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11:22 p.m.

Por: . | Fuente: Vaticanradio.org

Obispo y Fundador de la Comunidad de las Hermanas de San José

Recordar tu vida es ver al apóstol de débil contextura física, que llegó a ser un sólido soporte moral para la fe de muchos.

Naciste el 1 Abril de 1824 en Bécancour, Quebec, Canada.

Ya desde niño mostraste excepcionales signos de fe, devoción y amor por las cosas espirituales. En un corazón así cultivado, muy pronto aparecieron los signos de la vocación sacerdotal. Pero, como era de esperar, al ver tu fragilidad física, te recomendaron que mejor abandonases la idea y siguieses por otro camino.

Pero cuando la vocación viene de Dios, no hay otro camino que pueda reemplazarla. Aunque algunas puertas se te cerraron, una se te abrió que te permitió entrar por el camino de la carrera sacerdotal.

Mons. Prince, obispo de Montreal, al descubrir la sinceridad de tu vocación, te recibió en su seminario. Y así empezó una carrera sacerdotal que no paró hasta, nada menos, en la consagración episcopal.

El Frágil Zeferino llegó a ser Obispo de Saint-Hyacinthe. Tu sensibilidad y fragilidad natural fueron en este cargo, una ayuda más que un estorbo. Ellas te ayudaron a ser sensible a las necesidades de la gente. Con todos mostrabas una gran dulzura, caridad excepcional y gran humildad. La gente te conocía con el cariñoso nombre de "el buen Mons. Moreau".

Visitabas con regularidad y dedicación a toda tu grey, ya que querías sentir en primer plano sus necesidades y problemas y querías personalmente ayudarles, a encontrar el camino hacia el buen Dios. El clero encontró en ti un buen padre y un auténtico amigo en quien confiar. Tu fragilidad natural no te impidió salir al frente para combatir con valentía los muchos desordenes existentes en la época: intemperancia, falta de modestia, mala prensa, sociedades secretas, abusos políticos. Con todos mostraste firmeza y, al mismo tiempo, dulzura. Mucha gente te escribía y a todos contestabas. Esto hizo que pudieras dejarnos en herencia un tesoro epistolario de más de 15,000 cartas.

Beato Luis Zeferino Moreau, gracias por tu vida y por tu ejemplo. Nunca olvidaremos cómo Dios hizo de un hombre frágil un campeón del apostolado.

Hoy la Iglesia, llena de alegría, conmemora el nacimiento para el cielo del Beato Luis Zeferino Moreau, quien muriera santamente en un día como hoy de 1901 en Saint-Hyacinthe, Canadá.

Fue beatificado por S.S. Juan Pablo II el 10 de mayo de 1987.

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11:22 p.m.

Por: . | Fuente: Franciscanos.org

Sacerdote franciscano español, misionero y mártir en Marruecos.

Nació el Beato Juan de Prado en Morgovejo, en el reino de León, de una familia ilustre en toda España.

A los cinco años quedó huérfano, por lo que un sacerdote, movido a piedad, le envió a Salamanca para su educación; pero desaparecidos sus bienes por culpa de su tutor, bien pronto empezó a sentir gran fastidio por el mundo; y a los veinticuatro años abrazó el estado religioso tomando el hábito franciscano en la Provincia de San Gabriel.

Desde el primer momento se distinguió por su gran amor a la perfección, y, estudiada la teología, fue destinado a predicar y confesar, ministerios para los cuales estaba favorecido del cielo con dotes singulares. Estas ocupaciones no le impedían la presencia continua de Dios y el ejercicio de la santa oración, en la que concibió deseos de pasar a tierra de infieles para ejercer allí su apostolado, aunque todavía no era el momento oportuno. Mientras llegaba éste, se dio a la austera mortificación de su carne, ayunando todo el año, durmiendo en el suelo y macerándose con cilicios y disciplinas. A la mortificación exterior unía la del espíritu, obedeciendo a todos, hasta a los novicios, haciendo los oficios más humildes aun siendo Guardián de Badajoz y de Sevilla.

A pesar de ser angelical, le levantaron una grave calumnia contra la pureza, que soportó en silencio sin defenderse, manifestando que sólo sentía el escándalo y el desdoro de la Orden. Bien pronto resplandeció su inocencia, y dadas todas las satisfacciones imaginables, fue nombrado Provincial en atención a su prudencia, a su severidad consigo mismo y su celo por la observancia.

Pudo conseguir, no sin graves dificultades, el permiso para trasladarse a Marruecos, para lo que obtuvo licencia de Urbano VIII, y en Mazagán se dedicó con gran celo a la evangelización de los soldados y demás fieles, que estaban muy abandonados en sus deberes religiosos.

Quiso salir de Mazagán para la capital, adonde iba destinado, pero se lo impidieron repetidas veces con pretextos de prudencia hasta que acompañado de otro fraile, el P. Matías, logró sus anhelos. Al llegar a las cercanías de Marrakech y ver a los esclavos cristianos, abrazóse a ellos, los consoló y les prometió dedicarse por completo a la atención de sus almas. Bien pronto tuvo noticia el Sultán de la llegada de los dos religiosos, y los hizo comparecer en su presencia. Al conocer el objeto de su venida, los encerró en un calabozo, cargados de cadenas. Venía con ellos un fraile hermano lego, a quien, como al P. Matías, había profetizado el beato Juan la próxima libertad después de morir él.

Los obligaron a moler diariamente muchos kilos de sal para fabricar pólvora, y cuando no terminaban la cantidad de labor señalada, les castigaban con palos. Sus cadenas no les impedían decir misa cotidianamente, enseñar y alentar a los cautivos y trabajar en la conversión de los paganos. Cuantas veces fue llamado a la presencia del rey, otras tantas dio respuestas dignas de los primeros mártires del cristianismo, tan claras y enérgicas, con tales razones, que parecían convencer o al menos confundir al rey.

Un día, por fin irritado del valor intrépido del santo, lo mandó azotar atado a una columna, y como no cesase de predicar la fe cristiana, el mismo rey le dio un fuerte golpe en la cabeza con su cimitarra. Después lo asaetearon y, como aun tuviera vida, después de darle muchas puñaladas, lo echaron en una hoguera para quemarlo vivo. Allí lo remataron a pedradas, rompiéndole el cráneo de un cruel hachazo.

Sus venerandos restos fueron traídos a España por sus compañeros, y recibidos con gran honor en Sanlúcar de Barrameda por el duque de Medina Sidonia, siendo trasladados años después a Santiago de Galicia.

Sufrió el martirio el 24 de mayo del año 1631, a los sesenta y ocho años de edad.

Glorioso por los milagros que obraron sus sagradas reliquias, lo beatificó Su Santidad Benedicto XIII, siendo venerado como patrón y protector de las misiones franciscanas de Marruecos.

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11:22 p.m.

Por: . | Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01

Alrededor del año 517, nació Simeón en Antioquia, de una mujer llamada Marta, que también es venerada como santa. Su padre, natural de Edessa, pereció en un terremoto cuando Simeón tenía cinco años. Desde entonces, se contaban cosas extrañas sobre el chiquillo, quien acabó por alejarse de su ciudad natal y anduvo errante por las montañas hasta llegar a un pequeño monasterio en el que se refugió y, por expreso deseo, se puso bajo la guía y la tutela de un estilita muy conocido que se llamaba Juan. Durante el resto de su vida, el ermitaño se ocupó de Simeón, quien también construyó su pilar cerca del de su maestro. Desde la edad de siete años, antes de haber perdido sus dientes de leche, Simeón estableció su morada en la columna. Muy pronto la fama de su excentricidad, de su santidad y de sus poderes para realizar milagros, se extendió tanto que, para evitar la constante visita de peregrinos, Simeón se retiró a vivir en la cumbre de una roca, sobre una montaña inaccesible que llegó a conocerse con el nombre de Monte de Maravillas. Por entonces, tenía veinte años. Una década después, como resultado de una visión, estableció un monasterio para sus discípulos y mandó levantar una nueva columna para él mismo, a la que fue conducido, solemnemente, por dos obispos.

De esta manera extraordinaria, pero auténtica sin duda, vivió Simeón durante otros cuarenta y cinco años. De vez en cuando, se trasladaba a otro pilar; cuando tenía treinta y tres años, fue ordenado sacerdote, sin haber bajado de su columna, puesto que el obispo subió para hacerle la imposición de manos. Al parecer, sobre la columna había una plataforma de amplitud suficiente para que Simeón pudiese celebrar la misa ahí mismo; sus discípulos ascendían por una escalera para recibir la comunión de sus manos. En los registros de su historia se afirma que Dios manifestó la santidad de su siervo con el don de hacer milagros, sobre todo la curación de enfermos, el vaticinio de las cosas por venir, y el conocimiento de los pensamientos secretos de los demás. Evagrio, historiador sirio, fue testigo de muchas de aquellas maravillas y asegura que experimentó por sí mismo el poder de Simeón para leer los pensamientos, cuando lo visitó para pedirle consejos espirituales.

Verdaderas multitudes procedentes de todas partes acudían a San Simeón en busca de una palabra de consuelo y con la esperanza de presenciar algún milagro o beneficiarse con él. Después de la muerte de San Juan el Estilita, ya nadie pudo restringir las austeridades a que se entregaba Simeón. Evagrio dice que se mantenía enteramente con una dieta de frutas y hortalizas. Simeón escribió al emperador Justino II para pedirle que castigase a los samaritanos que habían atacado a los cristianos de las vecindades, y San Juan Damasceno atribuye a Simeón un breve texto en que alaba la veneración a las sagradas imágenes. Hay otros escritos, homilías e himnos, que también se le atribuyen, pero sin razón suficiente. Simeón había vaticinado que Justino II sucedería a Justiniano, y a Juan el Escolástico, que llegaría a ser elegido para la sede de Constantinopla, como efectivamente lo fue.

