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Martirologio Romano (1956): En Campania, Italia, San Benito, monje, que, encerrado por los Godos en un horno encendido, al día siguiente fue hallado ileso. ( c.550)
Cuyos soldados intentaron sin éxito antes de que se queme en su celda, luego en un horno de fuego. Por un milagro, fue preservado de la muerte y salió del horno sin daño, al día siguiente.
Vivió en tiempo de San Benito de Nursia, a quien personalmente conoció. Parece que el santo murió naturalmente en 543 o 550 y es probable que quizás se le identifique con un San Benito, cuyas reliquias se veneran en LavelIo, diócesis de Venosa, a quien también se conmemora en este día.
Los Diálogos de San Gregorio el Grande (vol. III c. 18) son aquí nuestra única autoridad.
Martirologio Romano: En Roma, Italia, beato Álvaro del Portillo y Diez de Sollano, español, obispo y prelado de la Prelatura Personal de la Santa Cruz y del Opus Dei. († 1994)
Fecha de beatificación: 27 de septiembre de 2014, durante el pontificado de S.S. Francisco.
Nota: El Martirologio Romano lo recuerda el 23 de marzo. Su fiesta litúrgica fue fijada para ser celebrada cada 12 de mayo.
Breve Biografía
Hijo de Clementina Diez de Sollano (mexicana) y de Ramón del Portillo y Pardo (español), Álvaro del Portillo nació en Madrid el 11 de marzo de 1914. Era el tercero de ocho hermanos.
Después de cursar el bachillerato en el Colegio El Pilar (Madrid), ingresó en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, en la que terminó sus estudios en 1941. Posteriormente trabajó en diversas entidades oficiales con competencia en materia hidrográfica. A la vez, estudió Filosofía y Letras (Sección de Historia) y se doctoró en 1944 con la tesis Descubrimientos y exploraciones en las costas de California.
En 1935 se incorporó al Opus Dei, institución de la Iglesia Católica que había sido fundada siete años antes por san Josemaría Escrivá de Balaguer. Recibió directamente del fundador la formación y el espíritu propios de aquel nuevo camino en la Iglesia. Desarrolló una amplia labor de evangelización entre sus compañeros de estudio y trabajo, y desde 1939 realizó numerosos viajes apostólicos por diferentes ciudades de España.
El 25 de junio de 1944 fue ordenado sacerdote por el obispo de Madrid, Mons. Leopoldo Eijo y Garay, junto con José María Hernández Garnica y José Luis Múzquiz: son los tres primeros sacerdotes del Opus Dei, después del fundador.
En 1946 se trasladó a Roma, pocos meses antes de que fijara allí su residencia san Josemaría, con el que convivió también en los años siguientes. Se trata de un periodo crucial para el Opus Dei, que recibe entonces las primeras aprobaciones jurídicas de la Santa Sede. Para Mons. del Portillo empieza también una época decisiva en la que, entre otras cosas, realizará —con su actividad intelectual junto a san Josemaría y con su trabajo en la Santa Sede— una honda reflexión sobre el papel y la responsabilidad de los fieles laicos en la misión de la Iglesia, a través del trabajo profesional y las relaciones sociales y familiares. “En un hospital —escribirá años más tarde, para ejemplificar esta realidad— la Iglesia no está solo presente por el capellán: también actúa a través de los fieles que, como médicos o enfermeros, procuran prestar un buen servicio profesional y una delicada atención humana a los pacientes; en un barrio, el templo será siempre un punto de referencia indispensable: pero el único modo de llegar a los que no lo frecuentan será a través de otras familias”.
Entre 1947 y 1950 empujó la expansión apostólica del Opus Dei en Roma, Milán, Nápoles, Palermo y otras ciudades italianas. Promovió actividades de formación cristiana y atendió sacerdotalmente a numerosas personas. De la huella que su labor ha dejado en Italia hablan hoy las numerosas calles y plazas que se le han dedicado en distintos núcleos urbanos del país.
El 29 de junio de 1948, el fundador del Opus Dei erigió en Roma el Collegio Romano della Santa Croce, centro internacional de formación del que Álvaro del Portillo fue primer rector y en el que enseñó teología moral (1948-1953). En ese mismo año (1948) obtuvo el doctorado en Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de Santo Tomás.
Durante sus años en Roma, los diversos Papas que se suceden (desde Pío XII hasta Juan Pablo II) le llamaron a desempeñar numerosos encargos, como miembro o consultor de 13 organismos de la Santa Sede.
Participó activamente en el Concilio Vaticano II. Juan XXIII le nombró consultor de la Sagrada Congregación del Concilio (1959-66). En las etapas previas al Vaticano II, fue presidente de la Comisión para el Laicado. Ya en el curso del Concilio (1962-65) fue secretario de la Comisión sobre la Disciplina del Clero y del Pueblo Cristiano. Terminado este evento eclesial, Pablo VI le nombró consultor de la Comisión postconciliar sobre los Obispos y el Régimen de las Diócesis (1966). Fue también, durante muchos años, consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
La vida de Álvaro del Portillo está estrechamente unida a la del fundador. Permaneció siempre a su lado hasta el mismo momento de su muerte, el 26 de junio de 1975, colaborando con san Josemaría en las tareas de evangelización y de gobierno pastoral. Con él viajó a numerosos países para disponer y orientar los diversos apostolados del Opus Dei. “Al advertir su presencia amable y discreta al lado de la dinámica figura de Mons. Escrivá, me venía al pensamiento la modestia de san José”, escribirá a su muerte un agustino irlandés, el Padre John O´Connor.
El 15 de septiembre de 1975, en el congreso general convocado tras el fallecimiento del fundador, don Álvaro del Portillo fue elegido para sucederle al frente del Opus Dei. El 28 de noviembre de 1982, cuando el beato Juan Pablo II erigió el Opus Dei en prelatura personal, le designó Prelado de la nueva prelatura. Ocho años después, el 7 de diciembre de 1990, le nombró obispo y, el 6 de enero de 1991, le confirió la ordenación episcopal en la basílica de San Pedro.
A lo largo de los años en que estuvo al frente del Opus Dei, Mons. Álvaro del Portillo promovió el comienzo de la actividad de la prelatura en 20 nuevos países. En sus viajes pastorales, que le llevaron a los cinco continentes, habló a miles de personas de amor a la Iglesia y al Papa, y predicó con persuasiva simpatía el mensaje cristiano de san Josemaría acerca de la santidad en la vida ordinaria.
Como Prelado del Opus Dei, Mons. Álvaro del Portillo estimuló la puesta en marcha de numerosas iniciativas sociales y educativas. El Centre Hospitalier Monkole (Kinshasa, Congo), el Center for Industrial Technology and Enterprise (CITE, en Cebú, Filipinas) y la Niger Foundation (Enugu, Nigeria) son ejemplos de instituciones de desarrollo social llevadas a cabo por fieles del Opus Dei, junto a otras personas, bajo el impulso directo de monseñor del Portillo.
Asimismo, la Universidad Pontificia de la Santa Cruz (desde 1985) y el seminario internacional Sedes Sapientiae (desde 1990), ambos en Roma, así como el Colegio Eclesiástico Internacional Bidasoa (Pamplona, España), han formado para las diócesis a miles de candidatos al sacerdocio enviados por obispos de todo el mundo. Son una muestra de la preocupación de monseñor del Portillo por el papel del sacerdote en el mundo actual, tema al que dedicó buena parte de sus energías, como se puso de manifiesto en los años del Concilio Vaticano II. “El sacerdocio no es una carrera —escribió en 1986— sino una entrega generosa, plena, sin cálculos ni limitaciones, para ser sembradores de paz y de alegría en el mundo, y para abrir las puertas del Cielo a quienes se beneficien de ese servicio y ministerio”.
