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Primer matrimonio en ser beatificados juntos

Martirologio Romano (I): En Roma, beata María Beltrame Quattrocchi, que, siendo madre de familia, ilustró de modo conspicuo a la familia de Cristo y a la sociedad, viviendo ejemplarmente su vida matrimonial y mostrando su comunión de fe y amor hacia el próximo. ( 26 de agosto de 1965).

Martirologio Romano (II): En Roma, beato Luis Beltrame Quattrocchi, que, siendo padre de familia, en los asuntos publicos y en los privados respetó los mandamientos de Cristo y los proclamó con celo y honradez de vida. ( 9 de noviembre de 1951).

Fecha de beatificación: 21 de octubre de 2001 por S.S.. Juan Pablo II.

Breve Semblanza


Un abogado del Estado y una profesora han subido juntos a los altares igual que lo hicieran a la basílica romana de Santa María Mayor el 25 de noviembre de 1905 para contraer matrimonio. Juan Pablo II ha manifestado su alegría pues, «por primera vez dos esposos llegan a la meta de la beatificación». Luigi (1880-1951) y María (1884-1965) Beltrame Quattrochi, originarios de Roma, fueron un matrimonio feliz.

María era profesora y escritora de temas de educación, comprometida en varias asociaciones (Acción Católica, Scout, etc.). Luigi fue un brillante abogado que culminó su carrera siendo vice-abogado general del Estado italiano. Estuvieron casados durante cincuenta años y tuvieron cuatro hijos: Filippo (hoy padre Tarcisio), nacido en 1906; Stefania (sor Maria Cecilia), nacida en 1908 y fallecida en 1993; Cesare (hoy padre Paolino), nacido en 1909; y Enrichetta, la menor, que nació en 1914. Dos de ellos, Filippo y Cesare, se encontraban entre los sacerdotes que concelebraron la Misa de beatificación con el Papa. La tercera, Enrichetta, se sentaba entre los peregrinos que llenaron hasta los topes el templo más grande de la cristiandad.

El Papa subrayó que la primera beatificación de un matrimonio llega justo «en el vigésimo aniversario de la exhortación apostólica «Familiaris Consortio», que puso de manifiesto el papel de la familia, particularmente amenazado en la sociedad actual». Recién licenciado en Derecho, el joven siciliano tuvo la suerte de descubrir a una muchacha florentina alegre y decidida, que no dudaría en ejercer como enfermera voluntaria en la guerra de Etiopía y en la Segunda Guerra Mundial. Luigi y María eran una familia acomodada y a la vez generosa, que supo acoger en su casa romana a muchos refugiados durante el último gran conflicto y organizar grupos de «scouts» con muchachos de los barrios pobres de Roma durante la postguerra.

Pero eran, sobre todo, una pareja normal -con las aficiones típicas de la clase media romana desde la política hasta la música-, que se apoyaban el uno en el otro para sacar adelante a sus cuatro hijos. Por su cargo de abogado del Estado, Luigi conoció a los grandes políticos de la postguerra mientras que María fue profesora y escritora. No fundaron ninguna orden religiosa, ni tuvieron experiencias místicas, pero convirtieron su trabajo en servicio habitual a los demás y volcaron todo su cariño en la vida familiar hasta la muerte de Luigi, en 1951 y de María en 1965. La santidad de ambos creció en pareja pues, de hecho, antes de casarse, Luigi Beltrame Quattrocchi no vivía su fe cristiana con especial fervor.

La vocación religiosa prendió, en cambio, muy pronto en sus cuatro hijos, tres de los cuales acudieron a la ceremonia en la Plaza de San Pedro. Según Tarsicio, sacerdote diocesano de 95 años, «nuestra vida familiar era muy normal» mientras que Paolino, padre trapense de 92 años, recuerda «el ambiente ruidoso y alegre de nuestra casa, sin beaterías o ñoñerías». Enrichetta, que tiene 87 años y se consagró privadamente a Dios, asegura que sus padres no discutieron jamás delante de los hijos. «Es lógico que hayan tenido divergencias, pero nosotros nunca las vimos. Los problemas los resolvían hablando entre ellos».

El heroísmo de la pareja se puso a prueba cuando esperaban a Enrichetta, la última de sus dos hijas, y los médicos diagnosticaron una complicación gravísima que aconsejaba abortar. Uno de los mejores ginecólogos de Roma les dijo que las posibilidades de supervivencia de la madre eran de un 5 por ciento, pero ambos prefirieron arriesgar. Enrichetta nació en 1914 y agradece a sus padres «aquel acto de heroísmo cristiano».

Los dos nuevos beatos, explicó el Papa durante la homilía de la beatificación, vivieron «una vida ordinaria de manera extraordinaria». «Entre las alegrías y las preocupaciones de una familia normal, supieron realizar una existencia extraordinariamente rica de espiritualidad. En el centro, la eucaristía diaria, a la que se añadía la devoción filial a la Virgen María, invocada con el Rosario recitado todas las noches, y la referencia a sabios consejos espirituales».

«Estos esposos vivieron a la luz del Evangelio y con gran intensidad humana el amor conyugal y el servicio a la vida --añadió el Santo Padre--. Asumieron con plena responsabilidad la tarea de colaborar con Dios en la procreación, dedicándose generosamente a los hijos para educarles, guiarles, orientales, en el descubrimiento de su designio de amor».

En la historia hay otros casos de santidad de matrimonios reconocidos oficialmente por la Iglesia. Es la primera vez, sin embargo, que la ceremonia de beatificación se realiza de manera conjunta. La beatificación se convirtió en el momento culminante de la fiesta de la familia que ha organizado este fin de semana la Iglesia católica en Italia, al cumplirse los veinte años de la publicación de la exhortación apostólica «Familiaris Consortio», el documento sobre la vida matrimonial más importante escrito por Juan Pablo II. En la tarde del sábado anterior, 50 mil personas se habían congregado en la plaza de San Pedro para participar con el obispo de Roma en un encuentro de fiesta, oración y testimonio. El pontífice pidió en esa circunstancia «un decidido salto de calidad en la programación de las políticas sociales» a favor de la familia y volvió a recordar que la familia no puede ser equiparada a otro tipo de formas de convivencia.

La fiesta, sin embargo, quedó algo estropeada por una torrencial lluvia que azotó la plaza de San Pedro con ráfagas violentas. Por este motivo, a última hora, se decidió celebrar la misa en la Basílica del Vaticano. La fachada de Maderno reservó en esos momentos un espectáculo único: miles de peregrinos, que se resguardaban del aluvión tratándose de cubrir con sillas, entraron en masa mojados hasta los topes en la gran basílica. Al final de la celebración, antes de presidir la oración mariana del «Angelus», Juan Pablo II condenó con palabras durísimas la violencia que ha tenido lugar estos tres últimos días en Belén y presentó a la familia como un signo de esperanza en este mundo atenazado por el miedo a los atentados y la violencia. «La familia, de hecho --dijo--, anuncia el Evangelio de la esperanza con su misma constitución, pues se funda sobre la recíproca confianza y sobre la fe en la Providencia. La familia anuncia la esperanza, pues es el lugar en el que brota y crece la vida, en el ejercicio generoso y responsable de la paternidad y de la maternidad». «Una auténtica familia, fundada en el matrimonio, es en sí misma una "buena noticia" para el mundo», concluyó.

