Santa Joaquina de Vedruna
[unable to retrieve full-text content]
Después de tener ocho hijos, fundó la Comunidad de las hermanas Carmelitas de la Caridad y varios conventos, escuelas y hospitales.[unable to retrieve full-text content]
Después de tener ocho hijos, fundó la Comunidad de las hermanas Carmelitas de la Caridad y varios conventos, escuelas y hospitales.[unable to retrieve full-text content]
Santa Rita (Rita La Abogada de Imposibles), religiosa, que, casada con un hombre violento, toleró pacientemente sus crueldades reconciliándolo con Dios, y al morir su marido y sus hijos ingresó en el monasterio de la Orden de San Agustín en Casia, de la Umbría, en Italia, dando a todos un ejemplo sublime de paciencia y compunción (c. 1457).[unable to retrieve full-text content]
En Pistoya, en la Toscana, san Atón, obispo, que había sido abad en la Orden de Vallumbrosa y luego fue puesto al frente de esta Iglesia (c. 1153).Etimológicamente: Paterno = Padre, es de origen latino.
A diferencia de los demás obispos fundadores de diócesis en Bretaña, San Paterno no era de origen bretón. Por su nombre, su origen quizás haya sido galo romano. Sin embargo se desconocen muchos detalles acerca de su vida.
Al parecer, un concilio del año 465 celebrado por seis obispos resolvió la necesidad o la contingencia de nombrar un obispo para Vannes, y el cargo recayó en San Paterno.
Luego de fijar los límites del nuevo obispado, San Paterno enfrentó difíciles conflictos, tanto con los partidarios de un cristianismo local de tradición celta, como los de un cristianismo de corte más bien galo-romano.
Una inmigración de bretones que regresaba de la Gran Bretaña vino a complicarle la situación, pues tenía que conciliar a gente con ideas y experiencias distintas. Dentro de este contexto, San Paterno fue un artífice de la unidad, y durante un tiempo supo mantener el equilibrio con las distintas facciones en pugna.
Sin embargo, las intrigas y la incomprensión lo forzaron a dimitir y a exilarse, por lo que se retiró a la soledad de una ermita, donde murió en penitencia y en el olvido total.
En 1964, el papa Paulo VI declaró a San Paterno santo patrono de la diócesis de Vannes.
San Paterno de Vannes nos enseña la importancia de transmitir y mantener la unidad entre grupos con intereses distintos.
Por: . | Fuente: Vatican.va
Fecha de beatificación: 21 de octubre de 2007, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI
Después de los estudios de primaria en su pueblo natal, entró en el seminario menor diocesano de San Pelayo, en Tuy. Luego pasó al seminario mayor, donde hizo los estudios de filosofía y teología. Recibió la ordenación sacerdotal el 24 de mayo de 1902.
Durante el breve período de tiempo que permaneció en su diócesis, ejerció el ministerio sacerdotal como coadjutor en la parroquia de As Neves, pero en 1905, con los debidos permisos, se incardinó en la vecina archidiócesis de Braga (Portugal). Allí, su primer cargo fue el de párroco de Nossa Senhora di Extremo, en Valdevez (1906-1911). Luego fue trasladado a las parroquias de Taias y Barroças, en Monsão, donde estuvo hasta 1913 cuando, a causa de la persecución religiosa en Portugal, le permitieron partir para Brasil.
En este nuevo destino, después de una breve estancia en Río de Janeiro, monseñor Miguel de Lima Valverde, lo acogió en la diócesis de Santa María (Rio Grande do Sul). Cuando el párroco de Saudade, João Antônio Faria, también él de la archidiócesis de Braga, tuvo que volver a Portugal por enfermedad de su padre, don Manuel lo sustituyó durante varios meses; al regresar don João, le ayudó como coadjutor hasta que, a fines del año 1915, el obispo nombró al padre Manuel párroco de Nonoai.
En su parroquia, que tenía una extensión inmensa, promovió y organizó la catequesis; impulsó la participación de los fieles en las santas misas y en los sacramentos. Con tenacidad y gran celo apostólico logró vencer la indiferencia de mucha gente; asimismo, contribuyó a mejorar la calidad de vida de los fieles.
Allí llevó a cabo una labor pastoral tan intensa que en ocho años cambió el rostro de la parroquia, cuidando también de los indios. Recorrió a lo largo y a lo ancho el territorio de su vasta parroquia, fundando pequeñas comunidades. Dado que no había escuelas en aquellos lugares, abrió una en su propia casa; en ella enseñaba gratuitamente a niños y adolescentes. Además, como había gran carestía de todo, con espíritu de iniciativa, construyó un horno para la fabricación de ladrillos; así pudo edificar la casa parroquial y viviendas para la población, que destinó a los más pobres, los cuales no necesitaban pagar alquiler. Restauró la iglesia y se esforzó por fomentar el cultivo de arroz y patatas.
