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SANTA JUANA FRANCISCA DE CHANTAL

RELIGIOSA




Co-Fundadora de la Orden de la Visitación de Santa María.

Santa Juana Francisca Frémiot de Chantal, religiosa, que siendo primero madre de familia, tuvo como fruto de su cristiano matrimonio seis hijos, a los que educó piadosamente, y muerto su esposo, bajo la dirección de san Francisco de Sales abrazó con decisión el camino de la perfección y realizó obras de caridad, en especial para con los pobres y enfermos. Dio comienzo a la Orden de la Visitación de santa María, que dirigió también prudentemente, y su muerte tuvo lugar en Moulins, junto al Aller, cerca de Nevers, en Francia, el día trece de diciembre (1641).

Santa Juana Francisca Fremiot nació en Dijon, Francia, el 23 de enero, de 1572, nueve años después de finalizado el Concilio de Trento. De esta manera, estaba destinada a ser uno de los grandes santos que el Señor levantó para defender y renovar a la Iglesia después del caos causado por la división de los protestantes. Santa Juana fue contemporánea de S. Carlos Borromeo de Italia, de Sta. Teresa de Ávila y S. Juan de la Cruz de España, de S. Juan Eudes y de sus compatriotas, el Cardenal de Berulle, el Padre Olier y sus dos renombrados directores espirituales, San Francisco de Sales y San Vicente de Paúl. En el mundo secular, fue contemporánea de Catalina de Medici, del Rey Luis XIII, Richelieu, Mary Stuart, la Reina Isabel y Shakespeare. Murió en Moulins el 13 de diciembre, de 1641.

Su madre murió cuando tenía tan solo dieciocho meses de vida. Su padre, hombre distinguido, de recia personalidad y una gran fe, se convirtió así en la mayor influencia de su niñez. A los veintiún años se casó con el Barón Christophe de Rabutin-Chantal, de quien tuvo seis hijos. Dos de ellos murieron en la temprana niñez. Un varón y tres niñas sobrevivieron. Tras siete años de matrimonio ideal, su esposo murió en un accidente de cacería. Ella educó a sus hijos cristianamente. 

En el otoño de 1602, el suegro de Juana la forzó a vivir en su castillo de Monthelon, amenazándola con desheredar a sus hijos si se rehusaba. Ella pasó unos siete años bajo su errática y dominante custodia, aguantando malos tratos y humillaciones. En 1604, en una visita a su padre, conoció a San Francisco de Sales. Con esto comenzó un nuevo capítulo en su vida.

Bajo la brillante dirección espiritual de San Francisco de Sales, nuestra Santa creció en sabiduría espiritual y auténtica santidad. Trabajando juntos, fundaron la Orden de la Visitación de Annecy en 1610. Su plan al principio fue el de establecer un instituto religioso muy práctico algo similar al de las Hijas de la Caridad, de S. V. de Paúl. No obstante, bajo el consejo enérgico e incluso imperativo del Cardenal de Marquemont de Lyons, los santos se vieron obligados a renunciar al cuidado de los enfermos, de los pobres y de los presos y otros apostolados para establecer una vida de claustro riguroso. El título oficial de la Orden fue la Visitación de Santa María.

Sabemos que cuando la Santa, bajo la guía espiritual de S. Francisco de Sales, tomó la decisión de dedicarse por completo a Dios y a la vida religiosa, repartió sus joyas valiosas y sus pertenencias entre sus allegados y seres queridos con abandono amoroso. De allí en adelante, estos preciosos regalos se conocieron como "las Joyas de nuestra Santa." Gracias a Dios que ella dejó para la posteridad joyas aún más preciosas de sabiduría espiritual y edificación religiosa. 

A diferencia de Sta. Teresa de Ávila y de otros santos, Juana no escribió sus exhortaciones, conferencias e instrucciones, sino que fueron anotadas y entregadas a la posteridad gracias a muchas monjas fieles y admiradoras de su Orden. 

Uno de los factores providenciales en la vida de Sta. Juana fue el hecho de que su vida espiritual fuera dirigida por dos de los más grandes santos todas las épocas, S. Francisco de Sales y S. Vicente de Paúl. Todos los escritos de la Santa revelan la inspiración del Espíritu Santo y de estos grandiosos hombres. Ellos, a su vez, deben haberla guiado a los escritos de otros grandes santos, ya que vemos que ella les indicaba a sus Maestras de Novicias que se aseguraran de que los escritos de Sta. Teresa de Ávila se leyeran y estudiaran en los Noviciados de la Orden. 

Santa Juana fue una auténtica contemplativa. Al igual que Sta. Brígida de Suecia y otros místicos, era una persona muy activa, llena de múltiples proyectos para la gloria de Dios y la santificación de las almas. Estableció no menos de ochenta y seis casas de la Orden. Se estima que escribió no menos de once mil cartas, que son verdaderas gemas de profunda espiritualidad. Más de dos mil de éstas se conservan todavía. La fundación de tantas casas en tan pocos años, la forzó a viajar mucho, cuando los viajes eran un verdadero trabajo.

Sta. Juana le escribió muchas cartas a S. Francisco de Sales, en búsqueda de guía espiritual. Desafortunadamente, después de la muerte de S. Francisco la mayoría de las cartas le fueron devueltas a Sta. Juana por uno de los miembros de la familia de Sales. Como era de esperarse, ella las destruyó, a causa de su naturaleza personal sagrada. De este modo, el mundo quedó privado de lo que pudo haber sido una de las mejores colecciones de escritos espirituales de esta naturaleza.



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Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En Madrid, España, beato Teófilo Fernández de Legaria Goñi y cuatro compañeros, sacerdotes profesos de la Congregación de los Sagrados Corazones, asesinados por odio a la fe ( 1936)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Mártir en El Escorial el 11 de agosto de 1936. Natural de Torralba del Río (Navarra), nació el 5 de julio de 1898. Profesó el 1 de septiembre de 1916. Ordenado sacerdote el 22 de septiembre de 1923, en Santander. Por sus excelentes cualidades fue enviado a estudiar en Roma, donde alcanzó el grado de doctor en Sagrada Teología, en la Pontificia Universidad Gregoriana, en julio de 1925. A los 28 años era vice-rector del Colegio en Madrid. Dos años después era ya el Superior del mismo, alternando sus múltiples ocupaciones con la dirección espiritual de las Asociaciones de Licenciados y Doctores y la de San Cosme y San Damián. Al mismo tiempo lograba la Licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca.

Se distinguió de modo especial en la defensa de los derechos de la Iglesia Católica en los difíciles años de la República española, promoviendo la Hermandad de San Isidoro de Sevilla. En agosto de 1935 fue nombrado Superior y Director del Escolasticado de la Congregación en El Escorial. Durante su breve Superiorato dejó un recuerdo imborrable entre sus alumnos. Su paso por el escolasticado fue una gracia especial. Su actividad fue increíble; su celo, extraordinario, inculcando en los alumnos una veneración y amor grandes hacia el sacerdocio.

Al producirse en julio el Alzamiento nacional estaba en El Escorial con profesores y jóvenes estudiantes. Convirtió la Casa en hospital de sangre, quedándose él como director del hospital y los profesores y jóvenes como enfermeros. Ante el peligro que corrían, a los pocos días se llevaron a Madrid, en camiones, a los profesores y estudiantes.

El se quedó cuidando la casa con cuatro Hermanos laicos, ya de edad. A los tres días llegó un miliciano con heridos, y reconoció al P. Teófilo, por haber recibido de él muchos favores en Madrid, siendo Superior del Colegio. Lo denunció y exigió que desapareciese de la Casa. Aquella misma noche vinieron con dos coches y mientras cenaba él con médicos y enfermeros se lo llevaron, pistola en mano. Sin juicio alguno, fue conducido a las afueras de El Escorial, a tres kms., y en el lugar llamado "La Piedra del Mochuelo", después de haberle dejado rezar y escribir unas líneas a su madre, lo fusilaron por la espalda mientras iba a ponerse en el paredón. Su cuerpo, con el de otros tres sacerdotes de El Escorial, que asesinaron minutos después, apareció al día siguiente, en dicho lugar. Fue inhumado en el Cementerio de San Lorenzo de El Escorial. Tenía 38 años de edad.

El 3 de julio de 2009 S.S. Benedicto XVI firmó el decreto reconociemdo el martirio de este grupo de mártires lo cual permitirá su próxima beatificación que se realizará, Dios mediante, el 13 de octubre de 2013.

Este grupo de mártires está integrado por:

1. ELADIO LÓPEZ RAMOS (LEONCIO), sacerdote profeso, Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María
nacimiento: 16 Noviembre 1904 en Laroco, Orense (España)
martirio: 08 Agosto 1936 en Madrid (España)

2. TEÓFILO FERNÁNDEZ DE LEGARIA GOÑI (BENJAMÍN), sacerdote profeso, Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María
nacimiento: 05 Julio 1898 en Torralba de Río, Navarra (España)
martirio: 11 Agosto 1936 en El Escorial, Madrid (España)

3. MARIO ROS EZCURRA (LUIS), sacerdote profeso, Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María
nacimiento: 30 Abril 1910 en Lezáun, Navarra (España)
martirio: 15 Agosto 1936 en Madrid (España)

4. GONZALO BARRÓN NANCLARES (FORTUNATO), sacerdote profeso, Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María
nacimiento: 20 Octubre 1899 en Ollauri, Logroño (España)
martirio: 02 Septiembre 1936 en Madrid (España)

5. ISIDRO IÑIGUEZ DE CIRIANO ABECHUCO (JUAN), sacerdote profeso, Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María
nacimiento: 08 Marzo 1901 en Legarda, Álava (España)
martirio: 02 Octubre 1936 en Madrid (España)

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Por: . | Fuente: LaVerdadCatólica.org

Presbítero y Mártir

Martirologio Romano: En los confines del Tibet, beato Mauricio Tornay, presbítero y mártir. Era canónigo regular de la Congregación de los santos Nicolás y Bernardo de Monte Giove (Gran San Bernardo). Anunció con empeño el Evangelio en China y en el Tibet, y recibió la muerte a manos de los enemigos del nombre cristiano (1949).
Es el séptimo de ocho hermanos. Nace en Rosiere (comuna de Orsieres, cantón de Valais), Suiza. Sus padres le forman en la fe católica. Estudia en la escuela del lugar; al regresar, ayuda a sus padres en el establo y la huerta. Después de su primera comunión, el niño se torna más atento. Está internado por seis años en el colegio de la abadía de San Mauricio, donde destaca por ser fervoroso; después de sus estudios secundarios, ingresa al noviciado de los canónigos Regulares de San Bernardo, donde expresa: "Cumplir con mi vocación de abandonar el mundo y dedicarme por completo al servicio de las almas para conducirlas a Dios, y salvarme yo mismo" (1931). Su voluntad de ser misionero es férrea; por lo mismo, al escribir a su hermana, le dice: "Hay tantos paganos que nos llaman... Nuestra salud, nuestra carne, es para ellos... Cuanto más vivo más convencido estoy de que el sacrificio y la entrega de uno mismo tienen sentido y son lo único que dan sentido a estos días... ". Su actividad se interrumpe cuando en 1934 es sometido a una intervención quirúrgica, momento en el cual sus dolores los ofrece a Dios y señala: "Las penas bien soportadas de un día tienen más mérito que si hubieras rezado todo el día... Nuestras pequeñas penas poseen un valor infinito si las unimos a Cristo". Hace sus votos solemnes en 1935 y es enviado a misionar en Weishi, Yun-nan (suroeste de China), en la frontera con el Tíbet, actual territorio de China. Ahí continúa estudios y aprende el idioma chino. Vive entregado a la oración, la Misa y la reflexión. Recibe la ordenación sacerdotal en 1938, ejerce su ministerio y está a cargo del seminario. Un año después estalla la guerra: China es invadida por Japón y las fronteras tibetanas son dominadas por la tropa.

