Ártículos Más Recientes

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En Aguilera, en la región española de Castilla, san Pedro de Regalado, presbítero de la Orden de Hermanos Menores, conspicuo por la humildad y el rigor de la penitencia, que fundó dos conventos, para que en ellos viviesen sólo doce hermanos solitarios. Patrón de Valladolid.

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Memoria de la Bienaventurada Virgen María de Fátima, en Portugal. En la localidad de Aljustrel, la contemplación de la que, en el orden de la gracia, es nuestra Madre clementísima, suscita en muchos fieles, no obstante las adversidades, la oración por los pecadores y la profunda conversión de los corazones.

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En La Puye, de la comarca de Poitiers, en Francia, san Andrés Huberto Fournet, presbítero, quien ejerció como párroco durante la Revolución Francesa y, no obstante su condición de sacerdote proscrito, fortaleció la fe de sus feligreses, y al restablecerse la paz para la Iglesia, fundó, junto con [santa Isabel Bichier des Ages], la Congregación de Hijas de la Cruz.

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Patrono de los Ingenieros de Caminos, canales y puertos
y de los Ingenieros de Obras Públicas

Martirologio Romano:En la región de Castilla, en España, en la localidad que posteriormente fue distinguida con su nombre, santo Domingo de la Calzada, presbítero, que dispuso puentes y caminos empedrados para uso de los peregrinos jacobeos y, movido por su inmensa piedad, construyó también un hospital de peregrinos, provisto de salas destinadas a socorrerles (1060/1109).

Etimológicamente:Domingo = Aquel que es consagrado al señor, es de origen latino.

Domingo García, conocido como Santo Domingo de la Calzada (Viloria de Rioja, provincia de Burgos, 1019 - † Santo Domingo de la Calzada, La Rioja, 12 de mayo de 1109). Fue un religioso de España y uno de los mayores impulsores del Camino de Santiago.

Hijo de un labrador llamado Ximeno García y de su esposa Orodulce, tras el fallecimiento de sus padres, intentó ser admitido en los monasterios benedictinos de Valvanera y San Millán de la Cogolla, pero no lo consiguió. Tras este traspiés se retiró como eremita a un lugar apartado en los bosques de encinas de Ayuela, lugar cercano al actual Santo Domingo de la Calzada, llevando una vida contemplativa hasta 1039. Sobre ese año comenzó a colaborar con Gregorio, obispo de Ostia, llegado a Calahorra como enviado papal para combatir una plaga de langosta que asolaba los territorios navarros y riojanos. Este le otorgó la ordenación sacerdotal. Juntos construyeron un puente de madera sobre el río Oja para facilitar el tránsito de los peregrinos hacia Compostela. Hasta la muerte de Gregorio en 1044.

Tras morir Gregorio, volvió a la zona de Ayuela y emprendió una profunda labor de colonización. Taló bosques, roturó tierras y comenzó la construcción de una calzada de piedra que supuso una desviación del camino tradicional por la calzada romana entre Logroño y Burgos, pero que se convirtió, a partir de entonces, en la ruta principal entre Nájera y Redecilla del Camino. Por esta labor es conocido como Domingo de la calzada.

Para mejorar las condiciones de los peregrinos que empezaron a transitar la nueva calzada, sustituyó el puente de madera que había construido con Gregorio por uno más robusto de piedra, y construyó un complejo integrado por hospital, pozo e iglesia, para atender a las necesidades de los viajeros, donde en la actualidad se encuentra la Casa del Santo, utilizada como albergue de peregrinos.

Al apoderarse en 1076 de La Rioja, Alfonso VI de Castilla y viendo que el desarrollo del Camino contribuía a su proyecto de la castellanización de la zona, se hizo partidario del santo, de sus obras, y de su villa, visitando a Domingo en 1090 y responsabilizándolo de las obras viarias que se realizaban a lo largo del Camino de Santiago. En esos momentos, y con la ayuda de su discípulo Juan de Ortega, había iniciado ya la construcción de un templo dedicado al Salvador y Santa María. Este fue consagrado por el obispo de Calahorra en 1106. En el exterior del templo y adosado a sus muros, el santo escogió un lugar para su propia sepultura.

El burgo, llamado Masburguete o Margubete que se dice hoy día, de Santo Domingo de la Calzada empezó como unas pocas casas construidas en torno a la ermita del santo durante su vida. Al morir Domingo en 1109 ya contaba la villa con una creciente población. La iglesia de Santo Domingo de la Calzada, en la que fue enterrado, fue elevada al rango de catedral poco después, al trasladarse a esta la diócesis de Calahorra en 1232 hasta 1235.

Nueve tablas pintadas, adornan hoy una pared de la catedral y recuerda los milagros de Santo Domingo.

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Obispo

Martirologio Romano:En Constantinopla, san Germán, obispo, el cual, insigne por su doctrina y virtudes, refutó con gran persuasión el edicto contra las imágenes sagradas promulgado por el emperador León el Isáurico (733).

Etimológicamente:Germán = Aquel que es un guerrero fuerte, es de origen germánico.

Nació el 635, siendo Heráclio emperador bizantino. Su padre fue un prestigioso patricio, llamado Justiniano, muerto alrededor del 669 por orden del suspicaz o envidioso emperador Constantino Pogonato.

De la vida y actividad de Germán antes de obtener su primera prelacía apenas sabemos nada. Dos documentos antiguos (un menologio y un sinaxario) nos ponderan su afición a las Escrituras y a la contemplación, su viveza de ingenio y experiencia de los negocios. En todo caso parece que ya antes del 711 era obispo de Cízico, en el Helesponto. Poco después el monotelismo (herejía defensora de una sola voluntad en Cristo), aunque ya recibido el golpe de muerte en el VI concilio ecuménico de 681, revivió por corto espacio con el emperador Filípico (711-713), el cual presionó de tal modo a Germán, que el anciano prelado tuvo la debilidad de ceder en el sínodo de Constantinopla, año 712. Pero su reacción en pro de la ortodoxia fue rápida. Al subir al trono de Oriente el católico Artemio (Anastasio II) mejora la situación.

Depuesto Juan VI, patriarca heterodoxo de Constantinopla, es nombrado sustituto suyo, en 715, Germán, que cuenta ya unos ochenta años, pero cuyo espíritu joven sabrá resistir los embates de sus adversarios en la época subsiguiente. Se suele colocar al comienzo de su patriarcado un sínodo de 100 obispos, donde habrían sido anatematizados los fautores del monotelismo, entre otros los antecesores de Germán en la sede constantinopolitana, Sergio, Pirro y Pablo. Pero, según Grumel, el documento de las Actas es, por lo menos, dudoso. Sin embargo, el repudio de aquella herejía se manifiesta en la carta del Santo a los armenios, de que hablaremos después. De todos modos, la gloria más excelsa de Germán es su actitud indomable ante la herejía iconoclasta, denominada así por propugnar la destrucción de las imágenes (de Cristo y de los santos).