Como atestiguan quienes le conocieron, era un sacerdote alegre y caritativo. Sufría con los que sufrían. Hacía siempre el bien. Sepultaba a los muertos y ayudaba a las viudas.
Carmelinda Daronch Socal, hermana del acólito Adílio, muerto mártir con don Manuel, atestiguó: "Era muy amable y respetado por todos. Era considerado la persona más importante del lugar. Aconsejaba a las personas. Era caritativo. Poseía un carisma muy especial. Don Manuel enseñaba a orar, a leer y a escribir. Sus misas eran muy hermosas. Yo participaba siempre en las celebraciones con mi familia".
Otra hermana de Adílio, Zolmira, también da un testimonio de su admiración por el santo párroco: "Don Manuel era una persona muy amiga de mi familia. Él y mi padre dialogaban con frecuencia. Fue él quien me dio la primera Comunión. Todos los parroquianos lo admiraban porque era una de las pocas personas que se preocupaba de la gente e instruía a los fieles. Don Manuel era simpático, amable, humilde; tenía buenas relaciones con todos. Era un hombre trabajador, recorría todos los lugares a lomos de su asno".
En varias ocasiones debió ocuparse incluso de la vecina parroquia de Palmeiras das Missões, en calidad de administrador, en la región de Colônia Militar, cerca del río Uruguay, en las inmediaciones de la frontera con Argentina. Fue precisamente en el territorio de esta segunda parroquia encomendada a su cuidado pastoral donde sufrió el martirio.
En el mes de mayo de 1924, el obispo de Santa María, monseñor Àtico Eusébio da Rocha, le pidió que fuera a visitar a un grupo de colonos brasileños de origen alemán instalados en la floresta de Três Passos. El padre Manuel celebró la Semana santa en la parroquia de Nonoai; luego emprendió el viaje, acompañado del joven Adílio, sin preocuparse de los peligros de esa región, sacudida por movimientos revolucionarios.
La primera etapa fue Palmeiras das Missões distante 80 km, donde administró los sacramentos. Prosiguió después su viaje hasta Braga y, luego, a Colônia Militar donde, el 20 de mayo de 1924, celebró por última vez la santa misa.
Los fieles indígenas avisaron al sacerdote del peligro que correría si penetraba en la floresta, pero él no les hizo caso, porque ardía en deseos de llevarles la gracia divina.
Al llegar a un emporio, en busca de informaciones sobre cómo llegar a los colonos de Três Passos, se encontraron con algunos militares que, amablemente, se ofrecieron para acompañarlos. En verdad, se trataba de una emboscada organizada premeditadamente. El padre Manuel y su fiel monaguillo Adílio, que entonces sólo tenía dieciséis años, en realidad fueron llevados a una zona remota de la floresta, donde los esperaban los jefes militares para asesinarlos.
Un testigo narra: "No había pasado media hora cuando repentinamente se escucharon varios disparos procedentes del bosque, a poca distancia de donde nos encontrábamos. Eran las nueve de la mañana del miércoles 21 de mayo de 1924. Nos preguntábamos a qué habían disparado los soldados. Luego, cuando, media hora después, volvieron los militares, nadie se atrevía a decir nada, por miedo a los revolucionarios, y menos a ir al bosque a averiguar lo que había pasado. Podía haber sucedido cualquier cosa.
Al día siguiente, jueves, por la tarde, aparecieron dos asnos sin aparejos, comiendo. El campesino del lugar, al no conocerlos, los echó de allí; por la tarde, llegaron a la tierra del señor Diesel, el cual reconoció que eran los asnos del sacerdote y del muchacho. Sin perder un instante, montó a caballo y fue de prisa hasta la capilla católica de Três Passos. Al llegar, preguntó: ¿Ha llegado el padre Manuel para celebrar la misa? Le respondieron que no. Entonces dedujeron que los habían matado en la floresta de Feijão Miúdo".
Efectivamente, don Manuel Gómez González y Adílio Daronch, en un altozano, habían sido maltratados, y luego atados a dos árboles y fusilados, muriendo así por odio a la fe cristiana y a la Iglesia católica.
