Por: . | Fuente: Santiebeati.it
Martirologio Romano: En la Cartuja de Arvières, en la Borgoña, fundada por él mismo, san Artaldo, obispo de Belley, que tenía cerca de noventa años cuando, a pesar suyo, fue elegido obispo, pero a los dos años renunció, volviendo a la vida monástica, y falleció a la edad de ciento seis años (1206).
Fecha de canonización: Culto confirmado el 2 de junio 1834 por el Papa Gregorio XVI
Breve Biografía
El "Martyrologium Romanum" lo recuerda al 6 de octubre con el nombre de Artaldo, en Francia se lo conoce como Arthaud o Arthold. Nació hacia el 1101 en el castillo de Sothonod, parroquia de Songieu, en Valromey (Departamento francés de Ain cuya capital es Bourg-en-Bresse).
Artaldo transcurrió su juventud en la corte de Amadeo III de Saboya, 1095 -1148, quien murió en Chipre durante la segunda Cruzada. Con casi veinte años, en el 1120, entró en la Cartuja de Portes (Lione) y cuando tuvo 31 años fue enviado a la diócesis de Ginebra, para fundar allí un monasterio de la orden cartuja, fundado en el 1084 por San Bruno.
Pero la primera casa, levantada cerca de Mont Colombier, fue destruida un año después por un incendio; entonces Artaldo se desplazó a la meseta de Arvièrs donde fundó una nueva cartuja convirtiéndose en su prior.
En aquellos días debía ya de tener una reputación de santidad, dado que el papa Alejandro III (1159 -1181) le hacía confidencias en epístolas escritas después de sus confrontaciones con el emperador Federico Barbirrojo.
Muy a su a pesar, Artaldo fue elegido obispo de Belley, ciudad francesa y capital de un condado en la Edad Media, siendo el sucesor del obispo Reginaldo; para evitar asumir el cargo se escondió, pero por poco tiempo, en 1188 se vio obligado a aceptar el nombramiento.
Tan sólo estuvo a cargo de la diócesis por dos años, porque en el 1190 consiguió que el Papa Clemente III (1187 -1191) aceptara su renuncia y por lo tanto pudo regresar a su cartuja en Arvières, dónde vivió santamente hasta los 105 años, su muerte ocurrió el 6 de octubre 1206.
Sus reliquias, reconocidas oficialmente en 1640, durante la Revolución francesa, fueron confiadas a la parroquia de Lochieu, y luego de algunos entierros y exhumaciones, el 13 de abril de 1830 regresaron de nuevo a la susodicha iglesia parroquial.
Su fiesta celebrada por los cartujos el 6 de octubre, fue extendida a toda la diócesis de Belley y luego a toda Europa, de papa Gregorio XVI, mediante decreto confirmó su culto el 2 de junio 1834.</span></span>
responsable de la traducción: Xavier Villalta
San Román, obispo
En Auxerre, de Neustria, san Román, obispo (c. 564).
San Ywio, monje
En Bretaña Menor, san Ywio, diácono y monje, discípulo de san Cutberto, obispo de Lindisfarne, que pasó de Inglaterra a esta región, donde vivió entregado a las vigilias y ayunos (c. 704).
San Juan Xenos, monje
En Azogyrea, en la isla de Creta, san Juan, apellidado Xenos, que propagó en la isla la vida monástica (s. XI).
San Pardulfo, abad
En Guéret, en la región de Limoges, en Aquitania, san Pardulfo, abad, del cual, ilustre por su santidad de vida, se cuenta que hizo huir de su iglesia a los sarracenos que retrocedían ante Carlos Martel (737).
San Adalberón, monje y obispo
En el monasterio de Lambach, en Baviera, muerte de san Adalberón, obispo de Würzburg, que, por defender la Sede Apostólica, tuvo que sufrir mucho por parte de los cismáticos y, expulsado varias veces de su sede, pasó en paz sus últimos años en dicho monasterio de Lambach, que él mismo había fundado (1090).
Beato Francisco Hunot, presbítero y mártir
Frente a Rochefort, en el litoral de Francia, beato Francisco Hunot, presbítero y mártir, que, por su condición de sacerdote, durante la persecución contra la Iglesia fue encarcelado en una vieja nave anclada, muriendo víctima de las fiebres (1794).
San Francisco Tran Van Trung, mártir
En la ciudad de An-Hoa, en Annam, san Francisco Tran Van Trung, mártir, que, siendo soldado, resistió enérgicamente las propuestas de apostatar de la fe cristiana, por lo cual el emperador Tu Duc le hizo degollar (1858).
