Se lo consideró y se lo llamó el "Segundo Fundador" del Instituto de las Hijas del Buen Pastor. Pedro Francisco Jamet, nació el 12 de septiembre de 1762 en Fresnes, Francia, sus padres, ricos agricultores, tuvieron ocho hijos, de los que dos fueron sacerdotes y una fue religiosa.
Pedro Francisco Jamet Estudió en el Colegio de Vire y a los 20 años se sintió llamado al sacerdocio, por lo que se matriculó en la renombrada Universidad de Caen, en la que siguió los cinco años de estudio en filosofía y teología.
En 1784 entró en el seminario y 22 de septiembre de 1787 fue ordenado sacerdote, obtuvo el título de licenciado en teología y el título de "Master of Arts", pero no pudo continuar su especialización por el estallido de la Revolución Francesa.
Existía en Caen una comunidad de las Hijas del Buen Pastor, instituto fundado en 1720 por la Madre de Anna Leroy, en 1790 el P. Jamet fue nombrado capellán y confesor del Instituto, del que llegó a ser superior religioso en 1819.
En 1798 se negó realizar el juramento impuesto por las autoridades de la Revolución Francesa, por lo que fue detenido y recibió amenazas de muerte. Milagrosamente recuperó la libertad y se dedicó con todos los medios a ayudar a las Hijas del Buen Pastor, celebrando la Misa en secreto, apoyanbdo a los hermanos vacilantes y alentando a los fieles perseguidos.
Después de la Revolución, pudo dedicarse abiertamente a la restauración y al crecimiento de la Congregación del Buen Pastor. Inició la asistencia educativa a los sordomudos, para lo cual realizó estudios específicos sobre su educación, introduciendo nuevos métodos de enseñanza específica.
Durante ocho años, desde 1822 a 1830, fue rector de la Universidad de Caen, logrando entre los docentes y los estudiantes una nueva atmósfera de fe cristiana, posterior a la gran tormenta de la Revolución y la propagación de ideas "ilustradas y racionalistas".
Todo lo hacía para la gloria de Dios, porque interiormente era todo de Dios. A los 83 años, a consecuencia del agotamiento y la edad, Pedro Francisco Jamet murió el 12 de enero de 1845.
Los acontecimientos políticos hicieron, que pese al reconocimiento público de su fama de santidad, el necesario proceso canónico se iniciara recién en 1930, completado con la aprobación del milagro atribuido a su intercesión, el 11 de diciembre de 1985.
El Papa Juan Pablo II lo beatificó el 10 de mayo de 1987.
Por: . | Fuente: ACI Prensa
Abad de Rievaulx, escritor de homilías e historiador (1109-66).
San Elredo, cuyo nombre también ha sido escrito como Aelred, Ailred, Æthelred y Ethelred, fue hijo de uno de aquellos sacerdotes casados de los cuales muchos se pueden encontrar en Inglaterra en los siglos once y doce.
Nació en Hexham, pero a temprana edad conoció a David, el hijo menor de Santa Margarita, quien poco después fue Rey de Escocia, en cuya corte aparentemente actuó por algunos años como un tipo de paje, o acompañante para el joven Príncipe Enrique.
El Rey David amaba al pío joven inglés, le promovió a su hogar, y deseaba hacerle obispo, pero Elredo decidió convertirse en monje cisterciense, en la recientemente fundada abadía de Rievaulx en Yorkshire.
Pronto fue nombrado maestro de novicios, y por mucho tiempo fue recordado por su extraordinaria paciencia y ternura hacia aquellos a su cargo.
En 1143 mientras Guillermo, Earl de Lincoln, fundó una nueva abadía cisterciense en sus tierras en Revesby en Lincolnshire, San Elredo fue enviado con doce monjes a tomar posesión de la nueva fundación.
Su estadía en Revesby, donde parece haber conocido a San Gilberto de Sempringham, no fue larga, pues en 1146 fue elegido abad de Rievaulx.
En este puesto el santo no sólo fue superior de una comunidad de 300 monjes, sino que estuvo a la cabeza de todos los abades cistercienses en Inglaterra.
Las causas le eran referidas, y con frecuencia tenía que hacer largos viajes para visitar los monasterios de su orden.
Un viaje tal le llevó en 1153 a Escocia, donde se encontró con el Rey David por última vez y a su regreso a Rievaulx poco después le llegó la noticia de la muerte de David, por lo que trazó un bosquejo sobre el personaje del fallecido rey, a manera de pésame.
Parece haber ejercido influencia considerable sobre Enrique II en los primeros años de su reinado, y haberle persuadido de unirse a Luis VII de Francia para encontrarse con el Papa Alejandro III, en Touci en 1162.
Aunque sufría de una complicación de males muy dolorosos, viajó a Francia para asistir a la reunión general de su Orden.
Estuvo presente en la Abadía de Westminster, en la traslación de San Eduardo el Confesor, en 1163, y en vista de este evento, escribió la biografía del santo rey y dio una homilía dedicada a él.
Al año siguiente Elredo efectuó una misión a las tribus bárbaras Pictish de Galloway, donde se dice que su jefe se conmovió tan profundamente por sus exhortaciones que se convirtió en monje. A través de sus últimos años Elredo dio extraordinario ejemplo de paciencia heroica al sufrir una serie de enfermedades.
Lo que es más, era tan abstemio que se le describía más como un fantasma que como un hombre. Se supone en general que su muerte ocurrió el 12 de enero de 1166, aunque hay razones para pensar que el año realmente fue 1167.
San Elredo dejó una considerable colección de sermones, cuya elocuencia le ha ganado el título de el San Bernardo Inglés. Fue autor de varios tratados ascéticos, de los cuales sobresale Speculum Charitatis, también un compendio del mismo (realmente un borrador a partir del cual se desarrolló el trabajo completo), un tratado De Spirituali Amicitiâ y una cierta carta a una ermitaña.
