Ildefonso, Santo
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Eran, pues, de la misma edad aproximadamente, pero Emerenciana era catecúmena (cristiana conversa que aún no ha recibido el bautismo).
Dos días después del martirio de Santa Inés, Santa Emerenciana murió apedreada, cuando se hallaba orando junto a la tumba de su hermana de leche. En esa forma recibió el bautismo de sangre.
Este relato, que constituye una especie de apéndice de las "actas" de Santa Inés, no puede tomarse a la letra; pero existen pruebas de que una mártir llamada Emerenciana estuvo originalmente sepultada en el "Coemeterium majus". Dicho cementerio está un poco más distante de la Vía Nomentana que el sitio en que fue erigida la basílica de Santa Inés.
Según parece, se celebraba a Santa Emerenciana el 16 de septiembre, junto con los santos Víctor, Félix y Alejandro; pero por alguna razón, sus restos fueron trasladados posteriormente a la basílica de Santa Inés y así, la leyenda relacionó a ambas santas.
Santos Clemente, obispo, y Agatángelo, mártires
En Ancira, ciudad de Galacia (hoy Turquía), santos Clemente, obispo, y Agatángelo, mártires (s. IV).
San Amasio, obispo
En Teano, ciudad de la Campania (hoy Italia), conmemoración de san Amasio, obispo (c. 356).
San Mainbodo, eremita
En Dampierre, cerca de Besançon, en Borgoña (hoy Francia), san Mainbodo, oriundo de Hibernia (hoy Irlanda), el cual, peregrino y eremita, fue asesinado por unos ladrones (c. s. VIII).
San Andrés Chong (Tyong) Hwagyong, catequista mártir
En la ciudad de Seúl, en Corea, san Andrés Chong (Tyong) Hwagyong, catequista y mártir, que colaboró con el santo obispo Lorenzo Imbert, haciendo de su casa un refugio para los cristianos y, por esta razón, fue herido cruelmente y estrangulado en la cárcel (1840).
Etimología: Vicente = Aquel que es un vencedor, es de origen latino.
Los Hechos de su martirio, apócrifos como muchas Pasiones de otros mártires, se inspiran en documentos y tradiciones basados en realidades históricas. Las noticias históricas, reducidas a lo esencial, dicen que Vicente, natural de Huesca, durante la persecución de Diocleciano fue llevado encadenado de Zaragoza a Valencia para ser procesado ante el gobernador Daciano, junto con su obispo, y que sufrió el martirio en Valencia.
A estas pocas noticias históricas se añaden las narraciones de los Hechos. EL obispo de Zaragoza era un poco tartamudo y, por tanto, le iba mal en la oratoria. Pero tuvo la fortuna de encontrar al joven Vicente, bien preparado culturalmente y hábil en el manejo de la palabra. Fue ordenado Diácono y se le confió el cargo de coadjutor del obispo para la predicación del Evangelio.
En el imperio romano campeaba una cruel persecución, y Daciano, gobernador de Valencia, hizo pronto encadenar a los hombres más importantes de la Iglesia española. Al Diácono Vicente le fueron puestos grilletes y así lo condujeron a pie de Zaragoza a Valencia, junto con su obispo; pero aún en esas circunstancias aprovechó la ocasión para predicar el Evangelio, y en nombre del obispo tomó la palabra para confutar las acusaciones del gobernador y para exponerle el mensaje evangélico sin las distorsiones de la propaganda anticristiana.
Daciano no se convenció, pero comprendió que el adversario que había que destruir era precisamente Vicente. Pero primero ordenó que lo torturaran. Después lo metieron en una celda oscura, en donde el pavimento estaba totalmente lleno de cascajos cortantes para prolongar los suplicios. Pero Vicente, con voz todavía fuerte, entonó himnos de agradecimiento a Dios. Entonces, el gobernador, para quitarle este motivo de gloria, ordenó que lo colocaran en una cama muy cómoda, pero en ese momento murió el Diácono.
Llevaron el cuerpo al campo para que lo devoraran las fieras, pero apareció un cuervo que defendió el cadáver de la voracidad de los otros animales. Entonces Daciano ordenó que lo metieran en un costal junto con una gran piedra y lo echaran al río; pero el cuerpo no se hundió y las aguas lo fueron llevando hasta dejarlo en una orilla. Los cristianos lo recogieron y erigieron una iglesia para su tumba.
Consulta también San Vicente, Diácono y Mártir de Jesús Martí Ballester
Etimología: Laura = Aquella que triunfa, es de origen latino.
Fecha de beatificación 3 de septiembre de 1988 por el Papa Juan Pablo II.
En sus segundas vacaciones al volver a la estancia, ya adolescente, Manuel Mora trata de abordarla y es rechazado. Durante una fiesta la invita a bailar y al ser nuevamente rechazado la arrastra fuera de la casa y debe dormir a la intemperie. Mora decide no pagar más la cuota de la escuela, para acorralarla, pero las hermanas la reciben gratuitamente Laura decide ofrecer su vida por la conversión de su madre.
Al poco tiempo sobreviene una inundación en el colegio en un crudo invierno, Laura se enferma . La madre se la lleva a su casa pero no se recupera. Entonces decide regresar a Junín, Mora furioso por haber perdido a Mercedes y ser rechazado por Laura le propina una feroz paliza a la joven. Viendo próxima su muerte Laura le dice a su madre de su ofrecimiento: "mamá, la muerte está cerca, yo misma se la he pedido a Jesús. Le he ofrecido mi vida por ti, para que regreses a El " y le pide que abandone a Mora y se convierta. Ella le promete cumplir su deseo. Muere un 22 de enero de 1904, sin cumplir los 13 años. Sus restos desde 1956 están en el Colegio María Auxiliadora de Bahía Blanca (Argentina).
EL MILAGRO
Estudiado y aprobado por la Iglesia Para la Beatificación de "LAURA VICUÑA PINO"
Les presentamos un extracto del relato efectuado por Sor OFELIA LOBOS ARELLANO, persona que recibió el don de la vida y la salud, religiosa que pertenece al Instituto Hijas de María Auxiliadora, (Santiago de Chile).
