuentran el cuerpo puro e intacto y desde entonces las multitudes visitan al Hermano Monje para obtener muchas bendiciones y milagros con su intercesión.

El sábado 27 de marzo de 2010, S.S. Benedicto XVI firmó el decreto referente a un milagro atribuido a la intercesión del Beato Esteban Nehmé.

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En Roma, conmemoración de san Pammaquio (Palmaquio o Pammaquio), senador, notable por su preparación en lo relativo a la fe y por su generosidad hacia los pobres. Por su piedad para con Dios fue fundado el título en el monte Celio.

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Por: . | Fuente: Clairval.com

Fundadora

Martirologio Romano: En Renes, en Francia, Santa María de la Cruz (Juana) Jugan, virgen, que fundó la Congregación de las Hermanitas de los Pobres, para pedir limosna por Dios para los pobres, y expulsada injustamente de la dirección del Instituto, pasó el resto de su vida en la oración y en la humildad. ( 1879)

Fecha de canonización: 11 de octubre de 2009, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI.

Breve Biografía


Juana Jugan nace en Cancale (Bretaña - Francia) el 25 de octubre de 1792, y es bautizada aquel mismo día. Es la quinta de una familia de siete hermanos. Su padre, marino como la mayoría de los habitantes de Cancale, desaparece en el mar el año en que Juana cumple su cuarto cumpleaños. La pequeña Juana aprende enseguida de su madre a realizar las tareas domésticas, a cuidar de los animales y, sobre todo, a rezar. Al igual que otras muchas iglesias, la de Cancale había sido cerrada por la Revolución. Ya no hay catecismo organizado, pero muchos niños reciben instrucción en secreto por parte de personas piadosas. En 1803, Juana recibe la primera Comunión. A partir de aquel día se vuelve especialmente obediente y dulce, dispuesta para el trabajo y asidua a la oración.

«No encontrarás mejor partido»

A finales de 1816 tiene lugar en Cancale una gran «Misión»: unos veinte sacerdotes se reparten los sermones, el catecismo, el Rosario, las confesiones, las visitas a domicilio, etc. Son días de gracias y de fervor por toda la parroquia. En medio de la oración, Juana siente brotar en su corazón un enorme deseo de consagrarse al servicio de los pobres por amor de Dios, sin esperar recompensa humana alguna. Al final de la Misión, rechaza definitivamente una petición de matrimonio. Su madre le pregunta: «¿Por qué lo has rechazado? No encontrarás mejor partido. – El Señor me reserva para una obra que aún no se ha fundado», responde Juana.

Al año siguiente, Juana abandona Cancale y a su familia para servir a Cristo en medio de los pobres y vivir como pobre entre ellos, entrando como enfermera en el hospital Rosais de Saint-Servan. Pero, al cabo de varios años de servicio, cae gravemente enferma. Una persona caritativa, la señorita Lecoq, la acoge en su casa. Durante doce años, llevarán las dos una vida en común, condicionada por la oración, la Misa diaria, la visita a los pobres y la catequesis a los niños. Tras la muerte de la señorita Lecoq, Juana conoce a Francisca Aubert, que comparte el mismo ideal de vida. Alquilan una vivienda y se consagran al cuidado de los pobres. Muy pronto se les agrega una joven de diecisiete años: Virginia Trénadiel.

Una tarde, Juana regresa, con aspecto preocupado, de su jornada de trabajo. Francisca vigila la sopa mientras hila en la rueca. Juana le dice: «Acabo de visitar a una persona digna de lástima... ¡Imagínate una anciana ciega, medio paralítica, completamente sola en un cuchitril y en estos primeros fríos del invierno!... Francisca, ¿qué te parece si la traemos a casa? Para los gastos, trabajaré más. – Como quieras, Juana». La ciega se llama Ana Chauvin. Al día siguiente, Juana la recoge y la acuesta en su propia cama. La inválida siente preocupación: «¿Cómo harán para alimentarme? ¿Dónde se acostará usted si me da su cama? – No se preocupe», responde Juana. Unos días más tarde, una vieja soltera, Isabel Quéru, tiritando de frío, llama tímidamente a la puerta. Había servido sin sueldo, durante muchos años, a unos dueños arruinados. A la muerte de éstos, se había quedado sin protección y sin recursos. «Isabel, le dice Juana, es el Señor quien le envía. Quédese con nosotras».

Una amiga de Virginia, María Jamet, no tarda en relacionarse con Juana y la gente de su casa. El 15 de octubre de 1840, las tres amigas fundan una pequeña asociación de caridad dirigida por el párroco Augusto Le Pailleur, vicario de Saint-Servan. Francisca Aubert acepta ayudarlas en lo que respecta a las curas y a los remiendos, pero se considera demasiado mayor para comprometerse más a fondo. En contrapartida, una joven obrera de veintisiete años, muy enferma, Magdalena Bourges, que había sido acogida y curada por Juana, se incorpora a aquel pequeño grupo. De ese modo, en torno a las dos mujeres mayores, acaba de nacer una pequeña célula, embrión de una gran congregación que se llamará de las «Hermanitas de los pobres».

«Con mi cesto...»

Muy pronto, otros ancianos indigentes solicitan ser hospedados, y las hermanas se trasladan a otros locales más amplios. Pero la generosidad de los amigos y los ingresos de las hermanas, de cuyo trabajo vive la casa, ya no son suficientes. Las ancianas que tenían costumbre de mendigar le dicen a Juana: «¡Reemplácenos, mendigue por nosotras!». Un religioso de San Juan de Dios mueve a la fundadora a que siga ese consejo y le entrega su primer cesto de la colecta. La orgullosa naturaleza bretona de Juana se rebela ante esa necesidad, pero al final se decide. Más tarde les dirá a las novicias: «Os mandarán a la colecta, hijas mías, y os costará mucho. También yo la hice, con mi cesto; me costaba mucho, pero lo hacía por el Señor y por los pobres». He aquí el origen de la colecta, principal fuente de ingresos de las Hermanitas de los pobres.

En sus rondas, Juana pide dinero, pero también dádivas en especie, como verduras, sábanas usadas, lana, un caldero, etc. Pero no siempre es bien recibida. Un día, llama a la puerta de un anciano rico y avaro; consigue persuadirlo y recibe una buena ofrenda. Al día siguiente, la limosnera se presenta de nuevo en su casa, pero esta vez él se enfada. «Señor, responde ella, mis pobres tenían hambre ayer, también hoy tienen hambre y mañana seguirán teniendo hambre...». Ya más tranquilo, el bienhechor entrega una limosna y promete seguir haciéndolo. En otra ocasión, un viejo soltero, enfadado, le pega una bofetada. Ella le dice con humildad: «Gracias; eso es para mí. ¡Pero ahora déme algo para mis pobres, por favor!». Tanta mansedumbre abre el monedero del solterón. De ese modo, con la sonrisa, consigue invitar a los ricos a la reflexión, al descubrimiento de las necesidades de los pobres, y la colecta se convierte en una verdadera evangelización, en una llamada a la conversión del corazón.

Juana Jugan siente aversión por la ociosidad. «La Virgen era pobre, le gusta repetir. Hacía como los pobres: no perdía el tiempo, pues los pobres nunca deben estar desopucados». Tras haber conseguido unas ruecas, hiladoras y devanaderas, las entrega a sus internas menos impedidas, quienes, orgullosas de aportar con su trabajo algún dinero a la bolsa comunitaria, se toman mayor interés en la vida del asilo.

Poco a poco, Juana y sus amigas se organizan. Llevan una vestimenta semejante, un nombre de religión –el de Juana es «sor María de la Cruz»– y pronuncian votos privados, de obediencia y de castidad. Algo más tarde añaden los de pobreza y hospitalidad. Por este último se consagran a la acogida de los ancianos pobres. A finales de 1843, las hermanas tienen a su cargo unas cuarenta personas, hombres y mujeres. El 8 de diciembre, proceden a elegir a su superiora, cuyo cargo vuelve a recaer por unanimidad en Juana. Pero el día 23, el párroco Le Pailleur impone su autoridad y anula esa elección, designando como superiora a María Jamet, que tiene sólo 23 años (Juana tiene 51). El sacerdote teme, en efecto, no poder dirigir la congregación a su antojo con Juana, cuya experiencia y celebridad le molestan. Juana mira el crucifijo de la pared, después una estatuilla de la Virgen, y se arrodilla ante su sustituta, prometiéndole obediencia. En adelante su misión consistirá en hacer la colecta.

Un alma menos templada habría retrocedido ante la perspectiva de perder el gobierno de una casa organizada a su manera, para convertirse en una mendiga. «A mi entender –declaró un religioso franciscano originario de Cancale–, por parte de mi venerable compatriota, el hecho de ser desposeída de su puesto de superiora y de convertirse en una simple mendiga fue un gran acto de virtud, porque las mujeres de Cancale son más bien independientes, incluso autoritarias, y antes prefieren mandar que obedecer». A partir del 24 de diciembre, a pesar del riguroso ayuno de aquella vigilia de Navidad, Juana vuelve a sus rondas de colecta. «¡Cuántas pruebas y méritos –exclamó un orador– supone esa colecta llena de angustias, realizada siempre para cubrir las necesidades de ese día o del siguiente! ¡Había que salir a pesar del tiempo, sufrir el calor, el frío o la lluvia, abordar a todo tipo de gente, recorrer largos trayectos y llevar pesados fardos!». Pero el alma de Juana está «verdaderamente imbuída del misterio de Cristo Redentor, en especial en su Pasión y Cruz» (Juan Pablo II, 3 de octubre de 1982).

