Ártículos Más Recientes

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Memoria de san Justino, mártir, que, como filósofo que era, siguió íntegramente la auténtica sabiduría conocida en la verdad de Cristo, la cual confirmó con sus costumbres, enseñando lo que afirmaba y defendiéndola con sus escritos. Al presentar al emperador Marco Aurelio, en Roma, su Apología en favor de la religión cristiana, fue conducido ante el prefecto Rústico y, por confesar que era cristiano, fue condenado a la pena capital (c. 165).

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En Messina, de Sicilia, en Italia, beato Aníbal María Di Francia, presbítero, que fundó la Congregación de los Rogacionistas del Corazón de Jesús y las Hijas del Celo Divino, para rogar al Señor que dé santos sacerdotes a su Iglesia.

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En Messina, de Sicilia, en Italia, beato Aníbal María Di Francia, presbítero, que fundó la Congregación de los Rogacionistas del Corazón de Jesús y las Hijas del Celo Divino, para rogar al Señor que dé santos sacerdotes a su Iglesia.

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Virgen y Mártir

Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Domitila, en la vía Ardeatina, santa Petronila, virgen y mártir. ( s. inc.)
A medida que el hagiógrafo avanza en la familiaridad con las Vitae Sanctorum y las Actas de los martirios de los santos comprueba, entre susto y fascinación, los esfuerzos de escritores anteriores -algunos lo hacen desde los albores de la historia cristiana- por pasar a la posteridad los modelos de fe y vida que ellos han visto o cuyas noticias han recibido oralmente, o quizá tuvieron entre sus manos documentación anterior que no ha sobrevivido al tiempo. Lo hicieron movidos por el cariño agradecido a los que supieron ser fieles y transmitieron el heroísmo de sus virtudes de la mejor manera que pudieron; con frecuencia estaban por la labor de dejar en el mejor papel posible al santo protagonista de su relato y por ello no es infrecuente notar añadiduras a la personalidad que relatan, aunque sea acumulando dones, milagros y hechos portentosos que demuestren más y más a quienes les escuchan o a sus posibles lectores la complacencia de Dios en sus santos. No fueron mentirosos; no intentaban hacer historia, o al menos, no se adaptaban al modelo de historia que hoy pide la crítica; incluso, en ocasiones, fueron poco respetuosos con ella. Porque lo que pretenden es animar a la fidelidad a Cristo al tiempo que ponen ante los ojos de los creyentes a alguien que le entregó la vida con la coherencia entre las obras y la fe.

Las inexactitudes sólo son afecto y los anacronismos le interesan al autor lo que importa un sello de correos o una bufanda al caracol. No es su cometido la exactitud en los detalles propia del juez inquisidor; prefieren la llaneza de ensalzar las apoteosis del amor. Sólo con este principio es posible acercarse con alegría y temblor a la lectura de las Vidas y de las Actas para aprender de personas que triunfaron del egoísmo hasta el fin.

Posiblemente éste fuera el intento del autor anónimo que dejó por escrito la vida de santa Petronila llamada también con los nombres de Perina, Petronela y Pernela. La total carencia de datos da origen a la historia apócrifa claramente imaginativa que pondera excelsas virtudes -ésas que intenta poner como paradigma en la mente de los lectores- y que carga las tintas más sobre las bondades de las situaciones del entorno que sobre la misma realidad personal que lógicamente desconoce.

Pues bien; el tiempo es el siglo primero y el lugar de la narración, Roma; Petronila está presentada como hija de san Pedro. Su máximo anhelo es padecer por Jesús que tanto quiso padecer por ella. Una extraña enfermedad la mete en cama con agudísimos dolores imposibles de aliviar; pero su semblante alegre y su actitud llena de optimismo demuestran a todos los que van a visitarla la aceptación voluntariosa y complacida de Petronila que, por fin, puede sufrir algo por su Señor. Se prolonga por mucho tiempo la postración. Entre los creyentes romanos se empiezan a correr rumores; ¿cómo es posible conciliar tamaño sufrimiento de Petronila con la actitud permisiva del padre Pedro, si es verdad que sólo su sombra llegaba a curar a enfermos, hace unos años, en Jerusalén?, ¿será que Pedro ha perdido virtud?, ¿será esto una muestra de falta de cariño?, ¿no deben preocuparse los padres por la salud de los hijos?... Un día Pedro reúne a una gran multitud de creyentes en Cristo en su casa y manda con imperio a su hija: «Petronila, levántate y sírvenos la mesa». Asombrados y estupefactos contemplan a la dulce joven incorporarse del lecho y salir dispuesta al cumplimiento del encargo toda llena de facultades. Terminada su misión vuelve a la cama, recupera la enfermedad con incremento de sufrimiento y ya no se restablecerá hasta después del martirio de Pedro.

No ha hecho mella en su físico el terrible padecimiento soportado, se han rejuvenecido sus facciones y hasta se diría que se ha multiplicado la belleza previa a la enfermedad. Ahora dedica Petronila todas sus energías a la oración y a la caridad. Parece un hada madrina que con vara mágica va solucionando problemas de cristianos irradiando continuamente el influjo benéfico ante cualquier necesidad: pobres, lisiados, enfermos, ciegos, leprosos y todo tipo de carenciales van a visitarla y salen pletóricos de felicidad. Por toda Roma corre un inmenso e imparable rumor que transmite de boca a boca la explosión de la caridad de Jesucristo patente en las obras de Petronila.

Pero hay más. Por todo lo relarado, no es extraño el enamoramiento del joven Flaco que se acerca con gran séquito de criados y esclavos a solicitar el consentimiento para hacerla su esposa. La reacción ahora de la virgen es de indecible sorpresa; pero guarda las formas, agradece al noble joven enamorado el honor que le hace y pide suave y dulcemente tres días para reflexionar al término de los cuales debe Flaco enviarle sus doncellas y criadas para que la acompañen.

Todo es llanto en Petronila. Jesucristo llena su corazón; no quiere romper la unidad del amor; sólo a Jesús quiere como Esposo. Pasa los tres días encerrada, en compañía de Felícula, dada al ayuno, a continua oración, penitencias y súplicas al Señor. El último día del retiro llega el presbítero Nicodemus, le celebró la misa, le dio la Comunión y contempló cómo moría Petronila al pie del altar consumida de amor.

Las criadas de Flaco que ya esperaban jubilosas trocaron el cortejo de nupcial en fúnebre para llevarla a enterrar.

¿Te gustó la historia de Petronila?

Poco le importaba al autor la diferencia de edades entre el joven enamorado y la madurez de Petronila, ni el que fuera hija de sangre de Pedro o sólo hija espiritual, si lo que quiso enseñar fue la ejemplar actitud de una mujer cristiana de los primeros tiempos que supo ser paciente en la enfermedad, que descubrió en sus padecimientos la ocasión de participar de los redentores de Jesucristo a quien amó por encima de todas las cosas y en cualquier situación, que por ello no descuidó la caridad con los demás, que ese estilo de vida tiene gran repercusión sobrenatural en el cuerpo social y que fue enterrada en el cementerio que había en el camino de Ardi, allí donde luego se construyó una iglesia con su nombre.

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11:49 p.m.

Por: Lamberto de Echeverría | Fuente: AÑO CRISTIANO Edición 2004 || santiebeati.it

Mártir

Martirologio Romano: En el lugar de Mityana, en Uganda, san Noé Mawaggali, mártir, que, siendo servidor del rey, iniciada la persecución rehusó impávido emprender la fuga y ofreció voluntariamente su pecho a las lanzas de los soldados, quienes, tras atravesárselo, lo colgaron de un árbol hasta que entregó el espíritu por Cristo. ( 1886)

Fecha de canonización: 18 de octubre de 1964, junto a otros 21 mártires, por S.S. Pablo VI.

