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Fundadora de la
Congregación de las Hermanitas de los Pobres

Martirologio Romano: En Renes, en Francia, beata María de la Cruz (Juana) Jugan, virgen, que fundó la Congregación de las Hermanitas de los Pobres, para pedir limosna por Dios para los pobres, y expulsada injustamente de la dirección del Instituto, pasó el resto de su vida en la oración y en la humildad. ( 1879)

Fecha de canonización: 11 de octubre de 2009, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI.

Juana Jugan nace en Cancale (Bretaña - Francia) el 25 de octubre de 1792, y es bautizada aquel mismo día. Es la quinta de una familia de siete hermanos. Su padre, marino como la mayoría de los habitantes de Cancale, desaparece en el mar el año en que Juana cumple su cuarto cumpleaños. La pequeña Juana aprende enseguida de su madre a realizar las tareas domésticas, a cuidar de los animales y, sobre todo, a rezar. Al igual que otras muchas iglesias, la de Cancale había sido cerrada por la Revolución. Ya no hay catecismo organizado, pero muchos niños reciben instrucción en secreto por parte de personas piadosas. En 1803, Juana recibe la primera Comunión. A partir de aquel día se vuelve especialmente obediente y dulce, dispuesta para el trabajo y asidua a la oración.

«No encontrarás mejor partido»

A finales de 1816 tiene lugar en Cancale una gran «Misión»: unos veinte sacerdotes se reparten los sermones, el catecismo, el Rosario, las confesiones, las visitas a domicilio, etc. Son días de gracias y de fervor por toda la parroquia. En medio de la oración, Juana siente brotar en su corazón un enorme deseo de consagrarse al servicio de los pobres por amor de Dios, sin esperar recompensa humana alguna. Al final de la Misión, rechaza definitivamente una petición de matrimonio. Su madre le pregunta: «¿Por qué lo has rechazado? No encontrarás mejor partido. – El Señor me reserva para una obra que aún no se ha fundado», responde Juana.

Al año siguiente, Juana abandona Cancale y a su familia para servir a Cristo en medio de los pobres y vivir como pobre entre ellos, entrando como enfermera en el hospital Rosais de Saint-Servan. Pero, al cabo de varios años de servicio, cae gravemente enferma. Una persona caritativa, la señorita Lecoq, la acoge en su casa. Durante doce años, llevarán las dos una vida en común, condicionada por la oración, la Misa diaria, la visita a los pobres y la catequesis a los niños. Tras la muerte de la señorita Lecoq, Juana conoce a Francisca Aubert, que comparte el mismo ideal de vida. Alquilan una vivienda y se consagran al cuidado de los pobres. Muy pronto se les agrega una joven de diecisiete años: Virginia Trénadiel.

Una tarde, Juana regresa, con aspecto preocupado, de su jornada de trabajo. Francisca vigila la sopa mientras hila en la rueca. Juana le dice: «Acabo de visitar a una persona digna de lástima... ¡Imagínate una anciana ciega, medio paralítica, completamente sola en un cuchitril y en estos primeros fríos del invierno!... Francisca, ¿qué te parece si la traemos a casa? Para los gastos, trabajaré más. – Como quieras, Juana». La ciega se llama Ana Chauvin. Al día siguiente, Juana la recoge y la acuesta en su propia cama. La inválida siente preocupación: «¿Cómo harán para alimentarme? ¿Dónde se acostará usted si me da su cama? – No se preocupe», responde Juana. Unos días más tarde, una vieja soltera, Isabel Quéru, tiritando de frío, llama tímidamente a la puerta. Había servido sin sueldo, durante muchos años, a unos dueños arruinados. A la muerte de éstos, se había quedado sin protección y sin recursos. «Isabel, le dice Juana, es el Señor quien le envía. Quédese con nosotras».