Testimonio extraído de: http://ift.tt/1bXqmKk
Los primeros síntomas de lo que sería más tarde una enfermedad incurable, los experimenté en el año 1947. Con frecuencia tenía fiebre, me sentía decaída y con dificultades para respirar. Esta sintomatología se presentó en forma oscilante, respondiendo parcialmente con antibióticos.
Progresivamente el cuadro se hizo intenso y duradero con mayor rebeldía a los medicamentos hasta llegar a 1955 año en que, por ser portadora de supuración pulmonar y broncoestasias bilaterales con gran compromiso del estado general, fui sometida a dos intervenciones quirúrgicas.
En Junio de ese mismo año se realizó el primer tiempo operatorio que consistió en la extirpación de la língula y los segmentos anteriores y lateral del lóbulo medio del pulmón derecho. Recuerdo que tuve muchas complicaciones. Mí situación era peor que antes de la operación. A lo largo de trés años fui empeorando. Los episodios febriles se sucedieron más intensos y prolongados con aumento de la dificultad respiratoria. Todos los tratamientos fueron ineficaces. A fines de 1957 fue indispensable el uso de oxígeno.
El médico que me atendió a principios de 1958 pronosticó mi muerte para el invierno de ese mismo año, la que sería causada por insuficiencia pulmonar y mal estado general. En el mes de Mayo, me encontré en situación límite (Craquexia-amiloidosis por supuración crónica). Yo misma no me explicaba porqué no moría.
Encontrándome en estas condiciones, fui invitada a pedir mi curación por intercesión de Laurita. Lo medité un par de horas tratando de descubrir la voluntad de Dios. De pronto se hizo una luz muy grande de mí y comprendí que por intercesión de ella, Dios haría lo que yo eligiera. Sentí que era muy fácil morir, pero también que no podía ser tan egoísta como para negarme a vivir, dedicándome a servir a la juventud de acuerdo al carisma Salesiano que tanto entusiasmó a Laura y que por las circunstancias de la vida no pudo realizar. Entonces, pedí la vida y la salud necesaria para poder trabajar. En ese mismo momento sentí que mis pulmones se dilataban rápidamente, desapareciendo la fiebre y todo otro malestar. Me retiré el oxígeno. Era cerca de la medianoche por lo que me dispuse a descansar. Al día siguiente desperté temprano y al bajarme de la cama no sentía ni mareo ni debilidad en las piernas, absolutamente nada. Sentí que nunca hubiera estado enferma.
Han pasado 42 años a la fecha, durante este tiempo he gozado de la salud necesaria para desempeñar mi trabajo en medio de niños y jóvenes.
Doy Gracias a Dios, a mi protectora LAURA VICUÑA, a mis Superioras y Hermanas, a mi familia, a los médicos y enfermeras y a todas las personas que me han brindado su apoyo a lo largo de mi vida.
!Sor Ofelia Lobos trabaja actualmente en el Liceo María Auxiliadora de los Andes, existen radiografías anteriores a la intercesión donde se observa medio pulmón y radiografías posteriores con los dos pulmones en pleno funcionamiento¡
EL VERDADERO ROSTRO DE LA BEATA
En el año 2010, el periodista Gustavo Villavicencio realizó una investigación para el diario El Mercurio de Chile, fruto de la cual encontró una fotografía de un grupo de alumnas del Colegio María Auxiliadora de Junín de los Andes (Argentina), en el que aparece la beata.
Paralelamente las religiosas salesianas tenían sospechas de que el rostro tan conocido por todos, no era realmente el de la beata, "Nunca nos cuadró la niña con zapatos de charol y cuidadoso peinado, con la imagen de niña patagónica de aquel entonces", señala la hermana Elda Scalco, directora del Centro de Espiritualidad Salesiana de Junín de los Andes.
La Comunidad Salesiana trasandina solicitó, a los Carabineros de Chile, una investigación para conocer con certeza cual era el rostro verdadero de la beata. En este estudio participaron María Benavente Aninat (antropóloga forense y asesora criminalística), Gonzalo Garín Brito (dibujante retratista), Víctor Olavarría Sepúlveda (jefe del Laboratorio de Propiedad Intelectual) y Gustavo Darcha Andrade (jefe del Departamento Criminalístico).
Las salesianas señalan que la imagen que hasta ahora se tenía de Laura Vicuña (una pintura del artista italiano Caffaro Rore) no fue producto de una "conspiración", sino de la descripción proporcionada décadas atrás por la hermana de la beata.
Además, Sor Piai, directora del Colegio María Auxiliadora en la época en que estudió Laurita Vicuña, a principios del siglo XX, la describió así: "Laura tenía cara redonda, cutis blanco, rostro siempre rosado, ojos grandes hermosos y más bien oscuros, mirada inteligente e ingenua; modesta, sonrisa habitual, aun en los sufrimientos. Lloraba y reía al mismo tiempo, la pose de la cabeza un poco inclinada hacia la derecha".
La Superiora provincial de las Hijas de María Auxiliadora en Chile, Sor Aurelia Rossi, señaló a El Mercurio que la imagen que hasta ahora se conocía "no fue un invento de las hermanas chilenas, argentinas o italianas"; y explicó que "si éste es el verdadero rostro de Laura Vicuña, ¿Por qué no proclamarlo?"
Uno de los principales estudiosos de la beata, el P. Pedro de la Noi, señaló por su parte a El Mercurio que "es excelente que se haya hecho público el verdadero rostro de Laura Vicuña. Primero, para acceder a la verdad, y segundo, por ayudar a valorar que la beata es una niñita y no una señorita".
"La verdadera Laura Vicuña es más cercana, se va a valorar más el acento de niñita latinoamericana", dijo el P. De la Noi, al comentar los rasgos claramente patagónicos de la fotografía finalmente identificada como la de la beata.
Por su parte, como salesiano y devoto de Laurita, el Arzobispo de Concepción, Mons. Ricardo Ezzati señaló al diario "La Segunda" que en la foto "se ve una niña muy simpática. Se ha hecho un buen trabajo, pues la investigación científica ayuda a encontrar rasgos y datos que nos acercan a esa persona, en este caso a la vida de una niña santa".
