Ártículos Más Recientes

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Nació en Slupsk, Polonia, el 11 marzo de 1915; murió en Dachau, Alemania, 27 de novembre de 1942.

Fue seminarista, cayó victima del nazismo y de su odio a la fe cristiana, tomado prisionero en su natal Polonia, fue trasladado al campo de concentración de Dachau, próximo a Munich, en Baviera.

Cruelmente atormentado en la cárcel alcanzó la palma de martirio.

Para ver más sobre los 108 mártires de Polonia durante la Segunda Guerra Mundial haz "click" AQUI

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11:45 p.m.

Mártir

Martirologio Romano: En Persia, san Jacobo, por sobrenombre "Interciso" (dividido), mártir, que en tiempo del emperador Teodosio el Joven renegó de Cristo por congraciarse con el rey Iasdigerd, pero al ser ásperamente reprendido por su madre y su esposa, se arrepintió e, intrépidamente, confesó ser cristiano ante Varam, hijo y sucesor del soberano de Persia, quien, airado, pronunció contra él sentencia de muerte, ordenando que lo despedazaran miembro a miembro y finalmente decapitaran († 421).

Breve Biografía


El gran mártir Jacobo el Persa (conocido como “el Interciso”) nació en el siglo IV en el seno de una piadosa familia cristiana, conocida por su riqueza y su honorabilidad.

Su esposa era cristiana, ellos juntos formaron a sus niños en la piedad, inspirándolos en el amor por la oración y por la lectura de las Sagradas Escrituras.


Jacobo ocupó una muy importante posición en la corte del emperador persa Izdegerd (399-420) y en la de su sucesor Barakhranes (420-438). Pero en una de las campañas militares, Jacobo, seducido por la beneficencia del emperador, tuvo miedo de negar su fe en Cristo y de tener que ofrecer sacrificios a los ídolos y al emperador.

Sabiendo sobre esto, la madre y la esposa de Jacobo le escribieron una carta, en la que lo llaman a arrepentirse. Cuando recibió la carta, Jacobo se dio cuenta de la gravedad de su pecado. Y enfrentando el horror de ser separado de su familia y de Dios mismo, comenzó a llorar, pidiendo a Dios el perdón.

Los soldados que lo acompañaban, escuchándolo orar al Señor Jesús, contaron esto al emperador. Y habiendo sido interrogado, San Jacobo confesó su fe en el Verdadero Dios. Ninguna cantidad de dinero pudo hacerle cambiar su fe, entonces el Emperador ordenó que fuera muerto.


Comenzaron amputando sus dedos uno por uno, luego sus manos y sus pies, sus brazos y sus piernas. Durante esta prolongada tortura, San Jacobo ofrecía oraciones de agradecimiento al Señor, quien le había permitido la posibilidad de la redención por sus pecados soportando esas torturas.

Por ultimo, el mártir fue decapitado. Los cristianos se unieron alrededor de las piezas de su cuerpo y las enterraron con gran reverencia.
 

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11:45 p.m.
Sacerdote de la Primera Orden (1420‑1503).
Su culto fue aprobado por León XII el 26 de marzo de 1828.

Bernardino Amici, predicador y escritor franciscano, nació en 1420 en Fossa, cerca de Aquila. No se conocen sus padres ni su procedencia social.

Se laureó en jurisprudencia en Perusa, allí ingresó entre los Hermanos Menores en 1445 en el convento de Monterípido, en Perusa. Vivió en Gubbio, en Stroncone y en otros conventos de la Umbría, luego pasó a los Abruzzos, y residió especialmente en Aquila.

Fue Ministro provincial de su región en los años 1454‑1460 y 1472‑1475. Estuvo en Bohemia y en Dalmacia en los años 1464‑1467; luego fue Procurador general de la Orden en la curia romana de 1467 a 1469.

Participó en el Capítulo general de la Orden en Aquila en 1452, en Asís en 1455, en Milán en 1457, en Roma en 1458 y en Mantua en 1467. Varias veces rechazó el Obispado de Aquila.

Fue célebre también como predicador, se recuerda su cuaresma en Sebenice en Dalmacia en 1465. En los últimos años de su vida se dedicó a difundir sus escritos de carácter teológico e histórico. La mayor parte de ellos sin embargo permaneció inédita.

Hijo auténtico del Seráfico Pobrecillo, ardiente ministro de Cristo, Fray Bernardino se propuso seguir las huellas del amable San Bernardino de Siena, a quien varias veces había oído predicar y por quien había quedado fascinado, especialmente cuando en 1438 en la plaza de Santa María de Collemaggio de Aquila predicó sobre la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo. La inmensa multitud, entre la cual se encontraba también el Beato Bernardino, admiró en el cielo una estrella luminosa, cuyo resplandor superaba al del sol. También tuvo la alegría de conocer a San Juan de Capistrano.

De San Bernardino el Beato logró copiar el espíritu de fe y de recogimiento, la prudencia, la humildad, la modestia, el celo ardiente por la gloria de Dios. Lo vemos recorrer ciudades y más ciudades para predicar la palabra de Dios, suscitando por todas partes el entusiasmo y obteniendo conversiones.

Durante ocho meses estuvo postrado en cama en medio de terribles sufrimientos que soportó con gran resignación. Un día se le apareció su patrono San Bernardino de Siena, quien le obtuvo del Señor la completa curación.

Libre de los compromisos que la Orden le había confiado, regresó a los Abruzzos y prosiguió sus andanzas apostólicas con renovado fervor.

Su predicación era docta y popular al mismo tiempo y suscitaba gran entusiasmo y muchas conversiones. Fundó nuevos conventos, entre ellos el de San Angel d’Ocre en su región natal, donde él mismo habitó hasta avanzada edad.

Dios selló su santidad con el don de los milagros. Cansado por las fatigas apostólicas y por las penitencias se retiró al convento de San Julián cerca de Aquila, y pasó los últimos años revisando sus escritos teológicos e históricos, que más tarde fueron publicados, como la Chronica Fratrum Minorum Observantiae (Roma 1902), Funerale (32 sermones, Venecia 1572), Sermón sobre la Virgen según las palabras de Dante (L’Aquila 1856), y se preparó para el encuentro con la hermana muerte, que le sobrevino el 27 de noviembre de 1503. Tenía 83 años. Fue un digno hijo de San Francisco y fiel imitador del Santo de Siena.

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Margarita Occhiena nació el 1 de abril de 1788 en Capriglio (Asti, norte de Italia). Casada con Francisco Bosco, se trasladó a vivir a I Becchi. Después de la muerte prematura de su marido, Margarita, a sus 29 años, tuvo que sacar adelante a su familia, ella sola, en un tiempo de hambruna cruel. Cuidó de la madre de Francisco y de su hijo Antonio, a la vez que educaba a sus propios hijos, José y Juan. Éste último sería sacerdote y el fundador de la Congregación Salesiana.

Mujer fuerte, de ideas claras, de fe recia, decidida en sus opciones, observaba un estilo de vida sencillo y se preocupó de la educación cristiana de sus hijos. Educó a tres chicos de temperamento muy diferente y más de una vez se vio obligada a tomar decisiones extremas (tal como tener que mandar fuera de casa al más pequeño, Juan, a fin de preservar la paz en casa y ofrecerle la posibilidad de estudiar).

Corría el año 1848 cuando, con un cariño especial, acompañó a su hijo Juan en su camino hacia el sacerdocio y fue entonces, a sus 58 años, cuando abandonó su casita y tranquilidad en su pueblo y le siguió en su misión entre los muchachos pobres y abandonados de Turín. Aquí, durante diez años, madre e hijo unieron sus vidas con los inicios de la Congregación Salesiana. Ella fue la primera y principal cooperadora de don Bosco y, con su amabilidad hecha vida, aportó su presencia maternal al Sistema Preventivo.

Fue así como, aún sin saberlo, llegó a ser la "cofundadora" de la Familia Salesiana, capaz de formar a tantos santos, como Domingo Savio y Miguel Rua. Era analfabeta pero estaba llena de aquella sabiduría que viene de lo alto, ayudando, de este modo, a tantos niños de la calle, hijos de nadie. Para ella Dios era lo primero, así consumió su vida en el servicio de Dios, en la pobreza, la oración y el sacrificio.
Murió a los 68 años de edad, en Turín, un 26 de noviembre de 1856. Una multitud de muchachos que lloraban por ella como por una madre, acompañó sus restos al cementerio.

Fue declarada Venerable, el 15 de Noviembre de 2006, por Benedicto XVI a través de un decreto publicado hoy por la Congregación para la Causa de los Santos.

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11:45 p.m.
Nacido en Fratta Polesine, Venecia, Italia en fecha no conocida.

En el lugar llamado Fratta Polesine, en el territorio de Rodigo, en la región véneta limitando con Venecia, murió san Belino, obispo de Padua y mártir, defensor eximio en Iglesia, que cruelmente malherido por unos sicarios, murió a consecuencia de las lesiones recibidas. Era el año 1151.

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11:45 p.m.