Reproducido con autorización de Vatican.va
Por: . | Fuente: Vatican.va
Fecha de beatificación: 21 de octubre de 2007, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI
Pietro y Judithe formaron un ambiente familiar unido y profundamente religioso. Eran muy caritativos. Dado que tenían una farmacia, aprovechaban la ocasión para ayudar a muchos enfermos que no tenían recursos: distribuían medicinas, sobre todo en el tiempo de la epidemia de fiebre española, en 1918, que mató a millones de personas en todo el mundo. Pietro murió el 5 de mayo de 1923 y Judithe el 23 de marzo de 1932.
Adílio era un niño sencillo y religioso. Le gustaba mucho orar y acompañar al párroco don Manuel. Sobre todo le ayudaba en las misas como monaguillo.
Cuando don Manuel recibió el encargo de dirigirse a la floresta de Três Passos, cerca de la frontera con Argentina, para realizar una visita pastoral a un grupo de colonos brasileños de origen alemán, tenía decidido llevar como acompañante a Cândido dos Santos, pero este se enfermó. Entonces pidió a Judithe Daronch que le permitiera llevarse a su hijo Adílio. Así la divina Providencia condujo al joven acólito hasta la gloria del martirio.
Reproducido con autorización de Vatican.va
[unable to retrieve full-text content]
Santos Cristóbal Magallanes, presbítero, y compañeros, mártires, que fueron perseguidos en diversas regiones de México por odio al nombre cristiano y a la Iglesia Católica, y confesaron a Cristo Rey, alcanzando la corona del martirio. Sus nombres son los siguientes: Román Adame, Rodrigo Aguilar, Julio Álvarez, Luis Batis Sáinz, Agustín Caloca, Mateo Correa, Atilano Cruz, Miguel de la Mora, Pedro Esqueda Ramírez, Margarito Flores, José Isabel Flores, David Galván, Pedro Maldonado, Jesús Méndez, Justino Orona, Sabas Reyes, José María Robles, Toribio Romo, Jenaro Sánchez Delgadillo, Tranquilino Ubiarco y David Uribe, presbíteros; y Manuel Morales, Salvador Lara Puente y David Roldán Lara, laicos.[unable to retrieve full-text content]
En Marsella, de la Provenza, en Francia, san Carlos Eugenio de Mazenod, obispo, quien fundó los Misioneros Oblatos de María Inmaculada para evangelizar a los pobres, y durante unos veinticinco años ilustró a la Iglesia con sus virtudes, su labor, sus sermones y sus escritos.[unable to retrieve full-text content]
En Abo, en Finlandia, san Hemming, obispo, quien, inflamado por el celo pastoral, instauró la disciplina en esta Iglesia mediante las ordenaciones sinodales, favoreció los estudios de los clérigos, embelleció el culto divino y promovió la paz entre los pueblos.Por: . | Fuente: hermanacrescencia.com.ar // ACI Prensa
Fecha de beatificación: 17 de noviembre de 2012, durante el pontificado de Benedicto XVI
La vida de María Crescencia Pérez no es sino un mensaje de amor. Llevó siempre en su interior el fuego de un gran ideal: "Hacerse toda a todos". Este ideal, que fue el de su fundador, la quemó por dentro y la estimuló constantemente a donar su vida por la salvación de las almas.
Sencilla, serena, toda de Dios y al mismo tiempo, toda de los hombres, fue puesta en nuestro camino para ayudarnos a descubrir, con renovada audacia, la fuerza inicial y lo que tiene de genuino y de evangélico el carisma gianellino.
Los Perez y los Rodriguez que partieron de la Galicia española, tierra de grandes emigraciones, en un barco repleto de emigraciones plenos de esperanza rumbo a Sudamérica. Pero amargas realidades imprevistas, frenaban muchas veces el lejano entusiasmo de la partida; por el contrario, algunas veces incitaban reacciones impensadas en aquellas obstinadas voluntades.
Los inmigrantes se encontraban muchas veces en el nuevo mundo trabajando de sol a sol sus fértiles llanuras, navegando en los amplios ríos, o se instalaban en la periferia cuando no lograban asentarse en la ciudad. Pero con su pobreza de origen llevaban la riqueza de sus tradiciones católicas. Así sucedió con los Perez-Rodriguez que, ente la adversidad, no desesperaron. En Córdoba, en una jornada muy calurosa de mediados de diciembre de 1889, Agustín Pérez se casa con Ema Rodriguez, ante el altar de la Virgen del Pilar.
Debido a los momentos agitados que vivía la Argentina por esos tiempos, que hacían alternar partidos conservadores y liberales en el gobierno de las ciudades, sin apoyo alguno, la joven pareja se vé obligada a emigrar a Montevideo.