OBISPO DE ZARAGOZA
San Valero, fue elegido obispo de Zaragoza, en el año 290, y dedicó su vida a predicar la fe cristiana y evangelizar a sus fieles. Había nacido en Zaragoza y murió desterrado en Anet (Eure y Loira), el año 315. Su biógrafo, el poeta cristiano-romano Prudencio, nos cuenta que pertenecía a la familia consular de los Valerios.
LA FORTALEZA CRISTIANA
Alcanzó una larga longevidad. Hubo de resistir durante su episcopado, la persecución de Diocleciano y Maximiano. Pero digno heredero de la tradición de fortaleza de los cristianos, sabiendo, como los mártires que le habían precedido, que estaba arriesgando su vida, no dejó nunca de predicar y de reconfortar a los perseguidos. Es el santo patrón de la ciudad de Zaragoza.
PERSEGUIDO POR DACIANO
Llegó a oídos de Daciano, gobernador de Hispania, que el obispo Valero y su diácono Vicente predicaban abiertamente la fe cristiana. Mandó detenerlos y conducirlos cargados de cadenas a Valencia, donde él residía. No se arredró Valero ante Daciano; pero éste, que entendía que hacer mártires cristianos fortalecía la fe que pretendía desarraigar, en vez de debilitarla; y no deseando ensañarse con un pobre anciano, lo condenó al destierro, reteniendo preso en Valencia a su discípulo y diácono Vicente, a que cruelmente martirizó.
DATOS ESCASOS DE SU VIDA
De su vida se nos han transmitido pocos datos, lo que no es extraño, teniendo en cuenta que estamos en los inicios del siglo IV. Los últimos años de su episcopado no podía cumplir con el cargo de la predicación, por un problema en la lengua, por lo que fue llamado "el tartamudo". Pero encontró un magnífico ayudante en el diácono Vicente, San Vicente Mártir, que fue traído por sus padres desde Huesca, para que lo educara. Como hemos dicho anteriormente en esta época, a principios del siglo IV, todo lo cristiano resultaba una clara amenaza para el imperio romano y Diocleciano y Maximino desencadenaron una cruel persecución contra la Iglesia, principalmente contra obispos, presbíteros y diáconos. Valero y Vicente fueron llevados prisioneros a Valencia para ser juzgados por un tribunal. Vicente halló el martirio y Valero fue desterrado a Enate, pueblo cercano a Barbastro. Como San Valero por su problema de locución, no se pronunció ante el tribunal valenciano, tomó Vicente la palabra y dirigió su atención principal hacia él, y pagó con la vida su discurso, siendo San Valero desterrado.
CONCILIO DE ELVIRA
Sabemos que estuvo presente en el primer Concilio español del que existe noticia: el de Elvira, en Granada. Prudencio, en su Peristéphanon nos dice que Vicente, natural de Huesca y martirizado en Valencia era su diácono. Juntos fueron apresados en Zaragoza y le acompañó en su cautiverio hasta la ciudad del Turia durante la persecución de Diocleciano, y en donde salvó la vida, tal vez en vista de su ancianidad. Hubo más de un obispo cesaraugustano con el nombre de Valero, en la Edad Antigua. Y no hay duda -por las Actas del Concilio de Elvira- acerca de que era un Valero quien gobernaba la diócesis Zesarausgustana a comienzos del siglo IV.
RETIRADO A LA ORACION Y PENITENCIA
Valero se retiró al pueblo de Anet, donde se entregó unos doce años a la oración y penitencia en el templo que había hecho edificar en honor de su diácono el mártir Vicente, una vez conocido su martirio, hasta su fallecimiento en el año 315. Murió lleno de años y méritos. Su cuerpo fue sepultado cerca de Anet, en el castillo de Strada, de donde fue trasladado a Rota en 1065 y de allí a Zaragoza en 1170 por orden del rey Alfonso II de Aragón.
SUS RELIQUIAS
Después de la invasión musulmana, cuando acababa de nacer el Reino de Aragón, llegaron noticias de que se habían descubierto sus restos en el Pirineo. Se supuso que el obispo había sido exilado a aquellas tierras poco hospitalarias. En 1050, lo que se creyó que era su cuerpo venerable fue llevado a la sede episcopal de Roda de Isábena, entonces cabeza eclesial de Aragón. Sus reliquias, entonces muy veneradas y solicitadas, sufrieron varios traslados, sobre todo durante la ocupación de España por los árabes. Estuvieron primero en el castillo de Estrada y posteriormente fueron trasladados a Roda de Isábena, entonces cabeza eclesial de Aragón.
LA ENTRADA DE ALFONSO I
Cuando las tropas de Alfonso I y de Gastón de Bearn entraron en Zaragoza en 1118, la restauración de la diócesis cristiana exigía la presencia física de las reliquias de San Valero. El capítulo de Roda fue generoso y envió, en sucesivos momentos, primero un brazo y, más tarde, en 1170, ya bajo el cetro de Alfonso II, el cráneo del obispo confesor. Cuando Don Pedro de Luna fue elegido papa, regaló a la Seo, en 1397, el relicario para guardar el cráneo del obispo patrono y protector de Zaragoza. Hecho por orfebres y esmaltadores del taller de Aviñón, en plata sobredorada y con pedrerías, es una de las mejores piezas góticas que guarda Aragón
SU RETRATO EN EL MUSEO
Un retrato de San Valero, que reproduce los rasgos de Benedicto XIII, se guarda en el Museo Capitular de Zaragoza. Su festividad se celebra el día 29 de enero en la ciudad de Zaragoza, siendo este día el postre popular de todos los zaragozanos el típico "Roscón de San Valero". Ya es tradición que en la plaza del Pilar se reparta cada año un gran roscón bendecido y repartido entre 10.000 personas y que se coloca a las 10 de la mañana en la Plaza del Pilar.
