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11:23 p.m.

Por: . | Fuente: santiebeati.it

Monja

Martirologio Romano: En Padua, en la región de Venecia, beata Eustoquia (Lucrecia) Bellini, virgen de la Orden de San Benito (1469).

Etimología: Lucrecia = Aquella que gana, es de origen latino.

Fecha de beatificación: El Papa Clemente XIII, que anteriormente fuera obispo de Padua, confirmó su culto en 1760.

Su nacimiento no fue propiamente legítimo, Lucrecia Bellini nació en Padua en el año 1944, era fruto de la adultera relación mantenida por una monja del monasterio benedictino de San Prosdocimo con Bartolomé Bellini; cuando tenía cuatro años de edad el demonio se posesionó de su cuerpo, quitándole el uso de la razón, y atormentándola prácticamente toda la vida.

A los siete años fue confiada a las monjas de San Prosdocimo que mantenían en su monasterio una especie de escuela; la conducta de la comunidad no era ejemplar, pero Lucrecia despreciaba el ocio mundano, prefería los retiros, los trabajos y la oración, siendo muy devota de Nuestra Señora, de San Jerónimo y de San Lucas.

En 1460 el Obispo Jacopo Zeno, tras la muerte de la abadesa, intentó imponer una mejor disciplina en el monasterio, pero las monjas y las alumnas de la escuela, se regresaron a sus casas quedándose tan sólo Lucrecia Bellini en el monasterio.

Entonces vinieron a reemplazarlas unas monjas del monasterio benedictino de Santa María de la Misericordia, bajo la guía de la abadesa Justina de Lazzara. Lucrecia tenía casi dieciocho años, pidió ingresar a la orden, y el 15 de enero de 1461 toma el negro habito benedictino y cambia su nombre al de Eustoquia; el demonio que durante algún tiempo la había dejado en paz, tomó control de su cuerpo, obligándole a realizar actos contarios a la Regla; llevándola incluso a realizar actos tan ruidosos y violentos, que las hermanas estaban aterradas que optaron por tenerla atada a una columna durante varios días.

Más la calma duró poco, luego de que Eustoquia fuera desatada, la abadesa cayó enferma con un extraño malestar, ella sospechaba que Eustoquia tenía algo que ver con sus síntomas, creyendo incluso que practicaba brujería, por lo que fue obligada a mantener reclusión e ingerir tan sólo pan y agua durante los siguientes tres meses.

Pero todas estas pruebas no desaniman a la novicia quien y a todos aquellos que le proponían que retornara al mundo o que cambiara de monasterio ella les decía que todas aquellas tribulaciones eran bienvenidas ya que deseaba expiar el pecado del que ella había nacido, hacerlo allí donde fue cometido, en la soledad ella se confortaba recitando un rosario o una corana de salmos y oraciones que ella componía.

Una vez que fue liberada, el demonio volvió a atormentarla, con flagelaciones sangrientas, nauseas incontrolables y otras extrañas aflicciones que ella soportaba con una inflexible paciencia, lo que convenció a las hermanas de sus virtudes, y finalmente el 25 de marzo de 1465 se admitió su profesión solemne, y como era costumbre de aquel tiempo, dos años después se le impuso el negro velo de las benedictinas.

Su vida no fue larga, tubo gran belleza, pero las posesiones diabólicas, las enfermedades y penitencias, la habían reducido a casi un esqueleto viviente, por lo que los últimos años de su vida los pasó casi siempre enferma en una cama, absorta en la oración y meditación de la Pasión de Jesús.

Ella murió el 13 de febrero de 1469 cuando tenía tan sólo 25 años, su final fue tan sereno que su rostro pudo recobrar su antigua belleza, el demonio la había dejado finalmente en paz.

Eustoquia es que el único caso conocido de un creyente que logró triunfar en su deseo de santidad, aunque todos su vida fue poseída por el diablo.

Cuatro años después de su muerte, el cuerpo fue exhumado del sepulcro original, el que empezó a llenarse de una agua pura y milagrosa, que dejó de surgir sólo cuando el monasterio fue cerrado.

En 1475 su cuerpo fue trasladado a la iglesia del monasterio, y en 1720 fue puesto dentro de una arca de cristal. El monasterio de San Prosdocimo se suprimió en 1806 y el cuerpo de la beata benedictina fue trasladado a la Iglesia de San Pedro de Padua; sobre el altar de mármol que contiene su cuerpo, se encuentra una pintura de Guglielmi que representa a la beata pisoteando al diablo.

Su fiesta religiosa, actualmente oficiada en toda la diócesis de Padua, es el 13 de febrero.

traducido por Xavier Villalta

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11:23 p.m.

Por: . | Fuente: EWTN.com

Sucesor de Santo Domingo de Guzmán

Martirologio Romano: Cerca de Ptolemaida, en Palestina, tránsito del beato Jordán de Sajonia, presbítero de la Orden de Predicadores, sucesor e imitador de santo Domingo, que trabajó incansablemente para extender la Orden y pereció en un naufragio (1237).

Etimología: Jordán = "Aquel que baja o desciende", hace referencia al río Jordan del suroeste de Asia. Es de origen hebreo.

Fecha de beatificación: Culto confirmado en 1825 por el Papa León XII

Fue el sucesor de Santo Domingo de Guzmán, y el gran propagador de la Comunidad de Padres Dominicos.

Nació en Sajonia (al sur de Alemania) y se doctoró en la Universidad de París. Santo Domingo de Guzmán le envió a un hombre de toda su confianza (a Fray Reginaldo) a que le propusiera hacerse religioso dominico, y aceptó. El Miércoles de Ceniza del año 1220 entró a la Comunidad de Santo Domingo.

El caso de Jordán de Sajonia es uno de los más impresionantes de la historia. Un hombre que entra a una comunidad y a los solos tres años de estar de religioso reemplaza al santo Fundador y llega a ser Superior General de toda la Comunidad.

Jordán sobresalía por su gran elocuencia y por la eficacia maravillosa de su palabra para conmover los corazones de los creyentes.

Primero fue nombrado superior Provincial de la región más difícil de gobernar que tenía esa comunidad, que era la Lombardía, Italia. Luego al morir santo Domingo, en 1222, los delegados de toda su Orden religiosa lo eligen como Superior General y reemplazo del fundador. Y en este cargo dura 15 años, hasta su muerte en 1237. Santo Domingo tiene el honor de haber sido el fundador de la Comunidad de Padres Dominicos, pero Jordán de Sajonia fue el gran propagador de esta comunidad. Basta con recordar que durante su mandato se fundaron 249 Casas de Congregación y se hicieron seis nuevas provincias de religiosos.

Dicen que Jordán de Sajonia es el Patrono de los Capellanes de Universidades, porque este santo sacerdote recibió de Dios unas cualidades admirables para lograr ejercer influencia entre los universitarios. Por nueve años había estudiado en la más famosa Universidad de La Sorbona en Paría, y allí aprendió muchas técnicas para lograr influir en favor de los estudiantes. Su gran preocupación fue siempre lograr hacer mejores a los que estudiaban en las Universidades. Un año predicaba la cuaresma en la Universidad de París y al año siguiente en la concurridísima Universidad de Bolonia y al tercer año se dirigía a predicar a la Universidad de Oxford, en Inglaterra, y en todas partes los frutos espirituales que cosechaba eran admirables. En la Universidad de Alemania conquistó para su comunidad al más grande sabio en ciencias naturales de su época, a San Alberto Magno. Y conquistó también a Pedro de Tarantasia, que llegó a ser después el Pontífice Inocencio Quinto. Un famoso profesor de universidad previno a sus alumnos para que no se dejaran convencer por los discursos de Jordán, pero al oírle uno de sus elocuentes sermones, se convirtió él también en uno de sus más fervientes admiradores.

Uno de los antiguos biógrafos, compañero suyo, dice: "Las casas religiosas donde habitaba el Padre Jordán parecían colmenas, por los muchos jóvenes que entraban a hacerse religiosos, y por los muchos que de allí salían para ser superiores de otras casas religiosas. Por eso él al llegar a un convento mandaba hacer muchos hábitos religiosos, teniendo confianza en que Dios le enviaría muy numerosas vocaciones, y así le sucedía en todas partes".

El Padre Jordán no sólo se iba a las universidades a conseguir jóvenes muy bien instruidos, para que se hicieran religiosos, sino que también se iba a los campos y a los barrios obreros a invitar muchachos sanos, aunque fueran ignorantes, a que entraran en la comunidad. Y esto le valió la acusación de que él recibía a gentes que no le iban a dar gloria a su Congregación. Y sucedió una vez que recibió a unos 60 muchachos tan poco estudiados que casi no eran capaces ni de leer los salmos en la oración de la comunidad. Y a quienes lo criticaban por recibir esta clase de gentes, les respondió con unas palabras que resultaron ser una profecía o anuncio de lo que iba a suceder en el futuro: "Ténganles paciencia por ahora y concédanles tiempo para instruirse poco a poco, que un día se convertirán en grandes predicadores". Y esto se cumplió exactamente varios años después.

Cuando Dios le confía a una persona un oficio especial, le concede las cualidades que para ese oficio necesita. Y al Padre Jordán le confió Dios el oficio de conseguir muchísimas vocaciones para la vida religiosa, y por eso le concedió unas cualidades admirables. Recordemos algunas:

El Padre Jordán tenía unas cualidades que excedían a las que posee el común de las gentes. Dicen los que vivieron junto a él que la austeridad en el dominio de su lengua, de sus ojos y de la gula era algo impresionante, pero que sobre todo llamaba la atención el modo heroico como dominaba su ira para no ofender a nadie ni amargar la vida a ninguno.

Y no es que no fuera valiente. Cuando el emperador Federico II empezó a atacar ferozmente al Sumo Pontífice y a la religión, el Padre Jordán se fue al palacio y le dijo frente a frente al Emperador que ésta conducta era reprensible y que si no cambiaba de modo de proceder le llegarían desgracias muy grandes.