Todo esto, junto con un fragmento de su obra histórica, fue coleccionado y publicado por Richard Gibbons, S.J., en Douai, en 1631. Una edición más completa y mejor está contenida en el quinto volumen de la Biblioteca Cisterciensis de Tissier, 1662, de la cual ha sido impresa en P.L., vol. CXCV. Las obras históricas incluyen una Vida de San Eduardo, un recuento importante de la Batalla del Estándar, (1138), obra incompleta sobre la genealogía de los reyes de Inglaterra, un tratado De Sanctimoniali de Watton (sobre la Monja de Watton), una Vida de Santa Ninian, una obra sobre los Milagros de la Iglesia de Hexham, un recuento de las fundaciones de la Abadía de Santa María de York y Fuentes, así como otras que están perdidas. Nunca se ha publicado una edición completa de la opuscula histórica de Aelred. Unas pocas fueron impresas por Twysden en su Decem Scriptores, otros deben ser buscados en la Serie Rolls o en Prior de Hexham de Raine (Surtees Society, Durham, 1864).
Por: . | Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
San Antonio María Pucci, aunque miembro de la Congregación de los Siervos de María (Servita), pasó casi toda su vida y se santificó como sacerdote de una parroquia. Nació en Poggiole, cerca de Pistoia, en 1810. Fue uno de los siete hermanos de la humilde familia de Agustín y María Pucci.
No obstante la heroicidad de sus virtudes, los trazos elementales de su biografía traen al recuerdo tantas vidas paralelas de seminaristas y sacerdotes, compañeros de estudios unos, conocidos otros tal vez en la propia parroquia. Ya durante su vida el padre Pucci se hizo tan familiar e intimo a sus feligreses, que cariñosamente le llamaban, "el Curatino". Una de estas figuras de párroco, que ha visto nacer y morir casi toda una generación y ahonda en el corazón del pueblo, como una institución patriarcal.
Su nombre bautismal era Eustaquio. Monaguillo servicial y piados, ganó la confianza de don Luigí, su párroco. En cambio de los servicios prestados recibía clase de latín y cultura general. No conoció el Liceo del Renacimiento italiano. Y no lo echaría de menos después; su vida sacerdotal transcurrió ajena a la lucha de políticas y de culturas; y eso que su tiempo fue el de la unidad italiana y en parte pertenecía al de la "Kulturkampf". En último término, su padre no pretendía hacer de Eustaquio más que un buen labrador; y se opuso cuando el párroco de Poggiole fue a hablarle de que Eustaquio, joven ya de dieciocho años, aspiraba a "hacerse cura". Considerando su piedad mariana, don Luigi le había propuesto ingresar en la Orden de los Siervos de la Madre de Dios, de Florencia, con quienes cultivaba una sincera amistad y estima.
Al fin, el hombre del arado y de la esteva cedió al hombre de iglesia, y consintió; el padre de Eustaquio no era de los peores parroquianos de don Luigi. Y el "curato" se hace respetar mucho también en Italia, hoy todavía, entre las buenas familias de las parroquias rurales.
Conseguido el permiso paterno, Eustaquio ingresaba el 10 de julio de 1837 en el convento de la Anunciación. La primera etapa de su vida aldeana se cierra con un certificado protocolario de buena conducta, presentado por el párroco al superior de Florencia. ¡Habría hecho tantos otros para sus feligreses! Y, sin embargo, aquel del hijo de la familia Pucci sería un eslabón más del proceso de canonización de un santo.
Su inclinación al sacerdocio, observada por don Luigi y alguno de sus familiares que le habían visto jugar "a decir misa", se convirtió en realidad. Eustaquio, ahora fray Antonio María, fue ordenado sacerdote el 24 de septiembre de 1843.
Fue destinado a ejercer su ministerio en Viareggío, pequeña ciudad junto al Tirreno, hoy famosa playa internacional. Tres años de coadjutor y después... siempre párroco de San Andrés. Sus feligreses eran casi todos pescadores, que se fueron encariñando poco a poco con el párroco de pequeña estatura y ojos serenos. Los más íntimos se sentirían orgullosos de tener un párroco apreciado en la curia de Lucca, de la que había sido nombrado, tan joven como era todavía, examinador prosinodal. Los primeros años de actividad pastoral no le habían impedido preparar el examen de "maestro en Sagrada Teología", título que concedía el capitulo de la Orden. En otro ambiente, el padre Pucci hubiera sido tal vez un hombre de estudios; pero si la Orden ha perdido un científico, ha ganado, en cambio, un santo.
Los que le conocieron, confiesan que no era simpático; su voz nasal y de tono monótono, la cabeza siempre inclinada, sus ligeros gestos nerviosos, no hacían de su persona una figura estética. Se diría que era un hombre con complejo de inferioridad. Algunos contemporáneos, al saber que se introducía su proceso de canonización, desconfiaban del éxito, porque consideraban que era una personalidad ordinaria. No es un caso aislado. También el alcalde de Viareggio, de aquella época liberal, respondía al superior de San Andrés, que solicitaba la dedicación de una calle en recuerdo del padre Pucci, minimizando su actuación y justificando su negativa. "Al fin y al cabo, es un cura que no ha hecho más que cumplir con su deber."
Es bella esta heroicidad humilde de un párroco que cumple durante cuarenta y cinco años con su deber. Heroicidad perseverante y desapercibida en su actividad apostólica y en su vida de religioso. Como el cardenal Laurenti, prefecto de la Congregación de Ritos, decía, de broma y de veras, al padre Ferrini, postulador general de la Orden: "Si el padre Pucci ha sido siempre buen párroco y buen religioso a la vez, es sin duda un santo de verdad."
Objetivo central de sus preocupaciones pastorales fue la organización parroquial: la enseñanza del catecismo y la beneficencia, grupos de seglares y fundación de religiosas, acción social y apostolado del mar.
