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Moisés, Santo
Moisés, Santo

Profeta del Antiguo Testamento

Febrero 24




Salvado de las aguas. Criado junto al Faraón. Elegido para salvar a su pueblo. Instrumento de Dios en las plagas. Caudillo desde el mar Rojo. Y ya en el desierto, el hombre de la Alianza: Amigo de Dios, padre del pueblo, legislador, juez, guerrero, libertador...


Es el hombre fuerte como un titán que se resiste a aceptar las debilidades de su pueblo.


Dios permite su fracaso. Viendo ya la Tierra Prometida, muere con la esperanza incumplida de entrar en la tierra de Canaán.


El que extendió su mano en el mar y lo secó o hizo brotar agua de la roca en el desierto, o consiguió de Dios el maná y las codornices para quitar la hambruna no disfruta su máximo proyecto humano: entrar en la Tierra de Promisión.


El sinsabor de la derrota humana es permitido por Dios para que reconozcamos nuestra flaqueza. El fracaso en lo humano marca la dependencia del creador.



Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Máximo, en vía Salaria Nueva, sepultura de san Bonifacio I, papa, que trabajó para solucionar muchas controversias sobre disciplina eclesiástica (422).

Etimología: Bonifacio = que hace el bien. Viene de la lengua latina.


Elegido el 28 diciembre del 418; falleció en Roma, el 4 de septiembre del 422. Poco se conoce de su vida previa a su elección. El "Liber Pontificalis" lo llama un romano, e hijo del presbítero Jocundus. Se cree que ge ordenado por el Papa Damasus I (366-384) y que fue representante de Inocencio I en Constantinopla (c. 405).


A la muerte del Papa Zosimus, la Iglesia Romana entró en el quinto de sus cismas, con el resultado de dobles elecciones papales que perturbaron su paz durante las primeras centurias. Poco después de las exequias de Zosimus, el 27 diciembre, 418, una facción del clero romano formada principalmente por diáconos, tomó la basílica de Lateran y eligió como papa al Archidiácono Eulalius. El alto clero intentó entrar, pero fue violentamente rechazado por una chusma de partidarios de Eulalian.


Al día siguiente, ellos se reunieron en la iglesia de Theodora y eligieron como Papa, contra su voluntad, al anciano Bonifacio, un sacerdote muy estimado por su caridad, conocimientos, y buen carácter. El domingo 29 diciembre, fueron consagrados los dos, Bonifacio en la Basílica de San Marcelo, apoyado por nueve obispos provinciales y unos setenta sacerdotes; Eulalius en la basílica de Lateran en presencia de los diáconos, unos pocos sacerdotes y el Obispo de Ostia que fue convocado desde su lecho de enfermo para ayudar en la ordenación. Los dos procedieron a actuar como papas, y Roma comenzó a vivir en una tumultuosa confusión por el ruido producido por las facciones de ambos rivales. El Prefecto de Roma, Symmachus, hostil a Bonifacio, informó el problema al Emperador Honorius de Ravenna, y aseguró la confirmación imperial de la elección de Eulalius. Bonifacio fue expulsado de la ciudad. Sus partidarios, sin embargo, lograron hacerse oír por el emperador que convocó a un sínodo de obispos italianos en Ravenna para reunir a los papas rivales y discutir la situación (febrero, marzo, 419). Incapaz de alcanzar una decisión, el sínodo tomó unas pocas decisiones prácticas pendientes hasta un concilio general de obispos italianos, galos y africanos, a ser convocados en mayo para solucionar la dificultad. Pidió que ambos demandantes dejaran Roma hasta que se alcanzara una decisión, y prohibió el retorno bajo pena de condenación. Como Pascua, el 30 de marzo, estaba acercándose, Achilleus, Obispo de Spoleto, fue delegado para encabezar los servicios Pascuales en la vacante sede romana. Bonifacio fue enviado, aparentemente, al cementerio de Santa Felicitas en la Vía Salaria, y Eulalius a Antium. El 18 marzo, Eulalius volvió audazmente a Roma, reunió a sus partidarios avivando nuevamente la disputa, y rechazó con desprecio las órdenes del prefecto para dejar la ciudad; tomó la basílica de Lateran el sábado Santo (29 marzo), decidido a presidir las ceremonias pascuales. Las tropas imperiales fueron convocadas para deponerlo y hacer posible para Achilleus dirigir los servicios. El emperador, profundamente indignado con estos procedimientos, se negó a considerar nuevamente las demandas de Eulalius reconociéndose a Bonifacio como Papa legítimo (3 de abril, 418). Este último volvió a Roma el 10 abril y ge aclamado por el pueblo. Eulalius fue designado Obispo de Nepi en Toscana o de alguna sede en Campania, según los contradictorios datos de las fuentes del "Liber Pontificalis". El cisma había durado quince semanas. A comienzos de 420, la crítica enfermedad del papa, animó a los partidarios de Eulalius a hacer otro intento. Ya recuperado, Bonifacio pidió al emperador (1o. de julio, 420) prever alguna manera de evitar un nuevo cisma en el caso de su muerte. Honorius promulgó una ley estableciendo que, en el caso de elecciones Papales disputadas, no debe reconocerse ningún candidato, y debe efectuarse una nueva elección.


