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11:32 p.m. ,

Por: . | Fuente: Vaticanradio.org

Obispo y Fundador de la Comunidad de las Hermanas de San José

Recordar tu vida es ver al apóstol de débil contextura física, que llegó a ser un sólido soporte moral para la fe de muchos.

Naciste el 1 Abril de 1824 en Bécancour, Quebec, Canada.

Ya desde niño mostraste excepcionales signos de fe, devoción y amor por las cosas espirituales. En un corazón así cultivado, muy pronto aparecieron los signos de la vocación sacerdotal. Pero, como era de esperar, al ver tu fragilidad física, te recomendaron que mejor abandonases la idea y siguieses por otro camino.

Pero cuando la vocación viene de Dios, no hay otro camino que pueda reemplazarla. Aunque algunas puertas se te cerraron, una se te abrió que te permitió entrar por el camino de la carrera sacerdotal.

Mons. Prince, obispo de Montreal, al descubrir la sinceridad de tu vocación, te recibió en su seminario. Y así empezó una carrera sacerdotal que no paró hasta, nada menos, en la consagración episcopal.

El Frágil Zeferino llegó a ser Obispo de Saint-Hyacinthe. Tu sensibilidad y fragilidad natural fueron en este cargo, una ayuda más que un estorbo. Ellas te ayudaron a ser sensible a las necesidades de la gente. Con todos mostrabas una gran dulzura, caridad excepcional y gran humildad. La gente te conocía con el cariñoso nombre de "el buen Mons. Moreau".

Visitabas con regularidad y dedicación a toda tu grey, ya que querías sentir en primer plano sus necesidades y problemas y querías personalmente ayudarles, a encontrar el camino hacia el buen Dios. El clero encontró en ti un buen padre y un auténtico amigo en quien confiar. Tu fragilidad natural no te impidió salir al frente para combatir con valentía los muchos desordenes existentes en la época: intemperancia, falta de modestia, mala prensa, sociedades secretas, abusos políticos. Con todos mostraste firmeza y, al mismo tiempo, dulzura. Mucha gente te escribía y a todos contestabas. Esto hizo que pudieras dejarnos en herencia un tesoro epistolario de más de 15,000 cartas.

Beato Luis Zeferino Moreau, gracias por tu vida y por tu ejemplo. Nunca olvidaremos cómo Dios hizo de un hombre frágil un campeón del apostolado.

Hoy la Iglesia, llena de alegría, conmemora el nacimiento para el cielo del Beato Luis Zeferino Moreau, quien muriera santamente en un día como hoy de 1901 en Saint-Hyacinthe, Canadá.

Fue beatificado por S.S. Juan Pablo II el 10 de mayo de 1987.

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11:32 p.m. ,

Por: . | Fuente: Franciscanos.org

Sacerdote franciscano español, misionero y mártir en Marruecos.

Nació el Beato Juan de Prado en Morgovejo, en el reino de León, de una familia ilustre en toda España.

A los cinco años quedó huérfano, por lo que un sacerdote, movido a piedad, le envió a Salamanca para su educación; pero desaparecidos sus bienes por culpa de su tutor, bien pronto empezó a sentir gran fastidio por el mundo; y a los veinticuatro años abrazó el estado religioso tomando el hábito franciscano en la Provincia de San Gabriel.

Desde el primer momento se distinguió por su gran amor a la perfección, y, estudiada la teología, fue destinado a predicar y confesar, ministerios para los cuales estaba favorecido del cielo con dotes singulares. Estas ocupaciones no le impedían la presencia continua de Dios y el ejercicio de la santa oración, en la que concibió deseos de pasar a tierra de infieles para ejercer allí su apostolado, aunque todavía no era el momento oportuno. Mientras llegaba éste, se dio a la austera mortificación de su carne, ayunando todo el año, durmiendo en el suelo y macerándose con cilicios y disciplinas. A la mortificación exterior unía la del espíritu, obedeciendo a todos, hasta a los novicios, haciendo los oficios más humildes aun siendo Guardián de Badajoz y de Sevilla.

A pesar de ser angelical, le levantaron una grave calumnia contra la pureza, que soportó en silencio sin defenderse, manifestando que sólo sentía el escándalo y el desdoro de la Orden. Bien pronto resplandeció su inocencia, y dadas todas las satisfacciones imaginables, fue nombrado Provincial en atención a su prudencia, a su severidad consigo mismo y su celo por la observancia.

Pudo conseguir, no sin graves dificultades, el permiso para trasladarse a Marruecos, para lo que obtuvo licencia de Urbano VIII, y en Mazagán se dedicó con gran celo a la evangelización de los soldados y demás fieles, que estaban muy abandonados en sus deberes religiosos.

Quiso salir de Mazagán para la capital, adonde iba destinado, pero se lo impidieron repetidas veces con pretextos de prudencia hasta que acompañado de otro fraile, el P. Matías, logró sus anhelos. Al llegar a las cercanías de Marrakech y ver a los esclavos cristianos, abrazóse a ellos, los consoló y les prometió dedicarse por completo a la atención de sus almas. Bien pronto tuvo noticia el Sultán de la llegada de los dos religiosos, y los hizo comparecer en su presencia. Al conocer el objeto de su venida, los encerró en un calabozo, cargados de cadenas. Venía con ellos un fraile hermano lego, a quien, como al P. Matías, había profetizado el beato Juan la próxima libertad después de morir él.