¿Madre o hija?

Unida a Cristo, Juana acepta de corazón las humillaciones, llegando incluso a amarlas y a buscarlas. Quizás, una de las que más le cuesta sobrellevar es, a causa de su orgullo nativo, la que procede de la manera en que la superiora le prodiga sus advertencias. En una carta del 26 de enero de 1846, María Jamet, veintisiete años más joven que Juana, le escribe: «Querida hija... ¡Qué bueno es Dios, que permite que una pobre como tú sea tan bien acogida!... Sin embargo, hija mía, procura no ser importuna, y si llegas a molestar, aunque sea poco, no abuses de la bondad de esa excelente persona... Te recomiendo que tengas cuidado de no concebir ningún sentimiento de amor propio. Debes convencerte de que, si actúan contigo de ese modo, no es a causa de ti, sino que es Dios quien lo permite para bien de sus pobres. En cuanto a ti, considérate como lo que eres en realidad, es decir, pobre, débil, miserable e incapaz de todo bien... Tu madre, María Jamet». Juana recibe esos consejos con dulzura y humildad.

El desarrollo de la obra obliga a extender las colectas más lejos. Juana es enviada a Rennes, donde, desde los primeros días se fija en los mendigos, sobre todo en los más viejos, que necesitan auxilio con urgencia. Sin duda alguna, hay que fundar una casa en esa ciudad. Con la ayuda de San José, el 25 de marzo de 1846 adquieren una casa. Juana vuelve a sus colectas por las ciudades del oeste de Francia. Se inauguran casas en Dinan, Tours, París, Besançon, Nantes, Angers, etc. Varias veces, porque ha sabido conquistar la confianza de todos, Juana consigue salvar del desastre a la obra, cuya dirección le ha sido usurpada. Ella acude, obtiene los fondos que faltan, anima a unos y a otros y se eclipsa para ayudar en otros lugares. Parece como si no tuviera dónde reposar la cabeza, pero ella se apoya por completo en la Providencia.

«¡San José, queremos mantequilla!»

Es deseo de Juana Jugan que las personas mayores se sientan realmente como en su casa en los lugares de acogida. Un día, en la fundación de Angers, se da cuenta de que los ancianos comen el pan sin nada. «¡Estamos en el país de la mantequilla!, exclama. ¿Por qué no le pedís a San José?». Enciende una lamparilla ante la estatua del padre putativo de Jesús, manda que traigan todos los recipientes de mantequilla vacíos y coloca un cartel: «San José, mándanos mantequilla para los ancianos». Los visitantes se extrañan o se divierten ante semejante candor, pero bajo esa aparente ingenuidad se esconde una profunda fe. Unos días más tarde, un donante anónimo envía un lote muy importante de mantequilla, con el que se llenan todos los recipientes. También es deseo de Juana procurar alegría a sus pobres, por lo que se dirige al coronel de la guarnición de Angers y le pide que, por la tarde de un día festivo, envíe a algunos músicos del regimiento para alegrar a sus ancianos. «Hermana, le voy a enviar toda la banda para complacerla y para regocijo de todos sus ancianos». Y la banda militar de Angers acude a contribuir a la alegría de la fiesta.

En mayo de 1852, el arzobispo de Rennes, donde se encuentra la casa madre de las hermanas, aprueba oficialmente los estatutos de la obra, dándole el nombre de Familia de las Hermanitas de los pobres. Las hermanas, al socorrer a las personas mayores abandonadas, ponen de relieve el insustituible valor de la vida humana en la vejez. Su testimonio adquiere una importancia muy especial en nuestra época, en que los progresos de la técnica y de la medicina suponen una prolongación de la esperanza media de vida.

La estima hacia los ancianos se basa en la ley natural expresada en el mandamiento de Dios Honra a tu padre y a tu madre (Dt 5, 16). «Honrar a las personas mayores implica un triple deber para con ellos: acogerlos, asistirlos y dar valor a sus cualidades» (Juan Pablo II, Carta a las personas mayores, 11-12). Las personas mayores necesitan asistencia con motivo de la disminución de sus fuerzas y de eventuales dolencias, pero, en contrapartida, pueden aportar mucho a la sociedad. Las vicisitudes que han debido soportar durante su vida les han dotado de una experiencia y de una madurez que les mueven a contemplar los acontecimientos de este mundo con mayor sensatez. Siguiendo sus enseñanzas, las generaciones más jóvenes pueden tomar lecciones de historia que deberían ayudarles a no repetir los errores del pasado. Nuestra sociedad, dominada por las prisas y la agitación, olvida los principales interrogantes que conciernen a la vocación, a la dignidad y al destino del hombre. En ese contexto, los valores afectivos, morales y religiosos que han podido vivir las personas mayores representan una fuente indispensable para el equilibrio de la sociedad, de las familias y de las personas. Frente al individualismo, nos recuerdan que nadie puede vivir solo, y que es necesaria la solidaridad entre las generaciones, de manera que cada una pueda enriquecerse con los dones de las demás.

Misioneras en la tercera edad

Las personas mayores cumplen igualmente una misión evangelizadora; en muchas familias los niños pequeños reciben de sus abuelos los primeros rudimentos de la fe. Los ancianos, incluso los más enfermos o quienes se ven privados de la movilidad, pueden cumplir también, para el bien de la Iglesia y del mundo, el servicio de la oración. A través de ésta participan tanto de los dolores como de las alegrías de los demás, rompiendo el círculo del aislamiento y de la impotencia. Tomando fuerzas de la oración, son capaces de infundir ánimos, mediante el testimonio de un sufrimiento asumido en el abandono a Dios y la paciencia.

Las personas mayores encuentran ocasión de completar, en sus carnes y en su corazón, lo que le falta a la Pasión de Cristo (cf. Col 1, 24), ofreciendo la prueba de la enfermedad y del sufrimiento –que es su destino común– a la intención de la Iglesia y del mundo. Pero, para poder realizar dicha misión, necesitan sentirse amadas y respetadas, pues no resulta fácil aceptar el sufrimiento con humildad. Por eso, las personas que padecen grandes sufrimientos son tentadas en ocasiones por la exasperación y la desesperanza. Entonces, las personas allegadas pueden sentirse inclinadas, debido a una compasión mal entendida, a considerar razonable la provocación directa de la muerte (la eutanasia). Pero, «a pesar de las intenciones y de las circunstancias, la eutanasia sigue siendo un acto intrínsecamente malo, una violación de la ley de Dios y una ofensa a la dignidad de la persona humana» (Juan Pablo II, Carta a las personas mayores, 9; cf. encíclica Evangelium vitae, 65). Solamente Dios determina el principio y el fin de la vida humana, según su designio de Creador, y llama a cada persona a ser su hijo mediante la participación en su propia vida divina. Esa dignidad incomparable procede de Cristo, quien, en la Encarnación, «se unió en cierto modo a todo hombre» (Vaticano II, Gaudium et Spes, 22); por lo tanto debe ser respetada. Es la razón principal de la consagración de las Hermanitas de los pobres a los ancianos, en quienes Juana Jugan les enseñó a ver a Jesucristo.

«Se la cedo de buen grado»

Después de haber servido a Cristo con sus colectas, la beata acabará sus días en el silencio. En efecto, durante el transcurso del año 1852, el párroco Le Pailleur le ordena que se retire a la casa madre. En adelante ya no mantendrá relaciones regulares con los bienhechores, ni funciones destacadas en la congregación. Aún vivirá veintisiete años, oculta a los ojos de los hombres, ocupada en humildes tareas domésticas y sin ninguna reivindicación. Con gran lucidez sobre esa situación, su corazón sigue siendo lo suficientemente libre como para decirle de broma al padre Le Pailleur: «Me ha robado usted mi obra; pero se la cedo de buen grado». En la primavera de 1856, la casa madre de las Hermanitas se traslada a una extensa propiedad que han comprado a treinta y cinco kilómetros de Rennes: la Tour Saint-Joseph, donde Juana prodiga consejos espirituales a las novicias. En las horas difíciles les dice: «Cuando os encontréis al límite de vuestra paciencia y de vuestras fuerzas, cuando os sintáis solas e impotentes, id al encuentro de Jesús; Él os espera en la capilla. Decidle esto: «Sabes muy bien lo que ocurre, Jesús mío, sólo tú lo sabes todo. Ven en mi ayuda». Luego os marcháis, y no os preocupéis por cómo tengáis que actuar; basta con que se lo hayáis dicho al Señor; él tiene buena memoria».

Insiste a las novicias para que no multipliquen demasiado las oraciones: «Cansaréis a los ancianos, se aburrirán y se irán a fumar... incluso durante el Rosario». Con las jóvenes comparte sus experiencias: «Hay que estar siempre de buen humor; a nuestros ancianitos no les gustan las caras tristes... No hay que tener miedo a cocinar, ni tampoco a curarlos cuando están enfermos. Hay que ser como una madre para quienes saben darnos las gracias y también para quienes no saben reconocer todo lo que hacéis por ellos. Repetíos a vosotras mismas: «¡Por ti lo hago, Jesús mío!»». Y además: «Antes de actuar hay que rezar y reflexionar. Es lo que he hecho durante toda la vida: sopesaba todas mis palabras».