El furor de este movimiento, avivado por cierta tendencia oriental, idealista y antiplástica, data del siglo VIII. Sea por influjo de la actitud hostil de los árabes (para quienes el culto cristiano de tales representaciones sensibles equivalía al idolátrico de los paganos), sea por motivos religiosos de reforma (ante algunos abusos de la época en lo tocante a este culto), tal vez por razones políticas de cesaropapismo, o mejor aún por la educación del emperador León III el Isáurico (716-741) en un ambiente de paulicianismo maniqueo, lo cierto es que este príncipe desencadena una violenta lucha contra las imágenes en 725 con la adhesión de algunos obispos (sobre todo de Constantino de Nicolia, en Frigia), que quizá veían en el culto de los iconos un estorbo para la conversión de los infieles. Germán resiste desde el principio. Debió de ser bien doloroso para el Santo recordar la escena (a. 717) donde él mismo había coronado a León, conforme al ceremonial católico, y donde el príncipe había jurado retener la fe verdadera, decisión reiterada por él en carta al papa Gregorio II. Ahora, en 724-725, León cambia por completo y da comienzo a su campaña iconoclasta. Germán pone en guardia al Pontífice y le informa de su resistencia al emperador; el texto de la carta se ha perdido, pero se conserva la respuesta del Papa, lleno de admiración ante la actitud vigorosa del patriarca, que contaba entonces unos noventa años: "cada hora me acuerdo de tu entrega y considero mi más sagrado deber el saludarte como a hermano mío y propugnador de la Iglesia".

También se conservan otras tres cartas del Santo referentes a esta misma controversia. Una a Juan, metropolitano de Synades, a propósito del ya citado Constantino de Nicolia, hostil al culto de las imágenes; otra a éste, recordándole las promesas hechas a Germán de cesar en su actitud iconómaca, y la tercera a Tomás de Claudiópolis: en esta última principalmente se esfuerza el patriarca en demostrar por la Escritura y los Padres que la honra tributada a las imágenes de Cristo, la Virgen y los santos no es idolatría, sino culto dirigido al prototipo a través de la representación sensible.

Más emotiva es la admonición al mismo emperador (17 de enero del 730), donde el casi centenario prelado se declara dispuesto a morir en defensa del culto de las imágenes: hermoso es dar la vida por el nombre de Cristo, impreso en su efigie externa. Tal grandeza de alma, junto con el apoyo que el Papa y San Juan Damasceno prestaban al patriarca, contiene a León de tomar decisiones demasiado violentas, pero manifiesta su deseo de que Germán señale sucesor en la sede constantinopolitana. Finalmente, en una reunión celebrada por el emperador, el noble anciano, despojándose de su ropaje episcopal, concluye un largo discurso con estas palabras: "Si soy como Jonás, que se me arroje al mar; pero haría falta un concilio ecuménico para que yo cambiara mis creencias". Después se retira a Platanión, finca de familia, cercana a la capital, y allí muere en 733.

Las epístolas dogmáticas de Germán fueron leídas y aprobadas con cálidos elogios en la cuarta sesión del segundo concilio Niceno (ecuménico 7.°) el año 787. Otra carta a los armenios defiende la doctrina calcedonense sobre las dos naturalezas en Cristo, rechazando, por otra parte, toda sospecha de nestorianismo. También se explica en ella el dogma cristológico de las dos operaciones y dos voluntades, lo cual es una abierta repulsa del monotelismo.

De vitae termino es el título latinizado de un diálogo del Santo, donde se justifica el proceder de la divina Providencia al asignar a cada hombre diferente duración de vida: tal discrepancia no proviene de la ciega casualidad; todo está previsto y decretado por Dios. Otro escrito teológico-histórico de Germán enumera concisamente la serie de herejías aparecidas a lo largo de los siglos y los sínodos celebrados para combatirlas.

Especial interés reviste el aspecto oratorio-pastoral del patriarca. Los nueve sermones que llevan su nombre revelan un estilo cuidadoso y una retórica a tono con el ampuloso ambiente literario de la época. El género dialogado, que ya en el siglo IV ocupa un puesto de honor en la homilética, toma, a partir del siglo siguiente, un carácter "nuevo, poético y afectivo". Fecioru nos ofrece recientemente un ejemplo, al editar (en el texto griego de Migne, completado con el del códice gr.964 de la AcademIa Rumana) un sermón de Germán acerca de la Anunciación.

Desde el punto de vista doctrinal son importantes sus sermones mariológicos, por ejemplo en lo tocante a la mediación universal de la Virgen. Dos de ellos, consagrados a la muerte (= Dormición) de Nuestra Señora, son buen testimonio de la creencia del docto y piadoso patriarca en la asunción corporal y en la realeza de la Madre de Dios. Los golpes de la corrupción no podían quebrar el vaso de la divinidad, ni el cuerpo virginal, todo casto y santo, iba a resolverse en polvo, como el de la antigua Eva, madre del polvo. No así María: Madre de la Vida y de la luz, es transportada al paraíso, llenándolo de su propia gloria; es el tránsito al descanso celeste y a las delicias de Dios.

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Por: . | Fuente: santiebeati.it

Presbítero

Martirologio Romano:En Agira, en Sicilia, san Felipe, presbítero, que, oriundo de Tracia, se estableció en esta ciudad (s. V).

Etimológicamente:Felipe = Aquel que es amigo de los caballos, es de origen griego.

La vida de este san ha sido escrita por un monje llamado Eusebio, que se dice compañero de Felipe, el que le nació en Tracia, región al sudeste de la península balcánica, en aquel entonces provincia romana, en los tiempos de Arcadio emperador romano de oriente, (395 -408).

Fue instruido en las disciplinas eclesiásticas y también en la lengua siríaca, a los 21 años recibió el diaconado y luego llegó a Italia junto al monje Eusebio, quien le sirvió de intérprete en Roma. Después de haber sido ordenado sacerdote, recibió el encargo de evangelizar la Sicilia centro-occidental, dónde los habitantes, aterrorizados por la actividad eruptiva del Etna, seguían viendo en el volcán una manifestación del demonio, cuando llegó a la isla se estableció en Agira, provincia de Enna, siempre con la compañía del monje Eusebio.

Desarrolló con fervor apostólico su ministerio sacerdotal entre las poblaciones sicilianas, volviéndose célebre por los numerosos milagros que obró, especialmente por liberar a posesos de los demonios que los atormentaban.

Murió un 12 mayo del siglo V, el año exacto no es conocido pero está entre el 453 y el 457, tenía 63 años.

Sobre el lugar de su sepulcro, fue edificada una iglesia y posteriormente un monasterio, alrededor de los que el antiguo ´Agyrium´ resurgió con el nombre de S. Felipe de Agira, nombre conservado hasta el 1939, (actualmente se llama tan sólo Agira); una reconocimiento de las reliquias fue hecho el 21 de julio1625.