Comentarios al autor: jmarti@ciberia.es
Fecha de canonización: 11 de junio de 1988 por el Papa Juan Pablo II
La pequeña Esmeralda pasó los primeros años de su infancia sin sobresaltos ni acontecimientos notables, en su casa paterna, confiada a los cuidados de la madre, ferviente cristiana y admiradora entusiasta del Franciscanismo en su reforma peculiar de la Observancia que precisamente entonces se iba afianzando en la Orden de los Frailes Menores. El principal animador y exponente de aquel movimiento en Italia fue San Bernardino de Siena ( 1444), junto al cual, y siguiendo su ejemplo, floreció todo un conjunto de espíritus selectos, insignes por su santidad, doctrina y actividad social, entre los que destacan el Beato Alberto de Sarteano ( 1450), San Juan de Capistrano ( 1456) y San Jaime de la Marca ( 1476). El nuevo espíritu de reforma, que se proponía la estricta observancia de la Regla de San Francisco especialmente en materia de pobreza, invadió también la II Orden franciscana, es decir, la de las Clarisas, en cuyo seno muchos monasterios antiguos eran reconducidos a una observancia más estricta y a una vida religiosa más ajustada a la Regla, mientras se fundaban otros nuevos que adoptaban la Regla propia de Santa Clara y se ponían bajo la guía de los Hermanos Menores de la Observancia.
En Sicilia apareció el movimiento observante en 1421, pero oficialmente puede datarse desde 1425, cuando el Beato Mateo de Agrigento, que fue su eficaz organizador, obtuvo del papa Martín V la facultad de fundar tres nuevos conventos para los frailes que deseaban vivir según el espíritu de la nueva reforma. El primero de estos conventos se abrió precisamente en Mesina, donde el Beato Mateo, predicador afamado y admirado, había suscitado entre el pueblo con su palabra ardiente un gran entusiasmo y una viva participación en la reforma espiritual que él propugnaba.
A los sermones de aquel fervoroso franciscano asistió también Mascalda Romano, entonces joven esposa de dieciocho años, y, conquistada por las palabras del predicador, se inscribió en las filas de la Tercera Orden Franciscana, consagrándose a una vida de oración intensa y de ásperas penitencias, y dedicando parte de su tiempo y de sus haberes al prójimo necesitado. Mascalda infundió sus sentimientos y aspiraciones a la pequeña Esmeralda, iniciándola desde niña en la piedad y en el ejercicio de las virtudes cristianas, obteniendo de ello frutos que superaron las más halagüeñas y nobles expectativas de la virtuosa madre.
La muchacha, en efecto, no sólo atesoró las enseñanzas maternas esforzándose, según su capacidad, en imitar los ejemplos de su progenitora y en orientar su vida religiosa según el espíritu franciscano, sino que, aspirando a metas más altas, se consagró a Dios entre las Clarisas y más tarde fundó un nuevo monasterio para poder seguir más intensa y profundamente su ideal de perfección cristiana.
Pero antes de iniciar y dar cumplimiento a sus aspiraciones, la pequeña Esmeralda tuvo que sufrir la prueba de un triste pero providencial acontecimiento, el único de un cierto relieve acaecido en su infancia. En diciembre de 1444, en efecto, cuando Esmeralda apenas tenía once años, su padre, sin pedirle siquiera su parecer y según las costumbres de aquel tiempo, la prometió en matrimonio a un viudo maduro de su misma condición social y económica; pero el convenido matrimonio se esfumó por la muerte imprevista y repentina del prometido esposo en julio de 1446.
Aunque no fuera plenamente consciente de lo que había sucedido, el acontecimiento tuvo que provocar en la pequeña Esmeralda un tremendo y comprensible trauma; pero la divina Providencia, que tenía unos designios muy otros sobre ella, se sirvió de lo ocurrido para atraer hacia los bienes celestiales su corazón, por lo demás ya bien dispuesto para las decisiones más intrépidas y sublimes. Y así la muerte de su prometido impulsó suave pero fuertemente a Esmeralda a considerar en su verdadera realidad y a la luz de lo sobrenatural la vanidad de las cosas terrenas y de los placeres mundanos, por lo que, no obstante las reiteradas presiones de los familiares y las óptimas ocasiones que se presentaban para un nuevo noviazgo, permaneció firme en su decisión de renunciar a tales ofertas, decidiendo a la vez consagrarse a Dios en la vida religiosa, decisión madurada a la edad de catorce años aproximadamente.
Los familiares, sin embargo, y especialmente el padre, no estaban dispuestos en absoluto a secundar las aspiraciones de aquella jovencita, por lo que se originó un inevitable conflicto familiar, que la empujó a ella incluso a intentar una fuga inútil de la casa paterna, pero que se resolvió finalmente a su favor cuando, hacia la mitad de 1448, durante uno de sus acostumbrados viajes comerciales, el padre falleció de repente en Cerdeña.
La espera se prolongó todavía un año, ya que sólo a finales de 1449 pudo Esmeralda saciar su ardiente sed entrando en el monasterio de las Clarisas de Santa María de Basicó en Mesina, donde le fue impuesto el nombre de Sor Eustoquia. Tenía cosa de unos 15 años y medio.
Desde el noviciado la joven hermana se distinguió por su piedad y virtudes sobresalientes. Era, en efecto, increíble el empeño, ímpetu y entusiasmo con que sor Eustoquia se aplicó a vivir su vocación dedicándose a la oración, a la meditación asidua de la Pasión de Cristo, a la mortificación, al servicio de las enfermas; sus progresos en la vida de perfección fueron tan conspicuos y evidentes, que le atrajeron la admiración, estima y veneración de las hermanas.
No contenta, empero, con atender a su perfección personal, sor Eustoquia deseaba ardientemente que todo el monasterio resplandeciese por la observancia ejemplar de la Regla. Por desgracia, en aquellos años precisamente, la abadesa, sor Flos Milloso, con una acción progresiva y tenaz y con fines no del todo laudables, había sustraído al monasterio de la dirección espiritual de los franciscanos Observantes, y, aunque no desatendiera las necesidades espirituales de las monjas, estaba demasiado inmiscuida e inmersa en asuntos terrenos y temporales. Todo eso había creado un cierto malestar y contrariedad profunda en las hermanas más sensibles y fervorosas, entre las que destacaba sor Eustoquia, y como no sirvieron de nada los esfuerzos e intentos de reconducir a una disciplina más severa la vida regular del monasterio, nuestra Santa y algunas otras hermanas decidieron buscar en otra parte lo que faltaba en Basicó; así maduró en ellas el propósito de fundar un nuevo monasterio según el genuino espíritu de la pobreza franciscana y bajo la dirección espiritual de los Hermanos Menores de la Observancia.
