Por: . | Fuente: www.bisbatlleida.org
Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.
Pues bien, este infeliz nació en San Salvador de Rabal (Orense) el 1 de marzo de 1864, de Ramón y Josefa, y fue bautizado al día siguiente. Vistió el hábito de mercedario descalzo en Toro el 30 de enero de 1887 de manos del padre Juan García, cumpliendo su noviciado en Toro, donde profesó los votos simples el 24 de junio de 1888 y los solemnes el 5 de julio de 1891.
Estaba en la comunidad de Herencia cuando obtuvo licencia para pasar a la Merced calzada. Mandado a El Olivar, vistió nuevamente el 27 de abril de 1896 de manos del padre Luís Prat, el que recibiría sus votos simples el 27 de abril de 1897, ante los padres Florencio Nualart y Mariano Flores. El 11 julio de 1897 fue desde El Olivar para San Ramón. El 19 de julio de 1899 era mandado desde Lérida a El Olivar, regresando a Lérida el 24 de diciembre de ese mismo año. Mas otra vez estaba en El Olivar cuando los días 26 y 27 de abril de 1900 realizaba la visita canónica el padre provincial fray Florencio Nualart Llobet. Emitió la profesión solemne el 3 de junio de 1900 ante el padre Mariano Pina, Ramón Martín y Pascual Tomás; había sido escrutado el 3 de abril. Seguía en El Olivar cuando el provincial padre Florencio Nualart desarrolló la visita los días 26 y 27 de abril de 1900. Y entre el 6 y el 10 de abril 1902 cuando el padre Nualart realizó nueva visita. Estaba en El Olivar cuando la visita provincial del padre Mariano Alcalá, habida entre 18 y el 22 de agosto de 1904. Estuvo ocho años en El Olivar. En la mesa de su celda tenía una calavera para aprender del libro de la muerte, significando con buen humor: Si quieren entrar en mi celda, les enseñaré el espejo de luna que allí tengo.
El 16 de marzo de 1906 marchó a Palma desde El Olivar. Se hallaba en Mallorca cuando la visita provincial del padre Mariano Alcalá, que discurrió del 16 al 22 de septiembre de 1906; con él compartían otros dos hermanos, Ramón Jordana y Cipriano Lobo... que llevaban todo el servicio de sacristía, cocina, hasta un gallinero. En 1907 andaba delicado, pues se le compró una gallina, como reconstituyente. En 1908 se arregló los callos y se le proporcionó vino blanco. En agosto de 1909 tomó baños calientes; seguía cuando nuevamente visitó la comunidad canónicamente, del 24 al 29 de noviembre, el padre provincial padre Alcalá. Se constata en la Pascua de 1910. En 1911 le fue extraída una muela, y participaba en la visita canónica provincial del padre Alcalá de los días 3 y 4 de mayo. En 1912 se le compraron cien gramos de carne. El año 1915 seguía en Palma. Estuvo en la visita canónica del provincial padre Pascual Tomás, del 26 de marzo al 15 de abril de 1917. En 1919 se le compró agua de Vichí. Seguía en 1920. El año 1921, desde 22 de abril a 4 de mayo, compartió la visita canónica del provincial Alberto Barros.
Pero en septiembre de 1921 salió, sustituido por fray Juan Felip, recalando en Barcelona, hasta el martirio, no obstante que pocas veces se le menta en los libros comunitarios. Sólo el 17 de abril de 1929, el 9 de mayo de 1934 en el informe provincial sobre la Provincia. Josefa Mayoral, que lo veía a diario, pues se suministraba de su negocio, lo significa como muy obediente, cumplidor fidelísimo de su deber de cocinero como su medio de santificación, aprovechador al máximo de cuanto pasaba por sus manos. A lo que añade su hijo Magín, que también lo trató a diario veinte años, incluso llevándole cosas a la cocina e intimando mucho con él, se hace lenguas presentándolo muy humilde, comprensivo, atento a consolar a los afligidos, muy sufrido pues no obstante tener enferma una pierna y caminar con dificultad, no dejaba de ir cada día a la compra.
En efecto en sus últimos años, llevándolos con gran conformidad, sufrió fuertes dolores reumáticos. Se le inflamaban las piernas, teniendo que guardar cama por orden médica en contra de su voluntad. Hasta el final, con setenta y dos años, anciano y achacoso, hacía la compra, preparaba la comida para todos y era el primero en acudir a la oración de la mañana, a la Eucaristía y a los demás actos comunitarios, de ninguno se dispensaba si no es que tenía que estar en la cocina y entonces los realizaba a otras horas. En los últimos años vestía de seglar para salir a comprar, más su porte modesto y digno lo delataban.
Al deshacerse la comunidad, se refugió en casa de Antonio Ricart y Josefa Mayoral, plaza del Buensuceso número 5, desde donde pudo contemplar, con harto dolor y lágrima, la profanación y quema de imágenes sagradas, ornamentos, muebles, bancos, hábitos , sobre todo sufrió viendo el destrozo de las imágenes de Cristo agonizante y de la Virgen de la Merced. Virgen santa, Madre mía exclamaba- ampáranos que nosotros no sabemos qué hacer. Allí llevaba una vida extremadamente piadosa, siempre con el rosario en la mano y rezando, muy resignado, abandonado a la divina providencia.