San Ságar, obispo y mártir
En Laodicea, de Frigia, san Ságar, obispo y mártir, que padeció en tiempo de Servilio Paulo, procónsul de Asia, (c. 170).
San Renato, obispo
En la ciudad de Sorrento, en la Campania, san Renato, obispo (c. s. V).
Por: . | Fuente: ACI Prensa
Fecha de canonización: Fue beatificada el 12 noviembre de 1843 por el Papa Gregorio XVI e canonizada el 29 junio de 1867 por el Sumo Pontefice Pio IX, primera santa napolitana de la Iglesia.
Como era hermosa, el papá le consiguió un novio de clase rica. Pero María Francisca le dijo que ella había prometido a Dios conservarse soltera y virgen para dedicarse a la vida espiritual y a ayudar a salvar almas. El padre montó en cólera y la castigó serveramente; sin embargo, gracias a las influencias y mediación de un padre franciscano, el papa de la santa aceptó dejarla en libertad para que ella siguiese su vocación religiosa. El 8 de septiembre de 1731 recibió el hábito de Terciaria franciscana y siguió viviendo en su casa, pero con comportamientos de religiosa.
Frecuentemente mientras estaba en oración entraba en éxtasis. La Virgen se le aparecía y le traía mensajes. Tras la muerte de su madre, la santa decidió abandonar su hogar y mudarse a una casa cural donde permaneció los últimos 38 años de su vida, siempre en constante oración, penitencia y sufrimiento que los ofrecía por las almas del purgatorio y la conversión de los pecadores.
Poco después, le aparecieron las cinco llagas o heridas de Jesús en su cuerpo. Su salud era muy defectuosa y las enfermedades la hacían sufrir enormemente. El 6 de octubre de 1791 murió santamente. Y el 29 de Junio de 1867 el Sumo Pontífice Pío IX la declaró santa.
Martirologio Romano: En el lugar de Tepatitlán, en México, san Tranquilino Ubiarco, presbítero y mártir, que en la persecución contra la Iglesia no dejó de cumplir con sus funciones ministeriales, por lo cual fue colgado de un árbol, terminando así su glorioso martirio (1928).
Fecha de beatificación: 22 de noviembre de 1992 por S.S. Juan Pablo II
Fecha de canonización: 21 de mayo de 2000 por S.S. Juan Pablo II
Breve Biografía
Nació en Zapotlán el Grande, Jal. (Diócesis de Ciudad Guzmán), el 8 de julio de 1899. Vicario con funciones de párroco en Tepatitlán, Jal. (Diócesis de San Juan de los Lagos). Fue uno de los infatigables y abnegados misioneros en los tiempos difíciles de la persecución. Nada le detenía para ir, lleno de caridad, a administrar los sacramentos y a sostener la vida cristiana de los fieles celebrando la Eucaristía en casas particulares. A principios del mes de octubre de 1928 fue a Guadalajara a comprar lo necesario para el Sacrificio Eucarístico. Alguien le hizo ver que su campo pastoral estaba enclavado en la zona de mayor peligro: «Ya me voy a mi parroquia; a ver qué puedo hacer y si me toca morir por Dios, ¡Bendito sea!». Cuando una noche preparada la celebración de la Eucaristía y la bendición de un matrimonio, fue hecho prisionero y condenado a morir ahorcado en un árbol de la alameda, a las afueras de la ciudad. Con entereza cristiana bendijo la soga, instrumento de su martirio, y a un soldado que se negó a participar en el crimen, le dijo, repitiendo las palabras del Maestro. «Hoy estarás conmigo en el paraíso».
Era la madrugada del día 5 de octubre de 1928.
Fueron muchos los fieles que sufrieron el martirio por defender su fe, de entre ellos presentamos ahora a veinticinco que fueron proclamados santos de la Iglesia por Juan Pablo II.