Por: . | Fuente: Vatican.va

Fundadora de la Congregación de las Hermanas
de la Divina Voluntad

Martirologio Romano: En Passano, cerca de Vicenza, en Italia, beata Cayetana Sterni, religiosa, que, habiendo enviudado siendo aún joven, se entregó al servicio de los pobres, fundando la Congregación de las Hermanas de la Divina Voluntad, para atender a los menesterosos y enfermos (1889).
Cayetana Sterni vivió toda su vida en Bassano del Grappa, antigua y alegre cindad de la provincia de Vincenza (Italia). Alli llegó con su familia, a los 8 años, desde la cercana Cassola, donde nació, el 26 de junio de 1827. Su padre, Giovanni Battista Sterni, administraba las propiedades de campo de la familia Mora, nobles venecianos, en “Ca’Mora de Cassola”, donde vivió holgadamente con su esposa Giovanna Chiuppani y sus 6 hijos.

En 1835 se trasladó con su familia a Bassano. Al poco tiempo, algunas vicisitudes cambiaron las condiciones de vida de la familia Sterni. A los 18 años murió su hermana mayor, Margarita y después de una penosa enfermedad, murió su padre; mientras su hermano Francisco, en busca de una carrera artistica se alejó de la familia, que por entonces, estaba pasando una critica situación económica. Estos hechos marcaron la vida de Cayetana, que crecía rapídamente, condividiendo con su madre los problemas de cada día.

Es inteligente, se muestra sensible y madura, llena de entusiasmo, “deseosa de amar y de ser amada”.Su educación en la fé es sólida y apoyada por el testimonio de vida y enseñanzas de su madre, de la oración y frecuencia de los sacramentos. En su ambiente familiar adquirió estima y aprecio por su viva personalidad, llena de buen sentido y por su delicada feminilidad. Estas sus cualidades humanas atrajeron la atención de un joven emprendedor, viudo y con 3 hijos que quiso hacerla su esposa.Valorando conscientemente sus sentimientos, la responsabilidad del matrimonio y haciendo caso omiso de su tutor, Cayetana, a los 16 años, aceptó ser la esposa de Liberale Conte. La joven esposa llena el nuevo hogar, de vitalidad, serenidad y alegría. Cuando Cayetana sabe que espera un hijo, la felicidad de los esposos es completa.

Un día estando en oración tuvo el presentimiento del inminente fallecimento de su esposo. Su espíritu se sintió turbado y angustiado porque veía desaparecer la persona màs querida de su vida. Al mismo tiempo, siente en lo más íntimo de su alma, la presencia de una fuerza espiritual que la fortalece para no caer en la desesperación y más bien, abandonarse completamente en Dios.

El presentimiento de la muerte de su esposo , se hizo realidad, y Liberale Conte muere en la plenitud de su juventud, vigor y salud. La joven esposa vive momentos de terrible angustia no sólo por la muerte de su esposo, sino tambien por el dolor de sus hijos, de nuevo huérfanos y por la muerte prematura de su propio hijo que no conoció a su padre. Estos difíciles momentos de su vida, Cayetana los vive con confianza y completo abandono en el Señor, su única esperanza y fortaleza. El dolor y sufrimiento se renovaron cuando el hijo tanto deseado y esperado murió a los pocos días de su nacimiento.

Inicia para Cayetana la prueba dolorosa de la viudez. La familia de su difunto esposo, no justificando el afecto que la une a los 3 hijos huérfanos, le hacen la vida imposible con sospechas, incomprensiones y calumnias, hasta llegar a separarla de sus hijos y alejarla de su querido hogar. A los 19 años, Cayetana regresa a la casa de su madre. No obstante esta prueba grande y dura, Cayetana olvídándose de sí, ayuda a sus hijos a comprender y a aceptar esta separación.

Amable y segura defiende los derechos de sus hijos, perdona, comprende y logra la plena reconciliación con todos sus familiares. El sufrimiento no la desepera. Su fina y delicada sensibilitad se hace presencia misericordiosa y solidaria.

Jamás había pensado hacerse religiosa. Mirando al futuro y en el silencio de la oración pide a Dios le haga conocer cuàl es el esposo que Dios quiere para ella. Precisamente en la oración comprede con claridad meridiana que es Dios mismo quien quiere “ser el único esposo de su alma”. Grande fué la sorpresa de Cayetana. En diálogo con su confesor, este le asegura, que se trata de una auténtica llamada de Dios. Por tanto, pide ingresar en el convento de las Canosianas de Bassano, siendo aceptada como postulante y donde solamente vive felizmente 5 meses. Estando en oración tiene el presentimiento de la vecina muerte de su madre, y se prepara espiritualmente a esta nueva prueba de su vida. Pocos días después, muere su madre y Cayetana tiene que dejar su querida comunidad y convento para cuidar y velar por sus hermanos menores.

Pasan años afrontando dificultades, enfermedades, sinsabores y estrechezes económicas.No obstante todo esto, logra darse una forma de vida que la sostiene y fortalece espiritualmente.

Consultando nuevamente a su confesor y en asidua oración para conocer cual el la voluntad de Dios, Cayetana comienza a entrever que Dios la quiere totalmente dedicada al servicio de los pobres y necesitados. Cayetana recuerda y no puede olvidar, que durante su breve permanencia con las Canosianas al mismo tiempo que presentía la ya cercana muerte de su madre, comenzaba a intuír que Dios mismo, la estaba preparando para el hospicio y allí “entregar toda su vida al servicio de los pobres y así cumplir su voluntad”. Por mucho tiempo conserva oculta en su corazón esta llamada de Dios que no se atreve a manifestarla a su confesor, porque le parece una llamada extraña y exigente. Finalmente cuando abre su espiritu a su confesor, este no le da mucha credibilitad. No obstante la actitud del confesor, Cayetana cada vez que ve y encuentra un pobre en el hospicio, siente de nuevo la invitación del Señor: “te quiero entre mis pobrecitos”. A esta invitación, Cayetana se dice a sí misma: “la idea del hospicio siempre me persigue”. En 1853 “sólo por hacer la voluntad de Dios” se da al servicio de los pobres en el hospicio de su ciudad, que por entonces contaba 115 huéspedes, “en su mayoría víctimas de una vida desordenada y del vicio”. Allí permanece 36 años hasta el día de su muerte, entregada cpmpletamente al sevicio de los pobres con infatigable caridad. En las noches de vela junto al lecho de los muribundos, en los servicios más humildes a los ancianos y enfermos, Cayetana era toda, abnegación, dulzura, suavidad y ternura, con la firme convicción de servir a Dios mismo en cada pobre y en cada necesitado.

Con gran confianza en Dios y con un gran deseo de ser toda de El, buscó hacer y cumplir en todo, sólo su voluntad. A los 33 años y con la aprobación de su confesor, Don Simonetti, hizo el voto de donación total de sí misma a Dios, “dispuesta a aceptar lo que Dios quiera disponer para ella”. Con ilimitada confianza se abandona en las manos de Dios, “debil instrumento del cual Dios se sirve para sus designios”. Atribuye sólo alla Divina Providencia el nacimento de su congregación que surge en la simplicidad y en el ocultamento, con la profesión de sus dos primeras compañeras en 1865.

El nombre de “Hijas de la Divina Voluntad”, interiormente inspirado a Cayetana, para ella y para sus seguidoras, indica la característica propria que siempre las debe distinguir: “uniformidad en todo a la Divina Voluntad, mediante un total abandono en Dios y un santo zelo por el bien del prójimo, dispuestas si fuera necesario a sacrificarse totalmente”. Como ella, sus primeras compañeras animadas por el mismo espíritu, se consagraron a la Voluntad de Dios y se dedicaron al servicio de los pobres del Hospicio, al prójimo necesitado, especialmente con la asistencia de los enfermos a domicilio y con otras obras de caridad, según las necesitades particulares del momento.El obispo de Vicenza aprobó las primeras reglas de la congregación en 1875.

Cayetana muere el 26 noviembre de 1889, amorosamente asistida por sus hijas y venerada por sus conciudadanos. Sus restos mortales son venerados en la Casa Madre.Desde sus inicios la Congregación de las Hijas de la Divina Voluntad se ha multiplicado y difundido, siendo presente attualmente en Europa, America y Africa. El camino de santidad de Cayetana Sterni, es esencialmente, un itinerario espiritual que se puede y debe proponer a todo cristiano: cumplir en todo y siempre lo que agrada al Señor, entregándose a El, con ilimitada confianza, para cambiar con la sóla fuerza del amor, el mal en bien, siguiendo el ejemplo de Jesús.

Fue beatificada el 4 de noviembre de 2001 por S.S. Juan Pablo II.

