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Por: . | Fuente: Franciscanos.net

Presbítero

Martirologio Romano: En Vicenza, en el territorio de Venecia, beato Marcos de Marchio de Montegallo, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que creó la obra llamada Monte de Piedad, para aliviar la indigencia de los pobres († 1496).

Etimológicamente: Marcos = Aquel que procede de Marte, con relación a Marte dios de la guerra en la mitología romana, es de origen latino.

Breve Biografía

Sacerdote de la Primera Orden Franciscana(1425‑1496). Su culto fue aprobado por Gregorio XVI el 20 de septiembre de 1839.

Marcos nació en 1425 en Fonditore, poblado del común de Montegallo, donde su padre, Claro de Marchio, se había retirado hacía algunos años para huir de las feroces facciones que azotaban a Ascoli Piceno. Regresó a esta ciudad para facilitar los estudios a Marcos, que pronto pasó a la Universidad de Perusa y de aquí a Bolonia, donde se doctoró en Leyes y Medicina. En Ascoli ejerció un tiempo la profesión de médico. Para satisfacer los deseos de su padre, en 1451 se casó con Clara Tibaldeschi, noble mujer, con la cual vivió en continencia. A la muerte de su padre, al año siguiente, de común acuerdo los esposos abrazaron la vida religiosa, ella acogida entre las clarisas del monasterio de Santa Clara de las Damas Pobres en Ascoli, él en el convento de los Hermanos Menores de Fabriano.

Hecho el noviciado en Fabriano, fue superior en San Severino, luego comenzó la misión de predicador, bajo la guía del gran cohermano y coterráneo San Jaime de la Marca. Las principales llagas de su siglo eran las guerras civiles y la usura.

Lleno de compasión por el pobre que caía en las garras de los usureros, Marco estableció casas donde los que no tenían dinero podían obtener prestado el que necesitaran, con una pequeña garantía y a veces sin ella. Para fundar un banco semejante en Vicenza, predicó con tal elocuencia, que el dinero requerido se colectó en un día y la oficina se construyó y empezó a funcionar en un año. Esa institución es lo que nosotros conocemos ahora como los Montes de Piedad.

Marco con fervorosa predicación llevó la paz y la concordia y calmó las facciones en Ascoli, Camerino, Fabriano y en otras ciudades. Contra el abuso de los hebreos instituyó Montes de Piedad en Ascoli (1458), Fabriano (1470), en Fano (1471), en Acervia (1483), en Vicenza (1486), en Ancona, Camerino, Ripatransone y en Fermo (1478).

En 1480, junto con otros cohermanos, fue nombrado por Sixto IV predicador y colector para la cruzada. También fue director espiritual de la Beata Camila Bautista Varano. Encontró tiempo para escribir también algunas obras, entre ellas «La Tavola della Salvezza», que imprimió en Florencia en 1494.

El 19 de marzo de 1496 en Vicenza, donde estaba predicando, fue sorprendido por la muerte y fue sepultado en la iglesia franciscana de San Biagio Vecchio, donde fue objeto de culto público. En Ascoli Piceno hay en la iglesia franciscana una pintura del beato, fechada en 1506. En Montegallo se erigieron altares en su honor. No mucho después de su muerte fue compuesta una alabanza rítmica latina que exalta su vida santa.

Marcos de Montegallo pertenece al numeroso grupo de predicadores del Evangelio y de la penitencia del estilo, inalcanzable por su equilibrio sobrenatural, de San Bernardino de Siena. Ellos produjeron una primavera de vida cristiana, una florescencia extraordinaria de santidad.

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VII Superior General de los Franciscanos.

Martirologio Romano: En Camerino, del Piceno, en Italia, beato Juan de Parma Buralli, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, a quien el papa Inocencio IV envió como legado a los griegos, para restaurar su comunión con los latinos ( 1289).

Etimológicamente: Juan = Dios es misericordia, es de origen hebreo.

Breve Biografía

Nació en Parma en 1209 y ya se encontraba enseñando lógica cuando, a la edad de veinticinco años, entró a la orden franciscana.

Fue enviado a París para proseguir sus estudios y, después de haber sido ordenado, se le envió a enseñar y predicar en Bolonia, Nápoles y Roma. Su elocuencia arrastraba multitudes a sus sermones y grandes personajes se congregaban para escucharle.

Se ha afirmado que en 1245, cuando el Papa Inocencio IV convocó el primer Concilio general de Lyon, Juan fue designado para representar a Crescencio, el superior general, quien debido a sus enfermedades estaba incapacitado para ir, pero esto es inexacto: el fraile que fue al concilio se llamaba Buenaventura de Isco. Juan, por su parte, aquel mismo año viajó a París para enseñar "Sentencias" en la Universidad, y en 1247, fue elegido superior general de la orden.

La tarea que tenía ante sí era excesivamente difícil, pues muchos abusos y un espíritu de rivalidad se habían introducido, debido a la relajada observancia del hermano Elías. Afortunadamente, poseemos una descripción de primera mano de las actividades del Beato Juan, escrita por su conciudadano, el hermano Salimbene, quien estuvo ligado íntimamente a él durante largo tiempo.

Sabemos que era fuerte y robusto, de manera que podía soportar grandes fatigas, de apariencia dulce y atrayente, de modales educados y lleno de caridad. Fue el primer superior general que visitó toda la orden, y siempre viajó a pie. Fuera de los conventos no permitió que nadie conociera su identidad y era tan humilde y modesto que, al llegar a una casa, con frecuencia ayudaba a los hermanos a lavar verduras en la cocina.

Amante del silencio y recogimiento, nunca se le oyó una palabra ociosa y cuando estaba moribundo, admitió que él tendría que dar mayor cuenta de su silencio que de sus palabras.

Comenzó su visita general por las casas de Inglaterra y cuando el rey Enrique III supo que se encontraba en palacio a presentarle sus respetos, se levantó de la mesa y salió a la puerta para abrazar al humilde fraile. En Francia, Juan fue visitado por San Luis IX, quien la víspera de su partida a la Cruzada, se detuvo en Sens a pedirle sus oraciones y bendiciones para la empresa. El rey que llegó en ropas de peregrino y báculo en mano, impresionó al hermano Salimbene por su apariencia delicada y frágil. Comió con los hermanos en el refectorio, pero no pudo persuadir a Juan de Parma para que se sentara a su lado.

Burgundia y Provenza recibieron la siguiente visita del beato. En Arlés, un monje de Parma, Juan de Ollis, vino a pedirle un favor. ¿Se dignaría el superior enviarle a él y a Salimbene a predicar?, Juan, sin embargo no iba a mostrar favoritismo con sus compatriotas. "En verdad, aunque fuereis mis hermanos carnales", respondió, "no obtedríais de mí esta misión, sin un examen previo".

Juan de Ollis no se desanimó fácilmente. "Si debemos ser examinados, ¿llamaréis al hermano Hugo para que nos examine"?, Hugo de Digne, el anterior provincial se encontraba entonces en la casa. "¡No!", dijo el superior rápidamente. "El hermano Hugo es vuestro amigo y podría ser indulgente con vosotros; llamad mejor al catedrático e instructor de la casa".

El hermano Salimbene no puede resistirse a informarnos que él pasó el examen, pero que Juan de Ollis fue enviado a estudiar un poco más.

