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11:20 p.m.

Por: Pedro Gómez, C.M. | Fuente: Somos.Vicencianos.org

Religiosa y Mártir

En la Comunidad Valenciana, España, Beatas Josefa Martínez Pérez y 11 religiosas profesas de la Congregación de Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, quienes junto a Dolores Broseta Bonet, laica, fueron asesinadas por odio a la fe. ( 1936)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Breve Biografía


Nació en Cuellar (Segovia) el 30 de enero de 1865 en el seno de una familia numerosa. Sus padres Zacarías y Antonia eran pasteleros y dueños de fincas dedicadas a la agricultura. La casa familiar estaba muy cerca de la parroquia y vecina a la plaza mayor del pueblo. La familia tenía hondas raíces cristianas, por eso los padres educaron cristianamente a sus ocho hijos.

Sor Martina, desde muy niña, se mostró inteligente, audaz y de carácter simpático y muy abierto. Su madre murió pronto y ella se vio obligada a ayudar a su padre en la pastelería. En el desarrollo del oficio y en el mostrador era muy responsable y jovial. Afirman los testigos que la conocieron que en su juventud tuvo relaciones de noviazgo con un joven de Toro (Zamora), pero, aconsejada por el párroco, le dejó porque no le parecía conveniente para ella. A la vez, su padre experimentó una caída del caballo y fue llevado bastante grave al Hospital General de Valladolid, regido por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Allí conoció por primera vez a las Hermanas. En contacto con el dolor, y viendo la labor desarrollada por las Hermanas, surgió en ella la vocación. Es entonces cuando decidió romper su proyecto matrimonial y ser fiel a la llamada de Dios, si su padre se curaba.

En la curación de su padre vio Martina la señal de que Dios la quería para Él. Su padre, que estaba ya viudo, no podía entender que su hija mayor le dejase solo con el negocio y los otros cinco hijos, dos chicos y tres chicas. Los otros dos habían muerto de pequeños. Martina seguirá rezando y esperando. Prepara a sus hermanas para tomar las riendas del negocio de la pastelería y ella decide ingresar en la Compañía. Además, otra hermana había ingresado como religiosa contemplativa en el Convento de las Concepcionistas de Cuellar. ¿Por qué ella no?… Ayudada por el párroco y las hermanas del Hospital de Valladolid, vence la oposición de su padre e inicia su postulantado, que realizó en el Hospital General de Valladolid. Corría el mes de septiembre de 1895 y tenía ya 30 años cumplidos.

Decisión incondicional y valiente

Realizado el postulantado y prueba, ingresa en el Seminario de la calle Jesús, de Madrid, el 26 de febrero de 1896, a los 31 años. A Sor Martina no la fue fácil seguir el camino de la vocación… Ella misma lo comentó con una sobrina suya. Se dudó de la veracidad de su vocación y fue sometida a pruebas fuertes que la llevaron a dudar interiormente. Pasó por momentos muy difíciles y llegó hasta querer abandonar el camino emprendido, pero reflexionó y dijo: “Tengo que poder con el demonio”. Y con la gracia de Dios logró terminar bien el período de formación inicial. Concluido el tiempo de Seminario, recibió su primer destino al Hospicio de Zamora, donde le encargaron los oficios del lavadero y la cocina, cosa que nunca había hecho, pero por amor a los pobres los realizó con abnegación durante 12 años.

Después pasó como Superiora al recién fundado Colegio de la Milagrosa, en la misma ciudad. Era el año 1908. Se enteró de que había gente que no quería mandar sus hijos a este nuevo colegio porque le consideraban de poca categoría. Ella, muy decidida, se hizo presente en el casino y en conversación con los señores que allí estaban trató de persuadirles para que enviaran a sus hijos e hijas al colegio. Estos señores estaban jugando al villar y uno de ellos en broma le dijo: «Si usted hace una carambola yo enviaré a mi hijo». Sor Martina cogió el taco, tiró y consiguió la carambola y también que se llenará el Colegio. A partir de este hecho, Sor Martina se hizo muy popular y la fama del Colegio de la Milagrosa comenzó a crecer.

En 1914 la enviaron de Superiora al Hospital y Escuelas de Segorbe (Castellón), donde había muchas necesidades materiales y también muchas deudas. Ella empezó con la ilusión de mejorar las condiciones de aquella fundación benéfica. Comenzó por procurar la alimentación adecuada de los enfermos, arreglar los dormitorios, clases y demás departamentos del edificio, aportando sus bienes familiares y, solicitando ayudas a personas ricas, pudo renovar materialmente la casa.

Ante la situación de hambre que por entonces asolaba a muchos pueblos, funda un Comedor de Caridad, la “Gota de Leche” para niños mal nutridos y un pequeño consultorio para madres lactantes. También logró abrir un departamento para pobres transeúntes a los que visitaba cada día después de las Eucaristía. Además de ayudarles en sus necesidades materiales trataba de buscarles trabajo.

Más tarde, en relación con el Alcalde, crea la Junta Segorbina de Caridad, que fue el sostén del Asilo y Hospital de ancianos. Su caridad contagiaba y más de una vez consiguió que los señores ricos salieran a pedir por el mercado y comercios para remediar las desgracias de tantos necesitados que acudían a Sor Martina en busca de ayuda. A pesar de tanto trabajo, no olvidaba el aspecto cultural y de promoción. Dio un gran impulso a las clases en las Escuelas, sirviéndose de alguna maestra seglar. Ella daba las clases de corte, cultura y doctrina cristiana para chicas necesitadas.

Nuevo servicio en Madrid y Melilla

Entre los años 1918 al 1923 ocupó el cargo de asistenta en el Consejo Provincial, razón por la que estuvo destinada en la Casa Central de Jesús, 3, en Madrid. En el año 1923 se produce el descalabro de las tropas españolas en el desastre de Annual. Los soldados heridos son numerosos y se necesitaban enfermeras en el norte de África. Ante el requerimiento del Rey que pide ayuda, Sor Josefa Bengoechea, Visitadora, le contesta: “Majestad, no 24 Hermanas sino 42 Hijas de la Caridad saldrán mañana mismo y, al frente de este batallón de bálsamo y paz, marchará Sor Martina”. Efectivamente ella fue la responsable de los hospitales militares en este tiempo, desde su puesto de superiora en el de “Doker”, de Melilla (1923-1926).

Todo cabía en su corazón maternal: limpiar pisos, atender y escuchar a los soldados heridos y dar órdenes a los militares, cuando la situación lo requería. Estaba convencida de que así continuaba la misión de Jesucristo. Por eso repetía con alguna frecuencia: “A mí los soldados y los pobres son los que me tienen que llevar al cielo”. Cierto día llegó al Hospital de “Doker” un camión con soldados heridos y muertos, mezclados unos con otros. Ella se puso a descargar y reanimó a unos cuantos de los que habían dado por muertos. Los soldados conductores del camión decían: «Usted es nuestra verdadera madre». Al ver que no había sitio donde colocar tantos heridos pensó en que los jefes tenían en Melilla un Casino propio para ellos. Con aquel local se podría solucionar el problema. Sor Martina se dirigió a los jefes y les dijo: “Yo necesito esos salones para hospital de enfermos”. Un jefe se opuso con aires autosuficientes. Entonces ella cogió el teléfono y llamó a Don Juan de la Cierva, ministro de la Guerra, y le dijo: “No me quieren ceder el casino y no tengo dónde poner tanto herido, Vuecencia dirá lo que hago”. El Sr. Ministro mandó inmediatamente un telegrama a Sor Martina Vázquez nombrándola Capitán General para que hiciera cuanto deseaba. Los jefes militares del casino, al tener noticia de este nombramiento, se pusieron a sus órdenes y le ayudaron a poner en el casino las camas necesarias para los heridos y enfermos.

Llegó poco después Queipo de Llano a este casino y dijo: ¿Qué ha pasado aquí? Los jefes le contaron la hazaña de Sor Martina. Entonces el Sr Queipo de Llano dijo: voy a conocerla. Al entrar al Hospital se encontró con ella y le preguntó dónde podía encontrar a Sor Martina, ella le dijo: “Pero ¿no la conoce?, pues pregunte que no está muy lejos”. Al encontrarse con otra hermana le hace la misma pregunta y ella le responde: “Acaba usted de hablar con ella”. Sor Martina se volvió y le sonrió a Sr. Queipo de Llano. Él, sorprendido, le dijo: “La admiro hija, la admiro”

Sería largo de narrar tantos momentos verdaderamente emotivos en esta guerra. Una vez terminada, Sor Martina contaba que había ido al monte Gurugú, donde los moros tenían emplazados los cañones y tiró un puñado de medallas de la Milagrosa y, al tirarlas, dijo: “Si algún día yo puedo, vendré a poner en este monte una estatua de la Milagrosa”. Hasta uno de los jefes musulmanes le regaló una tela de seda preciosa para hacer un manto a la Virgen del Henar, patrona de Cuellar, su pueblo natal. Se conserva en el Museo del santuario.

Nuevo reencuentro

En 1926 regresa de nuevo al Hospital y Escuelas de Segorbe, con ilusión y renovadas energías, continuará su atención a todos. Ya conoce a las personas, sabe de sus necesidades y trata de consolidar lo establecido anteriormente y ampliarlo a ser posible. Comenta un testigo de aquellos tiempos: “Tenía la manía de favorecer a los más pobres”.

