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Martín de Porres, Santo
Martín de Porres, Santo

Religioso dominico, peruano






El racismo, esa distinción que hacemos los hombres distinguiendo a nuestros semejantes por el color de la piel es algo tan sinsentido como distinguirlos por la estatura o por el volumen de la masa muscular. Y lo peor no es la distinción que está ahí sino que ésta lleve consigo una minusvaloración de las personas -necesariamente distintas- para el desempeño de oficios, trabajos, remuneraciones y estima en la sociedad. Un mulato hizo mayor bien que todos los blancos juntos a la sociedad limeña de la primera mitad del siglo XVII.


Fue hijo bastardo del ilustre hidalgo -hábito de Alcántara- don Juan de Porres, que estuvo breve tiempo en la ciudad de Lima. Bien se aprecia que los españoles allá no hicieron muchos feos a la población autóctona y confiemos que el Buen Dios haga rebaja al juzgar algunos aspectos morales cuando llegue el día del juicio, aunque en este caso sólo sea por haber sacado del mal mucho bien. Tuvo don Juan dos hijos, Martín y Juana, con la mulata Ana Vázquez. Martín nació mulato y con cuerpo de atleta el 9 de diciembre de 1579 y lo bautizaron, en la parroquia de San Sebastián, en la misma pila que Rosa de Lima.


La madre lo educó como pudo, más bien con estrecheces, porque los importantes trabajos de su padre le impedían atenderlo como debía. De hecho, reconoció a sus hijos sólo tardíamente; los llevó a Guayaquil, dejando a su madre acomodada en Lima, con buena familia, y les puso maestro particular.


Martín regresó a Lima, cuando a su padre lo nombraron gobernador de Panamá. Comenzó a familiarizarse con el bien retribuido oficio de barbero, que en aquella época era bastante más que sacar dientes, extraer muelas o hacer sangrías; también comprendía el oficio disponer de yerbas para hacer emplastos y poder curar dolores y neuralgias; además, era preciso un determinado uso del bisturí para abrir hinchazones y tumores. Martín supo hacerse un experto por pasar como ayudante de un excelente médico español. De ello comenzó a vivir y su trabajo le permitió ayudar de modo eficaz a los pobres que no podían pagarle. Por su barbería pasarán igual labriegos que soldados, irán a buscar alivio tanto caballeros como corregidores.


Pero lo que hace ejemplar a su vida no es sólo la repercusión social de un trabajo humanitario bien hecho. Más es el ejercicio heroico y continuado de la caridad que dimana del amor a Jesucristo, a Santa María. Como su persona y nombre imponía respeto, tuvo que intervenir en arreglos de matrimonios irregulares, en dirimir contiendas, fallar en pleitos y reconciliar familias. Con clarísimo criterio aconsejó en más de una ocasión al Virrey y al arzobispo en cuestiones delicadas.


Alguna vez, quienes espiaban sus costumbres por considerarlas extrañas, lo pudieron ver en éxtasis, elevado sobre el suelo, durante sus largas oraciones nocturnas ante el santo Cristo, despreciando la natural necesidad del sueño. Llamaba profundamente la atención su devoción permanente por la Eucaristía, donde está el verdadero Cristo, sin perdonarse la asistencia diaria a la Misa al rayar el alba.


Por el ejercicio de su trabajo y por su sensibilidad hacia la religión tuvo contacto con los monjes del convento dominico del Rosario donde pidió la admisión como donado, ocupando la ínfima escala entre los frailes. Allí vivían en extrema pobreza hasta el punto de tener que vender cuadros de algún valor artístico para sobrevivir. Pero a él no le asusta la pobreza, la ama. A pesar de tener en su celda un armario bien dotado de yerbas, vendas y el instrumental de su trabajo, sólo dispone de tablas y jergón como cama.


Llenó de pobres el convento, la casa de su hermana y el hospital. Todos le buscan porque les cura aplicando los remedios conocidos por su trabajo profesional; en otras ocasiones, se corren las voces de que la oración logró lo improbable y hay enfermos que consiguieron recuperar la salud sólo con el toque de su mano y de un modo instantáneo.


Revolvió la tranquila y ordenada vida de los buenos frailes, porque en alguna ocasión resolvió la necesidad de un pobre enfermo entrándolo en su misma celda y, al corregirlo alguno de los conventuales por motivos de clausura, se le ocurrió exponer en voz alta su pensamiento anteponiendo a la disciplina los motivos dimanantes de la caridad, porque "la caridad tiene siempre las puertas abiertas, y los enfermos no tienen clausura".


Pero entendió que no era prudente dejar las cosas a la improvisación de momento. La vista de golfos y desatendidos le come el alma por ver la figura del Maestro en cada uno de ellos. ¡Hay que hacer algo! Con la ayuda del arzobispo y del Virrey funda un Asilo donde poder atenderles, curarles y enseñarles la doctrina cristiana, como hizo con los indios dedicados a cultivar la tierra en Limatombo. También los dineros de don Mateo Pastor y Francisca Vélez sirvieron para abrir las Escuelas de Huérfanos de Santa Cruz, donde los niños recibían atención y conocían a Jesucristo.


No se sabe cómo, pero varias veces estuvo curando en distintos sitios y a diversos enfermos al mismo tiempo, con una bilocación sobrenatural.


El contemplativo Porres recibía disciplinas hasta derramar sangre haciéndose azotar por el indio inca por sus muchos pecados. Como otro pobre de Asís, se mostró también amigo de perros cojos abandonados que curaba, de mulos dispuestos para el matadero y hasta lo vieron reñir a los ratones que se comían los lienzos de la sacristía. Se ve que no puso límite en la creación al ejercicio de la caridad y la transportó al orden cósmico.


Murió el día previsto para su muerte que había conocido con anticipación. Fue el 3 de noviembre de 1639 y causada por una simple fiebre; pidiendo perdón a los religiosos reunidos por sus malos ejemplos, se marchó. El Virrey, Conde de Chinchón, Feliciano de la Vega -arzobispo- y más personajes limeños se mezclaron con los incontables mulatos y con los indios pobres que recortaban tantos trozos de su hábito que hubo de cambiarse varias veces.


Lo canonizó en papa Juan XXIII en 1962.


Desde luego, está claro que la santidad no entiende de colores de piel; sólo hace falta querer sin límite.




¿Qué nos enseña su vida?

La vida de San Martín nos enseña:



  • A servir a los demás, a los necesitados. San Martín no se cansó de atender a los pobres y enfermos y lo hacía prontamente. Demos un buen servicio a los que nos rodean, en el momento que lo necesitan. Hagamos ese servicio por amor a Dios y viendo a Dios en las demás personas.



  • A ser humildes. San Martín fue una persona que vivió esta virtud. Siempre se preocupó por los demás antes que por él mismo. Veía las necesidades de los demás y no las propias. Se ponía en el último lugar.