Reproducido con autorización de Vatican.va

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Reclusa

Martirologio Romano: En Reute, de Suabia, en Alemania, beata Isabel Achler, por sobrenombre "Buena", virgen, que, viviendo como recluida de la Tercera Orden Regular de San Francisco, cultivó en grado admirable la humildad, la pobreza y la mortificación corporal. ( 1420)

Fecha de beatificación: Culto confirmado el 19 de junio de 1766 por el Papa Clemente XIII

En esta beata sus allegados y conocidos apreciaron tales virtudes que desde niña le dieron el apelativo de "la buena Beth (Elísabeth)". Y es que hay personas que por su bondad parecen abocadas a la vida santa desde la cuna. Ella vino al mundo en Waldsee (Württemberg, Alemania) el 25 de noviembre de 1386. Sus padres fueron el reputado y humilde tejedor Hans Achler, que tenía cierta influencia en su gremio profesional, y su esposa Anna. Progenitores de una numerosa prole, y ambos creyentes, tuvieron la fortuna de verla crecer en edad y sabiduría evangélicas, al punto de llamar la atención en su alrededor por su ejemplar comportamiento. No había echado en saco roto los hechos sagrados que su madre solía desgranar ante ella en forma de narraciones.

Tenía 14 años cuando su director espiritual, que después sería su biógrafo, el P. Konrad Kügelin, perteneciente a los canónigos regulares de San Agustín, le sugirió vincularse a la Tercera Orden de San Francisco. Acogiendo con gozo su consejo, siguió el camino espiritual en conformidad con la regla del Poverello en su propia casa. Las asechanzas del maligno estaban a punto de asediarla cuando decidió compartir su vocación con una terciaria franciscana. Seguramente inducida por la profesión de su padre, aprendió a tejer. Entretanto, seguía progresando en la virtud. Como les ha sucedido a muchos seguidores de Cristo, su ascenso espiritual fue objeto de diversos y frecuentes ataques por parte del diablo, que tuvo uno de sus múltiples campos de acción en el arte que la beata cultivaba: destruía su labor y la importunaba enredándole el hilo. Pacientemente, aunque perdía el tiempo, Isabel trataba de recuperar el trabajo pasando por alto las insidias del demonio. Dios preparaba su espíritu para que pudiese acoger las gracias y favores que había dispuesto para ella.

En 1403, cuando tenía 17 años, el P. Kügelin le sugirió otra forma de vida. Conocía la existencia de una comunidad religiosa de terciarias franciscanas establecida en la ermita de Reute, localidad cercana a Waldsee, y parecía que era el lugar donde ella podría consagrar el resto de su vida. Sus padres no aprobaron su decisión, pero se fue a pesar de todo. La casa que había sido erigida con la colaboración de Jakob von Metsch, en 1406 se convirtió en convento. Fue allí donde Isabel pudo vivir plenamente su vocación, entregada a la penitencia y a la oración. Era una gran contemplativa y solía quedarse absorta en los misterios de la Pasión en cualquier lugar donde se hallaba. La intensísima presencia de Dios en su vida, su obediencia, humildad y sencillez cerraban el paso a debilidades y flaquezas de tal forma que su confesor no hallaba materia en su conducta que requiriese su absolución.

Isabel se ocupó de las labores de cocina y de jardinería que le encomendaron, realizándolas de forma ejemplar con su sencillez y solicitud acostumbradas. A la par, socorría a los pobres que se acercaban al convento. Fue probada en la virtud tanto física como espiritualmente. Contrajo distintas enfermedades –entre otras, la temible lepra–, pero su manera virtuosa de encararlas no hizo más que acrecentar su virtud. El diablo trataba de inducirla al mal haciéndole ver supuestos recelos hacia ella de otras religiosas, así como diversas situaciones que podían causar desánimo. Ella salió del convento en escasísimas ocasiones y, siempre por razones de fuerza mayor, lo que hizo que fuese conocida como "la reclusa".

Fue agraciada con diversos dones: profecía, penetración de espíritu, visiones, éxtasis. También vivó la experiencia de recibir esporádicamente los estigmas de la Pasión y otros elementos de la misma como las heridas provocadas por la corona de espinas y las huellas de la flagelación. Aunque no los mantuvo durante años de forma incesante, como otros estigmatizados, siempre perduró el dolor. En medio de él, decía: "¡Gracias, Señor, porque me haces sentir los dolores de tu Pasión!". Durante un tiempo no precisó descanso ni ingerir alimento.

Fue particularmente sensible a las almas del purgatorio. Vaticinó el final del gran cisma de Occidente durante el concilio ecuménico de Constanza y la elección del pontífice Martín V. Está considerada como la única mística alemana de los siglos XIV y XV. Murió en Reute el 25 de noviembre de 1420, a los 34 años de edad. Nada más producirse su deceso, el P. Kügelin redactó su vida en lengua latina, luego vertida a otros idiomas, que fue base para el proceso que condujo a Isabel a los altares. Sus numerosos milagros acrecentaron su fama de santidad, y el 19 de julio de 1766 el papa Clemente XIII aprobó su culto. Es la patrona de Suabia. Se la venera especialmente en Tirol, Baviera y Suiza.

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11:45 p.m.

Solemnidad

Martirologio Romano: Solemnidad de nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo: a El todo el poder, la gloria y la majestad por los siglos de los siglos.

Fue el Papa Pio XI, el 11 de diciembre de 1925, quien instituyó esta solemnidad que cierra el tiempo ordinario. Su propósito es recordar la soberanía universal de Jesucristo. Es una verdad que siempre la Iglesia a profesado y por la que todo fiel está dispuesto a morir.


Cristo es rey del universo porque es Dios. El Padre lo puso todo en sus manos y debemos obedecerle en todo. No se justo apelar al amor como pretexto para ser laxo en la obediencia a Dios. En nuestra relación con Dios, la obediencia y el amor son inseparables.

El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.» -Juan 14,21

Nadie y ninguna ley esta por encima de Dios. El Pontífice León XIII enseñaba en la "Inmortale Dei" la obligación de los Estados en rendir culto público a Dios, homenajeando su soberanía universal.

Diferente a los hombres, Dios ejerce siempre su autoridad para el bien. Quien confía en Dios, quien conoce su amor no dejará de obedecerle en todo, aunque no comprenda las razones de Dios.

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11:45 p.m.

Primer matrimonio en ser beatificados juntos

Martirologio Romano (I): En Roma, beata María Beltrame Quattrocchi, que, siendo madre de familia, ilustró de modo conspicuo a la familia de Cristo y a la sociedad, viviendo ejemplarmente su vida matrimonial y mostrando su comunión de fe y amor hacia el próximo. ( 26 de agosto de 1965).

Martirologio Romano (II): En Roma, beato Luis Beltrame Quattrocchi, que, siendo padre de familia, en los asuntos publicos y en los privados respetó los mandamientos de Cristo y los proclamó con celo y honradez de vida. ( 9 de noviembre de 1951).

Fecha de beatificación: 21 de octubre de 2001 por S.S.. Juan Pablo II.

Breve Semblanza


Un abogado del Estado y una profesora han subido juntos a los altares igual que lo hicieran a la basílica romana de Santa María Mayor el 25 de noviembre de 1905 para contraer matrimonio. Juan Pablo II ha manifestado su alegría pues, «por primera vez dos esposos llegan a la meta de la beatificación». Luigi (1880-1951) y María (1884-1965) Beltrame Quattrochi, originarios de Roma, fueron un matrimonio feliz.

María era profesora y escritora de temas de educación, comprometida en varias asociaciones (Acción Católica, Scout, etc.). Luigi fue un brillante abogado que culminó su carrera siendo vice-abogado general del Estado italiano. Estuvieron casados durante cincuenta años y tuvieron cuatro hijos: Filippo (hoy padre Tarcisio), nacido en 1906; Stefania (sor Maria Cecilia), nacida en 1908 y fallecida en 1993; Cesare (hoy padre Paolino), nacido en 1909; y Enrichetta, la menor, que nació en 1914. Dos de ellos, Filippo y Cesare, se encontraban entre los sacerdotes que concelebraron la Misa de beatificación con el Papa. La tercera, Enrichetta, se sentaba entre los peregrinos que llenaron hasta los topes el templo más grande de la cristiandad.

El Papa subrayó que la primera beatificación de un matrimonio llega justo «en el vigésimo aniversario de la exhortación apostólica «Familiaris Consortio», que puso de manifiesto el papel de la familia, particularmente amenazado en la sociedad actual». Recién licenciado en Derecho, el joven siciliano tuvo la suerte de descubrir a una muchacha florentina alegre y decidida, que no dudaría en ejercer como enfermera voluntaria en la guerra de Etiopía y en la Segunda Guerra Mundial. Luigi y María eran una familia acomodada y a la vez generosa, que supo acoger en su casa romana a muchos refugiados durante el último gran conflicto y organizar grupos de «scouts» con muchachos de los barrios pobres de Roma durante la postguerra.

Pero eran, sobre todo, una pareja normal -con las aficiones típicas de la clase media romana desde la política hasta la música-, que se apoyaban el uno en el otro para sacar adelante a sus cuatro hijos. Por su cargo de abogado del Estado, Luigi conoció a los grandes políticos de la postguerra mientras que María fue profesora y escritora. No fundaron ninguna orden religiosa, ni tuvieron experiencias místicas, pero convirtieron su trabajo en servicio habitual a los demás y volcaron todo su cariño en la vida familiar hasta la muerte de Luigi, en 1951 y de María en 1965. La santidad de ambos creció en pareja pues, de hecho, antes de casarse, Luigi Beltrame Quattrocchi no vivía su fe cristiana con especial fervor.