Su hijo Cesare Beltrame Quattrocchi, de 92 años, quien al abrazar la vida religiosa asumió el nombre de Paolino, recuerda con sencillez la figura de sus padres. «Si bien nunca había imaginado que un día serían proclamados santos por la Iglesia, puedo afirmar sinceramente que siempre percibí la extraordinaria espiritualidad de mis padres. En casa, siempre se respiró un clima sobrenatural, sereno, alegre, no beato. Independientemente de la cuestión que debíamos afrontar, siempre la resolvían diciendo que había que hacerlo «de tejas para arriba». Entre papá y mamá se dio una especie de carrera en el crecimiento espiritual. Ella comenzó en la parrilla de salida, pues vivía ya una intensa experiencia de fe, mientras que él era ciertamente un buen hombre, recto y honesto, pero no muy practicante. A través de la vida matrimonial, con la decisiva ayuda de su director espiritual, también él se echó a correr y ambos alcanzaron elevadas metas de espiritualidad. Por poner un ejemplo: mamá contaba cómo, cuando comenzaron a participar diariamente en la misa matutina, papá le decía «buenos días» al salir de la iglesia, como si sólo entonces comenzara la jornada. De las numerosas cartas que se dirigieron, que hemos podido encontrar y ordenar, emerge toda la intensidad de su amor. Por ejemplo, cuando mi padre se iba de viaje a Sicilia, era suficiente que llegara a Nápoles para que enviara un mensaje, en el que contaba a su mujer lo mucho que la echaba de menos. Este amor se transmitía tanto hacia dentro --durante los primeros años de matrimonio vivían también en nuestro piso los padres de ambos y los abuelos de ella-- como hacia fuera, con la acogida de amigos de todo tipo de ideas y ayudando a quien se encontraba en la necesidad. La educación, que nos llevó a tres de nosotros a la consagración, era el pan cotidiano. Todavía tengo una «Imitación de Cristo» que me regaló mi madre cuando tenía diez años. La dedicatoria me sigue produciendo escalofríos: «Acuérdate de que a Cristo se le sigue, si es necesario, hasta la muerte».

Esta causa de beatificación ha sido también especial por otro motivo: la Congregación para las causas de los santos aceptó un sólo milagro para los dos siervos de Dios. Según revela el postulador -el padre Rossi-, se trata de Gilberto Grossi, un joven que hoy es neurocirujano, pero que en el momento en el que lo experimentó trabajaba en la casa Beltrame Quattrocchi catalogando los escritos de los dos esposos. «Su invocación a Dios por la curación de alteraciones óseas, que con frecuencia le obligaban a permanecer inmóvil, fue dirigida por intercesión de ambos cónyuges», revela el postulador. «Al reconocer su "común intercesión" --concluye el postulador--, podemos decir que los teólogos han subrayado que los esposos no sólo están unidos en una dimensión humana, sino también espiritual». Rossi explica que «Luigi y María no tenían aparentemente nada de "extraordinario". Lo que les distingue es la "manera extraordinaria" con la que vivieron». «Los dos esposos fueron cristianos convencidos, coherentes y fieles a su propio bautismo; supieron acoger el proyecto de Dios sobre ellos y respetaron su prioridad; fueron personas de gran caridad, entre sí, con los hijos y con el prójimo, promoviendo el bien y la justicia; fueron personas de esperanza, que supieron dar el justo significado de las realidades terrenas, con la mirada puesta siempre en la eternidad». Según el padre Rossi, estos dos nuevos beatos dejan al mundo un «mensaje de esperanza, consuelo y apoyo a la familia cristiana, asaltada hoy por tantos problemas y asediada en sus valores fundamentales, en su ideal, en su configuración genuina».

Cuando se aprobó la causa de beatificación conjunta del primer matrimonio en la historia de la Iglesia, a la Congregación vaticana para las Causas de los Santos le surgió un problema: ¿cuándo se celebrará su fiesta? En general, la fiesta de los beatos y santos suele celebrarse el día de su muerte, día de su abrazo con Dios. ¿Debería celebrarse en fechas diferentes la memoria de Luigi y Maria Beltrame Quattrocchi creando así dos fiestas? Juan Pablo II, que desde hacía años soñaba con poder beatificar a una pareja, tomó entonces una decisión revolucionaria: la fiesta de los dos beatos se celebraría conjuntamente en un mismo día, en el aniversario de su boda. Dado que Luigi y María contrajeron matrimonio el 25 de noviembre de 1905, por lo tanto esa es la fecha de su festividad.

Por el momento, la fiesta sólo se celebra en Roma, la diócesis de los nuevos beatos, pues la beatificación, que el Papa Juan Pablo II celebró el 21 de octubre de 2001, tiene carácter local. En caso de que sean canonizados, entonces la fiesta alcanzará un carácter universal.


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5:05 p.m.
SANTA CATALINA DE ALEJANDRÍA 

VIRGEN Y MÁRTIR




Santa Catalina, mártir, que, según la tradición, fue una virgen de Alejandría dotada tanto de agudo ingenio y sabiduría como de fortaleza de ánimo. Su cuerpo se venera piadosamente en el célebre monasterio del monte Sinaí.


Nada sabemos con certeza histórica del lugar y fecha de su nacimiento. La historia nos tiene velado el nombre de sus padres. Los datos de su muerte, según la "passio", son tardíos y están pletóricos de elementos espureos. Por esto, algún historiador ha llegado a pensar que quizá esta santa nunca haya existido. Así, Catalina de Alejandría sería un personaje aleccionador salido de la literatura para ilustrar la vida de los cristianos y estimularles en su fidelidad a la fe. De todos modos es seguro que la fantasía ha rellenado los huecos en el curso del tiempo.


Se la presenta como una joven de extremada belleza y aún mayor inteligencia. Perteneciente a una familia noble. Residente en Alejandría. Versada en los conocimientos filosóficos de la época y buscadora incansable de la verdad. Movida por la fe cristiana, se bautiza. Su vida está enmarcada en el siglo IV, cuando Maximino Daia se ha hecho Augusto del Imperio de Oriente. Sí, le ha tocado compartir el tiempo con este "hombre semibárbaro, fiera salvaje del Danubio, que habían soltado en las cultas ciudades del Oriente", según lo describe el padre Urbel, o, con términos de Lactancio, "el mundo para él era un juguete". Recrimina al emperador su conducta y lo enmudece con sus rectos razonamientos. Enfrentada con los sabios del imperio, descubre sus sofismas e incluso se convierten después de la dialéctica bizantina. Aparece como vencedora en la palestra de la razón y vencida por la fuerza de las armas en el martirio de rueda con cuchillas que llegan a saltar hiriendo a sus propios verdugos y por la espada que corta su cabeza de un tajo.

11:22 p.m.

Por: P. Felipe Santos |

Mártir

Maritrologio Romano: En Amelia, ciudad de la Umbría, santa Firmina, mártir (303).

Etimología: Firmina = firme. Viene de la lengua latina.

Fermina fue una mártir en el siglo III.

Cuando hay falta de muchos datos históricos serios, existen, por el contrario, muchas leyendas acerca de la vida de algunos santos.

Según la narraciones tradicionales, Fermina era romana, y vivió en el siglo III.

Debió nacer en el seno de una familia llamada Pisoni.

Su padre era el gobernador de la ciudad, y su madre una cristiana llena del amor a Dios y al prójimo.

La joven debía tener 16 años cuando estalló la persecución en Roma, la siempre y traída persecución de Diocleciano.

Viendo el peligro que se avecinaba, salió de la ciudad, pero antes vendió todas sus cosas – con gran alegría desprendimiento – y se las entregó a los pobres.

Para llegar a la nueva región de la Umbría italiana, tuvo que embarcarse en una nave en el Tíber de Civitavecchia.

Como vio muchas necesidades entre los cristianos que eran dura y cruelmente perseguidos, se quedó con ellos para ayudarles en todo aquello que fuera necesario.

Cuando llegó a Amelia, se entregó a una vida de oración y de penitencia.

Su felicidad iba a durar poco tiempo. Descubierta por las autoridades, la llevaron a los tribunales. Y juzgada de mala manera, fue condenada a muerte, En Amelia se conserva su memoria.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

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11:22 p.m.

Por: . | Fuente: Marcelline.org / Zenit.org

Religiosa

Martirologio Romano: En Milán, Italia, beata María Ana Sala, virgen de la Congregación de Hermanas de Santa Marcelina, que, entregada totalmente a la formación de las niñas, fue maestra cimentada en la fe y la piedad. ( 1891)

Fecha de beatificación: 26 de octubre de 1980 por S.S. Juan Pablo II

Nació en Brivio (pueblo italiano de la provincia de Lecco) el 21 de abril de 1829.

Fue una de las primeras alumnas de la naciente escuela de las Hermanas Marcelinas en el pueblo de Vimercate.

Fue acogida por la Madre Marina Videmari, rápidamente se distinguió por lo ejemplar de su vida y por su aprovechamiento escolar.