Porque empezaron las pesquisas buscando a los mercedarios, a los pocos días, se fue a casa de mosén José Tolosa, calle Sepúlveda, número 159. Con el sacerdote vivía su sobrina Teresa Monné, que tratara a nuestro hermano muchos años y lo califica de buena persona. Cuenta cómo vino de casa Ricart, cómo se pasaba el tiempo orando, pendiente de todo y retirado en su cuarto, lamentando estar separado de sus hermanos de religión. Cerca de quince días después, el 9 de agosto de 1936, sobre las diez de la noche, se presentaron numerosos milicianos y otras personas buscando a dos curas; hicieron levantar al hermano de la cama, peguntado quién era, afirmó ser religioso mercedario. Le preguntaron, con halagos y promesas primero, por el paradero de los otros frailes, porque les dijo que no sabía nada, empezaron a maltratarlo de palabra y obra, lo golpeaban contra las paredes de la habitación, le daban golpes de fusil, le encajaban blasfemias y obscenidades, le hacían marcar el paso. Lo mismo a mosén Tolosa. Hartos de la carnicería, se marcharon los milicianos, dejándoles llenos de golpes en el cuerpo y la cabeza, y encareciéndoles que no se movieran, pues iban a volver. Esta espera la pasaron en oración y preparándose para el martirio. Volvieron dos mozalbetes al cabo de una media hora; de nuevo inquirieron acerca del paradero de los otros frailes y porque nada pudieron saber, de nuevo los maltrataron y los arrojaron hacia la puerta diciendo: Vamos; ya nos encargaremos de que cantes. Se los llevaron en un vehículo, siendo entre la una y las dos de la madrugada. Al día siguiente aparecieron los dos cadáveres en el depósito del Clínico, irreconocibles. Costó identificarlos, fray Antonio estaba horriblemente mutilado a golpes de arma de fuego, teniendo un ojo arrancado, fracturas en ambas piernas, la boca destrozada, cercenados los genitales. Lo habían rematado con golpes en el tórax. Entró en el depósito a las cinco de la mañana del 10 de agosto.
2. TOMÁS CARBONELL MIQUEL, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 20 Diciembre 1888 en Jijona, Alicante (España)
martirio: 25 Julio 1936 en Lleida (España)
3. FRANCISCO GARGALLO GASCÓN, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 24 Febrero 1872 en Castellote, Teruel (España)
martirio: 07 Agosto 1936 en Muniesa, Teruel (España)
4. MANUEL SANCHO AGUILAR, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 16 Enero 1874 en Castellote, Teruel (España)
martirio: 07 Agosto 1936 en Muniesa, Teruel (España)
5. MARIANO PINA TURÓN, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 13 Atril 1867 en Híjar, Teruel (España)
martirio: 08 Agosto 1936 en Muniesa, Teruel (España)
6. PEDRO ESTEBAN HERNÁNDEZ, religioso mercedario profeso
nacimiento: 27 Julo 1869 en Híjar, Teruel (España)
martirio: 01 Septiembre 1936 en "Mas de los Sidricos", Híjar, Teruel (España)
7. ANTONIO LAHOZ GAN, religioso mercedario profeso
nacimiento: 22 Octubre 1858 en Híjar, Teruel (España)
martirio: 01 Septiembre 1936 en "Mas de los Sidricos", Híjar, Teruel (España)
8. JOSÉ TRALLERO LOU, religioso mercedario profeso
nacimiento: 28 Diciembre 1903 en Oliete, Teruel (España)
martirio: 05 Agosto 1936 en "Barranco del Agua", Estercurel, Teruel (España)
9. JAIME CODINA CASELLAS, religioso mercedario profeso
nacimiento: 03 Mayo 1901 en Aguilar de Segarra, Barcelona (España)
martirio: 05 Agosto 1936 en "Barranco del Agua", Estercurel, Teruel (España)
10. JOSEP REÑÉ PRENAFETA, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 15 June 1903 en Lleida (España)
martirio: 16 Agosto 1936 en Barcelona (España)
11. ANTONIO GONZÁLEZ PENÍN, religioso mercedario profeso
nacimiento: 01 Marzo 1864 en San Salvador de Rabal, Celanova, Orense (España)
martirio: 10 Agosto 1936 en Barcelona (España)
12. TOMÁS CAMPO MARÍN, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 23 Enero 1879 en Mahamud, Burgos (España)
martirio: 20 Agosto 1936 en Lleida (España)
13. FRANCESC LLAGOSTERA BONET, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 30 Agosto 1883 en Valls, Tarragona (España)
martirio: 20 Agosto 1936 en Lleida (España)
14. SERAPIO SANZ IRANZO, religioso mercedario profeso
nacimiento: 01 Octubre 1879 en Muniesa, Teruel (España)
martirio: 20 Agosto 1936 en Lleida (España)
15. ENRIC MORANTE CHIC, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 23 Septiembre 1896 en Lleida (España)
martirio: 25 Julio 1936 en Lleida (España)
16. JESÚS EDUARD MASSANET FLAQUER, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 16 Enero1899 en Capdepera, Islas Baleares (España)
martirio: 25 Julo 1936 en Lleida (España)
17. AMANCIO MARÍN MÍNGUEZ, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 26 Marzo 1908 en Celada del Camino, Burgos (España)
martirio: 26 Julo 1936 en Binéfar, Huesca (España)
18. LORENZO MORENO NICOLÁS, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 24 Marzo 1899 en Lorca, Murcia (España)
martirio: 03 Noviembre 1936 en Lorca, Murcia (España)
19. FRANCESC MITJÁ i MITJÁ, religioso mercedario profeso
nacimiento: 26 June 1864 en Arbucias, Girona (España)
martirio: Enero 1937 en Ivorra, Lleida (España)
Por: . | Fuente: testigosdelaredencion.blogspot.com
Fecha de beaificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco
Integran el grupo: José Javier Gorosterratzu Jauranena, Ciriaco Olarte Pérez de Mendiguren, Miguel Goñi Áriz, Julián Pozo Ruiz de Samaniego, Víctor (Victoriano) Calvo Lozano y Pedro Romero Espejo
Despertada en él la vocación sacerdotal, buscó donde poderla vivir. Tocó en varias puertas, pero se encontró en todas con la misma respuesta: tenía 15 años, y no tenía una preparación académica adecuada para comenzar la carrera sacerdotal. Pero donde acaban las respuestas de las personas es donde aparece la contestación de Dios a las preguntas; Dios que suscitó en Javier la pregunta vocacional a la Vida Religiosa le ofreció la respuesta en dos misioneros Redentoristas de San Ignacio de Pamplona que acudieron a predicar por la zona (PP. Bueno y Erviti) y con quienes contactó; estos le indicaron que se entrevistara con el superior de San Ignacio, y este lo admitió como postulante para Hermano Coadjutor, por considerar que con sus 16 años y sin apenas saber castellano era tarde para prepararse para el sacerdocio. Se le encomendó el oficio de carpintero.