Mons. Álvaro del Portillo falleció en Roma en la madrugada del 23 de marzo de 1994, pocas horas después de regresar de una peregrinación a Tierra Santa. La víspera, el 22 de marzo, había celebrado su última misa en la iglesia del Cenáculo de Jerusalén.
Álvaro del Portillo es autor de publicaciones sobre materias teológicas, canónicas y pastorales: Fieles y laicos en la Iglesia (1969), Escritos sobre el sacerdocio (1970) y numerosos textos dispersos, gran parte de ellos recogidos póstumamente en el volumen Rendere amabile la Verità. Raccolta di scritti di Mons. Álvaro del Portillo, publicado en 1995 por la Libreria Editrice Vaticana. En 1992 se publicó el volumen Intervista sul Fondatore dell´Opus Dei, fruto de sus conversaciones con el periodista italiano Cesare Cavalleri, sobre la figura de san Josemaría Escrivá, que ha sido traducido a varias lenguas.
Tras su muerte en 1994, miles de personas han testimoniado por escrito su recuerdo de monseñor Álvaro del Portillo: su bondad, el calor de su sonrisa, su humildad, su audacia sobrenatural, la paz interior que su palabra les comunicaba.
El milagro de la beatificación
La Santa Sede reconoció como milagrosa la recuperación del niño José Ignacio Ureta Wilson tras un paro cardíaco de más de media hora, acaecido el 2 de agosto de 2003.
José Ignacio nació el 10 de julio de 2003 en Santiago de Chile con un cuadro clínico grave, en el que destacaban un onfalocele –una hernia a nivel umbilical que contenía el hígado y otras vísceras abdominales– y una “tetralogía de Fallot” (una combinación de cuatro defectos cardíacos que comporta la mezcla de sangre oxigenada con la que no lleva oxígeno).
Dos días después del nacimiento, fue operado del onfalocele. Durante la intervención quirúrgica tuvo un primer paro cardíaco por hipotermia. Entre el 19 y el 25 de julio tuvo tres crisis anoxémicas (falta de oxígeno en la sangre): una el 19, por retracción o atelectasia del pulmón izquierdo; y dos el 25, por un problema idéntico en parte del pulmón derecho. Estos eventos tuvieron consecuencias graves en la región cerebral: una ecografía del 28 de julio muestra lesiones hipóxico-isquémicas (es decir, falta de oxigenación por circulación sanguínea insuficiente) en el cerebro. Al cabo de poco, el cuadro empeoró: en la noche del 29 al 30 de julio, José Ignacio tuvo una crisis epiléptica.
Los médicos decidieron entonces realizar una intervención cardio-quirúrgica paliativa que consistía en aplicarle el llamado “shunt de Blalock-Taussig”. Esta operación tuvo lugar el mismo 30 de julio.
El 2 de agosto, alrededor de la una de la tarde, se presentó una insuficiencia cardíaca aguda, manifestada por un ritmo cardíaco muy lento e hipotensión. A las dos se repitió una crisis similar y se diagnosticó un taponamiento cardíaco masivo: se había producido una acumulación de sangre alrededor del corazón que dificultaba los latidos. A pesar del tratamiento que se le aplicó, la situación continuó deteriorándose gradualmente, y alrededor de las 15:30 se produjo un paro cardíaco que duró entre 30 y 45 minutos.
Enseguida los médicos comenzaron las maniobras de reanimación: masaje cardíaco, punciones evacuadoras de la sangre acumulada en el pericardio y repetidas transfusiones de sangre. Las punciones no dieron ningún resultado, pues el derrame se reproducía continuamente, lo que daba lugar a un empeoramiento de la situación. La hemorragia superó los 140 mililitros, cantidad que se estima superior al volumen total de sangre de José Ignacio.
Después de 30-45 minutos de esfuerzos inútiles, los médicos —como se hace habitualmente— redujeron el ritmo de las maniobras de ventilación manual y de masaje cardíaco, pues pensaban que el bebé estaba muerto. En ese momento, sin ningún tratamiento adicional y de modo totalmente inesperado, el corazón del recién nacido comenzó a latir de nuevo, hasta alcanzar en seguida un ritmo de 130 pulsaciones por minuto.
Después de un paro cardíaco tan prolongado, el cerebro del paciente –ya afectado por graves daños vasculares en los primeros días de vida– habría tenido que experimentar un nuevo daño, mucho más serio que el descubierto por la ecografía del 28 de julio. Sin embargo, esto no ocurrió.
Las condiciones de José Ignacio fueron mejorando en los días siguientes y, el 3 de septiembre de 2003, fue dado de alta. Actualmente, diez años después, hace vida completamente normal.
Los padres de José Ignacio habían rezado por su hijo a través de la intercesión del Venerable Siervo de Dios Álvaro del Portillo ya desde el embarazo, que presentó numerosas dificultades. Por algún tiempo, la madre llevó sobre el vientre una estampa de don Álvaro. Después puso también una estampa sobre la cuna del niño y pidió a sus amigas que encomendaran la salud de José Ignacio a Mons. del Portillo.
El 2 de agosto, durante el prolongado paro cardíaco, los padres pidieron con gran fe la curación de su hijo, recitando la estampa de don Álvaro sin cesar. Al referirse a aquellos momentos, la madre de José Ignacio ha afirmado: “Supongo que mientras lo reanimaban y yo rezaba, eso fue coincidente con el tiempo de la mejoría. Yo diría que hubo un paralelo. (…) Yo nunca dejé de pensar que podía ser un milagro”.
El 5 de julio de 2013 el Papa Francisco firmó el decreto en el cual se reconoce un milagro obtenido por su intercesión.
ORACIÓN
Dios Padre misericordioso,
que concediste a tu siervo Álvaro, Obispo,
la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio a la Iglesia
y fidelísimo hijo y sucesor de San Josemaría, Fundador del Opus Dei:
haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana,
convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte
y de servir al Reino de Jesucristo;
dígnate glorificar a tu siervo Álvaro,
y concédeme por su intercesión el favor que te pido... (pídase).
Así sea.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
Por: . | Fuente: pasion.mforos.com
Fecha de beatificación: 27 de septiembre de 1992 por el Papa Juan Pablo II.
En 1641, durante la rebelión contra los ingleses, se prodigó para hospedar a los sin techo y para frenar la ola de violencias, salvando a muchas personas, incluso protestantes, de los tumultos. Al año siguiente es arrestado y llevado a Dublín, donde se le ofrece la libertad y la vida si se pasa al anglicanismo.
Al negarse fue condenado a muerte en la horca, la sentencia se lleva a efecto en un parque situado en el centro de Dublín llamado St. Stephen´s Grenn el 23 de marzo de 1642. A la hora de morir recordó que él era inocente, que había auxiliado a muchos protestantes y que su muerte se debía solamente a su fe católica. Y en prueba de ello exhibió una carta en la que el gobernador le ofrecía la vida si renunciaba a su fe.
