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Maartirologio Romano: San Luis IX, rey de Francia, que, tanto en tiempo de paz como durante la guerra para defensa de los cristianos, se distinguió por su fe activa, su justicia en el gobierno, el amor a los pobres y la paciencia en las situaciones adversas. Tuvo once hijos en su matrimonio, a los que educó de una manera inmejorable y piadosa, y gastó sus bienes, fuerzas y su misma vida en la adoración de la Cruz, la Corona y el sepulcro del Señor, hasta que, contagiado de peste, murió en el campamento de Túnez, en la costa de África del Norte (1270).

Etimología: Luis = guerrero ilustre. Viene de la lengua alemana.


Fecha de canonización: El Papa Bonifacio VIII lo canonizo en el año 1297



San Luis, rey de Francia, es, ante todo, una Santo cuya figura angélica impresionaba a todos con sólo su presencia. Vive en una época de grandes heroísmos cristianos, que él supo aprovechar en medio de los esplendores de la corte para ser un dechado perfecto de todas las virtudes. Nace en Poissy el 25 de abril de 1214, y a los doce años, a la muerte de su padre, Luis VIII, es coronado rey de los franceses bajo la regencia de su madre, la española Doña Blanca de Castilla. Ejemplo raro de dos hermanas, Doña Blanca y Doña Berenguela, que supieron dar sus hijos, más que para reyes de la tierra, para santos y fieles discípulos del Señor. Las madres, las dos princesas hijas del rey Alfonso VIII de Castilla, y los hijos, los santos reyes San Luis y San Fernando.

En medio de las dificultades de la regencia supo Doña Blanca infundir en el tierno infante los ideales de una vida pura e inmaculada. No olvida el inculcarle los deberes propios del oficio que había de desempeñar más tarde, pero ante todo va haciendo crecer en su alma un anhelo constante de servicio divino, de una sensible piedad cristiana y de un profundo desprecio a todo aquello que pudiera suponer en él el menor atisbo de pecado. «Hijo -le venía diciendo constantemente-, prefiero verte muerto que en desgracia de Dios por el pecado mortal».


Es fácil entender la vida que llevaría aquel santo joven ante los ejemplos de una tan buena y tan delicada madre. Tanto más si consideramos la época difícil en que a ambos les tocaba vivir, en medio de una nobleza y de unas cortes que venían a convertirse no pocas veces en hervideros de los más desenfrenados, rebosantes de turbulencias y de tropelías. Contra éstas tuvo que luchar denodadamente Doña Blanca, y, cuando el reino había alcanzado ya un poco de tranquilidad, hace que declaren mayor de edad a su hijo, el futuro Luis IX, el 5 de abril de 1234. Ya rey, no se separa San Luis de la sabia mirada de su madre, a la que tiene siempre a su lado para tomar las decisiones más importantes. En este mismo año, y por su consejo, se une en matrimonio con la virtuosa Margarita, hija de Ramón Berenguer, conde de Provenza. Ella sería la compañera de su reinado y le ayudaría también a ir subiendo poco a poco los peldaños de la santidad.


En lo humano, el reinado de San Luis se tiene como uno de los más ejemplares y completos de la historia. Su obra favorita, las Cruzadas, son una muestra de su ideal de caballero cristiano, llevado hasta las últimas consecuencias del sacrificio y de la abnegación. Por otra parte, tanto en la política interior como en la exterior San Luis ajustó su conducta a las normas más estrictas de la moral cristiana. Tenía la noción de que el gobierno es más un deber que un derecho; de aquí que todas sus actividades obedecieran solamente a esta idea: el hacer el bien buscando en todo la felicidad de sus súbditos.


Desde el principio de su reinado San Luis lucha para que haya paz entre todos, pueblos y nobleza. Todos los días administra justicia personalmente, atendiendo las quejas de los oprimidos y desamparados. Desde 1247 comisiones especiales fueron encargadas de recorrer el país con objeto de enterarse de las más pequeñas diferencias. Como resultado de tales informaciones fueron las grandes ordenanzas de 1254, que establecieron un compendio de obligaciones para todos los súbditos del reino.


El reflejo de estas ideas, tanto en Francia como en los países vecinos, dio a San Luis fama de bueno y justiciero, y a él recurrían a veces en demanda de ayuda y de consejo. Con sus nobles se muestra decidido para arrancar de una vez la perturbación que sembraban por los pueblos y ciudades. En 1240 estalló la última rebelión feudal a cuenta de Hugo de Lusignan y de Raimundo de Tolosa, a los que se sumó el rey Enrique III de Inglaterra. San Luis combate contra ellos y derrota a los ingleses en Saintes (22 de julio de 1242). Cuando llegó la hora de dictar condiciones de paz el vencedor desplegó su caridad y misericordia. Hugo de Lusignan y Raimundo de Tolosa fueron perdonados, dejándoles en sus privilegios y posesiones. Si esto hizo con los suyos, aún extremó más su generosidad con los ingleses: el tratado de París de 1259 entregó a Enrique III nuevos feudos de Cahors y Périgueux, a fin de que en adelante el agradecimiento garantizara mejor la paz entre los dos Estados.


Padre de su pueblo y sembrador de paz y de justicia, serán los títulos que más han de brillar en la corona humana de San Luis, rey. Exquisito en su trato, éste lo extiende, sobre todo, en sus relaciones con el Papa y con la Iglesia. Cuando por Europa arreciaba la lucha entre el emperador Federico II y el Papa por causa de las investiduras y regalías, San Luis asume el papel de mediador, defendiendo en las situaciones más difíciles a la Iglesia. En su reino apoya siempre sus intereses, aunque a veces ha de intervenir contra los abusos a que se entregaban algunos clérigos, coordinando de este modo los derechos que como rey tenía sobre su pueblo con los deberes de fiel cristiano, devoto de la Silla de San Pedro y de la Jerarquía. Para hacer más eficaz el progreso de la religión en sus Estados se dedica a proteger las iglesias y los sacerdotes. Lucha denodadamente contra los blasfemos y perjuros, y hace por que desaparezca la herejía entre los fieles, para lo que implanta la Inquisición romana, favoreciéndola con sus leyes y decisiones.


Personalmente da un gran ejemplo de piedad y devoción ante su pueblo en las fiestas y ceremonias religiosas. En este sentido fueron muy celebradas las grandes solemnidades que llevó a cabo, en ocasión de recibir en su palacio la corona de espinas, que con su propio dinero había desempeñado del poder de los venecianos, que de este modo la habían conseguido del empobrecido emperador del Imperio griego, Balduino II. En 1238 la hace llevar con toda pompa a París y construye para ella, en su propio palacio, una esplendorosa capilla, que de entonces tomó el nombre de Capilla Santa, a la que fue adornando después con una serie de valiosas reliquias entre las que sobresalen una buena porción del santo madero de la cruz y el hierro de la lanza con que fue atravesado el costado del Señor.


A todo ello añadía nuestro Santo una vida admirable de penitencia y de sacrificios. Tenía una predilección especial para los pobres y desamparados, a quienes sentaba muchas veces a su mesa, les daba él mismo la comida y les lavaba con frecuencia los pies, a semejanza del Maestro. Por su cuenta recorre los hospitales y reparte limosnas, se viste de cilicio y castiga su cuerpo con duros cilicios y disciplinas. Se pasa grandes ratos en la oración, y en este espíritu, como antes hiciera con él su madre, Doña Blanca, va educando también a sus hijos, cumpliendo de modo admirable sus deberes de padre, de rey y de cristiano.


Sólo le quedaba a San Luis testimoniar de un modo público y solemne el gran amor que tenía para con nuestro Señor, y esto le impulsa a alistarse en una de aquellas Cruzadas, llenas de fe y de heroísmo, donde los cristianos de entonces iban a luchar por su Dios contra sus enemigos, con ocasión de rescatar los Santos Lugares de Jerusalén. A San Luis le cabe la gloria de haber dirigido las dos últimas Cruzadas en unos años en que ya había decaído mucho el sentido noble de estas empresas, y que él vigoriza de nuevo dándoles el sello primitivo de la cruz y del sacrificio.


En un tiempo en que estaban muy apurados los cristianos del Oriente el papa Inocencio IV tuvo la suerte de ver en Francia al mejor de los reyes, en quien podía confiar para organizar en su socorro una nueva empresa. San Luis, que tenía pena de no amar bastante a Cristo crucificado y de no sufrir bastante por Él, se muestra cuando le llega la hora, como un magnífico soldado de su causa. Desde este momento va a vivir siempre con la vista clavada en el Santo Sepulcro, y morirá murmurando: «Jerusalén».


En cuanto a los anteriores esfuerzos para rescatar los Santos Lugares, había fracasado, o poco menos, la Cruzada de Teobaldo IV, conde de Champagne y rey de Navarra, emprendida en 1239-1240. Tampoco la de Ricardo de Cornuailles, en 1240-1241, había obtenido otra cosa que la liberación de algunos centenares de prisioneros.


Ante la invasión de los mogoles, unos 10.000 kharezmitas vinieron a ponerse al servicio del sultán de Egipto y en septiembre de 1244 arrebataron la ciudad de Jerusalén a los cristianos. Conmovido el papa Inocencio IV, exhortó a los reyes y pueblos en el concilio de Lyón a tomar la cruz, pero sólo el monarca francés escuchó la voz del Vicario de Cristo.


Luis IX, lleno de fe, se entrevista con el Papa en Cluny (noviembre de 1245) y, mientras Inocencio IV envía embajadas de paz a los tártaros mogoles, el rey apresta una buena flota contra los turcos. El 12 de junio de 1248 sale de París para embarcarse en Marsella. Le siguen sus tres hermanos, Carlos de Anjou, Alfonso de Poitiers y Roberto de Artois, con el duque de Bretaña, el conde de Flandes y otros caballeros, obispos, etc. Su ejército lo componen 40.000 hombres y 2.800 caballos.


El 17 de septiembre los hallamos en Chipre, sitio de concentración de los cruzados. Allí pasan el invierno, pero pronto les atacan la peste y demás enfermedades. El 15 de mayo de 1249, con refuerzos traídos por el duque de Borgoña y por el conde de Salisbury, se dirigen hacia Egipto. «Con el escudo al cuello -dice un cronista- y el yelmo a la cabeza, la lanza en el puño y el agua hasta el sobaco», San Luis, saltando de la nave, arremetió contra los sarracenos. Pronto era dueño de Damieta (7 de junio de 1249). El sultán propone la paz, pero el santo rey no se la concede, aconsejado de sus hermanos. En Damieta espera el ejército durante seis meses, mientras se les van uniendo nuevos refuerzos, y al fin, en vez de atacar a Alejandría, se decide a internarse más al interior para avanzar contra El Cairo. La vanguardia, mandada por el conde Roberto de Artois, se adelanta temerariamente por las calles de un pueblecillo llamado Mansurah, siendo aniquilada casi totalmente, muriendo allí mismo el hermano de San Luis (8 de febrero de 1250). El rey tuvo que reaccionar fuertemente y al fin logra vencer en duros encuentros a los infieles. Pero éstos se habían apoderado de los caminos y de los canales en el delta del Nilo, y cuando el ejército, atacado del escorbuto, del hambre y de las continuas incursiones del enemigo, decidió, por fin, retirarse otra vez a Damieta, se vio sorprendido por los sarracenos, que degollaron a muchísimos cristianos, cogiendo preso al mismo rey, a su hermano Carlos de Anjou, a Alfonso de Poitiers y a los principales caballeros (6 de abril).


Era la ocasión para mostrar el gran temple de alma de San Luis. En medio de su desgracia aparece ante todos con una serenidad admirable y una suprema resignación. Hasta sus mismos enemigos le admiran y no pueden menos de tratarle con deferencia. Obtenida poco después la libertad, que con harta pena para el Santo llevaba consigo la renuncia de Damieta, San Luis desembarca en San Juan de Acre con el resto de su ejército. Cuatro años se quedó en Palestina fortificando las últimas plazas cristianas y peregrinando con profunda piedad y devoción a los Santos Lugares de Nazaret, Monte Tabor y Caná. Sólo en 1254, cuando supo la muerte de su madre, Doña Blanca, se decidió a volver a Francia.