En 1848, entró a formar parte de de la nueva Congregación, comprendió de inmediato que su ideal y su misión tendrían que ser en la enseñanza , la educación, la formación de las jóvenes en la escuela y en la familia.

Sor María Ana se santificó en la sencillez por su total fidelidad al Carisma de la congregación que había elegido. De su vida y ejemplo, surgen tres enseñanzas: la necesidad de la formación de un buen carácter firme, sensible, equilibrado; el valor santificador del compromiso en el propio deber, asignado por la obediencia y la importancia esencial de la obra educativa.

Su pedagogía fue la que su director espiritual, Monseñor Luis Biraghi, le recomendó: estar cercana, estar junto a las jóvenes en cada momento y circunstancia, participando de su vida cotidiana, en clases, en la capilla, en el comedor, en la recreación, en el dormitorio.

Entre sus mejores alumnas, se recuerda a la jóven Judith Alghisi Montini, la que después sería mamá del futuro papa Paulo VI.

Maria Ana Murió santamente el 24 de noviembre de 1891.

Autor: Isabel Orellana Vilches
Fuente: Zenit.org


Hoy la Iglesia celebra la vida de esta beata que nació en la localidad italiana de Brivio, Lecco, el 21 de abril de 1829. Fue la quinta de ocho hermanos de una honrada familia acomodada. Sus padres Johann María Sala y Giovannina Comi, ambos católicos comprometidos, dieron a todos sus hijos una sólida formación cristiana. Johann era un exitoso industrial maderero, y su excelente situación económica le permitió enviar a la beata a la escuela privada, en la que su profesora Alessandrina apreció sus cualidades singulares para el aprendizaje y su viva inteligencia.

Uno de los lugares que María Anna solía frecuentar era el Oratorio de San Leonardo, erigido en un lugar cercano a Brivio. Allí, junto a su hermana, en unos instantes de suma angustia pidió la intercesión de la Virgen para que su madre sanase de una grave enfermedad. Las dos oraron con tanta fe que mientras elevaban sus plegarias, la Virgen se apareció a Giovanna, la bendijo y sanó. En esa época el beato Luigi Biraghi había puesto las bases de la fundación de la Congregación de las Hermanas Marcelinas con el objetivo de procurar una formación integral cristiana a las jóvenes a través de centros educativos con la magnífica visión de ver en ellas las fieles transmisoras de los valores cristianos a las familias que pudieran formar, clave del progreso de la sociedad. Y en 1842 a Maria Anna, que había mostrado excelente aptitud para los estudios, sus padres la matricularon en el pensionado que estas religiosas inauguraron en Vimercate, como después harían con otras dos de sus hijas.

La colaboradora del P. Luigi Biraghi, madre Marina Videmari, seguía atentamente la formación de María Anna que, no sólo completó los estudios con éxito graduándose en 1846, sino que sintió la llamada de la vocación. Circunstancias familiares inesperadas como la enfermedad de su madre y el grave fraude asestado a su padre que conllevó la pérdida de los bienes económicos, hicieron necesaria su presencia en el hogar. Ante este imprevisto varapalo ella fue un bálsamo para todos. Pero el 13 de febrero de 1848 inició el noviciado en Vimercate con las Hermanas Marcelinas. Su buen carácter, firmeza, equilibrio y sensibilidad, engarzada en una sólida vida interior y celo apostólico, hicieron de ella una ejemplar religiosa.

Las circunstancias políticas que impedían establecer formalmente el Instituto, difirieron el instante de su profesión, que al fin se produjo el 13 de septiembre de 1852. Se santificó con el lema "Voy en seguida", expresión externa de su premura por agradar a Cristo en los demás, acudiendo prontamente a cualquier llamada, para lo cual dejaba al punto lo que estuviera haciendo por importante que fuese. Su obediencia no tuvo acepción de personas ni fue selectiva. Nunca consideró si era relevante el motivo que le privaba de un tiempo precioso que hubiera colmado su alma contemplativa. Su servicialidad evangélica, pobreza y humildad rezumaba en las lecciones que impartía en el aula. La presencia de Dios que latía en lo más hondo de su ser y que alimentaba todos los momentos de su día a día traspasaba a sus alumnas que no ocultaron su dilección por ella. Una de sus mejores discípulas fue Judith Alghisi, la madre del papa Pablo VI. Su apostolado se hizo patente en los colegios de Cernusco, Milán, Génova y Saboya. Aunque le costaba desprenderse de sus superiores, hermanas y alumnas, ese rasgo de presteza que le caracterizaba se manifestaba en su plena aquiescencia con la voluntad de sus superiores y partía complacida a su destino. Si bien, madura y sincera, reconocía humildemente: "Siento la separación, pero Dios es bueno conmigo".

Afligida y serena, con un espíritu abierto a la voluntad divina, alimentado por la oración, acogió todas las pruebas a las que fue sometida. Fue dulce y a la par firme, con religiosa claridad, reclamada por su virtud y acertados consejos, como se percibe en fragmentos de sus cartas: "intenta mantenerte fuerte y en salud porque es así como podremos realizar mejor nuestro trabajo. Mantén tu alegría y piensa que Dios realmente tiene preferencia por ti y te ayudará más de lo que piensas en la labor de educar y enseñar correctamente a tus alumnas. No pienses que tu labor es tiempo perdido, aunque no veas inmediatamente el fruto de tu trabajo, ten paciencia y con la ayuda de Dios, tu labor en la viña del Señor se verá recompensada […]. Dios no nos dará nunca un trabajo superior a nuestras fuerzas".

Probada en el sufrimiento, contrajo un cáncer de garganta, aludiendo a él como "su collar de perlas". A menudo, el dolor le impedía dar las lecciones. Exquisita en el trato, aunque era la tos el impedimento para atender debidamente a sus alumnas, presentaba sus excusas. Y siguió cumpliendo su misión con serena sonrisa considerando que, en su entrega, Dios le ayudaría a ser santa. Era su camino de perfección, amasado en la fidelidad a las circunstancias cotidianas que tuvo que afrontar. Al llegar el otoño de 1891 durante quince días la enfermedad pudo con ella física y anímicamente, y sufrió con indecible intensidad. Y el 24 de noviembre de ese año murió diciendo "Regina Virginum". En 1920 se halló su cuerpo incorrupto.

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Por: P. Felipe Santos |

Abad

Martirologio Romano: En el monasterio de Cava, en la Campania, beato Balsamo, abad, que en medio de las turbulencias y contradicciones de su tiempo desempeñó su cargo con sabiduría y prudencia (1232).

Etimología: Bálsamo = aquel de alma perfumada. Viene de la lengua latina.

Fue un abad del siglo XIII. La historia de la abadía de la Trinidad de Cava, junto a Salerno, fue fundada cerca del año mil.

La historia de sus abades es muy interesante para los historiadores y gente dedicada al estudio y a la investigación.

Esto se debe al mantenimiento perfecto de sus bibliotecas que contienen nada menos que mil años de historia.

Bálsamo fue un abad de ese monasterio que encierra una serie de hombres impresionantes para hoy y siempre.

Se sabe que la abadía de Cava tuvo una gran influencia e importancia en toda la Edad Media por la capacidad de trabajo de sus monjes y por su alto grado de santidad.

El fue uno de los más ilustres.

Dirigió el monasterio con suma maestría, con sabiduría y con un trato exquisito a los hermanos.
Estuvo en ella 25 años: desde el 1208 a 1232, el año de su muerte.

Era un hombre de letras. Por eso, se había ganado la amistad de los Papas y de los mismos emperadores.

Federico II lo llamaba cariñosamente “el martillo del mundo”.

Este emperador favoreció mucho este monasterio y le dio al abad la potestad de juzgar a quienes atentasen contra la abadía.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

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SAN ANDRÉS DUNG-LAC Y COMPAÑEROS

MÁRTIRES




VIETNAMITAS


Esta memoria obligatoria de los ciento diecisiete mártires vietnamitas de los siglos XVIII y XIX, proclamados santos por Juan Pablo II en la plaza de San Pedro el 19 de junio de 1988, celebra a mártires que ya habían sido beatificados anteriormente en cuatro ocasiones distintas: sesenta y cuatro, en 1900, por León XIII; ocho, por Pío X, en 1906; veinte, en 1909, por el mismo Pío X; veinticinco, por Pío XII, en 1951.


