Ártículos Más Recientes

11:35 p.m.

Por: . | Fuente: Vatican.va

Virgen y Fundadora
de la Congregación de las Hermanas de Jesús y María

Martirologio Romano: En Lyon, en Francia, santa María de San Ignacio (Claudina) Thévenet, virgen, quien, movida por la caridad y con ánimo esforzado, fundó la Congregación de las Hermanas de Jesús y María, para la formación espiritual de las jóvenes, especialmente las de condición humilde (1837).

Fecha de canonización: 21 de marzo de 1993 por S.S. Juan Pablo II.

CLAUDINA THÉVENET, la segunda de una familia de siete hijos, nace en Lyon el 30 de marzo de 1774. " Glady ", como se la llama familiarmente, ejerce muy pronto una bienhechora influencia sobre sus hermanos y hermanas porque su bondad, delicadeza y olvido propio la llevan a complacer siempre a los demás.

Tiene 15 años cuando estalla la Revolución Francesa. En 1793 vive las horas trágicas del asedio de Lyon por las fuerzas gubernamentales y, en enero de 1794, llena de horror y de impotencia, asiste a la ejecución de sus hermanos, condenados a muerte por represalia, después de la caída de la ciudad. Sus últimas palabras: "Perdona, Glady, como nosotros perdonamos" las hace muy suyas, las graba en su corazón y la marcan profundamente dando nuevo sentido a su vida. En adelante se dedicará a socorrer las innumerables miserias que la Revolución había producido. Para Claudina, la causa principal del sufrimiento del pueblo era la ignorancia de Dios y esto despierta en ella un gran deseo de darlo a conocer a todos. Niños y jóvenes atraen principalmente su celo apostólico y arde por hacer conocer y amar a Jesús y a María.

El encuentro con un santo sacerdote, el Padre Andrés Coindre, le ayudará a conocer la voluntad de Dios sobre ella y será decisivo en la orientación de su vida. En el atrio de la iglesia de San Nizier, el Padre Coindre había encontrado dos niñas pequeñas abandonadas y temblando de frío. Las condujo a Claudina quien no vaciló en ocuparse de ellas.

La compasión y el amor hacia las niñas abandonadas son el origen de la Providencia de San Bruno en Lyon (1815). Algunas compañeras se unen a Claudina. Se reúnen en Asociación. Elaboran y experimentan un Reglamento y pronto la eligen como Presidenta.

El 31 de julio de 1818 el Señor se deja oír por la voz del Padre Coindre: "hay que formar una comunidad. Dios te ha elegido" dijo a Claudina. Y así, el 6 de octubre de ese mismo año, se funda la Congregación de Religiosas de Jesús-María, en Pierres-Plantées, sobre la colina de la Croix Rousse. En 1820 la naciente Congregación se instalará en Fourviére (frente al célebre santuario) en un terreno adquirido a la familia Jaricot. En 1823 obtiene la aprobación canónica para la Diócesis del Puy y en 1825 para la de Lyon.

El fin inicial del joven Instituto era recoger las niñas pobres hasta los 20 años de edad. Se las enseñaba un empleo y los conocimientos propios de la escuela primaria, todo ello desde una sólida formación religiosa y moral. Pero querían hacer más, y Claudina y sus hermanas abrieron también sus corazones a niñas de clases acomodadas construyendo para ellas un pensionado. El fin apostólico de la Congregación será pues, la educación cristiana de todas las clases sociales con una preferencia por las niñas y jóvenes, y entre ellas, las más pobres.

Los dos tipos de obras se desarrollan simultáneamente a pesar de las pruebas que acompañarán a la Fundadora a lo largo de los últimos doce años de su peregrinación en esta tierra: la muerte dolorosamente repentina del Padre Coindre (1826) y de las primeras hermanas (1828); la tenacidad para impedir la fusión de su Congregación con otra también recién fundada; los movimientos revolucionarios de Lyon en 1831 y 1834 con todas las consecuencias que debieron sufrir los habitantes de Fourviére, por ser la colina punto estratégico de los dos bandos antagónicos.

El insigne valor de la Fundadora no se deja intimidar por la adversidad, al contrario, emprende con audacia nuevas construcciones, entre ellas la de la Capilla de la Casa Madre, al mismo tiempo que se entrega a la redacción de las Constituciones de la Congregación. Las estaba ultimando cuando, a sus 63 años, la muerte llamó a su puerta. Era el 3 de febrero de 1837.

"Hacer todas las cosas con el único deseo de agradar a Dios" fue el hilo conductor de toda su vida. Esta búsqueda constante de la voluntad de Dios, "llevar una vida digna del Señor agradándole en todo", le dio una fina sensibilidad para leer los signos de los tiempos, discernir los designios de Dios sobre ella y dar una respuesta íntegra y total. Ese camino le ha merecido "compartir la suerte de los santos en la Luz" (Col. 1, 10-11).

"Encontrar a Dios en todas las cosas y todas las cosas en Dios" es vivir en espíritu de alabanza. En un mundo en que está demasiado ausente la esperanza, redescubrir la bondad del Creador, presente en la creación y en las personas, reafirma el sentido de vivir e invita a la acción de gracias. Claudina hizo de su vida religiosa apostólica "un himno de gloria al Señor". Sus últimas palabras: "Qué bueno es Dios" fueron la exclamación admirativa de la bondad de Dios que había sabido descubrir aún en los momentos más dolorosos de su vida.

Claudina imprimió en su Congregación su fuerte personalidad. Dotada de una grandeza de alma poco común, de prudente inteligencia y buena organización, fue, sobre todo, una mujer de gran corazón. Y quería que sus hijas fueran verdaderas madres de las niñas confiadas a su cuidado: "Es necesario ser madres de las niñas - les decía - sí, verdaderas madres, tanto del alma como del cuerpo". Ninguna parcialidad, ninguna preferencia, "las únicas que os permito son para las más pobres, las más miserables, las que tienen más defectos. A estas sí, amadlas mucho".

La solidez de una construcción se revela al paso del tiempo. Cinco años apenas de la muerte de la Fundadora sus hijas llegaban a la India (1842). En 1850 entran en España y en 1855 van al Nuevo Mundo, a Canadá.

175 años después de la fundación de la Congregación, son más de mil ochocientos las Religiosas de Jesús-María repartidas hoy en ciento ochenta comunidades por los cinco continentes. Todas acogen con grande gozo y gratitud la canonización de esta humilde y generosa hija de Francia que el Señor escogió para hacerla su Fundadora.

Reproducido con autorización de Vatican.va

Let's block ads! (Why?)

5:19 p.m.
SAN BLAS

OBISPO Y MÁRTIR




Obispo de Sebaste de Armenia


San Blas, obispo y mártir, que, por ser cristiano, padeció en tiempo del emperador Licinio en la ciudad de Sebaste, en Armenia (c. 320).

Etimología: Blas = Aquel que es tartamudo, de origen latino"Blas, obispo de Sebaste de Armenia, es un personaje bastante incierto desde el punto de vista histórico, pero todavía goza de mucha popularidad por un milagro que se le atribuye y que ha perpetuado la conocida bendición contra el mal de la garganta. En efecto, se conoce en su Pasión que mientras llevaban al santo al martirio, una mujer se abrió paso entre la muchedumbre y colocó a los pies del santo obispo a su hijo que estaba muriendo sofocado por una espina de pescado que se le había atravesado en la garganta. San Blas puso sus manos sobre la cabeza del niño y permaneció en oración. Un instante después el niño estaba completamente sano. Este episodio lo hizo famoso como taumaturgo en el transcurso de los siglos, y sobre todo para la curación de las enfermedades de la garganta.

Gracias a esta tradición, el nuevo calendario litúrgico ha colocado en este día la memoria del santo, aunque se trata de un personaje históricamente incierto. San Blas fue obispo de Sebaste a comienzos del siglo IV, y sufrió la persecución de Licinio, el colega del emperador Constantino. Puede, pues, considerarse como uno de los últimos mártires cristianos de esa época. 

Era el año 316. Parece que San Blas, siguiendo la advertencia del Evangelio, huyó de la persecución y se refugió en una gruta.


La leyenda, como de costumbre, abunda en particulares amenos y nos presenta al anciano obispo rodeado de animales salvajes que lo visitan y le llevan alimento; pero como los cazadores van detrás de estos animales, el santo fue descubierto y llevado amarrado como un malhechor a la cárcel de la ciudad. A pesar de los prodigios que el santo hacía en la cárcel, lo llevaron a juicio y como no quiso renegar de Cristo y sacrificar a los ídolos, fue condenado al martirio: primero lo torturaron y después le cortaron la cabeza con una espada.

11:35 p.m.

Por: . | Fuente: www.frasales.edu.ec

Sacerdote y Fundador
de los Oblatos y de las Oblatas de San Francisco de Sales

Martirologio Romano: En Aube, Francia, Beato Luis Brisson, sacerdote fundador de los Oblatos y de las oblatas de San Francisco de Sales ( 1908)

Fecha de beatificación: 22 de septiembre de 2012, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI

Nació en Plancy (Francia) el 23 de junio de 1817. Fue hijo único, con una sólida educación cristiana, precursora de la gran misión a la que Dios le destinaba. A sus cortos 5 años se presentó en la fábrica de su pueblo para exhortar a los obreros a asistir a la Misión que se daba en la Parroquia, al que ellos impresionados por su palabra, acudieron. A los 11 años recibió su Primera Comunión.

Terminada la educación primaria en la casa parroquial entró en el Seminario Menor de Troyes, donde se distinguió por su ardiente piedad e inteligencia. Culminó sus estudios en el Seminario Mayor del que más tarde fue un profesor muy apreciado.

El 19 de Diciembre de 1840, se ordenó como sacerdote y poco después fue nombrado Capellán de la Visitación de Troyes, desempeñando dichas funciones en forma eficiente por más de cuarenta años. Su vida se basa en la espiritualidad de San Francisco de Sales, así como también sus métodos en lo concerniente a la orientación espiritual en general y de la educación de la juventud en particular.