A su vuelta es recibido con amor y devoción por su pueblo. Sigue administrando justicia por sí mismo, hace desaparecer los combates judiciarios, persigue el duelo y favorece cada vez más a la Iglesia. Sigue teniendo un interés especial por los religiosos, especialmente por los franciscanos y dominicos. Conversa con San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino, visita los monasterios y no pocas veces hace en ellos oración, como un monje más de la casa.


Sin embargo, la idea de Jerusalén seguía permaneciendo viva en el corazón y en el ideal del Santo. Si no llegaba un nuevo refuerzo de Europa, pocas esperanzas les iban quedando ya a los cristianos de Oriente. Los mamelucos les molestaban amenazando con arrojarles de sus últimos reductos. Por si fuera poco, en 1261 había caído a su vez el Imperio Latino, que años antes fundaran los occidentales en Constantinopla. En Palestina dominaba entonces el feroz Bibars (la Pantera), mahometano fanático, que se propuso acabar del todo con los cristianos. El papa Clemente IV instaba por una nueva Cruzada. Y de nuevo San Luis, ayudado esta vez por su hermano, el rey de Sicilia, Carlos de Anjou, el rey Teobaldo II de Navarra, por su otro hermano Roberto de Artois, sus tres hijos y gran compañía de nobles y prelados, se decide a luchar contra los infieles.


En esta ocasión, en vez de dirigirse directamente al Oriente, las naves hacen proa hacia Túnez, enfrente de las costas francesas. Tal vez obedeciera esto a ciertas noticias que habían llegado a oídos del Santo de parte de algunos misioneros de aquellas tierras. En un convento de dominicos de Túnez parece que éstos mantenían buenas relaciones con el sultán, el cual hizo saber a San Luis que estaba dispuesto a recibir la fe cristiana. El Santo llegó a confiarse de estas promesas, esperando encontrar con ello una ayuda valiosa para el avance que proyectaba hacer hacia Egipto y Palestina.


Pero todo iba a quedar en un lamentable engaño que iba a ser fatal para el ejército del rey. El 4 de julio de 1270 zarpó la flota de Aguas Muertas y el 17 se apoderaba San Luis de la antigua Cartago y de su castillo. Sólo entonces empezaron los ataques violentos de los sarracenos.


El mayor enemigo fue la peste, ocasionada por el calor,



la putrefacción del agua y de los alimentos. Pronto empiezan a sucumbir los soldados y los nobles. El 3 de agosto muere el segundo hijo del rey, Juan Tristán, cuatro días más tarde el legado pontificio y el 25 del mismo mes la muerte arrebataba al mismo San Luis, que, como siempre, se había empeñado en cuidar por sí mismo a los apestados y moribundos. Tenía entonces cincuenta y seis años de edad y cuarenta de reinado.

Pocas horas más tarde arribaban las naves de Carlos de Anjou, que asumió la dirección de la empresa. El cuerpo del santo rey fue trasladado primeramente a Sicilia y después a Francia, para ser enterrado en el panteón de San Dionisio, de París. Desde este momento iba a servir de grande veneración y piedad para todo su pueblo. Unos años más tarde, el 11 de agosto de 1297, era solemnemente canonizado por Su Santidad el papa Bonifacio VIII en la iglesia de San Francisco de Orvieto (Italia).



Fundador de los

Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías

(Escolapios)


Martirologio Romano: San José de Calasanz, presbítero, que puso en marcha escuelas populares para instruir a niños y adolescentes en el amor y la sabiduría del Evangelio, y fundó en Roma la Orden de Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías (1648).

Fecha de canonización: Fue beatificado el 18 de agosto de 1748 por el Papa Benedicto XIV, y canonizado el 16 de julio de 1767 por el Papa Clemente VIII.



Parece que a Dios le importa menos la obra que hace el hombre, aunque sea buena para la extensión del Reino, que la misma respuesta de santidad que el mismo hombre le da. De otra manera, Dios espera del hombre más su amorosa correspondencia que todo lo que el hombre pueda hacer por Dios. En el caso de la familia escolapia parece que puede verse con gran nitidez esta previa intuición.

José de Calasanz, español, aragonés, nacido en Peralta de la Sal probablemente el 1558, cuando ha empezado a reinar Felipe II. Pedro Calasanz y María Gastón son los padres de la familia numerosa con siete hijos cuyo benjamín es José. Bien lo formó la buena madre poniéndole al corriente de lo importante para vivir: tierna devoción a la Virgen y odio al pecado. Tanto que cuando sólo tenía cinco años hubo quien le vió por el olivar con un cuchillo en la mano dispuesto a matar al demonio que es el peor enemigo.


Estudia los primeros latines -porque quería ir para cura- en Estadilla; hace filosofía y algo de teología en la universidad de Lérida; cambia a la de Valencia para terminar los estudios, pero tuvo que abandonar la ciudad por la persecución de una dama que ponía en peligro su vocación. Se ordenó de sacerdote en Barbastro. Y cambia la licenciatura en teología por el doctorado en Barcelona. Fue secretario de varios obispos y se encamina a Roma para conseguir una canonjía.


El Concilio de Trento propuso la edición de un Catecismo que por fin publicó el Papa Pío V. Surge la Archicofradía de la doctrina Cristiana para procurar a los fieles la instrucción necesaria y alimentar su fe y José de Calasanz organiza -entusiasmado- las catequesis dominicales; luego funda una escuela en Santa María del Transtévere para atender la formación de una niñez y juventud abandonada. Cada vez son más numerosas y largas las hileras de niños que de todas partes de la Ciudad Eterna quieren aprovechar la ocasión. Elige gente responsable que se despreocupe del dinero, muestre interés por el problema y esté dispuesta a la constancia; busca lugares, llama a las puertas, y va organizando la avalancha. Está dispuesto a poner el saber al alcance de los pobres también y a que deje de ser clasista y privilegio de nobles. Han comenzado las Escuelas Pías. Son gratuitas y para todos. Los seguidores de José forman una comunidad sui generis, no tienen votos ni reglas, están unidos y estimulados por la autoridad moral del fundador que es apoyo y modelo por su carisma. Y así funcionarán hasta que el papa Paulo V haga de ella una Congregación de votos simples y Gregorio XV, en 1621, la eleve a la categoría de Orden con votos solemnes y nombre a José de Calasanz como General.


Como sucede con los fundadores de Órdenes religiosas que se han entregado en cuerpo y alma a sacar adelante un querer divino, hubiera sido suficiente lo escrito hasta ahora para su subida a los altares, máxime cuando la labor apostólica y su amplia repercusión social es altamente llamativa por la explosión que supuso este buen hacer en toda Europa. Roma, Génova, Nápoles, Florencia, Sicilia, Germania, Polonia, Cerdeña, España, Hungría, Francia y Austria ¡Más de cuarenta fundaciones durante su gobierno! Pero lo que define a José de Calasanz como santo es otra cosa.


¿Quieres saber lo que pasó? Entre los suyos hubo un "trepa", sí uno de esos que hay en todas las épocas y en todos los estamentos que van medrando para conseguir triunfar y subir a costa de adular a los grandes o poderosos y de pisar a los pequeños o impotentes; esos que frecuentemente son gente de poca valía personal, envidiosos y carentes de escrúpulos morales que gozan adornándose con joyas ajenas. Comienzan por poco y terminan con traición. En este caso, dentro de la familia escolapia, se llamaba el P. Mario Sozzi. Se hizo amigo de los del Santo Oficio y consiguió con malentendidos, intrigas y calumnias la deposición del cargo de General a José Calazancio. Lo humilló hasta conseguir trasladarlo a él y a su Curia entre guardias a los tribunales como espía y malhechor y a desposeerlo de todo gobierno en la orden. Y con el agravante de tener ochenta años el fundador, usurpando él mismo el cargo de General. Cuando muere el papa Urbano VIII, una Comisión de cardenales, revisa el asunto y viendo la fragante injusticia cometida con el anciano fundador y con la Orden, se decide la reposición en su función y el restablecimiento de su fama. Pero las cosas habían llegado tan alto que eso supone la difamación del Santo Oficio y la puesta en ridículo de los que intervinieron en el asunto; total, que se queda la cuestión in statu quo prolongando la injusticia por tiempo indefinido hasta que el papa Inocencio X opta por la destrucción de la obra calasancia por aquello de que "muerto el perro se acabó la rabia"; aquella decisión papal del 1646 era la ruina y suponía la definitiva destitución del General. Lo verdaderamente admirable es que en todo este negro negocio de injusticia José permaneció en el ejercicio sublime de la paciencia, humildad, obediencia, sufriendo la calumnia y la desunión de los suyos, al tiempo que animaba como podía a los más próximos a la perseverancia, prometiéndoles una futura restauración.


¿Quieres saber cómo terminó? El P. Sozzi de marras murió de una horripilante sífilis. Y aún hoy no se sabe muy bien si está o no en el Purgatorio en compañía de los papas Urbano VIII e Inocencio X. Sí se sabe con certeza que José de Calasanz está en el Cielo como intercesor y propuesto como modelo de santidad. Y la familia calasancia está por esos mundos de Dios anunciando el Evangelio a la gente, instruyendo juventudes, formando hombres y aprendiendo de sus orígenes lo santo para hacerlo y lo aborrecible para detestarlo.


Este día también se festeja a Luis de Francia



Martirologio Romano: En Roma, san Genesio, mártir, que todavía catecúmeno y desempeñando el oficio de escribano y comediante, al negarse a actuar contra los cristianos fue detenido por los soldados y bautizado con su propia sangre (303).

Etimología: Ginés = protector de la familia. Viene dela lengua alemana.


Fecha de canonización: Fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, por lo que su culto fue aprobado por un obispo como consecuencia de la devoción popular.



Era un comediante pagano. Como viese un bautismo cristiano, se le ocurrió parodiarlo ante el emperador Diocleciano, desempeñando el papel de enfermo. Los que le «administraban» fingían, pero él, movido por la gracia de Dios, recibió el Bautismo de agua, pues interiormente se acababa de convertir a Él. Poco después, el de sangre, por no querer adorar a los dioses. — Fiesta: 25 de agosto.

Hoy diríamos que Ginés fue actor de teatro. Cuidaba, en efecto, de las diversiones del emperador Diocleciano. Casualmente, pudo asistir, sin ser visto, a una administración del Bautismo que los cristianos conferían a sus catecúmenos, a pesar de la fuerza pública y de las leyes prohibitivas del Estado.


Pensando que su parodia agradaría al César y a los magnates de la corte, se fingió enfermo y llamó a dos colegas en el oficio para que simulasen una administración bautismal.


Lo cierto es que, mientras sus compañeros se burlaban de lo lindo, tocado él de la Gracia, siguió con gran devoción las distintas ceremonias hasta que terminaron y recibió el verdadero Bautismo de Jesucristo. Le vistieron luego, según era costumbre cristiana en los primeros siglos, con blancas vestiduras.


Para continuar la burla, el Emperador y los que le asistían, satisfechos por la seriedad que creían aparente, mandaron traer un ídolo de Venus. Indicaron a Ginés que lo adorase o se preparase para los tormentos —todo esto en broma—, pero él se incorporó del lecho en que, milagrosamente, se había despojado de su enfermedad espiritual y, de pie, se dirigió al Emperador en estos términos:


«Oídme, Emperador, y todos cuantos estáis aquí, oficiales del ejército, filósofos, senadores y pueblo, lo que voy a decir. Jamás pude ni aun oír el nombre de cristiano, antes me llenaba de horror al escucharlo, y detestaba a mis propios parientes porque profesaban aquella Religión. Procuré con vana curiosidad ver los misterios de los cristianos para que, en público, imitándolos, moviese al pueblo a risa; mas al tiempo que yo pedí el Bautismo, dentro de mí mismo sentí un remordimiento de conciencia acerca de mi vida, gastada toda en maldades; tanto, que me provocó a dolerme y a tener pesar por haber sido malo. Al tiempo que quisieron echar el agua sobre mi cabeza y me preguntaron si creía lo que los cristianos creen, levantando los ojos al cielo, vi una mano que bajaba sobre mí, y vi ángeles con rostros de fuego que de un libro recitaban todos los pecados de mi vida. Me dijeron que sería limpio de ellos si recibiese el agua purificadora. Así lo deseé. Luego que cayó sobre mí el agua bautismal, vi la escritura del libro borrada sin que ni quedase señal alguna de letras. Mira, pues, Emperador, y todos vosotros romanos, lo que es justo que haga: pretendí agradar al Emperador de la tierra y hallé gracia con el Emperador del Cielo; procuré causar risa en los hombres y causé alegría en los ángeles. Por tanto, confieso desde hoy a Jesucristo por verdadero Dios y os exhorto a todos que hagáis lo propio para salir de las tinieblas de que yo he salido».