Para desarrollar más eficazmente sus tareas de catequista, organizó la Congregación de la Doctrina Cristiana. Con sorprendente espíritu de dinamismo apostólico utilizaba todos los resortes para atraer los niños a la parroquia; ayudado de sus fieles militantes de la congregación, daba especial relieve, religioso y espectacular a la vez, a las fiestas de las primeras comuniones, del reparto de premios, de la "Befana" (o "´hada - buena"), manifestación italiana de la tradición española de los Reyes Magos, llevando él mismo los juguetes a casa de los niños.
Con una concepción orgánica de las obras parroquiales, instituyó para la formación integral de los jóvenes y en función también de la enseñanza del catecismo, la "Compañía de San Luis". Sin conocerse, el padre Pucci realizaba con los jóvenes una labor paralela a la que contemporáneamente San Juan Bosco lleva a cabo en Turín. Humano y perspicaz psicólogo, no olvidaba prescribir a sus muchachos en el reglamento de la asociación que "buscaran un buen amigo y huyeran de los tristes". Posteriormente, esta asociación fue la base en Viareggio de uno de los primeros centros interparroquiales de la Acción Católica, promovida poco después de la muerte del padre Pucci con las directrices pontificias.
Incrementó la devoción eucarística con la Cofradía del Santísimo Sacramento y organizó los grupos apostólicos femeninos, cuya dirección encomendó a una joven piadosa, Giuliana Luccí; más tarde, con otro grupo de jóvenes de la parroquia, ingresó en las Siervas de María de Viareggio, cuyo fundación se atribuye fundidamente al Beato Pucci.pa, en frase de Chateaubriand, "León de la libertad italiana".
Contra tal previsión ilusionada, la unidad de Italia, sin intervención pontificia, fue proclamada por Cavour en Turín, en 1861. En 1870 las tropas italianas eran saludadas en Roma, como libertadoras y Pío IX se refugiaba en el Vaticano. Cairoli, Crispí, Zanardellí, De Pretiis son nombres de notables republicanos, antipontificios, conmemorados ahora como gloria nacional en las calles de la que en otros tiempos fue la Roma papal. Cavour resumía su ideología política en pocas palabras: "La Iglesia libre en Estado libre". El espíritu laico tomó auge en Italia después de la constitución del Reino; en 1873 era abolida la Facultad de Teología de las Universidades y suprimida la enseñanza religiosa en las escuelas.
El ambiente cargado de incertidumbre religiosa se hacia sentir también en Viareggio. Para el párroco de San Andrés la 8ituación ofrecía un aspecto eminentemente pastoral. Frente al problema de la descristianización pública que se planteaba en Viareggio, cuyas autoridades civiles eran todas republicanas y hacían profesión de incredulidad, el "Curatino" pensó en una asociación de hombres católicos; así organizó "La Pía Unión de los hijos de San José para mantener incólume la fe católica en la familia y en la sociedad cristiana".
Podría pensarse con motivo, que el párroco de Viareggio habría sido criticado de "hacer política"; sobre todo, cuando los biógrafos aseguran que "defendía con todas las armas de la ciencia y de la historia los sacrosantos derechos de la Iglesia, incluido el poder temporal de los Papas". Pero el "Curatino" no fue tildado de clericalismo político, campaña preferida de los grupos de oposición desde que en Italia comenzó a desarrollarse la democracia cristiana. Ni siquiera los republicanos de Viareggio quisieron mezclar el recuerdo del padre Pucci con la política; porque el "Curatino" ¡había sido tan bueno! Había socorrido heroicamente a los enfermos en los días de la epidemia. 1854-55; había dado tantas veces su manteo y su colchón a los pobres ateridos de frío, no excluidos los anticlericales; había instituido para la beneficencia la Cofradía de la Misericordia y la Conferencia de San Vicente; su vida había sido una cadena de heroica caridad.
La venerable figura del párroco. recorriendo las calles a socorrer a los pobres o a asistir a los enfermos, se había grabado hondamente en los miembros del Consejo Comunal y en atención a su obra asistencial, declaraban en sesión plenaria, después de su muerte: "Que el padre Pucci, no ocupándose nunca de política, dejó esta misión a quien pertenecía, siendo así ejemplo de cómo se debería comportar el clero en la convivencia social".
El "Curatino" había conquistado de veras el amor de su pueblo. Los hechos de celo y de caridad se sucedían día a día. De sus obras asistenciales merece destacarse la Colonia Marina, que organizó para hijos de obreros, la primera en Italia, superando así con su acción su ideología social, enmarcada en el "paternalismo" propio de la época y paralela al título que el pueblo le dio de "Padre de los pobres".
Su temple de santo se acendraba en la vida religiosa. Elegido superior de la casa de Viareggio en 1859, fue reelegido, contra toda costumbre, continuamente, llegando a ser en 1883 Superior Provincial en toda la Toscana. Pero su personalidad de párroco modelo absorbe la de religioso observante.
San Antonio Pucci murió el 14 de enero de 1892, a los setenta y tres años de edad. Su muerte causó gran consternación den Viareggio. Su tumba fue honrada por Dios con algunas curaciones. Fue beatificado sesenta años después de su muerte por Pío XII, en 1952 y canonizado el 9 de Diciembre de 1962 por Juan XXIII.
Por: P. Joan Antoni Mateo Garcia | Fuente: InfoCatolica.com
Martirologio Romano: En Talarn, Lleida, España, beata Ana María Janer Anglarill, virgen, fundadora del Instituto de Hermanas de la Sagrada Familia de Urgell, que se distinguió por su insigne caridad para con los heridos de las guerras carlistas. ( 1885)
Fecha de beatificación: 8 de octubre de 2011, durante el pontificado de Benedicto XVI
Ana María, había nacido el 18 de diciembre de 1800 en Cervera (Lérida). Entró como Hermana de la Caridad en el hospital de Cervera donde se entregó al cuidado de los enfermos y a la educación de las niñas, en momentos especialmente difíciles marcados por las llamadas guerras carlistas y civiles que ensangrentaron la historia de España en el siglo XIX. En 1836 el gobierno liberal decretó la supresión de las órdenes religiosas, la confiscación de los bienes eclesiásticos y la expulsión de las comunidades religiosas de las obras sociales y educativas que hasta entonces sostenían. Nuestra historia es rica en tropelías de éste género.
