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Por: . | Fuente: Franciscanos.net

Presbítero Franciscano

Martirologio Romano: En Policio, en Sicilia, beato Gandulfo de Binasco Sacchi, presbítero de la Orden de Hermanos Menores, que llevó una vida solitaria y austera, e iluminó aquella región con la predicación de la palabra de Dios (c. 1260).

Etimológicamente: Gandolfo = Aquel que es un valiente guerrero, es de origen germánico.

Fecha de beatificación: Culto confirmado el 10 de marzo de 1881 por el Papa León XIII.

Gandolfo nació entre finales del siglo XII y principios del XIII en la provincia de Milán, diócesis de Pavía. Fue educado cristianamente por sus padres, iniciado por su padre en la literatura y en la doctrina cristiana. Fascinado por el ejemplo de la vida y de la regla evangélica de San Francisco, su contemporáneo, con heroica generosidad dejó el mundo, distribuyó entre los pobres sus riquezas y pidió ser admitido en la Orden de los Hermanos Menores. Como auténtico seguidor del seráfico Pobrecillo, se dedicó al estudio, a la oración y a la penitencia. Sacerdote de Cristo, dedicó toda su vida al bien de las almas en el ministerio de la predicación y la evangelización. Con los pies descalzos y el crucifijo en la mano, al cual llamaba su arma, predicó en las más grandes ciudades de Italia, con palabra simple y ardiente; las conversiones fueron numerosísimas. Lunes, miércoles y viernes ayunaba a pan y agua. Observaba rigurosamente tres cuaresmas al año, la de Pascua, la de Navidad y la llamada de los «Benditos», que comenzaba con la Epifanía y duraba cuarenta días, su vestido era una áspera túnica que le cubría su macilento cuerpo, mortificado con el cilicio.

Estaba íntimamente convencido de que el apostolado de la palabra sólo tiene eficacia para llevar las almas a Cristo y expiar y reparar los pecados de la humanidad cuando va acompañado de la oración y la penitencia. Después de muchas peregrinaciones apostólicas llegó a Sicilia donde transcurrió la última parte de su vida penitente.

En un eremitorio solitario cerca de Polizzi Generosa, a 98 kilómetros de Palermo, se retiró para entregarse con más libertad a una vida enteramente celestial, y recrear su espíritu en la meditación del paraíso. Fray Pascual, hombre virtuoso, fue su compañero de oración y soledad.

Varias veces Gandolfo dejó el eremitorio para ir a la evangelización. En 1260 fue invitado a predicar la cuaresma en Polizzi Generosa. Fue una predicación que produjo grandes frutos. Sólo la interrumpió para visitar y asistir antes de la muerte a su fiel seguidor fray Pascual que había permanecido en el eremitorio. El miércoles santo, mientras predicaba, fue interrumpido por el ruido de una imprevista bandada de golondrinas que entraron en el templo. En el nombre del Señor les impuso silencio y ellas callaron. El sábado santo el Beato anunció al pueblo de Polizzi que ya no lo volverían a oír predicar. En efecto, aquel mismo día se sintió mal, recibió el viático y la unción de los enfermos. Luego tomó entre sus manos el crucifijo, lo besó repetidamente con profundos gemidos, y expiró serenamente. Era el 3 de abril de 1260. Glorioso en prodigios, León XIII aprobó su culto el 10 de marzo de 1881.

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Por: P. Jürgen Daum | Fuente: Catholic.net

CCLXIV Papa

Martirologio Romano: En Roma, en la basílica de San Pedro, san Juan Pablo II, papa, que gobernó la Iglesia por veintisiete años, llevando su presencia misionera a todos los puntos de la tierra, alimentando la doctrina con abundantes y esclarecidos documentos, y convocando a todos los hombres de nuestra época a abrir sus puertas al Redentor. ( 2005)

Memoria litúrgica: 22 de octubre

Fecha de beatificación: 1 de mayo de 2011, por S.S. Benedicto XVI
Fecha de canonización: 27 de abril de 2014, por S.S. Francisco

Breve Biografía


Karol Wojtyla nace el 18 de mayo de 1920, en Wadowice, a unos pocos kilómetros de Cracovia, una importante ciudad y centro industrial al norte de Polonia.

Su padre, un hombre profundamente religioso, era militar de profesión. Enviudó cuando Karol contaba apenas con nueve años. De él -según su propio testimonio- recibió la mejor formación: «Bastaba su ejemplo para inculcar disciplina y sentido del deber. Era una persona excepcional».

De joven el interés de Karol se dirigió hacia el estudio de los clásicos, griegos y latinos. Con el tiempo fue creciendo en él un singular amor a la filología: a principios de 1938 se traslada junto con su padre a Cracovia para matricularse en la universidad Jaghellonica y cursar allí estudios de filología polaca.

Sin embargo, con la ocupación de Polonia por parte de las tropas de Hitler, hecho acontecido el 1 de septiembre de 1939, sus planes de estudiar filología se verían definitivamente truncados.

En esta difícil situación, y con el fin de evitar la deportación a Alemania, Karol busca un trabajo. Es contratado como obrero en una cantera de piedra, vinculada a una fábrica química, de nombre Solvay.

También en aquella difícil época Karol se iniciaba en el "teatro de la palabra viva", una forma muy sencilla de hacer teatro: la actuación consistía esencialmente en la recitación de un texto poético. Las representaciones se realizaban en la clandestinidad, en un círculo muy íntimo, por el riesgo de verse sometidos a graves sanciones por parte de los nazis.

Otra importante ocupación de Karol por aquella época era la ayuda eficaz que prestaba a las familias judías para que pudiesen escapar de la persecución decretada por el régimen nacionalsocialista. Poniendo en riesgo su propia vida, salvaría la vida de muchos judíos.

A principios de 1941 muere su padre. Karol contaba por entonces con 21 años de edad. Este doloroso acontecimiento marcará un hito importante en el camino de su propia vocación: «después de la muerte de mi padre -dirá el Santo Padre en diálogo con André Frossard-, poco a poco fui tomando conciencia de mi verdadero camino. Yo trabajaba en la fábrica y, en la medida en que lo permitía el terror de la ocupación, cultivaba mi afición a las letras y al arte dramático. Mi vocación sacerdotal tomó cuerpo en medio de todo esto, como un hecho interior de una transparencia indiscutible y absoluta. Al año siguiente, en otoño, sabía ya que había sido llamado. Veía claramente qué era lo que debía abandonar y el objetivo que debía alcanzar "sin una mirada atrás". Sería sacerdote».

Habiendo escuchado e identificado con claridad el llamado del Señor, Karol emprende el camino de su preparación para el sacerdocio, ingresando al seminario clandestino de Cracovia, en 1942. Dadas las siempre difíciles circunstancias, el hecho de su ingreso al seminario -que se había establecido clandestinamente en la residencia del Arzobispo Metropolitano, futuro Cardenal Adam Stepan Sapieha- debía quedar en la más absoluta reserva, por lo que no dejó de trabajar como obrero en Solvay. Años de intensa formación transcurrieron en la clandestinidad hasta el 18 de enero de 1945, cuando los alemanes abandonaron la ciudad ante la llegada de la "armada roja".

El 1 de noviembre de 1946, fiesta de Todos los Santos, llegó el día anhelado: por la imposición de manos de su Obispo, Karol participaba desde entonces -y para siempre- del sacerdocio del Señor. De inmediato el padre Wojtyla fue enviado a Roma para continuar en el Angelicum sus estudios teológicos.

Dos años más tarde, culminados excelentemente los estudios previstos, vuelve a su tierra natal: «Regresaba de Roma a Cracovia -dice el Santo Padre en Don y Misterio- con el sentido de la universalidad de la misión sacerdotal, que sería magistralmente expresado por el Concilio Vaticano II, sobre todo en la Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium. No sólo el obispo, sino también cada sacerdote debe vivir la solicitud por toda la Iglesia y sentirse, de algún modo, responsable de ella».

Como Vicario fue destinado a la parroquia de Niegowic, donde además de cumplir con las obligaciones pastorales propias de la parroquia, asumió la enseñanza del curso de religión en cinco escuelas elementales.

Pasado un año fue trasladado a la parroquia de San Florián. Entre sus nuevas labores pastorales le tocó hacerse cargo de la pastoral universitaria de Cracovia. Semanalmente iba disertando -para la juventud universitaria- sobre temas básicos que tocaban los problemas fundamentales sobre la existencia de Dios y la espiritualidad del ser humano, temas que eran necesarios profundizar junto con la juventud en el contexto del ateísmo militante, impuesto por el régimen comunista de turno en el gobierno de Polonia.

Dos años después, en 1951, el nuevo Arzobispo de Cracovia, mons. Eugeniusz Baziak, quiso orientar la labor del padre Wojtyla más hacia la investigación y la docencia. No sin un gran sacrificio de su parte, el padre Karol hubo de reducir notablemente su trabajo pastoral para dedicarse a la enseñanza de Ética y Teología Moral en la Universidad Católica de Lublín. A él se le encomendó la cátedra de Ética. Su labor docente la ejerció posteriormente también en la Facultad de Teología de la Universidad Estatal de Cracovia.

Nombrado Obispo por el Papa Pío XII, fue consagrado el 23 de setiembre de 1958. Fue entonces destinado como Obispo auxiliar a la diócesis de Cracovia, quedando a cargo de la misma en 1964. Dos años después, la diócesis de Cracovia sería elevada al rango de Arquidiócesis por el Papa Pablo VI.

Su labor pastoral como Obispo estuvo marcada por su preocupación y cuidado para con las vocaciones sacerdotales. En este sentido, su infatigable labor apostólica y su intenso testimonio sacerdotal dieron lugar a una abundante respuesta de muchos jóvenes que descubrieron su llamado al sacerdocio y tuvieron el coraje de seguirlo.

Asimismo, ya desde entonces destacaba entre sus grandes preocupaciones la integración de los laicos en las tareas pastorales.

Mons. Wojtyla tendrá una activa participación en el Concilio Vaticano II. Además de sus intervenciones, que fueron numerosas, fue elegido para formar parte de tres comisiones: Sacramentos y Culto Divino, Clero y Educación Católica. Asimismo formó parte del comité de redacción que tuvo a su cargo la elaboración de la Constitución pastoral Gaudium et spes.

Es creado Cardenal por el Papa Pablo VI en 1967, un año clave para la Iglesia peregrina en tierras polacas. Fue entonces que la Sede Apostólica puso en marcha su conocida Ostpolitik, dando inicio a un importante "deshielo" a nivel de las frías relaciones entre la Iglesia y el Estado comunista. El flamante Cardenal Wojtyla asumiría un importante papel en este diálogo, y sin duda respondió a esta difícil y delicada tarea con mucho coraje y habilidad. Su postura -la postura en representación de la Iglesia- era la misma que había sido tomada también por sus ejemplares predecesores: la defensa de la dignidad y derechos de toda persona humana, así como la defensa del derecho de los fieles a profesar libremente su fe.

Su sagacidad y tenacidad le permitieron obtener también otras significativas victorias: tras largos años de esfuerzos, en contra de la persistente oposición de las autoridades, tuvo el gran gozo de inaugurar una iglesia en Nowa Huta, una "ciudad piloto" comunista. Los muros de esta iglesia, cual símbolo silente y a la vez elocuente de la victoria de la Iglesia sobre el régimen comunista, habían sido levantados con más de dos millones de piedras talladas voluntariamente por los cristianos de Cracovia.