El reino de Bonifacio fue marcado por el gran celo y actividad en organizar la disciplina y la autoridad. Revirtió la política de su predecesor de dotar a ciertos obispos Occidentales con poderes extraordinarios del vicariato papal. Zosimus había dado a Patroclus, Obispo de Arles, extensa jurisdicción en las provincias de Viena y Narbonne, y lo había hecho intermediario entre estas provincias y la Sede Apostólica. Bonifacio disminuyó estos derechos primados y restauró los poderes metropolitanos de los obispos principales de provincias. Así él respaldó a Hilary, Arzobispo de Narbonne, en su elección de un obispo de la sede vacante de Lodeve, contra Patroclus que intentó designar a otro (422). Así, también, insistió para que Maximus, Obispo de Valencia, fuera juzgado por sus supuestos crímenes, no por un primado, sino por un sínodo de obispos galos, y prometió sostener su decisión (419). Bonifacio tuvo éxito en las dificultades de Zosimus con la Iglesia africana con respecto a las apelaciones a Roma y, en particular, en el caso de Apiarius. El Concilio de Cartago, habiendo escuchado las presentaciones de los delegados de Zosimus, envió a Bonifacio el 31 mayo, 419, una carta en respuesta al commonitorium de su predecesor. Declaraba que el concilio había sido incapaz de verificar los cánones que los delegados habían citado como de Nicena, pero que más tarde resultaron ser de Sardican. Estaba de acuerdo, sin embargo en observarlos hasta que pudiera efectuarse la comprobación. Esta carta se cita a menudo para ilustrar la actitud desafiante de la Iglesia africana ante la Sede Romana. Un estudio imparcial de la misma, sin embargo, debe llevar a una conclusión no más extrema que la de Dom Chapman: "fue escrita con considerable irritación, aunque en un muy estudiado tono moderado"(Revisión de Dublín. Julio, 1901, 109-119). Los africanos estaban irritados ante la insolencia de los delegados de Zosimus y se indignaron por ser instados a obedecer leyes que pensaron no tenían una consistente fuerza en Roma. Esto ellos se lo manifestaron a Bonifacio directamente; todavía, lejos de repudiar su autoridad, le prometieron obedecer las leyes sospechosas, mientras que reconocieron la función del Papa como guardián de la disciplina de la Iglesia. En 422 Bonifacio recibió la apelación de Anthony de Fussula que, a través de los esfuerzos de San Agustín, había sido depuesto por un sínodo provincial de Numidia, y decidió que debía ser restaurado en el caso de que su inocencia se estableciera. Bonifacio apoyó ardientemente a San Agustín en su combate contra el Pelagianismo. Habiendo recibido dos cartas de Pelagian que calumniaban a Agustín, se las envió. En reconocimiento de esta lealtad Agustín dedicó a Bonifacio su respuesta, contenida en "Contra das Epístolas Pelagianoruin Libri quatuor".


En el Este, mantuvo celosamente su jurisdicción sobre las provincias eclesiásticas de Illyricurn, sobre las que el Patriarca de Constantinopla estaba intentando afianzar el mando a causa de volverse una parte del imperio Oriental. El Obispo de Thessalonica había sido constituido vicario papal en este territorio, mientras ejercía su jurisdicción por encima de los metropolitanos y obispos. Por las cartas a Rufus, el titular contemporáneo de la sede, Bonifacio vigiló estrechamente los intereses de la iglesia de Illyrian e insistió en la obediencia a Roma. En 421, el descontento expresado por ciertos obispos, a causa de la negativa del Papa para confirmar la elección de Perigines como Obispo de Corinto a menos que el candidato fuera reconocido por Rufus, sirvió como pretexto para que el joven emperador Theodosius II concediera el dominio eclesiástico de Illyricurn al Patriarca de Constantinopla (14 julio, 421). Bonifacio protestó ante Honorius por la violación de los derechos de su sede, y prevaleció sobre él, que instó a Theodosius para que rescinda su promulgación. La ley no fue promulgada, pero permaneció en los códigos de Theodosian (439) y Justiniano (534) y causó muchos problemas a los papas subsiguientes. Por una carta del 11 marzo, 422, Bonifacio prohibió la consagración en Illyricum de cualquier obispo que Rufus no hubiera reconocido. Bonifacio renovó la legislación del Papa Soter, prohibiendo a las mujeres tocar los sagrados linos o intervenir en el quemado de incienso. Dio fuerza a las leyes que prohibían a los esclavos ser clérigos. Fue enterrado en el cementerio de Maximus en la Vía Salaria, cerca de la tumba de su favorito, San. Felicitas en cuyo honor y en gratitud por su ayuda, le había erigido un oratorio encima del cementerio que lleva su nombre.



Martirologio Romano: Memoria de san Moisés, profeta, a quien Dios eligió para liberar al pueblo oprimido en Egipto y conducirlo a la tierra de promisión. También se le reveló en el monte Sinaí, diciéndole: «Yo soy el que soy», y le propuso la ley para regir la vida del pueblo elegido. Murió lleno de días en el monte Nebo, en tierra de Moab, a las puertas de la tierra de promisión.

Etimología: Moisés = salvado de las aguas. Viene de la lengua hebrea y egipcia.


Moisés juntamente con Abraham son los dos personajes centrales del Antiguo Testamento. Es el libertador del pueblo elegido, y el mediador de la Alianza renovada en el Sinaí, y conforme a ella es el organizador de la teocracia hebrea. Tal fue su importancia en la historia de Israel que muchas veces el Mesías es concebido como una reencarnación del gran "Profeta" por antonomasia del Antiguo Testamento. Los días del Éxodo habían quedado como los tiempos heroicos de la historia israelita y el principal protagonista de las gestas, Moisés, quedó en la memoria de todas las generaciones como el amigo de Dios por excelencia.


Su mismo nacimiento está ya marcado con el signo de la predilección divina. Oriundo de la tribu de Leví, fue abandonado por su madre en una cestilla de juncos en el Nilo. La persecución de los israelitas había llegado a su punto culminante, y las madres hebreas tenían que deshacerse de sus hijos varones, cuya extinción estaba decretada por las autoridades egipcias. Son los tiempos de reacción contra los semitas. Habían pasado los años de la dominación de los Hiksos, de origen asiático, que protegían a los extranjeros oriundos de Canaán y Fenicia, porque les ayudaban a mantener sujetos a los egipcios. José, el cananeo descendiente de Jacob, había logrado escalar al amparo de esta situación de privilegio para los semitas, las más altas dignidades del Estado egipcio. A su sombra los hebreos habían prosperado desmesuradamente en la parte oriental del Delta, de tal forma que llegaron a crear un problema a los mismos nativos súbditos del faraón. Al subir otra dinastía, de procedencia netamente egipcia, se generalizó una política de persecución contra los extranjeros semitas, que habían colaborado con los odiados Hiksos. Víctimas de esta política sectaria fueron entre otros los hebreos, que pacíficamente se dedicaban a la cría de rebaños en Gesen. La opresión sobrepasaba toda medida, y Dios iba a intervenir milagrosamente para salvar a su pueblo vinculado a la promesa de bendición hecha al gran antepasado Abraham. Para ello había de preparar al instrumento de su especial providencia. La Biblia recalca estas intervenciones milagrosas de Dios en la vida de Moisés. El niño fue recogido por una princesa egipcia, que se lo llevó a la corte del faraón como hijo adoptivo, dándole el nombre de "Mossu" o Moisés, que en egipcio parece significar simplemente niño. Allí creció formado conforme a la exquisita educación cortesana. El alma egipcia se distingue por su delicadeza y bondad. Conocemos muchas composiciones literarias llenas de belleza estilística y de grandes pensamientos. Quizá el niño hebreo tuvo entre sus manos las maravillosas "Enseñanzas de Amenhemec", que dejarán huella en la literatura sapiencial hebraica.