Numerosas son las procesiones y las manifestaciones de devoción que se desarrollan en aquella parte de Sicilia, dónde es más fuerte el culto a san Felipe; como el ofrecimiento de los cirios durante la procesión del 12 de mayo, hecha por los fieles que han recibido gracias.

Reproducido con autorización de Santiebeati.it

responsable de la traducción: Xavier Villalta


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En la región de Castilla, en España, en la localidad que posteriormente fue distinguida con su nombre, santo Domingo de la Calzada, presbítero, que dispuso puentes y caminos empedrados para uso de los peregrinos jacobeos y, movido por su inmensa piedad, construyó también un hospital de peregrinos, provisto de salas destinadas a socorrerles. Es patrón de los ingenieros de caminos, canales y puertos.

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San Pancracio, mártir, que, según la tradición, murió en Roma en plena adolescencia (14 años) por su fe en Cristo, siendo sepultado en la vía Aurelia, a dos miliarios de la Urbe. El papa [san Símaco] levantó una célebre basílica sobre su sepulcro y el papa [san Gregorio I Magno] convocaba a menudo al pueblo en torno al mismo sepulcro, para que recibieran el testimonio del verdadero amor cristiano. En este día se conmemora la sepultura de este mártir romano (s. IV in.). Patrón de los Pasteleros.

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Santos [Nereo] y Aquileo, mártires, los cuales, según refiere el papa [san Dámaso], eran dos jóvenes que se habían enrolado en el ejército y que, arrastrados por el miedo, estaban dispuestos a obedecer las órdenes impías del magistrado, pero después de convertirse al Dios verdadero dejaron el ejército, arrojando sus escudos, armas y uniformes, contentos de su triunfo como confesores de Cristo. Sus cuerpos fueron sepultados en este día en el cementerio de Domitila, situado en la vía Ardeatina de Roma (s. III ex.).

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Laico

Martirologio Romano:En Varennes, de la región de Langres, Francia, san Gangulfo. ( 760)
San Gangulfo era un caballero de Borgoña que durante algún tiempo fue mayordomo de palacio en época de Pipino el Breve. Éste le profesaba mucho aprecio. Gangulfo se casó con una joven de alta dignidad, la cual le traicionó escandalosamente al cabo de muchos años de matrimonio. Como no consiguiese nada con sus exhortaciones, san Gangulfo se retiró discretamente a su castillo de Avallon (ciudad entre Auxerre y Autun), no sin dejar a su mujer bien provista de dinero. En dicho castillo se entregó el santo a la penitencia y al socorro de los pobres.

Según cuenta la leyenda, San Gangulfo murió asesinado por el amante de su esposa, a quien ésta había incitado a darle muerte una noche, en su propio lecho. La distribución de las reliquias del santo y la fama de sus milagros popularizaron, más tarde, su culto en Holanda, Bélgica y Saboya.

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Por: . | Fuente: misa_tridentina.t35.com !! «Vidas de los santos», Alban Butler

Presbítero y Mártir

Martirologio Romano:En Bizancio, san Mocio, presbítero y mártir. ( inc.)
San Mucio era un sacerdote cristiano que fue martirizado en Constantinopla durante la persecución de Diocleciano, es decir, a inicios del siglo IV. Su culto data de muy antiguo. Esto es prácticamente todo lo que sabemos con certeza sobre él, pues sus «actas» son indudablemente espurias. En ellas se lee que san Mucio era un elocuente predicador en Anfípolis de Macedonia. Durante las fiestas de Baco, san Mucio destrozó el altar del dios y derribó por tierra los ex-votos. La muchedumbre le habría asesinado ahí mismo, si el procónsul no le hubiese arrestado. El tribunal le condenó a ser quemado vivo, pero el santo salió ileso de las llamas, junto con tres desconocidos, en tanto que el prefecto y los asistentes perecieron quemados. Entonces, el mártir fue enviado a Heraclea, donde sufrió la tortura de la rueda; después fue arrojado a las fieras, pero éstas no le hicieron daño alguno. Finalmente fue decapitado en Constantinopla.

El carácter novelesco de las actas no basta para echar por tierra la certeza sobre la existencia histórica del santo. Su culto antiquísimo está fuera de toda duda, y es cierto que existió en Constantinopla, a fines del siglo IV, una iglesia dedicada a San Mucio, construida tal vez por el emperador Constantino. Además, es prácticamente cierto que el antiguo martirologio sirio, de la misma época, menciona al santo, aunque su nombre está transformado en el de «Máximo», no sabemos por qué. También el Martyrologium Hieronymianum hace mención de San Mucio. El Nuevo martirologio Romano ha restituido la fecha a la propia del Sinaxario de Constantinopla.

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Por: Lamberto de Echeverría, Bernardino Llorca y José Luis Repetto Betes | Fuente: AÑO CRISTIANO Edición 2004

Presbítero

Martirologio Romano:En el monasterio de Esterp, cerca de Limoges, en Francia, san Gualterio, presbítero, que fue superior de los canónigos, y educado desde su infancia en el servicio a Dios, resplandeció por su mansedumbre para con sus hermanos y por su caridad hacia los pobres. ( 1070)
Gualterio, Gautier o Walter era natural del castillo de Conflans en Aquitania, y debió nacer a comienzos del siglo XI, hijo de una familia principal. Llevado a educar a la escuela de Dorat, regentada por los canónigos regulares agustinos, el joven sintió el atractivo de la vida religiosa y pidió el ingreso en la misma comunidad, donde profesó los votos religiosos e hizo los estudios teológicos, siendo inmediatamente ordenado sacerdote.

Su comunidad pasó por diversas dificultades que trajeron consigo disgustos y divisiones, y huyendo de ellos Gualterio regresó a Conflans. Pero la comunidad canonical de L´Esterp, en el Limousin, conocedora de sus buenas cualidades, lo eligió su superior y Gualterio aceptó, yéndose a presidirla.

Muy pronto todos se hacían lenguas de las buenas cualidades del rector de L´Esterp, cuya piedad y celo apostólico atraían a muchas almas a confesar con él, ministerio para el que se mostró especialmente dotado. Tenía el don de saber decir palabras oportunas a los pecadores para moverlos a sincera penitencia y hacerles cambiar de vida y satisfacer por sus pecados. La fama del notable confesor llegó hasta la Santa Sede. El papa Víctor II le dio amplias facultades para poder absolver excomuniones y también para poder excomulgar a los Impenitentes, facultades que usó siempre en beneficio de las almas. Fue también en él sobresaliente la insigne caridad con que trataba a los pobres y los socorría, y con que continuamente trataba a todos y singularmente a sus compañeros de comunidad, cuya unidad la quería basada en el más puro amor fraterno.

Con un grupo de canónigos regulares de su comunidad hizo la peregrinación a Tierra Santa. Siete años antes de su muerte quedó ciego y llevó su limitación con gran paciencia y continuó trabajando en cuanto pudo. Murió el 11 de mayo de 1070. Enseguida comenzó a dársele culto.