El padre Mauricio necesita pedir limosnas para alimentar a los seminaristas. Antes de terminar el conflicto bélico (1945), es nombrado párroco de Yerkalo (al suroeste del Tíbet), donde el lama Gun-Akhio es soberano en todos los aspectos y odia a los misioneros; por lo que, en enero de 1946, es conducido al exilio en Pamé, Yunnan, China, donde se dedica a hacer oración, visitar a los lugareños y cuidar enfermos. En julio de 1949, disfrazado con hábito tibetano y afeitado, se dirigió a Lhasa, capital del Tíbet, para obtener del Dalai-Lama la libertad religiosa para los cristianos de Yerkalo; aun siendo reconocido continuó. Cuando llega a Tothong, varios guardias disparan sobre él, por lo que cae muerto. Su sacrificio no es inútil, ya que en la actualidad la fe católica predomina en Yerkalo. Así se hizo realidad uno de sus pensamientos de adolescente: "El día de la muerte es el más feliz de nuestra vida. Ante todo, hay que alegrarse, pues significa la llegada a la verdadera patria".

Beatificado por Juan Pablo II el 16 de mayo de 1993.

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Por: . | Fuente: ArchiValencia.org

Mártir

Martirologio Romano: En la aldea Agullent, en el territorio de Valencia, en España, beato Rafael Alonso Gutiérrez, mártir, que era padre de familia y, en el furor de la persecución contra la fe, derramó su sangre por Cristo. Con él se conmemora también al bienaventurado mártir Carlos Díaz Gandía, que este mismo día y en la misma localidad recibió la vida eterna por la defensa de la fe (1936).
El Rafael Alonso Gutiérrez nació el 14 junio de 1890 en la ciudad de Onteniente. El 24 septiembre de 1916, a la edad de veinticuatro años, contrajo matrimonio canónico con Adelaida Ruiz Cañada. Formaron un hogar cristiano bendecido por Dios con 6 retoños de los cuales dos murieron pequeños; las cuatro hijas se llaman Isabel, Adelaida, Dolores y Elena. Vivió auténticamente su vocación laical, tratando de impregnar de espíritu evangélico la realidad temporal en la cual la Providencia divina lo llevó a ejercer su trabajo cotidiano al servicio y en la construcción de la sociedad civil valenciana como Administrador de Correos en Albaida y posteriormente en Onteniente.

Hombre profundamente religioso, movido por del Espíritu Santo se dedicó al apostolado organizado siendo miembro de varias asociaciones laicales como la Adoración nocturna, Asociación del Sagrado Corazón de Jesús, Terciario Franciscano, Escuela de Cristo y Asesor de los Jóvenes de Acción Católica. Fue secretario de la Legión Católica. Fue presidente de los Hombres de Acción Católica y de la Junta parroquial, colaboró en estrecha relación con el arcipreste de Onteniente en la catequesis parroquial. Por la intensa actividad apostólica que realizaba era considerado por los enemigos de la Iglesia como el principal católico de la ciudad y por eso lo arrestaron y asesinaron.

Quienes le conocieron afirman que Rafael Alonso Gutiérrez era de temperamento serio, fuerte y vivo. De carácter bondadoso mostraba alegría y entereza cuando las circunstancias lo aconsejaban. Los testigos interrogados en el proceso, acerca de las virtudes practicadas por el Beato, describen una personalidad moral rica en la cual brillan las virtudes infusas en el bautismo dentro de las cuales se subrayan especialmente los aspectos específicos de la espiritualidad laical. Lo describen como un fiel laico auténtico, coherente que cumplió con exactitud sus deberes profesionales, formó un hogar cristiano, educó en la fe a sus hijos y se comprometió activamente en el apostolado.

En los días previos a la revolución Rafael Alonso Gutiérrez era consciente de la situación que estaba por afrontar: la persecución religiosa y el probable martirio. Uno de los testigos, depone: "Su estado de ánimo en los días previos a la Revolución fue de un luchador entusiasta en disposición para afrontar el martirio, lo que presentía desde el primer momento, como repetidamente se lo oí de sus propios labios. El Beato se dedicó con otros católicos a custodiar las iglesias en los meses que precedieron a la Revolución".Y continúa diciendo: "Durante la dictadura ocupó el cargo de Secretario de la Legión Católica, y después en la Acción Católica desempeñó el mismo cargo. También fue Presidente de la Junta Parroquial, Consejero del Sr. Arcipreste, catequista infatigable, colaborador asiduo en una revista llamada ‘Paz cristiana’. Como hombre culto intervino en muchos círculos de estudios y conferencias de propaganda cristiana. Por todo lo cual sufrió muchas denuncias y molestias hasta ser detenido algunas veces. Era considerado por los enemigos de la Iglesia como un católico muy destacado".

Otro colega del Beato, afirma: "En los días que precedieron a la Revolución y siguieron, se mostró con igualdad de ánimo y optimista. Dentro de la consiguiente preocupación conservó siempre su alegría de espíritu. Hizo vida normal hasta el momento de su detención".

La esposa del Beato, declara: "Mi marido junto con Carlos Díaz y alguno más, ofrecieron en la Vigilia de la Adoración nocturna del 24 de Julio, su vida por la salvación de España". Continúa diciendo la Sra. Adelaida Ruiz Cañada, esposa del Beato: "El se sentía perseguido y no se escondió haciendo vida natural". En el mismo modo manifiesta su hija Adelaida: "Ante la inminencia de la revolución estaba apenado, no acobardado. Nunca asintió a nuestras insistencias a que se ocultara, diciendo que sucedería lo que Dios quisiera, continuando su vida normal hasta el último momento".

El 4 de agosto de 1936 fue detenido por unos milicianos en su casa. La esposa del Beato, afirma: "En los primeros días de agosto... hacia las 11 de la noche y estando oyendo por la radio cómo comentaban sarcásticamente el incendio y saqueo de la parroquia de los Santos Juanes de Valencia, llamaron a la puerta y mi marido dijo: ‘Ya vienen por mí’. Salí a abrir la puerta y los milicianos dijeron que venían por el Beato para que hiciera unas declaraciones, y él, sin ninguna protesta, marchóse, y yo desde el balcón le vi alejarse siendo conducido a la profanada iglesia de San Francisco y aunque algunos vecinos le ofrecieron colchón los rojos lo impidieron". En el mismo modo su hija Adelaida, dice: "Fue detenido el 4 de agosto de 1936 después de cenar y rezar el rosario en familia, estando yo presente. Vinieron unos milicianos armados llamando con violencia a la puerta. No permitió que abriéramos nosotros, sino que salió él. Le detuvieron y le dijeron que los acompañara, a lo cual accedió de buena voluntad. Se despidió de nosotros, diciendo a mi madre que probablemente él no volvería, que nos educaba en el temor de Dios y el amor a la Patria y que no confiara en nadie más que en Dios y en sus fuerzas, que por mucho que le insistieran, que no nos llevara al Colegio de huérfanas, porque estaba regido por masones, que si podía nos diera un medio de vida independiente, y que lo demás, Dios lo haría. Nos abrazó a todos y se marchó".

Además de los supervivientes ya señalados, fue compañero de detención el cura Arcipreste de Onteniente, Don Juan Belda, también mártir. La vida en prisión estuvo caracterizada por malos tratados y vejaciones morales que los Beato supieron llevar con entereza cristiana.

Un compañero de Rafael Alonso, el Sr. Eduardo Latonda Puig, testifica: "En la cárcel nos obligaban a la limpieza de las letrinas, suelos e incluso a subir a los hornacinas de los retablos vacíos para que hiciésemos de imágenes de santos y después al bajar o mientras estábamos en el altar en posturas incómodas non golpeaban con cables de acero". Y la esposa del Beato, afirma: "Todos los días mi hija y un sirviente le llevaban la comida a la cárcel. [Mi marido se interesaba] por todos nosotros. Sé por compañeros de prisión que barrían las capillas".