Los obligaron a moler diariamente muchos kilos de sal para fabricar pólvora, y cuando no terminaban la cantidad de labor señalada, les castigaban con palos. Sus cadenas no les impedían decir misa cotidianamente, enseñar y alentar a los cautivos y trabajar en la conversión de los paganos. Cuantas veces fue llamado a la presencia del rey, otras tantas dio respuestas dignas de los primeros mártires del cristianismo, tan claras y enérgicas, con tales razones, que parecían convencer o al menos confundir al rey.

Un día, por fin irritado del valor intrépido del santo, lo mandó azotar atado a una columna, y como no cesase de predicar la fe cristiana, el mismo rey le dio un fuerte golpe en la cabeza con su cimitarra. Después lo asaetearon y, como aun tuviera vida, después de darle muchas puñaladas, lo echaron en una hoguera para quemarlo vivo. Allí lo remataron a pedradas, rompiéndole el cráneo de un cruel hachazo.

Sus venerandos restos fueron traídos a España por sus compañeros, y recibidos con gran honor en Sanlúcar de Barrameda por el duque de Medina Sidonia, siendo trasladados años después a Santiago de Galicia.

Sufrió el martirio el 24 de mayo del año 1631, a los sesenta y ocho años de edad.

Glorioso por los milagros que obraron sus sagradas reliquias, lo beatificó Su Santidad Benedicto XIII, siendo venerado como patrón y protector de las misiones franciscanas de Marruecos.

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11:32 p.m.

Por: . | Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01

Alrededor del año 517, nació Simeón en Antioquia, de una mujer llamada Marta, que también es venerada como santa. Su padre, natural de Edessa, pereció en un terremoto cuando Simeón tenía cinco años. Desde entonces, se contaban cosas extrañas sobre el chiquillo, quien acabó por alejarse de su ciudad natal y anduvo errante por las montañas hasta llegar a un pequeño monasterio en el que se refugió y, por expreso deseo, se puso bajo la guía y la tutela de un estilita muy conocido que se llamaba Juan. Durante el resto de su vida, el ermitaño se ocupó de Simeón, quien también construyó su pilar cerca del de su maestro. Desde la edad de siete años, antes de haber perdido sus dientes de leche, Simeón estableció su morada en la columna. Muy pronto la fama de su excentricidad, de su santidad y de sus poderes para realizar milagros, se extendió tanto que, para evitar la constante visita de peregrinos, Simeón se retiró a vivir en la cumbre de una roca, sobre una montaña inaccesible que llegó a conocerse con el nombre de Monte de Maravillas. Por entonces, tenía veinte años. Una década después, como resultado de una visión, estableció un monasterio para sus discípulos y mandó levantar una nueva columna para él mismo, a la que fue conducido, solemnemente, por dos obispos.

De esta manera extraordinaria, pero auténtica sin duda, vivió Simeón durante otros cuarenta y cinco años. De vez en cuando, se trasladaba a otro pilar; cuando tenía treinta y tres años, fue ordenado sacerdote, sin haber bajado de su columna, puesto que el obispo subió para hacerle la imposición de manos. Al parecer, sobre la columna había una plataforma de amplitud suficiente para que Simeón pudiese celebrar la misa ahí mismo; sus discípulos ascendían por una escalera para recibir la comunión de sus manos. En los registros de su historia se afirma que Dios manifestó la santidad de su siervo con el don de hacer milagros, sobre todo la curación de enfermos, el vaticinio de las cosas por venir, y el conocimiento de los pensamientos secretos de los demás. Evagrio, historiador sirio, fue testigo de muchas de aquellas maravillas y asegura que experimentó por sí mismo el poder de Simeón para leer los pensamientos, cuando lo visitó para pedirle consejos espirituales.

Verdaderas multitudes procedentes de todas partes acudían a San Simeón en busca de una palabra de consuelo y con la esperanza de presenciar algún milagro o beneficiarse con él. Después de la muerte de San Juan el Estilita, ya nadie pudo restringir las austeridades a que se entregaba Simeón. Evagrio dice que se mantenía enteramente con una dieta de frutas y hortalizas. Simeón escribió al emperador Justino II para pedirle que castigase a los samaritanos que habían atacado a los cristianos de las vecindades, y San Juan Damasceno atribuye a Simeón un breve texto en que alaba la veneración a las sagradas imágenes. Hay otros escritos, homilías e himnos, que también se le atribuyen, pero sin razón suficiente. Simeón había vaticinado que Justino II sucedería a Justiniano, y a Juan el Escolástico, que llegaría a ser elegido para la sede de Constantinopla, como efectivamente lo fue.

El que haya sido un estilita desde niño y desplegara sus manifestaciones espirituales desde su tierna edad; el que llegase a vivir casi sin comer y sin dormir; sus luchas con los espíritus malignos, sus mortificaciones físicas y sus numerosos milagros, como se relata en su biografía, tienen un carácter tan especial, que cualquier lector se inclinará a pensar que se trata de un personaje de fábula. El padre Delehaye dice que se trata de un documento fuera de lo común que debe leerse con buen sentido; pero sus declaraciones pueden ser comprobadas y, por cierto, que no carecen de veracidad histórica. El santo enfermó en mayo de 592. El patriarca Gregorio de Antioquia, al saber que agonizaba, corrió para ayudarle en sus últimos momentos; pero San Simeón murió antes de que él llegara.

