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Martirologio Romano: San Calixto I, papa y mártir, que, cuando era diácono, después de un destierro en la isla de Cerdeña tuvo a su cuidado el cementerio de la vía Apia que lleva su nombre, donde dejó para la posteridad las memorias de mártires, y elegido papa, promovió la recta doctrina, reconcilió benignamente a los apóstatas, terminando su intenso pontificado con la gloria del martirio. En este día se conmemora su sepultura en el cementerio de Calepodio, en la vía Aurelia, en Roma (c. 222).

Etimología: Calixto = Aquel de gran belleza, viene del griego


Las catacumbas son una meta obligatoria para los peregrinos y turistas que van a Roma. Particularmente célebres y frecuentadas son las de San Calixto, que el Papa Juan XXIII definió “las más importantes y las más célebres de Roma”. Quedan cerca de las también famosas catacumbas de San Sebastián y de Santa Domitila. Comprenden un área de 400 metros por 300, con cuatro pisos sobrepuestos; se ha calculado que tienen no menos de 20 kilómetros de corredores.


Esta obra colosal recuerda para siempre a San Calixto, porque fue él quien se preocupó por su realización, primero como diácono del Papa Ceferino y después como Papa. Pero este lugar no es precioso sólo por sus dimensiones, sino por el gran número y la importancia de los mártires que fueron “depositados” allí: particularmente célebres son las criptas de Santa Cecilia y la contigua de los Papas Ponciano, Antero, Fabián, etc. Por eso, puede parecer raro que falsee precisamente la de San Calixto que fue quien hizo construir esa cripta.


La tumba de San Calixto se encuentra en el corazón de la antigua y genuina Roma: en la basílica de Santa María en Trastevere, que fue construida por el Papa Julio a mediados del siglo IV, intitulada también a San Calixto.


Calixto nació en Trastevere en la segunda mitad del siglo II, y su padre era un tal Domicio. Era de humilde condición, pero muy apreciado por el correligionario o Carpóforo, que le confió la administración de sus bienes. Pero algo no marchó bien, pues poco después el pobre Calixto fue condenado a hacerle dar vueltas a una rueda de molino para pagar al patrón y a la comunidad cristiana los perjuicios ocasionados. Poco tiempo después Calixto tuvo que soportar otra dura condena, la flagelación y la deportación a Cerdeña, por las acusaciones de los judíos.


La comunidad cristiana lo rescató, incluso con la intervención de Marcia, la concubina de Commodo, y entonces Calixto colaboró con el Papa Víctor y con Ceferino, a quien sucedió como Papa en el 217.


Su elección provocó el cisma de Hipólito, que reprochaba a Calixto su origen servil y sobre todo su flexibilidad con los pecadores. San Calixto tuvo también que luchar contra la herejía sabeliana. Murió “mártir”, no a mano de la autoridad imperial como asegura el Martirologio Romano, sino durante una sublevación popular.


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Etimológicamente significa “afortunada”. Viene de la lengua latina.

No son actos heroicos sino sencillos y modestos.


Era una mártir de Cesarea de Palestina bajo el imperio de Diocleciano. Aunque murió allá, su cuerpo se lo trajeron a Nápoles.


En la segunda mitad del siglo VIII, el obispo de Nápoles Esteban II puso su culto en el monasterio de san Gaudioso.


Un documento del año 986 recuerda que la iglesia de Fortunata fue destruida y volvió a reconstruirse junto al lago Patria.


Desde luego el culto que se le tributa en la zona es muy fervoroso y muy abundante.


Lo que importa, aparte de los hechos históricos o no, es que existe devoción a esta santa, no solamente en Nápoles sino también en Palermo.


Y una devoción no sigue, después de tantos siglos, por un fanatismo ciego e irracional.


La gente no es tonta. Puede que haya dudas acerca del modo cómo la trajeron desde Palestina hasta el puerto de Nápoles.


Lo cierto y lo seguro es que no se puede inventar una devoción a una santa o santo. Tiene que haber motivos profundamente religiosos para que el pueblo fiel y sencillo comience a venerar sus reliquias y que, mediante las oraciones de petición, se hayan obrado milagros en su nombre.


Es también la patrona de Baucina. Según algunos estudiosos, con ella llegaron también tres mártires: Carponio, Evaristo y Prisciano.


Reliquias de Santa Fortunata en Perú


Santa Fortunata, virgen y mártir, nació entre los años 281 a 287 de nuestra era; las continuas persecuciones que sufrieron los cristianos por el Emperador Diocesano, en la llamada "Era de los Mártires", le tocó a Fortunata, al igual que muchos por su fe en Cristo, ser degollada un 14 de Octubre, entre los años 298 a 304 cuando sólo contaba con 17 años de edad, y cuyos restos se veneran con mucha fe en el altar de la Catedral de Moquegua, al sur del Perú.


Trasladado su cadáver al Cementerio de Calepodio en Roma, sus restos fueron exhumados quince siglos más tarde con autorización papal, y don Jaime Severine Canónigo de la Iglesia San Marco de Roma, custodio de las sagradas reliquias, donó el cuerpo de Santa Fortunata al Padre Fray Tadeo Ocampo, Comisario del Colegio de Propaganda FIDE de Moquegua, que se encontraba de visita en Roma a principios de 1796. Con los restos de la Santa se le dio también a Ocampo, un vaso con su sangre reseca por los siglos y las letras en originales en latín o sea la credencial de la autenticidad de Santa Fortunata. Con los sagrados restos, 23 religiosos y cuatro legos para su colegio de Moquegua, partió Ocampo del puerto español de Cádiz el 18 de octubre de 1796 en la nave mercante “Nuestra Señora de la Soledad”.


Llega a la ciudad de Moquegua después de dos años, luego de una travesia bastantes dificultosa (Río de Janeiro, Sao Pablo, Buenos Aires, Córdoba, Tucumán, Salta, Arica, Ilo y Moquegua), la entrada a la ciudad la realizaron por el “Portillo” en donde se levanto un arco de flores, alfombrándose además la calle principal para el paso de la Santa que, conducía en hombros por la matronas de Moquegua, fue seguida de una lluvia de flores y del místico recogimiento por el clero, congregaciones religiosas y toda la feligresía que se congregó e la entrada de la ciudad. Los restos fueron recibidos por Lorenzo Vizcarra moqueguano que hizo como párroco de la ciudad y también a nombre del Obispo de la Diócesis de Arequipa. Mons. Chávez de la Rosa, fue trasladado luego a la Iglesia de San Francisco, en donde durante ocho días fue objeto de cultos especiales por parte del pueblo.