No sólo son significativos el número insuperado en la historia de las canonizaciones, sino también la calificación de los santos (ocho obispos, cincuenta sacerdotes, cincuenta y nueve laicos), la nacionalidad (noventa y seis vietnamitas; once españoles; diez franceses, el estado religioso (once dominicos; diez de la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París; otros del clero local, más un seminarista, el estado laical (muchos padres de familia, una madre, dieciséis catequistas, seis militares, cuatro médicos, un sastre; además de campesinos, pescadores y jefes de comunidades cristianas).

Seis de ellos fueron martirizados en el siglo XV, los demás, entre 1835 y 1862; es decir, en el tiempo del dominio de los tres señores que gobernaban Tonkín, Annam y Cochinchina, hoy integradas en la nación de Vietnam.

En gran parte (setenta y cinco) fueron decapitados; los restantes murieron estrangulados, quemados vivos, descuartizados, o fallecieron en prisión a causa de las torturas, negándose a pisotear la cruz de Cristo o a admitir la falsedad de su fe.

De estos ciento diecisiete mártires, la fórmula de canonización ha puesto de relieve seis nombres particulares, en representación de las distintas categorías eclesiales y de los diferentes orígenes nacionales. El primero, del que encontramos una carta en el oficio de lectura, es Andrés Dung-Lac. Nació en el norte de Vietnam en 1795; fue catequista y después sacerdote. Fue muerto en 1839 y beatificado en 1900. Otros dos provienen del centro y del sur del Vietnam. El primero, Tomás Tran-VanThien, nacido en 1820 y arrestado mientras iniciaba su formación sacerdotal, fue asesinado a los dieciocho años en 1838; el otro es Manuel Le-Van-Phung, catequista y padre de familia, muerto en 1859 (beatificado en 1909).

Entre los misioneros extranjeros son mencionados dos españoles y un francés. El dominico español Jerónimo Hermosilla, llegado a Vietnam en 1829, vicario apostólico del Tonkín oriental, fue muerto en 1861 (beatificado en 1909); el otro dominico, el obispo vasco Valentín de Berriochoa, que llegó a Tonkín en 1858, a los treinta y cuatro años, fue muerto en 1861 (beatificado en 1906). 

El francés Jean-Théophane Vénard, de la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París, llegó a Tonkín en 1854 y fue asesinado a los treinta y dos años (beatificado en 1906): sus cartas inspiraron a santa Teresa de Lisieux a rezar por las misiones, de las que fue proclamada patrona junto con san Francisco Javier. 

LISTA DE LOS 117 MÁRTIRES DE VIETNAM

1 Andrés DUNG-LAC, Sacerdote 21-12-1839
2 Domingo HENARES, Obispo O.P. 25-06-1838
3 Clemente Ignacio DELGADO CEBRIAN, Obispo O.P. 12-07-1838
4 Pedro Dumoulin BORIE, Obispo M.E.P. 24-11-1838
5 José María DIAZ SANJURJO, Obispo O.P. 20-07-1857
6 Melchor GARCIA SAMPEDRO SUAREZ, Obispo O.P. 28-07-1858
7 Jerónimo HERMOSILLA, Obispo O.P. O1-11-1861
8 Valentín BERRIOCHOA, Obispo O.P. 01-11-1861
9 Esteban Teodoro CUENOT, Obispo M.E.P. 14-11-1861
10 Francisco GIL DE FEDERICH, Sacerdote O.P. 22-O1-1745
11 Mateo ALONSO LECINIANA, Sacerdote O.P. 22-O1-1745
12 Jacinto CASTANEDA, Sacerdote O.P. 07-11-1773
13 Vicente LE OUANG LIEM, Sacerdote O.P. 07-11-1773
14 Emanuel NGUYEN VAN TRIEU, Sacerdote 17-09-1798
15 Juan DAT, Sacerdote 28-10-1798
16 Pedro LE TuY, Sacerdote 11-10-1833
17 Francisco Isidoro GAGELIN, Sacerdote M.E.P. 17-10-1833
18 José MARCHAND, Sacerdote M.E.P. 30-11-1835
19 Juan Carlos CORNAY, Sacerdote M.E.P. 20-09-1837
20 Vicente DO YEN, Sacerdote O.P. 30-06-1838
21 Pedro NGUYEN BA TUAN, Sacerdote 15-07-1838
22 José FERNANDEZ, Sacerdote O.P. 24-07-1838
23 Bernardo VU VAN DUE, Sacerdote 01-08-1838
24 Domingo NGUYEN VAN HANH (DIEU), Sacerdote O.P. 01-08-1838
25 Santiago Do MAI NAM, Sacerdote 12-08-1838
26 José DANG DINH (NIEN) VIEN, Sacerdote 21-08-1838
27 Pedro NGUYEN VAN TU, Sacerdote O.P. 05-09-1838
28 Francisco JACCARD, Sacerdote M.E.P. 21-09-1838
29 Vicente NGUYEN THE DIEM, Sacerdote 24-11-1838
30 Pedro VO BANG KHOA, Sacerdote 24-11-1838
31 Domingo TUOC, Sacerdote O.P. 02-04-1839
32 Tomás DINH VIET Du, Sacerdote O.P. 26-11-1839
33 Domingo NGUYEN VAN (DOAN) XUYEN, Sacerdote O.P. 26-11-1839
34 Pedro PHAM VAN TIZI, Sacerdote 21-12-1839
35 Pablo PHAN KHAc KHOAN, Sacerdote 28-04-1840
36 Josée DO QUANG HIEN, Sacerdote O.P. 09-05-1840
37 Lucas Vu BA LOAN, Sacerdote 05-06-1840
38 Domingo TRACH (DOAI), Sacerdote O.P. 18-09-1840
39 Pablo NGUYEN NGAN, Sacerdote 08-11-1840
40 José NGUYEN DINH NGHI, Sacerdote 08-11-1840
41 Martín TA Duc THINH, Sacerdote 08-11-1840
42 Pedro KHANH, Sacerdote 12-07-1842
43 Agustín SCHOEFFLER, Sacerdote M.E.P. 01-05-1851
44 Juan Luis BONNARD, Sacerdote M.E.P. 01-05-1852
45 Felipe PHAN VAN MINH, Sacerdote 03-07-1853
46 Lorenzo NGUYEN VAN HUONG, Sacerdote 27-04-1856
47 Pablo LE BAo TINH, Sacerdote 06-04-1857
48 Domingo MAU, Sacerdote O.P. 05-11-1858
49 Pablo LE VAN Loc, Sacerdote 13-02-1859
50 Domingo CAM, Sacerdote T.O.P. 11-03-1859
51 Pedro DOAN LONG QUY, Sacerdote 31-07-1859
52 Pedro Francisco NERON, Sacerdote M.E.P. 03-11-1860
53 Tomás KHUONG, Sacerdote T.O.P. 30-01-1861
54 Juan Teofano VENARD, Sacerdote M.E.P. 02-02-1861
55 Pedro NGUYEN VAN Luu, Sacerdote 07-04-1861
56 José TUAN, Sacerdote O.P. 30-04-1861
57 Juan DOAN TRINH HOAN, Sacerdote 26-05-1861
58 Pedro ALMATO RIBERA, Sacerdote O.P. 01-11-1861
59 Pablo TONG VIET BUONG, Laico 23-10-1833
60 Andrés TRAN VAN THONG, Laico 28-11-1835
61 Francisco Javier CAN, Catequista 20-11-1837
62 Francisco DO VAN (HIEN MINH) CHIEU, Catequista 25-06-1838
63 José NGUYEN DINH UPEN, Catequista T.O.P. 03-07-1838
64 Pedro NGUYEN DicH, Laico 12-08-1838
65 Miguel NGUYEN HUY MY, Laico 12-08-1838
66 José HOANG LUONG CANH, Laico T.O.P. 05-09-1838
67 Tomás TRAN VAN THIEN, Seminarista 21-09-1838
68 Pedro TRUONG VAN DUONG, Catequista 18-12-1838
69 Pablo NGUYEN VAN MY, Catequista 18-12-1838
70 Pedro VU VAN TRUAT, Catequista 18-12-1838
71 Agustín PHAN VIET Huy, Laico 13-06-1839
72 Nicolás BUI DUC THE, Laico 13-06-1839
73 Domingo (Nicolás) DINH DAT, Laico 18-07-1839 
74 Tomás NGUYEN VAN DE, Laico T.O.P. 19-12-1839 
75 Francisco Javier HA THONG MAU, Catequista T.O.P. 19-12-1839 
76 Agustín NGUYEN VAN MOI, Laico T.O.P. 19-12-1839
77 Domingo Bui VAN UY, Catequista T.O.P. 19-12-1839
78 Esteban NGUYEN VAN VINTI, Laico T.O.P. 19-12-1839
79 Pedro NGUYEN VAN HIEU, Catequista 28-04-1840
80 Juan Bautista DINH VAN THANH, Catequista 28-04-1840
81 Antonio NGUYEN HUU (NAM) QUYNH, Laico 10-07-1840
82 Pietro NGUYEN KHAC Tu, Catequista 10-07-1840
83 Tomás TOAN, Catequista T.O.P. 21-07-1840
84 Juan Bautista CON, Laico 08-11-1840
85 Martín THO, Laico 08-11-1840
86 Simón PHAN DAc HOA, Laico 12-12-1840
87 Inés LE THi THANH (DE), Laica 12-07-1841
88 Mateo LE VAN GAM, Laico 11-05-1847 
89 José NGUYEN VAN Luu, Catequista 02-05-1854 
90 Andrés NGUYEN Kim THONG (NAM THUONG), Catequista 15-07-1855
91 Miguel Ho DINH HY, Laico 22-05-1857
92 Pedro DOAN VAN VAN, Catequista 25-05-1857
93 Francisco PHAN VAN TRUNG, Laico 06-10-1858
94 Domingo PHAM THONG (AN) KHAM, Laico T.O.P. 13-01-1859
95 Lucas PHAM THONG (CAI) THIN, Laico 13-01-1859
96 José PHAM THONG (CAI) TA, Laico 13-01-1859
97 Pablo HANH, Laico 28-05-1859
98 Emanuel LE VAN PHUNG, Laico 31-07-1859
99 José LE DANG THI, Laico 24-10-1860 
100 Mateo NGUYEN VAN (NGUYEN) PHUONG, Laico 26-05-1861
101 José NGUYEN DUY KHANG, Catequista T.O.P. 06-11-1861
102 José TUAN, Laico 07-01-1862
103 José TUC, Laico 01-06-1862
104 Domingo NINH, Laico 02-06-1862
105 Domingo TORI, Laico 05-06-1862
106 Lorenzo NGON, Laico 22-05-1862
107 Pallo (DONG) DUONG, Laico 03-06-1862
108 Domingo HUYEN, Laico 05-06-1862
109 Pedro DUNG, Laico 06-06-1862
110 Vicente DUONG, Laico 06-06-1862
111 Pedro THUAN, Laico 06-06-1862
112 Domingo MAO, Laico 16-06-1862
113 Domingo NGUYEN, Laico 16-06-1862
114 Domingo NHI, Laico 16-06-1862
115 Andrés TUONG, Laico 16-06-1862
116 Vicente TUONG, Laico 16-06-1862
117 Pedro DA, Laico 17-06-1862

