Juan Mesonero Huerta, Beato
Por: Andrés Sánchez Sánchez | Fuente: Mártires de nuestro tiempo. Pasión y gloria de la Iglesia abulense
Sacerdote y Mártir
Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.
El hogar de don Juan fue ejemplar, de sencilla y auténtica vida cristiana. Como lo eran todos en aquella zona y en aquellos años. No pudo encontrar más calor humano y cariño sincero para que la semilla de la vocación sacerdotal germinara y creciera con lozanía.
A los 12 años de edad hace don Juan su ingreso en el seminario abulense. Era el día primero de octubre de 1925. En aquel ya viejo edificio de San Millán, emplazado en el lugar que hoy ocupa el colegio diocesano de enseñanza media. Cursa los años de Latín y Humanidades, Filosofía y Sagrada Teología.
Sobresale desde un principio por su buen comportamiento, su dedicación al estudio y sus óptimas calificaciones académicas. Nota distintiva fue su vida de piedad, tanto durante su permanencia en el seminario como en los meses vacacionales durante los veranos en Rágama. Quienes le conocieron en el seminario resaltan en don Juan las extraordinarias cualidades religiosas, morales, científicas y humanas. No pocos compañeros insisten en la notable habilidad de don Juan en el campo de las artes. Especialmente en relación con la pintura, para la que estaba dotado de fina sensibilidad y acertada ejecución.
Será ordenado de presbítero el día 6 de junio de 1936. España se encontraba ya en vísperas de la Guerra Civil. Poco más de un mes faltaba para el cruel estallido bélico. La persecución religiosa era ya un hecho claro. Empieza rápidamente su actividad sacerdotal. No podría ser muy larga. Aún no ha cumplido los 23 años de edad. No le arredra el difícil momento por el que está pasando la Iglesia en España. Su deseo de actuar como pastor de almas le empuja con fuerza. Recibe con ilusión y entrega su nombramiento eclesial. Su cargo parroquial será el primero y el último. No le dieron tiempo para ejercer otros cargos eclesiásticos. Y el que recibe lo podrá desempeñar durante muy poco tiempo.
El día 3 de julio de ese mismo año 1936, a los 27 días de su ordenación sacerdotal, don Juan es nombrado cura ecónomo de El Hornillo. Aún sus manos estaban perfumadas por la reciente unción sacerdotal. Y los ecos jubilosos de su primera misa cantada en Rágama resonaban con fuerza por los aires de los anchos campos de mies en la llanura castellana.
Toma poseción de su parroquia el día 11 de julio de 1936, habían pasado apenas 35 días desde su ordenación sacerdotal. Una semana después de su llegada a la parroquia se produce el sangriento estallido de la Guerra Civil española. Tal inicio bélico no sorprendió a don Juan. Consciente de ello, quiso estar junto a sus queridos feligreses.
El Hornillo, cercano a Arenas de San Pedro, no llegaba al millar de habitantes en el año 1936. Tenía, tan sólo, 815. Iba resultando muy difícil la situación religiosa desde las elecciones de febrero de 1936. Imposible el normal y libre desarrollo de los actos de culto, especialmente fuera del templo. Las izquierdas más revolucionarias se mueven muy activas contra toda manifestación religiosa.
En frecuentes ocasiones, atrevidos izquierdistas se iban burlando de quienes deseaban exteriorizar su fe cristiana. En la noche del día 1 de marzo fueron robados los badajos de las campanas de la iglesia. Era el primer síntoma de un final sangriento en El Hornillo.
Llegado el estallido bélico el día 18 de julio de 1936, se intensifican los ataques a la práctica religiosa. Es incautada la iglesia parroquial. No se permite el culto católico. Durante dos meses permanecería el templo en manos de los comunistas. La destrucción de imágenes no se hace esperar. Frecuentes burlas y profanaciones. Al titular de la parroquia, San Juan Bautista, lecortan la mano derecha. Fue la primera imagen profanada.