Poco después del regreso de Juan de Parma de una misión como legado papal ante el emperador oriental, los problemas estallaron en París, adonde él había enviado a Buenaventura como uno de los mejores estudiantes de los frailes menores. Guillermo de Saint Amour, un doctor seglar de la universidad, había levantado una tormenta contra las órdenes mendicantes, atacándolas en un provocativo libelo.

El Beato Juan fue a París y, se dice que habló a los profesores universitarios en términos tan persuasivos y humildes, que todos quedaron convencidos y que el doctor que debía responder, solamente pudo decir: "¡Bendito seas y benditas sean tus palabras!". Calmada la tormenta, el superior general se entregó a la restauración de la disciplina. Aun antes de su partida para el oriente, ya había tenido un capítulo General en Metz, donde se habían tomado medidas para asegurar la exacta observancia de las reglas y constituciones y para insistir en que se apegaran estrictamente al breviario y al misal romano. Obtuvo varias bulas papales que lo apoyaban; el Papa Inocencio IV entregó a la orden el convento de Ara Coeli en Roma, que se convirtió en la residencia del superior general.

A pesar de todos sus esfuerzos, el Beato Juan encontró amarga oposición, en parte causada por sus tendencias joaquimistas. Llegó a convencerse de que no era capaz de llevar hasta el final las reformas que creía eran esenciales. No está claro si actuó espontáneamente o por obediencia a la presión ejercida sobre él por la curia papal, pero él renunció a su cargo en Roma, en 1257, y cuando se le pidió que nombrara un sucesor, escogió a San Buenaventura.

Fue una elección feliz y se habla a veces de San Buenaventura, como del segundo fundador; pero el camino le había sido preparado por el firme gobierno de su predecesor. Juan se retiró entonces a la ermita de Greccio, lugar donde San Francisco había preparado el primer Nacimiento. Estuvo los últimos treinta años de su vida en el retiro, del que solamente salió dos o tres veces, llamado por el Papa. Cuando Juan, ya un anciano de ochenta años, supo que los griegos habían caído nuevamente en el cisma, suplicó que se le permitiera ir otra vez a discutir con ellos. Obtuvo la anuencia del Papa y partió, pero al entrar en Camerino se dio cuenta de que iba a morir y dijo a sus compañeros: "Este es el lugar de mi descanso". Fue a recibir su recompensa en el cielo el 19 de marzo de 1289 y, muy pronto empezaron a obrarse muchos milagros en su tumba.

Su culto fue aprobado en 1777, siendo Papa Pío VI.

Juan de Panna desempeñó un papel tan considerable en el desarrollo de los problemas que culminaron en la revuelta de los "fraticelli", que su nombre figura más o menos prominentemente en una multitud de libros que tratan del movimiento franciscano.

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Abad

Martirologio Romano: En Spoleto, en la Umbría, san Juan, abad de Parrano, que fue padre de muchos siervos de Dios (s. VI).

Etimológicamente: Juan = Dios es misericordia, es de origen hebreo.

Breve Biografía

Durante los disturbios monofisitas en el oriente, un sirio, llamado Juan dejó su tierra natal, se dirigió al occidente y se estableció no lejos de Espoleto. Allí construyó una abadía, de la cual llegó a ser superior, y también fundó otra casa religiosa cerca de Pésaro.

Una leyenda no muy digna de confianza nos informa que cuando el santo estaba por abandonar Siria, su patria, oró de esta manera: "Señor, Dios de los cielos y de la tierra, Dios de Abraham, Isaac y Jacob, te suplico a Ti que eres la luz verdadera, que me ilumines, ya que espero de tí que hagas prosperar el camino que tengo delante y que sea para mí señal del lugar de mi descanso donde la persona a quien le preste mi salterio, no me lo devuelva ese mismo día".

Desembarcó en Italia y viajó hasta los alrededores de Espoleto, donde encontró a una sierva de Dios, a quien le prestó su salterio. Cuando le pidió que se lo devolviera, ella dijo, "¿a dónde vas, siervo de Dios? Quédate aquí y emprende tu camino mañana". Juan accedió a pasar allí la noche y, recordando su oración, se dijo, "esto es ciertamente lo que le pedí al Señor: aquí me quedaré". A la mañana siguiente, recibió de nuevo su salterio y, no había caminado la distancia de cuatro tiros de flecha, cuando apareció un ángel que lo condujo a un árbol, bajo el cual le pidió que se sentara para anunciarle que era la voluntad de Dios que se quedara en aquel lugar y que allí tendría una gran congregación y encontraría el descanso deseado.

Era el mes de diciembre y la tierra estaba endurecida por el hielo; pero el árbol, bajo el cual se hallaba sentado Juan, estaba en flor, como en primavera. Algunos cazadores que pasaron por allí le preguntaron de dónde venía y qué hacía. El santo les contó toda su historia y quedaron llenos de asombro, especialmente por la forma en que vestía, pues nunca habían visto cosa parecida. "Por favor no me causen daño, hijos míos", dijo Juan: "pues sólo he venido aquí al servicio de Dios". La súplica era innecesaria, pues los cazadores ya se habían fijado en el árbol florecido y reconocieron que el Señor estaba con aquel hombre. Lejos de querer hacerle daño, partieron entusiasmados a anunciar su llegada al obispo de Espoleto, quien se apresuró a ir a saludarlo, y lo encontró orando bajo el árbol.

Los dos lloraron de alegría cuando se encontraron y todos los presentes dieron alabanzas a Dios. En aquel lugar, Juan edificó su monasterio y allí vivió por cuarenta y cuatro años más, hasta que se durmió en paz y fue sepultado con himnos y cánticos.
 

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Esposo de la Virgen María, padre putativo de Jesús. Patrono de la familia, patrono de la Iglesia Universal, patrono del trabajo y los obreros, patrono de América, China, Canadá, Corea, México, Austria, Bélgica, Bohemia, Croacia, Perú y Vietnam.

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En Siena, de la Toscana, beato Andrés Gallerani, que visitó y consoló con diligencia a enfermos y afligidos y congregó a los Hermanos de la Misericordia, laicos sin votos, para atender a pobres y enfermos.

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Por: . | Fuente: santiebeati.it

Religiosa

Martirologio Romano: En el cenobio Saint-Sauveur-le-Vicomte, de Normandía, en Francia, beata Marta (Amada) Le Bouteiller, virgen de las Hermanas de las Escuelas Cristianas de la Misericordia, que, apoyándose sólo en Dios, cumplió los más humildes oficios siempre con toda paciencia (1883).

Etimológicamente: Amada = Aquella que es amada o deseada, es de origen latino.

Etimológicamente: Adela = Aquella de gran nobleza, es de origen germánico.

Etimológicamente: Marta = Señora, es de origen arameo.

Amada Adela Le Bouteiller nació el 2 de diciembre de 1816 en Percy, Francia, fue la tercera de los cuatro hijos de Andrés Le Bouteiller y Maria Francesca Morel, ellos eran propietarios de una pequeña parcela de tierra, labradores y tejedores de telas.

En la escuela tuvo como educadora a la Terciario carmelita sor Maria Farcy; quien fuera maestra por 48 años y figura clave en la formación de la juventud de la parroquia y ciertamente inspiradora de la vocación religiosa de Amada Adela.