El emperador Diocleciano, airado en gran manera, mandó encarcelarle. Al día siguiente fue atormentado: le rasgaron los costados con uñas de hierro y le aplicaron luego hachas encendidas.


El Mártir sufrió con gran confianza estos tormentos, hasta que el verdugo le cortó la cabeza y durmió así pacíficamente en el Señor.


Es maravillosa la obra de Dios en sus Santos. San Ginés no sólo se convirtió sino que dio testimonio público de su fe y rubricó con su sangre el intenso amor a Jesucristo que abrasaba su alma.



Martirologio Romano: Fiesta de san Bartolomé, apóstol, al que generalmente se identifica con Natanael. Nacido en Caná de Galilea, fue presentado por Felipe a Cristo Jesús en las cercanías del Jordán, donde el Señor le invitó a seguirle y lo agregó a los Doce. Después de la Ascensión del Señor, es tradición que predicó el Evangelio en la India y que allí fue coronado con el martirio (s. I)

Etimológicamente: Bartolomé = hijo de Tolomé” (Bar =hijo. Tolomé = “cultivador y luchador”).. Viene de la lengua hebrea.



A este santo (que fue uno de los doce apóstoles de Jesús) lo pintaban los antiguos con la piel en sus brazos como quien lleva un abrigo, porque la tradición cuenta que su martirio consistió en que le arrancaron la piel de su cuerpo, estando él aún vivo.

Parece que Bartolomé es un sobrenombre o segundo nombre que le fue añadido a su antiguo nombre que era Natanael (que significa "regalo de Dios") Muchos autores creen que el personaje que el evangelista San Juan llama Natanael, es el mismo que otros evangelistas llaman Bartolomé. Porque San Mateo, San Lucas y San Marcos cuando nombran al apóstol Felipe, le colocan como compañero de Felipe a Natanael.


El encuentro más grande de su vida.


El día en que Natanael o Bartolomé se encontró por primera vez a Jesús fue para toda su vida una fecha memorable, totalmente inolvidable. El evangelio de San Juan la narra de la siguiente manera: "Jesús se encontró a Felipe y le dijo: "Sígueme". Felipe se encontró a Natanael y le dijo: "Hemos encontrado a aquél a quien anunciaron Moisés y los profetas. Es Jesús de Nazaret". Natanael le respondió: " ¿Es que de Nazaret puede salir algo bueno?" Felipe le dijo: "Ven y verás". Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: "Ahí tienen a un israelita de verdad, en quien no hay engaño" Natanael le preguntó: "¿Desde cuando me conoces?" Le respondió Jesús: "antes de que Felipe te llamara, cuando tú estabas allá debajo del árbol, yo te vi". Le respondió Natanael: "Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel". Jesús le contestó: "Por haber dicho que te vi debajo del árbol, ¿crees? Te aseguró que verás a los ángeles del cielo bajar y subir alrededor del Hijo del Hombre." (Jn. 1,43 ).

Felipe, lo primero que hizo al experimentar el enorme gozo de ser discípulo de Jesús fue ir a invitar a un gran amigo a que se hiciera también seguidor de tan excelente maestro. Era una antorcha que encendía a otra antorcha. Pero nuestro santo al oír que Jesús era de Nazaret (aunque no era de ese pueblo sino de Belén, pero la gente creía que había nacido allí) se extrañó, porque aquél era uno de los más pequeños e ignorados pueblecitos del país, que ni siquiera aparecía en los mapas. Felipe no le discutió a su pregunta pesimista sino solamente le hizo una propuesta: "¡Ven y verás que gran profeta es!"


Una revelación que lo convenció.


Y tan pronto como Jesús vio que nuestro santo se le acercaba, dijo de él un elogio que cualquiera de nosotros envidiaría: "Este si que es un verdadero israelita, en el cual no hay engaño". El joven discípulo se admira y le pregunta desde cuándo lo conoce , y el Divino Maestro le añade algo que le va a conmover: "Allá, debajo de un árbol estabas pensando qué sería de tu vida futura. Pensabas: ¿Qué querrá Dios que yo sea y que yo haga? Cuando estabas allá en esos pensamientos, yo te estaba observando y viendo lo que pensabas". Aquélla revelación lo impresionó profundamente y lo convenció de que este sí era un verdadero profeta y un gran amigo de Dios y emocionado exclamó: "¡Maestro, Tú eres el hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! ¡Maravillosa proclamación! Probablemente estaba meditando muy seriamente allá abajo del árbol y pidiéndole a Dios que le iluminara lo que debía de hacer en el futuro, y ahora viene Jesús a decirle que El leyó sus pensamientos. Esto lo convenció de que se hallaba ante un verdadero profeta, un hombre de Dios que hasta leía los pensamientos. Y el Redentor le añadió una noticia muy halagadora. Los israelitas se sabían de memoria la historia de su antepasado Jacob, el cuál una noche, desterrado de su casa, se durmió junto a un árbol y vio una escalera que unía la tierra con el cielo y montones de ángeles que bajaban y subían por esa escalera misteriosa. Jesús explica a su nuevo amigo que un día verá a esos mismos ángeles rodear al Hijo del Hombre, a ese salvador del mundo, y acompañarlo, al subir glorioso a las alturas.


Desde entonces nuestro santo fue un discípulo incondicional de este enviado de Dios, Cristo Jesús que tenía poderes y sabiduría del todo sobrenaturales. Con los otros 11 apóstoles presenció los admirables milagros de Jesús, oyó sus sublimes enseñanzas y recibió el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego.

El libro muy antiguo, y muy venerado, llamado el Martirologio Romano, resume así la vida posterior del santo de hoy: "San Bartolomé predicó el evangelio en la India. Después pasó a Armenia y allí convirtió a muchas gentes. Los enemigos de nuestra religión lo martirizaron quitándole la piel, y después le cortaron la cabeza".


Para San Bartolomé, como para nosotros, la santidad no se basa en hacer milagros, ni en deslumbrar a otros con hazañas extraordinarias, sino en dedicar la vida a amar a Dios, a hacer conocer y amar mas a Jesucristo, y a propagar su santa religión, y en tener una constante caridad con los demás y tratar de hacer a todos el mayor bien posible.


Oración


Oh, Dios omnipotente y eterno, que hiciste este día tan venerable día con la festividad de tu Apóstol San Bartolomé, concede a tu Iglesia amar lo que el creyó, y predicar lo que él enseñó. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén


¡Felicidades a los Bartolomés!


Consulta también San Bartolomé Apostol de Jesús Martí Ballester



Virgen y Fundadora

de la Congregación de las Hermanas de San José de la Aparición


Martirologio Romano: En Marsella, en Francia, santa Emilia de Vialar, virgen, que tras haber trabajado con denuedo por difundir el Evangelio en países lejanos, fundó la Congregación de las Hermanas de San José de la Aparición y la propagó ampliamente (1856).

Etimológicamente: Emilia = Aquella que es amable y gentil, es de origen griego.


Fecha de canonización: Fue canonizada el 24 de junio de 1951 por el papa Pío XII.



En agosto de 1835 un navío francés atracaba majestuosamente en el puerto de Argel, “la ciudad blanca". Rompen a tocar las charangas militares, y, entre los vítores guturales que lanza la multitud y el estruendo de la artillería que atruena el espacio, cuatro humildes monjitas descienden al desembarcadero y pasan entre dos filas de soldados que presentan armas. Pero no se vaya a creer que estos honores son precisamente para ellas. Es que han venido en el mismo barco que trae al nuevo gobernador general, mariscal Clauzel. Con él ha hecho también la travesía el barón de Vialar, hermano de Emilia, fundadora de un naciente Instituto —las Hermanas de San José de la Aparición— que, todavía en los primeros balbuceos de su existencia, ya se siente con bríos para llevar a las gentes mahometanas de Africa el mensaje de Cristo, desplegando ante ellas "todas las formas de la caridad".

Emilia Vialar había visto la luz primera en la graciosa ciudad de Gaillac, que baña con sus aguas el Tarn, en el Languedoc. La ceremonia del bautizo se celebró el 12 de septiembre de 1797 en la iglesia parroquial de San Pedro, sin alegría de campanas, toda vez que, por orden del Comité de Salud Pública, durante el Terror habían sido descolgadas para fundirlas, convirtiéndolas en cañones, aunque con el boato y esplendidez que se podían permitir sus acaudalados padres.


Allí, en una de aquellas quintas señoriales coronadas de altas azoteas, desde las que se domina un panorama encantador, se deslizaron suavemente los años de la infancia de Emilia. ¡Con qué bella plasticidad los sintetiza la escena hogareña que nos ofrece una de sus biografías! A la sombra de una espléndida acacia, la niña aprende a leer en el libro que se abre sobre las rodillas de su mamá, la baronesa de Vialar, cuya delicada salud la obliga a pasar frecuentemente los días estivales al aire libre tendida en un canapé. "El buen Dios —dice la solícita educadora a su hijita— nos ha criado. Nos ama. ¿Lo entiendes, querida mía?” "Sí", replica Emilia con todo el fervor de su alma pura.


Pero la baronesa no puede continuar su dulce y duro magisterio, y decide enviar a su hija a la escuela. La elección no es fácil. Pese al concordato que habían firmado conjuntamente Bonaparte y el Papa, aún permanecían cerradas en la ciudad las casas de enseñanza religiosa. La única institutriz de la región era una damisela que había personificado a la diosa Razón en las sacrílegas mascaradas de los pasados tiempos revolucionarios. No hubo otro remedio. Y mañana y tarde, durante seis años las calles tortuosas de Gaillac vieron pasar a una niña de grandes ojos castaños y crenchas doradas, desbordantes de su blanca cofia, que con el cestillo al brazo, se dirigía a la escuela, abierta en la ciudad por aquella infeliz. Dicho se está que entre la nueva maestra y la avisada discípula no pudo establecerse jamás ninguna corriente de simpatía.


Una tarde de septiembre de 1810 la familia de Vialar llegó a París, ebrio a la sazón con el vino espumoso de las últimas victorias imperiales, para presentar a la jovencita Emilia a las religiosas de la Congregación de Nuestra Señora, fundada en el siglo XVIII por San Pedro Fourier, que regentaban el célebre pensionado de l´abbaye-au-Bois, cuya reapertura era reciente. Cabe afirmar que éste fue el gesto postrero de su cristiana madre, quien el 17 de aquel mismo mes expiró, rodeada de los suyos, a la prometedora edad de treinta y cuatro años. Con tan acerbo dolor se inicia el Viacrucis que tendrá que recorrer intrépidamente la futura fundadora. Sin embargo, no escalará sola la cuesta del Calvario.


A los trece años hace su primera comunión en la capilla del convento en que se educa, y Jesús toma posesión del alma de la niña. No transcurren dos sin que su afligido padre reclame la presencia de la pensionista en la morada familiar de Gaillac, tan llena de entrañables recuerdos. La colegiala, hecha ya una mujercita, retorna de París. Pasa del tibio invernadero de l´abbaye-au-Bois a la vida de frivolidad y de chismorreo de la pequeña ciudad, con riesgo de que el céfiro engañador pueda deshojar las flores primerizas de una virtud todavía tierna y de que el jansenismo reinante corte las alas a los más ambiciosos intentos de santificación. Por eso dirá Emilia refiriéndose a esta época: "Apenas si frecuentaba los sacramentos". No importa. Ya se cuidará el Señor de que la muchacha no le olvide completamente aun en medio de las vanidades y fruslerías de una existencia más o menos mundana.


"Un día —escribe—, estando sola en la habitación, de temporada en el campo, fue como transportada en Dios. De súbito me sentí dominada, casi deslumbrada, por una luz brillante que me envolvía. Parecióme que ésta venía del cielo, y allá dirigí mis ojos, poniéndome de rodillas. Esto duró sólo unos instantes, si bien el gran arrobamiento que me produjo este toque de la gracia no me hizo perder en absoluto el uso de mis facultades. El favor señalado que el Señor me concedió me impulsó a tomar la resolución de pertenecerle a Él enteramente..."


