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Religiosa Dominica

Nació en Florencia en 1514. Después de rechazar el matrimonio fue víctima de una enfermedad misteriosa que la tuvo inmovilizada en el lecho durante cuarenta y cinco años, con fortísimos ataques dolorosos, tanto que le fue administrada ocho veces la unción dé los enfermos.

Fue el sufrimiento físico el arma con que Dios se, sirvió para, cincelar su santidad. A los treinta y tres años, en 1547, pasa a formar parte de la Orden seglar de santo Domingo. Su apostolado eficacísimo lo realizó con la aceptación gozosa de sus sufrimientos, con las cartas que escribió y con su palabra de consejo.
La paciencia con que soportó su difícil enfermedad creó en tomo a ella una estimación unánime de santidad y muchos vinieron a ella en busca de consejo, y oraciones.

Estuvo muy relacionada con el monasterio carmelitano de Santa María de los Ángeles en Florencia y a su muerte, el 28 de mayo de 1577, fue enterrada en este monasterio y allí se venera su cuerpo incorrupto. Santa María Magdalena de´ Pazzi, que vivió del 1566 a 1595 y fue monja de ese monasterio, atribuyó su curación a la intercesión de la beata María Bartolomea.

Su culto fue aprobado por Pío VII el 11 de julio de 1804.

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Mártir

Martirologio Romano: En Londres, en Inglaterra, beata Margarita Pole, madre de familia y mártir, que, siendo condesa de Salisbury y madre del cardenal Reginaldo, fue decapitada en la cárcel de la Torre de Londres en tiempo del rey Enrique VIII por haber desaprobado su divorcio, encontrando así reposo en la paz de Cristo. ( 1541)

Breve Biografía

«Creo en la Iglesia, que es una. Esto, que manifestamos en la profesión de fe, tiene su fundamento último en Cristo, en el cual la Iglesia no está dividida (1 Cor 1,11-13)», afirma el papa Juan Pablo II en su carta apostólica Novo millennio ineunte, 48, escrita al concluir el Gran Jubileo del año 2000 y comenzar un nuevo milenio.
Y continúa afirmando:

«Como Cuerpo suyo [de Cristo], en la unidad obtenida por los dones del Espíritu, [la Iglesia] es indivisible La realidad de la división se produce en el ámbito de la histona, en las relaciones entre los hijos de la Iglesia, como consecuencia de la fragilidad humana para acoger el don que fluye continuamente del Cristo Cabeza en el Cuerpo místico»

En este ámbito histórico de «fragilidad humana», en el que se produjo la división de la Iglesia con el llamado Cisma anglicano, se sitúa la vida de la Beata Margarita Poleo O mejor, su existencia se inscribe entre la de aquellos que, por «acoger el don que fluye continuamente de Cristo», cabeza de la única e indivisible Iglesia, ofrecieron su vida, hasta entregarla en martirio, para evitar que la fractura histórica desfigurara en el tiempo el rostro de la única esposa del Señor.

Margarita, «la última Plantagenet», nació el 14 de agosto de 1473 en Castle Farley, cerca de Barth, en Wiltshire, y pertenecía a la Vieja Casa Real Inglesa. Era hija de Jorge Plantagenet, duque de Clarence -hermano de los reyes Eduardo IV y Ricardo III de Inglaterra-, y de Isabel Neville, hija mayor del conde Edmundo de Warwick, quien en 1499, bajo Enrique VII, pagó con su vida ser el último representante masculino de la línea de York.

Perdió la madre cuando contaba tres años de edad y aún no había cumplido cinco cuando falleció también el padre, por lo que debió ser educada junto a los hijas de su tío el rey Eduardo IV, en el palacio de Shene.

En 1491, a los 18 años, el entonces rey Enrique VII la prometió en matrimonio a Sir Richard Pole, cuya madre, Edith St. John, era medio hermana de la madre del rey, Margaret Beaufort, y él hombre de confianza suyo hasta el punto de haberle encargado el cuidado de su primogénito, Arturo. Se celebró la boda el 22 de septiembre de 1494. Pero Margarita quedó viuda muy pronto, en 1505, con no demasiados recursos económicos y con cinco hijos pequeños que cuidar: Enrique, futuro Lord Montague; Godofredo; Arturo; Reginaldo, nacido en 1500, que llegó a ser cardenal en 1536, legado pontificio en 1553 y finalmente Arzobispo de Canterbury (1555-1558), y Úrsula, que se
Casaría con Enrique, Lord Stafford.

Al subir al trono el Joven rey Enrique VIII, que consideraba a su tía Margarita Pole la mujer más santa de Inglaterra, le restableció la posesión de todos los derechos de la familia, que le habían sido confiscados en 1499 a causa de la condena a muerte de su hermano Eduardo y, revocando los derechos del príncipe Arturo, el fallecido hermano mayor del rey, la hizo condesa de Salisbury el 14 de octubre de 1513, dándole posesión de los antiguos dominios de esta casa. Fue también dama de la corte de la rema Catalina de Aragón, ruja de los Reyes Católicos, que, casada primero con el príncipe Arturo y viuda de éste, había contraído matrimonio con el hermano del prematuramente fallecido
Príncipe, el rey Enrique VIII.

Entonces los hijos de los reyes no solían crecer junto a sus padres, empleados en el gob1erno y en los asuntos cortesanos; se les dotaba de una casa con buenos tutores y personas de servicio que cuidaban adecuadamente de ellos. Como prueba de afecto, en 1516 Enrique VIII y su esposa Catalina de Aragón confiaron a Margarita Pole la educación de su hija la princesa María -futura rema María Tudor-, de quien fue madrina de bautismo y de confirmación, y a quien ella cuidó como si fuera su propia hija. La condesa de Salisbury Margarita Pole, fue honrada con un lugar muy destacado en su casa, y era frecuente que la rema Catalina de Aragón se comunicase con su ruja María a través de ella.

En las primeras décadas del sig1o XVI, la Iglesia estaba viviendo en toda Europa, y especialmente en Alemania, una situación muy crítica. Precisamente entre 1513 y 1518, el joven doctor en teología y profesor de la Universidad de Wittemberg, Martín Lutero, que había sido ordenado sacerdote en 1507 y pertenecía a la Orden de San Agustín, se estaba planteando en sus clases la autoridad única de la Sagrada Escritura, el tema de la justificación y la cuestión de las indulgencias, concretadas en 95 tesis, que dio a conocer para ser discutidas en ambientes académicos. Aunque esto no tuvo lugar, su difusión por gran parte de Europa llegó también a Inglaterra, siendo enviadas en 1518 a Tomás Moro por su arrugo Erasmo de Rotterdam, creando defensores y adversarios. Estaban en juego, en realidad, la autoridad del Papa, la eficacia de los sacramentos y la naturaleza de las indulgencias, que dividían a los cristianos tanto en el aspecto doctrinal como en las implicaciones políticas que estos temas conllevaban. Clarificadas las opiniones y posturas, en torno a 1530 la situación era muy tensa entre protestantes y católicos, y el emperador Carlos V de Alemania -rey Carlos I de España- estaba haciendo todo lo posible para evitar un verdadero cisma o división dentro de la Iglesia. En realidad se había ido deslizando el centro de gravedad de los problemas de fe a los de la estructura y formas de la Iglesia, adquiriendo clara versión política lo que había empezado como una cuestión doctrinal para ser tratada en las aulas. La poca formación teológica del pueblo favoreció también que las decisiones de sus dirigentes políticos o religiosos fueran colectivamente asumidas.

