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11:19 p.m.
Este joven mártir romano dio muestras fehacientes de lo que significa el perdón para todo ser humano y, para el creyente – con mayor razón todavía.

Era un militar a las órdenes del tribuno Tiberio, en tiempos del emperador Maximiliano (286-305).


Se celebraban en la ciudad imperial unas grandes fiestas dedicadas al honor de Júpiter, el dios de los dioses.


Sabían que era cristiano. Entonces quisieron obligarle a que hiciera los sacrificios al dios.

Como era natural y consecuente con su fe en el Resucitado, se negó en rotundo.


Como era un militar afamado, lo llevaron ante el emperador. En su presencia profesó abiertamente su fe. Consecuencia: le torturaron y le enviaron a Tracia, en donde le dieron fuertes castigos. Pero todo lo soportó con alegría por Jesús, perdonando a sus verdugos.


Lo trasladaron de una sitio para otro. Los interrogatorios continuos lo indignaban.


Cansados, lo transfirieron a Drizipara (actual Karistiran) en donde lo decapitaron.


Arrojaron su cuerpo al río y cuatro perros lo rescataron en presencia de su madre Pemenia.


El culto a Alejandro comenzó con mucho fervor en el siglo VI. Exaltaban el valor de la madre dando sepultura a su hijo.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com



11:19 p.m.
Martirologio Romano: En la región Septempedana (hoy San Severino Marche), del Piceno, en Italia, beato Peregrino de Falerone, presbítero, que fue uno de los primeros discípulos de san Francisco y que, peregrino en Tierra Santa, resultó admirado incluso por los sarracenos (1232).

Etimológicamente: Peregrino = Aquel que camina por los campos, es de origen latino.


Fecha de beatificación: Su culto fue aprobado el 31 de julio de 1821 por el Papa Pío VII.



Religioso y discípulo de San Francisco, de la Primera Orden. († 1233).

Peregrino no era ciertamente un ignorante. Hijo de una familia noble y rica, oriundo de Falerone, diócesis de Fermo, hoy provincia de Ascoli Piceno; una ciudad de las Marcas que trae el nombre de la destruida ciudad romana Faleria, en el valle de Tenna, entre Amandola y Monte Giorgio. En Bolonia había estudiado filosofía y derecho canónico, y era profundamente versado en las ciencias sagradas y profanas. Sin embargo, cuando Peregrino se presentó a San Francisco, oyó que le decía: “Tú servirás a Dios en la humilde condición de hermano religioso y te aplicarás sobre todo a la práctica de la humildad”.


Peregrino tomó la profecía de San Francisco como un mandato, y durante toda su vida quiso permanecer en la modesta condición de religioso hermano, entregado a los servicios más humildes y a menudo oculto en los conventos más pobres y escondidos. Según decir de Fray Bernardo de Quintaval, fue, entre los primeros discípulos de San Francisco, uno de los religiosos más ejemplares.


Inflamado en sagrado fervor, buscó el martirio a manos de los infieles, y como el mismo San Francisco, pasó el mar para ir a Tierra Santa en medio de los musulmanes. El martirio a manos de los mahometanos, considerados entonces como los “matacristianos” por antonomasia, era con frecuencia la devota aspiración de muchos hermanos. En realidad y en circunstancias normales los árabes, especialmente en Tierra Santa, eran tolerantes y respetuosos para con los huéspedes cristianos, y más con los misioneros.


En el caso de Peregrino, más bien faltó poco para que naciera a su alrededor la veneración precisamente por parte de los musulmanes. Y no podía ser de otro modo, frente a aquel frailecito descalzo que visitaba los lugares santos con el libro de los evangelios en la mano, esparciendo en todas partes a raudales lágrimas de compasión y piedad.


Vuelto a Italia, Peregrino de Falerone volvió a esconderse en los lugares más ocultos y en los conventos más alejados. Pero por más que se hiciera pequeño y humilde, la luz de su santidad resplandecía aun desde debajo del celemín y destellaba en el brillo de los milagros que se le atribuyeron en vida. En los últimos años de su vida, todavía joven, vivió en el convento de San Severino Marcas y allí murió en 1233. Sepultado en la iglesia de los Cistercienses, La Madonna de las Luces. Nuevos milagros acaecidos en su sepulcro, hicieron aún más amado y venerado su recuerdo.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



11:19 p.m.
Martirologio Romano: En Turín, en el Piamonte, beato Francisco Faá di Bruno, presbítero, que unió la ciencia de las matemáticas y de la física con la práctica de las obras de caridad (1888).

Etimológicamente: Francisco = el abanderado, es de origen germano.


Fecha de beatificación: 25 de Septiembre de 1988 por el Papa Juan Pablo II.



La vida de Francisco nos muestra una admirable síntesis entre el hombre de fe y el hombre de ciencia. Nació en Alessandría, en la región del Piamonte en Italia, el 7 de marzo de 1825. Su familia era de buena situación económica y social y educaron a sus doce hijos al calor de la fe, siendo nuestro beato el último en nacer.

Era un apasionado de las matemáticas, las que estudió con verdadero entusiasmo. Se incorporó al cuerpo de ingenieros del ejército italiano, llegando a obtener el grado de capitán. Estando en el estado mayor del rey Victor Manuel II, este le encomendó la educación de sus hijos Umberto y Amedeo. El ambiente de la corte estaba cargado de anticlericalismo y dado que Francisco era un firmísimo creyente, convencen al rey de que separe a Francisco de dicho cargo, pues su influencia podía ser “peligrosa” para los jóvenes príncipes.


Francisco decide viajar a París para perfeccionar sus estudios matemáticos, renunciando a su cargo en el ejército. Aquí estudió bajo el gran intelectual católico Cauchy y el gran científico, codescubridor del planeta Neptuno, profesor Leverrier. En medio de sus estudios, el llamado de Dios va sonando más fuerte en su corazón y Francisco decide ser sacerdote.


Retorna a Italia y en Turín es ordenado sacerdote. Su obispo ve por conveniente que Francisco se dedique a la enseñanza de las Matemáticas, pues era necesario mostrar a los jóvenes que la fe era perfectamente compatible con el estudio de las ciencias. Enseñó en la Universidad de Turín por muchos años, desplegando una impresionante labor académica pues publicó cuarenta artículos en las más importantes revistas científicas del momento. Por tales méritos recibió el grado de Doctor por las Universidades de Paris y de Turín.


Es increíble descubrir como un hombre tan comprometido con el mundo de la ciencia, se haya dado tiempo para escribir algunos libros ascéticos y también haya compuesto hermosas melodías sagradas. Turín está recibiendo el benéfico apostolado de Don Bosco y también la caridad del Cottolengo. Francisco aporta a este gran renacimiento de la fe en el norte de Italia, fundando la Obra de Santa Zita, para la promoción de la mujer. Esta obra se convirtió en una verdadera “ciudad de las mujeres”, pues en ella habían escuela, laboratorio, enfermería, pensionado; todo con sus propios reglamentos y con una clara perspectiva de fortalecimiento de la familia.


En 1867 surge en el pueblo turinés de San Donato una iglesia para recordar a los muertos de la guerra, por lo que recibe el nombre de la Iglesia del Sufragio. Allí celebrará la misa el P. Francisco, que por consejo de Don Bosco, está ejerciendo ahora su ministerio sacerdotal con más dedicación. El mismo Papa le ha pedido fortalecer la obra de Santa Zita e inspirado por el Espíritu Santo, funda con la hermana Agostina Gonella, Las Religiosas Mínimas de Nuestra Señora del Sufragio, dedicadas a la oración por las almas del Purgatorio. El Padre Bueno llamó a su presencia al P. Francisco el 27 de marzo de 1888.


Si usted tiene información relevante para la canonización del Beato Francisco, escriba a:

Suore Minime di Nostra Signora del Suffragio

Via San Donato, 31

10144 Torino, ITALIA



12:22 a.m.
Martirologio Romano: En Zaragoza, en la Hispania Tarraconense, san Braulio, obispo, que siendo amigo íntimo de san Isidoro, colaboró con él para restaurar la disciplina eclesiástica en toda Hispania, siendo su semejante en elocuencia y ciencia.

Etimológicamente: Braulio = Toro Bravo, en su origen latino.


Etimológicamente: Braulio = Aquel que resplandece, en su origen germánico.



Se desconoce la cuna, niñez y juventud del santo; pero consta que ya en el año 626 es obispo de Zaragoza.

Participó en la corriente de pensamiento y acción isidoriana que tanto influyó en la cultura de su época y aún en tiempos posteriores. De hecho, fue discípulo de san Isidoro, obispo, escritor y doctor de la Iglesia (c. 560-636). Insistió cerca de él para que diera término a las Etimologías, la conocida y la más famosa e importante obra de san Isidoro donde se recoge el saber antiguo tomado indiscriminadamente de escritores tanto paganos como cristianos y que consta de veinte libros que fueron obligado libro de texto en las escuelas medievales, al tiempo que cauce de transmisión del saber antiguo. La división de toda la obra y sus títulos se deben a san Braulio.


Estuvo presente en los concilios V (636) y VI (638) de Toledo que fueron convocados para fortalecer la autoridad real y donde se resolvieron determinadas cuestiones de régimen eclesiástico y litúrgicas. En estos concilios se contribuyó a elaborar también el sistema de elección de los reyes por los obispos y magnates y llegó a ratificarse la imposibilidad de ser elegido rey alguien que no perteneciera a la nobleza goda.


Se le atribuyen también a san Braulio las Actas de los mártires de Zaragoza.


Llegó a escribir más de 44 cartas, gracias a las cuales pueden llegar a conocerse muchos aspectos de la España visigoda.


Ejerció el santo una notable influencia entre los reyes del tiempo intentando suavizar las leyes con espíritu cristiano y procurando potenciar la unidad del reino. Con Chindasvinto -rey que fue elegido por la nobleza al considerarlo fácilmente manipulable debido a su gran ancianidad-, cuando dicta leyes muy severas contra los magnates traidores que rompieran su juramento de lealtad al rey, llegando a decretar la deportación, la reducción a la esclavitud de sus familias y a la confiscación de sus bienes. De la misma manera, mostró también influjo decisivo cabe el rey Recesvinto, el que reprimió la rebelión del noble Troya, cuando ponía sitio a la ciudad de Zaragoza, el mismo año de la muerte de san Braulio.


La fiesta de este hombre que intervino fuertemente en la vida eclesiástica, política y social de su tiempo es el 26 de Marzo ya que murió en este día del año 651.



12:22 a.m.
San Pedro pertenecía a una antigua e ilustre familia. El nombre de sus antepasados ha caído en el olvido, en tanto que los anales de la fe conservan el inmortal recuerdo de los santos que sus padres dieron a la Iglesia.

Tres hijos de esta familia fueron santos y obispos: San Basilio, San Gregorio de Nissa y San Pedro de Sebaste. Su hermana mayor, Santa Macrina, fue madre espiritual de muchos santos y excelentes doctores, y sus padres, San Basilio el Viejo y Santa Emelia, fueron desterrados a causa de la fe, durante el reinado del emperador Galerio Maximiano y huyeron al desierto del Ponto. Por último, la abuela de nuestro santo fue la famosa Santa Macrina, a quien San Gregorio Taumaturgo instruyó en la fe.