_______________________

O.P. : Orden de los Predicadores (Dominicos) 
T.O.P.: Terciario de la Orden de los Predicadores 

M.E.P.: Sociedad de las Misiones Extranjeras de París

11:22 p.m.

Religiosa

Martirologio Romano: En Milán, Italia, Beata Enrichetta Alfieri (en el siglo María Ángela Doménica), religiosa profesa de la Congregación de las Hermanas de la Caridad de Bensanzón. ( 1951)

Fecha de beatificación: 26 de junio de 2011, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI

Nació el 23 de febrero de 1891 en Borgo Vercelli. Y aunque le impusieron en bautismo tres nombres, María Ángela Doménica sus allegados la llamaban María. Parecía un vaticinio de la protección que iba a recibir de la Virgen.

Encantadora durante su infancia, sensible a las enseñanzas de fe que recibía en su hogar y en la parroquia, al cumplir 17 años se sintió elegida por Cristo para seguirle. Aunque no sufrió oposición paterna, tuvo que aguardar un tiempo para ingresar en la vida religiosa, como su familia aconsejó. Muchas veces los padres no comprenden que la decisión de consagrarse a Cristo ya está tomada y que dilatar el tiempo de iniciar el camino solo conlleva sufrimiento para sus hijos, aunque en esa prueba éstos comiencen a mostrar a Dios el grado de su amor. De hecho, a finales de 1911 María ingresó en el convento de Vercelli con las Hermanas de la Caridad, fundadas por la Madre Thouret donde ya tenía varios familiares. Al profesar tomó el nombre de Enrichetta.

Estudió magisterio y ejerció la docencia en Vercelli durante unos meses puesto que una espondilitis tuberculosa le impidió hacer vida normal. La pésima evolución de la enfermedad fue vertiginosa. Dos años más tarde ni siquiera podía desempeñar trabajos de apoyo en tareas administrativas. En 1920 los médicos no ocultaron el mal pronóstico. Su día a día comenzó a ser el lecho. Aprisionada en él por intensísimo dolor agradecía a Dios la posibilidad de unir sus padecimientos a Cristo Redentor. Comprendió que así como la vocación nos sitúa en el calvario, por la enfermedad estamos en la cruz con Cristo. De modo que el lecho debe considerarse como un altar en el que la persona que sufre se inmola y se deja sacrificar llevada de su amor, siempre y cuando cumpla el requisito de "sufrir santamente" haciéndolo con "dignidad, amor, dulzura y fortaleza".

Buscando salida para su penoso estado, la llevaron a Lourdes en 1922 y un año más tarde le administraron el sacramento de la Unción. El 25 de febrero de ese año, celebración de la novena aparición de la Virgen de Lourdes, al tomar un sorbo de agua de la gruta, con indecible esfuerzo y dolor, se sintió instada a levantarse en medio de una locución divina que provenía de María: "¡Levántate!". En ese momento, recobró la salud.

Después fue asignada a la prisión de San Vittore en Milán. "La vocación no me hace santa, decía, pero me impone el deber de trabajar para conseguirlo". Su escuela había sido el sufrimiento. Así que, comprendió y supo acoger a tanto desecho humano que halló en el penal. Sufrir, orar (también junto a las reclusas), trabajar ejerciendo la caridad por amor a Cristo sin descanso, fue el día a día de esta apóstol que se ganó el respeto, confianza y cariño de los presos. Ellos la denominaron el "ángel" y la "Mamma" de San Vittore.

En 1939 fue nombrada Superiora de la comunidad. Durante la Guerra Mundial la cárcel fue tomada por los nazis, y se jugó la vida defendiendo y rescatando de la muerte a los judíos y presos políticos, que iban a ser llevados a las cámaras de gas en los campos de exterminio.

En 1944 las SS interceptaron un mensaje -escrito por Sor Enrichetta- en poder de una reclusa judía. Fue acusada y apresada. Gravitando sobre ella la condena a muerte, oraba en su celda en acto de gratitud. Con la intervención del arzobispo de Milán, a través de Mussolini, se condonó su pena, pero fue enviada a Bérgamo a un centro de enfermos mentales. De allí partió a Brescia, y escribió sus memorias por obediencia.
En 1945 regresó a San Vittore conduciendo al camino de la conversión a muchos, como a la peligrosa convicta por asesinato múltiple, Rina (Caterina) Fort.

En septiembre de 1950 sufrió una funesta caída en la calle, y no se recuperó. Murió el 23 de noviembre 1951.

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11:22 p.m.
La niña Beata Teresa de Jesús, recibió el habito mercedario a la edad de 5 años en el convento de Nuestra Señora de Belén en San Lucar en España.

En el año 1627, después de recibir el sacramento de la Eucaristía que había deseado ardientemente y haber consumido su tierna vida en el amor, como una azucena recién cortada fue llevada al cielo por los ángeles para estar con Jesús y María.