Una amiga de Virginia, María Jamet, no tarda en relacionarse con Juana y la gente de su casa. El 15 de octubre de 1840, las tres amigas fundan una pequeña asociación de caridad dirigida por el párroco Augusto Le Pailleur, vicario de Saint-Servan. Francisca Aubert acepta ayudarlas en lo que respecta a las curas y a los remiendos, pero se considera demasiado mayor para comprometerse más a fondo. En contrapartida, una joven obrera de veintisiete años, muy enferma, Magdalena Bourges, que había sido acogida y curada por Juana, se incorpora a aquel pequeño grupo. De ese modo, en torno a las dos mujeres mayores, acaba de nacer una pequeña célula, embrión de una gran congregación que se llamará de las «Hermanitas de los pobres».

«Con mi cesto...»

Muy pronto, otros ancianos indigentes solicitan ser hospedados, y las hermanas se trasladan a otros locales más amplios. Pero la generosidad de los amigos y los ingresos de las hermanas, de cuyo trabajo vive la casa, ya no son suficientes. Las ancianas que tenían costumbre de mendigar le dicen a Juana: «¡Reemplácenos, mendigue por nosotras!». Un religioso de San Juan de Dios mueve a la fundadora a que siga ese consejo y le entrega su primer cesto de la colecta. La orgullosa naturaleza bretona de Juana se rebela ante esa necesidad, pero al final se decide. Más tarde les dirá a las novicias: «Os mandarán a la colecta, hijas mías, y os costará mucho. También yo la hice, con mi cesto; me costaba mucho, pero lo hacía por el Señor y por los pobres». He aquí el origen de la colecta, principal fuente de ingresos de las Hermanitas de los pobres.

En sus rondas, Juana pide dinero, pero también dádivas en especie, como verduras, sábanas usadas, lana, un caldero, etc. Pero no siempre es bien recibida. Un día, llama a la puerta de un anciano rico y avaro; consigue persuadirlo y recibe una buena ofrenda. Al día siguiente, la limosnera se presenta de nuevo en su casa, pero esta vez él se enfada. «Señor, responde ella, mis pobres tenían hambre ayer, también hoy tienen hambre y mañana seguirán teniendo hambre...». Ya más tranquilo, el bienhechor entrega una limosna y promete seguir haciéndolo. En otra ocasión, un viejo soltero, enfadado, le pega una bofetada. Ella le dice con humildad: «Gracias; eso es para mí. ¡Pero ahora déme algo para mis pobres, por favor!». Tanta mansedumbre abre el monedero del solterón. De ese modo, con la sonrisa, consigue invitar a los ricos a la reflexión, al descubrimiento de las necesidades de los pobres, y la colecta se convierte en una verdadera evangelización, en una llamada a la conversión del corazón.

Juana Jugan siente aversión por la ociosidad. «La Virgen era pobre, le gusta repetir. Hacía como los pobres: no perdía el tiempo, pues los pobres nunca deben estar desopucados». Tras haber conseguido unas ruecas, hiladoras y devanaderas, las entrega a sus internas menos impedidas, quienes, orgullosas de aportar con su trabajo algún dinero a la bolsa comunitaria, se toman mayor interés en la vida del asilo.

Poco a poco, Juana y sus amigas se organizan. Llevan una vestimenta semejante, un nombre de religión –el de Juana es «sor María de la Cruz»– y pronuncian votos privados, de obediencia y de castidad. Algo más tarde añaden los de pobreza y hospitalidad. Por este último se consagran a la acogida de los ancianos pobres. A finales de 1843, las hermanas tienen a su cargo unas cuarenta personas, hombres y mujeres. El 8 de diciembre, proceden a elegir a su superiora, cuyo cargo vuelve a recaer por unanimidad en Juana. Pero el día 23, el párroco Le Pailleur impone su autoridad y anula esa elección, designando como superiora a María Jamet, que tiene sólo 23 años (Juana tiene 51). El sacerdote teme, en efecto, no poder dirigir la congregación a su antojo con Juana, cuya experiencia y celebridad le molestan. Juana mira el crucifijo de la pared, después una estatuilla de la Virgen, y se arrodilla ante su sustituta, prometiéndole obediencia. En adelante su misión consistirá en hacer la colecta.