    A llevar una vida de oración profunda. La oración debe ser el cimiento de nuestra vida. Para poder servir a los demás y ser humildes, necesitamos de la oración. Debemos tener una relación intima con Dios



  • A ser sencillos. San Martín vivió la virtud de la sencillez. Vivió la vida de cara a Dios, sin complicaciones. Vivamos la vida con espíritu sencillo.



  • A tratar con amabilidad a los que nos rodean. Los detalles y el trato amable y cariñoso es muy importante en nuestra vida. Los demás se lo merecen por ser hijos amados por Dios.



  • A alcanzar la santidad en nuestra vidas. Por alcanzar esta santidad, luchemos...



  • A llevar una vida de penitencia por amor a Dios. Ofrezcamos sacrificios a Dios.


  • San Martín de Porres se distinguió por su humildad y espíritu de servicio, valores que en nuestra sociedad actual no se les considera importantes. Se les da mayor importancia a valores de tipo material que no alcanzan en el hombre la felicidad y paz de espíritu. La humildad y el espíritu de servicio producen en el hombre paz y felicidad.


    Oración

    Virgen María y San Martín de Porres, ayúdenme este día a ser más servicial con las personas que me rodean y así crecer en la verdadera santidad.

    Sigue navegando con San Martín de Porres en:

    corazones.org

    EWTN








Etimológicamente significa “habitante de la selva, señora de los bosques”. Viene de la lengua latina.

Cuando el creyente es bien educado en la familia, normalmente continúa bien a lo largo de su vida. En el seno familiar se aprende y se empieza a vivir el tesoro del amor.


He aquí una señora en todo el mejor sentido de la palabra. Hay sobre ella una leyenda que le atribuye que fue la madre de los gemelos Rómulo y Remo.


Pero la realidad es que murió en el año 420. Los martirologios orientales la recuerdan como la hermana de Rufino, gobernador de la ciudad.


Tanta era su virtud que todo el mundo en Constantinopla la conocía por su santidad y su forma de ayudar a que los demás vivieran la edificación perfecta de sus personas en el misterio de Dios.


Dicen que era la chica más inteligente del siglo y la más valiente en defender la ortodoxia contra las nacientes herejías.


La otra Silvia fue la madre de san Gregorio Magno, doctor de la Iglesia y Papa en el siglo VI, cuyos datos los pueden ver AQUI











Gwenfrewi o Winfred de Gales, Santa
Gwenfrewi o Winfred de Gales, Santa

Noviembre 3




Jesús dice: “Orad por vuestros enemigos y orad por los que os persiguen para poder ser llamados hijos de vuestro Padre que está en el cielo”.


El nombre de la patrona de Gales aparece también escrito en forma inglesa Winifred (Winifreda) o con otra forma Guineura.


Fue una virgen del siglo VII. La vida de los santos y santas se debe, fundamentalmente, no tanto a los prodigios cuanto a su culto tributado desde la más antigua era cristiana.


La vida de esta virgen galesa se escribió en el siglo XII.


¿Qué se sabe de ella?


Vivió en Holywell. Como tenía un tío santo, el suyo pasó a un segundo lugar.


Se cuenta que vivió – desde que era muy joven – asaltada por un hombre que intentaba seducirla del modo que fuera.


Cansado e irritado por no conseguir su objetivo de violarla, cuando iba un día a la iglesia, la siguió.


Esta la joven sumida en su intimidad con el Señor mediante la oración, se acercó y le dio muerte.

Del lugar en el que cayó su cabeza, nació una fuente.


Antes de morir, había sido monja entregada a Dios plenamente. Incluso, debido a sus cualidades y a su santidad, la eligieron abadesa de Holywell.


En la Edad Media se propagó su culto por muchos sitios, debido, en parte, a la salida de los galeses de una parte para otra.


Tanto Hoywell como Shrewsbury se han convertido en centros de peregrinación.


Enrique V mandó que esta peregrinación se hiciera a pie. Eduardo VI hizo lo mismo.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



Martirologio Romano: En Roma, conmemoración de santa Silvia, madre del papa san Gregorio I Magno, de la que el mismo Pontífice dejó escrito que había alcanzado la cima de la oración y de la penitencia, siendo óptimo ejemplo para los demás (s. VII).

Etimológicamente: Silvia = Aquella que viene de la selva o el bosque, es de origen latino.



Cómo todas las mujeres que estan esperando un hijo, Silvia estaba esperando el "gran evento", grande por el milagro de los hombres y grande por la gracia de Dios.

¿Qué es lo que sabemos acerca de Santa Silvia?. Que ella fue madre de Gregorio Magno, Papa y doctor de la Iglesia.

¿No somos nosotros una reflejo de nuestros padres y de su pensamiento?

¿Qué tan seguido he sentido el vibrar de un eco distante?, ¿o algunas llamadas de tiempos pasados?¿o sentido en la profundidad de mis huesos las pisadas de un ancestro Celta? ¿o el llanto de un jinete de Mongolia?, como si toda mi vida fuera hecha por fragmentos de vidas que vivieron miles de años atrás.


Un hombre es lo que trae al mundo ¿Racine? el autor de Andromaque o Silvia, la madre de San Gregorio.


¡Que emoción el sentir germinar los trabajos misteriosos del universo!

Ayer apenas era una niña, pero ahora ya es una líder en la etapa de la vida.


Ayer, el amor joven y encantador, dulces simplezas, días sin cuidado, y de repente ”cruzando la línea” y entrando en otro mundo algo desconocido, como un pájaro en islas extrañas, como la sombra de una palmera en el desierto, todo un nuevo sentido de vida, un baile misterioso, un nuevo vino... una sensación en el vientre, un hijo en la carne.

Sostener a un hijo como Dios sostiene a la humanidad.


En su vientre y en su mente, Silvia siente responsabilidad por su hijo. No solo su misión es dar a luz a un hijo, sino componer toda la vida de aquel hombre: su cuerpo y alma, ¿si la madre da a luz al cuerpo, no podrá también influenciar el alma?

Ella sueña con él mientras lo amamanta, le da forma con todos los deseos de su cuerpo y con las bellezas de su alma.

Y así por nueve meses Silvia esperó y planeó con ilusión.


El bebé tiene que ser un niño, no cabe duda a cerca de eso le decía a toda su familia, ese era el hijo que ella sentía. Ella ya lo ha visto: una visión, un positivo, visión creativa.


¿Acaso el será un senador, como su padre Gordián? , ¿un cónsul,o el emperador?.

¿Será el Papa? o ¿un santo?. No hay límite para la imaginación de una mamá.


Todo esto pasó en Roma en el 540 d.C. Vigiluu fue Papa y Vetegis fue emperador pero ¿quien sabe algo de ellos?. Era un mundo todavía en transición. En un lado eran invasiones, en el otro eran herejías. El niño hizo sus estudios muy brillantemente.


El recibió una fina educación latina que le sirvió para gobernar hombres y defender dogmas. Ella por fin lo vio usando la toga tricolor de un pretor romano.