El que haya sido un estilita desde niño y desplegara sus manifestaciones espirituales desde su tierna edad; el que llegase a vivir casi sin comer y sin dormir; sus luchas con los espíritus malignos, sus mortificaciones físicas y sus numerosos milagros, como se relata en su biografía, tienen un carácter tan especial, que cualquier lector se inclinará a pensar que se trata de un personaje de fábula. El padre Delehaye dice que se trata de un documento fuera de lo común que debe leerse con buen sentido; pero sus declaraciones pueden ser comprobadas y, por cierto, que no carecen de veracidad histórica. El santo enfermó en mayo de 592. El patriarca Gregorio de Antioquia, al saber que agonizaba, corrió para ayudarle en sus últimos momentos; pero San Simeón murió antes de que él llegara.

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Por: Lamberto de Echeverría, Bernardino Llorca y José Luis Repetto Betes | Fuente: AÑO CRISTIANO Edición 2004

Presbíteros y Mártires

Martirologio Romano: En la ciudad de Witowo, en Polonia, beatos José Kurzawa y Vicente Matuszewski, presbíteros y mártires, asesinados por los perseguidores de la Iglesia cuando, en tiempo de guerra, su patria estuvo sometida por la fuerza a un poder extranjero. ( 1940)

Fecha de beatificación: 13 de junio de 1999 por el Papa Beato Juan Pablo II como parte de un grupo de 108 mártires polacos.

Breve Biografía


En la madrugada del 23 de mayo de 1940 la policía nazi sacó de la casa rectoral en que dormían al párroco y al coadjutor de la parroquia de Osiecyni, Polonia, y los obligó a montar en un coche, que de inmediato tomó la carretera en dirección a Witowo. Cuando había recorrido unos cinco kilómetros, el coche paró, los sacerdotes fueron obligados a descender de él y fueron asesinados con tiros de pistola. Sus cuerpos quedaron en una fosa al borde de la carretera.

Este trágico final lo habían visto venir no pocas personas como consecuencia de la actitud valerosa que ambos sacerdotes venían mostrando desde la entrada de las tropas nazis en la población tras desencadenarse la II Guerra Mundial. Ellos no habían querido dejar el pueblo porque decían que su sitio estaba junto a los fieles, y seguían ejerciendo su ministerio con toda la normalidad que les era posible. Más aún, llegado el día del Corpus Christi decidieron sacar la tradicional procesión a la calle, acto al que los fieles acudieron, y que disgustó sobremanera a las autoridades de ocupación. El antiguo alcalde del pueblo acudió al párroco para decirle que era perentorio que ambos se marcharan. El párroco dijo que él de ningún modo se iba pero que el coadjutor era libre de hacerlo, a lo que éste igualmente se negó diciendo que no pensaba abandonar a su párroco. Su valentía y firmeza les costó la vida.

El párroco se llamaba Vicente Matuszewski y había nacido en Chruscienska Wola el 3 de marzo de 1869, ordenándose de sacerdote el 17 de febrero de 1895. Estuvo destinado en diferentes parroquias hasta que en 1918 se le nombró en la de Osiecyni, donde trabajó con gran entrega y mucho fruto. El obispo quiso premiar ese trabajo nombrándole canónigo de la colegiata de Kalisz sin por eso tener que dejar su parroquia.

El coadjutor se llamaba José Kurzawa y había nacido en Swierczyn el 6 de enero de 1910, ordenándose sacerdote el 14 de junio de 1936. Fue destinado a la parroquia de Osiecyni como primer encargo, siendo además de vicario parroquial el prefecto de las escuelas locales. Era muy apreciado por su mansedumbre y bondad.
 

AÑO CRISTIANO Edición 2004
Autores: Lamberto de Echeverría (†), Bernardino Llorca (†) y José Luis Repetto Betes
Editorial: Biblioteca de Autores Católicos (BAC)
Tomo V Mayo ISBN 84-7914-709-1

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Obispo y Mártir

Martirologio Romano: En Langres, en la Galia Lugdunense, hoy Francia, martirio de san Desiderio, obispo, de quien se narra que viendo a su grey oprimida por los vándalos, se dirigió a su rey para suplicar por ella, pero por orden del monarca fue condenado a muerte, ofreciéndose así, libremente, por las ovejas que le habían sido confiadas. ( c.355)

Breve Biografía

Su existencia en el siglo IV está garantizada por San Atanasio, que lo menciona como participante y subscritor del Concilio de Sárdica del año 343; su nombre aparece también en las actas del pseudo-concilio de Colonia del 346. San Desiderio ocupa el tercer lugar en la lista de obispos de Langres (Francia), aunque parece que era procedente de las inmediaciones de Génova, y designado a la sede de Langres de alguna manera milagrosa.

Un clérigo de dicha ciudad, de nombre Varnacario escribió, al inicio del siglo VII, un relato del martirio de San Desiderio, lo hizo basándose en tradiciones locales. Según Varnacario, el obispo Desiderio habría sido decapitado durante una invasión de los vándalos guiados por Croco; es posible que haya aquí una cierta confusión en las tradiciones locales, porque Langres tuvo diversas invasiones bárbaras, y la de los Alemanes comandados por el auténtico Croco (298-307) no coinciden con las fechas de permanencia de Desiderio como obispo de Langres; probablemente la mencionada invasión sea la de los Germanos entre los años 355 - 57, misma que fue repelida por el emperador Juliano el Apóstata.

Una leyenda dice que el santo obispo, después de su decapitación, como tantos otros “cefalóforos” (que cargan sus cabezas), recogió su cabeza y volvió a entrar en la ciudad a través de una apertura de la roca que se abrió para dejarlo pasar; esa abertura sigue siendo exhibida hoy.

El culto de san Desiderio de Langres es indisputablemente anterior al siglo VII, y el Martirologio Jeronimiano lo menciona el 11 de febrero; pero en el siglo XI, por error de un copista, error que luego fue copiado por otros, fue confundido con San Desiderio de Vienne. En la actualidad al Santo Obispo de Vienne se lo recuerda el 26 de mayo, y al de Lagres el 23 del mismo mes.

La ciudad de Langres lo recuerda el 19 de enero, aniversario de la traslación de las reliquias, acaecida en el año 1315. Su culto se difundió no sólo en Francia, sino también en Italia, Suiza y Alemania; es el patrono de la ciudad de Langres, y muchas iglesias de las diócesis están dedicadas a él; su tumba estaba al cuidado de un priorato benedictino en el centro de la ciudad. En 1354 se fundó en su honor una célebre confraternidad de la que formaron parte reyes y príncipes.

A San Desiderio se lo tiene como intercesor en los partos difíciles y como testigo de la verdad de un juramento.

responsable de la traducción: Xavier Villalta

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Por: . | Fuente: P. Felipe Santos || «Vidas de los santos», Alban Butler

Monje

Martirologio Romano: Cerca de Gemboux, en la comarca de Lieja, en Lotaringia, hoy en Bélgica, sepultura de san Guiberto, monje, que, habiendo abandonado sus insignias militares y abrazado la disciplina de la vida monástica, construyó un cenobio en un terreno de su heredad, retirándose después al monasterio de Gorze. ( 962)

Etimológicamente: Guiberto = “protector”. Viene de la lengua alemana.

Guiberto presintió en su corazón la presencia de Alguien que lo llamaba a ser feliz, alejado de tantos bienes como le había dejado su padre en herencia.

Guiberto descendía de una de las más ilustres familias de Lotaringia. Después de una brillante carrera militar, Guiberto se sintió llamado por Dios a abandonar el mundo y practicar la vida solitaria en una de sus posesiones. Durante sus años de vida eremítica, maduró el proyecto de fundar un convento en que los monjes, totalmente retirados del mundo, se consagrasen a cantar incesantemente las divinas alabanzas. La abuela de san Guiberto, que se llamaba Gisla, contribuyó a la dotación de la fundación. El primer abad fue un hombre de Dios, llamado Herluino. En cuanto el nuevo convento quedó organizado, San Guiberto se retiró a la abadía de Gorze, en la que tomó el hábito; así pudo librarse de las muestras de respeto que le prodigaban los monjes de Gembloux y evitar toda forma de complacencia.

Algún tiempo antes de su muerte, los monjes de Gembloux, al acordarse de él, fueron a pedirle que regesara al monasterio. San Guiberto pasó los últimos años de su vida en Gorze, donde sufrió una dolorosa enfermedad. Murió a los setenta años de edad, el 23 de mayo de 962. Su tumba se vio honrada con numerosos milagros.

En toda la Edad Media, Gembloux fue un atractivo religioso de primer orden debido al desprendimiento de este joven que, en lugar de enamorarse de las riquezas materiales, se enamoró de Cristo.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

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11:23 p.m.

Por: . | Fuente: EWTN.com

Viuda y Fundadora

Martirologio Romano: En Barcelona, en España, santa Joaquina de Vedruna. Madre de familia, educó piadosamente a sus nueve hijos y, una vez viuda, fundó el Instituto de las Carmelitas de la Caridad, soportando con tranquilidad de ánimo toda clase de sufrimientos hasta su muerte, que ocurrió por contagio del cólera (1854).

Fecha de canonización: Fue declarada santa por el Papa Juan XXIII en 1959 (siendo ella la primera persona que canonizó este Pontífice).

Breve Biografía

Esta es una santa que duró casada hasta los 33 años. Tuvo ocho hijos y bastantes nietos. A los 47 años fundó la Comunidad de las hermanas Carmelitas de la Caridad, y al morir a los 61 años había fundado conventos, escuelas y hospitales en diversos sitios de España.

Nació en Barcelona, España, en 1773. Su padre, Don Lorenzo de Vedruna, era rico y alto empleado del gobierno. Su familia era muy católica.

La niña desde muy pequeña tuvo mucha devoción al Niño Jesús y a las benditas almas.

Algo que la caracterizó desde sus primeros años fue un gran amor a la limpieza. No toleraba ninguna mancha de mugre en sus vestidos. Y esto la fue llevando a no tolerar tampoco manchas de pecado en su alma.