Pedro de Sebaste era el más joven de los diez hijos y perdió a su padre, cuando todavía no daba los primeros pasos, de modo que su hermana Macrina tuvo que encargarse de su educación. Macrina se preocupó principalmente de instruirle en la religión, los estudios profanos interesaban muy poco a quien tenía los ojos fijos en el cielo.


Pedro, que aspiraba a la vida monástica, no vio en ello una restricción. Su madre había fundado dos monasterios: uno de hombres y otro de mujeres. Había confiado el primero a la dirección de su hijo Basilio y el segundo a la de Macrina. Pedro ingresó en el monasterio dirigido por su hermano, que se hallaba situado en el banco del río Iris. Cuando San Basilio se vio obligado a dimitir de su cargo, el año 362, nombró por sucesor a Pedro, quien desempeñó durante muchos años el cargo de superior con gran prudencia y virtud.


Cuando se desató el hambre en las provincias del Ponto y de Capadocia, Pedro mostró su gran caridad. La prudencia humana le habría aconsejado no exagerar sus limosnas a los pobres, antes de tener asegurado el sustento de sus monjes; pero Pedro había aprendido en otra escuela la caridad cristiana, y disponía liberalmente de cuanto poseía el monasterio para ayudar a los menesterosos que acudían diariamente durante la carestía.


Al ser nombrado obispo de Cesárea de Capadocia, San Basilio ordenó sacerdote a Pedro. Basilio murió el 19 de enero del año 379, y Macrina en noviembre del mismo año. Eustasio, obispo de Sebaste de Armenia, que había sido arriano y había perseguido a San Basilio, parece haber muerto poco después, ya que Pedro fue nombrado obispo de esa diócesis en 380, para desarraigar la herejía arriana. El demonio se había apoderado tan a fondo de esa región, que se necesitaba el celo de un santo para echarle fuera.


San Pedro se cuenta entre los escritores eclesiásticos, gracias a una carta incluida en los libros de San Gregorio de Nissa contra Eunomio, por la que se demuestra que, si bien San Pedro se había consagrado a los estudios eclesiásticos exclusivamente, sus lecturas y sus dotes naturales de elocuencia no eran inferiores a las de su incomparable hermano Basilio, ni a las de su colega, San Gregorio Nazianceno. En 381 Pedro asistió al Concilio Ecuménico de Constantinopla. No sólo su hermano, San Gregorio de Nissa, sino también Teodoreto y toda la antigüedad, dan testimonio de su santidad, prudencia y celo. Su muerte ocurrió hacia el año 391, durante el verano. San Gregorio de Nissa hace notar que Sebaste le honró con una solemne celebración (probablemente en el año siguiente al de su muerte), junto con algunos otros mártires de la misma ciudad.


Es extraordinario encontrarse con una familia de santos. Este prodigio de la gracia se debe principalmente al ejemplo de Santa Macrina, de la que sus tres hijos aprendieron el espíritu de abnegación y humildad, que constituye la máxima fundamental del Evangelio. Por desgracia, tal principio es para muchos simplemente un objeto de especulación, en vez de ser un alimento del corazón.


Poco es lo que sabemos sobre San Pedro de Sebaste, fuera de las alusiones que se hallan en la vida de Santa Macrina, escrita por San Gregorio de Nissa.



12:21 a.m.
Martirologio Romano: En Catania, de Sicilia, en Italia, beata Magdalena Catalina Morano, virgen del Instituto de Hijas de María Auxiliadora, que se consagró a impartir catequesis, recorriendo sin cesar toda esta región (1908).

Etimológicamente: Magdalena = Torre de Dios, es de origen hebreo.


Fecha de beatificación: 5 de noviembre de 1994 por el Papa Juan Pablo II.



Nacida en Chieri (Turín) el 15 de noviembre de 1847, Magdalena Catalina Morano inicia desde joven entre los pequeños del lugar, Butigliera, un aprendizaje pedagógico que marcará toda su vida, de un modo especial después de obtener su diploma de maestra.

Rica en experiencia didáctica y catequística, a los treinta años pudo coronar su deseo de consagración que se remonta a su primera comunión.


En 1879 es ya Hija de María Auxiliadora y le pide al Señor la gracia de mantenerla “en vida hasta que no haya colmado la medida de la santidad".


Destinada en 1881 a Sicilia, inicia una fecunda obra educativa entre las niñas y las jóvenes de ambientes populares. Dirigiendo siempre "una mirada hacia la tierra y diez hacia el cielo", abre escuelas, oratorios, internados y centros en todos los rincones de la isla.


Nombrada superiora provincial asume también el esfuerzo formativo de las nuevas y abundantes vocaciones, atraídas por su celo y por el clima comunitario creado a su alrededor.


Los obispos aprecian y estimulan su apostolado multifacético confiando a su evangélica inventiva toda la obra catequética.


Gravemente perturbada por una afección tumoral, concluye en Catania, el 26 de marzo de 1908, una vida de total coherencia, transcurrida en su intento de “no poner jamás obstáculos a la acción de la gracia, cediendo a su egoísmo personal”.


En esa misma ciudad, el Papa Juan Pablo II la proclamó beata el 5 de noviembre de 1994.


Su cuerpo es venerado en la Capilla de las Hijas de María Auxiliadora de Alì Terme (Catania).


Si usted tiene información relevante para la canonización de la Beata Magdalena, escriba a:

Figlie di Maria Ausiliatrice

Via dell’Ateneo Salesiano, 81

00139 Roma, ITALIA



11:29 p.m.
Martirologio Romano: En York, en Inglaterra, santa Margarita Clitherow, mártir, la cual, con la anuencia de su marido, abrazó la fe católica, en la que educó también a sus hijos, y se preocupó de ocultar en su casa a sacerdotes que eran perseguidos, por cuyo motivo fue detenida varias veces durante el reinado de Isabel I, y finalmente, rehusando que su causa fuese llevada ante el tribunal para que los ánimos de los consejeros del juez no cargasen con la responsabilidad de su sentencia a muerte, la condenaron, por su fe en Cristo, a ser asfixiada hasta la muerte bajo un gran peso (1586).

Etimológicamente: Margarita = Aquella de belleza poco común, es de origen latino.


Fecha de canonización: 25 de octubre de 1970 por el Papa Paulo VI, unto a otros 39 mártires de Inglatera y Gales.



Tenemos la fortuna de poseer amplia información acerca de Margarita Clitherow, gracias a la biografía escrita por su confesor, padre John Mush, completada en sus detalles con otros documentos contemporáneos. En York todavía podemos ver la casa del ayuntamiento donde fue juzgada, el castillo en que estuvo encarcelada, la casa vecina al matadero, que se cree haber sido su hogar durante su vida matrimonial y la habitación con la buhardilla en la posada del Cisne Negro, que la tradición señala como el lugar que ella alquiló para que se celebrara la misa, cuando se consideró insegura su propia capilla.

Margarita fue hija de un rico vendedor de cera, llamado Tomás Middleton, que era hacendado de la ciudad de York y que tuvo el cargo de comisario, del año 1564 a 1565. Este murió poco después y su esposa, luego de cinco meses, contrajo nupcias con un hombre de inferior condición, de nombre May, que estableció su residencia con la familia en la casa Middleton y Davygate.


Allí fue donde Margarita se casó, en 1571, con Juan Clitherow, ganadero y carnicero que, como el padre de Margarita, era un hombre acomodado y había tenido cargos públicos. Había sido encargado de puente y camarlengo con lo que llegó a merecer el derecho de usar el título de Sir antes de su nombre.


Margarita fue educada en el protestantismo, pero dos o tres años después de su matrimonio abrazó la fe católica, después de haberla estudiado, como su biógrafo nos dice: "al no encontrar fundamento, verdad, ni consuelo cristiano en los ministros del Nuevo Evangelio, ni en su propia doctrina y, al enterarse de que muchos sacerdotes y laicos sufrían al defender la antigua fe católica".


Su esposo, bondadoso y de buen carácter, parece no haberse opuesto entonces ni en ningún momento a los deseos de su mujer. El no tenía madera de héroe y continuaba conforme a la religión del Estado, pero tenía un hermano sacerdote, y un cierto Tomás Clitherow que estuvo preso en el castillo de York a causa de su religión, en 1600, fue probablemente otro de sus hermanos.


El señor Clitherow acostumbraba decir que encontraba dos defectos en su mujer: que ayunaba demasiado y que nunca lo acompañaba a la iglesia. Muy al principio, parecía que Margarita podía practicar su fe sin mucha dificultad y podía buscar a los apóstatas y hacer que se convirtieran, pero las leyes se hicieron más duras y fueron cumplidas más estrictamente.


Varios cautelosos amigos le advirtieron que fuera más circunspecta. Se le impusieron multas al señor Clitherow por las continuas faltas de asistencia de su mujer a la iglesia y a ella misma se le encarceló varias veces en el castillo, una de ellas por dos largos años. Las condiciones de vida allí, como sabemos por datos contemporáneos, eran muy malas; las celdas eran obscuras, húmedas, llenas de parásitos, y muchos de los cautivos morían durante su reclusión; aún así, Margarita consideraba esos períodos de encarcelamiento como retiros espirituales, orando y ayunando cuatro días a la semana, práctica que continuó después de obtener su libertad. No está clara la fecha en que ella empezó a abrir su casa a sacerdotes fugitivos, pero se sabe que continuó haciéndolo así hasta el fin, a pesar de la promulgación de la ley que castigaba con la muerte el dar albergue a los sacerdotes.


Los padres Thompson, Hart Thirkill, Ingleby y muchos otros habían estado ocultos en la cámara secreta para sacerdotes, cuya entrada "era molesta para aquél que no estuviera familiarizado con la gran estrechez de la puerta, que era sin embargo amplia para un joven".


Más aún, a fin de que no se privara a nadie de la misa, cuando se podía celebrar, el padre Mush nos dice: "Ella había preparado dos cuartos, uno junto a su propia casa, adonde ella pudiera tener acceso en cualquier momento, sin ser vista o notada por sus vecinos. El otro, un poco distante de su casa, mantenido en secreto para todos, excepto para aquellos que ella sabía eran fieles y discretos. Ella preparaba este lugar para tiempos más calamitosos a fin de que Dios pudiera ser servido allí, cuando su propia casa no se considerara tan segura, aunque ella no pudiera acudir a ese lugar diariamente, como lo deseaba. También proporcionaba y se encargaba del cuidado de todo el material que se requería para el servicio del altar, tanto ornamentos como vasos sagrados.


Poseyendo una agradable figura, dotada de agudo ingenio y alegría, Margarita tenía una encantadora personalidad. "Todos la amaban", leemos, "y acudían a ella en demanda de auxilio, consuelo y consejo en sus penas. Su servidumbre le tenía un amor tan reverente que, a pesar de que su ama los corregía con razonable dureza por sus faltas y negligencias y que sabían cuándo los sacerdotes frecuentaban la casa, tenían tanto cuidado de conservar los secretos de su ama, como si fueran sus verdaderos hijos".


En muchos casos, gentes que sostenían otras creencias eran las primeras en escudarla y advertirla de algún peligro que la amenazaba. Más aún, como una verdadera mujer de Yorkshire, era una magnífica ama de casa y hábil para los negocios. "Al comprar y vender mercancía", se nos dice, "tenía mucho cuidado de saber su verdadero precio para satisfacer a su esposo que lo dejaba todo a su confianza y discreción".


