Por: . | Fuente: preguntasantoral.es
Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.
Dedicó largos años a la formación religiosa y científica de los jóvenes religiosos y fue un constante propagador de las virtudes y ejemplos de la Sagrada Familia de Nazareth. Salvó buena parte del valioso patrimonio moral y material de San José Manyanet y del Instituto. Acogido generosamente por dos familias de Barcelona, se refugió posteriormente en una pensión de la calle Tallers, donde fue detenido el día 19 de abril de 1937 y trasladado a la central de patrullas, en donde confesó su condición de sacerdote. Conducido a la cárcel de San Elías, fue asesinado en la pared del cementerio de Montcada el 26 de abril de 1937, tenía cumplidos 61 años de edad.
La leyenda cuenta que Basilio brindó refugio a una joven cristiana de nombre Glafira, quien era sirvienta de la mujer del emperador Licinio, y que era acosada por aquel.
El emperador al enterarse de la intervención de Basilio, lo hizo arrestar y lo condenó a ser llevado a Nicomedia para allí ser muerto por decapitación.
En el viaje Basilio cayó al mar, muriendo ahogado, la misma leyenda dorada cuenta que Sinopo, uno de us discípulos fue guiado por un ángel para que pueda encontar el cuerpo y así darle cristiana sepultura.
Lo que sabemos con certeza es que murió entre los años 319 y 322 durante la persecución a los cristiano emprendida por el emperador Licinio.
Martirologio Romano: En Roma, conmemoración de san Cleto, papa, el segundo que rigió la Iglesia Romana después de san Pedro. († 88)
En el martirologio anterior se lo recordaba el 13 de julio
Breve Biografía
¿Son dos o tan sólo uno?, por mucho tiempo se pensó que Anacleto y Cleto habían sido dos papas distintos del siglo primero. Después resultó claro que el segundo nombre era sólo una abreviación familiar del primero. Y así ha quedó registrado en la sucesión cronológica de los jefes de la iglesia de Roma: Anacleto o Cleto fue el tercero, después de Pedro y Lino. Tercero, entonces, en la serie de papas. Sobre su origen sobreviven incertidumbres, algunos historiadores piensan que era nacido en Roma, pero su nombre de origen claramente griego deja una sombra de dudas sobre este tema.
Relatos muy antiguos le atribuyen la construcción de un santuario sepulcral llamado «Memoria», en el sitio del entierro de Pedro, en los jardines del Vaticano, territorio que entonces pertenecía al dominio imperial y formado por jardines, campos y tierras sin cultivar. A Anacleto se le atribuye también la disposición que prohibía a los hombres de Iglesia usar los cabellos largos, lo que sería un primer ejemplo de tonsura eclesiástica.
Su pontificado se desarrolla en algunos años de paz, bajo el emperador Vespasiano (que reina del 69 al 79), y bajo su hijo mayor Tito (79 al 81). En tiempos de este último Italia conoce una de las más importantes catástrofes de su historia: la erupción del Vesubio en agosto del 79, con la destrucción de Herculano y Pompeya. Y poco después Roma verá surgir el edificio destinado a convertirse en su emblema: el anfiteatro Flavio (Coliseo) para los juegos públicos, sede de luchas mortales entre gladiadores y de suplicios para los cristianos. El mismo lugar que diecinueve siglos después sería elegido por los sucesores de Pedro, Lino y Anacleto para presidir el Vía Crucis con el que se rememora el calvario de Cristo en Viernes Santo.
Finaliza pronto el reinado de Tito, y con el arribo de su hermano Domiciano comienza la persecusión. Pero no sólo contra los cristianos. De hecho, las primeras víctimas son los judíos, forzados a derivar al Estado el tributo debido al templo de Jerusalén destruido por Tito. Una persecución por razones financieras: porque las grandes obras públicas han desangrado las finanzas imperiales; también los judeocristianos deberán pagar. Después la persecusión va a ensañarse a los cristianos en general, no sólo contra sus bienes. Contra ellos se lanza la acusación de “ateísmo”, es decir, de no adorar a los dioses del Estado, y esta acusación comporta la pena capital.
No sabemos cómo murió Cleto; la persecusión a los cristianos continuó luego de su muerte. No se conoce el lugar de su sepultura, aunque es presumible que haya sido en los jardines vaticanos.
Por: . | Fuente: santiebeati.it
Martirologio Romano: En Aosta, en los Alpes Grayos, Italia, beato Bonifacio Valperga, obispo, insigne por su caridad y humildad. († 1243)
Fecha de beatificación: 28 de abril de 1890 por el Papa León XIII
Breve Biografía
Descendiente de la antigua familia de los condes de Valperga, quienes según la tradición son descendientes del primer rey de Italia: Arduino de Ivrea, Bonifacio nació en Turín en la segunda mitad del siglo XII. Sus padres fueron Mateo, el sexto conde de Canavese, y Anna Levi de Villars. En su familia recibió los fundamentos de la educación cristiana, y luego fue enviado donde su tío paterno Arduino, quien era obispo de Turín, para recibir una más amplia instrucción y además fortalecer sus virtudes cristianas.