Si usted tiene información relevante para la canonización del Beato Pedro, escriba a:
Irish Bishops Conference
Saint Patricks College
Maynooth, County Kildare, IRLANDA
Por: . | Fuente: www.ocarm.org || Zenit.org
Martirologio Romano: En la provincia de Córdoba, Andalucía, España, Beato Carmelo María (Críspulo Moyano Linares) y 9 compañeros de la Orden Carmelita, asesinados por odio a la fe. († 1936)
Fecha de beatificación: 27 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.
Breve Biografía
La persecución contra la Iglesia había comenzado hacía varios años, luego de la proclamación de España en el régimen republicano en 1931. Sin embargo, el odio contra la Iglesia se desencadenó de manera más fuerte a raíz del 18 de julio de 1936, con el comienzo de la guerra civil. Hubo numerosos incendios a conventos, destrucciones de imágenes sagradas, calumnias contra religiosos y persecuciones.
En Córdoba (Andalucía) la persecución fue breve pero muy sanguinaria. Allí se encontraban los carmelitas, que vivían en los conventos de Motoro e Hinojosa del Duque. Su trabajo era netamente pastoral y no tenían nada que ver con asuntos políticos. No obstante, los republicanos los consideraban un obstáculo para los planes futuros.
Los cuatro mártires de Montoro (Córdoba)
Había existido en esta antiquísima ciudad cordobesa un convento de carmelitas descalzos dedicado a S. Juan de la Cruz; fue suprimido por la ley de la exclaustración general de 1836. Con fecha del 24 de marzo de 1934 fundan nuestros padres un Colegio en el centro mismo de la población a la vez que se hacían cargo de las parroquias de S. Bartolomé y la del Carmen, iglesia del extinguido convento descalzo. En julio de 1936 formaban la comunidad el P. José Mateos Carballido, prior; el P. Eliseo Durán Cintas; fray Jaime Carretero, diácono; fray Romeo Perea, corista, y los Hermanos fray Franco Jiménez y fray Ramón Pérez Sousa. Tanto fray Romeo como fray Franco supieron sortear el peligro y huyeron a tiempo.
El joven prior no ocultó la grave situación en la que se encontraban. "Señores, estamos por presentarnos delante del Tribunal de Dios, ¡preparémonos!". Así habló a sus hermanos de comunidad y dejó a cada cual que optara por cuanto considerara más prudente. Los tres clérigos y el Hno. Fray Ramón permanecieron en sus puestos; estos cuatro religiosos permanecieron toda aquella noche del 19 al 20 en oración ante el Santísimo Sacramento. Lo mismo hicieron la noche siguiente. En la madrugada del día 21 la chusma entró en el convento encontrando a los cuatro carmelitas en la capilla de rodillas y con los brazos en cruz .
Fueron conducidos los cuatro hasta la cárcel que estaba situada en El Charco, parte del antiguo convento carmelita. El espectáculo humano era aterrador: allí se concentraban un total de 60 detenidos cuyo único delito era el de ser cristianos. ¡Vamos a matarlos a todos!, fue la consigna. Al abrir las puertas de la cárcel los detenidos formaban un compacto grupo, como buscando la mutua protección; en primera fila estaban nuestros carmelitas una vez más de rodillas y con los brazos en cruz, cuadro patético comparable a los Fusilamientos de Goya. Los primeros en caer fueron los frailes, bañados en su propia sangre.
Masacre en Hinojosa del Duque (Córdoba)
Era la de Hinojosa del Duque (Córdoba) Casa Provincial de la Bética y Seminario Menor donde habitualmente residían más de veinte religiosos, amén de unos cincuenta marianitos. Afortunadamente todos estaban de vacaciones. El 18 de julio supuso un paseo triunfal para la benemérita, pero la represalia no se dejó esperar ocho días más tarde. A las primeras horas del día 27 llegaron nada menos que “cuarenta hombres en camiones blindados, con sus cargas de milicianos y material de guerra” que iban a sembrar de terror y espanto en el pacífico y religioso pueblo hinojoseño. A varios sacerdotes y detenidos los condujeron a Pueblo Nuevo donde se hallaba el alto mando; entre éstos iba el joven granadino P. José González Delgado, Maestro de seminaristas. Fue el protomártir de aquellos carmelitas andaluces.
El P. Luis Mª Llop, bajo el seudónimo de Azael, es quien publica el escalofriante relato del martirio y el diálogo previo al asesinato tal como un testigo presencial se lo escribe. Fue sacado como espectáculo público a la plaza de Pueblo Nuevo para hacerle el llamado Comité Revolucionario un juicio; al negarse a dar vivas al Comunismo y gritar en cambio un "¡Viva Cristo Rey!", fue inmediatamente fusilado."¡Muy bien, querido hermano! ¡Así se vive y así se muere!", escribió el P. Benítez.
El día 14 de agosto fue el señalado para el asalto definitivo al convento de Hinojosa; era portero del convento el Hno. Fray Antonio Martín Povea; al sonar la campanilla abrió la puerta y entró la chusma que, sin fijarse en quien les abría, salió a la caza de fray José Ruiz por allí pasaba a quien hirieron gravemente. Luego volvieron por fray Antonio Martín a quien, maniatado por la espalda, le hicieron recorrer todo el convento en busca del "dinero y de las armas que los frailes tenían escondidos". Ya en el claustro alto, junto a la puerta del coro, hallaron a fray Pedro Velasco y allí mismo los acribillaron.
Consumado el doble crimen, prendieron fuego a la iglesia del Carmen. Fray José Ruiz, malherido, fue llevado a la prisión junto con fray Eliseo Camargo. En la madrugada del 18 de agosto seleccionaron a 18 católicos y los condujeron a «La Cruz de la Media Legua» donde los asesinaron. Fray José fue el último en morir, habiendo de presenciar el patético espectáculo.
Finalmente nos encontramos con la muerte del P. Carmelo Moyano Linares. Había nacido en la ciudad cordobesa de Villaralto el 10 de junio de 1891 y profesó en la Orden del Carmen el 15 de agosto de 1908. Se doctoró en Roma y allí fue ordenado de sacerdote el 6 de junio de 1914. De frágil contextura física, era todo un talento al que se unía la bondad natural y la piedad, dotes que nos recuerdan mucho al beato Tito Brandsma.
El 16 de agosto de 1936 fue hecho prisionero y aquí empezó todo un itinerario de ignominias y sufrimientos, sometiéndole a un inhumano trato. Todo acabó el 23 de septiembre. De madrugada y maniatado, fue conducido junto a una veintena más de prisioneros a un lugar llamado «La Dehesa»; entre el ruido macabro de los disparos a quema ropa allí se mezclaron los vivas entusiastas a Cristo Rey.
S.S. Benedicto XVI firmó el 1 de julio de 2010 el decreto con el cual se reconoce el martirio de este grupo de mártires, lo cual permitirá su próxima beatificación que se realizará, Dios mediante, el 27 de octubre de 2013.