AÑO CRISTIANO Edición 2004
Autores: Lamberto de Echeverría (†), Bernardino Llorca (†) y José Luis Repetto Betes
Editorial: Biblioteca de Autores Católicos (BAC)
Tomo V Mayo ISBN 84-7914-709-1

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6:26 p.m.

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En Souvigny, de Borgoña, san Mayolo o Mayeul , abad de Cluny, quien, firme en la fe, seguro en la esperanza y repleto de una doble caridad, renovó numerosos monasterios de Francia e Italia.

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Por: . | Fuente: Vatican.va

Laico

Martirologio Romano:En la ciudad de Zagreb, en Croacia, beato Ivan Merz, que, dedicado al estudio de las letras y a la enseñanza, dio a los jóvenes el ejemplo de un maestro fiel a Cristo y de un laico creyente entregado al bien de la sociedad (1928).
Nació en Banja Luka el 16 de diciembre de 1896, en la Bosnia ocupada por el imperio austro-húngaro, en una familia liberal; fue bautizado el 2 de febrero de 1897. En el ambiente multi-étnico y multi-religioso de su ciudad natal realizó sus estudios de primaria y secundaria, que terminó cuando en Sarajevo era asesinado el príncipe heredero Francisco Fernando (28 de junio de 1914). Por voluntad de sus padres, y no suya, entró en la Academia militar de Wiener Noustadt, que abandonó después de tres meses, molesto por la corrupción del ambiente. En 1915 inició los estudios en la universidad de Viena, aspirando a ser profesor, para poder dedicarse a la instrucción y educación de los jóvenes en Bosnia, siguiendo el ejemplo de su profesor Ljubomir Marakovic, hacia el que sentía una profunda gratitud por haberle ayudado a descubrir las riquezas del catolicismo.

En marzo de 1916 tuvo que enrolarse en el ejército. Fue enviado al frente italiano, donde pasó la mayor parte de los años 1917 y 1918. Al concluir la primera guerra mundial se encontraba en Banja Luka, donde vivió el cambio político y el nacimiento del nuevo Estado yugoslavo. La experiencia de la guerra le hizo madurar espiritualmente, pues, impresionado por los horrores de los que fue testigo, poniéndose en las manos de Dios, se propuso tender con todas sus fuerzas a la perfección cristiana.

Se puede seguir su desarrollo espiritual gracias a su diario íntimo, que comenzó a escribir durante sus estudios de secundaria y prosiguió en el ejército, en el frente y durante los estudios universitarios. En él se aprecia que su santidad no fue fácil, que tuvo que luchar mucho por su ideal.
Lo atormentaba el problema del amor y luego el del dolor y la muerte, que resolvía a la luz de la fe.

"No tengo la santa Eucaristía -escribe el 9 de septiembre de 1917-. Vivo aquí como un pagano o una fiera, como si el Agnus no fuera ya el centro del cosmos, como si no existiera para nada. Dios Consolador, ven a compenetrar mi naturaleza con átomos de eternidad, para que, más semejante a ti, comprenda el curso de mi existencia".

El 5 de febrero de 1918, estando en el frente de batalla, escribió en su diario: "Nunca olvidarse de Dios. Desear siempre unirse a él. Cada día, preferentemente al alba, dedicarse a la meditación, a la oración, tal vez cerca de la Eucaristía o durante la santa misa. En esos momentos se han de hacer los proyectos para la jornada que comienza, se examinan los propios defectos, y se pide la gracia para superar todas las debilidades. Sería terrible que esta guerra no me produjera ningún efecto positivo... Debo comenzar una vida regenerada con el espíritu del nuevo conocimiento del catolicismo. Confío sólo en la ayuda del Señor, porque el hombre no puede hacer nada por sí mismo".

Después de la primera guerra mundial prosiguió sus estudios de filosofía en Viena (1919-1920); luego se trasladó a París, donde estudió en la Sorbona y el Instituto Católico (1920-1922). Con su tesis sobre "la influencia de la liturgia en los escritores franceses desde Chateaubriand hasta nuestros días", obtuvo el doctorado en filosofía en la universidad de Zagreb (1923). Durante el resto de su breve vida fue profesor de lengua y literatura francesa y alemana en el Instituto arzobispal de Zagreb, realizando con entrega ejemplar sus deberes de estado.

Colaboró como apóstol de los jóvenes, primero en la Liga de los jóvenes católicos croatas, y luego en la Liga croata de las Águilas, que impulsó y con la que inauguró en Croacia la Acción católica promovida por el Papa Pío XI. Según él, la Organización debía contribuir ante todo a formar una élite de apóstoles de la santidad. Con ese fin debía servir también para la renovación litúrgica, de la que fue uno de los primeros promotores en Croacia, anticipando cuatro décadas las directrices del concilio ecuménico Vaticano II en esa materia.

En su trabajo no le faltaron incomprensiones y dificultades de diversos tipos, que afrontaba con una serenidad admirable, fruto de su continua unión con Dios en la oración. En opinión de quienes lo conocían bien, "con su mente y su corazón se hallaba inmerso en lo sobrenatural".

Convencido de que el medio más eficaz para la salvación de las almas es el sufrimiento ofrecido al Señor, ofrecía sus penas físicas y morales para obtener la bendición de sus actividades apostólicas, y, ya cerca de su muerte, ofreció también su joven vida por sus Águilas. Murió en Zagreb el 10 de mayo de 1928, a los 32 años de edad, con fama de santidad.

Beatificado el 22 de Junio de 2003 por S.S. Juan Pablo II.

Reproducido con autorización de Vatican.va

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11:26 p.m.

Sacerdote Camilo

(Siervos de los Enfermos de San Camilo)
Enrique había nacido el 28 de abril de 1860 en el norte de Italia, en Gravedona, en la orilla noroeste del lago Como. Su padre, Domingo, empleado de intendencia antes de llegar a ser inspector jefe de impuestos de la provincia de Como, no es partidario de la religión, y cuando acompaña a su mujer a la iglesia, se queda fuera. Su madre, Sofía, cristiana ejemplar, es oriunda de Liorna, en Toscana. De ese matrimonio habían nacido cinco hijos, siendo Enrique el segundo. Al final de sus estudios secundarios, al no poder seguir su inclinación por la vida religiosa a causa de la oposición de su padre, Enrique se matricula en la Facultad de Matemáticas de la Universidad de Pavía. De carácter tranquilo y bien educado, solamente permanece un año en la Facultad, cuyo anticlericalismo le produce amargura y desazón.

Así pues, regresa a Como y cumple su servicio militar como voluntario durante un año. En sus ratos libres, se aísla voluntariamente con la oración y las buenas lecturas. Tras su formación en la Escuela Militar de Milán, obtiene el diploma de subteniente de reserva, estimado por sus superiores, quienes le animan a hacer carrera en el ejército. Pero, al regresar con su familia, prefiere seguir estudios de contabilidad, que culminan en 1882 con un diploma y con notas sobresalientes.