No nos sorprende encontrar que a menudo urgía a su esposo a desentenderse de la tienda y todas sus preocupaciones y dedicar sus energías a ventas al mayoreo. Empezaba cada día con una hora y media dedicada a la oración y meditación. Si había algún sacerdote disponible, se celebraba la misa y para escucharla se arrodillaba atrás de sus hijos y sirvientes en el lugar más bajo, a un lado de la puerta, tal vez para poder dar la señal de alarma en caso de ser sorprendidos.


Dos veces por semana, los miércoles y domingos, trataba de confesarse. Aunque no era una mujer muy culta, había aprendido mucho de los sacerdotes que frecuentaban la casa y conocía tres libros perfectamente: la Biblia, la Imitación de Cristo, de Tomás de Kempis y el Ejercicio de Perrín. En alguna ocasión -quizás en la cárcel-, había aprendido de memoria el pequeño oficio de Nuestra Señora en latín, en previsión de que Dios la llamase alguna vez a la vida religiosa.


El recuerdo de los sacerdotes martirizados a quienes ella había conocido y que habían sufrido en Knavesmire, estaba constantemente en ella y, cuando su esposo salía de viaje, ella algunas veces iba descalza en peregrinación con otras mujeres al lugar de la ejecución, fuera de las murallas de la ciudad. A todas horas, era esto una acción peligrosa debido a los espías, pero particularmente durante el día, y por lo tanto, iban generalmente de noche y Margarita permanecía meditando y orando bajo la horca "todo el tiempo que su acompañamiento se lo permitía".


Estas visitas pronto terminaron, ya que Margarita, durante el último año y medio antes de su aprehensión final tuvo que permanecer recluida en su propia casa, "como en libertad encadenada", por el delito de haber enviado a su hijo mayor a una escuela allende los mares.


El 10 de marzo de 1586, el señor Clitherow fue citado a comparecer ante el tribunal de York, establecido por el Gran Consejo del Norte y, en ausencia del amo, su casa fue cateada. No se encontró nada sospechoso, hasta que los esbirros llegaron a un cuarto alejado, donde los niños y otros más estaban siendo instruidos por un maestro de escuela llamado Stapleton, a quien ellos tomaron por sacerdote.


En la confusión que se siguió, el maestro pudo eludirlos y escapar por el cuarto secreto, pero los niños fueron interrogados y amenazados. Un niño extranjero, de once años, que vivía con la familia, se aterrorizó tanto, que descubrió la entrada del cuarto de los sacerdotes. Nadie lo ocupaba, pero en una alacena se encontraron vasos y libros que obviamente eran usados para la celebración de la misa. Estos fueron confiscados y Margarita fue aprehendida y llevada, primero ante el Consejo y después a prisión en el castillo.


Una vez tranquilizada sobre la seguridad de su familia, su valor nunca la abandonó y cuando dos días más tarde se le reunió la señora Ana Tesk, a quien el mismo niño había delatado por frecuentar los sacramentos, las dos amigas bromearon y rieron juntas hasta que Margarita exclamó: "Hermana, estamos tan contentas juntas que temo, a no ser que se nos separe, perder el mérito de estar encarceladas."


Poco antes de que se les citara a comparecer ante el juez, dijo: "Antes de partir, haré felices a todos mis hermanos y hermanas del otro lado de la sala"; y, mirando hacia ellos a través de una ventana -eran 35 y la podían fácil mente ver desde allí- hizo un par de horcas con sus dedos y agradablemente se rió de ellas.


Después de leído el cargo, en que se le acusaba de albergar y sostener a los sacerdotes y de oír la misa, el juez le preguntó si se consideraba culpable o inocente. Ella replicó: "No conozco ninguna ofensa por la que me deba declarar culpable", y cuando se le preguntó cómo quería ser juzgada, ella sólo dijo: "No habiendo cometido ningún delito, no necesito ser juzgada".


Nunca se apartó de esta posición, aunque se le instruyó varias veces y se le urgió a que se declarara culpable y escogiera ser juzgada por un jurado. Ella sabía que esto significaba la muerte de todas maneras, pero si aceptaba ser juzgada, sus hijos, sirvientes y amigos serian llamados a atestiguar y, o mentirían para salvarla, cometiendo perjurio o tendrían que dar testimonio de lo que sabían y así sufrir el escándalo y la pena de haber causado su muerte.


Se hicieron muchos intentos para persuadirla a que apostatara o, por lo menos, a que se sujetara al juicio y un puritano, que había discutido con ella en la prisión, tuvo el valor de ponerse en pie en la corte y declarar que la condenación, basada en la acusación de un niño, era contraria a la ley de Dios y de los hombres. El juez Clinch, que habría querido salvarla, fue dominado por los otros miembros del Consejo y, finalmente, pronunció la terrible sentencia que la ley inglesa decretaba para todo el que se negaba a declararse culpable, a saber, que debería ser prensado hasta morir. Ella oyó la sentencia con la mayor serenidad y dijo: "Gracias sean dadas a Dios; todo lo que El me envíe es bien recibido. No soy digna de tener una muerte tan buena como ésta".


Después de esto, fue puesta en prisión en casa de Juan Trew, en Ouse bridge. Ni siquiera entonces se le dejó en paz, sino que fue visitada por diversas gentes que trataban en vano de conmover su constancia, incluyendo a su padrastro, Enrique May, que había sido elegido alcalde de York. Nunca le permitieron ver a sus hijos y solamente una vez pudo entrevistarse con su marido y eso en presencia del carcelero.


Margarita iba a ser ejecutada el 25 de marzo, viernes de la Semana de Pasión y la noche anterior, ella cosió su propia mortaja. Después pasó la mayor parte del tiempo de rodillas. A las ocho de la mañana, el comisario llegó a conducirla al calabozo, a pocos metros de la prisión y "todos se maravillaron de verla gozosa y de alegre semblante".


Llegados al lugar de la ejecución, se arrodilló para rezar y, algunos de los anglicanos ahí presentes le pidieron que rezara con ellos; pero Margarita rehusó, como el beato Guillermo Hart lo había hecho casi exactamente tres años antes. "Yo no rezaré con vosotros, ni vosotros rezaréis conmigo", dijo, "ni yo diré Amén a vuestras oraciones, ni vosotros a las mías". Ella rezó en voz alta por el Papa, los cardenales, el clero, los príncipes cristianos, y especialmente por la reina Isabel para que Dios la convirtiera a la fe y salvara su alma.


Entonces fue obligada a desnudarse y tenderse boca bajo en el suelo. Se le puso una piedra lisa sobre sus espaldas y sus manos fueron atadas a postes a los lados. Se colocó otra losa encima de ella y se pusieron pesas sobre esta piedra, hasta llegar a la cantidad de 700 u 800 kilos. Sus últimas palabras, al recibir el peso sobre su cuerpo, fueron: "¡Jesús, Jesús, ten misericordia de mí!"


Tardó alrededor de un cuarto de hora en morir, pero su cuerpo fue dejado seis horas en la prensa. Tenía aproximadamente treinta años. A su esposo le había enviado su sombrero "en señal de amorosa devoción, como cabeza de su familia" y a Inés, su hija de doce años, sus zapatos y medias para significar que debería seguir sus pasos.


La niñita se hizo monja en Lovaina, mientras que dos de los hijos de la mártir fueron después sacerdotes. Una de las manos de Margarita Clitherow se conserva en un relicario en el Convento Bar, en York.



11:29 p.m.
Martirologio Romano: En la ciudad de Majdanek, cerca de Lublín, en Polonia, beato Emiliano Kovc, presbítero y mártir, que en tiempo de guerra fue deportado a un campo de concentración, donde, por el combate de la fe, alcanzó la vida eterna (1944).

Etimológicamente: Emiliano = Aquel que es gentil y amable, es de origen latino.


Fecha de beatificación: 27 de junio de 2001 por el Papa Juan Pablo II.



Cuando el Papa Juan Pablo II hizo su viaje pastoral a Ucrania, entre los muchos actos que llevó a cabo en tan poco tiempo, uno de los más importantes fue, sin duda, la beatificación de varios ucranianos y ucranianas.

En el discurso, con motivo de tal evento, el Papa –al dirigirse a los jóvenes–, les dijo: "Queridos jóvenes. Vuestro pueblo está viviendo un paso difícil y complejo desde el paso del régimen totalitario –que lo ha oprimido durante tantos años– a una sociedad libre y democrática. La libertad requiere conciencias fuertes, responsables y maduras. La libertad cuesta más que la esclavitud.. No paséis del régimen comunista al del consumo. Es otra forma de materialismo que, sin rechazar a Dios, en la realidad lo niega".


Nació el 20 de agosto de 1884 en Kosmach (región de Stanislaviv, actualmente Ivano-Frankivsk).


Fue ordenado sacerdote en 1911 e incardinado en la diócesis de Stanislaviv. En 1922 pasó a la archieparquía de Lvov, y ejerció su ministerio pastoral en Przemyslijany, en la región occidental de Ucrania.


Los comunistas lo encarcelaron en 1941, pero fue liberado por las tropas alemanas.


En 1942 los alemanes encerraron a los judíos en la zona del gueto. Acusado de ayudar a los judíos a evitar la deportación, fue arrestado el 30 de diciembre de 1942 y trasladado al campo de concentración de Majdanek, en la cercanías de Lublin (Polonia).


Murió allí el 25 de marzo de 1944, a los 60 años.


Juan Pablo II lo ha llevado al honor de los altares juntamente con otros 26 ucranianos:


Mycola Čarneckyj (Obispo, Exarca Apostólico de los ucranios de Volyn’ y Pidljašja, de la Congregación del Santísimo Redentor (1884-1959}) y 24 compañeros:

Gregorio Khomyšyn, Obispo de Stanislaviv de los ucranios, actualmente Ivano-Frankivsk (1867-1945)

Josafat Kocylovskyj, Obispo de Peremyšl de los ucranios, de la Orden Basiliana de San Josafat (1876-1947)

Simeón Lukač, Obispo de la Iglesia greco-católica ucraniana "clandestina" (1893-1964)

Basilio VeIyčkovskyj, Obispo de la Iglesia greco-católica ucraniana "clandestina", della Congregacióne del Santísimo Redentor (1903-1973)

Iván Slezyuk, Obispo de la Iglesia greco-católica ucraniana "clandestina" (1896-1973)

Mykyta Budka, Obispo auxiliar de Lvov de los ucranios, primer obispo de los católicos ucranianos de Canadá (1877-1949)

Gregorio Lakota, Obispo auxiliar de Peremyšl de los ucranios (1883-1950)

Leonidas Fëdorov, Exarca de los católicos rusos de rito bizantino y sacerdote de los Monjes Estuditas (1879-1935)

Mykola Konrad, Sacerdote de la archieparquía de Lvov de los ucranios (1876-1941)

Andrés Iščak, Sacerdote de la archieparquía de Lvov de los ucranios (1887-1941)

Román Lysko, Sacerdote de la archieparquía de Lvov de los ucranios (1914-1949)

Mykola Cehelskyj, Sacerdote de la archieparquía de Lvov de los ucranios (1896-1951)