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7:34 p.m.

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María, Auxilio de los Cristianos, mediadora de la humanidad. Como Madre del Redentor, por fuerza y mérito de la corredención, Ella es la ayuda de la humanidad necesitada de redención; lo es también de cada individuo, porque es la Madre espiritual de todos. Patrona de todos los cristianos, en especial de los salesianos. Defensora de Europa durante las invasiones musulmanas.

7:34 p.m.

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Conmemoración de san Mánahen, hermano de leche del tetrarca Herodes, que era doctor en la Iglesia de Antioquía, en Siria, sobresaliendo como profeta bajo la gracia del Nuevo Testamento (s. I).

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Por: Lamberto de Echeverría, Bernardino Llorca y José Luis Repetto Betes | Fuente: AÑO CRISTIANO Edición 2004

Presbíteros y Mártires

Martirologio Romano: En la ciudad de Witowo, en Polonia, beatos José Kurzawa y Vicente Matuszewski, presbíteros y mártires, asesinados por los perseguidores de la Iglesia cuando, en tiempo de guerra, su patria estuvo sometida por la fuerza a un poder extranjero. ( 1940)

Fecha de beatificación: 13 de junio de 1999 por el Papa Beato Juan Pablo II como parte de un grupo de 108 mártires polacos.

En la madrugada del 23 de mayo de 1940 la policía nazi sacó de la casa rectoral en que dormían al párroco y al coadjutor de la parroquia de Osiecyni, Polonia, y los obligó a montar en un coche, que de inmediato tomó la carretera en dirección a Witowo. Cuando había recorrido unos cinco kilómetros, el coche paró, los sacerdotes fueron obligados a descender de él y fueron asesinados con tiros de pistola. Sus cuerpos quedaron en una fosa al borde de la carretera.

Este trágico final lo habían visto venir no pocas personas como consecuencia de la actitud valerosa que ambos sacerdotes venían mostrando desde la entrada de las tropas nazis en la población tras desencadenarse la II Guerra Mundial. Ellos no habían querido dejar el pueblo porque decían que su sitio estaba junto a los fieles, y seguían ejerciendo su ministerio con toda la normalidad que les era posible. Más aún, llegado el día del Corpus Christi decidieron sacar la tradicional procesión a la calle, acto al que los fieles acudieron, y que disgustó sobremanera a las autoridades de ocupación. El antiguo alcalde del pueblo acudió al párroco para decirle que era perentorio que ambos se marcharan. El párroco dijo que él de ningún modo se iba pero que el coadjutor era libre de hacerlo, a lo que éste igualmente se negó diciendo que no pensaba abandonar a su párroco. Su valentía y firmeza les costó la vida.

El párroco se llamaba Vicente Matuszewski y había nacido en Chruscienska Wola el 3 de marzo de 1869, ordenándose de sacerdote el 17 de febrero de 1895. Estuvo destinado en diferentes parroquias hasta que en 1918 se le nombró en la de Osiecyni, donde trabajó con gran entrega y mucho fruto. El obispo quiso premiar ese trabajo nombrándole canónigo de la colegiata de Kalisz sin por eso tener que dejar su parroquia.

El coadjutor se llamaba José Kurzawa y había nacido en Swierczyn el 6 de enero de 1910, ordenándose sacerdote el 14 de junio de 1936. Fue destinado a la parroquia de Osiecyni como primer encargo, siendo además de vicario parroquial el prefecto de las escuelas locales. Era muy apreciado por su mansedumbre y bondad.

AÑO CRISTIANO Edición 2004
Autores: Lamberto de Echeverría (†), Bernardino Llorca (†) y José Luis Repetto Betes
Editorial: Biblioteca de Autores Católicos (BAC)
Tomo V Mayo ISBN 84-7914-709-1

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11:39 p.m.

Obispo y Mártir

Martirologio Romano: En Langres, en la Galia Lugdunense, hoy Francia, martirio de san Desiderio, obispo, de quien se narra que viendo a su grey oprimida por los vándalos, se dirigió a su rey para suplicar por ella, pero por orden del monarca fue condenado a muerte, ofreciéndose así, libremente, por las ovejas que le habían sido confiadas. ( c.355)

Breve Biofrafía

Su existencia en el siglo IV está garantizada por San Atanasio, que lo menciona como participante y subscritor del Concilio de Sárdica del año 343; su nombre aparece también en las actas del pseudo-concilio de Colonia del 346. San Desiderio ocupa el tercer lugar en la lista de obispos de Langres (Francia), aunque parece que era procedente de las inmediaciones de Génova, y designado a la sede de Langres de alguna manera milagrosa.

Un clérigo de dicha ciudad, de nombre Varnacario escribió, al inicio del siglo VII, un relato del martirio de San Desiderio, lo hizo basándose en tradiciones locales. Según Varnacario, el obispo Desiderio habría sido decapitado durante una invasión de los vándalos guiados por Croco; es posible que haya aquí una cierta confusión en las tradiciones locales, porque Langres tuvo diversas invasiones bárbaras, y la de los Alemanes comandados por el auténtico Croco (298-307) no coinciden con las fechas de permanencia de Desiderio como obispo de Langres; probablemente la mencionada invasión sea la de los Germanos entre los años 355 - 57, misma que fue repelida por el emperador Juliano el Apóstata.