Este grupo de mártires está integrado por:
1. JOSÉ MARÍA MATEOS CARBALLIDO, sacerdote profeso, Carmelita
nacimiento: 19 Marzo 1902 en Encinasola, Huelva (España)
martirio: 22 Julio 1936 en Montoro, Córdoba (España)
2. JUAN DURÁN CINTAS (ELISEO MARÍA), sacerdote profeso, Carmelita
nacimiento: 25 Noviembre 1906 en Hornachuelos, Córdoba (España)
martirio: 22 Julio 1936 en Montoro, Córdoba (España)
3. RAMÓN MARÍA PÉREZ SOUSA, religioso profeso, Carmelita
nacimiento: 01 Agosto 1903 en Feás de Guinzo de Limia, Orense (España)
martirio: 22 Julio 1936 en Montoro, Córdoba (España)
4. JAIME MARÍA CARRETERO ROJAS, clérigo profeso, Carmelita
nacimiento: 27 Abril 1911 en Villaviciosa, Córdoba (España)
martirio: 22 Julio 1936 en Montoro, Córdoba (España)
5. JOSÉ MARÍA GONZÁLEZ DELGADO, sacerdote profeso, Carmelita
nacimiento: 26 Febrero 1908 en Gabia Grande, Granada (España)
martirio: 27 Julio 1936 en Pueblo Nuevo, Córdoba (España)
6. PEDRO VELASCO NARBONA, postulante, Carmelita
nacimiento: 12 Octubre 1892 en Minas de Río Tinto, Huelva (España)
martirio: 14 Agosto 1936 en Hinojosa del Duque, Córdoba (España)
7. ANTONIO MARÍA MARTÍN POVEA, religioso profeso, Carmelita
nacimiento: 27 Noviembre 1887 en El Saucejo, Sevilla (España)
martirio: 14 Agosto 1936 en Hinojosa del Duque, Córdoba (España)
8. ELISEO MARÍA CAMARGO MONTES, religioso profeso, Carmelita
nacimiento: 04 June 1887 en Osuna, Sevilla (España)
martirio: 18 Agosto 1936 en Belalcázar, Córdoba (España)
9. JOSÉ MARÍA RUIZ CARDEÑOSA, religioso profeso, Carmelita
nacimiento: 26 Julio 1902 en Osuna, Sevilla (España)
martirio: 18 Agosto 1936 en Belalcázar, Córdoba (España)
10. CRISPULO MOYANO LINARES (CARMELO MARÍA), sacerdote profeso, Carmelita
nacimiento: 10 Junio 1891 en Villaralto, Córdoba (España)
martirio: 23 Septiembre 1936 en Hinojosa del Duque, Córdoba (España)
Por: . | Fuente: misa_tridentina.t35.com
En 360, los arrianos radicales obtuvieron el dominio y no solamente depusieron al obispo semi-arriano, sino que ordenaron la degradación de san Basilio, al que prohibieron asistir a las asambleas religiosas. Sin embargo, desobedeciendo sus órdenes y apoyado por sus fieles, el santo ganó para su causa a muchos que habían sido engañados y defendió audazmente la fe, ante el mismo Constancio.
Cuando Juliano el Apóstota llegó al trono, la persecución abierta cesó temporalmente, pues el emperador confiaba en emplear métodos más sutiles para combatir a los cristianos y minar su fe. En algunos casos, sin embargo, se impacientó y permitió, aunque no exigió, el castigo de conocidos dirigentes cristianos. Basilio, quien continuaba sus esfuerzos contra la política imperial en Ancira, fue arrestado y acusado de sedición, de destrucción de aliares, de incitación al pueblo contra los dioses y de hablar irreverentemente contra el emperador y su religión.
Basilio hizo una valiente confesión y, tras de haber sido colgado por las muñecas, con pesas en los pies, se ordenó que desgarrasen sus carnes con garfios y fue arrojado en prisión y finalmente muerto. Este presbítero mártir no debe confundirse con su oponente, el más conocido obispo de Ancira.
Por: . | Fuente: misa_tridentina.t35.com
No hay que prestar atención a la leyenda que ha identificado a san Pablo de Narbona con aquel Sergio Paulo que fue precónsul en Chipre, cuando el Apóstol san Pablo resistió al mago Elimas (Hech 13,7).
Por: . | Fuente: Vatican.va
Martirologio Romano: En Ronco Scrivia, de la Liguria, santa Benita Cambiagio Frassinello, que, de acuerdo con su marido, espontáneamente renunció a la vida conyugal y fundó el Instituto de Hermanas Benedictinas de la Providencia, para la instrucción cristiana de jóvenes pobres y abandonadas († 1858).
Fecha de canonización: 19 de mayo de 2002 por S.S. Juan Pablo II
Breve Biografía
En Benita Cambiagio Frassinello, la Iglesia nos muestra un ejemplo de Santa que fue esposa, madre, religiosa y fundadora.
Ella se dejó conducir por el Espíritu Santo a través de la experiencia matrimonial, de educadora y de consagrada, hasta llegar a fundar un Instituto que, caso único en la hagiografía cristiana, guió con la colaboración generosa y discreta de su marido.
Benita Cambiagio Frassinello nació en Langasco (Génova), el 2 de octubre de 1791. Hija de José y Francisca Ghiglione, y fue bautizada dos días después. Durante su adolescencia su familia se traslada a Pavía.
Juventud
Recibe de sus padres una profunda educación cristiana que radica en ella los principios de la fe y plasma su carácter volitivo y perseverante.
Hacia los 20 años vive una fuerte experiencia interior que acrecienta en ella el amor a la oración y a la penitencia y, en modo especial, el deseo de abandonarlo todo para consagrarse enteramente a Dios.
No obstante, se casa el día 7 de febrero de 1816 con Juan Bautista Frassinello, un joven ligur que había inmigrado con su familia a Vigevano.
Esposa – hermana ejemplar
El camino de Benita en búsqueda de la voluntad de Dios es bastante arduo y difícil; se ve empujada por un impulso interior hacia la vida de virginidad, cultivado desde su adolescencia. Vive dos años casada, después de los cuales tiene la alegría de realizar, en ese estado, el aspecto profundo y sublime de la virginidad espiritual. De común acuerdo con su marido, que atraído por la santidad de Benita abraza este ideal, vive a su lado como hermana. Juntos se ocupan, con gran dedicación, de la hermana María, gravemente enferma de cáncer intestinal, alojada en su casa.
Benita y Juan experimentan una maternidad y una paternidad espirituales sobrenaturales, en la fidelidad al amor esponsal sublimado.
En 1825, cuando muere María, Juan Bautista entra en la comunidad de los Somascos y Benita en las Ursulinas de Capriolo. Amor esponsal exclusivamente consagrado a Dios
En 1826 por motivos de salud Benita vuelve a Pavía. Curada prodigiosamente por San Jerónimo Emiliani, se ocupa de las chicas con la aprobación del obispo, mons. Luigi Tosi.
Como necesita ayuda, que su padre le rechaza, el Obispo llama de nuevo a Juan Bautista, el cual deja el noviciado y regresa al lado de su mujer, renovando juntos el voto de castidad perfecta delante del Obispo.
Los dos se dedican generosamente a la acogida y educación humano-cristiana de las chicas pobres y abandonadas.
Educadora
La obra de Benita se inserta en la vida social de Pavía en un período en el que la institución de la escuela era acogida como auténtica portadora de bienestar.
Es la primera mujer de la ciudad y de la provincia que ve esta necesidad y el gobierno austriaco le otorga el título de “Promotora de la Pública Instrucción”.
Ayudada desde el primer momento por algunas jóvenes voluntarias, a las cuales da un reglamento aprobado por la Autoridad Eclesiástica, une a la enseñanza escolar la formación catequística y la formación al trabajo. De ambientes se sirve para transformar a las chiras en “modelos de vida cristiana” y asegurar de esta manera la verdadera formación de las familias.