Otras profanaciones y burlas se van sucediendo con las demás imágenes de la iglesia. Sucede otro tanto con los objetos de culto. Algunas de las imágenes fueron decapitadas. Quemadas otras. Profanadas todas. Crucifijos, cuadros, ornamentos sagrados, misales, etc., corrieron la misma suerte. Los marxistas quisieron hacer desaparecer todo signo religioso.
La casa rectoral queda en manos del comité rojo. Destinada para sus reuniones. Los comunistas convierten al joven sacerdote, recién llegado a la parroquia, en blanco de sus vejámenes contra la religión, contra la Iglesia, contra la fe cristiana. No podía haber ningún pretexto de tipo personal contra don Juan. Tan sólo por su condición de sacerdote de Cristo. No le dieron tiempo para desarrollar su actividad pastoral en El Hornillo. Acababa de llegar a la parroquia, pocos días después de su ordenación sacerdotal. Don Juan no pudo tener enemigos personales. Su bondad era bien manifiesta, en la etapa de seminarista y en los dos meses de sacerdote. En El Hornillo llevabamuy pocos días.
Le obligan a hacer entrega de las llaves de la iglesia al comité rojo. Ya no podrá volver al templo. Ni realizar públicamente actos religiosos.Hospedábase el párroco en casa de doña Dominica Familiar. Aquí, acompañado de algunos feligreses, reza el rosario y hace otras devociones. Piden por la paz de España, por la Iglesia. Lo hacen también en casa del vecino don Genaro González. No eran reuniones completamente clandestinas. En un pueblo pequeño no podían quedar ignoradas tales reuniones. De momento no fueron impedidas por el comité comunista, aunque sí revistieron algún peligro.
Don Juan Mesonero no quiere huir. Accede, eso sí, a quitarse la sotana y vestir de paisano. Aunque está muy decidido a admitir lo que le pueda suceder por su condición de sacerdote, no desea provocar a sus perseguidores. Vive recluido, aunque sin especial obligación, en casa de doña Dominica. Recibe allí algunas visitas de feligreses. El sacerdote gozaba, a pesar de los pocos días de estancia en el pueblo, de fama de hombre santo, sencillo, amable, angelical. Pastoralmente no tuvo tiempo para hacer grandes cosas en la parroquia. Muchos de sus feligreses no habían tenido la oportunidad de conocerle.
Priscila González Familiar, sobrina de doña Doménica, nos entrega un pormenorizado informe referente al martirio de Don Juan Mesonero, que a continuacion transcribo.
Ha sido largo el relato de Priscila González, (que a la fecha de escribirlo (1955) era religiosa reparadora con el nombre de sor María de San Rosano), pero también muy concreto e interesante.Detalles fidedignos del martirio del reverendo don Juan Mesonero Huerta, acaecido en El Hornillo el día 15 de agosto, fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen de 1936, durante la noche:
Hacía varias tardes que al pasar frente a la casa del venerado sacerdote un muchacho de unos quince o dieciséis años, que era de los rojos, empezaba a cantar: «Si los curas y monjas supieran...».
Esta tarde se hallaba don Juan al lado de la carretera jugando con un pequeño de unos tres años, pues tenía sus delicias en estar con los niños, cuando pasó el mencionado muchacho montado a caballo, y, al verle tan cerca, empezó con más furia a cantar su canción en tono provocativo.
Don Juan se levantó sereno. Le siguió como 10 metros y le dijo en tono muy dulce:
Y él ya no prosiguió, recogiéndose a la casa en la que se hospedaba, que era la de mi tía Dominica Familiar.-Oye, chico, ¿por qué siempre que pasas por aquí cantas eso?
El joven contestó:
-Porque quiero.
Yo, que presenciaba esta escena, le dije:
-Don Juan, no haga caso; ¡déjele!Pero el chico saltó del caballo y corrió por el pueblo gritando: «Que el curilla le había querido matar con una pistola».
Al momento vinieron unos forajidos, armados con palos y armas de fuego; entre ellos un hermano del chico, que se dio cuenta de dónde estaba don Juan y disparó un tiro hacia el balcón; pero no le dio.
