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Nicolás de Tolentino, Santo
Nicolás de Tolentino, Santo

Patrono de las almas del purgatorio


Martirologio Romano: En Tolentino, del Piceno, en Italia, san Nicolás, presbítero, religioso de la Orden de Ermitaños de San Agustín, que, fraile de rigurosa penitencia y oración asidua, severo consigo y comprensivo con los demás, se autoimponía muchas veces la penitencia de los otros (1305).

Fecha de canonización: El 5 de junio de 1446 (Pentecostés) por el Papa Eugenio IV.





San Nicolás de Tolentino nació en Castel Sant´ Angelo, el actual Sant´ Angelo in Pontano, en 1245, y murió en Tolentino el 10 de septiembre de 1305.


Fray Pedro de Monte Rubiano, su biógrafo, nos cuenta que su vida estuvo entretejida de singularísimas experiencias místicas y de hechos prodigiosos, confirmados en el proceso de canonización, que se abrió a los veinte años de su muerte y concluyó en 1446. En ese proceso fueron declarados auténticos 301 milagros.


A San Nicolás de Tolentino lo invocan los que sufren injusticias, o están en peligro de perder la vida o la libertad, y también se lo invoca como protector de la maternidad y la infancia, de las almas del purgatorio, de la buena muerte, y hasta contra los incendios y las epidemias.


Fue asceta, austero pero no excéntrico, riguroso consigo mismo, pero dulce y atento con todos. En 1256 entró donde los agustinos y se ordenó en 1269 en Cingoli; durante seis años peregrinó por varias ciudades y después fijó su residencia en Tolentino en donde ejerció su apostolado sobre todo en el confesionario. Su santificación personal maduró en la sombra, haciendo fructificar los recursos espirituales que le brindaba la vida religiosa: la obediencia incondicional, el absoluto desapego de los bienes terrenales y la profunda modestia. Así se santificó, y al final de su vida pudo exclamar: “Veo a mi Señor Jesucristo, a su Madre y a San Agustín que me dicen: Muy bien, siervo bueno y fiel”.


Aunque no se notaba exteriormente la penitencia a la que se sometía, sabemos por el testimonio de sus cohermanos que cuatro días a la semana su alimento consistía en sólo pan y agua, y los otros tres días no tocaba alimentos sustanciosos como carne, huevos, o fruta. No dormía sino tres o cuatro horas y el resto lo dedicaba a la oración.


Después de largas horas que pasaba en el confesionario, se dedicaba a visitar a los pobres, a los que les llevaba, con el permiso de sus superiores, ayudas materiales en los casos más urgentes. Los prodigios que hizo en vida y sobre todo después de la muerte tenían la finalidad de aliviar las miseries humanas.


Cuarenta años después de su muerte, fue encontrado su cuerpo incorrupto. En esa ocasión se le quitaron los brazos y de la herida salió bastante sangre. De esos brazos, conservados en relicarios de plata desde el siglo XV, ha salido periódicamente mucha sangre. Esto contribuyó a la difusión de su culto en toda Europa y en América.




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Como un indicio del papel importantísimo que desempeñaron en los asuntos religiosos y eclesiásticos los emperadores romano-bizantinos y de la influencia de las mujeres en la corte imperial (una influencia no siempre benéfica), recordemos que los Padres del famoso Concilio de Calcedonia, que hizo época, aclamaron a la emperatriz Pulquería, como "guardiana de la fe, pacificadora, pía, creyente y una segunda Santa Elena." Estos títulos no eran simples galanterías de los obispos orientales, sino signo de que éstos sabían por experiencia la importancia de conservar la buena voluntad del soberano imperial y de su corte.

Pulqueria era la nieta de Teodosio el Grande y la hija del emperador Arcadio, el que murió en el año 408. La princesa nació en el año 399. Tuvo tres hermanas: Flacilla, que era la mayor, murió muy joven; Arcadia y Marina eran menores que Pulqueria. El emperador dejó un hijo, Teodosio II, que era tímido, bueno y devoto, incapaz para manejar los asuntos públicos y sin la energía suficiente para la posición que ocupaba. A Teodosio le interesaba más escribir o pintar que el arte de gobernar, y sus allegados le daban el sobrenombre de "calígrafo." En el año de 414, Pulqueria, que sólo tenía la edad de quince años, en nombre de su joven hermano, fue declarada augusta, participante con Teodosio en el gobierno del imperio y encargada también del cuidado y educación del príncipe.


Bajo el gobierno de Pulqueria, la corte mejoró mucho de lo que había sido en tiempos de su madre, quien despertó la justa cólera de San Juan Crisóstomo. Al convertirse en augusta, Pulqueria hizo un voto de perpetua virginidad e indujo a sus hermanas a hacer lo propio. Probablemente, los motivos de aquella decisión no fueron religiosos, ni en parte, ni completamente. Era una mujer de negocios que veía las cosas tal como eran y no quería que el hombre se casara con ella o con alguna de sus hermanas llegara a meterse en los asuntos de la administración política o hiciera el intento de arrebatar el trono a su hermana. Pero tampoco se puede decir que el voto estuviese desprovisto de cierto sentido religioso, puesto que la soberana había citado a Dios como testigo y no era de las que toman el nombre de Dios en vano, y Pulqueria mantuvo su juramento, aun después de haberse casado, de hecho. De todas maneras, resulta exagerado representar a la corte de aquel tiempo como una especie de monasterio: el espectáculo de las jóvenes princesas dedicadas la mayor parte del tiempo a hilar, bordar y a los ejercicios de devoción en la iglesia no tenía nada de extraordinario y, si Pulqueria impedía a los hombres el acceso a sus departamentos y a los de sus hermanas, era por una medida de elemental prudencia, en vista de que las lenguas de la corte andaban muy sueltas, y los oficiales bizantinos no se distinguían por su buena conducta.


Tenemos la impresión de que era una familia muy unida y muy trabajadora, cuya primordial preocupación era el cuidado y la educación de Teodosio. Por desgracia, como sucede a menudo con las gentes muy inteligentes y capaces, Pulqueria estaba segura de bastarse a sí misma y (tal vez sin intención al principio) aprovechó la ventaja de la falta de interés de su hermano por los asuntos públicos para educarlo como un virtuoso caballerito y un joven estudioso, pero no un gobernante. Como se ha escrito irónicamente: "Su incapacidad para la administración era tan marcada, que apenas si se le puede acusar de haber aumentado los infortunios de su reino por sus propios actos." Si de los infortunios podía culparse a Teodosio, las buenas fortunas podrían achacarse a la prudencia y el buen gobierno de Pulqueria. El carácter resuelto de ésta y la tímida indiferencia de su hermano, se ponen de manifiesto en un suceso que ocurrió cuando Pulqueria, para poner a prueba a Teodosio, le presentó un decreto para la sentencia de muerte contra sí misma. El joven lo firmó precipitadamente, sin haberlo leído.


Cuando Teodosio llegó a la edad de contraer matrimonio, Pulqueria volvió a tomar en consideración las complicaciones políticas y, debemos admitirlo, también la salvaguardia de sus propios intereses y su ascendencia que, en las circunstancias, eran para el bien y el progreso del estado; eligió para él a Atenaís, la más bella, muy acaudalada y muy encumbrada hija de un filósofo de Atenas que aún era pagano. [La versión de que Atenaís fue enviada a Constantinopla para buscar fortuna, ilustra de manera interesante un aspecto de las costumbres en la sociedad greco-romana de la época. Estaría fuera de lugar relatar aquí esa historia, por eso recomendamos ver el resumen que hace Finlay en "Greece under the Romans", cap. II, sección XI].


Teodosio aceptó de buen grado a la joven, y ella no tuvo ningún reparo en hacerse cristiana, de modo que, en el año 421, se casaron. Dos años más tarde, Teodosio declaró augusta a su esposa Atenaís o Eudoquia, como se le había puesto en el bautismo. Era inevitable que la augusta Eudoquia, tarde o temprano, intentase menguar los poderes de su cuñada, la augusta Pulqueria. A su debido tiempo, la ambiciosa hija del filósofo ejerció todas sus artes femeniles sobre su débil y pusilánime esposo, hasta que consiguió que desterrara a Pulqueria en Hebdomon. El exilio duró algunos años. Podemos creer sin reparos, como dice Alban Butler, que Santa Pulqueria "consideró el castigo de su exilio como un favor del cielo y consagró todo su tiempo a Dios en la plegaria y al prójimo en las buenas obras. Nunca se quejó por la ingratitud de su hermano, ni por las inicuas intrigas de la emperatriz que todo se lo debía, ni por las injusticias de sus ministros".


Sin duda, que habría estado contenía "con olvidarse del mundo y con que el mundo se olvidara de ella", pero no podía pasar por alto que tenía muchas y muy graves responsabilidades en aquella gran parte del mundo cuya capital era Constantinopla. Durante algún tiempo las cosas marcharon bastante bien, hasta que más o menos por el año de 441, se produjo la caída de Eudoquia. Se la había acusado, tal vez injustamente, de haber sido infiel al emperador con un apuesto aunque gotoso oficial llamado Paulino, [Ver a Finlay en la obra "Greece under the Romans", para la fabulosa historia de la manzana de Frigia], y fue desterrada a Jerusalén, oculta bajo el disfraz de un peregrino. Ya nunca regresó.


En la corte hubo una reorganización general de las oficinas de gobierno y lodos los puestos cambiaron de mano; a Pulqueria se le llamó del exilio, pero no para darle su antiguo cargo de supremo gobierno, ya que la jefatura estaba ocupada ahora por Crisafio, un antiguo partidario y admirador de Eudoquia. Bajo la administración de aquel hombre, el imperio de oriente fue de mal en peor durante diez años.