Acabada la guerra Ana María conoció el exilio en Francia hasta 1844. En 1849 Ana María se ofrece como voluntaria para trabajar como Hermana en la institución de caridad en la casa de Misericordia de Cervera. Durante diez años atendió amorosamente a los huérfanos de aquella casa, a los niños de familias muy pobres, a los jóvenes discapacitados sin esperanza y a los ancianos. En su entrega hacía realidad esta presencia constante de la Iglesia de Jesucristo en la vida de los más pobres.
El gran obispo de Urgell que fue Josep Caixal llamó a Ana María en 1858 para hacerse cargo de la dirección del hospital de la Seu dUrgell. Allí fundará un año más tarde su propio Instituto y en 1860 recibe la aprobación diocesana del nuevo Instituto dedicado a la asistencia de pobres y enfermos y a la enseñanza de la infancia y de la juventud marginada. Ana María, en una actividad incansable, fundó colegios, hospitales y casa de caridad en las diócesis de Urgell, Solsona y Barcelona.
El período revolucionario comprendido entre 1868 y 1875 representó un duro golpe para las obras de Ana María. Entre 1874 y 1880 afrontó también Ana María otro tipo de luchas y pruebas en las que manifestó su gran sentido de Iglesia, su silencio y obediencia. En 1879, Mons. Casañas, nuevo Obispo de Urgell y posteriormente creado Cardenal, reorganizó la vida del Instituto de Ana María y ésta, a sus ochenta años, en merecido reconocimiento, es nombrada primera superiora general. Pasa sus últimos años en la casa de Talarn siendo ejemplo de luminosa caridad.
La madre Janer tenía un amor especial por la cruz. Mirar a Cristo crucificado se convirtió para ella en un aliciente que le permitía ser signo y testimonio claro de aquel que nos amó primero, de aquél que nos ama hasta dar la vida. Ana María murió el 11 de enero de 1885 y pidió morir en el suelo como penitente por amor a Cristo "que por mí expiró clavado en la cruz", dijo la beata.
Por: . | Fuente: misa_tridentina.t35.com
El más grave de esos errores era la herejía adopcionista: Félix, obispo de Urgel de Cataluña, profesaba que Cristo, en cuanto hombre, era simplemente hijo adoptivo de Dios. San Paulino escribió contra él una refutación que remitió a Carlomagno. El santo prelado no se ocupaba menos de la conversión de los paganos, que de la supresión de los errores, y predicó incansablemente el Evangelio a los idólatras de Carintia y Estiria que no habían abandonado la superstición. Al mismo tiempo, la conquista de los avaros por Pipino había abierto un nuevo campo al celo del obispo. Muchos de los avaros, evangelizados por los misioneros enviados por San Paulino y los obispos de Salzburgo, abrazaron la fe. El santo se oponía con todas sus fuerzas a que los bárbaros fuesen bautizados antes de haber sido suficientemente instruidos en la fe, y en general al abuso, tan común en aquellos tiempos, de imponérsela.
Cuando el duque de Friuli fue nombrado gobernador de las tribus de los hunos, a las que había recientemente conquistado, San Paulino escribió para él una excelente «Exhortación», en la que urgía a buscar la perfección cristiana, le daba reglas sobre la práctica de la penitencia y remedios contra los diferentes vicios, especialmente contra el orgullo; le instruía además sobre el deseo de agradar a Dios en todas las acciones, sobre la oración y las disposiciones esenciales para ella, sobre la comunión, el cuidado de evitar las malas compañías y algunos otros puntos. El libro termina con una hermosa oración y la promesa del santo de pedir por la salvación del buen duque.
Las ardientes súplicas de San Paulino atraían constantes bendiciones del cielo sobre las almas que le habían sido confiadas. Alcuino le rogó que no se olvidase de implorar para él la divina misericordia, cada vez que ofreciera el santo sacrificio del altar. La vida de Paulino terminó con una santa muerte, el 11 de enero de 804.
Fecha de beatificación: 13 de junio de 1999 por el Papa Juan Pablo II.
Fue asignado a la Parroquia Cristo Rey de la diocesis de Gdansk. Era un pastor estimado muy buscado como confesor.
Lo arrestaron por ser sacerdote católico el 1º de septiembre de 1939, debiendo sufrir prolongadas torturas, hasta que fue finalmente fusilado el 11 de enero de 1940.
Forma parte de los 108 mártires polacos de la Segunda Guerra Mundial beatificados por el Papa Juan Pablo II, en 1999.
Para ver más sobre los 108 mártires Polacos durante la segunda guerra mundial haz "click" AQUI
Por: . | Fuente: Enciclopedia Católica
Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Calixto, en la vía Apia, san Melquíades, papa, oriundo de África, que conoció la paz concedida por el emperador Constantino a la Iglesia, pero víctima de los ataques de los donatistas, se distinguió por sus esfuerzos encaminados a obtener la concordia (314).