Estan solos. En la capital uruguaya nace su primer hijo, que muere a los tres años. Otro hijo se apaga al nacer. Sobreviven Emilio y Antonio. Pero en este país la joven pareja no encuentra horizontes de progreso y deciden retornar a la Argentina.
En San Martín, Buenos Aires, en el frío agosto de 1897, nace una criaturita, nuestra María Angélica. Al nacer la pequeña, las condiciones de la familia mejoraron, porque el padre, ya de treinta años, logra finalmente un trabajo en la Compañía Alemana de Electricidad.
Familia rica en fe y en hijos; nace Agustín, Aída, María Luisa, José María. Pero la joven madre se enferma y las criaturas asustadas la sentían toser en forma continua. Entonces el médico le dice que si no la llevan a un clima más templado, no le aseguraba que pudiese sobrevivir.
Y parten hacia pergamino con las pocas cosas que poseen, todos sus niños y una profunda fe.
Al atardecer, la madre calmada a los inquietos niños, los ponía a todos de rodillas a rezar el Rosario. Día tras día, transmite casi inconscientemente a sus hijos el concepto de la fe.
Y así crecieron estos niños, con esa madre fuerte que enseña a responder con amor al amor de Dios; al hablar de Él con conciencia plena; a transformar alegrías y dolores en momentos de gracia.
Crecieron con profundas convicciones religiosas, aunque al templo iban ocasionalmente porque estaban a tres horas de distancia.
"Vivíamos nuestra pobreza con alegría; cada pequeño suceso nos entusiasmaba. No conocíamos demasiado, no añorábamos la falta de tantas cosas El ejemplo de nuestros padres simples y fuertes, ricos en fe y en amor, nos hacía crecer laboriosos. Tío José, hermano de mamá nos ayudaba, indicándonos una u otra posibilidad de trabajo, sugiriéndonos un patrón dispuesto a acogernos "
La mayor parte del ciclo primario lo cursó en el Hogar de Jesús, de Pergamino. También allí se recibió de maestra de Labores.
Su vocación religiosa, que había ido creciendo a lo largo de todos estos años, tomó un curso definitivo cuando el 31 de diciembre de 1915 ingresó en el Noviciado de las Hermanas del Huerto, en Buenos Aires. Recibió el Santo Hábito el 2 de septiembre de 1918, en circunstancias en que moría su padre, don Agustín Pérez.
No deseando otra cosa que agradar a Dios con una vida santa y ser instrumento suyo para salvar a los hombres, se entregó totalmente a su misión, como Hija de la Caridad, haciéndose "Toda para Todos", en obediencia perfecta y en Caridad ilimitada.
Según sus testigos, la virtud sobresaliente de María Crescencia fue la humildad. Esta le permitió vivir las grandes exigencias de la Caridad fraterna y de la perfecta vida en común, con íntima y serena alegría. Era feliz de poder hacer la voluntad de Dios.
Los primeros años de su vida religiosa los dedicó a la niñez. Se desempeñó como maestra de Labores y Catequesis, en primer lugar en la Escuela Taller adjunto a la Casa Provincial y después en el Colegio del Huerto de Buenos Aires, en calle Rincón.
Una segunda etapa de su vida tuvo como destinatarios a los enfermos. Comenzó esta misión en el Sanatorio Marítimo de Mar del Plata (Solarium), lugar dedicado exclusivamente a la internación y atención de niños afectados de tuberculosis ósea.
Allí permaneció tres años. Como su frágil salud comenzó a declinar rápida y seriamente, sus superiores decidieron enviarla a un lugar donde el clima le ayudase a recuperarse. Eligieron para ello Vallenar, en la República de Chile, donde las Hermanas del Huerto atendían en el Hospital desde 1915. En el año 1928, la Hermana María Crescencia visitó por última vez Pergamino para despedirse para siempre de los suyos. Poco después acompañada por la Madre Provincial viajó a Chile, donde transcurrió la última etapa de su vida, ya que cuatro años después de su llegada entregó su alma a Dios, en Vallenar, luego de una vida heroica en la virtud.
En el momento en que María Crescencia llegaba a Vallenar bien puede decirse que las Hermanas del Huerto estaban escribiendo una página de oro de Congregación en América.
Vallenar, de aproximadamente 6.000 habitantes en aquel momento, seis años antes había sufrido un terrible y devastador terremoto, que destruyó casi la totalidad de las casa de la población.
A partir de este hecho doloroso, Vallenar entró en un largo proceso de reconstrucción, que se prolongó durante muchos años.