La misión solemne predicada por 1816 en la iglesia de San Pedro —la primera que se celebraba después de la revolución— afianzará los generosos propósitos de la jovencita y acabará con todas las bagatelas seductoras del mundo. A partir de este año las gracias del Señor irán cayendo en lluvia incesante sobre el alma de Emilia. Una visión inolvidable pondrá la rúbrica a estos dones maravillosos. "Durante una visita que hice al Santísimo Sacramento —cuenta M. Vialar— de tres a cuatro de la tarde, me hallaba sola en la iglesia, orando con calma y fervor. Tenía, a lo que me parece, la cabeza un poco inclinada, debido al recogimiento. De pronto veo a Jesucristo sobre el altar. Estaba extendido: su cabeza descansaba al lado del Evangelio, y sus pies, al de la Epístola. Los brazos del Salvador se abrían en forma de cruz. Distinguía su figura y su cabellera, que le caía sobre la espalda. Una sombra cubría parte de su sagrado cuerpo; pero el pecho, costado y pies se hacían visibles a los ojos de mi alma y no podría precisar si también a los de mi cuerpo: tan visibles como lo sería una persona que se colocara delante de mí. Mas lo que atraía más fuertemente mis miradas eran las cinco llagas, que yo veía con toda claridad, sobre todo la de su costado derecho. Yo clavaba mis ojos en ella; brotaban de la misma muchas gotas de sangre”.


Tan grabada se le quedó a la vidente esta imagen estremecedora, que, en honor de las cinco llagas, prometió rezar diariamente cinco padrenuestros y otras tantas avemarías, promesa que las hijas de la fundadora continúan cumpliendo fielmente. Con todo, el horizonte de su porvenir no se aclara. Mientras tanto, el nuevo cura de San Pedro, reverendo Mercier, empieza a dirigir aquella alma elegida por los senderos de la paciencia, de la abnegación y de la caridad. De allí en adelante no se contentará con soportar los repentinos accesos de ira de su padre, ni las asperezas y desconsideraciones continuas de Toinon, la antigua sirvienta de la casa, sino que, dejando poco a poco los salones de Gaillac, se entregará al ejercicio de la más heroica caridad. Aquellas tertulias galantes —en que sólo se habla de modas y sucesos políticos— tienen que ceder el puesto a las visitas a los pobres, avecindados en sórdidos y malolientes tugurios. Y, por si esto fuera poco, cada mañana se dan cita en el zaguán del aristocrático hotelito de Emilia todas las miserias de la ciudad a despecho de las protestas exasperadas de la vieja ama de llaves. Ejercicio de la caridad que llega a su grado más alto en el terrible invierno de 1830, cuando las aguas del Tarn quedaron convertidas en una larga cinta de hielo.


Emilia se ha preparado contra cualquier contingencia, y, como la caridad es ingeniosa, ha hecho abrir una puerta con su escalera junto a la calle que bordea el muro de la casa, a fin de que sus pobres puedan tener acceso a la terraza sin pasar por el interior. Otras veces es ella, la señorita de Viallar, la que humildemente vestida, como una muchacha de servicio, recorre trabajosamente las callejas nauseabundas en que se cobijan sus amigos, acarreando pesados sacos de trigo. De seguro estos violentos esfuerzos le causaron la hernia, que, mal cuidada, habría de producirle la muerte años más tarde...


La noche de Navidad de 1832 será siempre una fecha histórica en los anales de la Congregación de Hermanas de San José de la Aparición. Emilia, con otras tres compañeras suyas, se recluye en la casa que había adquirido, contigua a la iglesia parroquial de San Pedro, dentro del más riguroso secreto. Para entonces había muerto su abuelo, el barón de Portal, dejando a su nieta favorita una pingüe herencia de treinta millones de francos. Cabía financiar con tal suma la fundación que proyectaba. Y, al efecto, la hija ejemplar, temiendo la injusta oposición de su irritado padre, deposita sobre la mesa de su escritorio una carta henchida de ternura, con la que se despide definitivamente de aquel hogar tan querido, pero en el que tanto ha tenido que sangrar su corazón.


Desde el primer momento la fundadora se ha puesto bajo el patrocinio del bendito patriarca. En el Museo de Toulouse existe un cuadro de mediano mérito que hirió vivamente la imaginación de Emilia. Representa al arcángel anunciando en sueños a José el gran misterio de la Encarnación: "No temas tomar a María por esposa tuya, porque lo que de ella nazca es obra del Espíritu Santo" (Mt. 1,20). También sus hijas, que ansían practicar la caridad del modo más excelso, llevarán hasta los últimos confines de la tierra el fausto anuncio de la Encarnación. Así viven por dos años, protegidas por monseñor De Gualy, nuevo obispo de Albi, mientras afluyen en gran número las jóvenes "a la Orden de Santa Emilia", como malas lenguas dicen. Es verdad que el Instituto no tiene todavía reglas ni constituciones. Pero para tender el vuelo sobre el mundo infiel le basta con el soplo del Espíritu Santo.


Y es que las misiones habían ejercido, de antiguo, un influjo perenne y avasallador en el ánimo valeroso a toda prueba de Emilia. "Sin que me diese cuenta de ello —escribirá—, notaba yo un sentimiento vivísimo que arrebataba mi corazón a los países infieles." Ya en las frecuentes visitas que solía hacer a su anciano abuelo en París, nunca dejaba de entrar en la iglesia de las Misiones de la calle de Bac. Por otra parte, sin salir de Gaillac, la pensativa joven tenía costumbre de visitar la iglesia del barrio de San Juan de Cartago, en la que había una capilla dedicada a San Francisco Javier. "A la edad de dieciocho años —precisa la Santa— hice el voto de invocar diariamente a este gran santo." ¿Cómo no iba a ser apostólico y misionero el Instituto de Hermanas de San José de la Aparición?


Dios se valió de un desengaño amoroso de Agustín de Vialar, que se trasladó a Argelia, envuelta aún en el halo de la reciente conquista, para que éste llamase a su hermana por encargo del Consejo de la Regencia. Y allá se dirigen audazmente las monjitas para estrenarse, en una lucha desigual, contra la violenta epidemia del cólera que diezma espantosamente la población. Los musulmanes quedan prendidos en las mallas de una caridad tan extraordinaria. ¡Qué mejor premio para tantas fatigas y vencimientos que la frase que uno de ellos dice a Emilia de Vialar, señalando con el dedo la cruz que campea sobre su hábito, mientras siente la blandura de la mano que le venda las llagas!: "¡Sin duda alguna es bueno quien te mueve a hacer estas cosas!" Aquel puñado de almas esforzadas se multiplica. Todo está por hacer. Por eso, no bien desembarcó en Argel la fundadora, se apresuró a adquirir una gran casa, que vino a ser un asilo providencial —la "misericordia"— para los menesterosos y desvalidos. Emilia, como más tarde Carlos de Foucauld, quiere ser, sobre las arenas de Africa, el "hermano universal" de todos sus moradores. ¡Cuántas obras emprendidas y coronadas en dos años! Un noviciado, un hospital, una enfermería-farmacia, una escuela gratuita, un asilo...


Emilia de Vialar interrumpe brevemente su estancia en Argel para conseguir la aprobación de las constituciones y sellar la reconciliación con su apaciguado padre. Sin pérdida de tiempo regresa al continente africano. Ante ella se abre un esperanzador rosario de fundaciones y una cadena ininterrumpida de luchas y sufrimientos. Primero es Bona. "Será la Chantal, la Teresa de nuestros tiempos —escribe, aludiendo a la fundadora, su amiga Eugenia de Guérin—. Veréis las maravillas que obra.” Luego, Constantina. Entre los árabes del interior la Santa se pone a curar al jefe de las tribus del desierto, "Tanta es la confianza que le inspiro —escribirá Emilia—, que, al presentarle un remedio y probarlo yo antes para animarle a beberlo, me dijo con acento de persona ofendida: —¿Por qué haces eso? De tu mano yo lo tomaré sin recelo alguno.”


A fines de 1839 puede añadir a la lista de sus fundaciones dos casas más: una sobre la risueña colina de Mustafá y la otra en Ben Aknou. Al año siguiente prepara la instalación de una comunidad en la regencia de Túnez, fuera de los límites de la protección francesa. Desde esta ciudad, tan populosa entonces como Marsella, sus hijas se derramarán por Susa, Sfax, La Marsa y La Goleta. Emilia de Vialar, andariega incansable —como la virgen de Avila—, después de un largo periplo por Gaillac, París y Roma —donde echa los cimientos de otra fundación—, vuelve de Túnez a Argel. Una desatada tormenta zarandea el navío, que, por fin, de arribada forzosa, fondea en las costas de Malta. Aquí, emulando al apóstol San Pablo, desembarca y da cima a dos fundaciones más. Once meses permanece Emilia en aquella isla, floreciente de prometedoras vocaciones.


La voluntad de Dios se le manifiesta de mil maneras distintas. Unas veces será una tempestad. Otras, una simple carta. Como la llamada epistolar apremiante del reverendo Brunoni, misionero de Chipre, que solicita la ayuda de las Hermanas de San José de la Aparición. Las dos almas apostólicas se saludan en Roma junto a la basílica de San Pablo, y, en la imposibilidad de trasladarse ella personalmente, envía a dos religiosas para la isla, cuyos habitantes —cristianos y musulmanes— se apiñan, ávidos de contemplar a aquellos "ángeles bajados del cielo para bien de la humanidad". Ahora es Grecia la que requiere su presencia, y la fundadora no quiere ceder a nadie la gloria de capitanear la expedición. Parte, pues, con rumbo a Syra, Beyrouth y Jerusalén, la Tierra Santa por excelencia, a la que tan particular devoción profesan las Hermanas de San José de la Aparición por los recuerdos que allí se veneran de la Sagrada Familia. A las fundaciones apuntadas seguirán bien pronto las de Chío, Jaffa, Trebizonda, la isla de Creta y Belén. No se han agotado los nombres que resplandecen, como estrellas, sobre las aguas azules del Mediterráneo, Hay que agregar a ellos Saida, Trípoli, Erzerum. Finalmente Alepo, cuya fundación revistió caracteres de inconcebible odisea, y Atenas. Estas dos fueron las últimas, realizadas por la Santa en 1854.


El Próximo Oriente ha podido admirar ya los raros ejemplos de caridad de las hermanas de la nueva Congregación misionera. Pero la mano de San Francisco Javier, el apóstol de las Indias, les señala el mar de sazonadas mieses que amarillean en los remotos campos de Asia. En 1856 el vicario apostólico de Birmania busca afanosamente, por una y otra parte, religiosas que secunden la ímproba tarea de los misioneros. La madre De Vialar escoge a seis de sus hijas. Viaje épico el suyo. Aún no ha sido horadado el istmo de Suez. Y aquí cabalmente es donde los anales de la Congregación se tiñen con el reflejo de una página dorada, que recuerda la deliciosa ingenuidad de las Florecillas de San Francisco. "Durante el viaje de Alejandría a Suez —cuenta una de las hermanas— un buen anciano se presenta a nuestras hermanas cada vez que se detiene el vehículo, diciéndoles: "Soy yo, hijas mías, no temáis; aquí estoy". Este anciano tenía una luenga barba y un bastón en la mano. Les tomaba los bultos y les ayudaba a bajar. Así hasta su embarco en Suez. Ya en el barco, el anciano dice a las hermanas: "¡Adiós, hijas mías, buen viaje! No temáis. Yo estoy con vosotras."


Africa, Asia..., Oceanía, la última parte del mundo, colmará los anhelos bienhechores de Emilia. En junio de 1854 el integérrimo benedictino español monseñor Serra, obispo de Perth (Australia occidental), viene a Europa con el designio de pedir a la madre De Vialar algunas religiosas para establecer un puesto en Fremantle. La fundadora, accediendo a sus deseos, envía cuatro hermanas a Londres. La Santa ha echado la rúbrica a su obra. Pero ¡a costa de cuántas amarguras! Las fundaciones de Hermanas de San José de la Aparición han ido aprisionando el globo terráqueo como en una red de caridad. Que en el corazón de la madre Emilia ha tenido el cerco trágico de una corona de espinas...