Sor Martina era mujer de fe firme, carácter abierto, valiente, creativa y con gran sentido del humor. Sabía superar las dificultades con optimismo y esperanza, sin arredrarse ante los problemas. Con humildad sabía pedir perdón cuando pensaba que había ofendido a alguien. En 1933 le relevaron del cargo de superiora y siguió en Segorbe, entregada al servicio de los más necesitados.

Pasado un tiempo empieza el camino de subida hacia el martirio. Ella percibía que las cosas y el ambiente se iba poniendo cada día peor y más en contra de la Iglesia. Al llegar el 25 de julio del 1936, Sor Martina, temerosa de una profanación anunciada, llama a las Hermanas a la capilla para consumir todas las formas. Al día siguiente, 26 de julio, los milicianos invadieron el Hospital y armados despacharon a las Hermanas, las dijeron que a las cuatro de la tarde tenían que estar fuera y, si no, la emprenderían con tiros y bombas contra el edificio. Salieron flanqueadas por cuatro milicianos hasta llegar a una casa deshabitada de una de las antiguas alumnas. Allí las metieron, las cerraron y se llevaron la llave. Los milicianos pasaban de vez en cuando para ver si se había escapado alguna. A pesar de que vivían en calidad de presas, los conocidos y la gente que las quería les hacían llegar comida por las ventanas. Sor Martina presentía lo que iba a pasar y les decía: “Yo moriré mártir”. A la vez animaba a sus compañeras y les decía: «Tenemos que ser fuertes, el Señor no nos va a fallar. Recemos y pidamos fortaleza al Señor».

Así estuvieron viviendo desde el 26 de julio hasta el 3 de octubre, después de tanto bien como habían hecho a todos los necesitados de la ciudad. El día anterior a su martirio, 3 de octubre de 1936, se confesaron por escrito con un sacerdote que vivía en clandestinidad, justo enfrente de ellas. Se comunicaban con signos a través del cristal de su ventana y así les impartió la absolución.

Ratifica su entrega

A las nueve de la noche del día 4 de octubre de 1936 vinieron a por ella. Estaba recostada porque no se encontraba bien. Las hermanas se lo dijeron a los milicianos, pero ellos contestaron que se la llevaban. Se puso el hábito, emocionada abrazó a cada hermana y les dijo: “Hasta el cielo”. Algunas quisieron acompañarla, pero no se lo permitieron. La metieron en el camión de los famosos “paseos” y se dirigieron por la carretera de Algar de Palancia (Valencia). Ella, viendo sus intenciones, les dijo: «Me vais a matar, no hace falta que me llevéis más lejos». La hicieron bajar del camión y ella, sin oponer resistencia alguna, les pidió que, por favor, esperaran un momento. La pidieron que se volviese de espalda. Pero ella se opuso diciendo: “Morir de espaldas es de cobardes. Yo la quiero recibir de frente como Cristo y perdonar como Él perdonó”. Se puso de rodillas, oró con fervor, y sacó del bolsillo una pilita de agua bendita, se santiguo, besó el crucifijo y reconfortada les dijo: “Si os he ofendido en alguna cosa os pido perdón y si me matáis yo os perdono… ¡Cuando queráis podéis disparar!” Con los brazos abiertos, el crucifijo entre los dedos de la mano derecha, antes de recibir los disparos, confesó su fe así: «Creo en las Palabras de Jesucristo: “Quien me confesare delante de los hombres, también yo le reconoceré delante de mi Padre”» Y recibió el primer disparo de perdigones en la cara y cuello… Viva aún, pudo exclamar “Ay Dios mío, ten misericordia de mí”, y seguidamente cayó en la cuneta donde quedó empapada en su sangre. Estos milicianos que la dispararon habían sido alimentados por ella en el Comedor de Caridad que ella había fundado.

Así entregó su vida a los 68 años de edad y más de treinta como Hija de la Caridad. Su cadáver fue llevado a la mañana siguiente al cementerio del Algar. Al acabar la guerra, sus restos fueron exhumados, reconocidos por las Hermanas y llevados a Segorbe, junto con otros 45 féretros. Fueron velados en el claustro del Hospital toda la noche. Se celebró una Misa de funeral y fue emocionante ver entre todos el ataúd blanco de Sor Martina, portado a hombros por la guardia civil hasta el cementerio.

En junio de 1959 se trasladaron sus restos de Segorbe a Cuellar (Segovia), a petición de la familia. Una sobrina suya asegura que ella le dijo que iba a morir mártir y quería, si fuese posible, que sus restos estuviesen a los pies de la Virgen del Henar, sirviéndole de alfombra. Y así quedaron depositados como ofrenda de amor, en el camarín del Santuario de Ntra. Sra. del Henar, custodiado por los religiosos carmelitas.
 

Este grupo de mártires está integrado por:


1. JOSEFA MARTÍNEZ PÉREZ, religiosa profesa, Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul
nacimiento: 05 Agosto 1897 in Alberique, Valencia (España)
martirio: 15 Octubre 1936 in Llosa de Ranes, Valencia (España)

2. MICAELA HERNÁN MARTÍNEZ, religiosa profesa, Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul
nacimiento: 06 Mayo 1881 en Burgos (España)
martirio: 18 Agosto 1936 en Almenara, Valencia (España)

3. MARÍA LUISA BERMÚDEZ RUIZ, religiosa profesa, Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul
nacimiento: 10 Octubre 1893 in Subugueira, Coruña (España)
martirio: 18 Agosto 1936 en Almenara, Valencia (España)

4. MARTINA VÁZQUEZ GORDO, religiosa profesa, Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul
nacimiento: 30 Enero 1865 en Cuéllar, Segovia (España)
martirio: 04 Octubre 1936 en Algar de Palancia, Castellón (España)

5. ROSARIO CIÉRCOLES GASCÓN, religiosa profesa, Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul
nacimiento: 05 Octubre 1873 en Zaragoza (España)
martirio: 18 Agosto 1936 en Almenara, Valencia (España)

6. JOAQUINA REY AGUIRRE, religiosa profesa, Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul
nacimiento: 23 Diciembre 1895 en Bilbao, Vizcaya (España)
martirio: 29 Octubre 1936 en Gilet, Valencia (España)

7. VICTORIA ARREGUI GUINEA, religiosa profesa, Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul
nacimiento: 19 Diciembre 1894 en Begoña, Vizcaya (España)
martirio: 29 Octubre 1936 en Gilet, Valencia (España)

8. JOSEFA LABORRA GOYENECHE, religiosa profesa, Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul
nacimiento: 06 Febrero 1864 en Sangüesa, Navarra (España)
martirio: 09 Diciembre 1936 en Paterna, Valencia (España)

9. CARMEN RODRÍGUEZ BANAZAL, religiosa profesa, Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul
nacimiento: 26 Marzo 1876 en Cea, Orense (España)
martirio: 09 Diciembre 1936 en Paterna, Valencia (España)

10. ESTEFANÍA IRISARRI IRIGARAY, religiosa profesa, Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul
nacimiento: 26 Diciembre 1878 en Peralta, Navarra (España)
martirio: 09 Diciembre 1936 en Paterna, Valencia (España)

11. MARÍA PILAR NALDA FRANCO, religiosa profesa, Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul
nacimiento: 24 Mayo 1871 en Algodonales, Cádiz (España)
martirio: 09 Diciembre 1936 en Paterna, Valencia (España)

12. ISIDORA IZQUIERDO GARCÍA, religiosa profesa, Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul
nacimiento: 02 Enero 1885 en Páramo del Arroyo, Burgos (España)
martirio: 09 Diciembre 1936 en Paterna, Valencia (España)

13. DOLORES BROSETA BONET, laica de la arquidiócesis de Valencia
nacimiento: 1892 en Bétera, Valencia (España)
martirio: 09 Diciembre 1936 en Paterna, Valencia (España)


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Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En la aldea de Xaraco, en la región de Valencia, en España, beato Enrique Morant Pellicer, presbítero y mártir, que llevó a término su combate por la fe en tiempos de persecución religiosa († 1936).

Fecha de beatificación: 11 de marzo de 2001 por S.S. Juan Pablo II, junto a otros 232 mártires de España

Breve Biografía


Nació en Bellreguart, provincia Valencia, el 10 de abril de 1914, y lo bautizaron el día 14, imponiéndole el nombre de Jaime. Aprendió las primeras letras en las escuelas nacionales de su pueblo, hasta que, a los once años, ingresó en el Seminario menor franciscano de Benissa (Alicante), donde cursó los estudios del bachillerato.

A los 16 años marchó al monasterio de Santo Espíritu del Monte (Gilet-Valencia), donde tomó el hábito franciscano el 25 de agosto de 1930, cambiando el nombre de pila por el de Alfredo. Pasó luego al convento-colegio de Onteniente, también casa de formación franciscana, y allí estudió la filosofía y un curso de teología, haciendo la Profesión solemne en la fecha ya crítica del 5 de julio de 1936.

Dada su corta edad (22 años en el momento de dar la vida) y su condición de estudiante, fray Alfredo no pudo ser conocido sino por sus familiares y sus hermanos en religión, particularmente sus condiscípulos. Estos testigos recuerdan que era de carácter alegre, simpático, cordial y festivo, optimista y buen compañero, respetuoso con los demás. Se distinguió por la firmeza en la fe y en su vocación franciscana.