Pero, ¿qué importancia tiene la toga de un hombre comparada con la toga que usan los hombres de Dios?


De pronto Gregorio renunció a todas sus responsabilidades y bienestar y se convirtió en un monje. Las seis villas que tenía en Sicilia las convirtió en seis monasterios.


El tenía 35 años de edad,y Silvia sintió en su cuerpo que toda la estructura delicada de la historia estaba temblando.


Hubo una plaga y el Papa murió. Silvia decidió que el siguiente Papa tendría que ser Gregorio.

El se negó en vano, escapó de Roma en una canasta de mimbre, se escondió en los bosques y pantanos de Pontine. Al final del curso fue encontrado – o descubierto— y con gran regocijo traído a la iglesia, en sept. 3 del 590, se consagró para Papa. Gregorio era Papa y Silvia había sido su profeta.


El estaba para hacer un pontificado heróico. Los Lombardos, que estaban devastando Italia, tenían que ser vigilados y el emperador en Constantinopla tenía que ser enfrentado.


Gregorio escribió muchos trabajos (principalmente los morales), reformó la Iglesia, trajo a los Visigodos Arios de regreso a la verdadera fe, y evangelizó Alemania.


El fue el que inventó la frase: Servidora de los servidores de Dios.


Su victoria mas característica fue la de extinguir la herejía de Eutyche), el patriarca de Constantinopla, que afirmó que la resurrección del cuerpo sería en una forma delicada, en una carne etérea.


Gregorio replicó de que resucitaremos en cuerpo y sangre, literalmente palpable como fue el cuerpo de Cristo para el apóstol Tomás.


“Yo debo de ser vestido con mi carne de nuevo” dice el libro de Job, y en la Última Cena Jesús dijo: “Este es mi cuerpo.” Uno de los aspectos mas movedores de la fe Católica es la dominación del cuerpo, semi-incorruptible y eterno.


Cuando Gregorio ya era Papa, Silvia ya había entrado al convento y su esposo ya se había convertido en sacerdote simultáneamente.


Arriba de su casa en Colina de Coelian en Roma construyeron una capilla en su honor.

Murió en el 592 d.C.



Simón Ballachi entró a servir a Dios como hermano lego en el convento de los dominicos de Rímini, su ciudad natal, a los veintiséis años de edad.

Como si la humildad de su estado no bastase, Simón se mortificaba aún más al ofrecerse para ejecutar los trabajos más bajos y al disciplinarse con una cadena de hierro.


Ofrecía todos sus sufrimientos por la conversión de los pecadores.


Se dice que el demonio se le aparecía y le hacía sufrir mucho.


Simón estaba encargado del huerto. Tenía predilección por las almas infantiles y solía recorrer las calles con una cruz en la mano, para llamar a los niños al catecismo.


A los cincuenta y siete años quedó ciego y así vivió doce más. En los últimos años tuvo que guardar cama. Soportó esas pruebas con valor y alegría.


Dios le premió con el don de milagros, y el pueblo le veneró como santo en cuanto murió. Su culto fue confirmado en 1821.




Noviembre 2




Etimológicamente significa “ perla”. Viene de la lengua griega.


Dice Jeremías: “El Señor dijo a Jeremías: Antes de formarte en el vientre te escogí, antes de salir del seno materno te consagre”.


Margarita fue una viuda del siglo XV.


A los diez años, durante un paseo que daba por el bosque contemplando su belleza, la sobrina del rey Renato de Sicilia, duque de Angio y Lorena, se escondió con algunas amigas para entregarse a la vida eremítica.


A tan corta edad, ya había leído la vida de los santos Padres que habían vivido en el desierto. Y se quedaba admirada de su perfección y de su santidad.


En 1463 era todavía una chica adolescente. Sufrió un golpe muy grande cuando supo que su tío había muerto.


Se volvió a Lorena, y contrajo matrimonio con el duque de Alençon.


La vida de la pareja no fue nada fácil al principio por motivos extraños a su intimidad.


Eran los tiempos de la Guerra de los Cien Años.

Su marido murió combatiendo en ella.


Margarita se quedó viuda a los 32 años, y con tres hijos.


Se entregó a su labor educativa sin la intromisión de sus parientes.


Una vez que ya los había educado y criado, quiso librarse del peso del ducado que había llevado durante 22 años.


Se retiró al castillo de Essai. Lo convirtió en su monasterio particular.. Después llegó a ser monasterio de las Clarisas, Tan abnegada y sacrificada llevó su vida de monja que el mismo obispo le llamó la atención para dejara la penitencia exagerada. Murió en el año 1521.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!




Los santos son como flores, hay rosas que se muestran bellamente en mayo, en los jardines y sobre las terrazas; hay violetas escondidas que hacen sentir su suave olor. Una de estas es el beato Pío Campidelli.

Es el tercero de cinco hijos; nace en Romagna, en Trebbio de Poggio Berni, el 29 de abril de 1869 con el nombre de Luis, llamado después familiarmente Luisito. El bautismo lo recibe el mismo día en que ha venido a la luz. Los padres José Campidelli y Filomena Belpani son campesinos. Es una familia tranquila dedicada al trabajo de los campos, temerosa de Dios. Con ellos vive también el tío Miguel, llamado “Bertoldo”, al cual de vez en cuando dice alguna blasfemia. Luisito siente escalofríos y reza por él; también en el convento rezará muchas veces por el “tío Bertoldo” y el Señor le dará la alegría de saber que el tío no blasfema más.


Participa en las fiestas de la cosecha; va con la familia a misa el domingo y habla con la mamá de la predicación que apenas han escuchado. A los 5 años recibe la confirmación y a los 10 la primera comunión. Es un muchacho como los otros, pero muy bueno. Ora mucho, por todos, por el abuelo muerto cuando él tenía seis años. Va a misa todos los días, haciendo cinco kilómetros a pié; tornado a casa da catecismo a los compañeros. Alguno lo critica juzgándolo demasiado mojigato, la mayoría lo aprecia e lo tiene en grande estima. Sobretodo la mamá se ocupa de estas buenas inclinaciones, lo sostiene y pide consejo al hermano sacerdote Don Felipe. Se muestran contentos y observan.


Mientras tanto llegan al pueblo para dar misiones los pasionistas del vecino Santuario de la Virgen de Casale en S. Arcángel. Luisito tiene 10 años, va a escuchar junto con la mamá y queda atraído. Una voz interior le dice que debe hacerse pasionista y el acepta con alegría. Confía su deseo al padre superior, pero desgraciadamente su solicitud no puede ser aceptada antes de los 14 años.


El dos de mayo de 1882 parte para el convento; el mismo mes viste el hábito religioso. Solo seis meses estará lejos de su tierra como novicio en San Eutizio de Soriano en la cumbre. Regresará después a Casale por los estudios iniciales y teológicos en preparación al sacerdocio. Es un novicio y un estudiante modelo, se hace apreciar por su profundo recogimiento, su modestia, la obediencia, la compostura exterior e interior. Es muy devoto de la Virgen.