En cuanto a la pastoral de su arquidiócesis, el continuo crecimiento de la cuidad planteaba al Cardenal muchos retos. Ello motivó a que con habitual frecuencia reuniese a su presbiterio para analizar las diversas situaciones, con el objeto de responder adecuada y eficazmente a los desafíos que se iban presentando.

En 1975 asiste al III Simposio de Obispos Europeos. Allí en el que se le confía la ponencia introductoria: «El obispo como servidor de la fe». Ese mismo año dirige los ejercicios espirituales para Su Santidad Pablo VI y para la Curia vaticana. Las pláticas que dio en aquella ocasión fueron publicadas en un libro titulado Signo de contradicción.

II. Sucesor de Pedro

Elegido pontífice el 16 de octubre de 1978, escogió los mismos nombres que había tomado su predecesor: Juan Pablo. En una hermosa y profunda reflexión, hecha pública en su primera encíclica (Redemptor hominis), dirá él mismo sobre el significado de este nombre:

«Ya el día 26 de agosto de 1978, cuando él (el entonces electo Cardenal Albino Luciani) declaró al Sacro Colegio que quería llamarse Juan Pablo -un binomio de este género no tenía precedentes en la historia del Papado- divisé en ello un auspicio elocuente de la gracia para el nuevo pontificado. Dado que aquel pontificado duró apenas 33 días, me toca a mí no sólo continuarlo sino también, en cierto modo, asumirlo desde su mismo punto de partida. Esto precisamente quedó corroborado por mi elección de aquellos dos nombres. Con esta elección, siguiendo el ejemplo de mi venerado Predecesor, deseo al igual que él expresar mi amor por la singular herencia dejada a la Iglesia por los Pontífices Juan XXIII y Pablo VI y al mismo tiempo mi personal disponibilidad a desarrollarla con la ayuda de Dios. A través de estos dos nombres y dos pontificados conecto con toda la tradición de esta Sede Apostólica, con todos los Predecesores del siglo XX y de los siglos anteriores, enlazando sucesivamente, a lo largo de las distintas épocas hasta las más remotas, con la línea de la misión y del ministerio que confiere a la Sede de Pedro un puesto absolutamente singular en la Iglesia. Juan XXIII y Pablo VI constituyen una etapa, a la que deseo referirme directamente como a umbral, a partir del cual quiero, en cierto modo en unión con Juan Pablo I, proseguir hacia el futuro, dejándome guiar por la confianza ilimitada y por la obediencia al Espíritu que Cristo ha prometido y enviado a su Iglesia (...). Con plena confianza en el Espíritu de Verdad entro pues en la rica herencia de los recientes pontificados. Esta herencia está vigorosamente enraizada en la conciencia de la Iglesia de un modo totalmente nuevo, jamás conocido anteriormente, gracias al Concilio Vaticano II».

"No tengáis miedo"

Fueron éstas las primeras palabras que S.S. Juan Pablo II lanzó al mundo entero desde la Plaza de San Pedro, en aquella memorable homilía celebrada con ocasión de la inauguración oficial de su pontificado, el 22 de octubre de 1978. Y son ciertamente estas mismas palabras las que ha hecho resonar una y otra vez en los corazones de innumerables hombres y mujeres de nuestro tiempo, alentándonos -sin caer en pesimismos ni ingenuidades- a no tener miedo "a la verdad de nosotros mismos", miedo "del hombre ni de lo que él ha creado": «¡no tengáis miedo de vosotros mismos!». Desde el inicio de su pontificado ha sido ésta su firme exhortación a confiar en el hombre, desde la humilde aceptación de su contingencia y también de su ser pecador, pero dirigiendo desde allí la mirada al único horizonte de esperanza que es el Señor Jesús, vencedor del mal y del pecado, autor de una nueva creación, de una humanidad reconciliada por su muerte y resurrección. Su llamado es, por eso mismo, un llamado a no tener miedo a abrir de par en par las puertas al Redentor, tanto de los propios corazones como también de las diversas culturas y sociedades humanas.

Este llamado que ha dirigido a todos los hombres de este tiempo, es a la vez una enorme exigencia que él mismo se ha impuesto amorosamente. En efecto, «el Papa -dice él de sí mismo-, que comenzó Su pontificado con las palabras "!No tengáis miedo!", procura ser plenamente fiel a tal exhortación, y está siempre dispuesto a servir al hombre, a las naciones, y a la humanidad entera en el espíritu de esta verdad evangélica».

Desde "un país lejano"

«Me han llamado de una tierra distante, distante pero siempre cercana en la comunión de la Fe y Tradición cristianas». Fueron estas, al inicio de su pontificado, las palabras del primer Papa no italiano desde Adriano VI (1522).

Juan Pablo II nació en Polonia, una extraordinaria nación que por su fidelidad a la fe, puesta en el crisol de la prueba muchas veces, llegó a ser considerada como un "baluarte de la cristiandad", de allí el "Semper fidelis" con que orgullosamente califican los católicos polacos a su patria. La personalidad de S.S. Juan Pablo II está sellada por la identidad y cultura propias de su Polonia natal: una nación con raíces profundamente católicas, cuya unidad e identidad, más que en sus límites territoriales, se encuentra en su historia común, en su lengua y en la fe católica.

Su origen, al mismo tiempo, lo une a los pueblos eslavos, evangelizados hace once siglos por los santos hermanos Cirilo y Metodio. Será casualmente «recordando la inestimable contribución dada por ellos a la obra del anuncio del Evangelio en aquellos pueblos y, al mismo tiempo, a la causa de la reconciliación, de la convivencia amistosa, del desarrollo humano y del respeto a la dignidad intrínseca de cada nación», que su S.S. Juan Pablo II proclamó a los santos Cirilo y Metodio copatronos de Europa, junto a San Benito. A ellos, dicho sea de paso, está dedicada su hermosa encíclica Slavorum apostoli, en la que hace explícita esta gratitud: «se siente particularmente obligado a ello el primer Papa llamado a la sede de Pedro desde Polonia y, por lo tanto, de entre las naciones eslavas».

Una nación probada en su fe

El nuevo Papa era un hombre que había podido conocer «desde dentro, los dos sistemas totalitarios que han marcado trágicamente nuestro siglo: el nazismo de una parte, con los horrores de la guerra y de los campos de concentración, y el comunismo, de otra, con su régimen de opresión y de terror». A lo largo de aquellos años de prueba, la personalidad de Karol fue forjada en el crisol del dolor y del sufrimiento, sin perder jamás la esperanza, nutrida en la fe. Esta experiencia vivida en su juventud nos permite comprender su gran «sensibilidad por la dignidad de toda persona humana y por el respeto de sus derechos, empezando por el derecho a la vida». Su encíclica Evangelium vitae es la expresión magisterial más firme y acabada de esta profunda sensibilidad humana y pastoral.

Gracias a aquellas dramáticas experiencias que vivió en aquellos tiempos terribles «es fácil entender también mi preocupación por la familia y por la juventud». Esta preocupación, por su parte, ha hallado su más amplia expresión magisterial en la encíclica Familiaris consortio.


Improntas del pontificado de Juan Pablo II

La vida cristiana y la Trinidad: Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo

El Papa Juan Pablo II ha querido hacer evidente desde el inicio de su pontificado la relación existente -aunque quizá tantas veces olvidada o relegada- de la vida de la Iglesia (y de cada uno de sus hijos) con la Trinidad, dedicando sus primeras encíclicas a profundizar en cada una de las tres personas de la Trinidad: una a Dios Padre, rico en misericordia (1980); otra al Hijo, Redentor del mundo (1979); y otra al Espíritu Santo, Señor y dador de vida (1986). Este es el misterio central de la fe cristiana: Dios es uno solo, pero a la vez tres Personas. Recuerda así las bases de la verdadera fe, y con ello el fundamento de la auténtica vida de la Iglesia y de cada uno de sus hijos: en efecto, no se entiende la vida del cristiano si no es en relación con Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Comunión de Amor.

"Totus Tuus"... un Papa sellado por el amor a la Madre

Totus Tuus, o Todo tuyo (con evidente referencia a María), fue el lema ele-gido por Su Santidad Juan Pablo II al asumir el timón de la barca de Pedro. De este modo se consagraba a Ella, se acogía a su tierno cuidado e intercesión, invitándola a sellar con su amorosa presencia maternal la entera trayectoria de su pontificado. Con ocasión de la Eucaristía celebrada el 18 de octubre de 1998, a los veinte años de su elección y a los 40 años de haber sido nombrado obispo, reiterará en la Plaza de San Pedro ese "Totus Tuus" ante el mundo católico.

En otra ocasión había dicho él mismo con respecto a esta frase: «Totus Tuus. Esta fórmula no tiene solamente un carácter piadoso, no es una simple expresión de devoción: es algo más. La orientación hacia una devoción tal se afirmó en mí en el período en que, durante la Segunda Guerra Mundial, trabajaba de obrero en una fábrica. En un primer momento me había parecido que debía alejarme un poco de la devoción mariana de la infancia, en beneficio de un cristianismo cristocéntrico. Gracias a san Luis Grignon de Montfort comprendí que la verdadera devoción a la Madre de Dios es, sin embargo, cristocéntrica, más aún, que está profundamente radicada en el Misterio trinitario de Dios, y en los misterios de la Encarnación y la Redención. Así pues, redescubrí con conocimiento de causa la nueva piedad mariana, y esta forma madura de devoción a la Madre de Dios me ha seguido a través de los años: sus frutos son la Redemptoris Mater y la Mulieris dignitatem».

Otro signo de su amor filial a Santa María es su escudo pontificio: sobre un fondo azul, una cruz amarilla, y bajo el madero horizontal derecho, una "M", también amarilla, representando a la Madre que estaba "al pie de la cruz", donde -a decir de San Pablo- en Cristo estaba Dios reconciliando el mundo consigo. En su sorprendente sencillez, su escudo es, pues, una clara expresión de la importancia que el Santo Padre le reconoce a Santa María como eminente cooperadora en la obra de la reconciliación realizada por su Hijo.

Su escudo se alza ante todos como una perenne y silente profesión de un amor tierno y filial hacia la Madre del Señor Jesús, y a la vez, es una constante invitación a todos los hijos de la Iglesia para que reconozcamos su papel de cooperadora en la obra de la reconciliación, así como su dinámica función maternal para con cada uno de nosotros. En efecto, «entregándose filialmente a María, el cristiano, como el apóstol Juan, "acoge entre sus cosas propias" a la Madre de Cristo y la introduce en todo el espacio de su vida interior, es decir, en su "yo" humano y cristiano: "La acogió en su casa". Así el cristiano, trata de entrar en el radio de acción de aquella "caridad materna", con la que la Madre del Redentor "cuida de los hermanos de su Hijo", "a cuya generación y educación coopera" según la medida del don, propia de cada uno por la virtud del Espíritu de Cristo. Así se manifiesta también aquella maternidad según el espíritu, que ha llegado a ser la función de María a los pies de la Cruz y en el cenáculo».