La vocación religiosa prendió, en cambio, muy pronto en sus cuatro hijos, tres de los cuales acudieron a la ceremonia en la Plaza de San Pedro. Según Tarsicio, sacerdote diocesano de 95 años, «nuestra vida familiar era muy normal» mientras que Paolino, padre trapense de 92 años, recuerda «el ambiente ruidoso y alegre de nuestra casa, sin beaterías o ñoñerías». Enrichetta, que tiene 87 años y se consagró privadamente a Dios, asegura que sus padres no discutieron jamás delante de los hijos. «Es lógico que hayan tenido divergencias, pero nosotros nunca las vimos. Los problemas los resolvían hablando entre ellos».

El heroísmo de la pareja se puso a prueba cuando esperaban a Enrichetta, la última de sus dos hijas, y los médicos diagnosticaron una complicación gravísima que aconsejaba abortar. Uno de los mejores ginecólogos de Roma les dijo que las posibilidades de supervivencia de la madre eran de un 5 por ciento, pero ambos prefirieron arriesgar. Enrichetta nació en 1914 y agradece a sus padres «aquel acto de heroísmo cristiano».

Los dos nuevos beatos, explicó el Papa durante la homilía de la beatificación, vivieron «una vida ordinaria de manera extraordinaria». «Entre las alegrías y las preocupaciones de una familia normal, supieron realizar una existencia extraordinariamente rica de espiritualidad. En el centro, la eucaristía diaria, a la que se añadía la devoción filial a la Virgen María, invocada con el Rosario recitado todas las noches, y la referencia a sabios consejos espirituales».

«Estos esposos vivieron a la luz del Evangelio y con gran intensidad humana el amor conyugal y el servicio a la vida --añadió el Santo Padre--. Asumieron con plena responsabilidad la tarea de colaborar con Dios en la procreación, dedicándose generosamente a los hijos para educarles, guiarles, orientales, en el descubrimiento de su designio de amor».

En la historia hay otros casos de santidad de matrimonios reconocidos oficialmente por la Iglesia. Es la primera vez, sin embargo, que la ceremonia de beatificación se realiza de manera conjunta. La beatificación se convirtió en el momento culminante de la fiesta de la familia que ha organizado este fin de semana la Iglesia católica en Italia, al cumplirse los veinte años de la publicación de la exhortación apostólica «Familiaris Consortio», el documento sobre la vida matrimonial más importante escrito por Juan Pablo II. En la tarde del sábado anterior, 50 mil personas se habían congregado en la plaza de San Pedro para participar con el obispo de Roma en un encuentro de fiesta, oración y testimonio. El pontífice pidió en esa circunstancia «un decidido salto de calidad en la programación de las políticas sociales» a favor de la familia y volvió a recordar que la familia no puede ser equiparada a otro tipo de formas de convivencia.

La fiesta, sin embargo, quedó algo estropeada por una torrencial lluvia que azotó la plaza de San Pedro con ráfagas violentas. Por este motivo, a última hora, se decidió celebrar la misa en la Basílica del Vaticano. La fachada de Maderno reservó en esos momentos un espectáculo único: miles de peregrinos, que se resguardaban del aluvión tratándose de cubrir con sillas, entraron en masa mojados hasta los topes en la gran basílica. Al final de la celebración, antes de presidir la oración mariana del «Angelus», Juan Pablo II condenó con palabras durísimas la violencia que ha tenido lugar estos tres últimos días en Belén y presentó a la familia como un signo de esperanza en este mundo atenazado por el miedo a los atentados y la violencia. «La familia, de hecho --dijo--, anuncia el Evangelio de la esperanza con su misma constitución, pues se funda sobre la recíproca confianza y sobre la fe en la Providencia. La familia anuncia la esperanza, pues es el lugar en el que brota y crece la vida, en el ejercicio generoso y responsable de la paternidad y de la maternidad». «Una auténtica familia, fundada en el matrimonio, es en sí misma una "buena noticia" para el mundo», concluyó.

Su hijo Cesare Beltrame Quattrocchi, de 92 años, quien al abrazar la vida religiosa asumió el nombre de Paolino, recuerda con sencillez la figura de sus padres. «Si bien nunca había imaginado que un día serían proclamados santos por la Iglesia, puedo afirmar sinceramente que siempre percibí la extraordinaria espiritualidad de mis padres. En casa, siempre se respiró un clima sobrenatural, sereno, alegre, no beato. Independientemente de la cuestión que debíamos afrontar, siempre la resolvían diciendo que había que hacerlo «de tejas para arriba». Entre papá y mamá se dio una especie de carrera en el crecimiento espiritual. Ella comenzó en la parrilla de salida, pues vivía ya una intensa experiencia de fe, mientras que él era ciertamente un buen hombre, recto y honesto, pero no muy practicante. A través de la vida matrimonial, con la decisiva ayuda de su director espiritual, también él se echó a correr y ambos alcanzaron elevadas metas de espiritualidad. Por poner un ejemplo: mamá contaba cómo, cuando comenzaron a participar diariamente en la misa matutina, papá le decía «buenos días» al salir de la iglesia, como si sólo entonces comenzara la jornada. De las numerosas cartas que se dirigieron, que hemos podido encontrar y ordenar, emerge toda la intensidad de su amor. Por ejemplo, cuando mi padre se iba de viaje a Sicilia, era suficiente que llegara a Nápoles para que enviara un mensaje, en el que contaba a su mujer lo mucho que la echaba de menos. Este amor se transmitía tanto hacia dentro --durante los primeros años de matrimonio vivían también en nuestro piso los padres de ambos y los abuelos de ella-- como hacia fuera, con la acogida de amigos de todo tipo de ideas y ayudando a quien se encontraba en la necesidad. La educación, que nos llevó a tres de nosotros a la consagración, era el pan cotidiano. Todavía tengo una «Imitación de Cristo» que me regaló mi madre cuando tenía diez años. La dedicatoria me sigue produciendo escalofríos: «Acuérdate de que a Cristo se le sigue, si es necesario, hasta la muerte».

Esta causa de beatificación ha sido también especial por otro motivo: la Congregación para las causas de los santos aceptó un sólo milagro para los dos siervos de Dios. Según revela el postulador -el padre Rossi-, se trata de Gilberto Grossi, un joven que hoy es neurocirujano, pero que en el momento en el que lo experimentó trabajaba en la casa Beltrame Quattrocchi catalogando los escritos de los dos esposos. «Su invocación a Dios por la curación de alteraciones óseas, que con frecuencia le obligaban a permanecer inmóvil, fue dirigida por intercesión de ambos cónyuges», revela el postulador. «Al reconocer su "común intercesión" --concluye el postulador--, podemos decir que los teólogos han subrayado que los esposos no sólo están unidos en una dimensión humana, sino también espiritual». Rossi explica que «Luigi y María no tenían aparentemente nada de "extraordinario". Lo que les distingue es la "manera extraordinaria" con la que vivieron». «Los dos esposos fueron cristianos convencidos, coherentes y fieles a su propio bautismo; supieron acoger el proyecto de Dios sobre ellos y respetaron su prioridad; fueron personas de gran caridad, entre sí, con los hijos y con el prójimo, promoviendo el bien y la justicia; fueron personas de esperanza, que supieron dar el justo significado de las realidades terrenas, con la mirada puesta siempre en la eternidad». Según el padre Rossi, estos dos nuevos beatos dejan al mundo un «mensaje de esperanza, consuelo y apoyo a la familia cristiana, asaltada hoy por tantos problemas y asediada en sus valores fundamentales, en su ideal, en su configuración genuina».

Cuando se aprobó la causa de beatificación conjunta del primer matrimonio en la historia de la Iglesia, a la Congregación vaticana para las Causas de los Santos le surgió un problema: ¿cuándo se celebrará su fiesta? En general, la fiesta de los beatos y santos suele celebrarse el día de su muerte, día de su abrazo con Dios. ¿Debería celebrarse en fechas diferentes la memoria de Luigi y Maria Beltrame Quattrocchi creando así dos fiestas? Juan Pablo II, que desde hacía años soñaba con poder beatificar a una pareja, tomó entonces una decisión revolucionaria: la fiesta de los dos beatos se celebraría conjuntamente en un mismo día, en el aniversario de su boda. Dado que Luigi y María contrajeron matrimonio el 25 de noviembre de 1905, por lo tanto esa es la fecha de su festividad.

Por el momento, la fiesta sólo se celebra en Roma, la diócesis de los nuevos beatos, pues la beatificación, que el Papa Juan Pablo II celebró el 21 de octubre de 2001, tiene carácter local. En caso de que sean canonizados, entonces la fiesta alcanzará un carácter universal.


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Por: P. Felipe Santos |

Mártir

Maritrologio Romano: En Amelia, ciudad de la Umbría, santa Firmina, mártir (303).

Etimología: Firmina = firme. Viene de la lengua latina.

Fermina fue una mártir en el siglo III.

Cuando hay falta de muchos datos históricos serios, existen, por el contrario, muchas leyendas acerca de la vida de algunos santos.

Según la narraciones tradicionales, Fermina era romana, y vivió en el siglo III.