A los doce años sintió un gran deseo de ser religiosa carmelita. Pero las monjitas no la aceptaron porque les parecía muy niña todavía para decidirse por la vocación religiosa.

A los 26 años, en 1799, contrae matrimonio con un rico hacendado, don Teodoro de Mas, muy amigo de su padre, y empleado oficial como él. Teodoro estimaba mucho a las tres hijas de Don Lorenzo y para decidirse por una de ellas les llevó un pequeño paquetico de dulces de regalo. Las dos primeras lo rechazaron como un regalo demasiado infantil, pero Joaquina lo aceptó con alegría exclamando: "Me encantan las almendras". Este gesto de humildad decidió al joven a elegirla como esposa.

Al principio de su matrimonio sentía a veces serios escrúpulos por no haber seguido la vocación de religiosa que de niña tanto le llamaba la atención, pero su esposo la consolaba diciéndole que en la vida de hogar se puede llegar a tan alta santidad como en un convento y que con sus buenas obras de piedad iría reemplazando las que iba a hacer en la vida religiosa. Esto la tranquilizó. 16 años vivió con su esposo, y Dios le regaló ocho hijos. Y como premio a su sacrificios, cuatro hijas se hicieron religiosas, y varias de sus nietas también.

Cuando Napoleón invadió España; el esposo de Joaquina se fue al ejército a defender la patria y participó valerosamente en cinco batallas contra los invasores. Joaquina y sus niños tuvieron que abandonar la ciudad de Barcelona y huir hacia la pequeña ciudad de Vich.

Cuando Joaquina y sus hijos andaban por la llanura huyendo, de pronto apareció una misteriosa señora y la condujo hasta Vich a casa de una familia muy buena, que los recibió con gran cariño. Enseguida la Señora desapareció y nadie pudo dar razón de ella. Joaquina creyó siempre que fue la Sma. Virgen quien llegó a auxiliarla.

Un día mientras estaba rodeada de su familia, le pareció oír una voz que le decía: "Pronto te vas a quedar viuda". Ella se preparó a aceptar la voluntad de Dios, y a los dos meses, aunque su esposo gozaba de buena salud, y apenas tenía 42 años, murió imprevistamente. Joaquina quedaba viuda a los 33 años, y encargada de ocho hijitos.

Desde aquel día dejó todos sus vestidos de señora rica. Y se dedicó por completo a ayudar a los pobres y a asistir a los enfermos en los hospitales. Al principio la gente creía que se había vuelto loca por la tristeza de la muerte de su esposo, pero pronto se dieron cuenta de que lo que se estaba volviendo era una gran santa. Y admiraban su generosidad con los necesitados. Ella vivía como la gente más pobre, pero todas sus energías eran para ayudar a los que padecían miseria o enfermedad.

Durante diez años estuvo dedicada a penitencias, muchas oraciones y continuas obras de caridad, pidiéndole a Dios que le iluminara lo que más le convenía hacer para el futuro. Cuatro de sus hijas se fueron de religiosas y los otros cuatro hijos se fueron casando, y al fin ella quedó libre de toda responsabilidad hogareña. Ahora iba a poder realizar su gran deseo de cuando era niña: ser religiosa.

Se encontró providencialmente con un sacerdote muy santo, el Padre Esteban, capuchino, el cual le dijo que Dios la tenía destinada para fundar una comunidad de religiosas dedicada a la vida activa de apostolado. El sabio Padre Esteban redacta las constituciones de la nueva comunidad, y en 1826, ante el Sr. Obispo de Vich, que las apoya totalmente, empieza con ocho jovencitas su nueva comunidad a la cual le pone el nombre de "Carmelitas de la Caridad".

Pronto ya las religiosas son trece y más tarde cien. Su comunidad, como el granito de mostaza, empieza siendo muy pequeña, y llega a ser un gran árbol lleno de buenos frutos. Ella va fundando casas de religiosas por toda la provincia.

Tuvo Santa Joaquina la dicha de encontrarse también con el gran apóstol San Antonio María Claret cuyos consejos le fueron de gran provecho para el progreso de su nueva congregación.

Vino luego la guerra civil llamada "Guerra Carlista" y nuestra santa, perseguida por los izquierdistas, tuvo que huir a Francia donde estuvo desterrada por tres años. Allí recibió la ayuda muy oportuna de un joven misteriosos que ella creyó siempre haber sido San Miguel Arcángel, y Dios le preparó en estas tierras a una familia española que la trató con verdadera caridad.

Al volver a España, quizás como fruto de los sufrimientos padecidos y de tantas oraciones, empezó a crecer admirablemente su comunidad y las casas se fueron multiplicando como verdadera bendición de Dios.

En 1850 empezó a sentir los primeros síntomas de la parálisis que la iba a inmovilizar por completo. Aconsejada por el Vicario Episcopal renunció a todos sus cargos y se dedicó a vivir humildemente como una religiosa sin puesto ninguno. Aunque conservaba plenamente sus cualidades mentales, sin embargo dejó a otras personas que dirigieran la Congregación. Dios le suscitó un nuevo y santo director para su comunidad, el Padre Bernardo Sala, benedictino, quien se propuso dirigir a las religiosas según el espíritu de la santa fundadora.

Durante cuatro años la parálisis se fue extendiendo y la fue inmovilizando por completo hasta quitarle también el habla. Vino luego una epidemia de cólera, la cual acabó con su vida y el 28 de agosto de 1854 pasó santamente a la eternidad.

Antes había tenido el gusto de ver aprobada su Comunidad religiosa por la Santa Iglesia en 1850. Y desde entonces ha venido ayudando de manera prodigiosa a sus religiosas que se han extendido por muchos países.

La Comunidad de Carmelitas de la Caridad tiene ahora 290 casas en el mundo con 2,724 religiosas. 40,079 niñas son educadas en sus colegios y 4,443 personas soln atendidas en sus hospitales.

Fue declarada santa por el Papa Juan XXIII en 1959 (siendo ella la primera persona que canonizó este Pontífice).

Santa Joaquina: sin hacer milagros en vida, y siendo una sencilla madre de familia, una esposa afectuosa, y una mujer que tuvo que sufrir mucho en la tierra, y que dedicó sus grandes energías en ayudar a los necesitados, sea para nosotros un modelo para imitar, y una poderosa protectora que ruegue por nuestra santificación y la salvación. Que Dios nos mande muchas santas como ésta, muchas Joaquinas más.

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Por: . | Fuente: Franciscanos.net

Sacerdote y mártir de la Primera Orden

Martirologio Romano: En Londres, en Inglaterra, beato Juan Forest, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores y mártir, que en tiempo del rey Enrique VIII, por defender la unidad católica consumó el martirio en la plaza de Smithfield, en Londres, donde fue quemado vivo junto con imágenes sagradas de madera ( 1538).

Fecha de beatificación: El Papa León XIII el 9 de diciembre de 1886 aprobó su culto.

Breve Biografía


Juan Forest nació en 1471, probablemente en Oxford, Inglaterra; a los diecisiete años vistió el hábito de los Hermanos Menores en Greenwich. Nueve años después fue enviado a Oxford para los estudios teológicos, realizados los cuales fue ordenado sacerdote y regresó al convento de origen. Del cardenal Wolsey recibió el encargo de predicar en la iglesia de San Pablo de Londres y al mismo tiempo fue escogido por la reina Catalina de Aragón primero como capellán, luego como confesor.

Gozó de la estimación y la amistad de Enrique VIII, hasta cuando Juan se declaró por la validez del matrimonio del rey, que quería disolverlo sosteniendo la invalidez de las primeras nupcias.

Juan Forest, guardián del convento, advirtió a los cohermanos en un capítulo de 1532 que el rey quería suprimir la Orden. Desde el púlpito de la iglesia de San Pablo había defendido enérgicamente la validez de las nupcias puesta en discusión y había hablado abiertamente contra Cromwell e indirectamente contra el rey. La condena papal de 1534 indignó a Enrique VIII, que suprimió los conventos de los franciscanos y les ordenó dispersarse en otros conventos. Al Beato Juan Forest, lo encontramos en prisión en Newgate, hasta 1534.

En 1538 Juan se encontraba en el convento de los Conventuales, en Smithfield. En aquella especie de confinamiento pudo mantener con la reina Catalina, con su dama de compañía Elisabeth Hammon y con el Beato Tomás Abekl una correspondencia que se conserva todavía por lo menos en parte. Escribió también un tratado contra Enrique VIII, que usurpaba el título de cabeza espiritual de la nación. Este tratado irritó al rey, que ordenó fuese arrestado. Conducido al tribunal, fue víctima de un juego de astucia. Se quería que él aceptase en bloque algunos artículos sometidos a su firma, pero cuando pudo leerlos uno por uno, entendió claramente que uno de ellos conllevaba un acto de apostasía. Los rechazó todos juntos y por esto fue condenado a la hoguera.

La ejecución tuvo lugar en Smithfield el 22 de mayo de 1538. En el lugar del suplicio, fue invitado a pedir perdón al rey y a hacer juramento de fidelidad, pero el mártir resistió impávido: antes bien, quiso añadir una bellísima profesión de fe católica: “Creo en la Iglesia, una, santa, católica, apostólica, romana. Juro que no me apartaré jamás del Papa, Vicario de Cristo, sucesor de San Pedro y Obispo de Roma. Aunque bajase un ángel del cielo y me insinuase algo distinto de esto que he creído por toda mi vida, aunque debiera ser despedazado parte por parte, miembro por miembro, quemado, ahorcado o se me infligiera cualquier otro dolor, no me apartaré de mi fe”. Fue atado de los costados y suspendido sobre las llamas. Murió a fuego lento orando e invocando el nombre del Señor. Tenía 67 años.

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11:23 p.m.