Su porte era noble y digno, su paciencia inalterable, una fina expresión de paz y bondad irradiaba de su mirada penetrante. Con razón León XIII lo llamó el “hombre de la paz”.

Francia a mediados del siglo XIX se encuentra en plena expansión industrial. Mucha gente, especialmente jóvenes, llegan del campo a la ciudad, buscando días mejores, pero al mismo tiempo que ofrecen su mano de obra, las jovencitas en particular se hallan expuestas a la inmortalidad de las fábricas. Todo este entorno se convierte en una inquietud que taladra el Corazón del Padre Brisson. Esto evidenció la real necesidad de fundar una casa que acogiera a estas jovencitas, un lugar que fortifique su espíritu cristiano, y a la vez sirva de apoyo para mejorar sus condiciones de vida y sano esparcimiento.

Es en el mismo año de 1858 cuando inició las primeras obras sociales en Francia: “Las Obras Obreras”, para lo cual contó con el apoyo de Madre Chappuis. La administración inicialmente se encargó a otras personas, pero debido a que esa no era la dirección adecuada aparecieron inconvenientes, entonces es preciso contar con mujeres que realmente se entreguen al proyecto con todo su amor, y esto se lograría a través de la fundación de una congregación religiosa según el espíritu de San Francisco de Sales, esta propuesta no entusiasmó al Padre Brisson, muchas fueron las pruebas que pidió a Dios para conocer su voluntad. Estas se hicieron manifiestas inmediatamente y no pudo seguir resistiendo ya que sucedió un hecho trascendental: la aparición de Nuestro Señor al joven sacerdote en el locutorio del Monasterio de la Visitación de Troyes, con la imposición de obedecer. Rendida su voluntad y dando cumplimiento a los designios de la Providencia, hace a Dios la ofrenda de su incondicional colaboración fundando dos congregaciones: Los Padres Oblatos y las hermanas Oblatas de San Francisco de Sales.

Es a través de la joven Léonie Aviat, que la misión toma fuerza, pues ella se convertiría en la cofundadora junto al Padre Brisson de la Congregación de Oblatas en 1866 y bajo su responsabilidad estará la realización de las actividades que lleven a un pleno desarrollo las obras sociales iniciadas con las “Obras Obreras”, siendo esta una innovación revolucionaria en la manera de brindar ayuda al pueblo, a las obreras; atrae críticas mordaces y burlas grotescas, sin embargo el proyecto se afianza.

Por los años1868 – 1869, a petición de su Obispo, reorganizó la única escuela particular de Troyes, venida a menos por asuntos pecuniarios. Construyó el Colegios San Bernardo que llegó a ser la cuna de los Oblatos de San Francisco de Sales.

La persecución religiosa en Francia (1903 – 1904) es una de las más duras pruebas que deben pasar las congregaciones religiosas. Fuerte e inquebrantable en su fe, lejos de dejarse abatir, El Padre Brisson intensificó su vida de oración y su confianza en Dios. Por su avanzada edad no sale exiliado al exterior, pero se ve obligado a recluirse en Plancy, su pueblo natal en su casa paterna junto al hogar y a los talleres construidos bajo su dirección para albergar a las obreras que venían desde lejos en pos de amparo y de trabajo.

El 2 de Febrero de 1908 falleció, sin embargo su carisma, enseñanzas y ejemplo sobreviven con pujante vitalidad.

Sus instrucciones, conferencias y coloquios diarios, recogidos piadosamente por sus hijas e hijos espirituales constituyen el tesoro de la Congregación y forman su código impregnado de la Doctrina del Salvador.

El Padre Luis Brisson, un perfecto discípulo de San Francisco de Sales, es considerado un Misionero por excelencia, pues su obra no solo se desarrolló en su lugar de origen, sino que no conoce fronteras, fue su deseo beneficiar a más personas con el espíritu salesiano, así apoyó la fundación de Casas de las Oblatas en otros países de Europa, África y América.

El milagro de la beatificación

En la fría mañana del 18 de junio de 1953, en la estación del ferrocarril de Alausí, se encontraba alegrando el día la Hermana Margarita Teresa, en compañía de la Sra. Italia Catani, comentándole afligida por el accidente acaecido el día anterior (17 de junio), que había tenido su sobrino Carlitos Catani de ocho años de edad.

Una rueda de tractor le había aplastado el pie derecho, dejándole tres dedos destrozados e imposibilitándolo para caminar correctamente.

La Sra. Italia, angustiada pidió a la Madre Oblata, ore por su sobrino, ya que los doctores optaban por la intervención quirúrgica amputarle los dedos. Iluminada por la luz divina, Sor Margarita Teresa se le ocurrió realizar una Novena al Padre Luis Brisson, haciéndola partícipe a la Sra. Italia. La Hermana Margarita fue a visitar y conocer a Carlitos, encontrándolo postrado y muy adolorido en la cama. Conversó con los papás del niño, para comenzar con la Novena y aceptar, se le coloque en el pie de Carlitos la reliquia del Siervo de Dios. Los padres aceptaron con fe y devoción, ante la bondad de la oblata, de querer ver a su hijo sano.

Comenzaron el novenario con los familiares, amigos, vecinos, elevando fervientes oraciones y con toda la divinidad de un corazón profundo, se escuchaba con una dulce voz, a la Hermana Margarita clamar:

“Dios mío, por la promesa que habéis en dar, a los que pedirán con fe y confianza. Os suplicamos concedernos el milagro, que prosperimos por la intercesión del Padre Luis Brisson”.

Le encomendó a la mamá, que siga orando y le deje la reliquia del Buen Padre, en el pie y que no debería haber ningún otra, para cuando esté hecho el milagro, no haya confusión. Mientras en la Comunidad de Oblatas San Francisco de Sales, seguían con la misión de rezar por la salud de Carlitos Catani.

Terminado el novenario, al tercer día, el niño le dijo a la mamá, que ya no sufría más. La Hermana Margarita, regresó de su viaje a los 15 días, cuál fue su sorpresa y se llenó de gozo, ver a Carlitos salir de la escuela, alegre y caminando. Sor Margarita le preguntó, que si estaba bien y le contestó, que sí, se encontraba mejor. Preguntándole también, qué le había dicho el médico, diciéndole:

-Ya estoy bueno y no tengo que viajar a Quito, sino a Riobamba, para una radiografía.

La Hermana sigue preguntando:

- ¿Cuándo vas a Riobamba?

A lo que Carlitos contesta:

- Después de los exámenes, porque mi mamá no quiere que falte a clases.

Sor Margarita le dice a Carlitos, que desea ver sus dedos del pie derecho, invitándolo para el día siguiente que vaya con su mamá a la Comunidad de las Oblatas.

Carlitos va a la comunidad y la Hermana le quitó el zapato y la media, para poder constatar que los huesos de los tres dedos del pie, estén correctos. Le tocó sus deditos, preguntándole que si le dolía, a lo que el niño, contestó, que no.

“Hay que seguir orando, para que las falanges de los dedos, crecieran”, mencionó la buena Madre.

Interesada la Hermana Margarita por el bienestar de Carlitos, lo visitaba en la escuela, viéndolo jugar como un cabrito inquieto con sus compañeros, le preguntaba si le dolía sus dedos, recibiendo una respuesta negativa.

El doctor Miguel Albán, a pedido de Sor Margarita, emitió un certificado muy detallado del accidente de Carlitos, antes y después de todo lo que había ocurrido. La Hermana le preguntó al doctor Albán, si en el proceso de haber recuperado la dureza de los huesos de los dedos del pie de Carlitos, hay algo extraordinario en la curación. Respondiendo el doctor, que sí, el niño se sanó sin terapia física alguna, ni instrumento ortopédico

La Madre Margarita Teresa viajó a Europa y regresó al Ecuador, a recoger y dar testimonio de fe, de lo que había acontecido.

Este relato fue redactado por la Lic. Sofía Pincay San Lucas.

Let's block ads! (Why?)

11:35 p.m.

Por: . | Fuente: notidiocesis.com.mx

Presbítero y Mártir

Martirologio Romano: En Hanoi, en Tonquín, hoy Vietnam, san Juan Teófano Vénard, presbítero de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París y mártir, que tras pasar seis años de trabajos de ministerio en la clandestinidad y en medio de grandes dificultades, aceptó con alegre ánimo, en tiempo del emperador Tu Duc, ser encerrado en una cueva y después degollado (1861)

Fecha de canonización: 19 de junio de 1988 por el Papa Juan Pablo II, junto a otros 116 mártires en Vietnam.

Breve Biografía

Sacerdote de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París y mártir que tras pasar seis años de trabajos de ministerio en la clandestinidad y en medio de grandes dificultades, aceptó con alegre ánimo el martirio por la causa de Cristo. Permaneció encerrado en una jaula por más de ocho semanas y después fue degollado. Sus cartas, escritas durante el cautiverio, inspiraron a Santa Teresita del Niño Jesús a orar por las misiones.

Jean-Théophane Vénard (en francés) nació el 21 de febrero de 1829 en Saint-Loup-sur-Thouet (Francia), en el seno de una familia profundamente cristiana y patriarcal.

Solía leer los "Anales de la Propagación de la Fe"; de ahí fue que supo de los atroces sufrimientos que padecían los cristianos por odio a la fe en tierra vietnamita. Entonces tomó una decisión heroica: "Yo también quiero ir a Tonkín, yo también quiero ser un mártir".

En 1841 el jovencito ingresó al colegio Doué-la-Fontaine. A sus 18 años estudiaba la Filosofía en el Seminario de Montmorillon y posteriormente la Teología en el Seminario Mayor de Poitiers. "El Seminario es el paraíso en la tierra", escribió un día.

Sintiendo en su corazón el llamado de Dios a un apostolado más vasto, manifestó a su obispo el deseo de adherirse a la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París.