Para defenderse del emperador católico que actuaba a favor del Papa, los príncipes protestantes constituyeron en 1531 la llamada «Liga de Esmalcalda», que no sólo unía a los alemanes rebeldes a Carlos V, sino que contaba con el apoyo de Francia, Dinamarca e Inglaterra, no siempre en buenas relaciones con la sede romana. Concretamente, ya desde el siglo XIV se habían suscitado algunas tensiones entre el Parlamento Inglés y la autoridad del Papa, abriendo cauces de opinión hacia una Iglesia nacional, desvinculada de Roma. No obstante, a pesar del sentimiento anti-romano existente, la separación de Inglaterra se debió más bien a una acción personal del rey Enrique VIII, que ejercía un dominio casi absoluto sobre sus súbditos.

Enrique VIII, que ostentó la corona de Inglaterra entre 1509 y 1547, al ser hijo segundo de Enrique VII había sido educado para la carrera eclesiástica, reservando la sucesión real para el príncipe Arturo, su hermano mayor. Pero la muerte prematura de éste había elevado al trono a Enrique, Siendo aún muy joven de edad. Dada su preparación religiosa, pronto dictó algunas disposiciones para mejorar la formación teológica del clero y, decididamente opuesto a los seguidores de Martín Lutero, se colocó aliado del emperador Carlos V, sobrino de su esposa Catalina de Aragón, incitándole a que rompiese con el reformador. Incluso escribió la Assertio Septem Sacramentorum, obra en la que se oponía a la negación de los sacramentos hecha por los protestantes, y la dedicó al Papa «como signo de su fe y su amistad». En este libro afirmaba sin equívocos que «da Iglesia entera está sometida no solamente a Cristo, sino al único representante suyo, el papa de Roma». Todo ello le valió el título de defensor fidei, otorgado por el papa en 1521.

No obstante esto, su deseo de reforma de la Iglesia a veces respondía al propio interés, por lo que, para lograrla, parecía dispuesto incluso a prescindir del papado, igual que otros príncipes contemporáneos. Pero, a la altura de 1527, se había ido sumando otro motivo particular que le alejaba de Roma: su asunto matrimonial.

Como ya hemos indicado, al poco de subir al trono, Enrique VIII se había casado con Catalina de Aragón, tía del emperador Carlos V, después de que ésta enviudara del heredero Inglés, Arturo, que falleció siendo muy joven. Para este matrimonio, Enrique había obtenido en 1503 dispensa del Papa del Impedimento de afinidad, por haber sido ella mujer de su hermano mayor. Pero se había creado una situación difícil de resolver:
De los cinco hijos de Enrique VIII y Catalina de Aragón, sólo sobrevivió María, confiada al cuidado de la condesa Margarita Pole, con lo cual la sucesión al trono comenzaba a plantearse como un verdadero problema, ya que en Inglaterra nunca habían gobernado las mujeres. A ello se añadió el enamoramiento del rey de Ana Bolena, dama de la corte, que podría procurarle un heredero varón.

Así las cosas, el rey pensó en la posible nulidad del matrimonio con su esposa Catalina de Aragón, alegando que la Escritura prohibía casarse con la mujer del hermano (Lev 18,16), lo cual invalidaría la dispensa papal de 1503. Sin embargo, no le inquietaba que también la Escritura ordenase el matrimonio levítico (Dt 25,5; Mt 22,24), y que así mismo estuviera emparentado con Ana Bolena, aunque ilegítimamente, por haber sido amante e una hermana suya.

Ante estos planes, que comenzaban a hacerse efectivos, Enrique encontró la oposición de la autoridad eclesiástica, y en 1527 el canciller y cardenal Wosley y el arzobispo de Canterbury William Warham (1503-1533) le citaron a juicio por vivir incestuosamente. Considerando que la instancia competente para decidir era Roma, enviaron allí un legado con este fin, obteniendo del papa Clemente VII (1523-1534), que entonces estaba en guerra con el emperador, la dispensa del parentesco ilegítimo con Ana Bolena, en el caso de que el matrimonio con Catalina de Aragón no fuera válido. Era un modo de zanjar la Cuestión sin definirse con claridad, a la espera de que el rey abandonase su pretensión. Pero ante la insistencia de Enrique VIII, el Papa envió a Inglaterra en 1528 como legado suyo al cardenal Campeggio, quien, junto con el cardenal Wosley, inició un proceso en 1529. Catalina de Aragón no lo aceptó y apeló al Papa que, entretanto, había concertado la paz con el emperador. A instancias de éste, el papa Clemente VII suspendió los poderes de ambos cardenales y trasladó el proceso al fuero romano, Con notorio desagrado del rey. El canciller y cardenal Wosley cayó en desgracia, y le sucedió como lord canciller el conocido humanista Tomás Moro, también adversario de tan enojoso asunto matrimonial, y que, no obstante, intentó algunas consultas y mediaciones para evitar la separación de la Iglesia de Inglaterra. Ante las instancias del rey, en 1531 el papa Clemente VII prohibió a Enrique VIII que celebrase un nuevo matrimonio hasta que no concluyera la investigación. Pero, dispuesto a continuar con sus planes, el rey cayó bajo la influencia de Tomás Cromwell, miembro del Parlamento y gran político, quien le aconsejó separarse de Roma, como habían hecho los príncipes alemanes.

En una asamblea general del clero, Enrique VIII consiguió una declaración de que él era la cabeza suprema de la Iglesia en Inglaterra, con lo que la pretendida Iglesia nacional y el humanismo de tendencia anti-romana parecían confabularse para poner las bases hacia el cisma anglicano, modalidad local de la Reforma protestante en Europa.

Tras la muerte del anciano arzobispo de Canterbury William Warham, el rey nombró para sustituirle a Tomás Cranmer (1533-1555), quien, vinculado con el protestantismo alemán, había contraído matrimonio en secreto. En esta situación, el lord canciller Tomás Moro decidió retirarse para evitar ser cómplice del rey en su camino hacia el cisma, siendo sustituido por Audeley. Con ello, el gobierno espiritual y temporal-arzobispo primado, lord canciller- quedaba en manos de personas proclives al protestantismo, simpatizantes de la Liga de Esmalcalda y absolutamente fieles al rey.

En enero de 1533 el arzobispo Cranmer casó al rey con Ana, declarando después nulo el matrimonio con Catalina y válido el que acababa de celebrar. El 1 de julio fue coronada Ana Bolena y en septiembre nació Isabel, que habría de ser reina de Inglaterra. El papa declaró no válido el nuevo matrimonio, pero hasta 1534 no dio el dictamen final, que reconocía como único legítimo el celebrado con Catalma de Aragón. La censura canónica de excomunión afectaba a Ennque VIII, Ana Bolena y al arzobispo Cranmer, con lo que el rey llevó a cabo la ruptura con Roma. El «Acta de supremacía» votada por el Parlamento Inglés en noviembre de 1534 declaraba que el rey y sus sucesores eran la autoridad suprema de la Iglesia en Inglaterra, hecho que no encontró, en general, oposición en el clero, bastante sometido ya desde antes a la autoridad estatal, ni en el pueblo, con poca formación religiosa.

Muy pocos tuvieron la valentía de no aceptar el «Acta de supremacía», entre ellos el obispo Juan Fisher y el antiguo lord canciller Tomás Moro. Ambos fueron encarcelados y después cruelmente ejecutados. También se negaron a Jurarla numerosos religiosos y varios monasterios, cuyos monjes -algunos centenares- corrieron la misma suerte de la prisión y el martirio. En el norte, hubo también un intento de rebelión campesina, la «peregrinación de gracia», que no se oponía al «Acta de supremacía», pero sí al modo de proceder de las autoridades civiles contra los monasterios, las imágenes sagradas y las reliquias.