La gran pobreza en que vivían, el dolor de tantas familias sin techo, la soledad del lugar y las enormes distancias de otros pueblos, hicieron que se cumpliese claramente el deseo del fundador: "Lleven siempre la pobreza consigo y vayan donde por las dificultades del lugar y por la falta de medios otras Hermanas no pueden ir".
A pesar de lo mucho que le costó dejar su Patria, su familia y su comunidad, María Crescencia vio claramente la voluntad de Dios en las palabras de su Superiora y con gusto aceptó lo que Él le pedía. Ella había dicho: "Por cumplir la voluntad de Dios iría al fin del mundo". Vivió en Vallenar entregada totalmente al servicio de sus Hermanos enfermos, dentro de la alegría de a vida comunitaria y creciendo incesantemente en el Amor de Dios a quien había consagrado su vida, hasta llegar a decir: "Señor, que te ame tanto como te amas a ti mismo".
Ante el progreso y gravedad de su enfermedad, fue internada durante tres meses en un hospital cercano a Vallenar, totalmente aislada para evitar el contagio. Pero las últimas semanas de su vida la pasó nuevamente en Vallenar, en su comunidad, edificando a las Hermanas con su serenidad y profunda paz interior. Dios le tenía reservadas para este momento gracias muy especiales. Según las crónicas recibió en visión la visita del Fundador, San Antonio María Gianelli.
Desde la imagen de su cuadro de la Virgen del Huerto, que tenía junto a su lecho, María la bendijo a ella y a las Hermanas.
El niño Jesús hizo ademán de salir de los brazos de su Madre y María Crescencia extendió los suyos para recibirlo.
Con verdadera piedad recibió el Santo Viático, rodeada de su Superiora y Hermana y mientras rezaba con los presentes las oraciones de los agonizantes, se incorporó e inclinándose profundamente delante del cuadro del Sagrado Corazón de Jesús, repitió las palabras que el mismo Jesús le enseñaba: "Corazón de Jesús, por los sufrimientos de tu divino corazón, ten misericordia de nosotros".
Luego prorrumpió en una ferviente plegaria: "Corazón de Jesús bendíceme y bendice a estas mis Hermanas, dales fuerza para combatir con valor y procurar la salvación de las almas en estos tiempos difíciles. Bendice nuestro Instituto, del cual he recibido tanto bien y en el cual en estos momentos me considero la criatura más feliz del mundo. Te pido Corazón Santísimo de Jesús que mandes muchas y buenas vocaciones a nuestro Instituto, oh Corazón de Jesús: te pido una especial bendición para Chile y ya que es tu voluntad que me muera aquí contenta, te ofrezco este sacrificio por la paz y tranquilidad de esta nación".
Parece que el Corazón de Jesús le hacía ver el premio que le tenía preparado, porque ella continuó: "¿Cuándo, Señor, he merecido eso? ¿Qué son los sufrimientos de este mundo comparados con la felicidad del cielo? Dios mío, yo no soy más que una miserable criatura, la ínfima de todas, soy menos que un gusano de la tierra, ¿de dónde a mí tanta felicidad? Corazón de Jesús yo no merezco todo eso. Todo es obra de tu Corazón. Jesús Mío., quisiera amarte tanto como te amas a ti mismo".
Su deseo de unirse a Jesús era vehemente, por eso exclamó: "No me detengan mas... No me detengan mas... Sí, que todos vayan al Corazón Santísimo de Jesús. Allí encontrarán la salvación de su alma".
Finalmente dijo sonriendo: "Padre... en tus manos encomiendo mi espíritu. Así murió santamente, el 20 de mayo de 1932
A poco de morir en el colegio del Huerto de Quillota, distante 600 Km de Vallenar, estando las Hermanas reunidas percibieron una fragancia semejante al perfume de las violetas, que permaneció varios días dentro de los muros del colegio. Ante este hecho inexplicable, la Superiora dijo: "Ha muerto la Hermana Crescencia". Inmediatamente llegó un telegrama avisando su muerte.
Cuando la comunidad del Huerto dejó Vallenar, la población no quiso que se llevasen el cuerpo de quien llamaban "La santita". Por eso quedó allí 35 años, hasta que el 8 de noviembre de 1966 la Congregación dispuso el traslado de sus restos a Quillota. Provista de una pequeña urna, abrieron el ataúd para reducir sus restos, pero encontraron intacto y en perfecta conservación su cuerpo y su santo hábito. Toda la ciudad de Vallenar se congregó para constatar este hecho tan singular. Se realiza nuevamente el velatorio y luego fue llevada a Quillota donde descansó 17 años en la bóveda de las Hermanas.