Pero con los pequeños sabía hacerse pequeño y con los débiles era extraordinariamente comprensivo. El tenía por cierto lo que más tarde afirmará y repetirá San Francisco de Sales, que "más moscas se logran cazar con una cuchara de dulce miel que un barril de amarga hiel".

Sus contemporáneos alababan mucho "las dotes de buen amigo" que poseía el Padre Jordán. Comprensivo, lleno de caridad, con deseos continuos de amoldarse a los demás para poder hacerles mayor bien. El mismo lo dice en uno de sus escritos: "Siempre me esforcé por tratar de estar de acuerdo con los demás en todo lo bueno y por tratar de no chocar contra nadie. Quise colocarme en el sitio de los otros para poder comprenderlos mejor. Nunca preferí mis propios gustos en contraposición de los de los demás. Con los soldados traté de amoldarme a ellos como si yo fuera un soldado. Con los campesinos como si fuera un campesino. Y sobre todo me propuse ser extremadamente comprensivo con los que sufren tentaciones, angustias y depresiones".

San Pablo recomienda a los seguidores de Cristo: "Rían con los que ríen, y lloren con los que lloran" (Rom. 12, 15). Es lo que hizo siempre Fray Jordán. Leamos un ejemplo: Una noche estaba rezando los salmos con un grupo de jóvenes recién llegados a su Comunidad, y de pronto a uno de ellos le vino una risa nerviosa y no fue capaz de controlarla, y enseguida los demás compañeros se contagiaron también y empezaron a reír todos, y no se pudo seguir el rezo. Uno de los superiores quiso regañarlos, pero el Padre Jordán les dijo: "Mis buenos jóvenes: tenemos que reírnos alegremente porque hemos logrado salirnos de la esclavitud del pecado y de los vicios en que nos tenía presos el mundo y ahora hemos llegado a ser del grupo de los preferidos de Dios. ¡Riámonos pues alegremente! Y él personalmente participó de aquella alegría juvenil.

Alguien le preguntó si un Padrenuestro rezado por un ignorante valía menos que uno rezado por un gran doctor de la Teología, y él respondió: "Un diamante valo lo mismo si está en manos de un sabio, que si está en manos de un analfabeta". Otro le preguntó: ¿Qué es más necesario para la vida del alma: rezar o meditar? Y le dijo: "Eso es como preguntar qué es más necesario para la vida del cuerpo si comer o beber. Ambas cosas son sumamente necesarias". Alguien le dijo: ¿Cuál es la posición mejor para rezar, sentado, arrodillado, de pies o postrado? Y respondió: "La mejor posición para rezar es aquella en la cual cada uno se siente mejor, con más fervor y con más inclinación a rezar bien". (Esta frase la repitió textualmente el Papa Pío XI, 700 años después de haber sido pronunciada por nuestro santo). El superior de una Comunidad le pidió que le quitara aquel cargo, aduciendo que ese oficio le traía cuatro males: orgullo, honores, trabajos y humillaciones. El Padre Jordán le respondió: "Los dos primeros sí son males y de ellos te libre Dios, y esfuérzate por evitarlos. Los otros dos, el trabajo y las humillaciones, son grandes bienes que te conseguirán un puesto altísimo en el Reino de los cielos".

El Padre Jordán, aprovechando que Dios le había concedido tal eficacia de la palabra que dondequiera que predicaba o hablaba la gente, conseguía vocaciones, fue recorriendo ciudades y países predicando y consiguiendo que muchísimos jóvenes entraran de religiosos. El Señor le concedió la inmensa alegría de que el fundador de la Comunidad, Domingo de Guzmán, fuera declarado santo por el Sumo Pontífice en 1234. Con esta bella noticia ya Jordán podía irse al cielo tranquilo. Y dispuso viajar a Jerusalén para visitar los Santos Lugares donde vivió y murió Nuestro Señor Jesucristo, y para visitar a los Padres Dominicos que trabajaban en esas tierras.

Pero en el viaje de regreso, el barco que lo transportaba fue lanzado por una violenta tempestad a las costas de Siria, frente a la ciudad de Tolemaida y Fray Jordán y los demás pasajeros murieron ahogados. Era el 13 de febrero del año 1237.

Las olas llevaron a las orillas del mar el cadáver del Padre Jordán y sus religiosos lo sepultaron con toda solemnidad. Después las gentes empezaron a conseguir milagros por su intercesión, y el Papa León Doce lo declaró Beato.

Padre Jordán: Gran promotor de vocaciones: recuérdanos siempre aquella frase de un gran Pontífice: "Las vocaciones existen. Lo que hay que hacer es cultivarlas."

¡Feliz día a quienes lleven este nombre!

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SAN MARTINIANO

EREMITA






En Atenas, en Grecia, san Martiniano, que había abrazado la vida eremítica cerca de Cesarea, en Palestina (c. 398).

Etimología: Martiniano = variante de Martín = Referente al Dios Marte, es de origen latino.Siendo todavía muy joven, San Martiniano se instaló en el desierto cerca de Cesarea en Palestina. A au joven cuerpo lo atormentaban las pasiones carnales, su alma estaba turbada por las tentaciones diabólicas, pero San Martiniano estaba venciéndolas con el ayuno, la oración y el trabajo. 

Así vivió 25 años. Gracias a él una ramera llamada Zoe, que vino especialmente para tentarlo, se convirtió. El Santo pisó con los pies descalzos el carbón ardiente y con mucho esfuerzo aguantando el dolor, gritó: "¡cómo será el fuego del infierno!" Sorprendida por la fuerza espiritual y por los sufrimientos de eremita, Zoe se arrepintió y pidió a San Martiniano que orará por ella. Él le ordenó ir al Monasterio de Santa Paula, en Belén, donde ella vivió 12 años hasta su fallecimiento.

San Martiniano se fue a una isla deshabitado y allí vivió varios años sin el techo, bajo el cielo. Recibía la comida del dueño de un barco, para cual él fabricaba los cestos. En el mismo lugar donde San Martiniano se esforzaba espiritualmente, siguiendo sus pasos se salvó una joven llamada Fotini, después de que su barco se hundió y ella fue traída por las olas a la isla. 


Al recibirla en la isla, para evitar las tentaciones el Santo se tiró al mar y con la ayuda de Dios alcanzó la tierra en el sur de Grecia. Después Martiniano estaba peregrinando durante 2 meses y falleció en paz en Atenas, cerca del año 422. 

11:23 p.m.

Por: . | Fuente: cc-pays-erstein.fr

Peregrino

Martirologio Romano: En Northeim, en Alsacia, junto al río Ill, san Ludano, oriundo de Escocia, que descansó en el Señor mientras peregrinaba al sepulcro de los santos apóstoles (1202).
¿Qué buscaba Ludano, hijo del príncipe Hildebold, cuyo nombre encontramos en la abadía alsaciana de Andlau, para venir a morir, el 12 de febrero de 1202, en Nordhouse, a pocos kilómetros de la iglesia de San Jorge?.

Había dejado su lejana patria, la Escocia, después de haberse consagrado al servicio de los enfermos y haber construido hospitales y orfanatos. Al final de sus días, abandonando el cansancio invasor sobre las pistas guijarrosas de los campiñas, pobre y mendigo como tantos otros, había surcado Europa de Santiago a Roma, luego siguió sin duda hasta Jerusalén. De regreso de esta larga peregrinación, se recuesta, agotado, bajo un tilo, no lejos del pueblo Nartz (hoy Nordhouse) para morir allí.

La tradición oral cuenta que un ángel descendió del cielo y en aquella nevada soledad le dio el Santo Viático, el cuerpo de Cristo resucitado (el hecho está representado en un cuadro del siglo XVIII existente en el coro de la iglesia de San Ludano). Entonces –según esa antigua tradición– las campanas de las iglesias cercanas comenzaron a moverse para tocar el tañido fúnebre. Los habitantes de la zona acudieron en muchedumbre a rodear el cuerpo.

Los sacerdotes de las dos parroquias existentes en aquel entonces en Nordhouse: San Martín y San Miguel, pugnaban por el derecho de darle sepultura, ya que entre los documentos que portaba habían descubierto su origen principesco. El abad de la célebre abadía de Ebersmunster arbitró en el conflicto y aconsejó atar el cuerpo en un carro llevado por un caballo indómito, y que sea este quien lleve al santo al lugar de su sepultura. El caballo se detuvo en Scheerkirche, a orillas del río del mismo nombre, el lugar hoy es conocido bajo el nombre de Saint Ludan.

Muchos de los detalles narrados tal vez sean folclóricos, o más bien convencionales, pero no son nada improbables, coinciden perfectamente con la manera de vivir la fe en esos siglos, donde encontramos profusos ejemplos de gente de buena cuna que profundiza en la piedad poniéndose al servicio de los pobres, e incluso más de uno llegó a dejarlo literalmente todo, en busca de una mayor radicalidad de vida en Dios... ¡es la misma época del Pobre de Asís!.

responsable de la traducción: Xavier Villalta

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Obispo

Martirologio Romano:Conmemoración de san Melecio, obispo de Antioquía, que, por defender la fe de Nicea, fue exiliado varias veces y falleció mientras presidía el primer Concilio Ecuménico de Constantinopla. San Gregorio de Nisa y san Juan Crisóstomo exaltaron su figura (381).
San Melecio de Antioquía (Meletius, Melétios, en griego, Μελέτιος) fue un eclesiástico griego del siglo IV nacido en Melitene en una familia destacada de la que heredó una hacienda en Armenia Menor y que fallecío en el año 381.

Por su buen carácter adquirió una gran reputación, y cuando Eustaquio fue depuesto como obispo de Sebaste en el concilio de Melitene el año 357, ocupó su lugar; el lugar era conflictivo y renunció, retirándose a Berea (Alepo) de donde supuestamente fue obispo y se decantó a favor de los arrianos y suscribió probablemente la confesión de fe de Ariminio, y la de los acacianos en Seleucia el año 359 bajo influencia de los cuales fue nombrado obispo (arzobispo) de Antioquía en el año 360 o 361.