En los últimos años de su vida, Juana habla con frecuencia, aunque con serenidad, de su muerte. Pero, antes de partir, tendrá una última alegría. El 1 de marzo de 1879, León XIII aprueba definitivamente las constituciones de las Hermanitas de los pobres. En aquel momento, la congregación cuenta aproximadamente con 2.400 hermanas y 177 casas de acogida. El 29 de agosto siguiente, Juana se extingue dulcemente después de decir: «¡Oh, María, madre mía, ven conmigo. Sabes que te amo y que tengo ganas de verte!». Una vida de tanta humildad tenía que producir muchos frutos. En el umbral del tercer milenio, 3.460 Hermanitas dan vida a 221 casas, repartidas por los 5 continentes. Por una maravillosa consideración de la Providencia, siguen viviendo principalmente de las dádivas que reciben.

Con motivo de la beatificación de Juana Jugan (Octubre 3 / 1982), el Papa Juan Pablo II decía: «La Iglesia entera y la propia sociedad no pueden sino admirar y aplaudir el maravilloso crecimiento de la pequeña semilla depositada en tierra bretona por esta humilde joven de Cancale, tan pobre de bienes pero tan rica de fe... Et exaltavit humiles (Ensalza a los humildes). Esta frase tan conocida del Magnificat colma mi espíritu y mi corazón de gozo y de emoción... La atenta lectura de las biografías dedicadas a Juana Jugan y a su epopeya de caridad evangélica, me inducen a decir que Dios no podía dejar de glorificar a tan humilde servidora... Al recomendar a menudo a las Hermanitas con frases como «¡Sed pequeñas, muy pequeñas! ¡Conservad ese espíritu de humildad y de sencillez! Si llegáramos a creernos que somos algo, la congregación dejaría de bendecir a Dios y nos desmoronaríamos», Juana estaba revelando en realidad su propia experiencia espiritual... En nuestro tiempo, el orgullo, la búsqueda de la eficacia, la tentación de los medios de poder, están ganando actualidad en el mundo, y también a veces, por desgracia, en la Iglesia. Son un obstáculo para el advenimiento del reino de Dios. Por eso la fisonomía espiritual de Juana Jugan es capaz de atraer a los discípulos de Cristo y de llenar sus corazones de esperanza y de alegría evangélica, tomadas de Dios y del olvido de sí mismo».

Fue canonizada el 11 de octubre de 2009.

Reproducido con autorización expresa de Abadía San José de Clairval

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11:23 p.m.

Por: . | Fuente: Vatican.va

Religiosa

Martirologio Romano: En el convento carmelita de Ollur, India, Santa Eufrasia Eluvathingal del Sagrado Corazón, religiosa profesa de la Congregación de las Hermanas de la Madre del Carmelo ( 1952)

Fecha de canonización: 23 de noviembre de 2014 por el Papa Francisco.

Nació el 17 de octubre de 1877 en la aldea de Kattoor (India), en la parroquia de Edathuruthy, que formaba parte del entonces vicariato de Trichur (posteriormente pasó a ser diócesis y fue dividida) y que actualmente pertenece a la diócesis de Irinjalakuda. Era hija de Antony y Kunjethy de Eluvathingal Cherpukaran. Fue bautizada con el nombre de Rose.

Desde pequeña, por influencia de su madre, mujer muy piadosa, comenzó a ejercitarse en las virtudes. A la edad de nueve años consagró a Dios su virginidad.

Contra la voluntad de su padre, a la edad de doce años ingresó en el internado de las religiosas de la Congregación de la Madre del Carmen de Koonammavu.

Después de la reorganización de los vicariatos apostólicos, realizada en el año 1896, el 9 de mayo de 1897 las religiosas y las aspirantes del vicariato de Trichur se trasladaron de Koonammavu a Ambazhakkad.

Al día siguiente, Rose recibió el velo y se convirtió en postulante con el nombre de Eufrasia del Sagrado Corazón de Jesús. El 10 de enero de 1898 tomó el hábito en la Congregación de la Madre del Carmen, el primer instituto femenino surgido en la Iglesia siro-malabar: fue fundada el 13 de febrero de 1866 en Koonammavu, en el Estado de Kerala, por San Kuriakose Elías Chavara y el padre Leopoldo Beccaro, de la Orden de los Carmelitas Descalzos, entonces delegado carmelita en Kerala, como tercera orden de los Carmelitas Descalzos. Desde el año 1967 es de derecho pontificio.

El 24 de mayo de 1900, con ocasión de la fundación del convento de Santa María en Ollur -distante 5 kilómetros de la ciudad de Trichur-, sor Eufrasia emitió los votos perpetuos. En ese convento vivió durante 48 años.

En 1904 fue nombrada maestra de novicias. Siguió desempeñando este cargo hasta que fue nombrada superiora, en el año 1913.

Por su profundo espíritu de oración la gente la llamaba "madre orante". Alcanzó una unión muy profunda con el Señor, especialmente en la sagrada Eucaristía. Sus hermanas carmelitas la llamaban "sagrario móvil". Pasaba muchas horas ante el sagrario en la capilla del convento, olvidada de sí misma y de todo lo que la rodeaba.

En una carta a su director espiritual expresa la sed que sentía de adorar, amar y consolar a Cristo en la Eucaristía: "Dado que aquí la mayor riqueza, la santa misa, no se celebra a menudo, experimento un gran dolor interior y siento un gran deseo de suplir esa ausencia. Tengo una gran hambre y una gran sed de hacer algo al respecto" (3 de julio de 1902).

Fue una gran apóstol de la Eucaristía. Se esforzaba por hacer que todos amaran, adoraran y consolaran a Jesús en el santísimo Sacramento.

También tenía una devoción especial a Cristo crucificado. Besaba con frecuencia el crucifijo y hablaba interiormente con él, apretándolo contra su pecho. El sufrimiento, la pasión y el dolor de Cristo provocaban un gran dolor en su corazón.

Asimismo, profesaba una filial devoción a la Virgen María, a la que sentía como su verdadera madre. Era especialmente devota del santo rosario. Solía rezar los quince misterios, meditando en la vida de nuestro Señor y de su Madre María.

Llevó una vida muy sencilla y austera, realizando numerosos actos de penitencia y mortificación. Comía una sola vez al día, evitando la carne, el pescado, los huevos y la leche.

Conjugaba perfectamente en su vida la acción y la contemplación. Su amor a Dios se manifestaba en la compasión y el amor a las personas que se dirigían a ella para que las ayudara en sus dificultades económicas o problemas familiares, o para pedirle oraciones a fin de curar de una enfermedad, obtener un empleo o superar un examen. Sabían que ella intercedería ante la Madre de Dios y que sus plegarias siempre eran escuchadas. Era un modelo ejemplar de caridad. La madre Eufrasia, que había ofrecido su vida como sacrificio de amor a Dios, murió el 29 de agosto de 1952.

Fue beatificada el 3 de diciembre de 2006 en la iglesia de San Antonio Forane, en Ollur, archidiócesis de Trichur, por el cardenal Varkey Vithayathil, arzobispo mayor de Ernakulam-Angamaly de los siro-malabares.
 

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11:23 p.m.

Por: . | Fuente: Santiebeati.it

Religiosa

Martirologio Romano: En Poznan, ciudad de Polonia, beata Sancja (Joanina) Szymkowiak, virgen, de la Congregación de la Hijas de la Bienaventurada Virgen María de los Dolores, que, en medio de las dificultades de la guerra, se ocupó con gran entrega de los detenidos en las cárceles (1942).
Sor Sancja Szymkowiak, nació el 10 de julio de 1910 en Możdżanów (Ostrów Wielkopolski, Polonia). Fue la última de los hijos que tuvieron Agostino y Maria Duchalska, luego de haber procreado a cuatro varones, de los que uno se hiso sacerdote. El día del bautismo recibió el nombre de Giannina. De su familia, acomodada e intensamente creyente, recibe una sólida educación. Desde la primera juventud se distinguió por la excepcional bondad y la auténtica devoción, fascinando con su serenidad y sencillez. Después de la escuela superior estudió en la Facultad de Lenguas y Literatura Extranjeras en la universidad de Poznan, empeñándose intensamente tanto en el crecimiento intelectual como en el espiritual. Toma parte activa en la Asociación Mariana, desarrollando un apostolado discreto y eficaz y transmitiéndoles a los jóvenes la alegría de vivir. Encuentra tiempo para prestarle atención a todo, de modo particularmente sensible en ayudar a los más débiles y abatidos, se dedica con fervor a las obras de caridad en el barrio más pobre de la ciudad. La eucaristía fue el centro y el manantial de su gran celo apostólico.

Desde joven se sintió llamada a la vida religiosa. En el verano de 1934 partió para Francia y, durante una romería a Lourdes, decide hacerse monja encomendándose a la Virgen Inmaculada. En junio del 1936, superadas muchas dificultades, ingresó al convento de las Hijas de la Bienaventurada Virgen María de los Dolores, mejor conocidas como las Monjas Seráficas, de Poznan, asumiendo el nombre de María Sancja. Desde el principio se distinguió por el gran celo en la observancia de las Reglas del Instituto y en el ejercicio de los servicios más humildes. Su vida, que no tuvo aparentemente nada excepcional, escondió una profunda unión con Dios, en la completa disponibilidad de atender su voluntad en todo, también en los asuntos más modestos.

Durante la ocupación alemana Sor Sancja, no aprovechó el permiso de poder volver a su familia, dado los peligros y los incomodidades de la guerra, se quedó en el convento junto a otras monjas, y fueron sometidas por los militares a duros trabajos. Dócil a la voluntad de Dios, infundía alrededor suyo un aire de paz y esperanza, encarnando, para los afligidos y sufrientes, un efectivo apoyo y un eficaz consuelo. Los prisioneros franceses e ingleses, a los que prestó su personal ayuda en calidad de traductora, la llamaron “ángel de bondad” y “santa Sancja“.