En 1983 se trasladó su cuerpo al panteón de las Hermanas en Pergamino hasta el 26 de julio de 1986 en que, con motivo de la apertura del proceso diocesano en orden a su beatificación, se lo trasladó a la Capilla del Colegio del Huerto.
El 3 de octubre de 1990 la Sagrada Congregación para las causas de los Santos abrió el proceso en Roma.
Su tumba es constantemente visitada por numerosos peregrinos que de todas partes del país vienen a venerar sus restos, a pedir ayuda o a agradecer sus favores.
A través de estos hechos Dios comunica su mensaje y nos habla de secretos designios acerca de la Hermana María Crescencia.
Su muerte fue precio de vida y dio especiales frutos, en vocaciones y en gracias, sobre todo en orden espiritual. Estas gracias, en número cada vez mayor, siguen produciéndose hoy, a favor de quienes la invocan.
Su intercesión para la beatificación
El milagro reconocido se refiere a una joven víctima de hepatitis A fulminante, agravada por una diabetes infanto-juvenil, cuya posible y única solución podría haber sido un trasplante hepático que no se realizó.
Invocada la intercesión de la Hermana Crescencia sobre una reliquia de la Sierva de Dios, a los cinco días el mal había desaparecido sin que mediara explicación científica.
Por: . | Fuente: Mercaba.org
Lidia era una comerciante de púrpuras. Eso podría no significar mucho para nosotros hoy en día, pero en el siglo primero eso significaba que era una mujer muy rica. Dado que el tinte de la púrpura se extraía con muchas dificultades de cierto molusco, sólo una elite podía permitirse tener telas teñidas de ese color. Una mercader que vendiera ese tinte tan extremadamente costoso era rica, se mirase como se mirase.
La riqueza se cita a menudo como uno de los principales obstáculos al crecimiento espiritual.
Se nos advierte que "es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de los Cielos". Eso no significa, sin embargo, que ser pobre te haga mejor automáticamente. Una persona pobre que acumula unas pocas posesiones no es mejor que una persona rica que acumula muchas. No hay indicaciones de que Lidia abandonara su negocio tras convertirse al cristianismo. Pero hay muchas pruebas de que utilizó su fortuna sabiamente.
Entendió que el valor real de la riqueza reside en el modo en que la usas, no en cuánto tienes.
Por: . | Fuente: Vatican.va
Etimológicamente: Luis = Aquel que es un guerrero ilustre, es de origen germánico.
Ordenado sacerdote el 4 de marzo de 1871 y licenciado en ciencias históricas y filosóficas, don Luis enseñó en el Colegio San Carlos de Milano, del 1875 hasta su muerte, en el Seminario de bachillerato de Monza.
Sus alumnos, entre los cuales el papa Pío XI, le miró como a un gran maestro, ejemplo de activa vida sacerdotal.
Su frecuente predicación fue siempre fructuosa, porque en su corazón tubo mucho amor por Dios y por los hombres.
En la catedral de Monza confesó por mucho tiempo, cada día, por 50 años; fue verdadero mártir del confesionario.
Siempre acogió con admirable paciencia a personas afligidas que pedían consejo, consuelo; sus bendiciones obtuvieron gracias del Señor.
Quiso mucho a los enfermos, especialmente a los más necesitados espiritualmente. Su caridad fue inmensa: era el hombre de todos.
La pública opinión siempre lo consideró como el mejor de los ciudadanos monzesi.
De 1893 a 1916 y aún en el 1923 don Talamoni participó en el Consejo municipal de Monza porque la población lo estimó y lo quiso; también los adversarios reconocieron su superioridad moral. A él estaba confiado el bien de los conciudadanos: fue realmente «Padre del pueblo».
Mons. Luis Talamoni vivió en tiempos muy difíciles por la situación de la Nación y por las luchas de pensamiento: fue clara y fuerte su fe, su comunión con el Papa y con el Arzobispo.
Fue incansable en procurar los intereses de las almas y los cuerpos de sus hermanos, Fruto de la caridad de este beato Sacerdote es la Congregación delle Suore Misericordine que continúan su obra de misericordia en la asistencia a los enfermos y privilegiar el hombre en situaciones de necesidad y malestar.
La vivísima, fama de santidad de Mons. Luis Talamoni, muerto el 31 de enero de 1926, ha llevado en el 1952 al inicio del proceso de canonización.
El día 11 de julio de 1992 el Santo Padre Juan Pablo II proclama oficialmente la Venerabilidad y el 12 de abril 2003 promulga el decreto de reconocimiento del milagro para la Beatificación.
Fue beatificado el 21 de marzo de 2004.