Ingresó y fue destinado un tiempo a Astorga. De allí pasó al noviciado a Nava del Rey (Valladolid), donde un 8 de septiembre de 1895 vestía el hábito redentorista como Hermano carpintero. El P. Maestro se dio cuenta de sus capacidades intelectuales, y el 8 de septiembre de 18965 emitía su profesión religiosa como Hermano clérigo; viajó a Astorga (León) donde, además de estudiar la Teología, recibió clases para alcanzar el nivel cultural necesario en los estudios eclesiásticos. Por su tenacidad, su trabajo y su motivación vocacional y sacerdotal, terminó brillantemente sus estudios y se ordenaba de sacerdote el 28 de septiembre de 1903. Destinado al Seminario menor de los Redentoristas en El Espino (Burgos) como profesor y de allí al Seminario mayor de de los Redentoristas como profesor de Ciencias y de Filosofía, hasta 1913 en que es destinado como Misionero en vasco y castellano a Pamplona. Allí estará hasta mayo de 1927 en que es destinado a la madrileña comunidad de San Miguel, donde estará hasta 1930 en que vuelve por 3 años a Pamplona. Y en 1933 es destinado a Cuenca, donde le sorprenderá la persecución religiosa y la muerte.
LA MISIÓN DE SU VIDA
Personalmente va a sobresalir en él su talento y espíritu agudo de carácter nervioso y su cariño a su tierra; durante toda la vida le va a caracterizar su talante austero, su bondad personal, la facilidad de trato y dulzura en sus palabras, su tesón y su espíritu austero, y su incondicional entrega y su inteligencia, expresadas en sus opiniones, consejos y palabras. Hombre de estudio, oración, celo en su entrega a las personas e intenso trabajo pastoral. En su vida como Misionero Redentorista va a estar caracterizada además de por la investigación y la profundización en Filosofía y en Historia, por la actividad misionera, predicador de ejercicios y director espiritual confesor de religiosas y seglares; fue buscado por el don de consejo y su facilidad para la escucha; su dirección espiritual era a la par suave y enérgica, basada sobre un espíritu de fe. Además de las predicaciones en numerosas parroquias, Conventos y Monasterios de Religiosas supieron aprovecharse de su sabiduría; en la portería de la Comunidad redentorista iruñesa no eran pocos los seglares y sacerdotes que lo reclamaban para la reconciliación y el consejo.
Pero su persona no sólo destacó en el campo de la espiritualidadidad, sino que fue historiador apasionado por los temas vascos, por lo que recibió algunos reconocimientos. Cuando murió estaba preparando una obra sobre el Cardenal Carranza, para la cual había obtenido ya permisos para consultar en Roma en los Archivos Vaticanos; pero le sorprendió la persecución religiosa y la obra, que la llevó consigo al Seminario para ir corrigiendo las pruebas de imprenta, desapareció con su muerte.
PERSECUCIÓN Y MARTIRIO
Según el H. Benjamín, salió unos días antes de la comunidad, a causa de su temperamento nervioso. Como estaba terminando su obra, llevó tarea para proseguirla fuera, y se refugió en la casa de Elpidio Miranzo, donde permaneció varios días. A finales de julio de 1936 quisieron los milicianos registrar la casa, pero Elpidio les pudo convencer que no tenía a nadie. Esto propició que el 28 de julio pidiera al Sr. Obispo ser recibido en el Seminario por parecer el sitio más seguro. Aquí, en el Seminario, se había refugiado el Sr. Obispo y otros muchos sacerdotes y éste estaba custodiado por la Guardia Civil. Pero el día 29 la Guardia Civil cedía su puesto a las milicias populares, quedando el Seminario y sus moradores a su merced.
Conocida la muerte de los PP. Goñi y Olarte, y la del Sr. Obispo, y descubriendo la situación en la que se encontraban en el Seminario, convertido prácticamente en una cárcel, los testigos nos dicen que el P. Javier se vino abajo y le entró una crisis de ansiedad. Tuvo que afrontar su destino trágico y darle sentido a su vida y a su previisible muerte desde su fe y su Profesión Religiosa. Parece que el ambiente martirial que comenzó a vivirse en el Seminario le facilitó el asumir su muerte y disponer de su vida como fidelidad a la fe y broche de oro a la Profesión Religiosa y Voto y Juramento de perseverancia como Misionero Redentorista. Uno de los Superiores del Seminario de Cuenca (D. Camilo Fernández de Lelis) refugiado allí con él manifestó: "todos tratábamos de prepararnos espiritualmente puesto que creíamos que eran inminentes esos momentos en que podrían darnos la muerte. Puedo concretame referir en cuanto al P. Gorosterratzu como en una de estas reuniones en que comentábamos la probabilidad ya de nuestra muerte él manifestaba piadosa e ingenuamente que terminaba de hablar con Jesús en la Capilla y le había dicho que él estaba dispuesto a sufrir el martirio pero que si podría ser más adelante le agradaría poder terminar la historia que estaba escribiendo. ...su nerviosismo temperamental ... se revestía en aquellos momentos trágicos, se manifestaba, con impresiones más vehementes, más fuertes; ... su conformidad con la voluntad de Dios - de la que yo creo haber hablado - paliaba o templaba estos sus mismos nerviosismos y excitaciones. Yo salí del seminario el día seis de agosto de mil novecientos treinta y seis, y no supe ya nada de los últimos momentos, de los últimos momentos del P. Gorosterratzu".