Una leyenda dice que el santo obispo, después de su decapitación, como tantos otros “cefalóforos” (que cargan sus cabezas), recogió su cabeza y volvió a entrar en la ciudad a través de una apertura de la roca que se abrió para dejarlo pasar; esa abertura sigue siendo exhibida hoy.

El culto de san Desiderio de Langres es indisputablemente anterior al siglo VII, y el Martirologio Jeronimiano lo menciona el 11 de febrero; pero en el siglo XI, por error de un copista, error que luego fue copiado por otros, fue confundido con San Desiderio de Vienne. En la actualidad al Santo Obispo de Vienne se lo recuerda el 26 de mayo, y al de Lagres el 23 del mismo mes.

La ciudad de Langres lo recuerda el 19 de enero, aniversario de la traslación de las reliquias, acaecida en el año 1315. Su culto se difundió no sólo en Francia, sino también en Italia, Suiza y Alemania; es el patrono de la ciudad de Langres, y muchas iglesias de las diócesis están dedicadas a él; su tumba estaba al cuidado de un priorato benedictino en el centro de la ciudad. En 1354 se fundó en su honor una célebre confraternidad de la que formaron parte reyes y príncipes.

A San Desiderio se lo tiene como intercesor en los partos difíciles y como testigo de la verdad de un juramento.

responsable de la traducción: Xavier Villalta

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11:39 p.m.

Por: . | Fuente: P. Felipe Santos || «Vidas de los santos», Alban Butler

Monje

Martirologio Romano: Cerca de Gemboux, en la comarca de Lieja, en Lotaringia, hoy en Bélgica, sepultura de san Guiberto, monje, que, habiendo abandonado sus insignias militares y abrazado la disciplina de la vida monástica, construyó un cenobio en un terreno de su heredad, retirándose después al monasterio de Gorze. ( 962)

Etimológicamente: Guiberto = “protector”. Viene de la lengua alemana.

Guiberto presintió en su corazón la presencia de Alguien que lo llamaba a ser feliz, alejado de tantos bienes como le había dejado su padre en herencia.

Guiberto descendía de una de las más ilustres familias de Lotaringia. Después de una brillante carrera militar, Guiberto se sintió llamado por Dios a abandonar el mundo y practicar la vida solitaria en una de sus posesiones. Durante sus años de vida eremítica, maduró el proyecto de fundar un convento en que los monjes, totalmente retirados del mundo, se consagrasen a cantar incesantemente las divinas alabanzas. La abuela de san Guiberto, que se llamaba Gisla, contribuyó a la dotación de la fundación. El primer abad fue un hombre de Dios, llamado Herluino. En cuanto el nuevo convento quedó organizado, San Guiberto se retiró a la abadía de Gorze, en la que tomó el hábito; así pudo librarse de las muestras de respeto que le prodigaban los monjes de Gembloux y evitar toda forma de complacencia.

Algún tiempo antes de su muerte, los monjes de Gembloux, al acordarse de él, fueron a pedirle que regesara al monasterio. San Guiberto pasó los últimos años de su vida en Gorze, donde sufrió una dolorosa enfermedad. Murió a los setenta años de edad, el 23 de mayo de 962. Su tumba se vio honrada con numerosos milagros.

En toda la Edad Media, Gembloux fue un atractivo religioso de primer orden debido al desprendimiento de este joven que, en lugar de enamorarse de las riquezas materiales, se enamoró de Cristo.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

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6:41 p.m.

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En Langres, en la Galia Lugdunense, martirio de san Desiderio, obispo, de quien se narra que al constatar que su grey era vejada por los vándalos, se dirigió a su rey para suplicar por ella, pero fue condenado a muerte por aquél y se entregó libremente por las ovejas que le habían sido confiadas (c. 355).

6:41 p.m.

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En la región de Nursia, en la Umbría, conmemoración de san Eutiquio, abad, que, según narra el papa [san Gregorio I Magno], primero llevó vida solitaria con [san Florencio] y procuró conducir a muchos hacia Dios a través de la exhortación, y luego gobernó santamente un monasterio cercano (c. 487).

11:24 p.m. ,

Por: . | Fuente: EWTN.com

Viuda y Fundadora

Martirologio Romano: En Barcelona, en España, santa Joaquina de Vedruna. Madre de familia, educó piadosamente a sus nueve hijos y, una vez viuda, fundó el Instituto de las Carmelitas de la Caridad, soportando con tranquilidad de ánimo toda clase de sufrimientos hasta su muerte, que ocurrió por contagio del cólera (1854).

Fecha de canonización: Fue declarada santa por el Papa Juan XXIII en 1959 (siendo ella la primera persona que canonizó este Pontífice).

Breve Biografía

Esta es una santa que duró casada hasta los 33 años. Tuvo ocho hijos y bastantes nietos. A los 47 años fundó la Comunidad de las hermanas Carmelitas de la Caridad, y al morir a los 61 años había fundado conventos, escuelas y hospitales en diversos sitios de España.

Nació en Barcelona, España, en 1773. Su padre, Don Lorenzo de Vedruna, era rico y alto empleado del gobierno. Su familia era muy católica.

La niña desde muy pequeña tuvo mucha devoción al Niño Jesús y a las benditas almas.

Algo que la caracterizó desde sus primeros años fue un gran amor a la limpieza. No toleraba ninguna mancha de mugre en sus vestidos. Y esto la fue llevando a no tolerar tampoco manchas de pecado en su alma.