La condesa Margarita Pole, siempre considerada como una mujer santa, de profunda y arraigada fe, con gran fortaleza y acostumbrada a sufrir, vivió esta tortuosa historia del rey valientemente cercana a Catalina de Aragón y a su luja María, desaprobando sin paliativos el matrimonio con Ana Bolena. Su sentido de Iglesia y su fidelidad al Papa le impedían también aceptar la posible ruptura con Roma, aun reconociendo las evidentes limitaciones y necesidad de reformas en la vida eclesial. Además, su lujo Reginaldo Pole se manifestó con toda claridad en el mismo sentido, lo cual no la favorecía después a ella. Reginaldo era muy apreciado por Catalina de Aragón y lo había sido también por Enrique VIII, quien le había enviado a estudiar a Oxford y a Padua, de donde volvió a los 27 años con brillante Reputación, ocupando después cargos eclesiásticos hasta llegar a ser arzobispo de York. Pero, tras una dlscusión con el rey, que en vano intentó ganarle para su causa, Reginaldo prefirió marcharse de Inglaterra.

Margarita pudo permanecer algún tiempo junto a María, que llevaba dos años separada de su madre. Pero cuando el rey ordenó a su hija que renunciara a su título de princesa y ella se negó, comenzó a temer que la condesa de Salisbury (Margarita Pole), vieja amiga y admiradora de Catalina, fortaleciera los propósitos de María de no someterse a los deseos de su padre, especialmente en lo concerniente al status de su madre y de ella. Por esto y, sobre todo, por su abierta oposición a la conducta de Enrique VIII en su matrimonio y frente al Papa, Margarita no pudo evitar caer en desgracia y en 1533 el rey la exoneró del cuidado de su hija María y la obligó a abandonar la corte. María estaba viviendo en New Hall, en Essex, y en octubre una comisión del rey le quitó su casa, quedando poco después, en 1534, desposeída de todos sus bienes.

Margarita Pole había insistido en ayudar, incluso económicamente, a que María tuviera su propia independencia, como escribía Chapuys al Emperador el 16 de diciembre de 1533, expresando también el modo de ser de la condesa:

«Una señora de virtud y de honor como no hay otra en Inglaterra se ha ofrecido a servir a la princesa a su propia costa, pero esto no ha sido aceptado para evitar que tuviera poder sobre ella»,

María se vio obligada por su padre a integrarse en la casa de la nueva y «única» princesa de Inglaterra, su pequeña medio hermana Isabel, hija de Ana Bolena. Así empezó María, que permaneció siempre católica, sus días de absoluta miseria, considerada bastarda ante el nuevo y reconocido matrimonio del rey, y Margarita Pole, que nunca dejó de quererla y de rezar por ella y por su atormentada madre y su causa, tuvo que desaparecer del círculo de Enrique VIII. Para María, de 18 años de edad, fue muy duro verse tan relegada, pero lo fue todavía más haberla apartado de Margarita.

Reginaldo Pole se había alejado de Inglaterra, pero su madre estaba todavía al alcance del rey. Aunque la condesa de Salisbury no tenía ya contactos con María ni con Catalina, afectiva y espiritualmente estaba cercana a ellas, y había sido testigo de toda su historia, por lo que era considerada como una amenaza para él y su nueva línea de descendencia sin su hija María. Para evitar este peligro, en la primavera de 1536 Enrique VIII y Cromwell pidieron a Reginaldo Pole que regresara a Inglaterra, con la intención de persuadirle a que se pusiera de parte de ellos. Esperaban su retorno al menos para apoyar a su madre, quien, a pesar de superar los 60 años de edad, había sido alejada de la casa real y privada de todos sus bienes.

Ese mismo año 1536, después de la caída de Ana Bolena, Margarita Pole fue incorporada de nuevo a la corte, pero sin llegar a conseguir el favor del rey. Es más, éste se enfureció fuertemente contra ella al saber que Reginaldo había sido llamado a Roma por el papa Pablo III y lo había elevado a la categoría de cardenal. Y se encolerizó más aún, cuando en 1540 le envió su tratado Pro ecclesiasticae unitatis defensione («En defensa de la unidad de la Iglesia»), como contestación a las preguntas que Cromwell y otros le habían hecho en nombre del rey. Además de responder teológicamente a las cuestiones formuladas, el libro era una abierta denuncia a la conducta de Enrique VIII. Éste puso el grito en el cielo, y pronto se hizo evidente que, no estando a su alcance el autor de la defensio, la ira real se cebaría en los rehenes presentes en Inglaterra, y ello a pesar de que la condesa y su hijo mayor habían escrito a Reginaldo reprobándole su modo de expresarse.

El hecho de que el cardenal Pole rehusara volver a Inglaterra y la anécdota de haber encontrado en la casa de su madre un escudo que entrelazaba el pensamiento -flor característica de la Familia Pole- con una de las flores que usaba como símbolo María
Tudor, desencadenó nuevamente la furia del rey, y el 3 de noviembre de 1538, dos de los hijos de Margarita Pole y algunos se sus familiares fueron arrestados con el cargo de alta traición, aunque Cromwell había escrito antes al rey diciendo que «apenas le habían ofendido, y que no tenían otro delito que ser parientes de sangre del cardenal». Fueron encarcelados en la Torre de Londres y en enero, excepto Godofredo Pole, brutalmente ejecutados.

Aunque Enrique VIII había dicho alguna vez de la condesa Margarita Pole que «la amaba y honraba como si fuera su propia abuela», el 13 de noviembre de 1538, diez días después que a sus hijos, ordenó arrestar a la venerable anciana en su casa de Warblington, junto a Havant, en Hampshire. Allí fue ampliamente interrogada en nombre del rey por el conde De Southampton, William Fitzwilliam, y por el obispo de Ely, Tomás Godrich. Al día siguiente escribían a Cromwell:

«Seguramente no se ha visto ni oído a mujer tan honrada, tan firme en su compostura y tan precisa lo mismo en sus gestos que en sus palabras, que se maravilla uno de verla En sus contestaciones y declaraciones así se ha comportado, con sinceridad pura y justa de su parte, de modo que nos ha convencido de que una de dos o sus hijos no la han hecho participe de sus pensamientos mas profundos, o ella es la traidora mas grande que jamás haya existido Ahora que le hemos quitado todo lo que tiene, y que le hemos comunicado el pensamiento del rey, como está arrestada, esperamos que pueda decir algo, al encontrarse desposeída»

A continuación, desde su casa de Warblington la llevaron prisionera a Cowdray Park, cerca de Midhurst, y la recluyeron en la casa del conde de Southampton, Willlam Fltzwilllam, donde fue sometida a todo tipo de vejaciones. Dos días después, informaban a Cromwell:


«Hemos quitado todo a la Señora de Salisbury y la hemos llevado a Cowdray y cuando pensabamos, como dijimos en la carta antenor, que al quitarle todo quizás confesara algo, tenemos que decir que, desde que llegamos aquí, después de intentarlo de todos los modos posibles, no hemos conseguido nada [ ] Podemos llamarla un varon fuerte y firme, mas que una mujer. Ante todos nuestros intentos, siempre se ha mostrado honrada, valerosa y correcta que mas no puede ser. Tanto que pensamos que, a pesar de que hemos usado toda nuestra industria y diligencia para presionarla a que dijera más y hemos empleado mucho tiempo sin conseguirlo, hemos decidido presentarnos al Rey y no trabajar mas de momento»

En Cowdray estuvo seis meses, sometida a las afrentas más grotescas. Mr. Gairdner la trató «con descortesía bárbara». El 12 de abril de 1539 Cromwell escribía al rey para decirle que no habían sido capaces de encontrar algo de qué acusarla, y que la Condesa y su familia »no le han ofendido más que en ser parientes del cardenal». Ante esta dificultad, Cromwell consultó a los jueces sI una persona acusada de traición podía ser condenada a muerte sin previo juicio o confesión. Esta propuesta tan sin sentido encontró rechazo incluso por parte de los más fieles a Enrique VIII. Le contestaron que sería un precedente peligroso, que ningún tribunal se avendría a un proceso tan ilegal, pero que la Corte del Parlamento era suprema y que su decisión se aceptaría como ley. Es el camino que se decidió seguir.