Los 25 santos canonizados el 21 de mayo del 2000 fueron:
Cristobal Magallanes Jara, Sacerdote
Roman Adame Rosales, Sacerdote
Rodrigo Aguilar Aleman, Sacerdote
Julio Alvarez Mendoza, Sacerdote
Luis Batis Sainz, Sacerdote
Agustin Caloca Cortés, Sacerdote
Mateo Correa Magallanes, Sacerdote
Atilano Cruz Alvarado, Sacerdote
Miguel De La Mora De La Mora, Sacerdote
Pedro Esqueda Ramirez, Sacerdote
Margarito Flores Garcia, Sacerdote
Jose Isabel Flores Varela, Sacerdote
David Galvan Bermudez, Sacerdote
Salvador Lara Puente, Laico
Pedro de Jesús Maldonado Lucero, Sacerdote
Jesus Mendez Montoya, Sacerdote
Manuel Morales, Laico
Justino Orona Madrigal, Sacerdote
Sabas Reyes Salazar, Sacerdote
Jose Maria Robles Hurtado, Sacerdote
David Roldan Lara, Laico
Toribio Romo Gonzalez, Sacerdote
Jenaro Sanchez Delgadillo
David Uribe Velasco, Sacerdote
Tranquilino Ubiarco Robles, Sacerdote
Para ver las biografías de los Mártires Mexicanos del siglo XX
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Reproducido con autorización de Vatican.va
Martirologio Romano: En Vigevano, de la Lombardía, beato Mateo (Juan Francisco) Carreri, presbítero de la Orden de Predicadores, que fue vehemente y fecundo predicador de la Palabra de Dios en su tiempo (1470).
Fecha de beatificación: El Papa Benedicto XIV confirmó su culto el 23 de septiembre de 1742.
Breve Biografía
Juan Francesco Carreri, de la noble familia Carreri, debe ser contado entre los religiosos que en el siglo XV más infatigablemente trabajaron por la salud de las almas y por la reforma de la Orden. Cambió su nombre de pila al de Mateo. De niño parecía un ángel por la belleza del cuerpo y por la bondad del corazón. No le faltaron insidias y tentaciones pero él, con la gracia de Dios las superó todas, reportando una completa victoria. Deseoso de abrazar la vida religiosa le pidió a Dios hacerle conocer su voluntad y un día, entrando en la iglesia de Santo Domingo de Mantua, quedó tan suavemente golpeado por la devota salmodia de los frailes, que enseguida decidió entrar en la Orden de los Predicadores. Su noviciado fue uno de los más fervientes, y a menudo el Padre Maestro tuvo que moderar en él su excesivo ardor. La oración, el estudio, la penitencia fueron los medios seguros con que se preparó para su portentosa oratoria. Lombardía y Toscana fueron sacudidas por su ardiente palabra y los prodigios que lo acompañaron. Combatió sin descanso la profanación de los días festivos y las diversiones ilícitas. Llevó un espíritu nuevo a varios conventos, especialmente en aquel de Soncino, en el que introdujo una completa reforma. Cuido mucho de la Tercera Orden haciendo brotar aquella admirable flor de santidad, que fue Luchina de Soncino. Deseaba poder degustar, antes de morir, alguna gota de la Pasión del Salvador, y lo consiguió: La Cruz del Gólgota se le apareció y su corazón fue traspasado por una aguda flecha. Su muerte, ocurrida el 5 de octubre de 1470 en Vigevano, fue seguida por muchos milagros. Su cuerpo es venerado en la iglesia de San Pedro Mártir. Los vigevanenses en el 1482 consiguieron del Papa Sixto IV la autorización de celebrar la memoria litúrgica y, en el 1518, fue proclamado Co-patrono de la ciudad.
responsable de la traducción: Xavier Villalta
Por: Quintín Aldea Baquero, S. I. | Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Martirologio Romano: En León, ciudad de Hispania, conmemoración de san Froilán, obispo, que primero fue eremita y después, ordenado obispo, evangelizó las regiones liberadas del yugo de los musulmanes, propagando la vida monástica y distinguiéndose por su beneficencia hacia los pobres (905).
Etimología: Froilán = el señor de las tierras, viene del germánico
Breve Biografía
San Froilán fue uno de los hombres que forjaron la España medieval en las difíciles horas del siglo IX. Dos grandes tareas se imponían a los hombres de aquella época para librarse del angustioso aniquilamiento que les amenazaba: la reconquista del suelo patrio de manos de los árabes y la inmensa obra de colonización que a la Reconquista seguía. Era preciso entonces hacerlo todo. Al recobrarse la yerma y asolada geografía hispánica había que imprimir sobre ella, como sobre tabla rasa, el espíritu, el carácter, la cultura y la pasión de la España cristiana, que re nacía con sello nuevo tras los Montes Cántabros. La acción fe cunda de Froilán, su vida y su espíritu, lleno de afanes de supe ración, quedaron tejidos en la trama de la historia de aquella España.