Contemplativa en la acción
Su constante entrega nace y crece del fervor eucarístico y de la contemplación del Crucifijo, porque ella está convencida que sólo Dios es su verdadero apoyo y protección.
En su vida no faltan experiencias místicas que se repiten, particularmente, en las fiestas litúrgicas sin distraerla de sus obligaciones cotidianas.
Por amor a las niñas está dispuesta a los mayores sacrificios: de su persona, de sus bienes y hasta de la fama, mostrando así la incomparable grandeza de la “pedagogía del Evangelio”.
Capacidad de desprendimiento
La singularidad de la obra y el programa educativo de Benita son duramente criticadas por la oposición de personas poderosas, que se ven molestadas en sus viles intereses, y también por la incomprensión de algunas personas del clero.
En julio de 1838 Benita cede su institución al obispo Tosi y, junto con el marido y cinco fieles compañeras, abandona Pavía y se dirige hacia Liguria.
Fundadora
En Ronco Scrivia abre una escuela para las chicas del pueblo y funda la Congregación de las “Hermanas Benedictinas de la Providencia”, para las que escribe las Reglas‑Constituciones. En ellas queda plasmado el desarrollo del carisma de Pavía, ampliando a todas las chicas y jóvenes la educación, la instrucción y la formación cristianas, con su inconfundible espíritu de ilimitado abandono y confianza en la divina Providencia, de amor a Dios, a través de la pobreza y la caridad.
Desarrollo de la obra
El Instituto de las Hnas. Benedictinas de la Providencia se desarrolla rápidamente. En 1847 también llega a Voghera. Esta sede, cuarenta años después de la muerte de Madre Benita, por obra del obispo diocesano se convierte en Instituto independiente. En tales circunstancias las hermanas toman el nombre de “Benedictinas de la Divina Providencia” en memoria de Benita, su fundadora.
En 1851 Benita vuelve a Pavía, en una zona distinta a la primera fundación, y en 1857 abre una escuela en un pueblo de Valpolcevera, San Quirico.
Entra en el paraíso
El 21 de marzo de 1858 Benita muere santamente en Ronco Scrivia, en el día y hora predichos por ella. Entorno a su féretro se reúne una gran multitud de gente como última manifestación de estima y de dolor hacia la que considera como una “Santa”.
Benita se puede proponer como modelo de vida:
– a las personas consagradas: conformarse a Cristo en el abandono a la amorosa divina Providencia;
– a los esposos: total comunión para una profunda maternidad y paternidad;
– a los jóvenes: Cristo fuente de alegría e ideal de vida;
– a los educadores: prevenir, comprender, abrir horizontes;
– a las familias que atraviesan momentos dificiles: aceptar las incomodidades, cuando se está obligado a abandonar la propia tierra y a acoger en su casa a los familiares probados por la enfermedad y ayudarles a morir serenamente.
Reproducido con autorización de Vatican.va
Por: . | Fuente: Vatican.va
Hijo de campesinos, desde su niñez hasta su juventud cuidó de su madre, viuda, en la modesta aldea de Paredones; sin embargo, nunca abandonó el deseo de superarse en ciencia y en virtud. Desde su juventud fue promotor incansable de la doctrina social de la Iglesia.
Junto con su entrañable amigo Anacleto González, en las filas de la Asociación católica de la juventud mexicana, de Guadalajara, encontró escuela y cátedra para su formación religiosa y moral, y para sus ansias apostólicas.
Sorteando mil dificultades, ingresó a la Escuela libre de Derecho, perseverando en sus estudios hasta concluir la carrera de derecho. Hombre intrépido, de convicciones, nada le arredraba en sus propósitos cuando estos eran justos, lícitos y debidos. Por defender los derechos de los necesitados, cincuenta y nueve veces fue encarcelado, y muchas veces golpeado.
En 1922 contrajo matrimonio con María Guadalupe Sánchez Barragán. De su matrimonio le nacieron tres hijas.
En 1927, durante la persecución religiosa contra la Iglesia, Miguel se unió a la Liga defensora de la libertad religiosa, empleando todos los medios pacíficos permitidos para resistir los ataques del Estado a la libertad de credo.
Para defender la libertad y la justicia, aceptó el nombramiento de gobernador de Jalisco, conferido por los católicos de la resistencia. Perseguido por las fuerzas federales, fue acribillado por el ejército federal, cerca de Atotonilco el Alto, Jalisco, el 21 de marzo del año 1928.
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Martirologio Romano: En la región montañosa comúnmente llamada Ranft, junto a Sachseln, en Suiza, san Nicolás de Flüe, que, por inspiración divina, deseoso de otro género de vida, dejó a su esposa y a sus diez hijos, y se retiró al monte para abrazar la vida de anacoreta, en la cual llegó a ser célebre por su dura penitencia y desprecio del mundo. Solamente una vez salió de su celda, y fue para apaciguar con una breve exhortación a quienes estaban a punto de enfrentarse en una guerra civil († 1487).
Fecha de Beatificación: 8 de marzo de 1669 por el Papa Clemente IX
Fecha de Canonización: 15 de mayo de 1947 por el Papa Pío XII.
Breve Biografía
San Nicolás de Flüe, más conocido como Hermano Klaus, es santo muy popular en Suiza. Pío XII lo proclamó Patrono de esa nación, en donde se celebra su fiesta el 25 de septiembre. Nació en 1417 en Flüe, cerca de Sachseln. Aunque se sentía llamado a la vida eremítica (a los 16 años tuvo la “visión de la torre”), tuvo que aceptar algunos cargos civiles (fue corregidor de Sachseln, consejero, juez y diputado) y militares.
En 1445 se casó con Dorotea Wyss: tuvieron cinco hijos y cinco hijas: uno de ellos llegó a ser párroco de Sachseln, y un nieto, Conrado Scheuber, murió en olor de santidad.
Por insistencia de Matías de Bolsheim y Aimo Amgrund entró en contacto con los Gottesfreunde (amigos de Dios), un movimiento religioso alsaciano. Pero la esposa se opuso siempre a sus planes de soledad. Sólo después de haber cumplido los 50 años, en junio de 1567, pudo partir para Alsacia. Pero el Señor lo quería en un lugar mucho más cercano a las regiones habitadas hasta entonces. Por otra parte, él se avergonzaba de esta especie de “fracaso” y se retiró primero a Klisterli-Alpa en Melchtal.
Su vida santa y su riguroso ayuno (existen testigos históricos de que durante un período de 19 años y medio él se alimentó sólo con la Eucaristía) atrajeron la curiosidad de los vecinos. Entonces resolvió retirarse a Ranft, un lugar desierto cerca de Flüe. Sólo salía para ir a Misa y cuando la patria tenía necesidad de él: en 1473 ante la amenaza austríaca, y en 1481 y 1482 cuando hubo un gran peligro de guerra civil: los buenos resultados de estas intervenciones le ganaron el título de “Padre de la Patria”. Su oración más frecuente era: “Señor mío y Dios mío, aleja de mí todo lo que me aleje de ti. Señor mío y Dios mío, concédeme todo lo que me acerque a ti. Señor mío y Dios mío, líbrame de mí mismo y concédeme poseerte sólo a ti”.
Sus vecinos, edificados por su testimonio de oración y de penitencia (lo espiaron durante todo un mes), le construyeron un yermo y una pequeña capilla, consagrada en 1469. San Nicolás de Flüe murió a los 70 años, el día 21 de marzo de 1487.