La vida de Moisés en la corte era muelle y distraída entre cantos de harpistas y recitaciones de versos por los escribas. Pero en sus oídos resonaban los gritos de dolor de sus compatriotas que estaban empleados en trabajos forzados en la construcción de una ciudad residencial que llevará el nombre de su fundador Ramsés II. Los capataces egipcios imponían horas agotadoras de trabajo y manejaban el bastón con demasiada frecuencia. Por otra parte los nativos despreciaban a sus compatriotas y les hacían la vida imposible. Un día el joven cortesano Moisés vio que un egipcio estaba abofeteando a un compatriota. La sangre le hirvió en las venas, y en un momento de furor mató al egipcio agresor. Para evitar consecuencias enterró su cadáver en la arena. Pero el hecho trascendió, pues su compatriota, al que había ayudado, le delató ante la opinión pública. El asunto era muy grave, y Moisés tuvo que abandonar la corte para no caer en manos de la policía egipcia. La península del Sinaí con sus estepas era el mejor lugar para huir a las pesquisas de los egipcios. Saliendo de la zona oriental del Delta, donde estaba la corte del faraón, le bastaban unas horas de camino para encontrarse ya en terreno de nadie.


El joven hebreo debió adaptarse a la nueva vida, muy distinta de la complicada de la corte faraónica. Durante años su género de vida será la del beduino que conduce sus rebaños de un lugar a otro en busca de pastos. Pronto entró en relaciones con un jeque-beduino, que como Melquisedec era también sacerdote de su tribu. De su experiencia se aprovechará más tarde para organizar la vida civil de los israelitas. El momento culminante de la vida trashumante de Moisés por las estepas sinaíticas es aquel en que el Dios de Israel se le apareció en una zarza ardiendo, con la declaración solemne: "Yo, soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob". Desde ese momento Moisés tendrá que hacerse cargo de una ardua misión, la de salvar a sus compatriotas de la opresión egipcia. Sin duda que Moisés había oído entre los suyos de las bendiciones especiales que su Dios había prometido a sus antepasados, los gloriosos patriarcas Abraham, Isaac y Jacob. Ahora Dios se declaró solemnemente vinculado a sus legendarios padres. Pero el nombre de "Dios (Elohim) de Abraham..." le parece demasiado genérico para en nombre suyo presentarse como el liberador de sus compatriotas, y así preguntó a Dios por su nombre específico, que autenticara su misión. En su estancia entre los egipcios había oído hablar de los diversos nombres de sus dioses, y por eso ahora quiere que su "Dios" le revele el nombre concreto que defina su personalidad. La respuesta por parte de Dios no pudo ser más evasiva: a la pregunta inquisidora llena de vana curiosidad "¿Tú quién eres?" respondió: "¡Yo soy el que soy!". Dios quiso rodear de misterio su nombre para que no se le materializara concibiéndole de un modo sensible conforme a cualquier noción basada en la imaginación, En adelante "El que es" ("Yahvé") será la mejor definición de la trascendencia divina. En el Decálogo se prohibirá representar sensiblemente al Dios de los israelitas, que se ha querido definir misteriosamente como: "El que es".


Ahora empieza una nueva etapa de la vida de Moisés. Por orden de su Dios debe volver a Egipto para convencer al faraón de la necesidad de que el pueblo israelita salga hacia el desierto. En los planes de Dios Israel debe aislarse de los otros pueblos hasta adquirir una nueva conciencia religiosa y nacional. En los años de estancia en el país del Nilo se había contaminado con los cultos idolátricos y era preciso despertar en él la añoranza de sus antiguas tradiciones patriarcales en tierra de Canaán, que les iba a ser entregada como heredad. Para ello nada mejor que llevarle a las estepas del Sinaí para hacerle olvidar las idolatrías de Egipto e ilusionarle con la "tierra que mana leche y miel de Canaán. El cometido de Moisés es difícil. El faraón se resistía a desprenderse de aquellos semitas que necesitaba para sus obras de construcción. Por fin, después de los milagros de las plagas permitió que los israelitas se fueran al desierto. Moisés decidió la marcha y en el mes de Abib (Nisán) sus compatriotas celebraron la fiesta agrícola de la Pascua, que este año tenía carácter de despedida, y había de quedar como recuerdo de la liberación de la opresión egipcia. Los israelitas salieron furtivamente con los despojos de los egipcios camino del desierto.


El éxodo no quedó desapercibido. El faraón revocó su permiso y envió un destacamento armado para obligarles a volver. La suerte estaba echada, y Moisés no permitió a los suyos el retorno, y así les animó a correr hacia la estepa, pero llegó un momento en que no pudieron avanzar. Ante ellos se extendía una laguna de agua que les cerraba el paso. De nuevo la intervención taumatúrgica de Moisés salvó la situación. Yahvé envió un viento huracanado, y el agua se retiró de forma que los hebreos pudieron pasar a pie enjuto, Detrás el ejército del faraón entró en su persecución sin apercibirse de la anomalía de la retirada del agua, creyendo fuera la retirada normal de la marea; pero, cuando los israelitas habían pasado, el agua volvió de nuevo y anegó a los soldados y carros del faraón. Es el gran portento del paso del mar Rojo, que será el símbolo de la protección de Yahvé a su pueblo. Durante generaciones los israelitas contarán el gran milagro, que había tenido lugar allá en tiempos de los faraones de la XIX dinastía (s. XIII a. de J. C.).


Pasado el mar Rojo los hebreos se adentraron en la península sinaítica, hasta llegar a una gran montaña, que también iba a tener eco en la tradición israelita. La nueva legislación que iba a enmarcar la teocracia hebrea surgiría en la cima de ese monte donde Yahvé se manifestó a Moisés como "un amigo a otro amigo". Allí se establecieron, en efecto, las bases de la nueva teocracia: de un lado Israel debía reconocer a Yahvé como Dios único, comprometiéndose a guardar sus preceptos, y de otro Yahvé prometía protegerle como pueblo a través de la historia. Sin embargo, este pacto fue roto muchas veces ya en los días de la peregrinación en el desierto. El pueblo hebreo siguió con su propensión a la idolatría, levantando al pie del Sinaí un becerro de oro para adorarle. En la marcha a través del desierto Israel se mostró como pueblo de dura cerviz. Se multiplicaban los milagros (el maná, las codornices, el agua de la roca), pero a la primera contrariedad los hebreos querían abandonar a su Dios y volverse a Egipto. Es el caudillo Moisés el que tuvo que hacer frente a esta obstinación materialista. Durante una generación su vida estuvo consagrada a modelar el alma nacional y religiosa de un pueblo rudo y recalcitrante, y cuando se hallaba ya para entrar en la tierra de promisión murió, haciendo sus últimas recomendaciones de fidelidad a Yahvé. Por una falta misteriosa que la Biblia no especifica, el gran libertador de los israelitas fue privado de entrar en Canaán, término de la larga peregrinación por el desierto.