Ordenado sacerdote en 1852, después de 15 meses de viaje el P. Vénard arribó a Hong Kong, donde le fue anunciado su destino: el Tonkín (Vietnam) adonde llegó en 1854.

Invocando a María, "mi reina y mi madre", y bajo la protección de su ángel de la guarda, se dispuso a entregarse completamente al servicio de Dios, aprendiendo rápidamente la lengua indígena.

Desde 1851 el rey Tu-Duc, instigado por sus consejeros, emanó un edicto para ordenar que los sacerdotes europeos fueran arrojados al río, los vietnamitas descuartizados y el delator premiado; posteriormente ordenó que todos los cristianos fueran proscritos. Algunos alcanzaron a esconderse, entre ellos el Obispo y el P. Vénard, pero toda la villa fue destruida.

Siempre de refugio en refugio, el misionero continuó evangelizando hasta su arresto, el 30 noviembre de 1860 en Kim-Bang. Fue encerrado en una jaula de bambú y transportado en ella hasta Hanoi donde fue condenado a muerte.

Transcurrieron ocho semanas antes de que se ratificara la sentencia, tiempo que el padre Vénard aprovechó para catequizar a cuanto visitante llegaba y escribir cartas, algunas de ellas dirigidas a su familia.

El 2 de febrero de 1861, a sus casi 32 años de edad, el P. Vénard fue cruelmente decapitado tras cinco golpes de espada. Sus despojos mortales fueron trasladados a Francia en 1865, al Seminario de la Sociedad para las Misiones Extranjeras de París.

Beatificado por Pío X (1906), fue canonizado por Juan Pablo II (1988) junto a 116 compañeros mártires en Vietnam de los siglos XVIII-XIX, siendo su festividad el 24 de noviembre, en tanto que la memoria litúrgica de Saint-Jean-Théophane la recordamos el 2 de febrero.


Let's block ads! (Why?)

11:35 p.m.

Por: . | Fuente: santiebeati.it

Religioso Mínimo

Martirologio Romano: En Roma, San Nicolás Saggio de Longobardi, religioso de la Orden de los Mínimos, que ejerció con humildad y santamente el oficio de portero (1709).

Fecha de beatificación: 17 de septiembre de 1786 por el Papa Pío VI.

Fecha de canonización: 23 de noviembre de 2014 por el Papa Francisco

El Beato Nicolás les nació en Lombardía (Longobardi) el 6 de enero de 1619, hijo de Fulvio Saggio y Aurelia Pizzini, pertenecientes a una antiquísima familia. Fue el primero de los tres hijos de esta familia. Se cuenta que, en el momento mismo en que nació, una flama misteriosa fue vista resplandecer sobre el techo de su casa, casi como queriendo simbolizar la vida llena de luz que tendría Nicolás. En el día del bautismo le pusieron el nombre de Juan Bautista, que él luego cambió al de Nicolás.

Incluso teniendo una gran inclinación por el estudio, ya que sus padres no tenían la posibilidad económica, no fue mandado a escuela. Ayudó, pues, a su padre en el trabajo en el campo. Ya de joven ayunaba varias veces a la semana y no nunca faltó a la Santa Misa. En alguna oportunidad, su padre le habría dicho que era algo torpe el dejar de trabajar para ir a la iglesia, entonces él fingió no sentirse bien y se fue al pueblo a escuchar la Misa. A su regreso, logró segar el trigo en gran abundancia y con una velocidad prodigiosa. Frecuentaba a menudo la Iglesia que los Religiosos Mínimos tenían en Lombardía, donde pasaba días enteros en oración.

A los veinte años, Nicolás decidió entrar a monasterio, pero sus padres trataron de impedirlo con firmeza. Su madre estaba furiosa por la elección, ya definitiva de su hijo. Frete a esto Nicolás se quedó ciego, y tan sólo recuperó la vista cuando sus padres se arrepintieron y lo dejaron libre de seguir su propia vocación.

Nicolás solicitó el hábito de San Francisco y fue asignado al Convento de Paula donde entró como hermano lego, por no tener estudios, y por ello nunca recibió las órdenes sagradas. Acabado el año de noviciado, pasó a Lombardía y luego a San Marco Argentano, Montalto, Cosenza, Spezzano y Paterno. La fama de sus virtudes, llegó bien pronto hasta Roma. Justamente en Roma, en el Colegio de San Francisco de Paola, hacía falta un religioso, el Beato Nicolás fue llamado a la parroquia cercana al Colegio. Estando allí visitó el Santuario de Loreto. Volvió tan enriquecido que hizo decir a sus compañeros: “Fray Nicolás era bueno al ir a Loreto pero ha regresado a Roma santo”.

Siendo ya una figura muy popular, el Beato Nicolás fue enviado, por sus superiores, a Calabria. Era el año 1693. En aquel período los calabreses estaban alarmados por los continuos sismos. Los marqueses del Valle lo invitaron a su feudo en Fiumefreddo, donde vivían con temor, desde que él llegó los temblores cesaron. En el 1696 Nicolás les fue trasladado a Lombardía. Aquí ejecutó una serie muy larga de prodigios. Encontrándose una vez en la costa con un pescador, este se negó a proporcionarle un pez, entonces Nicolás llamó a los peses del mar que se deslizaron fuera del agua y se dejaron tomar con las manos.

En los últimos años de su vida, Nicolás fue enviado nuevamente a Roma donde a menudo fue consultado por los papas, por los cardenales y por la nobleza de la ciudad. Aquí hechos excepcionales demostraron que el Beato Nicolás había recibido el don de la bilocación. Predijo la fecha de su muerte que llegó a la medianoche del 2 de febrero de 1709.

Reproducido con autorización de Santiebeati.it
responsable de la traducción: Xavier Villalta

Let's block ads! (Why?)

5:19 p.m.
SANTA JUANA DE LESTONNAC

VIUDA Y FUNDADORA




En Burdeos, en Francia, santa Juana de Lestonnac, la cual, siendo niña, rechazó la invitación y los esfuerzos de su madre para apartarla de la Iglesia católica y, al quedar viuda y después de educar convenientemente a sus cinco hijos, fundó la Sociedad de las Hijas de Nuestra Señora, a imitación de la Compañía de Jesús, para la educación cristiana de las muchachas (1640).

Fecha de canonización: 15 de mayo de 1949 por el Papa Pío XII.

Burdeos. Mediodía de Francia. Fría mañana de 1556. Ricardo de Lestonnac, noble magistrado y consejero del rey, que preside su felicísimo hogar en la calle de Cours de Fossés, recibe del cielo la bendición más anhelada para su corazón: una hija, la primogénita, Juana, que llena con la luz de sus ojos azules y su encanto especial la noble morada.

Juana Eyquen de Montaigne, la noble y feliz castellana, recibe en sus brazos el frágil cuerpecito y lo estrecha contra su corazón. Pero se opone tenazmente a que las aguas del bautismo católico corran por la blanca frente de la niña. Es la voluntad firme del padre la que triunfa en la lucha, y Juanita comienza su vida en el campo del rudo combate familiar, que ha de poner en grave peligro la pureza de su fe.

Historietas malvadas y atractivas, en que salen malparados los sacerdotes y el Vicario de Cristo. Veneno entre mieles de caricias maternas. Ausencia total de la Virgen en sus relatos y en sus charlas. Todo lo que la nueva apóstata calvinista anhela inocular en el tierno corazón de aquella privilegiada criatura, a quien su tío, el célebre filósofo Miguel de Montaigne, llamó sin titubeos " ... bella princesa, albergada en magnífico palacio".

Sus tíos, los señores de Beauregard, se unen a la madre hereje para malear la inocencia de Juana. Miguel, el señor de Montaigne, vela por la guarda de su fe. Y la niña triunfa en la lucha con la firme ayuda de su padre y con la cooperación de Guy, el mayor de los hermanos varones, que cada noche repite en sus charlas fraternales cuanto ha aprendido en el colegio que frecuenta, regentado por los padres jesuitas.

La fe, combatida, acaba por hacerse recia y valiente. La devoción a la Virgen arraiga íntima en su alma, y su anhelo de sacrificar el porvenir brillante que el mundo ofrece cede tal sólo ante la insistencia paterna, que teme los claustros y monasterios del mediodía de Francia, invadidos por la herejía.

¿Será la voluntad de Dios?..., ¿Hablará el cielo por la reiterada petición de Gastón de Montferrant Soldán de la Tray, barón de Landirás y de la Mothe, que sueña por hacerla su esposa y lo ruega insistentemente?

Consciente, creyendo acatar así los designios de Dios, acepta Juana.

Y veinticuatro años de felicísimo matrimonio en el baronesado de Landirás son la respuesta afirmativa a su ambición de hacer siempre lo más perfecto.

Ocho veces es Juana madre. Las tres primeras disfruta breves instantes de sus hijos. Muy pronto vuelan al cielo sus angelitos, dejando el baronesado entero sumido en lágrimas y desolación. Las otras cinco —dos varones y tres hembras— van llenando poco a poco, con su alegría y con sus trinos, las dilatadas posesiones bajo sus desvelos de madre y de santa.

La baronesa, la mujer fuerte que canta la Escritura, les enseña cada día los deberes de la cristiana caridad en las visitas a los pobres, a sus colonos, en la abnegada labor de atender y dar hospitalidad a los mendigos que llaman a sus puertas. No sin razón un día la apellidará el mundo entero "honor y gloria de Francia y de la Iglesia".

La primavera del año 1597 ve colgar en los torreones del castillo crespones enlutados. Gastón de Montferrant, fortalecido con su último viático, ha subido al cielo. Y la mano firme y valiente de la baronesa cierra sus ojos para siempre con profundo dolor, pero con inmensa resignación.