Por las presiones de Crisafio y sin ninguna consideración por la firmeza de las ideas teológicas, ya que anteriormente había favorecido a Nestorio, el emperador Teodosio brindó su apoyo incondicional a Eutiques y a la herejía monofisita. En el año de 449, el Papa San León Magno apeló a Santa Pulquería y al emperador para que rechazaran y combatieran el monofisismo; como respuesta, Teodosio aprobó las actas del "infame Sínodo" de Efeso y expulsó a San Flaviano de la sede de Constantinopla. Pulquería se mantenía firme en la ortodoxia, pero su influencia sobre su hermano se había debilitado. El Papa escribió de nuevo; Hilario , el archidiácono de Roma, escribió también; dejaron oír sus protestas y sus consejos Valentiniano III, el emperador de occidente, su esposa Eudosia, la hija de Teodosio y Gala Plácida, su madre... y, de repente, en medio de aquella lluvia de apelaciones, murió el emperador Teodosio, como consecuencia de los golpes que recibió al caer del caballo durante una partida de caza.


Santa Pulqueria, que por entonces tenía cincuenta y un años, instaló en el trono imperial a un general veterano de humilde origen, siete años mayor que ella. Llevaba el nombre de Marciano; era natural de Tracia y viudo. Pulqueria juzgó prudente y muy ventajoso para el estado y para la estabilidad del trono, contraer matrimonio con Marciano y así se lo propuso, con la única condición de que ella quedase en libertad para mantener su voto de virginidad. El general veterano aceptó y ambos gobernaron juntos como dos buenos amigos siempre de acuerdo en sus puntos de vista y sus sentimientos, encaminados al progreso de la religión y el aumento del bienestar público.


Los emperadores dieron una calurosa bienvenida a los delegados que envió el Papa León a Constantinopla, y su celo en favor de la fe católica les valió las más cálidas felicitaciones y encomios por parte de aquel Pontífice y del Concilio de Calcedonia que, convocado en 451 bajo el patrocinio de los emperadores, condenó a la herejía monofisita. Pulqueria y Marciano hicieron todo lo que estaba a su alcance para que los decretos de aquella asamblea quedaran establecidos en todo el imperio de oriente, pero fracasaron lamentablemente en Egipto y en Siria.


La propia emperatriz Santa Pulqueria escribió a un monje y a una abadesa de un convento de monjas de Palestina, con el propósito de convencerlos de que el Concilio de Calcedonia no había propiciado, como se afirmaba, una reavivación del nestorianismo, sino que condenó aquel error juntamente con las opuestas ideas herejes de Eutiques. Por dos veces con anterioridad, en 414 y 443, Pulqueria había perdonado el pago de impuestos atrasados que abarcaban un período de sesenta años, y tanto ella como su esposo procuraron contentar a su pueblo con bajos impuestos y los menores gastos de guerra que fueran posibles. El admirable espíritu con que desempeñaron sus deberes de gobernantes, se traduce en el lema de Marciano: "Nuestra obligación de soberanos es cuidar de la raza humana." Por desgracia, la magnífica sociedad no duró más de tres años, porque en el mes de julio del 453 murió Santa Pulquería.


Aquella gran emperatriz construyó muchas iglesias, tres de ellas en honor de la Madre de Dios: la de Blakhernae, la de Khalkopratia y la de Hodegetria, que figuraron entre las más famosas iglesias marianas de la cristiandad. En la última de las iglesias mencionadas la emperatriz instaló la famosísima pintura de la Virgen María que había sido traída de Jerusalén y que se atribuye al Evangelista San Lucas.


Pulqueria y Teodosio fueron los primeros emperadores de Constantinopla con inclinaciones griegas más que latinas; ella propicio el establecimiento de la universidad donde se enseñaba la lengua griega y había cursos sobre literatura y filosofía de Grecia; fue ella quien redactó las reglas y principios sobre las obligaciones y necesidades de los gobernantes, reunidos en el llamado Código de Teodosio. Si tomamos en consideración los actos y virtudes de la emperatriz, admitiremos que los elogios de San Próculo en su panegírico del Papa San León y de los padres del Concilio de Calcedonia, no eran meros cumplidos, sino alabanzas que ella merecía. El Martirologio Romano menciona a Santa Pulqueria en la fecha de hoy; su nombre fue inscrito por el cardenal Baronio; su fiesta se celebra entre los griegos, aunque en una época su culto se extendió por el occidente y su fiesta se observaba, por ejemplo, en todo Portugal y en el reino de Nápoles.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



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Martirologio Romano: En Nagasaki, de Japón, beatos Sebastián Kimura, de la Compañía de Jesús, Francisco Morales, de la Orden de Predicadores, presbíteros, y cincuenta compañeros mártires, entre sacerdotes, religiosos, matrimonios, jóvenes, catequistas, viudas y niños, todos los cuales murieron por Cristo, martirizados con crueles tormentos en una colina ante ingente multitud (1622).

Fecha de beatificación: El 7 de julio del año 1867, el papa Pío IX beatificó a 205 mártires en Japón, hoy recordamos al grupo que recibió la palma del martirio el 10 de septiembre de 1622.


Los cincuenta compañeros son:

Beato Angel Orsucci, presbítero dominico,

Beato Alfonso de Mena, presbítero dominico,

Beato José de San Jacinto de Salvanés, presbítero dominico,

Beato Jacinto Orfanel, presbítero dominico,

Beatos Domingo del Rosario y Alejo, religiosos dominico;

Beato Ricardo de Santa Ana, presbítero de la Orden de Hermanos Menores,

Beato Pedro de Avila, presbítero de la Orden de Hermanos Menores,

y Beato Vicente de San José, religioso de la Orden de Hermanos Menores;

Beato Carlos Espínola, presbítero jesuita,

y Beato Gonzalo Fusai, religioso jesuita,

Antonio Kiuni, religioso jesuita,

Beato Tomás del Rosario, religioso jesuita,

Beato Tomás Akahoshi, religioso jesuita,

Beato Pedro Sampo, religioso jesuita,

Beato Miguel Shumpo, religioso jesuita,

Beato Luis Kawara, religioso jesuita,

Beato Juan Chugoku, religioso jesuita;

Beato León de Satsuma,

Beato Lucía de Freitas;

Beatos Antonio Sanga, catequista, y Magdalena, cónyuges;

Beatos Antonio Coreano, catequista, y María, cónyuges, con sus hijos Juan y Pedro;

Beatos Pablo Nagaishi y Tecla, cónyuges, con su hijo Pedro;

Beatos Pablo Tanaka y María, cónyuges;

Beatos Domingo Yamada y Clara, cónyuges;

Beatos Isabel Fernández, viuda del beato Domingo Jorge, con su hijo Ignacio;

Beata María, viuda del beato Andrés Tokuan;

Beata Inés, viuda del beato Cosme Takeya;

Beat María, viuda del beato Juan Shoun;

Beata Dominica Ogata,

Beata María Tanaura,

Beatas Apolonia y Catalina, viudas;

Beato Domingo Nakano, hijo del beato Matías Nakano;

Beato Bartolomé Kawano Shichiemon;

Beatos Damián Yamichi Tanda y su hijo Miguel;

Beato Tomás Shichiro,

Beato Rufo Ishimoto;

Beatos Clemente (Bosio) Vom y su hijo Antonio.



PADRE SEBASTIÁN KIMURA

El beato Sebastián Kimura era descendiente de uno de los primeros convertidos y bautizados en Hirado por san Francesco Javier y pariente de otros dos mártires japoneses, Leonardo y Antonio, quienes también llegarían a ser beatificados.


Kimura nació en Firando en el 1565 en una familia convertida al catolicismo, al ser bautizado recibió el nombre de Sebastián. A partir de los 11 años, se dedicó al servicio de la iglesia de los Jesuitas en la ciudad de Firando, luego fue enviado a Bungo al Seminario Jesuita; cuando contaba ya con 19 años solicitó y consiguió ser admitido en la orden de San Ignacio. Siendo seminarista fue catequista en Meaco y en el distrito del Scimo, luego se trasladó al colegio de Macao en China para estudiar teología.


En el septiembre de 1601, volvió a Japón, y fue ordenado sacerdote en Nagasaki, el primero en ser ordenado en Japón, y pronto se conoció que estaba dotado de una sobresaliente elocuencia.


Cuando arreció la segunda feroz persecución contra los cristianos, el Padre Kimura demostró ser muy hábil para el camuflaje y el disfraz y así evitar ser detectado por los espías, entre sus variados personajes constan los de: soldado, comerciante, campesino, verdulero y médico. De este modo logró penetrar hasta en los lugares más peligrosos de las cárceles para confortar a los futuros mártires.


Al conocerse que estaba siendo investigado, el Padre Provincial de los jesuitas, le exhorta a alejarse lo más pronto posible de Nagasaki, pero fue demasiado tarde, el 30 de junio de 1621, traicionado por una esclava coreana, el padre Kimura fue detenido mientras era huésped en casa del católico Antonio de Corea, con él también fueron aprendidos sus catequistas y encerrados en la prisión de Suzuta, dónde ya estaba como prisionero por cuatro años, padre Carlo Spinola (1564 -1622) y cuatro novicios.


Las condiciones de vida de los prisioneros eran terribles, la cárcel se encontraba sobre una cumbre montañosa, helada y expuesta a todos los vientos, les fue dada una sola manta para todos, como alimento tan sólo un poco de arroz y dos sardinas, apenas lo justo para mantenerlos con vida pero sin saciar el hambre. Las condiciones higiénicas también eran miserables, no podían lavar ni un paño y tampoco contaban con un poco de sol.