Su recuerdo permaneció vivo en el pueblo de Israel. "No hubo nunca más en Israel un profeta como Moisés, a quien Yahvé conoció cara a cara". Es la síntesis que de él hace el autor del Deuteronomio. Su obra, la "Ley" constituyó la base de la vida religiosa y política del pueblo elegido hasta los tiempos del Mesías. Jesucristo dirá que no vino a abolirla, sino a perfeccionarla en su pleno sentido espiritualista y ético. Es la mejor consagración de una obra legislativa que giraba en torno al destino excepcional de un pueblo del que había de salir el Salvador del mundo. En la visión del Tabor, Moisés —símbolo de la Ley del Antiguo Testamento—, y Elías —símbolo del profetismo— hacen la escolta de honor al Dios-Mesías. Por eso la Iglesia cristiana, que se considera la heredera del "Israel de las promesas", ha sentido siempre una gran veneración por el gran Legislador y Profeta del Antiguo Testamento.



Martirologio Romano: En Herzfeld, de Sajonia (Alemania), santa Ida, viuda del duque Ecberto, insigne por su asidua oración y caridad para con los pobres.

Etimología: Ida = la que es laboriosa, del germánico


Santa Ida de Herzfeld era bisnieta de Carlomagno y creció en su corte.


Por arreglo del emperador, se casó con Lord Egbert (Ecberto). Tuvo un hijo: Warin, que entró como monje en Corvey.


Se quedó viuda en 811, siendo muy joven. No se volvió a casar, y dedicó el resto de su vida al cuidado de los pobres.


Hizo construir una iglesia en Hofstadt, Westfalia, y el convento de Herzfeld. Murió en 813 por causas naturales; la enterraron en el convento de Herzfeld.


Fue canonizada el 26 de noviembre de 980.



Martirologio Romano: En Chalons-sur-Saone, en la Galia Lugdunense, san Marcelo, mártir (s. III-IV)

Etimología: Marcelo = pequeño martillo, del latín


La matanza de los mártires de Lyon, con el obispo San Potino a la cabeza, tuvo lugar durante la persecución de Marco Aurelio, en el año 177. Fue por entonces cuando Marcelo, un sacerdote, recibió un aviso del cielo como dice su "passio" y consiguió escapar de la muerte y refugiarse en Chalon-sur-Saône.


Ahí recibió hospedaje por parte de un pagano y, en cuanto Marcelo vio que su benefactor quemaba incienso ante las imágenes de Marte, Mercurio y Minerva, se propuso demostrarle su error y tras una serie de pláticas, le convirtió al cristianismo.


Cierto día, Marcelo emprendió un viaje hacia al norte y en el camino se encontró con la comitiva del gobernador Prisco, quien le invitó a un banquete en su casa. Marcelo aceptó en convite y se trasladó a la casa del gobernador; pero al caer en la cuenta de que Prisco y sus invitados se disponían a realizar algunos ritos religiosos paganos, se disculpó de tomar parte en la celebración, porque él era cristiano.


Semejante declaración causó estupor entre los presentes que, indignados, se precipitaron sobre el sacerdote para matarle ahí mismo, mediante el feroz procedimiento de atarle a dos troncos de árboles jóvenes doblados y mantenidos en tensión para que, al soltarlos, desmembraran al mártir.


El gobernador ordenó a Marcelo que hiciese un acto de adoración ante una estatua de Saturno y como el sacerdote se negó rotundamente, Prisco ordenó que le mataran sin recurrir al procedimiento de los arbolillos jóvenes, porque era demasiado rápido. En consecuencia, se llevaron a Marcelo a las orillas del río Saône, lo enterraron hasta el pecho en la tierra apretada y ahí le dejaron, inmovilizado y abandonado a su suerte. A los tres días, murió de hambre y sed.


Alban Butler menciona, junto con San Marcelo, al mártir San Valeriano, a quien se nombra el 15 de septiembre en el Martirologio Romano. Se dice que Valeriano huyó de la prisión al mismo tiempo que Marcelo y que fue decapitado por causa de la fe en Tournus, cerca de Autum.



Martirologio Romano: En Nagasaki, en Japón, beatos Bartolomé Gutiérrez, presbítero, de la Orden de Ermitaños de San Agustín, y cinco compañeros, mártires, quienes, por odio a la fe cristiana, fueron sumergidos todos ellos en aguas sulfúreas hirviendo y después arrojados al fuego (1632).

Fecha de beatificación: Fueron beatificado por Pío IX el 7 de julio de 1867



Antonio Amador Ishida (o Ixida), nació en el año 1570 en Shimabara (Nagasaki), Japón.

Seminarista desde los quince años, se distinguió por sus dotes musicales y dominio de su lengua nativa, además de una seria formación clásica y de teología moral, adquirida en los colegios de Amakusa y Macao. Aun antes de su ordenación, se entregó con empeño al apostolado de la zona de Hiroshima, ayudando a uno o dos sacerdotes, en la ciudad y en sus excursiones pastorales por toda la región de Chugoku y parte de la isla de Shikoku. Después del edicto de expulsión (1614), continuó en Hiroshima, gracias a la benevolencia del daimyð Fukushima Masanori (quien era pagano), haciendo viajes apostólicos en compañía del P. Juan Bautista Porro hasta enero de 1618.


Por haber ocultado a Akashi Naiki Pablo de Hiroshima, noble prófugo, fue encarcelado hasta agosto de 1619, tras la caída de Fukushima Masanori. Una vez libre la Compañía de Jesús lo envió a Nagasaki donde tras diez años de fecundo apostolado fue apresado el 14 de noviembre de 1629. Casi tres años después, luego de superar por treinta días los tormentos en las ardientes aguas sulfurosas del monte Unsen, murió en la hoguera en Nagasaki, junto con cinco religiosos agustinos y franciscanos, el 3 de septiembre de 1632.


Sus compañeros del martirio fueron:


Bartolomé Gutiérrez nació en México en 1530. Se hizo agustino en 1596 y se ordenó de sacerdote en Puebla. En 1612 se fue a Japón como superior de Ukusi. Trabajó apostólicamente durante varios años, a pesar de que su vida corría siempre peligro.


Francisco Ortego nació en Villamediana, España. También era agustino. Lo enviaron a México y de aquí a Manila. Más tarde a Japón.