La profundización de la teología y de la devoción mariana -en fiel continuidad con la ininterrumpida tradición católica- es una impronta muy especial de la persona y pontificado del Santo Padre.

Hombre del perdón; apóstol de la reconciliación

Quizá muchos jóvenes desconocen el atentado que el Santo Padre sufrió aquel ya lejano 13 de mayo de 1981, a manos de un joven turco, de nombre Alí Agca. Entonces, guardándolo milagrosamente de la muerte, se manifestó la Providencia divina que le concedía a su elegido una invalorable ocasión para experimentar en sí mismo el dolor y sufrimiento humano -físico, sicológico y también espiritual- para poder mejor asociarse a la cruz del Señor Jesús y solidarizarse más aún con tantos hermanos dolientes. Fruto de esta experiencia vivida con un profundo horizonte sobrenatural será su hermosa Carta Apostólica Salvifici doloris.

Aquel hecho fue también una magnífica oportunidad para mostrar al mundo entero que él, fiel discípulo del Maestro, es un hombre que no sólo llama a vivir el perdón y la reconciliación, sino que él mismo lo vive: una vez recuperado, en un gesto auténticamente cristiano y de enorme grandeza de espíritu, el Santo Padre se acercó a su agresor -recluido en la cárcel- para ofrecerle el perdón y constituirse él mismo en un testimonio vivo de que el amor cristiano es más grande que el odio, de que la reconciliación -aunque exigente- puede ser vivida, y de que éste es el único camino capaz de convertir los corazones humanos y de traerles la paz tan anhelada.

Servidor de la comunión y de la reconciliación

El deseo de invitar a todos los hombres a vivir un proceso de reconciliación con Dios, con los hermanos humanos, consigo mismos y con la entera obra de la creación ha dado pie a numerosas exhortaciones en este sentido. Ocupa un singular lugar su Exhortación Apostólica Post-Sinodal Reconciliatio et paenitentiae -sobre la reconciliación y la penitencia en la misión de la Iglesia hoy (se nutre de la reflexión conjunta que hicieron los obispos del mundo reunidos en Roma el año 1982 para la VI Asamblea General del Sínodo de Obispos)-, y tiene un peso singularmente importante la declaración que hiciera en el Congreso Eucarístico de Téramo, el 30 de junio de 1985: «Poniéndome a la escucha del grito del hombre y viendo cómo manifiesta en las circunstancias de la vida una nostalgia de unidad con Dios, consigo mismo y con el prójimo, he pensado, por gracia e inspiración del Señor, proponer con fuerza ese don original de la Iglesia que es la reconciliación».

La preocupación social de S.S. Juan Pablo II

La encíclica Centessimus annus, que conmemora el centésimo año desde el inicio formal del Magisterio Social Pontificio con la publicación de encíclica Rerum novarum de S.S. León XIII, se ha constituido en el último gran aporte de S.S. Juan Pablo II en lo que toca a dicho Magisterio. En ella escribía: «... deseo ante todo satisfacer la deuda de gratitud que la Iglesia entera ha contraído con el gran Papa (León XIII) y con su "inmortal Documento". Es también mi deseo mostrar cómo la rica savia, que sube desde aquella raíz, no se ha agotado con el paso de los años, sino que, por el contrario, se ha hecho más fecunda».

Indudablemente enriquecido por su propia experiencia como obrero, y en su particular cercanía con sus compañeros de labores, la gran preocupación social del actual Pontífice ya había encontrado otras dos ocasiones para manifestarse al mundo entero en lo que toca al magisterio: la encíclica Laborem exercens, sobre el trabajo humano, y la encíclica Sollicitudo rei socialis, sobre los problemas actuales del desarrollo de los hombres y de los pueblos.

La nueva evangelización: tarea principal de la Iglesia

Desde el inicio de su pontificado el Papa Juan Pablo II ha estado empeñado en llamar y comprometer a todos los hijos de la Iglesia en la tarea de una nueva evangelización: «nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión».

Pero, como recuerda el Santo Padre, «si a partir de la Evangelii nuntiandi se repite la expresión nueva evangelización, eso es solamente en el sentido de los nuevos retos que el mundo contemporáneo plantea a la misión de la Iglesia» ... «Hay que estudiar a fondo -dice el Santo Padre- en qué consiste esta Nueva Evangelización, ver su alcance, su contenido doctrinal e implicaciones pastorales; determinar los "métodos" más apropiados para los tiempos en que vivimos; buscar una "expresión" que la acerque más a la vida y a las necesidades de los hombres de hoy, sin que por ello pierda nada de su autenticidad y fidelidad a la doctrina de Jesús y a la tradición de la Iglesia».

En esta tarea el Papa Juan Pablo II tiene una profunda conciencia de la necesidad urgente del apostolado de los laicos en la Iglesia, preocupación que se refleja claramente en su Encíclica Christifideles laici y en el impulso que ha venido dando al desarrollo de los diversos Movimientos eclesiales. Por eso mismo, en la tarea de la nueva evangelización «la Iglesia trata de tomar una conciencia más viva de la presencia del Espíritu que actúa en ella (...) Uno de los dones del Espíritu a nuestro tiempo es, ciertamente, el florecimiento de los movimientos eclesiales, que desde el inicio de mi pontificado he señalado y sigo señalando como motivo de esperanza para la Iglesia y para los hombres».

Pero S.S. Juan Pablo II no entiende la nueva evangelización simplemente como una "misión hacia afuera": la misión hacia adentro (es decir, la reconciliación vivida en el ámbito interno de la misma Iglesia) ha sido también destacada por el Santo Padre como una urgente necesidad y tarea, pues ella es un signo de credibilidad para el mundo entero. Desde esta perspectiva hay que comprender también el fuerte empeño ecuménico alentado por el Santo Padre, muy en la línea del rumbo marcado por los pontífices precedentes y por los Padres conciliares.

"Que todos sean uno"

El Santo Padre, como Cristo el Señor hace dos mil años, sigue elevando también hoy al Padre esta ferviente súplica: «¡Que todos sean uno (Ut unum sint)… para que el mundo crea!». Como incansable artesano de la reconciliación, el actual Sucesor de Pedro ha venido trabajado desde el inicio de su pontificado por lograr la unidad y reconciliación de todos los cristianos entre sí, sin que ello signifique de ningún modo claudicar a la Verdad: «El diálogo -dijo Su Santidad a los Obispos austriacos, en 1998-, a diferencia de una conversa-ción superficial, tiene como objetivo el descubrimiento y el reconocimiento co-mún de la verdad. (…) La fe viva, transmitida por la Iglesia universal, representa el fundamento del diálogo para todas las partes. Quien abandona esta base común elimina de todo diálo-go en la Iglesia la posibilidad de conver-tirse en diálogo de salvación. (…) nadie puede desempeñar since-ramente un papel en un proceso de diá-logo si no está dispuesto a exponerse a la verdad y a crecer en ella».

Renovado impulso a la catequesis

Como dice el Santo Padre, la Encíclica Redemptoris missio quiere ser -después de la Evangelii nuntiandi- «una nueva síntesis de la enseñanza sobre la evangelización del mundo contemporáneo».

Por otro lado, la Exhortación Apostólica Catechesi tredendae es un intento -ya desde el inicio de su pontificado- de dar un nuevo impulso a la labor pastoral de la catequesis.

El Santo Padre, desde que asumió su pontificado, ha mantenido las catequesis de los miércoles iniciadas por su predecesor Pablo VI. En ellos ha desarrollado principalmente el contenido del "Credo".

En este mismo sentido el Catecismo de la Iglesia Católica -aprobado por el Santo Padre en 1992- ha querido ser «el mejor don que la Iglesia puede hacer a sus Obispos y a todo el Pueblo de Dios», teniendo en cuenta que es un «valioso instrumento para la nueva evangelización, donde se compendia toda la doctrina que la Iglesia ha de enseñar».

El Papa peregrino

Quizá más de uno se ha preguntado sobre el sentido de los numerosos viajes apostólicos que ha realizado el Santo Padre (más de doscientos, contando sus viajes al exterior como al interior de Italia):

«En nombre de toda la Iglesia, siento imperioso el deber de repetir este grito de san Pablo («Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe: Y ¡ay de mi si no predicara el Evangelio!»). Desde el comienzo de mi pontificado he tomado la decisión de viajar hasta los últimos confines de la tierra para poner de manifiesto la solicitud misionera; y precisamente el contacto directo con los pueblos que desconocen a Cristo me ha convencido aún más de la urgencia de tal actividad a la cual dedico la presente Encíclica (Redemptoris missio)».

Asimismo dirá el Papa de sus numerosas visitas a las diversas parroquias: «la experiencia adquirida en Cracovia me ha enseñado que conviene visitar personalmente a las comunidades y, ante todo, las parroquias. Éste no es un deber exclusivo, desde luego, pero yo le concedo una importancia primordial. Veinte años de experiencia me han hecho comprender que, gracias a las visitas parroquiales del obispo, cada parroquia se inscribe con más fuerza en la más vasta arquitectura de la Iglesia y, de este modo, se adhiere más íntimamente a Cristo».

S.S. Juan Pablo II y los jóvenes

Desde 1985 la Iglesia ha visto surgir las Jornadas Mundiales de los Jóvenes. Su génesis -recuerda el Santo Padre- fue el Año Jubilar de la Redención y el Año Internacional de la Juventud, convocado por la Organización de las Naciones Unidas en aquel mismo año:

«Los jóvenes fueron invitados a Roma. Y éste fue el comienzo. (...) El día de la inauguración del pontificado, el 22 de octubre de 1978, después de la conclusión de la liturgia, dije a los jóvenes en la plaza de San Pedro: "Vosotros sois la esperanza de la Iglesia y del mundo. Vosotros sois mi esperanza"».

Maestro de ética y valores

También en nuestro siglo, y con sus particulares notas de gravedad, el Santo Padre ha notado con paternal preocupación como el hombre ha "cambiado la verdad por la mentira". Consecuencia de este triste "cambio" es que el hombre ha visto ofuscada su capacidad para conocer la verdad y para vivir de acuerdo a esa verdad, en orden a encontrar su felicidad en la plena realización como persona humana. La publicación de la Encíclica Veritatis splendor constituye la plasmación de un testimonio ante el mundo del esplendor de la Verdad. En ella se descubren las enseñanzas de quien fuera un notable profesor de ética, que en su calidad de Sumo Pontífice sale al encuentro del relativismo moral a que ha llegado la cultura de hoy: «Ningún hombre puede eludir las preguntas fundamentales: ¿qué debo hacer?, ¿cómo puedo discernir el bien del mal? La respuesta sólo es posible gracias al esplendor de la verdad que brilla en lo más íntimo del espíritu humano… La luz del rostro de Dios resplandece con toda su belleza en el rostro de Jesucristo… Él es "el Camino, la Verdad y la Vida". Por esto la respuesta decisiva de cada interrogante del hombre, en particular de sus interrogantes religiosos y morales, la da Jesucristo; más aún, como recuerda el Concilio Vaticano II, la respuesta es la persona misma de Jesucristo: "Realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado…"». A lo largo de toda su encíclica el Santo Padre, con desarrollos magistrales, se ocupa de presentar un horizonte ético -en íntima conexión con la verdad sobre el hombre- para el pleno desarrollo de la persona humana en respuesta al designio divino.