Seis años más tarde, cuando el heredero del baronesado ha seguido a su padre a la Patria, después que su hijo Francisco ha fundado su hogar y Marta y Magdalena se han consagrado a Jesús en las Anunciatas de Burdeos, deja a su pequeña Juanita al cargo de Francisco y de su esposa, ya padres de familia, y ella ingresa en las fuldenses de Tolosa, anhelando tan sólo consagrarse por entero al Señor. La mañana de su partida, saliendo muy temprano de palacio, pretende evitar las despedidas, pero su corazón de madre tiene que desgarrarse al ver llegar y arrojarse sobre su pecho a su benjamina deshecha en llanto y queriendo retenerla en Burdeos, en su casa, con sus bracitos frágiles pero potentísimos.

Viste Juana el santo hábito y su felicidad no encuentra límites. Sin embargo, su palidez preocupa a la Comunidad, y las rigurosas penitencias agotan sus fuerzas por completo. Ella prefiere la muerte antes de ser infiel a su Dios, y, cuando su madre superiora le indica que es preferible seguir la prescripción facultativa y regresar a su castillo de Landirás, la pena la embarga por completo.

Aquella noche, mientras esfuerza su alma en abrazarse con la voluntad de Dios y en aceptar la prueba, una visión celestial la hace ver el abismo del infierno. Caen en él las jóvenes, en espantoso torbellino, y tienden los brazos implorando su auxilio. Sobre el cuadro espantoso se dibuja, magnífica y grandiosa, la imagen de María.

La voluntad de Dios la vence por completo. Y la futura Compañía de María, en beneficio de la juventud femenina, empieza a diseñarse en aquella velada última de un aposento de una novicia fuldense.

Vida de caridad y apostolado en su palacio de Burdeos. Providenciales intervenciones divinas, y revelaciones celestiales a los padres Bordes y Raymond, de la Compañía de Jesús. Horas de luz en que se van plasmando las nuevas reglas, calcadas también en las de San Ignacio. Generosa respuesta a la gracia por parte de las primeras compañeras, y el 11 de mayo de 1608 Burdeos entero, engalanado, presencia la toma de hábito de las cinco primeras religiosas que se ciñen para el combate en la Compañía de la Virgen.

El cardenal De Sourdis, protector en un principio de la Obra, desea más tarde acoplarla a la regla de las ursulinas, y les niega la profesión en mayo de 1610. Pero el 7 de diciembre, en su castillo de Lormont, recibe una gracia particular de la Santísima Virgen, que aboga por sus hijas, y en la festividad de la Inmaculada, en el monasterio de la calle del Ha, recibe la entrega total de la madre santa y de sus primeras compañeras, que son nueve.

Fuerte vendaval de persecución sacude repetidas veces el tierno arbolito. Por eso quizá arraiga más fuertemente. Béziers, Poitiers, Tolosa, Périgueux... Letanía maravillosa que, antes de la partida de la madre al cielo, se desgrana en cuarenta preciosas y florecientes advocaciones... En ellas, jalonando su fecunda producción, sufrimientos y preocupaciones de todas clases. Desde los desprecios de Lucía de Teula, fundadora frustrada de Tolosa, que no escatimó insultos y persecuciones, secreto de la prosperidad de los nuevos palomares de la Virgen, hasta la traición de una de sus hijas, única infiel entre el grupo de sus primeras religiosas, que ingrata a la madre, y cediendo a una tentación ambiciosa, hace llegar hasta el prelado falsas acusaciones e inculcaciones de todas clases.

"La parte que Jesús nos da de su cruz nos hace conocer cuánto nos ama", repite más tarde la santa fundadora. Y, tras un silencio santo y ejemplar, su estancia en Pau, la benjamina de sus fundaciones, llena de admiración a cuantos tienen la dicha de tratarla. Van recibiendo sus últimos maravillosos ejemplos de humildad al verla ocuparse personalmente en las clases de las niñas más pobrecitas... De magnanimidad, de amor al Instituto y a las Reglas, para cuya impresión logran sus hijas bordelesas que regrese a la cuna de la Orden a los setenta y ocho años de edad.

La enamorada de la Eucaristía, la angelical religiosa que tributaba culto tan especial al ángel de su guarda, la hija amantísima de la Iglesia y de la Virgen, a la que consagró su compañía; la madre caritativa y buena, que en épocas de epidemia daba a manos llenas los remedios adquiridos para la Comunidad entre los mendigos y los necesitados, la hija confiada en la providencia del Padre celestial, que vivió siempre pendiente de la Providencia en todas su empresas, el 2 de febrero de 1640, tras rapidísima enfermedad de dos días, rodeada de sus hijas y pronunciando con dulzura celestial los nombres de Jesús, María y José, se durmió tranquilamente en la paz del Señor, en medio de la veneración y el amor de tantas hijas dispersas por las cuarenta casas del Instituto...

...Revolución francesa. Profanación de los restos venerados, enterrándolos cerca de la osamenta de un caballo. Celo y amor de la madre Duterrail, que, al restaurar las casas de Francia, acabada la Revolución, logra, tras afanes inmensos, encontrar sus restos venerados. Y, por fin, transcurridos trescientos años de espera, el 15 de mayo de 1949 la santidad de Pío XII la eleva a la gloria de los altares.

Santa Juana de Lestonnac bendice hoy las ciento quince casas de la Orden de la Compañía de María Nuestra Señora, que, esparcidas por todo el mundo, anhelan vivir intensamente el ideal de su santa madre fundadora: "O trabajar o morir por la mayor gloria de Dios".

11:44 p.m.

Por: . | Fuente: santiebeati.it

Fundadora del Instituto de las
Pequeñas Siervas del Sagrado Corazón de Jesús para los enfermos pobres

Martirologio Romano: En Turín, en Italia, beata Juana Francisca de la Visitación (Ana) Michelotti, virgen, que fundó el Instituto de las Hermanitas del Sagrado Corazón, para servir al Señor cuidando desinteresadamente a los enfermos pobres (1888).

Fecha de beatificación: 1 de noviembre de 1975 por el Papa Pablo VI.

"He rogado mucho y por mi y porque esta sea la voluntad de Dios: vive en mí un ardiente deseo de consagrarme toda a Jesús, en la asistencia a los enfermos pobres”. Este pensamiento, presente entre los pocos escritos que por humildad Ana Michelotti nos ha transmitido directamente, indica una misión nacida entre mil problemas, que gracias a una voluntad extraordinaria aún está floreciente y fecunda dentro de la Iglesia.

Ana nació en la alta Saboya (en aquella época territorio del Reino de Cerdeña), en Annecy, el 29 de agosto de 1843. El padre, originario de Almese (Turín), murió joven, dejando la familia en la completa miseria. La piadosísima madre les transmitió a sus dos hijos una gran fe: el día de la primera comunión de la pequeña Ana la llevó a visitar a un pobre enfermo, en la casa de aquel. Ese día nació un carisma.

La familia fue a Almese por primera vez cuando la joven tenía catorce años, fue huésped de su tío el canónico Michelotti. Establecida en Lyon, algunos años después, Ana entró en el instituto de las Hermanas de San Carlos, primero como alumna, luego como novicia. Pero educar no era su misión.

En la vuelta de pocos años murieron su madre y su hermano Antonio, novicio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas: estaba sola en el mundo. Para subsistir laboró como instructora de las hijas de un arquitecto, pero ya era la señorita de los “enfermos pobres”, porque en cuanto podía los buscaba y se ponía a su servicio. En Annecy encontró a cierta Sor Catalina, ex-novicia del instituto de San José, que tenía los mismos sentimientos: juntas dieron inicio, en Lyon, a una obra privada de asistencia de los enfermos pobres en sus domicilios. Con el permiso del arzobispo vistieron el hábito religioso e hicieron la profesión de votos temporales. Pero la naciente congregación tuvo vida breve a causa de la guerra entre Francia y Prusia y en 1870 la beata, vestida por monja, volvió a Annecy y luego a Almese, estos viajes la hicieron pasr por Turín a menudo. Pasada la tormenta Sor Catalina la invitó a regresar a Lyon, obligándola a recomenzar como postulante. Ana aceptó humildemente, pero luego dejó el instituto por motivos de salud. En aquellos días, orando al pie de las tumbas de San Francisco de Sales y Santa Juana Francisca de Chantal, sintió que su obra nacería más allá de los Alpes.

Volvió a Almese a lomo de mula, continuando luego hacia Turín (septiembre1871). Alojada por un año en Moncalieri, cerca de las señoritas Lupis, iba todos los días a pie a la ciudad en busca de enfermos en dificultad para servirles. Alquiló luego un dormitorio, para sustentarse confeccionaba guantes, mientras que algunas chicas empezaban a ayudarla en su apostolado. El arzobispo Gastaldi, a inicios de 1874, les concedió que vistieran el hábito religioso, ceremonia que se realizó en la iglesia de Santa Maria di Plaza: nacía así el Instituto de las Pequeñas Siervas del Sagrado Corazón de Jesús que además de los tres votos ordinarios daría asistencia domiciliaria y gratuita a los enfermos pobres. La fundadora tomó el nombre de Madre Juana Francisca en honor de los fundadores de la Orden de la Visitación.

Los inicios fueron difíciles, caracterizados por la extrema pobreza, algunas de las religiosas murieron y otras abandonaron el instituto. El clérigo superior y el médico de la comunidad aconsejaron cerrar el instituto pero para animar a la Madre estuvo el sacerdote oratoriano1 Pade Félix Carpignano, de venerada memoria. En el piso que alquilaba en la Piazza Corpus Domini, mas de una vez se oyó a la Madre exclamar entre lagrimas: “¡Estoy dispuesta, o mi amado Señor, a recomenzar tu obra cincuenta veces si es necesario, pero ayúdame!”. Dios lo escuchó. En 1879 Antonia Sismonda, enterada de las pobres condiciones en que vivían las Pequeñas Siervas, las hospedó en una villa de la colina turinesa. Para 1882 lograron adquirir su propia villa en Valsalice.