El período pasado en esta terrible cárcel, lo vivieron apoyados en la oración, penitencia y en fervorosas charlas espirituales.


Por fin el 9 de septiembre de 1622 llegó el orden de trasladar los prisioneros a Nagasaki al grupo de prisioneros integrado por el padre Kimura, el padre Spinola y otros 22 católicos entre novicios y fieles, quienes ya habían sido condenados a muertas por el gobernador Gourocu. Este grupo fue unido a otros procedentes de cárceles locales y transportados en barcos hasta Nagaic y de allí sobre mulos hasta la cima de las colinas que dominan Nagasaki, dónde ya estaban listos los palos y la leña para quemarlos vivos.


PADRE RICARDO DE SANTA ANA


Nació en Ham-sur-Heure (Bélgica) el año 1585. Siendo muy niño, en las afueras de su pueblo lo atacó un lobo, y salvó la vida gracias a la intercesión de Santa Ana, Madre de la Virgen María, a la que había invocado la madre del niño. Pronto se trasladó a Bruselas para aprender el oficio de sastre. A los diecinueve años de edad, a raíz de la crisis que le provocó la trágica muerte de un compañero suyo, entró en la Orden Franciscana en el convento recoleto de Nivelles, provincia del Brabante valón. Cumplido el año de noviciado, profesó la Regla de San Francisco como religioso laico el 13 de abril de 1605, cambiándose el nombre de Lamberto por el de Ricardo.


Estando en Roma, adonde lo habían enviado los superiores para hacer algunas gestiones, conoció en el convento de Aracoeli a Fr. Juan Pobre de Zamora, y, al oír el relato de los frailes que habían sido martirizados en Japón, se entusiasmó y pidió licencia para unirse también él al grupo de frailes destinados a las misiones de Oriente. Acompañó a Fr. Juan en su regreso a España, donde se afilió a la Provincia descalza de San José como el medio más a propósito para pasar a las Filipinas. En 1607 salió de España y, después de una larga permanencia en México, llegó a Manila en 1609 ó 1611. Poco después, el P. Provincial, viendo el talento de Fr. Ricardo y sabiendo que ya había hecho algunos estudios, le mandó que completara la carrera eclesiástica. No sabemos con seguridad si la ordenación sacerdotal la recibió en Filipinas o en México.


Ya sacerdote, hizo su primera entrada en Japón el año 1613. Pero en diciembre del mismo año, el ex-shogun Ieyasu dio un decreto por el que desterraba del imperio a todos los misioneros, decreto que empezó a ponerse en práctica en febrero de 1614. La mayor parte de los religiosos y algunos cristianos japoneses significados embarcaron unos para Macao y otros para Manila, y entre éstos últimos iba Fr. Ricardo. En la capital filipina, habida cuenta de sus virtudes y de sus condiciones personales, lo nombraron sacristán del convento de San Francisco y luego confesor y maestro de novicios.


En 1617 volvió a Japón para atender y confortar desde la clandestinidad a los cristianos. Sufrió lo indecible por la estricta y cruel persecución de que eran objeto los misioneros, que tenían que buscar refugio en montes, bosques, cavernas, hornos o espacios angostos de las casas donde nadie pudiera encontrarlos, sabiendo que quienes los acogían se exponían a su vez a perder sus bienes y hasta la propia vida. Además, tenían que cuidarse mucho de los cristianos renegados. Y precisamente, uno de éstos, a los que prestaba particular atención con el fin de reintegrarlos en la Iglesia, lo denunció a las autoridades, las cuales lo encontraron, gravemente enfermo, en casa de la beata Lucía Freitas el día 4 de noviembre de 1621 y lo llevaron a la cárcel de Nagasaki, donde coincidió con Fr. Pedro de Ávila y Fr. Vicente de San José entre otros. Al mes siguiente los trasladaron a la no menos nauseabunda cárcel de Omura, donde se encontraron con muchos compañeros de su Religión, entre ellos el beato Apolinar Franco, y de otras Órdenes. En medio de las penalidades de todo género que tenían que soportar, los frailes se ayudaban y confortaban unos a otros y trataban de llevar una vida lo más semejante posible a la de cualquiera de sus conventos.


El 27 de agosto de 1622 entró en la cárcel uno de los gobernadores de Omura para cerciorarse del número y nombre de los presos, después de lo cual mandó redoblar los centinelas; era un mal presagio para las víctimas. Y el 9 de septiembre siguiente fueron a la misma cárcel varios jueces para intentar una vez más que los prisioneros abjuraran de su fe; pero no hicieron mella en los misioneros ni los halagos ni la suerte que habían corrido días antes los beatos Luis Flores y Pedro de Zúñiga, por lo que, viéndoles cada vea más firmes en su fidelidad a Cristo, determinaron ya quiénes habían de ser sacrificados en Nagasaki y quiénes en Omura. Cuando les notificaron la sentencia que los condenaba a morir en el reino en que habían sido detenidos, los misioneros redoblaron la ayuda mutua y las alabanzas y acción de gracias al Señor, aunque tristes porque los iban a separar a la hora del sacrificio. Mientras llegaba la hora suprema, se exhortaban y se confesaban unos a otros.


PADRE PEDRO DE ÁVILA


Nació en la Palomera de Ávila, cerca de Ávila (España), el año 1592, y de joven vistió el hábito franciscano en la Provincia descalza de San José. Ordenado de sacerdote, se dedicó a la predicación, la dirección espiritual y las obras de caridad. En una expedición misionera, organizada por el beato Luis Sotelo, marchó a Filipinas en 1617 y a Japón en 1619. El 17 de diciembre de 1620 fue detenido, y sufrió crueles tormentos en diversas cárceles, sin más consuelo que la compañía de otros hermanos, hasta su martirio.


PADRE CARLOS SPINOLA


Carlos Spinola, hijo de Octavio, conde de Tessarolo, nació en 1564, no se sabe bien si en Génova o en Praga, en donde su padre estaba al servicio de Rodolfo II de Asburgo. Pasó su juventud con su tío Felipe obispo de Nola, impregnándose en los estudios clásicos y en la práctica del arte caballeresca.


A los 20 años, enterado del martirio del jesuita Rodolfo Acquaviva en la India, entró en una crisis de identidad, que lo llevó a entrar en la Compañía de Jesús (21 de diciembre de 1584). Hizo el noviciado en Nápoles, en Lecce, bajo la guía de San Bernardino Realino, teniendo de compañero de estudio a San Luis Gonzaga. Terminados los estudios de filosofía y teología fue ordenado sacerdote en Milán, en 1594.


Dos años después, en 1596, pese a la contrariedad de su familia, solicitó ir a ejercer su ministerio en la Misión de Japón, partió el 10 de abril, durante el viaje, una tempestad lo llevó a las costas del Brasil y después fue tomado prisionero por los ingleses que lo llevaron a Inglaterra.


Una vez en libertad, volvió a Lisboa, y partió hacia el Japón con un compañero, Angelo de Angelis. Llegó a Nagasaki nel 1602 después de un viaje durante el que fue atormentado por una grave enfermedad que lo golpeó después de tocar los puertos de Goa y Macao. Durante once años, llevó a cabo un intenso apostolado en las regiones de Arie y Meaco, constituyendo una eficaz escuela de catecismo y convirtiendo cerca de cincuenta mil japoneses.


Fue nombrado procurador del la provincia jesuítica y en 1611, vicario del padre Provincial Valentino Carvalho. Al estallar la persecución contra los cristianos de 1614, tuvo que vivir en la clandestinidad bajo un nombre falso, sin acatar la orden de expulsión y cambiando continuamente de domicilio para no ser descubierto. Ejercía su ministerio sacerdotal durante la noche, en las casas de los cristianos, , confesando, enseñando y celebrando Misa; finalmente fue sorprendido el 14 de diciembre de 1618, junto con el catequista Giovanni Kingocu y otro cristiano, Ambrosio Fernandez, en la casa de Domingo Jorge, que morirá mártir un año después, mientras su mujer Isabel y su hijo Ignasio, fueron arrestados y llevados prisionerso junto con el padre Carlo Spinola y los otros.


Después de cuatro larguísimos años en prisión, en condiciones infrahumanas, durante los cuales, a pesar de las varias enfermedades que lo aquejaban, el padre Spinola fue el continuo sostén de sus compañeros de prisión.


A principios de septiembre de 1622, por orden del gobernador Gonrocu, fue conducido a Nagasaki, junto con otros 23 compañeros de prisión; a algunos se los decapitó, y a otros, entre los cuales se hallaba Carlos Spinola fueron quemado a fuego lento. A causa de su debilidad, fue uno de los primeros en morir.


VICENTE (RAMÍREZ) DE SAN JOSÉ


Nació en Ayamonte, provincia de Huelva en España, el año 1597. Emigró pronto a México, y a los 18 años de edad vistió el hábito franciscano, como hermano lego, en el convento de Santa Bárbara de la Puebla de los Ángeles, perteneciente a la Provincia de San Diego de México, y profesó el día 18 de octubre de 1616. En 1618 pasó a las islas Filipinas, y al año siguiente a Japón, donde fue detenido y luego compartió con el beato Pedro y otros frailes cárceles, y el martirio el 10 de septiembre de 1622. Era un religioso humilde, ordenado, trabajador y muy agradable a todos.