Pedro Verhun, Sacerdote de la archieparquía de Lvov de los ucranios y visitador apostólico para los católicos ucranios residentes en Alemania (1890-1957)

Alejandro Zaryckyj, Sacerdote de la archieparquía de Lvov de los ucranios (1912-1963)

Clemente Šeptyckyj, Sacerdote profeso de los Monjes Estuditas ucranianos y archimandrita del Monasterio de Univ (1869-1951)

Severiano Baranyk, Sacerdote profeso de la Orden Basiliana de San Josafat (1889-1941)

Joaquín Senkivskyj, Sacerdote profeso de la Orden Basiliana de San Josafat (1896-1941)

Cenobio Kovalyk, Sacerdote profeso de la Congregación del Santísimo Redentor (1903-1941)

Vidal Bajrak, Sacerdote profeso de la Orden Basiliana de San Josafat (1907-1946)

Ivín Ziatyk, Sacerdote profeso de la Congregación del Santísimo Redentor y vicario general de la Iglesia greco-católica ucraniana (1899-1952)

Tarsicia (en el siglo, Olga), Religiosa profesa de la congregación de las Esclavas de María Inmaculada (1919-1944)

Olimpia (en el siglo, Olga), Religiosa profesa de la Congregación de las Religiosas de San José (1903-1952

Lorenza Harasymiv (en el siglo, Leocadia ), Religiosa profesa de la Congregación de las Religiosas de San José (1911-1952)

Vladimiro Pryjma, Laico y padre de familia, cantor (1906- 1941)


Teodoro Romża (1911-1947)


Josafata Hordashevska (en el siglo, Micaela ) (1869-1919)


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



11:29 p.m.
Martirologio Romano: En el Montefiascone, en la Toscana, santa Lucía Filippini, fundadora del Instituto de Maestras Pías, para promover la enseñanza cristiana de jóvenes y mujeres, especialmente las carentes de recursos (1732).

Etimológicamente: Lucía = Aquella que lleva la luz, es de origen latino.


Fecha de canonización: 22 de junio de 1930 por el Papa Pío XI.



El Instituto de "Maestre Pie" no es tan conocido fuera de Italia como merece serlo. Pero en una época en la que todavía no se pensaba en la educación obligatoria, obró maravillas tanto en el mejoramiento religioso como en el social de las mujeres de su país.

Aunque Santa Lucía no fue la verdadera fundadora de esta notable organización, fue quizás la más celosa, la de mayor influencia y la más santa entre todas sus primeras propulsoras.


Nacida un 13 de Enero de 1672, en Tarquinia, en Toscana, distante aproximadamente nueve kilómetros de Roma, quedó huérfana a temprana edad. Siendo aún joven, la seriedad de sus intenciones, su gran piedad y sus notables cualidades llegaron a oídos del obispo de la diócesis, cardenal Marcantonio Barbarigo, quien la persuadió a ir a Montefiascone para trabajar en un instituto educacional para el entrenamiento de maestros, que él había fundado y puesto bajo la dirección de religiosas.


Lucía se dedicó en cuerpo y alma al trabajo, donde tuvo contacto con la Beata Venerini, a quien por ser la más eficaz y dedicada organizadora de un instituto similar en Viterbo, el cardenal había llamado a Montefiascone para que con tribuyera con su experiencia al bien de su fundación.


Ningún alumno pudo haber mostrado más aptitudes que Santa Lucía. Su modestia, su caridad y su profunda convicción del valor de las cosas espirituales, aunados a su decisión y su práctico sentido común, se ganaron todos los corazones.


La obra prosperó asombrosamente. Nuevas escuelas para niños y centros educacionales se multiplicaron en todas direcciones y, en 1707, por deseo expreso del Papa Clemente XI, ella fue a Roma a fundar allí la primera escuela de "Maestre Pie" en la calle de Chiavi d´Oro.


Lucía pudo permanecer en la ciudad tan sólo un poco más de seis meses, ya que sus obligaciones la llamaban a otras partes, pero los niños acudían en multitudes que excedían, con mucho, el cupo destinado para ellos; a Lucía antes de partir, se le llegó a conocer en casi todo el distrito, como la Maestra Santa.


Como Rosa Venerini, tenía el don de la palabra fácil y convincente. Sin embargo, su fortaleza no igualaba el esfuerzo con que se dedicaba al trabajo. Enfermó gravemente en 1726 y, a pesar de la atención médica que se le dio en Roma, nunca pudo recuperar del todo su salud.


Murió con la más santa de las muertes, el 25 de marzo de 1732, día que ella misma había predicho.



11:29 p.m.
Esta santo que recordamos hoy, murió en el siglo III. Nació en Roma en el seno de la familia Anicia.

Su fe era tan firme que no dudó lo más mínimo en dedicarse a evangelizar. Se alimentaba de una continua oración y de la presencia de Dios en cuanto pensaba y hacía.


Fue obispo de Sínada, en Frigia (hoy Çifitkasaba, en Turquía). Una de las armas de su apostolado fue la correspondencia. Quedan muchas cartas de en las que se relatan sus dones taumatúrgicos y el sentido de su apostolado epistolar.


Una de estas cartas, dirigidas a su amigo san Teófilo, obispo de Alejandría, dice:"Si me dices, muéstrame a tu Dios", te diré yo a mi vez: "Muéstrame primero a tu hombre y te diré quién es mi Dios".


Cuando fue elegido obispo ,tuvo que afrontar un problema serio: Belisario, general de Justiniano, había entrado en Italia para luchar contra los Godos. Su intención era someter la península bajo la jurisdicción de Constantinopla.


El rey godo le pidió al Papa que intercediera para que no llevase a cabo su propósito.


Agapito fue a Oriente pero no logró nada en su misión. No obstante tuvo el valor de excomulgar al patriarca Antimo, y en su lugar consagró obispo a Menas con la aprobación del propio Justiniano. De vuelta a Roma murió de repente.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com


NOTA: Su nombre no consta en el actual Martirologio Romano, pero si en la edición de 1956.



10:50 p.m.
Martirologio Romano: En Ronda, en Andalucía, región de España, beato Diego José de Cádiz (Francisco José) López-Caamaño, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, predicador insigne y propugnador intrépido de la libertad de la Iglesia (1801).

Etimológicamente: Diego = Aquel que es instruido, es de origen griego.


Fecha de beatificación: 22 de abril de 1894 por el Papa León XIII.



Treinta años de activísima vida misionera no caben en unas páginas. No es posible reducir a tan breve síntesis la labor de este apóstol capuchino, que, siempre a pie, recorrió innumerables veces Andalucía entera en todas direcciones; que se dirigió después a Aranjuez y Madrid, sin dejar de misionar a su paso por los pueblos de la Mancha y de Toledo; que emprendió más tarde un largo viaje desde Roma hasta Barcelona, predicando a la ida por Castilla la Nueva y Aragón, y a la vuelta por todo Levante; que salió, aunque ya enfermo, de Sevilla y, atravesando Extremadura y Portugal, llegó hasta Galicia y Asturias, regresando por León y Salamanca.

Pero hay que recordar, además, que en sus misiones hablaba varias horas al día a muchedumbres de cuarenta y aun de sesenta mil almas (y al aire libre, porque nuestras más gigantescas catedrales eran insuficientes para cobijar a tantos millares de personas, que anhelaban oírle como a un «enviado de Dios»); que tuvo por oyentes de su apostólica palabra, avalada siempre por la santidad de su vida, a los príncipes y cortesanos por un lado y a los humildes campesinos por otro, a los intelectuales y universitarios y a las clases más populares, al clero en todas sus categorías y a los ejércitos de mar y tierra, a los ayuntamientos y cabildos eclesiásticos y a los simples comerciantes e industriales y aun a los reclusos de las cárceles; que intervino con su consejo personal y con su palabra escrita, bien por dictámenes más o menos públicos, bien por su casi infinita correspondencia epistolar, en los principales asuntos de su época y en la dirección de muchas conciencias; que escribió tal cantidad de sermones, de obras ascéticas y devocionales, que, reunidas, formarían un buen número de volúmenes; que caminaba siempre a pie, con el cuerpo cubierto por áspero cilicio, pero alimentando su alma con varias horas de oración mental al día; y que, si le seguía un cortejo de milagros y de conversiones ruidosas, también supo de otro cortejo doloroso de ingratitudes, de incomprensiones y aun de persecuciones, hasta morir envuelto en un denigrante proceso inquisitorial.


¿Cómo describir, siquiera someramente, tan inmensa labor? La amplitud portentosa de aquella vida, tan extraordinariamente rica de historia y de fecundidad espiritual, durante los últimos treinta años del siglo XVIII, a lo largo y ancho de la geografía peninsular, se resiste a toda síntesis. Sólo de la Virgen Santísima, a la que especialmente veneraba bajo los títulos de Pastora de las almas y de la paz, predicó más de cinco mil sermones. Y seguramente pasaron de veinte mil los que predicó en su vida de misiones, las cuales duraban diez, quince y aun veinte días en cada ciudad.


La misión concreta de su vida y el porqué de su existencia podría resumirse en esta sola frase: fue el enviado de Dios a la España oficial de fines de aquel siglo y el auténtico misionero del pueblo español en el atardecer de nuestro Imperio.


Nuestros intelectuales de entonces y las clases directoras, con el consentimiento y aun con el apoyo de los gobernantes, abrían las puertas del alma española a la revolución que nos venía de allende el Pirineo, disfrazada de «ilustración», de maneras galantes, de teorías realistas. Todo ello producía, arriba, la «pérdida de Dios» en las inteligencias. Luego vendría la «pérdida de Dios» en las costumbres del pueblo. Aquella invasión de ideas sería precursora de la invasión de armas napoleónicas que vendría después.


No todos vieron a dónde iban a parar aquellas tendencias ni cuáles serían sus funestos resultados. Pero fray Diego los vio con intuición penetrante –y mejor diríamos profética–, ya desde sus primeros años de sacerdocio. Por eso escribía: «¡Qué ansias de ser santo, para con la oración aplacar a Dios y sostener a la Iglesia santa! ¡Qué deseo de salir al público, para, a cara descubierta, hacer frente a los libertinos!... ¡Qué ardor para derramar mi sangre en defensa de lo que hasta ahora hemos creído!»


Dios le había escogido para hacerle el nuevo apóstol de España, y su director espiritual se lo inculcaba repetidas veces: «Fray Diego misionero es un legítimo enviado de Dios a España». Y convencido de ello, el santo capuchino se dirige a las clases rectoras y a las masas populares. Entre la España tradicional que se derrumba y la España revolucionaria que pronto va a nacer, él toma sus posiciones, que son: ponerse al servicio de la fe y de la patria y presentar la batalla a la «ilustración». Había que evitar esa «pérdida de Dios» en las inteligencias y fortalecer la austeridad de costumbres en la masa popular. Y cuando vio rechazada su misión por la España oficial (¡cuánta parte tuvieron en ello Floridablanca, Campomanes y Godoy...!), se dirigió únicamente al auténtico pueblo español, con el fin de prepararle para los días difíciles que se avecinaban.