Incansable Servidor de la fe y de la Verdad

A los veinte años de su elevación al Solio Pontificio, el Papa Juan Pablo II -como un incansable Maestro de la Verdad- ha dado a conocer al mundo entero su decimotercera encíclica: Fides et ratio, fe y razón. En ella presenta en forma positiva la búsqueda de la verdad que nace de la naturaleza profunda del ser humano. Sale al paso de múltiples errores que actualmente obstaculizan el acceso a la verdad, y más aún a la Verdad última sobre Dios y sobre el hombre que como don gratuito Dios mismo ha ofrecido a la humanidad entera a través de la revelación. La verdad, la posibilidad de conocerla, la relación entre razón y fe, entre filosofía y teología son temas que va tocando en respuesta a la situación de enorme confusión, de relativismo y subjetivismo en la que se encuentra inmersa nuestra cultura de hoy.

Trabajando por la consolidación de los frutos del Concilio Vaticano II

El Santo Padre ha sido un incansable artesano que ha trabajado, a lo largo de los ya veinte años de su fecundo pontificado, en favor de la profundización y consolidación de los abundantísimos frutos suscitados por el Espíritu Santo en el Concilio Vaticano segundo. Al respecto ha dicho él mismo: «Es indispensable este trabajo de la Iglesia orientado a la verificación y consolidación de los frutos salvíficos del Espíritu, otorgados en el Concilio. A este respecto conviene saber "discernirlos" atentamente de todo lo que contrariamente puede provenir sobre todo del "príncipe de este mundo". Este discernimiento es tanto más necesario en la realización de la obra del Concilio ya que se ha abierto ampliamente al mundo actual, como aparece claramente en las importantes Constituciones conciliares Gaudium et spes y Lumen gentium».

Con S.S. Juan Pablo II hacia el tercer milenio

El Papa Juan Pablo II, mediante su Carta apostólica Tertio millenio adveniente, ha invitado a toda la cristiandad a prepararse para lo que será una gran celebración y conmemoración: tres años han sido dedicados por deseo explícito del Sumo Pontífice a la reflexión y profundización en torno a cada una de las Personas divinas del Misterio de la Santísima Trinidad: 1997 ha sido dedicado al Hijo, 1998 al Espíritu Santo y 1999 al Padre. De este modo la Iglesia se prepara a celebrar con un gran Jubileo los dos mil años del nacimiento de Jesucristo, el Hijo eterno del Padre que -de María Virgen y por obra del Espíritu Santo- «nació del Pueblo elegido, en cumplimiento de la promesa hecha a Abraham y recordada constantemente por los profetas».

De Él, y del cristianismo, nos ha recordado en su misma Carta el Papa: «Estos (los profetas de Israel) hablaban en nombre y en lugar de Dios. (…) Los libros de la Antigua Alianza son así testigos permanentes de una atenta pedagogía divina. En Cristo esta pedagogía alcanza su meta: Él no se limita a hablar "en nombre de Dios" como los profetas, sino que es Dios mismo quien habla en su Verbo eterno hecho carne. Encontramos aquí el punto esencial por el que el cristianismo se diferencia de las otras religiones, en las que desde el principio se ha expresado la búsqueda de Dios por parte del hombre. El cristianismo comienza con la Encarnación del Verbo. Aquí no es sólo el hombre quien busca a Dios, sino que es Dios quien viene en Persona a hablar de sí al hombre y a mostrarle el camino por el cual es posible alcanzarlo. (…) El Verbo Encarnado es, pues, el cumplimiento del anhelo presente en todas las religiones de la humanidad: este cumplimiento es obra de Dios y va más allá de toda expectativa humana».

Este acontecimiento histórico central para la humanidad entera, acontecimiento por el que Dios que se hace hombre para decir «la palabra definitiva sobre el hombre y sobre la historia», es lo que la Iglesia se prepara a celebrar con un gran Jubileo, y de este modo se prepara a trasponer el umbral del nuevo milenio. Su Santidad, el "dulce Cristo sobre la tierra", como icono visible del Buen Pastor va a la cabeza de la Iglesia que peregrina en este tiempo de profundas transformaciones, constituyéndose para todos sus hijos e hijas que con valor quieren escucharle y seguirle, en roca segura y guía firme … "¡No tengáis miedo!"… son las palabras que también hoy brotan con insistencia de los labios de Pedro, hombre de frágil figura, pero elegido y fortalecido por Dios para sostener el edificio de la Iglesia toda con una fe firme y una esperanza inconmovible.

(Lo que sigue es un artículo titulado «S.S. Juan Pablo II: "Profeta del sufrimiento"», cuyo autor es Mons. Cipriano Calderón Polo)

«S.S. Juan Pablo II, es en esta etapa final del segundo milenio, el Pastor universal del pueblo de Dios, guía segura para atravesar el "umbral de la esperanza" que nos introducirá en el tercer milenio de la evangelización...

«¿Cómo se presenta al mundo de hoy el Papa en esta encrucijada decisiva de la historia? «Su imagen característica es ahora la de profeta del sufrimiento, un sacerdote, un evangelizador que realiza en su amable persona la doctrina que él mismo ha explicado en la carta apostólica Salvifici doloris (11 de febrero de 1984) y en tantos discursos sobre el significado del dolor humano.

«Juan Pablo II, en las celebraciones litúrgicas, en las audiencias, en los viajes apostólicos, en todas sus actividades, aparece como un icono del sufrimiento, dando a la Iglesia un testimonio formidable de la fuerza evangelizadora del dolor físico y moral.

«En su persona de Vicario de Cristo se cruzan las debilidades físicas: esas "debilidades del Papa" a las que él mismo se refirió el día de Navidad de 1995 desde la ventana de su despacho; las penas y dolores cada vez más crecientes de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, de todos los pueblos, especialmente de aquellos más pobres de América Latina, África y Asia; los sufrimientos de toda la Iglesia, que naturalmente se acumulan en el vértice de la misma. Y a todo ello se une la fatiga pastoral producida por una entrega sin reservas al ministerio petrino, al que el Papa Wojtyla sigue ofreciendo generosamente todas sus energías, sin dejarse rendir por la edad o por los quebrantos de salud.

«El Santo Padre camina hacia el año 2000, al frente de la humanidad, llevando la cruz de Jesús. Así se parece más al divino Redentor.

«Él mismo lo ha hecho notar en una alocución dominical -Ángelus- pronunciada desde su habitación del hospital Gemelli: "¿Cómo me presentaré yo ahora -comentaba- a los potentes del mundo y a todo el pueblo de Dios? Me presentaré con lo que tengo y puedo ofrecer: con el sufrimiento. He comprendido -decía- que debo conducir a la Iglesia de Cristo hacia el tercer milenio, con la oración, con múltiples iniciativas (como la que actualmente está viviendo toda la Iglesia: un trienio de preparación propuesto en su carta Tertium millenium adveniente); pero he visto que esto no basta: necesito llevarla también con el sufrimiento"».

Nació al Reino de Dios, el 2 de abril de 2005, El 28 de junio del mismo año se inició su causa para la beatificación, misma que se realizó el 1 de mayo, Segundo Domingo de Pascua del año 2011, Día de la Divina Misericordia, en ceremonia presidida por S.S. Benedicto XVI.


Oración para implorar favores por intercesión de
San Juan Pablo II

¡Oh San Juan Pablo, desde la ventana del Cielo dónanos tu bendición!

Bendice a la Iglesia, que tú has amado, servido, y guiado, animándola a caminar con coraje por los senderos del mundo para llevar a Jesús a todos y a todos a Jesús.

Bendice a los jóvenes, que han sido tu gran pasión. Concédeles volver a soñar, volver a mirar hacia lo alto para encontrar la luz, que ilumina los caminos de la vida en la tierra.

Bendice las familias, ¡bendice cada familia!

Tú advertiste el asalto de Satanás contra esta preciosa e indispensable chispita de Cielo, que Dios encendió sobre la tierra. San Juan Pablo, con tu oración protege las familias y cada vida que brota en la familia.

Ruega por el mundo entero, todavía marcado por tensiones, guerras e injusticias. Tú te opusiste a la guerra invocando el diálogo y sembrando el amor: ruega por nosotros, para que seamos incansables sembradores de paz.

Oh San Juan Pablo, desde la ventana del Cielo, donde te vemos junto a María, haz descender sobre todos nosotros la bendición de Dios. Amén.


Primer milagro: La beatificación

El milagro que permitió la beatificación del Papa Juan Pablo II fue la sanación de la religiosa francesa Marie Simon-Pierre, que padecía de Párkinson, la enfermedad que durante años padeció el extinto Pontífice.

Marie Simon PierreMarie Simon-Pierre, nacida en 1962, perteneciente a la congregación de las Hermanitas de las Maternidades Católicas, trabaja actualmente en la maternidad de la Sainte Félicité, en el distrito número 15 de París.

A Marie-Simon-Pierre le diagnosticaron los trastornos neurológicos propios de esa enfermedad en junio de 2001. A continuación, podrán leer el testimonio de la Hermana Marie Simon Pierre:

"Estaba enferma de Parkinson. Me fue diagnosticado en junio de 2001. La enfermedad me había afectado toda la parte derecha del cuerpo, causándome una serie de dificultades. Después de tres años, de una fase inicial lentamente progresiva de la enfermedad, se agravaron los síntomas, se acentuaron los temblores, la rigidez, los dolores y el insomnio.

Desde el 2 de abril de 2005, comencé a empeorar de semana en semana, me debilitaba de día en día, no conseguía escribir -soy zurda- y, si intentaba hacerlo, lo que escribía era difícilmente legible. No conseguía conducir el coche, salvo en trayectos muy breves, porque mi pierna izquierda se bloqueaba a veces durante mucho rato y la rigidez no me permitía conducir. Para desarrollar mi trabajo en el ámbito hospitalario necesitaba además siempre mucho tiempo. Estaba totalmente exhausta. Después del diagnóstico, me era difícil ver a Juan Pablo II en televisión; pero me sentía muy cercana a él en la oración, y sabía que podía entender lo que yo vivía. Admiraba su fuerza y su coraje, que me estimulaban a no rendirme y a amar este sufrimiento. Sólo el amor habría dado sentido a todo ello. Era una lucha cotidiana, pero mi único deseo era vivirla en la fe, y de aceptar con amor la voluntad del Padre.

Era la Pascua de 2005, y deseaba ver a nuestro Santo Padre en televisión, porque en mi interior sabía que sería la última vez que iba a poder hacerlo. Durante toda la mañana me preparé para aquel encuentro (él me mostraba lo que yo sería al cabo de algunos años). Era muy duro para mí, que era tan joven... Pero un imprevisto no me permitió verlo.

La tarde del 2 de abril de 2005, estaba reunida toda la comunidad para participar en la vigilia de oración en la plaza de San Pedro, transmitida en directo por la televisión francesa de la diócesis de Paría (KTO), cuando fue anunciada la muerte de Juan Pablo II se me vino el mundo encima. Había perdido al amigo que me entendía y que me daba la fuerza de seguir adelante.