Desgraciadamente, para él que es constitución débil, en 1888, aparecen los primeros síntomas de la tuberculosis, que lo llevará a la muerte. Es la enfermedad de muchos jóvenes santos. Pío acepta morir con dócil obediencia a la volunta de Dios, “ofreciendo la propia vida por la Iglesia, por el Papa, por la Congregación, por los pecadores, por su querida Romagna”


Saluda a la mamá que va a encontrarlo con estas simples palabras: “¡Ánimo mamá, nos encontraremos en el paraíso!” Muere en un éxtasis de amor el 2 de noviembre de 1889 a los 21 años y medio. El 17 de noviembre de 1985 Juan Pablo IIº con una ceremonia trasmitida en mundo visión lo ha declarado beato y dijo de él:


“En el año internacional de la juventud es elevado a la gloria de los altares el hermano Pío de San Luis, un joven que, como “sal deliciosa”, ha dado la vida por su tierra, por su pueblo. El hermano Pío ha encontrado el valor fundamental de su vida religiosa en el don de sí mismo. Este rasgo esencial de su fisonomía interior aparece en su testimonio especialmente en el momento de la muerte, cuando, con plena conciencia de su próxima consumación se ofreció para cumplir perfectamente su sacrificio conformándose a la voluntad de su Dios. Desde pequeño había percibido su atracción a la oración, a la liturgia, a la instrucción religiosa y, sostenido del buen ejemplo de la familia, se adhirió con entusiasmo. Una vez entrado en la Congregación de los Pasionistas encontró el clima favorable para desarrollar su aspiración dominante de vivir en unión con Dios en el íntimo de sí mismo y para prepararse a implicar a los otros en esta experiencia apasionante en el ejercicio del ministerio sacerdotal. Pero no pudo llegar al sacerdocio porque Dios lo llamó a la edad de 21 años. En el voto particular de los Pasionistas de hacer memoria continua de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, el supo implicar totalmente su propia vida, realizando así la misión de la vocación específica de su familia religiosa. Provenía de gente pobre, tenía salud frágil, inteligencia normal; pero no tenía como infortunada, ni sintió como frustración su pobreza ni sus límites; más bien realizó el máximo de sí. Así fue verdadera <<sal de la tierra>> para cuantos lo conocieron en vida y continúa siendo <<sal>> para cuantos se acercan al luminoso testimonio de su ejemplo”


Es la verdadera santidad de lo cotidiano. La santidad extraordinaria de una vida ordinaria.



San Marciano nació en Cyrrhus, en Siria. Su padre pertenecía a una familia patricia. Marciano abandonó la casa paterna y partió de su patria.

Como no le gustaba hacer las cosas a medias, se retiró a un desierto entre Antioquía y el Eufrates. Ahí escogió el rincón más escondido y se encerró en una estrecha celda, tan baja y tan reducida de tamaño, que no podía estar de pie ni acostado sin encogerse.


Tal soledad era como un paraíso para él, pues podía consagrarse enteramente al canto de los salmos, la lectura espiritual, la oración y el trabajo. Sólo se alimentaba de pan y aun eso en pequeña cantidad sin embargo, jamás pasaba el día entero sin comer, pues quería tener fuerzas para hacer lo que Dios le pedía que hiciera.


La luz sobrenatural que recibía en la contemplación, le dio un amplio conocimiento de las grandes verdades y misterios de la fe. No obstante su gran deseo de vivir ignorado de los hombres, su fama llegó a otros países y, al fin, tuvo que admitir por discípulos Eusebio y Agapito.


Con el tiempo, fue aumentando el número de sus discípulo y nombró abad a Eusebio. En cierta ocasión le visitaron a un tiempo San Flaviano patriarca de Antioquía y otros obispos para rogarle que les hiciese una exhortación, como tenía por costumbre. La dignidad de su auditorio impresionó a Marciano, quien no supo qué decir durante unos momentos. Como los obispos le incitasen a hablar, les dijo: "Dios nos habla a cada momento a través de las creaturas y del universo que nos rodea. Nos habla también por su Evangelio, en el que nos enseña a cumplir nuestro deber para con los demás y con nosotros mismos. ¿Qué otra cosa podría yo deciros?"


San Marciano obró varios milagros y su fama de taumaturgo le molestaba mucho, de suerte que jamás prestaba oídos a quienes acudían a su intercesión para obtener un milagro. Así, en cierta ocasión en que un habitante le pidió que bendijese un poco de aceite para curar a su hija enferma, el santo se negó absolutamente, sin embargo, la enferma recobró la salud en ese mismo instante.


Marciano vivió hasta edad muy avanzada. En sus últimos años, sufrió mucho a causa de la importunidad de los que querían conservar su cuerpo cuando muriese. Algunos de éstos, entre los que se contaba su sobrino Alipio, llegaron incluso a construir capillas en diferentes sitios para darle sepultura. San Marciano resolvió el problema al pedir a Eusebio que le enterrase en un sitio secreto.


El sitio de su sepultura no fue descubierto sino hasta cincuenta años después de su muerte. Entonces se trasladaron sus reliquias a un sitio que se convirtió en lugar de peregrinación.


Todo lo que sabemos acerca de San Marciano procede de la Historia Religiosa de Teodoreto. Puede verse el texto griego, con una traducción latina comentada, en Acta Sanctorum, nov., vol. I.





En el siglo IX empezó Irlanda a experimentar los efectos de las invasiones que habían asolado a otros países. En efecto, los bárbaros conocidos con el nombre genérico de orientales, hicieron incursiones en las regiones costeras, y los daneses establecieron colonias permanentes en Dublín y otras ciudades. Por dondequiera que iban cometían asesinatos, demolían monasterios y quemaban bibliotecas. To do ello debilitó mucho al poder civil; los reyezuelos locales, que luchaban contra el enemigo de fuera y se destruían entre sí, perdieron mucha autoridad. El trato prolongado e inevitable entre los nativos y los opresores de la religión y de la ley trajo consigo una relajación gradual de la fe y las costumbres. Así pues, aunque Irlanda no llegó nunca a caer en el grado de iniquidad que suponían ciertos ingleses y algunos hombres de iglesia extranjeros (incluso San Bernardo), se hallaba sin embargo en un estado lamentable cuando estalló la guerra civil, tras la derrota definitiva de los daneses, en Clonfart (1014).