Cuando estalló la guerra civil española y se agravó la persecución religiosa el 18 de julio de 1936, fray Alfredo Pellicer se encontraba en el convento-colegio de Onteniente. Tres días después los religiosos de esta comunidad se vieron forzados a dispersarse. Fray Alfredo, estudiante de teología, que acababa de hacer la profesión solemne, se refugió en casa de sus padres en Bellreguart, donde vivió algún tiempo con relativa tranquilidad. Los suyos le propusieron estudiar magisterio, pero Fr. Alfredo rechazó esta propuesta, porque deseaba perseverar en su vocación franciscana.

El día 4 de octubre de ese año de 1936 fue detenido y asesinado. Fue conducido, después de la detención, al Comité; allí le hicieron halagüeñas proposiciones si renegaba de la fe, lo que fray Alfredo rechazó siempre con firmeza.

La consumación del martirio tuvo lugar el mismo día 4 de octubre de 1936, hacia las tres de la tarde, en el lugar llamado «La Pedrera», a unos tres kilómetros de Gandía, en dirección a Valencia, cuando tenía 22 años de edad, 6 de hábito franciscano y tan sólo tres meses de profesión solemne.

Es uno de los 232 mártires de españa beatificados por Su Santidad Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001.

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SAN FRANCISCO DE ASÍS

RELIGIOSO FUNDADOR





Fundador de la Orden de los Frailes Menores (OFM), conocidos como los franciscanos


San Francisco fue un santo que vivió tiempos difíciles de la Iglesia y la ayudó mucho. Renunció a su herencia dándole más importancia en su vida a los bienes espirituales que a los materiales. 

Francisco nació en Asís, Italia en 1181 o 1182. Su padre era comerciante y su madre pertenecía a una familia noble. Tenían una situación económica muy desahogada. Su padre comerciaba mucho con Francia y cuando nació su hijo estaba fuera del país. Las gentes apodaron al niño “francesco” (el francés) aunque éste había recibido en su bautismo el nombre de “Juan.” 

En su juventud no se interesó ni por los negocios de su padre ni por los estudios. Se dedicó a gozar de la vida sanamente, sin malas costumbres ni vicios. Gastaba mucho dinero pero siempre daba limosnas a los pobres. Le gustaban las románticas tradiciones caballerescas que propagaban los trovadores. 

Cuando Francisco tenía como unos veinte años, hubo pleitos y discordia entre las ciudades de Perugia y Asís. Francisco fue prisionero un año y lo soportó con alegría. Cuando recobró la libertad cayó gravemente enfermo. La enfermedad fortaleció y maduró su espíritu. Cuando se recuperó, decidió ir a combatir en el ejército. Se compró una costosa armadura y un manto que regaló a un caballero mal vestido y pobre. Dejó de combatir y volvió a su antigua vida pero sin tomarla tan a la ligera. Se dedicó a la oración y después de un tiempo tuvo la inspiración de vender todos sus bienes y comprar la perla preciosa de la que habla el Evangelio. Se dio cuenta que la batalla espiritual empieza por la mortificación y la victoria sobre los instintos. Un día se encontró con un leproso que le pedía una limosna y le dio un beso.

Visitaba y servía a los enfermos en los hospitales. Siempre, regalaba a los pobres sus vestidos, o el dinero que llevaba. Un día, una imagen de Jesucristo crucificado le habló y le pidió que reparara su Iglesia que estaba en ruinas. Decidió ir y vender su caballo y unas ropas de la tienda de su padre para tener dinero para arreglar la Iglesia de San Damián. Llegó ahí y le ofreció al padre su dinero y le pidió permiso para quedarse a vivir con él. El sacerdote le dijo que sí se podía quedar ahí, pero que no podía aceptar su dinero. El papá de San Francisco, al enterarse de lo sucedido, fue a la Iglesia de San Damián pero su hijo se escondió. Pasó algunos días en oración y ayuno. Regresó a su pueblo y estaba tan desfigurado y mal vestido que las gentes se burlaban de él como si fuese un loco. Su padre lo llevó a su casa y lo golpeó furiosamente, le puso grilletes en los pies y lo encerró en una habitación (Francisco tenía entonces 25 años). Su madre se encargó de ponerle en libertad y él se fue a San Damián. Su padre fue a buscarlo ahí y lo golpeó y le dijo que volviera a su casa o que renunciara a su herencia y le pagara el precio de los vestidos que había vendido de su tienda. San Francisco no tuvo problema en renunciar a la herencia y del dinero de los vestidos pero dijo que pertenecía a Dios y a los pobres. Su padre le obligó a ir con el obispo de Asís quien le sugirió devolver el dinero y tener confianza en Dios. San Francisco devolvió en ese momento la ropa que traía puesta para dársela a su padre ya que a él le pertenecía. El padre se fue muy lastimado y el obispo regaló a San Francisco un viejo vestido de labrador que tenía al que San Francisco le puso una cruz con un trozo de tiza y se lo puso.

San Francisco partió buscando un lugar para establecerse. En un monasterio obtuvo limosna y trabajo como si fuera un mendigo. Unas personas le regalaron una túnica, un cinturón y unas sandalias que usó durante dos años.

Luego regresó a San Damián y fue a Asís para pedir limosna para reparar la Iglesia. Ahí soportó las burlas y el desprecio. Una vez hechas las reparaciones de San Damián hizo lo mismo con la antigua Iglesia de San Pedro. Después se trasladó a una capillita llamada Porciúncula, de los benedictinos, que estaba en una llanura cerca de Asís. Era un sitio muy tranquilo que gustó mucho a San Francisco. Al oír las palabras del Evangelio “...No lleven oro....ni dos túnicas, ni sandalias, ni báculo..”, regaló sus sandalias, su báculo y su cinturón y se quedó solamente con su túnica sujetada con un cordón. Comenzó a hablar a sus oyentes acerca de la penitencia. Sus palabras llegaban a los corazones de sus oyentes. Al saludar a alguien, le decía “La paz del Señor sea contigo”. Dios le había concedido ya el don de profecía y el don de milagros. 

San Francisco tuvo muchos seguidores y algunos querían hacerse discípulos suyos. Su primer discípulo fue Bernardo de Quintavalle que era un rico comerciante de Asís que vendió todo lo que tenía para darlo a los pobres. Su segundo discípulo fue Pedro de Cattaneo. San Francisco les concedió hábitos a los dos en abril de 1209.

Cuando ya eran doce discípulos, San Francisco redactó una regla breve e informal que eran principalmente consejos evangélicos para alcanzar la perfección. Después de varios años se autorizó por el Papa Inocencio III la regla y les dio por misión predicar la penitencia. 

San Francisco y sus compañeros se trasladaron a una cabaña que luego tuvieron que desalojar. En 1212, el abad regaló a San Francisco la capilla de Porciúncula con la condición de que la conservase siempre como la iglesia principal de la nueva orden. Él la aceptó pero sólo prestada sabiendo que pertenecía a los benedictinos. Alrededor de la Porciúncula construyeron cabañas muy sencillas. La pobreza era el fundamento de su orden. San Francisco sólo llegó a recibir el diaconado porque se consideraba indigno del sacerdocio. Los primeros años de la orden fueron un período de entrenamiento en la pobreza y en la caridad fraterna. Los frailes trabajaban en sus oficios y en los campos vecinos para ganarse el pan de cada día. Cuando no había trabajo suficiente, solían pedir limosna de puerta en puerta. El fundador les había prohibido aceptar dinero. Se distinguían por su gran capacidad de servicio a los demás, especialmente a los leprosos a quienes llamaban “hermanos cristianos”. Debían siempre obedecer al obispo del lugar donde se encontraran. El número de compañeros del santo iba en aumento.

Santa Clara oyó predicar a San Francisco y decidió seguirlo en 1212. San Francisco consiguió que Santa Clara y sus compañeras se establecieran en San Damián. La oración de éstas hacía fecundo el trabajo de los franciscanos.

San Francisco dio a su orden el nombre de “Frailes Menores” ya que quería que fueran humildes. La orden creció tanto que necesitaba de una organización sistemática y de disciplina común. La orden se dividió en provincias y al frente de cada una se puso a un ministro encargado “del bien espiritual de los hermanos”. El orden de fraile creció más allá de los Alpes y tenían misiones en España, Hungría y Alemania. En la orden habían quienes querían hacer unas reformas a las reglas, pero su fundador no estuvo de acuerdo con éstas. Surgieron algunos problemas por esto porque algunos frailes decían que no era posible el no poseer ningún bien. San Francisco decía que éste era precisamente el espíritu y modo de vida de su orden. 

San Francisco conoció en Roma a Santo Domingo que había predicado la fe y la penitencia en el sur de Francia. 

En la Navidad de 1223 San Francisco construyó una especie de cueva en la que se representó el nacimiento de Cristo y se celebró Misa. 

En 1224 se retiró al Monte Alvernia y se construyó ahí una pequeña celda. La única persona que lo acompañó fue el hermano León y no quiso tener visitas. Es aquí donde sucedió el milagro de las estigmas en el cual quedaron impresas las señales de la pasión de Cristo en el cuerpo de Francisco. A partir de entonces llevaba las manos dentro de las mangas del hábito y llevaba medias y zapatos. Dijo que le habían sido reveladas cosas que jamás diría a hombre alguno. Un tiempo después bajo del Monte y curó a muchos enfermos.