LEÓN DE SATSUMA


Japonés de nacimiento, era natural de un pueblo del reino de Saziuma. Pertenecía a la Tercera Orden Franciscana y era clérigo minorista. Fue siempre dóxico o catequista y colaborador del beato Ricardo de Santa Ana, al que prestó una gran ayuda. Era hombre sensato y capaz, sin dobleces y muy sufrido, y que a todos edificaba con su comportamiento. Cuando prendieron al beato Ricardo y a la beata Lucía Freitas, no estaba él en la casa, porque había ido a catequizar en la fe a algunos que querían ser cristianos. Al enterarse de lo sucedido, grande fue el disgusto de León, que fue a los alguaciles y les dijo: pues habéis prendido a mi maestro y padre, prendedme a mí también, que soy su compañero y dóxico, que si él tiene culpa, también yo la tengo, pues la misma fe y ley profeso, y también predico yo como él. Habiendo repetido esto y otras cosas parecidas, fue detenido por los alguaciles y puesto en prisión con el beato Ricardo, lo que ellos, con gran consuelo de ambos, celebraron cantando el Te Deum laudamus. Muy enfermo estaba el P. Ricardo, pero no le faltaban fuerzas para ejercitarse en las divinas alabanzas, ni paciencia para llevar en tan cruel prisión una gran enfermedad sin regalo alguno ni medicinas, antes hambre y toda clase de privaciones.


LUCÍA DE FREITAS


Lucía de Freitas o Fletes nació en Nagasaki en 1542 de familia noble, y contrajo matrimonio con el rico comerciante portugués Felipe de Fletes. De ella dice el P. Diego de San Francisco, misionero de Japón en aquel tiempo: El Señor la había dotado de muchas virtudes y devoción, y particularmente lucieron en ella la hospitalidad y el deseo del martirio. Profesó en la Tercera Orden de San Francisco. Su casa fue siempre una hospedería de todos los religiosos y ministros del Evangelio, que iban allí a esconderse de las persecuciones, a pedir de comer y otras cosas necesarias para el sustento y vestido, y a curarse de sus enfermedades, como si fuera la madre de los sacerdotes, y así la llamábamos todos, madre. Era como para alabar a Dios ver la alegría y caridad con que acudía en ayuda de los perseguidos sacerdotes del Altísimo, lo que no molestaba a su marido que era un gran cristiano. Era una mujer muy varonil, espiritual y fervorosa. Cuando supo que un débil cristiano había abjurado de su fe en presencia del Teniente del Gonrrocu, fue a la casa de éste y, en presencia del mismo y de mucha gente, llena de espíritu y de celo de Dios, reprochó con vehemencia al renegado lo que había hecho, y lo invitó cordialmente a arrepentirse y volver a Dios. El Teniente del Gobernador y sus acompañantes, oyendo las razones de Lucía, se turbaron, y ardiendo de ira al ver la osadía tan varonil de una mujer, le dijeron: ¿Cómo te has atrevido a hablar tales cosas con tan poco respeto del Teniente y de los que con él estamos?, ¿no temes el castigo que te podemos dar por tan grande atrevimiento? Pero ella respondió sin turbación alguna: Sólo temo al Dios del cielo..., a vosotros no os temo ni temo vuestros tormentos, que bien sé que, tarde o temprano, he de morir a vuestras manos por la confesión de la fe, y eso es lo que busco y deseo. El Teniente no quiso mandar que la detuvieran, sólo dijo que la dejasen como a loca, y la echaron de allí.


Cuando el 4 de noviembre de 1621 detuvieron al P. Ricardo en casa de Lucía, ésta quedó confinada en su casa como cárcel, le pusieron guardas y le confiscaron sus bienes. No tardaron en encerrarla en la cárcel de Nagasaki. El 10 de septiembre de 1622, cuando ya estaban en el lugar del martirio los presos procedentes de la cárcel de Omura, llegó allí el grupo de los encarcelados en Nagasaki, capitaneados por la beata Lucía de Freitas, que vestía el hábito de la Tercera Orden Franciscana y traía en sus manos un crucifijo. Iba predicando y animando por el camino a todos los demás, particularmente a las mujeres, con tanto espíritu y fervor como pudiera hacerlo un predicador. Los ministros de justicia y los verdugos, no pudiendo sufrir la actitud de Lucía, le quitaron el crucifijo de las manos y le arrancaron el hábito de la Orden de San Francisco, pero ella continuó exhortando a todos, alabando a Dios y entonando el Magníficat, por lo que le dieron bofetadas, golpes y malas tratos hasta llegar al brasero en que iba a ser quemada. Así, en el grupo que llegó de Omura fue Pedro de Ávila el predicador, y en el grupo procedente de Nagasaki lo fue lucía de Freitas, y en semejante ministerio permanecieron durante el martirio dando muestras de gran entereza humana y de firmeza en la fe.


EL MARTIRIO


El suplicio de la hoguera lo recibieron 22 de ellos, mientras que los otros 30 fueron decapitados, era el 10 de septiembre de 1622. El padre Kimura y el padre Carlo Spinola estuvan entre aquellos quemados en la hoguera; para hacer más largo el tormento la leña fue arreglada formando un amplio círculo.


A la bárbara ejecución, que duró tres horas, asistió una inmensa muchedumbre esparcida sobre los cerros y sobre barcos en el mar; el padre Sebastián Kimura, primer sacerdote del Japón, fue el último del grupo en morir, después de habar permanecido inmóvil por tres horas, atado con los brazos en cruz, sin que el fuego lo haya alcanzado.



BIBLIOGRAFÍA: www.santiebeati.it

www.franciscanos.org

ar.geocities.com/misa_tridentina01


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Moisés, Santo
Moisés, Santo

Profeta del Antiguo Testamento

Febrero 24




Salvado de las aguas. Criado junto al Faraón. Elegido para salvar a su pueblo. Instrumento de Dios en las plagas. Caudillo desde el mar Rojo. Y ya en el desierto, el hombre de la Alianza: Amigo de Dios, padre del pueblo, legislador, juez, guerrero, libertador...


Es el hombre fuerte como un titán que se resiste a aceptar las debilidades de su pueblo.


Dios permite su fracaso. Viendo ya la Tierra Prometida, muere con la esperanza incumplida de entrar en la tierra de Canaán.


El que extendió su mano en el mar y lo secó o hizo brotar agua de la roca en el desierto, o consiguió de Dios el maná y las codornices para quitar la hambruna no disfruta su máximo proyecto humano: entrar en la Tierra de Promisión.


El sinsabor de la derrota humana es permitido por Dios para que reconozcamos nuestra flaqueza. El fracaso en lo humano marca la dependencia del creador.



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Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Máximo, en vía Salaria Nueva, sepultura de san Bonifacio I, papa, que trabajó para solucionar muchas controversias sobre disciplina eclesiástica (422).

Etimología: Bonifacio = que hace el bien. Viene de la lengua latina.


Elegido el 28 diciembre del 418; falleció en Roma, el 4 de septiembre del 422. Poco se conoce de su vida previa a su elección. El "Liber Pontificalis" lo llama un romano, e hijo del presbítero Jocundus. Se cree que ge ordenado por el Papa Damasus I (366-384) y que fue representante de Inocencio I en Constantinopla (c. 405).


A la muerte del Papa Zosimus, la Iglesia Romana entró en el quinto de sus cismas, con el resultado de dobles elecciones papales que perturbaron su paz durante las primeras centurias. Poco después de las exequias de Zosimus, el 27 diciembre, 418, una facción del clero romano formada principalmente por diáconos, tomó la basílica de Lateran y eligió como papa al Archidiácono Eulalius. El alto clero intentó entrar, pero fue violentamente rechazado por una chusma de partidarios de Eulalian.


Al día siguiente, ellos se reunieron en la iglesia de Theodora y eligieron como Papa, contra su voluntad, al anciano Bonifacio, un sacerdote muy estimado por su caridad, conocimientos, y buen carácter. El domingo 29 diciembre, fueron consagrados los dos, Bonifacio en la Basílica de San Marcelo, apoyado por nueve obispos provinciales y unos setenta sacerdotes; Eulalius en la basílica de Lateran en presencia de los diáconos, unos pocos sacerdotes y el Obispo de Ostia que fue convocado desde su lecho de enfermo para ayudar en la ordenación. Los dos procedieron a actuar como papas, y Roma comenzó a vivir en una tumultuosa confusión por el ruido producido por las facciones de ambos rivales. El Prefecto de Roma, Symmachus, hostil a Bonifacio, informó el problema al Emperador Honorius de Ravenna, y aseguró la confirmación imperial de la elección de Eulalius. Bonifacio fue expulsado de la ciudad. Sus partidarios, sin embargo, lograron hacerse oír por el emperador que convocó a un sínodo de obispos italianos en Ravenna para reunir a los papas rivales y discutir la situación (febrero, marzo, 419). Incapaz de alcanzar una decisión, el sínodo tomó unas pocas decisiones prácticas pendientes hasta un concilio general de obispos italianos, galos y africanos, a ser convocados en mayo para solucionar la dificultad. Pidió que ambos demandantes dejaran Roma hasta que se alcanzara una decisión, y prohibió el retorno bajo pena de condenación. Como Pascua, el 30 de marzo, estaba acercándose, Achilleus, Obispo de Spoleto, fue delegado para encabezar los servicios Pascuales en la vacante sede romana. Bonifacio fue enviado, aparentemente, al cementerio de Santa Felicitas en la Vía Salaria, y Eulalius a Antium. El 18 marzo, Eulalius volvió audazmente a Roma, reunió a sus partidarios avivando nuevamente la disputa, y rechazó con desprecio las órdenes del prefecto para dejar la ciudad; tomó la basílica de Lateran el sábado Santo (29 marzo), decidido a presidir las ceremonias pascuales. Las tropas imperiales fueron convocadas para deponerlo y hacer posible para Achilleus dirigir los servicios. El emperador, profundamente indignado con estos procedimientos, se negó a considerar nuevamente las demandas de Eulalius reconociéndose a Bonifacio como Papa legítimo (3 de abril, 418). Este último volvió a Roma el 10 abril y ge aclamado por el pueblo. Eulalius fue designado Obispo de Nepi en Toscana o de alguna sede en Campania, según los contradictorios datos de las fuentes del "Liber Pontificalis". El cisma había durado quince semanas. A comienzos de 420, la crítica enfermedad del papa, animó a los partidarios de Eulalius a hacer otro intento. Ya recuperado, Bonifacio pidió al emperador (1o. de julio, 420) prever alguna manera de evitar un nuevo cisma en el caso de su muerte. Honorius promulgó una ley estableciendo que, en el caso de elecciones Papales disputadas, no debe reconocerse ningún candidato, y debe efectuarse una nueva elección.