Un alma menos templada habría retrocedido ante la perspectiva de perder el gobierno de una casa organizada a su manera, para convertirse en una mendiga. «A mi entender –declaró un religioso franciscano originario de Cancale–, por parte de mi venerable compatriota, el hecho de ser desposeída de su puesto de superiora y de convertirse en una simple mendiga fue un gran acto de virtud, porque las mujeres de Cancale son más bien independientes, incluso autoritarias, y antes prefieren mandar que obedecer». A partir del 24 de diciembre, a pesar del riguroso ayuno de aquella vigilia de Navidad, Juana vuelve a sus rondas de colecta. «¡Cuántas pruebas y méritos –exclamó un orador– supone esa colecta llena de angustias, realizada siempre para cubrir las necesidades de ese día o del siguiente! ¡Había que salir a pesar del tiempo, sufrir el calor, el frío o la lluvia, abordar a todo tipo de gente, recorrer largos trayectos y llevar pesados fardos!». Pero el alma de Juana está «verdaderamente imbuída del misterio de Cristo Redentor, en especial en su Pasión y Cruz» (Juan Pablo II, 3 de octubre de 1982).

¿Madre o hija?

Unida a Cristo, Juana acepta de corazón las humillaciones, llegando incluso a amarlas y a buscarlas. Quizás, una de las que más le cuesta sobrellevar es, a causa de su orgullo nativo, la que procede de la manera en que la superiora le prodiga sus advertencias. En una carta del 26 de enero de 1846, María Jamet, veintisiete años más joven que Juana, le escribe: «Querida hija... ¡Qué bueno es Dios, que permite que una pobre como tú sea tan bien acogida!... Sin embargo, hija mía, procura no ser importuna, y si llegas a molestar, aunque sea poco, no abuses de la bondad de esa excelente persona... Te recomiendo que tengas cuidado de no concebir ningún sentimiento de amor propio. Debes convencerte de que, si actúan contigo de ese modo, no es a causa de ti, sino que es Dios quien lo permite para bien de sus pobres. En cuanto a ti, considérate como lo que eres en realidad, es decir, pobre, débil, miserable e incapaz de todo bien... Tu madre, María Jamet». Juana recibe esos consejos con dulzura y humildad.

El desarrollo de la obra obliga a extender las colectas más lejos. Juana es enviada a Rennes, donde, desde los primeros días se fija en los mendigos, sobre todo en los más viejos, que necesitan auxilio con urgencia. Sin duda alguna, hay que fundar una casa en esa ciudad. Con la ayuda de San José, el 25 de marzo de 1846 adquieren una casa. Juana vuelve a sus colectas por las ciudades del oeste de Francia. Se inauguran casas en Dinan, Tours, París, Besançon, Nantes, Angers, etc. Varias veces, porque ha sabido conquistar la confianza de todos, Juana consigue salvar del desastre a la obra, cuya dirección le ha sido usurpada. Ella acude, obtiene los fondos que faltan, anima a unos y a otros y se eclipsa para ayudar en otros lugares. Parece como si no tuviera dónde reposar la cabeza, pero ella se apoya por completo en la Providencia.

«¡San José, queremos mantequilla!»

Es deseo de Juana Jugan que las personas mayores se sientan realmente como en su casa en los lugares de acogida. Un día, en la fundación de Angers, se da cuenta de que los ancianos comen el pan sin nada. «¡Estamos en el país de la mantequilla!, exclama. ¿Por qué no le pedís a San José?». Enciende una lamparilla ante la estatua del padre putativo de Jesús, manda que traigan todos los recipientes de mantequilla vacíos y coloca un cartel: «San José, mándanos mantequilla para los ancianos». Los visitantes se extrañan o se divierten ante semejante candor, pero bajo esa aparente ingenuidad se esconde una profunda fe. Unos días más tarde, un donante anónimo envía un lote muy importante de mantequilla, con el que se llenan todos los recipientes. También es deseo de Juana procurar alegría a sus pobres, por lo que se dirige al coronel de la guarnición de Angers y le pide que, por la tarde de un día festivo, envíe a algunos músicos del regimiento para alegrar a sus ancianos. «Hermana, le voy a enviar toda la banda para complacerla y para regocijo de todos sus ancianos». Y la banda militar de Angers acude a contribuir a la alegría de la fiesta.

