Francisco de Paula López Navarrete, Beato
Por: . | Fuente: Odisur.com // DiocesisDeJaen.es
Sacerdote y Mártir
Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.
La familia López Navarrete poseía algunas tierras de olivar y además, desde 1886, regentaban una ferretería conocida por "Ferretería La Llave". El ambiente familiar era religioso y así fue educado Paquito, nombre que se utilizaba en el ambiente familiar. Muy pronto murió su madre, quien había tenido otro hijo, Enrique; Paquito sólo contaba con 2 años. Andrés, el padre, contrajo nuevo matrimonio con Juana López, de la que nacieron Isabel y Catalina. La falta de la madre y el descubrimiento de su muerte cuando ya tenía uso de razón, la piedad de la familia, casi innata en don Francisco, según se afirma entre los que le conocieron, hizo que en él naciera y se desarrollara un amor filial a la Virgen María y así la adoptó como la madre que no conoció y en Ella puso toda su confianza, la nombraba como "mi mamá". Visitaba con frecuencia el Santuario de la Virgen de la Fuensanta que está en las inmediaciones de Villanueva del Arzobispo y en el corazón siempre estuvo presente la Virgen Inmaculada como modelo en su seguimiento a Jesús y como intercesora y animadora en su vida de entrega a Dios. Leería con frecuencias el texto de San Juan en las bodas de Caná y lo ponía en práctica: "dijo María a los sirvientes; hacer lo que Él os diga".
Lo recuerdan en su niñez de esta manera: niño muy piadoso e inclinado a imitar lo que veía hacer en Misa a los sacerdotes... en cierto modo retraído, pero con una sensibilidad hacia lo bello y lo artístico... una especial disposición a favor de los pobres, enfermos y necesitados; no podía pasar un pobre pidiendo limosna por casa y que él no le socorriera, aún de lo que tenían preparado para la comida familiar. Con sólo 8 años, su padre lo envía a estudiar a Úbeda a casa de unos familiares y con el maestro don Antonio Mediana, quien siempre le tuvo en gran estima por sus cualidades y comportamiento.
Bajo la mirada amorosa de la Virgen, iba naciendo en don Francisco la vocación sacerdotal; debió conocer las aspiraciones de Santa Teresa, pues en alguna ocasión escribió a su padre que "se iría a convertir herejes" a lo que don Andrés le reconviene diciéndole llanamente, "déjate de tonterías"; pero más allá de los pensamientos infantiles, lo que aquí se intuye es una clara llamada misionera, y desde ahí la entrada en el Seminario.
Las familias cristianas son frecuentemente bendecidas por Dios con la vocación sacerdotal o religiosa en sus hijos. Don Francisco fue llamado, él respondió con total disposición y mantuvo su fidelidad hasta la muerte. Sería por el 1905 cuando entra en el Seminario San Felipe Neri de Baeza, tenía 13 años. El paso de Úbeda a Baeza no le supone gran cambio, pero ahora se encuentra más en su ambiente: la vida de piedad, disciplina y estudio favorecen en mucho su natural inclinación a la vida religiosa y artística. Los superiores, desde le primer momento, le valoraron y quisieron, así como sus compañeros. Era un seminarista modelo en el ambiente de entonces. Físicamente, aparentaba fortaleza, con estatura corpulenta y cuerpo recio, pero frecuentemente caía enfermo y hasta en temporadas se veía impedido para asistir a clase, por lo que en los exámenes no alcanzaba las notas que su inteligencia hubiera conseguido. Mucho disfrutó en el Seminario cuando, pudiendo unir el amor a la Virgen con sus cualidades de pintor, decoró una casulla con la imagen de la Inmaculada Concepción.
Don Francisco fue madurando su vocación dejándose guiar por los superiores y, sobre todo, siendo fiel a las inspiraciones de Dios. Las vacaciones le sirven para entrar en contacto con la vida real y la problemática social, a la vez que le dan ocasión para ejercer el apostolado con niños y jóvenes y en el ambiente rural. Así llega a la ordenación sacerdotal.