Argel fue la primera y acaso la más acerada. Porque la fundadora tuvo que defender así los derechos de su naciente Instituto, no contra las hordas revolucionarias ni contra las autoridades anticlericales, sino contra el pastor de la diócesis. Monseñor Dupuch trata de inmiscuirse en el régimen interno de la Congregación. La Santa no cede, y su resistencia es calificada de abierta rebeldía. El prelado no perdonará medios para doblegarla: desde las amonestaciones más severas hasta el entredicho y la privación de los sacramentos. Tres años interminables de durísimo forcejeo. "Dios me ha dado un corazón fuerte —escribe con toda sencillez la fundadora a su insigne protector, monseñor De Gualy—; ninguna prueba me ha podido abatir en el pasado, y esta que me aflige ahora no hace otra cosa que redoblar mi fuerza. Si debo pelear hasta la muerte, yo pelearé..." El prelado, empero, no ceja en su actitud, y las Hermanas de San José de la Aparición se ven obligadas a dejar bruscamente Argel. Otro será el comportamiento de Emilia cuando monseñor Dupuch, a su vez, tenga que salir al destierro.


Gran corazón. Lo necesitaba la fundadora. Ya que, años más tarde, el huracán sacudirá, hasta derribarlos, los muros de la casa madre de Gaillac. Esta otra prueba tendrá una acerbidad singularmente dolorosa. Paulina Gineste, una de las cofundadoras, dilapidará los bienes de la comunidad y, en trance de tener que rendir cuentas de su pésima administración, se alzará contra la madre De Vialar y la llevará a los tribunales, terminando por traicionar a la fundadora y sembrar la cizaña entre las religiosas, varias de las cuales seguirán las tristes huellas de la hija pródiga. Es preciso dejar también aquel nido en que la Congregación ensayó sus primeros vuelos. Hay que partir para el exilio.


En 1847 la reducida comunidad se establece en un modestísimo local de Toulouse. Estrecheces, privaciones, sacrificios de todo género. La cruz seguirá proyectando su sombra sobre la casita de las desterradas. Y otra vez se repetirá la historia de Argel, con los mismos caracteres de incomprensión, reserva, entremetimiento. Se hace necesario pensar en otro puerto de refugio. Por fin, en agosto de 1852 la sufrida expedición llega a Marsella, la "tierra prometida”, como la llaman acertadamente los biógrafos de Santa Emilia de Vialar. Dos años más tarde la fundadora, presa en un principio de violentos dolores, efecto no del cólera —como se temió—, sino de la hernia estrangulada, descansará plácidamente en la paz del Señor. Había sido fiel a su lema: "Entregarse y morir".


Más de cuarenta misiones había fundado a su muerte el Instituto de Hermanas de San José de la Aparición. Y la esclarecida misionera —alma gigante que tan a maravilla supo conciliar, como Santa Teresa de Jesús, las dos vidas activa y contemplativa— ascendió a la gloria de los altares el 24 de junio de 1951, juntamente con Santa María Dominica de Mazzarello, la cofundadora de San Juan Bosco. Los sagrados restos de la fundadora fueron trasladados en 1914 desde el cementerio de San Pedro a la casa madre de Marsella. He aquí el homenaje póstumo de la Congregación de Hermanas de San José de la Aparición, que, según el sentido epitafio, "gobernó (la Santa) durante veinte años con una gran suavidad y un celo admirable".


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



Audeno es conocido en Francia como Ouen; en Inglaterra y los países anglo parlantes como Ouen, Owen o Aldwin. El nombre en latín del santo es Audoenus y en italiano es Audeno.

Audeno nació en el año 609 o 610 de Sancy, cerca de Soissons, al noreste de París, en el territorio que entonces formaba parte del reino francés de Neustria. Su padre, Authario, y su madre, Aiga, pertenecía al linaje galo-romano. Inmediatamente después de su nacimiento se trasladaron a Ussy-sur-Marne, donde Audeno pasó su infancia, en la que –según la tradición– tienen lugar una serie de eventos que sorprenden. Recibió una educación cristiana devota y fue bendecido por San Columbano, huésped de sus padres.


Lo enviaron a la Abadía de San Medardo donde completó su educación, luego por sus cualidades fue muy bien acogido en la corte de Clotario II, poco antes de la muerte de aquel príncipe. Su sucesor, Dagoberto I, por su talento y cultura, lo nombró su secretario jurídico o canciller. Le encargó misiones importantes y le dio la tarea de compilar el código de la ley Sálica (cuerpo de leyes promulgadas a principios del siglo VI que fue la base de la legislación de los reyes francos hasta que en el siglo XII el reino de los francos desapareció).


En la corte conoció y se hizo amigo de Eligio, Sulpizio, Desiderio y todos los demás futuros obispos y santos. Ayudó al hermano Ado en la fundación del monasterio de Jouarre en Meaux, en 634, y con la ayuda de su familia fundó la abadía de Rabais, solicita monjes a Luxeuil para poblar la nueva fundación que fue aprobada por Dagoberto y el obispo de Meaux. Dagoberto intentó persuadirlo de que no se hiciera monje a Mónaco, y pese al hecho de que Audeno era laico, practica y promueve la religión mediante la lucha contra el flagelo de la simonía y pese al desorden moral de su rey, Audeno y Eligio, nunca dejaron de servirle fielmente.


Cuando murió Dagoberto, a pesar de que Clodoveo II había confirmado a Audeno como canciller, decidió abandonar todos los puestos seculares y abandonar la corte, para dedicarse en el aislamiento, a los estudios teológicos que tanto le atraían.


Algún tiempo después –en el año 640– la fama de piedad de Audeno lo hizo, siendo todavía laico, ser elegido obispo de Ruan, sede arzobispal vacante por la muerte de San Romano. Fue consagrado en Ruan el 21 de mayo de 640, junto a su amigo Eligio (que había sido designado obispo adjutor de Moyon). El 13 de mayo 641, después de pasar un año en la profundización del estudio de la doctrina fue ordenado sacerdote por Dieudonne, obispo de Macon.


Después de participar en el Concilio de Chalon-sur-Saone (647-649), Audeno consagró la iglesia de Jumiges, impulsó la vida cristiana y promovió la vida monástica fundando abadías, entre ellas la de Fontanelle, puso especial cuidado en la protección y la promoción de la vida monástica en su diócesis, para lo que contaba con la ayuda de San Filiberto y San Wandrillo, de quienes se había hecho amigo en su paso por la corte. Se hizo conocido por su austeridad personal y su caridad. Apoyó las actividades misioneras en tierras paganas. La diócesis de Ruan, comprendía distritos que eran todavía bárbaros, por la que el paganismo no había desaparecido, esto cambió bajo la administración de San Audeno, quien logró eliminar la costumbre de adorar a dioses paganos. En el año 675 o 676 Audeno hizo una peregrinación a Roma.


En el año 684, regresando de Colonia enfermó y murió el 24 de agosto en el territorio de Clichy, en el lugar que ahora lleva su nombre. Su cuerpo fue trasladado a Ruan y enterrado en la abadía que en aquel entonces se llamaba de San Pedro y que hoy lleva su nombre.



Martirologio Romano: En Lanišće, Croacia, Beato Miroslav Bulešić, sacerdote diocesano asesinado por odio a la fe ( 1947)

Fecha de beatificación: 28 de septiembre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco



Miroslav Bulešić naciò en Čabruniči, Croacia, el 13 de mayo de 1920, aldea incluida en la parroquia de Svetvinčenat. Sus padres fueron Mihe y Lucije (Lucía). Adquirió su educación primaria en Jursici y la secundaria en los seminarios de Gorica y Koper. Estudió filosofía y teología en Roma, en la Pontificia Universidad Gregoriana. El 11 de abril de 1943 fue ordenado sacerdote por el Beato Aloysius Stepinac.

Fue administrador parroquial en Baderna hasta 1945. Eran los tiempos terribles de la II Guerra Mundial cuando en Istria se enfrentaban tres ejércitos -partisanos, alemán e italiano-. El Padre Miroslav daba especial atención a la educación de niños y jóvenes, y ayudaba a todos los que estaban en necesidad. Él decía: "Soy un sacerdote católico y voy a compartir los santos sacramentos a todos los que lo soliciten, sea croatas, alemanes o italianos", por ello recibió amenazas por todas partes; en su diario, escribió: "Por ti daré mi vida en todos mis ovejas... moriré por la gloria de Dios y la salvación de las almas de los fieles". A pesar de la presencia del ejército italiano y alemán, realizaba los registros (bautismos, defunciones y matrimonios) en idioma croata.


En el otoño de 1945 . fue nombrado párroco de Kanfanar. Enseñó religión en la escuela, los jóvenes lo seguían, introdujo la devoción al Corazón de Jesús y María, organizó misiones populares y actividades caritativas. Estaba siendo atacado por quienes se oponen a la religión, pero no quería huir a Italia : "Si me matan, me van a matar por Dios, y su religión".


En el otoño de 1946, pasó a ser profesor en el Seminario y Colegio en Pazin, dedicándose a la educación de los seminaristas. Fue nombrado secretario de la "Asociación Sacerdotal San Pablo" que agrupaba sacerdotes croatas que luchaban por la libertad religiosa y el buen funcionamiento de la Iglesia, también contribuyó al reconocimiento internacional de la anexión de Istria como territorio croata de Yugoslavia.


En la primavera de 1947 el gobierno comunista presentó el "Plan Quinquenal", que instituía trabajar los domingos, la prohibición de la educación religiosa en las escuelas y la eliminación de la Iglesia de la vida pública. Miroslav Bulešić, junto con otros sacerdotes de ela Asociación Sacerdotal San Pablo, se opone firmemente.


En agosto del 1947, fue enviado como acompañante oficial a Buzet, el delegado de la Santa Sede era el Obispo Jacob Ukmar, quien administraría allí el sacramento de la confirmación, los comunistas trataron de impedir la misa y la ceremonia de confirmación pero no tuvieron éxito. Al día siguiente, 24 de agosto, debían celebrar la confirmación de Lanišće, allí los comunistas atacaron a Miroslav en la casa parroquial y lo apuñalaron en la garganta por lo que su sangre corrió por los pasillos de la oficina parroquial y murió. El Obispo Jakob Ukmar fue golpeado gravemente.


El gobierno no dio permiso para enterrar el cadáver en su parroquia natal en Svetvinčenat, por lo que fue enterrado en Lanišće. Recién en 1958 sus restos fueron trasladados a la iglesia de . Su cuerpo va a estar en la iglesia de Svetvinčenat.


Los mentalizadores y ejecutores del asesinato fueron juzgados y recibieron como castigo el pagar unas ridículas multas... en cambio una persona que trató de impedir el crimen fue condenado a varios años de prisión.


S.S. Benedicto XVI firmó el 20 de diciembre de 2012 el decreto con el cual se reconoce el martirio del Siervo de Dios Miroslav Bulešić, lo cual permitirá su próxima beatificación.











Rosa de Lima, Santa
Rosa de Lima, Santa

Patrona de Perú, América y las Filipinas

Agosto 30




Etimológicamente significa” rosa, jardín florido”. Viene de la lengua latina.


La primera mujer declarada santa de todo el continente americano


El Papa Inocencio IX dijo de esta santa un elogio admirable: "Probablemente no ha habido en América un misionero que con sus predicaciones haya logrado más conversiones que las que Rosa de Lima obtuvo con su oración y sus mortificaciones". Lo cual es mucho decir.


Isabel Flores de Oliva, hija de Gaspar de Flores y María de Oliva, que por su belleza recibió popularmente el nombre de "Rosa" al que ella añadió "de Santa María" En el bautizo le pusieron el nombre de Isabel, pero luego la mamá al ver que al paso de los años su rostro se volvía sonrosado y hermoso como una rosa, empezó a llamarla con el nombre de Rosa. Y el Sr. Arzobispo al darle la confirmación le puso definitivamente ese nombre, con el cual es conocida ahora en todo el mundo.


En los años en que nació Santa Rosa de Lima, la sociedad de su época, propia de un periodo colonial, esta orientada en varios aspectos por el ideal de tener más. Hay allí familias pudientes, otras de pequeños propietarios y la gran mayoría de campesinos, negros y mulatos, que son tratados como esclavos. La familia de Rosa es de pequeños propietarios. Los padres de Rosa se esfuerzan en darle una seria educación humana además de proporcionarle una sólida formación en la fe.