Debió nacer en el seno de una familia llamada Pisoni.

Su padre era el gobernador de la ciudad, y su madre una cristiana llena del amor a Dios y al prójimo.

La joven debía tener 16 años cuando estalló la persecución en Roma, la siempre y traída persecución de Diocleciano.

Viendo el peligro que se avecinaba, salió de la ciudad, pero antes vendió todas sus cosas – con gran alegría desprendimiento – y se las entregó a los pobres.

Para llegar a la nueva región de la Umbría italiana, tuvo que embarcarse en una nave en el Tíber de Civitavecchia.

Como vio muchas necesidades entre los cristianos que eran dura y cruelmente perseguidos, se quedó con ellos para ayudarles en todo aquello que fuera necesario.

Cuando llegó a Amelia, se entregó a una vida de oración y de penitencia.

Su felicidad iba a durar poco tiempo. Descubierta por las autoridades, la llevaron a los tribunales. Y juzgada de mala manera, fue condenada a muerte, En Amelia se conserva su memoria.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

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12:45 a.m.

Por: . | Fuente: Marcelline.org / Zenit.org

Religiosa

Martirologio Romano: En Milán, Italia, beata María Ana Sala, virgen de la Congregación de Hermanas de Santa Marcelina, que, entregada totalmente a la formación de las niñas, fue maestra cimentada en la fe y la piedad. ( 1891)

Fecha de beatificación: 26 de octubre de 1980 por S.S. Juan Pablo II

Nació en Brivio (pueblo italiano de la provincia de Lecco) el 21 de abril de 1829.

Fue una de las primeras alumnas de la naciente escuela de las Hermanas Marcelinas en el pueblo de Vimercate.

Fue acogida por la Madre Marina Videmari, rápidamente se distinguió por lo ejemplar de su vida y por su aprovechamiento escolar.

En 1848, entró a formar parte de de la nueva Congregación, comprendió de inmediato que su ideal y su misión tendrían que ser en la enseñanza , la educación, la formación de las jóvenes en la escuela y en la familia.

Sor María Ana se santificó en la sencillez por su total fidelidad al Carisma de la congregación que había elegido. De su vida y ejemplo, surgen tres enseñanzas: la necesidad de la formación de un buen carácter firme, sensible, equilibrado; el valor santificador del compromiso en el propio deber, asignado por la obediencia y la importancia esencial de la obra educativa.

Su pedagogía fue la que su director espiritual, Monseñor Luis Biraghi, le recomendó: estar cercana, estar junto a las jóvenes en cada momento y circunstancia, participando de su vida cotidiana, en clases, en la capilla, en el comedor, en la recreación, en el dormitorio.

Entre sus mejores alumnas, se recuerda a la jóven Judith Alghisi Montini, la que después sería mamá del futuro papa Paulo VI.

Maria Ana Murió santamente el 24 de noviembre de 1891.

Autor: Isabel Orellana Vilches
Fuente: Zenit.org


Hoy la Iglesia celebra la vida de esta beata que nació en la localidad italiana de Brivio, Lecco, el 21 de abril de 1829. Fue la quinta de ocho hermanos de una honrada familia acomodada. Sus padres Johann María Sala y Giovannina Comi, ambos católicos comprometidos, dieron a todos sus hijos una sólida formación cristiana. Johann era un exitoso industrial maderero, y su excelente situación económica le permitió enviar a la beata a la escuela privada, en la que su profesora Alessandrina apreció sus cualidades singulares para el aprendizaje y su viva inteligencia.

Uno de los lugares que María Anna solía frecuentar era el Oratorio de San Leonardo, erigido en un lugar cercano a Brivio. Allí, junto a su hermana, en unos instantes de suma angustia pidió la intercesión de la Virgen para que su madre sanase de una grave enfermedad. Las dos oraron con tanta fe que mientras elevaban sus plegarias, la Virgen se apareció a Giovanna, la bendijo y sanó. En esa época el beato Luigi Biraghi había puesto las bases de la fundación de la Congregación de las Hermanas Marcelinas con el objetivo de procurar una formación integral cristiana a las jóvenes a través de centros educativos con la magnífica visión de ver en ellas las fieles transmisoras de los valores cristianos a las familias que pudieran formar, clave del progreso de la sociedad. Y en 1842 a Maria Anna, que había mostrado excelente aptitud para los estudios, sus padres la matricularon en el pensionado que estas religiosas inauguraron en Vimercate, como después harían con otras dos de sus hijas.

La colaboradora del P. Luigi Biraghi, madre Marina Videmari, seguía atentamente la formación de María Anna que, no sólo completó los estudios con éxito graduándose en 1846, sino que sintió la llamada de la vocación. Circunstancias familiares inesperadas como la enfermedad de su madre y el grave fraude asestado a su padre que conllevó la pérdida de los bienes económicos, hicieron necesaria su presencia en el hogar. Ante este imprevisto varapalo ella fue un bálsamo para todos. Pero el 13 de febrero de 1848 inició el noviciado en Vimercate con las Hermanas Marcelinas. Su buen carácter, firmeza, equilibrio y sensibilidad, engarzada en una sólida vida interior y celo apostólico, hicieron de ella una ejemplar religiosa.

Las circunstancias políticas que impedían establecer formalmente el Instituto, difirieron el instante de su profesión, que al fin se produjo el 13 de septiembre de 1852. Se santificó con el lema "Voy en seguida", expresión externa de su premura por agradar a Cristo en los demás, acudiendo prontamente a cualquier llamada, para lo cual dejaba al punto lo que estuviera haciendo por importante que fuese. Su obediencia no tuvo acepción de personas ni fue selectiva. Nunca consideró si era relevante el motivo que le privaba de un tiempo precioso que hubiera colmado su alma contemplativa. Su servicialidad evangélica, pobreza y humildad rezumaba en las lecciones que impartía en el aula. La presencia de Dios que latía en lo más hondo de su ser y que alimentaba todos los momentos de su día a día traspasaba a sus alumnas que no ocultaron su dilección por ella. Una de sus mejores discípulas fue Judith Alghisi, la madre del papa Pablo VI. Su apostolado se hizo patente en los colegios de Cernusco, Milán, Génova y Saboya. Aunque le costaba desprenderse de sus superiores, hermanas y alumnas, ese rasgo de presteza que le caracterizaba se manifestaba en su plena aquiescencia con la voluntad de sus superiores y partía complacida a su destino. Si bien, madura y sincera, reconocía humildemente: "Siento la separación, pero Dios es bueno conmigo".

Afligida y serena, con un espíritu abierto a la voluntad divina, alimentado por la oración, acogió todas las pruebas a las que fue sometida. Fue dulce y a la par firme, con religiosa claridad, reclamada por su virtud y acertados consejos, como se percibe en fragmentos de sus cartas: "intenta mantenerte fuerte y en salud porque es así como podremos realizar mejor nuestro trabajo. Mantén tu alegría y piensa que Dios realmente tiene preferencia por ti y te ayudará más de lo que piensas en la labor de educar y enseñar correctamente a tus alumnas. No pienses que tu labor es tiempo perdido, aunque no veas inmediatamente el fruto de tu trabajo, ten paciencia y con la ayuda de Dios, tu labor en la viña del Señor se verá recompensada […]. Dios no nos dará nunca un trabajo superior a nuestras fuerzas".

Probada en el sufrimiento, contrajo un cáncer de garganta, aludiendo a él como "su collar de perlas". A menudo, el dolor le impedía dar las lecciones. Exquisita en el trato, aunque era la tos el impedimento para atender debidamente a sus alumnas, presentaba sus excusas. Y siguió cumpliendo su misión con serena sonrisa considerando que, en su entrega, Dios le ayudaría a ser santa. Era su camino de perfección, amasado en la fidelidad a las circunstancias cotidianas que tuvo que afrontar. Al llegar el otoño de 1891 durante quince días la enfermedad pudo con ella física y anímicamente, y sufrió con indecible intensidad. Y el 24 de noviembre de ese año murió diciendo "Regina Virginum". En 1920 se halló su cuerpo incorrupto.

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Por: P. Felipe Santos |

Abad

Martirologio Romano: En el monasterio de Cava, en la Campania, beato Balsamo, abad, que en medio de las turbulencias y contradicciones de su tiempo desempeñó su cargo con sabiduría y prudencia (1232).

Etimología: Bálsamo = aquel de alma perfumada. Viene de la lengua latina.

Fue un abad del siglo XIII. La historia de la abadía de la Trinidad de Cava, junto a Salerno, fue fundada cerca del año mil.

La historia de sus abades es muy interesante para los historiadores y gente dedicada al estudio y a la investigación.

Esto se debe al mantenimiento perfecto de sus bibliotecas que contienen nada menos que mil años de historia.

Bálsamo fue un abad de ese monasterio que encierra una serie de hombres impresionantes para hoy y siempre.

Se sabe que la abadía de Cava tuvo una gran influencia e importancia en toda la Edad Media por la capacidad de trabajo de sus monjes y por su alto grado de santidad.

El fue uno de los más ilustres.