Tortura y simulacro de fusilamiento

El 6 de agosto unos milicianos trasladaron a Rafael Alonso y Carlos Díaz, junto con Eduardo Latonda, a la cercana población de Ayelo de Malferit, con el pretexto de hacerles declarar. Allí fueron sometidos a varias torturas y les dieron una gran paliza. Después los retornaron a Onteniente. Así lo testimonia el mismo Sr. Eduardo Latonda Puig: "Sobre las 7 de la tarde del 6 de agosto de 1936 el Comité de Salud Pública determinó y nos sacaron: al Beato, a Carlos Díaz y a mí y nos condujeron en un autobús de línea de la ‘Concepción’ a Ayelo de Malferit, custodiados y vigilados por milicianos y nos bajaron a la puerta del palacio de los Marqueses de Malferit donde estaba todo el pueblo congregado. El pueblo nos recibió en medio de escarnios e insultos. Después de un breve intercambio entre los milicianos nos condujeron a la prisión municipal, donde al cabo de unas horas nos dieron un botijo de agua y dos sillas y más tarde el cartero de la población nos trajo una cena suculenta en atención a Rafael Alonso Gutiérrez. El Beato tomó tan solo un poco de pan y algunos sorbos, y nos aconsejó que cenáramos pronto para rezar el santo rosario y otras devociones. Al finalizar uno de los rosarios el Beato con lágrimas en los ojos nos dijo: "A vosotros dos no sé si os matarán, a mí sí; no pido más que cuiden de mis hijas y que no les falte nada". Alrededor de las tres y media los milicianos rojos se presentaron en la prisión y preguntaron por el más joven de los tres, que era yo mismo. Me sacaron de la cárcel y en medio de la expectación del pueblo, brazos en alto me condujeron al Cementerio distante aproximadamente un kilómetro y me introdujeron en el oratorio del Cementerio donde me preguntaron por el arsenal de armas. Dije la verdad, que no existía nada de esto y al salir de la capilla me dieron unos golpes con palas de raíz de olivo y me devolvieron a la población encarcelándome en el oratorio privado de los Sres. Colomer convertido en cárcel después de haber sido profanado. Desde allí, a través de la ventana, alrededor de las cuatro vi pasar a Carlos Díaz brazos en alto apuntado por los cañones de los fusiles y a quien oí regresar después para volverlo a la prisión de la que sacaron en aquel momento al Beato Rafael Alonso que abatido, brazos en alto, fue conducido del mismo modo que los anteriores y que regresó al cabo de mucho tiempo, totalmente abatido, gimiendo de dolor por las heridas recibidas, dejándole encerrado en la casa de un cura ocupada por los rojos. A las ocho de la mañana recibí la visita de mi padre que venía acompañado del secretario comarcal de la F.A.I. quien habló con el Comité Rojo de Malferit, y logró que nos trasladasen a Onteniente y así lo hicieron aquella misma tarde con otro autobús de ‘Montas y Morales’. Durante el trayecto nos contó Rafael Alonso Gutiérrez que cuando le llevaron al Cementerio le quitaron la chaqueta, se puso las manos en la cabeza y allí perdió el sentido a fuerza de golpes y efectivamente durante el regreso no se pudo poner la chaqueta. Llegamos a Onteniente en el preciso momento que trasladaban a los presos de la iglesia de San Francisco a la de San Carlos. El Beato [Rafael Alonso] no pudo cargar con su equipaje que tenía, debido al estado lastimoso en que se encontraba. El Beato, tendido de bruces sobre una colchoneta no quiso que nadie le viese la espalda hasta que llegó el médico D. Rafael Rovira, ya fallecido, quien le descubrió las espaldas y pude ver que estaba desollado desde los hombros hasta las nalgas, con heridas de puntapiés en las piernas. El médico le curó las heridas. Hasta que le sacaron para matarle no pudo dormir, rezando continuamente, comía muy poco lo que le llevaba su familia".

Y agrega: "Los de Ayelo al devolvernos a Onteniente dijeron: ‘Arreglaos con ésos pues son más duros que la piedra’. Los de Ayelo se ensañaron de una manera especial con el Beato Rafael Alonso y durante toda su permanencia en la cárcel fue sometido a una vigilancia y disciplina rigurosa teniéndole separado de los demás".

Rafael Alonso Gutiérrez vivió estas torturas con ánimo cristiano y cuando sus compañeros de prisión le preguntaron quienes lo habían apaleado él supo perdonarlos, así lo afirma el testigo Sr. Juan Micó Penadés: "Al interrogarle para que nos dijese quienes le habían apaleado manifestó ‘que no interesaba, que eso quedaba en las manos de Dios y no les guardaba rencor’".

La esposa del Beato, confirma estos hechos diciendo: "Al cabo de unos cinco días y pasando yo por la puerta de S. Francisco vi que se lo llevaron en un coche a mi marido que se hizo el distraído por no afligirme, junto con Carlos Díaz y Eduardo Latonda. Luego me enteré de que fueron llevados a Ayelo de Malferit donde fueron torturados en el Cementerio de dicha población, y se ensañaron especialmente con mi marido, como pude comprobar al enterrarle. Vi que tenía un trozo de algodón en sus espaldas que le pusieron sus compañeros para que pudiese soportar el vestido. De Ayelo regresaron a Onteniente, siendo llevados a S. Carlos otra iglesia convertida en prisión". Y un compañero de prisión depone: "El mismo nos contó que le hicieron simulacros de asesinato enterrándole vivo dejándole solo la cabeza fuera e intimándole a que renegara de su fe y disparando tiros al aire. Todo esto lo manifestó con una calma y tranquilidad admirable que traslucía su gozo interior"".

Mientras estaban en la cárcel, convencidos que le habrían de asesinar, mantuvieron la entereza cristiana que era típica en ellos: pasaban los días enteros en oración, con una total confianza en la voluntad de Dios.

Un compañero de prisión del Beato, afirma: "A las pocas horas de su ingreso en la cárcel llegue yo también detenido y le encontré con la disposición integra y la entereza cristiana típica en él". Otro amigo declara: "Fue detenido y encerrado en la profanada iglesia de S. Francisco. A continuación detuvieron a unos cuarenta. Mostró una entereza de ánimo extraordinaria, exhortándonos a ponernos en manos de la divina providencia". Y un testigo de oficio, corrobora los hechos diciendo: "Fue detenido el día 4 de agosto de 1936 y llevado a la iglesia de San Francisco y allí encontré al Beato, que estaba muy triste y llevaba una vida muy recogida y de mucha oración".Y agrega: "Hasta que lo sacaron para matarle no pudo dormir, rezando continuamente, comía muy poco lo que le llevaba la familia". Y continúa diciendo: "Al finalizar uno de los rosarios el Beato con lágrimas en los ojos nos dijo: ‘A vosotros dos no sé si os matarán, a mí sí; no pido más que cuiden de mis hijas y que nos les falte nada’". Y su esposa dice: "El día 10 de agosto, hacia el mediodía, le llevé la comida y me hizo determinados encargos sobre la educación y porvenir de los hijos. Me dijo que todo le dolía, que no podía dormir, pero que aquello no tenia importancia, y me despidió diciéndome que tuviese confianza en Dios que nada me faltaría".

Ejecución

La noche del 11 de agosto de 1936 sacaron de la prisión a Rafael Alonso Gutiérrez, a Carlos Díaz Gandía y a otro compañero, el doctor José María García Marcos. A los tres los asesinaron con disparos de arma de fuego en el término municipal de Agullent, población cercana a Onteniente. La Sra. Adelaida Alonso Ruiz, hija del Beato, depone: "Fue llevado por la carretera Albaida hasta el término de Agullent juntamente con Carlos Díaz y José García Marcos. Los tres murieron perdonando a los enemigos y dando vivas a Cristo Rey. Los compañeros murieron en el acto y mi padre quedó agonizante". Y agrega: "Los milicianos contaron posteriormente el valor y la entereza de los tres hasta el último momento, pues les habían ofrecido, si renegaban, volverlos a Onteniente, y ellos prefirieron seguir el camino".

Un compañero de prisión y testigo de oficio, afirma: "El comentario de los rojos fue que el Beato había muerto diciendo: ‘¡Viva Cristo Rey!’". Y quien aporta un detalle elocuente que explica el que Rafael Alonso superviviese al tiroteo es su amigo y compañero, el Sr. Eduardo Latonda Puig quien, al atestiguar sobre el Beato Carlos Díaz Gandía agrega: "El Beato salió para el martirio la noche del 11 de agosto de 1936. Con él también iba Rafael Alonso. Ambos fueron conducidos a la carretera de Albaida cerca de Agullent. El Beato en el momento de disparar se adelantó a los milicianos cubriendo con su cuerpo el de Rafael Alonso. Esto lo sé por lo que dijeron los mismos milicianos". Otro compañero de prisión afirma: "Hubo reunión de dirigentes en lugar de juicio, en que decidieron el orden en que habían de asesinar a los primeros, y antes que a ninguno a Carlos Díaz. Dormíamos en la misma capilla, habilitada como celda, y en la madrugada del día 11 de Agosto subieron los milicianos y enfocándole con la lamparilla eléctrica le obligaron a levantarse a puntapiés, sacándole junto con D. Rafael Alonso y José M. García. Les subieron en un taxi y les llevaron por la carretera de Agullent". Y agrega: "Al llegar al entrador de dicho pueblo, en la curva en donde se inicia una bajada en dirección a Albaida, les hicieron bajar y casi a bocajarro les dispararon varios tiros de escopeta y pistola y según manifestaron los propios asesinos al volver a la cárcel, Carlos Díaz sacó una estampa de la Virgen y se la puso en la frente, llevando la estampa a la herida. Serían las dos a lo más de la madrugada".

Muere perdonando a sus asesinos

Pero Rafael Alonso no murió en el acto, sino que quedó malherido en el vientre. A las pocas horas recobró el conocimiento y pidió socorro por señas a alguien que pasó por allí. La persona que vio las señas del herido acudió presurosa a dar cuenta de ello al Comité de Onteniente, y de allí salió una comisión con intención de acabar con él; pero entretanto llegaron gentes de Agullent, que recogieron al herido y lo trasladaron al convento de las Religiosas Capuchinas, donde le prodigaron algunos auxilios. Fue atendido por un sacerdote que pudieron encontrar. Poco pudo hablar por el estado tan grave en que se encontraba y murió alrededor de las tres de la tarde, perdonando a los que le habían herido, bendiciendo a Dios. No quiso delatar los nombres de los asesinos y exhortó a todos sus familiares a perdonar a sus verdugos con verdadera caridad cristiana. Falleció en la calle del Maestro Tormo, 5, de Agullent, a las 12 horas.

El Sr. Luis Amorós Ferri, alcalde que era de Agullent cuando fue asesinado el Beato, declara: "En los primeros días del mes de agosto de 1936 siendo yo alcalde de Agullent vino a mi casa hacia las 4 de la mañana un guardia rural y me dijo que en la carretera de Albaida Onteniente, cerca del cruce de Agullent, había tres hombres muertos. Inmediatamente me dirigí a dicho lugar acompañado del secretario del Ayuntamiento; vi a unos 100 metros y en un campo separado de la carretera un cadáver 100 ms. más lejos a dos, uno de los cuales era el Beato que estaba malherido y el otro era el cadáver de Carlos Gandía. El Beato pedía auxilio, haciendo señales con la mano. Llegamos junto a él y nos dijo que quería confesarse, y le contesté que haríamos lo posible para que lo pudiera hacer. De regreso al pueblo me dirigí en busca de uno de los sacerdotes que estaban escondidos y le indiqué lo que pasaba, y que hacía falta confesor. Me encaminé a Onteniente en busca del médico y volví con D. Rafael Rovira quien dijo que no tenía solución pues tenía el vientre acribillado a balazos. Encontré al Beato con un pañuelo puesto en el vientre. Al preguntarle si alguien le había curado me dijo que él mismo había sacado aquel algodón de la espalda que tenía lastimada y al decirle si sufría mucho, me contestó: menos que cuando fue llevado a Ayelo de Malferit. Le preguntaron si conocía a los asesinos, pero aunque seguramente los conocía, no quiso revelar ningún nombre, limitándose a decir que eran de Onteniente y forasteros. El siervo llegó a Agullent al Convento de los Capuchinos evacuado por los religiosos, llevado en una especie de camilla. Hacia las 7 de la mañana. Allí llamó la atención su gran entereza y serenidad de ánimo. Poco después vinieron sus familiares, hijos y esposa. Hacia las tres de la tarde de ese mismo día falleció y fue conducido al cementerio de esta localidad".