Un camino que no le conviene

El marido de su hermana Dorina, que dirige una sedería a 45 km al norte de Como, lo acoge en su casa y le ofrece un empleo como administrativo. Las relaciones entre Enrique y la familia de su hermana son muy cordiales. Sin embargo, al cabo de tres años, algunos indicios dejan entrever que el joven tiene problemas. Hay tristeza en su mirada. A su padre le confiesa que ese trabajo en la industria y en el comercio no le convienen, y a sus 24 años escribe a su cuñado lo que sigue: «Cuando pienso que voy a ser un lastre en lugar de servir de ayuda..., el hecho de saber también que mis padres nunca estarán tranquilos mientras permanezca en un camino que no conviene a mi naturaleza (y que me hace desgraciado), todo ello me ha persuadido de que debía renunciar a él, por el bien de papá y de mamá, por tu bien y por el mío. Y te digo esto con el corazón compungido» (9 de agosto de 1884).

Los problemas de Enrique no proceden de la elección de una profesión adecuada a sus aptitudes y a sus inclinaciones, sino de su tenaz atracción por la vida religiosa, atracción entorpecida a causa de una fuerte oposición por parte de su padre. A pesar de todos los esfuerzos por aceptar su suerte, cae muy pronto en un estado de abatimiento moral, y adelgaza tanto que parece estar convaleciente de una enfermedad. Finalmente, durante el verano de 1884, el padre termina «rindiéndose», después de largas discusiones con su hijo y tras la intervención del beato Guanella (sacerdote promotor de obras sociales, beatificado en 1964), que había encomendado a todos los monasterios de Como que se rezara por esa vocación.

Tres meses después de dejar su empleo, Enrique se matricula en la Universidad Gregoriana de Roma, con objeto de seguir, con éxito, estudios eclesiásticos. Allí consigue la estima de los profesores, recibiendo las órdenes menores con la siguiente mención: «Conducta edificante y muy buen espíritu de Iglesia». Hacia finales del año 1885, sus padres y su tía Magdalena se desplazan a Roma, alegrándose de encontrarlo satisfecho y sereno. Magdalena anota en su diario: «Enrique está contento y alegre. Entiendo por qué se siente de ese modo. Está seguro de encontrarse en el camino que Dios le ha preparado».

Oprimido

Un obstáculo imprevisto surge de repente: entre marzo de 1886 y mayo de 1887, Enrique es atacado por una grave depresión nerviosa. Su generosa alma y su sentido del deber, que no admite medias tintas, le mueven a realizar penitencias excesivas, sin tener demasiado en cuenta su fragilidad. En realidad necesitaría alimentarse mucho más, pero se esfuerza en imitar, incluso en sobrepasar, los ejemplos de austeridad que observa a su alrededor, por lo que desemboca en un estado de agotamiento nervioso y mental que suele ser causa de depresión. Ya en su época, cuando santa Teresa de Jesús llegaba a un convento carmelita y encontraba tensiones y combates espirituales, exigía a las monjas que durmieran una hora más al día. Efectivamente, porque el cansancio disminuye nuestra capacidad de resistencia, nos vuelve frágiles y aumenta nuestra vulnerabilidad. Una de las armas que utiliza el diablo en el combate espiritual es precisamente sobrecargarnos, con la apariencia de que ello es bueno.

Enrique regresa con su familia, permaneciendo también un tiempo en una clínica. En el diario de Magdalena podemos constatar las siguientes anotaciones: son «momentos en los que la mano de Dios se ha mostrado pesada sobre nosotros y nos ha sumergido en el dolor... ¡Cuántos meses de silencio y de sufrimiento! Ojalá Dios ponga término a esto y nos devuelva nuestro tesoro». Ocho años más tarde, al evocar aquella etapa, Enrique escribirá: «Me mandaron a una clínica de reposo; en ese lugar Dios restableció mi salud dándome una total confianza en su infinita bondad y misericordia».

Una gran capacidad espiritual

Antes de ver cumplida su vocación de religioso hospitalario, Enrique prueba la amargura del sufrimiento. Al igual que en nuestros días el Papa Juan Pablo II, habría podido decir: «También yo conozco, por haberlo probado personalmente, el sufrimiento causado por la incapacidad física, la debilidad propia de la enfermedad, la falta de energía para el trabajo y el hecho de no sentirse en forma para llevar una vida normal. Pero también sé, y quisiera que se entendiera, que ese sufrimiento tiene igualmente otro aspecto sublime, y es que otorga una gran capacidad espiritual; porque el sufrimiento supone una purificación para sí mismo y para los demás, y si se vive en su dimensión cristiana, puede transformarse en un don que se ofrece para completar en la propia carne lo que faltara a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia (cf. Col 1, 24). A vosotros, queridos enfermos de todos los rincones del mundo, deseo anunciaros la presencia viva y consoladora del Señor. Vuestros sufrimientos, recibidos y aceptados con fe inconmovible, unidos a Cristo, adquieren extraordinario valor para la vida de la Iglesia y el bien de la humanidad» (Mensaje con motivo de la Ia Jornada Mundial del Enfermo, 11 de febrero de 1992).

En mayo de 1887, la crisis se resuelve y Enrique recobra por completo la salud. Tendrá algunas recaídas, pero menos prolongadas y menos graves. Debe tenerse en cuenta que en aquella época no había remedios específicos contra ese tipo de enfermedades, por lo que aquella tribulación fue superada gracias a un conocimiento progresivo cada vez más exacto de Dios, cuya consecuencia fue una relación filial basada en la confianza. El mejor rasgo de la espiritualidad de nuestro beato será en adelante considerar el océano infinito de la misericordia del Corazón de Jesús y de la ternura maternal de nuestra Madre, la Santísima Virgen María, a quien la Iglesia invoca con el nombre consolador de «salud de los enfermos».

Durante el verano de 1887, Enrique trabaja como empleado en el hospital de Como. Pero, poco tiempo después, se deshacen amablemente de él, porque, en lugar de trabajar en lo que le corresponde, pasa el tiempo en las salas del hospital, a la cabecera de los enfermos más pobres, más necesitados y aislados, para quienes sacrifica hasta el último céntimo del que puede disponer, e incluso su ropa personal; también multiplica sus visitas a domicilio a los pobres y a los enfermos. Su vocación de religioso hospitalario nace precisamente del contacto con esos sufrimientos.