En su misión de Aranjuez y Madrid (1783) el Beato se dirigió a la corte. Pero los ministros del rey impidieron solapadamente que la corte oyera la llamada de Dios. Intentó también fray Diego traer al buen camino a la vanidosa María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV. Pero, convencido más tarde de que nada podía esperar, sobre todo cuando Godoy llegó a privado insustituible de Palacio, el santo misionero rompió definitivamente con la corte, llegando a escribir, más tarde, con motivo de un viaje de los reyes a Sevilla: «No quiero que los reyes se acuerden de mí».


Para cumplir fielmente su misión, el Beato recibió de Dios carismas extraordinarios, que podríamos recapitular en estos tres epígrafes: comunicaciones místicas que lo sostuvieran en su empresa, don de profecía y multiplicación continua de visibles milagros.


Pero Dios no se lo dio todo hecho. Hay quienes, conociéndole sólo superficialmente, no ven en él más que al misionero del pueblo que predica con celo de apóstol, acentos de profeta y milagros de santo. Pero junto al orador, al santo, al profeta y al apóstol, aparece también a cada momento el hombre. También él siente las acometidas de la tentación carnal; también él se apoca y sufre cuando se le presenta la contradicción; también él experimenta dificultades y desganas para cumplir su misión; y aun sólo «a costa de estudio y de trabajo» –dice él– logra escribir lo que escribe. Y a pesar de todo, nada de «tremendismo» en su predicación, como no fuera en contados momentos, cuando el impulso divino le arrebata a ello. Y así, mientras otros piden a Dios el remedio de los pueblos por medio de un castigo misericordioso, «yo lo pido –escribe– por medio de una misericordia sin castigo». Y no se olvide que vivió en los peores tiempos del rigorismo. ¿Y cómo no iba a ser así, si él fue siempre, como buen franciscano y neto andaluz, santamente humano y alegre, ameno en sus conversaciones y gracioso hasta en los milagros que hacía?


Pero el celo de la gloria de Dios y el bien de las almas le dominaron de suerte que ello solo explica aquel perfecto dominio de sus debilidades humanas, aquella actividad pasmosa, lo mismo predicando que escribiendo, y aquel idear disparates: como el deseo de no morir, para seguir siempre misionando; o el de misionar entre los bienaventurados del cielo o los condenados del infierno; o el de marcharse a Francia, cuando tuvo noticias de los sucesos de París en 1793, para reducir a buen camino a los libertinos y forajidos de la Revolución Francesa.


Dícese de Napoleón que, desterrado ya en Santa Elena, exclamaba recordando sus victorias y su derrota definitiva: «La desgraciada guerra de España es la que me ha derribado». Pero esta guerra no la vencieron nuestros reyes ni nuestros intelectuales; la venció aquel pueblo que había recibido con sumisión y fidelidad las enseñanzas del «enviado de Dios». Este pueblo, fiel a la misión de fray Diego, no traicionó a su fe ni a su patria; los intelectuales y gobernantes, que habían rechazado esa misión, traicionaron a su patria, porque ya habían traicionado a su fe.


Sólo Dios puede medir y valorar –como sólo Él los puede premiar– los frutos que produjo la constante y difícil, fecunda y apostólica actividad misionera del Beato Diego José de Cádiz. Describiendo él su vocación religiosa decía: «Todo mi afán era ser capuchino, para ser misionero y santo». Y lo fue. Realizó a maravilla este triple ideal. Su vida fue un don que Dios concedió a España a fines del XVIII. Por la gracia de Dios y sus propios méritos, fray Diego fue capuchino, misionero y santo.



10:50 p.m.
Martirologio Romano: En Faicchio, Italia, Beata María Serafina del Sagrado Corazón de Jesús (en el siglo Clotilde Micheli), fundadora del Instituto de las Hermanas de los Ángeles. ( 1911)

Fecha de beatificación: 28 de mayo de 2011, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI.



Clotilde Micheli nació en Imer (Trento) el 11 de septiembre de 1849, de padres profundamente cristianos, como era costumbre entonces a los tres años, recibió el sacramento de la Confirmación de manos del Príncipe-Obispo de Trento. Monseñor Tschiderer, a los 10 años recibió su Primera Comunión.

A partir de su juventud la vida de Clotilde Michele parece una novela del siglo XIX, en realidad la Voluntad de Dios forjó este alma predestinada, haciéndola vagar de un sitio al otro, a la búsqueda de como cumplir la revelación que le hizo la Virgen el 2 de agosto de 1867, mientras rezaba, como era su costumbre, en la iglesia de Imer, ella tenía casi 18 años.


La Virgen le manifestó la Voluntad de Dios de que fuera fundado un nuevo Instituto religioso, con el específico objetivo de adorar la Santísima Trinidad, con especial devoción a la Virgen y a los Ángeles, como modelos de oración y servicio.


Siguiendo el consejo de Constanza Plaza, una mujer sabia y prudente de Imer, Clotilde fue a Venecia buscando el asesoramiento espiritual de Monseñor Domenico Agostini, futuro patriarca de la ciudad lagunar, quien le aconsejó iniciar la obra pedida por Dios, invitándola a desarrollar la Regla.


Pero ella presa del miedo al fracaso, rompió lo escrito y regresó a Imer. En 1867 se mudó a Padua, donde vivió por nueve años hasta el 1876, bajo la guía espiritual de Monseñor Angelo Piacentini, profesor del Seminario local, tratando de entender mejor el llamado recibido. A la muerte del Piacentini en el 1876, Clotilde Michele se fue a Castellavazzo (Belluno) donde el Arcipreste Gerolamo Barpi, conocidas las intenciones de la joven, puso a su disposición un antiguo convento para la nueva fundación.


En 1878 Clotilde hizo uso de un subterfugio, un matrimonio arreglado, teniendo éxito, huyó a Alemania a Epfendorf en Wurttemberg, donde sus padres se habían mudado hace poco por motivos laborales.


Permaneció en Alemania durante siete años, desde 1878 a 1885 trabajando como enfermera en el Hospital de las Hermanas Isabelinas y se destaca por su caridad y delicadeza con los enfermos. Después de la muerte de su madre en 1882 y de su padre en 1885, decidió abandonar Alemania y regresó a Imer su tierra natal.


Dos años más tarde, esta mujer inquieta de 38 años, junto con su prima Judith, realiza una peregrinación a pie a Roma, haciendo paradas en diversos santuarios marianos, con espíritu de penitencia y devoción, siempre dispuesta a comprobar nuevamente la voluntad de Dios sobre la Fundación planeada.


En agosto llegaron a Roma y son hospedadas por las Hermanas de la Caridad Hijas de la Inmaculada (Inmaculadinas), instituto fundado por María Fabiano; la fundadora al conocer más profundamente a Clotilde, la convenció de tomar el habito del naciente instituto, prometiéndole dejarla libre si se viera realizado sus planes juveniles.


Clotilde tomó el nombre de sor Annunziata y permaneció entre las Inmaculadinas hasta principios de 1891, eventualmente ocupó el cargo de Superiora entre 1888 y 1891 en el convento de Sgurgola de Anagni.


En 1891 por invitación del Padre Francisco Fusco de Trani, franciscano conventual, viaja hacia el sur de Italia hacia Alife (Caserta), allí el padre planeaba ofrecer a Clotilde la creación de una fundación ideada por el Obispo Scotti, pero ella consideró que la propuesta del obispo no concordaba con el plan de Dios para ella.


Gracias al apoyo de una familia se muda a Caserta, y posteriormente a la vecina Casolia en compañía de dos jóvenes que se habían unido a ella. Después de varios meses, el obispo de Caserta Monseñor De Rossi, autorizó la imposición del hábito religioso al primer grupo de cinco hermanas el 28 de junio de 1891, acto en el que estuvo presente el Padre Fusco, la nueva institución tomó el nombre de Hermanas de los Ángeles, Adoradoras de la Santísima Trinidad.


La fundadora Clotilde Michel tenía 42 años y tomó el nombre de sor María Serafina del Sagrado Corazón. Un año después un primer grupo de hermanas fue enviado a administar un orfanato en Santa Maria Capua Vetere (Caserta), lugar que se convirtió en la primera casa del Instituto; a esta siguieron otras obras, todas destinadas a ayudar a los niños y jóvenes abandonados.


Pero para la madre de Serafina comenzó, a partir de finales de 1895, un período de sufrimiento físico, que después de una cirugía muy delicada, solicitada por el mismo obispo de Caserta, la debilitó dramáticamente. Mientras tanto, después de muchas vicisitudes se abrió en junio de 1899 la Casa de Faicchio (Benevento), que más tarde se convertiría en el Instituto de Formación de la Congregación. La Madre María Serafína se empeñó en llevar a cabo otras obras a un ritmo tan intenso que debilitó aún más, tanto así que se vio obligada a permanecer definitivamente en Faicchio.


Como casi todos los fundadores de congregaciones religiosas, tuvo que soportar mucho sufrimiento por incomprensiones, incluso dentro de su mismo Instituto, hasta que el 24 de marzo de 1911, consumida por el sufrimiento físico murió en la Casa de Faicchio, donde está enterrada.


Por la santidad de su vida, que aumentó después de su muerte, sus Hermanas de los Ángeles iniciaron la causa de su beatificación, con el permiso de la Santa Sede, el 9 de julio de 1990. Desde aquel lejano 1867 cuando con intervención de la Virgen recibió el llamado, su carisma la acompaño durante toda su vida y se extiende aún hoy en su Congregación como un don del Espíritu Santo: “Como los Ángeles adoraréis la Trinidad y estaréis sobre la tierra ellos están en los cielos”.



10:50 p.m.
Martirologio Romano: En el lugar de Pniewite, junto a Gdansk, en Polonia, beata María Karlowska, virgen, que instituyó la Congregación de Hermanas del Divino Pastor de la Divina Providencia, cuya finalidad era que recuperasen la dignidad de hijas de Dios las jóvenes y mujeres pobres caídas en la corrupción de costumbres (1935).

Etimológicamente: María = eminencia, excelsa. Es de origen hebreo.


Fecha de beatificación: 6 de Junio de 1997 por el Papa Juan Pablo II.



Nació el 4 de Septiembre de 1865 en Karlawo, Polonia.

Desempeñó una actividad de auténtica samaritana entre las mujeres que sufrían una gran miseria material y moral.


Su santo celo atrajo en seguida a un grupo de discípulas de Cristo, con quienes fundó la Congregación de las religiosas Pastorcitas de la Divina Providencia.


Estableció para ella y para sus religiosas la siguiente finalidad: «Debemos anunciar el Corazón de Jesús, es decir, vivir de él y en él y para él, de modo que lleguemos a ser semejantes a él y que él sea más visible en nuestra vida que nosotras mismas».


Su entrega al Sagrado Corazón del Salvador dio como fruto un gran amor a los hombres. Sentía una insaciable hambre de amor. Según la beata María Karłowska, un amor de este tipo nunca dirá basta, nunca se detendrá en el camino. Era precisamente esto lo que le sucedía, porque estaba impulsada por la corriente del amor del divino Paráclito. Gracias a ese amor, devolvió a muchas almas la luz de Cristo y les ayudó a recuperar la dignidad perdida.


Murió el 24 de Marzo de 1935 en Pniewita, Polonia.


Fue beatificada por Su Santidad Juan Pablo II el 6 de Junio de 1997 en misa solemne efectuada en Zakapane, Polonia.