San Francisco no quería que el estudio quitara el espíritu de su orden. Decía que sí podían estudiar si el estudio no les quitaba tiempo de su oración y si no lo hacían por vanidad. Temía que la ciencia se convirtiera en enemiga de la pobreza. 

La salud de San Francisco se fue deteriorando, los estigmas le hacían sufrir y le debilitaron y ya casi había perdido la vista. En el verano de 1225 lo llevaron con varios doctores porque ya estaba muy enfermo. Poco antes de morir dictó un testamento en el que les recomendaba a los hermanos observar la regla y trabajar manualmente para evitar la ociosidad y dar buen ejemplo. Al enterarse que le quedaban pocas semanas de vida, dijo “¡Bienvenida, hermana muerte!”y pidió que lo llevaran a Porciúncula. Murió el 3 de octubre de 1226 después de escuchar la pasión de Cristo según San Juan. Tenía 44 años de edad. Lo sepultaron en la Iglesia de San Jorge en Asís.

Son famosas las anécdotas de los pajarillos que venían a escucharle cuando cantaba las grandezas del Señor, del conejillo que no quería separarse de él y del lobo amansado por el santo. Algunos dicen que estas son leyenda, otros no.

San Francisco contribuyó mucho a la renovación de la Iglesia de la decadencia y el desorden en que había caído durante la Edad Media. El ayudó a la Iglesia que vivía momentos difíciles.

¿Qué nos enseña la vida de San Francisco?

Nos enseña a vivir la virtud de la humildad. San Francisco tuvo un corazón alegre y humilde. Supo dejar no sólo el dinero de su padre sino que también supo aceptar la voluntad de Dios en su vida. Fue capaz de ver la grandeza de Dios y la pequeñez del hombre. Veía la grandeza de Dios en la naturaleza.

Nos enseña a saber contagiar ese entusiasmo por Cristo a los demás. Predicar a Dios con el ejemplo y con la palabra. San Francisco lo hizo con Santa Clara y con sus seguidores dando buen ejemplo de la libertad que da la pobreza. 

Nos enseña el valor del sacrificio. San Francisco vivió su vida ofreciendo sacrificios a Dios.

Nos enseña a vivir con sencillez y con mucho amor a Dios. Lo más importante para él era estar cerca de Dios. Su vida de oración fue muy profunda y era lo primordial en su vida.
Fue fiel a la Iglesia y al Papa. Fundó la orden de los franciscanos de acuerdo con los requisitos de la Iglesia y les pedía a los frailes obedecer a los obispos.

Nos enseña a vivir cerca de Dios y no de las cosas materiales. Saber encontrar en la pobreza la alegría, ya que para amar a Dios no se necesita nada material. 


Nos enseña lo importante que es sentirnos parte de la Iglesia y ayudarla siempre pero especialmente en momentos de dificultad.

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Por: . | Fuente: Odisur.es // DiocesisDeJaen.es

Laico Mártir

En España, Manuel Basulto Jiménez, obispo de Jaén (España), y de cinco compañeros, asesinados por odio a la fe. ( 1936-1937)

Fecha de beatificación: Entre los 522 mártires de España, el 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Breve Biografía


Nace José María en Vilches (Jaén) el día 20 de octubre de 1914, allí es bautizado en la pila bautismal de la Parroquia de San Miguel que aún se conserva. Era miembro de una familia de tradición cristiana, todos ellos, padres y abuelos, naturales de Rus provincia de Jaén. Del matrimonio formado por Blas Poyatos Sánchez y María Ruiz Rodríguez nacieron quince hijos, de los que José María hacía el número trece; bien es verdad que cinco murieron a muy corta edad, a pesar de lo cual la familia seguía siendo muy numerosa, aún en aquellos tiempos. El padre de José María trabajaba en Obras Públicas, construcción o reparación de carreteras, a modo de encargado, capataz o contratista, por lo que la familia vivió en diversos pueblos de la provincia, según el lugar donde surgía el trabajo; es la razón por la que a nuestro mártir le tocó nacer en Vilches, cercano a Sierra Morena. Vivió también por la Sierra de Cazorla en el bello lugar de Tiscar, donde se ubica el Santuario de la Virgen de su nombre, patrona de Quesada. No obstante la mayor parte de su vida de niño y joven se desarrolló en Rus, cercano a Úbeda y Baeza y en las inmediaciones de la entonces importante estación ferroviaria de Linares-Baeza. En Rus la familia Poyatos Ruiz abrió una tienda de comestibles para ayudarse en su trabajo; por algunos años estuvo al frente de ella José María y este pequeño comercio fue testigo de la generosidad y caridad de nuestro mártir: en ella repartía a los necesitados tanto como vendía; de este modo, el negocio se venía abajo y junto con los tiempos que corrían, con el consentimiento de los padres marchó a Úbeda para trabajar allí en una fábrica de orujo.

Mientras llegaba el momento de entrar en la fábrica, tanto José María como María del Castillo -su hermana- decidieron trabajar en la recolección de aceituna, ella como recogedora y él como acarreador con las caballerías; el trabajo se lo proporcionaba su tío Diego. Ambos jóvenes se mostraron buenos trabajadores, rindiendo lo que debían y con la alegría de poder aportar algo a la economía familiar. El trabajo agrícola era bien duro y especialmente la recogida de aceituna por darse en pleno invierno con días cortos, trabajo que se iniciaba y se terminaba de noche, por el frío, la lluvia y los barrizales de los caminos y los campos, pero José María lo asumía con fortaleza y buen ánimo, decidido a seguir ayudando en la casa con su trabajo fuera el que fuera y convencido de que pronto entraría en la fábrica. Padres e hijos veían las circunstancias económicas adversas con la voluntad de Dios, de las que saldrían por la misma voluntad del Padre de las Misericordias. Así era la fe de aquella familia y que crecía día a día en el corazón joven de José María.

El trabajo en la recogida de aceituna duró unos días, estamos en diciembre de 1935; el tío Diego sintió perder a dos tan buenos obreros, pero se conformó en bien de sus sobrinos; por fin, nuestro José María se incorporó a las tareas de la orujera; ahora se planteaba el tema del trasporte; entre Rus y Úbeda había un servicio de tranvía, el llamado "de la Loma", pero los horarios eran incompatibles con los de la fábrica, así que José María comenzó a hacer el recorrido andando. Así nos lo cuenta María del Castillo:

"El desplazamiento lo comenzó realizando a pie, ya que según decía, el irse en el tranvía le suponía tener que levantarse a las cinco de la mañana para incorporarse a las ocho a la fábrica, en cambio, andando desde Rus, con salir a las siete, le sobraba tiempo para estar puntualmente en su puesto. También el regreso lo realizaba a pie, pues le suponía perder mucho tiempo el ajustarse al horario del tranvía".

Los padres pensaron que así no podían seguir las cosas y decidieron se alquilara una vivienda en Úbeda y que María del Castillo marchara con José María y le atendiera. Fue exactamente en la calle "14 de abril" número 12 y allí residieron los dos hermanos, desde diciembre de 1935, allí hicieron prisionero a nuestro mártir y allí sufrió y gozó la buena hermana de haberse despedido de su hermano y ser testigo de sus últimas palabras. Aunque era poca la distancia entre Rus y Úbeda, el cambio de domicilio supuso de alguna manera arrancarse del ambiente del pueblo y más aún de la familia. Así escribe la hermana protagonista:

"La despedida no fue muy agradable, ya que suponía la separación de una familia íntimamente unida. Nos quedaba la tranquilidad de que en nuestra casa se quedaba nuestra prima Sebastiana, que para nosotros era como una hermana y para mis padres como una hija, y nos íbamos con la seguridad de que ella continuaría atendiendo perfectamente a nuestros padres y al resto de la familia".

Ya tenemos a José María y a María del Castillo instalados en Úbeda; los primeros meses pasaron desapercibidos y vivieron día de paz y tranquilidad; se encontraban en una ciudad con muchas posibilidades; sólo el pasear por sus calles y plazas descubría a sus visitantes una gran riqueza cultural: La Iglesia de Santa María, la del Salvador, el Ayuntamiento y todo el conjunto de aquella plaza; en el plano religioso, las cuatro parroquias existentes San Pablo, San Isidoro San Nicolás y Santa María ya mencionada, ofrecían celebraciones y prácticas religiosas abundantes para unos jóvenes que en medio de las dificultades tenían a gala el ser cristianos; la misma vida ciudadana, aunque ya bastante revuelta, presentaba una novedad atrayente: el abundante comercio, el ir y venir de mucha gente que de los pueblos vecinos se volcaban en Úbeda; y también algunas revueltas que podía sorprender a quienes habían vivido en pueblos pequeños; pero los dos hermanos rusenses procuraban encajarse en el nuevo ambiente y conseguir sus objetivos.

Ya hemos hecho alusión a su trabajo en la tienda familiar, en él valió más la generosidad y buen hacer con los necesitados que el instinto comercial; pero después en la recogida de aceituna, contratado como jornalero para el acarreo, cumplió perfectamente; el dueño de la finca quedó contento porque su puntualidad y celo, aún cuando no estaba especialmente acostumbrado a esas tareas, compensaba bien el jornal de cada día y la confianza puesta en él. Finalmente, en el trabajo de la fábrica, se distinguió por el cumplimiento de su deber.