No se atrevieron a entrar en casa; y, después de decir palabrotas y blasfemias, se fueron dispersando. Pero el famoso chico marchó a dar cuenta a los de Arenas, pidiendo más fuerza, entretanto que el buen sacristán hizo salir por una ventana a don Juan y lo escondió en los tejados.
De pronto, ya bien de noche, volvieron los malvados con más furia, sobre todo el padre del muchacho, amenazando con incendiar la casa si no le entregábamos al señor cura. Don Juan todo lo escuchaba; y sin duda por salvarnos a los demás, aún a costa de su sangre, a imitación de Cristo, en un momento de calma se presentó como un manso cordero y dijo: «Aquí me tenéis».
Entonces el padre del chico le cogió por las piernas diciéndole:
-Pajarraco, ya tenía ganas. Si vives es porque no te había podido coger.Y como fieras él y los otros le echaron por una pendiente, llevándolo arrastrándolo y maltratándolo, perdiendo una alpargata al calabozo del ayuntamiento. Allí estuvo parte de la noche, haciéndole sufrir, hasta que, por fin, vinieron los cabecillas de Arenas.
Como no encontraban ninguna causa en el señor cura y había quien no quería que en el pueblo se matase a nadie, a toda costa querían un pretexto para condenarle, insistiendo sobre lo de la pistola. Y con eso, fueron a buscarme para tomarme declaración con amenazas para que mintiera, porque si no correría la misma suerte que «el curilla». Pero me resistí, diciéndoles que no diría nunca lo que no era verdad.
Por fin, dicen: «Vamos al sitio de la entrevista con el chico». Cuál fue mi asombro y dolor al encontrarme con la mirada del venerado padre, a quien lo tenían en este mismo sitio del interrogatorio. Yo no le había visto en un principio. Por eso fue grande mi pena al volverme y ver cómo lo tenían con las manos atadas y un cigarro en la boca, que le habían puesto por burla.
Con todas las calles a oscuras, entre toda la chusma, dándole empellones e insultándole, le llevaron, siempre él callado como un manso cordero, al sitio donde se encontró con el chico, instándole para que blasfemara y confesara que había tenido la pistola. Pero no lo consintió, respondiendo sólo con monosílabos a las diversas preguntas.
Por último, le llevaron al ayuntamiento; y me mandaron retirarme. Al señor cura se lo llevaron a matar a la jurisdicción entre Arenas y Poyales del Hoyo; por lo que desgraciadamente no vi su muerte.
El cadáver de don Juan Mesonero Huerta, apareció junto a la carretera, cerca del llamado Puente Pelayo: entre Arenas de San Pedro y Poyales del Hoyo. Sería la media noche del 15 de agosto al día 16 del año 1936. Allí permaneció medio insepulto. Y allí quedó durante algunos días.
1. JOSÉ MÁXIMO MORO BRIZ, sacerdote de la diócesis de Ávila
nacimiento: 29 Mayo 1882 en Santibáñez de Béjar, Salamanca (España)
martirio: 24 Julio 1936 en la Cebreros carretera, El Tiemblo, Ávila (España)
2. JOSÉ GARCÍA LIBRÁN, sacerdote de la diócesis de Ávila
nacimiento: 19 Agosto 1909 en Herreruela de Oropesa, Toledo (España)
martirio: 14 Agosto1936 en Pedro Bernardo, Ávila (España)
3. JUAN MESONERO HUERTA, sacerdote de la diócesis de Ávila
nacimiento: 12 Septiembre 1913 en Rágama, Salamanca (España)
martirio: 15 Agosto 1936 en Arenas de San Pedro, Ávila (España)
4. DAMIÁN GÓMEZ JIMÉNEZ, sacerdote de la diócesis de Ávila
nacimiento: 12 Febrero 1871 en Solana de Rioalmar, Ávila (España)
martirio: 19 Agosto 1936 en Puerto del Pico, Ávila (España)
5. AGUSTÍN BERMEJO MIRANDA, sacerdote de la diócesis de Ávila
nacimiento: 10 Abril 1904 en Puerto Castilla, Ávila (España)
martirio: 28 Agosto 1936 en El Barraco, Ávila (España)