Por: . | Fuente: Santopedia.com

Fundadora

Martirologio Romano: En Lucca, en la región de Toscana, Italia, beata María Dominica Brun Barbantini, religiosa, fundadora de la Congregación de Hermanas Ministras de los Enfermos de San Camilo ( 1868).

Fecha de beatificación: 7 de mayo de 1995 por SS. Juan Pablo II.

Breve Biografía


Maria Doménica nació el 17 de enero de 1789 en Lucca, a los 12 años perdió el padre y a los 22, después de cinco meses de matrimonio, perdió el marido de paro cerebral.

Volvió todo su amor sobre Lorenzo, el único hijo nacido de tal matrimonio, y además dedicándose a las enfermas en las casas particulares. A los 31 años le murió el hijo de 8 años. Aun viviendo la pérdida en el lleno abandono a la voluntad de Dios, el sufrimiento fue enorme.

Rechazó distintas propuestas de matrimonio y siguió con la actividad de asistencia domiciliaria ya iniciada hace algunos años con otras mujeres: la Pía Unión de las Monjas Oblatas de la Caridad que ella misma había fundado. A los 36 años le murió entre los brazos la mamá diciéndole: ¿Haces todo lo que puedes para Dios y para tu Iglesia?

A los 40 años fundó el instituto de las Hermanas Oblatas Enfermeras bajo la protección de Maria SS. Dolorosa y con los consejos de Padre Scalabrini, después 2 años el instituto viene agregado a la Orden de los Camilianos con el nombre de Ministras de los Enfermos. La actividad fue enfocada sobre enfermas y niños, pero Maria Doménica pasaba también mucho tiempo en la formación de sus hijas espirituales y en la oración enfocada sobre el Jesús que sufre. Exhortaba a sí misma y a sus hijas a rezar antes de ir a asistir a las enfermas: "cuando Irán a los enfermos, recuerdan que están asistiendo a un Dios humanizado y expirante sobre la cruz".

Los puntos fijos de su vida fueron dos: la caridad heroica para descubrir y servir a Jesús en los enfermos y la transformación del sufrimiento propio en amor hacia el otro. La condición para vivir estas dos actitudes era una profunda humildad y apertura de corazón a los deseos de Dios. Maria Dominica construyó paz en sí (un corazón unificado en el amor) y alrededor de a sí (en la familia, en la comunidad, en la Iglesia), compartiendo esto sobre todo con los enfermos.

El 22 de mayo de 1868 a los 79 años Maria Doménica murió santamente: ¿Yo tengo que morir así? he pedido siempre al Señor tanto amor y tanto dolor? el dolor no me falta, pero ¿el amor?. Muriendo mantuvo en el rostro la misma sonrisa que había habido siempre en vida.


 

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11:23 p.m.

Obispo

Martirologio Romano: En Dariorige (hoy Vannes), en la Bretaña Menor (actualmente en Francia), conmemoración de san Paterno, obispo, de quien se cuenta que en este día fue ordenado obispo en el concilio provincial reunido por san Perpetuo de Tours en esta misma sede ( c.460-490).

Etimológicamente: Paterno = Padre, es de origen latino.

Breve Biografía


San Paterno de Vannes nació probablemente en Poitiers, Francia, y llegó a ser obispo de Vannes, en ese mismo país.

A diferencia de los demás obispos fundadores de diócesis en Bretaña, San Paterno no era de origen bretón. Por su nombre, su origen quizás haya sido galo romano. Sin embargo se desconocen muchos detalles acerca de su vida.

Al parecer, un concilio del año 465 celebrado por seis obispos resolvió la necesidad o la contingencia de nombrar un obispo para Vannes, y el cargo recayó en San Paterno.

Luego de fijar los límites del nuevo obispado, San Paterno enfrentó difíciles conflictos, tanto con los partidarios de un cristianismo local de tradición celta, como los de un cristianismo de corte más bien galo-romano.

Una inmigración de bretones que regresaba de la Gran Bretaña vino a complicarle la situación, pues tenía que conciliar a gente con ideas y experiencias distintas. Dentro de este contexto, San Paterno fue un artífice de la unidad, y durante un tiempo supo mantener el equilibrio con las distintas facciones en pugna.

Sin embargo, las intrigas y la incomprensión lo forzaron a dimitir y a exilarse, por lo que se retiró a la soledad de una ermita, donde murió en penitencia y en el olvido total.

En 1964, el papa Paulo VI declaró a San Paterno santo patrono de la diócesis de Vannes.

San Paterno de Vannes nos enseña la importancia de transmitir y mantener la unidad entre grupos con intereses distintos.

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Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En Três Passos, Brasil, beatos Manuel Gómez González, presbítero, y Adílio Daronch, joven acólito suyo, mártires. ( 1924)

Fecha de beatificación: 21 de octubre de 2007, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI

Nació el 29 de mayo de 1877 en As Neves (cerca de Tuy, provincia de Pontevedra, España). Al día siguiente fue bautizado en la iglesia parroquial. Era el hijo primogénito de José Gómez Rodríguez y Josefa González Durán. Recibió la confirmación el 20 de septiembre de 1878.

Después de los estudios de primaria en su pueblo natal, entró en el seminario menor diocesano de San Pelayo, en Tuy. Luego pasó al seminario mayor, donde hizo los estudios de filosofía y teología. Recibió la ordenación sacerdotal el 24 de mayo de 1902.

Durante el breve período de tiempo que permaneció en su diócesis, ejerció el ministerio sacerdotal como coadjutor en la parroquia de As Neves, pero en 1905, con los debidos permisos, se incardinó en la vecina archidiócesis de Braga (Portugal). Allí, su primer cargo fue el de párroco de Nossa Senhora di Extremo, en Valdevez (1906-1911). Luego fue trasladado a las parroquias de Taias y Barroças, en Monsão, donde estuvo hasta 1913 cuando, a causa de la persecución religiosa en Portugal, le permitieron partir para Brasil.

En este nuevo destino, después de una breve estancia en Río de Janeiro, monseñor Miguel de Lima Valverde, lo acogió en la diócesis de Santa María (Rio Grande do Sul). Cuando el párroco de Saudade, João Antônio Faria, también él de la archidiócesis de Braga, tuvo que volver a Portugal por enfermedad de su padre, don Manuel lo sustituyó durante varios meses; al regresar don João, le ayudó como coadjutor hasta que, a fines del año 1915, el obispo nombró al padre Manuel párroco de Nonoai.

En su parroquia, que tenía una extensión inmensa, promovió y organizó la catequesis; impulsó la participación de los fieles en las santas misas y en los sacramentos. Con tenacidad y gran celo apostólico logró vencer la indiferencia de mucha gente; asimismo, contribuyó a mejorar la calidad de vida de los fieles.

Allí llevó a cabo una labor pastoral tan intensa que en ocho años cambió el rostro de la parroquia, cuidando también de los indios. Recorrió a lo largo y a lo ancho el territorio de su vasta parroquia, fundando pequeñas comunidades. Dado que no había escuelas en aquellos lugares, abrió una en su propia casa; en ella enseñaba gratuitamente a niños y adolescentes. Además, como había gran carestía de todo, con espíritu de iniciativa, construyó un horno para la fabricación de ladrillos; así pudo edificar la casa parroquial y viviendas para la población, que destinó a los más pobres, los cuales no necesitaban pagar alquiler. Restauró la iglesia y se esforzó por fomentar el cultivo de arroz y patatas.

Como atestiguan quienes le conocieron, era un sacerdote alegre y caritativo. Sufría con los que sufrían. Hacía siempre el bien. Sepultaba a los muertos y ayudaba a las viudas.

Carmelinda Daronch Socal, hermana del acólito Adílio, muerto mártir con don Manuel, atestiguó: "Era muy amable y respetado por todos. Era considerado la persona más importante del lugar. Aconsejaba a las personas. Era caritativo. Poseía un carisma muy especial. Don Manuel enseñaba a orar, a leer y a escribir. Sus misas eran muy hermosas. Yo participaba siempre en las celebraciones con mi familia".

Otra hermana de Adílio, Zolmira, también da un testimonio de su admiración por el santo párroco: "Don Manuel era una persona muy amiga de mi familia. Él y mi padre dialogaban con frecuencia. Fue él quien me dio la primera Comunión. Todos los parroquianos lo admiraban porque era una de las pocas personas que se preocupaba de la gente e instruía a los fieles. Don Manuel era simpático, amable, humilde; tenía buenas relaciones con todos. Era un hombre trabajador, recorría todos los lugares a lomos de su asno".

En varias ocasiones debió ocuparse incluso de la vecina parroquia de Palmeiras das Missões, en calidad de administrador, en la región de Colônia Militar, cerca del río Uruguay, en las inmediaciones de la frontera con Argentina. Fue precisamente en el territorio de esta segunda parroquia encomendada a su cuidado pastoral donde sufrió el martirio.

En el mes de mayo de 1924, el obispo de Santa María, monseñor Àtico Eusébio da Rocha, le pidió que fuera a visitar a un grupo de colonos brasileños de origen alemán instalados en la floresta de Três Passos. El padre Manuel celebró la Semana santa en la parroquia de Nonoai; luego emprendió el viaje, acompañado del joven Adílio, sin preocuparse de los peligros de esa región, sacudida por movimientos revolucionarios.

La primera etapa fue Palmeiras das Missões —distante 80 km—, donde administró los sacramentos. Prosiguió después su viaje hasta Braga y, luego, a Colônia Militar donde, el 20 de mayo de 1924, celebró por última vez la santa misa.

Los fieles indígenas avisaron al sacerdote del peligro que correría si penetraba en la floresta, pero él no les hizo caso, porque ardía en deseos de llevarles la gracia divina.

Al llegar a un emporio, en busca de informaciones sobre cómo llegar a los colonos de Três Passos, se encontraron con algunos militares que, amablemente, se ofrecieron para acompañarlos. En verdad, se trataba de una emboscada organizada premeditadamente. El padre Manuel y su fiel monaguillo Adílio, que entonces sólo tenía dieciséis años, en realidad fueron llevados a una zona remota de la floresta, donde los esperaban los jefes militares para asesinarlos.