José María conectó muy rápidamente con la Parroquia de San Nicolás de Bari y allí solicitó pertenecer a la Acción Católica. Su condición de aspirante de Acción Católica le llevó, desde el primer momento, a ser testigo de la fe y de Cristo ante sus compañeros de trabajo, por lo que rápidamente quedó fichado, después perseguido y finalmente expulsado de su trabajo: "ser apóstol y mártir si acaso..." decía el himno que se cantaba por aquellos jóvenes. Pero igualmente frecuentaba la Iglesia de Santa María, cuyos sacerdotes y en concreto el joven Coadjutor....eran los responsables de la Adoración Nocturna tan pujante entonces. Su pertenencia a esta asociación eucarística esta garantizada por el siguiente testimonio de su hermana: dice que el día 18 de julio estuvo trabajando toda la noche y por la mañana del domingo día 19 al poco de volver a casa fue detenido y encarcelado en la Inspección de Policía; el segundo día de estar detenido le hubiera correspondido hacer la hora de Adoración al Santísimo Sacramento y hubo de ingeniárselas para poderla hacer, este es el relato que se nos ofrece:


"Cuando te fuiste (José María se refiere a la visita de su hermana en la cárcel) nos dijeron que no saliésemos aquí. Le dije al que estaba conmigo anoche que me tocaba la Hora Santa de la Adoración Nocturna. Él se ofreció para hacerme la guardia en el pasillo y yo me metí en el calabozo y así lo hicimos, y aunque no tenía libro, tampoco lo precisé, pues la lecturas me las sé de memoria"

José María llevaba una honda vida religiosa y de piedad, oración profunda y vida interior, contacto íntimo con Dios: se rezaba todos los días el Santo Rosario, la celebración de la Santa Misa y la Comunión frecuente, visita diaria y Adoración al Santísimo, mantenía buena relación con sacerdotes y religiosos, lo que le ayudaba a tener una buena dirección espiritual y con su ayuda iba progresando en la formación cristiana. El lema de estudio, oración y acción de la Acción Católica lo estaba llevando a la práctica. Todo esto era alimento para la acción en el apostolado y en el servicio a los más necesitados. Daba la Doctrina Cristian aún a los hijos de sus compañeros de trabajo y también montó una especie de "escuela" para chicos que no podía ir a la oficial. Él ya había abierto un Centro de Acción Católica en Rus, en la calle el Agua, en una humilde cochera, allí reunía a chicos y jóvenes y les instruía en la fe.El ambiente creado en la República contra lo religioso, el anticlericalismo y la falta de respeto a todo lo cristiano y a quienes trataban de vivir la fe, creció en modo desmedido con la entrada de 1936. La situación en Úbeda revuelta social, laboral y políticamente, como en toda la provincia de Jaén. Muy pronto, José María comenzó a sentir una soterrada persecución de parte de algunos compañeros de trabajo en la fábrica misma, a la salida o entrada de ella: la razón claramente era por ser cristiano y no esconderse de serlo.

Presiones ante un conflicto laboral: Intentaron, presionándole, que participara en un comité para pedir aumento de sueldo, él se negó pues quería ser libre y porque la revuelta no le parecía justa. La Fábrica extractora de aceite, cayó en manos de un comité de trabajadores, destituyendo a los dueños y directivos. Todos decidieron despedir a José María, menos el encargado y el personal de oficina; eso sí, muy "democrática y legalmente", firmando todos en contra de él por tener ideas contrarias a la de ellos y dándole lo que le correspondiera por "despido". Esta actitud de los obreros hizo sufrir a María del Castillo quien pensaba en tan gran injusticia, cuando su hermano había hecho tanto por los hijos de algunos de ellos, dándole clase gratuitamente y educándoles... José María la consoló diciendo: en realidad yo lo hacía por Dios y por el bien de los chicos.

José María supo del incendio de la Iglesia de Rus y de la detención de su padre y de casi todos los varones de la familia. Todo le hacía sufrir, pero a la vez veía más claro su fin y se preparaba a ello; apenas salía de la casa, leyendo, orando, meditando. Supo también que un grupo de milicianos hacían guardia cerca de la casa con el propósito de dispara r contra él nada más que verle salir; así se lo avisó una vecina, después de prometer y jurar no lo dirían a nadie. La situación de los hermanos Poyatos – Ruiz se hacía insostenible: sin trabajo, sin ingresos, prácticamente vigilados y el varón casi detenido en casa, la familia expulsada de Rus y o detenida... María del Castillo pidió auxilio a don Alfonso Moreno, quien después de escucharle atentamente, no vio más salida que proponerle salir de Úbeda, les proporcionaría una ambulancia (nadie los detendría pues es era la órdenes) irían como enfermeros y sólo hacía falta que decidieran el lugar donde querían ir pero siempre dentro de Jaén; los hermanos pensaron, sospecharon pro y contra, al fin decidieron declinar la oferta, todo era muy arriesgado y ¿dónde ir?. También intentaron a través de conocidos guardias civiles, escapar con ello en alguna de las evasiones que se produjeron hacia la zona nacional, pero al fin desistieron y pusieron su suerte en manos de Dios.

José María tenía conciencia clara de la proximidad de su martirio, no sólo eran las predicciones que sobre el tema había hecho, sino la certeza de los hechos que atenazaban cada vez más su libertad y con ella su vida. Con frecuencia hablaba y reflexionaba con su hermana de la muerte y de lo que les esperaba. Siempre que hablaba de la muerte su rostro se iluminaba y tenía expresión de vida, de vida eterna. Decía:

"En el cielo me uniré a los que me esperan y, desde allí, pediremos y lograremos el triunfo de la fe en España".

Tanto es gozo que demuestra hablando de la muerte que la hermana le dice si es que no le gusta vivir, a lo que él responde: "Desde luego que la vida así es triste, han matado a tantos que conocía y quería. Pero a mí cómo no me va a gustar vivir. Es lástima que me maten a los veintiún años. Quedaría Melchor en la casa, pero él sólo para todo. Trabajo le tiene que costar afrontar la situación y terminar los estudios, pero Dios le ayudará. Tú has de verlo y estará con ello. También Antonia, cuanto está sufriendo, estará y morirá con vosotros. Por otro lado, ¡qué dicha perder la vida por salvar el Alma! Todos hemos de morir, pero de esta forma es seguro que se salva el Alma. No sientas Dios está con nosotros".

El 3 de octubre de 1936 fue detenido y llevado ante la cruz que hay a la entrada del cementerio de Úbeda, allí Los disparos de las armas de los asesinos republicanos, milagrosamente , fueron incapaces de cruzar el pecho de José María, quien gritaba: "¡Viva Cristo Rey". Esto dio lugar a una mayor furia en sus verdugos, que con un disparo le rompieron el cuello y lo asesinaron. Así terminó dando la vida por Aquél a quien tanto había amado, o dicho de otro modo: correspondió con la propia vida a Aquel que ya la había dado por toda la humanidad en la Cruz: Cristo Jesús.
 

Este grupo de mártires está integrado por:


1. MANUEL ARANDA ESPEJO, seminarista de la diócesis de Jaén
nacimiento: 22 Marzo 1916 en Monte Lope Alvarez, Jaén (España)
martirio: 08 Agosto 1936 en Monte Lope Alvarez, Jaén (España)

2. MANUEL BASULTO JIMÉNEZ, Obispo de Jaén
nacimiento: 17 Mayo 1860 en Adanero, Ávila (España)
martirio: 12 Agosto 1936 en Vallecas, Madrid (España)

3. FÉLIX PÉREZ PORTELA, sacerdote de la diócesis de Jaén
nacimiento: 21 Febrero 1895 en Adanero, Ávila (España)
martirio: 12 Agosto 1936 en Vallecas, Madrid (España)

4. FRANCISCO LÓPEZ NAVARETTE, sacerdote de la diócesis de Jaén
nacimiento: 02 Marzo 1892 en Villanueva del Arzobispo, Jaén (España)
martirio: 28 Agosto 1936 en Orcera, Jaén (España)

5. JOSÉ MARÍA POYATOS RUIZ, joven laico de la diócesis de Jaén
nacimiento: 20 Octubre 1914 en Vilches, Jaén (España)
martirio: 03 Octubre 1936 en Úbeda, Jaén (España)

6. FRANCISCO SOLÍS PEDRAJAS, sacerdote de la diócesis de Jaén
nacimiento: 09 Julio 1877 en Marmolejo, Jaén (España)
martirio: 03 Abril 1937 en Mancha Real, Jaén (España)


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11:20 p.m.

Monje

Martirologio Romano: En Maiuma, en Palestina, conmemoración de san Hesiquio, monje, discípulo de san Hilarión y compañero suyo de peregrinación. ( c.380)

Breve Biografía


En la hagiografía hay bellísimas historias de fidelidad y ternura de hermanos en la fe cuyas vidas se entrecruzaron y unieron indisolublemente hasta el fin de sus días. Ejemplos de lealtad y gratitud entre discípulo y maestro nutridos en la memoria cotidiana de su oración, que ni siquiera la muerte logra separar. Es el caso de san Hesiquio, al que la tradición recuerda vinculado a san Hilarión. Tan relevante fue para él, que aparece reflejado en su biografía, la Vita Hilarionis, obra de san Jerónimo. Ella permite reconstruir la grandeza de este monje que, habiendo recibido la invitación de Cristo para seguirle a través de san Hilarión, durante un tiempo se convirtió en una especie de heraldo suyo. Cuando murió lo buscó afanosamente. Para él no existieron distancias geográficas; salvó todo escollo hasta dar con sus restos con objeto de seguir venerándolos. Hay que decir que una mayoría de autores coinciden en sostener la historicidad de Hilarión lo que significa aceptar también la de Hesiquio, punto de partida esencial para lo que podemos exponer acerca de él.