El bill of attainder, o «Acta de condena», no se presentó a los Lores hasta el 10 de mayo, para dar tiempo a añadir otros nombres. Figuran en ella 16 personas, algunas de las cuales ya habían sido ejecutadas. Las dos primeras lecturas se pasaron en un solo día, sin posibilidad de defensa ni examen de testigos, y en la tercera, Cromwell presentó una túnica de seda blanca, encontrada en uno de los cofres de la condesa, que llevaba bordadas las cinco llagas, signo que el rey pretendió hacer creer que la vinculaba con las revueltas del norte llamadas «peregrinación de Gracia», por lo que «se había hecho acreedora de muerte por orden del Parlamento». Los otros cargos aducidos contra ella, a los cuales no le fue permitido responder, tenían que ver con que se le encontraron bulas del Papa, que había mantenido correspondencia son su hijo y que había prohibido a sus sirvientes tener el Nuevo Testamento y otros libros publicados por la autondad real. Los Comunes se mostraron tan dispuestos como los Lores a aceptar esta condena, finalmente aprobada el 29 de Junio de 1539. Este mismo día trasladaron a Margarita desde Cowdray a las prisiones de la Torre de Londres, para esperar allí la ejecución de la sentencia.

Ante esta noticia, el cardenal Pole escribía el 22 de septiembre al cardenal Contarini:

«He oído que a mi madre la han condenado por concilio publico a morir, o mejor, a la vida eterna No solamente han condenado a una mujer de 70 años con la que el rey estaba muy relacionado y de la que él mismo había dicho que no había mujer mas santa en todo el reino. También ha condenado a su ahijado, el hijo de mi hermano, la unica esperanza de nuestra familia. Mira hasta donde ha llegado esta tiranía, que empezó con sacerdotes, siguió con nobles, destruyendo a los mejores, y al final ha alcanzado a las mujeres y a los niños».

No la ejecutaron de momento, esperando que el rey la perdonara. Pero sí padeció todo género de carencias y agravios durante los casi dos años que permaneció allí prisionera, teniendo que soportar, además, un clima muy severo con insuficiente vestido. Todo ello, digna y pacientemente soportado, la preparó, sin duda, para recibir la gracia del martirio.

No hubo más proceso, m posibilidad de defensa, ni otra sentencia que la dictada por el Parlamento hacía dos años. Margarita Pole, última representante de la rama directa de los Plantagenet, fue decapitada en la mañana del 28 de mayo de 1541, cuando contaba casi 68 años de edad, en East Smithfield Green, en la Torre de Londres, cerca de las estancias donde estaba recluida.

Hay distintas versiones, que se complementan entre sí, de los últimos momentos de esta mujer ya anciana, frágil de salud y de baja estatura, aunque fuerte en su fe y siempre fiel a la Iglesia Católica y a su conciencia, a pesar de los ultrajes y vejaciones que por ello tuvo que sufrir. Algunos la presentan resistiéndose a la injusticia que con su muerte se iba a cometer, y proclamando abiertamente su inocencia, como la balada contemporánea que pone estas palabras en boca de Margarita:

«Los traidores encaminados al patíbulo tienen que morir; yo no soy una traidora, no. ¡Yo no! Mi fidelidad es patente, así que no marcharé hacia el tronco. No daré un paso, como veréis. ¡Cristo, en tu míserlcordja, sálvame!».

Otros dicen que se dirigió con toda dignidad y fortaleza desde su celda al lugar donde había de ser decapitada, diciendo solamente que no sabía por qué crimen se la estaba condenando.

No fue decapitada en un patíbulo, sino sobre un tronco de madera. Parece que, en ausencia del verdugo oficial, el joven encargado de cumplir la sentencia tuvo dificultades para manejar la pesada y dura hacha con que había de sacrificarla, y que, al haber fallado algunos golpes, endureció de modo terrible el ya crudelísimo martirio, ante el espanto del grupo de unas 120 personas que asistían al espectáculo, presidido por el alcalde mayor de Londres. Lo cierto es que Margarita Pole, condesa de Salisbury, murió decapitada de una manera brutal, pero sin perder la dignidad propia de su linaje y de su fe, y con lúcida conciencia de la verdadera causa que la había conducido a tan feroz martirio. Fue enterrada en la capilla de San Pedro ad Vincula, dentro de la Torre de Londres.

Marillac, embajador de Francia, escribía al rey Francisco I el 29 de mayo:

«Para empezar, un caso que más merece compasión que largas cartas. La condesa de Salisbury fue decapitada ayer por la mañana, hacia las 7, en una esquina de la Torre, en presencia de tan poca gente que hasta la tarde se dudó si había sido verdad. Era difícil de creer porque había estado en prisión mucho tiempo [...] La manera de proceder en su caso parece indicar que teman miedo de matarla públicamente y la ejecutaron en secreto»

Al llegar a oídos del cardenal Pole la historia de la muerte cruel y grotesca de su madre, con los terribles detalles que la acompañaron, comentó que «nunca temería llamarse hijo de una mártir» Y más tarde escribía al cardenal S. Marcellus que «si su propia muerte trajera como consecuencia la salvación del rey, voluntariamente se ofrecería».

Cuando doce años después subió al trono María Tudor, la hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón, sucediendo en 1553 a su medio hermano Eduardo VI, estaba decidida a restablecer el catolicismo en Inglaterra, para lo que solicitó la ayuda de su primo el cardenal Pole, quien fue enviado por el Papa como legado suyo con este fin. Tardó algunos meses en llegar y, ya en Inglaterra, actuó con notoria prudencia y discreción, perdonando a quienes habían apoyado a Enrique VIII y promovido el cisma anghcano. El matrimonio de María en 1554 con el príncipe heredero de España -el futuro rey Fehpe II- favoreció también la solemne readmisión de Inglaterra en la Iglesia católica el 30 de noviembre de ese mismo año 1554, Vigorosamente propiciada por el cardenal. Pero, aunque el Parlamento aceptó la reconciliación con Roma, y aunque se persiguió duramente a los protestantes, el estado religioso del país no era favorable a este cambio, pues el pueblo estaba desorientado o indiferente ante tanta lucha y tanta violencia. La muerte temprana de María Tudor en 1558, y la del cardenal Pole con pocos días de diferencia, impidieron la consolidación del catolicismo. Su medio hermana y sucesora Isabel I (1558-1603), aunque se había declarado católica durante el remado de María Tudor, anuló pronto la restauración de la Iglesia católica en Inglaterra, afirmándose el anglicanismo a partir de la bula de excomunión Regnans in excelsis, del 25 de febrero de 1570, del papa Pío V. Así quedó consolidado un cisma que se prolonga hasta la actualidad.

«En esta perspectiva de renovado camino posjubilar –afirma Juan Pablo II en el Citado numero 48 de la carta apostólica Novo millennio ineunte- se ha de cultivar el dialogo ecuménico con los hermanos y hermanas de la Comunión anglicana y de las Comunidades eclesiales nacidas de la Reforma. La confrontación teológica sobre puntos esenciales de la fe y de la moral Cristiana, la colaboración en la candad y, sobre todo, el gran ecumenismo de la santidad, con la ayuda de Dios, producirán sus frutos en el futuro».

Este «ecumenismo de la santidad» es el que aporta hoy la destacada, valerosa y coherente mujer Margarita Pole, cuya memoria ha permanecido bien viva en Inglaterra y fuera de este país, acompañada siempre por su merecida fama de santidad y heroico martirio. Su retrato puede admirarse en la National Portrait Gallery de Londres.