Reproducido con autorización de Vatican.va



10:55 p.m.
Martirologio Romano: En el lugar de ad-Dahr, en el Líbano, santa Rebeca de Himlaya ar-Rayyès, virgen de la Orden Libanense de San Antonio de los Maronitas, que ciega a los treinta años, y paralizada después en todos los miembros, permaneció en oración, fija sólo en Dios (1914).

Etimológicamente: Rebeca = Aquella que conquista con su belleza y simpatía, es de origen hebreo.

Etimológicamente: Pierrette = versión francesa del nombre Petronila = Aquella que es firme como la roca, es de origen latino.


Fecha de canonización: 10 de junio de 2001 por el Papa Juan Pablo II.



(n. Himlaya, 29 de junio de 1832 - m. Batroun, 23 de marzo de 1914)

Fue una religiosa maronita libanesa , su nombre real era Petra Choboq Ar-Rayes, descendía de una familia campesina.


Su vida religiosa

Desde su juventud, Petra sintió un profundo amor por Cristo y la Eucaristía, por lo que quería ingresar como novicia en las Hermanas de María, pero la fuerte influencia de los que más tarde serían futuros santos libaneses, los maronitas, Charbel Makhlouf y Nimatullah Al-Hardini, la volvieron hacia el monasterio maronita de San José de Batroun, al cual ingresó en 1897, tomando el nombre de Sor Rafka (en español, Rebeca).


En el 1860, Rafqa le fue trasladada a Deir al-Qamar, para enseñar el Catecismo a los jóvenes. Tuvieron lugar en aquel período los dramáticos acontecimientos que ensangrentaron Líbano en aquel año. Rafqa vio con los mismos ojos el martirio de un gran número de personas. También tuvo el ánimo de esconder a un niño bajo su propia capa, salvándolo de la muerte. Rafqa estuvo en Deir al-Qamar cerca de un año: luego regresó a Ghazir.


El primero domingo de octubre del 1885, en la iglesia del monasterio, mientras estuvo en oración, le suplicó a Dios hacerla participar en su Pasión redentora. Su ruego fue atendido esa misma tarde: ella empezó a sentir fuertes dolores de la cabeza y poco después el dolor se extendió a sus ojos. Todos los tratamientos resultaron inefectivos y se decidió mandarla a Beirut para intentar otros tratamientos. Durante el viaje se detuvo en Biblos, dónde fue confiada a un médico americano que, después haber analizar su caso, decidió operarla, pero durante la operación le extrajo por error el ojo derecho. La enfermedad pronto afectó al ojo izquierdo; ahora los médicos juzgaron que cualquier tratamiento sería inútil y Rafqa regresó a su monasterio, donde el dolor ocular la acompañó por 12 años. Soportó su dolor con paciencia, en silencio, en oración y con alegría, repitiendo continuamente: "En unión con la Pasión de Cristo”.


En 1897, un grupo de monjas del convento de San Simeón de Aitou se trasladó al nuevo convento de San José de Ad-Daher. La Madre Úrsula, que iba a ser la superiora de la nueva fundación, pidió que la hermana Rafqa fuera incluida en el grupo, para que su ejemplo ante las hermanas disminuyera las dificultades que siempre existen en una nueva fundación.


La Hermana Rafqa pasó los últimos diecisiete años de su vida en este convento, que iba a ser el escenario de sus más grandes sufrimientos, así como de sus alegrías más espirituales.


Rafqa no decepcionó a la Madre Úrsula. Su ejemplo y ayuda resultó muy valiosa en el establecimiento del nuevo monasterio. Las novicias fueron especialmente impresionadas con el espíritu de oración de la monja ciega, además de su humildad y caridad. Muchos años después de su muerte, varias de las hermanas que, o bien habían llegado con ella a la nueva fundación, o que habían sido novicias durante los diecisiete años que vivió en San José de Ad-Daher, y que no habían olvidado lo vivido junto a ella, dieron testimonio de su santidad...


Rafqa sufrió durante esos diecisiete años de ceguera. Sólo Dios sabe lo mucho que tuvo que soportar. Su dolor era continuo noche y día, sin embargo, las demás hermanas nunca la oyeron murmurar o quejarse. A menudo la oyeron dar gracias a Dios por sus sufrimientos, "... porque sé que la enfermedad que tengo es para el bien de mi alma y de Su gloria" y que "la enfermedad aceptada con paciencia y acción de gracias purifica el alma como el fuego purifica el oro".


Siempre estaba tranquila, sonriente, soportando incluso el dolor más grande, con paciencia, confiando en el Señor quien se comprometió a aumentar el deleite de sus siervos fieles en el cielo (cf. Lucas 21:19).


Por su paciencia, se puede comparar con el mayor de los santos.


Sus últimos años

Sor Rafka se caracterizó también por el amor que sintió hacia los enfermos y los niños abandonados, y oraba por ellos. En 1899, la religiosa sufre de diversas enfermedades, queda paralítica y ciega, pero su fe no se quebrantó, y ofreció sus dolores físicos para propiciación de los pecados de toda la humanidad, sobre todo, de su nación.


Murió en Batroun en 1914, a la edad de 82 años, fue beatificada en 1985, y canonizada en Roma, en 2001.



10:55 p.m.
Hijo de Clementina Diez de Sollano (mexicana) y de Ramón del Portillo y Pardo (español), Álvaro del Portillo nació en Madrid el 11 de marzo de 1914. Era el tercero de ocho hermanos.

Después de cursar el bachillerato en el Colegio El Pilar (Madrid), ingresó en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, en la que terminó sus estudios en 1941. Posteriormente trabajó en diversas entidades oficiales con competencia en materia hidrográfica. A la vez, estudió Filosofía y Letras (Sección de Historia) y se doctoró en 1944 con la tesis Descubrimientos y exploraciones en las costas de California.


En 1935 se incorporó al Opus Dei, institución de la Iglesia Católica que había sido fundada siete años antes por san Josemaría Escrivá de Balaguer. Recibió directamente del fundador la formación y el espíritu propios de aquel nuevo camino en la Iglesia. Desarrolló una amplia labor de evangelización entre sus compañeros de estudio y trabajo, y desde 1939 realizó numerosos viajes apostólicos por diferentes ciudades de España.


El 25 de junio de 1944 fue ordenado sacerdote por el obispo de Madrid, Mons. Leopoldo Eijo y Garay, junto con José María Hernández Garnica y José Luis Múzquiz: son los tres primeros sacerdotes del Opus Dei, después del fundador.


En 1946 se trasladó a Roma, pocos meses antes de que fijara allí su residencia san Josemaría, con el que convivió también en los años siguientes. Se trata de un periodo crucial para el Opus Dei, que recibe entonces las primeras aprobaciones jurídicas de la Santa Sede. Para Mons. del Portillo empieza también una época decisiva en la que, entre otras cosas, realizará —con su actividad intelectual junto a san Josemaría y con su trabajo en la Santa Sede— una honda reflexión sobre el papel y la responsabilidad de los fieles laicos en la misión de la Iglesia, a través del trabajo profesional y las relaciones sociales y familiares. “En un hospital —escribirá años más tarde, para ejemplificar esta realidad— la Iglesia no está solo presente por el capellán: también actúa a través de los fieles que, como médicos o enfermeros, procuran prestar un buen servicio profesional y una delicada atención humana a los pacientes; en un barrio, el templo será siempre un punto de referencia indispensable: pero el único modo de llegar a los que no lo frecuentan será a través de otras familias”.


Entre 1947 y 1950 empujó la expansión apostólica del Opus Dei en Roma, Milán, Nápoles, Palermo y otras ciudades italianas. Promovió actividades de formación cristiana y atendió sacerdotalmente a numerosas personas. De la huella que su labor ha dejado en Italia hablan hoy las numerosas calles y plazas que se le han dedicado en distintos núcleos urbanos del país.


El 29 de junio de 1948, el fundador del Opus Dei erigió en Roma el Collegio Romano della Santa Croce, centro internacional de formación del que Álvaro del Portillo fue primer rector y en el que enseñó teología moral (1948-1953). En ese mismo año (1948) obtuvo el doctorado en Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de Santo Tomás.


Durante sus años en Roma, los diversos Papas que se suceden (desde Pío XII hasta Juan Pablo II) le llamaron a desempeñar numerosos encargos, como miembro o consultor de 13 organismos de la Santa Sede.


Participó activamente en el Concilio Vaticano II. Juan XXIII le nombró consultor de la Sagrada Congregación del Concilio (1959-66). En las etapas previas al Vaticano II, fue presidente de la Comisión para el Laicado. Ya en el curso del Concilio (1962-65) fue secretario de la Comisión sobre la Disciplina del Clero y del Pueblo Cristiano. Terminado este evento eclesial, Pablo VI le nombró consultor de la Comisión postconciliar sobre los Obispos y el Régimen de las Diócesis (1966). Fue también, durante muchos años, consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe.


La vida de Álvaro del Portillo está estrechamente unida a la del fundador. Permaneció siempre a su lado hasta el mismo momento de su muerte, el 26 de junio de 1975, colaborando con san Josemaría en las tareas de evangelización y de gobierno pastoral. Con él viajó a numerosos países para disponer y orientar los diversos apostolados del Opus Dei. “Al advertir su presencia amable y discreta al lado de la dinámica figura de Mons. Escrivá, me venía al pensamiento la modestia de san José”, escribirá a su muerte un agustino irlandés, el Padre John O´Connor.


El 15 de septiembre de 1975, en el congreso general convocado tras el fallecimiento del fundador, don Álvaro del Portillo fue elegido para sucederle al frente del Opus Dei. El 28 de noviembre de 1982, cuando el beato Juan Pablo II erigió el Opus Dei en prelatura personal, le designó Prelado de la nueva prelatura. Ocho años después, el 7 de diciembre de 1990, le nombró obispo y, el 6 de enero de 1991, le confirió la ordenación episcopal en la basílica de San Pedro.


A lo largo de los años en que estuvo al frente del Opus Dei, Mons. Álvaro del Portillo promovió el comienzo de la actividad de la prelatura en 20 nuevos países. En sus viajes pastorales, que le llevaron a los cinco continentes, habló a miles de personas de amor a la Iglesia y al Papa, y predicó con persuasiva simpatía el mensaje cristiano de san Josemaría acerca de la santidad en la vida ordinaria.


Como Prelado del Opus Dei, Mons. Álvaro del Portillo estimuló la puesta en marcha de numerosas iniciativas sociales y educativas. El Centre Hospitalier Monkole (Kinshasa, Congo), el Center for Industrial Technology and Enterprise (CITE, en Cebú, Filipinas) y la Niger Foundation (Enugu, Nigeria) son ejemplos de instituciones de desarrollo social llevadas a cabo por fieles del Opus Dei, junto a otras personas, bajo el impulso directo de monseñor del Portillo.


Asimismo, la Universidad Pontificia de la Santa Cruz (desde 1985) y el seminario internacional Sedes Sapientiae (desde 1990), ambos en Roma, así como el Colegio Eclesiástico Internacional Bidasoa (Pamplona, España), han formado para las diócesis a miles de candidatos al sacerdocio enviados por obispos de todo el mundo. Son una muestra de la preocupación de monseñor del Portillo por el papel del sacerdote en el mundo actual, tema al que dedicó buena parte de sus energías, como se puso de manifiesto en los años del Concilio Vaticano II. “El sacerdocio no es una carrera —escribió en 1986— sino una entrega generosa, plena, sin cálculos ni limitaciones, para ser sembradores de paz y de alegría en el mundo, y para abrir las puertas del Cielo a quienes se beneficien de ese servicio y ministerio”.