Durante un tiempo intentó contentar a todo el mundo, con un lenguaje ambiguo, pero progresivamente regresó a una plena comunión con la Iglesia. Fue llamado por el emperador Constancio II quien ordenó a varios prelados que explicaran el texto del Libro de los Proverbios: «Diome Yavé el ser en el principio de sus caminos» (8,22-23). Habiendo recibido ya a Jorge de Laodicea y Acacio de Cesarea y habían dado explicaciones más o menos heterodoxas, sin embargo, Melecio lo expuso con sentido católico; los arrianos le acusaron entonces de sabelianismo y convencieron al emperador de que lo depusiera y desterrara, cosa que hizo y Melecio fue desterrado a Melitene; Euzoius, (quien anteriormente había sido expulsado de la Iglesia por san Alejandro, arzobispo de Alejandría), fue nombrado para ocupar el obispado que el destierro habia dejado bacante (hacia el año 361). Esto produjo un cisma, aunque el inicio real de este fue el destiero de san Eustaquio en el año 330.

Al llegar Juliano al trono el año 362, Melecio pudo regresar a Antioquía y trató de reconciliar a las partes, cosa que parecía más fácil después de la muerte de Eustaquio, pero el ordenamiento de Paulino como obispo de la Iglesia en Antioquía, lo hizo imposible; mientras los arrianos conservaban muchas iglesias y los católicos tan sólo tenían dos. Valente las privó de estas y Melecio fue nuevamente desterrado (hacia 365). En su ausencia, los católicos fueron dirigidos por Flaviano y Teodoro.

En 378, a la muerte de Valente, Melecio fue llamado otra vez, pero el edicto de Graciano que permitía volver a los exiliados hizo volver también a Doroteo, el obispo arriano sucesor de Euzoius, quien ocupó el arzobispado pero al cabo de un tiempo le fue devuelto a Melecio; sin embargo, aún estaba activo su rival Paulino, que no se avino a las propuestas que se le hicieron.

En 381, se reunió en Constantinopla el segundo Concilio Ecuménico, y san Melecio lo presidió. Estando el Concilio en sesiones, la muerte se llevó a este obispo, que tanta paciencia tuvo en el sufrimiento. La noticia de su muerte fue recibida con gran dolor de los Padres conciliares y del emperador Teodosio, quien le había dado la bienvenida a la ciudad imperial con una gran demostración de afecto, «como un hijo que saluda a un padre por mucho tiempo ausente». Con su humildad evangélica, Melecio se había hecho querer por todos los que lo conocieron. Crisóstomo nos dice que su nombre era tan venerado, que la gente en Antioquía escogía este nombre para sus hijos; grababan su imagen en sus sellos y en su vajilla y la esculpían sobre sus casas. Todos los Padres del Concilio y los fieles de la ciudad asistieron a sus funerales en Constantinopla. Uno de los prelados más eminentes, san Gregorio de Nisa, pronunció la oración fúnebre. En ella hace referencia a «la dulce y tranquila mirada, radiante sonrisa y bondadosa mano que secundaba a su apacible voz»; y termina con las palabras, «Ahora él ve a Dios cara a cara, ruega por nosotros y por la ignorancia del pueblo». Cinco años más tarde, san Juan Crisóstomo, a quien san Melecio había ordenado diácono, pronunció un panegírico el 12 de febrero, el día de su muerte o de su traslación a Antioquía. Todavía existen los panegíricos escritos por san Gregorio de Nisa y san Juan Crisóstomo.

Bibliografía: Vidas de los santos, Alban Butler

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Por: . | Fuente: misa_tridentina.t35.com

Mártires

Martirologio Romano: En Cartago, ciudad de África, conmemoración de los santos mártires de Abitinia (en Túnez), que durante la persecución bajo el emperador Diocleciano, por haberse reunido para celebrar la eucaristía dominical en contra de lo establecido por la autoridad, fueron apresados por los magistrados de la colonia y los soldados de guardia. Conducidos a Cartago e interrogados por el procónsul Anulino, a pesar de los tormentos confesaron su fe cristiana y la imposibilidad de renunciar a la celebración del sacrificio del Señor, derramando su sangre en lugares y momentos distintos (304)

Nombres de los mártires: Santos Saturnino, presbítero, con cuatro hijos: Saturnino hijo y Félix, lectores, y María e Hilarión, aún niño; Dativo o Sanator, Félix, otro Félix, Emerito y Ampelio, lectores; Rogaciano, Quinto, Maximiano o Máximo, Telica o Tacelita, otro Rogaciano, Rogato, Januario, Casiano, Victoriano, Vicente, Ceciliano, Restituta, Prima, Eva, otro Rogaciano, Givalio, Rogato, Pomponia, Januaria, Saturnina, Martín, Clautos, Félix junior, Margarita, Mayor, Honorata, Victorino, Pelusio, Fausto, Daciano, Matrona, Cecilia, Victoria, Berectina, virgen cartaginesa, Secunda, Matrona y Januaria

El emperador Diocleciano había amenazado con la muerte a los cristianos que no entregaran las Sagradas Escrituras para ser quemadas. Hacía un año que esta persecución no daba tregua a los cristianos del África y ya muchos habían traicionado su fe por temor al martirio, y muchos más la habían defendido con su sangre. En Abitinia, una ciudad de África proconsular, Saturnino, un sacerdote cristiano, estaba celebrando un domingo los sagrados misterios, cuando los magistrados con sus guardias cayeron sobre los cristianos y aprehendieron a cuarenta y nueve hombres y mujeres. Entre ellos estaba el sacerdote Saturnino con sus cuatro hijos: Saturnino el joven y Félix, que eran lectores, María, que se había consagrado a Dios y el pequeño Hilarión. Además de estos constan los nombres de Dativo y otro Félix, que eran senadores; Telica, Emérito, Ampelio, Rogaciano y Victoria. Dativo y Saturnino encabezaban la procesión de los cautivos hacia el tribunal. Cuando los magistrados los interrogaron, confesaron su fe tan resueltamente, que los mismos jueces aplaudieron su valor. Esto compensó la apostasía de Fundano, obispo de Abitinia, quien poco antes entregara los Libros Sagrados para que los quemaran, aunque el acto no llegó a consumarse, porque, según se afirma, un repentino aguacero extinguió las llamas. Los prisioneros arrestados en Abitinia fueron encadenados y enviados a Cartago, lugar de residencia del procónsul, y durante su viaje iban cantando himnos y salmos a Dios, alabando su nombre y dándole gracias.

El procónsul examinó primero al senador Dativo, preguntándole quién y que era y si había asistido a la asamblea de los cristianos. Respondió que era cristiano y profesaba su culto. El procónsul preguntó quién presidía estas reuniones y en casa de quién tenían lugar las mismas, pero sin esperar la respuesta, ordenó que pusieran a Dativo en el potro para hacerlo confesar. Cuando le preguntaron a Telica quién era el promotor de todo, respondió inmediatamente, «el santo sacerdote Saturnino y todos nosotros con él». Emérito confesó abiertamente que las reuniones tenían lugar en su casa. Por lo que se refería a la acusación de las Sagradas Escrituras que guardaba allí, respondió que él las conservaba en su corazón. A pesar de los tormentos, todos y cada uno confesaron ser cristianos y haber estado presentes los domingos en las «colectas», o sea en la celebración de la liturgia. Las mujeres fueron tan valientes como los hombres para soportar el sufrimiento y proclamar a Cristo. Una joven llamada Victoria se distinguió particularmente. Cuando era muy jovencita se había convertido y consagrado al Señor, aunque sus padres paganos habían insistido en desposarla con un joven de la nobleza. Para escapar de él, saltó por una ventana el día de su boda. Escapó ilesa y se refugió en una iglesia, donde se consagró a Dios. El procónsul, en consideración a su alta dignidad y por su hermano que era pagano, trató vivamente de inducirla a renunciar de su fe, pero ella persistió repitiendo, «soy cristiana». Su hermano Fortunato se encargó de defenderla y trató de probar que estaba loca y que los cristianos la habían embaucado para atraerla a sus creencias; pero Victoria, temiendo perder la corona del martirio, puso en claro que estaba cuerda, respondiendo muy sensatamente a sus preguntas; con lo cual expresó que había elegido ser cristiana por su propia voluntad. Al preguntarle si deseaba volver con su hermano, dijo que no podía reconocer ningún parentesco con los que no guardaban la ley de Dios.

San Saturnino y todos sus hijos confesaron noblemente su fe, incluyendo a Hilarión, que apenas tendría unos cuatro años. «Soy cristiano», dijo, «He ido a las "colectas". Fui porque quise, nadie me obligó a ir». El juez, que le tenía compasión, trató de asustarlo con castigos infantiles, pero el niño sólo se reía. Entonces el gobernador dijo, «te cortaré la nariz y las orejas». Hilarión respondió: «puede usted hacerlo, pero de todos modos soy cristiano». Cuando el procónsul ordenó que los llevaran nuevamente a la prisión, Hilarión exclamó junto con todos, «gracias a Dios». Parece que todos murieron en la prisión, ya sea por la prolongada estancia o por los tormentos y penalidades que habían sufrido.

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SAN MELECIO DE ANTIOQUÍA

OBISPO





Conmemoración de san Melecio, obispo de Antioquía, que, por defender la fe de Nicea, fue exiliado varias veces y falleció mientras presidía el primer Concilio Ecuménico de Constantinopla. San Gregorio de Nisa y san Juan Crisóstomo exaltaron su figura (381).

San Melecio de Antioquía (Meletius, Melétios, en griego, Μελέτιος) fue un eclesiástico griego del siglo IV nacido en Melitene en una familia destacada de la que heredó una hacienda en Armenia Menor y que fallecío en el año 381.