Observación: En el antiguo martirologio se lo recordaba el 10 de diciembre
Breve Biografía
Se desconoce la fecha de su nacimiento; fue elegido Papa en el 310 ó 311; murió el 10 u 11 de enero de 314. Después del destierro del Papa San Eusebio, la Sede de Roma estuvo vacante por un tiempo, probablemente a causa de las complicaciones surgidas debido a los apóstatas (lapsi), y que no fueron resueltas por el exilio de Eusebio y Heraclio. El 2 de julio del 310 ó 311, Melquíades (su nombre también se escribe Milcíades), nativo de África, fue elevado al pontificado. Existe incertidumbre en cuanto al año exacto, puesto que el Catálogo Liberiano de Papas (Duchesne, “Liber Pontificalis”, I, 9) da el 2 de julio de 311 como la fecha de la consagración del nuevo Papa (ex die VI non. iul. a cons. Maximiliano VIII solo, quod fuit mense septembri Volusiano et Rufino); pero en contradicción a esto se dice que la muerte del Papa ocurrió el 2 de enero del 314, y que la duración del pontificado son tres años, seis meses y ocho días; posiblemente debido al error de un escribano, debería decir «ann. II» en lugar de «ann. III»; y, por lo tanto, el año de su elevación al papado fue muy probablemente en el 311. Cerca de este tiempo (el 311 ó 310), un edicto de tolerancia firmado por los emperadores Galerio, Licinio y Constantino puso fin a la gran persecución de los cristianos, y se les permitió vivir como tales y asimismo reconstruir sus lugares de culto religioso (Eusebio de Cesarea, Hist. Eccl., VIII.17; Lactancio, Cómo murieron los perseguidores, 34). Sólo en aquellos países de Oriente que estaban bajo el dominio de Maximino Daia continuó la persecución de los cristianos. El emperador le dio ahora al Papa Melquíades en Roma el derecho a que se le restituyeran, por mediación del prefecto de la ciudad, todas las edificaciones eclesiásticas y posesiones que habían sido confiscadas durante las persecuciones. El Papa ordenó a los dos diáconos romanos, Strato y Casiano, que discutieran el asunto con el prefecto, y que tomaran posesión de las propiedades eclesiásticas (Agustín, Breviculus collationis cum Donatistis, III, 34); así fue posible una sólida reorganización de la administración eclesiástica y de la vida religiosa de los cristianos en Roma.
Melquíades hizo que los restos de su predecesor, Eusebio, fueran regresados de Sicilia a Roma y los mandó enterrar en una cripta en las catacumbas de San Calixto. El siguiente año, el Papa atestiguó el triunfo final de la Cruz con la derrota de Marco Aurelio Maxentio y la entrada a Roma del emperador Constantino (ahora converso al cristianismo), tras la victoria en el Puente Milviano (27 de octubre de 312). Después, el emperador obsequió a la Iglesia Romana con el Palacio de Letrán, el cual entonces se convirtió en la residencia del Papa y, consecuentemente, también en la sede de la administración central de la Iglesia Romana. La basílica contigua al palacio, o que fue construida allí después, se convirtió en la iglesia principal de Roma. En el 313, los donatistas vinieron a Constantino con la petición de que nombrara a obispos de Galia como jueces en la controversia del episcopado africano respecto a la consagración en Cartago de los dos obispos, Cæciliano y Mayorino. Constantino escribió sobre esto a Melquíades, y también a Marco, pidiéndole al Papa, junto con tres obispos de Galia, que diera una audiencia en Roma a Cæciliano y su oponente, y que resolviera el caso. El 2 de octubre de 313, se reunieron en el Palacio Lateranense, bajo la presidencia de Melquíades, un sínodo de dieciocho obispos de Galia e Italia, que, después de considerar meticulosamente la controversia donatista por tres días, decidieron a favor de Cæciliano, cuya elección y consagración como obispo de Cartago fue declarada legítima. En la biografía de Melquíades, en el Liber Pontificalis, se dice que en aquellos tiempos se encontraban los maniqueos en Roma; esto es muy posible, ya que el maniqueísmo comenzó a difundirse en Occidente en el siglo IV. La misma fuente atribuye a este Papa un decreto que prohibía terminantemente que los cristianos ayunaran los domingos o los jueves, «porque estos días eran guardados por los paganos como ayuno sagrado». Esta razón es sorprendente; es muy probable que salga del autor del “Liber Pontificalis”, quien con este supuesto decreto remonta una costumbre romana de su tiempo a una ordenanza de Melquíades. El “Liber Pontificalis” es, probablemente, no menos arbitrario al atribuir a este Papa el mérito de un decreto que indicaba que la Oblación consagrada por el Papa en una Misa solemne (refiriéndose al Pan Eucarístico) debía ser llevada a diferentes iglesias en Roma. Tal costumbre ciertamente existió en Roma (Duchesne, Culto cristiano, Londres, 1905, 185); pero no hay nada definitivo que muestre que haya sido introducida por Melquíades, como afirma el “Liber Pontificalis”.
Tras su muerte, el 10 u 11 de enero (el Catálogo Liberiano la registra como III id. jan.; el “Depositio Episcoporum” como IIII id. jan.), de 314, Melquíades fue sepultado en la catacumba de san Calixto y fue venerado como santo. De Rossi lo considera como altamente probable esta localización de la cripta de este Papa (Roma Sotterranea, II, 188 sq.).
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
Nota: En el actual Martirologio Romano se lo recuerda el 10 de enero, pero por tradición en muchos santorales y diócesis se lo recuerda el 10 de diciembre.
Por: . | Fuente: Vatican.va
Su vida estuvo marcada por tres etapas fundamentales: el período de formación en el monasterio de la Visitación de Troyes, capital de Champagne; el encuentro con el p. Louis Brisson, futuro fundador de los Oblatos de San Francisco de Sales; y la aplicación de las leyes subversivas contra los institutos religiosos en Francia a finales de siglo.
Leonia permaneció en el monasterio de la Visitación hasta la edad de 16 años. Ya entonces manifestó a la superiora su deseo de hacerse religiosa, pero ella le respondió: "Aquello para lo que Dios te tiene destinada no está aún preparado; déjale actuar y haz siempre la voluntad divina".