La Madre Juana Francisca era la Regla viviente. Era mujer de intenso plegaria, mortificaba su cuerpo durmiendo en tierra o sobre un montón de paja o mezclando ceniza a la sopa. En la congregación quería monjas generosas, decía: "Si falláis, descendéis un peldaño, si os humilláis, subís tres". Al reprender a las religiosas a veces fue un poco fuerte, pero la querían, porque ante las dificultades infundía confianza. Leía y meditaba con ellas las Sagradas Escrituras, recomendándoles “ser prudentes, celosas y llenas de caridad”, buscando en los pobres a Jesucristo. Debían asistirlos material y espiritualmente, favoreciendo, si era posible, su acercamiento a los Sacramentos. Antes de tomar una decisión importante pedía consejo a sus confesores entre los que contaba a Don Bosco. La beata no se excuso de las tareas de recaudación, asistiendo incluso a actividades públicas, en las que a veces fue insultada. Habría querido instituir un grupo de monjas adoradoras, pero dado que el superior no se lo permitió, dispuso que cada monja hiciera cotidiana y profunda adoración al Sacratísimo Sacramento. Cuando pedía una gracia particular oraba con los brazos en cruz, de rodillas, alargando las manos hacia el tabernáculo. De Francia había traído una estatuita de la Virgen que fue bendecida por Monseñor Gastaldi. De vez en cuando, teniéndola entre sus brazos, en procesión con las monjas por el jardín, oraba cantando las letanías. Exhortó el rezar el Rosario y la devoción a la Virgen. Transmitió una profunda devoción a la Pasión del Señor: el viernes Santo almorzaba de pie o de rodillas, besaba los pies a las religiosas, antes de sentarse a comer tan sólo un mendrugo de pan.

En los últimos años de vida el asma bronquial a menudo obligó a la Madre a guardar cama. Creyéndose inadecuada de gobernar el instituto, que estaba en constante desarrollo, sobre todo en Lombardía, pero básicamente porque sus métodos disgustaron a un grupo de monjas ancianas, el 26 de diciembre de 1887 fue exonerada del cargo de superiora general. Aceptó la degradación, sometiéndose por primera a la nueva superiora, a quien ella misma había sugerido. Desde aquel día los dolores aumentaron, pero sonriendo decía: "Por Jesús todo sacrificio es poca cosa", "Yo estoy a punto de morir, pero vosotras no temáis. Yo continuaré ayudando y a dirigiendo a las Pequeñas Siervas del Sagrado Corazón de Jesús para los enfermos pobres".

Ana Michelotti murió el 1 de febrero de 1888, un día después de Don Bosco. Pocas horas antes de su muerte permitió, cediendo a las repetidas insistencias de las monjas, que la fotografiaran. Quien por toda la vida, olvidándose de sí misma, sirvió a los más indefensos, fue enterrada, llevando en sus caderas el cíngulo franciscano, en un pobre ataúd, en la tierra mojada por la lluvia de un pequeño cementerio. "El grano de trigo" murió pero una luz de amor habría de seguir brillando en sus hijas, hoy activas también en tierras de misión.

Sus reliquias son veneradas en Turín en la casa matriz de Valsalice.

Si usted tiene información relevante para la canonización de la Beata Juana Francisca, contacte a:
Piccole Serve del Sacro Cuore di Gesù
Viale Catone, 29
10131 Torino, Italia

Oración
Dios,
Padre de todo,
que en la vida de Anna Michelotti
nos has dado un ejemplo de total dedicación a los enfermos y a los pobres.
Ayúdanos a saber reconocer a Nuestro Señor Jesucristo
en los más débiles y abandonados,
y el servirlos con un corazón generoso.
Por Cristo Nuestro Señor.
Amén.

Reproducido con autorización de Santiebeati.it

responsable de la traducción: Xavier Villalta


1Oratoriano: miembro de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri.

Let's block ads! (Why?)

11:44 p.m.

Presbítero y Mártir

Martirologio Romano:En Londres, en Inglaterra, san Enrique Morse, presbítero de la Compañía de Jesús y mártir, que, apresado en diversas ocasiones y exiliado dos veces, fue encarcelado de nuevo en tiempo del rey Carlos I por ser sacerdote y, después de haber celebrado la Misa en la cárcel, ahorcado en Tyburn entregó su alma a Dios (1645).

Fecha de canonización: Fue canonizado el 25 de octubre de 1970, por Pablo VI como uno de los 40 mártíres de Inglaterra y Gales.

Nacido en la Iglesia Anglicana en 1595 en una familia de la pequeña nobleza, cuando estudiaba leyes en Londres, se adhirió al Catolicismo y se ordenó sacerdote en Roma. En 1624 volvió a Inglaterra y realizó sus votos en la Compañía de Jesús estando en prisión, ante su compañero de cautiverio en York, el Padre John Robinson, con quien compartió la cárcel.

A continuación fue desterrado a Flandes. Regresó a Inglaterra, de modo clandestino, ayudó a los enfermos durante una epidemia de peste en 1636, contrajo la enfermedad y salió sano de ella.

Fue retenido y acusado de predicar a los protestantes solicitando su conversión al catolicismo. Fue condenado a muerte en 1645. El día de su ejecución celebró en la cárcel la santa misa.

Camino del cadalso observaron el cortejo los embajadores de países católicos: Francia, España y Portugal, con sus séquitos correspondientes, para rendir homenaje al mártir. En el patíbulo, con la soga en su cuello, declaró profesar su religión y haber trabajado siempre por el bienestar de sus conciudadanos, negando rotundamente que hubiera organizado o participado en conspiración alguna contra el rey, a continuación, rezó en alta voz por la salvación de su alma, por la de sus perseguidores y por el Reino de Inglaterra. Murió ahorcado el 1º de febrero de 1645.

Let's block ads! (Why?)

11:44 p.m.

Por: . | Fuente: EvangelioDelDia.org

Mártir

Martirologio Romano: En Frigia, conmemoración de san Trifón, mártir (s. inc.)
San Trifón, nació en Lámpsaco (hoy en día Lapseki) en Frigia (Turquía)

Según la tradición oriental, Trifón se dedicó con diligencia al estudio de la Sagrada Escritura y el conocimiento del Santo Evangelio.

En 250, dada la crueldad del Emperador Decio, Trifón fue detenido y torturado por no obedecer el edicto imperial, lo cual requería honrar a los dioses paganos, y por lo cual fue decapitado el 2 de febrero, en Nicea (Asia Menor), a la edad de dieciocho años.

Según las narraciones hagiográficas, de las cuales el documento más antiguo data del siglo VIII, Trifón se presenta como un joven pastor.

San Trifón es muy estimado por el campesino griego para la protección de los cultivos de la invasión de langostas, reptiles, insectos y otras especies de parásitos.

En el siglo VI en Constantinopla, hubo dos Iglesias en honor del santo: la primera ordenada por el emperador Justiniano (565) y la segunda por el emperador Justino II (578). El culto es muy común en muchas ciudades de Italia.

En Roma, hacia el final del siglo X, se construyó una iglesia en Campo Marzio, San Trifón en Posterula, y en la mitad del siglo XVIII sirvió para la ampliación de la actual iglesia de San Agustín.

La iglesia local de San Trifón celebra la fiesta del santo el 10 de noviembre, cuando fueron transferidos los huesos de Kotor hacia Roma, mientras que el Martirologio Romano lo sitúa el 1 de febrero.

Let's block ads! (Why?)

5:02 p.m.
SANTA BRÍGIDA DE IRLANDA

RELIGIOSA FUNDADORA




Patrona de Irlanda junto con San Patricio y Santa Columba.


Su padre es un jefe irlandés y su madre una sirvienta. Ya de muy joven Brígida respondió a la llamada del Señor a la vida religiosa. 

Era muy generosa con los pobres. A los 20 años fundó el primer convento de Irlanda en Kildare. Se hizo famoso como lugar de devoción y formación. Santa Brígida vio el necesario vínculo entre lo fe y el intelecto. 

Se le conoce como patrona de los lecheros por un incidente de su juventud: Su madre le dio dinero para comprar mantequilla. En vez, ella le dio el dinero a un pobre en el camino. En otra ocasión, ya de mayor, Santa Brígida le dio agua a un pobre y esta se convirtió en leche.

Las numerosas "vidas" de Santa Brígida escritas por sus compatriotas en los cuatro primeros siglos después de su muerte, no ofrecen material para una relación completa de su vida. Sin embargo, no cabe duda que hay que contarla entre los santos más grandes y venerados, cuya virtud ha dado gloria a Irlanda ayudado, al menos indirectamente, a la cristianización de Europa. Los vivos recuerdos conservados en el corazón del pueblo, llevan un extraordinario espíritu de caridad. La mayoría de los numerosos y fantásticos milagros que figuran en las crónicas de su vida fueron su respuesta a súplicas que provocaron su compasión o despertaron su sentido de justicia. Sacaríamos una conclusión completamente falsa si pensáramos, como muchos lo han hecho, que siendo tan increíbles los incidentes que de ella se refieren, la existencia de la santa es un mito. El pueblo irlandés, más que otros, es imaginativo y entusiasta y, en consecuencia, muy celoso de sus objetos de veneración. Hubiera parecido como rebajar su dignidad el apuntar sólo cosas ordinarias y posibles de la que llaman "la María de los irlandeses," a quien consideraban como patrona de todas las buenas irlandesas. Así como a San Patricio y a otros héroes menores de la santidad se atribuyeron extrañas maravillas, así no le podía faltar a ella su corona: pues ¿no eran Patricio y Brígida "las columnas de Irlanda"? No valía la pena un relato de hechos prosaicos; en otras palabras, éstos eran indignos de una persona tan excelsa. Es importante que nos demos cuenta clara de esta curiosa mentalidad, si no queremos confundirnos con las extravagancias que abundan en colecciones como la de Plummer "Bethada Náem Erenn" o en el "Book of Lismore." Análoga precaución hay que tener con toda la hagiografía medieval; pero especialmente en las leyendas trasmitidas por los celtas. Había que relatar maravillas y prodigios heroicos; y si faltaban, el escritor sufría el castigo de ver que su obra era despreciada por rancia e inútil. Este gusto por lo sensacional entre almas sencillas y candidas, explica por qué en la primitiva hagiografía, por cada manuscrito de las "acta sincera," o informes verídicos sobre el martirio, poseemos otros cincuenta, con tantas deformaciones y ornamentos, que bien podían pasar por una novela.