En una Urna, con pintura de Pan de Oro, se encuentra el sagrado cuerpo artísticamente retocado con una capa de yeso, en la cual muchos estudiosos han acreditado la autenticidad del cuerpo de la Santa.


Santa Fortunata es la virgen y mártir, único caso en el mundo, cuyo cuerpo presente ubicado en una urna se le venera con gran fe y devoción y es sacada en procesión desde 1798 cada 14 de octubre . (La fiesta en Moquegua se inicia en el mes de Octubre, entre los días 12 y 14).


Al existir dos cuerpos, sabemos que deben ser dos mártires distintas que no tan sólo tuvieron martirios similares sino tambien el mismo nombre. Sus historias se han mezclado con el pasar de los años, pero cada una cuenta con muchos devotos.


La controversia y una conclusión razonable




Uno de los primeros errores fue, en mi opinión, querer identificar el corposanto extraído de las catacumbas con esta santa mencionada en el Martirologio. El corposanto de Fortunata fue concedido, junto con un vaso de su sangre, a la ciudad italiana de Baucina (Palermo). La bula papal está disponible, es consultable y está firmada en Roma a 29 de enero de 1790. En 1840 fue recompuesto y recubierto con cera para su veneración. Desde entonces, ha recibido fiestas anuales donde la urna es sacada en procesión, junto con la lápida y la antigua arqueta, en un gran clamor popular. Ellos la identifican con la Santa Fortunata del Martirologio, pero al menos toda la documentación está en regla: hay bula papal, hay lápida, hay reliquias y hay un vaso con sangre. En principio, todo está correcto.


Sin embargo la controversia nace porque existe otra Santa Fortunata que se venera en Moquegua, Perú (en la imagen). Resulta que el padre franciscano Fray Tadeo Ocampo viajó a Roma y obtuvo un documento, firmado el 5 de enero de 1793, en el que se le otorgaba el cuerpo de la mártir, así como un vaso de vidrio con su sangre, para “exponerlos a la veneración de los fieles en cualquier iglesia, oratorio o capilla”.


El cuerpo llegó a Moquegua el 8 de octubre de 1796. Froilán Miranda Nieto hizo una descripción de lo que contiene desde entonces la urna que se conserva en la iglesia de Santo Domingo. Según él, se trata de “una mujer hermosa de cabellos áureos y serena frente, perfecto perfil y breve boca que, dibujando la apacible sonrisa de las almas tranquilas, deja ver dos hileras de dientes diminutos y blancos”. Esta descripción puede llevar a confusión y hacer creer al lector de que se trata uno de los cuerpos llamados “incorruptos”, mas no es así. Lo que Froilán Miranda está describiendo es la máscara de yeso y lujosos vestidos que cubren lo que hoy queda de esta Fortunata: un antiguo esqueleto articulado con alambres, recompuesto en 1840.


¿Qué ocurre aquí? Que hasta la fecha, algunas personas de Moquegua, siguen protestando que su Fortunata es la auténtica, y que los italianos tienen la falsa, ¿acaso no tendría sentido pensar que ambas son auténticas? ¿Por qué pegarse por la posesión de esta o cual Santa, si los santos no son un coche ni un chalet en los Andes? ¿Por qué una tiene que ser la “auténtica y milagrosa” y la otra “impostora”? Semejante despropósito me enerva por la falta de respeto y cariño entre cristianos que veneran a una mártir. Tratándose de una mártir de las catacumbas, no es que pueda haber dos, ¡es que puede haber doscientas Fortunatas! No sólo porque fue un nombre muy común para una mujer en la Antigüedad, sino porque, como muy bien han apuntado algunos estudiosos de los corposantos, a veces el nombre Fortunata en las lápidas no representa el nombre de la persona, sino un adjetivo: tú, "afortunada", que padeciste por Cristo.


Lo que sabemos por los documentos es que ni la una ni la otra corresponden a la Santa Mártir de Palestina. Espero que esto sirva para dejar ya fuera de toda duda que en las ciudades de Moquegua y Baucina se veneran santas distintas, aunque homónimas, y que nadie le ha robado la santa a nadie, ni unos tienen la “buena” ni otros tienen la “mala”. Y otra cosa sería que admitiesen que ni una ni otra tienen que ver con la Santa Fortunata palestina que viene reseñada en el Martirologio.



Martirologio Romano: En Lviv, de Ucrania, beato Román Lysko, presbítero y mártir, que durante la persecución contra la fe, siguiendo de cerca las huellas de Cristo, por su gracia llegó al reino celestial (1949).

Etimología: Román = Aquel que pertenece a Roma, viene del latín


Nació el 14 de agosto de 1914 en Horodok (Lvov). En 1938 se casó con Neonila Huniovska. El 28 de agosto de 1941 fue ordenado sacerdote(*); desarrolló su apostolado en la archieparquía de Lvov. Durante 1944 fue párroco de Belzets.


En 1946, el Gobierno soviético, que había anexado esa parte de Polonia al estallar la segunda guerra mundial, suprimió la Iglesia greco-católica y obligó a sus obispos, sacerdotes y fieles a pasar a la ortodoxia. Los Lysko se refugiaron en su pueblo natal, en Horodok.


Roman seguía ejerciendo su ministerio pastoral sin crearse problemas. Bautizaba en el patio de casa y celebraba bodas en el bosque, decía misa en los pueblos, en las casas de los fieles, con las ventanas cerradas, junto a una mesa con vodka para hacer creer que era una fiesta entre amigos, en caso de que irrumpieran los agentes de la NKVD (la policía secreta de Stalin).


Su rechazo a pasarse a la Iglesia ortodoxa le costó la cárcel en Lvov, en la que murió, a la edad de 35 años (1949), por un "paro cardíaco", la causa exacta de su muerte se desconoce, algunos prisioneros testimoniaron que fue golpeado brutalmente por sus carceleros y colocado en una rejilla incandescente. Según otra versión, fue encerrado vivo entre cuatro paredes cerradas con cemento.