Las enormes fatigas y las difíciles condiciones del convento de Poznan pusieron a dura prueba sus fuerzas y fue víctima de una grave forma de tuberculosis a la laringe. Abandonándose en los brazos cariñosos de Dios Padre ofreció un fulgurante ejemplo de sereno aguante de los sufrimientos. Con gozo profesó los votos perpetuos el 6 de julio de 1942, profundamente unida al Esposo Celestial, en la fervorosa espera de su venida en el momento de la muerte, que ocurrió el 29 agosto del mismo año, cuando tenía solamente treinta y dos años.

Reproducido con autorización de Santiebeati.it

responsable de la traducción: Xavier Villalta

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5:55 p.m.

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Memoria del martirio de san Juan Bautista, al que Herodes Antipas retuvo encarcelado en la fortaleza de Maqueronte y a quien, en el día de su cumpleaños, mandó decapitar a petición de la hija de Herodías. De esta suerte, el Precursor del Señor, como lámpara encendida y resplandeciente, tanto en la muerte como en la vida dio testimonio de la verdad (s. I).

11:23 p.m.

Por: . | Fuente: lasalle.org

Religioso Lasallista y Mártir

Martirologio Romano: En Tarragona, España, Beatos Manuel Borrás Ferré Obispo Auxiliar de Tarragona, Agapito Modesto religioso lasallista y 145 compañeros, asesinados por odio a la fe. ( 1936-39)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco

Nació en Berga (Barcelona) el 17 de junio de 1907. Fue bautizado a los tres días.

Fue alumno do los Hermanos on su pueblo natal. Ingresado en el Noviciado Menor de Cambrils, pasó al Noviciado de Fortianell y tomo el Habito el 16 de noviembre de 1923. Ejercio su apostolado en San Hipolito do Voltrega, y luego en San Feliu de Guixols.

Las leyes de la República en 1932 obligaron a reestructurar las comunidades, y entonces paso a la escuela de la Barceloneta. Tuvo que incorporarse a filas. e hizo el servicio militar en Tarragona. Tuvo la suerte de poder ir a dormir al colegio, con lo cual mantuvo estrecha relación con los Hermanos y con ]a vida religiosa.

Acabado su servicio militar quedó asignado al colegio de Tarragona hasta las vacaciones de 1934, en que fue destinado al Noviciado Menor de Cambrils.

Los testimonios sobre sus virtudes se centran en su afabilidad, delicadeza y servicialidad, el amor a la vocación y la exacta obediencia.

EI 21 de julio tuvo que abandonar Cambrils, como todos los moradores de las Casas de formación, El fue a Tarragona, donde pronto le detuvieron y le encerraron en el barco “Rio Segre".

A uno de sus compancros de carcel le dijo: «Soy joven y me hubicra gustado trabajar mas on la obra del Instituto. Dios no lo quiere así, por tanto ofrezco mi vida para que otros realicen lo que yo no he podido».

EI 28 de agosto fue sacado del barco hacia el martirio. A un Hermano le entregó su lápiz y los botones de las mangas. Era todo lo que tenia: «Tenga esto, que yo ya no lo necesitare» . Y otro, viéndole radiante de gozo, le preguntó si le habían dado la libertad. «¿Cómo no voy a estar contento, si dentro de muy poco voy a estar en el cielo. Fíjese, tal vez dentro de media
hora. ¿Le parece poco?»

Con sus compañeros fue fusilado junto al puente del “Castellet”, tenía 29 años.

S.S. Benedicto XVI firmó el 28 de junio de 2012 el decreto con el cual se reconoce el martirio de los Siervos de Dios Manuel Borrás Ferré Obispo Auxiliar de Tarragona, Agapito Modesto religioso lasallista y 145 compañeros, lo cual permitirá su próxima beatificación que se realizará, Dios mediante, el 13 de octubre de 2013.

Integran este grupo de mártires:


1.- Manuel Borrás Ferré, Obispo Auxiliar de Tarragona

66 sacerdotes diocesanos y 2 seminaristas


2.- Magín Albaigés Escoda, sacerdote diocesano;
3.- Ramón Artiga Aragonés, sacerdote diocesano;
4.- Josep Badía Minguella, sacerdote diocesano;
5.- Joaquim Balcells Bosch, sacerdote diocesano;
6.- Pablo Bertrán Mercadé, sacerdote diocesano;
7.- Jocund Bonet Mercadé, sacerdote diocesano;
8.- Josep Bru Boronat, sacerdote diocesano;
9.- Josep María Bru Ralduà, sacerdote diocesano;
10.- Tomás Capdevila Miquel, sacerdote diocesano;
11.- Joan Ceró Cedó, sacerdote diocesano;
12.- Magín Civit Roca, sacerdote diocesano;
13.- Josep Civit Timoneda, sacerdote diocesano;
14.- Josep Colom Alsina, sacerdote diocesano;
15.- Francisco Company Torrelles, sacerdote diocesano;
16.- Lluìs Domingo Mariné, sacerdote diocesano;
17.- Jerónimo Fábregas Camí, sacerdote diocesano;
18.- Isidre Fàbregas Gils, sacerdote diocesano;
19.- Pere Farrés Valls, sacerdote diocesano;
20.- Joan Farriol Sabaté, sacerdote diocesano;
21.- Narcís Feliu Costa, sacerdote diocesano;
22.- Pau Figuerola Rovira, sacerdote diocesano;
23.- Josep Garriga Ferrer, sacerdote diocesano;
24.- Josep Gassol Montseny, seminarista;
25.- Joan Gibert Galofré, sacerdote diocesano;
26.- Pau Gili Pedrós, sacerdote diocesano;
27.- Enric Gispert Domènech, sacerdote diocesano;
28.- Josep Gomis Martorell, sacerdote diocesano;
29.- Agapito Gorgues Manresa, sacerdote diocesano;
30.- Miguel Grau Antolí, sacerdote diocesano;
31.- Agustí Ibarra Anguela, sacerdote diocesano;
32.- Lluís Janer Riba, sacerdote diocesano;
33.- Dalmau Llebaria Torné, sacerdote diocesano;
34.- Josep Mañé March; sacerdote diocesano;
35.- Ramon Martí Amenós, sacerdote diocesano;
36.- Rafael Martí Fugueras, sacerdote diocesano;
37.- Josep Masquef Ferré, sacerdote diocesano;
38.- Francesc Mercader Randé, sacerdote diocesano;
39.- Josep Mestre Escoda, sacerdote diocesano;
40.- Aleix Miquel Rossell, sacerdote diocesano;
41.- Joan Montpeó Masip, seminarista;
42.- Antoni Nogués Martí, sacerdote diocesano;
43.- Josep M. Panadés Tarré, sacerdote diocesano;
44.- Josep Padrell Navarro, sacerdote diocesano;
45.- Antoni Pedro Minguella, sacerdote diocesano;
46.- Eladi Peres Bori, sacerdote diocesano;
47.- Andreu Prats Barrufet, sacerdote diocesano;
48.- Antoni Prenafeta Soler, sacerdote diocesano;
49.- Joan Roca Vilardell, sacerdote diocesano;
50.- Pere Rofes Llauradó, sacerdote diocesano;
51.- Joan Rofes Sancho, sacerdote diocesano;
52.- Pau Roselló Borgueres, sacerdote diocesano;
53.- Josep Roselló Sans, sacerdote diocesano;
54.- Miquel Rué Gené, sacerdote diocesano;
55.- Miquel Saludes Ciuret, sacerdote diocesano;
56.- Pio Salvans Corominas, sacerdote diocesano;
57.- Josep M. Sancho Toda, sacerdote diocesano;
58.- Jaume Sanromà Solé, sacerdote diocesano;
59.- Estanislau Sans Hortoneda, sacerdote diocesano;
60.- Lluís Sans Viñas, sacerdote diocesano;
61.- Sebastià Tarragó Cabré, sacerdote diocesano;

62.- Jaume Tarragó Iglesias, sacerdote diocesano;
63.- Joan Tomàs Gibert, sacerdote diocesano;
64.- Isidre Torres Balsells, sacerdote diocesano;
65.- Joan Vernet Masip, sacerdote diocesano;
66.- Francesc Vidal Sanuy, sacerdote diocesano,
67.- Miquel Vilatimó Costa, sacerdote diocesano;
68.- Pau Virgili Monfà, sacerdote diocesano;
69.- Francesc Vives Antich, sacerdote diocesano;

2 sacerdotes y 5 religiosos claretianos



70.- Jaume Mir Vime, sacerdote claretiano;
71.- Frederíc Vila Bartolì, sacerdote claretiano;
72.- Antoni Capdevilla Balsells, religioso claretiano;
73.- Sebastián Balcells Tonijuan, religioso claretiano;
74.- Antoni Vilamassana Carulla, religioso claretiano;
75.- Pau Castellá Barberá, religioso claretiano;
76.- Andreu Felíu Bartomeu, religioso claretiano;

3 sacerdotes y 4 religiosos carmelitas descalzos



77.- Vicente Gallen Ibañez (Vicente de la Cruz), sacerdote carmelita descalzo;
78.- Felipe Arce Fernández (Elipio de Santa Rosa), sacerdote carmelita descalzo;
79.- Pedro De Eriz Eguiluz (Pedro de San Elías), sacerdote carmelita descalzo;
80.- Joan Fort Rius (Àngel de San José), religioso carmelita descalzo;
81.- Carles Barrufet Tost (Carles de Jesús María), religioso carmelita descalzo;
82.- José Alberich Lluch (José Cecilio de Jesús María), religioso carmelita descalzo;
83.- Damián Rodríguez Pablo (Damián de la Santísima Trinidad), religioso carmelita descalzo;