Notaba en aquellos días la sensación de un gran vacío, pero sentía la certeza de su presencia viva. El 13 de mayo, fiesta de Nuestra Señora de Fátima, el Papa Benedicto XVI anunció oficialmente el comienzo de la Causa de beatificación y canonización del Siervo de Dios Juan Pablo II. A partir del 14 de mayo, las hermanas de todas las comunidades francesas y africanas de mi Congregación pidieron la intercesión de Juan Pablo II para mi curación. Rezaron incansablemente, hasta que llegó la noticia de la curación. Yo estaba de vacaciones en aquellos días. El 26 de mayo, concluido el tiempo de descanso, volví a la comunidad, totalmente exhausta a causa de la enfermedad. Si crees, verás la gloria de Dios: éste es el fragmento del evangelio de San Juan que me acompaña desde el 14 de mayo. Y el 1 de junio: "¡No puedo más! Debo luchar para mantenerme en pie y andar". El 2 de junio, por la tarde, fui a hablar con mi Superiora, para pedirle que me dispensara de toda actividad laboral. Me pidió que resistiese todavía un poco, hasta el regreso de Lourdes, en agosto, y añadió: "Juan Pablo II no ha dicho todavía la última palabra".

Seguramente, él estaba presente en aquel encuentro, que se desarrolló en la paz y en la serenidad. Luego, la Superiora me dio una estilográfica y me pidió que escribiera "Juan Pablo II". Eran las 17 horas. A duras penas, escribí "Juan Pablo II". Ante la caligrafía ilegible, permanecimos largo rato en silencio... Y la jornada prosiguió como de costumbre. Tras la oración de la tarde, a las 21 horas, pasé por mi oficina para volver después a mi habitación. Sentí el deseo de coger una estilográfica y escribir, como si alguien me dijera: "Coge tu estilográfica y escribe…". Era entre las 21:30 y 21:45. La caligrafía era claramente legible, ¡sorprendente! Me tendí sobre la cama, estupefacta. Habían pasado exactamente dos meses desde el regreso de Juan Pablo II a la Casa del Padre... Me desperté a las 4:30, sorprendida de haber podido dormir. Me levanté de la cama. Mi cuerpo ya no estaba dolorido, había desaparecido la rigidez e interiormente ya no era la misma. Luego sentí una llamada interior y un fuerte impulso a caminar para ir a rezar ante el Santísimo Sacramento. Bajé a la capilla y permanecí en oración. Sentí una profunda paz y una sensación de bienestar, una experiencia demasiado grande, como un misterio, difícil de explicar con palabras.

Después, siempre ante el Santísimo Sacramento, medité los misterios de la luz, de Juan Pablo II. A las 6 de la mañana, salí para unirme a mis hermanas en la capilla, para un momento de oración, seguido de la celebración eucarística. Tenía que recorrer unos 50 metros y, en aquel instante, al caminar, me di cuenta de que mi brazo izquierdo se balanceaba, ya no estaba inmóvil a lo largo del cuerpo. Noté también una ligereza y una agilidad física desconocidas para mí desde hacía mucho tiempo.

Durante la celebración eucarística, me sentí colmada de alegría y de paz. Era el 3 de junio, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Al salir de Misa, estaba segura de que estaba curada... "Mi mano ya no tiembla. Me voy de nuevo a escribir". A mediodía dejé de tomar las medicinas.

El 7 de junio, como estaba previsto, fui al neurólogo que me atendía desde hacía 4 años. Se quedó sorprendido, también él, al constatar la imprevista desaparición de todos los síntomas de la enfermedad, a pesar de que había interrumpido el tratamiento cinco días antes de la visita. Al día siguiente, la Superiora General confió a todas nuestras comunidades la acción de gracias, y toda la Congregación inició una novena de gratitud a Juan Pablo II.

He interrumpido todo tipo de tratamiento. He reanudado el trabajo con normalidad, no tengo dificultad alguna para escribir, y conduzco incluso larguísimas distancias. Me parece haber renacido; es una vida nueva, porque nada es como antes. Hoy puedo decir que el amigo que dejó nuestra tierra está ahora muy cercano a mi corazón. Ha hecho crecer en mí el deseo de la adoración del Santísimo Sacramento y el amor por la Eucaristía, que tienen un lugar de privilegio en mi vida de cada día.

Esto que el Señor me ha concedido vivir por intercesión de Juan Pablo II es un gran misterio, difícil de explicar con palabras... Pero nada es imposible para Dios. Realmente es cierto: "Si crees, verás la gloria de Dios".

Se trata del casos más impresionante de curación atribuído al difunto Papa, según declaró en Roma, Monseñor Slawomir Oder, encargado del proceso de canonización.

La religiosa francesa Marie Simon Pierre revela detalles inéditos de su curación obtenida por intercesión de Juan Pablo II en el siguient VÍDEO.

Segundo milagro: La canonización

"Le pedimos a nuestro Papa Juan Pablo que nos ayudara a pedirle a Dios que me ayudara", expresó Floribeth Mora, la beneficiaria del milagro confirmado por la Santa Sede y que permitió la canonización del Papa polaco.

Según informó el diario español La Razón, esta mujer que vive en la localidad de Tres Ríos de Cartago (Costa Rica), "es la protagonista del milagro que llevó a los altares al Papa polaco, Flory -como la llaman sus familiares y amigos- superó un aneurisma cuando ya estaba desahuciada por los médicos".

Todo comenzó el 8 de abril de 2011 al despertar. "Me dio un dolor de cabeza tan fuerte que pensé que me reventaría la cabeza. Le pedí a mi esposo que me llevara al hospital porque me sentía bastante mal. Cuando llegué me encontraba muy mal por los vómitos y el dolor de cabeza", relata Mora en un testimonio escrito por ella misma hace un año, recogido ahora por La Razón y confirmado a este diario por uno de los partícipes del milagro.

Aquella vez se le diagnosticó estrés y presión alta. Sin embargo, su estado de salud no mejoraba y tras un posterior análisis en un hospital en San José le dijeron "que tenía un pequeño derrame de sangre en mi cerebro, luego me hicieron un TAC y descubrieron que se trataba de un aneurisma cerebral en el lado derecho". En otro centro, tras varios intentos por cerrar el goteo de sangre que sufría en su cerebro, el equipo médico que la atendió tuvo que desistir al encontrarse la dilatación en un lugar de difícil acceso.

Luego de unos días en observación, las limitaciones del sistema sanitario costarricense impidió que fuera operada. "Se cerraban así mis posibilidad de sobrevivir a tan fatal diagnóstico", recuerda Mora, madre de cuatro hijos, abuela de cuatro nietos y esposa de un ex oficial de la Policía.

Le dijeron que le quedaba un mes de vida. Sin embargo, a pesar de la desesperación que en un primer momento tuvieron en su familia, "nos llenamos de mucha fe, pero no puedo negar el miedo tan grande que sentía al ver lo que me estaba sucediendo".

Cuando aún no se cumplía un mes, se realizó en la Plaza de San Pedro la beatificación de Juan Pablo II. Aquel 1 de mayo de 2011 Benedicto XVI destacaba de su predecesor: "Durante 23 años pude estar cerca de él y venerar cada vez más su persona. Su profundidad espiritual y la riqueza de sus intuiciones sostenían mi servicio. El ejemplo de su oración siempre me ha impresionado y edificado: él se sumergía en el encuentro con Dios, aun en medio de las múltiples ocupaciones de su ministerio".

Mientras, como todos los domingos, la familia de Floribeth acudió a Misa a la parroquia. Acudieron al centro del barrio porque se estaba celebrando una procesión. "En ese momento estaba pasando una carroza con la imagen de Jesús Sacramentado y sentí un frío en el cuerpo. Me bajé del coche y fui hasta allí". Entonces, el sacerdote que acompañaba a la procesión declamaba una oración: "¡Oh, Señor! Hay una sanación".

"Le pedimos a nuestro Papa Juan Pablo que nos ayudara a pedirle a Dios que me ayudara". Y en ese preciso instante, algo empezó a cambiar. "Salí de ese parque con la fe de que yo fui la sanada", expresó.

Días después fue al Santuario de la Virgen de Ujarrás para rezar, consciente de que el templo había recibido un relicario con muestras de sangre del nuevo Beato. "De nuevo, un milagro", apostilla. Sin embargo, cuando llegó ya había terminado la exposición. Sin embargo, el P. Dónald Solano hizo una excepción. "Me la enseñó y la toqué. Seis meses después me hicieron otro examen en el cerebro y me indicaron que el aneurisma había desaparecido para la honra y la gloria de mi Dios", afirmó Floribeth.

Según publicó el diario "La Nación" de Costa Rica, el neurocirujano Alejandro Vargas Román, que atendió a Floribeth Mora durante su enfermedad, confirmó que no encontró explicación científica a la desaparición repentina del aneurisma que padecía cuando analizaron exámenes posteriores a aquel 1 de mayo de 2011.

Vargas reveló que funcionarios de la Santa Sede le consultaron sobre los detalles del caso durante la fase diocesana del proceso de canonización. "Médicamente, en teoría, nunca les va a desaparecer un aneurisma a las personas porque es una dilatación. Científicamente yo no le tengo ninguna explicación del por qué desapareció", expresó el médico, que vivió en primera persona lo ocurrido en el hospital Calderón Guardia.

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Por: . | Fuente: santiebeati.it

Obispo

Martirologio Romano: En Como, en la región italiana de Liguria, san Abundio, obispo, que enviado a Constantinopla por san León Magno, con gran celo defendió allí la fe verdadera.
San Abundio, obispo de Como, una ciudad que aún conserva sus restos en la basílica que le dedicaron para honrarlo como su patrono. Una tradición dice que era griego, de Tesalónica (la actual Salónica), pero el nombre latino crea dudas sobre su origen. Lo que sí es un hecho es que Abundio conocía la lengua griega, algo poco común en la Iglesia de Occidente a su tiempo.

Se desconoce la fecha y lugar de su nacimiento, la primera fecha que consta en su biografía es el 17 de noviembre de 440, día en que Abundio, —quien era asistente de Amancio obispo de Como—, recibe la consagración episcopal como su sucesor. Pero no puede iniciar la labor en su diócesis inmediatamente, el Papa León I “el Magno” (quien está reunido con Atila) lo necesita para que vaya a Constantinopla como legado papal ante el emperador Teodosio II. Abundio debía restaurar la unidad de la fe, luego del largo conflicto doctrinal entre el Obispo Nestorio y el Archimandrita Eutiques. Se trata de dos figuras importantes del cristianismo oriental, sin embargo, mantienen un desacuerdo referente a la doctrina de la Iglesia de Roma y de los concilios sobre las dos naturalezas —humana y divina— en la persona de Cristo, este desacuerdo entre ellos provoca, inevitablemente, divisiones entre los cristianos; además hay conflicto por el nombramiento de obispos, problema que deviene en violencia física, como la sucedida al Patriarca Flaviano de Constantinopla, quien fuera brutalmente atacado, lo que provocaría su muerte al poco tiempo.