Y el Sr. Joaquín Soler Francés, ayudante del médico que asistió el Beato durante los últimos momentos de su vida, afirma: "Serían las 11 de la mañana del 11 agosto del 1936 cuando a requerimiento del médico Dr. José Delgado de Molina, le acompañé a asistir al malherido Beato Rafael Alonso Gutiérrez que se encontraba en el Convento de las Capuchinas quien yacía en el suelo sobre una manta. Yo como practicante procedí a prestarle mi asistencia en la cura de los numerosas heridas que prestaba en la región abdominal. Le di una inyección calmante ordenada por el médico pues suponíamos que sufría mucho, a pesar de que el Beato tenía una serenidad que me dejó maravillado. No pronunció ninguna palabra de protesta, ni queja alguna sobre la situación en que se encontraba. Puedo recordar estas palabras textuales que contestó a unas palabras de consuelo que los presentes le dirigíamos: ‘Que no nos preocupáramos, que sabía que iba a morir dentro de breves momentos; pero que moría muy a gusto con tal de que su sangre fuera para bien de su Patria’. En estas circunstancias el Presidente del Comité nos avisó de que llegaba un camión de Onteniente con milicianos y nos aconsejó que nos ocultáramos para evitar algún percance. Por lo dicho nos marchamos y poco después fallecía él. De lo que me enteré por ser noticia pública".

La hija del Beato, Adelaida, depone: "No tardó en llegar mi hermana informada por un amigo de Albaida. Al encontrar a mi padre en esta gravedad extrema pidió que le dejasen entrar a verle, cosa que consiguió con gran dificultad, y a condición de que no llorase para no alarmar a la gente. Mi padre se alegró y le dijo que no se afligiese y le pidió que acudiésemos los demás de casa. Cuando nosotros llegamos, ya había fallecido. El día 11 de Agosto a las 3 de la tarde. Le vimos y ayudamos a colocarle en el ataúd".

Los restos del Beato fueron enterrados en el Cementerio Municipal de Agullent, en donde reposan en un nicho particular. Su hija Adelaida, depone: "Ya he dicho que le vimos los familiares en el cementerio de Agullent. Unas mujeres piadosas de Onteniente trajeron los tres ataúdes. Fueron enterrados y están todavía en el cementerio de Agullent".

El 11 de marzo de 2001, el Papa Juan Pablo II lo beatífico junto a otros 232 mártires de la persecución a la fe.

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SANTA CLARA DE ASÍS

VIRGEN Y FUNDADORA



PALABRA DE DIOS DIARIA

Nacida en Asís el 16 de julio de 1194; fallecida en la misma localidad el 11 de agosto de 1253. Era la hija mayor de Favorino Scifi, conde de Sasso-Rosso, representante acaudalado de una antigua familia romana, a quien pertenecía un gran palacio en Asís y un castillo en las faldas del monte Subasio. Eso es, al menos, lo que cuenta la tradición. Su madre, Beata Ortolana, pertenecía a la noble familia de los Fiumi y destacaba por su celo y piedad. Desde sus primeros años Clara parecía dotada con las más raras virtudes. Ya de niña era muy aficionada a la oración y a la práctica de la mortificación, y cuando alcanzó la adolescencia su repugnancia por el mundo y su ansia de una vida más espiritual se incrementaron. Cuando Clara tenía dieciocho años, San Franciscoacudió a la iglesia de San Giorgio de Asís para predicar durante la cuaresma. Las palabras inspiradas del Poverello encendieron una llama en el corazón de Clara. Fue a buscarle en secreto y le suplicó que la ayudara a vivir también "según el modo del Santo Evangelio". San Francisco, que enseguida reconoció en Clara una de esas almas escogidas destinadas por Dios para grandes cosas, y que indudablemente previó también que otras muchas podrían seguir su ejemplo, prometió ayudarla. 

El Domingo de Ramos, Clara, engalanada, asistió a Misa Mayor en la catedral, pero cuando los demás se acercaron hacia el pretil del altar para recoger un ramo de palma, ella permaneció ensimismada en su sitio. Todos los ojos se posaron sobre la joven. Entonces, el obispo descendió del altar y le colocó la palma en su mano. Esta fue la última vez que el mundo contempló a Clara. Aquella misma noche abandonó secretamente la casa de su padre por consejo de San Francisco y, acompañada por su tía Bianca, se dirigió a la humilde capilla de la Porciúncula, donde San Francisco, tras cortarle el cabello, la vistió con una basta túnica y un grueso velo. De esta forma, la joven hizo voto de servicio a Jesucristo. Era el 20 de marzo de 1212.

Clara fue instalada provisionalmente por San Francisco con las monjas benedictinas de San Paolo, cerca de Bastia, pero su padre, que esperaba para ella un espléndido matrimonio, y que estaba furioso por su huida secreta, hizo lo posible, al descubrir su retiro, para disuadirla de su proyecto, e incluso trató de llevarla a casa por la fuerza. Pero Clara se sostuvo con una firmeza por encima de la propia de su edad, y el conde Favorino se vio finalmente obligado a dejarla. Pocos días más tarde San Francisco, con el fin de proporcionar a Clara la gran soledad que deseaba, la transfirió a Sant'Angelo in Panzo, otro monasterio de benedictinas en una de las faldas del monte Subasio. Aquí, a los dieciséis días de su huida, se le unió su hermana Inés (Santa Inés de Asís), de la que fue instrumento de liberación frente a la persecución de sus furiosos familiares. Clara y su hermana permanecieron con las monjas de Sant'Angelo hasta que junto con otras fugitivas del mundo fueron establecidas por San Francisco en un tosco alojamiento adyacente a la pobre capilla de San Damián, situada fuera de los muros de la ciudad, construido en gran parte por sus propias manos, y que había obtenido de las Benedictinas como morada permanente para sus hijas espirituales. De este modo fue fundada la primera comunidad de la Orden de las Damas Pobres, o Clarisas, como llegó a ser conocida esta segunda orden de San Francisco.

Al principio, Santa Clara y sus compañeras no tenían regla escrita que seguir salvo una corta formula vitae dada por San Francisco, y que puede encontrarse entre sus trabajos. Algunos años más tarde, aparentemente en 1219, durante el viaje de San Francisco a Próximo Oriente, el Cardenal Ugolino, protector en aquella época de la orden, y posteriormente Gregorio IX, esbozó una regla escrita para las Clarisas de Monticelli, tomando como base la Regla de San Benito, manteniendo sus puntos fundamentales y añadiendo algunas constituciones especiales. Esta nueva regla que, en efecto si no en intención, eliminaba de las Clarisas la característica franciscana de la absoluta pobreza tan querida para el corazón de San Francisco, e hizo de ellas, a efectos prácticos, una congregación de Benedictinas, fue aprobada por Honorio III (Bula "Sacrosancta", 9 de diciembre de 1219). Cuando Clara supo que la nueva orden, tan estricta en otros aspectos, permitía la tenencia de propiedades en común, se opuso con valentía y éxito a las innovaciones de Ugolino, por ser completamente opuestas a las intenciones de San Francisco. Éste había prohibido a las Damas Pobres, como lo había hecho a sus frailes, la posesión de cualquier bien terreno, incluso en común. Al no poseer nada, dependían enteramente de lo que los frailes menores pudieran pedir por ellas. Esta completa renuncia a toda propiedad fue, sin embargo, considerada por Ugulino inviable para mujeres enclaustradas. Por tanto, cuando en 1228 fue a Asís para la canonización de San Francisco (habiendo mientras tanto ascendido al trono pontificio como Gregorio IX), visitó a Santa Clara en San Damiano, y la presionó tratando de desviarla de la práctica de la pobreza que había guardado hasta ese momento en San Damiano y hacerle aceptar algunos bienes para cubrir las necesidades imprevistas de la comunidad. Pero Clara rehusó firmemente. Gregorio, creyendo que su renuncia podía deberse al miedo a violar el voto de absoluta pobreza que había hecho, ofreció absolverla de él. "Santo padre, yo anhelo la absolución de mis pecados", contestó Clara, "pero no deseo ser absuelta de mi obligación de seguir a Jesucristo".

El heroico desprendimiento de Clara llenó al papa de admiración, como muestra con testimonio elocuente la carta, aún existente, que le escribió, hasta el punto de otorgarle el 17 de septiembre de 1228 el célebre Privilegium Paupertis, con algunas consideraciones relativas a la corrección de la regla de 1219. La copia original autógrafa de este privilegio - el primero de este tipo solicitado, u otorgado por la Santa Sede - se conserva en el archivo de Santa Clara de Asís. El texto es el siguiente: Gregorio Obispo Servidor de los Servidores de Dios. A nuestra querida hija en Cristo Clara y a otras criadas de Cristo que habitan juntas en la Iglesia de San Damiano de la Diócesis de Asís. Salud y Bendición Apostólica. Es evidente que el deseo de consagraros únicamente a Dios os ha guiado a abandonar todo deseo de cosas temporales. Por lo cual, después de haber vendido todos vuestros bienes y haberlos distribuido entre los pobres, os propusisteis no tener ninguna posesión, pues el brazo izquierdo de vuestro Celestial Esposo está sobre vuestra cabeza para sostener la debilidad de vuestro cuerpo, el cual, de acuerdo con la orden de la caridad, habéis sujetado a la ley del espíritu. Finalmente, Él que alimenta a las aves y da a los lirios del campo sus galas y su sustento, no os dejara en necesidad de vestido o de alimento hasta que venga Él mismo a atenderos en la eternidad cuando, a saber, la mano derecha de Su consolación os abrace en la plenitud de su Beatífica Visión. Desde que, por lo tanto, pedisteis por ello, Nos confirmamos como favor apostólico vuestra resolución de la más noble pobreza y por la autoridad de estas presentes cartas concedemos que no podáis ser obligadas por nadie a recibir posesiones. A nadie, por tanto, le está permitido violar esta nuestra concesión u oponerse a ella con imprudente temeridad. Pero si alguien pretende atentar contra ella, hágasele saber que incurrirá en la ira de Dios Todopoderoso y de sus Bienaventurados Apóstoles, Pedro y Pablo. Dada en Perusa a los quince días de las calendas de octubre en el segundo año de nuestro pontificado.

No es improbable que Santa Clara hubiera solicitado un privilegio como el anterior en una fecha más temprana, y que lo hubiera obtenido de viva voz. Es cierto que tras la muerte de Gregorio IX, Clara tuvo que luchar una vez más por el principio de absoluta pobreza prescrito por San Francisco, pues Inocencio IV habría querido dar a las Clarisas una regla nueva y mitigada. Pero la firmeza con que ella se sostuvo venció al papa. Finalmente, dos días antes de la muerte de Clara, Inocente, no vacilando ante la reiterada petición de la abadesa moribunda, confirmó solemnemente la definitiva Regla de las Clarisas (Bula "Solet Annuere", 9 de agosto de 1253), y de este modo les aseguró el precioso tesoro de la pobreza que Clara, a imitación de San Francisco, había tomado desde el momento de su conversión. El autor de esta última regla, que es en gran parte una adaptación mutatis mutandis de la regla que San Francisco había redactado para sus Frailes Menores en 1223, parece haber sido el cardenal Rainaldo, obispo de Ostia, y protector de la orden, posteriormente Alejandro IV, aunque es muy probable que la misma Santa Clara echara una mano para su compilación. Vistas así las cosas, no puede mantenerse por más tiempo que San Francisco fuera en ningún sentido el autor de esta regla formal de las Clarisas; él únicamente dio a Santa Clara como principio de su vida religiosa la breve formula vivendi ya mencionada.