En mayo de 1852, el arzobispo de Rennes, donde se encuentra la casa madre de las hermanas, aprueba oficialmente los estatutos de la obra, dándole el nombre de Familia de las Hermanitas de los pobres. Las hermanas, al socorrer a las personas mayores abandonadas, ponen de relieve el insustituible valor de la vida humana en la vejez. Su testimonio adquiere una importancia muy especial en nuestra época, en que los progresos de la técnica y de la medicina suponen una prolongación de la esperanza media de vida.

La estima hacia los ancianos se basa en la ley natural expresada en el mandamiento de Dios Honra a tu padre y a tu madre (Dt 5, 16). «Honrar a las personas mayores implica un triple deber para con ellos: acogerlos, asistirlos y dar valor a sus cualidades» (Juan Pablo II, Carta a las personas mayores, 11-12). Las personas mayores necesitan asistencia con motivo de la disminución de sus fuerzas y de eventuales dolencias, pero, en contrapartida, pueden aportar mucho a la sociedad. Las vicisitudes que han debido soportar durante su vida les han dotado de una experiencia y de una madurez que les mueven a contemplar los acontecimientos de este mundo con mayor sensatez. Siguiendo sus enseñanzas, las generaciones más jóvenes pueden tomar lecciones de historia que deberían ayudarles a no repetir los errores del pasado. Nuestra sociedad, dominada por las prisas y la agitación, olvida los principales interrogantes que conciernen a la vocación, a la dignidad y al destino del hombre. En ese contexto, los valores afectivos, morales y religiosos que han podido vivir las personas mayores representan una fuente indispensable para el equilibrio de la sociedad, de las familias y de las personas. Frente al individualismo, nos recuerdan que nadie puede vivir solo, y que es necesaria la solidaridad entre las generaciones, de manera que cada una pueda enriquecerse con los dones de las demás.

Misioneras en la tercera edad

Las personas mayores cumplen igualmente una misión evangelizadora; en muchas familias los niños pequeños reciben de sus abuelos los primeros rudimentos de la fe. Los ancianos, incluso los más enfermos o quienes se ven privados de la movilidad, pueden cumplir también, para el bien de la Iglesia y del mundo, el servicio de la oración. A través de ésta participan tanto de los dolores como de las alegrías de los demás, rompiendo el círculo del aislamiento y de la impotencia. Tomando fuerzas de la oración, son capaces de infundir ánimos, mediante el testimonio de un sufrimiento asumido en el abandono a Dios y la paciencia.

Las personas mayores encuentran ocasión de completar, en sus carnes y en su corazón, lo que le falta a la Pasión de Cristo (cf. Col 1, 24), ofreciendo la prueba de la enfermedad y del sufrimiento –que es su destino común– a la intención de la Iglesia y del mundo. Pero, para poder realizar dicha misión, necesitan sentirse amadas y respetadas, pues no resulta fácil aceptar el sufrimiento con humildad. Por eso, las personas que padecen grandes sufrimientos son tentadas en ocasiones por la exasperación y la desesperanza. Entonces, las personas allegadas pueden sentirse inclinadas, debido a una compasión mal entendida, a considerar razonable la provocación directa de la muerte (la eutanasia). Pero, «a pesar de las intenciones y de las circunstancias, la eutanasia sigue siendo un acto intrínsecamente malo, una violación de la ley de Dios y una ofensa a la dignidad de la persona humana» (Juan Pablo II, Carta a las personas mayores, 9; cf. encíclica Evangelium vitae, 65). Solamente Dios determina el principio y el fin de la vida humana, según su designio de Creador, y llama a cada persona a ser su hijo mediante la participación en su propia vida divina. Esa dignidad incomparable procede de Cristo, quien, en la Encarnación, «se unió en cierto modo a todo hombre» (Vaticano II, Gaudium et Spes, 22); por lo tanto debe ser respetada. Es la razón principal de la consagración de las Hermanitas de los pobres a los ancianos, en quienes Juana Jugan les enseñó a ver a Jesucristo.