Cuando salió del monasterio, su padre había dispuesto para ella un matrimonio con un rico y distinguido señor del lugar, pero Leonia pensaba ya en la vocación religiosa y no quiso acceder a los deseos de su padre. A la edad de 21 años, en 1865, visitó un establecimiento industrial de Sézanne y surgió en ella el deseo de atender a las obreras. Entretanto, el p. Louis Brisson, que había sido capellán de la Visitación cuando ella estaba interna allí, dado su incansable celo por la protección y la formación religiosa de las jóvenes obreras que venían de los campos y estaban expuestas a los peligros más graves, había fundado en el año 1858 las "Obras para las trabajadoras jóvenes", poniéndolas bajo la protección de san Francisco de Sales: proporcionaban a las jóvenes locales seguros, comida y la asistencia de almas buenas y generosas, pero les hacía falta también la formación humana y la educación religiosa.
En 1866 Leonia pidió regresar a la Visitación para pedir luz al Señor, antes de tomar una decisión definitiva sobre su vocación. Entonces conoció la obra de asistencia a las jóvenes que había comenzado el p. Brisson, el cual estaba pensando en fundar una congregación de religiosas. Compartió inmediatamente el proyecto del padre. El 30 de octubre de 1868 Leonia vistió el hábito religioso, junto con otra antigua compañera del internado, y tomó el nombre de Francisca de Sales.
El 11 de octubre de 1871 emitió los votos religiosos, junto con su primera compañera, iniciando así la congregación de Oblatas de San Francisco de Sales. Otras jóvenes se unieron a ellas, pero la ocupación alemana de 1870 retardó su profesión religiosa. Se multiplicaron los patronatos y casas-familia; las jóvenes recibían, junto con la formación religiosa, la educación práctica que las preparaba para su vida futura de madres de familia. La madre Francisca de Sales, que fue la primera superiora general, se hizo obrera entre las obreras; les ayudó a disfrutar del trabajo bien realizado, aunque la ganancia fuera mínima; las jóvenes trabajadoras comprendían la dignidad del trabajo, como algo que viene de Dios e instrumento de caridad, porque permite ayudar a las compañeras que están necesitadas. De ahí nació una competición de solidaridad humana.
Después de haber consolidado las obras en Troyes, fue a París y organizó allí un internado para jóvenes de posición social acomodada. Obtuvo con la alta sociedad parisina el mismo éxito que había tenido con las obreras. Ocho años más tarde regresó a Troyes, donde estuvo otros 15 años, cuatro de ellos como una religiosa más, y en los que tuvo que soportar la hostilidad de algunos miembros de su comunidad. En 1893 fue elegida nuevamente superiora general, cargo que ejerció hasta su muerte. Envió religiosas a las misiones de Sudáfrica y de Ecuador. El instituto se extendió también por Suiza, Austria, Inglaterra e Italia. En 1903 entraron en vigor en Francia las leyes subversivas, que decretaron la expropiación de los bienes de las congregaciones religiosas: se cerraron 23 casas bien organizadas y 6 de apoyo a los padres oblatos. La madre Francisca de Sales y su consejo se refugiaron en Italia y desde allí perfeccionaron la organización de la congregación y sostuvieron a las religiosas con cartas y visitas.
Su última gran prueba fue la muerte del p. Brisson, acaecida en su pueblo natal de Plancy el 2 de febrero de 1908. En sus últimos seis años de vida veló celosamente por la redacción definitiva de las Constituciones, que fueron aprobadas por el Papa Pío X en 1911. Falleció a la edad de 69 años, en Perusa (Italia), el 10 de enero de 1914.
El Papa Juan Pablo II la beatificó el 27 de Septiembre de 1992 y él mismo la canonizó el 25 de Noviembre de 2001.
Reproducido con autorización de Vatican.va
Por: . | Fuente: ElTestigofiel.org
Según parece, san Gregorio pasó sus primeros años de sacerdocio en el retiro, tal vez en Iris del Ponto. Entre tanto, su hermano Basilio, que era obispo de Cesárea, tenía que hacer frente a la herejía y a la oposición; entre sus enemigos se contaba su propio tío, Gregorio, obispo del Ponto. Esta división en el seno de la familia escandalizó profundamente al joven Gregorio, el cual, con la intención de hacer la paz, falsificó una carta de reconciliación de su tío a su hermano. Naturalmente el fraude se descubrió pronto; san Basilio reprendió a su hermano, por más que el incidente no dejó de divertirle un tanto.
Parece que san Basilio fue quien sugirió el nombre de su hermano para que ocupase la sede de Nisa en 372, pues su política consistía en hacer nombrar prelados ortodoxos en las regiones cercanas a su diócesis para combatir eficazmente la herejía. Así pues, el mismo san Basilio consagró a su hermano, muy contra la voluntad de éste, como obispo de la sede en los confines de la Baja Armenia. Las dificultades empezaron a surgir cuando san Gregorio llegó a Nisa. La ciudad estaba llena de arrianos y uno de los miembros de la corte del emperador había tratado de hacer que se nombrara obispo de la diócesis a un amigo suyo. A pesar de toda su buena voluntad, san Gregorio carecía de tacto y no tenía la menor noción de cómo se gobernaba una diócesis. Con la intención de ayudar a su hermano Basilio, convocó un sínodo de obispos de la provincia de Ancira; pero como Gregorio no supo manejar a los delegados, el sínodo hizo más mal que bien a su hermano. Nada tiene, pues, de extraño que Basilio se haya opuesto al nombramiento de san Gregorio como delegado ante el Papa san Dámaso, diciendo que carecía de experiencia en los asuntos eclesiásticos y era muy mal diplomático.