La Orden Mercedaria la festeja el 23 de noviembre.

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11:22 p.m.
El tema de hoy ocurrió unos doscientos años después del nacimiento de Cristo. En esa época vivía en Roma una noble viuda cristiana, llamada Felicidad, que tenía también siete hijos, guapos muchachos y fervorosos discípulos de Cristo.

Todos ellos fueron encarcelados por la fe. Siguiendo el orden de las edades, a todos se les fue poniendo uno por uno ante la altenativa de apostatar o morir, más, ayudados por las heroicas palabras de aliento de su madre, todos aquellos jóvenes prefirieron la muerte en testimonio de fidelidad al Salvador. "¡Ea!" –respondió el mayor de los hijos al juez que le inducía traicionar a Cristo-, acaba ya con tu charla; sábete que yo quiero permanecer fiel. Idénticas respuestas dieron los otros seis, y todos fueron muriendo por la fe ante los ojos de aquellos a quienes todavía no había llegado el turno.

Y la madre, que había sufrido y muerto, por decirlo así, con cada unos de sus hijos, concluyó aquella inmolación heroica sufriendo cuatro meses después la gloriosa muerte del martirio. ¡Que recibimiento le harían sus hijos en el cielo! De la madre hace conmemoración la Iglesia el día 23 de noviembre, mientras que hoy celebra la fiesta de los siete santos hermanos. Los cánticos y oraciones de la misa de hoy, son de una asombrosa belleza; leámosla con devoción, y si sabemos vincularla con la historia de este día, comprenderemos todo su profundo significado.

Entre los siete hijos de Santa Felicidad hay uno –el penúltimo, llamado Alejandro-, cuyos sagrados despojos fueron trasladados durante la temprana Edad Media, a la villa de Wildeshausen, en la actual provincia de Oldemburgo. No podemos imaginarnos la solemnidad y el gran concurso de gente, procedente de toda Alemania, con que fueron trasladadas las sagradas reliquias. Hoy todavía podemos seguir el itinerario de aquella solemne procesión, pues doquiera los restos del santo se detenían una noche, allí las gentes se encargaban de edificar un templo en honor del joven mártir. Por eso hay en Alemania tantas iglesias dedicadas a San Alejandro.

¡Qué gloriosa fue aquella madre heroica y sus hijos! La madre, en el hogar, lo es todo para sus hijos. Ordinariamente, de ella depende en gran parte el rumbo que sigan éstos el día de mañana.

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5:01 p.m.
BEATO MIGUEL AGUSTÍN PRO

SACERDOTE MÁRTIR




Miguel Agustín Pro Juárez, nació el 13 de enero de 1891 en la población minera de Guadalupe, Zacatecas, tercero de once hermanos e hijo de Miguel Pro y Josefa Juárez. El 19 de agosto de 1911, ingresa al Noviciado de la Compañía de Jesús en El Llano, Michoacán, luego de unos Ejercicios hechos con jesuitas y de haber madurado lentamente la decisión. Ya la familia había dado antes dos vocaciones religiosas en la persona de dos hermanas mayores de Miguel. 


Luego del Noviciado, continúa sus estudios en Los Gatos, California, obligados los jesuitas a abandonar Los Llanos a causa de la presencia de fuerzas carrancistas. Estudia después retórica y filosofía en España. Desempeña el oficio de profesor en el colegio de la Compañía en Granada, Nicaragua y hace la teología en Enghien, Bélgica, donde recibe el presbiterado.

Un juicio imparcial sobre la vida de formación del P. Miguel nos inclina a admitir que gozaba en alto grado de talento práctico, pero que carecía de facilidad para los estudios especulativos, quizá debido a la deficiente enseñanza de sus primeros años. Su gloriosa muerte contribuyó además a que se esfumara el recuerdo de la parte negativa de su temperamento jocoso, bromista y agudo. 

Una úlcera estomacal, la oclusión del píloro y toda la ruina del organismo hicieron prever un desenlace rápido al final de sus estudios en Bélgica. "Los dolores no cesan -escribe en una carta íntima-. Disminuyo de peso, 200 a 400 gramos cada semana, y a fuerza de embaular porquerías de botica, tengo descarriado el estómago... Las dos operaciones últimas estuvieron mal hechas y otro médico ve probable la cuarta". Luego detalla el insoportable régimen dietético que se le hace sufrir. Su organismo se reduce a tal extremo que sus superiores en Enghien tratan de apresurar el regreso a México, para que la muerte no lo recoja fuera de su patria. 

En esta situación realiza su anhelo de viajar a Lourdes, al pie del Pirineo, donde espera una intervención de la Virgen que le devuelva las fuerzas que necesitará en México para ayudar a los católicos entonces vejados por una persecución. La prisión, el fusilamiento y el destierro están a la orden del día. 

De la visita a la célebre gruta, escribe: "Ha sido uno de los días más felices de mi vida... No me pregunte lo que hice o qué dije. Sólo sé que estaba a los pies de mi Madre y que yo sentí muy dentro de mí su presencia bendita y su acción". Esa experiencia mística es para leerse entera en su vida. Sabemos por ella que la Virgen le prometió salud para trabajar en México. El exorbitante trabajo que tuvo los meses que vivió en la capital desde su llegada en julio de 1926, realizado además mientras huía de casa en casa para despistar a los sabuesos que seguían sus pasos, no hubiera podido ser ejercido por un individuo de mediana salud, y menos por uno tan maltratado como Miguel Agustín, de no haber sido por la intervención de la Madre de Jesucristo.

Así le sorprende el fracasado intento de Segura Vilchis para acabar con Obregón, el presidente electo. Las bombas de aquel católico exasperado estaban tan mal hechas que ni siquiera causaron desperfectos graves en el coche abierto del prócer. El lng. Segura había procedido con todo sigilo para preparar y ejecutar el acto. Nadie, sino el chofer y dos obreros estaban enterados. La liga de Defensa Religiosa, y por tanto Humberto y Roberto Pro, hermanos del Padre, y el mismo Padre, fueron ajenos al plan magnicida. 

El Papa Pío XI había defendido a los católicos mexicanos y había condenado la injusta persecución en tres ocasiones a través de documentos públicos dirigidos al mundo. Calles, el perseguidor, estaba irritadísimo contra él; pero no pudiendo descargar sus iras contra un enemigo tan distante las descargó contra un eclesiástico, el P. Pro, al que la indiscreción de una mujer y un niño hizo caer en las garras de la policía mientras cometía sus cotidianos delitos de llevar la comunión, de confesar o socorrer a los indigentes. Calles se vengaría del Papa en un cura... Y aprovechando que el P. Pro estaba en los sótanos de la Inspección de Policía atribuyó a él y a sus hermanos la responsabilidad de un acto cuyo verdadero autor no había podido ser descubierto. 

El autor verdadero, el lng. Segura Vilchis, había ágilmente saltado del automóvil desde el que arrojó la fallida bomba. Luego siguió caminando impertérrito por la banqueta mientras preparaba una coartada admirable. Obregón se dirigía a los toros. Segura Vilchis, sin ser reconocido por los esbirros, entró a la plaza detrás del general, buscó su palco y encontró el modo de hacerse bien visible y reconocible por éste. Así podía citarlo como testigo de que él se hallaba en los toros pocos minutos después del atentado. 

No obstante, enterado por las extras de los periódicos de que acusaban al padre Pro y a sus hermanos Humberto y Roberto del lanzamiento de la bomba, Segura Vilchis resolvió su caso de conciencia y corrió a la Inspección de Policía para presentarse al general Roberto Cruz, Inspector General y, previa palabra de honor de que soltaría a los Pro, que nada tenían que ver con el delito, se ofreció a decir quién era el verdadero autor. Se delató a sí mismo y probó con toda facilidad que lo era. Con todo, de la Presidencia de la República llegó la orden directa de fusilar a los Pro y a Segura Vilchis, sin sombra de investigación judicial. 

Así el 23 de noviembre de 1927, a la puerta del fatídico sótano, y minutos después de la diez de la mañana, un policía llamo a gritos al preso: "¡Miguel Agustín Pro!" Salió el padre y pudo ver el patio lleno de ropa y de invitados como a un espectáculo de toros, a multitud de gente, a unos seis fotógrafos por lo menos y a varios miembros del Cuerpo Diplomático "para que se enteraran de cómo el gobierno castigaba la rebeldía de los católicos". 