A Hilarión se le sitúa en Palestina en el siglo IV (pudo haber nacido en torno al año 261). Allí conoció Hesiquio (del que desconocemos todo dato biográfico anterior) a ese apóstol y taumaturgo que iba camino de Egipto. Seducido por el amor de Cristo y de las bendiciones del yermo, a través de las palabras y el testimonio de Hilarión, que se había forjado en la fe junto a san Antonio Abad, ya no se separó de su lado. Los hermanos que habitaban cerca de ellos conocían el afecto que Hilarión le profesaba. Uno de ellos, aferrado a su huerta y al dinero, sabiendo que éste realizaba una visita apostólica, quiso congraciarse con él y entregó unas habas a Hesiquio, obsequio que supuso compartiría con él. Pero Hilarión tenía la gracia de percibir a través de los olores las virtudes y vicios ajenos. Y la percepción que tuvo de estas verduras fue nauseabunda; la identificó con la avaricia. Rogó a Hesiquio que las arrojase al comedero de los animales, seguro de que las rechazarían, como así fue. Ante el infecto alimento, los bueyes rompieron las ataduras y se escaparon.

Hilarión se sentía encadenado a un entorno que no le permitía vivir aislado, dedicado por entero a Dios. Así que huyó a Egipto; Hesiquio le acompañó. Es de suponer que ignorarían que con ello se ponían a salvo, ya que tras su partida, Juliano asumió el gobierno de Palestina y los habitantes de Gaza pidieron al emperador que diese muerte a los dos. En Egipto los nuevos prodigios obrados por Hilarión seguían ensombreciendo sus aspiraciones de soledad. Por eso decidió buscar otro lugar más apartado en el que anónimamente pudiera seguir alabando a Dios. Y un día, sin decir nada, se dirigió a Sicilia. Hesiquio, consternado, lo buscó con denuedo durante tres años por el desierto y enclaves de salida del país, como los puertos egipcios. De Egipto partió a Grecia convencido de que la búsqueda, que hasta ese instante era infructuosa, daría los resultados apetecidos por él. Pronto constató que la fama, indeseada para Hilarión, le perseguía, ya que en Metone le dieron noticias de un monje venerable que estaba en Sicilia, al que enseguida identificó con su maestro. No se equivocó. Se trasladó a Pachino y cuando encontró su morada, «cayó de rodillas a sus plantas y bañó con sus lágrimas los pies de su maestro».

Como tampoco allí había logrado pasar desapercibido, Hilarión manifestó su deseo de irse a otro sitio. Hesiquio le sugirió refugiarse en Epidauro (Dalmacia, Ragusa), pero como le seguían las gentes, ambos viajaron a Chipre. Aún habría querido Hilarión trasladarse a otras tierras, pero Hesiquio veía que dada su avanzada edad no era lo más conveniente, y logró convencerle de que viviera en un apartado lugar de la isla. Dos años más tarde Hilarión continuaba alimentando su afán de escapar, preferentemente a un país tan alejado y habitado por bárbaros que le permitiera hallar el sosiego perseguido. Pero Hesiquio debía regresar a Palestina en viaje apostólico, instado por él, portando el mensaje que enviaba a los hermanos que quedaron allí. Además, tenía que visitar el monasterio de Gaza. De modo que Hilarión dejó aparcado su proyecto de viajar a tierras más remotas para la vuelta de su fiel discípulo; así lo hizo notar. A la espera de ello, éste le condujo a otra zona más aislada dentro de la isla donde moró cinco años. En el transcurso de los mismos Hesiquio no le dejó. Sin violentar su soledad, le visitaba asiduamente, mantenían entrañables coloquios y seguía siendo testigo de sus milagros.

Pero en el transcurso de un nuevo viaje a Palestina, su maestro murió dejándole como legado los Evangelios y algunas modestas prendas. Fue enterrado cerca de Pafos. Cuando supo la noticia, Hesiquio, temeroso de que los ciudadanos pudieran hacerse con sus restos, viajó a la isla. Tuvo que esperar diez meses haciendo creer a los habitantes que pensaba establecerse allí como monje, hasta que pudo recoger el cuerpo de Hilarión que transportó a Palestina en medio de numerosas dificultades y peligros. Lo sepultó en el monasterio fundado por él en Maiuma, su ciudad natal, acompañado de una gran muchedumbre de monjes y laicos. Años más tarde, Hequisio murió en este mismo lugar.

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11:20 p.m.

Por: Xavier Villalta A. | Fuente: Catholic.net

Obispo y Mártir

Martirologio Romano: En la prisión de Aiud, Transilvania (Rumania), venerable Szilard Ignác Bogdánffy, Obispo Auxiliar de Satu Mare y Oradea, mártir durante la ocupación comunista en Rumania ( 1953)

Fecha de beatificación: 30 de octubre de 2010, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI

Breve Biografía


Szilard Ignác Bogdánffy nació el 21 de febrero 1911 en la localidad de Feketetó de Banat del Norte (después condado Torontál de Hungría, hoy en Serbia), donde su padre ejerció la función docente. En 1920 la familia se trasladó a Cruceni, donde su padre Szilard Bogdánffy recibió un nuevo puesto de profesor. En 1925 se trasladaron a Timisoara.

En 1925 ingresó a estudiar en el instituto escolapio en Timisoara, y en 1929 ingresó en el Seminario Teológico de Oradea. Fue ordenado diácono el 5 de febrero 1934. Luego fue ordenado sacerdote católico romano en la catedral de Oradea, el 29 de junio de 1934 por el Obispo Itsván Fiedler.

Durante 1935-1939, fue profesor en el colegio católico en Oradea y confesor en el Monasterio de las Ursulinas en la misma ciudad.

En 1939 Szilard Bogdánffy fue señalado por el servicio secreto rumano como importante miembro en las tareas de organizar las actividades del movimiento de Auto-Defensa de Érmihályfalva , organización de resistencia de la comunidad húngara que luchaba contra los intentos de romanización . En octubre de 1939 fue detenido y el 21 de diciembre 1939 fue deportado junto a otros 35 detenidos, entre ellos 15 sacerdotes católicos.

Entre septiembre de 1940 y junio de 1943, realizó estudios de filosofía y dogmática en la Universidad Pázmány Péter de Budapest, obteniendo el título de doctor en teología el 26 de junio de 1943. Su tesis doctoral versó sobre el "Apocalipsis Sinóptico”. Volvió a Rumania en 1944, fue nombrado profesor en el colegio católico "Szent József" en Oradea. En abril de 1947 fue elevado al canon de la Catedral Episcopal de Oradea y nombró Vicario Episcopal.

El 14 de febrero de 1949, a la edad de 38 años, en una ceremonia realizada en la clandestinidad, fue consagrado como Obispo Auxiliar de Satu Mare y Oradea, en la Capilla de la Nunciatura Apostólica de Bucarest por el obispo Gerald Patrick Aloysius O´Hara de Savannah, Georgia , ( EE.UU.), Regente de la Nunciatura Apostólica de Rumania.

El Obispo Bogdánffy fue detenido el 5 de abril de 1949 en Oradea, iniciando así su vía crucis por las siguientes prisiones: Jilava, Capul Midia, Sighet y Aiud. John Ploscaru, Obispo greco-católico clandestino, relata en sus memorias "Cadenas y terror" (Ed. Signata, Timisoara, 1993) algo de lo vivido por el Obispo Bogdánffy en la cárcel de Sighet.

"Fue el 02 de febrero 1951 (fiesta de la Presentación del Señor). Vinieron a la celda varios militares con el comandante de la prisión. El Obispo Suciu estaba acostado en la cama, débil como una momia.
- ¡Levántate, todos de cara a la pared y quítense la ropa!
Nuestra celda era un antiguo almacén, era de las más espaciosas de la prisión, pero hacía mucho frío, no teníamos leña para calentarnos. Nos quitamos la ropa y la pusimos en la pila de lavandería. Temblábamos de frío... Fue un duro invierno.
- ¿Alguna idea de fuga?, preguntó el comandante, mientras revisaba nuestra ropa como buscando pulgas. Revisó los colchones, observando la habitación con una minuciosidad y paciencia exasperante. Nosotros, de cara a la pared, temblando de frío, el obispo Suciu apenas podía mantenerse de pie. No entiendo por qué el comandante miraba, tocaba, cada costura de toda la ropa. De repente un policía preguntó
- ¿De quién es este abrigo?
- Es mío, dijo Bogdánffy (sacerdote católico romano en Satu Mare, y su obispo). El policía tenía en la mano una punta de lápiz.
- ¿Dónde está el resto del lápiz?
Para nuestra sorpresa Bogdánffy fue a su colchón, miró por debajo y sacó un lápiz de unos diez centímetros.
- ¿Cómo lo obtuvo usted?
- Lo tomé en la corte.
Búsqueda terminada. Duró aproximadamente una hora, estábamos atrapados en el frío. Obispo Suciu pudo ir a la cama. El comandante pidió a cada uno su nombre. Después de tener todos los nombres, ordenó, señalando Bogdánffy y Bele:
- Usted y usted van al "negro".
"Negro" era una celda sin ventanas ni luz. Eran como de 2 metros cuadrados y se convirtió en la celda de castigo. El detenido era puesto allí sólo con ropa interior y descalzo. A veces tiraban agua en el suelo para que no pudiera sentarse. Las raciones de alimentos se reducían a la mitad. Por lo tanto el prisionero estaba en la oscuridad, con frío, desnudo, hambriento, a veces con grilletes, debía permanecer de pie todo el día, saltando de un pie al otro. Cuando oímos su condena vimos el miedo en Bogdánffy y Bele, pensando en las consecuencias de este castigo, porque ya estábamos en medio del invierno... Bogdánffy morirá después en la cárcel de Aiud.