Llegado a cierta edad, Bonifacio decidió iniciar la vida religiosa, vistiendo el hábito monástico en la abadía benedictina de Fruttuaria, la actual San Benigno Canavese. Pasó luego al convento agustino de San Urso (Sant’Orso) en Aosta, donde resalta por su doctrina y santidad de vida. Bien pronto, alrededor del año 1210, fue nombrado prior. En este cargo emprende una vigorosa dirección tanto espiritual cuanto temporal de la comunidad, atrayendo sobre si la admiración y estima popular, lo cual trajo como consecuencia que los fieles se preocuparan más por el destino del convento, ayudando —cada vez más frecuentemente— con grandes donaciones. Difundida cada vez más su fama en el valle entero, cuando el obispo Giacomo fue trasladado a Asti, el 17 de julio 1219, Bonifacio fue elegido a ocupar la sede episcopal de Aosta, siendo así el vigésimo sucesor de San Eustasio.
Las numerosas donaciones en favor de la sede episcopal testimonian la buena administración de los bienes diocesanos que supo realizar, así como la confianza que inspiró entre los fieles. Entregadas todas sus fuerzas en su labor como pastor de la grey confiada a él por veinticuatro años, distinguiéndose siempre por su humildad, su amor por los pobres y el cuidado de la cura de almas, Bonifacio murió el 25 de abril de 1243.
Su cuerpo fue enterrado en un primero momento en la colegiata de Sant´Orso, su cuerpo fue trasladado a la catedral de Aosta, y enterrado en la capilla de San Antonio. Fue inmediatamente venerado como "beato" estableciéndose una canonjía que lleva su nombre. En 1817 sus reliquias fueron colocadas en un nicho del altar mayor de la catedral, donde están hasta hoy expuestas para la veneración pública junto a las reliquias del beato Emerico de Quart.
Un tribunal eclesiástico, creado especialmente en Aosta en 1885, decretó el culto “ab inmemorial” al obispo Bonifacio, esta decisión fue confirmada por la Sagrada Congregación de Ritos y ratificada el 28 de abril de 1890 por el Papa León XIII.
Reproducido con autorización de Santiebeati.it
responsable de la traducción: Xavier Villalta
Por: . | Fuente: Vatican.va
Fecha de canonización: 30 de julio de 2002, por el Papa Juan Pablo II.
La distancia en el tiempo no opaca la luz que emana de su figura y que ha iluminado tanto a Tenerife como a toda la América Central desde aquellos remotos días de la Colonia.
San Pedro de San José Betancurt supo leer el Evangelio con los ojos de los humildes y vivió intensamente los Misterios de Belén y de la Cruz, los cuales orientaron todo su pensamiento y acción de caridad. Hijo de pastores y agricultores, tuvo la gracia de ser educado por sus padres profundamente cristianos; a los 23 años abandonó su nativa Tenerife y, después de 2 años, llegó a Guatemala, tierra que la Providencia había asignado para su apostolado misionero.
Apenas desembarcado en el Nuevo Mundo, una grave enfermedad lo puso en contacto directo con los más pobres y desheredados. Recuperada inesperadamente la salud, quiso consagrar su vida a Dios realizando los estudios eclesiásticos pero, al no poder hacerlo, profesó como terciario en el Convento de San Francisco, en la actual La Antigua Guatemala, con un bien determinado programa de revivir la experiencia de Jesús de Nazaret en la humildad, la pobreza, la penitencia y el servicio a los pobres.
En un primer momento realizó su programa como custodio y sacristán de la Ermita del Santo Calvario, cercana al convento franciscano, que se convierte en el centro irradiador de su caridad. Visitó hospitales, cárceles, las casas de los pobres; los emigrantes sin trabajo, los adolescentes descarriados, sin instrucción y ya entregados a los vicios, para quienes logró realizar una primera fundación para acoger a los pequeños vagabundos blancos, mestizos y negros. Atendió la instrucción religiosa y civil con criterios todavía hoy calificados como modernos.
Construyó un oratorio, una escuela, una enfermería, una posada para sacerdotes que se encontraban de paso por la ciudad y para estudiantes universitarios, necesitados de alojamiento seguro y económico. Recordando la pobreza de la primera posada de Jesús en la tierra, llamó a su obra «Belén».