Reproducido con autorización de Vatican.va
[unable to retrieve full-text content]
San Bernardino de Siena, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, quien, con la palabra y el ejemplo, fue evangelizando por pueblos y ciudades a las gentes de Italia y difundió la devoción al santísimo Nombre de Jesús, perseverando infatigablemente en el oficio de la predicación, con gran fruto para las almas, hasta el día de su muerte, que ocurrió en L’Aquila, del Abruzo, en Italia.[unable to retrieve full-text content]
En Brescia, en Lombardía, san Anastasio, obispo (s. VII).[unable to retrieve full-text content]
En Ostia Tiberina, santa Áurea, mártir (s. in.).Por: . | Fuente: Ulsachihuahua.edu.mx
Fecha de beatificación: 7 de junio de 2009, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI.
La vida de nuestro Beato transcurrió, pues, en un marco tradicional al inicio, luego con influencia franco-inglesa y finalmente totalmente francesa. El panorama en que tuvo que desenvolverse proyecta una luz muy especial sobre él, convirtiéndolo en un intérprete muy significativo de la evolución acontecida en su país.
El Hermano Rafael Luis Rafiringa se nos muestra, así, como el nuevo malgache situado sobre la cima de dos épocas. Y aún suscita en nosotros mayor interés porque sus vivencias atraviesan muchos y diferentes ámbitos: pagano, cristiano, escolar, literario, político y hasta judicial.
La personalidad del Hermano Rafael Luis Rafiringa asume realmente su verdadero significado sobre todo en el campo espiritual. Fue principalmente un hombre de Dios a quien las circunstancias empujaron a salir del ámbito circunscrito a la pequeña escuela para dar respuesta por sí mismo a una exigencia de la cual probablemente ni él mismo comprendiese el alcance.
Primer discípulo de San Juan Bautista de La Salle en Madagascar, dotado de una gran inteligencia y fuerza de voluntad, desafió las ambiciones de la familia y pidió, cuando tenía 14 años, unirse a aquellos extraños misioneros, no sacerdotes, recién llegados a la isla. El Hermano que se encargó de acompañarlo en la formación ¡no le concedió su autorización hasta después de un aprendizaje de siete años! Había madurado de modo sorprendente, creciendo humanamente, culturalmente y religiosamente. Escuela, traducción a la lengua malgache de obras francesas, composición de textos escolares: estas fueron sus constantes ocupaciones, hasta que, como consecuencia de los motines independentistas que estallaron en la isla, todos los misioneros extranjeros fueron expulsados y él se vio elegido, por aclamación popular, jefe de los católicos. En esa inesperada responsabilidad dio prueba inigualable de sus nada comunes capacidades, formando catequistas, organizando encuentros, reuniones y paraliturgias en cada rincón de la isla, escribiendo opúsculos y resúmenes de la doctrina católica, cantos y poesías. Cuando se concedió a los misioneros la posibilidad de regresar, maravillados, se encontraron las comunidades cristianas más numerosas y fervorosas que cuando las habían dejado.
Este pagano, convertido en dignísimo hijo de San Juan Bautista de La Salle, es una espléndida demostración del poder de la gracia de Dios cuando encuentra un terreno fértil. Por su ciencia, su actuación y su santidad es ya una de las glorias más genuinas de las que puede enorgullecerse la Gran Isla.
Por: . | Fuente: Enciclopedía Católica || ACI Prensa
Sus padres pertenecían a una familia noble que originalmente había venido de Cataluña, España, lo educaron de manera cuidadosa y le instruyeron en las ciencias conocidas. Primero la educación la recibió en casa, y luego en la ciudad de Boloña, donde en sus estudios consiguió altos honores especialmente en las ramas de ley civil y canónica. Al regreso a su tierra nativa, tuvo muchas posiciones de honor en la magistratura, realizando las tareas que imponían los diferentes cargos con prudencia y exactitud, a tal grado, que el rey de Sicilia, Manfredo, lo nombró como uno de sus asesores.
Fue de esta manera como acompañó al rey en su guerra contra Carlos de Anjou, quien le disputaba a Manfredo su derecho a la corona de Sicilia. En la batalla en la cual Manfredo fue muerto, el propio Agostino quedó en el campo de batalla en medio de los cuerpos de otros soldados. Permaneció inconsciente, pero después fue capaz de llegar a casa, y desilusionado con el mundo y con lo efímero de la gloria terrestre, se determinó a servir al Rey de Reyes, Jesucristo, desdeñando todos los honores y dignidades del mundo, al seguir la inspiración celestial.