«Se la cedo de buen grado»

Después de haber servido a Cristo con sus colectas, la beata acabará sus días en el silencio. En efecto, durante el transcurso del año 1852, el párroco Le Pailleur le ordena que se retire a la casa madre. En adelante ya no mantendrá relaciones regulares con los bienhechores, ni funciones destacadas en la congregación. Aún vivirá veintisiete años, oculta a los ojos de los hombres, ocupada en humildes tareas domésticas y sin ninguna reivindicación. Con gran lucidez sobre esa situación, su corazón sigue siendo lo suficientemente libre como para decirle de broma al padre Le Pailleur: «Me ha robado usted mi obra; pero se la cedo de buen grado». En la primavera de 1856, la casa madre de las Hermanitas se traslada a una extensa propiedad que han comprado a treinta y cinco kilómetros de Rennes: la Tour Saint-Joseph, donde Juana prodiga consejos espirituales a las novicias. En las horas difíciles les dice: «Cuando os encontréis al límite de vuestra paciencia y de vuestras fuerzas, cuando os sintáis solas e impotentes, id al encuentro de Jesús; Él os espera en la capilla. Decidle esto: «Sabes muy bien lo que ocurre, Jesús mío, sólo tú lo sabes todo. Ven en mi ayuda». Luego os marcháis, y no os preocupéis por cómo tengáis que actuar; basta con que se lo hayáis dicho al Señor; él tiene buena memoria».

Insiste a las novicias para que no multipliquen demasiado las oraciones: «Cansaréis a los ancianos, se aburrirán y se irán a fumar... incluso durante el Rosario». Con las jóvenes comparte sus experiencias: «Hay que estar siempre de buen humor; a nuestros ancianitos no les gustan las caras tristes... No hay que tener miedo a cocinar, ni tampoco a curarlos cuando están enfermos. Hay que ser como una madre para quienes saben darnos las gracias y también para quienes no saben reconocer todo lo que hacéis por ellos. Repetíos a vosotras mismas: «¡Por ti lo hago, Jesús mío!»». Y además: «Antes de actuar hay que rezar y reflexionar. Es lo que he hecho durante toda la vida: sopesaba todas mis palabras».

En los últimos años de su vida, Juana habla con frecuencia, aunque con serenidad, de su muerte. Pero, antes de partir, tendrá una última alegría. El 1 de marzo de 1879, León XIII aprueba definitivamente las constituciones de las Hermanitas de los pobres. En aquel momento, la congregación cuenta aproximadamente con 2.400 hermanas y 177 casas de acogida. El 29 de agosto siguiente, Juana se extingue dulcemente después de decir: «¡Oh, María, madre mía, ven conmigo. Sabes que te amo y que tengo ganas de verte!». Una vida de tanta humildad tenía que producir muchos frutos. En el umbral del tercer milenio, 3.460 Hermanitas dan vida a 221 casas, repartidas por los 5 continentes. Por una maravillosa consideración de la Providencia, siguen viviendo principalmente de las dádivas que reciben.

Con motivo de la beatificación de Juana Jugan (Octubre 3 / 1982), el Papa Juan Pablo II decía: «La Iglesia entera y la propia sociedad no pueden sino admirar y aplaudir el maravilloso crecimiento de la pequeña semilla depositada en tierra bretona por esta humilde joven de Cancale, tan pobre de bienes pero tan rica de fe... Et exaltavit humiles (Ensalza a los humildes). Esta frase tan conocida del Magnificat colma mi espíritu y mi corazón de gozo y de emoción... La atenta lectura de las biografías dedicadas a Juana Jugan y a su epopeya de caridad evangélica, me inducen a decir que Dios no podía dejar de glorificar a tan humilde servidora... Al recomendar a menudo a las Hermanitas con frases como «¡Sed pequeñas, muy pequeñas! ¡Conservad ese espíritu de humildad y de sencillez! Si llegáramos a creernos que somos algo, la congregación dejaría de bendecir a Dios y nos desmoronaríamos», Juana estaba revelando en realidad su propia experiencia espiritual... En nuestro tiempo, el orgullo, la búsqueda de la eficacia, la tentación de los medios de poder, están ganando actualidad en el mundo, y también a veces, por desgracia, en la Iglesia. Son un obstáculo para el advenimiento del reino de Dios. Por eso la fisonomía espiritual de Juana Jugan es capaz de atraer a los discípulos de Cristo y de llenar sus corazones de esperanza y de alegría evangélica, tomadas de Dios y del olvido de sí mismo».