Nuestro don Francisco recibe la ordenación de Diácono en la ciudad de Ávila, de manos del obispo de aquella diócesis, Don Joaquín Beltrán Asensio, en septiembre de 1916. Sólo tres meses más tarde y ahora en la Ciudad de Córdoba recibirá el Presbiterado: sería el 23 de diciembre del mismo 1916 cuando, en el Seminario cordobés de San Pelagio, el obispo Don Ramón Guillamet y Coma le impusiera las manos haciéndole sacerdote "in aeternum". Celebró la Primera Misa Solemne en la Parroquia de San Andrés de su pueblo natal de Villanueva del Arzobispo el día 1 de enero de 1917, acompañado de padre, hermanos, familiares y amigos. Un acontecimiento en este pueblo que se celebró con regocijo, no sólo en los ambientes religiosos sino en general, dado que la familia del misacantano era muy conocida.
En el clero secular, la ordenación al servicio de la diócesis, pide de por sí un destino donde ejercer el sacerdocio recibido; por ello don Francisco estaría expectante ante la llamada o carta del obispado que le anunciara su primer nombramiento; mientras tanto celebraría en la Parroquia, en el Santuario y, cómo no, en las Dominicas de Santa Ana.
Muy pronto recibió el despacho anhelado: Coadjutor en Beas de Segura y Párroco de Cañada Catena población rural -esta última-, rodeada de pinos segureños, formada precisamente en una cañada por donde el ganado transitaba en busca de pastos y junto al monte Catena; se había creado un pequeño núcleo de población y con viviendas y familias diseminadas a su alrededor se había constituido la Parroquia de Ntra. Sra. de las Maravillas. Beas de Segura era un pueblo con bastante entidad, una sola parroquia dedicada a la Asunción de la Virgen con un párroco y varios coadjutores; Convento de Clausura de Carmelitas Descalzas con la categoría de haber sido fundado por la misma Santa Teresa y un Colegio de Religiosas de la Divina Pastora, institución educativa con espíritu calasancio, establecido recientemente en la ciudad. El joven sacerdote residía en Beas, ayudaba en la Parroquia y asistía a Cañada Catena los domingos y fiestas de guardar, la Semana Santa y otras solemnidades, desplazándose a pié o en cabalgadura. Atendía como Capellán el Colegio y Religiosas, Confesor de uno y otro Convento. En Beas de Segura se le recuerda "como un santo": su entrega a los niños en la Catequesis, visita y atiende a los enfermos, pobres y desvalidos, les ayuda material y espiritualmente con la humildad y sencillez que le caracterizaba en su comportamiento con todos, sin fingimiento alguno; sin embargo, todo ello le hizo destacar entre los feligreses, quienes a veces hacían comparaciones con buenas o malas intenciones. Se destapó la envidia y la crítica poniendo en el buen sacerdote deseos de medrar, donde sólo había espíritu apostólico y amor de Dios. El trabajo, los disgustos y su débil salud aconsejaron un periodo de tiempo de descanso y con el consentimiento y recomendación del Sr. Obispo en 1927 marchó a su pueblo, Villanueva del Arzobispo.
No obstante, en Beas de Segura no le olvidarían y desde entonces le profesaron un verdadero afecto, trasformado, a partir de su muerte, en piedad hacia él y confianza en su intercesión ante el Padre. También los habitantes de Cañada Catena echaron de menos la presencia frecuente de quien impartía la doctrina y el santo evangelio con sencillez y convicción siendo ejemplo para ellos.
Desde Beas llega a su pueblo, silencioso y bastante enfermo; vivirá y descansará con la familia y le atenderán para sanar su debilidad, en la casa paterna. En principio no lleva cargo pastoral ninguno; pero por aquel tiempo llegan a Villanueva del Arzobispo unas religiosas, las de Cristo Rey, que se han encargado de un orfanato; don Francisco entrará en contacto con la Comunidad y con el Colegio será el Capellán de Religiosas y niños; ya tenía experiencia de haber atendido a religiosas y seguro que haría muchas veces de padre consolando a aquellos niños, cuyo mayor dolor sería no tener cerca a su propia madre; bien había experimentado él semejante carencia. Pero además participa en la Parroquia y en la iglesia de la Vera Cruz, en el Convento de las Madres Dominicas. Organiza como una escuela de enseñanza (primera enseñanza) para niños y mozuelos que no habían podido aprender a "leer, escribir y las cuatro reglas", de modo gratuito y bien dedicado a ellos les iba educando y cultivando los mejores sentimientos.