Fue beatificado dentro de un grupo integrado por:


El grupo beatificado está integrado por:


Mykolay Charneckyj, Obispo, 2 abril

Josafat Kocylovskyj, Obispo, 17 noviembre

Symeon Lukac, Obispo, 22 agosto

Basilio Velyckovskyj, Obispo, 30 Junio

Ivan Slezyuk, Obispo, 2 diciembre

Mykyta Budka, Obispo, 28 septiembre

Gregorio (Hryhorij) Lakota, Obispo, 5 noviembre

Gregorio (Hryhorij) Khomysyn, Obispo, 28 diciembre

Leonid Fedorov, Sacerdote, 7 marzo

Mykola Konrad, Sacerdote, 26 junio

Andrij Iscak, Sacerdote, 26 junio

Román Lysko, Sacerdote, 14 octubre

Mykola Cehelskyj, Sacerdote, 25 mayo

Petro Verhun, Sacerdote, 7 febrero

Alejandro (Oleksa) Zaryckyj, Sacerdote, 30 octubre

Klymentij Septyckyj, Sacerdote, 1 mayo

Severijan Baranyk, Sacerdote, 28 junio

Jakym Senkivskyj, Sacerdote, 28 junio

Zynovij (Zenón) Kovalyk, Sacerdote, 30 junio

Vidal Vladimir (Vitalij Volodymyr) Bajrak, Sacerdote, 16 Mayo

Ivan Ziatyk, Sacerdote, 17 mayo

Tarsicia (Olga) Mackiv, Monja, 18 Julio

Olympia (Olha) Bidà, Suora, 28 enero

Laurentia (Leukadia) Harasymiv, Monja, 26 agosto

Volodymyr Pryjma, Laico, 26 Junio

(las fechas indicadas corresponden a las de su martirio)


(*)Los varones casados pueden ordenarse en las Iglesias católicas de rito oriental.



San Lúpulo, mártir

En la ciudad de Capua, en la Campania, san Lúpulo, mártir (s. inc.).


San Fortunato, obispo


En Todi, ciudad de la Umbría, san Fortunato, obispo, que, como relata el papa san Gregorio I Magno, demostró una abundante caridad en el cuidado de los enfermos (s. V).


Santa Manequilde, virgen


En el territorio de Châlons, en la Champagne, de la Galia, santa Manequilde, virgen (s. V).


Santo Jacobo Laigneau de Langellerie, presbítero y mártir


En Angers, en Francia, beato Jacobo Laigneau de Langellerie, presbítero y mártir, que durante la Revolución Francesa fue degollado por ser sacerdote (1794).


SAN GAUDENCIOSan Gaudencio, obispo


En Rimini, en la provincia de Emilia, san Gaudencio, obispo, que es venerado como primer pastor durante el tiempo de persecución (s. IV).


SAN DONACIANOSan Donaciano, obispo


En la ciudad de Brujas, en la Galia Bélgica, san Donaciano, obispo de Reims, cuyas reliquias se conservan en esa población (389).


SAN VENANCIOSan Venancio, obispo


En la ciudad de Luni, en la Liguria, conmemoración de san Venancio, obispo, que se ocupó del clero y de los monjes, y fue amigo del papa san Gregorio I Magno (s. VII).


SANTA ANGADRISMASanta Angadrisma, abadesa


En Beauvais, ciudad de Neustria, santa Angadrisma, abadesa del monasterio fundado por san Ebrulfo, llamado Oratorio (hoy Oroër) por poseer varios lugares de oración, de modo que se servía a Dios sin intermisión (c. 695).


BEATA ANA MARÍA ARANDA RIERABeata Ana María Aranda Riera, virgen y mártir


En la localidad de Picadero de Paterna, en la región española de Valencia, beata Ana María Aranda Riera, virgen y mártir, que durante la persecución contra la fe derramó su sangre por Cristo (1936).


Beatos Estanislao Mysakowski y Francisco Roslaniec, presbíteros y mártires


BEATOS ESTANISLAO MYSAKOWSKI y FRANCISCO ROSLANIECEn el campo de concentración de Dachau, cerca de Munich, en Baviera, de Alemania, beatos Estanislao Mysakowski y Francisco Roslaniec, presbíteros y mártires, que durante la guerra, al ser ocupada Polonia por gente contraria a Dios y a los hombres, consumaron su martirio en la cámara de gas (1942).



Martirologio Romano: En Matuta (hoy Sanremo), en la costa de la Liguria, san Rómulo, obispo de Génova, que, lleno de ardor apostólico, murió durante una visita pastoral (s. V).

Etimología: Rómulo = fundador de Roma. Viene de la lengua latina.


Cristo no vino a la tierra para ejercer un castigo, sino para que todo ser humano sea salvado, reconciliado, y descubra que Dios es amor y sólo amor.


Rómulo fue un obispo del siglo V.


El nombre mítico del fundador de Roma recorre el calendario una docena de veces.


Cuando se va estudiando su biografía, uno cae en la cuenta de que han sido mártires por defender su fe en Cristo el Señor.


El de hoy fue obispo de Génova en el siglo V.


¿Por qué se le conoce?


Hay dos característica en su vida que reflejan toda una vida que giró en torno a dos ejes fundamentales que, por otra parte, son los propios de cada cristiano:


En primer lugar, en todo cuanto hacía, pensaba y meditaba, le guiaba la luz de la fe. Sin esta lámpara encendida en su corazón no habría podido llevar a cabo lo que constituye su segundo eje.


La caridad sin límites. El amor de Dios, que ha venido para ayudar y para que todo el mundo se encuentre alegre y feliz, era el ímpetu que le lanzaba a recorrer la ciudad, las parroquias para tomar nota de las necesidades que padecían los predilectos de Dios, los pobres.


Dicen que agotado de tanto trabajo, murió en la paz de Dios. Y que desde el momento en que enterrado, su tumba comenzó a ser venerada por los genoveses y que incluso se hicieron varios milagros.


Cuando durante la invasión sarracena hubo que trasladar la sede episcopal a Villa Matutiana, se llevaron los restos de san Rómulo.


Históricamente no hay nada comprobado. Son leyendas inventadas en la Edad Media.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com



Martirologio Romano: En la localidad de Trino, en el Monferrato, beata Magdalena Panatieri, virgen, hermana de Penitencia de Santo Domingo (1503).

Muchos autores consideran el hábito de los hijos de Santo Domingo símbolo por excelencia de la caridad y entrega al servicio del prójimo. Esa idea estuvo muy generalizada en una época, y numerosas personas tomaban el hábito de la tercera orden de Santo Domingo y vivían en sus casas el espíritu de caridad característico del fundador.