Por su buen carácter adquirió una gran reputación, y cuando Eustaquio fue depuesto como obispo de Sebaste en el concilio de Melitene el año 357, ocupó su lugar; el lugar era conflictivo y renunció, retirándose a Berea (Alepo) de donde supuestamente fue obispo y se decantó a favor de los arrianos y suscribió probablemente la confesión de fe de Ariminio, y la de los acacianos en Seleucia el año 359 bajo influencia de los cuales fue nombrado obispo (arzobispo) de Antioquía en el año 360 o 361.

Durante un tiempo intentó contentar a todo el mundo, con un lenguaje ambiguo, pero progresivamente regresó a una plena comunión con la Iglesia. Fue llamado por el emperador Constancio II quien ordenó a varios prelados que explicaran el texto del Libro de los Proverbios: «Diome Yavé el ser en el principio de sus caminos» (8,22-23). Habiendo recibido ya a Jorge de Laodicea y Acacio de Cesarea y habían dado explicaciones más o menos heterodoxas, sin embargo, Melecio lo expuso con sentido católico; los arrianos le acusaron entonces de sabelianismo y convencieron al emperador de que lo depusiera y desterrara, cosa que hizo y Melecio fue desterrado a Melitene; Euzoius, (quien anteriormente había sido expulsado de la Iglesia por san Alejandro, arzobispo de Alejandría), fue nombrado para ocupar el obispado que el destierro habia dejado bacante (hacia el año 361). Esto produjo un cisma, aunque el inicio real de este fue el destiero de san Eustaquio en el año 330.

Al llegar Juliano al trono el año 362, Melecio pudo regresar a Antioquía y trató de reconciliar a las partes, cosa que parecía más fácil después de la muerte de Eustaquio, pero el ordenamiento de Paulino como obispo de la Iglesia en Antioquía, lo hizo imposible; mientras los arrianos conservaban muchas iglesias y los católicos tan sólo tenían dos. Valente las privó de estas y Melecio fue nuevamente desterrado (hacia 365). En su ausencia, los católicos fueron dirigidos por Flaviano y Teodoro.

En 378, a la muerte de Valente, Melecio fue llamado otra vez, pero el edicto de Graciano que permitía volver a los exiliados hizo volver también a Doroteo, el obispo arriano sucesor de Euzoius, quien ocupó el arzobispado pero al cabo de un tiempo le fue devuelto a Melecio; sin embargo, aún estaba activo su rival Paulino, que no se avino a las propuestas que se le hicieron.

En 381, se reunió en Constantinopla el segundo Concilio Ecuménico, y san Melecio lo presidió. Estando el Concilio en sesiones, la muerte se llevó a este obispo, que tanta paciencia tuvo en el sufrimiento. La noticia de su muerte fue recibida con gran dolor de los Padres conciliares y del emperador Teodosio, quien le había dado la bienvenida a la ciudad imperial con una gran demostración de afecto, «como un hijo que saluda a un padre por mucho tiempo ausente». Con su humildad evangélica, Melecio se había hecho querer por todos los que lo conocieron. Crisóstomo nos dice que su nombre era tan venerado, que la gente en Antioquía escogía este nombre para sus hijos; grababan su imagen en sus sellos y en su vajilla y la esculpían sobre sus casas. Todos los Padres del Concilio y los fieles de la ciudad asistieron a sus funerales en Constantinopla. Uno de los prelados más eminentes, san Gregorio de Nisa, pronunció la oración fúnebre. En ella hace referencia a «la dulce y tranquila mirada, radiante sonrisa y bondadosa mano que secundaba a su apacible voz»; y termina con las palabras, «Ahora él ve a Dios cara a cara, ruega por nosotros y por la ignorancia del pueblo». Cinco años más tarde, san Juan Crisóstomo, a quien san Melecio había ordenado diácono, pronunció un panegírico el 12 de febrero, el día de su muerte o de su traslación a Antioquía. Todavía existen los panegíricos escritos por san Gregorio de Nisa y san Juan Crisóstomo.

Bibliografía: Vidas de los santos, Alban Butler






11:23 p.m.

Religioso y Mártir

Martirologio Romano:En Vinaroz, en la región de Valencia, en España, beato Tobías (Francisco) Borras Romeu, religioso de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios y mártir, que consumó su glorioso sacrificio por odio a la fe durante la persecución religiosa (1937).

Etimología: Tobías = Yahveh es bueno, es de origen hebreo.

Nació en San Jorge, España, el 14 de abril de 1861, y recibió la palma del martirio en Valencia, España, el 11 de febrero de 1936.

El 25 de octubre de 1992, fue beatificado por el Papa Juan Pablo II, junto con otros 70 compañeros, todos ellos Religiosos de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios.

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11:23 p.m.

Por: . | Fuente: AgenciaCatolica.com

Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En Chihuahua, en México, san Pedro Maldonado, presbítero y mártir, que durante la persecución, arrestado mientras administraba el sacramento de la penitencia, alcanzó el triunfo del martirio al ser golpeado en la cabeza (1927).

Es el primer santo y mártir de Chihuahua, México.

Fecha de beatificación: 21 de mayo de 2000, hunto a 24 compañeros mártires, por el Papa Juan Pablo II.

Pedro de Jesús fue hijo legítimo del señor Apolinar Maldonado y de la señora Micaela Lucero, y tuvo siete hermanos. Nació en un barrio de la ciudad de Chihuahua conocido como San Nicolás. Pedro Maldonado entró al seminario docesano a los 17 años de edad, donde tuvo un buen desempeño, sin ser el mejor de los estudiantes. En los años de 1913 a 1914 ante la persecución religiosa muchos seminaristas huyeron a El Paso Texas, pero Pedro permaneció en la capital de Chihuahua, aunque fue también ordenado en El Paso Texas, ya que el Obispo de Chihuahua se encontraba enfermo en el Distrito Federal.

Trabajó por los indígenas Tarahumaras y buscó reducir la cantidad de bebidas alcohólicas que se consumían. Vivió en el distrito de Jiménez y allí fue perseguido y en múltiples ocasiones, y golpeado por grupos masónicos aún dentro de la iglesia.

El Padre Maldonado era sensible a las necesidades de la gente. Solía ayudar a los pobres con dinero y ropa y él mismo crió y educó a un huérfano pobre. Le gustaba visitar los campos en tiempo de cosecha y los campesinos le pedían que les bendijera los campos invadidos por plagas de langosta. Son muchos los testimonios de que más de una vez expulsó las langostas de los campos con su oración. Tuvo un interés especial en la educación católica de los niños, los jóvenes y los adultos y les explicaba la historia de la salvación por medio de fotografías.

Entre 1926 y 1929 fue constantemente cazado según biógrafos "como a un animal". Los tres periodos de la persecución religiosa vieron al Padre Maldonado huyendo constantemente de la policía y de los agentes de gobierno. El Viernes Santo de 1936, mientras regresaba a su escondite en el poblado llamado La Boquilla, en Santa Isabel, después de una visita para ayudar a una mujer moribunda en la vecindad de la estación del tren del mismo pueblo, fue emboscado junto con sus acompañantes. Al día siguiente se contaron doscientos cartuchos en el lugar de la emboscada.

Su Martirio

El Padre Pedro de Jesús Maldonado murió en la ciudad de Chihuahua el 11 de febrero de 1937, en el día del aniversario número 19 de su cantamisa.

Fue sacerdote de la diócesis de Chihuahua y hasta el momento de su muerte había estado ejerciendo su ministerio en la parroquia de Santa Isabel, que tiene su sede en el pueblo del mismo nombre, al que los revolucionarios pocos años antes habían cambiado por el de General Trías, con la intención de borrar de la geografía chihuahuense toda alusión al catolicismo.

La causa de su muerte fue una brutal y salvaje golpiza que le causó un severo daño cerebral y heridas en diversas partes del cuerpo. Esto sucedió en la presidencia municipal de Santa Isabel el 10 de febrero, Miércoles de Ceniza en aquel año, y terminó al día siguiente en Chihuahua.

En el Registro Civil de la ciudad de Chihuahua, en el libro número 117, de la Sección de Defunciones, está registrada el acta número 171, firmada por el Juez del Registro Civil en la que hace constar que a las 17 horas. 15 minutos, del jueves 11 de febrero de 1937, recibió un oficio del Juzgado 1o. de lo Penal, número 106, del Distrito Morelos, Chihuahua, en el que se le comunica que le fue practicada la autopsia de ley al cadáver de quien en vida llevara el nombre de PEDRO MALDONADO y se ordena proceder de inmediato a su inhumación.

Según esa misma acta, el difunto contaba al momento de fallecer 42 años de edad, era sacerdote católico originario de la ciudad de Chihuahua y vecino de General Trías.

Dice también que era hijo legítimo del señor Apolinar Maldonado y de la señora Micaela Lucero, ya fallecidos, y que tenía siete hermanos. Que la causa de su muerte fueron lesiones en el cráneo, y que se trataba, presuntamente de un homicidio.

El juez dispuso también que se verificara la inhumación del cadáver ese mismo día a las dieciocho horas en el Panteón de Dolores, en el lote particular de la familia Enríquez.

Firme y constante creencia popular de que murió como mártir

Como se ve, la suposición del juez, basada en la autopsia, sobre la causa de muerte del sacerdote, es que fue por homicidio, cosa que posteriormente sería probada por los testigos oculares y los documentos relacionados con el caso, realizado bajo el abrigo de la ley.

Para el pueblo de Chihuahua, así como para sus hermanos sacerdotes y el obispo diocesano, don Antonio Guízar y Valencia, el Padre Maldonado fue un mártir.

Esta firme y constante creencia popular fue confirmada por la voz oficial de la Iglesia cuando el Papa Juan Pablo II lo declaró beato en 1992 lo canonizó en el año 2000.