Su amor a la Virgen le llevaba a visitar, ahora como sacerdote en "una noche obscura" el Santuario de la Madre, Nuestra Señora de la Fuensanta, extramuros de la ciudad, y regido por la Orden Trinitaria. Bien aprovechó, don Francisco, este tiempo hasta el año 1933, seis años, pues además de lo apostólico, trabajó manualmente en carpintería, decoración, confección de imágenes y pintura; así desarrolló sus cualidades artísticas que al decir de todos no eran escasas; se habla de que en el Templo de Campo Redondo, abandonada parroquia rural de Chiclana de Segura, restauró retablos, altares e imágenes y don Juan Monatijano, párroco que había sido nombrado para ella, alababa su trabajo. Por fin, el Sr. Obispo Mons. Basalto descubrió la categoría de aquel sacerdote lleno de espíritu, apenas aprovechado y le nombró Párroco y Arcipreste de Orcera. Sorprendió este nombramiento a propios y ajenos, pero don Francisco con la actitud de obediencia y renovando su confianza en Dios, bajo la mirada de la Madre María Santísima, acogió la misión encomendada con toda ilusión.
No desconocía, don Francisco, el pueblo y el territorio donde iba a ejercer su ministerio, como párroco y arcipreste, cuando desde el Obispado le comunicaron su nuevo destino. Orcera era cabecera de la zona llamada Sierra de Segura, está a unos sesenta kilómetros de Villanueva la cual es paso obligado para todos los serranos que viajan hacia Úbeda o Jaén; Orcera dista unos treinta Km. de Beas de Segura y pertenece a la misma zona natural. El Arciprestazgo llevaba el nombre de Orcera y comprendía una zona amplísima y de difícil comunicación por los caminos y malas carreteras, población diseminada, lejanía y aislamiento; el clima, frío en invierno, hacía que en algunas partes las nieves fueran frecuentes. A las parroquias, propiamente dichas, se añadían aldeas sin fin, no escasas en población, con templos, parroquias o cuasi-parroquias que demandaban atención. El Arciprestazgo de Orcera podía centrar un quehacer pastoral en aquella zona difícil y poco apreciada en lo referente a los destinos del clero, aunque sus gentes eran humildes, buenas y religiosas.
La llegada de la República, con nuevos y antirreligiosos aires había cargado el ambiente, una especie de resentimiento anticlerical se había despertado; tal vez don Francisco podía ser el sacerdote más apropiado para desempeñar la misión. El Obispo y sus asesores habían actuado certeramente.
El 12 de agosto de 1933, en vísperas de la Patrona y titular de la Parroquia Ntra. Sra. de la Asunción, llega el nuevo párroco para hacerse cargo de la nueva misión. La Virgen le guiaría en todo momento. Llega cargado de experiencias, sufrimiento moral y corporal, en plena madurez, con 41 años. Viene con una gran ilusión, superará problemas y dificultades. Con su palabra y ejemplo se ganará el corazón de la buena gente serrana. Rápidamente se pone a la labor, parecía sospechar que el tiempo iba a ser corto y no podía entretenerse con nada ni nadie en el camino:
A su llegada buscó a las 12 personas más pobres para conocerles y darles una limosna. Las invitaba a comer por Navidad, Semana Santa y en las fiestas principales; posiblemente el primer día de la Virgen de la Asunción que pasó en Orcera ya los tuvo de comensales. Este hecho quedó impreso en la memoria de los orcereños pues, pasados muchos, se contaba en conversaciones normales y recordando los sacerdotes que habían pasado por allí.
Proyectó una gran acción misional en todo el Arciprestazgo, que de haberse llevado a cabo, hubiera tenido hondas repercusiones en la vida de los pueblos y aldeas. Todos los sacerdotes de la zona se pondrían en acción: preparar un plan estratégico, estudiar las acciones y temas, distribuir los trabajos, llamar a otros sacerdotes diocesanos o misioneros populares del tiempo y en un plan conjunto de predicación, celebraciones religiosas, sacramentos y orientación moral hacer unas verdaderas Misiones en toda la Sierra de Segura.