¿Quién era San Froilán y cuál fue la trayectoria de su vida? Por fortuna, se conserva una corta biografía del ortodoxo varón Froilán, obispo legionense, copiada en elegante minúscula visigótica por el diácono Juan, contemporáneo suyo. Esa copia es del año 920, quince años después de la muerte del santo obispo (905). Ignoramos quién fue su autor. A pesar de su estilo lacónico y de sus adherencias legendarias, podemos reconstruir los rasgos fundamentales de su vida y carácter.
Nace el año 833 en los arrabales de Lugo. Allí recibe durante sus primeros años la enseñanza que los concilios exigían a los candidatos para el sacerdocio. Al llegar a los dieciocho años su vida interior entró en crisis. Dudó entre la vida retirada del desierto o la actividad apostólica. El futuro fundador de cenobios y gran predicador de muchedumbres opta por la soledad de los montes. Los espíritus superiores toman personalmente la iniciativa de su vida y Froilán quiso consagrarla totalmente a la familiaridad íntima con Dios. Buscaba a Dios en aquellos montes y lo encontraba en todas las criaturas, que le hablaban de una belleza arcana y superior. El podía cantar dulcemente aquellos versos de Berceo :</span></span>
Yaciendo a la sombra perdí todos cuidados;
odí sones de aves dulces e modulados.
Nunca udieron omnes órganos más temprados,
nin que formar pudiesen sones más acordados.
Mientras él gozaba de los encantos de la soledad, estallaba en la España musulmana una violenta persecución contra los cristianos. El año 850 comenzó a florecer de nuevo con el rito solemne de la sangre el martirologio cordobés. Rosas purpúreas de esta larga primavera martirial fueron, entre otros, el sacerdote Perfecto, degollado el día de la Pascua mora; el erudito monje Isaac, decapitado y colgado de un palo; el joven Sancho, crucificado; las dos vírgenes Columba y Pomposa, y el más famoso de todos, el bienaventurado Eulogio, aquel hacedor anhelante de mártires, cuya cabeza cortó el alfanje de un solo golpe, a las tres de la tarde del sábado 11 de marzo del año 859.
Tal vez la voz poderosa de esta sangre inocente retumbó entre los montes donde Froilán se escondía y le empujó a organizar una cruzada. Tal vez en el diálogo familiar con Dios sintió la invitación a la vida activa. Nos cuenta su biógrafo, con la ingenuidad de nuestros cantares de gesta y, sin duda, imitando los inicios de la predicación de Isaías, que al joven eremita le acuciaba la duda de si debía permanecer por más tiempo en aquellas soledades. Para liberarse de ella se sometió a la prueba del fuego. Si Dios suspendía las leyes, era señal evidente de su voluntad divina. Froilán introdujo unas brasas encendidas en su boca. El fuego no le causó la más mínima quemadura. Dios había hablado. De los montes se lanzó a los poblados a propagar entre los hombres otro fuego que le ardía dentro. Su vida nos dice escuetamente que recorría las ciudades predicando sin cesar la palabra divina con gran aplauso de todos.
En sus triunfos pastorales sentía irresistiblemente el atractivo de la soledad para reponer sus energías. Acompañado del sacerdote Atilano torna a su retiro. Ambos se escondieron en los montes de Curueño (León). Pero los pueblos en masa le seguían a su celda solitaria. Con las muchedumbres iban magnates y obispos que anhelaban oír su palabra. Entre sus oyentes se despertaron numerosos seguidores cautivados por sus ejemplos. Ante los ruegos insistentes se ve forzado a bajar a la ciudad de Veseo. Allí erige su primer monasterio, que llenará pronto con 300 monjes. Es el comienzo de una nueva etapa: fundador de cenobios. Su fama salta los montes de León y llega a oídos de Alfonso III en Oviedo. El rey le envía mensajeros ordenándole venir a su corte. Honda impresión causó en Alfonso la presencia de aquel monje. Se fija en él para la gigantesca obra de repoblación que había comenzado su padre, Ordoño I. Las fronteras del reino astur-leonés llegaban por el sur hasta la línea del Duero. De Castilla se podía decir lo del poeta: «Harto era Castilla menguado rincón cuando Amaya era corte, Hitero el moyón". Zamora, Toro y Simancas eran fortalezas que espiaban posibles asaltos árabes al reino cristiano. Las zonas fronterizas a ambos lados del río estaban despobladas y devastadas por los reyes asturianos. Lo exigía así la táctica militar. Pero había que ir empujando la frontera más abajo. Para eso, en la zona norte del Duero era necesario levantar los poblados destruidos y poner en explotación las tierras abandonadas. Ninguna fuerza más cohesiva para dar vida a estas preocupaciones regias que la acción colonizadora de los monasterios. Esto lo comprendió cabalmente Alfonso III y concedió al Santo amplias facultades para visitar todos sus dominios y levantar cenobios a cuyo amparo se acogiesen los nuevos poblados. Estas agrupaciones humanas, así formadas, constituían una unidad política cuyo jefe era el abad, y sus agentes y maestros los monjes, que enseñaban las artes de la paz e infundían el espíritu de cruzada en la guerra de reconquista. Froilán puso en juego de nuevo su capacidad de iniciativa y se dio a recorrer las tierras del reino alfonsino. Su beligerante actitud le llevó a fundar dos grandes monasterios cerca de la frontera, a pocos kilómetros de Zamora. El primero fue el de San Salvador de Tábara. En él se congrega con 600 monjes de ambos sexos. Era uno de esos monasterios llamados dúplices, donde las monjas, aunque rigurosamente separadas, tenían la ventaja de la asistencia sacerdotal y de la defensa en caso de invasión.