A los doce años sintió un gran deseo de ser religiosa carmelita. Pero las monjitas no la aceptaron porque les parecía muy niña todavía para decidirse por la vocación religiosa.

A los 26 años, en 1799, contrae matrimonio con un rico hacendado, don Teodoro de Mas, muy amigo de su padre, y empleado oficial como él. Teodoro estimaba mucho a las tres hijas de Don Lorenzo y para decidirse por una de ellas les llevó un pequeño paquetico de dulces de regalo. Las dos primeras lo rechazaron como un regalo demasiado infantil, pero Joaquina lo aceptó con alegría exclamando: "Me encantan las almendras". Este gesto de humildad decidió al joven a elegirla como esposa.

Al principio de su matrimonio sentía a veces serios escrúpulos por no haber seguido la vocación de religiosa que de niña tanto le llamaba la atención, pero su esposo la consolaba diciéndole que en la vida de hogar se puede llegar a tan alta santidad como en un convento y que con sus buenas obras de piedad iría reemplazando las que iba a hacer en la vida religiosa. Esto la tranquilizó. 16 años vivió con su esposo, y Dios le regaló ocho hijos. Y como premio a su sacrificios, cuatro hijas se hicieron religiosas, y varias de sus nietas también.

Cuando Napoleón invadió España; el esposo de Joaquina se fue al ejército a defender la patria y participó valerosamente en cinco batallas contra los invasores. Joaquina y sus niños tuvieron que abandonar la ciudad de Barcelona y huir hacia la pequeña ciudad de Vich.

Cuando Joaquina y sus hijos andaban por la llanura huyendo, de pronto apareció una misteriosa señora y la condujo hasta Vich a casa de una familia muy buena, que los recibió con gran cariño. Enseguida la Señora desapareció y nadie pudo dar razón de ella. Joaquina creyó siempre que fue la Sma. Virgen quien llegó a auxiliarla.

Un día mientras estaba rodeada de su familia, le pareció oír una voz que le decía: "Pronto te vas a quedar viuda". Ella se preparó a aceptar la voluntad de Dios, y a los dos meses, aunque su esposo gozaba de buena salud, y apenas tenía 42 años, murió imprevistamente. Joaquina quedaba viuda a los 33 años, y encargada de ocho hijitos.

Desde aquel día dejó todos sus vestidos de señora rica. Y se dedicó por completo a ayudar a los pobres y a asistir a los enfermos en los hospitales. Al principio la gente creía que se había vuelto loca por la tristeza de la muerte de su esposo, pero pronto se dieron cuenta de que lo que se estaba volviendo era una gran santa. Y admiraban su generosidad con los necesitados. Ella vivía como la gente más pobre, pero todas sus energías eran para ayudar a los que padecían miseria o enfermedad.

Durante diez años estuvo dedicada a penitencias, muchas oraciones y continuas obras de caridad, pidiéndole a Dios que le iluminara lo que más le convenía hacer para el futuro. Cuatro de sus hijas se fueron de religiosas y los otros cuatro hijos se fueron casando, y al fin ella quedó libre de toda responsabilidad hogareña. Ahora iba a poder realizar su gran deseo de cuando era niña: ser religiosa.

Se encontró providencialmente con un sacerdote muy santo, el Padre Esteban, capuchino, el cual le dijo que Dios la tenía destinada para fundar una comunidad de religiosas dedicada a la vida activa de apostolado. El sabio Padre Esteban redacta las constituciones de la nueva comunidad, y en 1826, ante el Sr. Obispo de Vich, que las apoya totalmente, empieza con ocho jovencitas su nueva comunidad a la cual le pone el nombre de "Carmelitas de la Caridad".

Pronto ya las religiosas son trece y más tarde cien. Su comunidad, como el granito de mostaza, empieza siendo muy pequeña, y llega a ser un gran árbol lleno de buenos frutos. Ella va fundando casas de religiosas por toda la provincia.

Tuvo Santa Joaquina la dicha de encontrarse también con el gran apóstol San Antonio María Claret cuyos consejos le fueron de gran provecho para el progreso de su nueva congregación.

Vino luego la guerra civil llamada "Guerra Carlista" y nuestra santa, perseguida por los izquierdistas, tuvo que huir a Francia donde estuvo desterrada por tres años. Allí recibió la ayuda muy oportuna de un joven misteriosos que ella creyó siempre haber sido San Miguel Arcángel, y Dios le preparó en estas tierras a una familia española que la trató con verdadera caridad.

Al volver a España, quizás como fruto de los sufrimientos padecidos y de tantas oraciones, empezó a crecer admirablemente su comunidad y las casas se fueron multiplicando como verdadera bendición de Dios.

En 1850 empezó a sentir los primeros síntomas de la parálisis que la iba a inmovilizar por completo. Aconsejada por el Vicario Episcopal renunció a todos sus cargos y se dedicó a vivir humildemente como una religiosa sin puesto ninguno. Aunque conservaba plenamente sus cualidades mentales, sin embargo dejó a otras personas que dirigieran la Congregación. Dios le suscitó un nuevo y santo director para su comunidad, el Padre Bernardo Sala, benedictino, quien se propuso dirigir a las religiosas según el espíritu de la santa fundadora.

Durante cuatro años la parálisis se fue extendiendo y la fue inmovilizando por completo hasta quitarle también el habla. Vino luego una epidemia de cólera, la cual acabó con su vida y el 28 de agosto de 1854 pasó santamente a la eternidad.