Breve Biografía


Causó un gran revuelo en el año 1920 la beatificación realizada por el Papa Benedicto XV de veintidós mártires ugandeses, tal vez porque en aquellos días la gloria de los altares estaba vinculada a ciertos parámetros raciales, de cultura y de idiomas, (afortunadamente esto ha disminuido con el pasar de los años). De hecho, estos fueron los primeros africanos subsaharianos (por llamarlo de algún modo, nativos del “África Negra”) en ser reconocidos como mártires, y como tales ser venerados por la Iglesia Católica.

Su vida terrena la pasaron bajo el reinado de Mwanga, un joven rey que, habiendo asistido a la escuela de los misioneros (los “Padres Blancos” del Cardenal Lavigerie), no aprendió ni a leer ni a escribir porque era “obstinado, indisciplinado e incapaz de concentrarse”. Actitudes que podrían sembrar alguna duda sobre sus facultades mentales, además de los comerciantes blancos venidos del norte aprendió lo peor: habituarse a fumar hachís, beber alcohol en grandes cantidades y disfrutar de prácticas homosexuales. Para esto último construye un harén bien surtido compuesto por pajes, funcionarios e hijos de los nobles de su corte.

Respaldado al inicio de su reinado por los cristianos (católicos y anglicanos) que se unen a él para hacer frente común contra la tiranía del rey musulmán Kalema, el rey Mwanga pronto ve en el cristianismo la mayor amenaza contra las tradiciones tribales y, principalmente, un obstáculo para su libertinaje. Quienes apoyan su enfrentamiento contra el cristianismo son, primordialmente, los hechiceros y fetichistas que ven comprometidos su poder tradicional, y así, en 1885, comenzó una feroz persecución, la primera víctima es Hannington, obispo anglicano, pero la lista incluye al menos 200 jóvenes asesinados por su fe.

El 15 de noviembre de 1885 Mwanga hace decapitar al maestro de los pajes y prefecto de la sala real. ¿Su delito?, ser católico y además catequista, haber reprendido al monarca por el asesinato del obispo anglicano y haber defendido en repetidas ocasiones a los pajes de los “avances” sexuales del rey. José Mkasa Balikuddenbe pertenecía al clan Kayozi y tenía apenas 25 años.

El sustituto en el prestigioso cargo es Carlo Lwanga, del clan Ngabi, que se convierte en el centro de la mórbida atención del rey. Pero Lwanga tiene un “defecto”, es católico, y además en un período en que los misioneros están prohibidos asume el papel de “líder” y sustenta la fe de los nuevos conversos.

El 25 de mayo de 1886 fue condenado a muerte junto a un grupo de cristianos y cuatro catecúmenos a quienes Lwanga logra bautizar secretamente por la noche, el más joven es Kizito, del clan Mmamba, tiene apenas 14 años. El 26 de mayo son asesinados Andrés Kaggwa, (jefe de los músicos y pariente del rey, quien había demostrado ser especialmente generoso y valiente durante una epidemia), y Dionisio Ssebuggwawo.

Se ordena que sean trasladados desde Munyonyo, donde estaba el palacio real y donde se dictaron las sentencias, a Namugongo, lugar donde se efectuarán las ejecuciones, un “vía crucis” de 27 millas, (44.6 kilómetros), recorridos en 8 días, junto a presiones de familiares para que adjuraran de su fe y la violencia de los soldados. Una muere en el camino: Ponciano Ngondwe, del clan Nnyonyi Nnyange, es atravesado por una lanza, era el paje real, había sido bautizado en el apogeo de la persecución y por ello fue inmediatamente aprendido; Atanasio Bazzekuketta, del clan Nikima, es martirizado el 27 de mayo.

Unas horas más tarde cae atravesado por las lanzas de los soldados, el siervo del rey Gonzaga Gonga, del clan Mpologoma, y poco después es asesinado Mateo Mulumga, del clan Lugane, quien tenía el rango de “juez”, tenía ya más de cincuenta años de edad pero apenas tres de haberse convertido al catolicismo.

Noé Mawaggali nacido en el distrito de Singa, en la zona de Mityana, en 1851, pertenecía al clan del Antílope y era alfarero de profesión. Vino al conocimiento del cristianismo y se adhirió a Cristo, bautizándose el 1 de noviembre de 1885. Nombrado catequista de la comunidad cristiana, cumplía su encargo con gran celo, y estaba precisamente dando catequesis en su casa cuando los emisarios reales vinieron a su poblado, Kiwanga, a poner fin a la comunidad cristiana. Se le avisó y pudo huir, pero no quiso abandonar su puesto y por ello fue martirizado. Atravesado primero con lanzas hasta dejarlo todo lleno de heridas, fue luego colgado de un árbol para que fuese pasto de los perros y fueron echadas a las hienas algunas vísceras suyas. Era el 31 de mayo de 1886. Su hermana Munaku, entonces catecúmena, presenció su martirio y manifestó el deseo de ser ella también martirizada, pero no lo fue. Vivió en la misión consagrada al Señor y aún vivía cuando los mártires fueron beatificados(1).

El 3 de junio, sobre la colina de Namugongo, son quemados vivos 31 cristianos, (entre ellos algunos anglicanos). Allí están los doce católicos a cargo de Carlo Lwanga, quien le habría prometido al joven Kizito “voy a tomarte de la mano, si hemos de morir por Jesús, lo haremos juntos, mano a mano”. En ese grupo también estaban:
• Lucas Baanabakintu, Musoke Gyaviira y Tuzinde Mbaga, todos del clan Mmamba;
• Santiago Buuzabalyawo, hijo del tejedor real y miembro del clan Ngeye;
• Ambrosio Kibuuka, del clan Lugane
• Anatolio Kiriggwajjo, guardián de los rebaños el rey;
• Mukasa Kiriwawanvu, camarero real;
• Adolofo Mukasa Ludico, del clan Ba´Toro, guardián de los rebaños del rey;
• Mugagga Lubow sastre real, del clan de Ngo;
• Aquiles Kiwanuka, del clan Lugave, y
• Bruno Sserunkuuma, del clan Ndiga.

Quienes asistieron a la ejecución se impresionaron al oírlos orar hasta el final, sin un gemido. Es un martirio que no apagó la fe de Uganda, más bien se convierte en semilla de muchas conversiones, como anunciara proféticamente Bruno Sserunkuuma justo antes de su martirio: “un manantial que tiene muchas fuentes no se secará nunca, nosotros ya no estemos pero otros vendrán despues de nosotros”.

El grupo de mártires católicos elevados a los altares se completa el 27 de enero de 1887 con la muerte del siervo del rey, Juan María Musei, que espontáneamente confesó su fe ante el primer ministro del rey Mwanga por lo que fue decapitado de inmediato.

Carlo Lwanga y sus 21 jóvenes compañeros fueron canonizados por el Papa Pablo VI en 1964 y en el lugar de su martirio se construyó una magnífica santuario, a poca distancia, otro santuario recuerda a los cristianos no católicos que fueron martirizados también. Hay que señalar que junto a los cristianos también fueron martirizados algunos musulmanes.

responsable de la traducción del texto en italiano: Xavier Villalta

(1)Este párrafo es tomado de: AÑO CRISTIANO Edición 2004
Autores: Lamberto de Echeverría (†), Bernardino Llorca (†) y José Luis Repetto Betes
Editorial: Biblioteca de Autores Católicos (BAC)
Tomo V Mayo ISBN 84-7914-709-1

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Por: . | Fuente: franciscanos.org || L´Osservatore Romano

Religioso Franciscano

Martirologio Romano: En el pueblo de Bellegra, en los alrededores de Roma, Italia, beato Mariano de Roccacasale, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, que, cumpliendo el oficio de portero, abrió la puerta del convento a los pobres y a los peregrinos, a quienes con suma caridad atendía en todo. ( 1866)

Fecha de beatificación: 3 de octubre de 199 por el Papa Juan Pablo II.