El padre Pro caminó sereno y tuvo tiempo de oír a uno de sus aprehensores, que le susurraba: 

-Padre, perdóneme. 

-No sólo te perdono -le respondió-; te doy las gracias. 

-¿Su última voluntad? -le preguntaron ya delante del pelotón de fusilamiento. 



-Que me dejen rezar. 

5:01 p.m.
SAN CLEMENTE I 

PAPA



La comunidad cristiana de Corinto, radicada en una de las ciudades más cosmopolitas, dio -mezclados con muchas alegrías-, algunos motivos de preocupación; ya en tiempos del apóstol Pablo que adoctrinó a los primeros hubo problemas con algunos cristianos que perdían su fuerza por la boca y se mostraron indisciplinados. Años después se repitió la historia de los carismáticos que no aceptaban someterse a la autoridad de los legítimos pastores. El papa Clemente tuvo que intervenir en esos episodios poco agradables, molestos y preocupantes; era preciso corregir la desunión y evitar el peligro cismático.

Clemente I, obispo de Roma durante diez años, mandó a aquellos fieles una espléndida carta que llevaron Claudio Efebo, Valerio y Fortunato. 

Está escrita en griego, que era entonces el idioma oficial, y transportaba a Corinto la paternal recomendación de practicar la caridad fraterna. No figura en el escrito el nombre de su autor, pero el análisis interno induce a pensar casi con certeza que el autor, al ser obispo y de Roma, debe ser el papa Clemente, el cuarto papa, tercer sucesor de Pedro, después de Lino y Cleto, por eso se le atribuye con toda probabilidad. De hecho, así lo entendieron Eusebio de Cesarea que califica la carta como "universalmente admitida, larga y admirable", Orígenes y el resto de los escritores eclesiásticos.

Clemente está incluido en el Canon de la Misa y aparece mencionado en los antiguos calendarios.

Algunas Actas legendarias -con toda probabilidad falsas- lo presentan emparentado con la familia imperial, como si fuera primo de Domiciano, o pariente de aquel Flavio Clemente al que mandó matar el emperador por el crimen de "ateísmo". Otros testimonios aducen su condición de liberto de la casa Flavia; unos afirman que procedía del paganismo, mientras que otros lo presentan con ascendencia judía. Hay quien lo quiere identificar con el homónimo mencionado por al Apóstol Pablo en la carta a los filipenses como colaborador suyo, y hasta afirma alguno más que fue convertido en Roma por la predicación de Pedro.

Sea como fuere, a través del escrito se ve la fina figura de un papa conocedor del Antiguo y Nuevo Testamento y bien experimentado en el espíritu de oración. Habla de forma arrebatada de la fe, origen de la disposición humilde de donde nace la aceptación de la autoridad; expone -con la seguridad que dan las disposiciones divinas y no las componendas humanas- la existencia de la autoridad jerárquica proveniente de la voluntad fundacional de Cristo, y llama a la comunidad universal de los creyentes "cuerpo de Cristo" y "rebaño"; no falta el recurso a la "tradición recibida" para llegar a la concordia de la fe y recuperar la paz.

Es admirable descubrir con nitidez la conciencia de su autoridad y de su obligación universal al intervenir en uno de los primeros conflictos, en virtud de su suprema autoridad. Con tono dignísimo y de gran solicitud paternal, Roma ordenó y fue obedecida.

La carta se considera tan autorizada por los destinatarios que sesenta años más tarde aún se leía a los fieles, en la asamblea dominical, según consta por testimonio de Dionisio de Corinto.

Párrafos de la carta de Clemente dan a entender que se escribió al finalizar una de las persecuciones, probablemente la de Domiciano, emperador al que el poder lo cambió inesperadamente de pacífico a cruel.

Clemente murió mártir al final del siglo I.

En torno a su muerte tampoco falta el relato imaginativo de las actas tardías (s. IV) configuradas con una frondosa literatura que intenta realzar la figura del santo. Suponen que el emperador Trajano le desterró al Quersoneso, en Crimea, condenándole a trabajos forzados en una cantera, por negarse a dar culto a los ídolos. La leyenda referirá abundancia de hechos prodigiosos como el haber sido arrojado al agua en el mar Negro con un ancla atada a su cuello; pero un ángel enviado por Dios hizo en el fondo del mar un magnífico sepulcro de mármol; cada aniversario de su muerte podían los fieles visitarlo a pie seco y cuando una madre olvidó en una ocasión allí a su hijo, lo encontró al año siguiente vivo.

El ancla que está presente en su iconografía más bien nos sugiere la firmeza de la fe y la seguridad de la unidad de las que fue Clemente eminente campeón con su enérgica defensa al mantener el principio de la autoridad primacial de la sede romana. En medio de las persecuciones, es el obispo de Roma la indiscutible voz suprema del magisterio.

11:27 p.m.

Por: . | Fuente: Vatican.va / Zenit.org

Sacerdote y Martir

Martirologio Romano: En la ciudad de Teocaltitlán, México, san Pedro Esqueda Ramírez, presbítero y mártir, que, por ser sacerdote, durante la Revolución mexicana fue encarcelado y fusilado. ( 1927)

Fecha de canonización: 21 de mayo de 2000 por S.S. Juan Pablo II

Nació en San Juan de los Lagos, Jal. (Diócesis de San Juan de los Lagos), el 29 de abril de 1887.

Vicario de San Juan de los Lagos. El ministerio al que se dedicó con verdadera pasión fue la catequesis de los niños.

Fundó varios centros de estudio y una escuela para la formación de catequistas. Siempre fue muy devoto del Santísimo. En plena persecución organizaba a las familias para que no faltaran a la guardia perpetua a Jesús Sacramentado en casas particulares.

Desde el momento de ser apresado fue tan duramente golpeado, que se le abrió una herida en la cara. Un militar, después de golpearlo, le dijo: «Ahora ya has de estar arrepentido de ser cura»; a lo que contestó dulcemente el padre Pedro: «No, ni un momento, y poco me falta para ver el cielo».

El 22 de noviembre de 1927 fue sacado de su prisión para ser ejecutado; los niños le rodearon y el Padre Esqueda insistentemente le repitió a un pequeño que caminaba junto a él: «No dejes de estudiar el catecismo, ni dejes la doctrina cristiana para nada».

Y en un pedazo de papel escribió sus últimas recomendaciones para las catequistas. Al llegar a las afueras del poblado de Teocaltitlán, Jalisco, le dispararon tres balas que cambiaron su vida terrena por la eterna.

Publicado con autorizacíon de Vatican.va

Autor: Isabel Orellana Vilches
Fuente: Zenit.org


Nació en San Juan de los Lagos (Jalisco, México), el 29 de abril de 1887. Sus padres Margarito Esqueda y Nicanora Ramírez ignoraban que habían traído al mundo a una persona auténtica, valiente, que sería testigo de Cristo ante el mundo. Con escasos recursos económicos, la familia vivía alumbrada por la fe que recibió el muchacho y que se ocupó de acrecentar con la gracia divina. Por eso, la conocida expresión «estamos en manos de Dios» que frecuentemente se formula cuando la incertidumbre ante un futuro incierto hace acto de presencia, sean cuales sean las razones, no fue para él un comentario lacónico, una especie de comodín verbal sin más pretensiones, como tantas veces ocurre. Este joven intrépido y valeroso sostuvo rigurosamente esta convicción, con la hondura que encierra de absoluta confianza en la voluntad divina, en el instante más álgido de su corta existencia.

Su temprana vinculación a la parroquia como niño de coro y monaguillo despertó su vocación al sacerdocio. Su expediente académico era impecable. Responsable y aplicado en sus estudios, siempre cosechando buenas notas, hicieron de él un alumno modélico para Piedad y Pedro, dos de sus profesores y directores de los centros en los que se educó. En esa infancia enriquecida por la piedad, y saludablemente gozosa, se habituó a rezar el rosario; erigía altares en los que simulaba estar oficiando misa, el sueño que alimentaba en su espíritu.