Lima tiene una comunidad pionera en la evangelización: el convento de Santo Domingo. Allí los seglares pueden participar en la liturgia, reunirse a meditar la Palabra de Dios y colaborar temporalmente en los puestos misionales o "doctrinas".


Desde pequeñita Rosa tuvo una gran inclinación a la oración y a la meditación. Un día rezando ante una imagen de la Virgen María le pareció que el niño Jesús le decía: "Rosa conságrame a mí todo tu amor". Y en adelante se propuso no vivir sino para amar a Jesucristo. Y al ir a su hermano decir que si muchos hombres se enamoraban perdidamente era por la atracción de una larga cabellera ó de una piel muy hermosa, se cortó el cabello y se propuso llevar el rostro cubierto con un velo, para no ser motivo de tentaciones para nadie. Quería dedicarse únicamente a amar a Jesucristo.


Rosa en su interior vive un dilema: por un lado siente vocación de religiosa contemplativa y, por otros, percibe la imperiosa llamada a realizar esta vocación en el interior de su familia, trabajando por el Reino de Dios desde fuera del convento, esto sucedió así:


Se había propuesto irse de monja agustina. Pero el día en que fue a arrodillarse ante la imagen de la Virgen Santísima para pedirle que le iluminara si debía irse de monja ó no, sintió que no podía levantarse del suelo donde estaba arrodillada. Llamó a su hermano a que le ayudara a levantarse pero él tampoco fue capaz de moverla de allí. Entonces se dio cuenta de que la voluntad de Dios era otra y le dijo a Nuestra Señora: "Oh Madre Celestial, si Dios no quiere que yo me vaya a un convento, desisto desde ahora de su idea". Tan pronto pronunció estas palabras quedó totalmente sin parálisis y se pudo levantar del suelo fácilmente.


A sus 20 años encuentra el camino: ser pobre por la fraternidad universal ingresando en la Orden de Predicadores, en su movimiento seglar, había sucedido que ella vino a saber que la más famosa terciaria dominica es Santa Catalina de Siena (29 de abril) y se propuso estudiar su vida e imitarla en todo. Y lo logró de manera admirable. Se fabricó una túnica blanca y el manto negro y el velo también negro para la cabeza, y así empezó a asistir a las reuniones religiosas del templo.


Su padre fracasó en el negocio de una mina y la familia quedó en gran pobreza. Entonces Rosa se dedicó durante varias horas de cada día a cultivar un huerto en el solar de la casa y durante varias horas de la noche a hacer costuras, para ayudar a los gastos del hogar. Como dominica seglar da clases a los niños, incluyendo aprendizaje de instrumentos musicales (guitarra, arpa, cítara). En aquel hogar la vida es sencilla, pero lo necesario nunca falta.


Participa en la Eucaristía en el Convento de Santo Domingo. Al fondo de su casa, en la huerta de sus padres, construye una cabaña, una ermita, con el fin de asimilar más el Evangelio en la oración; allí entra en comunión con Dios, con los hombres y con la naturaleza. Sólo Dios la va retribuyendo y ella se va forjando como mujer de "contemplación en lo secreto". A esto une una serie de mortificaciones. Explica en sus escritos que la mortificación es necesaria para ser saciados por el Espíritu de Dios, para vivir orientados por el Espíritu Santo, para renovar la faz de la tierra a partir de uno mismo. Frente a sus prójimos es una mujer comprensiva: disculpa los errores de los demás, persona las injurias, se empeña en hacer retornar al buen camino a los pecadores, socorre a los enfermos. Se esfuerza en la misericordia y la compasión.


Es difícil encontrar en América otro caso de mujer que haya hecho mayores penitencias, lo primero que se propuso mortificar fue su orgullo, su amor propio, su deseo de aparecer y de ser admirada y conocida. Y en ella, como en todas las cenicientas del mundo se ha cumplido lo que dijo Jesús: "quien se humilla será enaltecido".-


Una segunda penitencia de Rosa de lima fue la de los alimentos. Su ayuno era casi continuo. Y su abstinencia de carnes era perpetua. Comía lo mínimo necesario para no desfallecer de debilidad. Aún los días de mayores calores, no tomaba bebidas refrescantes de ninguna clase, y aunque a veces la sed la atormentaba, le bastaba mirar el crucifijo y recordar la sed de Jesús en la cruz, para tener valor y seguir aguantando su sed, por amor a Dios.


Dormía sobre duras tablas, con un palo por almohada. Alguna vez que le empezaron a llegar deseos de cambiar sus tablas por un colchón y una almohada, miró al crucifijo y le pareció que Jesús le decía: "Mi cruz, era mucho más cruel que todo esto". Y desde ese día nunca más volvió a pensar en buscar un lecho más cómodo.


Los últimos años vivía continuamente en un ambiente de oración mística, con la mente casi ya más en el cielo que en la tierra. Su oración y sus sacrificios y penitencias conseguían numerosas conversiones de pecadores, y aumento de fervor en muchos religiosos y sacerdotes. En la ciudad de Lima había ya una convicción general de que esta muchacha era una verdadera santa.-


Rosa de Lima, pasó los tres últimos años de su vida en la casa de Don Gonzalo de Massa, desde 1614 a 1617. Don Gonzalo era un empleado rico del gobierno y su esposa, María de Uzategui, tenía un gran aprecio por Rosa. Durante la penosa y larga enfermedad que precedió a su muerte, la oración de la joven era: "Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor".


Desde 1614 ya cada año al llegar la fiesta de San Bartolomé, el 24 de agosto, demuestra su gran alegría. Y explica el porqué de este comportamiento: "Es que en una fiesta de San Bartolomé iré para siempre a estar cerca de mi redentor Jesucristo". Y así sucedió. El 24 de agosto del año 1617, después de terrible y dolorosa agonía, expiró con la alegría de irse a estar para siempre junto al amadísimo Salvador a los 31 años.


Y a esta muchacha de condición económica pobre y sin muchos estudios, le hicieron un funeral poco común en la ciudad de Lima. La primera cuadra llevaron su ataúd los monseñores de la catedral, como lo hacían cuando moría un arzobispo. La segunda cuadra lo llevaron los senadores (u oidores), como lo hacían cuando moría un virrey. Y la tercera cuadra lo llevaron los religiosos de las Comunidades, para demostrarle su gran veneración. El entierro hubo que postponerlo porque inmensas multitudes querían visitar su cadáver, y filas interminables de fieles pasaban con devota veneración frente a él. Después la sepultaron en una de las paredes del templo


Su cuerpo se venera en la Basílica dominicana de Santo Domingo en Lima. Fue canonizada por Clemente X el 12 de abril de 1671. Desde ese año Toda América Meridional y Filipinas la veneran como patrona.


Así es, como es celebrada como la primera flor de santidad de América, insigne por la fragancia de su penitencia y oración. Dotada de brillantes cualidades y dotes de ingenio que tuvo ya desde niña se consagra al Señor con voto de virginidad. Sintió profunda veneración por Santa Catalina de Siena , con quien se advierte una sorprendente afinidad, así fue como por ello decidió en 1606, inscribirse en la Orden Seglar Dominicana para darse más plenamente a la perfección evangélica.


Esta amante de la soledad dedicó gran parte del tiempo a la contemplación deseando también introducir a otros en los arcanos de la "oración secreta", divulgando para ello libros espirituales. Anima a los sacerdotes para que atraigan a todos al amor a la oración.


Recluida frecuentemente en la pequeña ermita que se hizo en el huerto de sus padres, abrirá su alma a la obra misionera de la Iglesia con celo ardiente por la salvación de los pecadores y de los "indios". Por ellos desea dar su vida y se entrega a duras penitencias, para ganarlos a Cristo. Durante quince años soportará gran aridez espiritual como crisol purificador. También destaca por sus obras de misericordia con los necesitados y oprimidos.


Rosa arde en amor a Jesús en la Eucaristía y en honda piedad para con su Madre, cuyo rosario propaga con infatigable celo, estimando que todo cristiano "debe predicarlo con la palabra y tenerlo grabado en el corazón".


Los milagros empezaron a sucederse en favor de los que invocaban la intercesión de Rosa, y el sumo pontífice la declaró santa y la proclamó Patrona de América Latina, Rosa de Lima, es la más bella rosa que ha producido nuestro continente.


Santa Rosa de Lima


Himno


Cuando, Señor, en quieta lotananza


Se encienden los fulgores de este día,


No dejes avivar nuestra esperanza,


Atiende al corazón que en ti confía.


Van a pasar por manos laboriosas


Los granos de un rosario de ilusiones,


Acógelas, Señor, que son hermosas,


Amor y don de nuestros corazones.


Mujer llena de Dios, oh Santa Rosa,


Vivir para el Señor, para el Amado,


Fue el ansia de tu amor, gracia divina,


Llevada de su fuerza y de su mano.


No olvides los que vamos de camino


Siguiendo en el desierto tus pisadas,


Aboga ante el Señor favor divino,


Seguir como seguiste sus llamadas.


Proclamen nuestros labios la grandeza


Del Padre qu en el Hijo nos dio gozo,


Y, siendo nuestra herencia la pobreza,


Nos colma de su amor el Fuego Santo. Amén


ORACIÓN A SANTA ROSA DE LIMA


Santa Rosa, "Rosa y Reina del Perú", encendida en el amor a Dios y a la fe, te apartaste del mundo y te entregaste a Cristo en medio de admirables penitencias.


Quisiste ser apóstol y llevar a todos los hombres hacia Jesús. Para ello renunciaste a tu hermosura y a tus atractivos humanos, mortificando tu cuerpo... Alcánzanos el camino de la verdadera vida para que lleguemos a gozar un día de los bienes eternos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.


ORACIÓN


Oh esclarecida Virgen, Rosa celestial, que con el buen olor de vuestras virtudes habéis llenado de fragancia a toda la Iglesia de Dios y merecido en la gloria una corona inmarcesible; a vuestra protección acudimos para que nos alcances de vuestro celestial Esposo un corazón desprendido de las vanidades del mundo y lleno de amor divino.


¡Oh flor la más hermosa y delicada que ha producido la tierra americana!, portento de la gracia y modelo de las almas que desean seguir de cerca las huellas del Divino Maestro, obtened para nosotros las bendiciones del Señor. Proteged a la Iglesia, sostened a las almas buenas y apartad del pueblo cristiano las tinieblas de los errores para que brille siempre majestuosa la luz de la Fe y para que Jesús, vida nuestra, reine en las inteligencias de todos los hombres y nos admita algún día en su eterna y dichosa mansión. Amén.


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Martirologio Romano: En Todi, de la Umbría, san Felipe Benizi, presbítero de Florencia, varón de gran humildad y propagador de la Orden de los Siervos de María, que consideraba a Cristo crucificado su único libro (1285).

El hijo más ilustre y el más ardiente propagador de la congregación de los servitas en Italia nació en el seno de una noble familia de Florencia el 15 de agosto de 1233. A los 13 años fue a vivir a París a estudiar medicina. De París pasó a Padua donde a los 19 años obtuvo el grado de doctor en medicina y filosofía, regresando a su ciudad natal y ejerciendo por un año su profesión. Durante ese tiempo, estudió las Sagradas Escrituras y, frecuentaba las iglesias de su ciudad natal, especialmente La Anunciata, que estaba a cargo de la Orden de los Servitas (siervos de María), así llamados por la gran devoción que tenían a nuestra Señora, que allí era particularmente reverenciada.


Una epístola de la semana de pascua refiere que uno de los discípulos y diácono de la primitiva comunidad de Jerusalén, llamado FeIipe, recibió de Dios el encargo de acercarse al carruaje del mayordomo de la reina de Etiopía e intentar convertirla a la fe católica. Dijo el Espíritu Santo: "Acércate y sube a este carro".


Pues bien, estando Felipe Benicio, el l6 de abril de 1254, jueves de pascua, oyendo la misa conventual en la cercana ciudad de Fiésole, al proclamarse aquellas palabras: "Felipe, acércate y sube a este carro", tomadas de los Hechos de los apóstoles, interpretó que iban dirigidas a él. Y después en su casa, orando, tuvo una visión en medio de un éxtasis: vio venir a su encuentro a la Virgen, Madre de Dios, quien mostrándole el hábito negro de los servitas, le sonrió diciéndole: "Felipe, acércate y sube a este carro". Comprendió entonces que la reina del cielo lo invitaba a ponerse bajo su protección.