Santa Clara, que en 1215 había sido hecha superiora de San Damiano por San Francisco, en gran parte contra sus deseos, continuó gobernando allí como abadesa hasta su muerte en 1253, casi cuarenta años más tarde. No hay buenas razones para creer que hubiera atravesado alguna vez los muros de San Damiano durante todo este tiempo. No hay por tanto que maravillarse de que hayan llegado hasta nosotros comparativamente tan pocos detalles de la vida de Santa Clara en el claustro "oculta con Cristo en Dios". Sabemos que llegó a ser una réplica viva de la pobreza, la humildad y la mortificación de San Francisco. Tenía una especial devoción hacia la Sagrada Eucaristía, y con el fin de incrementar su amor a Cristo crucificado aprendió de corazón el Oficio de la Pasión compuesto por San Francisco, y durante el tiempo que le dejaban sus ejercicios devocionales se dedicaba a labores manuales. Es innecesario añadir que durante la guía de Santa Clara, la comunidad de San Damiano se convirtió en el santuario de la virtud, un auténtico vivero de santas. Clara tuvo el consuelo no sólo de ver a su hermana menor Beatriz, a su madre Ortolana y a su devota tía Bianca siguiendo a su hermana Inés e ingresando en la orden, sino también de ser testigo de la fundación de conventos de Clarisas a lo largo y ancho de Europa. Sería difícil, sin embargo, estimar cuánto hizo la silenciosa influencia de la abadesa para guiar a las mujeres medievales hacia metas más altas. En particular, Clara esparció en torno a su pobreza ese encanto irresistible que sólo las mujeres pueden comunicar de heroísmo civil o religioso, y llegó a ser la más eficaz ayudante de San Francisco en promover ese espíritu de desprendimiento que según los consejos de Dios "produjo una restauración de la disciplina de la Iglesia y de la moral y civilización en Europa Occidental". Sin duda no fue la parte menos importante de la obra de Clara la ayuda y el ánimo que dio a San Francisco. En una ocasión en la que éste creía que su vocación descansaba en una vida contemplativa, se revolvió a ella con sus dudas, y Clara le urgió para que continuara con su misión a la gente. Cuando en un ataque de ceguera y enfermedad San Francisco fue por última vez a visitar San Damiano, Clara erigió para él una pequeña choza en un olivar próximo al convento, y allí fue donde compuso su glorioso "Cántico de las Criaturas". Tras la muerte de San Francisco, la procesión que acompañaba sus restos desde la Porciúncula hasta la ciudad pararon en San Damiano para que Clara y sus hermanas pudieran venerar los pies y manos perforados de quien las había transformado al amor de Cristo crucificado- una escena llena de patetismo que Giotto conmemoró en uno de sus mejores frescos. Sin embargo, en lo concerniente a Clara, San Francisco siempre estuvo vivo, y nada hay, tal vez, más llamativo en su vida posterior que su inquebrantable lealtad a los ideales del Poverello, y el celoso cuidado con el cual se agarró a su regla y a su enseñanza.

Cuando, en 1234, el ejército de Federico II estaba devastando el valle de Espoleto, los soldados, preparándose para el asalto de Asís, escalaron los muros de San Damiano de noche esparciendo el terror entre la comunidad. Clara se levantó tranquilamente de su lecho de enferma, y cogiendo el ciborio de la pequeña capilla aneja a su celda, hizo frente a los invasores, que ya habían apoyado una escalera en una ventana abierta. Se cuenta que, conforme ella iba alzando en alto el Santísimo Sacramento, los soldados que iban a entrar cayeron de espaldas como deslumbrados, y los otros que estaban listos para seguirles iniciaron la huida. Debido a este incidente, Santa Clara es generalmente representada portando un ciborio.

Cuando, algún tiempo más tarde, una fuerza mayor, conducida por el general Vitale di Aversa, que no había estado presente en el primer ataque, volvió para asaltar Asís, Clara, junto con sus hermanas, se arrodilló en la más sincera oración para que la ciudad pudiera ser salvada. Al poco se desencadenó una furiosa tormenta, que desparramó las tiendas de los soldados en todas las direcciones, y causó tal pánico que volvieron a tomar refugio en la huida. La gratitud de los habitantes de Asís, que de común acuerdo atribuyeron su liberación a la intercesión de Clara, aumentó su amor hacia la Madre Seráfica. Hacía ya tiempo que Clara había sido recogida en los corazones del pueblo, y su veneración hacia ella se hizo más manifiesta cuando, desgastada por la enfermedad y las austeridades, se dirigía a su fin. Valiente y alegre hasta el final, a pesar de sus largas y dolorosas enfermedades, Clara hizo que la levantaran en la cama y, así reclinada, dice su biógrafo contemporáneo, "hiló las más finas hebras con el propósito de tenerlas tejidas en el más delicado material, con el cual hizo después más de un centenar de corporales, y, guardándolas en una bolsa de seda, ordenó que se repartieran entre las iglesias de los campos y montes de Asís". Cuando finalmente sintió que el día de su muerte se acercaba, Clara, llamando a sus afligidas religiosas en su torno, les recordó los muchos beneficios que habían recibido de Dios y las exhortó a que perseveraran llenas de fe en la observancia de la pobreza evangélica. El papa Inocente IV vino desde Perusa para visitar a la santa moribunda, que ya había recibido los últimos sacramentos de manos del cardenal Rainaldo. Su propia hermana, Santa Inés, retornó de Florencia para consolarla en su última enfermedad; León, Ángel y Junípero, tres de los primeros compañeros de San Francisco, estuvieron también presentes en el lecho mortal, y Santa Clara les pidió que leyeran en voz alta la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan, como habían hecho treintisiete años antes, cuando Francisco estaba tendido moribundo en la Porciúncula. Finalmente, antes del amanecer del 11 de agosto de 1253, la santa fundadora de las Damas Pobres falleció en paz entre escenas que su biógrafo contemporáneo registró con conmovedora sencillez. El papa, con su corte, fue a San Damiano para el funeral de la santa, que tomó casi la naturaleza de una procesión triunfal.

Las Clarisas deseaban retener el cuerpo de su fundadora con ellas en San Damiano, pero los magistrados de Asís interfirieron y tomaron medidas con el fin de asegurar para la ciudad los venerados restos de quien, como ellos creían, por dos veces la había salvado de la destrucción. Los milagros de Clara se habían contado por doquier. No era seguro, según los ciudadanos de Asís, dejar el cuerpo de Clara en un lugar solitario fuera de las murallas; era justo, además, que Clara "el principal rival del beato Francisco en la observancia de la perfección del Evangelio" tuviera también una iglesia construida en su honor en Asís. Mientras tanto, los restos de Clara fueron depositados en la capilla de San Giorgio, donde la predicación de San Francisco había tocado por primera vez su joven corazón, y donde su propio cuerpo había igualmente sido colocado mientras se elevaba la Basílica de San Francesco. 

Dos años más tarde, el 26 de septiembre de 1255, Clara fue solemnemente canonizada por Alejandro IV, y no mucho más tarde la construcción de la iglesia de Santa Clara, en honor del segundo gran santo de Asís, fue comenzada bajo la dirección de Filippo Campello, uno de los principales arquitectos de su tiempo. El 3 de octubre de 1260, los restos de Clara fueron transferidos desde la capilla de San Giorgio y enterrados profundamente en la tierra, bajo el altar mayor de la nueva iglesia, lejos de la vista y del alcance de nadie. Tras haber permanecido ocultos durante seis siglos- al igual que los restos de San Francisco- y después de que se hubieran realizado muchas búsquedas, la tumba de Clara fue localizada en 1850, para gran alegría de los habitantes de la ciudad. El 23 de septiembre de ese año el ataúd fue desenterrado y abierto; la carne y ropas de la santa se habían reducido a polvo, pero el esqueleto estaba en perfecto estado de conservación. Finalmente, el 29 de septiembre de 1872, los huesos de la santa fueron transferidos, con mucha pompa, por el arzobispo Pecci, posteriormente León XIII, al sepulcro erigido en la cripta de Santa Chiara para recibirlos, y donde ahora se pueden contemplar. 

La fiesta de Santa Clara es celebrada en toda la Iglesia el 11 de agosto; la fiesta de su primer traslado se mantiene en la orden el 3 de octubre, y la del hallazgo de su cuerpo el 23 de septiembre.

Las fuentes de la historia de Santa Clara a nuestra disposición son pocas en número. Ellas incluyen (1) un Testamento atribuido a la santa y algunas encantadoras Cartas escritas a ella por la Beata Inés, Princesa de Bohemia; (2) la Regla de las Clarisas, y un cierto número de tempranas Bulas Pontificias relativas a la Orden; (3) una Biografía contemporánea, escrita en 1256 por orden de Alejandro IV. Esta vida, que actualmente es generalmente atribuida Tomás de Celano, es la fuente de la cual los siguientes biógrafos de Santa Clara han obtenido la mayor parte de sus informaciones.

PASCHAL ROBINSON
Trascrito por Rick McCarty
Traducido por Juan Carlos López Almansa
Extraído y corregido de la Enciclopedia Católica

Oración a Santa Clara de Asís:

Oh amable Santa Clara, tú que siguiendo las huellas de la virgen María, fuiste madre del cuerpo místico de Cristo; danos tu amor por la iglesia y por todos los hermanos. Tú, que con tus últimas palabras has bendecido al Señor por haberte creado; haz que comprendamos el gran don que es la vida. Intercede para que en nuestras familias haya concordia, serenidad en el trabajo, alegría en el estar juntos; haz que un día podamos reunirnos para alabar y cantar eternamente contigo la misericordia del Señor. Amén.

11:49 p.m.