Fue éste, en el siglo x, uno de los más famosos monasterios por el arte refinado de su escritorio. La pesadumbre del tiempo, insensible a los afanes del hombre, no nos ha permitido ver en su realidad de piedra la arquitectura de esta fundación. Pero, afortunadamente, un códice de su escritorio nos la conserva parcial mente. En el último folio aparece la torre del monasterio, "alta y lapídea", de sillería policroma, con ventanales de arcos de herradura. Sobre el tejado, dos airosas torrecillas con sendas campanas. A los lados de los últimos ventanales, dos balcones voladizos se asoman al horizonte. Tres hombres suben a la torre por unas es caleras de mano y otro hace sonar las campanas tirando de una cuerda. Adosado a la torre está el escritorio. Un pergaminero aparece sentado en un taburete cortando el pergamino con grandes tijeras. En un aposento inmediato están el monje Senior, copista, y Emeterio, escriba y pintor, discípulo predilecto de Magio. Fue Mágio la gloria cultural más notable del monasterio tabarense. Contemporáneo en su niñez de Froilán, elevó a alturas maravillosas el arte de la miniatura, ese arte casto, espiritual y apacible a los ojos, y que mueve el ánima a altas consideraciones". Son todos los datos que poseemos de esta espléndida fundación. Del segundo monasterio tenemos aún menos noticias. Según el citado biógrafo, lo levantó en un emplazamiento alto y ameno junto a las aguas del Esla, al parecer cerca de Moreruela (Zamora). Sólo una frase añade a este laconismo: ..se reunieron allí 200 monjes consagrados a la ascesis de la vida regular". Aquellos cronistas medievales, avaros del tiempo, no nos cuentan nada de los métodos de dirección espiritual del Santo cenobiarca ni del ambiente de perfección que, sin duda, reinaba en estos monasterios. Pero se siente palpitar en estas breves páginas biográficas la dinámica incontenible de Froilán, su temperamento emprendedor, su espíritu sobrenatural lleno de ardorosa elocuencia, su recia personalidad de caudillo espiritual. Esa era la fama que corría de pueblo en pueblo y de comarca en comarca y que cada día ganaba más admiradores. Por eso no es extraño que, al quedar vacante la sede de León, se alzase unánime la voz del clero y del pueblo, reclamando por obispo al abad Froilán. El rey, que no había lo grado convencerle para que aceptase el oficio pastoral, se alegró sobremanera. Vencida su resistencia, fue consagrado obispo de León el día de Pentecostés, 19 de mayo del 900. Ese mismo día recibía también la consagración episcopal para la sede de Zamora su inseparable y santo amigo Atilano. Estas dos lumbreras, dice emocionado el autor anónimo, puestas sobre el candelero, iluminaron con la claridad de su luz eterna todos los confines de España. La Iglesia de León, que estaba dedicada, según una donación de la época, "a los señores, santos, gloriosos y, después de Dios, fortísimos patronos Santa María Virgen, Reina celeste, y San Cipriano, obispo y mártir", recibía ahora clamorosamente por obispo al que había de ser su Patrono hasta el día de hoy. Sólo la gobernó cinco años, pero el heroísmo de sus virtudes y el triunfo de su santidad la aureolaron para siempre.</span></span>