Ocultando su condición de noble y su profesión, Felipe pidió la admisión en Monte Senario y recibió de manos de San Bonfilio el hábito de los hermanos lego. Los superiores le ordenaron trabajar en el huerto, pedir limosna y algunas faenas duras y difíciles del campo. El santo se entregó por completo a dichas labores, orando incansablemente durante todas ellas. En 1258 fue enviado al convento de Siena, y durante el camino intervino en una polémica discusión sobre los dogmas de la fe, en la cual Felipe supo intervenir brillantemente aclarando y dando el verdadero sentido sobre lo dicho. Dos miembros de su congregación, que viajaban con él, dieron cuenta al prior general, quien al constatar la sabiduría del santo, lo ordenó sacerdote, y en 1262, fue nombrado maestro de novicios del convento de Siena, y Vicario asistente del prior general. En 1267, por voto unánime, el santo fue elegido prior general de la orden religiosa. Como primera labor, visitó todos los conventos de la orden que estaban en el norte de Italia invitando a las gentes a convertirse y someterse a la protección de la Virgen Madre. Luego, y al finalizar un intenso y largo retiro espiritual, San Felipe decidió visitar los conventos de Alemania y Francia.


En el Concilio de Lyon, San Felipe impresionó a todos por su sabiduría y don de las lenguas, don que fue utilizado por el santo para la conversión de los pecadores y reconciliación de los cismáticos de muchos lugares del mundo a donde iba a predicar el Evangelio; sin embargo, toda su fama no era suficiente para obtener la aprobación pontificia para la Orden de los Siervos de María.


En 1284, San Alejo puso bajo la dirección de San Felipe a su sobrina Santa Juliana, la cual fundó la tercera orden de las Siervas de María. El santo se encargó también de enviar a los primeros misioneros servitas al oriente, algunos de ellos, derramaron su sangre por mantenerse firmes en su fe a Cristo.


Cuando comprendió que se acercaba la hora de su muerte, en el año 1285, San Felipe decidió retirarse descansar al convento más sencillo y humilde de la orden religiosa, donde pasó sus últimos días, orando y postrado ante la imagen de la Virgen María. Falleció durante el angelus vespertino, y en 1761 fue canonizado. Su fiesta fue extendida a toda la Iglesia occidental en 1694.



Se sabe que esta santa fue del País de Gales. Llevada por la transparencia que siempre da el Evangelio a quien se deja llevar por la vida que encierra, escala la santidad. Es lo que le ocurrió a Tidfil.

Es la patrona de Merthyr (Mid Glamorgan). En este bello y pintoresco lugar, se encuentran sus restos. El pueblo apenas ella murió, allá por el año 480, comenzó de inmediato a darle culto, a venerarla como una santa mártir.


La leyenda dice que era hija de Brycham. Llevaba una vida apostólica ejemplar y digna de una profunda discípula de Jesucristo. Todo lo que no fuera la figura del Señor, lo consideraba como algo vano y sin ninguna importancia.


Dada su entrega al apostolado y su dedicación a misionar entre los habitantes de su región, los paganos – que eran abundantes – veían con malos ojos que esta chica se dedicara a hablar del Dios verdadero y tuviera en menosprecio los dioses a los que ellos le tributaban el culto debido.


Irritados hasta más no poder, tomaron la decisión de acabar con su vida. Y efectivamente, uno de ellos le dio muerte de forma brutal y salvaje.


La enterraron en el lugar de donde es patrona. Se dice y se cuenta que fueron los paganos británicos quienes la llevaron al cielo. No hay muchos datos de ella, pero lo cierto es su fiesta se celebra hoy.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com



Martirologio Romano: En España, Andrés de Palazuelo (en el siglo: Miguel Francisco González González), Sacerdote profeso de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos y 31 Compañeros; asesinados por odio a la Fe. ( 1936)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.



El Hermano Gabriel nació el 10 de agosto de 1880, en Aróstegui (Navarra). Tenía cuatro hermanos, Sus padres lo bautizaron como Lorenzo, pero eligió Gabriel para ingresar en el convento de los Hermanos Capuchinos de Monte Hano (Santander), donde el 31 de diciembre de 1910, vistió el hábito, y dos años más tarde hizo la profesión de fe.Luego fue destinado al convento de El Pardo (Madrid), donde, después de vivir grandes tormentos a causa de su fe, fue asesinado.

El 21 de julio de 1936, los milicianos asaltaron el convento. La excusa era acusar a los religiosos de posesión de armas. Los religiosos intentaron huir, entre ellos el H. Gabriel, quien saltó por las tapias de la huerta para huir, pero, apenas puso los pies en tierra, fue detenido por los milicianos.


Después de insultarlo y maltratarlo, bajo amenaza de muerte, le exigieron blasfemar, “si no lo hacía le matarían allí mismo”.El religioso fiel a su fe dio un no por respuesta: “Hagan de mí lo que quieran; mátenme, pero yo no blasfemo”.


“Aquí comenzó su martirio y aquí también su clara y valiente confesión de fe”, explica el postulador.


Unos días más tarde, el 25 de julio, fue puesto en libertad y se escondió en casa de unos amigos.


Diez días después, los milicianos lo encontraron y fue juzgado por un comité en el pueblo que lo sentenció a la muerte. Sin embargo, un guardia decidió que no se procediese a la ejecución y lo liberaron por segunda vez.


Gabriel volvió a su trabajo en el colegio del convento, siempre vigilado por milicianos con fusil. El 23 de agosto de ese mismo año, 1936, después de sus faenas, un miliciano lo invitó a salir. Apenas atravesó la puerta, tres milicianos del pueblo, dispararon contra él. Murió desangrado y su cuerpo fue enterrado en una fosa común que aún no ha sido localizada.


El 28 de marzo de 2013 S.S. Francisco firmó el decreto reconociemdo el martirio de este grupo de mártires lo cual permitirá su próxima beatificación que se realizará, Dios mediante, el 13 de octubre de 2013.


Este grupo de mártires está integrado por:


1. ANDRÉS DE PALAZUELO, sacerdote profeso, Capuchino

en el siglo: MIGUEL FRANCISCO GONZÁLEZ-DÍEZ GONZÁLEZ-NÚÑEZ

nacimiento: 08 Mayo 1883 en Palazuelo de Torío, León (España)

martirio: 31 Julio 1936 en Pradera San Isidro, Madrid (España)


2. FERNANDO DE SANTIAGO, sacerdote profeso, Capuchino

en el siglo: FERNANDO OLMEDO REGUERA

nacimiento: 10 Enero 1873 en Santiago de Compostela, La Coruña (España)

martirio: 02 Agosto 1936 en Cuartel de la Montaña, Madrid (España)


3. LUIS DE VALENCINA, sacerdote profeso, Capuchino

en el siglo: GERONIMO LIMÓN MÁRQUEZ

nacimiento: 27 Marzo 1885 en Valencina del Alcor (ahora Valencina de la Concepción), Sevilla (España)

martirio: 03 Agosto 1936 en Antequera, Málaga (España)


4. ÁNGEL DE CAÑETE LA REAL, sacerdote profeso, Capuchino

en el siglo: JOSÉ GONZÁLEZ RAMOS CAMPOS

nacimiento: 24 Febrero 1879 en Cañete la Real, Málaga (España)

martirio: 06 Agosto 1936 en Antequera, Málaga (España)


5. GIL DE PUERTO DE SANTA MARÍA, sacerdote profeso, Capuchino

en el siglo: ANDRÉS SOTO CARRERA

nacimiento: 29 June 1883 en Puerto de Santa María, Sevilla (España)

martirio: 06 Agosto 1936 en Antequera, Málaga (España)


6. IGNACIO DE GALDÁCANO, sacerdote profeso, Capuchino

en el siglo: JOSÉ MARÍA RECALDE MAGÚREGUI

nacimiento: 07 Febrero 1912 en Galdácano, Vitoria (España)

martirio: 06 Agosto 1936 en Antequera, Málaga (España)


7. JOSÉ DE CHAUCHINA, diacono profeso, Capuchino

en el siglo: ALEJANDRO CASARE MENÉNDEZ

nacimiento: 24 Febrero 1897 en Chauchina, Granada (España)

martirio: 06 Agosto 1936 en Antequera, Málaga (España)


8. CRISPÍN DE CUEVAS DE SAN MARCOS, religioso profeso, Capuchino

en el siglo: JUAN SILVERIO PÉREZ RUANO

nacimiento: 27 Diciembre 1875 en Cuevas de San Marcos, Málaga (España)

martirio: 06 Agosto 1936 en Antequera, Málaga (España)


9. PACIFICO DE RONDA, religioso profeso, Capuchino

en el siglo: RAFAÉL SEVERIANO RODRÍGUEZ NAVARRO

nacimiento: 08 Noviembre 1882 en Ronda, Málaga (España)

martirio: 07 Agosto 1936 en Antequera, Málaga (España)


10. BERARDO DE VISANTOÑA, sacerdote profeso, Capuchino

en el siglo: JOAQUÍN FRADE EIRAS

nacimiento: 05 Abril 1878 en Visantoña, Lugo (España)

martirio: 14 Agosto 1936 en Jove, Asturias (España)


11. ILDEFONSO DE ARMELLADA, sacerdote profeso, Capuchino

en el siglo: SEGUNDO PÉREZ ARIAS

nacimiento: 02 Mayo 1874 en Armellada, León (España)

martirio: 14 Agosto 1936 en Jove, Asturias (España)


12. ARCÁNGEL DE VALDAVIDA, sacerdote profeso, Capuchino

en el siglo: ÁNGEL DE LA RED PÉREZ

nacimiento: 26 Febrero 1882 en Valdavida, León (España)

martirio: 14 Agosto 1936 en Jove, Asturias (España)


13. ALEJO DE TERRADILLOS, religioso profeso, Capuchino

en el siglo: BASILIO GONZÁLEZ HERRERO

nacimiento: 14 June 1874 en Terradillos, León (España)

martirio: 14 Agosto 1936 en Jove, Asturias (España)


14. EUSEBIO DE SALUDES, religioso profeso, Capuchino

en el siglo: EZEQUIEL PRIETO OTERO

nacimiento: 19 Febrero 1885 en Saludes, León (España)

martirio: 14 Agosto 1936 en Jove, Asturias (España)


15. ALEJANDRO DE SOBRADILLO, sacerdote profeso, Capuchino

en el siglo: JUAN FRANCISCO BARAHONA MARTÍN

nacimiento: 10 Enero 1902 en Sobradillo, Salamanca (España)

martirio: 15 Agosto 1936 en Madrid (España)


16. AURELIO DE OCEJO, religioso profeso, Capuchino

en el siglo: FACUNDO ESCANCIANO TEJERINA

nacimiento: 04 Febrero 1881 en Ocejo, León (España)

martirio: 17 Agosto 1936 en Madrid (España)


17. JOSÉ MARÍA DE MANILA, sacerdote profeso, Capuchino

en el siglo: EUGENIO SANZ-OROZCO MORTERA

nacimiento: 05 Septiembre 1880 en Manila (Filipinas)

martirio: 17 Agosto 1936 en Cuartel de la Montaña, Madrid (España)


18. GABRIEL DE ARÓSTEGUI, religioso profeso, Capuchino

en el siglo: LORENZO ILARREGUI GOÑI

nacimiento: 10 Agosto 1880 en Aróstegui, Pamplona (España)

martirio: 23 Agosto 1936 en El Pardo, Madrid (España)


19. GREGORIO DE LA MATA, sacerdote profeso, Capuchino

en el siglo: QUIRINO DÍEZ DEL BLANCO

nacimiento: 25 Marzo 1889 en La Mata de Monteagudo, León (España)

martirio: 27 Agosto 1936 en Madrid (España)


20. SATURNINO DE BILBAO, religioso profeso, Capuchino

en el siglo: EMILIO SERRANO LIZARRALDE

nacimiento: 25 Mayo 1910 en Bilbao, Vizcaya (España)

martirio: 26 Agosto 1936 en Madrid (España)


21. EUSTAQUIO DE VILLAQUITE, religioso profeso, Capuchino

en el siglo: BERNARDO CEMBRANOS NISTAL

nacimiento: 20 Agosto 1903 en Villaquite, León (España)

martirio: 31 Agosto 1936 en Gijón, Asturias (España)