Fue canonizada el 11 de octubre de 2009.

Reproducido con autorización expresa de Abadía San José de Clairval

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Por: . | Fuente: Vatican.va

Religiosa

Martirologio Romano: En el convento carmelita de Ollur, India, Santa Eufrasia Eluvathingal del Sagrado Corazón, religiosa profesa de la Congregación de las Hermanas de la Madre del Carmelo ( 1952)

Fecha de canonización: 23 de noviembre de 2014 por el Papa Francisco.

Nació el 17 de octubre de 1877 en la aldea de Kattoor (India), en la parroquia de Edathuruthy, que formaba parte del entonces vicariato de Trichur (posteriormente pasó a ser diócesis y fue dividida) y que actualmente pertenece a la diócesis de Irinjalakuda. Era hija de Antony y Kunjethy de Eluvathingal Cherpukaran. Fue bautizada con el nombre de Rose.

Desde pequeña, por influencia de su madre, mujer muy piadosa, comenzó a ejercitarse en las virtudes. A la edad de nueve años consagró a Dios su virginidad.

Contra la voluntad de su padre, a la edad de doce años ingresó en el internado de las religiosas de la Congregación de la Madre del Carmen de Koonammavu.

Después de la reorganización de los vicariatos apostólicos, realizada en el año 1896, el 9 de mayo de 1897 las religiosas y las aspirantes del vicariato de Trichur se trasladaron de Koonammavu a Ambazhakkad.

Al día siguiente, Rose recibió el velo y se convirtió en postulante con el nombre de Eufrasia del Sagrado Corazón de Jesús. El 10 de enero de 1898 tomó el hábito en la Congregación de la Madre del Carmen, el primer instituto femenino surgido en la Iglesia siro-malabar: fue fundada el 13 de febrero de 1866 en Koonammavu, en el Estado de Kerala, por San Kuriakose Elías Chavara y el padre Leopoldo Beccaro, de la Orden de los Carmelitas Descalzos, entonces delegado carmelita en Kerala, como tercera orden de los Carmelitas Descalzos. Desde el año 1967 es de derecho pontificio.

El 24 de mayo de 1900, con ocasión de la fundación del convento de Santa María en Ollur -distante 5 kilómetros de la ciudad de Trichur-, sor Eufrasia emitió los votos perpetuos. En ese convento vivió durante 48 años.

En 1904 fue nombrada maestra de novicias. Siguió desempeñando este cargo hasta que fue nombrada superiora, en el año 1913.

Por su profundo espíritu de oración la gente la llamaba "madre orante". Alcanzó una unión muy profunda con el Señor, especialmente en la sagrada Eucaristía. Sus hermanas carmelitas la llamaban "sagrario móvil". Pasaba muchas horas ante el sagrario en la capilla del convento, olvidada de sí misma y de todo lo que la rodeaba.

En una carta a su director espiritual expresa la sed que sentía de adorar, amar y consolar a Cristo en la Eucaristía: "Dado que aquí la mayor riqueza, la santa misa, no se celebra a menudo, experimento un gran dolor interior y siento un gran deseo de suplir esa ausencia. Tengo una gran hambre y una gran sed de hacer algo al respecto" (3 de julio de 1902).

Fue una gran apóstol de la Eucaristía. Se esforzaba por hacer que todos amaran, adoraran y consolaran a Jesús en el santísimo Sacramento.

También tenía una devoción especial a Cristo crucificado. Besaba con frecuencia el crucifijo y hablaba interiormente con él, apretándolo contra su pecho. El sufrimiento, la pasión y el dolor de Cristo provocaban un gran dolor en su corazón.

Asimismo, profesaba una filial devoción a la Virgen María, a la que sentía como su verdadera madre. Era especialmente devota del santo rosario. Solía rezar los quince misterios, meditando en la vida de nuestro Señor y de su Madre María.