A las 2 de la madrugada del día 10 de agosto de 1936 se abrieron las puertas del Seminario y bajaron por las calles 4 personas. Sor Escolástica Nuin Goroterratzu, una monja Benedictina refugiada en el Asilo de las Hermanitas, vecino al Seminario, pudo ver como sacaban a su tío, el P. Javier Gorosterratzu junto con otros, con las manos atadas atrás, camino del martirio. La H. Luisa nos ha manifestado que ha visto salir al P. Gorosterratzu escoltado en compañía del H. Victoriano. Su cadáver fue recogido a la mañana siguiente en el camino del cementerio de Cuenca con varios disparos en la cabeza (Cf. Acta de defunción: Registro civil de Cuenca, Sec. 3ª, Tomo 42, Folio 327, Número 648). Inhumado en la fosa común, fue exhumado en 1940 e inhumado en el panteón de los Redentoristas; exhumado en 1977 y trasladado a Madrid se encuentra en la actualidad en el Santuario madrileño del Perpetuo Socorro.
S.S. Benedicto XVI firmó el 20 de diciembre de 2012 el decreto con el cual se reconoce el martirio del Siervo de Dios José Javier Gorosterratzu y sus cinco compañeros de la Congregación del Santísimo Redentor.
Por: . | Fuente: testigosdelaredencion.blogspot.com
Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.
Integran el grupo: José Javier Gorosterratzu Jauranena, Ciriaco Olarte Pérez de Mendiguren, Miguel Goñi Áriz, Julián Pozo Ruiz de Samaniego, Víctor (Victoriano) Calvo Lozano y Pedro Romero Espejo
El 25 de diciembre nacía de las entrañas de la madre Iglesia el niño que había visto la luz del sol en el pueblo de Horche (Guadalajara) un 23 de diciembre de ese mismo año 1896, y al que se le impuso el nombre de Víctor. Su padre era un agricultor llamado Juan Calvo Martínez y su madre una ama de casa llamada Mª Candelas Lozano Monge. Según nos contará más tarde Víctor, su padre era hombre de buenas intenciones y su madre mujer temerosa de Dios y amante del cumplimiento de sus deberes, de conciencia delicada y celosa de la educación de sus hijos. Recibió el don del Espíritu mediante la Confirmación que recibió de manos del Obispo Auxiliar de Toledo, Mons. D. J. José Laguarda el 22 de mayo de 1901.
Recibió una esmerada educación cristiana por parte de su madre, quien lo inició en la oración, el examen de conciencia y la celebración y la veneración de la Eucaristía. Además de la iniciación en la vida de piedad, lo fue en letras asistiendo a la escuela de primera enseñanza de su pueblo. A los 7 u 8 años recibió su primera comunión, aunque fiel a las costumbres de su época, se acercaría a participar de la mesa eucarística anualmente. Como les era propio a los niños de su edad, pronto abandonaban la escuela y eran iniciados en las tareas agrícolas.
SU DISCERNIMIENTO VOCACIONAL. COMIENZA SU MARTIRIO
Entrado en la adolescencia se afianza en la vida espiritual, venciendo así la inercia de los amigos y de la imagen ante ellos; se aplica en la lectura de libros de espiritualidad, entre otros La Regla de San Benito y a llenar el vacío que experimenta cuando se aleja de la oración. El 24 de noviembre de 1913, a sus 17 años, murió su madre; esto supuso un duro golpe y una sensación de vacío en su vida. A los pocos meses, enero de 1914, los Misioneros Redentoristas dan una Misión en Horche, en la que él participa activamente; al irse los misioneros toma la resolución de ser religioso.
Durante los años siiguientes va a alimentar esta búsqueda vocacional con la oración, la lectura espiritual y el acompañamiento personal del párroco, D. Juan Antonio Cortés Moral (martirizado en 1936 [biografía-pincha]); se suscribirá a la Revista El Perpetuo Socorro y se hará con varias obras de San Alfonso, como son La práctica del amor a Jesucristo y La Vocación religiosa; intensificará en cantidad su oración. A pesar de su sencilla vida de agricultor, los medios puestos para cultivar la vocación le llevaron a irse conformando con la voluntad de Dios, a buscar más que la cantidad, la calidad en la oración y a alentar en su corazón el deseo de la vida religiosa.
Uno de los obstáculos que le tocaba sortear fue su familia, que se opuso terminatemente a que se fuera de casa perdiendo así unos brazos de trabajo. Por este motivo sufrió la recriminación, el reproche, los insultos desde un espíritu de caridad cristiana. Marchó a Madrid el 4 de septiembre de 1918 para hacer 3 meses del servicio militar, tras los cuales regresó con un deseo mayor de ingresar como hermano coadjutor redentorista; a pesar de su resolución, viendo la oposición de la familia, le costó dar el paso. Con la complicidad del párroco, quien se había puesto en contacto con el P. Maestro de novicios de los Redentoristas, el 31 de marzo de 1919 huye de casa, dejando sobre la mesa una carta de despedida. Llega a Nava del Rey (Valladolid) donde es acogido como postulante el 2 de abril con el oficio de hortelano bajo la tutela del H. Luis; el 12 de noviembre viste el hábito redentorista, comenzando así su noviciado con el P. Rafael Cavero como Maestro y como compañeros, entre otros, a los siervos de Dios HH. Bernardo Sáiz (Gabriel) y Celso Alonso, ambos martirizados en 1936, el primero en Madrid y el segundo en Valencia; se le cambiará el nombre por Victoriano y profesará el 23 de noviembre de 1920 y hará su profesión perpetua von el Voto y Juramento de perseverancia en la CSSR el 20 de abril de 1924.