Precisamente en esa época de confusión, del año 1095, nació Malaquías O´More. El niño se educó en Armagh, donde su padre era maestro de escuela. Malaquías era un niño juicioso y piadoso. Después de la muerte de sus padres, se fue a vivir con un ermitaño llamado Eimar. San Celso, arzobispo de Armagh, juzgándole digno del sacerdocio, le ordenó a los veinticinco años. El arzobispo le encargó que predicase la palabra de Dios al pueblo y extirpase las malas costumbres que abundaban en su diócesis. San Bernardo, en su biografía de San Malaquías, dice que éste "quemó las ramas y la hojarasca inútil y aplicó el hcha a los árboles de raíz podrida". En una palabra, el santo se entregó a su tarea con gran celo. Sin embargo, temía no conocer suficientemente los cánones eclesiásticos para reformar a fondo la disciplina y el culto, por lo que acudió a San Malco, obispo de Lismore, quien se había educado en Winchester, en Inglaterra, y era famoso por su ciencia y su virtud. San Malco le acogió muy bien, le instruyó en todo lo referente al servicio divino y al bien de las almas y al mismo tiempo, le empleó en los ministerios de su iglesia.


Un tío de San Malaquías, que a pesar de ser lego era abad de San Comgall, se había apoderado de las rentas de la gran abadía de Bangor, la cual se hallaba en un estado lamentable. En 1123, el abad renunció a su dominio sobre Bangor, en favor de su sobrino, para que éste restableciese la observancia regular en la abadía. San Malaquías cedió a otra persona las tierras de la abadía, a pesar de las protestas. San Bernardo le alaba por eso, pero hace notar que "llevó demasiado lejos su desinterés y su espíritu de pobreza, como lo demostraron después los hechos." Con diez miembros de la comunidad de Eimar, San Malaquías construyó la abadía, empleando madera, como se acostumbraba en Irlanda. La gobernó durante un año. "Era una regla viviente, un espejo brillante, un libro en el que todos podían aprender los preceptos de la verdadera vida religiosa." La fama del santo aumentó con los milagros que obró. San Bernardo refiere algunos. A los treinta años de edad, San Malaquías fue elegido obispo de Connor. Los cristianos de su diócesis apenas lo eran más que de nombre, pues los daneses habían dominado ahí largo tiempo. El santo hizo cuanto pudo por convertir en corderos a aquellos lobos. El y sus monjes predicaron con energía apostólica, uniendo la severidad a la dulzura. Cuando las gentes no acudían a la iglesia a oírle predicar, San Malaquías iba a buscarles en sus casas. Así consiguió sembrar la bondad y piedad en algunos de los más duros, restableció el uso frecuente de los sacramentos, pobló la diócesis de pastores celosos y volvió a instituir la celebración regular de las horas canónicas, pues desde las invasiones de los daneses habían caído en desuso aun en las ciudades. En esa tarea le sirvieron los conocimientos de música sacra que había adquirido en su juventud. Pero en 1127, un reyezuelo del norte devastó Andrim y Down y expulsó a la comunidad de Bangor, donde vivía San Malaquías. El santo se retiró entonces con algunos de sus monjes a Lismore y después a Iveragh, en Kerry, donde organizó nuevamente la vida monástica.


En 1129, murió San Celso de Armagh. La sede metropolitana había estado en manos de su familia durante varias generaciones. Para romper esa nociva costumbre San Celso ordenó en su lecho de muerte que su sucesor fuese Malaquías, a quien envió su b´culo pastoral. Sin embargo, los parientes de San Celso instalaron en la sede a su primo Murtagh y, durante tres años, San Malaquías no intentó apoderarse de la diócesis. Finalmente, se dejó convencer por el legado pontificio Gilberto de Limerick, por San Malco y algunos otros y, protestando que renunciaría al gobierno de la sede en cuanto hubiese restituido el orden, se trasladó de I veragh a Armagh. Hizo cuanto pudo por tomar en sus manos el gobierno de su diócesis; sin embargo, para evitar los desórdenes y el derramamiento de sangre, no intentó entrar en la cabecera de la diócesis ni apoderarse de la catedral. Murtagh murió en 1134, no sin haber nombrado por sucesor a Niall, hermano de San Celso. Ambos bandos estaban armados, y San Malaquías determinó hacerse entronizar en su catedral. Los partidarios de Niall se presentaron de improviso en una reunión de los partidarios de San Malaquías, pero fueron dispersados por una tempestad tan violenta, que doce hombres murieron calcinados por el rayo. San Malaquías consiguió tomar posesión de su diócesis. Sin embargo, la paz no reinaba en ella, pues Niall se había llevado de Armagh dos reliquias muy veneradas, y el pueblo consideraba como legítilmo arzobispo a quien las tenía en su poder. Consistían en un libro (probablemente el "Libro de Armagh") y una cruz pastoral llamada "el báculo de Jesús": el pueblo creía que ambas habían pertenecido a San Patricio. Esto explica por qué muchos eran partidarios de Niall y perseguían violentamente a Malaquías. Uno de ellos invitó al santo a una conferencia para asesinarle. San Malaquías, rontra el parecer de sus amigos, acudió a la reunión, dispuesto a sufrir el martirio por la paz; pero su valor y tranquila dignidad desarmaron a sus enemigos, y se firmó la paz. Sin embargo, San Malaquías tuvo que conservar su guardia de corps hasta que recuperó el báculo y el libro y fue reconocido como arzobispo por todo el pueblo. Habiendo roto así la tradición de la sucesión hereditaria y restablecido la disciplina y la paz en la sede, insistió en renunciar a la digni dad archiepiscopal y consagró por sucesor suyo a Gelasio, abad de Derry. En 1137 regresó a su antigua sede.


San Malaquías dividió su diócesis, consagró a un nuevo obispo para Connor y se reservó para sí la región de Down. Ya sea en Downpatrick, o más probable mente en las ruinas del monasterio de Bangor, estableció una comunidad de canónigos regulares, con quienes vivía siempre que se lo permitían sus actividades pastorales. Dos años después, emprendió un viaje a Roma para informar a la Santa Sede de todo lo que había hecho. Entre otras cosas quería conseguir el palio para los arzobispos de Armagh y de otra sede metropolitana que San Celso había establecido en Cashel. San Malaquías desembarcó en Inglaterra y se trasladó a York, donde conoció a Waltheof de Kirkham, quien le regaló un caballo. Después pasó a Francia, atravesó la Borgoña y llegó a la abadía de Claraval Ahí conoció a San Bernardo, quien se convirtió en fiel amigo, fue admirador suyo y, más tarde, escribió su biografía. Malaquías quedó tan edificado por el espíritu de los cistercienses, que concibió el deseo de compartir su vida de penitencia y contemplación y acabar ahí sus días. En Ivrea del Piamonte restituyó la salud al hijo de su huésped, que estaba al borde de la muerte. El Papa Inocencio II se negó a aceptar la renuncia del santo, aprobó cuanto había hecho en Irlanda, le nombró legado suyo en ese país y prometió que concedería los palios, si se le pedían oficialmente. En el viaje de regreso, San Malaquías volvió a pasar por Claraval, donde, como dice San Bernardo, "nos bendijo por segunda vez". Como no podía quedarse con aquellos siervos de Dios, San Malaquías dejó ahí a cuatro de sus compañeros, quienes, en 1142, volvieron a Irlanda con el hábito del Cister e instituyeron la abadía de Mellifont, de la que se originaron muchas otras. San Malaquías volvió a su patria por Escocia, donde el rey David le rogó que curase a su hijo, quien estaba muy enfermo. El santo dijo al prícipe: "Ten buen ánimo. No morirás de esta enfermedad." En seguida le roció con agua bendita. Al día siguiente, Enrique estaba completamente curado.