Antes había tenido el gusto de ver aprobada su Comunidad religiosa por la Santa Iglesia en 1850. Y desde entonces ha venido ayudando de manera prodigiosa a sus religiosas que se han extendido por muchos países.

La Comunidad de Carmelitas de la Caridad tiene ahora 290 casas en el mundo con 2,724 religiosas. 40,079 niñas son educadas en sus colegios y 4,443 personas soln atendidas en sus hospitales.

Fue declarada santa por el Papa Juan XXIII en 1959 (siendo ella la primera persona que canonizó este Pontífice).

Santa Joaquina: sin hacer milagros en vida, y siendo una sencilla madre de familia, una esposa afectuosa, y una mujer que tuvo que sufrir mucho en la tierra, y que dedicó sus grandes energías en ayudar a los necesitados, sea para nosotros un modelo para imitar, y una poderosa protectora que ruegue por nuestra santificación y la salvación. Que Dios nos mande muchas santas como ésta, muchas Joaquinas más.

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11:24 p.m. ,

Por: . | Fuente: Franciscanos.net

Sacerdote y mártir de la Primera Orden

León XIII el 9 de diciembre de 1886 aprobó su culto.

Juan Forest nació en 1471, probablemente en Oxford, Inglaterra; a los diecisiete años vistió el hábito de los Hermanos Menores en Greenwich. Nueve años después fue enviado a Oxford para los estudios teológicos, realizados los cuales fue ordenado sacerdote y regresó al convento de origen. Del cardenal Wolsey recibió el encargo de predicar en la iglesia de San Pablo de Londres y al mismo tiempo fue escogido por la reina Catalina de Aragón primero como capellán, luego como confesor.

Gozó de la estimación y la amistad de Enrique VIII, hasta cuando Juan se declaró por la validez del matrimonio del rey, que quería disolverlo sosteniendo la invalidez de las primeras nupcias.

Juan Forest, guardián del convento, advirtió a los cohermanos en un capítulo de 1532 que el rey quería suprimir la Orden. Desde el púlpito de la iglesia de San Pablo había defendido enérgicamente la validez de las nupcias puesta en discusión y había hablado abiertamente contra Cromwell e indirectamente contra el rey. La condena papal de 1534 indignó a Enrique VIII, que suprimió los conventos de los franciscanos y les ordenó dispersarse en otros conventos. Al Beato Juan Forest, lo encontramos en prisión en Newgate, hasta 1534.

En 1538 Juan se encontraba en el convento de los Conventuales, en Smithfield. En aquella especie de confinamiento pudo mantener con la reina Catalina, con su dama de compañía Elisabeth Hammon y con el Beato Tomás Abekl una correspondencia que se conserva todavía por lo menos en parte. Escribió también un tratado contra Enrique VIII, que usurpaba el título de cabeza espiritual de la nación. Este tratado irritó al rey, que ordenó fuese arrestado. Conducido al tribunal, fue víctima de un juego de astucia. Se quería que él aceptase en bloque algunos artículos sometidos a su firma, pero cuando pudo leerlos uno por uno, entendió claramente que uno de ellos conllevaba un acto de apostasía. Los rechazó todos juntos y por esto fue condenado a la hoguera.

La ejecución tuvo lugar en Smithfield el 22 de mayo de 1538. En el lugar del suplicio, fue invitado a pedir perdón al rey y a hacer juramento de fidelidad, pero el mártir resistió impávido: antes bien, quiso añadir una bellísima profesión de fe católica: “Creo en la Iglesia, una, santa, católica, apostólica, romana. Juro que no me apartaré jamás del Papa, Vicario de Cristo, sucesor de San Pedro y Obispo de Roma. Aunque bajase un ángel del cielo y me insinuase algo distinto de esto que he creído por toda mi vida, aunque debiera ser despedazado parte por parte, miembro por miembro, quemado, ahorcado o se me infligiera cualquier otro dolor, no me apartaré de mi fe”. Fue atado de los costados y suspendido sobre las llamas. Murió a fuego lento orando e invocando el nombre del Señor. Tenía 67 años.

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11:24 p.m. ,

Por: . | Fuente: Santopedia.com

Fundadora Congregación de las Hermanas Ministras de los Enfermos de San Camilo

Maria Doménica nació el 17 de enero de 1789 en Lucca, a los 12 años perdió el padre y a los 22, después de cinco meses de matrimonio, perdió el marido de paro cerebral.

Volvió todo su amor sobre Lorenzo, el único hijo nacido de tal matrimonio, y además dedicándose a las enfermas en las casas particulares. A los 31 años le murió el hijo de 8 años. Aun viviendo la pérdida en el lleno abandono a la voluntad de Dios, el sufrimiento fue enorme.

Rechazó distintas propuestas de matrimonio y siguió con la actividad de asistencia domiciliaria ya iniciada hace algunos años con otras mujeres: la Pía Unión de las Monjas Oblatas de la Caridad que ella misma había fundado. A los 36 años le murió entre los brazos la mamá diciéndole: ¿Haces todo lo que puedes para Dios y para tu Iglesia?