Nació el 14 de junio de 1778 en Roccacasale, pueblo de la provincia de L´Áquila (Italia). En su bautismo recibió el nombre de Domingo. Sus padres, Gabriel De Nicolantonio y Santa De Arcángelo, agricultores y pastores, profundamente creyentes, educaron a sus hijos en los valores cristianos. Domingo fue precisamente el que se quedó con sus padres, después de que los demás se casaron. Le tocó cuidar el rebaño. La soledad de los campos y majadas formó el temperamento del joven Domingo para la reflexión y el silencio, haciendo resonar en él la voz del Señor: comprendió que el mundo no era para él. Tenía entonces veintitrés años. No podía resistir a esta fuerza interior. Y decidió dedicarse con más radicalidad al seguimiento de Cristo.

El 2 de septiembre de 1802 vistió el sayal franciscano en el convento de Arisquia y tomó el nombre de fray Mariano de Roccacasale. Terminado el año de noviciado se consagró definitivamente a Cristo con la profesión de los votos. Permaneció en ese convento doce años.

Su vida se puede resumir en dos palabras: oración y trabajo; eran como dos cuerdas en las que vibraba su existencia. Cumplía escrupulosamente los múltiples encargos que se le confiaban: carpintero hábil y valioso, hortelano, cocinero y portero.

Pero su aspiración a la santidad no encontraba en Arisquia el ambiente favorable, no por culpa de los compañeros o de los superiores, sino porque aquella época no era propicia para la vida religiosa y los conventos.

En 1814, tras el regreso del Papa a Roma, la vida conventual pudo rehacerse lentamente en medio de dificultades sin número. Hicieron falta varios años para que todos los religiosos regresaran a sus conventos, y la vida de oración y de apostolado volviera a florecer con regularidad en los claustros.

En ese momento llegó a los oídos de fray Mariano el nombre del Retiro de San Francisco en Bellegra. La fama de la vida regular y austera que desde hacía tiempo se había instaurado en ese convento por obra de santos religiosos ya corría por los alrededores. Fray Mariano acogió aquella voz como una invitación del Señor. Los superiores aceptaron su petición de dirigirse a Bellegra en peregrinación. Así fray Mariano dejó el convento de Arisquia por el Retiro de Bellegra. Tenía treinta y siete años.

Poco tiempo después, recibió del superior el encargo de la portería, oficio que desempeñó durante más de cuarenta años y que se convirtió en su medio de santidad. Abrió la puerta a muchos pobres, peregrinos y viandantes, y convirtió muchos corazones, cerrados hasta entonces a la gracia divina. Para todos tenía una sonrisa, que acompañaba siempre con el saludo franciscano: «¡Paz y bien!»; les besaba los pies, los instruía en las verdades de la fe y rezaba con ellos tres avemarías; después se ocupaba del cuerpo: les lavaba los pies; si hacía frío, les encendía el fuego y les distribuía la sopa, mientras les daba consejos. Jamás se lamentaba del trabajo ni daba signos de cansancio; siempre sereno, afable, sonriente. La fuente de tanta virtud era, sin duda, la oración. Todo el tiempo que le quedaba libre de sus ocupaciones lo dedicaba a la adoración eucarística y a la participación en la misa. Era también muy devoto de la pasión del Señor.

Falleció el 31 de mayo de 1866, jueves del «Corpus Christi».

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En Nicosia, en Sicilia, beato Félix (Jacobo) Amoroso, religioso, que después de haber sido rechazado durante diez años, finalmente ingresó en la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, desempeñando humildísimos oficios con sencillez e inocencia de corazón.

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Por: . | Fuente: Bibliotheca hagiographica latina

Martirologio Romano: En Tervuren, en Brabante, en la actual Bélgica, tránsito de san Huberto, obispo de Mastrique-Tongeren, discípulo y sucesor de san Lamberto, que se dedicó con todas sus fuerzas a la difusión del Evangelio por Brabante y las Ardenas, donde terminó con las costumbres paganas ( 727)
Nació probablemente en Tolosa del Languedoc, Francia , hacia el 656 o 658; murió el 30 de mayo de 727 o 728, en Tervuren, Bélgica. Es un santo católico, al que se invoca como protector contra la rabia y se le tiene por celestial patrono de los cazadores, matemáticos, ópticos y metalúrgicos.

Huberto fue el hijo mayor de Bertrán. Como los nobles merovingios de su tiempo, Huberto practicaba asiduamente la caza. Se trasladó a Metz, donde se casó (682) con Floribana, hija de Dagoberto, Conde de Lovaina. Fue una elección matrimonial conveniente por la importancia de las dos familias. Su hijo Floriberto, como Huberto, llegaría a ser obispo de Lieja.

Huberto partió, luego de sentir el llamado del Señor, hacia Mastrique, donde Lamberto era obispo, y a partir de entonces actuó como su director espiritual. Huberto renunció a su rango y derechos de primogenitura en el Ducado de Aquitania en favor de su hermano Eudo, que fue nombrado tutor de Floriberto, el hijo de Huberto y Floribana. Distribuyó a los pobres su riqueza y estudió órdenes sagradas, para ser consagrado presbítero, asistiendo en la administración de la diócesis de Mastrique-Tongeren a San Lamberto. Siguiendo su consejo, partió en romería hasta Roma el año 708, durante su ausencia fue asesinado su obispo y mentor. La hagiografía de Huberto indica que este asesinato fue revelado al Papa con la indicación de designar a Huberto, sucesor de San Lamberto en la diócesis de Mastrique-Tongeren, como así sucedió.

Como obispo, trasladó la sede de Mastrique a Lieja, enterró a su predecesor en una basílica construida para honrar su memoria en el lugar mismo del asesinato y sentó las bases para hacer de Lieja una gran ciudad. Ësta tiene hoy a San Lamberto como su santo patrón y a San Huberto es contado como su primer obispo. El obispo Huberto destacó por su sencillez y austeridad, por intensidad de sus oraciones y ayunos y su famosa elocuencia. Evangelizó el área de la Ardenas.

Huberto muró en Tervuren, Brabante en 727 o 728 y fue enterrado en Lieja. Sus restos fueron luego exhumados el año 825 y trasladados a la abadía benedictina de Andain, situada en la población que actualmente se llama San Huberto. En los siguientes años hasta el Siglo XVI, en que desaparecieron los restos, su sepulcro fue muy visitado y centro de peregrinación.

El nombre y la protección de San Huberto se tomó por algunas Órdenes Militares en el Sglo XV. Felipe IV de España, rey cazador, tenía a San Huberto como protector.

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11:33 p.m.

Por: . | Fuente: Corazones.org

Patrona de los epilépticos y de los enfermos mentales

Martirologio Romano: En Gehele, de Brabante, en Austrasia, en territorio de la moderna Bélgica, santa Dimpna, virgen y mártir ( s.VII)

Etimológicamente: Dimpna = ciervo pequeño, venadito. Viene de la lengua irlandesa.

La devoción a Sta. Dimpna se hizo muy popular a causa de las curaciones de epilépticos y lunáticos con sus reliquias. Desde entonces se le considera patrona de los enfermos mentales. En el siglo XIII se construyó en Gheel una enfermería para enfermos mentales que hoy en día es un moderno hospital psiquiátrico. Allí se veneran las reliquias de la santa.

Dimpna es la hija única de un rey pagano irlandés. Era bellísima y muy parecida a su madre. Cuando esta murió el rey viudo quedó desconsolado hasta el punto de quedar mentalmente perturbado. Sus cortesanos le sugirieron que se vuelva a casar. El aceptó pero buscaba a una mujer que fuera una réplica exacta de su difunta esposa. Al no encontrarse, un consejero le sugirió que se case con su hija que tanto se parecía a su madre. Aunque al principio el rey rechazó la idea, por su estado de obsesión, terminó aceptando.