El emperador Teodosio II murió en 450, y fue ante su sucesor, Marciano, y ante los obispos, sacerdotes, monjes y fieles, que Abundio defendió francamente la doctrina católica sobre las dos naturalezas en Cristo, tal como lo había expresado León Magno en una carta a Flaviano. Tuvo éxito, y el documento pontificio fue aceptado por todos los obispos de oriente

Lograda la paz, y ton total éxito en su misión, fue recibido con alegría en Roma por el Papa León I el año 451. Pero tan sólo después de una misión similar al norte de Italia, pudo dedicarse a tiempo completo a su diócesis. Su labor consistió en organizar misiones para anunciar el Evangelio en las reiones montañosas de la zona de Lugano y otros territorios aún no cristianizados. El diplomático se convierte en predicador y teólogo. Murió el día de Pascua, según un texto de la época, justo después de la predicación. Pero no lo sabemos con certeza el año de la muerte, según lo informado por algunos en 469, otros en 488 o 499.

El Martirologio Romano lo recuerda el 2 de abril, mientras que la diócesis de cómo lo celebra el 31 de agosto.

Reproducido con autorización de Santiebeati.it

responsable de la traducción: Xavier Villalta

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Por: . | Fuente: misa_tridentina.t35.com

Presbítero y Mártir

Martirologio Romano: En Chelmsford, en Inglaterra, san Juan Payne, presbítero y mártir, que en tiempo de la reina Isabel I fue ahorcado, acusado falsamente de sedición (1582).

Etimológicamente: Juan = Dios es misericordia, es de origen hebreo.

Fecha de canonización: 25 de octubre de 1970 por el Papa Pablo VI como parte del grupo de 40 Mártires de Inglaterra y Gales.

Según parece, el San Juan Payne nació en Peterborough. Lo único que sabemos de su familia es que uno de sus hermanos era un protestante muy fervoroso, lo cual permite conjeturar que tal vez Juan Payne se había convertido del protestantismo.

La primera noticia cierta que tenemos sobre Juan es que llegó a Douai, en 1574, a estudiar teología en el seminario. Menos de tres semanas después de su ordenación, partió a la misión inglesa. Su sitio de destino era Essex, en tanto que su compañero, San Cutberto Mayne, se dirigía a Devonshire. El P. Juan se alojó en Ingatestone, en casa de lady Petre, como si fuera uno de los criados que estaban a su servicio; pero tenía también un cuarto en Londres. Parece que el San Juan era muy activo; a diferencia de tantos otros mártires, el éxito coronó sensiblemente sus esfuerzos. En una de sus cartas escribe: "En todas partes y cada día más se multiplican las reconciliaciones con la Iglesia católica, con gran asombro de los herejes." A continuación, explica que eso exige que el seminario de Douai envíe más sacerdotes. Menos de un año después de su llegada, fue hecho prisionero en casa de lady Petre; pero cuatro semanas más tarde, le pusieron en libertad. A los nueve meses salió de Inglaterra, aunque ignoramos por qué razón y por cuánto tiempo. Lo cierto es que en la Navidad de 1579 estaba ya de vuelta en Essex, pues el hombre que le traicionó afirmó que le había visto por primera vez, en esa fecha, en casa de lady Petre y no hay razón para dudar de ello. En la casa de lady Petre, llamada "Ingatestone Hall", se refugiaban con frecuencia los sacerdotes que pasaban por el lugar; en 1855 se redescubrió casualmente la covacha en que se ocultaban, que tenía unos cuatro metros de largo por sesenta centímetros de ancho y tres metros de alto.

El P. Payne fue arrestado por segunda y última vez en Warwckshire. Aunque estaba acusado de conspiración, el juez Waslsingham, después de interrogarle, declaró a Burleigh que la acusación carecía de fundamento. Pero, como era sacerdote, no pareció prudente dejarle en libertad, aunque todavía no existía ley que consideraba como traición el hecho de recibir la ordenación sacerdotal en el extranjero. Así pues, el hombre que había denunciado a Payne hubo de declarar que éste había tratado de enredarle en una conspiración para asesinar a la reina, al tesorero y a Walsingham. Dicho testigo se llamaba Juan Eliot (más tarde conocido con el sobrenombre de "Judas Eliot"), quien había ocupado puestos de confianza en casa de lady Petre y de otras familias católicas y demostró ser un bribón y un asesino. Para escapar del castigo y ganar dinero, denunció a más de treinta sacerdotes, entre los que se contaba Edmundo Campion. La simple acusación de un testigo tan dudoso, costó al P. Payne ocho meses de prisión en la Torre de Londres, antes de ser juzgado. Fue torturado varias veces. El 31 de agosto se lee en el diario de la Torre de Londres: "Juan Payne, sacerdote, fue sometido a terrible tortura en el potro."

La noche del 20 de marzo de 1582, los verdugos despertaron al P. Payne y le condujeron inmediatamente a la prisión de Chelmsford, sin darle tiempo de vestirse y tomar su cartera. Lady Hopton recuperó más tarde la cartera. Ante los jueces, Eliot repitió la acusación. No había ningún otro testigo, cosa que importo bien poco a los jueces. El mártir se declaró inocente y protestó que era contrario a todas las leyes divinas y humanas condenarle por el testimonio de un solo testigo, por añadidura muy sospechoso. A pesar de ello, los jueces le condenarn a muerte. La sentencia se ejecutó el 2 de abril. La multitud, compadecida del mártir, impidió que el verdugo le descuartizase y desentrañase antes de morir. La fiesta del San Juan Payne se celebra en las diócesis de Northampton y Brentwood el 3 de abril.

Fue beatificado en 1886 y canonizado por el Papa Pablo VI el año 1970.

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Por: . | Fuente: Dominicani.it

Sacerdote y Mártir

José (Giuseppe) Girotti nació en Alba (Piamonte, Italaia) el 19 de julio de 1905. Entró en el seminario Dominico a los trece años. En 1923 emitió la profesión y 3 de agosto de 1930 fue ordenado sacerdote en Chieri.

Se especializó en la famosa "Escuela Bíblica" de Jerusalén, y se dedicó a la enseñanza de la Sagrada Escritura en el Seminario Teológico Dominico de Turín (S. Maria delle Rose).

Respetado por su amplia cultura, amaba a ejercer el ministerio sacerdotal entre los humildes y pobres, sobre todo en el Hospicio "Real Instituto para Ancianos" (conocido popularmente como "Casa de los pobres viejos") vecino a su convento. Pero vinieron los años de sufrimiento y de prueba, que él aceptó con humildad: se le privó de la enseñanza y fue trasladado a otra comunidad en el centro histórico de Turín. Sin embargo, él continuó sus estudios bíblicos e intensificó el ejercicio de sus actividades caritativas.

"Todo lo que hago es por caridad", dijo una vez, revelando su continuo progreso en la virtud de la caridad.

Cuando estalló la guerra, hizo todo lo posible para ayudar a los necesitados y no dudó en socorrer especialmente a los judíos perseguidos. Por este motivo fue detenido el 29 de agosto de 1944, las etapas principales de su tremendo Via Crucis fueron: Le Nuove (Turín), San Vittore (Milán), Bolzano y, finalmente, Dachau, en Alemania.

Pese a las dificultades del campo de exterminio, en él se observaba lo siguiente: humildad, sencillez, oración, consuelo para con los demás, abnegación y gran altruismo, frutos de su inexorable caridad; obtenía la fuerza y vigor de la Eucaristía y de las Sagradas Escrituras que el padre Girotti siguió profundizando y compartiendo con sus compañeros de prisión.

Su salud se deteriora y fue ingresado en la enfermería, donde el 01 de abril de 1945 (Domingo de Pascua), fue asesinado con una inyección de gasolina.

El 28 de marzo de 2013 S.S. Francisco firmó el decreto reconociemdo el martirio de este Siervo de Dios, la fecha de la ceremonia de beatificación aún no ha sido señalada.

responsable de la traducción: Xavier Villalta

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Fundadora de la Congregación de las Vírgenes
de la Presentación de la Bienaventurada Virgen María

Martirologio Romano: En Cracovia, Polonia, Beata Sofía Czeska-Maciejowska, fundadora de la Congregación de las Virgenes de la Presentación de la Bienaventturada Virgen María ( 1650)

Fecha de beatificación: 9 de junio de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Sofía Czeska-Maciejowska nació en 1584. Sus padres, Matthew y Catherine Maciejowski Lubowiecka, pertenecían a la “Nobleza Media”1 de Małopolska (Pequeña Polonia). Tenían bienes cerca de Cracovia y dos casas en la calle Szpitalna en Cracovia. Era una familia numerosa -cinco varones y cuatro mujeres- criados todos en un ambiente religioso. Sofía fue la tercera.

A los 16 años, se casó con Jana Czeskiego, y se mudó a Slomniki, cerca de la República Checa. Después de seis años de matrimonio –en los que no tuvo hijos- quedó viuda. A pesar de su corta edad, su belleza, riqueza y varios pretendientes, no se volvió a casar. Dedicó su vida a la realización de obras de caridad, incluyendo la renovación de la vida religiosa en Polonia a través de la labor de formación y educación de la nueva generación.

En aquellos tiempos ella fue testigo de la guerra, las epidemias, las inundaciones, las malas cosechas, el hambre, por lo tanto presenció la muerte de muchas personas. Sofía decidió hacerse cargo de las niñas, especialmente los huérfanas y de familias pobres. Cedió su casa en la calle Szpitalna para ellas, donde no sólo podían vivir y recibir atención médica, sino también estudiar. Entre los años 1621-1627 allí funcionó un internado y un lugar llamado la Casa de las Vírgenes de la Presentación de la Bienaventurada Virgen María. Era la primera vez que formalmente se había organizado una escuela para niñas en Polonia, institución que además contaba con estructuras orgánicas adecuadas, en esos tiempos tan sólo los varones iban a la escuela.

Para garantizar la durabilidad de su obra, Sofía Czeska fundó una nueva congregación religiosa: las Hermanas de la Presentación de la Santísima Virgen María, la Presentación de la Virgen María fue tomado como ejemplo y carisma para el trabajo de esta nueva congregación, ya que veía en este hecho el modelo más perfecto de la devoción y entrega total a Dios.

La Madre Sofía Czeska murió el 1 de abril de 1650, a la edad de 66 años. Fue enterrada en la iglesia de Santa María en Cracovia, pero sus restos mortales se encuentran actualmente en la capilla lateral en la iglesia de San Juan (de las Hermanas de la Presentación) en Cracovia.

S.S. Benedicto XVI firmó el 20 de diciembre de 2012 el decreto con el cual se reconoce un milagro gracias a la intercesión de la Venerable Sofía Czeska-Maciejowska, lo cual permitirá su próxima beatificación.

NOTAS PIE DE PÁGINA
1 Nobleza Media era una de las categorías en que se dividía la nobleza polaca, a este grupo pertenecían familias con bienes de cierta importancia, eran propietarios tanto de tierras como de siervos.

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Por: . | Fuente: misa_tridentina.t35.com

Obispo

Martirologio Romano: En el lugar llamado Ardpatrick, en la región de Munster, en Irlanda, san Celso, obispo de Armagh, que promovió intensamente la restauración de la Iglesia. († 1129)

Breve Biografía

Como sus ocho predecesores, Celso era laico, al asumir la sede en 1105, a los veintiséis años de edad. Consagrado obispo, fue un excelente pastor. Fue muy asiduo en las visitas pastorales, administró sabiamente las posesiones de su diócesis y restauró la disciplina eclesiástica. Con este último punto se relaciona su presencia en el gran sínodo de Rath Breasail, al que asistieron no menos de cincuenta obispos, bajo la presidencia del legado pontificio Gilberto de Limerick.