Dirigió el monasterio con suma maestría, con sabiduría y con un trato exquisito a los hermanos.
Estuvo en ella 25 años: desde el 1208 a 1232, el año de su muerte.

Era un hombre de letras. Por eso, se había ganado la amistad de los Papas y de los mismos emperadores.

Federico II lo llamaba cariñosamente “el martillo del mundo”.

Este emperador favoreció mucho este monasterio y le dio al abad la potestad de juzgar a quienes atentasen contra la abadía.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

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11:46 p.m.

Religiosa

Martirologio Romano: En Milán, Italia, Beata Enrichetta Alfieri (en el siglo María Ángela Doménica), religiosa profesa de la Congregación de las Hermanas de la Caridad de Bensanzón. ( 1951)

Fecha de beatificación: 26 de junio de 2011, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI

Nació el 23 de febrero de 1891 en Borgo Vercelli. Y aunque le impusieron en bautismo tres nombres, María Ángela Doménica sus allegados la llamaban María. Parecía un vaticinio de la protección que iba a recibir de la Virgen.

Encantadora durante su infancia, sensible a las enseñanzas de fe que recibía en su hogar y en la parroquia, al cumplir 17 años se sintió elegida por Cristo para seguirle. Aunque no sufrió oposición paterna, tuvo que aguardar un tiempo para ingresar en la vida religiosa, como su familia aconsejó. Muchas veces los padres no comprenden que la decisión de consagrarse a Cristo ya está tomada y que dilatar el tiempo de iniciar el camino solo conlleva sufrimiento para sus hijos, aunque en esa prueba éstos comiencen a mostrar a Dios el grado de su amor. De hecho, a finales de 1911 María ingresó en el convento de Vercelli con las Hermanas de la Caridad, fundadas por la Madre Thouret donde ya tenía varios familiares. Al profesar tomó el nombre de Enrichetta.

Estudió magisterio y ejerció la docencia en Vercelli durante unos meses puesto que una espondilitis tuberculosa le impidió hacer vida normal. La pésima evolución de la enfermedad fue vertiginosa. Dos años más tarde ni siquiera podía desempeñar trabajos de apoyo en tareas administrativas. En 1920 los médicos no ocultaron el mal pronóstico. Su día a día comenzó a ser el lecho. Aprisionada en él por intensísimo dolor agradecía a Dios la posibilidad de unir sus padecimientos a Cristo Redentor. Comprendió que así como la vocación nos sitúa en el calvario, por la enfermedad estamos en la cruz con Cristo. De modo que el lecho debe considerarse como un altar en el que la persona que sufre se inmola y se deja sacrificar llevada de su amor, siempre y cuando cumpla el requisito de "sufrir santamente" haciéndolo con "dignidad, amor, dulzura y fortaleza".

Buscando salida para su penoso estado, la llevaron a Lourdes en 1922 y un año más tarde le administraron el sacramento de la Unción. El 25 de febrero de ese año, celebración de la novena aparición de la Virgen de Lourdes, al tomar un sorbo de agua de la gruta, con indecible esfuerzo y dolor, se sintió instada a levantarse en medio de una locución divina que provenía de María: "¡Levántate!". En ese momento, recobró la salud.

Después fue asignada a la prisión de San Vittore en Milán. "La vocación no me hace santa, decía, pero me impone el deber de trabajar para conseguirlo". Su escuela había sido el sufrimiento. Así que, comprendió y supo acoger a tanto desecho humano que halló en el penal. Sufrir, orar (también junto a las reclusas), trabajar ejerciendo la caridad por amor a Cristo sin descanso, fue el día a día de esta apóstol que se ganó el respeto, confianza y cariño de los presos. Ellos la denominaron el "ángel" y la "Mamma" de San Vittore.

En 1939 fue nombrada Superiora de la comunidad. Durante la Guerra Mundial la cárcel fue tomada por los nazis, y se jugó la vida defendiendo y rescatando de la muerte a los judíos y presos políticos, que iban a ser llevados a las cámaras de gas en los campos de exterminio.

En 1944 las SS interceptaron un mensaje -escrito por Sor Enrichetta- en poder de una reclusa judía. Fue acusada y apresada. Gravitando sobre ella la condena a muerte, oraba en su celda en acto de gratitud. Con la intervención del arzobispo de Milán, a través de Mussolini, se condonó su pena, pero fue enviada a Bérgamo a un centro de enfermos mentales. De allí partió a Brescia, y escribió sus memorias por obediencia.
En 1945 regresó a San Vittore conduciendo al camino de la conversión a muchos, como a la peligrosa convicta por asesinato múltiple, Rina (Caterina) Fort.

En septiembre de 1950 sufrió una funesta caída en la calle, y no se recuperó. Murió el 23 de noviembre 1951.

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11:46 p.m.
La niña Beata Teresa de Jesús, recibió el habito mercedario a la edad de 5 años en el convento de Nuestra Señora de Belén en San Lucar en España.

En el año 1627, después de recibir el sacramento de la Eucaristía que había deseado ardientemente y haber consumido su tierna vida en el amor, como una azucena recién cortada fue llevada al cielo por los ángeles para estar con Jesús y María.

La Orden Mercedaria la festeja el 23 de noviembre.

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11:46 p.m.
El tema de hoy ocurrió unos doscientos años después del nacimiento de Cristo. En esa época vivía en Roma una noble viuda cristiana, llamada Felicidad, que tenía también siete hijos, guapos muchachos y fervorosos discípulos de Cristo.

Todos ellos fueron encarcelados por la fe. Siguiendo el orden de las edades, a todos se les fue poniendo uno por uno ante la altenativa de apostatar o morir, más, ayudados por las heroicas palabras de aliento de su madre, todos aquellos jóvenes prefirieron la muerte en testimonio de fidelidad al Salvador. "¡Ea!" –respondió el mayor de los hijos al juez que le inducía traicionar a Cristo-, acaba ya con tu charla; sábete que yo quiero permanecer fiel. Idénticas respuestas dieron los otros seis, y todos fueron muriendo por la fe ante los ojos de aquellos a quienes todavía no había llegado el turno.

Y la madre, que había sufrido y muerto, por decirlo así, con cada unos de sus hijos, concluyó aquella inmolación heroica sufriendo cuatro meses después la gloriosa muerte del martirio. ¡Que recibimiento le harían sus hijos en el cielo! De la madre hace conmemoración la Iglesia el día 23 de noviembre, mientras que hoy celebra la fiesta de los siete santos hermanos. Los cánticos y oraciones de la misa de hoy, son de una asombrosa belleza; leámosla con devoción, y si sabemos vincularla con la historia de este día, comprenderemos todo su profundo significado.

Entre los siete hijos de Santa Felicidad hay uno –el penúltimo, llamado Alejandro-, cuyos sagrados despojos fueron trasladados durante la temprana Edad Media, a la villa de Wildeshausen, en la actual provincia de Oldemburgo. No podemos imaginarnos la solemnidad y el gran concurso de gente, procedente de toda Alemania, con que fueron trasladadas las sagradas reliquias. Hoy todavía podemos seguir el itinerario de aquella solemne procesión, pues doquiera los restos del santo se detenían una noche, allí las gentes se encargaban de edificar un templo en honor del joven mártir. Por eso hay en Alemania tantas iglesias dedicadas a San Alejandro.

¡Qué gloriosa fue aquella madre heroica y sus hijos! La madre, en el hogar, lo es todo para sus hijos. Ordinariamente, de ella depende en gran parte el rumbo que sigan éstos el día de mañana.

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Por: . | Fuente: Vatican.va / Zenit.org

Sacerdote y Martir

Martirologio Romano: En la ciudad de Teocaltitlán, México, san Pedro Esqueda Ramírez, presbítero y mártir, que, por ser sacerdote, durante la Revolución mexicana fue encarcelado y fusilado. ( 1927)

Fecha de canonización: 21 de mayo de 2000 por S.S. Juan Pablo II

Nació en San Juan de los Lagos, Jal. (Diócesis de San Juan de los Lagos), el 29 de abril de 1887.

Vicario de San Juan de los Lagos. El ministerio al que se dedicó con verdadera pasión fue la catequesis de los niños.

Fundó varios centros de estudio y una escuela para la formación de catequistas. Siempre fue muy devoto del Santísimo. En plena persecución organizaba a las familias para que no faltaran a la guardia perpetua a Jesús Sacramentado en casas particulares.

Desde el momento de ser apresado fue tan duramente golpeado, que se le abrió una herida en la cara. Un militar, después de golpearlo, le dijo: «Ahora ya has de estar arrepentido de ser cura»; a lo que contestó dulcemente el padre Pedro: «No, ni un momento, y poco me falta para ver el cielo».

El 22 de noviembre de 1927 fue sacado de su prisión para ser ejecutado; los niños le rodearon y el Padre Esqueda insistentemente le repitió a un pequeño que caminaba junto a él: «No dejes de estudiar el catecismo, ni dejes la doctrina cristiana para nada».

Y en un pedazo de papel escribió sus últimas recomendaciones para las catequistas. Al llegar a las afueras del poblado de Teocaltitlán, Jalisco, le dispararon tres balas que cambiaron su vida terrena por la eterna.