La hija rehusó y se mantuvo firme como una roca. "Definitivamente no. Si tuvieras algo de decencia no me propondrías esta unión. Sabes que soy cristiana. Tu te atas a tus creencias paganas. Al menos permíteme vivir según mis propias convicciones"

El trató de convencerla con halagos, peticiones... cuando eso no dio resultado, la amenzó y juró hacerla pagar por su rechazo. Dimpna logró una prórroga de 40 días. En ese tiempo fue a dirigirse con el Padre Gereberto quien le aconsejó guardar su distancia. Después de pensarlo mas, el padre le aconsejó que huyera del palacio.

El Padre Gereberto, Dimpna junto con otros cruzaron el mar y llegaron a Antwerp, en la costa de Bélgica. Se asentaron en el pueblo de Gheel, cerca de un santuario dedicado a San Martin de Tours. Por tres meses vivió entre ellos. Pero el rey por medio de espías logro conocer su paradero y fue en persona Gheel.

Trató una vez mas de atraerla, con promesas, ofreciéndole dinero y prestigio. Dimpna sabía que aquella propuesta ofendía a Dios. Además, con el consentimiento del Padre Gereberto, había hecho un voto de virginidad.

Para aislarla de su apoyo moral, el rey mandó a matar a Padre Gereberto. Pero Dimpna aun se mantuvo firme: "Nada, nada me inducirá a ofender a Jesucristo". Enfuriado, el rey mandó a sus vasallos a que la maten. Pero ellos, por primera vez, rehusaron obedecerle. Ellos conocían que la princesa era virtuosa y la respetaban. No podían disponerse a matarla. Entonces el rey con su propia arma cortó la cabeza de su hija. Dipna muere mártir a los 15 años de edad.

Además de los patronatos ya señalados, también es la patrona de los sonámbulos, de las víctimas de incesto y de las víctimas de violación.

ORACIÓN
Señor,
Dios nuestro,
Amablemente adoptaste a Santa Difna
como patrona de aquéllos afligidos
con desórdenes mentales y nerviosos.
Ella es fuente de inspiración
y símbolo del amor para todos quienes piden su intercesión.
Por favor concede, Señor,
a través de las oraciones de esta pura y joven mártir,
alivio y consuelo a todos los que sufren tales pruebas,
y en especial a aquéllos por los que nosotros oramos.
(Aquí se mencionan los nombres de aquéllos por los que usted desea orar).
Nosotros te suplicamos, Señor,
oír las oraciones que Santa Difna presenta en nuestro nombre.
Concede a todos aquéllos,
por los que nosotros oramos,
paciencia en sus sufrimientos
y resignación ante tu voluntad.
Por favor llénalos de la esperanza,
y concédeles el alivio y cura que tanto desean.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor
que sufrió la agonía en Getsemaní.
Amén.

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11:33 p.m. ,

Por: . | Fuente: Vatican.va

Hija de la Caridad

Martirologio Romano: En Sniatyn, en el Ivano-Frankivsk (Ucrania), beata Marta María Wiecka, virgen. ( 1904)

Fecha de beatificación: 24 de mayo de 2008, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI.

Nació el 12 de enero de 1874 en Nowy Wiec al noroeste de Polonia. Fue bautizada seis días después con los nombres de Marta Ana. Era la tercera de los 13 hijos de Marcelino y Paulina. Sus padres, dueños de un campo de cien hectáreas, vivían un ambiente de fe profunda. En la casa de Marta se rezaba el Rosario en familia todos los días, se leían las biografías de los santos u otros libros religiosos, y se compartía el contenido de la homilía dominical.

El Estado polaco había desaparecido del mapa de Europa en el año 1795 después de las tres reparticiones sucesivas de su territorio entre Austria, Prusia y Rusia. Nowy Wiec se hallaba en la región prusiana cuyas autoridades, aplicando métodos impositivos y a veces brutales, sometían a la población a una germanización forzosa. La familia Wiecka, juntamente con otras muchas, constituyeron la base de la oposición ante la invasión germánica.

A la edad de dos años Marta cayó tan gravemente enferma, que estuvo a las puertas de la muerte. La mejoría radical sucedió tras una insistente oración a la Virgen en su santuario de Piaseczno. La familia interpretó este hecho como milagro, e impulsó a Marta a mantener siempre una relación cercana y filial con la santísima Virgen. Toda su vida estuvo marcada por la devoción mariana. Ella misma afirmaba que recurría a la Virgen en todas sus necesidades y María jamás le había negado nada de lo que pedía.

Desde su infancia, Marta ayudaba en casa cuanto podía. Los vecinos testimoniaron que era una chica piadosa, amable y humilde de corazón, de carácter recto; sobre todo, irradiaba serenidad y alegría. Su familia y sus vecinos conocían también su honda devoción a san Juan Nepomuceno. Siendo niña encontró una estatua de este santo y organizó su restauración, tras la cual fue colocada frente a su casa. Muchas veces se la podía ver rezando ante ella; y durante toda la vida conservó la devoción a este santo.

El 3 de octubre de 1886, a los 12 años de edad, recibió la primera Comunión. A partir de esta fecha, su unión con Jesucristo Eucaristía se fortaleció y su vida de oración se centró totalmente en él. Cuando podía, se dirigía a la iglesia parroquial, a 12 kilómetros de Nowy Wiec, para participar en la Eucaristía. En su casa dedicaba frecuentemente su tiempo a la oración. Cuando su madre se enfermó, la reemplazó en algunos trabajos de la casa, sobre todo en el cuidado de los niños más pequeños.

A los dieciséis años pidió el ingreso en la Compañía de las Hijas de la Caridad. La visitadora la hizo esperar dos años, hasta alcanzar la edad exigida. En el año 1892, a los 18 años lo solicitó de nuevo con su amiga Mónica Gdaniec, pero no fue admitida en Chelmno porque había exceso de postulantes. Entonces el número de admisiones estaba restringido por las autoridades prusianas. Ambas amigas, viajaron a Cracovia, que estaba entonces bajo el dominio austriaco, y allí, el 26 de abril de 1892, fueron admitidas en el postulantado. Después de cuatro meses, el 12 de agosto, entraron en el noviciado. Allí, durante ocho meses de formación inicial, asimiló el ideal de las Hijas de la Caridad que iba a desarrollar en los años posteriores.

Después de la toma de hábito, el 21 de abril de 1893, sor Marta fue destinada al Hospital general de Lvov, que se hallaba en la parte austriaca, y pertenecía a la provincia de Cracovia. Muy pronto se ganó la estima de una hermana por su amor y servicio a los enfermos con gran entrega y abnegación. La estancia en Lvov duró año y medio. Luego fue trasladada al pequeño hospital de Podhajce, donde durante cinco años también dio testimonio de devoción y cariño en el cuidado de los pacientes. En este hospital emitió los primeros votos, el 15 de agosto de 1897, ratificando su entrega total a Dios para servirle en los más pobres.

En 1899 fue destinada al hospital de Bochnia, ciudad cercana a Cracovia. En ese tiempo sor Marta tuvo una visión de la cruz, desde la cual le habló el Señor animándola a soportar todas las contrariedades y le prometió llevarla pronto consigo. Este acontecimiento despertó en ella un celo todavía más intenso en su trabajo y una fuerte añoranza del cielo. La prueba anunciada no tardó en llegar. Un hombre desmoralizado, al salir del hospital, divulgó por la ciudad la falsa noticia de que sor Marta había quedado embarazada por su relación amorosa con un paciente joven, pariente del párroco. A partir de entonces cayó sobre ella una ola de afrentas maliciosas de parte de los habitantes de la ciudad. Ella no dejó de cumplir sus deberes con la servicialidad y cariño de siempre. A pesar de sufrir persecución moral, soportaba esta calumnia en silencio abandonándose en manos de Dios.

En el año 1902 fue destinada al hospital de Sniatyn (hoy en Ucrania). El párroco del lugar pronto se dio cuenta de la profundidad espiritual de sor Marta y de su don de discernimiento de las almas. Y empezó a enviarle personas que no necesitaban cuidados de enfermería sino consejo y dirección espiritual. Sor Marta no se limitaba sólo a esta tarea; socorría y servía con fervor a todos los necesitados.