Santa Catalina de Siena es un ejemplo clásico; la Beata Magdalena Panattieri constituye otro. Magdalena nació y vivió toda su vida en el pueblecito de Trino-Vercellese del marquesado de Monte Ferrato, entre el Piamonte y la Lombardía. Antes de cumplir los veinte años, Magdalena hizo voto de castidad perpetua e ingresó como terciaria de Santo Domingo, en una cofradía de jóvenes que se consagraban a las obras de piedad y beneficencia. La vida de la Beata Magdalena no tiene nada de pintoresco. Cosa extraña: Magdalena no parece haber sido víctima de ninguna persecución y pronto llegó a ser un personaje de importancia en su pueblo. La caridad con que se consagraba al cuidado de los niños pobres, en cuyo favor realizó varios milagros, le facilitaba la tarea de convertir a los pecadores. Por estos últimos oraba y se imponía continuamente nuevas penitencias; pero no vacilaba en reprenderlos severamente, sobre todo a los usureros. La beata tenía gran facilidad de palabra y empezó a dar una serie de conferencias a las mujeres y a los niños en un salón llamado "la capilla del marqués", contiguo a la iglesia de los dominicos; pronto empezaron a acudir, a las conferencias también los hombres y aun los sacerdotes y religiosos, y el superior de los dominicos solía enviar a los novicios a escuchar las fervorosas exhortaciones de Magdalena.


Gracias a los esfuerzos de la beata, los dominicos empezaron, a practicar más estrictamente la observancia. El año de 1490, el Beato Sebastián Maggi fue de Milán a Vercellese para ratificar ese movimiento de reforma. Por entonces, los dominicos estaban envueltos en un pleito con uno de los miembros del consejo de Milán. El consejero abusó tanto de su poder, que fue excomulgado por Roma. En la terrible confusión que produjo esa sentencia, un joven abofeteó públicamente a Magdalena, la cual le presentó la otra mejilla, cosa que no hizo sino enfurecer más al agresor. Los habitantes de Vercellese vieron una especie de señal del cielo en el hecho de que el violento joven,

que se llamaba Bartolomé Perduto, murió trágicamente un año más tarde, y el consejero de Milán falleció también a consecuencia de una terrible enfermedad. La beata lloró esas muertes sinceramente. Según parece, Magdalena profeetizó las calamidades e invasiones que iban a abatirse sobre el norte de Italia en el siglo XVI. Los habitantes de Vercellese, que inexplicablemente no sufrieron daño alguno, atribuyeron a la intercesión de la beata ese favor. Sin embargo, en 1639, la población fue cañoneada por los españoles y los napolitanos, y las reliquias de Magdalena fueron destruidas.


Cuando Magdalena comprendió que se aproximaba el momento de su muerte, mandó llamar a todas las terciarias, a las que se unieron muchas otras personas, y les prometió orar por ellas en el cielo, diciendo: "No podría ser feliz en el cielo, si vosotras no estuviérais ahí." La beata entregó apaciblemente el alma a Dios, en tanto que los presentes entonaban el salmo 30. Los habitantes de Trino-Vercellese veneraban a Magdalena como santa desde antes de su muerte, ocurrida el 13 de octubre de 1503. El Papa León XII confirmó el culto de la beata.











Chelidonia (Celidonia o Quelidonia), Santa
Chelidonia (Celidonia o Quelidonia), Santa

Eremita


Martirologio Romano: Cerca de Subiaco, en el Lacio, santa Quelidona o Celidona, virgen, que, como dice la tradición, durante cincuenta y dos años condujo vida solitaria y austera, dedicada únicamente a Dios, (1152).

Etimología: Chelidonia = golondrina. Viene de la lengua griega.


Esta chica, de nombre original y que no mucha gente lo lleva, disfrutaba con la soledad. Se pasó nada menos que 60 años en el monte que rodea la ciudad de Abruzzo, Italia.


Este lugar era entonces un itinerario importante para lograr la santidad, debido, en parte, a las huellas de san Benito y a su inmensa obra religiosa.


Fue aquí a donde se retiró la primera vez para llevar una vida de penitencia y oración.


Fundó doce eremitorios. Hoy queda sólo el de santa Escolástica, hermana de san Benito.


Esta joven se fue en peregrinación a Roma. A su vuelta, tomó el hábito de monja en el monasterio de santa Escolástica. Esto significa que lo hizo en la comunidad femenina más antigua de Occidente.


Su vida estuvo marcada por el silencio, la oración, la meditación y la contemplación

La muerte le sobrevino en 1152. Cuatro siglos más tarde, sus reliquias se llevaron a la iglesia de santa Escolástica, en donde se veneran.


Ahora, ya sin sus vuelos como las golondrinas de una parte para otra por el monte, se le honra como a la patrona principal de la diócesis de Subiaco.


Posiblemente, en nuestros días habría menos estrés e infartos si mucha gente dedicara algunos días a lo que hizo Chelidonia. Sería la mejor terapia para todo aquel que siente necesidad de paz interior. Y es un hecho que las hospederías de los monasterios se encuentran llenas todo el año de personas que buscan el silencio.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com



Martirologio Romano: En el lugar de Balasar, cerca de Braga, en Portugal, beata Alejandrina María da Costa, que al intentar huir de quien la perseguía con mala intención, quedó imposibilitada en todos sus miembros, encontrando en la contemplación de la Eucaristía el modo de ofrecer al Señor todos sus dolores por amor de Dios y de los hermanos más necesitados (1955).

Laica portuguesa, miembro de la Unión de Cooperadores Salesianos, apóstol del sufrimiento reparador (fecha de beatificación: 25 de abril de 2004).


Nació en Balasar, provincia de Oporto y archidiócesis de Braga (Portugal) el 30 de marzo de 1904, y fue bautizada el 2 de abril siguiente, Sábado santo. Fue educada cristianamente por su madre, junto con su hermana Deolinda. Alejandrina permaneció con su familia hasta los siete años; después fue enviada a Póvoa do Varzim, donde se alojó con la familia de un carpintero, para poder asistir a la escuela primaria, pues no había en Balasar. Allí hizo la primera comunión en 1911; el año siguiente recibió el sacramento de la confirmación.


Después de dieciocho meses, volvió a Balasar. Con su madre y su hermana se trasladó, luego, a vivir a la localidad de «Calvario», donde permaneció hasta su muerte.