El reino de Bonifacio fue marcado por el gran celo y actividad en organizar la disciplina y la autoridad. Revirtió la política de su predecesor de dotar a ciertos obispos Occidentales con poderes extraordinarios del vicariato papal. Zosimus había dado a Patroclus, Obispo de Arles, extensa jurisdicción en las provincias de Viena y Narbonne, y lo había hecho intermediario entre estas provincias y la Sede Apostólica. Bonifacio disminuyó estos derechos primados y restauró los poderes metropolitanos de los obispos principales de provincias. Así él respaldó a Hilary, Arzobispo de Narbonne, en su elección de un obispo de la sede vacante de Lodeve, contra Patroclus que intentó designar a otro (422). Así, también, insistió para que Maximus, Obispo de Valencia, fuera juzgado por sus supuestos crímenes, no por un primado, sino por un sínodo de obispos galos, y prometió sostener su decisión (419). Bonifacio tuvo éxito en las dificultades de Zosimus con la Iglesia africana con respecto a las apelaciones a Roma y, en particular, en el caso de Apiarius. El Concilio de Cartago, habiendo escuchado las presentaciones de los delegados de Zosimus, envió a Bonifacio el 31 mayo, 419, una carta en respuesta al commonitorium de su predecesor. Declaraba que el concilio había sido incapaz de verificar los cánones que los delegados habían citado como de Nicena, pero que más tarde resultaron ser de Sardican. Estaba de acuerdo, sin embargo en observarlos hasta que pudiera efectuarse la comprobación. Esta carta se cita a menudo para ilustrar la actitud desafiante de la Iglesia africana ante la Sede Romana. Un estudio imparcial de la misma, sin embargo, debe llevar a una conclusión no más extrema que la de Dom Chapman: "fue escrita con considerable irritación, aunque en un muy estudiado tono moderado"(Revisión de Dublín. Julio, 1901, 109-119). Los africanos estaban irritados ante la insolencia de los delegados de Zosimus y se indignaron por ser instados a obedecer leyes que pensaron no tenían una consistente fuerza en Roma. Esto ellos se lo manifestaron a Bonifacio directamente; todavía, lejos de repudiar su autoridad, le prometieron obedecer las leyes sospechosas, mientras que reconocieron la función del Papa como guardián de la disciplina de la Iglesia. En 422 Bonifacio recibió la apelación de Anthony de Fussula que, a través de los esfuerzos de San Agustín, había sido depuesto por un sínodo provincial de Numidia, y decidió que debía ser restaurado en el caso de que su inocencia se estableciera. Bonifacio apoyó ardientemente a San Agustín en su combate contra el Pelagianismo. Habiendo recibido dos cartas de Pelagian que calumniaban a Agustín, se las envió. En reconocimiento de esta lealtad Agustín dedicó a Bonifacio su respuesta, contenida en "Contra das Epístolas Pelagianoruin Libri quatuor".


En el Este, mantuvo celosamente su jurisdicción sobre las provincias eclesiásticas de Illyricurn, sobre las que el Patriarca de Constantinopla estaba intentando afianzar el mando a causa de volverse una parte del imperio Oriental. El Obispo de Thessalonica había sido constituido vicario papal en este territorio, mientras ejercía su jurisdicción por encima de los metropolitanos y obispos. Por las cartas a Rufus, el titular contemporáneo de la sede, Bonifacio vigiló estrechamente los intereses de la iglesia de Illyrian e insistió en la obediencia a Roma. En 421, el descontento expresado por ciertos obispos, a causa de la negativa del Papa para confirmar la elección de Perigines como Obispo de Corinto a menos que el candidato fuera reconocido por Rufus, sirvió como pretexto para que el joven emperador Theodosius II concediera el dominio eclesiástico de Illyricurn al Patriarca de Constantinopla (14 julio, 421). Bonifacio protestó ante Honorius por la violación de los derechos de su sede, y prevaleció sobre él, que instó a Theodosius para que rescinda su promulgación. La ley no fue promulgada, pero permaneció en los códigos de Theodosian (439) y Justiniano (534) y causó muchos problemas a los papas subsiguientes. Por una carta del 11 marzo, 422, Bonifacio prohibió la consagración en Illyricum de cualquier obispo que Rufus no hubiera reconocido. Bonifacio renovó la legislación del Papa Soter, prohibiendo a las mujeres tocar los sagrados linos o intervenir en el quemado de incienso. Dio fuerza a las leyes que prohibían a los esclavos ser clérigos. Fue enterrado en el cementerio de Maximus en la Vía Salaria, cerca de la tumba de su favorito, San. Felicitas en cuyo honor y en gratitud por su ayuda, le había erigido un oratorio encima del cementerio que lleva su nombre.



1:18 a.m.
Martirologio Romano: Memoria de san Moisés, profeta, a quien Dios eligió para liberar al pueblo oprimido en Egipto y conducirlo a la tierra de promisión. También se le reveló en el monte Sinaí, diciéndole: «Yo soy el que soy», y le propuso la ley para regir la vida del pueblo elegido. Murió lleno de días en el monte Nebo, en tierra de Moab, a las puertas de la tierra de promisión.

Etimología: Moisés = salvado de las aguas. Viene de la lengua hebrea y egipcia.


Moisés juntamente con Abraham son los dos personajes centrales del Antiguo Testamento. Es el libertador del pueblo elegido, y el mediador de la Alianza renovada en el Sinaí, y conforme a ella es el organizador de la teocracia hebrea. Tal fue su importancia en la historia de Israel que muchas veces el Mesías es concebido como una reencarnación del gran "Profeta" por antonomasia del Antiguo Testamento. Los días del Éxodo habían quedado como los tiempos heroicos de la historia israelita y el principal protagonista de las gestas, Moisés, quedó en la memoria de todas las generaciones como el amigo de Dios por excelencia.


Su mismo nacimiento está ya marcado con el signo de la predilección divina. Oriundo de la tribu de Leví, fue abandonado por su madre en una cestilla de juncos en el Nilo. La persecución de los israelitas había llegado a su punto culminante, y las madres hebreas tenían que deshacerse de sus hijos varones, cuya extinción estaba decretada por las autoridades egipcias. Son los tiempos de reacción contra los semitas. Habían pasado los años de la dominación de los Hiksos, de origen asiático, que protegían a los extranjeros oriundos de Canaán y Fenicia, porque les ayudaban a mantener sujetos a los egipcios. José, el cananeo descendiente de Jacob, había logrado escalar al amparo de esta situación de privilegio para los semitas, las más altas dignidades del Estado egipcio. A su sombra los hebreos habían prosperado desmesuradamente en la parte oriental del Delta, de tal forma que llegaron a crear un problema a los mismos nativos súbditos del faraón. Al subir otra dinastía, de procedencia netamente egipcia, se generalizó una política de persecución contra los extranjeros semitas, que habían colaborado con los odiados Hiksos. Víctimas de esta política sectaria fueron entre otros los hebreos, que pacíficamente se dedicaban a la cría de rebaños en Gesen. La opresión sobrepasaba toda medida, y Dios iba a intervenir milagrosamente para salvar a su pueblo vinculado a la promesa de bendición hecha al gran antepasado Abraham. Para ello había de preparar al instrumento de su especial providencia. La Biblia recalca estas intervenciones milagrosas de Dios en la vida de Moisés. El niño fue recogido por una princesa egipcia, que se lo llevó a la corte del faraón como hijo adoptivo, dándole el nombre de "Mossu" o Moisés, que en egipcio parece significar simplemente niño. Allí creció formado conforme a la exquisita educación cortesana. El alma egipcia se distingue por su delicadeza y bondad. Conocemos muchas composiciones literarias llenas de belleza estilística y de grandes pensamientos. Quizá el niño hebreo tuvo entre sus manos las maravillosas "Enseñanzas de Amenhemec", que dejarán huella en la literatura sapiencial hebraica.


La vida de Moisés en la corte era muelle y distraída entre cantos de harpistas y recitaciones de versos por los escribas. Pero en sus oídos resonaban los gritos de dolor de sus compatriotas que estaban empleados en trabajos forzados en la construcción de una ciudad residencial que llevará el nombre de su fundador Ramsés II. Los capataces egipcios imponían horas agotadoras de trabajo y manejaban el bastón con demasiada frecuencia. Por otra parte los nativos despreciaban a sus compatriotas y les hacían la vida imposible. Un día el joven cortesano Moisés vio que un egipcio estaba abofeteando a un compatriota. La sangre le hirvió en las venas, y en un momento de furor mató al egipcio agresor. Para evitar consecuencias enterró su cadáver en la arena. Pero el hecho trascendió, pues su compatriota, al que había ayudado, le delató ante la opinión pública. El asunto era muy grave, y Moisés tuvo que abandonar la corte para no caer en manos de la policía egipcia. La península del Sinaí con sus estepas era el mejor lugar para huir a las pesquisas de los egipcios. Saliendo de la zona oriental del Delta, donde estaba la corte del faraón, le bastaban unas horas de camino para encontrarse ya en terreno de nadie.