A los 40 años fundó el instituto de las Hermanas Oblatas Enfermeras bajo la protección de Maria SS. Dolorosa y con los consejos de Padre Scalabrini, después 2 años el instituto viene agregado a la Orden de los Camilianos con el nombre de Ministras de los Enfermos. La actividad fue enfocada sobre enfermas y niños, pero Maria Doménica pasaba también mucho tiempo en la formación de sus hijas espirituales y en la oración enfocada sobre el Jesús que sufre. Exhortaba a sí misma y a sus hijas a rezar antes de ir a asistir a las enfermas: "cuando Irán a los enfermos, recuerdan que están asistiendo a un Dios humanizado y expirante sobre la cruz".

Los puntos fijos de su vida fueron dos: la caridad heroica para descubrir y servir a Jesús en los enfermos y la transformación del sufrimiento propio en amor hacia el otro. La condición para vivir estas dos actitudes era una profunda humildad y apertura de corazón a los deseos de Dios. Maria Dominica construyó paz en sí (un corazón unificado en el amor) y alrededor de a sí (en la familia, en la comunidad, en la Iglesia), compartiendo esto sobre todo con los enfermos.

El 22 de mayo de 1868 a los 79 años Maria Doménica murió santamente: ¿Yo tengo que morir así? he pedido siempre al Señor tanto amor y tanto dolor? el dolor no me falta, pero ¿el amor?. Muriendo mantuvo en el rostro la misma sonrisa que había habido siempre en vida.

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Santa Rita (Rita La Abogada de Imposibles), religiosa, que, casada con un hombre violento, toleró pacientemente sus crueldades reconciliándolo con Dios, y al morir su marido y sus hijos ingresó en el monasterio de la Orden de San Agustín en Casia, de la Umbría, en Italia, dando a todos un ejemplo sublime de paciencia y compunción (c. 1457).

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En Pistoya, en la Toscana, san Atón, obispo, que había sido abad en la Orden de Vallumbrosa y luego fue puesto al frente de esta Iglesia (c. 1153).

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Obispo

Martirologio Romano: En Dariorige (hoy Vannes), en la Bretaña Menor (actualmente en Francia), conmemoración de san Paterno, obispo, de quien se cuenta que en este día fue ordenado obispo en el concilio provincial reunido por san Perpetuo de Tours en esta misma sede ( c.460-490).

Etimológicamente: Paterno = Padre, es de origen latino.

San Paterno de Vannes nació probablemente en Poitiers, Francia, y llegó a ser obispo de Vannes, en ese mismo país.

A diferencia de los demás obispos fundadores de diócesis en Bretaña, San Paterno no era de origen bretón. Por su nombre, su origen quizás haya sido galo romano. Sin embargo se desconocen muchos detalles acerca de su vida.

Al parecer, un concilio del año 465 celebrado por seis obispos resolvió la necesidad o la contingencia de nombrar un obispo para Vannes, y el cargo recayó en San Paterno.

Luego de fijar los límites del nuevo obispado, San Paterno enfrentó difíciles conflictos, tanto con los partidarios de un cristianismo local de tradición celta, como los de un cristianismo de corte más bien galo-romano.

Una inmigración de bretones que regresaba de la Gran Bretaña vino a complicarle la situación, pues tenía que conciliar a gente con ideas y experiencias distintas. Dentro de este contexto, San Paterno fue un artífice de la unidad, y durante un tiempo supo mantener el equilibrio con las distintas facciones en pugna.

Sin embargo, las intrigas y la incomprensión lo forzaron a dimitir y a exilarse, por lo que se retiró a la soledad de una ermita, donde murió en penitencia y en el olvido total.

En 1964, el papa Paulo VI declaró a San Paterno santo patrono de la diócesis de Vannes.

San Paterno de Vannes nos enseña la importancia de transmitir y mantener la unidad entre grupos con intereses distintos.

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Por: . | Fuente: Vatican.va

Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En Três Passos, Brasil, beatos Manuel Gómez González, presbítero, y Adílio Daronch, joven acólito suyo, mártires. ( 1924)

Fecha de beatificación: 21 de octubre de 2007, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI

Nació el 29 de mayo de 1877 en As Neves (cerca de Tuy, provincia de Pontevedra, España). Al día siguiente fue bautizado en la iglesia parroquial. Era el hijo primogénito de José Gómez Rodríguez y Josefa González Durán. Recibió la confirmación el 20 de septiembre de 1878.

Después de los estudios de primaria en su pueblo natal, entró en el seminario menor diocesano de San Pelayo, en Tuy. Luego pasó al seminario mayor, donde hizo los estudios de filosofía y teología. Recibió la ordenación sacerdotal el 24 de mayo de 1902.

Durante el breve período de tiempo que permaneció en su diócesis, ejerció el ministerio sacerdotal como coadjutor en la parroquia de As Neves, pero en 1905, con los debidos permisos, se incardinó en la vecina archidiócesis de Braga (Portugal). Allí, su primer cargo fue el de párroco de Nossa Senhora di Extremo, en Valdevez (1906-1911). Luego fue trasladado a las parroquias de Taias y Barroças, en Monsão, donde estuvo hasta 1913 cuando, a causa de la persecución religiosa en Portugal, le permitieron partir para Brasil.

En este nuevo destino, después de una breve estancia en Río de Janeiro, monseñor Miguel de Lima Valverde, lo acogió en la diócesis de Santa María (Rio Grande do Sul). Cuando el párroco de Saudade, João Antônio Faria, también él de la archidiócesis de Braga, tuvo que volver a Portugal por enfermedad de su padre, don Manuel lo sustituyó durante varios meses; al regresar don João, le ayudó como coadjutor hasta que, a fines del año 1915, el obispo nombró al padre Manuel párroco de Nonoai.