Por: . | Fuente: www.bisbatlleida.org

Religioso y Mártir

Martirologio Romano: En diversos lugares de la diócesis de Lleida (Lérida), España, Beatos Mariano Alcalá Pérez y 18 compañeros de la Orden de la Bienaventurada Virgen de las Mercedes, asesinados por odio a la fe. ( 1936-37)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

El más infeliz de la comunidad, así lo definió el padre José Reñé. Que es casi lo mismo que decir que era hondamente piadoso, obediente, humilde, extraordinariamente mortificado, severo consigo mismo pero afable y servicial con los demás, buen fraile, tan edificante que corregía con su modestia y compostura. Sirvió como portero, sacristán, sastre… sobre todo como cocinero, asumía este servicio como su medio de santificación, pero también con destreza, siendo voz común en la Provincia que ni en su tiempo ni después ha habido otro que le aventajara, y eso con tan nimiedad que no permitía que algo se desperdiciara ni se comía algo fuera de hora, siendo en eso tal su observancia que imponía aún a los mismos padres y nadie en su presencia se extralimitaba a tomar a deshora algún alimento. Causaba por su virtud parecido o mayor respeto y veneración que sus superiores mayores por su autoridad. Mas no sólo eso, pues cumplía con perfección cuando oficios se le confiaban, sobre todos los más humildes. Parece que poseía el arte de trasformar, siempre mejorándolas, las cosas que pasaban por sus manos. El padre Bienvenido Lahoz lo define: muy serio y devoto, poco hablador, muy recto en sus juicios; se distinguía mucho en el servicio de la cocina.

Pues bien, este infeliz nació en San Salvador de Rabal (Orense) el 1 de marzo de 1864, de Ramón y Josefa, y fue bautizado al día siguiente. Vistió el hábito de mercedario descalzo en Toro el 30 de enero de 1887 de manos del padre Juan García, cumpliendo su noviciado en Toro, donde profesó los votos simples el 24 de junio de 1888 y los solemnes el 5 de julio de 1891.

Estaba en la comunidad de Herencia cuando obtuvo licencia para pasar a la Merced calzada. Mandado a El Olivar, vistió nuevamente el 27 de abril de 1896 de manos del padre Luís Prat, el que recibiría sus votos simples el 27 de abril de 1897, ante los padres Florencio Nualart y Mariano Flores. El 11 julio de 1897 fue desde El Olivar para San Ramón. El 19 de julio de 1899 era mandado desde Lérida a El Olivar, regresando a Lérida el 24 de diciembre de ese mismo año. Mas otra vez estaba en El Olivar cuando los días 26 y 27 de abril de 1900 realizaba la visita canónica el padre provincial fray Florencio Nualart Llobet. Emitió la profesión solemne el 3 de junio de 1900 ante el padre Mariano Pina, Ramón Martín y Pascual Tomás; había sido escrutado el 3 de abril. Seguía en El Olivar cuando el provincial padre Florencio Nualart desarrolló la visita los días 26 y 27 de abril de 1900. Y entre el 6 y el 10 de abril 1902 cuando el padre Nualart realizó nueva visita. Estaba en El Olivar cuando la visita provincial del padre Mariano Alcalá, habida entre 18 y el 22 de agosto de 1904. Estuvo ocho años en El Olivar. En la mesa de su celda tenía una calavera para aprender del libro de la muerte, significando con buen humor: Si quieren entrar en mi celda, les enseñaré el espejo de luna que allí tengo.

El 16 de marzo de 1906 marchó a Palma desde El Olivar. Se hallaba en Mallorca cuando la visita provincial del padre Mariano Alcalá, que discurrió del 16 al 22 de septiembre de 1906; con él compartían otros dos hermanos, Ramón Jordana y Cipriano Lobo... que llevaban todo el servicio de sacristía, cocina, hasta un gallinero. En 1907 andaba delicado, pues se le compró una gallina, como reconstituyente. En 1908 se arregló los callos y se le proporcionó vino blanco. En agosto de 1909 tomó baños calientes; seguía cuando nuevamente visitó la comunidad canónicamente, del 24 al 29 de noviembre, el padre provincial padre Alcalá. Se constata en la Pascua de 1910. En 1911 le fue extraída una muela, y participaba en la visita canónica provincial del padre Alcalá de los días 3 y 4 de mayo. En 1912 se le compraron cien gramos de carne. El año 1915 seguía en Palma. Estuvo en la visita canónica del provincial padre Pascual Tomás, del 26 de marzo al 15 de abril de 1917. En 1919 se le compró agua de Vichí. Seguía en 1920. El año 1921, desde 22 de abril a 4 de mayo, compartió la visita canónica del provincial Alberto Barros.

Pero en septiembre de 1921 salió, sustituido por fray Juan Felip, recalando en Barcelona, hasta el martirio, no obstante que pocas veces se le menta en los libros comunitarios. Sólo el 17 de abril de 1929, el 9 de mayo de 1934 en el informe provincial sobre la Provincia. Josefa Mayoral, que lo veía a diario, pues se suministraba de su negocio, lo significa como muy obediente, cumplidor fidelísimo de su deber de cocinero como su medio de santificación, aprovechador al máximo de cuanto pasaba por sus manos. A lo que añade su hijo Magín, que también lo trató a diario veinte años, incluso llevándole cosas a la cocina e intimando mucho con él, se hace lenguas presentándolo muy humilde, comprensivo, atento a consolar a los afligidos, muy sufrido pues no obstante tener enferma una pierna y caminar con dificultad, no dejaba de ir cada día a la compra.

En efecto en sus últimos años, llevándolos con gran conformidad, sufrió fuertes dolores reumáticos. Se le inflamaban las piernas, teniendo que guardar cama por orden médica en contra de su voluntad. Hasta el final, con setenta y dos años, anciano y achacoso, hacía la compra, preparaba la comida para todos y era el primero en acudir a la oración de la mañana, a la Eucaristía y a los demás actos comunitarios, de ninguno se dispensaba si no es que tenía que estar en la cocina y entonces los realizaba a otras horas. En los últimos años vestía de seglar para salir a comprar, más su porte modesto y digno lo delataban.

Al deshacerse la comunidad, se refugió en casa de Antonio Ricart y Josefa Mayoral, plaza del Buensuceso número 5, desde donde pudo contemplar, con harto dolor y lágrima, la profanación y quema de imágenes sagradas, ornamentos, muebles, bancos, hábitos…, sobre todo sufrió viendo el destrozo de las imágenes de Cristo agonizante y de la Virgen de la Merced. Virgen santa, Madre mía –exclamaba- ampáranos que nosotros no sabemos qué hacer. Allí llevaba una vida extremadamente piadosa, siempre con el rosario en la mano y rezando, muy resignado, abandonado a la divina providencia.

Porque empezaron las pesquisas buscando a los mercedarios, a los pocos días, se fue a casa de mosén José Tolosa, calle Sepúlveda, número 159. Con el sacerdote vivía su sobrina Teresa Monné, que tratara a nuestro hermano muchos años y lo califica de buena persona. Cuenta cómo vino de casa Ricart, cómo se pasaba el tiempo orando, pendiente de todo y retirado en su cuarto, lamentando estar separado de sus hermanos de religión. Cerca de quince días después, el 9 de agosto de 1936, sobre las diez de la noche, se presentaron numerosos milicianos y otras personas buscando a dos curas; hicieron levantar al hermano de la cama, peguntado quién era, afirmó ser religioso mercedario. Le preguntaron, con halagos y promesas primero, por el paradero de los otros frailes, porque les dijo que no sabía nada, empezaron a maltratarlo de palabra y obra, lo golpeaban contra las paredes de la habitación, le daban golpes de fusil, le encajaban blasfemias y obscenidades, le hacían marcar el paso. Lo mismo a mosén Tolosa. Hartos de la carnicería, se marcharon los milicianos, dejándoles llenos de golpes en el cuerpo y la cabeza, y encareciéndoles que no se movieran, pues iban a volver. Esta espera la pasaron en oración y preparándose para el martirio. Volvieron dos mozalbetes al cabo de una media hora; de nuevo inquirieron acerca del paradero de los otros frailes y porque nada pudieron saber, de nuevo los maltrataron y los arrojaron hacia la puerta diciendo: Vamos; ya nos encargaremos de que cantes. Se los llevaron en un vehículo, siendo entre la una y las dos de la madrugada. Al día siguiente aparecieron los dos cadáveres en el depósito del Clínico, irreconocibles. Costó identificarlos, fray Antonio estaba horriblemente mutilado a golpes de arma de fuego, teniendo un ojo arrancado, fracturas en ambas piernas, la boca destrozada, cercenados los genitales. Lo habían rematado con golpes en el tórax. Entró en el depósito a las cinco de la mañana del 10 de agosto.

Este grupo de mártires está integrado por:

1. MARIANO ALCALÁ PÉREZ, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 11 Mayo 1867 en Andorra, Teruel (España)
martirio: 15 Septiembre 1936 en Andorra, Teruel (España)

2. TOMÁS CARBONELL MIQUEL, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 20 Diciembre 1888 en Jijona, Alicante (España)
martirio: 25 Julio 1936 en Lleida (España)

3. FRANCISCO GARGALLO GASCÓN, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 24 Febrero 1872 en Castellote, Teruel (España)
martirio: 07 Agosto 1936 en Muniesa, Teruel (España)

4. MANUEL SANCHO AGUILAR, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 16 Enero 1874 en Castellote, Teruel (España)
martirio: 07 Agosto 1936 en Muniesa, Teruel (España)

5. MARIANO PINA TURÓN, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 13 Atril 1867 en Híjar, Teruel (España)
martirio: 08 Agosto 1936 en Muniesa, Teruel (España)

6. PEDRO ESTEBAN HERNÁNDEZ, religioso mercedario profeso
nacimiento: 27 Julo 1869 en Híjar, Teruel (España)
martirio: 01 Septiembre 1936 en "Mas de los Sidricos", Híjar, Teruel (España)

7. ANTONIO LAHOZ GAN, religioso mercedario profeso
nacimiento: 22 Octubre 1858 en Híjar, Teruel (España)
martirio: 01 Septiembre 1936 en "Mas de los Sidricos", Híjar, Teruel (España)

8. JOSÉ TRALLERO LOU, religioso mercedario profeso
nacimiento: 28 Diciembre 1903 en Oliete, Teruel (España)
martirio: 05 Agosto 1936 en "Barranco del Agua", Estercurel, Teruel (España)

9. JAIME CODINA CASELLAS, religioso mercedario profeso
nacimiento: 03 Mayo 1901 en Aguilar de Segarra, Barcelona (España)
martirio: 05 Agosto 1936 en "Barranco del Agua", Estercurel, Teruel (España)

10. JOSEP REÑÉ PRENAFETA, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 15 June 1903 en Lleida (España)
martirio: 16 Agosto 1936 en Barcelona (España)

11. ANTONIO GONZÁLEZ PENÍN, religioso mercedario profeso
nacimiento: 01 Marzo 1864 en San Salvador de Rabal, Celanova, Orense (España)
martirio: 10 Agosto 1936 en Barcelona (España)

12. TOMÁS CAMPO MARÍN, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 23 Enero 1879 en Mahamud, Burgos (España)
martirio: 20 Agosto 1936 en Lleida (España)

13. FRANCESC LLAGOSTERA BONET, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 30 Agosto 1883 en Valls, Tarragona (España)
martirio: 20 Agosto 1936 en Lleida (España)