Mons. Álvaro del Portillo falleció en Roma en la madrugada del 23 de marzo de 1994, pocas horas después de regresar de una peregrinación a Tierra Santa. La víspera, el 22 de marzo, había celebrado su última misa en la iglesia del Cenáculo de Jerusalén.


Álvaro del Portillo es autor de publicaciones sobre materias teológicas, canónicas y pastorales: Fieles y laicos en la Iglesia (1969), Escritos sobre el sacerdocio (1970) y numerosos textos dispersos, gran parte de ellos recogidos póstumamente en el volumen Rendere amabile la Verità. Raccolta di scritti di Mons. Álvaro del Portillo, publicado en 1995 por la Libreria Editrice Vaticana. En 1992 se publicó el volumen Intervista sul Fondatore dell´Opus Dei, fruto de sus conversaciones con el periodista italiano Cesare Cavalleri, sobre la figura de san Josemaría Escrivá, que ha sido traducido a varias lenguas.


Tras su muerte en 1994, miles de personas han testimoniado por escrito su recuerdo de monseñor Álvaro del Portillo: su bondad, el calor de su sonrisa, su humildad, su audacia sobrenatural, la paz interior que su palabra les comunicaba.


El milagro de la beatificación


La Santa Sede reconoció como milagrosa la recuperación del niño José Ignacio Ureta Wilson tras un paro cardíaco de más de media hora, acaecido el 2 de agosto de 2003.


José Ignacio nació el 10 de julio de 2003 en Santiago de Chile con un cuadro clínico grave, en el que destacaban un onfalocele –una hernia a nivel umbilical que contenía el hígado y otras vísceras abdominales– y una “tetralogía de Fallot” (una combinación de cuatro defectos cardíacos que comporta la mezcla de sangre oxigenada con la que no lleva oxígeno).


Dos días después del nacimiento, fue operado del onfalocele. Durante la intervención quirúrgica tuvo un primer paro cardíaco por hipotermia. Entre el 19 y el 25 de julio tuvo tres crisis anoxémicas (falta de oxígeno en la sangre): una el 19, por retracción o atelectasia del pulmón izquierdo; y dos el 25, por un problema idéntico en parte del pulmón derecho. Estos eventos tuvieron consecuencias graves en la región cerebral: una ecografía del 28 de julio muestra lesiones hipóxico-isquémicas (es decir, falta de oxigenación por circulación sanguínea insuficiente) en el cerebro. Al cabo de poco, el cuadro empeoró: en la noche del 29 al 30 de julio, José Ignacio tuvo una crisis epiléptica.


Los médicos decidieron entonces realizar una intervención cardio-quirúrgica paliativa que consistía en aplicarle el llamado “shunt de Blalock-Taussig”. Esta operación tuvo lugar el mismo 30 de julio.


El 2 de agosto, alrededor de la una de la tarde, se presentó una insuficiencia cardíaca aguda, manifestada por un ritmo cardíaco muy lento e hipotensión. A las dos se repitió una crisis similar y se diagnosticó un taponamiento cardíaco masivo: se había producido una acumulación de sangre alrededor del corazón que dificultaba los latidos. A pesar del tratamiento que se le aplicó, la situación continuó deteriorándose gradualmente, y alrededor de las 15:30 se produjo un paro cardíaco que duró entre 30 y 45 minutos.


Enseguida los médicos comenzaron las maniobras de reanimación: masaje cardíaco, punciones evacuadoras de la sangre acumulada en el pericardio y repetidas transfusiones de sangre. Las punciones no dieron ningún resultado, pues el derrame se reproducía continuamente, lo que daba lugar a un empeoramiento de la situación. La hemorragia superó los 140 mililitros, cantidad que se estima superior al volumen total de sangre de José Ignacio.


Después de 30-45 minutos de esfuerzos inútiles, los médicos —como se hace habitualmente— redujeron el ritmo de las maniobras de ventilación manual y de masaje cardíaco, pues pensaban que el bebé estaba muerto. En ese momento, sin ningún tratamiento adicional y de modo totalmente inesperado, el corazón del recién nacido comenzó a latir de nuevo, hasta alcanzar en seguida un ritmo de 130 pulsaciones por minuto.


Después de un paro cardíaco tan prolongado, el cerebro del paciente –ya afectado por graves daños vasculares en los primeros días de vida– habría tenido que experimentar un nuevo daño, mucho más serio que el descubierto por la ecografía del 28 de julio. Sin embargo, esto no ocurrió.


Las condiciones de José Ignacio fueron mejorando en los días siguientes y, el 3 de septiembre de 2003, fue dado de alta. Actualmente, diez años después, hace vida completamente normal.


Los padres de José Ignacio habían rezado por su hijo a través de la intercesión del Venerable Siervo de Dios Álvaro del Portillo ya desde el embarazo, que presentó numerosas dificultades. Por algún tiempo, la madre llevó sobre el vientre una estampa de don Álvaro. Después puso también una estampa sobre la cuna del niño y pidió a sus amigas que encomendaran la salud de José Ignacio a Mons. del Portillo.


El 2 de agosto, durante el prolongado paro cardíaco, los padres pidieron con gran fe la curación de su hijo, recitando la estampa de don Álvaro sin cesar. Al referirse a aquellos momentos, la madre de José Ignacio ha afirmado: “Supongo que mientras lo reanimaban y yo rezaba, eso fue coincidente con el tiempo de la mejoría. Yo diría que hubo un paralelo. (…) Yo nunca dejé de pensar que podía ser un milagro”.




NOTA: El 5 de julio de 2013 el Papa Francisco firmó el decreto en el cual se reconoce un milagro obtenido por su intercesión, tan sólo falta que se conozca la fecha en que se realizará la ceremonia de beatificación.



10:55 p.m.
Martirologio Romano: En Leopoldvara, ciudad de Eslovaquia, beato Metodio Domingo Trcka, presbítero de la Congregación del Santísimo Redentor y mártir, que en tiempo de persecución por causa de la fe, cambió su peregrinar terreno en vida eterna con su glorioso martirio (1959).

Etimológicamente: Metodio = Aquel que es estudioso e investigador, es de origen griego.


Fecha de beatificación: 4 de noviembre de 2001 por S.S. Juan Pablo II



Dominick Trcka nace el 6 de julio en Frydlant nad Ostravici (actualmente Republica Checa), ultimo de los siete hijos de Františka Šterbova y Tomaš Trcka. Fue bautizado el día siguiente de su nacimiento, el 7 de julio de 1886. Crece en una familia católica donde recibe una buena educación cristiana. Una de sus hermanas fue religiosa.

Dominick comenzó sus estudios en la escuela elemental de Frydlant y después paso al instituto de Mistek. Durante el curso 1902/1903 comenzó a frecuentar la clase sexta del Jovenado Redentorista a Cervenka. Tras esos contactos, decidió entrar en la Congregación del Santísimo Redentor. La etapa siguiente de su vida religiosa fue su ingreso en el noviciado de Bilsko que comenzó en agosto de 1903. Emite la profesión religiosa el 25 de agosto de 1904 (curiosamente la fecha de su martirio).


Después del noviciado continuo los estudios de filosofía y teología en el seminario redentorista, en Oborišt. Aquí se llenó de los ideales de los Santos Hermanos Cirilo e Metodio, primeros evangelizadores de Europa Oriental y Patronos de Europa. Ambos son los fundadores de esas iglesias y los creadores de sus caracteres en la escritura. Trcka quería con todo el corazón trabajar en el campo de la unidad de la iglesia. En su rara correspondencia aparece con evidencia que esperaba con gloria el día de su ordenación sacerdotal. El 17 de julio de 1910 es ordenado presbítero por el arzoobispo de Praga, el cardenal Leo Skrbensky. Después de su primera misa, celebrada el 18 de julio en San Kajetan a Praga, regreso a Oborište para terminar el ultimo ano de estudios teológicos.


De Oborište fue trasferido a Praga (1911) donde comenzó, bajo la guía del P. Fratišek Polepil, para el segundo noviciado y donde continuará como misionero.


Sus superiores dan los siguientes informes: "El Padre Trcka, preparando la predica, quiere ser original. No siempre lo consigue, pero acepta las criticas. En cuanto a la proclamación, lo hace bien, afablemente".


En diciembre de 1914 fue transferido a Svata Hora, donde trabajo como misionero. Cuando el P. Sorko, a causa de su mala salud, deja el trabajo entre los emigrantes Croatas, el P. Trcka rápidamente se muestra disponible a asumir un encargo tan delicado.


Así inicio la actividad de guia espiritual entre los Croatas, que se convirtieron "en sus abandonados" y que sirvió en el ministerio de la caridad, mostrándose imagen del amoroso Padre Celeste. Se entrego con todas sus energías en la transmisión de la fe, sobre todo con la catequesis y la celebración de la santa liturgia, celebrada para los Croatas, Eslovenios y Rutenos, sea para los fugitivos como para los soldados del hospital de Pribran. Parecía que donde ocurría alguna cosa entre los eslavos, allí aparecía "casualmente" el P. Trcka.


Misionero entre los greco-católicos


El 2 de agosto de 1918 se encontraba en la comunidad de Svata Hora cuando fue trasladado a Brno, para trabajar entre los greco-católicos, según mandato del Padre General de los Redentoristas: "El reverendísimo P. General ha nombrado a usted y al P. Stanislav Nekula como misioneros en Halic, para los greco-católicos. Deberán partir apenas las condiciones lo permitan".


Estaba en curso la guerra polaco-ucraniana, aunque ésta termino pronto y sin grandes catástrofes. Por fin se cumplía el gran deseo del Padre Trcka de celebrar en rito oriental y trabajar por los cristianos de tradición eslava. Parte, junto al P. Nekula, a Galizia. LLegan a Leopolis agotados por el viaje, pero felices de estar ya en casa. Los padres belgas que atendían a los greco-católicos se sorprendían solo de la rapidez con la que aprendían la nueva lengua, el rito y la tradición oriental.


En este lugar recibe el P. Dominik el nombre de Metodio, en honor de uno de los dos Santos Apóstoles de las Iglesias Orientales. En todo era guiado y acompañado casi siempre por Nikolaj Carnecky, otro futuro beato mártir redentorista, que en este periodo era tan sólo novicio. El cambio, a pesar de ser deseado, no fue fácil: nueva lengua, nuevo rito, nueva cultura.


En enero de 1920 se funda el convento de Stanislavov (hoy Ivanofrankivsk) al que es destinado el P. Metodij. Como el mismo escribe en la carta a los superiores, había tanto trabajo que no encontraban tiempo para la misión que tenían. Al inicio de octubre de 1921 el P. Provincial llama de nuevo al P. Trcka y al P. Nekula a Galizia. Irán a Eslovaquia en diciembre, a la Comunidad de Stropkov.