Amaba mucho su vocación e irradiaba alegría y satisfacción en su entrega a los pobres. Siempre tenía una sonrisa sincera en su rostro. Sabía establecer empatía con sus pacientes cuyos sufrimientos físicos y morales aliviaba. De forma discreta y callada les ayudaba en la preparación para la confesión, les instruía sobre la doctrina de la fe, les ayudaba a resolver los problemas en coherencia con su visión cristiana de la vida. Para el rezo del vía crucis en la capilla la acompañaban habitualmente cerca de cuarenta enfermos.

Poseía un don singular para reconciliar las almas con Dios. En su departamento nadie moría sin confesarse e incluso, más de una vez, algunos pacientes judíos pidieron ser bautizados. Sor Marta trataba con la misma atención y caridad a todos los enfermos , fueran polacos, ucranios o judíos, greco-católicos, ortodoxos o católicos. La fuerza para servir con esta entrega radical le venía de la oración.

Tanto su vida como su muerte estuvieron selladas por el amor auténtico a Dios y al prójimo, fuente y centro de su existencia. En 1904, consciente del peligro que esto conllevaba, se ofreció a sustituir a un empleado del hospital en la desinfección de una habitación donde había muerto una enferma de tifus. Sor Marta realizó este trabajo de buen grado. Y lo hizo para que no se contagiase el operario que debía hacerlo, cuyo trabajo constituía el sustento de su mujer e hijo. Sor Marta sintió la fiebre enseguida, pero se empeñó en terminar todas sus actividades. Durante la última semana en el hospital se hizo todo lo posible para curarla. A estos esfuerzos les acompañaba una continua oración de pacientes y empleados del hospital y personas buenas de toda la ciudad. Los judíos encendían velas en la sinagoga por sus intenciones. Gran número de personas esperaba frente al hospital interesándose por su salud. Después de recibir el santo Viático, sor Marta realizó una oración intensa y profunda, considerada por los testigos como un verdadero éxtasis. Murió serenamente, en Sniatyn, el 30 de mayo de 1904.

Los fieles del lugar cuidaron y veneraron la tumba de sor Marta. Durante más de cien años ha estado continuamente cubierta de flores, velas y una especie de tapetes bordados, muy tradicionales en esa región. Aun en los años del régimen soviético acudían a ella, y así lo siguen haciendo en la actualidad los peregrinos y habitantes del lugar.

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6:08 p.m.

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En Sevilla, en España, san Fernando III, rey de Castilla y León, que fue prudente en el gobierno del reino, protector de las artes y las ciencias, y diligente en propagar la fe.

6:08 p.m.

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En Rouen, de Normandía, en Francia, santa Juana de Arco, virgen, que, conocida como la doncella de Orleans, luchó firmemente por su patria, pero al final fue entregada al poder de los enemigos, condenada en un juicio injusto y quemada en la hoguera.

9:31 a.m.

Por: . | Fuente: OP.org.ar

Mártires

Guillermo fue uno de los primeros frailes a los que fue encargado el oficio de inquisidor en la diócesis de Tolosa (Francia) “en favor de la fe cristiana y de la obediencia a la Iglesia romana”.

Fue apresado dolosamente por los herejes en Aviñón junto con otros frailes de nuestra Orden: el presbítero Bernardo de Rochefort y el hermano García de Aure, junto con otros ocho compañeros de ambos cleros.

Estos ilustres protomártires dominicos, como testigos excelsos de su fe, se entregaron al martirio “gozosos como hombres apostólicos” y cantando el Te Deum, (Vidas de los frailes, Parte V c. I, 1) la noche de la ,Ascensión del Señor, un 29 de mayo de 1242. Sus reliquias se perdieron en el s. XVI.

La lista de mártires está integrada por:
- Guillermo Arnaud (Dominico);
- Bernardo di Roquefort (Dominico);
- Garcia d’Aure (Dominico converso, nativo de la diócesis de Comminges);
- Stefano di Saint-Thibery (inicialmente abad, luego fraile menor);
- Raimondo Carbonius (fraile menor);
- Raimondo di Cortisan (conocido como "el Escritor", detto “lo Scrittore”, canonico de Tolosa y archidiacono de Lézat);
- Bernardo (miembro del clero de la catedral de Tolosa);
- Pietro d’Arnaud (notario de la inquisición);
- Fortanerio (clérigo);
- Ademaro (clérigo);
- El Prior de Avignonet (Monje profeso en Cluse, cuyo nombre lastimosamente no se conoce).

Pío IX confirmó su culto el 6 de septiembre de 1866.

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11:31 p.m. ,

Por: . | Fuente: testigosdelaredencion.blogspot.com

Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En Cuenca, España, Beatos José Javier Gorosterratzu y cinco compañeros de la Congregación del Santísimo Redentor asesinados por odio a la fe ( 1936-1938)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Integran el grupo: José Javier Gorosterratzu Jauranena, Ciriaco Olarte Pérez de Mendiguren, Miguel Goñi Áriz, Julián Pozo Ruiz de Samaniego, Víctor (Victoriano) Calvo Lozano y Pedro Romero Espejo



Superando dificultades para cumplir la voluntad de Dios

El 28 de abril de 1871 a las 16,30 hs. en Pancorbo, a Cirilo Romero y a Paula Espejo les había nacido un hijo varón. Al día siguiente, en el que el Martirologio señalaba la memoria de San Pedro Mártir y Papa, fue llevado a la Iglesia y bautizado, dándole por nombre los de Pedro y Prudencio. Cirilo era de un pueblecito cercano a Briviesca (Burgos) llamado Vileña; tenía por oficio tratante de cerdos. Paula era del mismo Pancorbo (Burgos) y se dedicaba a las tareas domésticas. El hogar tenía en el pueblo de ser extremadamente caritativo, pues tanto Cirilo como Paula eran muy caritativos con los pobres y necesitados: si algún mendigo pasaba por el pueblo lo enviaban a la casa de Cirilo a pasar la noche. Otra de las características del hogar fue la piedad; los padres inculcaron a Pedro, desde muy niño, el respeto a las cosas de Dios.

Pedro fue creciendo en ese hogar, en el que tuvo que superar numerosas pruebas. La primera de éstas fue la enfermedad, pues durante la infancia fue muy enfermizo, no creyendo nadie que llegaría a la edad adulta. Otra dificultad que tuvieron que sortear la familia fue el destierro: cuando Pedro contaba con 4 años, la familia fue expulsada de Pancorbo por tener un tío paterno carlista; durante unos 7 meses tuvieron que refugiarse en el País Vasco, en pleno frente de batalla.

A partir de los 6 años comenzó a ir a la escuela, teniendo facilidad para el aprendizaje. Aunque era algo pícaro y travieso, se aplicó al estudio. A esa edad recibió el Sacramento de la Confirmación en la Iglesia Parroquial de San Nicolás de Bari de Pancorbo el día 9 ó 10 de septiembre de 1877 de manos del Arzobispo de Burgos D. Anastasio Rodrigo Justo. Comenzó a sentirse muy inclinado a la piedad: “Tenía gusto en ir a la iglesia para aprender las cosas que había el párroco u otro sacerdote determinado enseñarnos a los niños”.

Comulgó por primera vez a los 9 u 10 años; a partir de esa fecha, se confesaba unas 4 u 5 veces al año y ayudaba a misa todos los días. Por aquellos días los Redentoristas, recién instalados en El Espino, dieron una misión en Pancorbo, y esto infundió en el corazón de Pedro el deseo de ser algún día otro misionero como aquellos. Y aunque desde pequeño albergó un deseo por la vida eclesiástica, poco a poco, este se fue incrementando y orientando hacia la vida religiosa. Pero las cosas no iban a ser fáciles; dos obstáculos se interpondría entre los deseos y la consecución de estos: su excesiva timidez y la pobreza familiar. Y así fue como después de escuchar la llamada al sacerdocio y ayudado por el párroco, anduvo su padre viendo donde podía estudiar. Para prepararse a para su ingreso en el seminario, cuando cumplió los 13 años fue a aprender la gramática latina con un profesor durante un año y medio.