Abandonado a María

Enrique suele anotar en un diario su programa espiritual, inspirado en las vías de perfección propuestas por san Ignacio de Loyola. También escribe estas frases: «La Santísima Virgen, a quien me encomendé para que me encontrara un trabajo que se adaptara a mi debilidad, me consiguió un empleo en los servicios administrativos del Hospital Civil, donde trabajaba algunas horas cada día; el resto del tiempo lo pasaba solo, en ejercicios de piedad...; al ver que no podía continuar de ese modo y sentirme llamado a abrazar la vida religiosa, mi padre espiritual (a pesar de haberle manifestado mi inclinación por la familia religiosa de san Francisco) me propuso la de san Camilo, que le parecía más adaptada a mi circunstancia y también porque temía por mi estado de salud. Así lo hice sin discusión, e inmediatamente la abracé». La lectura de la vida de san Camilo conforta a Enrique en su elección.

Camilo de Lelis, nacido en 1550 en el reino de Nápoles y dotado de un vitalidad fuera de lo común, abrazó primero el oficio de las armas; pero poco después cayó en el desenfreno, siendo hospitalizado en el hospital San Jacobo de Roma. Afectado profundamente por la miseria en que estaban sumidos los enfermos, trabajó como enfermero voluntario, consiguiendo agrupar más tarde a algunos compañeros para constituir «la Compañía de los Servidores de los Enfermos» o camilos. Aquejado él mismo de dolores de estómago y de cabeza, de cálculos, de úlceras y de forúnculos casi permanentes, Camilo pasaba por aquellas salas, como enfermo entre los enfermos, atento ante las necesidades de todos. Murió en Roma el 14 de julio de 1614, y la Iglesia lo proclamó patrono de los hospitales, de los enfermos y de las hermanas hospitalarias.

El 27 de septiembre de 1887, Enrique Rebuschini, de 27 años de edad, ingresa en los camilos de Verona. La primera actitud que se propone alcanzar es la amabilidad; esa virtud, aunque muy necesaria, no le resulta fácil. Él tiene ya cierta experiencia de trabajo profesional, mientras que sus compañeros de noviciado todavía son adolescentes y aman la libertad, el esparcimiento y el ruido, y tienen gran facilidad en transformar los pensamientos serios en divertidos juegos de palabras. Así pues, se apresta a adoptar una opinión positiva acerca de los demás, a pesar de sus defectos o de sus irritantes actitudes. Es un ideal que a veces le resulta difícil de alcanzar, como él mismo escribe: «Me dejo llevar por arrebatos de antipatía, sobre todo con uno de mis compañeros. En ocasiones, cuando me pregunta por los estudios, en lugar de contestarle con dulzura y de pensar solamente en dar satisfacción a su pregunta con amabilidad, le respondo con irritación: «Me gustaría que no me preguntaras nada»; y ello no es más que el fruto del orgullo, unido a la falta de unión con los míos en el amor. Me gustaría no pensar en otra cosa sino en hacer en todo momento el mayor bien posible». Pero en la realidad de la vida cotidiana, su resolución de amabilidad es vencida con frecuencia por tentaciones de juicios temerarios, por sentimientos de antipatía, etc. Pero él no se deja vencer por esas luchas, sino que renueva su intención de ver en los demás el templo de Dios, mira el crucifijo y recobra valientemente la lenta labor de dulcificación del corazón.

Recaídas

Su bondadoso temperamento le hace merecedor de la estima de sus superiores, quienes, considerando los estudios que ya había cursado en Roma, le ordenan sacerdote durante su noviciado, el 14 de abril de 1889. El obispo de Mantua que le confiere el sacramento de la orden es monseñor Sarto, el futuro Papa Pío X, amigo de los camilos. El acto de profesión perpetua de Enrique tiene lugar el 8 de diciembre de 1891. Sin embargo, el Padre Rebuschini vuelve a recaer en la depresión nerviosa. Esas recaídas son consecuencia de su principal defecto: un carácter perfeccionista que le mueve a un compromiso espiritual que no considera suficientemente su fragilidad nerviosa. Padece una nueva depresión durante los años 1890 y 1891, sufriendo mucho a causa de una tribulación espiritual, provocada por una excesiva concentración en el concepto de la eternidad, siendo tentado con fuerza por la idea de verse reprobado. Gracias a su nombramiento como capellán de hospital consigue recobrar el equilibro y la serenidad, lo que le ayuda a olvidarse de sí mismo y a dedicarse a las miserias del prójimo. Pero una nueva crisis se manifiesta en 1895. A pesar de haber sido nombrado vicemaestro de los novicios y profesor de teología, se considera incapaz, por desconfianza hacia sí mismo, de asumir sus responsabilidades, de lo cual se deriva un estado de continua tensión. Sus superiores se ven obligados a librarlo de esas cargas y, gracias a Dios, recobra rápidamente su equilibrio. Finalmente, en 1922, un largo período de responsabilidades difíciles y de sobrecarga de trabajo será la causa de una última depresión, que verá superada en pocos meses.

Ante esas manifestaciones depresivas cabría la tentación de pensar que el Padre Enrique tenía un temperamento melancólico y vacilante, pero hay que considerar que entre las crisis de 1895 y de 1922 transcurren más de veinte años de actividad normal, en el transcurso de los cuales asume de manera admirable y con gran generosidad pesadas responsabilidades. Después, de 1922 hasta su muerte en 1938, durante dieciséis años, da más que nunca la impresión de sólido equilibrio y de plena serenidad. El Padre José Moar, compañero suyo durante los últimos siete años de su vida, afirmó en el proceso de beatificación que tuvo conocimiento de las depresiones que había sufrido el Padre Rebuschini por las biografías. «Cuando lo conocí era una persona equilibrada y nada contradictoria. Nunca se me habría ocurrido pensar que hubiera podido tener depresiones».

A través de sus sufrimientos, el Padre Enrique tuvo ocasión de poner en práctica los principios de sabiduría cristiana que el Santo Padre Juan Pablo II da a los enfermos: «Queridos enfermos, me gustaría depositar en vuestras memorias y en vuestros corazones tres pequeñas aclaraciones que considero valiosas. En primer lugar, cualquiera que sea vuestro sufrimiento, físico o moral, personal o familiar, apostólico o incluso eclesial, interesa que toméis lúcida conciencia de él, sin minimizarlo ni agrandarlo, y con todas las conmociones que engendra en vuestra sensibilidad humana: fracaso, inutilidad de vuestra vida, etc. A continuación, es fundamental avanzar por el camino de la aceptación. Sí, aceptar que así sea, pero no por resignación más o menos ciega, sino porque la fe nos garantiza que el Señor puede y quiere obtener el bien a partir del mal. Por último, queda por hacer el mejor de los gestos: el de la oblación. Esa ofrenda, realizada por amor a Dios y a nuestros hermanos, permite alcanzar un grado (muy elevado en ocasiones) de caridad teologal, es decir que permite perderse en el amor de Cristo y de la Santísima Trinidad por la humanidad. Esas tres etapas que viven los sufrientes, cada uno según su ritmo y su gracia, les aportan una sorprendente liberación interior. Acaso no es ésa la enseñanza paradójica referida en los Evangelios según la cual Quien pierde su vida por mí la encontrará?» (Mensaje a los enfermos: Lourdes, 15 de agosto de 1983).