Comenzó a trabajar en el campo. Su adolescencia fue muy feliz; tenía un carácter comunicativo, y era muy apreciada por sus compañeras. Sin embargo, a los doce años se enfermó: una grave infección (quizá tifoidea) la llevó a un paso de la muerte. Superó el peligro, pero a consecuencia de ello, su constitución quedó debilitada para siempre.


Cuando tenía catorce años sucedió un hecho decisivo para su vida. Era el Sábado santo de 1918. Ese día ella, su hermana Deolinda y una muchacha aprendiz realizaban su trabajo de costura, cuando se dieron cuenta de que tres hombres trataban de entrar en su casa. A pesar de que las puertas estaban cerradas, los tres lograron forzarlas y entraron. Alejandrina, para salvar su pureza amenazada, no dudó en tirarse por la ventana desde una altura de cuatro metros. Las consecuencias fueron terribles, aunque no inmediatas. En efecto, las diversas visitas médicas a las que se sometió sucesivamente diagnosticaron siempre con mayor claridad un hecho irreversible.


Hasta los diecinueve años pudo aún arrastrarse hasta la iglesia, donde, totalmente contrahecha, permanecía gustosa, con gran admiración de la gente. La parálisis fue progresando cada vez más, hasta que los dolores se volvieron horribles, las articulaciones perdieron su movimiento y ella quedó completamente paralítica. Era el 14 de abril de 1925. En los restantes treinta años de su vida Alejandrina no pudo levantarse de la cama.


Hasta el año 1928 no dejó de pedirle al Señor, por intercesión de la Virgen, la gracia de la curación, prometiendo que, si se curaba, se haría misionera. Pero, cuando comprendió que el sufrimiento era su vocación, lo abrazó con prontitud. Decía: «Nuestra Señora me ha concedido una gracia aún mayor. Primero la resignación, después la conformidad completa a la voluntad de Dios y, por último, el deseo de sufrir».


A este período se remontan sus primeros fenómenos místicos, cuando inició una vida de profunda unión con Jesús en el sagrario, por medio de María santísima. Un día que estaba sola, le vino improvisamente este pensamiento: «Jesús, tú estás prisionero en el sagrario y yo en mi lecho por tu voluntad. Nos haremos compañía».


Desde entonces comenzó su primera misión: ser como la lámpara del sagrario. Pasaba sus noches como peregrinando de sagrario en sagrario. En cada misa se ofrecía al eterno Padre como víctima por los pecadores, junto con Jesús y según sus intenciones. En la medida en que percibía de manera más clara su vocación de víctima, crecía en ella el amor al sufrimiento. Hizo el voto de hacer siempre lo que fuera más perfecto.


Del viernes 3 de octubre de 1938 al 24 de marzo de 1942, o sea, 182 veces, vivió cada viernes los sufrimientos de la Pasión. Superando su estado habitual de parálisis, bajaba del lecho y con movimientos y gestos acompañados de fortísimos dolores, reproducía los diversos momentos del vía crucis, durante tres horas y media.


«Amar, sufrir, reparar» fue el programa que le indicó el Señor. Desde 1934, por mandato de su director espiritual, ponía por escrito todo lo que le decía Jesús.


En 1936, por orden de Jesús, pidió al Santo Padre la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María. Esta súplica fue varias veces renovada hasta 1941, por lo que la Santa Sede interrogó tres veces al arzobispo de Braga sobre Alejandrina. El 31 de octubre de 1942, Pío XII consagró el mundo al Corazón Inmaculado de María con un mensaje transmitido a Fátima en lengua portuguesa. Este acto lo renovó en Roma en la basílica de San Pedro el 8 de diciembre del mismo año.


Desde el 27 de marzo de 1942, Alejandrina dejó de alimentarse, viviendo sólo de la Eucaristía. En 1943, durante cuarenta días y cuarenta noches, su ayuno absoluto y su anuria fueron estrictamente controlados por médicos en el hospital de la Foz do Douro cerca de Oporto.


En 1944 su nuevo director espiritual la animó para que siguiera dictando su diario, después de constatar la altura espiritual a la que había llegado; ella obedeció con docilidad hasta la muerte. En el mismo año 1944 Alejandrina se inscribió en la Unión de los cooperadores salesianos. Rezó y sufrió por la santificación de los cooperadores de todo el mundo.


A pesar de sus sufrimientos, seguía interesándose e ingeniándose en favor de los pobres, del bien espiritual de los parroquianos y de otras muchas personas que recurrían a ella. Promovió triduos, cuarenta horas y ejercicios cuaresmales en su parroquia.


Especialmente en los últimos años de vida, muchas personas acudían a ella incluso desde lejos, atraídas por su fama de santidad; y bastantes atribuían a sus consejos su conversión.


El 7 de enero de 1955 se le anunció que sería el año de su muerte. El 12 de octubre quiso recibir la unción de los enfermos. El 13 de octubre, aniversario de la última aparición de la Virgen de Fátima, se la oyó exclamar: «Soy feliz, porque voy al cielo». A las 19,30 expiró.


(Texto: L’Osservatore romano, edición en lengua española, 23 de abril de 2004).



San Teófilo, obispo

Conmemoración de san Teófilo, obispo de Antioquía, varón muy erudito, que ocupó esta sede como sexto sucesor de san Pedro y compuso un libro para defender la fe ortodoxa contra el hereje Marción (s. II).


Santos Fausto, Jenaro y Marcial, mártires


En Córdoba, población de la provincia hispánica de Bética, santos Fausto, Jenaro y Marcial, mártires, que adornan a la ciudad como tres coronas (s. III/IV).


San Florencio, mártir


En Tesalónica, ciudad de Macedonia, san Florencio, mártir, que, según la tradición, después de varios tormentos murió quemado vivo, (c. s. III).


San Lubencio, presbítero


En Kobern, junto al Mosela, en el territorio de Tréveris, san Lubencio, presbítero (s. IV).


San Venancio, abad


En Tours, de la Galia Lugdunense, san Venancio, abad, el cual, habiéndose casado en su juventud, al visitar la basílica de san Martín se conmovió ante la vida de los monjes y, con el permiso de su esposa, se juntó a ellos para vivir para Cristo (s. V).


San Leobono, eremita


En Salagnac, en el territorio de Limoges, en Aquitania, san Leobono, eremita (s. inc.).