Obtenida la necesaria autorización pontificia, con los medios que le proporcionaron su madre y su hermana y la eficaz colaboración del noble de Mesina Bartolomé Ansalone, apoyada moralmente por una monja del monasterio de Basicó, sor Jacoba Pollicino, la única que la siguió en la difícil empresa y que permaneció fielmente junto a ella hasta la muerte, superando inmensos obstáculos, soportando violentas adversidades y contradicciones internas y externas, en 1460 sor Eustoquia se trasladó a los locales de un viejo hospital adaptados para monasterio. Allí la siguieron su hermana carnal Mita (Margarita) y una joven sobrina.
Muy pronto se unieron otras mujeres al pequeño grupo. Pero se les fueron acumulando dificultades materiales y morales, por lo que las monjas tuvieron que dejar el viejo hospital a la vez que encontraron generosa hospitalidad en la casa de una congregación de la Tercera Orden Franciscana, situada en el barrio Montevergine de Mesina, adonde se trasladaron a comienzos de 1464.
Con la ayuda de bienhechores, la nueva residencia pudo ser convenientemente ampliada y adaptada para monasterio. Y así tuvo su origen el monasterio de Montevergine, en el que muy pronto una multitud de almas nobles y generosas, entre ellas la madre misma de Eustoquia, solicitaron el ingreso para compartir allí la vida pobre y evangélica.
Convertida en madre espiritual de sus hijas, Eustoquia las instruyó, educó y formó en la vida franciscana, estimulándolas a la meditación de la Pasión de Cristo, comunicándoles los frutos de sus propias experiencias ascéticas, infundiendo en sus corazones el amor a las virtudes que ella misma practicaba con admirable constancia y heroísmo, empapando sus vidas en la espiritualidad simple y generosa del franciscanismo, espiritualidad que descansaba en el cristocentrismo, es decir en Cristo amante y sufriente, y en la devoción a la Eucaristía, sacando de una vida litúrgica intensa y sentida el alimento para las meditaciones diarias.
Sor Eustoquia murió en el monasterio de Montevergine (Mesina) el 20 de enero de 1485, dejando una ferviente y acreditada comunidad religiosa de cerca de 50 monjas, el perfume de sus virtudes y la fama de su santidad.
Días después de la sepultura se manifestaron en su sepulcro y en su cuerpo fenómenos extraordinarios que dieron origen a una popular y vasta devoción hacia ella. Impulsadas por aquellos acontecimientos y ante los ruegos de personalidades eclesiásticas y civiles, las monjas de Montevergine escribieron una biografía de su venerada madre y fundadora, mientras la fiel compañera de Eustoquia, sor Jacoba Pollicino, en dos cartas dirigidas a sor Cecilia Coppoli, abadesa del monasterio de Santa Lucía de Foligno, describía rasgos conmovedores y admirables de la Santa, en los que confirmaba o completaba cuanto de más interesante y virtuoso había notado en ella.
Por su parte, el pueblo de Dios experimentaba de diversos modos y en variadas circunstancias que sor Eustoquia tenía ante el Altísimo un eficaz poder de intercesión. El año 1782, Pío VI aprobó el culto inmemorial que se tributaba a la bendita monja. Y Juan Pablo II la canonizó en Mesina el 11 de junio de 1988.
Etimología: Fabián = Aquel que pertenece a la familia de Fabio, es de origen latino.
Sabemos muy poca cosa de este pontífice. Pero figura en el Catálogo Liberiano y en el Liber Pontificalis, y nos hablan de él San Cipriano de África, San Jerónimo y el historiador Eusebio de Cesarea. Este último refiere que en una ocasión en que Fabián regresaba del campo con algunos amigos, la multitud de los cristianos se hallaba congregada para la elección de nuevo Papa. Nadie pensaba en él, cuando una paloma vino a posarse sobre su cabeza. Lo muchedumbre, conmovida por el hermoso espectáculo, empezó a gritar y repetir: «¡Fabián, pontífice!». Y él no tuvo más remedio que acceder.
El Liber Pontificalis lo hace natural de Roma, aunque alguna leyenda le atribuye procedencia extranjera. Es también legendaria la atribución que se le adjudica de tres cartas de la colección llamada del Seudo-Isidoro y del decreto 21 del Código de Graciano.
De su pontificado, pueden reseñarse varias cosas hermosas y notables. Menciónanse algunos edificios mandados erigir por él encima de los cementerios o catacumbas, aprovechando, por cierto, un período de tranquilidad que gozó la Iglesia después de la persecución de Maximino Tracio.
Distribuyó los distritos urbanos a los siete diáconos, para que fuese mejor atendida la beneficencia y estuviesen bien administrados los fondos de la Iglesia. Medida que estuvo en vigor durante muchos siglos y que señala los comienzos de las regiones eclesiásticas y de la administración religiosa.
Instituyó también siete subdiáconos, para que recogiesen y archivasen las actas y gestas de los mártires, redactadas asimismo por siete notarios. En toda esa organización podemos ver un esquema oficial del clero, necesario para el ordenado ejercicio del culto y de la caridad cristiana.
Fue el suyo un tiempo de controversias teológicas, especialmente en Roma. Uno de los efectos que las ocasionaron fue el cisma llamado de Novaciano, que estalló en el pontificado siguiente (el de San Cornelio), pero se había incubado durante el del Papa Fabián, gracias tal vez a la bondad y dulzura del Pontífice.
En efecto, Novaciano, de Roma, y Novato, de Cartago, íntimos amigos, defendieron un error de tipo puritanista, enfrentándose con el criterio del Papa Cornelio. Sus numerosos adeptos eligieron Papa a Novaciano.