El Padre Maldonado fue el único sacerdote sacrificado durante los largos y tortuosos años de persecución religiosa en Chihuahua y por esa misma razón su caso amerita atención especial.

Todavía más que la muerte de Pancho Villa, el asesinato del P. Maldonado conmocionó no sólo al pueblo de Chihuahua sino también más allá de las fronteras del estado y de México.

Lo que más horrorizó a la gente fueron los métodos bestiales y la brutalidad empleados en el asesinato.

El Padre Maldonado fue asesinado en un tiempo en que la persecución religiosa de los años treinta, desatada en México bajo el gobierno del general Lázaro Cárdenas, estaba declinando.

En Chihuahua, Gustavo Talamantes había sucedido al despótico Rodrigo M. Quevedo en la silla gubernamental algunos meses antes.

La conmoción que provocó el asesinato del P. Maldonado no benefició al gobierno recién instalado de Talamantes y provocó el escepticismo en los esfuerzos y la autenticidad de Cárdenas por pacificar a México.

Plutarco Elías Calles vivía en exilio en los Estados Unidos, deshonrado públicamente y arrojado del poder por su propio hijo político. Lo acompañaba Luis L. León, ex-gobernador de Chihuahua y ex-ministro de gobierno.

La sombra de Rodrigo M. Quevedo perseguía al gobierno de Talamantes, para quien el alcalde de Ciudad Juárez, hermano de Quevedo, se había convertido en un verdadero dolor de cabeza. Los políticos, que se llamaban a sí mismo revolucionarios, de la noche a la mañana se volvieron ricos y también los miembros de sus familias.

La tortura y el asesinato eran comunes en los calabozos de los cuarteles de policía. Los gritos de los prisioneros eran ahogados por los trenes que pasaban en medio del silencio de la noche en la ciudad de Chihuahua.

El 23 de octubre de 1985 la Santa Sede dio el ´Nihil obstat" (nada obsta) para que se abriera oficialmente la Causa.

El 13 de julio de 1986 Mons. Adalberto Almeida y Merino publicó el decreto por medio del cual se daba inicio oficialmente a la Causa de Canonización del Padre Maldonado.

El 4 de febrero de 1992 la Santa Sede aprobó por unanimidad la Causa de los Mártires Mexicanos, conocida como "Causa del Siervo de Dios Cristóbal Magallanes y sus 24 compañeros mártires", entre los cuales se contaba al Padre Maldonado.

De ellos 22 eran sacerdotes y tres eran laicos.

El que estos mártires fueran "compañeros" no significa que hubieran muertos todos juntos, sino que el proceso de beatificación y canonización los englobaba a todos en el mismo grupo.

Casi todos estos mártires murieron entre 1926 y 1928, excepto el P. David Galván Bermúdez, que fue asesinado en 1915, y el P. Pedro Maldonado, que fue asesinado en 1937.

Los esfuerzos anteriores culminaron el 22 de noviembre de 1992, cuando el Papa Juan Pablo II beatificó solemnemente, en la basílica de San Pedro, al P. Cristóbal Magallanes y a sus 24 compañeros mártires, entre éstos al padre Pedro Maldonado.

Después de la beatificación el proceso siguió adelante para obtener también la canonización, que es la culminación del proceso y que autoriza a venerar a estos mártires no sólo en sus propias regiones sino en todo el mundo.

El 28 de junio de 1999, en presencia del Papa Juan Pablo II, la Congregación de las Causas de los Santos promulgó los decretos para la canonización de los mártires.

Finalmente, el 10 de marzo del año 2000, en Consistorio ordinario público, el Papa Juan Pablo II señaló oficialmente la fecha del 21 de mayo del Año del Gran Jubileo del 2000 para la canonización de nuestros mártires.

Conviene que recordemos todos sus nombres:

Cristobal Magallanes Jara, Sacerdote
Roman Adame Rosales, Sacerdote
Rodrigo Aguilar Aleman, Sacerdote
Julio Alvarez Mendoza, Sacerdote
Luis Batis Sainz, Sacerdote
Agustin Caloca Cortés, Sacerdote
Mateo Correa Magallanes, Sacerdote
Atilano Cruz Alvarado, Sacerdote
Miguel De La Mora De La Mora, Sacerdote
Pedro Esqueda Ramirez, Sacerdote
Margarito Flores Garcia, Sacerdote
Jose Isabel Flores Varela, Sacerdote
David Galvan Bermudez, Sacerdote
Salvador Lara Puente, Laico
Pedro de Jesús Maldonado Lucero, Sacerdote
Jesus Mendez Montoya, Sacerdote
Manuel Morales, Laico
Justino Orona Madrigal, Sacerdote
Sabas Reyes Salazar, Sacerdote
Jose Maria Robles Hurtado, Sacerdote
David Roldan Lara, Laico
Toribio Romo Gonzalez, Sacerdote
Jenaro Sanchez Delgadillo
David Uribe Velasco, Sacerdote
Tranquilino Ubiarco Robles, Sacerdote

Para ver las biografías de los Mártires Mexicanos del siglo XX
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11:23 p.m.

XCVIII Papa

Martirologio Romano:En Roma, memoria de san Pascual I, papa, que, llevado por la devoción, trasladó muchos cuerpos de mártires desde las catacumbas a distintas iglesias de la ciudad (824).

Etimología Pascual, nombre masculino cristiano-romano "Paschalis", de origen griego, evoca la celebración religiosa de la Pascua.

Perteneciente a una familia noble, en el momento de su elección como papa ocupaba el cargo de superior del monasterio de San Esteban en Roma y, tras su consagración recibió como presente del hijo de Carlomagno, Ludovico Pío (también llamado Luís el Piadoso), los territorios de Córcega y Cerdeña y la confirmación, mediante el Pactum Ludovicianum, de las donaciones hechas al papado en las décadas precedentes por Pipino el Breve y Carlomagno: Roma, Tuscia, Perúgia, Campania, Tívoli, Exarcado de Rávena, Pentápolis y Sabina), estableciéndose los límites del Estado de la Iglesia, dentro de los cuales el pontífice gozaba de plena soberanía.

Durante su pontificado tuvo que hacer frente a la segunda crisis iconoclasta que desde 814 vuelve a aparecer en Constantinopla, bajo el mandato del emperador bizantino León V, y que debido a las persecuciones sufridas provocó una importante afluencia de monjes griegos a Roma, y que encontraron refugio en los monasterios, recién construidos, de San Práxedes, Santa Cecilia y Santos Sergio y Baco.

En 823, coronó al hijo de Ludovico, Lotario, como emperador corregente con su padre. Durante su pontificado, realizó el traslado de muchas reliquias de mártires a las iglesias y monasterios romanos y prestó ayuda a los cristianos de Palestina y España en sus luchas contra los sarracenos.

Falleció en Roma, el 11 de febrero de 824, mientras comisionados imperiales enviados por Ludovico Pío investigaban la muerte de dos funcionarios papales que, partidarios de primacía del emperador sobre el papa en asuntos terrenales, habían sido asesinados por sirvientes del pontífice.

Pascual, que había sido acusado de haber sido el instigador de dichas muertes negó, bajo juramento cualquier implicación pero quizás debido a esto el pueblo romano se negó a que fuera enterrado en la Basílica de San Pedro por lo que sus restos descansan en la iglesia de San Práxedes.

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5:14 p.m.
NUESTRA SEÑORA DE LOURDES


ADVOCACIÓN MARIANA





Memoria de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes. Cuatro años después de la proclamación de su Inmaculada Concepción, la Santísima Virgen se apareció en repetidas ocasiones a la humilde joven santa María Bernarda Soubirous en los montes Pirineos, junto al río Gave, en la gruta de Massabielle, de la población de Lourdes, y desde entonces aquel lugar es frecuentado por muchos cristianos, que acuden devotamente a rezar.

Bernardita de Soubirous fue la elegida por Dios para ser testigo y mensajera de tan extraordinaria iniciativa del Creador. La Madre de Jesús, nuestra Madre también, supo como siempre enamorar a las multitudes y convocar a los pueblos de las naciones alrededor de la majestuosa imagen que de Ella se difundió.

Lourdes ha sido fuente de sanación física para mucha gente, y quizás ha sido este el milagro más visible que Dios ha realizado para confirmar y sostener la fe en la obra. Pero sin dudas que la sanación espiritual, la conversión de las almas, ha sido el fruto más extraordinario que las generaciones han manifestado como evidencia de la potencia de los actos de Dios en esta tierra.

Bernardita fue también instrumento de confirmación del Dogma de la Inmaculada Concepción, para alegría de los que amamos la pureza de María, reconocida de este modo en las propias palabras de la Reina del Cielo: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Hoy, después de 150 años, las palabras de María resuenan en nuestros oídos con la misma fuerza, como un cristal puro que resuena y sacude con su timbre los tímpanos del mundo. 

Gloria a Dios por Su Amor manifestado en regalo tan extraordinario. Nuestra Señora de Lourdes renueve nuestros corazones y nuestras mentes, para que emerja sonriente y esplendorosa nuestra propia conversión.

www.reinadelcielo.org

Fue el 11 de febrero cuando la Virgen se le apareció a Bernardita, una joven de 14 años en la gruta de Massabielle. Vio una nube dorada y a la Virgen vestida de blanco con un rosario en la mano.

Esta aparición se repitió 18 veces. El 25 de febrero fue cuando la chica escarbó en el suelo y salió un manantial de agua. Le dijo la Virgen que levantaran un templo y que rezara el rosario por los pecadores.

Comenzó a acudir mucha gente. Las autoridades eclesiásticas, comenzando por el párroco, no le daban crédito a la joven.

Era impensable que a su edad y dada su falta de cultura, supiera algo acerca del misterio del dogma de la Inmaculada Concepción, declarado así por el Papa Pío IX en 1854.