MISIONERO, MONJE y MARTIR
En 1921 será destinado a Cuenca. Al año siguiente está en Astorga (León) y en 1923 va de Astorga a El Espino (Burgos). En 1925 vuelve a Cuenca donde ya pasará toda su vida, de hortelano, sacristán y portero. Vivirá una vida de trabajo, silencio y oración; los compañeros le llamaban El silenciario. Además de las dedicaciones propias de los oficios que desempeñaba ejercerá el acompañamiento espiritual a una muchacha que se lo solicitó a él. Para ella escribirá retiros, reflexiones, meditaciones, consejos . Y después que ella muriese comentará la autobiografía de ella. La búsqueda de unirse a Cristo le llevó a ofrecerse en 1928 para ir a la recién encomendada Misión de China. El hermano Victoriano se convirtió en otro San Gerardo por su vida de oración y silencio, su trato con las personas, su espíritu de mortificación y servicio. A propósito de esto me gustaría compartir este párrafo del libro que me tengo entre manos:
Abnegación y testimonio. El corazón del seguimiento cristiano de Jesús reside en: tomar la cruz de la abnegación (Mc 8, 34) para que venga el Reino (Mt 6, 10). Jesús mismo nos ofrece el ejemplo: ¡No mi voluntad sino la Tuya! (Mc 14, 36) Negarse es reconocer la vida como don-recibido para convertirla en don-ofrecido Este seguimiento y la obediencia, así entendidos, son siempre algo testimonial, son un testimonio, son un martirio. Martirio que en algunos casos puede llegar a la sangre. El martirio cruento forma parte de la vida de la Iglesia y es una posibilidad para los seguidores de Jesús: «Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor» (Jn 12, 26). Y tanto más aún si estos seguidores pretenden seguir al Maestro más de cerca a fin de estar a su servicio el día del Calvario. Pero no se trata de un esfuerzo y opción humanos sino de una respuesta a una invitación y elección por parte del Señor . (Dom. Bernardo Olivera, Martirio y Consagración, Publicaciones claretianas, Madrid 20112ª, pp. 138-139)Con este espíritu en el que fue fortaleciéndose desde su adolescencia entre su familia, le sorprendió la persecución religiosa en Cuenca. El día 20 de julio salió con el P. Julián Pozo, que estaba enfermo, y se alojaron en la casa de Dª Eugenia y Joaquina Muñoz Girón (C. Andrés Cabrera nº 22) donde llevaron vida de recogimiento y oración, disponiéndose para lo que pudiese pasar. Allí están hasta el 25 de julio, en que por indicación del superior, el P. Pedrosa, fueron ambos a alojarse en el Seminario. Allí coincidieron con el P. Gorosterratzu; supieron del martirio de los PP. Olarte y Goñi; fueron testigos de cómo sacaron del seminario al Sr. Obispo y a su secretario, al P. Pozo y a D. Juan Escribano; así que las circunstancias le llevaron a prepararse para culminar su seguimiento de Cristo a través del Martirio.
Siguiendo al Crucificado.- Seguir a Cristo es el fundamento esencial y original de la vida cristiana: por eso es válido para todo cristiano sin distinción de estados. Y no se trata tan sólo de escuchar una enseñanza y de cumplir un mandamiento, sino de algo mucho más radical: avanzar por el camino, despojarse de sí mismo, adherirse a la persona misma de Jesús, compartir su vida y su destino hasta el extremo, participar de su obediencia libre y amorosa a la voluntad del Padre, donar la propia vida en comunión con la suya donada . Seguir a Cristo no significa imitarlo en su apariencia exterior o en todas sus acciones externas, se trata de una realidad que afecta al ser humano en su interioridad más profunda. Ser discípulo de Jesús significa hacerse conforme a Él, que se hizo servidor de todos hasta el don de sí mismo en la cruz. Mediante la fe, Cristo habita en el corazón del creyente (cfr. Ef 3, 17), el discípulo se asemeja a su Señor y se configura con Él. Y esto es fruto de la gracia, de la presencia operante del Espíritu Santo en nosotros. Fruto de la obra del Espíritu y de la libertad humana, obra de renuncia y de abnegación a fin de caminar en pos de Él con más gozo y liberalidad (Dom. Bernardo Olivera, Martirio y Consagración, Publicaciones claretianas, Madrid 20112ª, pp. 135 ss.)Para Victoriano ser Misionero Redentorista, monje y mártir fue la misma cosa unidas en Cristo Jesús. Sacado con el P. Javier Gorosterratzu a las 2 de la madrugada del día 10 de agosto de 1936 del Seminario su cadáver fue recogido a la mañana siguiente en el camino del cementerio de Cuenca con varios disparos en la cabeza (Cf. Acta de defunción: Registro civil de Cuenca, Sec. 3ª, Tomo 42, Folio 326, Número 647). Inhumado en la fosa común, fue exhumado en 1940 e inhumado en el panteón de los Redentoristas; exhumado en 1977 y trasladado a Madrid se encuentra en la actualidad en el Santuario madrileño del Perpetuo Socorro.
LA GRACIA DE LA PERSEVERANCIA
Con el martirio Víctor culminó su camino de configuración con Cristo; un camino nada fácil, en el que toda su vida tuvo que afrontar dificultades. La perseverancia que profeso el día de su profesión perpetua se convirtió en martirio el día de su asesinato. Pero Víctor toda su vida había sido consciente que había sido pura gracia de Dios. En su noviciado escribía: recibí sin merecer el santo hábito de la Congregación del SS. R. a los 5 años y 11 meses de sentir los primeros movimientos de la gracia de la vocación, en la cual el Señor nos dé a todos nosotros la santa perseverancia (Curriculum vitae. Nava del Rey 1920). Pero a la gracia de la vocación, para alcanzar la perseverancia el respondió con su vida de oración, servicio, configuración con Cristo y acompañamiento espiritual. Que su memoria ayude a cuantos buscan la voluntad de Dios en sus vidas.