Duró el cisma poco tiempo. Consistía el error en acusar de indulgente al Papa con respecto a los lapsos, es decir, a los caídos en apostasía u otro pecado enorme, y en propugnar que la Iglesia no había de estar integrada más que por personas puras (cátaros), no debiendo ni pudiendo ser readmitidos en su seno los que pecaban después del Bautismo, pues el poder de perdonar no pertenecía más que a Dios.
Ahora bien: la rebelión de Novaciano no obedecía a una razón doctrinal, sino a una razón moral y síquica. Novaciano era un escritor brillante, que en tiempo de San Fabián había dado a luz un tratado sobre la Trinidad —no de gran valor teológico, por cierto—, con el cual quiso refutar doctrinas heréticas gnósticas; pero, a pesar de su magnífico estilo y de su buena intención en este caso, se caracterizaba por su índole altanera.
El Papa Fabián, prendado de su ingenio, dejó que fuese ordenado presbítero, confiando en los buenos servicios que podía prestar a la Iglesia. No pensó que sus defectos pudieran hacer de él un antipapa. Así fue, sin embargo. Su espíritu soberbio y ambicioso le convirtieron en tal, cuando, en 251, en vez de su propia elección, vio que era elevado al solio pontificio San Cornelio.
Fuera del ámbito de Roma, intervino Fabián en la deposición del obispo africano Privato, y mantuvo correspondencia con Orígenes, el gran pensador y exegeta de Alejandría, que quería justificar algunos puntos controvertidos de su doctrina.
Atribúyesele asimismo el primer envío de misioneros a las Galias.
En el orden litúrgico-sacramental, fue Fabián el pontífice que mandó fuese quemado y renovado todos los años, en Jueves Santo, el santo crisma. Además, hizo cinco ordenaciones, todas en el mes de diciembre, en las cuales creó veintidós presbíteros, siete diáconos y once obispos para diversas diócesis.
La efigie de San Fabián aparece en los plafones pictóricos de la Capilla Sixtina, y la antigua cristiandad le tributó una veneración saturada de simpatía.
En 1833 participó en la fundación del Buen Pastor de Le Mans, institución destinada a la reeducación de delincuentes juveniles. En 1835 su obispo, mons. Bouvier, le encargó la guía espiritual de la congregación de los Hermanos de San José, constituida por laicos fervorosos que tenían como misión instruir a la gente del campo de Le Mans. En ese mismo año fundó la sociedad de Sacerdotes Auxiliares, con la finalidad de ayudar a los párrocos mediante retiros espirituales, predicaciones de misiones populares y cursillos. El 1 de marzo de 1837 el p. Basilio unió los Sacerdotes Auxiliares con los Hermanos de San José en una única comunidad, que tomó el nombre de Congregación de la Santa Cruz.
Completó su obra en 1841, fundando la rama femenina de las Marianitas de la Santa Cruz. De ese modo, realizó su ideal de una única congregación religiosa con tres secciones, siguiendo el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret: a los sacerdotes les dio el nombre de Salvatoristas; a los hermanos, el de Josefinos; y a las religiosas, el de Marianitas.
La finalidad de la Congregación era: la educación, la predicación, sobre todo en las zonas rurales y en las misiones extranjeras, el ministerio parroquial, la difusión de la buena prensa, así como la dirección de casas destinadas a la acogida de delincuentes jóvenes o de personas abandonadas.
Entre los años 1840 y 1847 la Congregación, respondiendo al impulso misionero de su fundador, envió a algunos de sus miembros a Argelia, Estados Unidos y Canadá para establecer nuevas casas. Por deseo expreso del Papa Pío IX, el p. Basilio fundó en Argelia las primeras escuelas cristianas del país y contribuyó a la introducción y al progreso de la Iglesia católica en Estados Unidos. En 1853 la Congregación asumió la responsabilidad de la misión en Bengala (actualmente Bangladesh).
La vida del p. Basilio, como la vida de casi todos los fundadores, estuvo marcada por el sufrimiento y la incomprensión, pero él se sintió siempre un simple instrumento en las manos de Dios: "La obra de la Santa Cruz —escribió a sus hijos espirituales— no es obra del hombre, sino obra de Dios mismo. (...) Por eso os exhorto a renovar el espíritu de vuestra vocación, que es un espíritu de pobreza, castidad y obediencia".
Aunque el nombre elegido para la Congregación no fue fruto de su devoción particular a la cruz de Cristo, esta estuvo muy presente en su vida, e insistió a menudo en ella para formar la vida espiritual de sus miembros. Por eso dio como lema a su comunidad el verso de un himno litúrgico: "Salve, oh cruz, nuestra única esperanza".
El Beato vivió retirado durante sus últimos años en una casita junto al Instituto de la Santa Cruz; predicaba en las parroquias de los alrededores de Le Mans, donde murió el 20 de enero de 1873.
Las tres ramas de la Congregación, que han ido creciendo y extendiéndose por el mundo, están presentes en Francia, África y Asia. Desempeñan su misión en escuelas y universidades, en la pastoral y servicios sociales. La fase diocesana de la causa de beatificación del Beato comenzó en Le Mans en 1948; en 1994 prosiguió en Roma, en la Congregación para las causas de los santos. El 12 de abril de 2003 el Santo Padre Juan Pablo II declaró al p. Basilio Antonio María Moreau "venerable" reconociendo sus virtudes heroicas.
S.S. Benedicto XVI, luego del reconocimiento de la milagrosa recuperación de la señora Laurette Comtois de una pleuroneumonia1 con efusión masiva en el hemitórax izquierdo durante el puerperio2 , misma que fue rápida, perfecta y duradera, gracia obtenida por intercesión de Antonio María Moreaulo. lo declaró beato el 15 de septiembre de 2007 en ceremonia realizada en LeManas (Francia).