El pueblo no recibió de buen grado ni las reformas que llevó al cabo el sínodo, ni la nueva división de las diócesis. Los anales de Four Masters cuentan que San Celso recontruyó la catedral de Armagh. La época en que vivió fue muy agitada; tuvo que ejercer el oficio de mediador en las discordias de los príncipes irlandeses y sufrió las invasiones de los O´Rourke y los O´Brien. En todas sus dificultades le asistió San Malaquías, quien fue primero archidiácono suyo y después obispo de Connor. Poco antes de su muerte, ocurrida en Ardpatrick de Munster, en 1129, el santo acabó con la costumbre de la sucesión hereditaria, nombrando por sucesor a Malaquías. Según su deseo, fue enterrado en Lismore.

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Por: . | Fuente: www.olsjcarlisle.org.uk

Presbítero y Mártir

Martirologio Romano: En Carlisle, en Inglaterra, conmemoración del beato Cristóbal Robinson, presbítero y mártir, que fue testigo del martirio de san Juan Boste y, finalmente, bajo el reinado de Isabel I, en día no precisado, sólo por el hecho de ser sacerdote, también fue ajusticiado, recibiendo de esta forma la palma de la gloria. ( 1597)

Fecha de beatificación: 22 Noviembre de 1987 por el Papa Juan Pablo II, junto a otros 84 mártires de Inglaterra, Gales y Escocia.

Breve Biografía

Cristóbal Robinson está en todas las antiguas listas de mártires durante la Reforma Protestante, pero su vida es todavía poco conocida. Sin embargo, su memoria nunca ha sido olvidada en Cumberland (hoy es parte de Cumbria), en donde él es el único mártir católico. Su muerte, evidentemente, causó una profunda impresión, especialmente en su natal: Carlisle.

Cristóbal Robinson nació probablemente en Woodside, cerca de Carlisle, entre 1565 y 1570. Fue admitido, con otras seis jóvenes, el 17 de agosto 1589 en el colegio de Douai como estudiante. Esta escuela había sido fundada el 29 de septiembre de 1568 por William Allen, un ex profesor de Oxford y que más tarde llegaría a ser cardenal. Los primeros cuatro sacerdotes fueron enviados a Inglaterra en 1574, y en los próximos diez años algo más de un centenar serían ordenados y partirían hacia Inglaterra.

De 1568 a 1594 el Colegio fue reasentado junto a la Universidad de Reims y fue en este período en el que Cristóbal Robinson era estudiante del Colegio.

Inmediatamente comenzó sus estudios teológicos y recibió la tonsura y las primeras Órdenes Menores el 18 de agosto de 1590. Era tal la necesidad urgente de sacerdotes que habían concedido al Colegio una dispensa general para acortar el tiempo de formación para el sacerdocio que habitualmente es de seis años. Cristóbal Robinson recibió el resto de órdenes menores y también las ordenes del subdiaconato y el diaconato en ceremonias realizadas durante los tres últimos días del mes de marzo de 1591. El 24 de febrero de 1992 fue ordenado sacerdote por el Cardenal Philip Sega en su capilla privada en Reims. Partió para Inglaterra el 1 de septiembre de 1592.

Cumberland y probablemente parte de Westmorland iban a ser su campo de trabajo. Existe una lista de 1596 en la que junto a su nombre se indica “vive principalmente en Woodside, cerca de Carlisle en Cumberland”. La única vivienda conocida con certeza por haber sido visitada y usada por él fue Johnby Hall, hogar de la familia Musgrave, a unas seis millas de Penrith, cerca de Castillo de Greystoke.

Él seguramente conocía a John Boste, natural de Dufton, cerca de Appleby, quien era el sacerdote más perseguido en los condados del norte. Él sería eventualmente capturado cerca de Brancepeth, en el Condado de Durham, el 13 de septiembre de 1593. Cristóbal Robinson se enteró de su captura y, teniendo la seguridad de que nadie lo reconocería, cabalgó para asistir a su juicio. Después escribió un detallado relato del proceso y muerte de John Boste. Este es el único documento de tu testigo presencial de un martirio, escrito inmediatamente luego de ocurrido los hechos.

Él mismo fue detenido tres años y medio después, el 4 de marzo de 1597. Una carta del P. Henry Garnett S.J., fechada el 7 de abril de 1597 establece lo siguiente:

"Robinson, un sacerdote del seminario, fue recientemente encarcelado y ahorcado en Carlisle. Durante la ejecución la cuerda se rompió dos veces y a la tercera el P. Robinson reprochó al comisario por su crueldad, diciéndole que, aunque él nunca cedería y se alegraba de su lucha, sin embargo la carne y la sangre eran débiles, por lo pedía un poco más de humanidad para no atormentar a un hombre durante tanto tiempo. Cuando ellos optaron por usar dos cuerdas, él dijo: con eso tardaré más en morir, pero no importa, estoy dispuesto a sufrir todo”.

El tiempo se ha encargado de hacer desaparecer los motivos por los que Cristóbal Robinson fuera juzgado, pero hay pruebas abundantes de que la única causa de su ejecución fue el ser un sacerdote católico.

También hay muchas evidencias de que en Carlisle el nombre de Cristóbal Robinson no es sólo recordado sino también invocado como un verdadero mártir.

responsable de la traducción: Xavier Villalta

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Por: . | Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01

Abad

Martirologio Romano: En Borgo San Domnino, en la región de Parma, san Guido, abad del monasterio de Pomposa, en el que recibió a muchos discípulos y restauró los edificios, preocupándose de modo especial por la oración, la contemplación y el culto divino, y buscando vivir en la soledad, atento sólo a Dios ( 1046).

Etimológicamente: Guido = Aquello que es de madera o relativo al bosque, es de origen germánico.

Breve Biografía

San Guido nació cerca de Ravena y sus padres estaban orgullosos de él. Principalmente para agradarlos, fue muy cuidadoso en su aspecto exterior y en su vestimenta. Sin embargo, una vez, fue severamente castigado por esta forma de vanidad.

Fue a Ravena, donde se celebraba la fiesta patronal de San Apolinar, y, despojándose de sus finas ropas, las dio a los pobres y se vistió las más andrajosas que pudo encontrar. Para vergüenza de sus padres, partió hacia Roma con esta indumentaria y, durante su permanencia allí, recibió la tonsura. Por inspiración divina se puso bajo la dirección de un ermitaño llamado Martín, que vivía en una islita en el río Po.

Durante tres años permanecieron juntos y después, el solitario lo envió a la abadía de Pomposa, cerca de Ferrara, para que aprendiera la vida monástica en una gran comunidad. Ese monasterio y el de San Severo, en Ravena, estaban en realidad bajo la dirección del ermitaño, que decidía el nombramiento de los superiores.

Los sobresalientes méritos de Guido fueron tales, que mereció altos cargos, y llegó a ser abad, primero de San Severo y después de Pomposa, por nombra miento de Martín, confirmado por la votación de los monjes. Su reputación arrastró a muchos (incluyendo a su padre y a su hermano) a unirse a la comunidad, de suerte que el número de monjes fue duplicado y se hizo necesario que Guido construyera otro monasterio para acomodarlos a todos.

Después de un tiempo, delegó a otros la parte administrativa de su oficio y se concentró en el aspecto puramente espiritual, especialmente en la dirección de las almas. En ciertas épocas del año, acostumbraba retirarse a una celda, distante aproximadamente cinco kilómetros de la abadía, donde llevaba una vida de tan intensa devoción e inquebrantable abstinencia, que parecía sostenerse con el ayuno y la oración.

Especialmente durante la Cuaresma, trataba su cuerpo con tal severidad, que sus torturas podrían difícilmente superarse y aún así, era extraordinariamente tierno con los monjes, que le tenían gran devoción. San Pedro Damián, que a petición suya, dio lecciones de Sagrada Escritura en la abadía de Pomposa durante dos años, dedicó a San Cuido su libro De Perfectio ne Monachorum. A pesar de haber sido un santo, Guido no escapó a la persecución.

Por alguna razón, Heriberto, arzobispo de Ravena, concibió un odio acerbo contra él y se decidió en verdad a destruir su monasterio. Advertido del ataque que se aproximaba, la única medida de defensa del abad fue un ayuno de tres días en compañía de toda su comunidad. Cuando el arzobispo y sus soldados llegaron a las puertas de la abadía, Guido salió a recibirlos, y con el mayor respeto y humildad, los condujo a la iglesia. El corazón de Heriberto se conmovió: pidió perdón al abad, y prometió protegerlo de allí en adelante.

Al final de su vida, San Cuido se retiró a la soledad, pero fue llamado a Piacenza por el emperador Enrique III, que había llegado a Italia y deseaba consultar al abad, de cuya santidad y sabiduría tenía grandes referencias. El anciano obedeció muy a su pesar y se despidió tiernamente de sus hermanos, diciéndoles que nunca más vería sus rostros. Había llegado a Borgo San Donino, cerca de Parma, cuando fue atacado repentinamente por una enfermedad, de la que murió al tercer día.

Se originó una disputa por la custodia de su cuerpo entre Pomposa y Parma. El emperador dirimió la cuestión, haciendo llevar las reliquias a la iglesia de San Juan Evangelista, en Speyer, que más tarde fue rebautizada con el nombre de San Guido-Stift.

¡Felicidades a quienes llevan su nombre!

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Por: . | Fuente: misa_tridentina.t35.com

Presbítero Servita

Martirologio Romano: En Udine, en el territorio de Venecia, beato Buenaventura Tornielli, presbítero de la Orden de los Siervos de María, que con su predicación por diversas regiones de Italia movió al pueblo a la penitencia, falleciendo ya octogenario, mientras predicaba un sermón cuaresmal (1491).

Etimológicamente: Buenaventura = Aquel que posee buena fortuna, es de origen latino.

Fecha de beatificación: Su culto fue confirmado el 6 de septiembre de 1911 por el Papa Pío X.

El Beato Buenaventura Tornielli, nació en Forli en el año 1411, y perteneció a una familia acomodada.

Parece que no ingresó a la Orden de los Servitas sino hasta 1448, cuando tenía treinta y siete años de edad, pero su fervor y austeridad de vida pronto le permitieron recuperar el tiempo perdido.

Después de su ordenación, se preparó para el trabajo apostólico con un año de retiro y pronto empezó a predicar con maravillosa elocuencia y mucho éxito.

Fue comisionado especialmente por el Papa Sixto IV, para emprender esta misión apostólica y sus sermones produjeron una notable reforma de vida en todos los Estados papales y en las provincias de Toscana y Venecia.

Hacia fines de 1488, fue elegido vicario general de su orden, oficio en el que dio muestras de sus grandes cualidades administrativas y de su caridad.

El, sin embargo, continuó aún su trabajo misionero y apenas había terminado su predicación de Cuaresma en Udine, cuando el Jueves Santo de 1491 (31 de Marzo), fue llamado por Dios, agotado por la edad y las penalidades de la vida que había llevado.