Otros terciarios lo imitaron, compartiendo con el santo penitencia, oración y actividad caritativa: la vida comunitaria tomó forma cuando el Santo escribió un reglamento, que fue adoptado también por las mujeres que atendían a la educación de los niños; estaba surgiendo aquello que más tarde debería tener su desarrollo natural: la Orden de los Bethlemitas y de las Bethlemitas, aún cuando éstas sólo obtuvieron el reconocimiento de la Santa Sede más tarde.
El Santo Hermano Pedro se adelantó a los tiempos con métodos pedagógicos nuevos y estableció servicios sociales no imaginables en su época, como el hospital para convalecientes. Sus escritos espirituales son de una agudeza y profundidad inigualables.
Su caridad no le daba reposo. Su esperanza y su fe lo mantenían en vigilia, el oído atento al dolor. Pedro, un hombre sin techo y sin pan, daba de comer al hambriento y vestía al desnudo. Acudía a los ricos y acercándoles la llama de su caridad derretía su egoísmo y encendía la generosidad de aquellos hombres.
Muere apenas a los 41 años el que en vida era llamado «Madre de Guatemala». A más de tres siglos de distancia, la memoria del «hombre que fue caridad» es sentida grandemente, viva y concreta, en su nativa Tenerife, en Guatemala y en todos los lugares donde se conoce su obra. El Hermano Pedro fue Beatificado solemnemente por S.S. Juan Pablo II el 22 de junio de 1980, y canonizado el 30 de julio de 2002 por el mismo Papa, en un acontecimiento de incalculable valor pastoral y eclesial para Guatemala y para toda América.
Reproducido con autorización de Vatican.va
Fecha de beatificación: 20 de noviembre de 2005, siendo Papa Benedicto XVI.
Siendo muy joven sintió la vocación al sacerdocio, pero debido a la escasez de recursos económicos de sus padres tuvo que posponer su entrada en el seminario hasta los veinte años.
Ingresó en el seminario como alumno gratuito y externo en 1909, concediéndole una beca por su aplicación al estudio, que le permitió vivir como seminarista interno. El 13 de abril de 1919 recibió la ordenación sacerdotal.
El primer destino como sacerdote fue el de adscrito a la parroquia del Sagrario de León en calidad de miembro del Centro Catequístico de la Salle. Se refugió en la ciudad de León, Guanajuato, por no cumplir con la ley civil de inscribirse como sacerdote en el registro del Gobierno.
En León, viviendo como refugiado en casa de las hermanas Alba, entabló amistad con el P. Andrés Solá, refugiado como él, con el que compartía sus temores y dificultades, y en quien encontró una ayuda en su vivencia sacerdotal. Sabedor de su vocación y opción, rechazó el ofrecimiento de su hermano Agustín a dejar el país y refugiarse en Estados Unidos, prefiriendo aceptar el ofrecimiento de su superior eclesiástico de ir a celebrar clandestinamente los oficios de la Semana Santa a las hermanas Mínimas de San Francisco del Rincón, donde fue detenido y trasladado a la comandancia antes de sufrir el martirio.
Como sacerdote destacó por su modestia, humildad, sencillez y celo por la salvación de las almas. Con intrepidez evangélica, desempeñó su ministerio, sin negar en ningún momento su condición sacerdotal aunque eso significara el encarcelamiento y la muerte.
Fue fusilado el 25 de abril de 1927.
Reproducido con autorización de Vatican.va
Por: . | Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Martirologio Romano: En York, en Northumbria, san Wilfrido, obispo, que, después de trabajar con todo esmero, fue obligado a abandonar su sede y murió entre los monjes de Ripon, de quienes fue abad durante un tiempo († 709).
Etimológicamente: Wilfirdo = Aquel que sale victorioso, es de origen germánico.
Breve Biografía
San Wilfrido, obispo de York, se distinguió por su celo en defender en Inglaterra los usos romanos. Ofreció asilo al piadoso Dagoberto II, hijo de San Sigeberto, rey de Austrasia, destronado por el mayordomo de palacio Grimoaldo. Encargóse de la educación del joven príncipe; y éste, vuelto a su reino, recibió con grandes honores al santo obispo, obligado a su vez a abandonar su patria como consecuencia de las vejaciones del rey Egfrido. De allí, San Wilfrido fue a Roma a reclamar la protección del Papa, y volvió a Inglaterra, donde Egfrido lo hizo encarcelar. Recuperada la libertad, pero no pudiendo obtener la ejecución del juicio del Papa, se fue a Sussex a predicar el Evangelio. Fue puesto entonces en posesión de la diócesis de Hexham, retomó el gobierno de los monasterios que había fundado y murió visitándolos, en el año 709, a la edad de 75 años.
Por: . | Fuente: Catholic.net
Martirologio Romano: En Illiberis (o Elvira, hoy Granada), en la Hispania Bética, san Gregorio, obispo, cuyo libro Sobre la Fe fue alabado por san Jerónimo († s. IV).