Nosotros, los consagrados y consagradas, tenemos una historia gloriosa que recordar y contar y una gran historia que construir. Y es precisamente recordando y contando nuestra historia como encontramos motivación y sentido para proyectamos hacia el futuro como artesanos del mismo. Esta historia, sobre todo, ha sido escrita con la sangre de numerosos testigos, ellos nos invitan a seguir evangelizando y confesando nuestra fe en el amor hasta el extremo. Como cualquier colectivo humano, también los consagrados y consagradas nos podemos definir como: un conjunto de personas unidas por la memoria de un pasado compartido y anhelos de futuros mejores. La memoria está en la base de la cohesión e identidad común. Hacer memoria robustece la comunión, perfila la identidad, pone bases para edificar el futuro . (Dom. Bernardo Olivera, Martirio y Consagración, Publicaciones claretianas, Madrid 20112ª, pp. 135 ss.)S.S. Benedicto XVI firmó el 20 de diciembre de 2012 el decreto con el cual se reconoce el martirio del Siervo de Dios José Javier Gorosterratzu y sus cinco compañeros de la Congregación del Santísimo Redentor.
Por: . | Fuente: EWTN.com || www.diogirardota.org
Integran este grupo de mártires: Rubén de Jesús López Aguilar, Arturo (Luis) Ayala Niño, Juan Bautista (José) Velázquez Peláez, Eugenio (Alfonso Antonio) Ramírez Salazar, Esteban (Gabriel) Maya Gutiérrez, Melquíades (Raimundo) Ramírez Zuluaga y Gaspar (Luis Modesto) Páez Perdono.
Unas de esas víctimas fueron los siete jóvenes colombianos, hermanos de la Comunidad de San Juan de Dios, que estaban estudiando y trabajando en España.
Eran de origen campesino o de pueblos religiosos y piadosos. Muchachos que se habían propuesto desgastar su vida en favor de los que padecían enfermedades mentales, en la comunidad que San Juan de Dios fundó para atender a los enfermos más abandonados. La Comunidad los había enviado a España a perfeccionarse en el arte de la enfermería y ellos deseaban emplear el resto de su vida en ayudar de la mejor manera posible a que los enfermos recobraran su salud mental y física y sobre todo su salud espiritual por medio de la conversión y del progreso en virtud y santidad.
Hacía pocos años que habían entrado en la Congregación y en España sólo llevaban dos años de permanencia. Hombres totalmente pacíficos que no buscaban sino hacer el bien a los más necesitados. No había ninguna causa para poderlos perseguir y matar, excepto el que eran seguidores de Cristo y de su Santa Religión.
Estos religiosos atenían una casa para enfermos mentales en Ciempozuelos cerca de Madrid, y de pronto llegaron unos enviados del gobierno comunista español y les ordenaron abandonar aquel plantel y dejarlo en manos de unos empleados marxistas que no sabían nada de medicina ni de dirección de hospitales pero que eran unas fieras en anticleralismo.
A los siete religiosos se los llevaron prisioneros a Madrid.
Cuando al embajador colombiano le contaron la noticia, pidió al gobierno que a estos compatriotas suyos por ser extranjeros los dejaran salir en paz del país, y les envió unos pasaportes y unos brazaletes tricolores para que los dejaran salir libremente. Y el Padre Capellán de las Hermanas Clarisas de Madrid les consiguió el dinero para que pagaran el transporte hacia Colombia, y así los envió en un tren a Barcelona avisándole al cónsul colombiano de esa ciudad que saliera a recibirlos. Pero en el tiquete de cada uno los guardas les pusieron una señal especial para que los apresaran.
El Dr. Ignacio Ortiz Lozano, Cónsul colombiano en Barcelona describió así en 1937 al periódico El Pueblo de San Sebastián cómo fueron aquellas jornadas trágicas: "Este horrible suceso es el recuerdo más doloroso de mi vida. Aquellos siete religiosos no se dedicaban sino al servicio de caridad con los más necesitados. Estaban a 30 kilómetros de Madrid, en Ciempozuelos, cuidando locos. El día 7 de agosto de 1936 me llamó el embajador en Madrid (Dr. Uribe Echeverry) para contarme que viajaban con un pasaporte suyo en un tren y para rogarme que fuera a la estación a recibirlos y que los tratara de la mejor manera posible. Yo tenía ya hasta 60 refugiados católicos en mi consulado, pero estaba resuelto a ayudarles todo lo mejor que fuera posible. Fui varias veces a la estación del tren pero nadie me daba razón de su llegada. Al fin un hombre me dijo: "¿Usted es el cónsul de Colombia? Pues en la cárcel hay siete paisanos suyos".
Me dirigí a la cárcel pero me dijeron que no podía verlos si no llevaba una recomendación de la FAI (Federación Anarquista Española). Me fui a conseguirla, pero luego me dijeron que no los podían soltar porque llevaban pasaportes falsos. Les dije que el embajador colombiano en persona les había dado los pasaportes. Luego añadieron que no podían ponerlos en libertad porque la cédula de alguno de ellos estaba muy borrosa (Excusas todas al cual más de injustas y mentirosas, para poder ejecutar su crimen. La única causa para matarlos era que pertenecían a la religión católica). Cada vez me decían "venga mañana". Al fin una mañana me dijeron: "Fueron llevados al Hospital Clínico". Comprendí entonces que los habían asesinado. Fue el 9 de agosto de 1936.
El beato Beato Arturo (Luis) Ayala NiñoNació en Paipa, Boyacá (Colombia), el 7 de abril de 1909. Desde pequeño recibió una educación cristiana. Ingresa a la Orden Hospitalaria en 1928. El 8 de diciembre de 1929 emite sus votos simples en manos del Padre General Fr. Faustino calvo, que se hallaba de visita en Colombia. el 4 de julio de 1933 emite los votos solemnes.