En 1148, los obispos y el clero reunidos en un sínodo en Inishpatrick, cerca de Skerries, resolvieron pedir oficialmente a Roma el palio para los dos metropolitanos. San Malaquías fue comisionado para entrevistarse con el Papa Eugenio III, quien se hallaba entonces en Francia. Pero la suspicacia política del rey Esteban retrasó al santo en Inglaterra y, cuando él llegó a Francia, el Papa ya había partido para Roma. Así pues, San Malaquías pudo ir a Claraval, donde San Bernardo y sus monjes le acogieron gozosamente. Después de la celebración de la misa de la fiesta de San Lucas, San Malaquías se sintió enfermo y hubo de guardar cama. Los monjes le atendieron solícitamente, pero el santo les dijo que todo era inútil, pues iba a morir de aquélla enfermedad. Además, insistió en bajar a la iglesia a recibir los ñultimos sacrametos, y rogó a los monjes que siguiesen orando por él después de su muerte. También les encomendó que pidiesen por las almas de todos sus feligreses y él prometió, por su parte, no olvidarlos ante Dios. San Malaquías murió el día de difuntos de 1148, en brazos de San Bernardo, y fue sepultado en Claraval. En su segundo sermón sobre San Malaquías, San Bernardo decía a sus monjes: "Quiera él proteger con sus méritos a aquellos a quienes instruyó con su ejemplo y confirmó con sus milagros." Además, San Benardo tuvo la audacia de cantar, en la misa de cuerpo presente, la postcomunión de la misa de un obispo confesor. El Papa Clemente III confirmó, en 1190, aquella "canonización de un santo por otro santo". San Malaquías fue el primer irlandés canonizado por un Papa. Los cistercienses, los canónigos regulares y todas las diócesis de Irlanda celebran su fiesta. San Malaquías hizo por la unificación de la Iglesia en Irlanda lo que Sab Teodoro había hecho 500 años antes, por la de Inglaterra.


Nuestro artículo sobre San Malaquías quedaría incompleto, si no hiciésemos mención de las "profecías" sobre los Papas, que se le atribuyen. Consisten en la atribución de ciertos rasgos y características a los Papas, desde Celestino II (1143-1144) hasta el fin del mundo, cuando reine "Pedro el Romano". Las provesías están formuladas como lemas o títulos simbólicos. El que las reveló al mundo fue Dom Arnoldo de Wyon, O.S.B., en 1595. El benedictino las atribuyó a San Malaquías, pero sin explicar por cuáles razones y sin decir siquiera dónde las había encontrado. Un jesuita del siglo XVII sostuvo que habían sido inventadas por un partidario del cardenal Simoncelli, durante el cónclave de 1590, pero, en 1871, el P. Cucherat escribió un libro en el que afirmaba que las profecías habían sido reveladas en Roma a San Malaquías, el cual las comunicó por escrito a Inocencio II. Las profecías habían quedado olvidadas en los archivos pontificios durante 450 años, hasta que las descubrió Dom de Wyon. Está fuera de duda que las profecías son espurias y no tienen nada que ver con San Malaquías. Un examen superficial revela que los lemas que caracterizan a los Papas hasta Gregorio XIV (1590), son muy precisos (con frecuentes alusiones a los apellidos italianos) y se cumplieron a la letra. Por el contrario, los lemas de los siguientes Pontífices son vagos, generales y no siempre se aplican a los hechos, por más esfuerzos que se hagan por ensanchar su sentido. El lema de Pío XII era "Pastor Angelicus" (Pastor angélico), algo bastante común; en cambio el de San Pío V era "Ángel del bosque" y el de Benedicto XIV "Animal rústico".




Confesor

Noviembre 1


Etimológicamente significa “consejo”. Viene da la lengua alemana.


Dice Pablo: “ Somos embajadores de Cristo y os uplicamos en nombre de Cristo: ¡Reconciliaos con Dios! ¡Este es el momento favorable, este es el día de la salvación!


Raniero fue confesor en el siglo XIII.


En una pintura de Sassetta se ve una imagen de Raniero del Santosepulcro con su sayal franciscano y un rosario que sintetizan su vida entregada a la oración.


Todo santo que se precie de serlo encuentra en la oración el pulmón que le oxigena para estar vivo ante Dios.


Murió el año 11034.

Y resulta que apenas murió, una paralítica que se encomendó a su protección, quedó completamente curada.


Esta vivía en Cervia. Jamás había oído hablar del franciscano muerto con fama de santidad en los Apeninos.


Le decían los padres y amigos allegados al santo:"Encomiéndate a sus oraciones".


Este milagro no fue el único que realizó el santo franciscano. Hay muchos más que se le han atribuido a lo largo de los años.


Había nacido en Valtiberina, cerca del centro de Toscana y Umbría, Italia.


En esta última ciudad se veneran sus reliquias.

Debido a su humildad, nunca quiso ser sacerdote. Le parecía una dignidad muy superior a su sentido de sencillez que impregnaba su vida entera. Fue, sin embargo, un lego ejemplar.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



Fundadora de la Congregación de las Hermanas

Franciscanas Hospitalarias de la Inmaculada Concepción


Martirologio Romano: En Lisboa, Portugal, beata María Clara del Niño Jesús, (en el siglo Libania do Carmo Galvao Meixa De Morua Telles e Albuquerque), virgen, fundadora de las Hermanas Franciscanas Hospitalarias de la Inmaculada Concepción. ( 1899)

Fecha de beatificación: 21 de mayo de 2011 durante el pontificadc de S.S. Benedicto XVI.



La venerable sierva de Dios Libania do Carmo Galvao Meixa De Morua Telles e Albuquerque nació el 15 de junio de 1843 en el palacio de la Quinta del Bosque en Amadora, cerca de Lisboa. Sus padres, Nuno Tomás de Mascareñas y Galvao Mexía de Moura Telles y Albuquerque y María de la Purificación de Sá Carneiro Duarte Ferreira, profundamente cristianos, procedían de noble linaje. Libania era la tercera de siete hermanos; a los 14 años quedó huérfana y fue acogida en el Asilo Real de Ajuda, institución que atendían las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Cuando en 1862 estas hermanas francesas fueron expulsadas de Portugal, ella pasó a vivir con los marqueses de Valada, sus parientes.

En 1867 sintió la vocación a la vida religiosa y entró en el pensionado de San Patricio (Lisboa), casa de las Capuchinas de Nuestra Señora de la Concepción; pasados dos años, tomó el hábito y adoptó el nombre de María Clara del Niño Jesús. Como las leyes portuguesas impedían el ingreso en la vida religiosa, la sirva de Dios fue orientada por el director espiritual de la Fraternidad de las Capuchinas, padre Raimundo dos Anjos Beirao, al monasterio francés de las Hermanas Franciscanas Hospitalarias y Maestras de Calais, donde hizo el noviciado y emitió los votos en 1871.