Llevó una vida muy sencilla y austera, realizando numerosos actos de penitencia y mortificación. Comía una sola vez al día, evitando la carne, el pescado, los huevos y la leche.

Conjugaba perfectamente en su vida la acción y la contemplación. Su amor a Dios se manifestaba en la compasión y el amor a las personas que se dirigían a ella para que las ayudara en sus dificultades económicas o problemas familiares, o para pedirle oraciones a fin de curar de una enfermedad, obtener un empleo o superar un examen. Sabían que ella intercedería ante la Madre de Dios y que sus plegarias siempre eran escuchadas. Era un modelo ejemplar de caridad. La madre Eufrasia, que había ofrecido su vida como sacrificio de amor a Dios, murió el 29 de agosto de 1952.

Fue beatificada el 3 de diciembre de 2006 en la iglesia de San Antonio Forane, en Ollur, archidiócesis de Trichur, por el cardenal Varkey Vithayathil, arzobispo mayor de Ernakulam-Angamaly de los siro-malabares.
 

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Por: . | Fuente: Santiebeati.it

Religiosa

Martirologio Romano: En Poznan, ciudad de Polonia, beata Sancja (Joanina) Szymkowiak, virgen, de la Congregación de la Hijas de la Bienaventurada Virgen María de los Dolores, que, en medio de las dificultades de la guerra, se ocupó con gran entrega de los detenidos en las cárceles (1942).

Sor Sancja Szymkowiak, nació el 10 de julio de 1910 en Możdżanów (Ostrów Wielkopolski, Polonia). Fue la última de los hijos que tuvieron Agostino y Maria Duchalska, luego de haber procreado a cuatro varones, de los que uno se hiso sacerdote. El día del bautismo recibió el nombre de Giannina. De su familia, acomodada e intensamente creyente, recibe una sólida educación. Desde la primera juventud se distinguió por la excepcional bondad y la auténtica devoción, fascinando con su serenidad y sencillez. Después de la escuela superior estudió en la Facultad de Lenguas y Literatura Extranjeras en la universidad de Poznan, empeñándose intensamente tanto en el crecimiento intelectual como en el espiritual. Toma parte activa en la Asociación Mariana, desarrollando un apostolado discreto y eficaz y transmitiéndoles a los jóvenes la alegría de vivir. Encuentra tiempo para prestarle atención a todo, de modo particularmente sensible en ayudar a los más débiles y abatidos, se dedica con fervor a las obras de caridad en el barrio más pobre de la ciudad. La eucaristía fue el centro y el manantial de su gran celo apostólico.

Desde joven se sintió llamada a la vida religiosa. En el verano de 1934 partió para Francia y, durante una romería a Lourdes, decide hacerse monja encomendándose a la Virgen Inmaculada. En junio del 1936, superadas muchas dificultades, ingresó al convento de las Hijas de la Bienaventurada Virgen María de los Dolores, mejor conocidas como las Monjas Seráficas, de Poznan, asumiendo el nombre de María Sancja. Desde el principio se distinguió por el gran celo en la observancia de las Reglas del Instituto y en el ejercicio de los servicios más humildes. Su vida, que no tuvo aparentemente nada excepcional, escondió una profunda unión con Dios, en la completa disponibilidad de atender su voluntad en todo, también en los asuntos más modestos.

Durante la ocupación alemana Sor Sancja, no aprovechó el permiso de poder volver a su familia, dado los peligros y los incomodidades de la guerra, se quedó en el convento junto a otras monjas, y fueron sometidas por los militares a duros trabajos. Dócil a la voluntad de Dios, infundía alrededor suyo un aire de paz y esperanza, encarnando, para los afligidos y sufrientes, un efectivo apoyo y un eficaz consuelo. Los prisioneros franceses e ingleses, a los que prestó su personal ayuda en calidad de traductora, la llamaron “ángel de bondad” y “santa Sancja“.