En 1501, Enrique Wolflin hizo escribir su biografía basada en “hechos confirmados con juramento por testigos oculares y auriculares”.
Martirologio Romano: En la isla de Farne, en Northumbria, tránsito de san Cutberto, obispo de Lindisfarne, que en el ministerio pastoral se distinguió por la diligencia que antes demostró en el monasterio y en el eremo, armonizando pacíficamente las austeridades y género de vida de los celtas con las costumbres romanas († 687).
Etimológicamente: Cutberto = Aquel que está cultivado, es de origen germánico
Breve Biografía
No se conoce nada con certeza acerca del linaje y del lugar del nacimiento de san Cutberto. Los hagiógrafos irlandeses lo declaran irlandés, en tanto que los cronistas sajones sostienen que nació en las tierras bajas (Lowlands) de Escocia. De acuerdo con la biografía en verso de Beda, fue bretón y el mismo autor, en el prefacio a la historia en prosa de san Cutberto, claramente asienta que no ha escrito nada que no esté bien comprobado. El nombre de Cutberto es sin lugar a dudas sajón y no celta.
La primera noticia que tenemos acerca de él data de cuando tenía ocho años y estaba al cuidado de una viuda llamada Kenswith, a la que miraba como madre y quien lo trataba como hijo. Era entonces un jovencito sano, vivaz, gracioso y el cabecilla de los chicos de la región, a todos los cuales podía vencer en las carreras, saltos y luchas. Un día, en medio de sus juegos, un chico se echó a llorar exclamando: "¡Oh, Cutberto! ¿Cómo puedes perder el tiempo en juegos inútiles, tú, a quien Dios ha escogido para ser sacerdote y obispo?" Estas palabras hicieron una impresión tan profunda en su alma que, desde aquel momento, empezó a comportarse con una madurez impropia de sus años.
El oficio de pastor de rebaños que desempeñaba le dio amplias oportunidades de comunicarse tranquilamente con Dios en las grandes praderas solitarias de Nortumbría. Hacia el final de agosto de 651, Cutberto, entonces de 15 años de edad, tuvo una visión que lo decidió a consagrar su vida a Dios: al claro día de verano siguió una noche oscura, sin luna y sin estrellas; Cutberto estaba solo y en oración. De repente, un rayo de luz deslumbrante brilló a través del negro cielo y en él apareció una multitud de ángeles que llevaban, como en un globo de fuego, un alma al cielo. Más tarde, supo que el obispo san Aidán había muerto aquella noche en Bamborough. Aunque éste fue, de hecho, el momento decisivo de su vida, por aquel entonces no parece que haya dejado el mundo.
Se ha sugerido que pudo haber sido llamado a luchar contra los mercianos, puesto que, a caballo y armado con espada, apareció repentinamente a la puerta de la abadía de Melrose y pidió ser admitido entre los hermanos. No sabemos si Boisil, el prior, haya tenido conocimiento previo de él o si instantáneamente leyó los pensamientos de su corazón; pero, en el momento en que Cutberto desmontó, se convirtió en uno de los monjes y dijo el prior: "He aquí a un siervo del Señor".
En el año 660, el abad de Melrose recibió terrenos para otro monasterio y, sobre una elevación en la confluencia de los ríos Ure y Skell, se construyó la abadía de Ripón, a la que san Eata vino, en 661, trayendo a Cutberto consigo como encargado de atender a los que buscaran refugio en el monasterio. Leemos que en una fría mañana de invierno, al entrar al cuarto de huéspedes, encontró a un extranjero instalado ahí; de acuerdo con la costumbre, trajo agua, lavó las manos y los pies del visitante y le ofreció de comer. El huésped declinó el ofrecimiento cortésmente, diciendo que no podía esperar porque la casa a la que se dirigía con cierta prisa, estaba distante todavía. Cutberto, sin embargo, insistió y salió para conseguir algo de alimento. A su vuelta, encontró la celda vacía; por sobre la mesa había tres hogazas de pan de singular blancura y excelencia. No había huellas sobre la nieve que rodeaba la abadía, y san Cutberto tuvo la seguridad de que había hospedado a un ángel.
La estancia de Eata y Cutberto en la abadía de Ripón fue corta. Un año más tarde, el rey Alcfrid transfirió la abadía a san Wilfrido y, según la narración de Beda, "Eata con Cutberto y el resto de los hermanos que había traído con él, volvieron a casa y el lugar del monasterio que habían fundado, fue habitado por otros monjes". Cutberto volvió a Melrose. Todo el país sufría el azote de una enfermedad conocida como "la peste amarilla" y Cutberto no escapó a ella. Sin embargo, cuando se le dijo que los monjes habían pasado la noche orando por su restablecimiento, él exclamó: "¿Qué estoy haciendo en la cama? ¡Es imposible que Dios haya cerrado sus oídos a tales hombres! Denme mi ropa y mis zapatos". Levantándose, inmediatamente comenzó a andar; su voluntad pareció triunfar por el momento sobre su enfermedad; pero, en realidad, nunca recuperó su salud.
En su aflicción, los hombres y las mujeres habían vuelto, como nos cuenta Beda, a poner su fe en talismanes y amuletos. A fin de asistir a las abatidas gentes y de revivir la cristianidad, san Cutberto emprendió un extenuante esfuerzo misionero que duró todos los años en que fue prior, primero en Melrose y después en Lindisfarne. Viajó a través de montes y valles, algunas veces a caballo, otras a pie, prefiriendo siempre las más remotas aldeas, ya que éstas tenían menos oportunidades de ser visitadas. Como Aidán, enseñó de casa en casa, pero mientras éste iba siempre acompañado de un intérprete, por no conocer el dialecto, Cutberto podía hablar a los campesinos en su propia lengua y con su propio acento nortumbriano. Conocía la topografía, pues había recorrido las tierras bajas con sus rebaños, podía adentrarse en las vidas de sus oyentes y se contentaba con frugal comida. Su aspecto apacible y su palabra jovial y persuasiva, pronto le ganaron la voluntad de sus huéspedes, de manera que sus enseñanzas tuvieron un éxito extraordinario. Llevó el Evangelio desde la costa de Berwick hasta Solway Firth y donde quiera fue recibido y honrado como huésped.
En Coldingham, donde visitó un monasterio, un monje que lo observaba, notó su costumbre de levantarse silenciosamente por la noche, cuando los hermanos dormían, y dirigirse a la playa donde se metía al mar y, con el agua hasta el cuello, cantaba alabanzas a Dios.
Una leyenda que corre todavía entre los lugareños de la costa, habla de dos nutrias -con mayor probabilidad focas- que siguieron al santo sobre las rocas y lamieron sus entumecidos pies y los sacaron con sus pieles hasta devolverle el calor. Si hemos de creer a la tradición de que san Cutberto visitó a los pictos en la región de Galloway, debió ser de Coldingham, de donde zarpó con dos compañeros y tocó tierra en el estuario de Nith, al día siguiente de Navidad. Debido a los ventisqueros, no pudieron adentrarse más allá de la costa, en tanto que una serie de tormentas hacían imposible el que volvieran a embarcarse y estuvieron en peligro de perecer de hambre. Los dos compañeros se desanimaron, pero la fe de Cutberto no vaciló nunca. Les aseguró que todo saldría bien y, al poco tiempo, descubrieron al pie de una escollera unos delfines muertos de los que sacaron lonjas, con las que se sostuvieron hasta que la tormenta amainó y les fue posible hacerse nuevamente a la mar. Se dice que una iglesia se construyó después para señalar el lugar y que el nombre de la población, Kirkcudbright, que se levantó cerca de ahí, ha guardado el recuerdo de la visita de san Cutberto.