12 sacerdotes, 3 clérigos y 5 religiosos benedictinos



84.- Àngel Maria Rodamilans Canals, sacerdote benedictino;
85.- Joan Costa Canal (Odiló Maria), sacerdote benedictino;
86.- Josep Maria Fontseré Masdeú, sacerdote benedictino;
87.- Cipriano González Millán (Domingo), sacerdote benedictino;
88.- Joan Roca Bosch, sacerdote benedictino;
89.- Agustí Busquets Creixell (Ambrosio Maria), sacerdote benedictino;
90.- Càndid Feliu Soler (Placido Maria), sacerdote benedictino;
91.- León Alesanco Maestro (Luis Gonzaga), sacerdote benedictino;
92.- Luis Palacios Lozano, sacerdote benedictino;
93.- Josep Albareda Ramoneda (Fulgencio), sacerdote benedictino;
94.- Joan Grau Bullich (Robert), sacerdote benedictino;
95.- Pere Vallmitjana Abarca, sacerdote benedictino;
96.- Pere Vilar Espona (Narcíso Maria), clérigo benedictino;
97.- Lluis Casanovas Vila (Hildebrand Maria), clérigo benedictino;
98.- Francesc Maria De Paula Sánchez Solé, clérigo benedictino;
99.- Aleix Civil Castellví (Ildefonso), religioso benedictino;
100.- Josep Maria Jordá y Jordá, religioso benedictino;
101.- José Erausquin Aramburu (Eugenio María), religioso benedictino;
102.- Ignasi Guilà Ximenes (Emiliano María), religioso benedictino;
103.-Jaume Vendrell Olivella (Bernat), religioso benedictino;

39 religiosos lasallistas



104.- Modesto Pamplona Falguera (Agapito Modesto), religioso del Instituto de Hermanos de las Escuelas Cristianas de La Salle (FSC);
105.- Alejandro Arraya Caballero (Alejandro Antonio), religioso de FSC La Salle;
106.- Bernabé Núñez Alonso (Alfeo Bernabé), religioso de FSC La Salle;
107.- Joan Baptista Urgell Coma (Benet Joan), religioso de FSC La Salle;
108.- Jaume Jardí Vernet (Fulbert Jaume), religioso de FSC La Salle;
109.- Pedro José Cano Cebrían (Arístides Marcos), religioso de FSC La Salle;
110.- Gabriel Albiol Plou (Justí Gabriel), religioso de FSC La Salle;
111.- Ildefonso Alberto Flos (Luis Alberto), religioso de FSC La Salle;
112.- Miguel Alberto Flos (Exuperio), religioso de FSC La Salle;
113.- Clemente Vea Balaguer (Clemente Adolfo), religioso de FSC La Salle;
114.- Patricio Gellida Llorach (Rafaél José), religioso de FSC La Salle;
115.- Fermín Gellida Cornelles (Alejandro Juan), religioso de FSC La Salle;
116.- Pascual Escuin Ferrer (Marciano Pascual), religioso de FSC La Salle;
117.- Andrés Pradas Lahoz (Andrés Sergio), religioso de FSC La Salle;
118.- Francesc Casademunt Ribas (Benild Josep), religioso de FSC La Salle;
119.- Pere Sisterna Torrent (Elm Miquel), religioso de FSC La Salle;
120.- Josep Maria Tolaguera Oliva (Faust Lluís), religioso de FSC La Salle;
121.- Josep Camprubí Corrubí (Jacint Jordi), religioso de FSC La Salle;
122.- Cesáreo España Ortiz (Eladio Vicente), religioso de FSC La Salle;
123.- Modest Godo Buscato (Anselmo Fèlix), religioso de FSC La Salle;

124.- Javier Pradas Vidal (Elías Paulino), religioso de FSC La Salle;
125.- Nicolás Rueda Barriocanal (Daniel Antonino), religioso de FSC La Salle;
126.- Manuel Mateo Calvo (Claudio José), religioso de FSC La Salle;
127.- Maximiano Fierro Pérez (Ángel Amado), religioso de FSC La Salle;
128.- Pio Ruiz De La Torre (Buenaventura Pio), religioso de FSC La Salle;
129.- Joaquim Pallerola Feu (Leonci Joaquim), religioso de FSC La Salle;
130.- Francesc Trullen Gilisbarts (Hugo Bernabé), religioso de FSC La Salle;
131.- Herman José Fernández Sáenz (Clemente Faustino), religioso de FSC La Salle;
132.- Lucas Martín Puente (Anastasio Lucas), religioso de FSC La Salle;
133.- Sebastián Obeso Alario (Honorio Sebastián), religioso de FSC La Salle;
134.- Juan Pérez Rodrigo (Nicolás Adriano), religioso de FSC La Salle;
135.- Antonio Gil Monforte (Antonio Gil), religioso de FSC La Salle:
136.- Francisco Vicente Edo (Félix Adriano), religioso de FSC La Salle;
137.- Arsenio Merino Miguel (Augusto María), religioso de FSC La Salle;
138.- Mariano Navarro Blasco (Jenaro), religioso de FSC La Salle;
139.- Josep Boschdemont Mitjavila (Gilberto De Jesús), religioso de FSC La Salle;
140.- Joan Font Taulat (Arnau Ciril), religioso de FSC La Salle;
141.- Alberto Linares De La Pinta (Alberto Joaquín), religioso de FSC La Salle;
142.- Francesc Salla Saltó (Pere Magí), religioso de FSC La Salle;

4 terciarios carmelitas de la enseñanza



143.- Julio Alameda Camarero, Religioso Terciario Carmelita de la Enseñanza (comunidad ahora inexistente);
144.- Lluís Domingo Oliva, Religioso Terciario Carmelita de la Enseñanza (comunidad ahora inexistente);
145.- Isidre Tarsá Giribets, Religioso Terciario Carmelita de la Enseñanza (comunidad ahora inexistente);
146.- Bonaventura Toldrà Rodon, Religioso Terciario Carmelita de la Enseñanza (comunidad ahora inexistente);

1 religioso capuchino



147.- Enric Salvà Menescal (Carmelo de Colomers), Religioso Capuchino.

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11:23 p.m.

Por: . | Fuente: Odisur.com // DiocesisDeJaen.es

Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En España, Manuel Basulto Jiménez, obispo de Jaén (España), y de cinco compañeros sacerdotes, asesinados por odio a la fe. ( 1936-1937)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

El 2 de marzo de 1892, en la calle Nueva de Villanueva del Arzobispo nació un hijo de Andrés López Uceda y María Fuensanta Navarrete Fernández, al que bautizaron con el nombre de Francisco de Paula. Es Villanueva una ciudad populosa de la Provincia de Jaén, parte del llamado Adelantamiento de Cazorla y mantiene una cierta unidad con las llamadas "Cuatro Villas" Iznatoraf, Villacarrillo, Sorihuela de Guadalimar y la misma Villanueva. El título de "Patrona de las Cuatro Villas" se le da a la Virgen de la Fuensanta, que la celebran los cuatro pueblos como faro luminoso en su caminar y a la que don Francisco se consagró desde sus primeros años.

La familia López Navarrete poseía algunas tierras de olivar y además, desde 1886, regentaban una ferretería conocida por "Ferretería La Llave". El ambiente familiar era religioso y así fue educado Paquito, nombre que se utilizaba en el ambiente familiar. Muy pronto murió su madre, quien había tenido otro hijo, Enrique; Paquito sólo contaba con 2 años. Andrés, el padre, contrajo nuevo matrimonio con Juana López, de la que nacieron Isabel y Catalina. La falta de la madre y el descubrimiento de su muerte cuando ya tenía uso de razón, la piedad de la familia, casi innata en don Francisco, según se afirma entre los que le conocieron, hizo que en él naciera y se desarrollara un amor filial a la Virgen María y así la adoptó como la madre que no conoció y en Ella puso toda su confianza, la nombraba como "mi mamá". Visitaba con frecuencia el Santuario de la Virgen de la Fuensanta que está en las inmediaciones de Villanueva del Arzobispo y en el corazón siempre estuvo presente la Virgen Inmaculada como modelo en su seguimiento a Jesús y como intercesora y animadora en su vida de entrega a Dios. Leería con frecuencias el texto de San Juan en las bodas de Caná y lo ponía en práctica: "dijo María a los sirvientes; hacer lo que Él os diga".

Lo recuerdan en su niñez de esta manera: niño muy piadoso e inclinado a imitar lo que veía hacer en Misa a los sacerdotes... en cierto modo retraído, pero con una sensibilidad hacia lo bello y lo artístico... una especial disposición a favor de los pobres, enfermos y necesitados; no podía pasar un pobre pidiendo limosna por casa y que él no le socorriera, aún de lo que tenían preparado para la comida familiar. Con sólo 8 años, su padre lo envía a estudiar a Úbeda a casa de unos familiares y con el maestro don Antonio Mediana, quien siempre le tuvo en gran estima por sus cualidades y comportamiento.

Bajo la mirada amorosa de la Virgen, iba naciendo en don Francisco la vocación sacerdotal; debió conocer las aspiraciones de Santa Teresa, pues en alguna ocasión escribió a su padre que "se iría a convertir herejes" a lo que don Andrés le reconviene diciéndole llanamente, "déjate de tonterías"; pero más allá de los pensamientos infantiles, lo que aquí se intuye es una clara llamada misionera, y desde ahí la entrada en el Seminario.