Etimológicamente: Gregorio = Aquel que esta siempre preparado, es de origen griego.
Breve Biografía
Fue un prelado español del siglo IV. Este santo, llamado también Gregorio Bético, es citado con elogio por Eusebio Vercelense, san Jerónimo y otros, los cuales dicen que se había enfrentado a Osio por haber comunicado con Alsacio, Ursacio y Valente de lo cual se puede inferir que ya era obispo de Ilíberis antes del año 347.
Entre sus obras destacan un tratado sobre la fe, otro sobre el Cantar de los cantares, y sobre el arca de Noé. Usa un lenguaje sencillo, se esmera en preparar sus sermones, hallar un sentido espiritual. Predicar es un deber, un acto de caridad. Tiene una gran preocupación por preservar la fe del error. Casi todos los sermones explican textos del Antiguo Testamento, le dedica mayor atención porque presenta mayor dificultad. Otra razón es que en el Evangelio no aparece nada que no aparezca en el Antiguo Testamento, en la ley y en los profetas. La sombra no existe sin el cuerpo, tampoco Cristo sin la Ley, ni esta sin Cristo.
En "De doctrina cristiana" habla de los sentidos de la Escritura. En Sobre la catequesis de los principiantes sobre la enseñanza de la fe. La Sagrada Escritura a veces es oscura, hay que clarificarla en la exposición. Considera importante que el predicador viva lo que dice, sea orante antes que parlante. A la personalidad de San Agustín nos podemos acercar por sus sermones.
San Agustín dice que el efecto de la predicación sería nulo si Cristo no estuviese en el corazón de los oyentes. El que instruye es Cristo, su Espíritu. Debemos crear la posibilidad para que Cristo instruya, de ese crecimiento. El secreto del buen catequista es predicar con alegría. Es mejor hablar a Dios de ellos, que a ellos de Dios, en caso que no les entiendan. Dios ama al que da con alegría.
La santidad de Gregorio goza de una devoción antiquísima, ya que su nomnbre se ve en varios martirologios, honrándose su memoria en España desde el siglo VII como consta de San Isidoro, que le llama Santo. No se sabe con certeza el año de su muerte pero se cree que aún vivía en 392 y que llegó hasta la última senectud.
Por: P. Felipe Santos |
Martirologio Romano: En Jerusalén, conmemoración de las santas mujeres María de Cleofás y Salomé, que junto con María Magdalena, al amanecer del día de Pascua, se dirigieron al sepulcro del Señor para ungir su cuerpo y allí recibieron el primer anuncio de la Resurrección. († s.I)
Etimológicamente: Salomé = Paz, viene de la lengua hebrea
Breve Biografía
Un cristiano que pone su confianza en el hombre, no llega a ningún puerto con seguridad y mucho menos al corazón de Dios, el primero al que debemos amar y el primero en el que hay que confiar.
Salomé fue una cristiana de las primeras que se sintió fascinada por la revolución que trajo Cristo al mundo. Pertenece al siglo I.
Era la esposa del Zebedeo, uno de los marineros más conocidos de Betsaida, Israel.
Era también la madre de dos de los primeros discípulos que el Señor eligió para el ministerio, Santiago y Juan.
Esta mujer no se contentaba con admirar a Jesús simplemente. Se mojó en todo el sentido pleno de la palabra.
Lo seguía por todas partes y, además, prestaba un servicio estimable a todos los seguidores de Cristo el Señor.
Ella, como toda madre, quería que sus dos hijos estuvieran uno a la derecha y otro a la izquierda de Jesús.
No había comprendido todavía nada del reino que Jesús vino a predicar e implantar en la tierra.
Ella soñaba con un Mesías poderosos, aguerrido y triunfador. Después se daría cuenta de todo lo contrario.
En el día de la Pasión, ella estaba al pie mismo de la Cruz.
Igualmente, lo poco que tuviera de dinero, lo empleó para comprar aromas para embalsamar el cuerpo de Jesús.
Fue también la mujer que se quedó impactada cuando el domingo de Resurrección, al ir a la tumba, la encontró vacía.
En el alba de la preciosa mañana en que Cristo resucitó, tuvo la suerte de ver mucho antes que otros que lo que había dicho el Señor se había cumplido tal y como lo dijo.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
Martirologio Romano: En Campo Bisenzio, de la Toscana, en Italia, beata Teresa María de la Cruz Menetti, virgen, fundadora de la Congregación de Carmelitas de Santa Teresa († 1910).
Etimológicamente: Teresa = Aquella que es experta en la caza, es de origen griego.
Breve Biografía
Teresa Adelaida Cesina Manetti nació de humilde familia en San Martino a Campo Bisenzio (Florencia-Italia), el 2 de Marzo de 1846.