Gabriel Fonseca era un lego franciscano. Nació en Fonseca, España. Lo enviaron a Japón para estudiar medicina. La ejerció ayudando a todo enfermo sin cobrar nada. A los diez años de intenso trabajo apostólico fue arrestado hasta que murió mártir por Cristo.


Juan Jerónimo Jô era un sacerdote diocesano japonés. Recibió la educación en el seminario de Arima y ordenado de sacerdote en Manila. En 1628 volvió a su país y ejerció su ministerio sacerdotal hasta que lo arrestaron.


Vicente Carvalho nació en Lisboa. Era agustino. Lo enviaron a México y de aquí a Japón en donde sufrió la palma del martirio.



Martirologio Romano: En Piacenza, en la región de Emilia, en Italia, beata Brígida de Jesús Morello, que, después de enviudar, se consagró a Dios, afanándose en obras de penitencia y caridad, y fundando la Congregación de Hermanas Ursulinas de María Inmaculada, dedicadas a la educación cristiana de la juventud femenina (1679).

Fecha de beatificación: El papa Juan Pablo II la beatificó el 15 de marzo1998.



Brígida Morello fue una mujer de su tiempo, el siglo XVII; una mujer de gran fe que supo ver en los acontecimientos históricos y sobre todo en los que a ella le toco vivir la santa voluntad de Dios.

“Dios es nuestro Padre y nunca nos abandonará”; esta seguridad de ser amada como hija, gratuita e incondicionalmente, la motivó a entregar su cariño a cada prójimo que tuviera cerca.


Nació el 17 de junio de 1610 a San Miguel de Pagana (Génova) sobre la Costa de Levante, sexta de once hijos, creció en entorno intensamente cristiano. A 23 años, el 14 de octubre de 1633, se casó Matteo Zancano de Cremona y se estableció con su marido en Salsomaggiore (Parma), dónde fue reconocida por sus virtudes.


A 27 años, el 11 de noviembre de 1637, quedó viuda, entonces hizo voto de castidad, deseando convertirse en religiosa, pero inútilmente intentó entrar entre las capuchinas de la localidad, el ser viuda se lo impedía.


En el 1640 se trasladó a Piacenza, en donde los jesuitas fueron sus directores espirituales, quienes siempre la guiaron y la mantuvieron en la vía a la perfección, especialmente por parte del padre Antonio Morando, su confesor y primer biógrafo.


Margarita de Medici, duquesa de Parma y Piacenza, quería dotar a Piacenza con un Instituto de Ursulinas para la educación de la juventud femenina, uno similar al que existía en Parma. Para ello Brígida Morello acogió en septiembre de 1646 a algunas jóvenes mujeres en su casa, bajo la denominación de Santa Úrsula, dando así inicio, el 17 de febrero de 1649, Miércoles de Ceniza, con cinco compañeras una nueva familia de Ursulinas, bajo la guía de los Jesuitas.


No fue sin embargo la primera superiora, ya que recién en 1665 fue elegida como tal, siendo confirmada en 1670 y en 1675; sus precarias condiciones de salud no le impidieron gobernar por largos períodos, incluso desde la cama, su Congregación de Ursulinas de María Inmaculada.


El 3 de septiembre de 1679 murió en Piacenza y fue enterrada en la iglesia local de San Pedro, hoy no existen rastros de su tumba, si existen un cierto número de cartas, algunos escritos autobiográficos y edificantes, documentos de los que se puede sacar una exacta visión de las experiencias espirituales de la fundadora.


Pero solamente en los años 1927-28 se celebró en Piacenza el proceso ordinario para su beatificación; el decreto sobre la heroicidad de las virtudes se obtuvo el 29 de abril1980.


Reproducido con autorización de Santiebeati.it



Ella es una santa poco común. Me explico: generalmente los santos y santas son presentados como personajes extremadamente dotados de cualidades poco asequibles al común de los mortales. Teodora no es precisamente una de esas. Pese a lo débil que es la documentación histórica de que se dispone, el comienzo de su santidad parte de un acontecimiento nada santificable como es el adulterio.

Fue una mujer casada que vivía en Egipto y de costumbres irreprochables. Un joven enamorado de sus bondades se sintió rechazado en sus pretensiones impuras hasta que recurrió a una hechicera que con pócimas y palabras llevó a Teodora a consentir en la infidelidad.


La tristeza consecuente al pecado la llevó a la determinación de hacer penitencia de por vida.


Tomó ropas de hombre y pidió, suplicando, la admisión en un monasterio. Bajo el nombre de Teodoro admiró a todos con la aspereza de sus mortificaciones.


Pero no acaba aquí su historia. Una ventera del lugar acusa calumniosamente al falso monje de ser el padre del hijo que había tenido con un viajero.


Y aquí aparece el rasgo de generosidad. Teodora no quiso negarlo, es expulsada del monasterio, cuida en las soledades del niño alimentándolo con leche de cabra, mientras que las inclemencias del tiempo a la intemperie curten su piel y mudan su semblante.


Pasados unos años, suplica de nuevo la entrada en el monasterio donde se le admite con la condición de no abandonar su celda. Sólo a la muerte de la penitente se descubre su condición.


Se cuenta en esta especie de novela ejemplar que el niño que ella cuidó llegó con el tiempo a ser abad del monasterio.











Justo y Viator, Santos
Justo y Viator, Santos

Obispo y Monje


Martirologio Romano: En Lyon, en la Galia, sepultura de san Justo, obispo, que renunció al obispado a raíz del concilio de Aquilea, retirándose a un desierto de Egipto junto con san Viator (Viador), lector, y conviviendo durante algunos años con monjes de vida ascética. Los restos mortales de ambos fueron trasladados después a Lyon (d. 381).

Etimología: Justo = que observa el derecho, del latín.

Viator = caminante. Viene de la lengua latina.


San Justo nació en el Vivarais. Cuando era diácono de Vienne, fue elegido obispo de Lyon. Su gran celo le llevaba a censurar enérgicamente cuanto merecía reprobación.


En el sínodo de Valence (374 P.c.), demostró ampliamente su amor a la disciplina y el buen orden. El año 381, San Justo asistió con otros dos obispos de la Galia al sínodo de Aquileya que se ocupó principalmente de combatir el arrianismo. San Ambrosio obtuvo en el curso de aquél sínodo la deposición de dos obispos arrianos. El santo profesaba particular respeto a San Justo, como lo prueban dos cartas que le escribió para consultarle acerca de ciertas cuestiones bíblicas.