El joven hebreo debió adaptarse a la nueva vida, muy distinta de la complicada de la corte faraónica. Durante años su género de vida será la del beduino que conduce sus rebaños de un lugar a otro en busca de pastos. Pronto entró en relaciones con un jeque-beduino, que como Melquisedec era también sacerdote de su tribu. De su experiencia se aprovechará más tarde para organizar la vida civil de los israelitas. El momento culminante de la vida trashumante de Moisés por las estepas sinaíticas es aquel en que el Dios de Israel se le apareció en una zarza ardiendo, con la declaración solemne: "Yo, soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob". Desde ese momento Moisés tendrá que hacerse cargo de una ardua misión, la de salvar a sus compatriotas de la opresión egipcia. Sin duda que Moisés había oído entre los suyos de las bendiciones especiales que su Dios había prometido a sus antepasados, los gloriosos patriarcas Abraham, Isaac y Jacob. Ahora Dios se declaró solemnemente vinculado a sus legendarios padres. Pero el nombre de "Dios (Elohim) de Abraham..." le parece demasiado genérico para en nombre suyo presentarse como el liberador de sus compatriotas, y así preguntó a Dios por su nombre específico, que autenticara su misión. En su estancia entre los egipcios había oído hablar de los diversos nombres de sus dioses, y por eso ahora quiere que su "Dios" le revele el nombre concreto que defina su personalidad. La respuesta por parte de Dios no pudo ser más evasiva: a la pregunta inquisidora llena de vana curiosidad "¿Tú quién eres?" respondió: "¡Yo soy el que soy!". Dios quiso rodear de misterio su nombre para que no se le materializara concibiéndole de un modo sensible conforme a cualquier noción basada en la imaginación, En adelante "El que es" ("Yahvé") será la mejor definición de la trascendencia divina. En el Decálogo se prohibirá representar sensiblemente al Dios de los israelitas, que se ha querido definir misteriosamente como: "El que es".


Ahora empieza una nueva etapa de la vida de Moisés. Por orden de su Dios debe volver a Egipto para convencer al faraón de la necesidad de que el pueblo israelita salga hacia el desierto. En los planes de Dios Israel debe aislarse de los otros pueblos hasta adquirir una nueva conciencia religiosa y nacional. En los años de estancia en el país del Nilo se había contaminado con los cultos idolátricos y era preciso despertar en él la añoranza de sus antiguas tradiciones patriarcales en tierra de Canaán, que les iba a ser entregada como heredad. Para ello nada mejor que llevarle a las estepas del Sinaí para hacerle olvidar las idolatrías de Egipto e ilusionarle con la "tierra que mana leche y miel de Canaán. El cometido de Moisés es difícil. El faraón se resistía a desprenderse de aquellos semitas que necesitaba para sus obras de construcción. Por fin, después de los milagros de las plagas permitió que los israelitas se fueran al desierto. Moisés decidió la marcha y en el mes de Abib (Nisán) sus compatriotas celebraron la fiesta agrícola de la Pascua, que este año tenía carácter de despedida, y había de quedar como recuerdo de la liberación de la opresión egipcia. Los israelitas salieron furtivamente con los despojos de los egipcios camino del desierto.


El éxodo no quedó desapercibido. El faraón revocó su permiso y envió un destacamento armado para obligarles a volver. La suerte estaba echada, y Moisés no permitió a los suyos el retorno, y así les animó a correr hacia la estepa, pero llegó un momento en que no pudieron avanzar. Ante ellos se extendía una laguna de agua que les cerraba el paso. De nuevo la intervención taumatúrgica de Moisés salvó la situación. Yahvé envió un viento huracanado, y el agua se retiró de forma que los hebreos pudieron pasar a pie enjuto, Detrás el ejército del faraón entró en su persecución sin apercibirse de la anomalía de la retirada del agua, creyendo fuera la retirada normal de la marea; pero, cuando los israelitas habían pasado, el agua volvió de nuevo y anegó a los soldados y carros del faraón. Es el gran portento del paso del mar Rojo, que será el símbolo de la protección de Yahvé a su pueblo. Durante generaciones los israelitas contarán el gran milagro, que había tenido lugar allá en tiempos de los faraones de la XIX dinastía (s. XIII a. de J. C.).


Pasado el mar Rojo los hebreos se adentraron en la península sinaítica, hasta llegar a una gran montaña, que también iba a tener eco en la tradición israelita. La nueva legislación que iba a enmarcar la teocracia hebrea surgiría en la cima de ese monte donde Yahvé se manifestó a Moisés como "un amigo a otro amigo". Allí se establecieron, en efecto, las bases de la nueva teocracia: de un lado Israel debía reconocer a Yahvé como Dios único, comprometiéndose a guardar sus preceptos, y de otro Yahvé prometía protegerle como pueblo a través de la historia. Sin embargo, este pacto fue roto muchas veces ya en los días de la peregrinación en el desierto. El pueblo hebreo siguió con su propensión a la idolatría, levantando al pie del Sinaí un becerro de oro para adorarle. En la marcha a través del desierto Israel se mostró como pueblo de dura cerviz. Se multiplicaban los milagros (el maná, las codornices, el agua de la roca), pero a la primera contrariedad los hebreos querían abandonar a su Dios y volverse a Egipto. Es el caudillo Moisés el que tuvo que hacer frente a esta obstinación materialista. Durante una generación su vida estuvo consagrada a modelar el alma nacional y religiosa de un pueblo rudo y recalcitrante, y cuando se hallaba ya para entrar en la tierra de promisión murió, haciendo sus últimas recomendaciones de fidelidad a Yahvé. Por una falta misteriosa que la Biblia no especifica, el gran libertador de los israelitas fue privado de entrar en Canaán, término de la larga peregrinación por el desierto.


Su recuerdo permaneció vivo en el pueblo de Israel. "No hubo nunca más en Israel un profeta como Moisés, a quien Yahvé conoció cara a cara". Es la síntesis que de él hace el autor del Deuteronomio. Su obra, la "Ley" constituyó la base de la vida religiosa y política del pueblo elegido hasta los tiempos del Mesías. Jesucristo dirá que no vino a abolirla, sino a perfeccionarla en su pleno sentido espiritualista y ético. Es la mejor consagración de una obra legislativa que giraba en torno al destino excepcional de un pueblo del que había de salir el Salvador del mundo. En la visión del Tabor, Moisés —símbolo de la Ley del Antiguo Testamento—, y Elías —símbolo del profetismo— hacen la escolta de honor al Dios-Mesías. Por eso la Iglesia cristiana, que se considera la heredera del "Israel de las promesas", ha sentido siempre una gran veneración por el gran Legislador y Profeta del Antiguo Testamento.



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Martirologio Romano: En Chalons-sur-Saone, en la Galia Lugdunense, san Marcelo, mártir (s. III-IV)

Etimología: Marcelo = pequeño martillo, del latín


La matanza de los mártires de Lyon, con el obispo San Potino a la cabeza, tuvo lugar durante la persecución de Marco Aurelio, en el año 177. Fue por entonces cuando Marcelo, un sacerdote, recibió un aviso del cielo como dice su "passio" y consiguió escapar de la muerte y refugiarse en Chalon-sur-Saône.


Ahí recibió hospedaje por parte de un pagano y, en cuanto Marcelo vio que su benefactor quemaba incienso ante las imágenes de Marte, Mercurio y Minerva, se propuso demostrarle su error y tras una serie de pláticas, le convirtió al cristianismo.


Cierto día, Marcelo emprendió un viaje hacia al norte y en el camino se encontró con la comitiva del gobernador Prisco, quien le invitó a un banquete en su casa. Marcelo aceptó en convite y se trasladó a la casa del gobernador; pero al caer en la cuenta de que Prisco y sus invitados se disponían a realizar algunos ritos religiosos paganos, se disculpó de tomar parte en la celebración, porque él era cristiano.


Semejante declaración causó estupor entre los presentes que, indignados, se precipitaron sobre el sacerdote para matarle ahí mismo, mediante el feroz procedimiento de atarle a dos troncos de árboles jóvenes doblados y mantenidos en tensión para que, al soltarlos, desmembraran al mártir.


El gobernador ordenó a Marcelo que hiciese un acto de adoración ante una estatua de Saturno y como el sacerdote se negó rotundamente, Prisco ordenó que le mataran sin recurrir al procedimiento de los arbolillos jóvenes, porque era demasiado rápido. En consecuencia, se llevaron a Marcelo a las orillas del río Saône, lo enterraron hasta el pecho en la tierra apretada y ahí le dejaron, inmovilizado y abandonado a su suerte. A los tres días, murió de hambre y sed.


Alban Butler menciona, junto con San Marcelo, al mártir San Valeriano, a quien se nombra el 15 de septiembre en el Martirologio Romano. Se dice que Valeriano huyó de la prisión al mismo tiempo que Marcelo y que fue decapitado por causa de la fe en Tournus, cerca de Autum.



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Martirologio Romano: En Nagasaki, en Japón, beatos Bartolomé Gutiérrez, presbítero, de la Orden de Ermitaños de San Agustín, y cinco compañeros, mártires, quienes, por odio a la fe cristiana, fueron sumergidos todos ellos en aguas sulfúreas hirviendo y después arrojados al fuego (1632).

Fecha de beatificación: Fueron beatificado por Pío IX el 7 de julio de 1867



Antonio Amador Ishida (o Ixida), nació en el año 1570 en Shimabara (Nagasaki), Japón.