Familiarmente le llamaban todos "Bettina". Quedó huérfana de padre muy pronto y conoció lo dura que era la vida. A pesar de ello, ayudaba a los pobres privándose hasta de lo más necesario.
En 1872, junto con otras compañeras, se retiró a una casita de campo y allí "oraban, trabajaban y reunían a algunas lóvenes para educarlas con buenas lecturas y enseñarles la doc frina cristiana".
El 16 de Julio de 1876 fueron admitidas a la tercera Orden del Carmen Teresiano y cambió su nombre por el de Teresa María de la Cruz.
El 1877 recibió las primeras huérfanas, cuyo número fue creciendo día a día. Aquellas niñas abandonadas "eran su mejor tesoro".
El 12 de julio de 1888 las 27 primeras religiosas vistieron el hábito de la Orden de Carmen Descalzo, a la que se habían agregado el 12 de junio de 1885.
El 27 de febrero de 1904 el papa Pío X aprobaba el Instituto con el nombre de "Terciarias carmelitas de Santa Teresa".
Madre Teresa Maria vio con gran alegría extenderse el Instituto hasta Siria y el Monte Carmelo de Palestina.
Gozó siempre de muy poca salud y también su espíritu fue duramente probado, por ello le cuadraba muy bien su sobrenombre "de la cruz". Recorrió valientemente su "calvario", y con frecuencia, decía: "Tritúrame, Señor, exprímeme hasta al última gota".
Su caridad no tenía Iímites.Se entregaba a todos y en todo, olvidándose siempre de sí misma.EI obispo Andrés Casullo. que la conocía bien a fondo,atirmaba de ella: "Se desvivía por hacer el bien".
Después de pasar por noches oscurísimas de su alma, preparada por la gracia, le llegó la muerte en su mismo pueblo natal el 3 de abril de 1910, mientras repetía una vez mas. "Oh Jesús mío, sí quiero padecer más..." Y murmuraba extática: "¡Está abierto!... ya voy".
Sus escritos, sencillos y profundos a la vez, fueron aprobados el 27 de noviembre 1937.
El papa Juan Pablo II la beatificaba el 19 de octubre de 1986.
Etimológicamente: Adalberto=Aquel que brilla por la nobleza de su espíritu, es de origen germánico.
El joven Adalberto salió de la estancia transformado. La sacudida que aquel espectáculo causó en su sensibilidad eslava fue tal, que desde entonces las palabras del moribundo parecían resonar constantemente en sus oídos. La vida se le presentó con los más negros colores, y en sus ojos claros empezó a dibujarse una trágica inquietud. Inmediatamente dejó su túnica de seda, se vistió de un saco grosero, se echó ceniza en la cabeza y empezó a caminar de iglesia en iglesia, postrándose ante las reliquias de los santos, y de hospital en hospital, visitando a los enfermos. En esta forma lo encontraron cuando lo sentaron en la silla episcopal de Praga. Sólo esto le faltaba para hacer de su vida un tormento insoportable. La idea del juicio de Dios le atenazaba el alma. "Es fácil-decía-llevar una mitra de seda y un báculo de oro; lo grave es tener que dar cuenta de un obispado al terrible Juez de vivos y muertos."
Vivía triste y como dominado por una impresión de terror. Diríase que pendía sobre su cabeza el filo de una espada. Y efectivamente, algo más aterrador que una espada de fuego le abrumaba sin cesar: era la duda pavorosa de si llegaría a salvarse. El enigma sombrío le estremecía, le atormentaba y consumía sus carnes. Cuentan que jamás se le vio reír. A los que le preguntaban por qué teniendo un obispado tan rico, que le hacía uno de los más poderosos príncipes del Imperio, no reservaba algunas rentas para los lícitos placeres, contestaba él con una lógica inquietante: "¿No os parece una locura hacer piruetas al borde de un abismo?" No deja de causarnos extrañeza, después de haber sido predicada la suavidad del Evangelio, esta atmósfera de terror en que vive uno de sus más puntuales seguidores; pero Dios tiene muchas vías para llevar al Cielo a sus escogidos, y en el siglo X, tan disoluto y gangrenado por el crimen, convenía la aparición de esta figura ejemplar. Entonces alcanzó toda su realidad aquella palabra de Cristo: "El mundo se alegrará y vosotros os contristaréis."