El mismo Papa le dio el nombre de Basílica al templo levantado en honor de las apariciones. Estas, por fin, fueron declaradas auténticas y no pura fantasía de una adolescente ignorante.

¿Cuál es la síntesis del mensaje de Lourdes?

En primer lugar, se trata de un acto de gratitud por la definición del dogma, que se había declarado oficialmente cuatro años antes. En segundo lugar, exaltar la pobreza y la humildad, virtudes eminentemente cristianas. En tercer lugar, la importancia de la Cruz como camino para ser feliz aquí y en el más allá. Y en cuarto lugar, la clave para llevar una vida cristiana auténtica, es la oración, sintetizada en el rezo del santo rosario.

Pero lo importante, además de las curaciones físicas, es que todo el mundo sale curado en lo espiritual, siempre y cuando se vaya de buena fe.



11:34 p.m.

Por: . | Fuente: Clairval.com

Cardenal, Arzobispo y Mártir

Martirologio Romano: En la aldea de Krasic, cerca de Zagreb, en Croacia, beato Luis Stepinac, obispo de Zagreb, que rechazó con firmeza las doctrinas que se oponían a la fe y a la dignidad humana y, por su fidelidad a la Iglesia, después de prolongada prisión, víctima de la enfermedad y la miseria, terminó egregiamente su episcopado (1960).

Alois Stepinac nació en Krasic, en el noroeste de Croacia, el 8 de mayo de 1898. Era el quinto de los hijos de una familia de agricultores acomodados, y creció en un ambiente profundamente cristiano, donde reinaban el amor y el respeto mutuo, así como la caridad hacia los más desfavorecidos. Su madre, una mujer sencilla y piadosa, era especialmente devota de la Santísima Virgen María, un rasgo que distinguirá también a su hijo.

Durante su etapa de estudios en un colegio de Zagreb, Alois demuestra una férrea voluntad, a pesar de poseer un temperamento discreto y reservado. En 1917, es movilizado en el ejército austro-húngaro. De regreso a su país en junio de 1919, tras un breve cautiverio en Italia, aquel joven padece una crisis interna. Hastiado por la inmoralidad que había frecuentado en su etapa militar, emprende estudios de agricultura, pero los abandona enseguida. Tampoco tiene éxito un proyecto de matrimonio. En marzo de 1924, un sacerdote que le conoce bien publica en una revista un artículo sobre San Clemente María Hofbauer, enviándoselo junto a una extensa carta. Afectado por el ejemplo de aquel santo, el joven decide consagrar su vida a Dios, ingresando en el seminario «Germanicum» de Roma. Uno de sus condiscípulos dirá de él lo siguiente: «Ardía en amor por la Iglesia y estaba imbuido de fidelidad hacia el Santo Padre».

Alois Stepinac se doctora en filosofía, y luego en teología, en la Universidad Gregoriana de Roma, y recibe la ordenación sacerdotal el 26 de octubre de 1930. De regreso a Croacia, su país se le presenta destruido y explotado por Serbia. Aunque su deseo es convertirse en párroco rural, el arzobispo de Zagreb prefiere conservarlo como encargado de la liturgia, y luego como notario de la curia del arzobispado. Él acepta el cargo diciendo: «No sé si permaneceré aquí o no. No importa, pues todos los caminos que están al servicio de Dios llevan al Cielo». Le son confiadas importantes misiones, como apaciguar algunos conflictos acontecidos en algunas parroquias. También impulsa obras de caridad en los barrios pobres de Zagreb y organiza comidas para el pueblo.

En 1934, el arzobispo, Monseñor Bauer, cae gravemente enfermo y solicita de la Santa Sede un coadjutor, proponiendo a Alois Stepinac, quien intenta en vano eludir el cargo, tanto por su edad (36 años) como por su corta experiencia sacerdotal. Pero el 29 de mayo es nombrado coadjutor, desplazándose a continuación a pie al santuario mariano de Marija Bistrica, a 36 km de Zagreb, para confiar a María ese difícil ministerio. De hecho, los obispos croatas se ven en la necesidad de defender continuamente que se reconozcan los derechos de la Iglesia Católica (libertad de enseñanza, libertad de asociación, autoridad de la Iglesia sobre los matrimonios católicos, etc.).

El 7 de diciembre de 1937 fallece Monseñor Bauer, sucediéndole Mons. Stepinac como arzobispo de Zagreb. El nuevo prelado recomienda a sus sacerdotes que consagren lo mejor de sí mismos a su vida interior. Entre sus decisiones de gobierno de antes de la guerra, publica una carta abierta a todos los médicos para denunciar la «peste blanca»: el desarrollo de la anticoncepción y del aborto. Por otra parte, llega a fundar un periódico católico con el fin de luchar contra la prensa antirreligiosa.

El arzobispo estima profundamente la vida religiosa y considera que su desarrollo resulta indispensable. Los monasterios deben convertirse en «fortalezas de Cristo», y deben proteger a la diócesis con las armas espirituales de la oración, de la renuncia y del sacrificio.

«El fruto de un inmenso egoísmo»

Monseñor Stepinac había anunciado la Segunda guerra mundial en estos términos: «Las parejas casadas ya no respetan los valores del matrimonio; se practica el adulterio y se abandona a los hijos; en una palabra: se hace todo lo posible para borrar el nombre de Dios de la faz de la tierra. Se están destruyendo todos los valores morales, por lo que no es extraño que Dios se dirija ahora a las multitudes a través del único lenguaje que son capaces de entender... y es el caos sobre la tierra, el horror de la guerra, la destrucción de todas las cosas. Es el fruto de un inmenso egoísmo... Si queremos vislumbrar días mejores, la primera regla consiste en devolverle a Dios el respeto debido, con humildad; es la única vía para la paz». ¡Es una enseñanza que sigue estando de actualidad!

El 10 de abril de 1941, después de la invasión de Yugoslavia por parte del ejército alemán, los nacionalistas croatas (también llamados ustachis) proclaman un Estado independiente en Zagreb. Junto a hechos positivos (plena libertad para la Iglesia Católica, protección de las buenas costumbres, etc.), el nuevo régimen queda deshonrado a causa de discriminaciones contra los ciudadanos de religión ortodoxa, los judíos y los gitanos. Sin condenar por completo al Estado croata, reconocido «de facto» por la Santa Sede, Monseñor Stepinac mantiene sus reservas. Se convierte en el portavoz de todos los oprimidos y perseguidos, denuncia los abusos de los ustachis y condena los postulados racistas, así como las persecuciones contra las minorías judía y serbia.

Además, el gobierno croata incita a los ortodoxos a pasarse a la religión católica. Monseñor Stepinac dirige una nota confidencial a sus clérigos: «Cuando acudan a vosotros personas de confesión judía u ortodoxa que se hallen en peligro de muerte, y por esa causa quieran convertirse al catolicismo, recibidlos (Esa «recepción» no era más que una simple acogida por parte de la Iglesia, sin ningún compromiso religioso) para que salven la vida. No les pidáis ningún conocimiento religioso especial, pues los ortodoxos son cristianos como nosotros, y la fe judía es la raíz del cristianismo. El papel y el deber de los cristianos debe consistir ante todo en salvar a la gente. Y cuando esta época de demencia y de salvajismo llegue a su término, los que se hayan convertido por convicción podrán permanecer en nuestra Iglesia, y los demás, una vez pasado el peligro, podrán regresar a la suya». La Iglesia enseña, en efecto, la libertad del acto de fe: «Es uno de los puntos principales de la doctrina católica que el hombre al creer tiene que dar una respuesta voluntaria a Dios, y que por tanto a nadie se puede forzar a abrazar la fe contra su voluntad» (Vaticano II, Dignitatis humanæ, 10).

A lo largo de toda la guerra, el arzobispo de Zagreb prodiga los favores de su caridad a los desdichados, cualesquiera que sean, distribuyendo vagones enteros de alimentos a los refugiados, cuidando personalmente de los huérfanos cuyos padres están encarcelados o han huido a las montañas, y salva del hambre y de la muerte a 6.700 niños, la mayor parte de padres ortodoxos.

El presidente de la comunidad judía de los Estados Unidos, Louis Breier, dirá de él lo siguiente el 13 de octubre de 1946: «Esa gran autoridad de la Iglesia ha sido acusada de colaborar con los nazis. Nosotros los judíos lo negamos. Sabemos, por la conducta que siguió desde 1934, que ha sido siempre un verdadero amigo de los judíos, que, en aquellos años, sufrían las persecuciones de Hitler y de sus adeptos. Alois Stepinac es uno de esos pocos hombres en Europa que se levantaron contra la tiranía nazi, justamente en los momentos en que resultaba más peligroso hacerlo... La ley sobre el «brazalete amarillo» se anuló gracias a él... Después de Su Santidad el Papa Pío XII, el arzobispo Stepinac fue el mayor de los defensores de los judíos perseguidos en Europa».

Cuando callan las campanas

Con ocasión de la retirada de las tropas alemanas durante el fin de la guerra, el arzobispo consigue evitar la destrucción total de Zagreb, pero ve con dolor cómo los partisanos de Josip Tito toman el poder, emprenden una sangrienta depuración e instauran leyes antirreligiosas. Nada impresionado por los rumores que le tachan de criminal de guerra, Monseñor Stepinac está firmemente decidido a permanecer en medio de su pueblo.

El 17 de mayo de 1945, el arzobispo es encarcelado por sorpresa. El 3 de junio, los obispos croatas exigen su liberación como medida previa a toda negociación. Todas las campanas de Zagreb se callan y la procesión del Corpus Christi queda anulada. Ante aquel inesperado movimiento de resistencia, Tito da su brazo a torcer y manda liberar a Monseñor Stepinac. El 24 de junio, en una circular dirigida a todos los sacerdotes, el prelado recuerda a los padres su deber sagrado de reclamar la educación religiosa en las escuelas. Sus exhortaciones a todos los fieles van dirigidas a que hagan uso de la oración, en especial en esos tiempos difíciles, y muy concretamente a que recen el Rosario.