Sus reliquias fueron finalmente llevadas a Venecia, donde su culto se acrecentó a causa de las muchas curaciones milagrosas.

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Por: . | Fuente: santiebeati.it

Abadesa

Martirologio Romano: En Coventry, en Inglaterra, santa Osburga, primera abadesa del monasterio de este lugar.
No sabemos nada de esta santa, su existencia es a menudo cuestionada por algunos estudiosos. Es bastante difícil la exacta ubicación terrenal de su vida, según algunos, la fecha de su muerte es de alrededor de 1018, mientras que según otros estudiosos habría vivido en el siglo VII. Estudios recientes han documentado que el danés Cnut habría fundado el convento de monjas en Coventry, poniendo a Osburga como su primera abadesa.

Esta versión es algo extraña ya que los mismos daneses demolieron el convento en 1016, pero luego el monasterio masculino construido en 1043 fue dedicado a Osburga, lo que nos hace pensar que el culto a la santa era ya algo muy establecido. El nuevo monasterio fue fundado por el caballero Leofrico junto con su mujer Godiva, en la iglesia abacial la tumba de Osburga se convirtió en centro de los vecinos. Se verificaron allí tantos milagros por la intercesión de la santa, que el clero y los fieles de Coventry en el año 1410 solicitaron al obispo oficiar una celebración en su honor. Desde entonces la fiesta de la santa se ha realizado anualmente en todo el ha sido observada anualmente en todo el diaconato de Coventry.

Durante el renacimiento del catolicismo inglés en el siglo XIX, la primera iglesia construida en Coventry, por voluntad del arzobispo Ullathorne, fue dedicada a Santa Osburga. El 9 de septiembre de 1845, el nuevo edificio religioso fue consagrado al culto divino por el Cardenal Wiseman, y es este aniversario que la santa es recordada en el calendario diocesano para evitar que coincida con la Cuaresma. En el Martirologio Romano la conmemoración sigue siendo el 30 de marzo.

responsable de la traducción: Xavier Villalta

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Obispo

Martirologio Romano: En Senlis, en la Galia lugdunense, hoy Francia, san Régulo (o Rieul), obispo ( s.IV).

Breve Biografía

San Régulo es el patrono de la ciudad y diócesis de Senlis -en el norte de Francia-, de donde se dice que fue el primer obispo.

Probablemente vivió en el siglo III, ya que se habla de él como contemporáneo de otros santos que se sabe florecieron en esa época. La catedral de Senlis fue quemada y con ella desaparecieron todos sus archivos, incluyendo los antiguos registros de los primeros obispos.

Según algunos relatos apócrifos, san Régulo fue convertido por san Juan Evangelista y acompañó a san Dionisio Areopagita a Francia, donde, como obispo de Arles, gobernó a los fieles de la colonia cristiana fundada por san Trófimo. Fue después a París en busca de las reliquias de los mártires san Dionisio, san Rústico y san Eleuterio; después emprendió la conversión del pueblo de Senlis. Posiblemente hubo dos obispos con el nombre de Régulo, uno de Arles y el otro de Senlis; y sus historias han sido confundidas; pero en cualquier caso, la relación con san Juan Evangelista es ciertamente una ficción.

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Mártir

Martirologio Romano:En Asti, en la región transpadana, san Segundo, mártir.
La historia sucede en Asti, ciudad de la región de Piamonte, en el noroeste de Italia. Siendo Sapricio prefecto de Asti, quien debía ir a ver a Marciano, (prisionero cristiano en un pueblo llamado Terdón), para intentar obligarle a ofrecer sacrificios a los ídolos, pidió que en este viaje lo acompañara como escolta uno de sus hombres de más confianza: Segundo.

A poco de iniciarse el viaje una paloma vino a posarse en la cabeza de nuestro protagonista, lo que sorprendió a Sapricio, la paloma se fue pero, al rato, cruzando un río, Segundo vio a un ángel del Señor caminando sobre las aguas que le dijo: “Segundo, abraza le fe cristiana y caminarás sobre los idólatras igual que yo sobre el agua“.

Sapricio dijo, “Segundo parece que los dioses te hablaran” y siguieron el camino pero aconteció que que otro ángel se hizo visible al cruzar otro río, y habló así: ”Segundo, ¿tienes dudas o crees en Dios?”, a lo que Segundo respondió: “creo en la verdad de su Pasión”. Sapricio, sorprendido por el soliloquio que había salido de boca de Segundo le preguntó “¿Te pasa algo?”. Segundo guardó silencio.

A la entrada de Terdón, apareció de repente San Marciano, al que uno de los ángeles había sacado de la cárcel, y dijo: “Segundo emprende el camino de la verdad para que puedas recibir la gracia de la fe”. Segundo al averiguarle Sapricio sobre lo que estaba pasando, ni corto ni perezoso, respondió: “para ti es como si soñaras, pero para mí es un aviso y una fuente de fortaleza “.

A partir de aquí, Segundo se separó de Sapricio y se dirigió a Milán donde se encontró con Faustino y Jovita, que habían salido de la cárcel con ayuda de un ángel y con un poco de agua de lluvia le bautizaron.

Entonces apareció otra paloma que traía en el pico la hostia sagrada, el cuerpo y la sangre de Cristo, para que Segundo confortara con todo ello a San Marciano que, nuevamente estaba en una celda en Terdón. Con ayuda de un ángel cruza el río Po y consigue llevar la comunión a San Marciano, poco tiempo antes de que lo ejecutaran. Segundo será quien enterrará el cuerpo del mártir.

La historia posterior está decorada con elementos fantásticos, cosa común en los relatos de las virtudes heroicas en aquellos días. Lo que se puede sacar en claro es que: habiéndose dado cuenta Sapricio de lo cambiado que estaba Segundo, y sospechando que este se había hecho cristiano, lo invitó a ofrecer sacrificios a los ídolos, como Segundo rechazara la invitación, ordenó que lo aprendan y torturaran, esa noche fue dejado en una celda con sus miembros dislocados, pero un ángel acudió a curarlo esa noche, por lo que al día siguiente para sorpresa de Sapricio se presentó ante él totalmente sano.

Mandó a que lo encerraran junto a Calocero, quien de acuerdo a ciertos relatos —en algún encuentro anterior— fue quien le hiciera conocer a Segundo las nociones del cristianismo. Tanto Calocero como Segundo seguían negándose a realizar sacrificios a los ídolos, Sapricio envió nuevamente a Calocero a la celda pero ordenó que Segundo, en quien en algún momento había puesto toda su confianza, fuera llevado inmediatamente fuera de la ciudad y decapitado. El año era aproximadamente el 119.

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Por: . | Fuente: santiebeati.it

Obispo

Martirologio Romano: En Poitiers, en Aquitania, en Francia, san Guillermo Tempier, obispo, que, prudente y firme, defendió contra los nobles la Iglesia a él encomendada, ofreciendo en su persona un integérrimo ejemplo de vida. (1197)
No tenemos muchas noticias acerca de san Guillermo Tempier, pero su memoria estuvo desde el origen ligada al 29 de marzo y así la reporta el Martirologio Romano.

Se desconoce cuándo y dónde nació, se cree que en Poitiers (Francia), porque era Canónigo Regular en San Hilario de Poitiers, fue elegido obispo de esa ciudad en 1184, como lo prueba un documento de ese año.

Es recordado por su valentía en la defensa de los derechos y bienes de su diócesis; esto también se sustenta en un documento de 1185, que lo señala como defensor contra los perseguidores de la Diócesis, y dotado de viril paciencia.

En 1191 aparece como «Guillermo el fuerte», en ese año obligó a una de sus vasallos a prestarle el debido homenaje; no hay que olvidar que era la Edad Media, y las costumbres generales de la época obligaban a asumir actitudes, para nosotros hoy incomprensibles.

Después de trece años de intenso episcopado, murió el 29 de marzo de 1197, y fue enterrado en la iglesia de San Cipriano. Guillermo Tempier, el obispo que en vida fue fuertemente confrontado por los notables de la diócesis, de muerto fue honrado como santo; señal de que, además de la energía expresada en la conducción administrativa y política de la diócesis, en el campo pastoral fue un gran obispo, atento a la vida espiritual de sus fieles, para quienes era un ejemplo íntegro.

El pueblo de Poitiers se dirigía a su tumba para ser curados de hemorragias.

responsable de la traducción: Xavier Villalta

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Por: . | Fuente: praemonstratensis.co.uk

Obispo

Martirologio Romano: En Wismar, en la región de Holstein, en Alemania, san Ludolfo, obispo de Ratzeburg y mártir, que por defender la libertad de la Iglesia fue aherrojado, por mandato del duque Alberto, en una reducida cárcel, donde quedó tan agotado corporalmente que, al ser liberado de prisión, partió hacia el Señor. (1250)
Nada se sabe de los primeros años de vida de Ludolfo. Se incorporó a la Orden Premostratense en la Catedral Norbertina de Ratzeburg, donde fue tesorero antes de ser elegido obispo de Ratzeburg en 1236. Fue reconocido por su vida religiosa ejemplar y poderosa predicación de la Palabra de Dios. También fundó una comunidad de hermanas premostratenses en Rehna. Pero Ludolfo es quizás más recordado por su valiente defensa de los derechos y propiedades de la iglesia ante los codiciosos ataques Alberto duque de Sajonia. Uno de los planes del duque era demoler la catedral, situada cerca de su castillo, y transformar el lugar en un jardín. Ludolfo se opuso al plan.

Mientras realizaba un viaje oficial, acompañado tan sólo por un pequeño cuerpo de seguridad, fue capturado por hombres del duque Alberto, encadenado, escupido y tratado con absoluta brusquedad. Esa noche, estando atado de pies y manos, sin piedad alguna lo dejaron afuera en pleno bosque, siendo víctima de los enjambres de mosquitos. Luego fue encarcelado y finalmente puesto en libertad. Ludolfo llevaba todos sus sufrimientos con paciente determinación. Ante el temor de volver a Ratzeburg donde el duque Alberto tenía ahora un control totalitario, Ludolfo se refugió con el príncipe Juan de Mecklenburg en Wismar.

Fue durante este exilio que Ludolfo, agobiado por las enfermedades sufridas en la prisión y por su avanzada edad, cayó gravemente enfermo. Él celebró su última Misa un Jueves Santo. Sus últimas palabras fueron: "Oh Dios grande y bueno, permite a este tu siervo inútil, pertenecer junto a ti por toda la eternidad". Murió el 29 de marzo 1250.

Su cuerpo fue devuelto a Ratzeburg para el entierro. Cuando la procesión pasó por Schlagsdorf, se dice que las campanas de la ciudad empezaron a tañir completamente solas. Ya en territorio del Duque, el cuerpo de Ludolfo fue llevado en hombros, desde el puente hasta la Catedral, por los nobles de Ratzeburg, Sus hermanos de la orden llevaron el cuerpo al interior del templo, donde se encontraba su lugar de descanso final.

Ludolfo es honrado como obispo y un mártir de los derechos y la libertad de la Iglesia. Se le representa con las insignias de un obispo, portando las cadenas que lo ataban en la prisión y la palma del martirio. Fue canonizado en el siglo XIV.

responsable de la traducción: Xavier Villalta


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Hermanos Franciscanos

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