Las familias cristianas son frecuentemente bendecidas por Dios con la vocación sacerdotal o religiosa en sus hijos. Don Francisco fue llamado, él respondió con total disposición y mantuvo su fidelidad hasta la muerte. Sería por el 1905 cuando entra en el Seminario San Felipe Neri de Baeza, tenía 13 años. El paso de Úbeda a Baeza no le supone gran cambio, pero ahora se encuentra más en su ambiente: la vida de piedad, disciplina y estudio favorecen en mucho su natural inclinación a la vida religiosa y artística. Los superiores, desde le primer momento, le valoraron y quisieron, así como sus compañeros. Era un seminarista modelo en el ambiente de entonces. Físicamente, aparentaba fortaleza, con estatura corpulenta y cuerpo recio, pero frecuentemente caía enfermo y hasta en temporadas se veía impedido para asistir a clase, por lo que en los exámenes no alcanzaba las notas que su inteligencia hubiera conseguido. Mucho disfrutó en el Seminario cuando, pudiendo unir el amor a la Virgen con sus cualidades de pintor, decoró una casulla con la imagen de la Inmaculada Concepción.

Don Francisco fue madurando su vocación dejándose guiar por los superiores y, sobre todo, siendo fiel a las inspiraciones de Dios. Las vacaciones le sirven para entrar en contacto con la vida real y la problemática social, a la vez que le dan ocasión para ejercer el apostolado con niños y jóvenes y en el ambiente rural. Así llega a la ordenación sacerdotal.

Nuestro don Francisco recibe la ordenación de Diácono en la ciudad de Ávila, de manos del obispo de aquella diócesis, Don Joaquín Beltrán Asensio, en septiembre de 1916. Sólo tres meses más tarde y ahora en la Ciudad de Córdoba recibirá el Presbiterado: sería el 23 de diciembre del mismo 1916 cuando, en el Seminario cordobés de San Pelagio, el obispo Don Ramón Guillamet y Coma le impusiera las manos haciéndole sacerdote "in aeternum". Celebró la Primera Misa Solemne en la Parroquia de San Andrés de su pueblo natal de Villanueva del Arzobispo el día 1 de enero de 1917, acompañado de padre, hermanos, familiares y amigos. Un acontecimiento en este pueblo que se celebró con regocijo, no sólo en los ambientes religiosos sino en general, dado que la familia del misacantano era muy conocida.

En el clero secular, la ordenación al servicio de la diócesis, pide de por sí un destino donde ejercer el sacerdocio recibido; por ello don Francisco estaría expectante ante la llamada o carta del obispado que le anunciara su primer nombramiento; mientras tanto celebraría en la Parroquia, en el Santuario y, cómo no, en las Dominicas de Santa Ana.

Muy pronto recibió el despacho anhelado: Coadjutor en Beas de Segura y Párroco de Cañada Catena población rural -esta última-, rodeada de pinos segureños, formada precisamente en una cañada por donde el ganado transitaba en busca de pastos y junto al monte Catena; se había creado un pequeño núcleo de población y con viviendas y familias diseminadas a su alrededor se había constituido la Parroquia de Ntra. Sra. de las Maravillas. Beas de Segura era un pueblo con bastante entidad, una sola parroquia dedicada a la Asunción de la Virgen con un párroco y varios coadjutores; Convento de Clausura de Carmelitas Descalzas con la categoría de haber sido fundado por la misma Santa Teresa y un Colegio de Religiosas de la Divina Pastora, institución educativa con espíritu calasancio, establecido recientemente en la ciudad. El joven sacerdote residía en Beas, ayudaba en la Parroquia y asistía a Cañada Catena los domingos y fiestas de guardar, la Semana Santa y otras solemnidades, desplazándose a pié o en cabalgadura. Atendía como Capellán el Colegio y Religiosas, Confesor de uno y otro Convento. En Beas de Segura se le recuerda "como un santo": su entrega a los niños en la Catequesis, visita y atiende a los enfermos, pobres y desvalidos, les ayuda material y espiritualmente con la humildad y sencillez que le caracterizaba en su comportamiento con todos, sin fingimiento alguno; sin embargo, todo ello le hizo destacar entre los feligreses, quienes a veces hacían comparaciones con buenas o malas intenciones. Se destapó la envidia y la crítica poniendo en el buen sacerdote deseos de medrar, donde sólo había espíritu apostólico y amor de Dios. El trabajo, los disgustos y su débil salud aconsejaron un periodo de tiempo de descanso y con el consentimiento y recomendación del Sr. Obispo en 1927 marchó a su pueblo, Villanueva del Arzobispo.

No obstante, en Beas de Segura no le olvidarían y desde entonces le profesaron un verdadero afecto, trasformado, a partir de su muerte, en piedad hacia él y confianza en su intercesión ante el Padre. También los habitantes de Cañada Catena echaron de menos la presencia frecuente de quien impartía la doctrina y el santo evangelio con sencillez y convicción siendo ejemplo para ellos.

Desde Beas llega a su pueblo, silencioso y bastante enfermo; vivirá y descansará con la familia y le atenderán para sanar su debilidad, en la casa paterna. En principio no lleva cargo pastoral ninguno; pero por aquel tiempo llegan a Villanueva del Arzobispo unas religiosas, las de Cristo Rey, que se han encargado de un orfanato; don Francisco entrará en contacto con la Comunidad y con el Colegio será el Capellán de Religiosas y niños; ya tenía experiencia de haber atendido a religiosas y seguro que haría muchas veces de padre consolando a aquellos niños, cuyo mayor dolor sería no tener cerca a su propia madre; bien había experimentado él semejante carencia. Pero además participa en la Parroquia y en la iglesia de la Vera Cruz, en el Convento de las Madres Dominicas. Organiza como una escuela de enseñanza (primera enseñanza) para niños y mozuelos que no habían podido aprender a "leer, escribir y las cuatro reglas", de modo gratuito y bien dedicado a ellos les iba educando y cultivando los mejores sentimientos.

Su amor a la Virgen le llevaba a visitar, ahora como sacerdote en "una noche obscura" el Santuario de la Madre, Nuestra Señora de la Fuensanta, extramuros de la ciudad, y regido por la Orden Trinitaria. Bien aprovechó, don Francisco, este tiempo hasta el año 1933, seis años, pues además de lo apostólico, trabajó manualmente en carpintería, decoración, confección de imágenes y pintura; así desarrolló sus cualidades artísticas que al decir de todos no eran escasas; se habla de que en el Templo de Campo Redondo, abandonada parroquia rural de Chiclana de Segura, restauró retablos, altares e imágenes y don Juan Monatijano, párroco que había sido nombrado para ella, alababa su trabajo. Por fin, el Sr. Obispo Mons. Basalto descubrió la categoría de aquel sacerdote lleno de espíritu, apenas aprovechado y le nombró Párroco y Arcipreste de Orcera. Sorprendió este nombramiento a propios y ajenos, pero don Francisco con la actitud de obediencia y renovando su confianza en Dios, bajo la mirada de la Madre María Santísima, acogió la misión encomendada con toda ilusión.

No desconocía, don Francisco, el pueblo y el territorio donde iba a ejercer su ministerio, como párroco y arcipreste, cuando desde el Obispado le comunicaron su nuevo destino. Orcera era cabecera de la zona llamada Sierra de Segura, está a unos sesenta kilómetros de Villanueva la cual es paso obligado para todos los serranos que viajan hacia Úbeda o Jaén; Orcera dista unos treinta Km. de Beas de Segura y pertenece a la misma zona natural. El Arciprestazgo llevaba el nombre de Orcera y comprendía una zona amplísima y de difícil comunicación por los caminos y malas carreteras, población diseminada, lejanía y aislamiento; el clima, frío en invierno, hacía que en algunas partes las nieves fueran frecuentes. A las parroquias, propiamente dichas, se añadían aldeas sin fin, no escasas en población, con templos, parroquias o cuasi-parroquias que demandaban atención. El Arciprestazgo de Orcera podía centrar un quehacer pastoral en aquella zona difícil y poco apreciada en lo referente a los destinos del clero, aunque sus gentes eran humildes, buenas y religiosas.

La llegada de la República, con nuevos y antirreligiosos aires había cargado el ambiente, una especie de resentimiento anticlerical se había despertado; tal vez don Francisco podía ser el sacerdote más apropiado para desempeñar la misión. El Obispo y sus asesores habían actuado certeramente.

El 12 de agosto de 1933, en vísperas de la Patrona y titular de la Parroquia Ntra. Sra. de la Asunción, llega el nuevo párroco para hacerse cargo de la nueva misión. La Virgen le guiaría en todo momento. Llega cargado de experiencias, sufrimiento moral y corporal, en plena madurez, con 41 años. Viene con una gran ilusión, superará problemas y dificultades. Con su palabra y ejemplo se ganará el corazón de la buena gente serrana. Rápidamente se pone a la labor, parecía sospechar que el tiempo iba a ser corto y no podía entretenerse con nada ni nadie en el camino:

A su llegada buscó a las 12 personas más pobres para conocerles y darles una limosna. Las invitaba a comer por Navidad, Semana Santa y en las fiestas principales; posiblemente el primer día de la Virgen de la Asunción que pasó en Orcera ya los tuvo de comensales. Este hecho quedó impreso en la memoria de los orcereños pues, pasados muchos, se contaba en conversaciones normales y recordando los sacerdotes que habían pasado por allí.