En 1930 viajó a España por encargo de la Orden y formó parte de las Comunidades de Ciempozuelos y Málaga, donde se distinguió por su dedicación y responsabilidad en la enfermería, por su caridad con los enfermos y su piedad.
En 1934 inició sus estudios para ser sacerdote, que se interrumpieron por la crítica situación que atravesaba España. Las circunstancias político-militares, obligaron a sus superiores a decidir su regreso a Colombia. Arturo, junto a seis hermanos hospitalarios colombianos, partió rumbo a Barcelona el 7 de agosto de 1936. Dos días después, fue asesinado.
Forman parte del grupo de 71 mártires hospitalarios beatificado en la plaza de San Pedro el 25 de octubre de 1992 por S.S. Juan Pablo II.
Por: . | Fuente: EWTN.com || www.diogirardota.org
Integran este grupo de mártires: Rubén de Jesús López Aguilar, Arturo (Luis) Ayala Niño, Juan Bautista (José) Velázquez Peláez, Eugenio (Alfonso Antonio) Ramírez Salazar, Esteban (Gabriel) Maya Gutiérrez, Melquíades (Raimundo) Ramírez Zuluaga y Gaspar (Luis Modesto) Páez Perdono.
Unas de esas víctimas fueron los siete jóvenes colombianos, hermanos de la Comunidad de San Juan de Dios, que estaban estudiando y trabajando en España.
Eran de origen campesino o de pueblos religiosos y piadosos. Muchachos que se habían propuesto desgastar su vida en favor de los que padecían enfermedades mentales, en la comunidad que San Juan de Dios fundó para atender a los enfermos más abandonados. La Comunidad los había enviado a España a perfeccionarse en el arte de la enfermería y ellos deseaban emplear el resto de su vida en ayudar de la mejor manera posible a que los enfermos recobraran su salud mental y física y sobre todo su salud espiritual por medio de la conversión y del progreso en virtud y santidad.
Hacía pocos años que habían entrado en la Congregación y en España sólo llevaban dos años de permanencia. Hombres totalmente pacíficos que no buscaban sino hacer el bien a los más necesitados. No había ninguna causa para poderlos perseguir y matar, excepto el que eran seguidores de Cristo y de su Santa Religión.
Estos religiosos atenían una casa para enfermos mentales en Ciempozuelos cerca de Madrid, y de pronto llegaron unos enviados del gobierno comunista español y les ordenaron abandonar aquel plantel y dejarlo en manos de unos empleados marxistas que no sabían nada de medicina ni de dirección de hospitales pero que eran unas fieras en anticleralismo.
A los siete religiosos se los llevaron prisioneros a Madrid.
Cuando al embajador colombiano le contaron la noticia, pidió al gobierno que a estos compatriotas suyos por ser extranjeros los dejaran salir en paz del país, y les envió unos pasaportes y unos brazaletes tricolores para que los dejaran salir libremente. Y el Padre Capellán de las Hermanas Clarisas de Madrid les consiguió el dinero para que pagaran el transporte hacia Colombia, y así los envió en un tren a Barcelona avisándole al cónsul colombiano de esa ciudad que saliera a recibirlos. Pero en el tiquete de cada uno los guardas les pusieron una señal especial para que los apresaran.
El Dr. Ignacio Ortiz Lozano, Cónsul colombiano en Barcelona describió así en 1937 al periódico El Pueblo de San Sebastián cómo fueron aquellas jornadas trágicas: "Este horrible suceso es el recuerdo más doloroso de mi vida. Aquellos siete religiosos no se dedicaban sino al servicio de caridad con los más necesitados. Estaban a 30 kilómetros de Madrid, en Ciempozuelos, cuidando locos. El día 7 de agosto de 1936 me llamó el embajador en Madrid (Dr. Uribe Echeverry) para contarme que viajaban con un pasaporte suyo en un tren y para rogarme que fuera a la estación a recibirlos y que los tratara de la mejor manera posible. Yo tenía ya hasta 60 refugiados católicos en mi consulado, pero estaba resuelto a ayudarles todo lo mejor que fuera posible. Fui varias veces a la estación del tren pero nadie me daba razón de su llegada. Al fin un hombre me dijo: "¿Usted es el cónsul de Colombia? Pues en la cárcel hay siete paisanos suyos".
Me dirigí a la cárcel pero me dijeron que no podía verlos si no llevaba una recomendación de la FAI (Federación Anarquista Española). Me fui a conseguirla, pero luego me dijeron que no los podían soltar porque llevaban pasaportes falsos. Les dije que el embajador colombiano en persona les había dado los pasaportes. Luego añadieron que no podían ponerlos en libertad porque la cédula de alguno de ellos estaba muy borrosa (Excusas todas al cual más de injustas y mentirosas, para poder ejecutar su crimen. La única causa para matarlos era que pertenecían a la religión católica). Cada vez me decían "venga mañana". Al fin una mañana me dijeron: "Fueron llevados al Hospital Clínico". Comprendí entonces que los habían asesinado. Fue el 9 de agosto de 1936.
El beato Juan Bautista (José) Velásquez Peláez, nació en Jardín, Antioquía (Colombia), el 9 de julio de 1909. Fue bautizado con el nombre de Juan José y desde pequeño recibió una esmerada educación cristiana.
Estudió educación y ejerció su profesión hasta que descubrió su vocación a la vida religiosa e ingresó a la Orden Hospitalaria el 29 de febrero de 1932. Inicia su noviciado el 16 de julio de 1932, profesa el 24 de septiembre de 1933, en ese momento cambió su nombre por Fray Juan Bautista
Juan se caracterizó por su carácter alegre y jovial, piadoso y por su especial vocación al servicio de los enfermos.