Así pues, lo que podemos afirmar con certeza, respecto a la vida de Santa Brígida, es realmente poco. Probablemente nació a mediados del siglo quinto en Faughart, cerca de Dundalk. Es indudable que desde temprana edad se consagró a Dios; pero parece muy dudoso que haya recibido el "velo" de manos de San Maccaille en Mag Teloch y que haya sido consagrada por San Mel en Ardagh. La dificultad aumenta por la glosa añadida al himno de San Broccan: "San Mel le confirió la dignidad de obispo," y por ello la sucesora de Brígida "tiene derechos y honores episcopales." El P. John Ryan discute el problema en Irish Monasticism, y concluye que esta historia fue el resultado de los honores excepcionales, tradicionalmente tributados a la sucesora de Santa Brígida en Kildare, y que en algunos aspectos pueden compararse con los que se tributan a los obispos en la Iglesia." Pero es bastante extraño, que fuera del relato de Cogitosus, no se insista en las "vidas" de la santa en la fundación del monasterio de Kildare; tanto más, cuanto que dicha fundación parece haber sido el gran hecho histórico de su carrera, y que en cierto sentido la convirtió durante muchos siglos en la madre ejemplar de las vírgenes irlandesas.

Quizá nos demos cuenta del tono general de las "vidas" primitivas, con algunos párrafos de las lecciones del Breviarium Aberdónense.

Santa Brígida, a quien Dios previo y predestinó para que creciera a semejanza suya, nació de noble familia escocesa, i.e. irlandesa; su padre fue Dubthac y su madre Brocea, y desde su niñez progresó en todo bien. Esta doncella elegida por Dios, muy juiciosa y llena de sabiduría, siempre buscó lo más perfecto. Su madre la enviaba a recoger la mantequilla que hacían las mujeres con la leche de las vacas y ella se la daba toda a los pobres. Cuando las demás volvían con la carga, la joven trataba de restituir el producto que había tomado y, con tierna confianza, volvía su corazón al Señor y le pedía, por intercesión de su Madre, que devolviese la mantequilla con creces. A su debido tiempo, cuando sus padres desearon que contrajera matrimonio, hizo voto de castidad; lo hizo en presencia de un santo obispo y tocó con la mano el pilar de madera sobre el cual se apoyaba el altar. En memoria de la acción de esa joven, hace largos años esa madera permanece todavía verde, y como si no hubiera sido cortada y despojada de su corteza, florece en sus raíces y sana a innumerables tullidos.

Santa y fiel como era, viendo Brígida que se acercaba el tiempo de sus esponsales, pidió al Señor le enviara alguna deformidad para frustrar la importunidad de sus padres: se le reventó un ojo y se le derramó por dentro. Y así, habiendo recibido el santo velo, Brígida, junto con otras vírgenes consagradas, permaneció en la ciudad de Meatr, donde Nuestro Señor, por su intercesión, se dignó obrar muchos milagros. Curó a un extranjero por nombre Marcos; proporcionó cerveza de un solo barril a dieciocho iglesias, y la bebida alcanzó desde el Jueves Santo hasta el fin del tiempo pascual. A una mujer leprosa que le pedía leche, le dio agua fría, porque no tenía otra cosa; el agua se convirtió en leche, y cuando la mujer la hubo bebido, quedó sana. Curó a un leproso y dio vista a dos ciegos. Una vez cuando iba de viaje para acudir a un llamado urgente, al cruzar un arroyo se resbaló y se hirió en la cabeza; con la sangre que manó de la herida dos mujeres mudas recobraron el habla. Un buen día, a un criado del rey se le cayó de las manos una preciosa vasija y se rompió; para que no lo castigaran, Brígida la compuso totalmente.

Entre éstas y muchas otras extravagancias parecidas, hay algunas hermosas leyendas; especialmente la que se refiere a una monja ciega, Dará, cuyo relato no podrá hacerse mayor que con las propias palabras de Sabire Baring-Gould:

Una tarde, al ponerse el sol, Brígida estaba sentada con la hermana Dará, una santa monja, que estaba ciega: hablaban del amor de Jesucristo y de los gozos del paraíso. Sus corazones rebosaban en tal forma, que la noche voló mientras conversaban y no se dieron cuenta de que habían pasado muchas horas. Entonces salió el sol tras las montañas de Wicklow, y su luz pura y blanca vino a iluminar y a alegrar la faz de la tierra. Brígida suspiró al ver la hermosura del cielo y de la tierra: sabía que los ojos de Dará estaban cerrados a toda esta belleza. Inclinó entonces la cabeza y rezó; extendió su mano e hizo la señal de la cruz sobre las apagadas órbitas de la dulce hermana. Entonces cesó la oscuridad, y Dará vio la esfera dorada en el oriente y los árboles y las flores, que brillaban, con el rocío a la luz de la mañana. Se quedó mirando un instante y luego, volviéndose a la abadesa le dijo: "querida Madre, le ruego vuelva a cerrar mis ojos, porque cuando el mundo está así de visible a los ojos, el alma ve menos claramente a Dios." Entonces Brígida oró una vez más, y los ojos de Dará volvieron a obscurecerse.

Poco o nada digno de confianza sabemos de la gran fundación religiosa en Kill-dara (el templo del encino) y de la regla ahí practicada. Se supone generalmente que era un "monasterio doble," i.e., incluía hombres y mujeres, pues tal era la práctica común entre los celtas. Es muy posible que Santa Brígida presidiera ambas comunidades, y no sería caso único. Pero el texto de las reglas —en la Vida de San Kieran de Clonmacnois se menciona la "regula Sanctae Brigidae"— no parece haber sobrevivido. Más de seis siglos después, Giraldus Cambrensis coleccionó algunas curiosas tradiciones referentes a esta fundación. Dice, por ejemplo: "En Kildare de Leinster, renombrado por la gloriosa Brígida, hay muchas maravillas dignas de mención. Principalmente el fuego de Brígida, que llaman inextinguible; no porque no se pueda apagar, sino porque las monjas y santas mujeres alimentan y avivan el fuego tan ansiosa y puntualmente, que desde la época de la virgen, ha permanecido encendido durante siglos y nunca se han acumulado cenizas, aunque en tanto tiempo se haya consumido tan grande cantidad de madera. En tiempos de Brígida, veinte monjas servían aquí al Señor. Ella era la vigésima y cuando gloriosamente partió, quedaron diecinueve y no han pasado de ese número. Los monjas se van turnando cada noche para cuidar el fuego, y cuando llega la vigésima noche viene la última doncella y colocando suficiente leña dice: "Brígida, cuida ese fuego tuyo, porque a ti te toca esta noche." Y por la mañana encuentran el fuego todavía encendido y el combustible consumido en la forma acostumbrada. El fuego está rodeado por una valla circular de arbustos, dentro de la cual ningún hombre entra, y si alguno se atreviera a entrar, como algunos temerarios lo han intentado, no escapa de la venganza divina."

Esta es la historia a la cual aludió el poeta Tom Moore cuando escribió:

La lámpara rutilante que alumbró el santo templo de Kildare, ardió constante a través de las edades de sombras y tormenta.

Pero no obstante que el material legendario predomina, es inconfundible el entusiasmo que la memoria de Santa Brígida suscitó entre sus paisanos. No sería fácil encontrar algo más fervoroso en su expresión que las rapsodias del "Book of Lismore":

Todo lo que Brígida pedía al Señor se lo concedía inmediatamente. Pues todo su deseo era: socorrer al pobre, aliviar cualquier pena y ayudar a todos los desvalidos. Ahora bien, nunca hubo mujer más tímida o más modesta, más dulce o más humilde, más juiciosa o que tuviera una más armoniosa proporción en todo que Brígida. Nunca se lavaba ni las manos, los pies o la cabeza, delante de otras personas. Nunca miró rostro de hombre alguno. Nunca hablaba sin sonrojarse. Era abstemia, inocente, piadosa, paciente; se gozaba con los mandamientos de Dios; era firme y humilde, perdonaba y amaba; era un estuche consagrado para guardar la sangre y el cuerpo de Cristo; era templo de Dios. Su corazón y su mente formaban un trono para que descansara el Espíritu Santo. Tenía puesto su corazón por entero en Dios; compadecía a los desgraciados, era pródiga en milagros y maravillas. Por todo esto, su nombre en medio de las cosas creadas, es Paloma entre los pájaros, Viña entre los árboles, Sol entre las estrellas. El padre de la santa virgen, es el Padre Celestial; su hijo es Jesucristo; su aliento (quien la alienta y la nutre) es el Espíritu Santo. Por eso, esta santa virgen ejecuta tan grandes prodigios e innumerables milagros. Ella es quien ayuda a todos los que están en aprietos y peligros, la que disminuye las pestes; la que calma la ira y la borrasca del mar. Es la profetiza de Cristo; la reina del sur; la María de los gaélicos (celtas).

Pero el lenguaje de otros escritores nativos de época más primitiva es aún más novelesco. Probablemente comprendemos muy poco de la psicología gaélica para estar bien ciertos del verdadero significado de las frases que encontrarnos en documentos como el Himno de San Brocean, pero nuestros traductores dan a entender que, realmente, se identificaba a Brígida con la Santísima Virgen María. Por ejemplo leemos:

Brígida madre de mi supremo rey (de mi Altísimo Rey) del reino de los Cielos, nació superior en todo.