Entre tanto, grandes cambios habían tenido lugar en Lindisfarne y hubo momentos en que parecía como si el monasterio de "Holy Island", fuera a perder la famosa comunidad que lo había convertido en el santuario más venerable del norte. Las disputas acerca de la fecha de la Pascua de Resurrección, habían culminado en el célebre Concilio de Whitby, donde el rey Oswi se decidió en favor del uso romano. San Colman, obispo de Lindisfarne, regresó a Lindisfarne, pero pronto decidió que no podía adaptarse y prefirió renunciar. Seguido por todos los monjes irlandeses y treinta de los ingleses, llevando consigo el cuerpo de san Aidan, abandonó Inglaterra y edificó nuevas casas en Irlanda. Para sustituirlo, san Eata fue llamado de Melrose y nombrado obispo. Cutberto lo acompañó nuevamente para actuar como prior. Su tarea no fue fácil, pues muchos de los monjes que quedaban eran contrarios a las innovaciones. Eata y Cutberto, cualesquiera que hayan sido sus sentimientos, estaban decididos a apoyar las decisiones del Concilio de Whitby. Tuvieron que afrontar oposiciones y aun insultos, pero la conducta de Cutberto fue más allá de cualquier alabanza: ni una sola vez perdió la paciencia o el dominio de sí mismo; pero, cuando los descontentos se volvían demasiado agresivos, se retiraba tranquilamente y terminaba la discusión, para reanudarla cuando la pasión se había calmado.
La vida de san Cutberto en Lindisfarne fue semejante a la que llevó en Melrose. Desempeñó sus labores apostólicas entre la gente, predicando, enseñando y sirviendo, no solamente a sus almas, sino a sus cuerpos, mediante el don de curar que le fue concedido. A donde quiera que iba, lo seguían las turbas para oírle, abrirle su corazón y pedirle que sanara a sus enfermos. Los días no eran suficientemente largos y, a veces, pasaba en vela tres de cada cuatro noches para poder entregarse a la oración, a la orilla del mar, o para recitar los salmos, paseando por la iglesia, o meditar mientras hacía algún trabajo manual en su celda.
Después de algunos años en Lindisfarne, la añoranza de una vida de unión más íntima con Dios lo condujo, con anuencia de su abad, a buscar la soledad. Su primera ermita no estuvo lejos de la abadía; probablemente en una pequeña isla vecina de Holy Island, a la que las tradiciones locales asocian con él y llaman Isla de san Cutberto. El lugar, cualquiera que haya sido, no le pareció suficientemente aislado, puesto que en 676 se trasladó a una fría y desolada isla del grupo Farne, a dos millas de Banborough. El sitio estaba entonces despoblado, y al principio, no le proporcionó ni agua, ni semillas, pero encontró un manantial y, aunque la primera siembra se le malogró totalmente, la segunda, que fue de cebada, le produjo lo suficiente para mantenerse.
Los visitantes persistían en ir a verle a pesar de las tormentas que entonces, como en todo tiempo, bramaban alrededor de las islas, por lo que san Cutberto construyó una hospedería cerca del desembarcadero para dar albergue a sus visitantes. Solamente una vez abandonó su retiro y fue a petición de la abadesa Elfleda, hija del rey Oswi. Este encuentro tuvo lugar en la isla Coquet. Elfleda le instó en esta ocasión a que aceptara el obispado que el rey Egfrido estaba ansioso de conferirle. Se le nombró obispo de Hexham, pero él se rehusó a abandonar su isla, y solamente consintió en hacerlo, cuando el rey Egfrido fue en persona a Farne, acompañado por el obispo Trumwin. Cutberto cedió con mucha dificultad a hacerse cargo de la diócesis de Lindisfarne, pero exigió que se le permitiera permanecer en su ermita durante los seis meses que faltaban para su consagración. Durante este período visitó a san Eata y arregló un cambio de diócesis. Eata tomaría Hexham y Cutberto tendría la sede de Lindisfarne y se encargaría del monasterio.
En la Pascua de 685, fue consagrado en York Minster por san Teodoro, arzobispo de Canterbury. Como obispo, el santo «continuó siendo el mismo hombre de antes», para citar a su biógrafo anónimo. Los dos años de su episcopado los empleó principalmente en visitar su diócesis, la que se extendía por el oeste hasta Cumberland. Predicó, enseñó, distribuyó limosnas e hizo tantas curaciones milagrosas, que mereció durante su vida el nombre de "el Taumaturgo de Bretaña", título que mantuvo después de su muerte, debido a las curaciones efectuadas en su sepulcro.
Al hacer su primera visita a Carlisle, a las pocas semanas de su consagración, supo por un extraño don de telepatía o por revelación divina, el desastre del ejército nortumbriano y la muerte del rey Egfrido durante la batalla. La reaparición de la epidemia siguió a la derrota militar y fue tan severa, que muchos poblados quedaron completamente desiertos. El buen obispo, sin ningún temor, anduvo entre sus fieles administrando los sacramentos y grandes consuelos a los enfermos y a los moribundos; su sola presencia devolvía la esperanza y con frecuencia la salud. En cierta ocasión, reavivó con un beso al hijo de una viuda, en el que la vida parecía haberse extinguido.
Los trabajos y austeridades, sin embargo, habían minado la constitución de san Cutberto, quien se dio cuenta de que no iba a vivir por mucho tiempo. Durante su segunda visita a Carlisle, dijo a su antiguo discípulo Herberto, el ermitaño de Derwentwater, que no volverían a encontrarse sobre la tierra, consolando al afligido amigo con la promesa de obtenerle del cielo el favor de morir el mismo día. Después de una visita de despedida a su diócesis, dejó el báculo pastoral y, tras de celebrar la Navidad de 686 con los monjes en Holy Island, se dirigió a su amado Farne para prepararse a morir. "Díganos, señor obispo -preguntó uno de los monjes que se reunieron para despedirlo- ¿Cuándo podemos esperar que vuelva?" "Cuando tengan que trasladar mi cuerpo", fue la respuesta. Sus hermanos lo visitaron con frecuencia durante los tres últimos meses, aunque él no permitía que nadie se quedara y le sirviera en la enfermedad, que se agravaba continuamente. En un estado febril libró batallas terribles contra los espíritus del mal durante un tormentoso período de cinco días, cuando nadie podía aproximarse a la isla. Quería ser enterrado en su retiro, pero cedió a las instancias de sus monjes, quienes pensaban que sus restos descansaran entre ellos, en la abadía. "Me enterrarán -dijo- envuelto en el lienzo que he guardado para mi mortaja". Sus últimas instrucciones fueron dadas al abad Herefrido quien, sentado a su lado, le pedía un mensaje para sus hermanos: "Tened un mismo pensamiento en vuestros concilios, vivid en concordia con los otros siervos de Dios; no despreciéis a ninguno de los fieles que buscan vuestra hospitalidad; tratadlos con caridad, no estimándoos mejores que otros que tienen la misma fe y con frecuencia viven la misma vida. Pero no comulguéis con aquellos que se aparten de la unidad de la fe católica. Estudiad con diligencia, observad cuidadosamente las reglas de los padres y practicad con celo aquella regla monástica que Dios se ha dignado daros por mi medio. Sé que muchos me han despreciado, pero después de mi muerte se verá que mis enseñanzas no han merecido desprecio". Estas fueron las últimas palabras de san Cutberto, recibidas por Beda de labios de Herefrido. Dicho esto, recibió los últimos sacramentos y murió lleno de paz, sentado, con sus manos levantadas y sus ojos mirando hacia el cielo. Inmediatamente después, un monje escaló la roca sobre la que ahora se yergue el faro y agitó dos antorchas encendidas -porque era de noche-, para anunciar a los hermanos de Lindisfarne que el gran santo había pasado a descansar eternamente. Su cuerpo, que en un principio fue depositado en la abadía y permaneció en Lindisfarne por 188 años, fue trasladado cuando los hombres del norte empezaron a descender hacia la costa y, después de muchos traslados, fue depositado en un magnífico santuario en la Catedral de Dirham, el que, hasta la Reforma, continuó siendo el lugar preferido de las peregrinaciones de Inglaterra. Durante el reinado de Enrique VIII, el santuario fue profanado y saqueado, pero los monjes, en secreto, enterraron las reliquias. En 1872, el cuerpo de san Cutberto fue nuevamente descubierto y todos los objetos mediante los cuales fue identificado, se trasladaron a la biblioteca de la Catedral. Aunque generalmente se admite que las reliquias son auténticas, existe aún otra tradición, según la cual los restos de san Cutberto permanecen todavía enterrados en otra parte de la Catedral, conocida únicamente por tres miembros de la congregación de los benedictinos ingleses, quienes transmiten el secreto antes de morir.