En abril de 1934 fue destinado a España y formó parte de las Comunidades de Córdoba, Granada y Ciempozuelos donde se encontraba en 1936 al iniciarse la revuelta político militar de España.
Al viajar de Madrid a Barcelona, con la intención de retornar a su país, fue asesinado el 9 de agosto de 1936 de madrugada, por el solo hecho de ser religioso. Tenía veintisiete años.
Forman parte del grupo de 71 mártires hospitalarios beatificado en la plaza de San Pedro el 25 de octubre de 1992 por S.S. Juan Pablo II.
Por: . | Fuente: EWTN.com || www.diogirardota.org
Integran este grupo de mártires: Rubén de Jesús López Aguilar, Arturo (Luis) Ayala Niño, Juan Bautista (José) Velázquez Peláez, Eugenio (Alfonso Antonio) Ramírez Salazar, Esteban (Gabriel) Maya Gutiérrez, Melquíades (Raimundo) Ramírez Zuluaga y Gaspar (Luis Modesto) Páez Perdono.
Unas de esas víctimas fueron los siete jóvenes colombianos, hermanos de la Comunidad de San Juan de Dios, que estaban estudiando y trabajando en España.
Eran de origen campesino o de pueblos religiosos y piadosos. Muchachos que se habían propuesto desgastar su vida en favor de los que padecían enfermedades mentales, en la comunidad que San Juan de Dios fundó para atender a los enfermos más abandonados. La Comunidad los había enviado a España a perfeccionarse en el arte de la enfermería y ellos deseaban emplear el resto de su vida en ayudar de la mejor manera posible a que los enfermos recobraran su salud mental y física y sobre todo su salud espiritual por medio de la conversión y del progreso en virtud y santidad.
Hacía pocos años que habían entrado en la Congregación y en España sólo llevaban dos años de permanencia. Hombres totalmente pacíficos que no buscaban sino hacer el bien a los más necesitados. No había ninguna causa para poderlos perseguir y matar, excepto el que eran seguidores de Cristo y de su Santa Religión.
Estos religiosos atenían una casa para enfermos mentales en Ciempozuelos cerca de Madrid, y de pronto llegaron unos enviados del gobierno comunista español y les ordenaron abandonar aquel plantel y dejarlo en manos de unos empleados marxistas que no sabían nada de medicina ni de dirección de hospitales pero que eran unas fieras en anticleralismo.
A los siete religiosos se los llevaron prisioneros a Madrid.
Cuando al embajador colombiano le contaron la noticia, pidió al gobierno que a estos compatriotas suyos por ser extranjeros los dejaran salir en paz del país, y les envió unos pasaportes y unos brazaletes tricolores para que los dejaran salir libremente. Y el Padre Capellán de las Hermanas Clarisas de Madrid les consiguió el dinero para que pagaran el transporte hacia Colombia, y así los envió en un tren a Barcelona avisándole al cónsul colombiano de esa ciudad que saliera a recibirlos. Pero en el tiquete de cada uno los guardas les pusieron una señal especial para que los apresaran.
El Dr. Ignacio Ortiz Lozano, Cónsul colombiano en Barcelona describió así en 1937 al periódico El Pueblo de San Sebastián cómo fueron aquellas jornadas trágicas: "Este horrible suceso es el recuerdo más doloroso de mi vida. Aquellos siete religiosos no se dedicaban sino al servicio de caridad con los más necesitados. Estaban a 30 kilómetros de Madrid, en Ciempozuelos, cuidando locos. El día 7 de agosto de 1936 me llamó el embajador en Madrid (Dr. Uribe Echeverry) para contarme que viajaban con un pasaporte suyo en un tren y para rogarme que fuera a la estación a recibirlos y que los tratara de la mejor manera posible. Yo tenía ya hasta 60 refugiados católicos en mi consulado, pero estaba resuelto a ayudarles todo lo mejor que fuera posible. Fui varias veces a la estación del tren pero nadie me daba razón de su llegada. Al fin un hombre me dijo: "¿Usted es el cónsul de Colombia? Pues en la cárcel hay siete paisanos suyos".
Me dirigí a la cárcel pero me dijeron que no podía verlos si no llevaba una recomendación de la FAI (Federación Anarquista Española). Me fui a conseguirla, pero luego me dijeron que no los podían soltar porque llevaban pasaportes falsos. Les dije que el embajador colombiano en persona les había dado los pasaportes. Luego añadieron que no podían ponerlos en libertad porque la cédula de alguno de ellos estaba muy borrosa (Excusas todas al cual más de injustas y mentirosas, para poder ejecutar su crimen. La única causa para matarlos era que pertenecían a la religión católica). Cada vez me decían "venga mañana". Al fin una mañana me dijeron: "Fueron llevados al Hospital Clínico". Comprendí entonces que los habían asesinado. Fue el 9 de agosto de 1936.
El Eugenio (Alfonso Antonio) Ramírez Salazar nació en La Ceja, Antioquia (Colombia), el 2 de septiembre de 1913. Fue bautizado con el nombre de Alfonso Antonio. Al ingresar a la Orden Hospitalaria el 6 de junio de 1932 cambió su nombre por el de Fray Eugenio.
En abril de 1935, después de emitir sus votos, fue trasladado a España, "porque en España debe ser fácil santificarse, cuando hay tantos y tan grandes santos", según afirmó.
De carácter sencillo y dócil, se entregó a la oración y a la penitencia y siguió generosamente la vida religiosa de la hospitalidad al servicio de los enfermos. Como sus compañeros, murió mártir por su fe y vocación el 9 de agosto de 1936, en Barcelona, cuando intentaba retornar a su país, Colombia.
Forman parte del grupo de 71 mártires hospitalarios beatificado en la plaza de San Pedro el 25 de octubre de 1992 por S.S. Juan Pablo II.