Pero la pobreza era un obstáculo; por eso decidieron que hiciera la carrera corta o que entrara en un convento. Parece que Pedro se inclinaba por esto último, así que el Sr. Cirilo se puso mano a la obra para buscar qué religiosos lo acogían: Sagrados Corazones de Miranda, Jesuitas de Oña, otros religiosos… pero todo eran obstáculos. Así que casi desistió. Pero Pedro, sintiéndose llamado a la vida religiosa y empujado por el mal carácter que de vez en cuando aparecía en su padre, resolvió irse de casa. El Sr. Cirilo, viendo el estado de las cosas y la testarudez de su hijo por ser religioso, hizo el último intento; y esta vez consiguió que se resolvieran todas las dificultades yendo personalmente a El Espino, un Colegio Seminario que los Redentoristas habían iniciado en el cercano pueblo de Santa Gadea del Cid (Burgos) el 16 de julio de 1882 y donde había algunos otros jóvenes de Pancorvo; convenció al R.P. Charrot, Director del Espino, para que acogiese a su hijo a mitad del curso.

Su testarudez por ser religioso motivó para que su padre resolviera todas las dificultades. Tenía 14 años y 10 meses cuando ingresó a mitad de curso, el domingo 21 de febrero de 1886, después de haber confesado y comulgado en su pueblo. En el Espino, como ya tenía nociones de latín, fue incorporado al 2º curso; terminó los años preparatorios en 3 años y medio. Durante este tiempo fue un seminarista normal, que cumplía el reglamento.

Vida como misionero

Tenía 18 años y 4 meses cuando salió del Espino y fue a Nava del Rey (Valladolid) para hacer el Noviciado, donde llegó el 22 de agosto de 1889. Después de un tiempo de preparación para el año de probación, vistió el hábito redentorista el 22 de septiembre de 1889,. Con el cual comenzó el Noviciado bajo la dirección del P. José Chavatte. Profesó como Redentorista el 24 de septiembre de 1890. Continuó su preparación para el presbiterado en Astorga (León), donde después terminados estos estudios sacerdotales, se ordenó de sacerdote el 29 de febrero de 1896.

Para estrenar su ministerio sacerdotal es destinado a Nava del Rey, de donde a las pocas semanas sale en dirección al Perpetuo Socorro de Madrid. El 9 de mayo de 1997 comienza el 2º Noviciado en en la madrileña casa Pontificia de San Miguel, dirigido por el P. Otmaro Allet. Terminado éste, en noviembre del mismo año es destinado a San Juan de los Reyes de Granada, en el Albaicín. En 1899 pasó a Astorga (León) como Misionero; esta época será la de más actividad misionera, participando en un centenar de misiones. En 1911 deja Astorga y va a San Miguel de Madrid; en 1913 a El Espino y al año siguiente a lo encontramos en Granada en la recién bendecida Iglesia-Santuario del Perpetuo Socorro. Allí disfrutará de la nueva residencia comunitaria aneja al Santuario. Además del culto de la Iglesia, muy floreciente, de las misiones, aquí va a ser consultor del Superior, el P. Yañez y del P. Ruiz Abad. Y con este cargo de Consultor pasa a Cuenca en 1921, manteniéndose en el cargo hasta el final de su vida.

Por su carácter tímido y severo, no le fue bien en su tarea de misionero, y se dedicó a predicaciones esporádicas en fiestas, en la confesión, retiros a religiosas, a cuidar el culto en la iglesia de los redentoristas y al cultivo de la vida interior, como si de un monje se tratara. No le fue fácil asumir sus limitaciones, pero su espíritu sobrenatural y ascético le ayudo para ello.

Un condiscípulo y compañero, el P. Lorenzo González, nos deja de él este retrato: “Del P. Pedro Romero, ¿qué le diré? Convivimos juntos como jovenistas, como estudiantes y dos o tres años como Padres y misioneros. El mejor elogio que se puede hacer de él es decir que el P. Pedro Romero fue siempre el P. Pedro Romero. Serio de jovenista, serio de novicio, serio de estudiante, serio de Padre y misionero... Religioso observantísimo de la Regla, amantísimo de la pobreza, vigilantísimo en el trato con las mujeres. Jamás se le oyó hablar mal de un cohermano…. Consigo fue siempre muy austero”. El P. José Machiñena, que fue su Provincial algún tiempo nos lo describe así: “muy buen Religioso, muy rezador, muy serio en su porte y muy rígido (esclavo de la letra de la Regla) en el trato con las personas.” Destacó en “su amor a la oración y en su amor a la santa pobreza (siempre quería lo más pobre), muy amigo del recogimiento”.

Su tarea como misionero en Cuenca, “se dedicaba al culto de la iglesia y a dar ejercicios a Religiosas, desempañando estos ministerios bien. Su carácter era tímido; y resultaba escrupuloso en su proceder… Tenía mucho confesionario” donde solía repetir a los que acudían a él “no somos ángeles, no somos ángeles”.

Misionero en medio de la persecución religiosa

El P. Pedro Romero abandonó el convento el 19 de julio de 1936 a la fuerza y por mandato del superior. Se refugió en el Asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, con el P. Pedrosa, superior de la Comunidad y el H. Clemente. En el Asilo era un anciano más y estaba contento, porque podía seguir su vida de convento: celebraba la eucaristía y predicaba a diario a las religiosas, rezaba su breviario, ejercía el apostolado entre los ancianos y de vez en cuando salía a la calle a ejercer el ministerio y hacer el bien por la ciudad. En una de estas salidas corrió peligro de perder la vida en manos de los milicianos. En el asilo estuvo hasta agosto de 1937, en que tuvo que irse por haber quedado este en manos de un Comité de la CNT.

 Cuando salió del Asilo se refugió en casa de Doña Bienvenida Herráez, en la calle de San Miguel, donde le ofreció un cuarto oscuro en el que además de vivir, confesaba a cuantos se acercaban; allí estuvo hasta que, denunciado por la suegra de ésta que tenía una enfermedad mental, tuvo que presentarse en el Gobierno Civil a declarar. En el Gobierno Civil dieron orden de que fuera incluido en la asistencia social. Ingresó en Beneficencia, pero, no pudiendo aguantar las blasfemias y las burlas; salió de allí y vivió como un mendigo por las calles de la ciudad.

Por las calles de Cuenca fue un auténtico Misionero; vivía mendigando el pan. Atendía a enfermos, confesaba a unos u otros. Celebraba la Eucaristía por las casas; siempre que se le llamaba para administrar sacramentos acudía sin tardanza. Todo el mundo sabía que era religioso. Muchos le conocían personalmente. No se recataba de llevar al descubierto el breviario, el rosario y el crucifijo a la vista de todos. Rezaba por los parques, vivía de la limosna. Asistió en la hora de la muerte a la madre del Vicario General, D. Trifón Beltrán, quien no tardará éste en pagarle el favor.

Pero este tenor de vida no podía prolongarse mucho. Su organismo de anciano no podía resistirlo. Por algún tiempo iba a dormir en la llamada Posada de Ruperto, en la Puerta de Valencia, donde dormía en la cuadra. Algunas familias piadosas de Cuenca le ofrecían algo caliente, lo único que él admitía. Rehusó cuantos ofrecimientos le hicieron de recogerlo familias amigas primero y después sus cohermanos redentoristas. No quería comprometerlos complicarle la vida a nadie y, además, así estaba más libre para ejercer el apostolado. Rechazó también una oferta para salir de Cuenca por no dejar abandonada y sin sacerdotes aquella ciudad en la que había pasado un tiempo considerable de su vida. Pero cada día se sentía más agotado y cansado ya de aquella vida y resquebrajada su salud, llegó a pensar en la cárcel como un beneficio.