Proyectó una gran acción misional en todo el Arciprestazgo, que de haberse llevado a cabo, hubiera tenido hondas repercusiones en la vida de los pueblos y aldeas. Todos los sacerdotes de la zona se pondrían en acción: preparar un plan estratégico, estudiar las acciones y temas, distribuir los trabajos, llamar a otros sacerdotes diocesanos o misioneros populares del tiempo y en un plan conjunto de predicación, celebraciones religiosas, sacramentos y orientación moral hacer unas verdaderas Misiones en toda la Sierra de Segura.

Igualmente tenía en sus planes, construir una "casa sacerdotal" centro de acogida de sacerdotes, lugar de estudio, descanso y para la organización de los planes de pastoral. La incomunicación de la zona y falta de medios hacía que los sacerdotes vivieran aislados; algunos para volver a sus pueblos tenían que hacer noche en algún lugar intermedio; apenas cambiaban de ambiente; ajenos a las nuevas orientaciones, a toda renovación tan necesaria en la vida sacerdotal; no gozaban de descanso, ni retiros espirituales y la asistencia a las "conferencias morales" era poco asidua para los más lejanos. Don Francisco intuía lo necesario que era una pastoral de conjunto, sobre todo en aquella zona, y trataba de ponerla en práctica.

En su parroquia fundó la Acción Católica; organizó el Apostolado de la Buena Prensa y, aunque no llegó a constituir la Adoración Nocturna, creó un espíritu eucarístico entre sus feligreses, no en balde pasaba largas horas de la noche ante Jesús Sacramentado: entrada la noche salía de la casa parroquia, atravesaba la estrecha calle y presuroso pasaba por la pequeña puerta, desaparecida, de la antigua sacristía y entraba a adorar al Señor. La curiosidad de algunos vecinos les hizo ver que más de una vez salía al amanecer.

Visitó las casas del pueblo, familia por familia, dando consejos y apoyos ante los problemas de hijos y matrimonio, dificultades sociales y morales. Visitas a cortijadas y aldeas, a los pueblos del Arciprestazgo, andando o en caballería. Más de una vez tuvo que atender a otras parroquias (Benatae, Puente de Génave o Segura de la Sierra) por ausencia del sacerdote. Y este quehacer pastoral suponía una carga física que podía llevar al cansancio y hasta el agotamiento. En determinadas temporadas le enviaron algún sacerdote joven como Coadjutor, ellos también fueron testigos de la caridad pastoral de don Francisco.

Sabía el valor de la oración y, cierto que oraba insistentemente como ya hemos dicho, pero también pedía oraciones a los Conventos de Clausura como medio eficaz para un apostolado fértil. El Convento carmelitano de Beas de Segura y el dominicano de Villanueva del Arzobispo fueron testigos de ello.

Aunque querido en Orcera y por sus habitantes, a don Francisco le tocó vivir un tiempo difícil durante los tres años que dirigió aquella parroquia. De nada podían acusarle, estaba cerca de los pobres, tanto que se le ha llegado a llamar "el padre de los pobres", atendía a todos los fieles, trabajaba por el Evangelio, era austero y hasta pobre; sin embargo la legislación y el ambiente creado con la República infeccionaba la situación, bastaba llevar sotana, ser religioso, ir a la iglesia y, lo más grave de todo ser sacerdote y peor, aún, ser el Párroco. Don Francisco era sacerdote de cuerpo y alma, era el Párroco y lo ejercía con verdadera pasión; por ello en aquellos tres años lo pasó mal.

Llega el año 1936, se impone el Frente Popular, las dificultades arrecian, del temor a la persecución se pasa a soportarla; don Francisco, como tantos otros sacerdotes y cristianos perciben la posibilidad del martirio y en él se afianzan deseos de recibirlo como testimonio de su Amor a Cristo. Sufrimientos, trabajo, quizá descuidada alimentación, su natural achacoso... hace se quebrante más la salud, de modo que el médico le aconseja marche a su pueblo para recuperarse con la familia; así lo hace el 13 de julio: llega a Villanueva, acompañado de Julio Zorrilla sacristán y amigo fidelísimo, saludos, bienvenidas... descansan en la vivienda familiar al día siguiente, conocida la muerte de don José Calvo Sotelo y ante las noticias que llegaban, don Francisco manifiesta su propósito de volver a la parroquia: "Me vuelvo a Orcera, mi sitio no está aquí", hace todo lo posible, pero su padre se lo impidió terminantemente. Razones de salud, peligros del momento...la esperanza de que pronto se volvería a la normalidad...; así que Julio marchó a Orcera y el párroco quedó en su pueblo natal contra su voluntad y con el corazón puesto en sus feligreses a los que hubiera consolado y fortalecido; parecía estar predestinado por Dios para el gran sacrificio.

Iniciada la guerra, don Francisco siguió por unos días celebrando la misa el las religiosas de Cristo Rey, amparado, quizá, por su condición sencilla y por ir a un centro asistencial para niños huérfanos y menesterosos; en realidad estas religiosas, al igual que las de los Desamparados, fueron respetadas por el trabajo que realizaban, aunque no así las dominicas de clausura, expulsadas del convento, saqueado y profanado.

Un día de mañana, de vuelta de la celebración en el Colegio, es detenido y cacheado junto a la Cruz Dorada, aunque sin más consecuencias; don Andrés, su padre, había sido encarcelado, lo que proporcionaba preocupación y desasosiego en la casa, el ambiente se enrarecía más y más, detención y ejecución de personas: religiosos trinitarios y otros sacerdotes seculares, saqueo de iglesias y conventos... todo lo cual hizo que nuestro sacerdote se recluyera en casa y no volviera a celebrar en el colegio.

En la predicación del Evangelio, la propagación de la religión mediante la catequesis e instrucción de los jóvenes, los cuadros e imágenes religiosas que tenía en su casa... todos estos "graves delitos" fueron la causa de su condena; en realidad el ser sacerdote y mantenerse firme y fiel a su fe era la verdadera causa de sentencias tan firmes como injustas y dolorosas. Y don Francisco mereció una de esas sentencias; su detención se llevó a cabo el día 28 de agosto de 1936; era la hora de comer, al medio día, llegaron al domicilio familiar, preguntaron por el cura, él se hizo presente y le pidieron entregara las imágenes y cuadros religiosos para profanarlos y destruirlos. "Eso nunca, contestó valientemente, haced conmigo lo que pretendéis hacer con las imágenes". A lo que respondió un miliciano "muchas ganas tienes de morir, pero por tarde que sea, temprano te ha de parecer". Se lo llevaron detenido entre empujones y mal trato. Le llevaron en un camión, tal como estaba en casa con un guardapolvo y en zapatillas, quiso ponerse la sotana y se lo impidieron, no le dejaron comer y dijeron que sólo tardaría un rato, que lo devolverían a casa. Salieron de Villanueva tomaron la carretera Córdoba-Valencia en dirección hacia Beas de Segura. Entre los olivos, cerca del cortijo de la Venta Porras, junto a la vía del ferrocarril proyectado Uriel-Baeza en la boca del túnel número 13, le fusilaron, le rociaron de gasolina y viendo que no moría casi descuartizaron su cuerpo. Así encontraron sus restos en 1939.

Este grupo de mártires está integrado por:

1. MANUEL ARANDA ESPEJO, seminarista de la diócesis de Jaén
nacimiento: 22 Marzo 1916 en Monte Lope Alvarez, Jaén (España)
martirio: 08 Agosto 1936 en Monte Lope Alvarez, Jaén (España)

2. MANUEL BASULTO JIMÉNEZ, Obispo de Jaén
nacimiento: 17 Mayo 1860 en Adanero, Ávila (España)
martirio: 12 Agosto 1936 en Vallecas, Madrid (España)

3. FÉLIX PÉREZ PORTELA, sacerdote de la diócesis de Jaén
nacimiento: 21 Febrero 1895 en Adanero, Ávila (España)
martirio: 12 Agosto 1936 en Vallecas, Madrid (España)

4. FRANCISCO LÓPEZ NAVARETTE, sacerdote de la diócesis de Jaén
nacimiento: 02 Marzo 1892 en Villanueva del Arzobispo, Jaén (España)
martirio: 28 Agosto 1936 en Villanueva del Arzobispo, Jaén (España)

5. JOSÉ MARÍA POYATOS RUIZ, joven laico de la diócesis de Jaén
nacimiento: 20 Octubre 1914 en Vilches, Jaén (España)
martirio: 03 Octubre 1936 en Úbeda, Jaén (España)

6. FRANCISCO SOLÍS PEDRAJAS, sacerdote de la diócesis de Jaén
nacimiento: 09 Julio 1877 en Marmolejo, Jaén (España)
martirio: 03 Abril 1937 en Mancha Real, Jaén (España)

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11:23 p.m.

Por: Andrés Sánchez Sánchez | Fuente: Mártires de nuestro tiempo. Pasión y gloria de la Iglesia abulense

Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En Ávila, España, Beato José Máximo Moro Briz y cuatro compañeros sacerdotes, asesinados por odio a la fe. ( 1936)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Nació don Agustín en Puerto Castilla, el día 10 de abril de 1904. El nombre de sus padres fue el de Adolfo y Eulogia. Un hogar profundamente cristiano y sencillo. En la pila bautismal del mismo pueblo recibe el sacramento del bautismo el día 13 del mismo mes y año. La confirmación le llega en Ávila, ya en el seminario, el día 9 de octubre de 1919. En el ambiente hogareño percibió muy pronto su vocación al sacerdocio. Es el día 2 de octubre de 1915 cuando, con tan sólo once años cumplidos, ingresa en el seminario conciliar de San Millán en Ávila. Iniciaba, así, Agustín el primer curso de Latín y Humanidades, y una vez culminados estos los de Filosofía, seguidos de los normales de Sagrada Teología. Los concluye en el año 1926, en el mes de junio. Siempre se distinguió por su piedad, amor al estudio y brillantes calificaciones académicas.