Ese mismo año, regresó al convento de San Patricio en Lisboa y, bajo la orientación del padre Beirao, comenzó allí la reforma espiritual de las Terciarias Capuchinas. De ese modo nace, el 3 de mayo de 1871, la Congregación de las Hermanas Hospitalarias de los Pobres por Amor de Dios, aprobada por Pío IX el 27 de marzo de 1876. En 1964 tomó el nombre actual de Congregación de las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada Concepción.


La Madre María Clara falleció santamente el 1 de diciembre de 1899, a los 56 años, en Lisboa. Sus restos mortales se custodian en la cripta de la capilla de la Curia General, en Linda-a-Pastora, Queijas (Lisboa).


A lo largo de su vida, abrió numerosas casas para acoger a los más pobres y necesitados, a los excluidos de la sociedad portuguesa en la mitad del siglo XIX. Fue la hermana de todos, abierta a las necesidades humanas más elementales; los ancianos, los enfermos, los niños huérfanos y abandonados, los pobres, los desterrados, los obreros, los estudiantes pobres, los mendigos de las calles, las familias necesitadas de luz y de abrigo. Para todos tenía la Madre María Clara una casa permanentemente abierta, donde eren acogidos con ternura de madre.


El Milagro


El milagro comprobado ocurrió en a diócesis Tui-Vigo (Provincia de Pontevedra, España) y fue la curación de Georgina Troncoso Monteagudo, baionesa de 84 años, que durante 34 años sufrió un pioderma gangrenoso.


La madre Clara fue proclamada “Venerable” en 2008 y el pasado diciembre el Vaticano ratificó que la sanación de Georgina en 2003 fue obra de la monja lusa. Durante esos cinco años la Congregación para las Causas de los Santos investigó los hechos y el tribunal médico diocesano que se desplazó hasta Galicia dio por probado que se trataba de un acontecimiento sobrenatural. “Yo lo tengo muy claro, fue un milagro, para mí no tiene otra explicación y para los médicos tampoco”, asegura Georgina junto a la hermana Rita, una de las tres monjas franciscanas que continúan desarrollando su labor en Baiona. La enfermedad que sufrió se remonta a finales de 1968, cuando trasladaba objetos junto a su hermana. Un golpe le provocó graves heridas y la gangrena comenzó a extenderse por todo el brazo provocándole dolores terribles. “Sufría mucho y tenía que acudir todos los días para tratarme”, señala. Médicos de Vigo y Madrid realizaron varios injertos pero constataron que no había cura.


Estampa entre los vendajes Georgina Troncoso había estudiado en el Colegio Virgen de la Roca, donde impartían enseñanzas las monjas de la orden. “Me dieron una estampa de la madre Clara y la colocaba entre los vendajes”, recuerda. La inesperada muerte del doctor vigués Ignacio de Castro en junio de 2002 supuso un golpe duro de superar y la mujer se encomendó más que nunca a la monja portuguesa. “Dejé de acudir todos los días al médico y tan sólo una vez a la semana me veía el de cabecera”, señala antes de explicar lo ocurrido año y medio después. “Me descubrí el brazo y estaba perfectamente, tenía buen color y había recuperado la movilidad”, indica. El médico tampoco encontró una explicación. El hecho no pasó desapercibido y varios medios de comunicación portugueses ya se han hecho eco del “milagro gallego” de la madre Clara.



Martirologio Romano: En Anjou, en Neustria, san Licinio, obispo, a quien el papa san Gregorio I Magno encomendó los monjes que se dirigían a Inglaterra (c. 618).

Nacido hacia el 540 y muerto alrededor del 618. conde de Anjou, atraído por la vida religiosa pero preocupado también por el porvenir del condado, aceptó prometerse; cuando su futura esposa se vio súbitamente afectada por la lepra, vio en aquel acontecimiento una señal del Cielo y abandonó sus funciones para convertirse en obispo de Angers.


Dando pruebas de una incansable devoción, iba personalmente a consolar a los enfermos y a las mujeres a punto de parir.


Y desde la ciudad de Angers, difunde la suavidad y pureza de sus costumbres y de su caridad como obispo santo, hasta su muerte.


San Lucinio, que había sido el XVII en el elenco episcopal de aquella diócesis, pronto fue venerado en Angers como el patrono de la ciudad.


Angers es la antigua capital de Anjou



Martirologio Romano: En Lisboa, de Portugal, san Nuño Alvares Pereira, que primero fue puesto al frente de la defensa del reino y más tarde recibido entre los hermanos oblatos en la Orden Carmelitana, donde llevó una vida pobre y escondida en Cristo.

Fecha de canonización: 26 de abril de 2009 por el Papa Benedicto XVI.



Nació en Portugal el 24 de junio de 1360, muy probablemente en Cernache do Bomjardin. Era hijo ilegítimo de Álvaro Gonçalves Pereira, caballero de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, y de Iria Gonçalves do Caravalhal. Cerca de un año después de su nacimiento, fue legitimado por decreto real y pudo recibir la educación caballeresca típica de los hijos de las familias nobles de su tiempo. A los trece años entró a formar parte de los pajes de la reina Leonor; acogido en la corte, pronto fue nombrado caballero. A los dieciséis años, por voluntad de su padre, se casó con una joven viuda rica, doña Leonor de Alvim. De su unión nacieron tres hijos, dos varones, que murieron prematuramente, y una niña, Beatriz, que después se casó con Alfonso, primer duque de Braganza, hijo del rey Juan I.

Cuando murió el rey Fernando, sin herederos varones, el 22 de octubre de 1383, su hermano Juan luchó por la corona lusitana contra el rey de Castilla, que se había casado con la hija del rey difunto. Nuno tomó partido por Juan, el cual lo escogió como su condestable, es decir, comandante en jefe del ejército. Nuno llevó el ejército portugués a la victoria en varias ocasiones hasta la batalla de Aljubarrota, 14 de agosto de 1285, con la que concluyó el conflicto.


Las capacidades militares de Nuno estaban templadas por una espiritualidad sincera y profunda. Su amor a la Eucaristía y a la Virgen María constituían los ejes de su vida interior. Asiduo a la oración mariana, ayunaba en honor de María los miércoles, los viernes, los sábados y en las vigilias de sus fiestas. Participaba diariamente en la misa, aunque sólo podía recibir la Eucaristía en las festividades mayores. El estandarte que eligió como insignia personal llevaba las imágenes de Cristo crucificado, de María y de los santos caballeros Santiago y Jorge. Hizo construir a costa suya numerosas iglesias y monasterios, entre los cuales el convento del Carmen de Lisboa y la iglesia de Santa María de la Victoria, en Batalha.