22. DOMITILO DE AYOÓ, sacerdote profeso, Capuchino

en el siglo: FELIPE LLAMAS BARRERO

nacimiento: 03 Septiembre 1907 en Ayoó de Vidriales, Zamora (España)

martirio: 06 Septiembre 1936 en Peón cemeterio, Gijón, Asturias (España)


23. NORBERTO CEMBRANOS DE LA VERDURA, oblato Capuchino

nacimiento: 06 June 1891 en Villalquite, León (España)

martirio: 23 Septiembre 1936 en Madrid (España)


24. ELOY DE ORIHUELA, sacerdote profeso, Capuchino

en el siglo: ANDRÉS FRANCISCO SIMÓN GÓMEZ

nacimiento: 30 Noviembre 1876 en Orihuela, Alicante (España)

martirio: 07 Noviembre 1936 en Crevillente, Alicante (España)


25. RAMIRO DE SOBRADILLO, sacerdote profeso, Capuchino

en el siglo: JOSÉ PÉREZ GONZÁLEZ

nacimiento: 05 Enero 1907 en Sobradillo, Salamanca (España)

martirio: 27 Noviembre 1936 en Paracuellos de Jarama, Madrid (España)


26. HONORIO DE ORIHUELA, sacerdote profeso, Capuchino

en el siglo: RAMÓN JUAN COSTA

nacimiento: 23 Noviembre 1888 en Orihuela, Alicante (España)

martirio: 30 Noviembre 1936 en Elche, Alicante (España)


27. JUAN CRISÓSTOMO DE GATA DE GORGOS, sacerdote profeso, Capuchino

en el siglo: IGNACIO CASELLES GARCÍA

nacimiento: 18 Noviembre 1874 en Gata de Gorgos, Alicante (España)

martirio: 24 Diciembre 1936 en Orihuela, Alicante (España)


28. AMBROSIO DE SANTIBÁÑEZ, sacerdote profeso, Capuchino

en el siglo: ALEJO PAN LÓPEZ

nacimiento: 24 Octubre 1888 en Santibáñez de la Isla, León (España)

martirio: 27 Diciembre 1936 en Santander, Cantabria (España)


29. MIGUEL DE GRAJAL, sacerdote profeso, Capuchino

en el siglo: APRONIANO DE FELIPE GONZÁLEZ

nacimiento: 02 Febrero 1898 en Grajal de Campos, León (España)


30. DIEGO DE GUADILLA, religioso profeso, Capuchino

en el siglo: JACINTO GUTIÉRREZ TERCIADO

nacimiento: 03 Julio 1909 en Guadilla, Burgos (España)

martirio: 29 Diciembre 1936 en el cruce Santoña-Escalante, Cantabria (España)


31. CARLOS DE ALCUBILLA DE NOGALES, sacerdote profeso, Capuchino

en el siglo: PABLO MERILLAS FERNÁNDEZ

nacimiento: 17 Julio 1902 en Alcubilla de Nogales, Zaragoza (España)

martirio: 14 Enero 1937 en El Escorial, Madrid (España)


32. PRIMITIVO DE VILLAMIZAR, religioso profeso, Capuchino

en el siglo: LUCINIO FONTANIL MEDINA

nacimiento: 12 Febrero 1884 en Villamizar, León (España)

martirio: 19 Mayo 1937 en Madrid (España)



Ladislao Findysz nace en Krościenko Niżne cerca de Krosno (Polonia) el 13 de diciembre de 1907 de Estanislao Findysz y Apolonia Rachwal, campesinos de antigua tradición católica. Al día siguiente, 14 de diciembre de 1907, nace a la vida de Gracia en la Iglesia parroquial de la Stma. Trinidad en Krosno.

En el año 1919 termina la Escuela Primaria, bajo la dirección de las Hermanas Felicianas (CSSF) en Krościenko Niżne e inicia los estudios de Secundaria en el Liceo Estatal. En esta época, de joven estudiante, entra en la Congregación Mariana. En mayo de 1927 realiza los exámenes de madurez y participa en un retiro espiritual para estudiantes. En el otoño de 1927 llega a Przemyśl, ingresa en el Seminario Mayor y comienza los estudios filosófico-teológicos en el mismo. Su formación sacerdotal tiene lugar bajo la guía del Rector, el Beato Juan Balicki. Como culminación de la misma recibe la ordenación sacerdotal el 19 el junio de 1932 en la Catedral de Przemyśl de manos de Mons. Anatol Nowak, Obispo de la Diócesis.


Tras un mes de vacaciones, el 1 de agosto de 1932, asume el encargo de segundo vicario parroquial en la Parroquia de Borysław (en la actual Ucrania). El 17 de septiembre de 1935 es nombrado vicario parroquial de Drohobycz (hoy perteneciente a Ucrania), y el 1 de agosto de 1937 es trasladado, también como vicario, a la Parroquia de Strzyżow, donde, el 22 de septiembre de 1939, es nombrado administrador de la misma. Seguidamente, el 10 de octubre de 1940, recibe el nombramiento de vicario en Jasło y el 8 de julio de 1941 el de administrador de la Parroquia de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo en Żmigród Nowy, siendo nombrado párroco de la misma al año siguiente, el 13 de agosto de 1942.


Entre el asiduo trabajo pastoral y las experiencias dolorosas de la guerra, han pasado para D. Ladislao tres años de vida pastoral en Żmigród Nowy. El 3 de octubre de 1944, como todos los habitantes, es expulsado por los alemanes. A su regreso, el 23 de enero de 1945, se dedica a reorganizar la parroquia.


Después de la guerra, bajo el gobierno comunista, son tiempos difíciles para su labor. Continua con la tarea de renovación moral y religiosa de la parroquia, se esfuerza por proteger a los fieles, sobre todo a los jóvenes, del programado e intensivo proceso de adoctrinamiento ateísta impulsado por el comunismo. Ayuda a todos los habitantes de la parroquia, incluso de forma material, independientemente de su nacionalidad o confesión religiosa. Además salva a numerosas familias de Łemki (greco-católicos) severamente perseguidos por la autoridad comunista que los amenazaba con expulsarlos sin piedad de sus casas.


El trabajo pastoral del Rvdo. Findysz se va haciendo muy incómodo para las autoridades comunistas. Hasta el año 1946, es vigilado por los servicios secretos. En 1952 las autoridades académicas lo suspenden del ejercicio de la enseñanza de la catequesis en la escuela. Además no se le permite trabajar en todo el territorio de su parroquia porque las autoridades del distrito rechazan por dos veces (en 1952 y en 1954) su petición del permiso de residencia en la zona fronteriza, donde se encontraba una parte de la parroquia.


Por parte de la autoridad eclesiástica es considerado un párroco de gran celo apostólico, recibe los honores del Expositorio Canonicali (1946), el Roquete y el Manteo (1957), año en el cual es nombrado Vicearcipreste del Arciprestazgo de Nowy Żmigród, siendo posteriormente, en 1962, Arcipreste del mismo.


En 1963 inicia la actividad pastoral de las “obras conciliares de bondad” (para el mantenimiento espiritual del Concilio Vaticano II), envía cartas a los feligreses en situación religiosa y moral irregular animándoles vivamente a poner sus vidas nuevamente en orden. Las autoridades comunistas reaccionan a esta acción con gran severidad y lo acusan de obligar a los fieles a prácticas y ritos religiosos. El 25 de noviembre de 1963, interrogado por el fiscal de Voivodato en Rzeszów, es arrestado y conducido a la cárcel en el Castillo de Rzeszów. Durante los días del 16 y 17 de diciembre de 1963 se desarrolla el proceso donde es condenado a dos años y seis meses de reclusión. El motivo de la investigación, acusación y condena se fundaba en el Decreto de tutela de la libertad de conciencia y de confesión del 5 de agosto de 1949 que, en manos de las autoridades comunistas, era un mero instrumento para la limitación y eliminación de la fe y de la Iglesia católica de la vida pública y privada de Polonia. Además es públicamente desacreditado, calumniado y condenado a través de publicaciones falsas en la prensa. En la cárcel del Castillo de Rzeszów es sometido a malos tratos y humillaciones físicas, psíquicas y espirituales. El 25 de enero de 1964 es trasladado a la Cárcel Central en la calle Montelupich de Cracovia.


Poco antes de ser arrestado (en septiembre de 1963), mediante una peligrosa operación, le habían extirpado el tiroides en el Hospital de Gorlice, quedando en un estado delicado de salud por el riesgo de complicaciones. Convaleciente, queda bajo observación médica a la espera de una segunda intervención, prevista para diciembre del mismo año, para extraerle un carcinoma en el esófago. La investigación, el proceso y las pruebas en la cárcel colaboran, sin duda, al desarrollo de la enfermedad, teniendo que ser ingresado en el hospital de la cárcel. Debido a la falta de cuidados y médicos especialistas y, sobre todo, al haberle impedido ser intervenido quirúrgicamente del carcinoma, su salud empeora notablemente, en pocas palabras, es condenado a una muerte lenta. La enfermedad, como certifican los exámenes médicos hechos en los hospitales de las cárceles de Rzeszów y de Cracovia, avanza continuamente. Ya en los resultados de los primeros exámenes clínicos (9 de diciembre 1964), el médico de la cárcel constataba un acceso en la garganta consecuencia, probablemente, del carcinoma que tenía en el esófago.


Desde el inicio de su condena a prisión, el abogado y la Curia Episcopal de Przemyśl recurrieron a la fiscalía y al tribunal de Rzeszów solicitando la suspensión del arresto por el estado precario de salud que amenazaba de muerte al Siervo de Dios. Las peticiones tantas veces denegadas, serán, sin embargo, aceptadas tan solo a finales de febrero de 1964 por parte del Tribunal Supremo de Varsovia.


Debido a las graves condiciones de salud en que se encontraba, el 29 de febrero de 1964 regresa desde la cárcel a Nowy Żmigród. Con gran paciencia y sumisión a la voluntad de Dios, soportando los sufrimientos de la enfermedad y el agotamiento, permanece en la casa parroquial. En abril es ingresado en el hospital especializado de Wrocław. A pesar de los cuidados, los exámenes clínicos confirman el diagnóstico del carcinoma entre el esófago y el estómago. Las investigaciones, las observaciones del hospital y los exámenes complementarios confirman que éste se encuentra en un estado que impide la intervención quirúrgica. A causa de un enfisema pulmonar recae en una fuerte anemia que lo destinaba a la muerte, el Rvdo. Findysz regresa a su casa.


Durante los meses de verano, en el Seminario Mayor de Przemyśl, participa en el retiro espiritual para sacerdotes: es su último retiro en preparación a su muerte.


La mañana del 21 de agosto de 1964, después de haber recibido los Sacramentos, muere en la casa parroquial de Nowy Żmigród, siendo enterrado en el cementerio parroquial de la misma el 24 de agosto. La misa del funeral fue presidida por Monseñor Estanislao Jakiel, Obispo Auxiliar de la Diócesis de Przemyśl, con la participación de 130 sacerdotes y numerosos fieles.


El 27 de junio de 2000, el Obispo di Rzeszów, Mons. Kazimierz Górny, tras numerosas peticiones por parte de los fieles, abre el proceso diocesano para la Beatificación del Rvdo. Ladislao Findysz. Tras la clausura del mismo, las actas son enviadas a Roma, a la Congregación de la Causa de los Santos, el 18 de octubre de 2002.


Durante la etapa romana de la causa de beatificación, los consultores teólogos así como los miembros de la Congregación reconocen que el Rvdo. Ladislao Findysz fue arrestado y condenado por las autoridades del régimen comunista por anunciar el Evangelio. Su encarcelamiento así como los sufrimientos físicos y espirituales soportados causaron su muerte, lo que permite reconocerlo como mártir de la fe. Esta decisión fue presentada y aprobada por el Santo Padre, en presencia del cual, el 20 de diciembre de 2004, se promulga el decreto de la Congregación de la Causa de los Santos que reconoce al Rvdo. Findysz mártir de la fe.


Esta es la primera causa de beatificación, ya concluida, presentada por el martirio de un Siervo de Dios que fue víctima del régimen comunista en Polonia. Además, es la primera causa de beatificación instruida por la Diócesis de Rzeszów.


Fue beatificado el 19 de junio de 2005.



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