El 1 de septiembre de 1827 murió su padre, con tan sólo 39 años, desaforadamente morir a tan corta edad era cosa frecuente en aquella época, cuando bastaba una simple infección o una dudosa tuberculosis para provocar el fin de una joven vida; la madre quedó sola con los cuatro hijos, tuvo que criarlos y proveer su sustento con la ayuda de los hijos mayores, Amada que casi tenía once años, continuó los estudios y el resto del tiempo ayudaba en los quehaceres domésticos.

Los dos hermanos mayores se casaron en 1837, Amada con un poco más de 20 años, entró a trabajar como domestica para ganar que vivir.

Con sor Farcy, organizadora de la parroquia, cada año fue en romería a Chapelle-sur-Vire a unos 15 Km. de Percy y en esta localidad entró en contacto con la Congregación de las "Monjas de las Escuelas Cristianas de la Misericordia", fundada en el 1804 por Santa Maria Magdalena Postel, 1756 -1846, para la educación de la juventud.

Atraída por la espiritualidad de esa congregación, a los 25 años, el 19 de marzo de 1841, decide consagrarse totalmente a Dios y entró en la abadía de Saint Sauveur-le-Vicomte, acogida por la octogenaria fundadora, quien pese a su edad tenía gran vitalidad y dones del cielo.

Amada tuvo como maestra de novicias a la beata Plácida Viel, 1815 -1877, quien será la sucesora a la muerte de la Fundadora, llevando a la Congregación a un desarrollo asombroso.

Cuando Amada llegó, las cincuenta monjas estaban empeñadas en la construcción de la iglesia de la abadía y en la reparación de los antiguos edificios, que los habían encontrado en ruinas cuando llegaron; la vida era austera teniendo en cuenta los años de carestía que se vivieron, pero eso no asustó a Amada, acostumbrada a las estrecheces económicas de su familia después de la muerte prematura del padre.

El 14 de septiembre 1842 recibe el hábito religioso con el nombre de sor Marta; en el invierno siguiente siendo ya novicia, fue enviada, por decisión de la Madre Pastel, a la Casa de La Chapelle-sur-Vire, que sor Marta conocía bien, para ayudar en los servicios materiales de aquella comunidad.

Un día mientras lavaba la ropa en las aguas heladas del río Marquerand, la corriente arrebató de su mano una sábana, en la tentativa de retomarla resbaló en el agua helada lo que le causó un principio de parálisis en las piernas, por ello tuvo que regresar a la abadía.

Aquí tuvo un coloquio con madre Magdalena Postel que lo aseguró que no la tenía pensado regresarla a su casa, más bien apoyándole las manos sobre la rodilla le prometió que rezaría por ella; poco después Marta se curó y atribuyó su curación a la Madre.

El 7 de septiembre de 1843 hizo su primera profesión en la Abadía Casa-matriz de la Congregación; Marta se fue asignada a la cocina, al trabajo en los campos y luego al sótano, tarea que tuvo por unos cuarenta años hasta a la muerte; hizo todo con espíritu de obediencia, tanto que se ha dicho hizo de modo grande las pequeñas cosas.

Su vida de monja transcurrió al servicio de Dios y de sus hermanas de hábito, siempre simple y jovial realizando los servicios más humildes; entregada a la oración y la meditación, alimentó su espiritualidad con la lectura de autores de la así llamada “Escuela francesa de espiritualidad”.

Se ocupó de los criados y de los obreros que facilitaron su mano de obra, además de los huéspedes de paso; también distribuyó el vino a 250 personas por día y durante la guerra ese número llegó a 500 personas.

Se cuenta que durante la guerra entre Francia y Alemania, cuando los suministros alimenticios de la abadía se agotaron espantosamente, entonces sor Marta colgó de la pared una imagen de Madre Magdalena, fallecida hace tiempo y rogó intensamente y desde aquel momento los suministros de ‘sidra’ (el vino), y de los demás comestibles no se agotaron.

En el invierno del 1875-76, sor Marta ya sesentona, cayó y se fracturó una pierna, la larga convalecencia, sumado a la muerte de la querida sor Plácida, su confidente, fueron para ella grandes pruebas que soportó fielmente. Siguió interesándose en la despensa, incluso sustentándose con un bastón, pero su decadencia fue evidente.

El 18 de marzo de 1883, Domingo de Ramos, mientras regresaba a la cocina las botellas después de la cena nocturna, cayó una primera vez y luego una segunda, golpeada por una congestión cerebral, se apagó después de haber recibido los Sacramentos, tenía cerca de 67 años.

Fue enterrada en el cementerio de la misma Abadía de Saint Sauveur-le-Vicomte; la causa por su beatificación inició en el 1933 y el 4 de noviembre de 1990 el papa Juan Pablo II la proclamó beata.

responsable de la traducción: Xavier Villalta

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Rey de Inglaterra

Martirologio Romano: En Wareham, en Inglaterra, san Eduardo, rey, que, todavía adolescente, fue asesinado dolosamente por los criados de la madrastra (978).

Etimológicamente: Eduardo = Aquel que es un glorioso guardián, es de origen germánico.

Eduardo el Mártir nació en el año 962, siendo el primogénito de Edgar el Pacífico, rey de Inglaterra, y de su primera esposa Ethelfleda, hija del caballero Ordmaer.

A la muerte de su padre (8 de julio de 975) le sucede en el trono pese a la oposición de su madrastra Elfrida, la cual defendía los derechos de su hijo Etelredo alegando que había nacido de una reina ungida, mientras que la madre de Eduardo nunca fue coronada. Pero gracias al apoyo de Dunstan, logra ser finalmente proclamado rey por la Witenagemot.

Su política se orienta, apoyado por Dunstan, en defender los derechos de la Iglesia, menguados en los reinados anteriores. Por ello, muchos nobles deseaban poner en su lugar al joven Eduardo.

El 18 de marzo de 978, se encontraba cazando con sus perros y algunos caballeros en Wareham, Dorset, cuando decide visitar a su medio-hermano en el castillo de Corfe, cerca a Wareham, donde vivía junto a su madre. Separado del grupo que le acompañaba, llega solo al castillo. Aun montado en su caballo, su madrastra Elfrida le ofrece desde la parte alta del castillo una copa de vino, y cuando estaba por alcanzarla, fue acuchillado por la espalda por uno de los esbirros de la reina.

Según la leyenda, inmediatamente después del asesinato, hicieron que su caballo arrastrara el cuerpo deslizado de la silla de montar y con un pie en el estribo, cayendo en la base de la colina sobre la cual el castillo de Corfe se encontraba ubicado. La reina entonces ordena que se oculte el cuerpo en una choza cercana. Dentro de la choza, sin embargo, vivía una mujer ciega de nacimiento que la reina ayudaba por caridad. Durante la noche, una luz maravillosa apareció y llenó la choza entera y con gran temor, la mujer gritó: -"¡Señor, ten misericordia!"- recibiendo repentinamente la vista. Entonces descubrió a cuerpo del rey.