Publicado con autorizacíon de Vatican.va

Autor: Isabel Orellana Vilches
Fuente: Zenit.org


Nació en San Juan de los Lagos (Jalisco, México), el 29 de abril de 1887. Sus padres Margarito Esqueda y Nicanora Ramírez ignoraban que habían traído al mundo a una persona auténtica, valiente, que sería testigo de Cristo ante el mundo. Con escasos recursos económicos, la familia vivía alumbrada por la fe que recibió el muchacho y que se ocupó de acrecentar con la gracia divina. Por eso, la conocida expresión «estamos en manos de Dios» que frecuentemente se formula cuando la incertidumbre ante un futuro incierto hace acto de presencia, sean cuales sean las razones, no fue para él un comentario lacónico, una especie de comodín verbal sin más pretensiones, como tantas veces ocurre. Este joven intrépido y valeroso sostuvo rigurosamente esta convicción, con la hondura que encierra de absoluta confianza en la voluntad divina, en el instante más álgido de su corta existencia.

Su temprana vinculación a la parroquia como niño de coro y monaguillo despertó su vocación al sacerdocio. Su expediente académico era impecable. Responsable y aplicado en sus estudios, siempre cosechando buenas notas, hicieron de él un alumno modélico para Piedad y Pedro, dos de sus profesores y directores de los centros en los que se educó. En esa infancia enriquecida por la piedad, y saludablemente gozosa, se habituó a rezar el rosario; erigía altares en los que simulaba estar oficiando misa, el sueño que alimentaba en su espíritu.

Tenía 15 años cuando ingresó en el seminario auxiliar de San Julián, dejando el incipiente trabajo en una zapatería, porque su padre juzgó conveniente que iniciase la carrera eclesiástica. Allí siguió mostrando sus cualidades para el estudio que eran tan solo un matiz de las muchas que le adornaban. En el seminario permaneció recibiendo formación hasta que las autoridades federales determinaron cerrarlo en 1914. No había podido ser ordenado, pero era ya diácono, y al regresar a su ciudad natal actuó como tal en la parroquia hasta que en 1916, después de haber completado estudios en el seminario de Guadalajara, se convirtió en sacerdote. Recibió el sacramento a finales de ese año en la capilla del hospital de la Santísima Trinidad. A continuación fue designado vicario de la parroquia en la que trabajaba. En ella permaneció hasta su muerte; once años de intensa actividad pastoral, dando lo mejor de sí. Dinamizó la vida apostólica con una excelente labor catequética que tenía como objetivo a los niños, a la par que impulsaba la asociación Cruzada Eucarística llevado por su amor a la Eucaristía, devoción que, junto a la que profesaba a la Virgen, extendió entre los fieles. De la Eucaristía extraía su fortaleza y aliento. Fue también un ángel de bondad para los pobres.

Las fuerzas gubernamentales en una feroz campaña anticlerical habían dictado orden de persecución y las buenas gentes del pueblo intentaron convencer a Pedro para que huyese a otro lugar. Sólo aceptó refugiarse de manera provisional en algunos lugares siempre cercanos a los fieles, a quienes de ese modo seguía atendiendo pastoralmente. Los sacerdotes y religiosos que han derramado su sangre por Cristo y su Iglesia en medio de conflictos políticos fueron caritativos y se caracterizaron por la libertad evangélica. No tuvieron acepción de personas ni militaron en bandos determinados. Arraigados en Cristo se desvivían por las necesidades de sus fieles, con independencia de sus ideologías. Así era Pedro.

Al inicio de noviembre de 1927 buscó refugio en Jalostotitlán, Jalisco. Pero regresó a San Juan llevado por su amor a los feligreses que en ningún caso deseaba dejar desasistidos. Se alojó en el hospital del Sagrado Corazón. El pueblo quería a ese sacerdote que habían visto crecer entre ellos, pero temían a las represalias de las autoridades si le daban cobijo; por eso, a veces algunas personas no le franquearon la puerta de sus moradas. Sin embargo, la gran mayoría no ocultaba su preocupación por su destino. Y las anfitrionas de una casa en la que fue acogido, le rogaron seriamente que escapara. Pero Pedro no estaba dispuesto a ello, y dando testimonio de su gran fe, decía: «Dios me trajo, en Dios confío». Este sentimiento, que reiteró ante otros vecinos, en ningún modo puede ser espontáneo cuando la vida está en peligro; estaba asentado en un corazón orante firmemente clavado en el corazón del Padre, abierto a su gracia.

Fue detenido el 18 de noviembre de ese año 1927. En un mísero y oscuro cuartucho sufrió pacientemente la fiereza de los azotes y otras crueldades que le ocasionaron la fractura de uno de sus brazos; por ello los federales no pudieron verle expirar en la hoguera, como habían fraguado. Pero sin duda, el tormento más doloroso fue ver profanados ante sí los objetos sagrados, destruidos los ornamentos y saqueado el archivo parroquial. Una cruel e infame tortura para un hombre de Dios, una persona inocente que lo único que perseguía era amar a Cristo y a los demás. Las incesantes vejaciones martiriales duraron hasta el 22 de noviembre. Maniatado y lleno de heridas le obligaron a subir por sí mismo a un árbol. Allí fue tiroteado sin piedad por un alto oficial que vertió en él su torrente de ira al ver que no podía sostenerse en la pira que habían dispuesto para ajusticiarlo prendiendo fuego al árbol en cuestión. Camino de su particular calvario, envuelto en un heroico silencio, dejó en unos niños que se acercaron a él su testamento de fidelidad a la catequesis y al evangelio.

Para ver más sobre sus 24 compañeros mártires en México haz "click" AQUI

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Mártires de Armenia

Martirologio Romano: Junto al río Zihun, cerca de la ciudad de Maras, en Cilicia, beatos Salvador Lillo, presbítero de la Orden de Hermanos Menores, Juan, hijo de Balzi, y otros seis compañeros de familia armenia, mártires, que ante la imposición de los soldados otomanos de renegar de Cristo, por no acceder a traicionar su fe, emigraron al reino eterno atravesados por lanzas. He aquí sus nombres: beatos K`adir, hijo de Xodianin; Cerun, hijo de K`urazi; Vardavar, hijo de Dimbalac; Pablo, hijo de Jeremías; David y Teodoro, hermanos, hijos de David ( 1895).

Breve Biografía


Salvatore Lilli nació en Capadocia, provincia italiana de Aquila, el 19 de junio de 1853. En 1870 entró en la Orden franciscana. En 1873 tuvo que proseguir los estudios en Tierra Santa, pues el Gobierno italiano había suprimido las Órdenes religiosas. Recibió la ordenación sacerdotal en Jerusalén, el 16 de abril de 1878.

En 1880 fue enviado a Marasc, misión de Armenia Menor (Turquía), comprendida en la Custodia franciscana de Tierra Santa que abarca Egipto, Israel, Jordania, Siria, Líbano, Chipre y Rodas.

Tras un breve viaje a Italia en 1886, prosiguió la actividad apostólica en Marasc, y en 1890 fue nombrado párroco de esta localidad. En la epidemia de cólera del mismo año, el P. Lilli se prodigó tan extraordinariamente en la atención a los apestados, que sus colaboradores lo jugaron exagerado.

En 1894 pasó a la misión de Mujuk–Deresi, a siete horas de viaje a caballo de Marasc. Al año siguiente estalló una fuerte persecución contra los cristianos armenios, que siempre habían sido marginados y despreciados a causa de su fidelidad a la religión cristiana. La matanza de hombres, mujeres, niños y ancianos causó miles de víctimas en la región. El P. Lilli recibió un mensaje urgente de sus superiores que le sugerían que abandonase el puesto; al segundo mensaje en el mismo sentido, el misionero respondió que «el Pastor no puede abandonar a las ovejas en peligro», y decidió quedarse junto a los armenios perseguidos. Un mes después, los soldados entraron a bayoneta calada y el heroico franciscano fue herido en una pierna cuando intentaba ayudar a las víctimas. Invadido su convento por la tropa, fue hecho prisionero y encerrado en una celda de la casa franciscana. Alternando halagos y amenazas, promesas y malos tratos, el jefe de los soldados trató de conseguir que renegase de Cristo y se pasase a Mahoma. Una semana después le obligaron a partir con varios campesinos del lugar, también prisioneros, hacia Marasc. Se reunieron todos en la iglesia, y el P. Lilli les confesó y animó al martirio. Después de dos horas de duro caminar (en el grupo había una niña de 11 años que luego será testigo del martirio), llegaron al borde de un torrente, y el jefe de nuevo les conminó a renegar de Cristo. Ante su unánime respuesta negativa, el comandante ordenó matarlos a bayoneta calada. El martirio se consumó el 22 de noviembre de 1895, cuando el P. Salvador Lilli tenía 42 años. Sus siete compañeros de martirio eran: Baldji Oghlou Ohannes (Juan), Khodianin Oghlou Kadir, Kouradji Oghlou Tzeroum, Dimbalac Oghlou Wartavar, Geremia Oghlou Boghos, David Oghlou David y Toros Oghlou David, todos ellos armenios.