El 18 de diciembre de 1926, es ordenado presbítero. Le fueron conferidas todas las órdenes por el prelado abulense doctor Don Enrique Plá y Deniel, futuro cardenal primado de España.

Don Agustín, ya sacerdote, desempeñó en la diócesis de Ávila varios cargos pastorales. El día 3 de marzo de 1927 fue nombrado cura ecónomo de Horcajo de la Ribera, permaneciendo pocos meses en esta parroquia. Cesa en ella para incorporarse al servicio militar, como capellán con las tropas españolas en África. Con este destino permanece parte del año 1927, todo 1928 y primeros meses de 1929.

Al volver a la Península es nombrado don Agustín cura ecónomo de El Mirón. Es el día 16 de abril de 1929. No llegó a un año su permanencia en esta parroquia. Pues el día 7 de enero de 1930 recibe el nombramiento de cura ecónomo de San Juan de la Nava. Sería también por pocos meses, ya que el 20 de octubre del mismo año es trasladado, como coadjutor, a la parroquia de Santo Domingo, en Arévalo. Muy pocos meses de duración. A los nueve recibe el nombramiento de cura regente de Parrillas, diócesis de Ávila, aunque pertenezca a la provincia de Toledo.

El prelado le traslada, año y medio después, a una nueva parroquia. Ahora se trata de Bohoyo. Es el día 3 de diciembre de 1932. Aquí permanecerá hasta abril de 1935. Previo concurso a parroquias, don Agustín Bermejo Miranda recibe el nombramiento de párroco de Hoyo de Pinares el día 27 de abril de 1935. Aquí permanecerá hasta su muerte violenta, acaecida el día 28 de agosto de 1936. Corta fue su permanencia. Un año y cuatro meses.

Como vemos, durante sus diez años de sacerdote tuvo que cambiar con mucha frecuencia. En ocho cargos diocesanos distintos. La obediencia al prelado fue su norma de actuación. No pide explicaciones. Obedece con prontitud.

Don Agustín había llegado a Hoyo de Pinares a finales de abrilde 1935. Y en ella quiso y supo desarrollar una prodigiosa y eficaz actividad como buen pastor de almas. A pesar de que los tiempos iban siendo ya muy difíciles en la etapa final de la Segunda República española.

Se distinguió don Agustín por su intensa vida de piedad. Por su paternal y solícita atención a los niños y jóvenes. Por su vida pobre y sencilla. Por su plena dedicación a la frecuente visita de enfermos. Por sus especiales y constantes obras de caridad en favor de los pobres. Todo esto le granjeó gran estima y veneración entre sus feligreses. Incluso, por los que políticamente estaban muy alejados de la práctica religiosa o iban atacando más y más a la religión. Era notable la influencia de la virulenta actividad de las organizaciones comunistas, socialistas y revolucionarias de izquierdas. La Propaganda atea y anticatólica iba minando la población, especialmente durante el tiempo en que don Agustín estuvo en Hoyo de Pinares. La cercanía de este pueblo con Madrid influía no poco en este sentido.

El sacerdote fue muy celoso, prudente, trabajador, amable, abnegado, piadoso, preocupado por ayudar a todos, sembrador de paz y de comprensión, aunque los tiempos eran difíciles. Por todo ello, cuando empieza el peligro para su vida, los feligreses le aseguran que no le pasará nada. Quizá esperaban, con tales palabras, tranquilizar a su ya anciana madre, que vivía con él.

La iglesia parroquial fue incautada el día 19 de julio, es el día siguiente del estallido bélico. Quedó convertida, por el comité rojo, en almacén de víveres. El templo, en su arquitectura, no sufrió importantes desperfectos. Las imágenes de San Roque y de San Sebastián sí resultaron deterioradas. Desaparecieron también varios objetos de culto. Fueron profanados los ornamentos sagrados. El púlpito fue utilizado por los milicianos rojos «para predicar».

Tiene esta iglesia y el pueblo de Hoyo de Pinares como patrono al arcángel San Miguel. Su fiesta se celebra el día 29 de septiembre. Precisamente en esta fecha saquearon la iglesia. Al elegir ese día buscaban los milicianos comunistas herir más y más los sentimientos religiosos de los católicos practicantes.

Don Agustín y su madre fueron confinados a la vivienda parroquial, ya no puede celebrar la misa, ni otros actos de culto, ni podrá salir de la casa. Es consciente de su peligrosa situación. Queda agravada en su percepción por la suerte, que esperaría a su anciana madre. Algunos feligreses le ofrecen la salida del pueblo y su huida hacia la capital. La ciudad de Ávila no estuvo bajo el dominio marxista. El párroco no quiere abandonar a sus feligreses, ni a su madre. Le retiene el cumplimiento de sus deberes de buen pastor y de buen hijo.

El párroco y su madre, son atendidos por algunos feligreses, que se acercan -corriendo no pequeño riesgo- les acompañan y les llevan comida, noticias, consuelo.

Muy pronto don Agustín recibe dos noticias que le hacen sufrir y le van clarificando el trágico final que a él le aguarda. Se entera de la muerte violenta de dos sacerdotes vecinos: el párroco de Navalperal de Pinares, don Basilio Sánchez García, y el de Cebreros, don José Máximo Moro Briz, asesinados por los milicianos comunistas los días 23 y 24 de julio respectivamente. Puede vislumbrar su propia muerte. El pensar en su madre aumenta su preocupación.

Don Agustín confía en Dios. Pase lo que pase. Las largas horas de los días en que permanece custodiado en la casa rectoral las emplea en constante oración mental y vocal. Estudia y lee. Llegado el día 28 de agosto de este año 1936, transcurridos ya 40 días desde que le han encerrado en la vivienda, bien vigilado y custodiado por los milicianos, el párroco ve cómo le llega el final.

Van a buscarle. Es de madrugada. Las siete horas, poco más o menos. Son cuatro los milicianos comunistas que llaman a la puerta de la vivienda. Van armados. Les abre la madre de don Agustín. No hay duda de que le van a coger preso. Inmediatamente se presenta el sacerdote. Madre e hijo se estrechan en apretado abrazo. Ha llegado la hora del supremo dolor. Los dos lo suponen inevitable. Se confortan. Siguen abrazados. ¡Qué escena! Tal gesto no impresiona a los milicianos. Uno de ellos se atreve, burlón, a echar en cara al párroco su debilidad porque llora y sigue abrazando a su anciana madre. Le tacha de cobarde tal actitud en un hombre. Don Agustín le contesta, sin odio, con amor: «Abrazar y besar a una madre por última vez no es actitud de cobardes, sino de buenos hijos, de hombres fuertes».

Le cogen prisionero. A la fuerza cortan el prolongado abrazoentre madre e hijo. En el suelo queda tendida la madre. ¿Sería porun golpe del miliciano? ¿Sería un explicable desvanecimiento?

Un coche, preparado al efecto, recibe a don Agustín y a los perseguidores. Y emprenden la marcha. Se van en dirección a Cebreros. En realidad siguen hacia El Barraco. Llegan al pantano de Burguillo. Pasan el llamado puente de la Gaznata. A unos 300 metros de la caseta de los camineros, junto a la pared de una viña, matan los milicianos a don Agustín, párroco de Hoyo de Pinares. Era cerca del mediodía del 28 de agosto de 1936. Es el término municipal de El Barraco. Se oyó comentar que uno de los milicianos, que había intervenido directamente en la muerte violenta de don Agustín, afirmó en la plaza que el párroco había muerto de manera muy valiente; que no habían podido obtener de él que cerrarse el puño, como signo de ser comunista; y que murió diciendo «¡viva Cristo Rey!».

En el lugar del asesinato, el cadáver quedó insepulto, de momento. Volvieron después los milicianos e intentan quemar los restos mortales. Unos camineros enterraron allí mismo lo que quedaba del cadáver de don Agustín. Algún tiempo después los restos fueron exhumados y trasladados, en primer lugar, al cementerio de El Barraco y finalmente a la iglesia parroquial de Puerto de Castilla.

Este grupo de mártires está integrado por:

1. JOSÉ MÁXIMO MORO BRIZ, sacerdote de la diócesis de Ávila
nacimiento: 29 Mayo 1882 en Santibáñez de Béjar, Salamanca (España)
martirio: 24 Julio 1936 en la Cebreros carretera, El Tiemblo, Ávila (España)

2. JOSÉ GARCÍA LIBRÁN, sacerdote de la diócesis de Ávila
nacimiento: 19 Agosto 1909 en Herreruela de Oropesa, Toledo (España)
martirio: 14 Agosto1936 en Pedro Bernardo, Ávila (España)

3. JUAN MESONERO HUERTA, sacerdote de la diócesis de Ávila
nacimiento: 12 Septiembre 1913 en Rágama, Salamanca (España)
martirio: 15 Agosto 1936 en Arenas de San Pedro, Ávila (España)

4. DAMIÁN GÓMEZ JIMÉNEZ, sacerdote de la diócesis de Ávila
nacimiento: 12 Febrero 1871 en Solana de Rioalmar, Ávila (España)
martirio: 19 Agosto 1936 en Puerto del Pico, Ávila (España)

5. AGUSTÍN BERMEJO MIRANDA, sacerdote de la diócesis de Ávila
nacimiento: 10 Abril 1904 en Puerto Castilla, Ávila (España)
martirio: 28 Agosto 1936 en El Barraco, Ávila (España)

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