Pidió ser admitido como hermano laico en la Orden de San Agustín, y fue recibido en el Convento de Tuscana, donde vivió desconocido para el mundo, lejos de su hogar y de su gente. Aquí se dedicó a los ejercicios de piedad y vivó tranquilamente, hasta que un imprevisto accidente le llevó de vuelta al mundo.
Lo que ocurrió fue que algunas propiedades que pertenecían al convento fueron reclamadas como propias por un diestro e instruido abogado de Siena, Giacomo Pallares. Agostino, en un documento escrito, defendió los derechos de la hermandad. Pallares sospechó que debajo del hábito de un hermano laico, se escondía quizá un jurista, de manera que le indicó que deseaba verlo. Para su sorpresa, reconoció en el religioso a su ex compañero de estudios de abogacía en la Universidad de Boloña, Mateo di Termini.
Una vez que lo hubo reconocido, Pallares no perdió tiempo en hacerle ver a los monjes a la persona y la preparación que tenían entre ellos. Cuando el General de la Orden, Clemente de Osimo se enteró de esto, hizo que Agostino, bajo los votos de obediencia, recibiera las Santas Ordenes y lo nombró como uno de sus asociados. Agostino reformó las Constituciones y coadyuvó a dar mayor esplendor a la Orden, de la cual llegó a ser General, un cargo al cual después renunció para vivir en retiro, dedicando así todo su tiempo al estudio, oración y penitencia. Por esos medios alcanzó un alto grado de perfección.
Antes de esa etapa final, fue nombrado General por Nicolás IV, con el cargo de Confesor y Gran Penitenciario. Una posición que aceptó en nombre de la obediencia, y con tanta reticencia y protestas, dado que se consideraba no merecedor de ello, que llegó a afectar visiblemente, al Papa y a los Cardenales.
En su retiro del convento de San Leonardo, cerca de Siena, se dedicó a la práctica de las virtudes propias del estado religioso, lo que llevó en grado heroico, pero también consumido por un ardiente sentido de la caridad. Debido a ello recolectó medios y fue capaz de prácticamente reconstruir un excelente hospicio y hospital para los enfermos y personas de avanzada edad, que no tenían medios para cuidar de si mismos durante los períodos de enfermedad, ni tenían un lugar para pasar sus últimos días.
Muchos milagros se han conseguido por medio de la intersección del Bendito Agostino, los que fueron confirmados y autenticados. Clemente XIII solemnemente lo beatificó, y Clemente XIV autorizó su culto el 23 de julio de 1770.
Hijo de Heorstan, un noble de Wessex. Sobrino de San Athelm, y con parentesco con San Alphege de Winchester.
Obispo de Canterbury, Inglaterra. En su infancia y
juventud recibió una buena formación literaria y también en el arte de la pintura, orfebrería y en el manejo del arpa.
A raíz de una grave enfermedad se hizo monje.
Restauró la Abadía de Grastobury, donde poseía una pequeña fragua donde solía fabricar calices y otros objetos necesarios en la abadía.
Justamente en torno a su fragua existen leyendas en las que venció al demonio gracias a su agudeza. Una de ellas cuenta que una vez el diablo se le apareció como una bellísima mujer que intentó seducirlo, pero al ver que nuestro santo se mostraba indeferente retomó su forma real, ante lo que Dunstan optó por agarrarle la nariz con unas tenazas que estaban en el fuego hasta que el demonio aceptara su derrota.
Vivió exiliado en Gante hasta que fue llamado por el rey Edgar y pasó de la sede episcopal de Worchester a la de Londres y finalmente a la de Canterbury.
Se le recuerda como gran renovador de la vida
cristiana en Inglaterra.
Murió en el año 988 en Canterbury.
Es el patrono de los herreros, de los orfebres, de los joyeros, de los cerrajeros y de la diócesis de Charlottetown en Canadá.
[unable to retrieve full-text content]
En un castillo cerca de Tréguier, en la Bretaña Menor, en Francia, san Ivo, presbítero, que ejerció la justicia sin acepción de personas, fomentó la concordia, defendió por amor de Cristo las causas de los huérfanos, viudas y pobres, y acogió en su casa a esos mismos desfavorecidos.[unable to retrieve full-text content]
En Rocca di Funone, cerca de Alatri, en el Lacio, muerte de san Pedro Celestino, el cual, después de haber abrazado la vida eremítica en el Abruzo con fama de santidad y siendo conocido por sus milagros, ya octogenario fue elegido Romano Pontífice, tomando el nombre de Celestino V, pero en el mismo año renunció al oficio y prefirió retirarse a la soledad.