E12 de febrero de 1886 el papa León XIII beatificó, confirmando su culto, a un numeroso grupo de mártires ingleses, correspondientes todos al mismo momento histórico. Los primeros nombrados en el Decreto, Passi sub Henrico Rege, son: Ioannes Fisber, Episcopus Roffensis, S.RE. Cardinalis - Tbomas More, Angliae Cancellarius - Margarita Pole, Comitissa Salisburiensis, Cardinalis Pole mater.
 

VIDAS DE LOS SANTOS Edición 1965
Autor: Alban Butler (†)
Traductor: Wilfredo Guinea, S.J.
Editorial: COLLIER´S INTERNATIONAL - JOHN W. CLUTE, S. A.

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Obispo

Martirologio Romano: En París, en la Galia, san Germán, obispo, que habiendo sido antes abad de San Sinforiano de Autún, fue llamado a la sede de esta ciudad, donde, conservando el estilo de vida monástico, ejerció una fructuosa cura de almas ( 576).

Breve Biografía


Gran parte de su vida la conocemos por el testimonio de su colega el obispo Fortunato que asegura estuvo adornado del don de milagros.

Nació Germán en la Borgoña, en Autun, del matrimonio que formaban Eleuterio y Eusebia en el último tercio del siglo V. No tuvo buena suerte en los primeros años de su vida carente del cariño de los suyos y hasta estuvo con el peligro de morir primero por el intento de aborto por parte de su madre y luego por las manipulaciones de su tía, la madre del primo Estratidio con quien estudiaba en Avalon, que intentó envenenarle por celos.

Su pariente de Lazy con quien vive durante 15 años es el que compensa los mimos que no tuvo Germán en la niñez. Allí sí que encuentra amor y un ambiente de trabajo lleno de buen humor y de piedad propicio para el desarrollo integral del muchacho que ya despunta en cualidades por encima de lo común para su edad.

Con los obispos tuvo suerte. Agripin, el de Autun, lo ordena sacerdote solucionándole las dificultades y venciendo la resistencia de Germán para recibir tan alto ministerio en la Iglesia; luego, Nectario, su sucesor, lo nombra abad del monasterio de san Sinforiano, en los arrabales de la ciudad. Modelo de abad que marca el tono sobrenatural de la casa caminando por delante con el ejemplo en la vida de oración, la observancia de la disciplina, el espíritu penitente y la caridad.

Es allí donde comienza a manifestarse en Germán el don de milagros, según el relato de Fortunato. Por lo que cuenta su biógrafo, se había propuesto el santo abad que ningún pobre que se acercara al convento a pedir se fuera sin comida; un día reparte el pan reservado para los monjes porque ya no había más; cuando brota la murmuración y la queja entre los frailes que veían peligrar su pitanza, llegan al convento dos cargas de pan y, al día siguiente, dos carros llenos de comida para las necesidades del monasterio. También se narra el milagro de haber apagado con un roción de agua bendita el fuego del pajar lleno de heno que amenazaba con arruinar el monasterio. Otro más y curioso es cuando el obispo, celoso que de todo hay por las cosas buenas que se hablan de Germán, lo manda poner en la cárcel por no se sabe qué motivo (quizá hoy se le llamaría «incompatibilidad»); las puertas se le abrieron al estilo de lo que pasó al principio de la cristiandad con el apóstol, pero Germán no se marchó antes de que el mismo obispo fuera a darle la libertad; con este episodio cambió el obispo sus celos por admiración.

El rey Childeberto usa su autoridad en el 554 para que sea nombrado obispo de París a la muerte de Eusebio y, además, lo nombra limosnero mayor. También curó al rey cuando estaba enfermo en el castillo de Celles, cerca de Melun, donde se juntan el Yona y el Sena, con la sola imposición de las manos.

Como su vida fue larga, hubo ocasión de intervenir varias veces en los acontecimientos de la familia real. Alguno fue doloroso porque un hombre de bien no puede transigir con la verdad; a Cariberto, rey de París el hijo de Clotario y, por tanto, nieto de Childeberto, tuvo que excomulgarlo por sus devaneos con mujeres a las que va uniendo su vida, después de repudiar a la legítima Ingoberta.

El buen obispo parisino murió octogenario, el 28 de mayo del 576. Se enterró en la tumba que se había mandado preparar en san Sinfroniano. El abad Lanfrido traslada más tarde sus restos, estando presentes el rey Pipino y su hijo Carlos, a san Vicente que después de la invasión de los normandos se llamó ya san Germán. Hoy reposan allí mismo y se veneran en una urna de plata que mandó hacer a los orfebres el abad Guillermo, en el año 1408.

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7:35 p.m.

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En París, en la Galia, san Germán, obispo, que habiendo sido antes abad de San Sinforiano de Autún, fue llamado a la sede de París y, conservando el estilo de vida monástico, ejerció una fructuosa cura de almas.

7:35 p.m.

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En el monasterio de Gelona, en la Galia Narbonense, san Guillermo, monje, el cual, habiendo sido personaje muy brillante en la corte imperial, se unió luego con verdadero afecto de amor a [san Benito de Aniano] y vistió el hábito monástico con gran honestidad de costumbres.

11:45 p.m.

Por: . | Fuente: SantieBeati.it

Obispo

Martirologio Romano: En Wurzburgo, de Franconia, en Alemania, san Bruno, obispo, que reconstruyó la iglesia catedral, reformó el clero y explicó al pueblo las Sagradas Escrituras (1045).

Etimológicamente: Bruno = Aquel que es de piel oscura, es de origen germánico.

Hijo del duque Conrado I y de Matilde de Suevia, pariente del papa Gregorio V y de los emperadores Conrado II y Enrique III, estuvo al frente de la cancillería imperial romana de 1027 a 1034. Obispo de Würzburg de 1034 a 1045.

Reconstruyó la catedral, preocupado por la instrucción del clero, escribió «Expositio in psalmos» comentando cada salmo, con textos de san Agustín y Casiodoro; «Comentario al Cantar de los cantares»; «Comentario al Padrenuestro».

Nadie entendía de dónde sacaba el tiempo el obispo, porque además acompañó en 1040 al emperador Enrique III por Alemania.

En 1042 dedicó muchas horas a conseguir que Inés de Poitou, hija del rey Guillermo de Aquitania, se casara con Enrique III.

En 1045 le acompañaba en una expedición contra Hungría, que resultó fatal. Llegados a Persenberg a orillas del Danubio, se alojaron en el castillo de la condesa Reichilde.

Un día mientras comían, el pavimento se vino abajo: hubo muertos y heridos, entre ellos Bruno. Que murió una semana después, tras una semana de auténtico purgatorio.

Enterrado en su catedral, hizo muchos milagros. Cuando quisieron canonizarle Inocencio IV avisó: «ni los méritos sin milagros, ni los milagros sin méritos, bastan para declarar santo a un cristiano». Pasó el examen con nota excelente.

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11:45 p.m.

Por: P. Felipe Santos | Fuente: Catholic.net

Mayo 27

Etimológicamente significa “Dios es misericordia”. Viene de la lengua hebrea.

Lo que Dios pide, te lo da. Atraído por distintas opciones a la vez, lo que importa es reemprender el camino sin dejarlo para más tarde. Atrévete en aquel instante a darle tu confianza, sin retrasarte en los terrenos pantanosos de tus indecisiones.

Este joven nació en un pueblo de la actual Bielorusia. Su carrera fue la militar, en la armada del zar.

En 1672, durante la guerra que sostuvieron los rusos y los turcos, Juan fue hecho prisionero.

Para colmo de males, ya en libertad, lo capturaron los Tártaros. Y sin ninguna conciencia, se lo vendieron a un Turco, oficial de Caballería.