Pero el mundo, que perdona fácilmente su virtud a algunos santos, porque la juzga más suave, más humana, más condescendiente, guarda un odio irreconciliable para aquellos que directamente, con sus palabras o con su conducta, se oponen a sus alegrías insensatas. Y Adalberto era, en su vida y en sus palabras, lo que era en su rostro. Sus súbditos yacían en la barbarie, sin más que el nombre de cristianos, y él tenía un temple incapaz de ceder. Predicaba, reprendía, excomulgaba, y la gente no veía más que la dureza de su palabra; no veía que todas las rentas de sus tierras se las llevaban los mendigos y los enfermos. Su rigidez de acero se estrelló contra el salvajismo del pueblo. Tres veces dejó su episcopado por juzgar inútil su labor, y otras tantas lo volvió a tomar por consejo de los Sumos Pontífices. En uno de estos intervalos vistió la cogulla benedictina en el monasterio de San Bonifacio, de Roma. Disfrazado con la máscara de la humildad y de la sencillez, nadie adivinó en el nuevo monje la luz de Bohemia. Vivió desconocido durante cinco años, como el último de los monjes, sirviendo, cuando le tocaba, a la mesa conventual, y sufriendo las sanciones regulares y las advertencias de los hermanos, porque, como no estaba acostumbrado a aquellos menesteres, rompía con frecuencia las copas y los platos.
Cuando, por última vez, se dirigía a su diócesis, los de Praga le enviaron una embajada diciéndole irónicamente: "Nosotros somos pecadores, gente de iniquidad, pueblo de dura cerviz; tú, un santo, un amigo de Dios, un verdadero israelita que no podrá sufrir la compañía de los malvados." Adalberto comprendió, se dio cuenta de que serían inútiles todos sus esfuerzos, y se encaminó a predicar el Evangelio en Prusia. A la severidad de su palabra añadió Dios el atractivo de la gracia. Ya antes, su predicación había convertido a muchos paganos en Polonia, y el rey de Hungría, San Esteban, había recibido de su boca la enseñanza de la fe. En Prusia, su apostolado tuvo una fecundidad asombrosa. Todos los habitantes de Dantzig recibieron el bautismo de sus manos. Para atraerlos más fácilmente se vistió como las gentes de aquella tierra, adoptó su manera de vivir y aprendió su lengua. "Haciéndonos semejantes a ellos-decía-, cohabitando en sus mismas casas, asistiendo a sus banquetes, ganando el sustento con nuestras manos y dejando crecer, como ellos, nuestra barba y nuestra cabellera, los ganaremos mejor para Cristo."
Los infieles se alarmaron y le persiguieron de pueblo en pueblo. Sitiado en una casa por una tribu de salvajes, les decía desde la puerta: "Yo soy el monje Adalberto, vuestro apóstol. Por vosotros he venido aquí, para que dejéis esos ídolos mudos y conozcáis a vuestro Creador, y creyendo en Él tengáis la verdadera vida." Nadie se atrevió a tocarle entonces; pero algo más tarde un sacerdote de los ídolos le atravesó con una lanza mientras rezaba el breviario. Adalberto pudo sostenerse un instante de rodillas para orar por sus asesinos. Al caer exánime, una sonrisa de felicidad se posaba por primera vez en sus labios. Su alma, inundada de gloria, volaba hacia Dios, descifrado ya el capital enigma que tantas veces le ensombreciera. Habíase cumplido la promesa del Salvador: "Vuestra tristeza se convertirá en gozo, y vuestro gozo nadie os lo podrá arrebatar."
Por: . | Fuente: Franciscanos.net
Martirologio Romano: En Perusa, en la Umbría, beato Egidio de Asís, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, que, siendo compañero de san Francisco, mostró una fe intrépida y una gran simplicidad en sus peregrinaciones († 1262).
Etimológicamente: Egidio = Hijo de Egeo, es de origen griego.
Breve Biografía
Entre los primeros compañeros de San Francisco está el Beato Egido ( o Gil) de Asís, el cual respaldó su petición de hacerse Hermano Menor cediendo inmediatamente su propio manto cuando al convento de los hermanos llegó un pobre a pedir alguna cosa.
Sencillo, humilde, iletrado, sabía sin embargo impulsar a todos al amor de Dios y expresar dichos llenos de seráfica doctrina. La mayor parte de su vida se caracterizó por peregrinaciones: a Santiago de Compostela, al Monte Gargano (Santuario de San Miguel Arcángel), a Tierra Santa y más tarde al Africa. Ocupaba el tiempo de permanencia y sus esperas forzosas y se ganaba la caridad de las gentes con sus trabajos manuales. Hacía de todo: cargaba agua, recogía nueces o leña, nunca ocioso, siempre en silencio con Dios, con quien hablaba en la oración y en la contemplación, única fuente de su sabiduría cristiana. Así vino a ser el ejemplar de la vida franciscana primitiva, cuyo claustro es el mundo, su ocupación cualquier trabajo honesto y humilde, y su delicia estar con Dios en las noches silenciosas.