San Comgano, abad


En la isla de Iona, en Escocia, sepultura de san Comgano, abad, que llegó a esta región procedente de Hibernia, junto con su hermana santa Kentigerna, los hijos de ésta y algunos misioneros (s. VIII).


San Simberto, abad y obispo


En Augsburgo, de Baviera, en Germania, san Simberto, obispo, que antes fue abad de Mürbach (c. 807).


San Geraldo, laico


En Cierges, en la región de Auvernia, en la Galia, san Geraldo, que, siendo conde de Aurillac, fue un ejemplo para los demás príncipes por haber vivido como monje con hábito secular, procurando el bien de las regiones que tenía encomendadas (909). ...[leer hagiografía]



ALEJANDRINA MARÍA DA COSTA nació en Balasar, provincia de Oporto y Arquidiócesis de Braga (Portugal) el 30 de marzo de 1904, y fue bautizada el 2 de abril siguiente, Sábado Santo. Fue educada cristianamente por su madre, junto con su hermana Deolinda. Alejandrina permaneció en familia hasta los siete años, después fue enviada a Póvoa do Varzim donde se alojó con la familia de un carpintero, para poder asistir a la escuela primaria que no había en Balasar. Allí hizo la primera comunión en 1911, y el año siguiente recibió el sacramento de la Confirmación que le administró el Obispo de Oporto.

Después de dieciocho meses volvió a Balasar y fue a vivir con su mamá y hermana en la localidad de “Calvario”, donde permanecerá hasta su muerte.


Comenzó a trabajar en el campo, teniendo una constitución robusta: tenía a raya a los hombres y ganaba lo mismo que ellos. Su una adolescencia fue muy vivaz: dotada de un temperamento feliz y comunicativo, era muy amada por las compañeras. Sin embargo a los doce años se enfermó: una grave infección (quizá una tifoidea) la llevó a un paso de la muerte. Superó el peligro, pero después de esto su físico quedará marcado para siempre.


Cuando tenía catorce años sucedió un hecho decisivo para su vida. Era el Sábado Santo del 1918. Ese día ella, su hermana Deolinda y una muchacha aprendiz realizaban su trabajo de costura, cuando se dieron cuenta de que tres hombres trataban de entrar en su habitación. A pesar de que las puertas estuviesen cerradas, los tres lograron forzarlas y entraron. Alejandrina, para salvar su pureza amenazada, no dudó en tirarse por la ventana desde una altura de cuatro metros. Las consecuencias fueron terribles, aunque no inmediatas. En efecto las diversas visitas médicas a las que se sometió sucesivamente diagnosticaron siempre con mayor claridad un hecho irreversible.


Hasta los diecinueve años pudo aún arrastrarse hasta la iglesia, donde, totalmente contrahecha, permanecía gustosa, con gran maravilla de la gente. Después la parálisis fue progresando cada vez más, hasta que los dolores se volvieron horribles, las articulaciones perdieron sus movimientos y ella quedó completamente paralítica. Era el 14 de abril de 1925, cuando Alejandrina se puso en el lecho para no levantarse más por los restantes treinta años de su vida.


Hasta el año 1928 ella no dejó de pedirle al Señor, por intercesión de la Virgen, la gracia de la curación, prometiendo que, si se curaba, se haría misionera. Pero, en cuanto comprendió que el sufrimiento era su vocación, la abrazó con prontitud. Decía: “Nuestra Señora me ha concedido una gracia aún mayor. Primero la resignación, después la conformidad completa a la voluntad de Dios, y en fin el deseo de sufrir”.


Se remontan a este período los primeros fenómenos místicos, cuando Alejandrina inició una vida de grande unión con Jesús en los Sagrarios, por medio de María Santísima. Un día que estaba sola, le vino improvisamente este pensamiento: “Jesús, tú estás prisionero en el Sagrario y yo en mi lecho por tu voluntad. Nos haremos compañía”. Desde entonces comenzó su primera misión: ser como la lámpara del Sagrario. Pasaba sus noches como peregrinando de Sagrario en Sagrario. En cada Misa se ofrecía al Eterno Padre como víctima por los pecadores, junto con Jesús y según Sus intenciones.


Crecía en ella siempre más el amor al sufrimiento, conforme su vocación de víctima se hacía sentir de manera más clara. Hizo el voto de hacer siempre lo que fuera más perfecto.


Del viernes 3 de octubre de 1938 al 24 de marzo de 1942, o sea por 182 veces, vivió cada viernes los sufrimientos de la Pasión. Alejandrina, superando su estado habitual de parálisis, bajaba del lecho y con movimientos y gestos acompañados de angustiosos dolores, reproducía los diversos momentos del Vía Crucis, por tres horas y media.


“Amar, sufrir, reparar” fue el programa que le indicó el Señor. Desde 1934 –por mandato del padre jesuita Mariano Pinho, que la dirigió espiritualmente, hasta 1941– Alejandrina ponía por escrito todo lo que cada vez le decía Jesús.


En 1936, por orden de Jesús, ella le pidió al Santo Padre, por medios del padre Pinho, la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María. Esta súplica fue varias veces renovada hasta 1941, por lo que la Santa Sede interrogó por tres veces al Arzobispo de Braga sobre Alejandrina. El 31 de octubre de 1942 Pío XII consagró el mundo al Corazón Inmaculado de María con un mensaje transmitido a Fátima en lengua portuguesa. Este acto lo renovó en Roma en la Basílica de San Pedro el 8 de diciembre del mismo año.


Desde el 27 de marzo de 1942 en adelante Alejandrina dejó de alimentarse, viviendo sólo de Eucaristía. En 1943 por cuarenta días y cuarenta noches fueron estrictamente controlados por excelentes médicos su ayuno absoluto y su anuria, en el hospital de la Foz do Douro cerca de Oporto.


En 1944 su nuevo director espiritual, el salesiano padre Humberto Pasquale, animó a Alejandrina, para que siguiera dictando su diario, después que constató la altura espiritual a la que había llegado; lo que ella hizo con espíritu de obediencia hasta la muerte. En el mismo año 1944 Alejandrina se inscribió a la Unión de los Cooperadores Salesianos. Quiso colocar su diploma de Cooperadora “en donde pudiera tenerlo siempre a la vista”, para colaborar con su dolor y con sus oraciones a la salvación de las almas, sobre todo juveniles. Rezó y sufrió por la santificación de los Cooperadores de todo el mundo.