Igualmente tenía en sus planes, construir una "casa sacerdotal" centro de acogida de sacerdotes, lugar de estudio, descanso y para la organización de los planes de pastoral. La incomunicación de la zona y falta de medios hacía que los sacerdotes vivieran aislados; algunos para volver a sus pueblos tenían que hacer noche en algún lugar intermedio; apenas cambiaban de ambiente; ajenos a las nuevas orientaciones, a toda renovación tan necesaria en la vida sacerdotal; no gozaban de descanso, ni retiros espirituales y la asistencia a las "conferencias morales" era poco asidua para los más lejanos. Don Francisco intuía lo necesario que era una pastoral de conjunto, sobre todo en aquella zona, y trataba de ponerla en práctica.
En su parroquia fundó la Acción Católica; organizó el Apostolado de la Buena Prensa y, aunque no llegó a constituir la Adoración Nocturna, creó un espíritu eucarístico entre sus feligreses, no en balde pasaba largas horas de la noche ante Jesús Sacramentado: entrada la noche salía de la casa parroquia, atravesaba la estrecha calle y presuroso pasaba por la pequeña puerta, desaparecida, de la antigua sacristía y entraba a adorar al Señor. La curiosidad de algunos vecinos les hizo ver que más de una vez salía al amanecer.
Visitó las casas del pueblo, familia por familia, dando consejos y apoyos ante los problemas de hijos y matrimonio, dificultades sociales y morales. Visitas a cortijadas y aldeas, a los pueblos del Arciprestazgo, andando o en caballería. Más de una vez tuvo que atender a otras parroquias (Benatae, Puente de Génave o Segura de la Sierra) por ausencia del sacerdote. Y este quehacer pastoral suponía una carga física que podía llevar al cansancio y hasta el agotamiento. En determinadas temporadas le enviaron algún sacerdote joven como Coadjutor, ellos también fueron testigos de la caridad pastoral de don Francisco.
Sabía el valor de la oración y, cierto que oraba insistentemente como ya hemos dicho, pero también pedía oraciones a los Conventos de Clausura como medio eficaz para un apostolado fértil. El Convento carmelitano de Beas de Segura y el dominicano de Villanueva del Arzobispo fueron testigos de ello.
Aunque querido en Orcera y por sus habitantes, a don Francisco le tocó vivir un tiempo difícil durante los tres años que dirigió aquella parroquia. De nada podían acusarle, estaba cerca de los pobres, tanto que se le ha llegado a llamar "el padre de los pobres", atendía a todos los fieles, trabajaba por el Evangelio, era austero y hasta pobre; sin embargo la legislación y el ambiente creado con la República infeccionaba la situación, bastaba llevar sotana, ser religioso, ir a la iglesia y, lo más grave de todo ser sacerdote y peor, aún, ser el Párroco. Don Francisco era sacerdote de cuerpo y alma, era el Párroco y lo ejercía con verdadera pasión; por ello en aquellos tres años lo pasó mal.
Llega el año 1936, se impone el Frente Popular, las dificultades arrecian, del temor a la persecución se pasa a soportarla; don Francisco, como tantos otros sacerdotes y cristianos perciben la posibilidad del martirio y en él se afianzan deseos de recibirlo como testimonio de su Amor a Cristo. Sufrimientos, trabajo, quizá descuidada alimentación, su natural achacoso... hace se quebrante más la salud, de modo que el médico le aconseja marche a su pueblo para recuperarse con la familia; así lo hace el 13 de julio: llega a Villanueva, acompañado de Julio Zorrilla sacristán y amigo fidelísimo, saludos, bienvenidas... descansan en la vivienda familiar al día siguiente, conocida la muerte de don José Calvo Sotelo y ante las noticias que llegaban, don Francisco manifiesta su propósito de volver a la parroquia: "Me vuelvo a Orcera, mi sitio no está aquí", hace todo lo posible, pero su padre se lo impidió terminantemente. Razones de salud, peligros del momento...la esperanza de que pronto se volvería a la normalidad...; así que Julio marchó a Orcera y el párroco quedó en su pueblo natal contra su voluntad y con el corazón puesto en sus feligreses a los que hubiera consolado y fortalecido; parecía estar predestinado por Dios para el gran sacrificio.