El proceso ordinario para la beatificación de estos mártires se instruyó en 1930-32, y la causa se incoó en la Sagrada Congregación de Ritos el año 1959, siendo Papa Juan XXIII, conocedor y amante de las Iglesias orientales de Europa. En 1962-64 se instruyeron procesos apostólicos en Alepo (Siria) y Beirut. El 3 de octubre de 1982, Juan Pablo II los proclamó Beatos, precisamente al clausurarse el VIII centenario del nacimiento de San Francisco de Asís.
 

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Nació en Génova (Italia) el 9 de Enero de 1818 de una familia noble. Aunque si podría prever para él una carrera brillante, a los 20 años decidió ser sacerdote dejando todo para atrás.

"Quiero hacerme santo, cueste lo que cueste", dirá Tomás en el momento en que su opción si llegó a ser definitiva.

Recibió la Ordenación Sacerdotal el 18 de Septiembre de 1841 y, con apenas veinticinco años, fue nombrado vice-rector del Seminario de Génova y sucesivamente rector del Seminario de Chiávari. En este servicio se dedicó con valor a la formación de los futuros sacerdotes para que estuviesen dispuestos a comprometer la propia vida, sin recelos, por Dios y por la iglesia.

Precisamente en cuanto dirigía el Seminario, desenvolvió una intensa actividad como jornalista y fue uno de los cofundadores del primer jornal italiano católico, preocupándose con defender la fe y los principios auténticos del cristianismo.

En 1865, durante la campaña electoral, el "Estandarte católico" – así se llamaba el jornal - condujo la lucha para promover listas de candidatos católicos y pensó en crear un partido católico.

La idea era demasiado audaz, y cuando en 1874 el "non expedit" sonaba claramente y los católicos fueron invitados a no votar, el Padre Tomás "intuyó" que su jornal no podría continuar. Acató las ordenes de los superiores y prefirió estar en sintonía con el Papa y la Iglesia; apenas expuso su pensamiento cuando fue consultado por la Santa Sede.

En 1877 fue consagrado Obispo de Ventimiglia, diócesis muy pobre: lo cubrió varias veces, fue pastor clarividente y verdadero guía espiritual de su rebaño, convoco tres sínodos en quince años, creo nuevas parroquias, renovó la liturgia y se esforzó por mantener el patrimonio artístico de las Iglesias.

En 1878 fundo la Congregación de las Religiosas de Santa Marta, que tenían por finalidad “responder a las necesidades de todos los tiempos. Pidió a las hermanas de acogiesen a los más pobres entre los pobres “como Marta, que tuvo la ventura de servir a Jesús con el humilde trabajo de sus manos”. Estas religiosas aprendieron de ella a adorar en silencio, a alimentarse de la oración, a encontrar de rodillas las razones de una fe, que hay que descubrir a Cristo en los pequeñitos con los cuales él se identificó.

Cuando, en 1887, un terremoto devasto la Región, D. Reggio, a pesar de su avanzada edad, se presentó inmediatamente junto a los afligidos por la catástrofe llevándoles ayuda, y después convoco a los párrocos pidiéndoles que lo informasen sobre el Estado de sus parroquias, a fin de providenciar las ayudas que recibía de muchas personas, entre la cuales lectores de varios periódico.

Fue pródigo, reservando para si apenas su batina y su antiguo reloj, testimonio así que se hizo pobre por su gente. Cuido de modo especial de los muchos huérfanos victimas del terremoto, inicialmente asistió en algunos centros ya existentes en la ciudad que el creó, más tarde, un orfanato en Ventimiglia entrego al cuidado de las Religiosas de Santa Marta.

En 1892 escribió al Papa: "Pido a Su Santidad que me exonere del cargo episcopal, a fin de poder ser un simple sacerdote para que la diócesis no vaya a sufrir a causa de mi edad y se confié a otro una tarea tan pesada".

La respuesta del Santo Padre fue sorprendente: en Mayo de ese mismo años, D. Tomás fue nombrado Arzobispo de Génova. A pesar de sus 74 años de edad y de las dificultades, acepto humildemente el cargo para cumplir la voluntad de Dios.

Cuando en 1900 la Italia católica decidió consagrar a Dios y a la Virgen el nuevo siglo, D. Tomás Regio invito a todos los Obispos de la Región a una gran peregrinación al Monte Saccarello, donde se coloco la estatua del redentor. También él partió de Génova en un carruaje de tercera clase, con otros sacerdotes y muchos peregrinos, hasta Triora, pequeña localidad a los pies del Monte. El deseo de proseguir a pie el itinerario de la peregrinación era muy fuerte, más no le fue posible hacerlo, pues un malestar sé lo impidió. Fue el inicio de la enfermedad que lo llevaría la termino de su vida.

Falleció en la tarde del 22 de Noviembre de 1903, respondiendo a aquellos que se preguntaban si desearía alguna cosa: “Dios, Dios, solo Dios me basta!”. La respuesta fue la expresión de eso que lo movió siempre.

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No se sabe si nació en África o era romano de origen, pero sí consta que fue elegido pontífice en el 492 y que reinó cuatro años y medio, distinguiéndose por su energía.

Parece que no es obra suya el Decreto Gelasiano que contiene una lista de los libros del canon bíblico, pero sí hay que atribuirle reformas litúrgicas y sin ninguna duda una actitud muy firme respecto a los herejes: combatió implacablemente a pelagianos, nestorianos y monofisitas, e hizo quemar los libros de los maniqueos.

También hombre de una pieza en el conflicto que le enfrentó a un obispo cismático de Constantinopla, afirmando en todo momento la primacía de la sede romana, sin olvidar que formuló con claridad, quizá por primera vez, la supeditación que en último término debe el poder temporal al espiritual.

Este esquemático repaso a sus actividades le señala como un papa que no perdía el tiempo y que en menos de un lustro dejó huella en todas las cuestiones relativas a la fe y a la disciplina. Su figura se ve así envuelta en un aura de inflexibilidad.

Aunque la idea más común acerca de ser santo se relaciona con blandas efusiones teñidas de sentimentalismo, la santidad estriba muchas veces en ser duro. San Gelasio, defendiendo el depósito de la fe y la Iglesia de Roma es inflexible, no retrocede ni una pulgada; y también ha pasado a la historia como «padre de los pobres», porque para él caridad significaba las dos cosas, ser de hierro custodiando la herencia de Dios y de cera y miel para las necesidades de sus hermanos.

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Patrona de Ecuador
La imagen de Nuestra Señora de la Presentación del Quinche es una hermosa escultura en madera, tallada en el siglo XVI por Don Diego de Robles, extraordinario artista al que se deben otras imágenes de María de gran popularidad y veneración.

Según algunos testimonios, la Virgen se apareció a los indios en una cueva prometiéndoles librarlos de los peligrosos osos que devoraban a los niños. Por otra parte, los que habían encargado la confección de la imagen a Don Diego, no le pagaron por ella, por lo que decidió entonces dársela en vez a los indios oyacachis a cambio de unos tablones de fino cedro que este necesitaba para sus trabajos. Los caciques quedaron admirados cuando vieron llegar a Diego Robles con la imagen de la Virgen a cuestas y reconocieron en ella los mismos rasgos de la Señora que se les había aparecido y les había hablado en la cueva. Sin duda, la Virgen quiso visitar primero a sus hijos mas pobres para atraerlos al Señor de los Señores quien ella lleva en sus brazos.

Quince años permaneció la imagen al cuidado de los indios hasta que en 1604, el obispo del lugar ordenó su traslado al poblado del Quinche, de donde finalmente tomó su nombre. La imagen, que es una fina talla en madera de cedro de unos 62 cm. de alto, está revestida por un amplio y hermoso ropaje de brocado cubierto de gemas, y bordado con hilos de oro y plata que sólo dejan ver su rostro moreno y apacible. La Virgen lleva un cetro en la mano derecha y con la izquierda sostiene el Niño en actitud de bendecir, mientras sostiene una esfera de oro coronada por una cruz.

A los pies de la imagen, la peana y la gran media luna, ambas de plata pura, y las pesadas coronas imperiales de oro y piedras preciosas, manifiestan la generosidad del pueblo ecuatoriano que gusta ver a su patrona resplandeciente, vestida siempre con las mejores galas. El rostro de Jesús evoca las facciones de los niños mestizos de aquellas sierras. Mestizo es el color de la Madre, síntesis del alma del inca y del español. Su fina nariz está enmarcada por un delicado rostro ovalado de labios delgados y boca pequeña; sus ojos achinados y su mirada triste con los párpados entrecerrados o caídos le confieren una dulzura única. Por eso esta advocación es tan popular en Ecuador, especialmente entre los indios que llaman con afecto "la Pequeñita" a su protectora del cielo.

Es de admirar la variedad de cantos que se entonan en honor de la Virgen del Quinche, con textos en quechua, en jíbaro y en otros diversos dialectos de la región y también en castellano; muchos de ellos se cantan desde hace cuatro siglos. La imagen fue coronada en 1943 y su fiesta se celebra el 21 de noviembre. El templo actual fue declarado Santuario Nacional en 1985.

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Hermanos Franciscanos

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