El día de San Jorge, el 23 de abril de 1209, Gil después de escuchar la Misa en Asís, bajó a la Porciúncula con la intención de dirigirse a San Francisco. Lo encontró saliendo de un bosquecillo y se le echó a los pies. «¿Qué quieres?», le preguntó Francisco. «Quiero quedarme contigo», respondió Gil. Y se quedó. Francisco lo declaró de inmediato «caballero de la mesa redonda» y en su compañía partió para la Marca de Ancona. A lo largo del camino fray Gil alababa a Dios y lleno de gratitud se postraba en tierra y besaba la hierba, las flores y las piedras. Cuando san Francisco predicaba él permanecía estático y decía a los demás: «Escúchenlo, porque habla maravillosamente». Fuera del tiempo necesario para la oración y la lectura del breviario, Gil trabajaba continuamente y como pago sólo recibía lo estrictamente necesario para la vida. Son célebres sus dichos llenos de sabiduría religiosa y de espíritu práctico. Una vez amonestó a un predicador parlanchín, gritándole detrás: «Bao, bao, bao, hablo mucho, poco hago». Con frecuencia su sabiduría era bondadosamente irónica, como cuando un hermano dijo que había soñado en el infierno y no había visto allí ningún hermano menor, le respondió: «Seguramente no bajaste hasta el fondo!». Ante uno que hablaba mucho sin pensar, dijo: «Pienso que uno debería tener el cuello largo como la grulla; así la palabra tendría que pasar por muchos nudos antes de subir a la boca!».
Entre 1215 y 1219 estuvo como ermitaño en las afueras de Asís. Entre 1219 y 1220 estuvo como misionero en Túnez, del 23 de junio de 1225 al 31 de enero de 1226, vivió en Rieti, en casa del cardenal Niccoló, deseoso de gozar de sus conversaciones espirituales.
Fray Gil era un contemplativo, un místico, que entraba en éxtasis con sólo oír mencionar el paraíso. San Francisco y San Buenaventura tuvieron para con él una gran admiración. Más tarde, muerto ya San Francisco, su vida transcurrió en los eremitorios de la Umbría, sobre todo en el de Monterípido, donde murió muy anciano el 23 de abril de 1262. Cercano a la muerte, cuando las autoridades de Perusa enviaron gente armada a custodiarlo, les envió recado para asegurarles que nunca las campanas de Perusa resonarían por su canonización ni por milagro alguno suyo.
Llamado Beato por la voz del pueblo, la Iglesia le confirmó este título por medio de Pío VI el 4 de julio de 1777.
Martirologio Romano: En Constantinopla, nacimiento para el cielo de san Agapito I, papa, que trabajó enérgicamente para que los obispos fuesen elegidos libremente por el clero de la ciudad y se respetase la dignidad de la Iglesia. Enviado a Constantinopla por Teodorico, rey de los ostrogodos, ante el emperador Justiniano confesó la fe ortodoxa, ordenó a Menas como obispo de aquella ciudad y descansó en paz (536).
Etimológicamente: Agapito = Aquel que es amable, es de origen griego.
Breve Biografía
Papa del 535 al 536.
Su fecha de nacimiento es incierta; murió el 22 de abril del 536.
Fue hijo de Gordianus, un sacerdote Romano que había sido liquidado durante los disturbios en los días del Papa Symmachus.
Su primer acto oficial fue quemar en presencia de la asamblea del clero, el anatema que Bonifacio II había pronunciado en contra de Dioscurus, su último rival, ordenando fuera preservado en los archivos Romanos.
El confirmó el decreto del concilio sostenido en Cartago, después de la liberación de África, de la yunta de Vándalo, según los convertidos del Arrianismo, fueron declarados inelegibles a las Santas Ordenes y aquellos ya ordenados, fueron admitidos meramente para dar la comunión.
Aceptó una apelación de Contumeliosus, Obispo de Riez, a quien un concilio en Marsella había condenado por inmoralidad, ordenando a San Caesarius de Aries otorgar al acusado un nuevo juicio ante los delegados papales. Mientras tanto, Belisarius, después de la sencilla conquista de Sicilia, se preparaba para una invasión de Italia.
El rey Gótico, Theodehad, como último recurso, mendigó al viejo pontífice proceder a Constantinopla y traer su influencia para lidiar con el Emperador Justiniano.
Para pagar los costos de la embajada, Agapito se vio obligado a prometer las naves sagradas de la Iglesia de Roma.
Se embarcó en pleno invierno con cinco obispos y un séquito imponente. En febrero del 536, apareció en la capital del Este y fue recibido con todos los honores que convienen a la cabeza de la Iglesia Católica.
Como él había previsto sin duda, el objeto aparente de su visita fue condenado al fracaso. Justiniano no podría ser desviado de su resolución para restablecer los derechos del Imperio en Italia. Pero desde el punto de vista eclesiástico, la visita del Papa a Constantinopla marcó un triunfo escasamente menos memorable que las campañas de Belisario.