Un asesino que había apuñalado a dos personas en las calles de Lyon, se refugió en la catedral. San Justo le entregó a las autoridades, a condición de que no le quitasen la vida, pero el pueblo se apoderó del asesino y le dio muerte.


El santo obispo se sintió responsable de ese asesinato y pensó que ello le hacía inepto para el servicio del altar; por otra parte, desde tiempo atrás, deseaba retirarse a servir a Dios en la soledad y tornó el incidente como pretexto para renunciar a su sede. El. pueblo no quería dejarle partir pero, a la vuelta del sínodo de Aquileya, San Justo abandonó una noche a su comitiva y huyó a Marsella, de donde se embarcó rumbo a Alejandía, con un lector llamado Viator.


En Egipto vivió, sin ser reconocido, en un monasterio; pero fue finalmente descubierto por un habitante de la Galia que había ido a visitar los monasterios de la Tebaida. Inmediatamente, el pueblo de Lyon envió a un sacerdote para que le trajese consigo, pero el santo no se dejó convencer.


Antíoco (quien sucedió a San Justo en el gobierno de la sede Lyon y es también santo) determinó ir a acompañar en la soledad a su predecesor, quien murió poco después en sus brazos, el año 390. Su cuerpo fue trasladado a Lyon y sepultado en la iglesia de los Macabeos, que más tarde tomó su nombre.


San Viator murió algunas semanas después que su maestro. Su nombre figura también en el Martirologio Romano (21 de octubrebre), donde se conmemora asimismo la traslación del cuerpo de los dos santos (2 de septiembre).



Martirologio Romano: En Skänninge, ciudad de Suecia, beata Ingrid Elofsdotter, que, al enviudar, dedicó todos sus bienes al servicio del Señor, vistiendo el hábito dominicano tras una peregrinación a Tierra Santa (1282).

Etimología: Ingrid = hija del héroe Norse. Viene de la lengua alemana.


Era por su madre, nieta del rey Canuto de Suecia, y murió en el año 1234.


Cuando enviudó, se fue a Roma para hablar con el Papa. Quería pedirle la autorización para fundar un monasterio d religiosas contemplativas en su país.


Su hermano, Juan Elovson, caballero teutónico, le ayudó con todo el dinero que necesitaba.


El convento fue inaugurado en Skäninge, Suecia, el 15 de agosto de 1281.


Ingrid pasó a la casa del Padre tal día como hoy.


Los mártires de Septiembre. Estamos en el año 1792. Hubo muchos eclesiásticos que sufrieron el martirio durante la Revolución francesa.


Pío IX llevó a los altares a 186. Fueron masacrados en París del 2 al 5 de agosto.


Casi todos tienen un doble nombre: Juan Pedro, Jaime Leonor...Esto prueba que los cristianos en el siglo XVIII se ponían doble nombre - como, por otra parte, sucede en muchas familias actuales.


De entre ellos tan sólo había uno de París con nombre simple. Este, en lugar de morir en la guillotina, lo martirizaron en la propia abadía, en la que llevaba una vida de oración, trabajo y penitencia.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



Mons. Antonio Franco nació el 26 de septiembre de 1585 en Nápoles, Italia, en una familia noble de origen francés, fue el tercero de los seis hijos que tuvieron Orlando Franco y Francesca Pisana di Antonio.

A la temprana edad de 17 años obtuvo el Doctorado en Derecho Civil y Canónico el 23 de septiembre de 1602, sin tener aún la edad canónica para la ordenación sacerdotal. Su padre lo envió a Roma para continuar sus estudios eclesiásticos, sin embargo, menos de un año después, a pedido de sus padres, se trasladó a Madrid para servir en la corte real.


Fue ordenado sacerdote en 1610, Antonio solicitó al Rey Felipe III servir como miembro de la Capilla Real. El 14 de enero de 1611, fue nombrado Capellán Real por el rey después de que éste hubiese estudiado sus antecedentes y conducta. El Rey admiraba profundamente las virtudes santas de su capellán, por lo que el 12 de noviembre de 1616 lo nombró Capellán Mayor del Reino de Sicilia, a este cargo le correspondía también los títulos de Abad y Prelado de la Prelatura Ordinaria de Santa Lucia del Mela, territorio dependiente directamente a la Santa Sede por lo que el cargo debía ser ratificado por el Papa. El nombramiento fue confirmado por el Papa Pablo V, a quien visitó en Roma. Por lo que el 18 de mayo de 1617 pudo tomar posesión de su Prelatura.


Franco fue un hombre santo que vivió en profunda penitencia y privaciones, comía poco (tan sólo pan y agua) y dormía en el suelo desnudo, con una piedra en lugar de almohada y llevaba dos pesadas cadenas dondequiera que iba. De las dos cadenas una todavía existe, y se encuentra en un relicario en la Catedral Basílica de Santa Lucia del Mela.


Se distinguió por su caridad hacia los pobres y los enfermos. Fue grande su compromiso con las víctimas de los usureros. Durante una sequía persistente, la gente de la cercana aldea de San Filippo del Mela, fue a verle para pedirle oraciones. El santo prelado, profundamente conmovido, les pidió confiar en Dios. Cuando regresaron a su región, con gran sorpresa, lo encontraron delante de ellos mostrándoles una abundante fuente de agua mientras los llamaba “Bienaventurados”, a la misteriosa "bilocación" se añadía la gracia de tener un bien tan necesario, en ese lugar más tarde se construyó un altar con su imagen.


Monseñor Franco falleció el 2 de septiembre de 1626, a la temprana edad de 41 años, en parte debido su incansable apostolado, a las penitencias y las continuas abstinencias. Sus restos incorruptos son venerados en la Basílica Catedral de Santa Lucia del Mela.


El Papa Benedicto XVI lo declaró Venerable el 14 de enero de 2011.


S.S. Benedicto XVI firmó el 20 de diciembre de 2012 el decreto con el cual se reconoce un milagro gracias a la intercesión del Venerable Antonio Franco, lo cual permitirá su próxima beatificación.



Martirologio Romano: En Todi, de la Umbría, san Terenciano, obispo (c. s. IV).

Etimología Terenciano = atento, delicado. Viene de la lengua latina.


San Terenciano se convirtió gracias a la fe que veía en los primeros cristianos que llegaron a la ciudad de Todi, Italia. Llegó a ser obispo de Todi. Muchos paganos se convirtieron a la fe de Cristo por su celo pastoral.


La envidia de los sacerdotes paganos hacia él, crecía de día en día. Por eso, llevados por su envidia y enfurecidos las numerosas conversiones, lo denunciaron al emperador Adriano.