La iglesia de St. Edward en el castillo de Corfe ahora está construida sobre el sitio de este milagro. Al amanecer la reina supo de lo ocurrido, y asustada, recoge el cuerpo, y lo entierra un lugar de acuerdo a su rango cerca de Wareham. Un año después del crimen apareció un pilar del fuego sobre el lugar en donde el cuerpo había sido ocultado, encendiéndose encima del área entera. Esto fue visto por algunos de los habitantes de Wareham, que sacaron el cuerpo de la sepultura dada por la reina. Un brote claro de agua se originó inmediatamente en ese lugar, siendo conocida desde entonces como agua curativa. Acompañado por una muchedumbre de campesinos, el cuerpo fue llevado la iglesia de la Santa Madre de Dios de Wareham y enterrado en el extremo este de la iglesia. Esto ocurrió el 13 de febrero de 980.

Al año siguiente (13 de febrero de 981) el cuerpo fue trasladado a la abadía de Shaftesbury, en Dorset. En el camino de ser llevado el cadáver del rey a la abadía, ocurre otro milagro: dos jorobados que seguían el cortejo son increíblemente curados.

Eduardo fue finalmente canonizado en un concilio inglés en el año 1008, presidido por Alpagio, arzobispo de Canterbury -luego martirizado por los daneses en 1012-, y el rey Etelredo ordena que sus festividades sean de 3 días: el 18 de marzo (día de su muerte), el 13 de febrero (día de su milagrosa sepultura en Wareham) y el 20 de junio (en ese día, en el año 1001, sus restos fueron inhumados y se vio que estaba incorrupto). La abadía de Shaftesbury fue rededicada a La Virgen María y a Eduardo. Muchos milagros siguieron sucediendo en su sepulcro en los siglos venideros, incluyendo la cura de la lepra y la devolución de la vista a los ciegos.

En el siglo XVI, durante el reinado de Enrique VIII, cuando ocurre la destrucción en masa de monasterios y conventos, el cuerpo de Eduardo es escondido para salvarlo de la furia del rey. En 1931, las reliquias fueron recuperadas por el señor Wilson Claridge-Claridge durante una excavación arqueológica; su identidad fue confirmada por el Dr. T.E.A. Stowell, un osteologista. En 1970, examinaciones realizadas en las reliquias, sugerían que el joven había sido acuchillado en la parte posterior mientras montaba su caballo y después había sido arrastrado a lo largo de la tierra por el animal aterrorizado con su pie cogido en un estribo. En 1982, el señor Claridge-Claridge donó las reliquias a la iglesia ortodoxa rusa, que las puso en una iglesia en el cementerio de Brookwood, en Woking, Surrey. Organizaron a la fraternidad de monjes de la orden de Eduardo para custodiarlo allí. La iglesia ahora se llama Iglesia Ortodoxa de Eduardo el Mártir.

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Por: . | Fuente: Franciscanos.org

Religioso Franciscano

Martirologio Romano: En Cagliari, en Cerdeña, san Salvador de Horta Grionesos, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, que para la salvación de cuerpos y almas se hizo humilde instrumento de Cristo (1567).

Etimológicamente: Salvador = Aquel que salva, es de origen latino.

A principios del siglo XVI vivían en la aldea de Bruñola, de la diócesis de Gerona, dos esposos jóvenes, propietarios de una masía llamada Masdevall, y regularmente ricos y buenos cristianos. El porvenir se presentaba a sus ojos apacible y lleno de esperanzas; pero por circunstancias que ignoramos, los dos esposos se vieron completamente arruinados, y de allí a poco hubieron de ser admitidos por caridad, enfermos y sin recursos, en el hospicio de Santa Coloma de Farnés.

Sin embargo, como dice el apóstol San Pablo, a los que aman a Dios todo les viene a parar en bien; las pruebas cristianamente sobrellevadas se convierten en un manantial de riquezas eternas para el cielo, y hasta pueden, si así lo permite el Señor, atraer bendiciones en esta tierra.

Habiendo recobrado la salud los dos enfermos, pidieron a las autoridades de Santa Coloma que les permitieran consagrarse al servicio del hospital. Concedióseles este favor y se dedicaron a ayudar a los pobres y a los enfermos con alegría y con ejemplar caridad cristiana. Por entonces, es decir, hacia 1520, les concedió el Señor un hijo de bendición, al que pusieron por nombre Salvador, el cual, andando el tiempo, obraría incontables milagros. Diéronle cristianísima educación y el niño se mostró desde su infancia modelo de obediencia y de piedad.

Aprendiz de zapatero. Vocación religiosa

Llegado a la edad de la adolescencia, Salvador fue enviado a Barcelona con su hermana Blasa y fue colocado como aprendiz de zapatero, pero ignoramos si llegó a aprender completamente el oficio. Sintiendo en el fondo de su corazón la voz de Dios que le inspiraba el deseo de dejar el mundo, fue a suplicar a los franciscanos del convento de Santa María que le recibiesen en la comunidad en calidad de hermano converso.

Con gran alegría suya fue recibido y revestido del hábito de San Francisco. Pusiéronle de ayudante del hermano cocinero, religioso de mucha virtud, que se encargó de formar al recién venido en los ejercicios de la obediencia. Su tarea era fácil. Con una docilidad incansable, fray Salvador se entregaba a los más humildes oficios, encendía el fuego, fregaba los platos, limpiaba las ollas y hacía todo lo que le mandaba el hermano cocinero. Amigos del silencio, no salían de sus labios otras palabras que los dulces nombres de Jesús y María, a quienes invocaba durante el trabajo.

Los padres franciscanos, al ver la virtud de este joven hermano, novicio aún, decían que había de ser sin duda más tarde, por su santidad, una de las glorias de su Orden.

Un día, sin embargo, cayó en falta, pero muy a pesar suyo. Ocurrió esto con motivo de una de las fiestas patronales del convento. El canciller del reino, excelente cristiano y muy devoto de los franciscanos, les había anunciado que iría a comer con ellos, acompañado de varios personajes notables, amigos suyos. Todo el mundo sabe que los hijos de San Francisco viven de limosnas; así es que el inteligente canciller había cuidado de enviar de antemano abundantes provisiones, de forma que el hermano cocinero tuviera con qué preparar un buen festín.

Desgraciadamente, durante la noche, este buen hermano fue acometido de una recia calentura y encargó a fray Salvador que avisase al padre guardián; pero después de la comunión quedó absorto en una larga acción de gracias, a modo de éxtasis que duró varias horas.

Llegaba entretanto la hora de la comida y el padre guardián fue a la cocina para ver si todo estaba preparado con arreglo a sus órdenes. ¡Qué sorpresa! Ni siquiera estaba abierta la puerta. Envió inmediatamente a buscar al hermano cocinero, a quien encontraron enfermo en la cama; el pobre hermano se excusó diciendo que desde el oficio de media noche había encargado a fray Salvador que avisase al padre guardián y le entregase las llaves.

El padre guardián, indignado, corrió a la iglesia, hizo salir a Salvador, lo abrumó con los más humillantes reproches y declaró que semejante afrenta hecha a toda la comunidad y a sus nobles huéspedes merecía que lo echasen del convento. Arrebatándole las llaves, fue él mismo a abrir la cocina. Apenas hubo entrado, se ofreció a sus ojos un maravilloso espectáculo. Todo lo que habían mandado la víspera estaba muy bien preparado, sin que hubiese nada que desear. Era seguro, sin embargo, que nadie había podido entrar en la cocina. Dios había querido revelar la santidad de su joven servidor y, guardándole para sí mismo toda aquella mañana, había suplido su ausencia por medio de los ángeles, o de otro modo milagroso.