Apoyado por los arrianos, Demóstenes, gobernador del Ponto, convocó a una reunión, en la que un tal Filocarres acusó a san Gregorio de abuso de las propiedades de la Iglesia y de irregularidad en su elección episcopal. Este se dejó arrestar por los soldados, sin oponer resistencia, pero después consiguió escapar de la brutalidad de sus carceleros y refugiarse en sitio seguro. Sus enemigos alegaron que su fuga era la señal de su culpabilidad; pero san Basilio escribió una violenta carta para hacer notar que el tesorero de la Iglesia había declarado inocente a Gregorio. No obstante eso, un sínodo de obispos de Galacia y del Ponto depuso a san Gregorio, quien anduvo errante hasta el año 378, cuando el emperador Graciano arrojó de la sede al usurpador y llamó al desterrado. El pueblo le recibió con un gran júbilo, que poco después quedó empañado por la muerte de san Basilio y la de santa Macrina. San Gregorio presintió la muerte de su hermana y, la víspera, tuvo con ella una larga conversación, que más tarde relató en sus escritos.
A la muerte de san Basilio, la influencia de san Gregorio empezó a aumentar, lo mismo que su actividad; asistió al Concilio de Antioquía, convocado contra los errores de los melecianos; los obispos ahí reunidos le enviaron a Palestina y Arabia con la misión de poner fin a los desórdenes que la herejía meleciana había provocado. Para facilitar su trabajo, el emperador le concedió el libre uso de los caballos y carruajes del correo imperial. San Gregorio ocupó un sitio muy destacado en el Concilio ecuménico de Constantinopla, el año 381. Era considerado como «la columna de la Iglesia»; estar de su parte era estar con la ortodoxia. El Concilio, que había sido convocado por el emperador Teodosio, manifestó su conformidad con el credo de Nicea y combatió el arrianismo. La asamblea confió a san Gregorio una especie de derecho inquisitorial sobre el Ponto. Hacia el fin de su vida, el santo visitó nuevamente Palestina; los abusos de los peregrinos y la atmósfera herética que encontró allí le llevaron a la conclusión de que, en tales condiciones, las peregrinaciones no constituían una devoción recomendable. En una carta o tratado sobre las peregrinaciones a Jerusalén hace notar que éstas no constituyen un precepto evangélico y añade que él personalmente no había sacado ningún provecho de la visita a los Santos Lugares.
El emperador designó tres diócesis supremas en oriente: la de Gregorio de Nisa, la de Heladio de Cesárea y la de Otreyo de Mitilene. Este honor ganó a san Gregorio la envidia y mala voluntad de Heladio, quien se consideraba como obispo metropolitano y llevó a mal que otro prelado fuese su igual. En una de sus cartas, el santo describe la falta de cortesía con que Heladio le había tratado. Pero en Constantinopla era muy honrado y consultado. Ahí predicó las oraciones fúnebres de san Melecio de Antioquía, de la princesa Pulqueria y de la emperatriz Flaccila, así como un sermón con motivo de la entronización de san Gregorio de Nazianzo. Más tarde predicó también el sermón de la dedicación de la gran iglesia que el prefecto Rufino había erigido cerca de Calcedonia. Es cosa cierta que san Gregorio vivió hasta edad muy avanzada, pero ignoramos la fecha exacta de su muerte.
La veneración de que san Gregorio fue objeto durante su vida y después de su muerte, no tiene eco entre los escritores eclesiásticos modernos, quienes ven en él menos al enemigo del arrianismo, que al causante principal de las cláusulas que el Concilio de Constantinopla insertó en el Credo de Nicea. En todo caso, debemos reconocer que san Gregorio ejerció una gran influencia sobre el segundo Concilio ecuménico y que su ortodoxia es indiscutible. Pero hay que admitir igualmente que se inclinaba a la doctrina universalista, donde se sostiene que todas las cosas serán restauradas en Cristo al fin del mundo. Los escritos del santo demuestran que conocía a fondo a los filósofos paganos. San Gregorio utilizó a Platón, de la misma manera que los escolásticos usaron a Aristóteles. La influencia de Orígenes se deja sentir en sus escritos para los que adoptó, en gran parte, las interpretaciones alegóricas de la Sagrada Escritura. Sus obras literarias, admirables por la elegancia del lenguaje, ofrecen una síntesis exacta de la fe cristiana y son particularmente interesantes por la mezcla de ideas ordinarias con especulaciones místicas y poéticas muy complicadas. Entre las numerosas obras del santo, se destacan el «Discurso Catequético» o instrucción sobre le fe, dos libros contra Eunomio y Apolinar, que constituyen una fuente muy importante para el estudio de las doctrinas de esos dos herejes y muchos comentarios sobre la Sagrada Escritura. Entre las obras ascéticas, hay que mencionar el libro sobre la virginidad, muchos sermones sobre la vida y la conducta del cristiano, así como numerosos panegíricos. Uno de éstos narra la vida y la muerte de santa Macrina; otro, la de tres damas de Jerusalén y un tercero describe en forma muy moderna las bellezas de una «villa» en Galacia donde estuvo san Gregorio. Tanto san Gregorio como san Basilio poseían un sentido de las bellezas naturales que se encuentra muy de cuando en cuando entre los escritores de los primeros siglos.
Martirologio Romano: En Antinoe, de la Tebaida (hoy Egipto), santos Julián y Basilisa, mártires (s. IV).
Etimología: Julián = Aquel que pertenece a la familia Julia, es de origen latino.
Mártir en Antince (Egipto); a menudo se le confunde con San Julián de Anazarba, situándole por este motivo en Antioquía, de Siria. Martirizado durante la persecución de Diocleciano y Maximiano a finales del siglo III. - Fiesta: 9 de enero.
Julián es el paradigma de la castidad cristiana. En nuestro tiempo de materialismo, cuando el concepto de la castidad va decayendo visiblemente, la imagen de San Julián y de su esposa Santa Basilisa resaltan con maravillosos fulgores. San Julián es uno de los esclarecidos héroes del cristianismo.