Un testigo narra: "No había pasado media hora cuando repentinamente se escucharon varios disparos procedentes del bosque, a poca distancia de donde nos encontrábamos. Eran las nueve de la mañana del miércoles 21 de mayo de 1924. Nos preguntábamos a qué habían disparado los soldados. Luego, cuando, media hora después, volvieron los militares, nadie se atrevía a decir nada, por miedo a los revolucionarios, y menos a ir al bosque a averiguar lo que había pasado. Podía haber sucedido cualquier cosa.

Al día siguiente, jueves, por la tarde, aparecieron dos asnos sin aparejos, comiendo. El campesino del lugar, al no conocerlos, los echó de allí; por la tarde, llegaron a la tierra del señor Diesel, el cual reconoció que eran los asnos del sacerdote y del muchacho. Sin perder un instante, montó a caballo y fue de prisa hasta la capilla católica de Três Passos. Al llegar, preguntó: ¿Ha llegado el padre Manuel para celebrar la misa? Le respondieron que no. Entonces dedujeron que los habían matado en la floresta de Feijão Miúdo".

Efectivamente, don Manuel Gómez González y Adílio Daronch, en un altozano, habían sido maltratados, y luego atados a dos árboles y fusilados, muriendo así por odio a la fe cristiana y a la Iglesia católica.

Reproducido con autorización de Vatican.va

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Monaguillo

Martirologio Romano: En Três Passos, Brasil, beatos Manuel Gómez González, presbítero, y Adílio Daronch, joven acólito suyo, mártires. ( 1924)

Fecha de beatificación: 21 de octubre de 2007, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI

Nació el 25 de octubre de 1908 en una familia descendiente de emigrantes de Italia. Sus abuelos, Sebastiano Daronch y Francesca Schena, llegaron a Brasil en 1890, junto con sus hijos Luigi, Vincenzo, Giovanna Maria y Pietro, el padre de Adílio. Se establecieron cerca de Río de Janeiro, pero Pietro, a la edad de 18 años, se trasladó a Dona Francisca (distante 30 km) para trabajar como aprendiz de zapatero y talabartero. El 15 de enero de 1905, se casó con Judithe Segabinazzi. El nuevo matrimonio se instaló en Dona Francisca, donde nacieron sus tres primeros hijos: Herminia, Abílio Francisco y Adílio. Sin embargo, algunos años después, la familia tuvo que trasladarse a Passo Fundo y luego a Nonoai.

Pietro y Judithe formaron un ambiente familiar unido y profundamente religioso. Eran muy caritativos. Dado que tenían una farmacia, aprovechaban la ocasión para ayudar a muchos enfermos que no tenían recursos: distribuían medicinas, sobre todo en el tiempo de la epidemia de fiebre española, en 1918, que mató a millones de personas en todo el mundo. Pietro murió el 5 de mayo de 1923 y Judithe el 23 de marzo de 1932.

Adílio era un niño sencillo y religioso. Le gustaba mucho orar y acompañar al párroco don Manuel. Sobre todo le ayudaba en las misas como monaguillo.

Cuando don Manuel recibió el encargo de dirigirse a la floresta de Três Passos, cerca de la frontera con Argentina, para realizar una visita pastoral a un grupo de colonos brasileños de origen alemán, tenía decidido llevar como acompañante a Cândido dos Santos, pero este se enfermó. Entonces pidió a Judithe Daronch que le permitiera llevarse a su hijo Adílio. Así la divina Providencia condujo al joven acólito hasta la gloria del martirio.

Reproducido con autorización de Vatican.va

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Por: . | Fuente: hermanacrescencia.com.ar // ACI Prensa

Martirologio Romano: En Vallena, Chile, Beata María Crescencia (María Angélica Pérez), religiosa de la Congregación de las Hijas de María Santísima del Huerto. ( 1932)

Fecha de beatificación: 17 de noviembre de 2012, durante el pontificado de Benedicto XVI

La beata María Crescencia Pérez nació en San Martín Provincia de Buenos Aires el 17 de Agosto de 1897, y nos dejó un 20 de mayo de 1932, dejándonos con su obra una enseñanza inquebrantable de servicio, obediencia y profundo amor a Dios, a su virgen del Huerto y al mundo que la necesitaba.

La vida de María Crescencia Pérez no es sino un mensaje de amor. Llevó siempre en su interior el fuego de un gran ideal: "Hacerse toda a todos". Este ideal, que fue el de su fundador, la quemó por dentro y la estimuló constantemente a donar su vida por la salvación de las almas.

Sencilla, serena, toda de Dios y al mismo tiempo, toda de los hombres, fue puesta en nuestro camino para ayudarnos a descubrir, con renovada audacia, la fuerza inicial y lo que tiene de genuino y de evangélico el carisma gianellino.

Los Perez y los Rodriguez que partieron de la Galicia española, tierra de grandes emigraciones, en un barco repleto de emigraciones plenos de esperanza rumbo a Sudamérica. Pero amargas realidades imprevistas, frenaban muchas veces el lejano entusiasmo de la partida; por el contrario, algunas veces incitaban reacciones impensadas en aquellas obstinadas voluntades.

Los inmigrantes se encontraban muchas veces en el nuevo mundo trabajando de sol a sol sus fértiles llanuras, navegando en los amplios ríos, o se instalaban en la periferia cuando no lograban asentarse en la ciudad. Pero con su pobreza de origen llevaban la riqueza de sus tradiciones católicas. Así sucedió con los Perez-Rodriguez que, ente la adversidad, no desesperaron. En Córdoba, en una jornada muy calurosa de mediados de diciembre de 1889, Agustín Pérez se casa con Ema Rodriguez, ante el altar de la Virgen del Pilar.

Debido a los momentos agitados que vivía la Argentina por esos tiempos, que hacían alternar partidos conservadores y liberales en el gobierno de las ciudades, sin apoyo alguno, la joven pareja se vé obligada a emigrar a Montevideo.

Estan solos. En la capital uruguaya nace su primer hijo, que muere a los tres años. Otro hijo se apaga al nacer. Sobreviven Emilio y Antonio. Pero en este país la joven pareja no encuentra horizontes de progreso y deciden retornar a la Argentina.

En San Martín, Buenos Aires, en el frío agosto de 1897, nace una criaturita, nuestra María Angélica. Al nacer la pequeña, las condiciones de la familia mejoraron, porque el padre, ya de treinta años, logra finalmente un trabajo en la Compañía Alemana de Electricidad.

Familia rica en fe y en hijos; nace Agustín, Aída, María Luisa, José María. Pero la joven madre se enferma y las criaturas asustadas la sentían toser en forma continua. Entonces el médico le dice que si no la llevan a un clima más templado, no le aseguraba que pudiese sobrevivir.

Y parten hacia pergamino con las pocas cosas que poseen, todos sus niños y una profunda fe.

Al atardecer, la madre calmada a los inquietos niños, los ponía a todos de rodillas a rezar el Rosario. Día tras día, transmite casi inconscientemente a sus hijos el concepto de la fe.

Y así crecieron estos niños, con esa madre fuerte que enseña a responder con amor al amor de Dios; al hablar de Él con conciencia plena; a transformar alegrías y dolores en momentos de gracia.

Crecieron con profundas convicciones religiosas, aunque al templo iban ocasionalmente porque estaban a tres horas de distancia.

"Vivíamos nuestra pobreza con alegría; cada pequeño suceso nos entusiasmaba. No conocíamos demasiado, no añorábamos la falta de tantas cosas… El ejemplo de nuestros padres simples y fuertes, ricos en fe y en amor, nos hacía crecer laboriosos. Tío José, hermano de mamá nos ayudaba, indicándonos una u otra posibilidad de trabajo, sugiriéndonos un patrón dispuesto a acogernos…"

La mayor parte del ciclo primario lo cursó en el Hogar de Jesús, de Pergamino. También allí se recibió de maestra de Labores.

Su vocación religiosa, que había ido creciendo a lo largo de todos estos años, tomó un curso definitivo cuando el 31 de diciembre de 1915 ingresó en el Noviciado de las Hermanas del Huerto, en Buenos Aires. Recibió el Santo Hábito el 2 de septiembre de 1918, en circunstancias en que moría su padre, don Agustín Pérez.

No deseando otra cosa que agradar a Dios con una vida santa y ser instrumento suyo para salvar a los hombres, se entregó totalmente a su misión, como Hija de la Caridad, haciéndose "Toda para Todos", en obediencia perfecta y en Caridad ilimitada.

Según sus testigos, la virtud sobresaliente de María Crescencia fue la humildad. Esta le permitió vivir las grandes exigencias de la Caridad fraterna y de la perfecta vida en común, con íntima y serena alegría. Era feliz de poder hacer la voluntad de Dios.

Los primeros años de su vida religiosa los dedicó a la niñez. Se desempeñó como maestra de Labores y Catequesis, en primer lugar en la Escuela Taller adjunto a la Casa Provincial y después en el Colegio del Huerto de Buenos Aires, en calle Rincón.

Una segunda etapa de su vida tuvo como destinatarios a los enfermos. Comenzó esta misión en el Sanatorio Marítimo de Mar del Plata (Solarium), lugar dedicado exclusivamente a la internación y atención de niños afectados de tuberculosis ósea.

Allí permaneció tres años. Como su frágil salud comenzó a declinar rápida y seriamente, sus superiores decidieron enviarla a un lugar donde el clima le ayudase a recuperarse. Eligieron para ello Vallenar, en la República de Chile, donde las Hermanas del Huerto atendían en el Hospital desde 1915. En el año 1928, la Hermana María Crescencia visitó por última vez Pergamino para despedirse para siempre de los suyos. Poco después acompañada por la Madre Provincial viajó a Chile, donde transcurrió la última etapa de su vida, ya que cuatro años después de su llegada entregó su alma a Dios, en Vallenar, luego de una vida heroica en la virtud.