Cuando murió su mujer, en 1387, no quiso volver a casarse y fue ejemplo de vida casta. Al establecerse la paz, donó a los veteranos gran parte de sus bienes, a los que renunció totalmente en 1423, cuando entró en la Orden de Hermanos de la Bienaventurada Virgen del Monte Carmelo, en el convento que él mismo había fundado. Tomó el nombre de fray Nuno de Santa María. Impulsado por el Amor abandonó las armas y el poder para revestirse de la armadura espiritual recomendada por la Regla del Carmelo. Así cambió radicalmente su vida, coronando el camino de fe auténtica que siempre había seguido.


Hubiera querido retirarse a una comunidad lejos de Portugal, pero el hijo del rey, don Duarte, se lo impidió. Sin embargo, nadie pudo prohibirle que se dedicara a la limosna en favor del convento y sobre todo de los pobres: organizó para ellos una distribución diaria de alimentos.


A pesar de sus grandes títulos —condestable del rey de Portugal, comandante en jefe del ejército, fundador y bienhechor del convento...— no quiso privilegios; eligió el rango más humilde: fraile donado, y se dedicó completamente al servicio del Señor, de María y de los pobres, en los que veía el rostro mismo de Jesús.


Murió, significativamente, el domingo de Pascua, 1 de abril de 1431. Inmediatamente se difundió su fama de santidad. El pueblo comenzó a llamarlo "el santo condestable". Esa fama aumentó con el tiempo. En 1894 se introdujo el proceso para el reconocimiento de su culto ab immemorabili —desde tiempos inmemoriales—, que se concluyó el 23 de diciembre de 1918 con el decreto Clementissimus Deus del Papa Benedicto XV.


El 3 de julio de 2008, el Santo Padre Benedicto XVI dispuso la promulgación del decreto sobre el milagro para su canonización y fue canonizado el 26 de abril de 2009 por el mismo Papa.


En Portugal se lo recuerda del 1 al 6 de noviembre.











Wolfgang de Ratisbona, Santo
Wolfgang de Ratisbona, Santo

Obispo de Ratisbona

Octubre 31




Etimológicamente significa “que camina como el lobo”. Viene de la lengua alemana.


El aliento fundamental del creyente en todo tiempo y lugar lo constituye la oración. Si no se alimenta de ella se parece a un cielo sin sol o a un jardín sin bellas flores.


La vida de este joven comenzó en el año 937 hasta que murió en Peppingen (Austria) el 31 de octubre del 994.


Cuando en la vida hay personas que les molesta el nombre que le han puesto, él, sin embargo, se lo agradeció a sus padres. Y con gracia les decía:" Sólo que yo corro detrás de las ovejas para alimentarlas y no para matarlas".


Comenzó su trabajo como profesor. Pero este trabajo, aunque bello y lindo, no le llenaba. Por eso pidió entrar en los Benedictinos.


En sus sueños juveniles llevaba impresa la imagen de ser misionero en Hungría. No era el mejor momento, ya que los húngaros habrían sufrido una derrota con los alemanes.


A su vuelta de Hungría, lo nombraron obispo de Ratisbona. Fue un obispo apostólico, lleno del celo de Dios por sus fieles. Mostraba ante ellos una santidad viva y un amor que no conoce límites.


Logró, mediante su ejemplo, transformar la diócesis y al mismo clero.


Tenía tiempo para todo. El mismo se encargó de la formación del futuro emperador san Enrique II.


Por su parte era amable e indulgente con todos, sobre todo con los que más merecían estas dos cualidades de su rica personalidad.


Cayó enfermo en Peppingen, cerca de Linz mientras hacía una visita pastoral a esa parte de la diócesis. Lo llevaron, a petición suya, al altar para que le diesen la Unción de los Enfermos. La muchedumbre se agolpaba para verlo. El clero quería impedirlo. Entonces les dijo:" Dejad queme vean morir y que Dios nos dé a todos su misericordia".


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



Nació en el siglo VII en Irlanda.

Hermano de San Fursey y San Ultan. Viajó con ellos desde Irlanda a Inglaterra donde realizaron labores misioneras, y establecieron un monasterio cerca de Yarmouth.


Abad de la comunidad en Cnoberesburg, Suffolk por el año 640, una casa fundada por su hermano Fursey.


Durante una guerra entre los Mercians y los Anglosajones en el 650 la casa fue destruida, los hermanos asesinados, capturados o dispersados.


Foillan rescató a sus hermanos, recuperó las reliquias no destuidas, los libros y ornamentos litúrgicos de la casa, y viajó a Francia.


Él y sus hermanos fueron acogidas con beneplácito y apoyados en su labor evangelizadora por el rey Clodoveo II.


Foillan fundó un monasterio en Fosses, diócesis de Lieja, en el año 653 en las tierras donadas por San Itta de Nivelles y Santa Gertrudis de Nivelles.


Fue electo abad de este monasterio, como referencia podemos indicar que a sus alrededores creció a la moderna ciudad de Le Roeulx, Bélgica.


Fue también capellán y director espiritual en la casa fundada por Santa Gertrudis.


Predicador popular y pastor dedicado a su pueblo, murió asesinado junto con tres compañeros por unos bandidos que los atacaron en uno de sus viajes.


Su hermano sobreviviente, Saint Ultan, tomó el cargo de abad de Fosses.



Domingo Collins nació hacia 1566 en la ciudad de Youghal, del condado de Cork, en Irlanda.

Tendría unos veinte años cuando partió para Francia. Allí decidió seguir la carrera militar, en la que tanto se distinguió que rápidamente es promovido al rango de capitán.


En 1598 hace una nueva opción de vida ingresando en la Compañía de Jesús en Santiago de Compostela, donde pronuncia su profesión perpetua como Hermano Coadjutor.


Vuelve a Irlanda en 1601, pero el 17 de junio de 1602 lo hacen prisionero los ingleses, que en vano forcejean por hacerle renegar de su fe. Condenado a muerte, fue ahorcado el 31 de octubre de 1602 en Youghal, ciudad donde había nacido.


Juan Pablo II lo beatificó, juntamente con otros dieciséis mártires irlandeses, el 27 de septiembre de 1992.


Los otros beatificados fueron:

Patrick O’Healy, Obispo de Mayo, 31 agosto

Conn O’Rourke, Sacerdote de los Frailes Menores, 31 agosto

Matthew Lambert, Laico,

Robert Meyler, Laico,

Edward Cheevers, Laico,

Patrick Cavanagh, Laico,

Dermot O’Hurley, Obispo de Cashel

Margaret Ball nata Bermingham, Laica

Maurice Mac Kenraghty, Sacerdote de la diocesis de Limerick

Conor O’Devany, Obispo de Down y Connor

Patrick O’Loughran, Sacerdote de la diocesis de Armagh

Francis Taylor, Laico

Peter Higgins, Sacerdote dominico

Terence Albert O’Brien, Obispo de Emly, domenico

John Kearney, Sacerdote de los Frailes Menores

William Tirry, Sacerdote agustino



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