Por orden del procónsul Licinio, fue atormentado en el potro y con escorpiones; mientras se le iba la vida, repetía: "Señor, sean confundidos los que adoran a dioses falsos y se glorían de sus ricas imágenes". Y sucedió que un sacerdote pagano quedó ciego y los templos se cayeron al suelo. Entonces el santo volvió a decir: "Gloria a ti, Jesús bendito, que colmas de bendiciones a quienes creen en ti".


El juez le preguntó: ¿Dónde está tu Dios? Y Terenciano contestó: "Está conmigo y si tú creyeras en él, encontrarías misericordia".


Enfurecido, el juez mandó que le cortaran la lengua, y luego le degollaron.



Martirologio Romano: En Mataró, Cataluña, España, Beato José Samsó i Elías, sacerdote y mártir durante la persecución religiosa en España. ( 1936)

Fecha de beatificación: 23 de enero de 2010, en la basílica de Santa María de Santa María de la ciudad barcelonesa de Mataró –de la que fue párroco–, la ceremonia fue oficiada por el Cardenal Arzobispo de la Archidiócesis de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, en representación de S.S. Benedicto XVI.



José Samsó Elías nació en Castellbisbal el 17 de enero de 1887. Cursó la carrera sacerdotal en el Seminario Conciliar de Barcelona, distinguiéndose en todos los cursos por su talento privilegiado y piedad ejemplar, todo lo cual le hacía acreedor de las mejores calificaciones. En los últimos años de su carrera sacerdotal, habiendo fijado en él su atención el Obispo José Laguarda, lo distinguió como su secretario particular, cargo en el cual estuvo hasta que fue consagrado Presbítero el 12 de marzo de 1910, celebrando su primera misa el día de San José, en la Capilla del Centro Obrero de la Sagrada Familia de la calle Calabria de Barcelona.

El 23 de julio de 1910 fue nombrado Coadjutor de la parroquia de San Julián de Argentona. Allí permaneció durante 7 años. El 11 de enero de 1917 fue nombrado párroco de la parroquia de Sant Joan de Mediona. A la muerte del párroco de Santa María de Mataró, Dr. Roig, José Samsó quedó nombrado Ecónomo-Arcipreste de la ciudad de Mataró y titular de dicha parroquia.


Fue un modelo de sacerdote entregado totalmente al ministerio de párroco. Severo consigo mismo, por temperamento y por virtud, pero comprensivo con los demás y dotado de las cualidades de gobierno para regir las comunidades que le fueron encomendadas.


Destacó en el ministerio de la caridad y de la catequesis. Su obra más conocida en este sentido es la Guía para catequistas, preparada ya en marzo de 1936, pero que no fue publicada hasta 1940.


Su dirección espiritual animó a muchas personas a seguir su vocación sacerdotal o religiosa, implantó la puntualidad en el horario de las misas, buscaba la perfección en los actos litúrgicos para alcanzar su máximo esplendor del culto, y trabajó intensamente en la decoración interior de la iglesia de Santa María, que en 1928 fue distinguida con el título de Basílica Menor.


En octubre de 1934, un grupo de hombres armados entró en la rectoría de Santa María, amenazando al rector y a la gente que estaba con él, les obligaron a ir a la nave central y apilar sillas, y le ordenaron al rector que las prendiera. Samsó se negó, a pesar de las amenazas.


Aquellos hombres incendiaron un altar y algunos utensilios. Cuando pudieron llegar algunos feligreses el fuego se pudo apagar. El párroco perdonó a aquellos hombres y no quiso revelar su identidad cuando fue invitado a hacerlo por la autoridad judicial.


Desde ese día y hasta su detención en 1936, el sacerdote manifestó varias veces que se acercaba una persecución de sangre. El peligro para él y su condición de sacerdote y rector le llevó a aceptar generosamente la posibilidad del martirio, con una actitud de esperanza.


Al iniciarse la Guerra Civil, se refugió en casa de unos feligreses, hasta que, en la madrugada del 28 de julio de 1936, intentando abandonar la ciudad por razones de prudencia, fue detenido y encarcelado por su condición de sacerdote. Después de un mes de cautiverio en la prisión de Mataró, se puso precio a su vida, y atado de manos, emprendió su Vía Crucis hacia el cementerio de Mataró, donde fue asesinado el 1 de septiembre de 1936. “Murió perdonando a sus ejecutores y con una gran ejemplaridad cristiana”, han indicado.



Martirologio Romano: En Florencia, en la región toscana también de Italia, beata Juana Soderini, virgen de la Orden Tercera de los Siervos de María, preclara por su oración y austeridad de vida (c. 1367).

Los Soderini eran considerados como miembros de una de las familias más nobles de Florencia al iniciarse el siglo XIV.


Precisamente en aquélla ciudad, en el año de 1301, y en el seno de la aristocrática familia, vino al mundo Juana, la que habría de alcanzar la gracia de la beatitud.


Desde muy temprana edad, demostró ser una niña excepcionalmente buena y con una devoción tan profunda y sincera hacia Dios, que en cierta ocasión dijo a su aya, Felicia Tonia, que, por revelación del cielo, sabía que ella, Felicia, iba a morir muy pronto y ésta, que estaba al tanto del fervor de la niña y de sus continuas oraciones, le creyó y comenzó a prepararse para su próxima muerte.


Cuando Juana llegó a la adolescencia, sus padres le concertaron un matrimonio ventajoso, pero ella protestó con tanta energía que, a fin de cuentas y a regañadientes, puesto que Juana era la única hija, consintieron en que tomase el hábito de monja.


Por aquel entonces, Santa Juliana Falconieri organizaba la tercera orden regular de los servitas (las "Mantellate") en Florencia y Juana decidió unirse a esa nueva comunidad.


No tardó en distinguirse por las austeridades corporales que practicaba y su perseverancia en la oración, pero al mismo tiempo se mantenía activa en los trabajos de la casa y el cuidado de los enfermos que acudían en busca de atención. Voluntariamente y de buen grado, se hacía cargo de las tareas más desagradables y penosas y, en el desempeño de las mismas provocaba la admiración de sus hermanas, por su alegría y mansedumbre.


Juana debió padecer duras pruebas espirituales y grandes tentaciones, sobre las que, al fin y al cabo, triunfó y aun adquirió grandes gracias celestiales, incluso el don de profecía. Juana era la auxiliar personal y permanente de Santa Juliana y no se apartó de ella ni por un instante en el curso de su prolongada enfermedad postrera, cuando la fundadora no podía pasar alimento alguno y estaba tan débil que necesitaba ayuda para poder moverse. Por eso, se atribuye a la Beata Juana el descubrimiento de una imagen de Cristo crucificado que, al parecer, quedó grabada en el pecho de Santa Juliana desde poco antes de su muerte.