Seminarista desde los quince años, se distinguió por sus dotes musicales y dominio de su lengua nativa, además de una seria formación clásica y de teología moral, adquirida en los colegios de Amakusa y Macao. Aun antes de su ordenación, se entregó con empeño al apostolado de la zona de Hiroshima, ayudando a uno o dos sacerdotes, en la ciudad y en sus excursiones pastorales por toda la región de Chugoku y parte de la isla de Shikoku. Después del edicto de expulsión (1614), continuó en Hiroshima, gracias a la benevolencia del daimyð Fukushima Masanori (quien era pagano), haciendo viajes apostólicos en compañía del P. Juan Bautista Porro hasta enero de 1618.


Por haber ocultado a Akashi Naiki Pablo de Hiroshima, noble prófugo, fue encarcelado hasta agosto de 1619, tras la caída de Fukushima Masanori. Una vez libre la Compañía de Jesús lo envió a Nagasaki donde tras diez años de fecundo apostolado fue apresado el 14 de noviembre de 1629. Casi tres años después, luego de superar por treinta días los tormentos en las ardientes aguas sulfurosas del monte Unsen, murió en la hoguera en Nagasaki, junto con cinco religiosos agustinos y franciscanos, el 3 de septiembre de 1632.


Sus compañeros del martirio fueron:


Bartolomé Gutiérrez nació en México en 1530. Se hizo agustino en 1596 y se ordenó de sacerdote en Puebla. En 1612 se fue a Japón como superior de Ukusi. Trabajó apostólicamente durante varios años, a pesar de que su vida corría siempre peligro.


Francisco Ortego nació en Villamediana, España. También era agustino. Lo enviaron a México y de aquí a Manila. Más tarde a Japón.


Gabriel Fonseca era un lego franciscano. Nació en Fonseca, España. Lo enviaron a Japón para estudiar medicina. La ejerció ayudando a todo enfermo sin cobrar nada. A los diez años de intenso trabajo apostólico fue arrestado hasta que murió mártir por Cristo.


Juan Jerónimo Jô era un sacerdote diocesano japonés. Recibió la educación en el seminario de Arima y ordenado de sacerdote en Manila. En 1628 volvió a su país y ejerció su ministerio sacerdotal hasta que lo arrestaron.


Vicente Carvalho nació en Lisboa. Era agustino. Lo enviaron a México y de aquí a Japón en donde sufrió la palma del martirio.



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Martirologio Romano: En Piacenza, en la región de Emilia, en Italia, beata Brígida de Jesús Morello, que, después de enviudar, se consagró a Dios, afanándose en obras de penitencia y caridad, y fundando la Congregación de Hermanas Ursulinas de María Inmaculada, dedicadas a la educación cristiana de la juventud femenina (1679).

Fecha de beatificación: El papa Juan Pablo II la beatificó el 15 de marzo1998.



Brígida Morello fue una mujer de su tiempo, el siglo XVII; una mujer de gran fe que supo ver en los acontecimientos históricos y sobre todo en los que a ella le toco vivir la santa voluntad de Dios.

“Dios es nuestro Padre y nunca nos abandonará”; esta seguridad de ser amada como hija, gratuita e incondicionalmente, la motivó a entregar su cariño a cada prójimo que tuviera cerca.


Nació el 17 de junio de 1610 a San Miguel de Pagana (Génova) sobre la Costa de Levante, sexta de once hijos, creció en entorno intensamente cristiano. A 23 años, el 14 de octubre de 1633, se casó Matteo Zancano de Cremona y se estableció con su marido en Salsomaggiore (Parma), dónde fue reconocida por sus virtudes.


A 27 años, el 11 de noviembre de 1637, quedó viuda, entonces hizo voto de castidad, deseando convertirse en religiosa, pero inútilmente intentó entrar entre las capuchinas de la localidad, el ser viuda se lo impedía.


En el 1640 se trasladó a Piacenza, en donde los jesuitas fueron sus directores espirituales, quienes siempre la guiaron y la mantuvieron en la vía a la perfección, especialmente por parte del padre Antonio Morando, su confesor y primer biógrafo.


Margarita de Medici, duquesa de Parma y Piacenza, quería dotar a Piacenza con un Instituto de Ursulinas para la educación de la juventud femenina, uno similar al que existía en Parma. Para ello Brígida Morello acogió en septiembre de 1646 a algunas jóvenes mujeres en su casa, bajo la denominación de Santa Úrsula, dando así inicio, el 17 de febrero de 1649, Miércoles de Ceniza, con cinco compañeras una nueva familia de Ursulinas, bajo la guía de los Jesuitas.


No fue sin embargo la primera superiora, ya que recién en 1665 fue elegida como tal, siendo confirmada en 1670 y en 1675; sus precarias condiciones de salud no le impidieron gobernar por largos períodos, incluso desde la cama, su Congregación de Ursulinas de María Inmaculada.


El 3 de septiembre de 1679 murió en Piacenza y fue enterrada en la iglesia local de San Pedro, hoy no existen rastros de su tumba, si existen un cierto número de cartas, algunos escritos autobiográficos y edificantes, documentos de los que se puede sacar una exacta visión de las experiencias espirituales de la fundadora.


Pero solamente en los años 1927-28 se celebró en Piacenza el proceso ordinario para su beatificación; el decreto sobre la heroicidad de las virtudes se obtuvo el 29 de abril1980.


Reproducido con autorización de Santiebeati.it



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Aquilino (Baldomero Baró Riera), Beato
Aquilino (Baldomero Baró Riera), Beato

Religioso y Mártir


Martirologio Romano: En España, Beatos Crisanto, Aquilino, Cipriano, José y 63 compañeros del Instituto de los Hermanos Maristas de las Escuelas (Pequeños Hermanos de María), además de dos laicos. ( 1936-39)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.



Baldomero nació en el Antiguo Tiurana, provincia de Lleida, diócesis d´Urgell, el 29 de septiembre de 1903. Sus padres José Baró y María Riera, ejemplar matrimonio cristiano, formaron una familia numerosa y feliz, pero de forma inesperada ambos murieron muy jóvenes, acontecimiento que marcó a Baldomero para toda su vida. En la iglesia parroquial dedicada a San Pedro dependiente del arciprestazgo de Ponts es donde Baldomero recibió las aguas bautismales el 30 de septiembre de 1903.

Perfil de su espiritualidad


Espiritualidad sobrenatural


"La confianza en la Providencia la manifestaba frecuentemente de palabra y de obra, especialmente en los tristes acontecimientos y en las dificultades y adversidades "


"La simpatía por lo sobrenatural la manifestaba ante el Dios Eucaristía con las manifestación de reverencia, respeto y veneración que mantenía en la exposición del Santísimo sacramento; en la liturgia y la música y en las explicaciones que como catequista impartía sus formandos".


Espiritualidad religiosa


"El Siervo de Dios se había entregado su vida al servicio de Dios sin ninguna reserva, sus palabras, sus gestos era tan expresivos de esta entrega religiosa que los que lo trataban lo apreciaban así lo experimentaban, y por ello lo consideraban como un religioso ".


"Las privaciones que como actos de virtud se imponía eran muy frecuentes. La cuaresma la vivía con tal intensidad que el ayuno era normal. El dominio en no satisfacer el gusto en los alimentos era sabido y conocido hasta por los formandos que estaban bajo su responsabilidad ".


Espiritualidad marista


Las virtudes de humildad, sencillez y modestia deben constituir el carácter propio del religioso marista (Reglas comunes del Instituto marista).


Reproducimos las palabras que dejan escritas algunos testimonios que recogen las aptitudes del Siervo de Dios en el ejercicio de las virtudes que se citan el las Reglas del Instituto marista:


"El H. Aquilino las practicaba en grado heroico, con actos que a diario realizaba. A pesar de ser el subdirector de formandos, y en épocas, director, era frecuente verle realizando actividades en los oficios más bajos. Predicaba con el ejemplo en vez aconsejarlo de palabra y de exigirlo. Ocasión hubo en que, arrodillado ante sus discípulos, con verdadero asombro de sus subordinados hizo el Capítulo de faltas y pidió humilde y sinceramente que se le recordara lo que hubiese podido olvidar. Este testigo añade jamás habían presenciado cosa semejante, ante quien gozaba de un prestigio extraordinario por su saber y por su santidad ".


"Era muy diligente en avisar con sencillez y tan buena gracia a sus subordinados, cuando en ellos veía negligencias en la observancia que le quedaban agradecidos ".

Fama de santidad del Siervo de Dios H. Aquilino y sus devociones.


La fama de santidad y su heroica entrega son reconocidas por testimonios y puesta de manifiesto por los superiores, iguales e inferiores.


El escrito de n testigo así lo confirma:

«En los acontecimientos que se vivieron en la Casa de Noviciado en el mes de julio de 1936, solíamos a pasar las mañanas en las Fontanellas y las tardes en el Privat, donde recibíamos algunas lecciones... El querido H. Aquilino era el alma de todo aquello, bien secundado por los demás profesores del Noviciado. Frecuentemente interrumpía el trabajo o entretenimiento para elevar al cielo alguna oración, y pedir al Señor y su Madre, la Virgen María, que se apiadara de nosotros»


Algunos de los testimonios conocedores de la infancia del H. Aquilino, y fielmente guardados, dejan constancia de su acendrada devoción a las almas del Purgatorio. Los acontecimientos familiares vividos en su infancia seguro que influyeron en esa devoción.