En su parroquia, que tenía una extensión inmensa, promovió y organizó la catequesis; impulsó la participación de los fieles en las santas misas y en los sacramentos. Con tenacidad y gran celo apostólico logró vencer la indiferencia de mucha gente; asimismo, contribuyó a mejorar la calidad de vida de los fieles.

Allí llevó a cabo una labor pastoral tan intensa que en ocho años cambió el rostro de la parroquia, cuidando también de los indios. Recorrió a lo largo y a lo ancho el territorio de su vasta parroquia, fundando pequeñas comunidades. Dado que no había escuelas en aquellos lugares, abrió una en su propia casa; en ella enseñaba gratuitamente a niños y adolescentes. Además, como había gran carestía de todo, con espíritu de iniciativa, construyó un horno para la fabricación de ladrillos; así pudo edificar la casa parroquial y viviendas para la población, que destinó a los más pobres, los cuales no necesitaban pagar alquiler. Restauró la iglesia y se esforzó por fomentar el cultivo de arroz y patatas.

Como atestiguan quienes le conocieron, era un sacerdote alegre y caritativo. Sufría con los que sufrían. Hacía siempre el bien. Sepultaba a los muertos y ayudaba a las viudas.

Carmelinda Daronch Socal, hermana del acólito Adílio, muerto mártir con don Manuel, atestiguó: "Era muy amable y respetado por todos. Era considerado la persona más importante del lugar. Aconsejaba a las personas. Era caritativo. Poseía un carisma muy especial. Don Manuel enseñaba a orar, a leer y a escribir. Sus misas eran muy hermosas. Yo participaba siempre en las celebraciones con mi familia".

Otra hermana de Adílio, Zolmira, también da un testimonio de su admiración por el santo párroco: "Don Manuel era una persona muy amiga de mi familia. Él y mi padre dialogaban con frecuencia. Fue él quien me dio la primera Comunión. Todos los parroquianos lo admiraban porque era una de las pocas personas que se preocupaba de la gente e instruía a los fieles. Don Manuel era simpático, amable, humilde; tenía buenas relaciones con todos. Era un hombre trabajador, recorría todos los lugares a lomos de su asno".

En varias ocasiones debió ocuparse incluso de la vecina parroquia de Palmeiras das Missões, en calidad de administrador, en la región de Colônia Militar, cerca del río Uruguay, en las inmediaciones de la frontera con Argentina. Fue precisamente en el territorio de esta segunda parroquia encomendada a su cuidado pastoral donde sufrió el martirio.

En el mes de mayo de 1924, el obispo de Santa María, monseñor Àtico Eusébio da Rocha, le pidió que fuera a visitar a un grupo de colonos brasileños de origen alemán instalados en la floresta de Três Passos. El padre Manuel celebró la Semana santa en la parroquia de Nonoai; luego emprendió el viaje, acompañado del joven Adílio, sin preocuparse de los peligros de esa región, sacudida por movimientos revolucionarios.

La primera etapa fue Palmeiras das Missões —distante 80 km—, donde administró los sacramentos. Prosiguió después su viaje hasta Braga y, luego, a Colônia Militar donde, el 20 de mayo de 1924, celebró por última vez la santa misa.

Los fieles indígenas avisaron al sacerdote del peligro que correría si penetraba en la floresta, pero él no les hizo caso, porque ardía en deseos de llevarles la gracia divina.

Al llegar a un emporio, en busca de informaciones sobre cómo llegar a los colonos de Três Passos, se encontraron con algunos militares que, amablemente, se ofrecieron para acompañarlos. En verdad, se trataba de una emboscada organizada premeditadamente. El padre Manuel y su fiel monaguillo Adílio, que entonces sólo tenía dieciséis años, en realidad fueron llevados a una zona remota de la floresta, donde los esperaban los jefes militares para asesinarlos.

Un testigo narra: "No había pasado media hora cuando repentinamente se escucharon varios disparos procedentes del bosque, a poca distancia de donde nos encontrábamos. Eran las nueve de la mañana del miércoles 21 de mayo de 1924. Nos preguntábamos a qué habían disparado los soldados. Luego, cuando, media hora después, volvieron los militares, nadie se atrevía a decir nada, por miedo a los revolucionarios, y menos a ir al bosque a averiguar lo que había pasado. Podía haber sucedido cualquier cosa.

Al día siguiente, jueves, por la tarde, aparecieron dos asnos sin aparejos, comiendo. El campesino del lugar, al no conocerlos, los echó de allí; por la tarde, llegaron a la tierra del señor Diesel, el cual reconoció que eran los asnos del sacerdote y del muchacho. Sin perder un instante, montó a caballo y fue de prisa hasta la capilla católica de Três Passos. Al llegar, preguntó: ¿Ha llegado el padre Manuel para celebrar la misa? Le respondieron que no. Entonces dedujeron que los habían matado en la floresta de Feijão Miúdo".

Efectivamente, don Manuel Gómez González y Adílio Daronch, en un altozano, habían sido maltratados, y luego atados a dos árboles y fusilados, muriendo así por odio a la fe cristiana y a la Iglesia católica.

Reproducido con autorización de Vatican.va

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