El Obispo Szilard Bogdánffy murió en la prisión en Aiud el 3 de octubre de 1953 a la edad de 42 años.

El sábado 27 de marzo de 2010, S.S. Benedicto XVI firmó el decreto referente al martirio del Venerable Szilard Bogdánffy.

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5:02 p.m.
SAN FRANCISCO DE BORJA 

PRESBÍTERO



PALABRA DE DIOS DIARIA





Descendiente de realeza, Duque de Gandía, gobernador, virrey de Cataluña, consejero del emperador Carlos I de España y V de Alemania, padre de familia, viudo y sacerdote, tercer superior general de la Compañía de Jesús. 

« ¡No serviré nunca más a un señor que pudiese morir!"»

En breve: Francisco de Borja nació en Gandía (Valencia), en 1510. Gran privado del emperador Carlos V y caballerizo de la emperatriz Isabel, vivió ejemplarmente en palacio. La vista del cadáver de la emperatriz lo impulsó a despreciar las vanidades de la corte. Fue virrey de Cataluña y duque de Gandía. Después de la muerte de su esposa, en 1546, que acabó de desligarlo del mundo, entró en la Compañía de Jesús, de la que llegó a ser superior general. Se distinguió, sobre todo, por su profunda humildad. Dio gran impulso a las misiones. Murió en Roma el 1 de octubre de 1572. Fue canonizado en 1671.

De una carta suya: "Sólo son grandes ante Dios los que se tienen por pequeños"

La familia Borja, era una de las más célebres del reino de Aragón, España. Alcanzó fama mundial cuando Alfonso Borja fue elegido Papa con el nombre de Calixto III. A fines del mismo siglo, hubo otro Papa Borja, Alejandro VI, quien tenía cuatro hijos cuando fue elevado al Pontificado. Para dotar a su hijo Pedro, compró el ducado de Gandía, (en Valencia, España). Pedro, a su vez lo legó a su hijo Juan, quien fue asesinado poco después de su matrimonio. Su hijo, el tercer duque de Gandía, se casó con la hija natural de un hijo de Fernando V de Aragón. De este matrimonio nació el 28 de octubre de1510 Francisco de Borja y Aragón, nuestro santo, quien era nieto de un Papa (Alejandro VI) y de un rey (Fernando) y además, primo del emperador Carlos V.

Una vez que hubo terminado sus estudios, a los dieciocho años, Francisco ingresó en la corte de este último. Por entonces, ocurrió un incidente cuya importancia no había de verse sino más tarde. En Alcalá de Henares, Francisco quedó muy impresionado a la vista de un hombre a quien se conducía a la prisión de la Inquisición: ese hombre era Ignacio de Loyola.

Padre fe familia y Virrey de Cataluña

Se casó a los 19 años con Leonor de Castro y tuvo ocho hijos. Al año siguiente recibió del emperador el título de marqués de Lombay.  A los 29 años, Carlos V le nombró virrey de Cataluña (1539-1543), cuya capital es Barcelona. Años después, Francisco solía decir: "Dios me preparó en ese cargo para ser general de la Compañía de Jesús. Ahí aprendí a tomar decisiones importantes, a mediar en las disputas, a considerar las cuestiones desde los dos puntos de vista. Si no hubiese sido virrey, nunca lo hubiese aprendido".

En el ejercicio de su cargo consagraba a la oración todo el tiempo que le dejaban libres los negocios públicos y los asuntos de su familia. Los personajes de la corte comentaban desfavorablemente la frecuencia con que comulgaba, ya que prevalecía entonces la idea, muy diferente de la de los primeros cristianos, de que un laico envuelto en los negocios del mundo cometía un pecado de presunción si recibía con demasiada frecuencia el sacramento del Cuerpo de Cristo. En una palabra, el virrey de Cataluña "veía con otros ojos y oía con otras orejas que antes; hablaba con otra lengua, porque su corazón había cambiado."

En Barcelona se encontró con San Pedro de Alcántara y con el beato jesuita Pedro Favre. Este último encuentro, veremos después, fue decisivo para Francisco .

Francisco era un modelo de hombre cristiano

En 1543, a la muerte de su padre, heredó el ducado de Gandía. Como el rey Juan de Portugal se negó a aceptarle como principal personaje de la corte de Felipe II, quien iba a contraer matrimonio con su hija, Francisco renunció al virreinato y se retiró con su familia a Gandía. Ello constituyó un duro golpe, para su carrera pública, y desde entonces el duque empezó a preocuparse más de sus asuntos personales.

En efecto, fortificó la ciudad de Gandía para protegerla contra los piratas berberiscos, construyó un convento de dominicos en Lombay y reparó un hospital. Por entonces, el obispo de Cartagena escribió a un amigo suyo: "Durante mi reciente estancia en Gandía pude darme cuenta de que Don Francisco es un modelo de duques y un espejo de caballeros cristianos. Es un hombre humilde y verdaderamente bueno, un hombre de Dios en todo el sentido de la palabra... Educa a sus hijos con un esmero extraordinario y se preocupa mucho por su servidumbre. Nada le agrada tanto como la compañía de los sacerdotes y religiosos..."

El encuentro con la muerte le da nueva vida

He aquí la historia:

El mismo año que fue nombrado Virrey de Cataluña, Francisco recibió la misión de conducir a la sepultura real de Granada los restos mortales de la emperatriz Isabel. El la había visto muchas veces rodeada de aduladores y de todas las riquezas de la corte. Al abrir el ataúd para reconocer el cuerpo, la cara de la difunta estaba ya en proceso de descomposición. Francisco entonces tomó su famosa resolución: « ¡no servir nunca más a un señor que pudiese morir!"» Comprendió profundamente la caducidad de la vida terrena.

Algunos años más tarde, estando enferma su esposa, pidió a Dios su curación y una voz celestial le dijo: «Tú puedes escoger para tu esposa la vida o la muerte, pero si tú prefieres la vida, ésta no será ni para tu beneficio ni para el suyo.» Derramando lágrimas, respondió: «Que se haga vuestra voluntad y no la mía.»

La muerte de Doña Leonor, su esposa, ocurrida en 1546 fue un gran dolor para Francisco. El más joven de sus ocho hijos tenía apenas ocho años cuando murió Doña Leonor.

El mismo año, el Beato Pedro Favre se detuvo unos días en Gandía y Francisco hizo los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. El 2 de Junio hizo los votos de castidad, de obediencia y de entrar en la Compañía de Jesús. El Beato Favre partió de ahí a Roma, llevando un mensaje del duque a San Ignacio, comunicando al fundador de la Compañía de Jesús que había hecho voto de ingresar en la orden. San Ignacio se alegró mucho de la noticia; sin embargo, aconsejó al duque que difiriese la ejecución de sus proyectos hasta que terminase la educación de sus hijos y que, mientras tanto, tratase de obtener el grado de doctor en teología en la Universidad de Gandía, que acababa de fundar. También le aconsejaba que no divulgase su propósito, pues "el mundo no tiene orejas para oír tal estruendo."

Francisco obedeció puntualmente. Pero al año siguiente, fue convocado a asistir a las cortes de Aragón, lo cual estorbaba el cumplimiento de sus propósitos. En vista de ello, San Ignacio le dio permiso de que hiciese en privado la profesión. Tres años después, el 31 de agosto de 1550, cuando todos los hijos del duque estaban ya colocados, partió éste para Roma, se encontró con San Ignacio y, después de renunciar al ducado de Gandía, ingresó en la Compañía de Jesús a la edad de treinta y nueve.

Cuatro meses más tarde, volvió a España y se retiró a una ermita de Oñate, en las cercanías de Loyola. Desde ahí obtuvo el permiso del emperador para traspasar sus títulos y posesiones a su hijo Carlos. En seguida se rasuró la cabeza y la barba, tomó el hábito clerical, y recibió la ordenación sacerdotal en la semana de Pentecostés, el 26 de mayo de 1551. "El duque que se había hecho jesuita se convirtió en la sensación de la época. El Papa concedió indulgencia plenaria a cuantos asistiesen a su primera misa en Vergara, y la multitud que congregó fue tan grande que hubo que poner el altar al aire libre.

Su propósito de renunciar a los honores se vio también probado en la vida religiosa. Carlos V lo propuso como cardenal, pero Francisco no aceptó.

Los superiores de la casa de Oñate le nombraron ayudante del cocinero: su oficio consistía en acarrear agua y leña, en encender la estufa y limpiar la cocina. Cuando atendía a la mesa y cometía algún error el santo duque tenía que pedir perdón de rodillas a la comunidad por servirla con torpeza.