Fray Salvador no fue, pues, despedido del convento y aprovechó admirablemente el caso para practicar más y más la obediencia y la humildad. Cumplido el año de noviciado, fue admitido a pronunciar los votos solemnes.

Portero y hermano limosnero en Tortosa

El padre provincial lo envió a Tortosa, al convento de Santa María de Jesús, cuyos religiosos tenían fama por su observancia y austeridad. Fray Salvador continuó allí la vida de oración, penitencia y humildad que había empezado en Barcelona. Todas las noches azotaba cruelmente su cuerpo, quebrantado ya por el ayuno. Todas las mañanas se confesaba y comulgaba. Portero y limosnero sucesivamente, brillaron sus virtudes a los ojos de los habitantes de Tortosa, que pronto le conocieron y le veneraron como a un santo y se encomendaban a sus oraciones.

Por su cargo de portero había de recibir a los pobres que se presentaban y darles limosna. Su caridad era tan generosa que la comunidad llegó a asustarse y el padre guardián reprendió al Hermano. «Padre -respondió fray Salvador-, ¿por ventura no hay que dar limosna a los desventurados que nada tienen? Repare su reverencia que, con haber dado tanto, a nosotros no nos ha faltado nunca lo necesario».

Uno de los principales habitantes de la ciudad tenía un hijo gravemente enfermo. Viendo pasar a fray Salvador, que iba a pedir limosna, fue a echarse a sus pies, suplicándole que pidiese a Dios la curación de su hijo. Conmovido hasta derramar lágrimas, el buen Hermano entró en la casa, bendijo al niño, rezó por él un Avemaría y se retiró. Antes de que acabase el día observaron los padres que el niño estaba curado.

En la aldea de Galera -cerca de Tortosa- curó a una niña que padecía cuartanas, tocándola con su rosario y rezando un Avemaría.

La fama de santidad de fray Salvador y las gracias que se obtenían por sus oraciones, llevó muy pronto a la puerta del convento de los franciscanos tan gran número de personas que querían verle y encomendarse a él, que los Padres vieron en esta afluencia continua un peligro para la paz del claustro y para el mismo Hermano. En consecuencia, suplicaron al padre provincial que enviase a fray Salvador a otro convento.

El santo fraile de Horta

A unas seis millas al norte de Tortosa, perdida entre los montes, se hallaba una aldea pobre y solitaria llamada Horta. En otro tiempo los Templarios, dueños del lugar, habían erigido allí una capilla en honor de la Santísima Virgen. Esta capilla había sido dada más tarde a los Hermanos Menores, y algunos vivían allí en un pequeño convento casi a modo de ermitaños. Aquel lugar parecía un retiro muy seguro para conservar a fray Salvador en la oscuridad y la soledad. Por orden del padre provincial, el Hermano dejó la ciudad de Tortosa y fue a ocultarse en Horta. Esto ocurría en 1559.

Pero Dios, que quiere servirse de instrumentos humildes para hacer resplandecer su gloria, no permitió que menguase ni en un punto el brillo de la santidad de su siervo ni aun a los ojos de los hombres; y esta aldea de Horta, oculta y desconocida hasta entonces, fue pronto célebre en toda España.

Un día las autoridades de la aldea tuvieron el pensamiento de pedir al humilde Hermano que rogase por ellos y por sus convecinos. Salvador, movido por una inspiración divina les respondió:

-- Preparad una gran hospedería con muchos alojamientos y víveres en abundancia, porque Dios quiere glorificar a su Madre que se venera aquí y obrar maravillas por su intercesión. La afluencia de gente será muy grande.

Retiráronse las autoridades harto pensativas e indecisas sobre lo que habían de hacer; unos daban crédito a la profecía y otros no, de modo que no prepararon nada. Algún tiempo después, se vio llegar a una multitud de unas dos mil personas, entre las que había muchos cojos, sordos, jorobados, paralíticos y gran número de enfermos que allí llevaban a pesar de las dificultades del camino. «¿Dónde está -preguntaron- aquel hombre santo que hacía tantos milagros en Tortosa?».

Los habitantes les enseñaron el convento de Santa María, y los peregrinos fueron a llamar a la puerta, pidiendo a gritos por fray Salvador. Hubiera sido peligroso no acceder a su petición; fray Salvador se presentó, pues, ante la multitud y dijo a los peregrinos que se confesasen, que comulgasen y que invocasen a la Santísima Virgen María.

Cuando hubieron cumplido este mandato, el Hermano apareció de nuevo, bendijo a la multitud en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, y todos los enfermos quedaron curados, excepto un paralítico.

-- No olvidéis -añadió Salvador, al despedir a la multitud-, no olvidéis de mostraros agradecidos a Dios por los favores que acaba de concederos por intercesión de su Santísima Madre.

-- Y yo -preguntó el paralítico-, ¿por qué no he sido curado como los demás?

-- Porque no te has confesado ni tenías confianza como ellos -respondió Salvador.

-- Quiero confesarme ahora -dijo el enfermo con humildad-, y pido perdón a Dios de todos mis pecados.

-- Si así es, levántate -repuso el hermano franciscano-, levantáte y ve a confesarte.

El enfermo obedeció, se levantó y fue por su pie a confesarse: estaba curado.

Los peregrinos se volvieron publicando por todas partes las maravillas de que habían sido testigos. A partir de aquel momento, y durante varios años, no pasó día en que no se viesen llegar a Horta centenares y aun millares de personas. El número de éstas aumentaba en la Semana Santa y en las festividades de la Santísima Virgen; un año, en la fiesta de la Asunción, llegaron a seis mil los peregrinos. Como la aldea no podía bastar para albergar a tantos forasteros, muchos acampaban bajo los árboles o en tiendas de campaña. Gracias a una providencia visible, nunca faltaron víveres a estas muchedumbres; los habitantes de la comarca llevaban de todas partes provisiones en tiempo útil y las vendían a los peregrinos.

Todos los días el santo religioso obtenía de la Santísima Virgen la curación de gran número de enfermos de toda especie. Las almas ganaban aún más, puesto que el Santo empezaba por pedir a los peregrinos que se confesasen y comulgasen.

El Inquisidor de Aragón y Fray Salvador

Hallándose en Alcañiz un dignatario de los principales de la Inquisición Real, había visto multitud de enfermos que partían para Horta, y quedó asombrado de verlos volver curados. En su calidad de Inquisidor resolvió abrir informe. Reuniendo a los que habían sido curados, les hizo prestar juramento de decir la verdad, y les ordenó que declarasen cómo habían obtenido la curación. Todos respondieron:

-- El santo Fraile de Horta nos mandó que purificásemos nuestra alma de todo pecado por medio de la confesión y recibiésemos el cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo. Después nos bendijo y quedamos sanos.

En virtud de esta declaración, el Inquisidor se decidió a ir a Horta para ver lo que allí pasaba. Salió secretamente, vestido de pobre cura de aldea. A su llegada vio una multitud de peregrinos que le pareció no bajaría de dos mil. Púsose entre la multitud, observando todo con ojo atento; de esta suerte penetró en la iglesia del convento, se escondió en un rincón detrás de la gente y aguardó la entrada del «milagrero».