En el libro de registro de la Prisión Provincial de Cuenca (Causa General de Cuenca, Leg. 675, Exp. 2, Fol. 26, nº 1316) nos ofrece el dato de que ingresó en la Cárcel con fecha de 6 de junio de 1938. Ante la comida que les daban consistente sobre todo en lentejas, solía decir con chiste: “a mí unas chuletillas me harían muy bien”. Allí encontró un verdadero ángel tutelar en la persona del joven Gabriel Lozano, sacristán de Rubielos; él nos ha dejado en una carta lo que pudo contemplar:

“El año 1938, …, llegó el Padre Romero a la Prisión de las Descalzas con una blusa oscura, el paraguas, una bolsa con ropa, una manta, sus libros, dos o tres crucifijos, rosario grande y chico, y con los ojos bañados en lágrimas, que corrían hasta el suelo; en seguida me precipité para saludarle y consolarle en su profunda amargura, y me correspondió al punto con una agradable sonrisa, tranquilizándose mucho; le invité a mi departamento, con el fin de asistirle en cuanto pudiera, pero como éramos cuarenta los que allí pernoctábamos, dijo prefería un sitio aislado; y, en efecto, lo trasladé a una habitación que nadie ocupaba; le preparé una cama en el mullido suelo, un saco con paja, dos mantas y la suya, con la bolsa de ropa para almohada, para que descansara y le ofrecí algún alimento; dijo que sería mejor después; pero me fui a buscar un vaso de leche y se la di y pasé la tarde con él para distraemos y darle ánimos; y en este y otro ratos estuvimos hablando ... Como la comida que daban en la cárcel le sentaba mal, tuve que pedir limosna a señores muy pudientes, como don Julio Izquierdo, Jefe Ingeniero de Montes; don Rafael Ripollés, Arquitecto de la casa Real; don Trifón Beltrán, Vicario capitular; don Ramón Melgarejo, Marqués de Melgarejo; don José Echevarría, don Felipe Quintero, médico dentista, y otros, que les llevaban comida de fuera; pero como habían sido despojados de todo, vivían de la caridad; pero para lo poquísimo que tomaba el Padre Romero no faltó. Todo el día lo pasaba en fervorosa oración, ya con el rosario, ya con el Kempis, que me prestaba, ya con el rezo del breviario y con mucha meditación. También oía algunas confesiones y daba muy buenos y provechosos consejos. Yo de cuando en cuando le mullía la cama, lavaba, fregaba, etc. Fue acometido de disentería; mucho padeció en estos días y estas noches, pero sin dejar su profunda oración; y ya tuvo tal debilidad, que los servicios se los hacía yo ... Un día o dos pude asistirle; cuando volví era un cuadro triste y compasivo; lo cubría una plaga de moscas en aquel ambiente infecto; su aspecto era lo más alarmante y casi agónico: pude notar que hacía algunas jaculatorias. Yo le pregunté:

- ¿Cómo se encuentra, Padre?

- Ya lo ves - me respondió.

Hice por levantarlo; con esfuerzo se puso en pie, y envuelto en una manta y apoyado sobre mí, lo llevé a un cuarto solitario donde lo lavé de pies a cabeza, lo mudé y vestí, y como yo iba teniendo buena fama en la prisión, me dispuse a pedir utensilio para el Padre: conseguí habitación decente, cama, colchón, almohada, sábanas; después de acostado abrió los brazos indicándome que me acercara y me dio un abrazo prolongado y fuerte con repetidos ¡Dios se lo pague! ¡Dios se lo pague!

Salí por la prisión a pedir alimentos; me dieron leche, huevos, azúcar, café y de todo; pidió el crucifijo y el rosario; tomó alimento y rezando el rosario se durmió; después tuve que quitar las sábanas y poner otras y parte de la ropa interior; mejoró y llegó a levantarse para hacer sus devociones; en estos días llegó la notificación de su libertad y se puso muy contento diciendo que se iba; pero se la anularon, causándole honda pena; pero de nada se quejaba; finalmente se le presentó la enterocolitis ... Yo lavando de día y de noche; él no dejaba el rosario y el crucifijo; ya no tomaba alimento; sólo repetía: ´¡Agua fresca! ¡Agua fresca! Jesús, José y María!´. Como ya no podía quedar solo y yo estaba rendido, le hizo compañía por las noches un Padre agustino de Zamora, llamado Padre José; un paisano mío de Rubielos y don Trifón. Viéndole tan grave, le dije yo: Padre, ¿se acuerda de Dios, de la Virgen, de la otra vida y de la cuenta que hemos de dar a Dios? Y me respondió, con los ojos fijos en el crucifijo que tenía en las manos: ¡Cómo no; habiéndolo predicado toda la vida a los demás! … entró en la agonía. Llamé a don Trifón, que le leyó la recomendación del alma; le pusieron dos inyecciones de aceite alcanforado ... Levantó los brazos y, conociendo yo su deseo me acerqué a él; me abrazó fuertemente y así expiró en breves momentos. Esto fue por la noche; le amortajamos entre el Padre agustino, Luciano Checa y yo, y lo velamos. Al día siguiente los señores antes mencionados me dijeron que encargase caja por cuenta de ellos ... Cuando vinieron por el difunto me dieron permiso para acompañarle hasta la vía pública.

El Hermano Lozano”

Según la partida de defunción “falleció en la Prisión Provincial el día cuatro del actual [julio], a las ocho horas y treinta minutos, a consecuencia de enteritis tuberculosa según resulta de la certificación facultativa y reconocimiento practicado” (Cf. Partida de Defunción Pedro Romero: Registro Civil de Cuenca, Secc. 3ª, T. 44 Folio 300. Nº 599). Aunque no fue asesinado, el desenlace de su vida fue reconocido por el Tribunal eclesiástico como martirial y así lo ha confirmado el Congreso de Teólogos celebrado en la Sagrada Congregación de las Causas de los Santos el día 11 de junio de 2011.

S.S. Benedicto XVI firmó el 20 de diciembre de 2012 el decreto con el cual se reconoce el martirio del Siervo de Dios José Javier Gorosterratzu y sus cinco compañeros de la Congregación del Santísimo Redentor.

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11:31 p.m.

Por: . | Fuente: Vatican.va

Fundadora

Martirologio Romano: En Roma, tránsito de santa Úrsula (Julia) Ledóchowska, virgen, que fundó el Instituto de Religiosas Ursulinas del Sagrado Corazón de Jesús Agonizante, y afrontó fatigosos viajes a través de Polonia, Escandinavia, Finlandia y Rusia ( 1939).

Breve Biografía

Nació el 17 de abril de 1865 en Loosdorf (Austria), segunda de nueve hijos. Su madre, de nacionalidad suiza, descendía de una familia noble; su padre procedía de la antigua y noble familia polaca Ledóchowski, en la que destacaron hombres de Estado, militares, eclesiásticos y personas consagradas. Creció en un clima familiar lleno de amor y exigente. María Teresa, su hermana mayor, fundadora de las Misioneras de San Pedro Claver (Hermanas Claverianas), conocida como "madre de África", fue beatificada por el Papa Pablo VI en el año 1975; su hermano Vladimiro, un año menor que ella, fue superior general de la Compañía de Jesús de 1915 a 1942. Otro de sus hermanos, Ignacio, general del ejército polaco, murió asesinado por los nazis en el campo de concentración de Dora-Nordhausen, el año 1945.

En 1883 la familia se trasladó de Austria a Polonia. Tres años después, Julia entró en el convento de las Ursulinas de Cracovia. Durante la profesión religiosa, emitida en 1889, tomó el nombre de María Úrsula de Jesús. Destacó por su amor al Señor, su talento educativo y su sensibilidad ante las necesidades de los jóvenes en las difíciles circunstancias sociales, políticas y morales de su tiempo. En 1904 fue elegida superiora del convento de Cracovia. En ese tiempo emprendió valientes iniciativas apostólicas. Abrió un internado para jóvenes universitarias -el primero en Polonia-, donde las muchachas no sólo pudieran encontrar un lugar seguro, sino también una sólida formación religiosa: les organizaba la Congregación mariana y cursos para profundizar la visión cristiana de la vida, dirigidos por eminentes teólogos.