Juana sobrevivió a su amada madre durante más de veinte años, como sucesora suya en el gobierno de la comunidad, hasta que murió, el lº de septiembre de 1367. La Beata Juana Soderini fue sepultada en la iglesia de la Annunziata de Florencia y, durante algún tiempo, su tumba fue un lugar de peregrinaciones.


En 1828, el conde de Soderini, pariente de Juana, solicitó al Papa León XII la confirmación del culto que fue concedida a su debido tiempo.



Martirologio Romano: En Sens, de Neustria, san Lupo, obispo, que fue desterrado por haber dicho ante un jerarca local que convenía al pueblo ser regido por un sacerdote y obedecer a Dios antes que a los príncipes (c. 623).

San Loupo o Leu, perteneciente a una familia noble, nació en Orléans. Fue elegido Arzobispo de Sens en 609.


Clotairo, rey de los Francos, entrando en Borgoña, envió a su senescal contra los habitantes de Sens, éste sitió la ciudad. San Lupo, hizo repicar la campana de la iglesia de Saint Eesteban. Los sitiadores, oyendo ese sonido, sintieron tal pánico, que pensaron que no podrían escapar a la muerte, y emprendieron la huida.


Habiéndose finamente apoderado de la Borgoña, Clotario envió a Sens a otro senescal. Como San Lupo no acudió a su presencia llevándole presentes, lo difamó ante el rey, y éste lo envió al exilio. Allí, San Lupo se destaca por su doctrina y milagros.


Los habitantes de Sens pidieron al rey que llamara a San Lupo del exilio. Cuando Clotario se encontró ante aquel hombre paciente y mortificado, se sintió tan conmovido que se prosternó a sus pies solicitando su perdón. Colmándolo de presentes, lo restableció en su Sede.


Después de haberse hecho famoso por sus grandes virtudes y milagros, el Santo Obispo entregó su alma a Dios alrededor de 610.



Martirologio Romano: En Cardona, de Cataluña, san Ramón Nonato, que fue uno de los primeros socios de san Pedro Nolasco en la Orden de la Bienaventurada Virgen María de la Merced, y es tradición que, por el nombre de Cristo, sufrió mucho para la redención de los cautivos (c. 1240).

Fecha de canonización: Fue canonizado en 1657 por el Papa Alajandro VII



Nació en los mismos comienzos del siglo XIII.

Su nombre deja boquiabierto a quien lo oye o lo lee por primera vez. Nonnato -Nonato por más breve- sugiere a un santo sólo potencial; como si la palabra fuera un slogan publicitario que estuviera invitando a quien lo lee o escucha a que se decidiera a iniciar una programa que acabara con la santidad del guión preestablecido. De hecho, significa no-nacido. ¿Pretenderá decir el extraño nombre que, por no haber nacido todavía el santo que rellene el expediente completo de sus cualidades y virtudes, está como esperando la Iglesia a que haya uno que se decida de una vez a reproducirlas? Eso sería, lógicamente, confundir la santidad como algo que brota de la voluntad y decisión humana, cuando ella es en verdad el resultado de la acción del Espíritu Santo con quien se coopera libremente. Sería sencillamente pelagianismo.


El calificativo -que ha pasado ya a ser nombre- le viene a Ramón por el hecho de haber sido sacado del claustro materno, por medio de una intervención quirúrgica, cuando ya había muerto su madre. Por eso no nació como nacen normalmente los niños, lo extrajeron. Fue en Portell, en Lérida, cuando se iniciaba el siglo XIII.


La buena y alta situación de su padre le posibilitó crecer en buen ambiente y formación, aunque sin el cariño y los cuidados de una madre. Cuentan de su primera juventud la devoción especialísima a la santísima Virgen que le llevaba con frecuencia a visitar la ermita de san Nicolás donde pasaba ratos mientras sus rebaños pastaban. Luego su padre quiso irlo incorporando poco a poco a las tareas de administración de sus posesiones y esa fue la razón por la que se le encuentra en Barcelona en el intento de aprender letras y números. Allí tuvo ocasión de trabar amistad con Pedro Nolasco -que por aquel entonces era comerciante- y de compartir mutuamente los deseos de fidelidad a la fe cristiana vivida con radicalidad, llegando incluso a considerar la posibilidad de entrar en el estado clerical.


Como el padre disfruta de un gran sentido práctico, lo reincorpora al terruño de Portell y le encarga la explotación de varias de sus fincas. Pero, sigue diciendo la antigua crónica, que la misma Virgen María le comunica su deseo de que ingrese en la recién fundada Orden de la Merced y allí está de nuevo en Barcelona puesto a disposición completa en las manos de su antes amigo Pedro Nolasco.


Noviciado, profesión, ordenación sacerdotal y ministerio en el hospital de santa Eulalia se suceden con la normalidad propia de quien tiene prisa para cumplir el cuarto voto mercedario consistente en redimir a los cautivos y servir de rehén en su lugar si procede.


En el norte del continente negro predica, consuela, cura, fortalece, atiende y transmite paciencia a los cautivos de los piratas berberiscos; comprende bien su situación y se hace cargo de que están rodeados de todos los peligros para su fe. Incluso él mismo tuvo que soportar cárcel y la tortura de que sellaran sus labios por ocho meses con un candado para impedirle la predicación.


A su vuelta a España entre el clamor de las multitudes, lo nombra Cardenal de la Iglesia el papa Gregorio IX, reconociendo sus méritos y virtud de la caridad practicada de modo heroico; pero no le dio tiempo a llegar a Roma por morir, antes de cumplir los cuarenta años, cuando se disponía a hacerlo.


Por el empeño de hacerse cargo de su cuerpo tanto los frailes mercedarios como los nobles señores de Cardona, decidieron de común acuerdo darle sepultura allá donde lo decidiera una mula ciega que lo llevó a lomos hasta que quiso pararse ante la ermita de San Nicolás, de Portell.


Desaparecieron las reliquias, irrecuperables ya para la veneración, en el año 1936.


Lo que no ha sido relegado al olvido por sus paisanos es la figura del santo y su acción caritativa. Esa devoción secular que se refleja incluso en las fiestas y en el folklore. No digamos nada sobre la devoción que le profean todas las parturientas que lo tienen como especial patrón para su trance.


Se divulgó por el mundo la pintura que lo muestra con la Custodia en la mano derecha expresando así la fuente de su caridad con los hombres.



Hermanos Franciscanos

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