Inmediatamente después de su ordenación, empezó a predicar en la provincia de Guipúzcoa y recorría los pueblos haciendo sonar una campanilla para llamar a los niños al catecismo y a los adultos a la instrucción. Por su parte, el superior de Francisco le trataba con la severidad que le parecía exigir la nobleza del duque. Indudablemente que el santo sufrió mucho en aquella época, pero jamás dio la menor muestra de impaciencia.

En cierta ocasión en que se había abierto una herida en la cabeza, el médico le dijo al vendársela: "Temo, señor que voy a hacer algún daño a vuestra gracia". Francisco respondió: "Nada puede herirme más que ese tratamiento de dignidad que me dais". Después de su conversión, el duque empezó a practicar penitencias extraordinarias; era un hombre muy gordo, pero su talle empezó a estrecharse rápidamente. Aunque sus superiores pusieron coto a sus excesos, San Francisco se las ingeniaba para inventar nuevas penitencias. Más tarde, admitía que, sobre todo antes de ingresar en la Compañía de Jesús, había mortificado su cuerpo con demasiada severidad

Durante algunos meses predicó fuera de Oñate. El éxito de su predicación fue inmenso. Numerosas personas le tomaron por director espiritual. Él fue de los primeros en reconocer el valor grandísimo de Santa Teresa de Jesús. Después de obrar maravillas en Castilla y Andalucía, se sobrepasó a sí mismo en Portugal.

San Ignacio le da el cargo de provincial

San Ignacio le nombró provincial de la Compañía de Jesús en España. San Francisco de Borja dio muestras de su celo y, en toda ocasión expresaba su esperanza de que la Compañía de Jesús se distinguiese en el servicio de Dios por tres normas: la oración y los sacramentos, la oposición a la mentalidad del mundo y la perfecta obediencia. Esas eran las características del alma del santo.

Dios utilizó a San Francisco de Borja para establecer la nueva orden en España. Fundó una multitud de casas y colegios durante sus años de general. Ello no le impedía, sin embargo, preocuparse por su familia y por los asuntos de España. Por ejemplo, dulcificó los últimos momentos de Juana la Loca, quien había perdido la razón cincuenta años antes, a raíz de la muerte de su esposo y, desde entonces, había experimentado una extraña aversión por el clero.

Al año siguiente, poco después de la muerte de San Ignacio, Carlos V abdicó, se enclaustró en el monasterio de Yuste y mandó llamar a San Francisco. El emperador nunca había sentido predilección por la Compañía de Jesús y declaró al santo que no estaba contento de que hubiese escogido esa orden. Éste confesó los motivos por los que se había hecho jesuita y afirmó que Dios le había llamado a un estado el que se uniese la acción a la contemplación y en el que se viese libre de dignidades que le habían acosado en el mundo.

Aclaró que, por cierto la Compañía de Jesús era una orden nueva, pero el fervor de sus miembros valía más que la antigüedad, ya que "la antigüedad no es una garantía de fervor". Con eso quedaron disipados los prejuicios de Carlos V.

Lo eligen Superior general y desempeña una gran labor

San Francisco no era partidario de la Inquisición y este tribunal no le veía con buenos ojos, por lo que Felipe II tuvo que escuchar más de una vez las calumnias que los envidiosos levantaban contra el santo duque. Éste permaneció en Portugal hasta 1561, cuando el Papa Pío IV le llamó a Roma a instancias del P. Laínez, general de los jesuitas.

En Roma se le acogió cordialmente. Entre los que asistían regularmente a sus sermones se contaban el cardenal Carlos Borromeo y el cardenal Ghislieri, quien más tarde fue Papa con el nombre de Pío V. Ahí se interiorizó más de los asuntos de la Compañía y empezó a desempeñar cargos de importancia. En 1566, a la muerte del P. Laínez, fue elegido general, cargo que ejerció hasta su muerte.

Durante los siete años que desempeñó ese oficio, dio tal ímpetu a su orden en todo el mundo, que puede llamársele el segundo fundador. El celo con que propagó las misiones y la evangelización del mundo pagano inmortalizó su nombre. Y no se mostró menos diligente en la distribución de sus súbditos en Europa para colaborar a la reforma de las costumbres. Su primer cuidado fue establecer un noviciado regular en Roma y ordenar que se hiciese otro tanto en las diferentes provincias.

Durante su primera visita a la Ciudad Eterna, quince años antes, se había interesado mucho en el proyecto de fundación del Colegio Romano y había regalado una generosa suma para ponerlo en práctica. Como general de la Compañía, se ocupó personalmente de dirigir el Colegio y de precisar el programa de estudios. Prácticamente fue él, quien fundó el Colegio Romano, aunque siempre rehusó el título de fundador, que se da ordinariamente a Gregorio XIII, quien lo restableció con el nombre de Universidad Gregoriana.

San Francisco construyó la iglesia de San Andrés del Quirinal y fundó el noviciado en la residencia contigua; además, empezó a construir el Gesu y amplió el Colegio Germánico, en el que se preparaban los misioneros destinados a predicar en aquellas regiones del norte de Europa en las que el protestantismo había hecho estragos.

San Pío V tenía mucha confianza en la Compañía de Jesús y gran admiración por su general, de suerte que San Francisco de Borja podía moverse con gran libertad. A él se debe la extensión de la Compañía de Jesús más allá de los Alpes, así como el establecimiento de la provincia de Polonia. Valiéndose de su influencia en la corte de Francia, consiguió que los jesuitas fuesen bien recibidos en ese país y fundasen varios colegios. Por otra parte reformó las misiones de la India, las del Extremo Oriente y dio comienzo a las misiones de América.

Entre su obra legislativa hay que contar una nueva edición de las reglas de la Compañía y una serie de directivas para los jesuitas dedicados a trabajos particulares. A pesar del extraordinario trabajo que desempeñó durante sus siete años de generalato, jamás se desvió un ápice de la meta que se había fijado, ni descuidó su vida interior.

Un siglo más tarde escribió el P. Verjus: "Se puede decir con verdad que la Compañía debe a San Francisco de Borja su forma característica y su perfección. San Ignacio de Loyola proyectó el edificio y echó los cimientos; el P. Laínez construyó los muros; San Francisco de Borja techó el edificio y arregló el interior y, de esta suerte, concluyó la gran obra que Dios había revelado a San Ignacio".

No obstante sus muchas ocupaciones, San Francisco encontraba tiempo todavía para encargarse de otros asuntos. Por ejemplo, cuando la peste causó estragos en Roma,1566, el santo reunió limosnas para asistir a los pobres y envió a sus súbditos, por parejas, a cuidar a los enfermos de la ciudad, no obstante el peligro al que los exponía.

Se le ofreció el cargo de cardenal y tenía posibilidades de llegar a ser Papa, pero no lo aceptó.

En 1571, el Papa envió al cardenal Bonelli con una embajada a España, Portugal y Francia, y San Francisco de Borja le acompañó. Aunque la embajada fue un fracaso desde el punto de vista político, constituyó un triunfo personal de Francisco. En todas partes se reunían multitudes para "ver al santo duque" y oírle predicar; Felipe II, olvidando las antiguas animosidades, le recibió tan cordialmente como sus súbditos.

Pero la fatiga del viaje apresuró el fin de San Francisco. Su primo el duque Alfonso, alarmado por el estado de su salud, le envió desde Ferrara a Roma en una litera. Sólo le quedaban ya dos días de vida. Por intermedio de su hermano Tomás, San Francisco envió sus bendiciones a cada uno sus hijos y nietos y, a medida que su hermano le repetía los nombres de cada uno, oraba por ellos.

Tenía una profunda devoción a la Eucaristía y a la Virgen Santísima. Gravemente enfermo, cuando solo le quedaban dos días de vida, quiso visitar el Santuario Mariano de Loreto.

Cuando el santo perdió el habla, un pintor entró a retratarle. Al ver al pintor, San Francisco manifestó su desaprobación con la mirada y el gesto y no se dejó pintar. Murió a la media noche del 30 de septiembre de 1572. Según la expresión del P. Brodrick fue "uno de los hombres más buenos, amables y nobles que había pisado nuestro pobre mundo."

La humildad

Desde el momento de su "conversión", San Francisco de Borja, canonizado en 1671, cayó en la cuenta de la importancia y de la dificultad de alcanzar la verdadera humildad y se impuso toda clase de humillaciones a los ojos de Dios y de los hombres. Cierto día, en Valladolid, donde el pueblo recibió al santo en triunfo, el P. Bustamante observó que Francisco se mostraba todavía más humilde que de ordinario y le preguntó la razón de su actitud. El replicó: "Esta mañana, durante la meditación, caí en la cuenta de que mi verdadero sitio está en el infierno y tengo la impresión de que todos los hombres, aun los más tontos, deberían gritarme: ‘¡Ve a ocupar tu sitio en el infierno!’".

Un día confesó a los novicios que, durante los seis años que llevaba meditando la vida de Cristo, se había puesto siempre en espíritu a los pies de Judas; pero que recientemente había caído en la cuenta de que Cristo había lavado los pies del traidor y por ese motivo ya no se sentía digno de acercarse ni siquiera a Judas. 

Francisco no se dejó engañar por el mundo. Sabiéndose nada confió todo en Jesucristo y logró la santidad.

Canonizado en 1671 .



En mayo de 1931, su cuerpo, venerado en la casa religiosa de Madrid, fue quemado en el incendio que causaron los revolucionarios.

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