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Congregazione di S. Croce
via Framura, 85
00168 Roma, ITALY
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Soeurs de Sainte-Croix
905, rue Basile-Moreau
Saint-Laurent, QC H4L 4A1, CANADA
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Sisters of the Holy Cross
Saint Mary’s
Bertrand Hall, Notre Dame, IN 46556, USA
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Marianites of the Holy Cross
1011 Gallier Street
New Orleans, LA 70117, USA
1 Pleuroneumonia: Inflamación severa del pulmón y de la doble membrana que lo cubre, complicada con una neumonía.
2 Puerperio: Es el período que inmediatamente sigue al parto y que se extiende el tiempo necesario (usualmente 6-8 semanas) o 40 días para que el cuerpo materno —incluyendo las hormonas y el aparato reproductor femenino— vuelvan a las condiciones pre-gestacionales, aminorando las características adquiridas durante el embarazo.
Etimología: Adelaida = aquella que es de noble cuna, es de origen germánico
Fecha de beatificación: Fue beatificada por S.S. Juan Pablo II el 27 de abril de 2003.
En 1876 ingresó en la congregación de las Sacramentinas de Nápoles, tomando el nombre de María Cristina de la Inmaculada Concepción. Por motivos de salud tuvo que abandonar ese camino que había iniciado con tanto fervor.
Entonces comprendió que había llegado el momento de dar vida a un instituto, misión a la que se sentía llamada. En 1878 fundó las Religiosas Víctimas Expiadoras de Jesús Sacramentado, congregación que creció rápidamente, a pesar de las estrecheces económicas, las oposiciones y la salud precaria de la fundadora. Después de cambiar de sede varias veces, la comunidad, por consejo del siervo de Dios Michelangelo da Marigliano y del beato Ludovico de Casoria, se estableció en Casoria, cerca de Nápoles. El nuevo instituto afrontó numerosas y serias dificultades, pero siempre experimentó la ayuda de la divina Providencia, y pudo contar con el apoyo de muchos bienhechores y amigos eclesiásticos. La congregación se incrementó con nuevos miembros y casas, mostrando gran solicitud por la educación de niños y niñas. En 1897 la sierva de Dios emitió los votos temporales. El 20 de julio de 1903 la congregación obtuvo la aprobación canónica por parte de la Santa Sede, y el 2 de noviembre de ese mismo año la fundadora, juntamente con muchas hermanas, emitió la profesión perpetua.
Vivió su consagración con generosidad, con perseverancia y gozo espiritual, y desempeñó el cargo de superiora general con humildad, prudencia y amabilidad, dando a las hermanas continuos ejemplos de fidelidad a Dios y a la vocación.
Su vida siempre estuvo iluminada por una fe sencilla, firme y viva, que alimentó con la escucha de la palabra de Dios, con la fructuosa participación en los sacramentos, con la asidua meditación de las verdades eternas y con la oración ferviente. Cultivó particularmente la devoción a la Encarnación, a la pasión y muerte de Cristo, y a la Eucaristía. Para estar más cerca del Sagrario, con el espíritu y con el cuerpo, mandó construir una celda contigua a la iglesia.
Fue muy intensa su espiritualidad reparadora, hasta el punto de que se convirtió en el carisma de su congregación. "El fin principal de la Obra -afirma- es la reparación de los ultrajes que recibe el Sagrado Corazón de Jesús en el santísimo Sacramento, especialmente las muchas irreverencias y descuidos, comuniones sacrílegas, sacramentos recibidos indignamente, misas mal escuchadas, y, lo que amargamente traspasa aquel Corazón santísimo, es que muchos de sus ministros y muchas almas consagradas a él se unen a esos ingratos (...). A las Adoratrices perpetuas el divino Corazón de Jesús ha querido encomendarles el dulce y sublime oficio de víctimas de perpetua adoración y reparación a su divino Corazón horriblemente ofendido y ultrajado en el Sacramento del amor".
Recorrió con gran empeño el camino de la santidad y progresó ininterrumpidamente en la imitación del Señor, en la obediencia al Evangelio y en la perfección cristiana. Murió el 20 de enero de 1906.
Fecha de beatificación: 22 de marzo de 1998 por el Papa Juan Pablo II.
Después de trabajar por varios años como maestro y catequista, entró en el seminario en 1925, donde dejó una impresión perdurable por su entrega, por su celo por el Reino de Dios y por su intenso espíritu de oración. Fue ordenado sacerdote en el 1937 para la diócesis de Onitsha.
Como sacerdote, trabajó sin reposo y con toda su alma durante 13 años para aliviar las necesidades espirituales y materiales de su pueblo. Tenía que caminar a pie para visitar las aldeas y las capillas de su grande parroquia. Luego pasaba días enteros en el confesionario. Prestaba atención especial a la preparación adecuada para el matrimonio, contra la tradición, muy difundida entre los paganos de aquel entonces, de "matrimonios provisorios". La gran cantidad actual de cristianos en muchas aldeas de la tribu igbo testimonia su celo sacerdotal.
Sin embargo y a pesar de todo lo que hacía, el P. Tansi sentía la llamada a servir a Dios de una manera más directa en una vida de oración y contemplación, con el deseo también de traer a Nigeria la vida monástico- contemplativa. Así, en el año 1950, su obispo le dejó libre para probar su vocación cisterciense en la abadía de Mount Saint Bernard, cerca de Nottingham en Inglaterra. En el monasterio se llamaba "Padre Cipriano". El cambio total de vida, especialmente el vivir bajo la obediencia después de haber sido un líder de su pueblo, el cambio de clima, de comida y, sobre todo, el cambio brutal de cultura ponían a prueba su vocación, pero estaba convencido de estar allí donde Dios lo quería. El Padre Mark Ulogu, que fue más tarde Abad de Bamenda, vino el año siguiente.
En el año 1962 Mount Saint Bernard decidió hacer una fundación en Africa, pero, por varias razones, se estableció cerca de la ciudad de Bamenda en Camerún, país vecino del Nigeria. Aunque había sido nombrado maestro de novicios para la fundación, Padre Cipriano, ya muy enfermo, no pudo ir. Murió el 20 de enero de 1964, pocos meses después de la salida de los fundadores.