A pesar de sus sufrimientos, ella seguía además interesándose e ingeniándose en favor de los pobres, del bien espiritual de los parroquianos y de otras muchas personas que recurrían a ella. Promovió triduos, cuarenta horas y ejercicios cuaresmales en su parroquia.


Especialmente en los últimos años de vida, muchas personas acudían a ella aún de lejos, atraídas por su fama de santidad; y bastantes atribuían a sus consejos su conversión.


En 1950 Alejandrina festeja el XXV aniversario de su inmovilidad. El 7 de enero de 1955 se le anuncia que éste será el año de su muerte. El 12 de octubre quiso recibir la unción de los enfermos. El 13 de octubre, aniversario de la última aparición de la Virgen de Fátima, se la oyó exclamar: “Soy feliz, porque voy al cielo”. A las 19,30 expiró.


En 1978 sus restos fueron trasladados del cementerio a la iglesia parroquial de Balasar, donde hoy – en una capilla lateral – reposa el cuerpo de Alejandrina. Sobre su tumba se leen estas palabras que ella quiso: “Pecadores, si las cenizas de mi cuerpo pueden ser útiles para salvaros, acercaos, pasad sobre ellas, pisadlas hasta que desaparezcan. Pero ya no pequéis; no ofendáis más a nuestro Jesús!”. Es la síntesis de su vida gastada exclusivamente para salvar las almas.


En Oporto en la tarde del día 15 de octubre las florerías se vieron privadas de rosas blancas: todas fueron vendidas. Un homenaje floral a Alejandrina, que había sido la rosa blanca de Jesús.


Fue beatificada el 25 de abril de 2004.


Si usted tiene información pertinente para la canonización de la beata Alejandrina, contactar a:

Paróquia de Sta. Eulalia, Rua Alexandrina Maria da Costa, 21, 4570-017 Balasar PVZ, PORTUGAL;


o


Padres Salesianos, rua Saraiva de Carvalho 275, 1399-020 Lisboa, PORTUGAL


Reproducido con autorización de Vatican.va











Nuestra Señora del Pilar
Nuestra Señora del Pilar

Fiesta

Octubre 12




Etimológicamente significa “ pila”. Viene de la lengua latina.


Este nombre, uno de los más abundantes en España tiene un origen curioso. Fue la misma Virgen María la que se apareció al apóstol Santiago que estaba desanimado mientras evangelizaba la patria española.


Se le apareció en carne mortal cuando, junto al Ebro, y sentado en una piedra o pila quería llegar hasta otros lugares predicando la Buena Nueva del Evangelio.


Santiago llevaba inscritas en su corazón las últimas recomendaciones de Jesús:"Id por todo el mundo predicando el Evangelio y bautizando a la gente en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo".


Con el paso del tiempo, los zaragozanos le hicieron una inmensa y preciosa basílica levantada en su honor en el primer milenio, aunque haya sufrido muchas reformas arquitectónicas.


Hay que tener en cuenta que España ha sufrido muchas invasiones, pero es seguro que ya existía en la época de los Visigodos.


Dicen que la misma Virgen le dejó una imagen como recuerdo del inolvidable encuentro. Y el mandato de que le construyera allí un templo.


Según dice la Tradición, esto sucedía en el año 40. Científicamente no está nada comprobado a nivel de papeles. Sin embargo, el testimonio vivo de tantos miles y miles de personas que van en peregrinación a este santo lugar mariano, demuestran fehacientemente que la fe no viene del aire sino de personas que, generación tras generación, viven su devoción a la Virgen de forma continuada.


Juntamente con el sepulcro de Santiago en Galicia y el Pilar de Zaragoza son dos polos de espiritualidad palpable en España y con proyección a todo el universo.


Hoy es la fiesta nacional en España y también el día de la Hispanidad. Las banderas de las naciones sudamericanas llenan este lugar. En la misa de hoy se leen estas palabras:"La devoción al Pilar tiene una gran repercusión en Iberoamérica, cuyas naciones celebran la fiesta del descubrimiento de América en este día".


¡Felicidades a las personas que lleven este nombre!


Si quieres saber más consulta


El Pilar de Nuestra Fe de Jesús Martí Ballester


La virgen del Pilar




Octubre 12






Etimológicamente significa “amable”. Viene de la lengua latina.


El cristiano verdadero se distingue porque en su diario acontecer todo lo mira bajo el prisma de su gran Amigo y compañero Jesús. “Donde vaya, estoy con él”.


La vida de este joven del siglo IX. La literatura de aquellos años se dedicaba mucho a escribir sobre el bello y fantástico mundo de la amistad.

No es de extrañar que también se hiciese entre la amistad de los santos.


Amigo tenía un amigo llamado Amelio, que tiene la misa raíz y etimología. Eran hijos de dos familias nobles que nacieron el mismo día y en el mismo lugar.


También fueron bautizado al mismo tiempo por el Papa en Roma. Se distanciaron hasta que, ya mayores, decidieron ponerse al servicio del emperador Carlomagno.


Amelio fue acusado de haber seducido a la hija del emperador. Para pagar su pena, no le quedaba otra salida que el duelo.


Entonces se presentó Amigo para hacerlo en su lugar y lo ganó.


El emperador se alegró de que su hija salvara su honor. Amigo se había expuesto demasiado por salvar a su amigo y tuvo que acudir a triquiñuelas inimaginables.


El hecho es que se juntaron de nuevo los dos viejos amigos. Amigo cogió la lepra y la mujer lo echó de casa.


Se fue al castillo de su amigo Amelio. Este le curó. Se sintió feliz y acogido como un hermano. Eso es la amistad.


Hubo una guerra entre los Francos y los Lombardos. En ella murieron Amigo y Amelio. El propio emperador mandó que sus cuerpos se conservaran en dos sarcófagos distintos y en dos iglesias. Al día siguiente sin saber cómo, los dos féretros aparecieron juntos y en la misma iglesia, en la de san Albino en Montara, Italia.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!




Nací en un pequeño pueblo de las Marcas, en la Italia central, donde todas las casas, como si fueran girasoles, están abiertas al sol. Fue en 1540, cuando en toda la región comenzaba a estabilizarse la Reforma Capuchina. Sin embargo yo no conocí a los frailes hasta que entré en el noviciado.