Al fin apareció el Santo e inmediatamente el pueblo se arrodilló para recibir su bendición. Pero Salvador, en lugar de bendecir a los peregrinos como de costumbre, les dijo:

-- Levantaos y dejadme pasar.

Apartáronse y él fue derecho al rincón de la iglesia en donde se ocultaba el Inquisidor. Le saludó, le besó la mano doblando la rodilla y le dijo:

-- ¿Viene aquí su Señoría a ver los milagros que obra Dios por mediación de la Santísima Virgen?

-- Equivocado está, Hermano, que no soy Señoría ni merezco tal honor -respondió el forastero-, ¿no ve que no soy más que un pobre cura de pueblo?

-- No me equivoco -repuso fray Salvador-. Su Señoría es el Inquisidor de Aragón, venido aquí para ver lo que pasa y examinar los milagros que obra la Santísima Virgen. Su Señoría tiene derecho a un puesto más respetable.

Dicho esto le llevó al presbiterio muy cerca del altar mayor. Volviéndose en seguida al pueblo, dijo como de ordinario:

-- Hermanos míos, arrepentíos de vuestros pecados y pedid perdón a Dios.

Después bendijo a los asistentes, y todos los que estaban enfermos fueron curados. El Inquisidor quedó lleno de admiración y permaneció varios días en el convento de los franciscanos.

El siervo de María. Humillación

Un día los peregrinos, en número de unos dos mil, reclamaban en vano al santo lego; éste había huido a una empinada sierra de los alrededores, para hacer oración con más sosiego, lejos de la multitud.

-- ¡Santísima Virgen María, soberana y patrona nuestra, haced que encontremos a vuestro siervo!

De pronto se vio bajar del monte una nube muy densa, pero de extraordinaria blancura. Llegada a Horta, disipóse la nube y dejó ver a fray Salvador. Éste dio su bendición, y los enfermos quedaron sanos.

A veces era difícil al buen Hermano librarse del entusiasmo indiscreto de la multitud; arrancábanle jirones de su hábito, como reliquias, y en cierta ocasión, si los Padres no hubiesen acudido a tiempo, lo hubieran dejado medio desnudo.

Libró a muchos posesos, en particular a una joven que le llevaron atada y encadenada. No pudiendo lograr los que la llevaban que entrase en la iglesia, fueron a suplicar al Santo que hiciese el favor de salir a donde se hallaba la endemoniada; ésta, llena de furia, rompió inmediatamente las cadenas y se escapó de las manos de sus guardianes, que no supieron dar con ella. Fray Salvador les dijo: «Id a tal sitio y la hallaréis bajo una pila de leña». Halláronla, en efecto, donde les dijo el Santo, y no podían explicarse cómo no había muerto bajo un peso semejante.

--Espíritus inmundos -dijo entonces Salvador-, en el nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os mando que salgáis de esa criatura.

--No saldremos -respondieron los demonios.

El fraile repitió la orden, y Dios obligó a los demonios a obedecerle y a dejar libre a la joven.

-- Ya estás curada, hija mía -le dijo Salvador-; mira cómo sirves a Dios en adelante, y evita cuidadosamente el pecado, si no quieres que los enemigos recobren su imperio sobre ti.

Al cabo de algunos años, los Padres del convento de Horta, como los de Tortosa, acabaron por cansarse de la incesante afluencia de gente. El padre provincial, estando de visita, fue del mismo parecer, aparte de que quería estar seguro de si la santidad de fray Salvador era de buena ley, probándola en una piedra de toque que nunca falla: la de la obediencia y la humildad.

Habiendo, pues, reunido a la comunidad en capítulo, el padre provincial habló en los siguientes términos:

-- Esperaba encontrar en este convento regularidad, silencio y paz, y ¿qué es lo que encuentro? Un mal religioso que trae aquí a las gentes del mundo y todo lo trastorna y desordena. A vos me refiero, fray Salvador. ¿De dónde os ha venido esa idea de hacer cosas tan extrañas y tan poco conformes con la humildad de un hermano lego? Y ¿cómo, sabiendo que sois tan mal religioso, podéis tolerar que la gente os llame el Santo de Horta? Es preciso que en adelante no se oiga siquiera vuestro nombre: desde este momento lo cambio por el de fray Ambrosio; como penitencia recibiréis la disciplina y muy de madrugada partiréis con el mayor sigilo para el convento de Reus.

El buen fraile se sometió a todo sin replicar: a las censuras, a la disciplina y a la partida. El convento de Reus distaba bastante de allí, pues se hallaba a tres leguas de Tarragona.

Un milagro a gran distancia. Su muerte

En los días que siguieron a la salida de San Salvador fue grande el dolor de los peregrinos. Un pobre paralítico, que se hacía llevar con gran trabajo desde Castilla, supo al llegar a Fuentes, villa de Aragón, que era inútil continuar el viaje, porque el santo religioso había salido de Horta. Desconsolado, mandó que lo llevasen a la iglesia del pueblo e hizo la siguiente oración:

-- ¡Oh santo hombre, Fray Salvador!, dondequiera que os halléis en este momento, tened piedad de mí y rogad a la Santísima Virgen que me cure.

Después se durmió y al despertar se encontró curado.

En Reus se renovaron las maravillas de Horta y empezaron a afluir peregrinos de todas las partes de España, contentos con haber descubierto la nueva residencia del santo lego. Salvador tuvo que ir a Barcelona para comparecer ante el Tribunal de la Inquisición. Su viaje fue una serie no interrumpida de milagros, y la sencillez del buen lego acabó por conquistar el ánimo de los jueces, que se encomendaron a sus oraciones.

Por último, el Comisario general de los Franciscanos en España resolvió alejar a fray Salvador de este reino y se lo llevó a Cagliari, en la isla de Cerdeña. Los dos años que San Salvador vivió allí fueron de felicidad para aquella ciudad, y murió en ella el día 18 de marzo del año 1567.

Los milagros continuaron en su sepulcro, y, cuando treinta y tres años después fue abierto con motivo del proceso de beatificación, se halló el cuerpo incorrupto. Fue beatificado por el papa Clemente XI el 29 de enero de 1711, y Benedicto XIII, el 15 de julio del año 1724, concedió que se celebrase su oficio con rito de doble en el día 18 de marzo, no sólo en toda la Orden franciscana, sino también en Cagliari, en Santa Coloma de Farnés y en Horta. La solemne ceremonia de su canonización tuvo lugar en Roma el 17 de abril de 1938, durante el pontificado de Pío XI.

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San Cirilo, obispo de Jerusalén y doctor de la Iglesia, que a causa de la fe sufrió muchas injurias por parte de los arrianos y fue expulsado con frecuencia de la sede. Con oraciones y catequesis expuso admirablemente la doctrina ortodoxa, las Escrituras y los sagrados misterios.

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Conmemoración de san Alejandro, obispo y mártir, que, yendo de Capadocia a Jerusalén, recibió el encargo pastoral de la Ciudad Santa, donde fundó una preciosa biblioteca y abrió una escuela, y cuando destacaba por la venerable y longeva edad, fue conducido a Cesarea durante la persecución bajo Decio, completando con un glorioso martirio su confesión de Cristo (c. 250).