Iniciada la guerra, don Francisco siguió por unos días celebrando la misa el las religiosas de Cristo Rey, amparado, quizá, por su condición sencilla y por ir a un centro asistencial para niños huérfanos y menesterosos; en realidad estas religiosas, al igual que las de los Desamparados, fueron respetadas por el trabajo que realizaban, aunque no así las dominicas de clausura, expulsadas del convento, saqueado y profanado.
Un día de mañana, de vuelta de la celebración en el Colegio, es detenido y cacheado junto a la Cruz Dorada, aunque sin más consecuencias; don Andrés, su padre, había sido encarcelado, lo que proporcionaba preocupación y desasosiego en la casa, el ambiente se enrarecía más y más, detención y ejecución de personas: religiosos trinitarios y otros sacerdotes seculares, saqueo de iglesias y conventos... todo lo cual hizo que nuestro sacerdote se recluyera en casa y no volviera a celebrar en el colegio.
En la predicación del Evangelio, la propagación de la religión mediante la catequesis e instrucción de los jóvenes, los cuadros e imágenes religiosas que tenía en su casa... todos estos "graves delitos" fueron la causa de su condena; en realidad el ser sacerdote y mantenerse firme y fiel a su fe era la verdadera causa de sentencias tan firmes como injustas y dolorosas. Y don Francisco mereció una de esas sentencias; su detención se llevó a cabo el día 28 de agosto de 1936; era la hora de comer, al medio día, llegaron al domicilio familiar, preguntaron por el cura, él se hizo presente y le pidieron entregara las imágenes y cuadros religiosos para profanarlos y destruirlos. "Eso nunca, contestó valientemente, haced conmigo lo que pretendéis hacer con las imágenes". A lo que respondió un miliciano "muchas ganas tienes de morir, pero por tarde que sea, temprano te ha de parecer". Se lo llevaron detenido entre empujones y mal trato. Le llevaron en un camión, tal como estaba en casa con un guardapolvo y en zapatillas, quiso ponerse la sotana y se lo impidieron, no le dejaron comer y dijeron que sólo tardaría un rato, que lo devolverían a casa. Salieron de Villanueva tomaron la carretera Córdoba-Valencia en dirección hacia Beas de Segura. Entre los olivos, cerca del cortijo de la Venta Porras, junto a la vía del ferrocarril proyectado Uriel-Baeza en la boca del túnel número 13, le fusilaron, le rociaron de gasolina y viendo que no moría casi descuartizaron su cuerpo. Así encontraron sus restos en 1939.
1. MANUEL ARANDA ESPEJO, seminarista de la diócesis de Jaén
nacimiento: 22 Marzo 1916 en Monte Lope Alvarez, Jaén (España)
martirio: 08 Agosto 1936 en Monte Lope Alvarez, Jaén (España)
2. MANUEL BASULTO JIMÉNEZ, Obispo de Jaén
nacimiento: 17 Mayo 1860 en Adanero, Ávila (España)
martirio: 12 Agosto 1936 en Vallecas, Madrid (España)
3. FÉLIX PÉREZ PORTELA, sacerdote de la diócesis de Jaén
nacimiento: 21 Febrero 1895 en Adanero, Ávila (España)
martirio: 12 Agosto 1936 en Vallecas, Madrid (España)
4. FRANCISCO LÓPEZ NAVARETTE, sacerdote de la diócesis de Jaén
nacimiento: 02 Marzo 1892 en Villanueva del Arzobispo, Jaén (España)
martirio: 28 Agosto 1936 en Villanueva del Arzobispo, Jaén (España)
5. JOSÉ MARÍA POYATOS RUIZ, joven laico de la diócesis de Jaén
nacimiento: 20 Octubre 1914 en Vilches, Jaén (España)
martirio: 03 Octubre 1936 en Úbeda, Jaén (España)
6. FRANCISCO SOLÍS PEDRAJAS, sacerdote de la diócesis de Jaén
nacimiento: 09 Julio 1877 en Marmolejo, Jaén (España)
martirio: 03 Abril 1937 en Mancha Real, Jaén (España)