Se intensificaron los trabajos de apostolado en la diocesis de Prešov, se abrieron nuevos campos para las misiones de S. Giosafat, el culto a la Virgen del Perpetuo Socorro, la fiesta anual a Maria, los ejercicios espirituales y los retiros para los seminaristas, curas y religiosos: estas eran las obras apostólicas en las que trabajaba. Su preocupación primordial era estar al servicio del pueblo de Dios, ofrecer instrumentos para una aumento de los valores morales , reconstruir y consolidar la conciencia católica entre los greco-católicos -a menudo infravalorados tanto por romano-católicos como por ortodoxos-. Las misiones populares gozaban de gran respuesta y popularidad.


El estado de guerra permanente no permitía realizar muchos proyectos, y se presentaba como un obstáculo difícil de superar. Para el estado Eslovaco, los redentoristas de Michalovce eran sospechosos, tanto por su nacionalidad checa, como por ser considerados fanáticos religiosos (ya que no eran ortodoxos); otros les acusaban de hacer propaganda checa. Hicieran lo que hicieran, siempre se interpretaba mal su actuación y buscaban la forma de expulsarlos del país. La situación empeoró todavía más en 1940, cuando el obispo de Prešov Gojdie escribió una carta pastoral, y el P. Metodio fue acusado por la policía de difundir la carta y actuar contra el estado.


El 21 de diciembre de 1945 se creaba la nueva Viceprovincia de Michalovice, de Redentoristas de Rito Greco-Católico, independiente de los redentoristas de rito latino o romano. Su primer superior viceprovincial fue P. Metodij Dominick Trcka. Cuando acepto el encargo entre otras cosas dijo: "¿Qué es esta nueva viceprovincia? Somos los aquí presentes. Depende de nosotros y de cómo la construyamos". Era un entusiasta para todas las iniciativas y tenia en consideración las buenas propuestas. En los anos 1946-48, el P. Trcka se empeñó en la fundación de nuevos monasterios en Stropkov y Savinov, la reconstrucción de la iglesia de Stropkov y la formación de los jóvenes redentoristas. Fue un periodo de desarrollo y de grandes esperanzas par el futuro.


Como se ha podido ver con el paso de los años, no todos los proyectos se realizaron, porque cuando el partido comunista llegó al poder, la actitud hostil del Estado contra la Iglesia aumentó. Los redentoristas eran controlados, sobretodo en la iglesia durante las homilías y predicaciones. El superior, P.Metodij, era requerido en los despachos en muchas ocasiones, donde se le reprochaba que permitía abusar del pulpito en contra del régimen actual. El 19 de julio de 1948, la policía entró en el convento y registró la casa, no encontrando nada comprometedor.


El régimen comunista y la Iglesia


La presión del régimen comunista contra la Iglesia aumentaba. El P. Metodij, como superior de los redentoristas greco-católicos, sentía los efectos. Fue abolido el jovenado para futuros misioneros redentoristas de Michalovice y suprimida una revista muy popular de los redentoristas.


Hasta la misma viceprovincia fue disuleta por el régimen comunista, por lo que los redentoristas greco-católicos se vieron obligados a pasarse a la viceprovincia de los redentoristas de rito latino. El P. Trcka es obligado a irse de Michalovce y se instala en Sabinov, donde continuaba guiando secretamente a los miembros de la viceprovincia. Esta situación duro hasta la noche del 13 de abril de 1950, día en que el gobierno comunista checo suprime todas las comunidades religiosas del país.


Cerca de las once de la noche, se oyó un estruendo muy fuerte en la puerta del convento. Cuando el hermano Nikifor abrió la puerta de la comunidad, ve delante de él a un gruipo de enviados a suprimir la comunidad de los redentoristas de Sabinov. El P. Trcka y el hermano Nikifor son llevados a Podoline. Los enviados por el régimen informan así a sus oficiales: "En los documentos he encontrado material que le compromete: una carta del P. Mastiliak de 1937, en la cual Roma agradece por las buenas noticias que venían de la Eslovaquia oriental. Carta dirigida a P. Trcka. Además hemos encontrado el pasaporte del P. Trcka. Estas cartas junto con otros materiales han sido retirados por la policía de estado. La intención de P. Metodij Trcka acerca de su viaje al exterior están confirmados también en esta circunstancia. Hasta hace un día ha estado buscando astutamente una nueva legalidad, probablemente bajo otro nombre, por que ha estado en el barbero de Sabinov y le ha dicho que se debía cortar la barba." Por esta "Hoja de cargos", una simple carta de un cohermano y la historia inventada del intento de fuga al exterior con un pasaporte falso, el P. Metodij fue condenado en juicio sumadisimo, a 12 años de sufrimientos en las cárceles. Recibe esta cruz con esperanza y confianza en Dios, que da la cruz pero también la fuerza de soportarla.


El martirio: interrogatorios, cárcel y maltratos


El P. Metodij fue a Podoline solo por un breve periodo de tiempo. En mayo lo condujeron a Leopoldov y de aquí a Bac. Otro redentoristas informará así a Roma del suceso: "en los meses de mayo y junio de 1950, cinco de nuestros padres, Trcka, Fail, Dirkan, Szitas y yo, fuimos llevados a los edificios adyacentes a la prisión y arrojados en la terrible cárcel de Leopoldov, donde hemos sufrido por casi 40 días, en camisa y pantalones, con los pies descalzos, sin ningún trabajo, sin la eucaristía, ni breviario ni rosario, bajo una luz fuerte de día y de noche, cada minuto bajo la mirada de los peores guardias, sufriendo terribles interrogatorios durante el día y durante la noche, con los métodos más terribles, psíquicos e físicos juntos, que la moderna criminología comunista tenia a su disposición. Dicho humanamente, era casi insoportable. Cada momento deseábamos morir más bien que vivir. No sabíamos los unos de los otros. Después de 40 días en la celda de interrogatorio, hemos sido trasladados con los otros al convento-cárcel".


En el mes de septiembre fue abolido el campo de internamiento de Bac y todos sus prisioneros fueron trasladados a Podolinec.


En diciembre de 1950, el P. Trcka estaba de nuevo en Podolinec. Según cuentan testigos oculares, el P. Metodij, después del sock inicial por todo lo sucedido, recuperó de nuevo su equilibrio y su buen humor. Se alegraba cuando los jóvenes cohermanos lo visitaban, y siempre les daba las cosas que él había recibido. Bromeaba con ellos, con el fin de que los cohermanos tuvieran buen humor y serenidad. Los prisioneros religiosos vivian bajo presión psíquica, siempre en la incertidumbre del futuro.


El P. Metodij compareció ante un tribunal el 21 de abril de 1952. El procurador del estado le acusó de colaboración con el obispo Gojdie, de difundir sus ilegales cartas pastorales en contra del estado y de enviar información secreta a través de sus superiores en Praga a Roma: ha de ser condenado por crímenes de alto espionaje. Fue condenado por alta traición y espionaje político. Considerando su grado de peligrosidad, se le impuso una pena de reclusión y trabajos forzados, además de una cuantiosa multa por penas menores. A partir de aquí comenzó su largo camino de sufrimiento, que terminara con su martirio.


Después de la sentencia fue llevado a Llava, con el numero 2535. La vida en esta carcel era muy dura, especialmente para los ancianos. El P. Trcka pertenecía a los prisioneros más débiles. Su salud y edad no le permitían de trabajar plenamente. La fuerza para soportar la persecución y la tortura le venía de la liturgia, celebraba secretamente en prisión, con objetos que le enviaba un sobrino: ".. pido algún limón y uva pasa, porque no tenemos frutas. Envíame unos panes, un dulce y también un bollo de trigo puro con levadura y el agua, sin grasa ni sal, al menos de vez en cuando...". Así pedía pan y vino (uva pasa), con el fin de poder celebrar la Eucaristía.


El 22 de abril de 1958, el P.Metodij fue trasferido nuevamente a la prisión de Leopoldov. En la cárcel reservada a los curas vivían 18 sacerdotes, de los cuales 5 eran ancianos y enfermos. La Noche de Navidad de 1958 canta una canción navideña. Por este hecho es confinado a una celda de castigo y aislamiento. Allí contrae una grave pulmonía, que le llevará a la muerte el 23 de marzo de 1959.


Al día siguiente lo enterraron, obviamente sin ningún sacerdote, en el cementerio de la cárcel con la asistencia de un guardia.


Después de la restauración de la iglesia greco-católica en el 1968, los redentoristas pudieron pedir el traslado de los restos mortales de P. Trcka del cementerio de la prisión de Leopoldov a Michalovice. En el 1969, los redentoristas pidieron que el régimen comunista lo rehabilitara, sin éxito. En 1990, después de la caída del régimen comunista, el P. Metodij Dominik Trcka fue rehabilitado por el tribunal regional de Kosice, y con esto fue oficialmente reconocida la culpa del estado por su encarcelación injusta, por su condena y por su muerte.


Si usted tiene información relevante para la canonización del Beato Metodio, contacte a:

Redemptoristi, Masarykova 35

071 01 Michalovce, ESLOVAQUIA



11:45 p.m.
Bienvenido Scotívoli nació en Ancona en 1188; estudió derecho en Bolonia bajo la guía de San Silvestre Guzzolini, canónigo de Osimo, después fundador de los monjes Silvestrinos.

Nombrado capellán pontificio, luego arcediano de Ancona. El 1 de agosto de 1263 fue nombrado administrador de la diócesis de Osimo, que había sido unida a la Numana por Gregorio IX en castigo por su adhesión al partido de Federico II. Restablecida la sede el 13 de marzo de 1264 Urbano IV le confió su gobierno a Bienvenido, que en 1267 fue también encargado por Clemente IV del gobierno de la Marca de Ancona.


En este período ordenó sacerdote a san Nicolás de Tolentino. Fue devotísimo de San Francisco, acogió en su diócesis a los Hermanos Menores y pidió pertenecer a la primera Orden. Vistió con fervor el hábito y se empeñó en vivir el espíritu seráfico.


Bienvenido fue un gran reformador. Por una disposición del 15 de enero de 1270 prohibió al monasterio de San Florencio de Pescivalle, del cual era administrador, enajenar los bienes.


En un sínodo habido el 7 de febrero de 1273 prohibió la venta de las propiedades eclesiásticas y en 1274 puso en marcha las reforma del capítulo de la catedral y defendió los derechos de la diócesis sobre la ciudad de Cingoli.


En su ministerio episcopal siempre tuvo como única meta promover la gloria de Dios, despreciar las riquezas y las cosas del mundo, trabajar intensamente por el bien de su alma y de las almas confiadas a sus cuidados.


En su actuación sabía unir la fortaleza y la suavidad de los modales, para el triunfo de la justicia y de la paz en el vínculo del amor. Fue un verdadero y buen pastor de su rebaño y vigilante custodio de las leyes de Dios y de la Iglesia. Celoso en la predicación evangélica y en la instrucción catequística, muchas veces visitó la diócesis, celebró un sínodo diocesano en el cual dictó sabias normas para promover la disciplina eclesiástica. Promovió la cultura y la formación de los nuevos levitas, que preparaba para el sacerdocio, con palabra inspirada, con el buen ejemplo, y con su vida santa.


Bienvenido murió el 2 de marzo de 1282, a los 94 años de edad. Fue sepultado en la iglesia catedral de Osimo en un noble mausoleo, por disposición del clero y el pueblo. Sobre su sepulcro tuvieron lugar gracias y milagros. Martín IV reconoció el culto en 1284, sin haber sido canonizado.



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