Sin embargo, la dictadura se instaura sin tomar en consideración la solemne declaración del gobierno federal de Yugoslavia según la cual se respetarían la libertad de conciencia y de confesión religiosa, así como la propiedad privada. En una carta pastoral fechada el 20 de septiembre de 1945, los obispos católicos de Yugoslavia advierten que 243 sacerdotes han sido asesinados desde el final de la guerra y que 258 han sido encarcelados o han desaparecido. A continuación, constatando la parálisis de los seminarios, los estragos ejercidos en la juventud por parte de la propaganda atea y la inmoralidad amparada por el Estado, condenan solemnemente «el espíritu materialista e impío que se extiende por nuestro país».

En octubre de 1945, con motivo de una visita pastoral, el automóvil de Monseñor Stepinac es asaltado por los comunistas y los cristales son rotos a pedradas. La víspera del atentado, la milicia había amenazado al prelado con represalias si llevaba a cabo aquella visita. «De todas formas, señala el arzobispo, solamente se muere una vez; pueden hacer lo que quieran, pero nunca dejaré de predicar la verdad; no temo a nadie más que a Dios, y mi deber sigue siendo el mismo: salvar almas».

«Tengo la conciencia limpia y en paz»

Desde noviembre de 1945, Monseñor Stepinac deja instrucciones para administrar la Iglesia en el caso de que sea encarcelado. El 17 de diciembre, en un mensaje al clero, se defiende de todas las acusaciones que se le atribuyen mediante las siguientes frases, que son un resumen de su vida y que explican la fortaleza de su alma: «Tengo la conciencia limpia y en paz ante Dios, que es el más fidedigno de los testigos y el único juez de nuestros actos, ante la Santa Sede, ante los católicos de este Estado y ante el pueblo croata». Más tarde añadirá: «Estoy dispuesto a morir en cualquier momento».

El 18 de septiembre de 1946, a las 5 de la madrugada, la milicia irrumpe en el arzobispado y se precipita hacia la capilla donde está rezando el prelado. Conminado a seguir a los policías, responde: «Si estáis sedientos de mi sangre, aquí me tenéis». El 30 de septiembre, comienza un proceso que el Papa Pío XII calificará de «tristissimo» (lamentable). Gracias a la fortaleza propia de una conciencia recta y pura, Monseñor Stepinac no desfallece ante los jueces. En medio de una gran tranquilidad, y seguro de la protección de «la abogada de Croacia, la más fiel de las madres», la Santísima Virgen María, el 11 de octubre escucha la injusta sentencia que se pronuncia contra él, que le condena a prisión y a trabajos forzados durante dieciséis años «por crímenes contra el pueblo y el Estado». «Las razones de la persecución que padeció y del simulacro de juicio que se organizó contra él, dirá el Papa Juan Pablo II el 7 de octubre de 1998, fueron su rechazo a las insistencias del régimen para que se separara del Papa y de la Sede Apostólica, y para que encabezara una «Iglesia nacional croata». Él prefirió seguir siendo fiel al sucesor de Pedro, y por eso fue calumniado y luego condenado».

Durante su encarcelamiento en Lepoglava, Monseñor Stepinac comparte la miserable suerte de cientos de miles de prisioneros políticos. Son numerosos los guardianes que lo humillan, entrando en cualquier momento en su celda e insultándole continuamente. Los paquetes de alimentos que recibe son expuestos durante varios días al calor o estropeados para que resulten incomestibles. El arzobispo guarda silencio, transformando la celda de la prisión en una celda monacal de oración, de trabajo y de santa penitencia. Se lo han quitado todo, «excepto una cosa: la posibilidad de alzar las manos al cielo, como Moisés» (cf. Ex 17, 11). Pero tiene la suerte de poder celebrar la Misa en un altar improvisado. En la última página de su agenda de 1946 escribe lo que sigue: «Todo sea para la mayor gloria de Dios; también la cárcel».

«Sufrir y trabajar por la Iglesia»

El 5 de diciembre de 1951, cediendo a las presiones internacionales, el gobierno yugoslavo consiente en trasladar al arzobispo a Krasic, su ciudad natal, bajo libertad vigilada. Allí ejerce funciones de vicario, pasando buena parte del tiempo en la iglesia parroquial, donde confiesa durante horas enteras y, cuando le instan a que economice sus ya débiles fuerzas, responde que confesar es uno de sus mayores descansos. En el transcurso de sus primeros días en Krasic, un periodista extranjero le hace la siguiente pregunta: «¿Cómo se encuentra? – Tanto aquí como en Lepoglava, no hago más que cumplir con mi deber. – ¿Y cuál es su deber? – Sufrir y trabajar por la Iglesia».

A unos visitantes desanimados por los perjuicios del comunismo, Monseñor Stepinac les responde: «No hay que desesperar, pues aunque el comunismo deje huellas en nuestro pueblo, y aunque nos encontremos con las manos atadas por esa pérfida ideología y aunque algunos flaqueen, estamos mejor que los pueblos del oeste, saturados de bienes materiales pero asfixiados en la inmoralidad y en el ateísmo práctico. Gracias a Dios mi pueblo ha permanecido fiel al Señor y al respeto hacia la Virgen».

Mientras tanto, el gobierno yugoslavo intenta a cualquier precio provocar una ruptura de los católicos croatas con Roma y fundar una iglesia nacional cismática, con objeto de incorporar a los croatas a la Iglesia ortodoxa serbia. A tal efecto, se llega a crear una «asociación de los santos Cirilo y Metodio» que agrupa a «sacerdotes patriotas» y devotos del régimen. El año 1953 destaca por las agresiones procedentes del gobierno. El recluido arzobispo da ánimos a los sacerdotes y a los fieles mediante una copiosa correspondencia, exhortando a los indecisos y recuperando a las ovejas descarriadas. Más de un sacerdote llega a confesar que «Si no hubiera estado allí, quién sabe lo que nos habría pasado». Uno de los principales peleles de Tito, Milovan Djilas, confesará más tarde: «Si Stepinac hubiera querido ceder y proclamar una Iglesia croata independiente de Roma, como nosotros queríamos, lo habríamos colmado de honores».

«Vencerá el espíritu, y no la materia...»

El 12 de enero de 1953, el Papa Pío XII eleva a Monseñor Stepinac a la dignidad cardenalicia. Pero el arzobispo no ha podido desplazarse a Roma, por miedo a que el gobierno de Tito le impida regresar a su país. En una entrevista con un periodista extranjero, el nuevo cardenal anuncia proféticamente: «En la lucha que se desarrolla (en Yugoslavia) entre la Iglesia y el Estado, vencerá el espíritu, y no la materia. Durante la historia de la humanidad nunca ha podido mantenerse definitivamente el materialismo».

La generosidad del cardenal con respecto a los que son más pobres que él no tiene límites: «No posee más que lo estrictamente necesario para vestirse, explica el párroco de Krasic; todo lo da. Incluso acaba de dar a los pobres dos pares de zapatos». En su humildad, Monseñor Stepinac lamenta la publicidad que se ha montado alrededor de su persona. Al enterarse un día que una revista extranjera acaba de publicar una declaración del Papa en la que dice que «El cardenal de Croacia es el mayor prelado de la Iglesia Católica», él baja la vista murmurando: «¡Solamente Dios es grande!».

A finales de 1952 debe ser operado de una pierna y, al año siguiente, se le declara una grave enfermedad de la sangre, cuya causa se debe, según los médicos, a los malos tratos padecidos. Se le dispensan muchos cuidados médicos, pero él se niega a ser tratado en el extranjero, como habría sido necesario; como buen pastor, decide quedarse junto a su rebaño. Pero los métodos del régimen comunista no se flexibilizan. En noviembre de 1952, Tito decide romper las relaciones diplomáticas con el Vaticano, dando simultáneamente la orden a su policía de impedir cualquier visita a Krasic. Los guardianes del prelado (que eran más de treinta en 1954) le insultan y se burlan de él de todas las maneras posibles. El largo proceso seguido para su beatificación llegará a la conclusión, en 1994, de que su muerte fue la consecuencia de los catorce años de aislamiento injusto, de presiones físicas y morales constantes y de sufrimientos de todo tipo. Por eso «queda confiado en adelante a la memoria de sus compatriotas con las notorias divisas del martirio» (Juan Pablo II, 3 de octubre de 1998).

Vencer el mal con el bien

Durante todos aquellos años de reclusión forzosa, el cardenal Stepinac adopta la actitud espiritual que ordenó Nuestro Señor Jesucristo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan (Mt 5, 44). Persevera hasta el final en su resolución de perdonar, y se le oye rezar por sus perseguidores y repetir en voz baja: «No debemos odiar; también ellos son criaturas de Dios». En su «testamento espiritual» escribe lo siguiente: «Pido sinceramente a cualquier persona a la que hubiera podido hacer daño que me perdone, y perdono de todo corazón a todos los que me han hecho daño... Queridísimos hijos, amad también a vuestros enemigos, pues así nos lo ha mandado Dios. Seréis entonces hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace que el sol salga para los buenos y para los malos, y que hace que llueva tanto para los que hacen el bien como para los que hacen el mal. Que la conducta de vuestros enemigos no os aleje del amor hacia ellos, pues el hombre es una cosa pero la maldad es otra bien distinta».

«Perdonar y reconciliarse, dirá el Papa Juan Pablo II con motivo de la beatificación del cardenal Stepinac, significa purificar la memoria del odio, de los rencores, del deseo de venganza; significa reconocer que quien nos ha hecho daño es también hermano nuestro; significa no dejarse vencer por el mal, antes bien vencer al mal con el bien (cf. Rm 12, 21)».

En 1958, los sufrimientos del cardenal se hacen casi intolerables, pero lo más penoso para él es carecer de fuerzas para poder celebrar la Misa. El 10 de febrero de 1960, expira en Krasic, pronunciando estas palabras: «Fiat voluntas tua» (¡Hágase tu voluntad!).