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En Mantua, en Lombardía, tránsito de san Anselmo, el cual, siendo obispo de Lucca, en la controversia de las investiduras, fidelísimo a la Sede de Roma, puso en manos del papa [san Gregorio VII] el anillo y el báculo pastoral que, de mala gana, había recibido de manos del emperador Enrique IV, y expulsado de la sede por los canónigos que rechazaban la vida comunitaria, fue enviado a Lombardía como legado del Papa, de quien fue un valiente colaborador.

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Por: . | Fuente: icmsec.webnode.com

Fundadora de la Congregación
de las hermanas del Inmaculado Corazón de María

Martirologio Romano: En Catumbi, Rio de Janeiro, Brasil, Beata María Bárbara de la Santísima Trinidad (en el siglo Bárbara Maix), fundadora de la congregación de las hermanas del Inmaculado Corazón de María ( 1873)

Fecha de beatificación: 6 de noviembre de 2010, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI

Breve Biografía

Nació en Viena, Austria el 27 de junio de 1818, hija de José Maix y Rosalía Mauritz.

Los registros históricos nos dicen que José Maix era empleado público. Encontramos a su padre en el año 1782, trabajando como ayudante de cocina para el príncipe José Luis Lischtein. Poco después, en el año 1786, pasa a trabajar en el Palacio de Schönbrunn , en la función de ordenanza y luego chambelán del emperador.

Las muertes en la familia Maix eran frecuentes y la enfermedad una constante. Bárbara, la menor de 9 hijos del segundo matrimonio, tuvo su infancia y adolescencia marcada por muchas dificultades que le causaron debilidad en su organismo.

De hecho, fue muy difícil para el padre José Maix trabajar en el palacio donde se realizaban muchas fiestas, llenas de elegancia y lujo, y ver morir a sus hijos, uno tras otro, por no poder vencer, con el fruto de su trabajo, el hambre y la enfermedad. Vivían junto al palacio, en la casa número uno de los empleados.

En esta atmósfera de los contrastes entre el lujo y la abundancia del palacio con la pobreza y el dolor en su familia, se fue formando la personalidad de Bárbara. Hereda de sus padres la fe cristiana, el espíritu de lucha y resistencia, la tenacidad constante para resistir lo que tocara vivir, el coraje para enfrentar el imperio del lujo ante las apremiantes necesidades de la familia. Es el amor sin los límites por la vida lo que la hace fuerte, intrépida, llena de energía. Ella aprende de los sufrimientos diarios a no dejarse vencer frente a las dificultades, por más grandes que estas sean.

Desde temprana edad, manifiesta un espíritu misionero y profético frente a los desafíos de la realidad:

En tiempos de guerra, en los que el estado prohíbe la fundación de congregaciones religiosas, reúne jóvenes y con ellas inicia el proyecto de las Hermanas del Inmaculado Corazón de María.

Ante una situación social de desempleo en la que el mayor número de nacimientos correspondián a madres solteras, abre una casa de huéspedes para albergar a empleadas domésticas, dándoles orientación y asistencia, evitando que cayeran en la prostitución y otras desigualdades sociales.

Perseguida por el contexto político-económico de Viena y ante la necesidad de salir del país, planea ir a América del Norte, mas las circunstancias hacen que junto a 21 compañeras viaje a Brasil, país del que no conoce ni su cultura ni su geografía. Escribiendo a una compañera le dice: "Llegamos a Río de Janeiro el 9 de noviembre (1848), sin dinero, sin conocer a nadie, sin conocer el idioma, con mucha hambre, pero llenas de confianza en Dios y en Nuestra Señora”.

En una época en que las mujeres no tenían participación social, acceso a los conocimientos y a la educación escolar, se convirtió en educadora y permitió el estudio a las niñas, especialmente a las huérfanas y pobres.

Atenta a los hechos, percibe otras necesidades de la época: asilos y pensionados. Ante las epidemias de cólera y fiebre amarilla y por la Guerra con Paraguay, se hace cargo de las actividades en dispensarios y hospitales.

Frente a una sociedad que mantiene el sistema de la esclavitud, María Bárbara no acepta que las personas que trabajan junto a las Hermanas lo hagan en condiciones de esclavitud, todos realizan los mismos servicios y tienen los mismos derechos en una relación de total igualdad y colaboración.

En un contexto en el que las órdenes religiosas eran de estilo puramente contemplativa, María Bárbara hace una innovación: una forma de Vida Consagrada forjada para el trabajo profano y social. Este modelo de la Vida Religiosa era nuevo tanto para la Iglesia como para el gobierno. Ella fundó el 8 de mayo de 1849 la primera congregación femenina de vida activa en Brasil.

Con inteligencia, abre nuevos caminos, vence los obstáculos y se enfrenta firmemente los problemas de orfandad, opresión y autoritarismo de la época.

María Bárbara, mujer de fe, discierne la realidad, toma decisiones, como la de no realizar aquellas tareas que no ayuden al estilo de vida exigido en el Proyecto de la Congregación. "... Yo no creo que haya autoridad en la tierra que me obligaría a hacer nada en contra de mi conciencia. No somos esclavos, Señor Administrador. Somos libres por la misericordia de Dios”.

Su vida dedicada toda a Dios y a los hermanos, especialmente a los más necesitados, fue señalada por muchos sufrimientos, enfermedades, pobreza y luchas. Siguiendo el ejemplo de la Virgen María, se entregó totalmente a la Voluntad del Padre, María Bárbara respondió que sí a la llamada del Señor.

Murió el 17 de marzo de 1873, dejando en herencia “LA BÚSQUEDA CONTINUA DE LA VOLUNTAD DE DIOS, ATENTAS A LOS APELOS DE LA IGLESIA EN CADA MOMENTO HISTORICO”, el perdón, la vivencia fraterna, escuchar la palabra de Dios, el coraje, la osadía y la defensa de la dignidad humana..

Sus restos mortales se conservan en la Capilla de S. Rafaele, Rua Riachuelo, 508, Porto Alegre, RS – Brasil.

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Por: . | Fuente: Catholic.net

Mártir Jesuita

Martirologio Romano: En la región de los hurones, en Canadá, pasión de san Gabriel Lalemant, presbítero de la Compañía de Jesús, que con celo valeroso difundió la gloria de Dios en el mismo idioma de los pueblos de aquel lugar, antes de que él mismo fuese torturado por los idólatras. Su memoria se celebra, con la de sus compañeros, el día diecinueve de octubre ( 1649).

Etimológicamente: Gabriel = Aquel que es el varón de Dios, es de origen hebreo.

Breve Biografía

Nació en París, Francia, el 3 de octubre de 1610.

Fue mártir en América del Norte, ayudante de San Juan de Brebeuf.

En 1630 se unió a la Compañía de Jesús y en 1632 hizo voto de misionero. Sin embargo, estuvo por 14 años como profesor en diversos colegios jesuitas, como el Colegio de Moulins de 1632 a 1635, y en otros tres colegios. Estudió filosofía y teología en el Colegio de Bourges de 1635 a 1639. Viajó a Canadá, llegando a Quebec en 1646. Su tío jesuita Jerónimo Lalemant era en esos momentos el padre provincial de Canadá. Llegó a Canadá en 1646 y trabajó en la misión de San Ignacio en 1649.