Se lo llevó consigo a Capadocia.
El musulmán no sabía qué hacer para renegara de su fe cristiana. Juan se resistía siempre con valentía, a pesar de que le diera buenas palizas.

Sin embargo, al ver lo humilde y el valor que tenía para no hacerle frente y darle la cara, dejó de tiranizarlo.

Le dio el encargo de las caballerizas. No lo trataba bien , en cuanto que le dejaba dormir en medio de los caballos, tendido en la paja.
Cuando salía su dueño, él tenía que seguirle con los pies descalzos y en cuclillas.

En la víspera de su muerte, un sacerdote le llevó la comunión con la hostia escondida en una manzana.

Juan recibió el sacramento de la Unción de los enfermos y murió en el Señor, en el año 1730.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

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11:45 p.m.

Por: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net

Obispo

Martirologio Romano: San Agustín, obispo de Canterbury, en Inglaterra, el cual, habiendo sido enviado junto con otros monjes por el papa san Gregorio I Magno para predicar la palabra de Dios a los anglos, fue acogido de buen grado por el rey Etelberto de Kent, e imitando la vida apostólica de la primitiva Iglesia, convirtió al mismo rey y a muchos otros a la fe cristiana y estableció algunas sedes episcopales en esta tierra. Murió el día 26 de mayo (604/605)

Etimológicamente: Agustín = Aquel que es venerado, es de origen latino.

Breve Biografía


La Gran Bretaña, evangelizada desde los tiempos apostólicos (según la leyenda, el primer misionero que desembarcó en la isla fue José de Arimatea), había recaído en la idolatría después de la invasión de los sajones en el quinto y sexto siglo. Cuando el rey del Kent, Etelberto, se casó con la princesa cristiana Berta, hija del rey de París, éste le pidió que fuera erigida una iglesia y que algunos sacerdotes cristianos celebraran allí los ritos sagrados. Cuando el Papa san Gregorio Magno supo la noticia, juzgó que los tiempos estaban maduros para la evangelización de la isla. Le encomendó la misión al prior del monasterio benedictino de San Andrés, cuya principal cualidad no era la valentía, sino la humildad y la docilidad. Ese monje era Agustín.

En el año 597 salió de Roma encabezando un grupo de cuarenta monjes. Se detuvo en la isla de Lérins. Aquí le hablaron del temperamento belicoso de los sajones, y esto lo aterró hasta el punto de hacerlo regresar a Roma a pedirle al Papa que le cambiara de programa. Para animarlo, Gregorio lo nombró abad y poco después, casi para hacerle dar el paso definitivo, tan pronto llegó a Galia, lo hizo consagrar obispo. Continuó su viaje con breves etapas. Finalmente llegó a la isla británica de Thenet, a donde el rey fue personalmente a darle la bienvenida, por invitación de su piadosa esposa.

Los misioneros avanzaron hacia el cortejo real en procesión y cantando las letanías, según el rito recientemente introducido en Roma. Para todos fue una feliz sorpresa. El rey acompañó a los monjes hasta la residencia que le habían preparado en Canterbury, a mitad de camino entre Londres y el mar, en donde se levantó la célebre abadía que después llevará el nombre de Agustín, corazón y sagrario del cristianismo inglés. La obra de los monjes misioneros tuvo un éxito inesperado, pues el mismo rey pidió el bautismo, llevando con su ejemplo a miles de súbditos a abrazar la religión cristiana.

El Papa se alegró con la noticia que llegó a Roma, y expresó su satisfacción en las cartas escritas a Agustín y a la reina. El santo pontífice envió con un grupo de nuevos colaboradores el palio y el nombramiento a Agustín como arzobispo primado de Inglaterra, y al mismo tiempo lo amonestaba paternalmente para que no se enorgulleciera por los éxitos alcanzados y por el honor del alto cargo que se le confería. Siguiendo las indicaciones del Papa para la repartición en territorios eclesiásticos, Agustín erigió otras sedes episcopales, la de Londres y la Rochester, consagrando obispos a Melito y a Justo.

El santo misionero murió el 26 de mayo del 604 y fue enterrado en Canterbury en la iglesia que lleva su nombre.

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6:01 p.m.

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San Agustín, obispo de Canterbury, en Inglaterra, el cual, habiendo sido enviado junto con otros monjes por el papa [san Gregorio I Magno] para predicar la palabra de Dios a los anglos, fue acogido de buen grado por el rey Etelberto de Kent, e imitando la vida apostólica de la primitiva Iglesia, convirtió al mismo rey y a muchos otros a la fe cristiana y estableció algunas sedes episcopales en esta tierra. Murió el día 26 de mayo (604/605).

6:01 p.m.

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En el lugar de Nakiwubo, en Uganda, san Atanasio Bazzekuketta, mártir, quien siendo uno de los pajes de la casa real, y recientemente bautizado, mientras era conducido al lugar del suplicio con algunos otros por su fe en Cristo, rogó a los verdugos que le matasen allí mismo, y culminó el martirio batido a golpes.

6:01 p.m.

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En Wurzburgo (Würzburg), de Franconia, en Alemania, san Bruno, obispo, que reconstruyó la iglesia catedral, reformó el clero y explicó al pueblo las Sagradas Escrituras.

11:27 p.m. ,

Por: . | Fuente: ServitasCadiz.com

Presbítero Servita

Martirologio Romano: En Siena, de la Toscana, beato Francisco Patrizi, presbítero de la Orden de los Siervos de María, que con admirable celo se entregó a la predicación, la dirección espiritual y el ministerio de la penitencia (1328).

Etimológicamente: Francisco = Aquel que porta la bandera, es de origen germánico.

El beato Francisco nació en Siena el año 1266.

Su piadosos padres fueron Arrighetto y Raynaldesca. Según leemos en un escrito de fray Cristóbal de Parma, que fue su compañero y padre espiritual, Francisco siendo de corta edad, acudía con frecuencia a la iglesia y escuchaba asiduamente la palabra de Dios.

Embriagado por la elocuencia de fray Ambrosio Sansedonio, predicador insigne, e impresionado por sus palabras, con las que en otro tiempo había ensalzado con gran fervor las excelencias de la vida solitaria y dedicada a la oración, determinó retirarse a vivir en soledad. Pero lo retuvo el amor a su madre, que estaba ciega, y a quien cuidó con gran cariño.

Al morir ésta, cuando él tenía veintidós años y con la posibilidad de realizar su ardiente deseo de vida eremítica, le pareció oír una voz interior que le sugería: “El mal no está en el trato con los hombres, sino en la imitación de sus vicios” y que Dios vería con agrado que se dedicara, con la palabra y el ejemplo, a conducir a los hombres por el camino del bien.

Entonces él, que ya desde la niñez había elegido a “la gloriosa Virgen como especial Madre y señora” y le había profesado siempre una gran reverencia, tanto en el alma como en el cuerpo, pidió y fue admitido en la Orden de los Siervos de santa María.

En el trato fraterno, aumentaron aún aquellas virtudes que habían adornado el alma de Francisco cuando vivía en el mundo: la caridad para con todos, el amor a la penitencia y a la pobreza, la humildad de corazón, la guarda de la castidad, la paciencia en las adversidades, la filial devoción a la santísima Virgen, a la que llamaba Señora y a la que invocaba con mucha frecuencia por su dulcísimo nombre.

Ordenado sacerdote, mostró un gran amor a la Eucaristía, y así, cuando celebraba, se le veía tan inundado de gozo y alegría que “cualquiera hubiese creído – dice su biógrafo – que vía sin el velo de los sacramentos a Cristo glorioso encarnado”. Tuvo un particular interés en explicar la palabra de Dios, y, para hacerlo con más eficacia, se preparaba más con la oración que con los libros, ya que estaba persuadido de que no la erudición sino la unción, no la ciencia sino la conciencia, no los escritos sino la caridad enseñan la verdadera teología.