En el momento en que María Crescencia llegaba a Vallenar bien puede decirse que las Hermanas del Huerto estaban escribiendo una página de oro de Congregación en América.

Vallenar, de aproximadamente 6.000 habitantes en aquel momento, seis años antes había sufrido un terrible y devastador terremoto, que destruyó casi la totalidad de las casa de la población.

A partir de este hecho doloroso, Vallenar entró en un largo proceso de reconstrucción, que se prolongó durante muchos años.

La gran pobreza en que vivían, el dolor de tantas familias sin techo, la soledad del lugar y las enormes distancias de otros pueblos, hicieron que se cumpliese claramente el deseo del fundador: "Lleven siempre la pobreza consigo y vayan donde por las dificultades del lugar y por la falta de medios otras Hermanas no pueden ir".

A pesar de lo mucho que le costó dejar su Patria, su familia y su comunidad, María Crescencia vio claramente la voluntad de Dios en las palabras de su Superiora y con gusto aceptó lo que Él le pedía. Ella había dicho: "Por cumplir la voluntad de Dios iría al fin del mundo". Vivió en Vallenar entregada totalmente al servicio de sus Hermanos enfermos, dentro de la alegría de a vida comunitaria y creciendo incesantemente en el Amor de Dios a quien había consagrado su vida, hasta llegar a decir: "Señor, que te ame tanto como te amas a ti mismo".

Ante el progreso y gravedad de su enfermedad, fue internada durante tres meses en un hospital cercano a Vallenar, totalmente aislada para evitar el contagio. Pero las últimas semanas de su vida la pasó nuevamente en Vallenar, en su comunidad, edificando a las Hermanas con su serenidad y profunda paz interior. Dios le tenía reservadas para este momento gracias muy especiales. Según las crónicas recibió en visión la visita del Fundador, San Antonio María Gianelli.

Desde la imagen de su cuadro de la Virgen del Huerto, que tenía junto a su lecho, María la bendijo a ella y a las Hermanas.

El niño Jesús hizo ademán de salir de los brazos de su Madre y María Crescencia extendió los suyos para recibirlo.

Con verdadera piedad recibió el Santo Viático, rodeada de su Superiora y Hermana y mientras rezaba con los presentes las oraciones de los agonizantes, se incorporó e inclinándose profundamente delante del cuadro del Sagrado Corazón de Jesús, repitió las palabras que el mismo Jesús le enseñaba: "Corazón de Jesús, por los sufrimientos de tu divino corazón, ten misericordia de nosotros".

Luego prorrumpió en una ferviente plegaria: "Corazón de Jesús bendíceme y bendice a estas mis Hermanas, dales fuerza para combatir con valor y procurar la salvación de las almas en estos tiempos difíciles. Bendice nuestro Instituto, del cual he recibido tanto bien y en el cual en estos momentos me considero la criatura más feliz del mundo. Te pido Corazón Santísimo de Jesús que mandes muchas y buenas vocaciones a nuestro Instituto, oh Corazón de Jesús: te pido una especial bendición para Chile y ya que es tu voluntad que me muera aquí contenta, te ofrezco este sacrificio por la paz y tranquilidad de esta nación".

Parece que el Corazón de Jesús le hacía ver el premio que le tenía preparado, porque ella continuó: "¿Cuándo, Señor, he merecido eso? ¿Qué son los sufrimientos de este mundo comparados con la felicidad del cielo? Dios mío, yo no soy más que una miserable criatura, la ínfima de todas, soy menos que un gusano de la tierra, ¿de dónde a mí tanta felicidad? Corazón de Jesús yo no merezco todo eso. Todo es obra de tu Corazón. Jesús Mío., quisiera amarte tanto como te amas a ti mismo".

Su deseo de unirse a Jesús era vehemente, por eso exclamó: "No me detengan mas... No me detengan mas... Sí, que todos vayan al Corazón Santísimo de Jesús. Allí encontrarán la salvación de su alma".

Finalmente dijo sonriendo: "Padre... en tus manos encomiendo mi espíritu. Así murió santamente, el 20 de mayo de 1932

A poco de morir en el colegio del Huerto de Quillota, distante 600 Km de Vallenar, estando las Hermanas reunidas percibieron una fragancia semejante al perfume de las violetas, que permaneció varios días dentro de los muros del colegio. Ante este hecho inexplicable, la Superiora dijo: "Ha muerto la Hermana Crescencia". Inmediatamente llegó un telegrama avisando su muerte.

Cuando la comunidad del Huerto dejó Vallenar, la población no quiso que se llevasen el cuerpo de quien llamaban "La santita". Por eso quedó allí 35 años, hasta que el 8 de noviembre de 1966 la Congregación dispuso el traslado de sus restos a Quillota. Provista de una pequeña urna, abrieron el ataúd para reducir sus restos, pero encontraron intacto y en perfecta conservación su cuerpo y su santo hábito. Toda la ciudad de Vallenar se congregó para constatar este hecho tan singular. Se realiza nuevamente el velatorio y luego fue llevada a Quillota donde descansó 17 años en la bóveda de las Hermanas.

En 1983 se trasladó su cuerpo al panteón de las Hermanas en Pergamino hasta el 26 de julio de 1986 en que, con motivo de la apertura del proceso diocesano en orden a su beatificación, se lo trasladó a la Capilla del Colegio del Huerto.
El 3 de octubre de 1990 la Sagrada Congregación para las causas de los Santos abrió el proceso en Roma.

Su tumba es constantemente visitada por numerosos peregrinos que de todas partes del país vienen a venerar sus restos, a pedir ayuda o a agradecer sus favores.

A través de estos hechos Dios comunica su mensaje y nos habla de secretos designios acerca de la Hermana María Crescencia.

Su muerte fue precio de vida y dio especiales frutos, en vocaciones y en gracias, sobre todo en orden espiritual. Estas gracias, en número cada vez mayor, siguen produciéndose hoy, a favor de quienes la invocan.

Su intercesión para la beatificación

El milagro reconocido se refiere a una joven víctima de hepatitis A fulminante, agravada por una diabetes infanto-juvenil, cuya posible y única solución podría haber sido un trasplante hepático que no se realizó.

Invocada la intercesión de la Hermana Crescencia sobre una reliquia de la Sierva de Dios, a los cinco días el mal había desaparecido sin que mediara explicación científica.

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Por: . | Fuente: Mercaba.org

Comerciante

Martirologio Romano: Conmemoración de santa Lidia de Tiatira, vendedora de púrpura, que fue la primera que creyó en el Evangelio en Filipos, en Macedonia, cuando lo predicó el apóstol san Pablo (s. I).
Ser el primero en hacer algo es un modo seguro de hacer que tu nombre figure en el libro de los récords. La primera persona en dar la vuelta al globo. La primera persona en correr la milla en menos de tres minutos. La primera persona en llegar al Polo Sur. Lidia también fue una de las primeras. Su familia fue la primera en Europa en convertirse al cristianismo y ser bautizada.

Lidia era una comerciante de púrpuras. Eso podría no significar mucho para nosotros hoy en día, pero en el siglo primero eso significaba que era una mujer muy rica. Dado que el tinte de la púrpura se extraía con muchas dificultades de cierto molusco, sólo una elite podía permitirse tener telas teñidas de ese color. Una mercader que vendiera ese tinte tan extremadamente costoso era rica, se mirase como se mirase.

La riqueza se cita a menudo como uno de los principales obstáculos al crecimiento espiritual.

Se nos advierte que "es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de los Cielos". Eso no significa, sin embargo, que ser pobre te haga mejor automáticamente. Una persona pobre que acumula unas pocas posesiones no es mejor que una persona rica que acumula muchas. No hay indicaciones de que Lidia abandonara su negocio tras convertirse al cristianismo. Pero hay muchas pruebas de que utilizó su fortuna sabiamente.

Entendió que el valor real de la riqueza reside en el modo en que la usas, no en cuánto tienes.

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Por: . | Fuente: Vatican.va

Sacerdote Fundador de la
Congregación de Hermanas de la Misericordia

Martirologio Romano: En Milán, Italia, beato Luis Talamoni, sacerdote, que, cultivando su vocación de educar a los jóvenes, ejerció su propio ministerio con mucha dedicación y activa participación a las dificultades de su tiempmo decidió fundar la Congregacion de Hermanas de la Misericordia (1926).

Etimológicamente: Luis = Aquel que es un guerrero ilustre, es de origen germánico.

Luis Talamoni nació en Monza el 2 de octubre de 1848, segundo de seis hijos de un modesto sombrerero. Frecuentó el oratorio del Carrobiolo, guiado por el barnabita Luis M. Villoresi, y fue uno de los primeros alumnos del instituto para los clérigos pobres fundado por el mismo padre.

Ordenado sacerdote el 4 de marzo de 1871 y licenciado en ciencias históricas y filosóficas, don Luis enseñó en el Colegio San Carlos de Milano, del 1875 hasta su muerte, en el Seminario de bachillerato de Monza.

Sus alumnos, entre los cuales el papa Pío XI, le miró como a un gran maestro, ejemplo de activa vida sacerdotal.

Su frecuente predicación fue siempre fructuosa, porque en su corazón tubo mucho amor por Dios y por los hombres.

En la catedral de Monza confesó por mucho tiempo, cada día, por 50 años; fue verdadero mártir del confesionario.

Siempre acogió con admirable paciencia a personas afligidas que pedían consejo, consuelo; sus bendiciones obtuvieron gracias del Señor.

Quiso mucho a los enfermos, especialmente a los más necesitados espiritualmente. Su caridad fue inmensa: era el hombre de todos.

La pública opinión siempre lo consideró como el mejor de los ciudadanos monzesi.