El 3 de septiembre de 1936 es asesinado en los frontones de Las Avellanas. (Lleida)


Integran este grupo de mártires:





1. Crisanto (Casimiro González García),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

2. Aquilino (Baldomero Baró Riera),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


3. Cipriano José (Julián Iglesias Bañuelos),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


4. Fabián (Juan Pastor Marco),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


5. Ligorio Pedro (Hilario de Santiago Paredes),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


6. Félix Lorenzo (Lorenzo Gutiérrez Rojo),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


7. Abdón (Luis Iglesias Bañuelos),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


8. Anacleto Luis (Emiliano Busto Pérez),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


9. Bruno José (Ángel Ayape Remón),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


10. Eduardo María (Francisco Alonso Fontaneda),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


11. Evencio (Florencio Pérez Moral),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


12. Félix Amancio (Amancio Noriega Núñez),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


13. Javier Benito (Jerónimo Alonso Fernández),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


14. Jean Marie (Félix Célestin Gombert Olympe),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


15. Jorge Luis (Lorenzo Lizasoáin Lizaso),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


16. Julio Fermín (Julio Múzquiz Erdozáin),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


17. Luis Damián (José Sobraqués Glory),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


18. Benedicto José (Luis Galerón Parte),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


19. Berardo José (José Pampliega Santiago),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


20. José Ceferino (Elías Garet Ventejo),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas





21. José de Arimatea (Restituto Santiago Allende),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

22. José Teófilo (José Mulet Velilla),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


23. Severino (Severino Ruiz Hidalgo),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


24. Aureliano (Pedro Ortigosa Oraá),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


25. Justo Pastor (Máximo Aranda Modrego),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


26. Alipio José (Maximiano Dronda Leoz),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


27. Guzmán (Perfecto Becerril Merino),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


28. Fernando María (Celedonio Martínez Infantes),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


29. Teógenes (Pedro Valls Piernau),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


30. Luciano (Mauro Álvarez Renedo),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


31. Pedro Jerónimo (José Félix Serret Anglés),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


32. Roque (Abilio Villarreal Abaza),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


33. Benigno José (José Valencia Janices),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


34. Adrián (Manuel Llop Plana),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


35. Euquerio (Euquerio Llanillo García),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


36. Gaspar (Pablo Martínez Esteban),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


37. Camerino (Braulio Álvarez Palacín),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


38. Luis Alfonso (Luis Moreno Aliende),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


39. León Argimiro (Argimiro García Sandoval),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


40. Luis Daniel (Juan Viñuela Flecha),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas





41. Ángel Hipólito (Aniceto Pablos Carvajal),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

42. Julián Marcelino (Marcelino Rebollar Campo),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


43. Domingo Ciriaco (Dionisio Domínguez Martínez),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


44. Jorge Camilo (Vidal García García),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


45. Feliciano (Severino Ruiz Báscones),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


46. Felipe Neri (Fermín Zabaleta Armendáriz),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


47. Herminio Pascual (Saturnino Jaunsarás Zabaleta),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


48. Victorico María (Eugenio Artola Sorolla),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


49. Jerónimo (Trifón Tobar Calzada),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


50. Marino (Pedro Alonso Ortega),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


51. Julián José (Nemesio Cabria Andrés),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


52. Pedro (Jaime Cortasa Monclús),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


53. Narciso (Baldomero Arribas Arnaiz),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


54. Columbanus Paul (Henri Oza Motinot),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


55. Néstor Eugenio (Tesifonte Ortega Villamudrio),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


56. Egberto (Leonardo Arce Ruiz),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


57. Teófilo Martín (Martín Erro Ripa),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


58. Benedicto Andrés (Enrique Andrés Monfort),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


59. Valente José (Jesús Delgado de la Fuente),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


60. Eloy José (Eloy Rodríguez Gutiérrez),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas





61. Millán (Esteban Llover Torrent),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

62. Luis Fermín (Luis Huerta Lara),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


63. Emiliano José (Marcos Leyún Goñi),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


64. Timoteo José (Julián Lisbona Royo),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


65. Andrés José (Francisco Donázar Goñi),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


66. Pablo Daniel (Daniel Altabella Gracia),

religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


67. Ramón Emiliano Hortelano Gómez, Laico


68. Julián Aguilar Martín, Laico



1:25 a.m.
Ella es una santa poco común. Me explico: generalmente los santos y santas son presentados como personajes extremadamente dotados de cualidades poco asequibles al común de los mortales. Teodora no es precisamente una de esas. Pese a lo débil que es la documentación histórica de que se dispone, el comienzo de su santidad parte de un acontecimiento nada santificable como es el adulterio.

Fue una mujer casada que vivía en Egipto y de costumbres irreprochables. Un joven enamorado de sus bondades se sintió rechazado en sus pretensiones impuras hasta que recurrió a una hechicera que con pócimas y palabras llevó a Teodora a consentir en la infidelidad.


La tristeza consecuente al pecado la llevó a la determinación de hacer penitencia de por vida.


Tomó ropas de hombre y pidió, suplicando, la admisión en un monasterio. Bajo el nombre de Teodoro admiró a todos con la aspereza de sus mortificaciones.


Pero no acaba aquí su historia. Una ventera del lugar acusa calumniosamente al falso monje de ser el padre del hijo que había tenido con un viajero.


Y aquí aparece el rasgo de generosidad. Teodora no quiso negarlo, es expulsada del monasterio, cuida en las soledades del niño alimentándolo con leche de cabra, mientras que las inclemencias del tiempo a la intemperie curten su piel y mudan su semblante.


Pasados unos años, suplica de nuevo la entrada en el monasterio donde se le admite con la condición de no abandonar su celda. Sólo a la muerte de la penitente se descubre su condición.


Se cuenta en esta especie de novela ejemplar que el niño que ella cuidó llegó con el tiempo a ser abad del monasterio.



1:25 a.m.








Justo y Viator, Santos
Justo y Viator, Santos

Obispo y Monje


Martirologio Romano: En Lyon, en la Galia, sepultura de san Justo, obispo, que renunció al obispado a raíz del concilio de Aquilea, retirándose a un desierto de Egipto junto con san Viator (Viador), lector, y conviviendo durante algunos años con monjes de vida ascética. Los restos mortales de ambos fueron trasladados después a Lyon (d. 381).

Etimología: Justo = que observa el derecho, del latín.

Viator = caminante. Viene de la lengua latina.


San Justo nació en el Vivarais. Cuando era diácono de Vienne, fue elegido obispo de Lyon. Su gran celo le llevaba a censurar enérgicamente cuanto merecía reprobación.


En el sínodo de Valence (374 P.c.), demostró ampliamente su amor a la disciplina y el buen orden. El año 381, San Justo asistió con otros dos obispos de la Galia al sínodo de Aquileya que se ocupó principalmente de combatir el arrianismo. San Ambrosio obtuvo en el curso de aquél sínodo la deposición de dos obispos arrianos. El santo profesaba particular respeto a San Justo, como lo prueban dos cartas que le escribió para consultarle acerca de ciertas cuestiones bíblicas.


Un asesino que había apuñalado a dos personas en las calles de Lyon, se refugió en la catedral. San Justo le entregó a las autoridades, a condición de que no le quitasen la vida, pero el pueblo se apoderó del asesino y le dio muerte.


El santo obispo se sintió responsable de ese asesinato y pensó que ello le hacía inepto para el servicio del altar; por otra parte, desde tiempo atrás, deseaba retirarse a servir a Dios en la soledad y tornó el incidente como pretexto para renunciar a su sede. El. pueblo no quería dejarle partir pero, a la vuelta del sínodo de Aquileya, San Justo abandonó una noche a su comitiva y huyó a Marsella, de donde se embarcó rumbo a Alejandía, con un lector llamado Viator.


En Egipto vivió, sin ser reconocido, en un monasterio; pero fue finalmente descubierto por un habitante de la Galia que había ido a visitar los monasterios de la Tebaida. Inmediatamente, el pueblo de Lyon envió a un sacerdote para que le trajese consigo, pero el santo no se dejó convencer.


Antíoco (quien sucedió a San Justo en el gobierno de la sede Lyon y es también santo) determinó ir a acompañar en la soledad a su predecesor, quien murió poco después en sus brazos, el año 390. Su cuerpo fue trasladado a Lyon y sepultado en la iglesia de los Macabeos, que más tarde tomó su nombre.


San Viator murió algunas semanas después que su maestro. Su nombre figura también en el Martirologio Romano (21 de octubrebre), donde se conmemora asimismo la traslación del cuerpo de los dos santos (2 de septiembre).



1:25 a.m.
Martirologio Romano: En Skänninge, ciudad de Suecia, beata Ingrid Elofsdotter, que, al enviudar, dedicó todos sus bienes al servicio del Señor, vistiendo el hábito dominicano tras una peregrinación a Tierra Santa (1282).

Etimología: Ingrid = hija del héroe Norse. Viene de la lengua alemana.


Era por su madre, nieta del rey Canuto de Suecia, y murió en el año 1234.


Cuando enviudó, se fue a Roma para hablar con el Papa. Quería pedirle la autorización para fundar un monasterio d religiosas contemplativas en su país.


Su hermano, Juan Elovson, caballero teutónico, le ayudó con todo el dinero que necesitaba.


El convento fue inaugurado en Skäninge, Suecia, el 15 de agosto de 1281.


Ingrid pasó a la casa del Padre tal día como hoy.


Los mártires de Septiembre. Estamos en el año 1792. Hubo muchos eclesiásticos que sufrieron el martirio durante la Revolución francesa.


Pío IX llevó a los altares a 186. Fueron masacrados en París del 2 al 5 de agosto.


Casi todos tienen un doble nombre: Juan Pedro, Jaime Leonor...Esto prueba que los cristianos en el siglo XVIII se ponían doble nombre - como, por otra parte, sucede en muchas familias actuales.


De entre ellos tan sólo había uno de París con nombre simple. Este, en lugar de morir en la guillotina, lo martirizaron en la propia abadía, en la que llevaba una vida de oración, trabajo y penitencia.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



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