Es posible que algunos ecos de la primitiva mitología pagana se mezclaran con todo esto porque Brig parece haber sido una abstracción que significa "valor" o "poder" y se personificaba como una diosa, particularmente asociada con el culto al fuego el 1° de febrero. Esto pudiera ser la causa de algunos de los detalles en la descripción de Kildare en la obra de Giraldus, ya citada anteriormente; pero todo el tema está envuelto en la más profunda oscuridad. De acuerdo con Charles Plummer (VSH., vol. I, p. 136), "el nombre de Brígida tiene una etimología caprichosa: "breosaiget" significa flecha ardiente y por cierto que su leyenda expone muchos rasgos de esta naturaleza. Además Brígida tiene homónimo pagano, como por ejemplo, "Erigid banfiéle," es decir la poetisa —madre de las tres edades de la poesía. Esta identidad entre los nombres es buena ocasión para la transferencia de mitos."

En tiempos antiguos se veneraba mucho a Santa Brígida en Escocia y también en aquellas partes de Inglaterra, más directamente en contacto pon influencias celtas. Hay varios lugares en Galos, llamados Blansantffraid, Iglesia de Santa Brígida. En Irlanda, las iglesias a ella dedicadas son innumerables; en Inglaterra sabemos de diecinueve que le fueron consagradas antes de la Reforma. La mayoría de éstas se encuentran en la parte occidental del país, pero hay una iglesia famosa en Londres, la de Santa Brígida, en Fleet Street. Bridewell, originalmente un palacio real, parece haber adquirido su nombre por su contigüidad a la iglesia de Santa Brígida. Su fiesta se observa en toda Irlanda, Gales, Australia y Nueva Zelandia.

Las biografías primitivas de Santa Brígida, escritas en latín fueron editadas por Colgan, en sus Trias Thaumaturga, incluyendo la de Cogitosus, que entre la mayoría es la que más se acerca a una biografía propiamente dicha. En los Proceedings of the R. Irish Academy, vol. XXX, (1912), pp. 307 ss., Esposito ha dado razones para pensar que Cogitosus escribió allá del 620 al 680. El himno panegírico de San Brocean está impreso en la Irish Liber Hymnorum de la Henry Bradshaw Society, vol. II p. 193. Canon O´Hanlon en LIS., vol. II, dedica más de 200 pp. a Santa Brígida, y también se encuentra una relación completa en LBS., vol. I pp. 264-288. Véase también The Book of Lismore (ed. Whitley Stokes); J. Ryan, Irish Monasticism (1931), pp. 134-136, 179-184; Alice Curtayne, Saint Brigid of Ireland (1933); F. O. Briain, Sí. Erigid, her Legend, History and Cult, (1938); y la obra The Old Irish Life of St. Brigid por M. A. O"Brien en Irish Historical Studies, vol. I (1938-1939), pp. 121-134, sobre el culto de Brígida en Suecia, véase, Analecta Bollandiana, vol. LXI (1943), pp. 108-116. Cf. L. Guogaud, Christianity in Celtic Lands (1932)

11:44 p.m.

Por: . | Fuente: Religi?n Libertad

Reina de las Dos Sicilias

Martirologio Romano: En Nápoles, Italia, Beata María Cristina de Saboya, Reina, que se destacó por sus virtudes, obras de piedad y prácticas religiosas. ( 1836)

Fecha de beatificación: 25 de enero de 2014, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Maria Cristina de Saboya nació en Cagliari el 14 de noviembre de 1812, fue la última hija de Vittorio Emanuel I, rey de Cerdeña, y de la Archiduquesa Maria Teresa de Austria-Este. La educaron esegún los principios de una rigurosa religiosidad católica. A los nueve años, después de la abdicación de su padre, la familia se mudó a Génova, en donde frecuentemente visitaba a su hermana, la duquesa de Modena y Lucca.

Ya desde 1817, cuando tenía 5 años, Francisco I, rey de Nápoles, había pensado en ella como posible esposa de su hijo Fernando. Y a éste, dos años mayor, le gustó la idea en cuanto empezó a pensar en ello como príncipe. Así que al subir al trono en 1830 empezó un tira y afloja diplomático (la madre de María Cristina, María Teresa de Austria-Este, se oponía por la epilepsia de Fernando) hasta que todos concordaron.

Todos, salvo María Cristina. A todos había insistido en que a las pompas del mundo prefería el retiro del claustro y la paz del corazón. Pero entendiendo que era su deber como hija y heredera, el 21 de noviembre de 1832 contrajo matrimonio en Génova.

Según Harold Acton (1904-1994), erudito británico estudioso de los Borbones de Nápoles, "cuando llegó la hora de vestirse, rompió en lágrimas y sus damas de honor no sabían cómo consolarla. María Cristina les explicó que no podía apartar de sí el terror al matrimonio, hacia el cual no sentía la más mínima inclinación". Sin embargo, durante toda la ceremonia mantuvo el tipo y el gesto correctos.

El matrimonio con Fernando II de las Dos Sicilias, fue celebrado en el santuario de Voltri, cerca de Génova, el 21 de noviembre de 1832.

Durante el breve periodo en que fue reina, Maria Cristina, a quien sus contemporáneos describen come una dama fina y dulce y de salud delicada, se dedicó sobre todo a obras de piedad y a las prácticas religiosas. En el convento de Santo Domingo Soriano fundó un hogar para los necesitados.

Fernando y ella fueron felices en su matrimonio, aunque la leyenda negra unitarista difamó esa verdad. María Cristina orientó a su esposo y rey hacia las obras de caridad. Muy devota, se había consagrado a la Virgen desde muy pequeña, y leía a diario la Biblia en la corte, donde procuraba que todos asistiesen a misa el domingo. No tenía respetos humanos, y cuando iba en su carroza y se cruzaba con un sacerdote que llevaba el viático en procesión a un enfermo, mandaba parar y se arrodillaba a su paso. Facilitó muchos matrimonios de personas pobres que no tenían dinero haciéndoles donativos, y su preocupación por los más necesitados la hacía muy querida por casi todos.

Muchas veces obtuvo de su marido la mitigación de una política represiva contra los condenados políticos, y consiguió se les conmutara la pena de muerte.

Murió el 31 de enero de 1836 al dar a luz su primer hijo, el futuro Francisco II.

Pese a morir en olor de santidad cuestiones políticas frenaron su causa, cuando murió faltaba poco para que se pusiese en marcha un proceso que ni políticamente (por el carácter revolucionario del evento) ni religiosamente (por su carácter masónico) admitía que una Borbón devota y piadosa fuese elevada a los altares y convertida en icono popular.

El 2 de mayo de 2013 S.S. Francisco firmó el decreto reconociemdo un milagro atribuido a su intercesión.


Let's block ads! (Why?)

11:44 p.m.

Presbítero

Martirologio Romano:En Nápoles, ciudad de la Campania, en Italia, san Francisco Xavier María Bianchi, presbítero de la Orden de Clérigos Regulares de San Pablo (Barnabitas), el cual, dotado de carismas místicos, convirtió a muchos a una vida según la gracia del Evangelio (1815).

Fecha de canonización: 21 de octubre de 1951 por el Papa Pío XII.

Francisco Javier M..ª Bianchi nació en Arpino, patria de Cicerón, el 10 de diciembre de 1743, y fue bautizado el día de San Francisco Javier, cuyo nombre recibió con el agua lustral.

Su padre, Carlos Antonio, tenía una fábrica de tejidos de lana, en la que el buen ejemplo de las virtudes del propietario y la caridad con que éste conjugaba la justicia con las necesidades familiares de sus obreros, hacía del lanificio Bianchi un excelente modelo. La madre, Faustína Morelli, excedía al esposo en virtudes cristianas de toda clase, principalmente en la caridad, completamente entregada al servicio social de la ciudad arpinatense, habiendo transformado su casa en un hospital o asilo, donde se acogía continuamente a dieciséis enfermos o necesitados. Con el ejemplo de tantas virtudes se formé y templó el espíritu de nuestro santo, dando ya desde su más tierna infancia frutos prometedores de santidad.

Para completar su formación literaria, fue mandado al seminario de Nola, cursando el bachillerato, confirmándose en su ánimo la vocación religiosa, contribuyendo a ello la escogida dirección espiritual, que no escatimaba medios para poner a disposición de los futuros levitas los grandes maestros del espíritu. En este centro de formación conoció y trató con el fundador de los redentoristas, San Alfonso María de Ligorio.

Cursados los estudios de filosofía en Nola y pasado algún tiempo en Nápoles, donde tuvo que vencer muchas dificultades, entró en el instituto de los barnabitas en 1762, y habiendo hecho su profesión y realizado diversas pruebas, el año 1765 empezó el curso de teología en el colegio que los barnabitas tenían en San Carlos alle Mortelle, de Nápoles, y en esta misma ciudad recibió las órdenes mayores del subdiaconado, diaconado y presbiterado, los días 11, 18 y 25 de enero de 1767, celebrando su primera misa el día de San Francisco de Sales de dicho año.

Para reponer su salud, algo quebrantada, con los aíres de la patria, fue destinado a Arpino, enseñando en el gimnasio público retórica durante dos años, transcurridos los cuales, fue enviado de nuevo a Nápoles, al colegio de San Carlos, esta vez como profesor de filosofía. El año 1773 pasó al colegio que los barnabitas tenían en Santa María in Cosmedin o de Portanova, en la misma ciudad de Nápoles, con la misma misión pedagógica. No había aún cumplido los treinta años cuando fue nombrado propósito de dicho colegio, cargo que regentó durante doce años.

Los testigos, llamados a declarar en los procesos de beatificación, le llaman el San Felipe de Nápoles, porque ambos santos, el Bianchí y el Neri, como se decía agudamente, tienen muchos rasgos paralelos, no sólo por su largo apostolado de dirección espiritual, sino también por el don de discreción de los espíritus.