Convencida de la necesidad de cambiar las Constituciones según las nuevas necesidades pastorales, se dirigió a Roma en 1907. En una audiencia, propuso al Papa Pío X realizar su trabajo apostólico en el corazón de la Rusia hostil a la Iglesia. Con la bendición del Vicario de Cristo, ese mismo año, al concluir su cargo de superiora del convento de Cracovia, acompañada de otra religiosa, ambas vestidas de civil, pues la vida religiosa estaba prohibida en ese país, partió hacia San Petersburgo.

Las religiosas vivían en la clandestinidad y, aunque eran vigiladas continuamente por la policía secreta, realizaban una intensa labor educativa y de formación religiosa, también con vistas a promover buenas relaciones entre polacos y rusos.

En 1908, la Santa Sede, a causa de las grandes dificultades de comunicación, aprobó la erección canónica de la casa de San Petersburgo como casa autónoma, con noviciado. La madre Úrsula fue nombrada superiora. Al año siguiente, la actividad del convento se extendió a Finlandia, donde construyó una escuela con internado para muchachas.

Cuando estalló la primera guerra mundial, en 1914, la madre Úrsula, al ser ciudadana austríaca, tuvo que salir de Rusia y emigró a Escandinavia: primero a Suecia y luego a Dinamarca, desde donde podía mantener más fácilmente contactos con sus religiosas de San Petersburgo. Para evitarles las consecuencias de la revolución bolchevique, trasladó la comunidad a Estocolmo, donde fundó un instituto de lenguas para muchachas. En 1917 se trasladó, con toda la comunidad, a Aalborg, en Dinamarca, donde abrió una casa para niños huérfanos de los inmigrantes polacos.
Durante el tiempo de su estancia en Escandinavia, además de su apostolado educativo, trabajó intensamente en la promoción del compromiso ecuménico. Asimismo, colaboró con el Comité de ayuda a las víctimas de la guerra en Polonia, fundado por Henryk Sienkiewicz, famoso escritor polaco premiado con el premio Nobel por su libro "Quo vadis".

La casa de sus religiosas se convirtió en un apoyo para la gente de diversas orientaciones políticas y religiosas. Su amor ardiente a la patria iba unido a la apertura a los otros. Cuando le preguntaban cuál era su orientación política, respondía sin vacilar: "Mi política es el amor". En ese tiempo, la Santa Sede le concedió el permiso para transformar su convento autónomo de Ursulinas en la congregación de Hermanas Ursulinas del Sagrado Corazón de Jesús Agonizante.

La espiritualidad de la congregación se centra en la contemplación del amor salvífico de Cristo y en la participación en su misión por medio de la labor educativa y el servicio al prójimo, especialmente a los que sufren, a los que viven en soledad, a los marginados y a los que buscan el sentido de su vida.

Úrsula educaba a sus religiosas para amar a Dios sobre todas las cosas y en Dios a toda persona humana y a toda la creación. Recomendaba, como testimonio creíble de una relación personal con Cristo, la sonrisa, la serenidad de espíritu, la humildad y la capacidad de vivir la vida ordinaria como camino privilegiado para la santidad. Ella misma era un ejemplo notable de ese tipo de vida.

La congregación se desarrolló rápidamente. Nacieron comunidades de religiosas Ursulinas en Polonia y en otras regiones. En 1928 abrió en Roma la casa general y una pensión para muchachas pobres. Las Ursulinas comenzaron también a trabajar entre los pobres de los suburbios de la ciudad eterna. En 1930 se establecieron en Francia.

La madre Úrsula fundó numerosos centros de educación y de enseñanza; enviaba a las religiosas a dar catequesis y a trabajar en zonas pobres; organizaba ediciones de libros para niños y jóvenes; ella misma escribió libros y artículos.

Trató de iniciar y apoyar organizaciones eclesiales para niños (Movimiento Eucarístico), para la juventud y para las mujeres. Participaba activamente en la vida de la Iglesia y del país. Recibió condecoraciones estatales y eclesiásticas.

Ejerció gran influjo sobre la vida de la madre Úrsula su tío Mieczyslaw, arzobispo de Gniezno-Poznan, primado de Polonia y después prefecto de la Sagrada Congregación para la propagación de la fe.

Murió en Roma el 29 de mayo de 1939. Fue beatificada por el Papa Juan Pablo II el 20 de junio de 1983 en Poznan y canonizada por el mismo Papa el 18 de mayo de 2003 en la Basílica Vaticana.

Reproducido con autorización de Vatican.va

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Por: . | Fuente: omiusa.org

José Gérard nació el 12 de Marzo de 1831 dentro de una familia de labradores en la provincia de Lorraine en Francia. Parte de su niñez la pasó siendo pastor de ovejas.

José Gérard escribe sobre una tal Hermana Odile que lo preparó para su Primera Comunión, un evento que tuvo un gran impacto en su vida. Entre otras personas que tuvieron un gran impacto en su vida están Monsieur Richard y el Abbé Cayens. Monsieur Richard ofreció pagar la educación del joven y lo guió en una enseñanza sobre el arte de orar. El Abbé Cayens fue misionero en Argelia y vio una posible vocación sacerdotal en el joven José Gérard. Por lo tanto lo ayudó a aprender Latín y luego lo guió al seminario menor en Pont-à-Mousson.

También estudió algún tiempo en el seminario mayor de Nancy. Llegó a conocer a los Oblatos a través de algunos misioneros Oblatos que visitaron el seminario. Entró al noviciado y el 10 de Mayo de 1852 tomo sus votos perpetuos.

El 3 de Abril de 1853 fue ordenado Diacono por el Obispo Eugenio de Mazenod. El Obispo luego le pidió que ejerciera su misión en el reino de Natal en el Sur de África. En mayo de 1853 José Gérard tomó un barco con otros dos Oblatos al pequeño reino.

En 1854 El Obispo Allard lo ordenó sacerdote y comenzó su trabajo con un grupo de Irlandeses en Pietermaritzburg. Su misión era de ser con los Zulúes de Natal y por lo tanto tenia que aprender el idioma Zulú junto con el Inglés que usaba con los Irlandeses. Para aprender el idioma decidió pedir permiso para crear una misión en un pueblo Zulú. José Gérard trató varias veces a evangelizar a los Zulúes pero no tuvo éxito.

José Gérard decidió tomar su misión al oeste de Natal a un pueblo llamado Roma en otro reino llamado Lesotho. Allí conversó con el jefe de una tribu familia de los Zulúes de Natal. El jefe le dio permiso a construir una Iglesia y ejercer su misión. Tuvo que aprender un idioma nuevo y una cultura nueva, pero siguió adelante. Después de dos años tuvo su primer catecúmeno. El jefe de la tribu también se convirtió después de algunos años. Después de 22 años en Roma decidió llevar su misión al norte de Lesotho y comenzó la Misión de Santa Mónica donde trabajo con los Basothos. Luego regresó a Roma donde viviría el resto de su vida. En 1914 se encontró con una enfermedad que lo dejó en cama. El 22 de Mayo celebró su última Misa.

El 29 de Mayo Padre José Gérard dio su ultimo sí a Dios con la palabra Amén. Aunque sufrió muchos desafíos en su misión en África, el Padre Gérard nunca se dio por vencido. Siempre fue fiel a su voto de perseverancia. Dado a esto muchos de los nativos de aquellos países en el sur de África se convirtieron a la fe Católica. El Padre José Gérard fue beatificado por el Papa Juan Pablo II el 15 de Septiembre en Maseru, Lesotho donde le dieron el titulo de Apóstol de Lesotho.

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Hermanos Franciscanos

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