El 16 de marzo, Gabriel y San Juan de Brebeuf fueron tomados prisioneros por los Iroquies.

Ellos eran asesinados con tomahawk al día siguiente.

Para ver más sobre los mártires Canadá haz "click" AQUI

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Por: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net

Presbítero y Mártir

Martirologio Romano: En Olomuc, en Moravia, san Juan Sarkander, presbítero y mártir, que, siendo párroco de Holesov, por negarse revelar el secreto de confesión fue sometido al suplicio de la rueda y, arrojado a la cárcel cuando aún respiraba, falleció apenas un mes más tarde ( 1620).

Etimológicamente: Juan = Dios es misericordia, es de origen hebreo.

Breve Biografía

Jan Sarkander, sacerdote diocesano y mártir de la fidelidad al servicio ministerial, y en particular, al secreto del sacramento de la confesión, nació el 20 de diciembre de 1576 en la ciudad de Skoczbw, en Silesia, entonces en el principado de Cieszyn, que desde 1291 formaba parte del reino de Bohemia. Fue hijo de Gregorio Matias Sarkander y de Elena Gorecka.

En 1593 ingresó en el colegio de los jesuitas en Olomouc para realizar los estudios superiores y de filosofía, que terminó en 1602 en Praga, con la consecución del titulo de Magister. Fue ordenado sacerdote en Brno, el 22 de marzo de 1609.

Sucesivamente, desempeñó su ministerio sacerdotal en la cura de almas en diversos lugares de la diócesis de Olomouc. Desde 1616 hasta su muerte, fue párroco en la ciudad de Holesov, sede del lugarteniente de Moravia, Ladislao Popel de Lobkovic, de quien fue consejero y confesor.

Su programa de renovación de la vida católica de la parroquia encontró grandes dificultades, sobre todo después de la insurrección de los nobles de Bohemia, en su mayor parte protestantes, contra el imperio de Austria.

El príncipe de Moravia, Wenceslao Bitovsky, protestante, lo mandó encarcelar en Olomouc con la acusación de traición a la patria. Se trataba de un pretexto de carácter político, porque en realidad lo hacia por odio a la fe católica.

El proceso se desarrolló del 13 al 18 de febrero de 1620. En calidad de confesor y consejero de Lobkovic, fue acusado de estar al tanto de la invasión militar de Moravia. Él se defendió diciendo que nada de eso le fue revelado en confesión, pero que, si hubiera sabido algo en la administración de ese sacramento no lo habría revelado de ninguna manera.

En los interrogatorios lo sometieron a numerosos tormentos, entre ellos el potro y la aplicación de antorchas encendidas.

Herido e inconsciente fue arrojado a un calabozo húmedo y oscuro. Allí, después de un mes de sufrimientos a causa de los suplicios, murió el 17 de marzo de 1620. La noticia de una muerte tan cruel se difundió rápidamente y dio origen a una veneración que se ha mantenido hasta nuestros días, especialmente en Moravia, Silesia y en todas las regiones del ex imperio de Austria.

El proceso de beatificación fue introducido en 1715, pero las vicisitudes históricas poco favorables no permitieron concluirlo antes del 11 de septiembre de 1859. El Papa Pio IX lo proclamó beato, el 6 de mayo de 1860.

El domingo 21 de Mayo de 1995, en Olomouc (República Checa) Su Santidad Juan Pablo II lo canonizó.

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Discípulo a escondidas de Cristo, que dio la cara por él en el momento más duro: para pedir a Pilatos recoger Su Cuerpo muerto de la Cruz y enterrarlo en el sepulcro.

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San Patricio, patrono de Irlanda, obispo, que, siendo joven, fue llevado cautivo desde Gran Bretaña a Irlanda, y después, recuperada la libertad, quiso ser contado entre los clérigos y regresar a la misma isla, donde, hecho obispo, anunció con vehemencia el Evangelio y organizó con firmeza la Iglesia, hasta que en la ciudad de Down se durmió en el Señor.

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En Chalons, en Burgundia, de la Galia, san Agrícola, obispo, que durante casi diez lustros rigió esta Iglesia y la robusteció con varios concilios.

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Por: . | Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01

Presbíteros y Mártires

Martirologio Romano: En York, en Inglaterra, beatos Juan Amias y Roberto Dalby, presbíteros y mártires, que bajo la reina Isabel I fueron condenados a la pena capital por ser sacerdotes, aceptando con alegría el suplicio ( 1589).

Breve Biografía

Juan Amias y Roberto Dalby eran de Yorkshire. Después de sus estudios en el Colegio de Douai en Reims, fueron ordenados sacerdotes y partieron a la misión de Inglaterra, donde murieron en 1589. Amias, que era viudo y monje trapense, misionó por siete u ocho años en Inglaterra antes de ser capturado; Dalby, que había sido ministro protestante, hacía un año que había regresado a Inglaterra, cuando fue aprehendido.

No muchos detalles de sus labores parecen ser exactos, pero tenemos una descripción gráfica de sus muertes en el manuscrito del Dr. Champney citado por Challoner. Este dice: "El dieciséis de marzo de este año, Juan Amias y Roberto Dalby, sacerdotes del seminario de Douai, fueron ejecutados en York, acusados de alta traición, por el crimen de ser sacerdotes ordenados por la autoridad de la Sede de Roma y haber regresado a Inglaterra a ejercer su ministerio para beneficio de las almas de sus vecinos. Tenía yo veinte años, cuando fui testigo ocular del glorioso combate de estos santos hombres. A la vista de la constancia y mansedumbre de ellos, regresé a casa convencido de la fe católica, en la que he permanecido por la gracia de Dios… porque era visible en esos santos servidores de Dios tanta mansedumbre unida a tan singular constancia, que uno hubiese fácilmente dicho que eran ovejas llevadas al matadero".

Después de describir la ejecución de Juan Amias y Roberto Dalby agrega: "Los guardias estaban muy atentos para impedir que alguno de los que se habían reunido a ver la ejecución se llevase alguna pertenencia o sangre de los mártires. Aun así, una persona, que me pareció una gran dama, no sin dificultad, abriéndose paso entre la multitud, llegóse al lugar donde yacían sus cuerpos despedazados, juntó sus manos y levantó los ojos al cielo, lo que conmovió hondamente a los presentes. Dijo también unas palabras que yo no pude oír debido al tumulto y ruido. Inmediatamente se elevó un clamor en contra de ella, como idólatra y fue retirada de ahí; pero no pude saber si fue llevada a prisión o no".

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10:08 p.m.

Por: . | Fuente: Catholic.net

Abadesa

No incluida en el actual Martirologio Romano

Breve Biografía

Ingresó a las Clarisas de Asís en 1214, sucedió a Sta. Clara en el govierno del monasterio de San Damiano, permaneciendo en ese cargo hasta 1260.

Pudo asistir a la construcción de la basílica en honor de Santa Crala, y al traslado de las Clarisas desde el local anexo a la vieja iglesia de San Jorge.

Murió de causas naturales en el año 1260.

Sus restos se encuentan en la Basílica de Santa Clara de Asís.
 

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