De 1893 a 1916 y aún en el 1923 don Talamoni participó en el Consejo municipal de Monza porque la población lo estimó y lo quiso; también los adversarios reconocieron su superioridad moral. A él estaba confiado el bien de los conciudadanos: fue realmente «Padre del pueblo».

Mons. Luis Talamoni vivió en tiempos muy difíciles por la situación de la Nación y por las luchas de pensamiento: fue clara y fuerte su fe, su comunión con el Papa y con el Arzobispo.

Fue incansable en procurar los intereses de las almas y los cuerpos de sus hermanos, Fruto de la caridad de este beato Sacerdote es la Congregación delle Suore Misericordine que continúan su obra de misericordia en la asistencia a los enfermos y privilegiar el hombre en situaciones de necesidad y malestar.

La vivísima, fama de santidad de Mons. Luis Talamoni, muerto el 31 de enero de 1926, ha llevado en el 1952 al inicio del proceso de canonización.

El día 11 de julio de 1992 el Santo Padre Juan Pablo II proclama oficialmente la Venerabilidad y el 12 de abril 2003 promulga el decreto de reconocimiento del milagro para la Beatificación.

Fue beatificado el 21 de marzo de 2004.

Reproducido con autorización de Vatican.va

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Por: . | Fuente: Ulsachihuahua.edu.mx

Religioso Lasallista

Martirologio Romano: En Fianarantsoa, Madagascar, beato Rafael Luis Rafiringa, religioso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de La Salle, que, convertido del paganismo, mantuvo la presencia y la vitalidad de la Iglesia en Madgascar cuando todos los sacerdotes habían sido expulsados. ( 1919)

Fecha de beatificación: 7 de junio de 2009, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI.

En 1856, al nacer Rafiringa (el 3 de noviembre) en el barrio de Mahamasina en Antananarivo, el país se hallaba poco o nada abierto a las influencias externas; a su muerte, acaecida el 19 de mayo 1919, Madagascar se había abierto a la civilización cristiana y era una colonia francesa desde hacía más de 20 años.

La vida de nuestro Beato transcurrió, pues, en un marco tradicional al inicio, luego con influencia franco-inglesa y finalmente totalmente francesa. El panorama en que tuvo que desenvolverse proyecta una luz muy especial sobre él, convirtiéndolo en un intérprete muy significativo de la evolución acontecida en su país.

El Hermano Rafael Luis Rafiringa se nos muestra, así, como el nuevo malgache situado sobre la cima de dos épocas. Y aún suscita en nosotros mayor interés porque sus vivencias atraviesan muchos y diferentes ámbitos: pagano, cristiano, escolar, literario, político y hasta judicial.

La personalidad del Hermano Rafael Luis Rafiringa asume realmente su verdadero significado sobre todo en el campo espiritual. Fue principalmente un hombre de Dios a quien las circunstancias empujaron a salir del ámbito circunscrito a la pequeña escuela para dar respuesta por sí mismo a una exigencia de la cual probablemente ni él mismo comprendiese el alcance.

Primer discípulo de San Juan Bautista de La Salle en Madagascar, dotado de una gran inteligencia y fuerza de voluntad, desafió las ambiciones de la familia y pidió, cuando tenía 14 años, unirse a aquellos “extraños” misioneros, no sacerdotes, recién llegados a la isla. El Hermano que se encargó de acompañarlo en la formación ¡no le concedió su autorización hasta después de un “aprendizaje” de siete años! Había madurado de modo sorprendente, creciendo humanamente, culturalmente y religiosamente. Escuela, traducción a la lengua malgache de obras francesas, composición de textos escolares: estas fueron sus constantes ocupaciones, hasta que, como consecuencia de los motines independentistas que estallaron en la isla, todos los misioneros extranjeros fueron expulsados y él se vio elegido, por aclamación popular, jefe de los católicos. En esa inesperada responsabilidad dio prueba inigualable de sus nada comunes capacidades, formando catequistas, organizando encuentros, reuniones y paraliturgias en cada rincón de la isla, escribiendo opúsculos y resúmenes de la doctrina católica, cantos y poesías. Cuando se concedió a los misioneros la posibilidad de regresar, maravillados, se encontraron las comunidades cristianas más numerosas y fervorosas que cuando las habían dejado.

Este pagano, convertido en dignísimo hijo de San Juan Bautista de La Salle, es una espléndida demostración del poder de la gracia de Dios cuando encuentra un terreno fértil. Por su ciencia, su actuación y su santidad es ya una de las glorias más genuinas de las que puede enorgullecerse la Gran Isla.

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Por: . | Fuente: Enciclopedía Católica || ACI Prensa

Mateo de Termini nació en la primera mitad del Siglo XIII en Termini, una villa de Sicilia, situación de la cual se deriva su nombre. Debido a que esa villa perteneció a la Arquidiócesis de Palermo, algunas veces este personaje es llamado también como Panormitano. El Breviario se expresa de él en términos de quem Thermenses at Panormitani civem suum esse dicunt. Al entrar a la religión cambió su nombre por el de Agostino, y más tarde agregó el de Novello, un título sugerido por su gran erudición y virtud.

Sus padres pertenecían a una familia noble que originalmente había venido de Cataluña, España, lo educaron de manera cuidadosa y le instruyeron en las ciencias conocidas. Primero la educación la recibió en casa, y luego en la ciudad de Boloña, donde en sus estudios consiguió altos honores especialmente en las ramas de ley civil y canónica. Al regreso a su tierra nativa, tuvo muchas posiciones de honor en la magistratura, realizando las tareas que imponían los diferentes cargos con prudencia y exactitud, a tal grado, que el rey de Sicilia, Manfredo, lo nombró como uno de sus asesores.

Fue de esta manera como acompañó al rey en su guerra contra Carlos de Anjou, quien le disputaba a Manfredo su derecho a la corona de Sicilia. En la batalla en la cual Manfredo fue muerto, el propio Agostino quedó en el campo de batalla en medio de los cuerpos de otros soldados. Permaneció inconsciente, pero después fue capaz de llegar a casa, y desilusionado con el mundo y con lo efímero de la gloria terrestre, se determinó a servir al Rey de Reyes, Jesucristo, desdeñando todos los honores y dignidades del mundo, al seguir la inspiración celestial.

Pidió ser admitido como hermano laico en la Orden de San Agustín, y fue recibido en el Convento de Tuscana, donde vivió desconocido para el mundo, lejos de su hogar y de su gente. Aquí se dedicó a los ejercicios de piedad y vivó tranquilamente, hasta que un imprevisto accidente le llevó de vuelta al mundo.

Lo que ocurrió fue que algunas propiedades que pertenecían al convento fueron reclamadas como propias por un diestro e instruido abogado de Siena, Giacomo Pallares. Agostino, en un documento escrito, defendió los derechos de la hermandad. Pallares sospechó que debajo del hábito de un hermano laico, se escondía quizá un jurista, de manera que le indicó que deseaba verlo. Para su sorpresa, reconoció en el religioso a su ex compañero de estudios de abogacía en la Universidad de Boloña, Mateo di Termini.

Una vez que lo hubo reconocido, Pallares no perdió tiempo en hacerle ver a los monjes a la persona y la preparación que tenían entre ellos. Cuando el General de la Orden, Clemente de Osimo se enteró de esto, hizo que Agostino, bajo los votos de obediencia, recibiera las Santas Ordenes y lo nombró como uno de sus asociados. Agostino reformó las Constituciones y coadyuvó a dar mayor esplendor a la Orden, de la cual llegó a ser General, un cargo al cual después renunció para vivir en retiro, dedicando así todo su tiempo al estudio, oración y penitencia. Por esos medios alcanzó un alto grado de perfección.

Antes de esa etapa final, fue nombrado General por Nicolás IV, con el cargo de Confesor y Gran Penitenciario. Una posición que aceptó en nombre de la obediencia, y con tanta reticencia y protestas, dado que se consideraba no merecedor de ello, que llegó a afectar visiblemente, al Papa y a los Cardenales.

En su retiro del convento de San Leonardo, cerca de Siena, se dedicó a la práctica de las virtudes propias del estado religioso, lo que llevó en grado heroico, pero también consumido por un ardiente sentido de la caridad. Debido a ello recolectó medios y fue capaz de prácticamente reconstruir un excelente hospicio y hospital para los enfermos y personas de avanzada edad, que no tenían medios para cuidar de si mismos durante los períodos de enfermedad, ni tenían un lugar para pasar sus últimos días.

Muchos milagros se han conseguido por medio de la intersección del Bendito Agostino, los que fueron confirmados y autenticados. Clemente XIII solemnemente lo beatificó, y Clemente XIV autorizó su culto el 23 de julio de 1770.

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11:23 p.m.
Nació en el año 909 en Baltonsborough, Glastonbury, Inglaterra.

Hijo de Heorstan, un noble de Wessex. Sobrino de San Athelm, y con parentesco con San Alphege de Winchester.

Obispo de Canterbury, Inglaterra. En su infancia y
juventud recibió una buena formación literaria y también en el arte de la pintura, orfebrería y en el manejo del arpa.

A raíz de una grave enfermedad se hizo monje.

Restauró la Abadía de Grastobury, donde poseía una pequeña fragua donde solía fabricar calices y otros objetos necesarios en la abadía.

Justamente en torno a su fragua existen leyendas en las que venció al demonio gracias a su agudeza. Una de ellas cuenta que una vez el diablo se le apareció como una bellísima mujer que intentó seducirlo, pero al ver que nuestro santo se mostraba indeferente retomó su forma real, ante lo que Dunstan optó por agarrarle la nariz con unas tenazas que estaban en el fuego hasta que el demonio aceptara su derrota.

Vivió exiliado en Gante hasta que fue llamado por el rey Edgar y pasó de la sede episcopal de Worchester a la de Londres y finalmente a la de Canterbury.

Se le recuerda como gran renovador de la vida
cristiana en Inglaterra.

Murió en el año 988 en Canterbury.