Durante estos doce años, su apostolado fue fecundo, principalmente en el confesionario y en el púlpito, y sobre todo, conforme exigían los calamitosos tiempos, con el ejemplo que dio siempre de la más observante disciplina regular. Director y consejero de la clase más escogida de Nápoles, su discreción y su cultura se propagaba entre los círculos concéntricos de su celda y del confesionario, a donde acudían cada día toda clase de personas. principalmente del ambiente intelectual. Movido por esta fama el rector magnífico de la Universidad de Nápoles, monseñor Mateo Genaro Testa Piccolomini, titular de la sede de Cartago, le ofreció una cátedra en el Estudio General, que Bianchi rehusó. A pesar de esto, el rector del Ateneo, el 15 de septiembre, extendió el nombramiento de profesor de teología dogmática y polémica a favor del padre Bianchí, y el 21 de marzo del año siguiente (1779), el príncipe de Francavilla, presidente de la Academia de Ciencias y Letras, propuso fuera nombrado socio de número de dicha Academia, propuesta que fue aceptada por unanimidad.

Debemos tener presente que el siglo XVII transmitió al XVIII gérmenes de ideas nuevas, que se manifestaban externamente en una fiebre de saber. Por otra parte. los barnabitas, con sus renombrados colegios. recogían este afán de cultura, manifestada en la amplitud y brillantez de conocimientos que comunicaban a los escolares de su tiempo, pero principalmente a los religiosos de su instituto, que habían de profesarlos en sus cátedras. San Francisco Javier alcanzó este afán, que él llamaba intemperantia Iitterarum, que fue moderada después por consideraciones espirituales, religiosas, que desembocaron en sus últimos años al apostolado de la predicación y del consejo, en medio del cual, como en su ambiente propio, terminó los últimos años de su sufrida existencia.

Así se explica la nutrida correspondencia que mediaba entre el tío, canónigo, y el sobrino, barnabita, pidiendo éste libros a don Antonio y reclamando éste su devolución. Un modelo de esta erudición son también las notas que preparaba para sus lecciones y conferencias. Y la variedad de sus conocimientos se adivina en la lista de los libros del Santo, en el cual figuran tratados de omnire scibili, desde las lenguas, hebreo, griego y latín, literatura italiana y cristiana, hasta la filosofía, cristiana y profana, entre cuyos autores se distinguen Voltaire y Rousseau, para combatirlos, pues sabían todos que había obtenido del Santo Oficio permiso para leer estos autores. Cuando fue decretada la persecución a las órdenes religiosas, intentó salvar d6s cosas: la caja o fondo de la beatificación de la madre Francisca de las Llagas, de la que era el promotor con permiso de sus superiores, y treinta cajas de libros que quiso poner a salvo de las ruinas y destrucciones, que van siempre emparejadas con todas las persecuciones religiosas.

Los procesos están llenos de testigos, que narran sucesos extraordinarios o experimentados en sus propias personas o presenciados u obrados en otros.

Queremos reducir a pocos casos verdaderamente atestiguados por personas que los presenciaron: se refieren a las erupciones del Vesubio, La revolución, y la invasión francesa después, habían creado en Nápoles un ambiente de materialismo capaz de ahogar el espíritu religioso y moral que había conservado la tradición de la ciudad y los grandes ejemplos de santidad dados por una legión de sacerdotes y religiosos edificantes y santos. Los terremotos habían agrietado muchas casas de la ciudad, y el Vesubio, de cuándo en cuándo, rugía arrojando de sus entrañas ríos de fuego vivo. El dedo de Dios, vengándose de tantas iniquidades, parecerá evidente a las personas más temerosas y religiosas; pero, en medio de tantas pruebas, era también potente el Dios consolador, que hacia surgir hombres extraordinarios para conservar su fe con sus prodigios.

Dos casos solamente. El 22 de mayo se hallaba el padre Bianchí en Torre del Greco, a las faldas del Vesubio, en el Retiro de la Visitación. Instantáneamente, las llamas del volcán se desbordan y avanzan hacia el Retiro. La destrucción de la casa religiosa parecía inminente. Los más desesperados intentaron salvar lo irreparable, poniendo a salvo muebles y enseres. Este nerviosismo contrastaba con la calma y serenidad del padre Bianchí, asegurando que no pasaría nada. Enfermo, a duras penas pudo subir a la terraza, y ante aquel espectáculo apocalíptico del fuego que avanza, se detiene, musita una oración rogando a Dios detuviera aquel torrente amenazador. Y la lava se detuvo al margen mismo del Retiro, y se solidificó, no pasando adelante. En el mismo muro, formado por la solidificación de la lava, el cardenal arzobispo Guillermo Sanfelice levantó una capilla.

El día 12 de agosto, desde Pietra Bianca, escribe a las religiosas del refugio de Vía dei Portici que se pongan a salvo, pues el Vesubio quiere vengarse. La carta llegó al día siguiente; pero aquella noche, a las doce, el volcán irrumpió de nuevo y la casa fue destruida. El volcán estaba imponente y ante el gran peligro que todos presentían, el padre Bianchí fue llevado casi a cuestas al encuentro de la lava, y al hallarse frente a frente, venció la oración del padre Bianchí, pues la lava se detuvo instantáneamente a los pies del Santo.

La alcantarina Francisca de las Llagas le predijo una enfermedad larga y dolorosa. Y el vaticinio fue cumplido al pie de la letra. Empezó con una hinchazón en las piernas, que ni la ciencia de los médicos ni los cuidados de los amigos podían detener. Y en medio de terribles sufrimientos, recluido en la soledad de su celda, continuaba su apostolado de consejo y de edificación. A sus médicos les pedía sufrimientos, pues sus dolores eran las misericordias de Dios. Un alma eucarística como la suya sufría solamente ante el temor de no tener fuerzas para celebrar la santa misa. Sus amigos lo bajaban a la iglesia, y cuando ni esto podía hacer, le fue concedida la gracia de celebrarla en su celda. Durante la misa todos notaban la alegría que se leía en su semblante, como si le hubieran pasado todos los dolores. Se probó todo, incluso el cambio de clima; su amigo Buoncore le hospedó en su casa de Castelamare durante los años 1804-05. Un poco de alivio animaba a Bianchi físicamente; pero las calamidades morales que se cernían sobre la Iglesia y sus amigos le atormentaban extraordinariamente y quiso volver a animar a todos desde su soledad de Portanova. La dispersión de las órdenes religiosas fue un golpe duro para su alma apostólica. El párroco de Santa María in Cosmedin se arregló para que la celda que ocupaba en el contiguo colegio de Portanova fuese considerada como formando parte íntegramente de la parroquia, atendida la impotencia en que se hallaba el padre Bianchi. Esto sucedió el año 1810. Un cáliz más amargo tuvo que apurar hasta las heces: el abandono casi total de sus amigos, precisamente cuando más necesitaba de ellos: hubo tiempo en que era un peligro para el gobierno el trato con el padre Bianchi, Y el espionaje funcionaba.

Los últimos días de su existencia no tenía fuerzas para celebrar; pero cada día tuvo el consuelo de recibir la santa Eucaristía. El último aviso llamó a su puerta el día 27 de enero de 1815 bajo la apariencia de un accidente simple y fortuito. En virtud de una especie de contrato que había hecho con la venerable Francisca de las Llagas, ésta se le apareció para anunciarle que había llegado la hora de recibir el Viático, para el cual se preparó sonriente y alegre con todos los que le visitaron. El 31 del mismo mes de enero, muy de mañana, insistió en que le administraran la sagrada Eucaristía, habiendo recibido la noche anterior la extremaunción, y poco después de haber sido confortado con el pan de los ángeles, plácidamente expiró.

La fama de su santidad corrió rápidamente después de su muerte. Las gracias por él concedidas eran innumerables. Probáronse con la suficiencia requerida los milagros necesarios, y el barnabita padre Francisco Javier Bianchi fue solemnemente canonizado por la Iglesia.

Para el mundo, la vida es un hombre entre dos fechas: 2 diciembre 1743 - Francisco Javier María Bianchi - 31 de enero 1815.

Let's block ads! (Why?)

11:44 p.m.

Terciaria Franciscana

Martirologio Romano:En Roma, beata Ludovica Albertoni, que educó cristianamente a sus hijos y, al morir su esposo, entró en la Tercera Orden de San Francisco y prestó ayuda a los necesitados hasta tal punto que de ser rica llegó a ser pobre (1533).

Fecha de beatificación: Culto confirmado el 28 de enero de 1671 por el Papa Clemente X.

Nació en Roma de familia noble en 1473. A los dos años murió su padre y, al casarse nuevamente su madre, ella fue encomendada a las tías paternas y a la abuela materna. A los veinte años se casó y tuvo tres hijas. Sus características fueron la fidelidad a los propios deberes y el amor para con los pobres. Amó a su esposo con santo afecto. Se dedicó a la educación de sus hijas dirigiendo su oración y sus lecturas. Cuando tenía treinta y tres años enviudó, duro golpe que finalmente supo aceptar con resignación.

A la muerte de su esposo se suscitaron problemas de herencia que le causaron vejaciones de parte de los parientes. Vivió todo el drama del saqueo de Roma y se prodigó a favor de los necesitados. Dedicaba parte de la noche al descanso, el resto a la penitencia. Solía repetir: «¿Cómo es posible vivir sin sufrir, cuando se contempla a nuestro Dios colgado en una Cruz?». Por la mañana participaba en la eucaristía y recibía devotamente la comunión. Luego distribuía el tiempo del día entre los trabajos de casa y la asistencia a los pobres y enfermos, a quienes visitaba en casa o en los hospitales. Dedicaba todos sus cuidados a las muchachas abandonadas o en peligro.

Decía a menudo: «Dios nos dio los bienes de la tierra para que los compartamos con los que los necesitan». Distribuyó todos sus bienes entre los pobres y pasó los últimos años de su vida en la más grande pobreza. Murió el 31 de enero de 1533 a los 60 años de edad. Todo Roma lloró su muerte juzgándola como la pérdida de la madre de todos. Su cuerpo se venera en la iglesia de San Francisco a Ripa, en Roma.

Let's block ads! (Why?)

Hermanos Franciscanos

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.