14. SERAPIO SANZ IRANZO, religioso mercedario profeso
nacimiento: 01 Octubre 1879 en Muniesa, Teruel (España)
martirio: 20 Agosto 1936 en Lleida (España)

15. ENRIC MORANTE CHIC, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 23 Septiembre 1896 en Lleida (España)
martirio: 25 Julio 1936 en Lleida (España)

16. JESÚS EDUARD MASSANET FLAQUER, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 16 Enero1899 en Capdepera, Islas Baleares (España)
martirio: 25 Julo 1936 en Lleida (España)

17. AMANCIO MARÍN MÍNGUEZ, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 26 Marzo 1908 en Celada del Camino, Burgos (España)
martirio: 26 Julo 1936 en Binéfar, Huesca (España)

18. LORENZO MORENO NICOLÁS, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 24 Marzo 1899 en Lorca, Murcia (España)
martirio: 03 Noviembre 1936 en Lorca, Murcia (España)

19. FRANCESC MITJÁ i MITJÁ, religioso mercedario profeso
nacimiento: 26 June 1864 en Arbucias, Girona (España)
martirio: Enero 1937 en Ivorra, Lleida (España)

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Por: . | Fuente: testigosdelaredencion.blogspot.com

Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En Cuenca, España, Beatos José Javier Gorosterratzu y cinco compañeros de la Congregación del Santísimo Redentor asesinados por odio a la fe ( 1936-1938)

Fecha de beaificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco

Integran el grupo: José Javier Gorosterratzu Jauranena, Ciriaco Olarte Pérez de Mendiguren, Miguel Goñi Áriz, Julián Pozo Ruiz de Samaniego, Víctor (Victoriano) Calvo Lozano y Pedro Romero Espejo


Javier Gorosterratzu Juanarena nació el 7 de agosto de 1877 en un pequeño pueblo del noroeste navarro llamado entonces Urroz de Santisteban (Urrtoz), en el seno de una familia vascoparlante de agricultores; el segundo de los ocho hijos del matrimonio formado por José María y Tomasa, recibió las aguas bautismales al día siguiente del nacimiento, imponiéndole el nombre de José Javier. Confirmado a los 4 años, el día 30 de agosto de 1881 en la Parroquia de Santisteban (Navarra) por Mons. José Oliver Hurtado. Creció y se fue educando en el seno de una familia piadosa y trabajadora, donde fue iniciado en la piedad, y enviado a la escuela del pueblo donde aprendió los rudimentos del saber. A los doce años fue a vivir con su abuelo materno en el pueblo de Labayen (Navarra), con el que se dedicaba al pastoreo de ovejas y del que se despertó en él la devoción a la virgen María mediante el rezo del rosario. A los dos años regresó a la casa paterna, y comenzó a ayudar a sus padres en las faenas del campo. 

Despertada en él la vocación sacerdotal, buscó donde poderla vivir. Tocó en varias puertas, pero se encontró en todas con la misma respuesta: tenía 15 años, y no tenía una preparación académica adecuada para comenzar la carrera sacerdotal. Pero donde acaban las respuestas de las personas es donde aparece la contestación de Dios a las preguntas; Dios que suscitó en Javier la pregunta vocacional a la Vida Religiosa le ofreció la respuesta en dos misioneros Redentoristas de San Ignacio de Pamplona que acudieron a predicar por la zona (PP. Bueno y Erviti) y con quienes contactó; estos le indicaron que se entrevistara con el superior de San Ignacio, y este lo admitió como postulante para Hermano Coadjutor, por considerar que con sus 16 años y sin apenas saber castellano era tarde para prepararse para el sacerdocio. Se le encomendó el oficio de carpintero. 

Ingresó y fue destinado un tiempo a Astorga. De allí pasó al noviciado a Nava del Rey (Valladolid), donde un 8 de septiembre de 1895 vestía el hábito redentorista como Hermano carpintero. El P. Maestro se dio cuenta de sus capacidades intelectuales, y el 8 de septiembre de 18965 emitía su profesión religiosa como Hermano clérigo; viajó a Astorga (León) donde, además de estudiar la Teología, recibió clases para alcanzar el nivel cultural necesario en los estudios eclesiásticos. Por su tenacidad, su trabajo y su motivación vocacional y sacerdotal, terminó brillantemente sus estudios y se ordenaba de sacerdote el 28 de septiembre de 1903. Destinado al Seminario menor de los Redentoristas en El Espino (Burgos) como profesor y de allí al Seminario mayor de de los Redentoristas como profesor de Ciencias y de Filosofía, hasta 1913 en que es destinado como Misionero en vasco y castellano a Pamplona. Allí estará hasta mayo de 1927 en que es destinado a la madrileña comunidad de San Miguel, donde estará hasta 1930 en que vuelve por 3 años a Pamplona. Y en 1933 es destinado a Cuenca, donde le sorprenderá la persecución religiosa y la muerte.

LA MISIÓN DE SU VIDA

Personalmente va a sobresalir en él su talento y espíritu agudo de carácter nervioso y su cariño a su tierra; durante toda la vida le va a caracterizar su talante austero, su bondad personal, la facilidad de trato y dulzura en sus palabras, su tesón y su espíritu austero, y su incondicional entrega y su inteligencia, expresadas en sus opiniones, consejos y palabras. Hombre de estudio, oración, celo en su entrega a las personas e intenso trabajo pastoral. En su vida como Misionero Redentorista va a estar caracterizada además de por la investigación y la profundización en Filosofía y en Historia, por la actividad misionera, predicador de ejercicios y director espiritual confesor de religiosas y seglares; fue buscado por el don de consejo y su facilidad para la escucha; su dirección espiritual era a la par suave y enérgica, basada sobre un espíritu de fe. Además de las predicaciones en numerosas parroquias, Conventos y Monasterios de Religiosas supieron aprovecharse de su sabiduría; en la portería de la Comunidad redentorista iruñesa no eran pocos los seglares y sacerdotes que lo reclamaban para la reconciliación y el consejo.

Pero su persona no sólo destacó en el campo de la espiritualidadidad, sino que fue historiador apasionado por los temas vascos, por lo que recibió algunos reconocimientos. Cuando murió estaba preparando una obra sobre el Cardenal Carranza, para la cual había obtenido ya permisos para consultar en Roma en los Archivos Vaticanos; pero le sorprendió la persecución religiosa y la obra, que la llevó consigo al Seminario para ir corrigiendo las pruebas de imprenta, desapareció con su muerte.

PERSECUCIÓN Y MARTIRIO

Según el H. Benjamín, salió unos días antes de la comunidad, a causa de su temperamento nervioso. Como estaba terminando su obra, llevó tarea para proseguirla fuera, y se refugió en la casa de Elpidio Miranzo, donde permaneció varios días. A finales de julio de 1936 quisieron los milicianos registrar la casa, pero Elpidio les pudo convencer que no tenía a nadie. Esto propició que el 28 de julio pidiera al Sr. Obispo ser recibido en el Seminario por parecer el sitio más seguro. Aquí, en el Seminario, se había refugiado el Sr. Obispo y otros muchos sacerdotes y éste estaba custodiado por la Guardia Civil. Pero el día 29 la Guardia Civil cedía su puesto a las milicias populares, quedando el Seminario y sus moradores a su merced.

Conocida la muerte de los PP. Goñi y Olarte, y la del Sr. Obispo, y descubriendo la situación en la que se encontraban en el Seminario, convertido prácticamente en una cárcel, los testigos nos dicen que el P. Javier se vino abajo y le entró una crisis de ansiedad. Tuvo que afrontar su destino trágico y darle sentido a su vida y a su previisible muerte desde su fe y su Profesión Religiosa. Parece que el ambiente martirial que comenzó a vivirse en el Seminario le facilitó el asumir su muerte y disponer de su vida como fidelidad a la fe y broche de oro a la Profesión Religiosa y Voto y Juramento de perseverancia como Misionero Redentorista. Uno de los Superiores del Seminario de Cuenca (D. Camilo Fernández de Lelis) refugiado allí con él manifestó: "todos tratábamos de prepararnos espiritualmente puesto que creíamos que eran inminentes esos momentos en que podrían darnos la muerte. Puedo concretame referir en cuanto al P. Gorosterratzu como en una de estas reuniones en que comentábamos la probabilidad ya de nuestra muerte él manifestaba piadosa e ingenuamente que terminaba de hablar con Jesús en la Capilla y le había dicho que él estaba dispuesto a sufrir el martirio pero que si podría ser más adelante le agradaría poder terminar la historia que estaba escribiendo. ...su nerviosismo temperamental ... se revestía en aquellos momentos trágicos, se manifestaba, con impresiones más vehementes, más fuertes; ... su conformidad con la voluntad de Dios - de la que yo creo haber hablado - paliaba o templaba estos sus mismos nerviosismos y excitaciones. Yo salí del seminario el día seis de agosto de mil novecientos treinta y seis, y no supe ya nada de los últimos momentos, de los últimos momentos del P. Gorosterratzu".

A las 2 de la madrugada del día 10 de agosto de 1936 se abrieron las puertas del Seminario y bajaron por las calles 4 personas. Sor Escolástica Nuin Goroterratzu, una monja Benedictina refugiada en el Asilo de las Hermanitas, vecino al Seminario, pudo ver como sacaban a su tío, el P. Javier Gorosterratzu junto con otros, con las manos atadas atrás, camino del martirio. La H. Luisa nos ha manifestado que ha visto salir al P. Gorosterratzu escoltado en compañía del H. Victoriano. Su cadáver fue recogido a la mañana siguiente en el camino del cementerio de Cuenca con varios disparos en la cabeza (Cf. Acta de defunción: Registro civil de Cuenca, Sec. 3ª, Tomo 42, Folio 327, Número 648). Inhumado en la fosa común, fue exhumado en 1940 e inhumado en el panteón de los Redentoristas; exhumado en 1977 y trasladado a Madrid se encuentra en la actualidad en el Santuario madrileño del Perpetuo Socorro.

S.S. Benedicto XVI firmó el 20 de diciembre de 2012 el decreto con el cual se reconoce el martirio del Siervo de Dios José Javier Gorosterratzu y sus cinco compañeros de la Congregación del Santísimo Redentor.

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Monje y Mártir

Martirologio Romano: En Cuenca, España, Beatos José Javier Gorosterratzu y cinco compañeros de la Congregación del Santísimo Redentor asesinados por odio a la fe ( 1936-1938)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Integran el grupo: José Javier Gorosterratzu Jauranena, Ciriaco Olarte Pérez de Mendiguren, Miguel Goñi Áriz, Julián Pozo Ruiz de Samaniego, Víctor (Victoriano) Calvo Lozano y Pedro Romero Espejo


NACIMIENTO E INFANCIA

El 25 de diciembre nacía de las entrañas de la madre Iglesia el niño que había visto la luz del sol en el pueblo de Horche (Guadalajara) un 23 de diciembre de ese mismo año 1896, y al que se le impuso el nombre de Víctor. Su padre era un agricultor llamado Juan Calvo Martínez y su madre una ama de casa llamada Mª Candelas Lozano Monge. Según nos contará más tarde Víctor, su padre era “hombre de buenas intenciones” y su madre “mujer temerosa de Dios y amante del cumplimiento de sus deberes, de conciencia delicada y celosa de la educación de sus hijos”. Recibió el don del Espíritu mediante la Confirmación que recibió de manos del Obispo Auxiliar de Toledo, Mons. D. J. José Laguarda el 22 de mayo de 1901.