El entonces ocupante de la Sede Bizantino era un cierto Anthimus, quien sin la autoridad de los cánones había dejado su sede episcopal en Trebizond, para unir el cripto-Monophysites que, en unión con la Emperatriz Teodora, intrigaban para socavar la autoridad del Concilio de Calcedonia.
Contra las protestas del ortodoxo, la Emperatriz finalmente sentó a Anthimus en la silla patriarcal.
No bien hubo llegado el Papa, la mayoría prominente del clero mostró cargos en contra del nuevo patriarca, como un intruso y un herético. Agapito le ordenó hacer una profesión escrita de la fe y volver a su sede abandonada; sobre su negativa, rechazó tener cualquier relación con él.
Esto enfadó al Emperador, que había sido engañado por su esposa en cuanto a la ortodoxia de su favorito, llegando al punto de amenazar al Papa con el destierro. Agapito contestó con el espíritu: "Con anhelo ansioso vengo a mirar hacia el Emperador Cristiano Justiniano. En su lugar encuentro a un Dioclesiano, cuyas amenazas, sin embargo, no me aterrorizan." Este atrevido idioma hizo que Justiniano tomara una pausa; siendo convencido finalmente de que Anthimus era poco sólido en la fe, no hizo ninguna objeción al Papa en ejercitar la plenitud de sus poderes a deponer y suspender al intruso, y, por primera vez en la historia de la Iglesia, consagrar personalmente a su sucesor legalmente elegido, Mennas.
Este memorable ejercicio de la prerrogativa papal no se olvidó pronto por los Orientales, que, junto con los Latinos, lo veneran como un santo.
Para purificarlo de cualquier sospecha de ayudar a la herejía, Justiniano entregó al Papa una confesión escrita de la fe, que el último aceptó con la juiciosa cláusula, "aunque no pudiera admitir en un laico el derecho de enseñar la religión, observaron con placer que el afán del Emperador estaba en perfecto acuerdo con las decisiones de los Padres".
Poco después Agapito cayó enfermo y murió, después de un glorioso reinado de diez meses. Sus restos fueron introducidos en un ataúd y dirigidos a Roma, siendo depositados en San Pedro.
Etimológicamente: Cayo = Aquel que es señor, es de origen latino.
Sobrino del emperador romano Diocleciano, este parentesco le permitió trasladarse a Roma bajo la protección imperial, donde la tradición dice que residió en una casa lindante con la de su hermano San Gabino y la hija de este, la virgen romana Santa Susana.
Aprovechando que su pontificado se desarrolló en un período libre de persecuciones, Cayo dedicó sus esfuerzos a delimitar las instituciones de la Iglesia y así apoyó el desarrollo de las escuelas de Alejandría y Antioquia. Asimismo estableció que nadie podía ser nombrado obispo sin antes haber pasado por los grados de ostiario, lector, acólito, exorcista, subdiácono, diácono y sacerdote.
Murió poco antes de desatarse la última y más terrible persecución que habría de abatirse contra los cristianos. Aunque San Cayo no murió como mártir, posiblemente dado su parentesco con el emperador, si parece ser que sufrió grandes hostilidades por parte de los oficiales romanos.
Falleció el 22 de abril del año 296.
Por: P. Felipe Santos |
Etimológicamente: Oportuna = Aquella que nos conduce al puerto, es de origen latino
Su hermano era el santo Crodegan, obispo de Sées.
Cuando ella llegó a su juventud, pensó que lo fundamental para vivir de acuerdo con su proyecto de vida, lo mejor -repetía- era consagrarse a Dios.
Se lo comunicó a su hermano porque quería que fuera él quien le impusiera el velo de vírgenes.
Ya en el convento brilló por su bondad y fervor.
Las hermanas religiosas la eligieron pronto su abadesa o superiora.
A los pocos meses hizo dos milagros que dejaron a todos alucinados. Uno fue con un campesino que había robado el burro del convento. No quería soltarlo porque decía que lo había comprado y pagado.
Oportuna se puso a rezar. Al día siguiente, el ladrón vio su prado recubierto de un tapiz blanco, es decir, infértil para mucho tiempo.
Esto le hizo recapacitar. Entonces devolvió el burro, y además les regaló el prado. Desde entonces se llama el Prado sucio.
El mismo año, una bandada de pájaros invadió el país y se comieron todos los cereales y frutales. Oportuna les hizo ver que iban a caer prisioneros. Al verlos, les reprochó su mala conducta y los dejó irse. Pero en lugar de salir, volaron a su alrededor durante un tiempo y cantando su arrepentimiento. Todos los destrozos que habían causado, se repusieron en seguida.
Murió triste ante la muerte trágica de su hermano, asesinado por un primo que quería sucederle como obispo. Ella murió trece días después.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
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