Es el patrono de los herreros, de los orfebres, de los joyeros, de los cerrajeros y de la diócesis de Charlottetown en Canadá.

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11:28 p.m.

Por: . | Fuente: EWTN.com

Religioso

Martirologio Romano: En Roma, san Félix de Cantalicio, religioso de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, el cual, con admirable austeridad y sencillez, ejerció el trabajo de recaudar la limosna en la ciudad eterna durante cuarenta años, sembrando al mismo tiempo paz y caridad a su alrededor († 1587).

Fecha de beatificación: 1 de octubre de 1625 por el Papa Urbano VIII
Fecha de canonización: 22 de mayo de 1712 por el Papa Clemente XI

Breve Bioggrafía


Nació en Cantalicio (Italia) en 1513. Hijo de dos campesinos muy pobres y muy piadosos. De niño tuvo por oficio pastorear ovejas, y allá en el campo, trazaba una cruz en la corteza de un árbol, y ante esa cruz pasaba horas rezando. Le encantaba rezar el Santo Rosario. Y decía que en cualquier oficio y a cualquier hora hay que acordarse de Dios y ofrecer por El todo lo que se hace o sufre.

Cuando ya era mayor, un día estaba arando el campo y de pronto los bueyes se asustaron y se le lanzaron encima. Al sentir que iba a morir allí pisoteado, prometió a Nuestro Señor dedicarse a una vida más perfecta. Salió ileso del accidente y al oír leer un libro de vidas de santos sintió un fuerte deseo de imitar a los grandes amigos de Dios en la oración y en la penitencia. Entonces le preguntó a un amigo cuál era la Comunidad religiosa más exigente y fervorosa que existía en ese entonces. El otro le dijo que eran los padres Capuchinos. Y hacia allá se dirigió a pedir que lo admitieran.

El superior, para que no se hiciera ilusiones le describió de manera muy fuerte las penitencias que había que hacer en aquella comunidad y la gran pobreza en que allí se vivía. Félix le preguntó: "Padre ¿en mi habitación hay un crucifijo?". "Sí, lo habrá", le dijo el superior. "Pues bastará mirar a Cristo Crucificado y su ejemplo me animará a sufrir con paciencia". El superior comprendió que este joven amaba y meditaba la Pasión de Cristo, y lo admitió.

El oficio de Félix desde que entró a la comunidad hasta que se murió, fue por 40 años, el de pedir limosna por las calles de Roma, para ayudar a los necesitados. Era un oficio duro, cansado y humillante, pero él lo hacía con una alegría que impresionaba gratamente a la gente. A su compañero de limosnería le decía: "Amigo: los ojos en el suelo, el espíritu en el cielo y en la mano, el santo rosario". Y repetía: "o santo, o nada". "La única tristeza es la de no ser santo". Y con lo que recogía ayudaba a familias muy necesitadas y a enfermos y gente abandonada.

La gente se admiraba de sus buenos consejos y le preguntaba en qué libro había aprendido tanta sabiduría y él respondía: en un libro que tiene seis páginas: cinco son las heridas de Cristo Crucificado, y la sexta es la Sma. Virgen María.

Siempre alegre, parecía no sufrir. Se chistoseaba con San Felipe Neri. Un día San Felipe le dice: "Fray Félix, que te quemen vivo los herejes, para que te consigas un gran puesto en el cielo". Fray Félix le responde: "Padre Felipe: que lo picadillen los enemigos de la religión para que así se consiga una gran gloria en la eternidad".

Siempre viajaba descalzo por calles y caminos, todos los días. Dormía sobre una tabla. La mayor parte de la noche la pasaba rezando. Se alimentaba con las sobras que quedaban de la mesa de los demás. Cuando ya estaba anciano, un cardenal le dijo: "Fray Félix, ya no cargue más esa maleta de mercados que recoge para los pobres. Ya es tiempo de descansar", y el santo le respondió: "Monseñor: el burro se hizo para llevar cargas. Mi cuerpo es un borriquillo y si lo dejo descansar le puede hacer daño al alma".

Ya desde pequeño nunca se sentía ofendido cuando lo humillaban e insultaban. Cuando alguien lo insultaba u ofendía muy fuertemente le decía: "Que Dios te haga un santo. Pediré a Dios que te haga un buen santo".

Ayunaba muchas veces a pan y agua. Trataba de ocultar los dones sobrenaturales que recibía del cielo, para que nadie los supiera, pero muchas veces mientras ayudaba a Misa se elevaba por los aires.

Eran tantas las veces que repetía la frase "Gracias a Dios", que las gentes sencillas al verlo decían: allá viene el hermanito "Gracias a Dios".

San Carlos Borromeo le pidió unos consejos para obtener que sus sacerdotes se hicieran más santos y le respondió: "Que cada sacerdote se preocupe por celebrar muy bien la Misa y por rezar muy devotamente los salmos que tiene que rezar cada día, el Oficio Divino".

Al franciscano Padre Montalto que iba a ser nombrado Sumo Pontífice le dijo: "Si un día lo nombran Papa, esmérese por ser un verdadero santo, porque si no es así, sería mucho mejor que se quedara como sencillo fraile en un convento". Montalto llegó a ser Papa Sixto V y siempre recordaba el consejo del humilde hermano Félix.

Desde pequeñito se sintió favorecido por la Santísima Virgen y le tuvo un cariño inmenso. Cuando pasaba por frente a las imágenes de Nuestra Señora le repetía aquello que a San Bernardo le agradaba tanto decirle: "Acuérdate que eres mi Madre". Y le decía frecuentemente: "Yo soy siempre un pobre niño y los niños no pueden andar sin la ayuda de la madre. No me sueltes jamás de tus manos".

Pocos minutos antes de morir se llenó de alegría y de emoción y exclamó: "Veo a mi Madre, la Virgen María, que viene rodeada de ángeles a llevarme".

Murió el 18 de mayo de 1587 a los 72 años.

El Papa Sixto V decía que en su tiempo ya se habían obtenido 18 milagros por intercesión de Félix de Cantalicio.

En 1712, el Papa Inocencio XI lo declaró santo.

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11:28 p.m.

Por: P. Juan Croisset, S.J. | Fuente: iteadjmj.com

Camerino, ciudad del ducado de Espoleto, junto a la Marca de Ancona, fue patria, y al mismo tiempo teatro, del glorioso martirio de San Venancio.

Desde la edad de quince años empezó este santo a desear con ansia que todos conociesen y amasen a Jesucristo. Este celo suyo contribuía al crecimiento de la Iglesia y a la ruina de la idolatría.

Llegó esto a oídos de Antíoco, que gobernaba aquella ciudad por orden de Decio. Y, como Venancio supo que le habían mandado prender, él mismo se presentó y le dijo que los dioses que adoraba no eran sino hombres y mujeres de vida estragada y disoluta, invención del diablo, para que en ellos adorasen el vicio; que no hay más que un solo Dios, Criador de Cielo y Tierra, cuyo único Hijo se hizo hombre y se dejó prender y matar para libramos de la servidumbre y dé la muerte que acarrea el pecado.

Irritado el gobernador al ver que un imberbe joven osase vilipendiar en su presencia el culto de los ídolos, mandó a los soldados que le prendiesen y atormentasen del modo más cruel que pudieran imaginar.

Empezaron los verdugos por azotarle con tanta fiereza, que hubiera muerto en este martirio si no enviara Dios un ángel, el cual quebrantó sus prisiones y alejó a los que le maltrataban. Pero estos desventurados, en vez de ablandarse por esta maravilla, más crueles que fieras, colgándole cabeza abajo, le quemaron el cuerpo con planchas encendidas, y le abrían la boca para que, recibiendo el humo, se ahogase.

Muchos de los que presenciaban estos tormentos, viendo la constancia del mártir, se convirtieron a la fe, entre los cuales se cuenta Anastasio Cornientario, admitido después a la palma del martirio.

Antioco, admirado de que Venancio no hubiese todavía muerto, quiso ver si con promesas y halagos le arrancaría de su propósito. Viendo que nada podía conseguir, le llamó y trató de inobediente a sus órdenes, mandando que le partiesen los dientes y las quijadas, y le echasen en un muladar.

Le sacó de allí un ángel; y como le hubiesen llevado ante un juez para oír su sentencia, hablándole Venancio en defensa de la religión cristiana, cayó el juez de su tribunal y murió diciendo que el Dios de Venancio era el verdadero, a quien todos debían adorar, desechando los ídolos.

Antioco, luego que llegó esto a su noticia, mandó que Venancio fuese arrojado a los leones, los cuales, olvidados del hambre y de su natural fiereza, se postraron a sus pies lamiéndole la cara, predicando el mártir entre tanto la fe de Jesucristo al pueblo que había concurrido a aquel espectáculo, y exhortándolo a que obedeciesen al verdadero Dios, supuesto que hasta las bestias fieras se amansaban reconociéndole como a su Señor, traspasando las leyes de la naturaleza por cumplir en todo su divina voluntad. Desesperados con esto los verdugos, volvieron al Santo a la prisión.

El gobernador, ciego ya de ira y de cólera, y cada vez más empedernido y desatinado, dispuso que nuevamente le arrastrasen por lugares ásperos y pedregosos a mil pasos de la ciudad. En este martirio consiguió su corona; obrando antes el santo mártir un prodigio, que fue con la señal de la cruz sacar agua de una piedra para apagar la sed de sus verdugos. Muchos se convirtieron a la fe a vista de esta maravilla, a los cuales, juntamente con Venancio, mandó degollar el gobernador en el mismo sitio. Todo esto acaeció en el año 250.

Fue canonizado por Clemente X.

Baronio dice que las actas de este santo mártir, que vio en Camerino, están llenas de inexactitudes, de las cuales ha entresacado la Iglesia lo que hay de verdad para ponerlo en su Oficio. No debe confundirse este Santo con otro del mismo nombre, obispo y mártir, de que habla el Martirologio el día 1 de Abril.

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