Recibió una esmerada educación cristiana por parte de su madre, quien lo inició en la oración, el examen de conciencia y la celebración y la veneración de la Eucaristía. Además de la iniciación en la vida de piedad, lo fue en letras asistiendo a la escuela de primera enseñanza de su pueblo. A los 7 u 8 años recibió su primera comunión, aunque fiel a las costumbres de su época, se acercaría a participar de la mesa eucarística anualmente. Como les era propio a los niños de su edad, pronto abandonaban la escuela y eran iniciados en las tareas agrícolas.

SU DISCERNIMIENTO VOCACIONAL. COMIENZA SU MARTIRIO

Entrado en la adolescencia se afianza en la vida espiritual, venciendo así la inercia de los amigos y de la imagen ante ellos; se aplica en la lectura de libros de espiritualidad, entre otros La Regla de San Benito y a llenar el vacío que experimenta cuando se aleja de la oración. El 24 de noviembre de 1913, a sus 17 años, murió su madre; esto supuso un duro golpe y una sensación de vacío en su vida. A los pocos meses, enero de 1914, los Misioneros Redentoristas dan una Misión en Horche, en la que él participa activamente; al irse los misioneros toma la resolución de ser religioso.

Durante los años siiguientes va a alimentar esta búsqueda vocacional con la oración, la lectura espiritual y el acompañamiento personal del párroco, D. Juan Antonio Cortés Moral (martirizado en 1936 [biografía-pincha]); se suscribirá a la Revista El Perpetuo Socorro y se hará con varias obras de San Alfonso, como son La práctica del amor a Jesucristo y La Vocación religiosa; intensificará en cantidad su oración. A pesar de su sencilla vida de agricultor, los medios puestos para cultivar la vocación le llevaron a irse conformando con la voluntad de Dios, a buscar más que la cantidad, la calidad en la oración y a alentar en su corazón el deseo de la vida religiosa.

Uno de los obstáculos que le tocaba sortear fue su familia, que se opuso terminatemente a que se fuera de casa perdiendo así unos brazos de trabajo. Por este motivo sufrió la recriminación, el reproche, los insultos … desde un espíritu de caridad cristiana. Marchó a Madrid el 4 de septiembre de 1918 para hacer 3 meses del servicio militar, tras los cuales regresó con un deseo mayor de ingresar como hermano coadjutor redentorista; a pesar de su resolución, viendo la oposición de la familia, le costó dar el paso. Con la complicidad del párroco, quien se había puesto en contacto con el P. Maestro de novicios de los Redentoristas, el 31 de marzo de 1919 huye de casa, dejando sobre la mesa una carta de despedida. Llega a Nava del Rey (Valladolid) donde es acogido como postulante el 2 de abril con el oficio de hortelano bajo la tutela del H. Luis; el 12 de noviembre viste el hábito redentorista, comenzando así su noviciado con el P. Rafael Cavero como Maestro y como compañeros, entre otros, a los siervos de Dios HH. Bernardo Sáiz (Gabriel) y Celso Alonso, ambos martirizados en 1936, el primero en Madrid y el segundo en Valencia; se le cambiará el nombre por Victoriano y profesará el 23 de noviembre de 1920 y hará su profesión perpetua von el Voto y Juramento de perseverancia en la CSSR el 20 de abril de 1924.

MISIONERO, MONJE y MARTIR

En 1921 será destinado a Cuenca. Al año siguiente está en Astorga (León) y en 1923 va de Astorga a El Espino (Burgos). En 1925 vuelve a Cuenca donde ya pasará toda su vida, de hortelano, sacristán y portero. Vivirá una vida de trabajo, silencio y oración; los compañeros le llamaban “El silenciario”. Además de las dedicaciones propias de los oficios que desempeñaba ejercerá el acompañamiento espiritual a una muchacha que se lo solicitó a él. Para ella escribirá retiros, reflexiones, meditaciones, consejos …. Y después que ella muriese comentará la autobiografía de ella. La búsqueda de unirse a Cristo le llevó a ofrecerse en 1928 para ir a la recién encomendada Misión de China. El hermano Victoriano se convirtió en otro San Gerardo por su vida de oración y silencio, su trato con las personas, su espíritu de mortificación y servicio. A propósito de esto me gustaría compartir este párrafo del libro que me tengo entre manos:

“Abnegación y testimonio. El corazón del seguimiento cristiano de Jesús reside en: tomar la cruz de la abnegación (Mc 8, 34) para que venga el Reino (Mt 6, 10). Jesús mismo nos ofrece el ejemplo: ¡No mi voluntad sino la Tuya! (Mc 14, 36)… Negarse es reconocer la vida como don-recibido para convertirla en don-ofrecido… Este seguimiento y la obediencia, así entendidos, son siempre algo testimonial, son un testimonio, son un martirio. Martirio que en algunos casos puede llegar a la sangre. El martirio cruento forma parte de la vida de la Iglesia y es una posibilidad para los seguidores de Jesús: «Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor» (Jn 12, 26). Y tanto más aún si estos seguidores pretenden seguir al Maestro más de cerca a fin de estar a su servicio el día del Calvario. Pero no se trata de un esfuerzo y opción humanos sino de una respuesta a una invitación y elección por parte del Señor….” (Dom. Bernardo Olivera, Martirio y Consagración, Publicaciones claretianas, Madrid 20112ª, pp. 138-139)
Con este espíritu en el que fue fortaleciéndose desde su adolescencia entre su familia, le sorprendió la persecución religiosa en Cuenca. El día 20 de julio salió con el P. Julián Pozo, que estaba enfermo, y se alojaron en la casa de Dª Eugenia y Joaquina Muñoz Girón (C. Andrés Cabrera nº 22) donde llevaron vida de recogimiento y oración, disponiéndose para lo que pudiese pasar. Allí están hasta el 25 de julio, en que por indicación del superior, el P. Pedrosa, fueron ambos a alojarse en el Seminario. Allí coincidieron con el P. Gorosterratzu; supieron del martirio de los PP. Olarte y Goñi; fueron testigos de cómo sacaron del seminario al Sr. Obispo y a su secretario, al P. Pozo y a D. Juan Escribano; así que las circunstancias le llevaron a prepararse para culminar su seguimiento de Cristo a través del Martirio.
“Siguiendo al Crucificado.- Seguir a Cristo es el fundamento esencial y original de la vida cristiana: por eso es válido para todo cristiano sin distinción de estados. Y no se trata tan sólo de escuchar una enseñanza y de cumplir un mandamiento, sino de algo mucho más radical: avanzar por el camino, despojarse de sí mismo, adherirse a la persona misma de Jesús, compartir su vida y su destino hasta el extremo, participar de su obediencia libre y amorosa a la voluntad del Padre, donar la propia vida en comunión con la suya donada…. Seguir a Cristo no significa imitarlo en su apariencia exterior o en todas sus acciones externas, se trata de una realidad que afecta al ser humano en su interioridad más profunda. Ser discípulo de Jesús significa hacerse conforme a Él, que se hizo servidor de todos hasta el don de sí mismo en la cruz. Mediante la fe, Cristo habita en el corazón del creyente (cfr. Ef 3, 17), el discípulo se asemeja a su Señor y se configura con Él. Y esto es fruto de la gracia, de la presencia operante del Espíritu Santo en nosotros. Fruto de la obra del Espíritu y de la libertad humana, obra de renuncia y de abnegación a fin de caminar en pos de Él con más gozo y liberalidad… “ (Dom. Bernardo Olivera, Martirio y Consagración, Publicaciones claretianas, Madrid 20112ª, pp. 135 ss.)
Para Victoriano ser Misionero Redentorista, monje y mártir fue la misma cosa unidas en Cristo Jesús. Sacado con el P. Javier Gorosterratzu a las 2 de la madrugada del día 10 de agosto de 1936 del Seminario su cadáver fue recogido a la mañana siguiente en el camino del cementerio de Cuenca con varios disparos en la cabeza (Cf. Acta de defunción: Registro civil de Cuenca, Sec. 3ª, Tomo 42, Folio 326, Número 647). Inhumado en la fosa común, fue exhumado en 1940 e inhumado en el panteón de los Redentoristas; exhumado en 1977 y trasladado a Madrid se encuentra en la actualidad en el Santuario madrileño del Perpetuo Socorro.

LA GRACIA DE LA PERSEVERANCIA

Con el martirio Víctor culminó su camino de configuración con Cristo; un camino nada fácil, en el que toda su vida tuvo que afrontar dificultades. La perseverancia que profeso el día de su profesión perpetua se convirtió en martirio el día de su asesinato. Pero Víctor toda su vida había sido consciente que había sido pura gracia de Dios. En su noviciado escribía: “recibí sin merecer el santo hábito de la Congregación del SS. R. a los 5 años y 11 meses de sentir los primeros movimientos de la gracia de la vocación, en la cual el Señor nos dé a todos nosotros la santa perseverancia” (Curriculum vitae. Nava del Rey 1920). Pero a la gracia de la vocación, para alcanzar la perseverancia el respondió con su vida de oración, servicio, configuración con Cristo y acompañamiento espiritual. Que su memoria ayude a cuantos buscan la voluntad de Dios en sus vidas.

“Nosotros, los consagrados y consagradas, tenemos una historia gloriosa que recordar y contar y una gran historia que construir. Y es precisamente recordando y contando nuestra historia como encontramos motivación y sentido para proyectamos hacia el futuro como artesanos del mismo. Esta historia, sobre todo, ha sido escrita con la sangre de numerosos testigos, ellos nos invitan a seguir evangelizando y confesando nuestra fe en el amor hasta el extremo. Como cualquier colectivo humano, también los consagrados y consagradas nos podemos definir como: un conjunto de personas unidas por la memoria de un pasado compartido y anhelos de futuros mejores. La memoria está en la base de la cohesión e identidad común. Hacer memoria robustece la comunión, perfila la identidad, pone bases para edificar el futuro….” (Dom. Bernardo Olivera, Martirio y Consagración, Publicaciones claretianas, Madrid 20112ª, pp. 135 ss.)
S.S. Benedicto XVI firmó el 20 de diciembre de 2012 el decreto con el cual se reconoce el martirio del Siervo de Dios José Javier Gorosterratzu y sus cinco compañeros de la Congregación del Santísimo Redentor.

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