No había manera de resistirse

En 1890, el Padre Enrique es nombrado capellán de los hospitales militar y civil de Verona. Tanto los clérigos como las religiosas, así como los soldados, lo consideran un santo. Pero su santidad es, en sí misma, la más silenciosa de las que puedan imaginarse para un capellán, ya que no está basada en actos notorios, sino —en primer lugar— en la ejemplaridad de su vida en el servicio que aporta a los enfermos. En su apostolado, el Padre Enrique posee el don de conmover los corazones más endurecidos, de lo que da testimonio el párroco de Vescovato: «En más de una ocasión coincidí junto al Padre Enrique en la cabecera de algún enfermo. Resultaba que mis feligreces a quienes no había podido dar los sacramentos en sus casas (en aquel tiempo la parroquia de Vescovato tenía fama de ser «difícil»), se confesaban y comulgaban con serenidad y gozo cuando estaban en la clínica, y cuando les preguntaba cómo se habían decidido a hacerlo, me contestaban que con un sacerdote como el Padre Enrique no había manera de resistirse, porque poseía las palabras y las actitudes para convencerlos».

El éxito del Padre Rebuschini con las almas se explica por su unión a Dios, en especial por la celebración piadosa de la Santa Misa, el rezo fervoroso del breviario, la adoración del Santísimo Sacramento y un destacado amor hacia la Santísima Virgen. Cuando se arrodilla lo hace con gran respeto, y cuando en la Misa llega el momento de elevar al Santísimo, se detiene un momento en adoración. El Padrenuestro, que nos hace rezar con las mismas palabras que empleó Jesús, es para él el momento más emocionante del Santo Sacrificio.

A principios de mayo de 1899, el Padre Enrique es destinado al convento de Cremona, donde se le confía el cargo de capellán de las hermanas camilas. El año siguiente, su superior le nombra –además– ecónomo de su convento. El Padre Enrique es ante todo un hombre de vida interior y de oración, pero desempeña ese cargo –que no es de su agrado– por cumplir la voluntad de Dios. No tiene a su disposición ni despacho ni secretarios, pero puede apoyarse en la colaboración de algunos hermanos activos e inteligentes. De ordinario se encarga de comprar diversos productos, de arreglar las averías de fontanería y de electricidad, de garantizar el funcionamiento del bloque operatorio de la clínica, de rentabilizar el huerto y el gallinero, de vigilar la evolución del vino en las bodegas y de preparar los sobres de los salarios. Pero, con el correr de los años, no faltan los trabajos extraordinarios, como son renovar la cocina, conectarse a la red eléctrica de la ciudad, reparar las cubiertas o instalar la calefacción central, sin contar con las dificultades sobrevenidas a causa de la quiebra del banco donde se hallan depositados los modestos ahorros de la comunidad...

Optimista, por norma

La administración del Padre Enrique se basa en algunos principios referidos por su sucesor en el cargo de ecónomo: «Me enseñó unos criterios de prudencia para gestionar la economía de la casa; quería, por ejemplo, que se comprara siempre buena mercancía, con objeto de servir adecuadamente a los enfermos, y que se pagara enseguida... Era por norma optimista en su opinión sobre los demás, y se resignaba a desgana a constatar el mal del prójimo, excusando siempre su intención». Un abogado cuenta de él lo que sigue: «El Padre vino a consultarme en Cremona para emplear mis servicios profesionales a una causa civil relacionada con una herencia a favor de la clínica San Camilo, cuya validez era cuestionada por los herederos. Tuve diferentes ocasiones de ver al Padre y de tratar con él... Me pareció siempre extraordinariamente sencillo y de un desprendimiento poco común de las cosas y de los intereses mundanos... Recuerdo la edificante impresión que me llevé cuando se me requirió para encargarme de esa herencia. Demostraba que velaba por los intereses de la casa, pero al mismo tiempo destacaba por su bondad en su manera de actuar y por la total ausencia de espíritu quisquilloso».

Atentos con los que sufren

El Padre Rebuschini ejerció el cargo de ecónomo durante 35 años, hasta 1937, pero a partir de 1938 sus fuerzas empiezan a decaer; tiene 78 años de edad. «Los últimos días del Padre Enrique fueron marcados por una serenidad ejemplar y un perfecto abandono a la divina Providencia» –según contó, durante el proceso de beatificación, un neuropsiquiatra que estudió su vida desde el punto de vista médico. En los primeros días de mayo, tras haber recibido el sacramento de los enfermos, el Padre Enrique pide perdón a todos por los malos ejemplos que hubiera podido dar, por sus imperfecciones y por todas las ofensas que hubiera podido cometer. Pide igualmente que recen por él, dejando en manos de Dios la evaluación de su vida pasada. El 9 de mayo, a las seis, el Padre Vanti celebra Misa en su habitación y, en el momento de recibir la comunión, el moribundo extiende los brazos, recibe el Cuerpo del Señor con enorme fervor y luego cruza los brazos y se queda absorto en la oración. El supremo encuentro con su amado Señor acontece el 10 de mayo a las 5,30 horas. «Su ejemplo –dirá de él el Santo Padre en el momento de su beatificación– constituye para todos los creyentes una llamada imperiosa a ser atentos con los enfermos y con los que sufren en su cuerpo y en su espíritu».

Fue beatificado por S.S. Juan Pablo II el 4 de mayo de 1997.

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11:26 p.m.

Por: . | Fuente: ChurchForum.org

Patriarca

Martirologio Romano: Conmemoración del santo Job, varón de admirable paciencia, que vivió en el país de Hus

Breve Biografía

Se llama patriarca a un antiquísimo jefe religioso de Israel. Así por ej. fueron Patriarcas: Noé, Abraham, Jacob, Isaac, etc.

Job ha sido considerado durante muchos siglos como el mejor modelo de paciencia, antes de Jesucristo. El profeta Jeremías afirma que la tierra donde Job nació y vivió (al suroriente del Jordán) era considerada como región de grandes sabios y profundos pensadores.

La S. Biblia narra de la siguiente manera los hechos de Job: "Había en la región de Us (al suroriente de Palestina) un hombre de muy buen comportamiento, que se apartaba del mal y temía mucho ofender a Dios. Tenía siete hijos y tres hijas. Era inmensamente rico. Tenía 7,000 ovejas, 3,000 camellos, 500 pares de bueyes, 500 asnas, y muchísimos obreros. Era el más rico de toda la región".

De vez en cuando ofrecía sacrificios de animales a Dios, para pedirle perdón por los pecados de sus hijos, porque se decía: "¡Quien sabe si alguno de mis hijos haya disgustado al Señor con algún pecado!".