In te Domine speravi (En ti he esperado, Señor). Tal era su divisa. En uno de sus sermones nos confiaba el secreto de su esperanza: «Alguien podría preguntarse: «Y nuestra esperanza, ¿en qué se basa?». Y yo le respondo que en la fidelidad a Dios, pues Dios no miente; en la omnisciencia divina, para quien nada pasa desapercibido; en la omnipotencia de Dios, que es siempre dueño de todo».

El 3 de octubre de 1998, el Papa Juan Pablo II dejaba constancia del triunfo de esa invencible esperanza: «En la beatificación del cardenal Stepinac reconocemos la victoria del Evangelio de Jesucristo sobre las ideologías totalitarias; la victoria de los derechos de Dios y de la conciencia sobre la violencia y las vejaciones; la victoria del perdón y de la reconciliación sobre el odio y la venganza». A la vez que nos sentimos colmados de un profundo agradecimiento hacia el Santo Padre por esa beatificación, le damos gracias sobre todo al Señor por haber hecho brillar ante nuestros ojos semejante luz y por habernos dado como ejemplo al beato Alois Stepinac.

Puedes encontrar más información en el siguiente artículo: Cardenal Luis Stepinac

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Por: . | Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01

Abadesa

Martirologio Romano: En la región de Rouen, en Neustria, hoy en Francia, santa Austreberta, virgen y abadesa, que rigió el monasterio de Pavilly, fundado piadosamente por el obispo san Audeno (704).

Santa Austreberta o Eustreberta fue hija de uno de los principales cortesanos del rey Dagoberto, el conde Palatino Badefrido y de Santa Framechidis. Nació cerca de Thérouanne, en Artois, y fue una niña seria y piadosa, con la mente fija en iglesias y convenios. Un día, mientras contemplaba su imagen reflejada en el agua, vio un velo sobre su cabeza; aquella extraña experiencia le produjo una impresión permanente. Al cumplir los doce años, su padre le anunció que ya tenía proyectado su matrimonio y la idea resultó tan desagradable para Austreberta, que huyó de la casa, acompañada por su hermano menor. Se refugió en un monasterio, donde el abad le dio asilo y le prometió imponerle el velo. Sin embargo, al saber quién era ella y pensando en lo preocupados que estarían sus padres por su ausencia, la persuadió para que regresara con él a su hogar. Omer explicó el asunto a sus padres, que terminaron por acceder a que la joven entrara al convento, después de vivir con ellos algún tiempo. Aquel fue un período de prueba para Austreberta que se sentía atormentada por los escrúpulos de no haber respondido al llamado de Dios. Tanto importunó a los suyos para que la dejasen partir, que por fin su padre la llevó al monasterio de Port (después Abbeville), en el Somme, donde tomó el hábito ella misma.

Muy pronto se ganó lodos los corazones con su piedad y humildad. Ella misma estaba feliz en aquella comunidad tan devota y observante. Se cuenta que un día cuando Austreberta horneaba el pan para la casa, ocurrió un suceso extraordinario. En el horno caliente ya se habían extinguido las llamas. Los panes estaban listos y sólo faltaba sacar las brasas. Austreberta metió la escoba, que se incendió de pronto y llenó el horno con fuego. Austreberta, temiendo que el pan se quemara, cerró primero la puerta de la cocina y después, inclinándose entre las llamas, que no le hicieron ningún daño, limpió el interior del horno con sus manos y sacó el pan. A la asombrada muchacha que había presenciado la escena le encargó que no dijera nada a nadie y después siguió con su larca tranquilamente, sin ninguna quemadura en sus carnes ni en sus ropas. Sólo a su confesor reveló Austreberta lo sucedido y, aunque éste quedó lleno de admiración, le advirtió: "Hija, no vuelvas a ser tan temeraria, no sea que la próxima vez tientes a Satanás y recibas algún daño."

En aquel tiempo vivía un hombre piadoso llamado Audeno que había fundado en Pavilly el monasterio en el que profesó su hija Aurea. Por consejo de San Filiberto, Audeno nombró superiora de su convento a Austreberta, quien ya desde hacía tiempo era abadesa de Port.

La santa se resistió a separarse de sus amadas hijas para ir a enfrentarse con muchas dificultades en otro monasterio, pero ante la insistencia de San Filiberto acabó por aceptar. En su nueva casa encontró una completa falta de disciplina y se impuso la tarea de urgir a sus monjas el estrícto cumplimiento de las reglas; pero las religiosas no se conformaron con aquella severidad y acudieron a protestar ante Audeno, y acusaron a la santa de varias ofensas graves. El fundador dio crédito a las calumnias y después de injuriar a la superiora, llegó al grado de amenazarla con su espada, pero Austreberta no se inmutó y ciñéndose el velo alrededor del cuello, inclinó la cabeza esperando el golpe mortal. Su valor hizo que Audeno recuperara la cordura y desde entonces la dejó que gobernara a sus monjas del modo que creyera conveniente.

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Mártires

Martirologio Romano: En Magnesia, en la provincia de Asia, santos Calarampo, Profirio y Daucto, que junto con tres mujeres sufrieron el martirio en tiempo de Septimio Severo (s. III).

En un resumen de los martirologios griegos se dice que, bajo el reinado de Séptimo Severo, el prefecto Luciano, que gobernaba en Magnesia, mandó detener a un sacerdote llamado Caralampio, porque éste despreciaba los edictos imperiales que prohibían predicar el Evangelio. Con el propósito de vencer la constancia del sacerdote, Luciano mandó que le torturaran y él mismo se unió a los verdugos para desgarrar las carnes del confesor con garfios de hierro. Se dice que en aquel momento, por justo juicio de Dios, las manos del pefecto Luciano quedaron paralizadas y adheridas al cuerpo del mártir, sin que su dueño pudiese retirarlas.

Pero Caralampio elevó a Dios una plegaria, pidiendo el perdón para el inhumano verdugo y las manos de Luciano recuperaron el movimiento. Ante un prodigio tan evidente, los dos lictores, Porfirio y Bato, que también desempeñaban el oficio de verdugos, abjuraron del culto de los ídolos y se declararon cristianos; tres mujeres que presenciaban el suplicio, siguieron su ejemplo. Pero el prefecto persistió en su incredulidad y mandó que todos fuesen decapitados al instante.

Debe hacerse notar que este resumen no menciona al emperador ni habla de Antioquía de Pisidia. Las "actas," que por oirá parte son poco dignas de confianza, se detienen en diversos detalles, pero no dicen nada sobre los compañeros del mártir. La fiesta de San Caralampio figura el 10 de febrero en los agregados al martirologio de Usuardo y parece que su culto se extendía hasta las regiones de Hainaut.

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5:27 p.m.
SANTA ESCOLÁSTICA 

VIRGEN





Memoria de la sepultura de santa Escolástica, virgen, hermana de san Benito, la cual, consagrada desde su infancia a Dios, mantuvo una perfecta unión espiritual con su hermano, al que visitaba una vez al año en Montecasino, en la Campania, para pasar juntos una jornada de santas conversaciones y alabanza a Dios (c. 547).

La única fuente histórica sobre la vida de Santa Escolástica, hermana de San Benito, son los capítulos 33 y 34 del segundo libro de los Diálogos de San Gregorio Magno. Las noticias, legendarias que se añadieron, enriquecen poco la imagen sencilla e intensa de la santa. Pero a San Gregorio no le interesaba presentarnos una noticia biográfica completa de Santa Escolástica, sino completar el perfil interior del padre del monacato occidental. 

Parece que el año del nacimiento de los dos santos coincide: el 480. Por tanto, Benito y Escolástica probablemente fueron gemelos, y si no lo fueron anagráficamente, sí lo fueron espiritualmente, pues sus vidas fueron paralelas hasta la muerte, en el 547, a 40 días de distancia.

Escolástica nació en Nursia y desde muy joven se consagró a Dios; después siguió a su hermano San Benito a Subiaco y a Montecassino. En Piumarola, a los pies del monte, estableció su monasterio, como si humildemente hubiera querido detenerse en las faldas de la montaña, en cuya cumbre el hermano había fijado su habitación. Pero, a pesar de estar tan cerca en el lugar y en el afecto, Benito bajaba a visitar a la hermana sólo una vez al año. Es comprensible que Santa Escolástica quisiera detenerse un poco más con su hermano, pero San Benito era muy riguroso en el cumplimiento de la regla que él mismo se había impuesto.

En el último coloquio, que tuvo lugar tal vez el primer jueves de cuaresma del 547, Dios demostró que le agradaba más el gesto de afectuosa caridad que el cumplimiento riguroso de la regla. En efecto, Escolástica le pidió al hermano que permaneciese con ella, como refiere San Gregorio, “para que toda la noche hasta el día siguiente pudieran hablar de la alegría de la vida celestial”. 

Ante el severo reproche de Benito, Escolástica juntó las manos y permaneció en oración. “Pudo más ante Dios porque amó más”, comenta San Gregorio Magno.

Y efectivamente, pocos instantes después pareció que se abrían las cataratas del cielo: el aguacero y los truenos obligaron a San Benito a desistir de regresar al monasterio, pero le echó la culpa a la hermana que cándidamente replicó: “Pues bien, yo te lo pedí y no me quisiste escuchar; pedí al Señor y Él si me escuchó; vete si puedes, y regresa al monasterio”.

En el lugar del prodigio se construyó la llamada “iglesia del coloquio” y en recuerdo de ese episodio se invoca a Santa Escolástica contra los rayos y para obtener la lluvia. A los tres días de ese maravilloso coloquio, San Benito, durante la oración, vio que el alma de Escolástica volaba al cielo en forma de paloma, y a los 40 días él la siguió para vivir eternamente “la alegría celestial”.

Hermanos Franciscanos

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