La reputación de santidad que había dejado en Nigeria antes de ir a Inglaterra no dejó de crecer. Muchas personas afirmaron haber recibido favores por medio de su intercesión, de tal manera que la causa de su beatificación, abierta en la diócesis de Nottingham, fue transferida en 1986 a la archidiócesis de Onitsha. El arzobispo de Onitsha era entonces Monseñor (luego Cardenal) Francis Arinze, que había sido entre los primeros niños bautizados por el Padre Tansi cuando era un joven párroco.
El 22 de marzo de 1998, en Onitsha, durante un viaje a Nigeria hecho precisamente para este fin, el Santo Padre Juan Pablo II beatificó al Padre Cipriano Miguel Tansi, al proponerlo como modelo de celo y de oración sacerdotales.
En efecto, el muy noble joven alentó el valor de los otros con su cons tancia, e hizo frente a las fieras, en forma admirable. Como el procónsul tratase de salvarle, rogándole que se apiadara de su propia juventud, Germánico, expresó su deseo de verse libre de la compañía de hombres tan descarriados, Y él mismo provocó valientemente a las fieras para que le atacaran.
Al ver la multitud el maravilloso valor de los cristianos, amados del Señor y temerosos de Dios, empezó a gritar: ¡Mueran los enemigos de los dioses! ¡Traed a Policarpo!" Este relato es uno de los documentos más auténticos que poseemos sobre la Iglesia primitiva. Eusebio cita este pasaje en su "Historia Eclesiástica", y el texto completo nos ha llegado por una fuente independiente.
Hay que notar que Germánico, al provocar contra sí a las fieras para librarse cuanto antes de la abyecta compañía de los paganos y judíos, hizo realmente el gesto que San Ignacio de Antioquía se proponía hacer (ad Rom. 5). El mismo Martirologio Romano nos hace pensar en el ejemplo de San Ignacio de Antioquía, diciendo que Germánico, "que había sido molido por los dientes de las fieras, mereció unirse con el Verdadero Pan, Jesucristo, muriendo por su causa".
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Enviaron una vez a san Macario unas uvas muy frescas y sabrosas: tuvo ganas de comer de ellas, mas para vencer aquel gusto y apetito no las quiso tocar; antes las envió a otro monje que estaba enfermo; recibiólas éste con agradecimiento, y por mortificarse tampoco las comió, sino enviólas a otro monje; y en suma las uvas anduvieron de mano en mano por todos los monjes Y volvieron a san Macario, el cual dio gracias al Señor por la virtud de todos aquellos santos.
Para vencer el sueño que le estorbaba la oración, estuvo veinte noches sin acostarse debajo de tejado; y viéndose una vez tentado del espíritu de la fornicación, pasó seis meses desnudo en carnes en un lugar donde había innumerables y grandes mosquitos, los cuales dejaron su cuerpo tan lastimado, que parecía un leproso. Caminó veinte días por un desierto sin comer bocado, y estando fatigado y desmayado le proveyó el Señor milagrosamente de sustento. Una vez cavando en un pozo le mordió un áspid: tomóle el santo en las manos e hízole pedazos sin recibir lesión alguna.
Acreditó nuestro Señor su santidad con el don de milagros, y entre muchos enfermos que curó, vino a él un clérigo de misa, que estaba con un cáncer en la cabeza, tan disforme, que se la comía toda; mas el santo monje puso las manos sobre él, y le envió sano a su casa.
Siendo ya viejo, se fue disimulado al monasterio de San Pacomio, en el cual vivían a la sazón mil y cuatrocientos monjes. Siete días tardaron en recibirle, alegando que por su vejez no podría llevar los trabajos que llevaban los jóvenes. Mas fue tal la austeridad de su vida, que espantó a todos los religiosos, pareciéndoles que era más que hombre.
Finalmente, lleno de virtudes y merecimientos, murió de edad muy avanzada por los años 394 de la era de Cristo, dejando a los monjes preciosísimos documentos de altísima perfección. La vida de este santo la escribió Paladio, que moró tres años con él en la soledad.
Fecha de Beatificación: Fue beatificado por Juan Pablo II en Roma el 29 de marzo de 1987.
El 29 de junio de 1856, obtiene la Licenciatura en Derecho por la Universidad de Sevilla. Establece bufete en Huelva, al servicio gratuito de los pobres, y ejerce allí como abogado hasta que pasa a Sanlúcar de Barrameda, por destino de su padre comandante de Marina.
Es ordenado sacerdote el 21 de mayo de 1864, en Sevilla.
Celebra su primera misa en la iglesia de san Felipe Neri de la misma ciudad, el 3 de junio , festividad del corazón de Jesús. Durante sus primeros años de sacerdocio es capellán de la Iglesia de la Merced en Sanlúcar de Barrameda.
Es nombrado por el cardenal Lastra párroco de San Lorenzo de Sevilla, y ejerce como tal desde el 17 de marzo de 1871 hasta el 28 de mayo de 1879, en que el arzobispo Joaquín Lluch le nombra canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Sevilla.
Nombrado por León XIII para la diócesis de Coria (Cáceres), en el Consistorio de 10 de noviembre de 1884, ocupa la diócesis del 7 de marzo de 1885 al 5 de agosto de 1886, siendo inmediatamente destinado a la diócesis de Málaga de 16 de septiembre de 1886 a 8 de febrero de 1896, y posteriormente preconizado a la arzobispal de Sevilla, cargo que ocupa desde el 11 de febrero de 1896 a 19 de enero de 1906, para ser nombrado cardenal por Pío X, en el consistorio de 11 de diciembre de 1905.
El 31 de diciembre de 1905, su Majestad el rey de España, Alfonso XIII, le impone la birreta cardenalicia.
Fundó en Coria (Cáceres) en 1885 la Congregación de las Esclavas del Divino Corazón junto con la Sierva de Dios, Madre Celia Méndez y Delgado.
El 19 de enero de 1906, en la ciduad de Sevilla, partió a la casa de Nuestro Padre.
Su santidad Juan Pablo II, en su visita a Sevilla el 5 de noviembre de 1982, oró ante su sepulcro, que visitó expresamente.