Hijo único de una noble y rica familia, profundamente educado en la religión cristiana, tenía hecho voto de castidad cuando al cumplir los dieciocho años de edad sus padres se empeñaron en que contrajese matrimonio con una joven de igual nobleza, llamada Basilisa. Temeroso el virtuoso muchacho de faltar a su voto, pero sintiendo también desobedecer a sus padres, acude al Señor con la oración y el ayuno. Y dice la tradición que por celestial revelación le fue dado a conocer que con su esposa podría guardar la anhelada virginidad. Julián y Basilisa son milagrosamente arrastrados hacia el amor virginal; apareciéndoseles Nuestro Señor Jesucristo, que aprueba su determinación de conservarse castos. Desde aquel día consagran plenamente sus vidas a los demás. Reparten sus bienes entre los pobres y se retiran a vivir en dos casas situadas en las afueras de la ciudad que convierten en monasterios. A la de Julián acuden hombres de todas las clases sociales, para que les guíe con sus prudentes y santos consejos. A la de Basilisa una multitud de muchachas que, edificadas con el ejemplo de su virtud, muchas de ellas abrazan la vida religiosa viviendo en santa paz bajo su dirección. Muy pronto la fama de ambos esposos se extenderá por todo el Imperio.
Suscitada en aquel tiempo la persecución de Diocleciano y Maximiano contra el Cristianismo, se ordena apresar y encarcelar a Julián y a cuantos con él residen en su apacible monasterio.
San Julián profesa con gran valentía ante el tirano su fe en Cristo Jesús. Hay expectación en la gente cuando Marciano, el juez, increpa con solemnidad a Julián: "Adora a los dioses". "No hay más omnipotente que Dios, Nuestro Padre". "Obedece los decretos del emperador". "Jesucristo es mi único César". "¿Crees en un Crucificado?" "Él tiene escuadrones inmortales". "Marcharás a la muerte". "El emperador de Roma también es polvo y en polvo se convertirá". "¿Te ríes de nuestros dioses y de nuestro emperador? Ante los tormentos no habrá réplicas". Marciano, viéndose fracasado intenta cambiar de táctica para vencerle: "Tus padres, Julián, fueron nobles. Te daremos honores". "Desde el cielo me alientan a permanecer fiel a mi santa religión".
Lleno de confusión, el magistrado condena a Julián a morir degollado. Su gloriosa muerte arrastra hacia la fe en Cristo a muchos paganos, que admiran su firmeza. Y la proyección de su ejemplaridad se dilata a través de los siglos en la devoción de los fieles.
Basilisa murió en la paz del Señor, después de haber sido muy perseguida.
Esculturas de San Julián y Santa Basilisa procedentes de la desaparecida iglesia del mismo nombre, en Valladolid.
En la actualidad están en la parroquia de San Miguel y San Julián en Valladolid.
Etimología: Julia = Nacida en el séptimo mes. Es de origen latino
Fecha de beatificación: 1819 por el Papa Pío VII.
Sintiéndose llamada a una forma de vida más radical y austera, en plena flor de su existencia, decide abandonar la ciudad y recogerse en un lugar solitario. Vuelta a Certaldo se aloja en un pequeño local contiguo a la iglesia agustiniana de San Miguel y Santiago, en el cual hizo abrir dos minúsculas ventanas, una que miraba a la iglesia para en poder asistir a las sagradas funciones, y la otra hacia el exterior, por donde recibir el alimento que la piedad popular pudiera proporcionarla. Y una vez colocado sobre la pared un gran crucifijo, con solemnidad y en presencia de numeroso público entre devoto e incrédulo, desde el exterior un maestro albañil tapió la entrada.
Desde este momento ya nunca saldrá de su pequeño reclusorio. Como una emparedada, vivirá segregada del mundo por un período de aproximadamente treinta años, recorriendo hasta el fondo el largo camino de la ascética y de la mística. Penitencia y oración fueron sus ocupaciones cotidianas. De su manutención se encargaban los habitantes de Certaldo y sus alrededores. Tradiciones populares refieren que hasta los niños, privándose de alimentos y golosinas, corrían en su ayuda llevándole algo de comer, y que Julia, agradecida y sonriente, a cambio, hasta en invierno les obsequiaba con flores frescas. Nada más se sabe de esta intrépida mujer, a no ser la gran veneración hacia ella de sus conciudadanos por semejante vida de piedad vivida ante sus propios ojos.
Julia muere en torno a 1370. Su culto se inició inmediatamente después de su deceso, pues ya en 1372 consta la dedicación de un altar en la iglesia junto a la cual había transcurrido la mayor parte de su vida y donde al fallecer había sido sepultado su cuerpo. Desde 1506 la alcaldía corre con los gastos de la fiesta en honor de la beata, a cuyo favor varias veces fue atribuida la liberación de pestes y contagios en toda la comarca.
El culto ab immemorabili fue confirmado por Pío VII en 1819.
Por: . | Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina02
Etimología: Adrián = Adriano = Aquel que viene del mar, es de origen latino.
Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.
San Teodoro le nombró abad del monasterio de San Pedro y San Pablo de Canterbury, que más tarde había de llamarse San Agustín, donde nuestro santo enseñó el griego, el latín, la ciencia de los Padres y, sobre todo, la virtud. Bajo Adrián y Teodoro, la influencia de la escuela monástica de Canterbury se extendió enormemente. San Aldelmo acudió a ella desde Wessex, Oftforo desde Whitby, y otros estudiantes desde Irlanda. Era una escuela de Derecho Romano y de Ciencias eclesiásticas. Beda refiere que los discípulos de San Adrián conocían bastante bien el griego y hablaban el latín como el inglés. San Adrián ilustró el país con su doctrina y el ejemplo de su vida, durante treinta y nueve años. Murió el 9 de enero del ano 710.
Goscelino de Canterbury nos ha dejado una narración muy interesante del descubrimiento de los restos de San Adrián, que se hallaban incorruptos y despedían una suave fragancia. Las recientes excavaciones confirman este relato.
La tumba de San Adrián se hizo famosa por los milagros en ella obrados, según nos dice Goscelino, citado por Guillermo de Malmesbury.