Era tanta su entrega en la celebración del sacramento de la penitencia, en el dar saludables consejos, en el apaciguar las discordias, en ayudar a los necesitados, en atender a los enfermos, que acudían a él hombres y mujeres de toda edad y condición.

A la edad de sesenta y tres años, poco antes de la solemnidad de la Ascensión del Señor, presintió que se acercaba la hora de su muerte. Entonces, como el que se dispone a emprender un viaje, dispuso en orden a sus libros y enseres personales, visitó y bendijo a sus hijos espirituales. La vigilia de la Ascensión quiso comer con la comunidad, en señal de fraternidad y de despedida.

El día de la Ascensión – según refiere fray Cristóbal de Parma – purificó su alma con el sacramento de la penitencia; luego, aunque estaba casi extenuado, celebró la santa misa y con el permiso del prior se puso en camino hacia el pueblo de Prisciano, situado en las inmediaciones de Siena, para predicar allí la palabra de Dios. El biógrafo citado parece haber querido expresar el sentido y la índole de toda la vida del beato Francisco, al representarlo, a punto de morir, cumpliendo en el camino un deber de reverencia para con la Virgen: “Salió al encuentro del siervo de Dios una mujer desconocida, la cual, desde una casa de campo se le aproximó con un ramo de rosas, y le dijo: ‘Fray Francisco, aceptad estas rosas’. El siervo de Dios las recibió de buen grado de sus manos y, haciendo acopio de todas sus fuerzas, las llevó a una imagen de la Virgen gloriosa que estaba pintada en una ermita que allí había y , habiendo comenzado la salutación angélica, poco a poco hincó en tierra la rodilla derecha y a continuación se desplomó todo él por el lado derecho, ofreciéndose a sí mismo, como flor y lirio, él que era virgen, a la Virgen, en la inminencia de su muerte”.

Francisco fue llevado medio muerto al convento y allí, en presencia de los frailes, expiró, el 26 de mayo de 1328. Su cuerpo fue sepultado con honor en la basílica de Santa María de los Siervos en Siena. Benedicto XIV confirmó su culto el año 1743.

(Texto tomado del "Propio del Oficio de la Orden de los Siervos de Maria")

ORACION
Infunde, Señor, en nosotros
la suave piedad y el amor fuerte
con que tu siervo Francisco
veneró a la Madre de tu Hijo
y se entregó a la dirección espiritual
de tu pueblo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

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11:27 p.m.

Por: . | Fuente: Archidiócesis de Madrid

Abad

Fue un santo abad del monasterio de San Marcos Evangelista en Espoleto. Debió ser un hombre de grandes y probadas virtudes por los relatos que se conocen de su vida a través del gran Papa Gregorio Magno que fue contemporáneo, conocido personal, amigo y hasta una de las personas que salió beneficiada del trato con el santo abad. De hecho, cuenta San Gregorio de su amigo que, un buen día y con una sola bendición, el abad Eleuterio consiguió curarlo de un vehemente deseo de ingerir alimentos que él sufría. Además, refiere el mismo Papa, su santidad era tan grande que hasta llegó a resucitar un muerto.

Pero lo que llama la atención al relator de la vida del santo es un acontecimiento que tiene valor de ejemplaridad y estímulo para los hombres que, llenos de dificultades, limitaciones y pecados, viven soportando sus faltas de virtud y sufriendo los propios fracasos. Por eso la figura de este santo es más cercana, al ser víctima de su propio desmoronamiento.

Unas monjas habían confiado al santo abad la custodia de un niño atormentado por el Diablo. Como pasaran varios días sin notarse fenómenos extraños, el abad comentó a sus monjes que Satanás tenía asustadas a las pobres monjas, pero que ahora estaba con miedo y por eso no se manifestaba.

Al punto, el mal espíritu se apoderó del niño y de inmediato comenzó a maltratarlo.

Eleuterio cayó en la cuenta de que su expresión fue de soberbia y presunción. Lloró dolorido su pecado y pidió a los monjes oraciones y penitencias para que cesaran los embates del Demonio.

Una simple frase con un poco de vanidad hizo que Satanás se sintiese en terreno propio y se necesitase la oración y mortificación de todos para expulsarlo.


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11:27 p.m. ,

Por: . | Fuente: OP.org.ar

Obispo

Martirologio Romano: En Pistoya, de la Toscana, beato Andrés Franchi, obispo, quien, después de la peste negra, como prior de la Orden de Predicadores reformó la vida regular en los conventos de su Orden en esta región y aprobó en su ciudad las cofradías de penitentes, para favorecer la paz y la misericordia (1401).

Etimológicamente: Andrès = Aquel que es un Hombre viril, es de origen griego.


Nace en Pistoya (Italia) en 1335 de la noble familia de los Franchi o de Boccagni y a los catorce años entra en la Orden en el convento de Santa María Novella de Florencia, donde hace sus estudios.

Fue uno de los restauradores de la vida religiosa después de la decadencia provocada a causa de la peste negra.

Fue prior de Pistoya (1370), de Lucca y Orvieto (1371-1375). En Pistoya organizó un grupo de artesanos que se dedicaban con eficacia a la caridad con los necesitados con el nombre de “Compañía de los Magos” y allí fundó una farmacia para los pobres.

Nombrado obispo de su ciudad natal fue esforzado promotor de su pacificación. Fue de gran eficacia pastoral, especialmente por sus visitas pastorales y por la asistencia caritativa. Fue excelente en la piedad, en la austeridad y en la predicación. Su piedad se centraba especialmente en la devoción al misterio del niño Jesús con su Madre y los Magos. Recibía a su mesa a peregrinos y forasteros y les lavaba los pies y el mismo les servía.

Fomentó en la ciudad obras magníficas debido a su preparación cultural y dedicación a las artes liberales. Después de dieciocho años de ministerio pastoral presentó su dimisión en 1400 y se retiró al convento de Pistoya, donde vivió con suma sencillez hasta su muerte el 26 de mayo de 1401.

Su cuerpo se venera en el convento de Santo Domingo de Pistoya.

Su culto fue confirmado por Benedicto XV el 23 de noviembre de 1921.

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6:32 p.m.

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Memoria de san Felipe Neri, presbítero, que, consagrándose a la labor de salvar a los jóvenes del maligno, fundó el Oratorio en Roma, en el cual se practicaban constantemente las lecturas espirituales, el canto y las obras de caridad, y resplandeció por el amor al prójimo, la sencillez evangélica y su espíritu de alegría, el sumo celo y el servicio ferviente de Dios. Llamado "el apóstol de Roma".

6:32 p.m.

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En el lugar de Numyanyo, en Uganda, san Andrés Kaggwa, mártir, jefe de los timbaleros y miembro del séquito del rey Mwanga, que, apenas convertido a Cristo, enseñó la doctrina del Evangelio a los paganos y catecúmenos, por lo cual fue cruelmente asesinado. Beatificado con otros veintiún mártires de origen ugandés el año 1920 por Benedicto XV.

11:33 p.m. ,

Presbítero

Martirologio Romano: En Faenza, en Flaminia, beato Santiago Felipe (Andrés) Bertoni, presbítero de la Orden de los Siervos de María, insigne por el don de las lágrimas y su extraordinaria humildad. ( 1483)

Fecha de beatificación: Culto Confirmado el 22 de julio de 1761 por el Papa Clemente XIII

Se aplicaba con sumo interés al estudio de las enseñanzas evangélicas y de la sagrada Escritura

Santiago Felipe nació en Faenza de padres virtuosos y de modesta condición, llamados Miserino de la Cella y Dominga. Él antes de abrazar la vida religiosa, se llamaba Andrés.