Un día se reunió Dios en el cielo con sus ángeles y les dijo: ¿Han visto a mi amigo Job? No hay nadie en la tierra tan bueno como él. ¡Tiene gran temor de ofenderme y se aparta del mal! ¡Pero Satanás llegó y dijo a Dios: "Es que has tratado demasiado bien a Job. Le concediste enorme cantidad de animales, y de personas. Así cualquiera se porta bien. Pero permítele que se le acaben sus riquezas, y verás como se portará de mal!". - Y Dios le dijo a Satanás "Le concedo permiso para que lo ataque en sus bienes, en sus animales y personas que le sirven. Pero cuidado ¡A él no lo vaya a tocar!".

Y un día en que sus siete hijos y sus tres hijas estaban celebrando un almuerzo en casa del hijo mayor, llegó corriendo un mensajero a decirle a Job: "Sus bueyes estaban arando, y sus asnas estaban pastando en el potrero y llegaron los guerrilleros y mataron a los trabajadores y se robaron todos los animales. Solamente yo logré huir para traerle la noticia".

Todavía estaba el otro hablando cuando llegó un segundo obrero y le dijo: "Cayeron rayos del cielo y mataron a todas sus ovejas y a sus pastores. Solamente yo logré salir huyendo para traerle la noticia".

Aún estaba hablando el anterior cuando llegó otro que le dijo: "Los enemigos del país vecino se dividieron en tres escuadrones y atacaron los camellos, mataron a los arrieros, y se llevaron todos los animales. Unicamente yo logré huir para venir a contarle la noticia".

No había terminado el otro de hablar cuando llegó un cuarto mensajero a decirle: "Sus siete hijos y sus tres hijas estaban almorzando en casa del hijo mayor y se cayó el techo y los mató a todos".

Job se levantó, rasgó sus vestiduras en señal de tristeza; se rapó la cabeza en señal de duelo y exclamó: "Desnudo salí del vientre de mi madre. Sin nada volveré al sepulcro. Dios me lo dio, Dios me lo quitó. Bendito sea Dios".

Y en todo esto no pecó Job, ni dijo ninguna palabra contra Dios que había permitido que le sucedieran tantas desgracias.

Se volvió Dios a reunir con sus ángeles en el cielo y les dijo: "¿Se han fijado en mi amigo Job? No hay ninguno tan santo como él en la tierra. Tiene gran temor de ofenderme y se aparta siempre del mal. ¡Y aunque he permitido que le sucedan tantos sufrimientos, no se aparta de mi amistad!". Pero llegó Satanás y le dijo: "Sí, se conserva así porque goza de buena salud. ¡Pero permíteme quitarle la salud y verás que ahora sí maldice y se porta mal!". - Y Dios le dijo - Puede quitarle la salud. ¡Pero cuidado: respétale la vida!.

Y a Job le llegó una enfermedad en la piel, y se volvió una sola llaga desde la cabeza hasta los pies. Tuvo que ir a sentarse junto a un basurero, y con un pedazo de teja se rascaba, y vivía entre la basura. Y hasta su mujer lo despreciaba y le decía: "¡Maldiga su suerte y muérase!".

Pero Job le respondió: Si aceptamos de Dios los bienes, ¿Por qué no vamos a aceptar los males que El permita que nos sucedan?.

Y en todo esto no pecó Job con sus labios o sus palabras.

Y eran tales sus angustias y los desprecios que le hacían, que cuando amanecía exclamaba: "¿Cuándo anochecerá para que no me desprecien ni se burlen más de mí?". Y cuando anochecía decía: "¿Cuándo amanecerá para que no me atormenten más las pesadillas y espantos?". Y todo esto le sucedía, siendo él tan santo.

Al saber tan tristes noticias, llegaron tres amigos desde diversos sitios, a consolarlo. Y al verlo tan acabado, lanzaron gritos de angustia, rasgaron sus vestiduras en señal de dolor, se echaron polvo en la cabeza como penitencia, y se quedaron siete días, sentados en el suelo, sin decir palabra, llenos de dolor.

Y después los tres amigos empezaron un diálogo en verso, diciendo cada uno a qué se debían probablemente aquellos infortunios tan terribles del pobre Job. Y sacaron como consecuencia final que probablemente él había sido muy pecador y que por eso era que estaba disgustado Dios. Job respondió con fuertes exclamaciones que esa no era la causa de sus desgracias. Que él se había esmerado durante toda su vida por comportarse de una manera que le fuera agradable a Dios. Que había compartido sus bienes con los pobres. Que su deseo de mantenerse puro era tan sincero que había hecho un pacto con sus ojos para no mirar a mujeres jóvenes. Y decía: "estoy cierto que un día, con estos ojos veré a mi Dios".

En un momento de emoción Job llega a decirle a Dios que a él le parece que Nuestro Señor ha exagerado en el modo de hacerle sufrir. Que siendo Dios tan poderoso por qué se venga de un pobrecito tan miserable como él. Y entonces interviene Dios y le contesta fuertemente a Job que la criatura no tiene porqué pedirle cuentas al Creador, y empieza la voz de Dios a hacer una descripción maravillosamente poética de los seres que El ha creado. "¿Cuando yo hice el universo dónde estabas tú? ¿Cuando hice el mar y los animales que lo llenan, por dónde andabas a esa hora?". Y luego Dios va describiendo la imponencia del cocodrilo y del rinoceronte, y las astucias de los animales salvajes, y le pregunta a Job: "Cuando yo hice a todos estos animales, dónde estabas tú, para que ahora me vengas a pedir cuenta de lo que yo hago? ¿Quién es este que se atreve a discutirme?".

Job se da cuenta de que hizo mal en ponerse a pedirle cuentas a Dios y le dice humildemente: "Señor: me he puesto a hablar lo que no debía decir. Retracto mis palabras. Me arrepiento de lo que he dicho al protestar. Te pido perdón humildemente, mi Señor".

Entonces Dios volvió a hablar con voz amable, y dijo a los amigos de Job: "Ofrézcanme un sacrificio para pedirme perdón por lo que dijeron contra mi amigo Job. Y por las oraciones de él, yo los perdono".

Luego Dios le concedió a Job el doble de bienes de los que antes había tenido. Vinieron todos sus familiares cercanos y lejanos y cada uno le trajo un regalo y una barra de plata, y un anillo de oro y celebraron un gran banquete en su honor. Y Dios bnedijo otra vez a Job y le concedió 14,000 ovejas, 6,000 camellos, 1,000 pares de bueyes, y 1,000 asnas. Se casó de nuevo y tuvo siete hijos y tres hijas. Y sus hijas fueron las mujeres más bellas de su tiempo.

Y Dios le concedió a Job una larga vida. Vivió hasta los 140 años. Y conoció a los nietos, a los biznietos y a los tataranietos. Y murió en feliz ancianidad y lleno de alegría y paz.</span></span>
 

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Conmemoración del santo Job, varón de admirable paciencia en el país de Hus. El Diablo le puso a prueba con permiso de Yavhé cauándole desgracias como enfermedades, muertes de su ganado, pobreza, e incluso la muerte de sus hijos; y todo lo aguantó sin perder la fe.

Hermanos Franciscanos

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