Era el segundo de cuatro hermanos, y mi padre era albañil. Como la economía no iba demasiado boyante, pronto tuvo que echar mano de nosotros para que le ayudásemos. Mi hermano mayor se fue a trabajar con él; y a mí, como era debilucho y algo torpe, me mandó con un campesino para que le cuidara el rebaño. Un trabajo fácil y agradable, sobre todo porque me dejaba mucho tiempo para rezar y pensar en mis cosas.


Esta afición mía por la soledad y la oración me creó una fama de milagrero que yo no veía justificada. Todo empezó cuando en uno de los viajes a Loreto, mientras mis compañeros se pararon en la orilla del río en espera de que disminuyese el caudal, yo lo crucé sin mojarme. Y es que hay que conocer los vados y saber pasar los ríos.


Cuando murió mi padre, mi hermano me reclamó para que le ayudara. Sabía muy bien que no podría hacerme un albañil, pero se empeñó en que fuera, al menos, un peón. Sin embargo fracasó. Por mucho que intentó enseñarme el oficio, no consiguió nada. A lo más que llegué fue a traerle cubos de agua y ladrillos. Él, como es lógico, se enfadaba y me daba algún que otro pescozón; yo lo comprendía y me callaba.


Aquella vida me aburría y soñaba con desiertos, ayunos y penitencias, según había leído en las vidas de los ermitaños. Pero no fue necesario irme tan lejos. Una amiga me manifestó que conocía «una religión santa, en la que podía hacerme santo»: los Capuchinos.


El Señor me hizo torpe


Cuando me presenté en el convento para hacer el noviciado, muy pocas cosas dejaba atrás; hasta el punto que le dije al guardián: «Sólo tengo un crucifijo y un rosario; pero con éstos espero ayudar a los frailes y hacerme santo». Y me admitieron.


Mi convivencia con los frailes fue un calvario, ya que seguía igual de inseguro, poco mañoso y torpe para el trabajo. Por mucho que me esforzara no conseguía hacer nada a derechas, lo que motivaba que me reprendieran y humillaran. Tanto me costaba soportar mi torpeza, que estaba dispuesto a dejar el convento y marcharme al desierto.


Sin embargo reflexioné y se me hizo la luz. Tenía que aceptar mi torpeza para el trabajo y mi capacidad para conectar a la gente con Dios. De ahí que tuviera que acoger, incluso con cariño, las justas reprimendas de los superiores cuando me salían mal las cosas, y trabajar para que la gente fuera feliz al encontrarse con Dios.


Pero me dio la gracia de ayudar a los demás


Esto me lo encontraba hecho, hasta el punto de correrse la voz de que yo hacía milagros, cuando en realidad lo que hacía era convencerlos para que confiaran en el Señor. Lo que pasara después ya no dependía de mí, pero la gente me lo atribuía.


Una vez vino un matrimonio joven, con una niña muda de nacimiento, pidiéndome que la curara. Yo les insinué que fueran a la capilla del Santísimo y rezaran. Al cabo de un rato me acerqué para darle a la niña un ramito de flores, y en plan jocoso le dije a la pareja: «Esta niña va a hablar más que una cotorra». Y así sucedió. Se le fue soltando la lengua hasta el punto de que, muchas veces, había que hacerla callar, de tanto que hablaba.


Los casos se multiplicaban, y la gente venía en busca de ayuda para sus necesidades. Yo me veía abrumado ante tanta demanda de milagros, pero hacía lo que buenamente podía: darles confianza y acercarlos al Señor. Hasta tal punto se complicó la cosa que el guardián me prohibió hacer tanto prodigio, cuando el primer asombrado era yo.


Pero no vayáis a creer que me dedicaba solamente a «hacer milagros». En los distintos conventos por los que pasé ayudaba también en los trabajos de la casa, pero mi relación con la gente, bien al salir a pedir limosna, o porque ellos venían a visitarme al convento, ocupaba mucho tiempo.


El secreto de mi disponibilidad para atenderles estaba en el ejemplo de Jesús; de ahí que me pasara grandes ratos en la iglesia pidiendo por los demás, incluso por la noche, cuando las puertas de la muralla estaban cerradas y la gente que se había quedado fuera venía al convento a pedir hospedaje.


Y así transcurrió mi vida, hasta que un 12 de octubre, el de 1604, los niños, que junto con las flores era lo que más quería, empezaron a gritar por el pueblo: «Ha muerto el santo, ha muerto el santo». Y ese santo era yo.



La historia cuenta que en el año 1717, El gobernador de Sao Paulo y Minas Gerais, don Pedro de Almeida y Portugal, Conde de Assumar, pasó por la villa de Guaratinguetá camino a villa Rica. Por tal motivo, los pobladores del lugar, queriendo agasajar al invitado, solicitaron a tres pescadores, Domingos Garcia, Filipe Pedroso e João Alves, una provisión de peces.

Estos hombres se encontraban en el río Paraiba, arrojando sus redes en el agua, cuando de repente al levantar una de ellas, encontraron una figura rota de terracota de la Virgen de la Concepción, de tan solo 36 cm. Primero hallaron el cuerpo y al arrojar otra vez la red lograron ubicar la cabeza. Luego del suceso, la pesca, que hasta ese momento había sido escasa, fue tan abundante, que tuvieron que volver a la costa por el peso que tenían sus pequeñas embarcaciones.


Uno de los pescadores llevó la imagen a su casa y le realizó un pequeño altar, unos años después crearon un oratorio, lugar que era visitado por todos los lugareños.

El 5 de mayo de 1743, se comenzó a construir un templo, que se inauguró el 26 de julio de 1745, venerando a la Virgen bajo la invocación de Nuestra Señora Aparecida.


El pueblo de Nuestra Señora Aparecida se encuentra a unos cuantos kilómetros de Guaratinguetá, villa del Estado de Sao Paulo.


Se ignora completamente como es que la imagen fue a parar al río, pero si se conoce su autor, un monje de Sao Paulo, llamado Frei Agostino de Jesús quien la moldeo en el año 1650.


La Virgen es de color moreno y esta vestida con un manto grueso bordado, sus manos se ubican en el pecho en posición de oración, fue coronada solemnemente en 1904, por don José de Camargo Barros, obispo de Sao Paulo.


El 16 de julio de 1930, Pío XI la declaró a Nuestra Señora Aparecida patrona de Brasil. El día 4 de julio de 1980, el Papa Juan Pablo II visito el santuario y le dio el título de Basílica.



Hermanos Franciscanos

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