Acometido de ataques epilépticos a la edad de dos años, el padre hizo voto, si el hijo sanaba, de consagrarlo al Señor como fraile. Andrés desde tierna edad acudía con frecuencia a la iglesia. No se entregaba a los juegos y diversiones propios de su edad. Por temperamento fue más bien tímido y retraído y aficionado a la soledad.

En torno a los nueve años, el padre, en cumplimiento de su voto, lo agregó a la Orden de los Siervos de la Bienaventurada Virgen María. En esta nueva vida recibió el nombre de fray Santiago Felipe. Una vez iniciado en la vida religiosa, siendo aún niño, empezó a sobresalir por la obediencia y exacta observancia de la Regla; llegado a la edad adulta practicaba a menudo ayunos y vigilias. Se aplicaba con sumo interés al estudio de las enseñanzas evangélicas y de la sagrada Escritura. Parece que su alimento era la lectura asidua de la vida de los santos Padres y de los ejemplos de castidad, de obediencia, de humildad, de los santos. Desde muy joven se dedicó con tanto esmero a los estudios literarios, que logró comprender con facilidad y exactitud las obras de autores cristianos y latinos de más fama. Conocía a la perfección las ceremonias rituales de la Iglesia y de la Orden y las rúbricas del breviario, y las observaba cuidadosamente.

Cubrió algunos cargos conventuales con plena satisfacción de los frailes. Era, en efecto, de temperamento afable, manso y servicial. Nunca se le vio alterado o airado. Cuando alguien lo ofendía, soportaba con ánimo sereno las injurias; él, por su parte, nunca ofendía a nadie. Fue siempre parco en el hablar: no sólo evitaba las palabras inconvenientes, sino también las inútiles; si alguna vez conversando, escuchaba expresiones obscenas, se le ensombrecía el rostro, corregía al importuno con breve admonición , y se alejaba.

Ordenado sacerdote, celebraba los divinos misterios con devoción y veneración incomparables, hasta llegar a derramar lágrimas; ninguno como él contemplaba tan profundamente el misterio de la cruz cuando tenía entre las manos el Cuerpo de Cristo. Fue enemigo declarado del ocio, al que llamaba receptáculo de todos los vicios. Se reunía con los demás frailes para la celebración y el canto de la oración coral; el tiempo que le quedaba lo pasaba en la celda ocupado en la oración o en la lectura; a veces recreaba su mente con trabajos manuales de bordado o taraceado: siempre estaba ocupado en algo. Paseaba por los corredores casi siempre solo, meditabundo y cabizbajo. Leía con avidez los libros sagrados y las obras de san Jerónimo, en especial se enfrascaba con la lectura del opúsculo [del Pseudo Eusebio] sobre la muerte de este santo. Llegó un momento en que ya sólo pensaba en las realidades eternas y se alimentaba más de las cosas celestiales que de los manjares corporales, puesto que comía una sola vez al día y se contentaba con un alimento parco y frugal; pero cuando lo llamaba el superior comía lo que estaba preparado para toda la comunidad. Los viernes, en memoria de la pasión del Señor, llevaba un cilicio y comía solo verduras.

Nada rehuía tanto como las alabanzas: aunque todos lo tenían en gran aprecio, fue más estimado de Dios que de los hombres. A ejemplo del Salvador, quiso ser tenido en nada y despreciado: lo que más deseaba en su interior era agradar a Dios, su Padre y creador, y seguir las huellas de nuestro Redentor.

Pasó los últimos días de su vida enfermo; ´le no lo decía, pero en su semblante se manifestaba su precario estado; en efecto, cuando le preguntaban cómo se encontraba, siempre respondía: “Bien, porque así lo quiere el Señor”. Nunca se impacientó ni se quejó, ni siquiera al afrontar la muerte, y esa conducta observó toda su vida. Aunque estaba enfermo, no guardaba cama, sino que iba de un lado para otro. La vigilia de su muerte asistió al coro con los demás frailes para el canto de maitines; el día anterior por la mañana había celebrado la misa.

La tarde anterior al día de su muerte visitó a cada uno de los frailes para pedirles humildemente perdón y para que lo recordaran en sus oraciones del días siguiente. Porque estaba convencido que se acercaba su fin.

A la edad de veinticinco años tornó victorioso a la patria celestial, el veinticinco de mayo hacía las tres de la tarde: era el domingo de la santísima Trinidad. Su estatura era algo más que mediana; era tan macilento que su piel estaba adherida a los huesos; tenía el rostro afilado, la nariz algo larga, los ojos hundidos, el cuello erguido, los dedos alargados; su tez era notablemente pálida.

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11:33 p.m. ,

Por: . | Fuente: franciscanos.net

Terciario Franciscano

Martirologio Romano: En Villamagna, cerca de Florencia, en Toscana (Italia), conmemoración del beato Gerardo Mecatti, quien, siguiendo las huellas de san Francisco, distribuyó sus bienes entre los pobres y se retiró a un lugar desierto, donde, por amor de Cristo, se dedicó a acoger a peregrinos y a ayudar a enfermos. ( c.1245)

Fecha de beatificación: Gregorio XVI aprobó su culto el 18 de marzo de 1833.

Gerardo Mecatti, nacido en Villamagna, a orillas del río Arno, hijo de campesinos, quedó huérfano a los doce años. Repartió todos sus bienes entre los pobres, y así quedó libre para viajar dos veces a Palestina para venerar los Santos Lugares de la Redención. Pasó por diversas aventuras que por fortuna terminaron con final feliz. Durante una peregrinación a Palestina, cayó prisionero de los turcos, sufriendo los más duros maltratos. Regresó a Villamagna, y se instaló junto a una iglesita no lejos de la vivienda. Esta iglesia existe todavía y lleva el título del Beato Gerardo. En su interior se conserva el arca con las reliquias del antiguo e infortunado cruzado.

Las peripecias del joven no habían terminado. Un año después se hizo a la mar nuevamente con un grupo de veinte caballeros, dirigiéndose a Siria, y aquella vez fueron los piratas quienes les hicieron difícil el viaje y precaria la vida.

Vuelto por segunda vez a Palestina, se consagró totalmente a la oración y al ejercicio de la caridad, especialmente para con los enfermos y los peregrinos. Allí permaneció siete años, hasta cuando se dio cuenta de que era objeto de manifestaciones de veneración, a las cuales él quiso huir por humildad.

De regreso en Italia, quiso conocer a San Francisco de cuyas manos recibió el hábito de terciario. Y como terciario regresó a su oratorio junto a Villamagna, esta vez para no moverse más. Mejor, para moverse todavía más a menudo, hasta la altura mayor de la colina florentina del Encuentro, en medio de espesos bosques, donde Gerardo construyó con sus propias manos otro oratorio dedicado a la Virgen.

Fue esa la primitiva construcción de la iglesia que todavía hoy existe, encerrada dentro de un sencillo y sugestivo convento. Pero el convento franciscano del Encuentro no fue construido por el Beato Gerardo. Lo fundó otro Santo, Leonardo de Puerto Mauricio, casi cinco siglos después, continuando y completando la obra de su colega en santidad.

Obró algunos milagros: una vez hizo encontrar ciruelas maduras en el árbol para satisfacer los deseos de un enfermo; otra vez debiendo transportar material para la construcción del propio eremitorio, y rehusando prestarle los bueyes un campesino, encontró súbitamente dos pares de becerros, que, dóciles, lo transportaron a donde él indicó. Cada semana visitaba en piadosa peregrinación tres santuarios, en sufragio de las almas del purgatorio, para obtener la remisión de los pecados y por la conversión de los infieles. Murió el 25 de mayo.

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Hermanos Franciscanos

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