Tenía 15 años cuando ingresó en el seminario auxiliar de San Julián, dejando el incipiente trabajo en una zapatería, porque su padre juzgó conveniente que iniciase la carrera eclesiástica. Allí siguió mostrando sus cualidades para el estudio que eran tan solo un matiz de las muchas que le adornaban. En el seminario permaneció recibiendo formación hasta que las autoridades federales determinaron cerrarlo en 1914. No había podido ser ordenado, pero era ya diácono, y al regresar a su ciudad natal actuó como tal en la parroquia hasta que en 1916, después de haber completado estudios en el seminario de Guadalajara, se convirtió en sacerdote. Recibió el sacramento a finales de ese año en la capilla del hospital de la Santísima Trinidad. A continuación fue designado vicario de la parroquia en la que trabajaba. En ella permaneció hasta su muerte; once años de intensa actividad pastoral, dando lo mejor de sí. Dinamizó la vida apostólica con una excelente labor catequética que tenía como objetivo a los niños, a la par que impulsaba la asociación Cruzada Eucarística llevado por su amor a la Eucaristía, devoción que, junto a la que profesaba a la Virgen, extendió entre los fieles. De la Eucaristía extraía su fortaleza y aliento. Fue también un ángel de bondad para los pobres.

Las fuerzas gubernamentales en una feroz campaña anticlerical habían dictado orden de persecución y las buenas gentes del pueblo intentaron convencer a Pedro para que huyese a otro lugar. Sólo aceptó refugiarse de manera provisional en algunos lugares siempre cercanos a los fieles, a quienes de ese modo seguía atendiendo pastoralmente. Los sacerdotes y religiosos que han derramado su sangre por Cristo y su Iglesia en medio de conflictos políticos fueron caritativos y se caracterizaron por la libertad evangélica. No tuvieron acepción de personas ni militaron en bandos determinados. Arraigados en Cristo se desvivían por las necesidades de sus fieles, con independencia de sus ideologías. Así era Pedro.

Al inicio de noviembre de 1927 buscó refugio en Jalostotitlán, Jalisco. Pero regresó a San Juan llevado por su amor a los feligreses que en ningún caso deseaba dejar desasistidos. Se alojó en el hospital del Sagrado Corazón. El pueblo quería a ese sacerdote que habían visto crecer entre ellos, pero temían a las represalias de las autoridades si le daban cobijo; por eso, a veces algunas personas no le franquearon la puerta de sus moradas. Sin embargo, la gran mayoría no ocultaba su preocupación por su destino. Y las anfitrionas de una casa en la que fue acogido, le rogaron seriamente que escapara. Pero Pedro no estaba dispuesto a ello, y dando testimonio de su gran fe, decía: «Dios me trajo, en Dios confío». Este sentimiento, que reiteró ante otros vecinos, en ningún modo puede ser espontáneo cuando la vida está en peligro; estaba asentado en un corazón orante firmemente clavado en el corazón del Padre, abierto a su gracia.

Fue detenido el 18 de noviembre de ese año 1927. En un mísero y oscuro cuartucho sufrió pacientemente la fiereza de los azotes y otras crueldades que le ocasionaron la fractura de uno de sus brazos; por ello los federales no pudieron verle expirar en la hoguera, como habían fraguado. Pero sin duda, el tormento más doloroso fue ver profanados ante sí los objetos sagrados, destruidos los ornamentos y saqueado el archivo parroquial. Una cruel e infame tortura para un hombre de Dios, una persona inocente que lo único que perseguía era amar a Cristo y a los demás. Las incesantes vejaciones martiriales duraron hasta el 22 de noviembre. Maniatado y lleno de heridas le obligaron a subir por sí mismo a un árbol. Allí fue tiroteado sin piedad por un alto oficial que vertió en él su torrente de ira al ver que no podía sostenerse en la pira que habían dispuesto para ajusticiarlo prendiendo fuego al árbol en cuestión. Camino de su particular calvario, envuelto en un heroico silencio, dejó en unos niños que se acercaron a él su testamento de fidelidad a la catequesis y al evangelio.

Para ver más sobre sus 24 compañeros mártires en México haz "click" AQUI

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11:27 p.m.

Mártires de Armenia

Martirologio Romano: Junto al río Zihun, cerca de la ciudad de Maras, en Cilicia, beatos Salvador Lillo, presbítero de la Orden de Hermanos Menores, Juan, hijo de Balzi, y otros seis compañeros de familia armenia, mártires, que ante la imposición de los soldados otomanos de renegar de Cristo, por no acceder a traicionar su fe, emigraron al reino eterno atravesados por lanzas. He aquí sus nombres: beatos K`adir, hijo de Xodianin; Cerun, hijo de K`urazi; Vardavar, hijo de Dimbalac; Pablo, hijo de Jeremías; David y Teodoro, hermanos, hijos de David ( 1895).

Breve Biografía


Salvatore Lilli nació en Capadocia, provincia italiana de Aquila, el 19 de junio de 1853. En 1870 entró en la Orden franciscana. En 1873 tuvo que proseguir los estudios en Tierra Santa, pues el Gobierno italiano había suprimido las Órdenes religiosas. Recibió la ordenación sacerdotal en Jerusalén, el 16 de abril de 1878.

En 1880 fue enviado a Marasc, misión de Armenia Menor (Turquía), comprendida en la Custodia franciscana de Tierra Santa que abarca Egipto, Israel, Jordania, Siria, Líbano, Chipre y Rodas.

Tras un breve viaje a Italia en 1886, prosiguió la actividad apostólica en Marasc, y en 1890 fue nombrado párroco de esta localidad. En la epidemia de cólera del mismo año, el P. Lilli se prodigó tan extraordinariamente en la atención a los apestados, que sus colaboradores lo jugaron exagerado.

En 1894 pasó a la misión de Mujuk–Deresi, a siete horas de viaje a caballo de Marasc. Al año siguiente estalló una fuerte persecución contra los cristianos armenios, que siempre habían sido marginados y despreciados a causa de su fidelidad a la religión cristiana. La matanza de hombres, mujeres, niños y ancianos causó miles de víctimas en la región. El P. Lilli recibió un mensaje urgente de sus superiores que le sugerían que abandonase el puesto; al segundo mensaje en el mismo sentido, el misionero respondió que «el Pastor no puede abandonar a las ovejas en peligro», y decidió quedarse junto a los armenios perseguidos. Un mes después, los soldados entraron a bayoneta calada y el heroico franciscano fue herido en una pierna cuando intentaba ayudar a las víctimas. Invadido su convento por la tropa, fue hecho prisionero y encerrado en una celda de la casa franciscana. Alternando halagos y amenazas, promesas y malos tratos, el jefe de los soldados trató de conseguir que renegase de Cristo y se pasase a Mahoma. Una semana después le obligaron a partir con varios campesinos del lugar, también prisioneros, hacia Marasc. Se reunieron todos en la iglesia, y el P. Lilli les confesó y animó al martirio. Después de dos horas de duro caminar (en el grupo había una niña de 11 años que luego será testigo del martirio), llegaron al borde de un torrente, y el jefe de nuevo les conminó a renegar de Cristo. Ante su unánime respuesta negativa, el comandante ordenó matarlos a bayoneta calada. El martirio se consumó el 22 de noviembre de 1895, cuando el P. Salvador Lilli tenía 42 años. Sus siete compañeros de martirio eran: Baldji Oghlou Ohannes (Juan), Khodianin Oghlou Kadir, Kouradji Oghlou Tzeroum, Dimbalac Oghlou Wartavar, Geremia Oghlou Boghos, David Oghlou David y Toros Oghlou David, todos ellos armenios.

El proceso ordinario para la beatificación de estos mártires se instruyó en 1930-32, y la causa se incoó en la Sagrada Congregación de Ritos el año 1959, siendo Papa Juan XXIII, conocedor y amante de las Iglesias orientales de Europa. En 1962-64 se instruyeron procesos apostólicos en Alepo (Siria) y Beirut. El 3 de octubre de 1982, Juan Pablo II los proclamó Beatos, precisamente al clausurarse el VIII centenario del nacimiento de San Francisco de Asís.
 

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