Por lo general, se representa a san Cutberto sosteniendo en sus manos la cabeza del rey Oswald. Este fue enterrado con él y sus restos se encontraron cuando el ataúd del obispo fue abierto y examinado en Durham, en 1104. Algunas veces, las compasivas nutrias aparecen a sus pies, pero con mayor frecuencia se le representa acompañado de un pájaro, que probablemente es una de las aves silvestres, conocidas como "pájaros de san Cutberto", cuyas bandadas anidan en las islas Farne; se cuentan hermosas leyendas acerca de la amistad del santo con estas criaturas a las que domesticó, prometiéndoles que nunca serían inquietadas. Dos copias antiguas de los Evangelios están especialmente relacionadas con el santo. Una de ellas es el famoso Evangelio de Lindisfarne, del siglo VIII, depositado sobre la tumba de san Cutberto por el amanuense que lo escribió, y que fue bellamente adornado por san Wilfrido. Accidentalmente fueron arrojados al mar por los monjes que los llevaban a Irlanda, pero las olas los devolvieron a la playa sin daño alguno. Se encuentran ahora en el Museo Británico. La otra copia es el Evangelio de san Juan, del siglo VII que fue enterrado con san Cutberto y es una de las más estimadas posesiones del Colegio de Stonyhurst. El anillo del santo está guardado en Ushaw. La vida de san Cutberto fue casi una oración continua. Todo lo que veía le hablaba de Dios y su conversación versaba, habitualmente, sobre cosas celestiales. Beda dice: "Estuvo inflamado por el fuego de la divina caridad; consideraba equivalente a un acto de oración el aconsejar y ayudar a los débiles, sabiendo que quien dijo 'Amarás al Señor tu Dios', también agregó: Amarás a tu prójimo como a ti mismo".
Martirologio Romano: En Praga, en Bohemia, san Juan Nepomuceno, presbítero y mártir, que por defender la Iglesia sufrió muchas injurias por parte del rey Venceslao IV y, expuesto a tormentos y torturas, aún respirando fue arrojado al río Moldava († 1393).
Etimológicamente: Juan = Dios es misericordia, es de origen hebreo.
Breve Biografía
Nació en Bohemia (Checoslovaquia) hacia el año 1250, en un pueblo llamado Nopomuc, de ahí el sobrenombre Nepomuceno. El apellido de su familia era Wolfin.
Fue párroco de Praga y obtuvo el doctorado en la Universidad de Padua. Después ocupó el alto puesto de Vicario General del Arzobispado.
El rey de Praga, Wenceslao, se dejaba llevar por dos terribles pasiones, la cólera y los celos y dicen las antiguas crónicas que siendo Juan Nepomuceno confesor de la reina, se le ocurrió al rey que el santo le debía contar los pecados que la reina le había dicho en confesión, y al no conseguir que le revelara estos secretos, se propuso matarlo. Luego el rey tuvo otro gran disgusto, consistió en que el monarca se proponía apoderarse de un convento para regalar las riquezas que allí había a un familiar. El Vicario Juan Nepomuceno se opuso a esto rotundamente, ya que evidentemente esos bienes pertenecían a la Santa Iglesia.
El rey mandó matar al padre Juan; lo ataron doblado, con la cabeza pegada sobre los pies, y luego, fue lanzado al río Moldava. Esto ocurrió en el año 1393. Los vecinos recogieron el cadáver para darle santa sepultura.
En 1725, más de 300 años después del suceso, una comisión de sacerdotes, médicos y especialistas encontarron que la lengua del mártir se encontraba incorrupta, aparentemente seca y gris. De repente, en presencia de todos empezó a tomar apariencia de ser la de una persona viva. Todos se pusieron de rodillas ante este milagro. Fue el cuarto milagro que realizó el santo antes de ser proclamado oficialmente como tal.
San Juan Nepomuceno fue considerado patrono de los confesores, porque prefirió morir antes que revelar los secretos de la confesión. En Praga, en el puente desde el cual fue echado al río, se conserva una imagen de este gran santo, y muchas personas, al pasar por allí le rezan devotamente.
San Juan Nepomuceno es patrono de Bohemia y Moravia, y del secreto de confesión. También es considerado patrono de la fama y el buen nombre. Sus reliquias se guardan en Praga, en la iglesia metropolitana de San Vito.
Por: . | Fuente: Ocarm.org
Martirologio Romano: En Tarragona, en España, beato Francisco de Jesús, María y José Palau y Quer, presbítero de la Orden de Carmelitas Descalzos, que en el ministerio soportó graves persecuciones y, acusado falsamente, fue relegado a la isla de Ibiza y abandonado por todos († 1872).
Breve Biografía
Francisco Palau y Quer nació el 29 de diciembre de 1811 en Aitona, Lérida (España).
En el 1828 entró en el seminario de Lérida. Completado el trienio de estudios filosóficos y concluído el primer curso de teología, en el 1832 pasó a la Orden de los Carmelitas Descalzos donde al año siguiente emitió los votos. Obligado por las circunstancias políticas a vivir como exclaustrado, pudo recibir la Ordenación Sacerdotal en Barbastro en el 1836. Después de un largo período de permanencia en Francia (1840 - 1851), regresó a España y se dedicó al ministerio de la predicación y de las misiones populares, especialmente en Barcelona y en las islas Baleares.
Aquí fue donde por los años de 1860 - 1861 se ocupó de la organización de algunos grupos femeninos dando origen a lo que hoy llamamos Hermanas Carmelitas Misioneras Teresianas y Hermanas Carmelitas Misioneras. También fundó una familia de Hermanos de la Caridad, hoy extinguida. Murió en Tarragona el 20 de marzo de 1872.
¡Felicidades a quienes lleven este nombre!