Las enormes fatigas y las difíciles condiciones del convento de Poznan pusieron a dura prueba sus fuerzas y fue víctima de una grave forma de tuberculosis a la laringe. Abandonándose en los brazos cariñosos de Dios Padre ofreció un fulgurante ejemplo de sereno aguante de los sufrimientos. Con gozo profesó los votos perpetuos el 6 de julio de 1942, profundamente unida al Esposo Celestial, en la fervorosa espera de su venida en el momento de la muerte, que ocurrió el 29 agosto del mismo año, cuando tenía solamente treinta y dos años.

Reproducido con autorización de Santiebeati.it

responsable de la traducción: Xavier Villalta

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Mártir

Martirologio Romano: En Roma, conmemoración de santa Sabina, cuya iglesia titular construida en el monte Aventino lleva su venerable nombre (122-132).

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.

Sabina nació probablemente en Roma en una familia de patricios, en una época en que apenas se organizaba el primer cristianismo.

Existen referencias de que Santa Sabina fue una pagana noble, casada con el senador romano Valentino.

Santa Sabina tenía una esclava de nombre Serafina. En el trato cotidiano, la ama se interesó por las creencias religiosas de su sirvienta y le pidió que le explicara mejor.

De este modo, Santa Serafina, la sierva, llevó a la conversión a su patrona, Santa Sabina, revelándole un mundo completamente nuevo y distinto del de su condición de noble romana.

Santa Sabina se bautizó. Solía acudir clandestinamente a los servicios religiosos que los cristianos celebraban en las catacumbas de Roma, donde conoció y convivió con gente muy diferente de la que encontraba entre los de su condición social, aunque todos eran iguales en sus convicciones y ante los ojos de Dios.

Un mal día, Santa Serafina fue capturada por las autoridades romanas que perseguían a los cristianos, siendo conducida a su muerte a través del martirio.

Al poco tiempo, a pesar de ser una dama de alcurnia, Santa Sabina fue arrestada igualmente. Dado que se trataba de una ciudadana de Roma, se le concedió la venia de que su martirio fuera morir decapitada, y no de manera lenta como solía ser en otros casos.

Durante el pontificado del papa San Celestino I (422-432) se mandó construir en el Aventino, en Roma, la Basílica de Santa Sabina. El culto de esta santa se propagó a lo largo de la Edad Media.

A Santa Sabina se le considera santa patrona de Roma, pero también de las amas de casa y de los niños con dificultades para caminar.

SANTA SABINA nos enseña que en la fe no existen diferencias de clases y que siempre el que conoce un poco más debe compartir ese conocimiento con los demás.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

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Mártir

Martirologio Romano: Memoria del martirio de san Juan Bautista, al que Herodes Antipas retuvo encarcelado en la fortaleza de Maqueronte y a quien, en el día de su cumpleaños, mandó decapitar a petición de la hija de Herodías. De esta suerte, el Precursor del Señor, como lámpara encendida y resplandeciente, tanto en la muerte como en la vida dio testimonio de la verdad (s. I).

El evangelio de San Marcos nos narra de la siguiente manera la muerte del gran precursor, San Juan Bautista: "Herodes había mandado poner preso a Juan Bautista, y lo había llevado encadenado a la prisión, por causa de Herodías, esposa de su hermano Filipos, con la cual Herodes se había ido a vivir en unión libre. Porque Juan le decía a Herodes: "No le está permitido irse a vivir con la mujer de su hermano". Herodías le tenía un gran odio por esto a Juan Bautista y quería hacerlo matar, pero no podía porque Herodes le tenía un profundo respeto a Juan y lo consideraba un hombre santo, y lo protegía y al oírlo hablar se quedaba pensativo y temeroso, y lo escuchaba con gusto".
"Pero llegó el día oportuno, cuando Herodes en su cumpleaños dio un gran banquete a todos los principales de la ciudad. Entró a la fiesta la hija de Herodías y bailó, el baile le gustó mucho a Herodes, y le prometió con juramento: "Pídeme lo que quieras y te lo daré, aunque sea la mitad de mi reino".

La muchacha fue donde su madre y le preguntó: "¿Qué debo pedir?". Ella le dijo: "Pida la cabeza de Juan Bautista". Ella entró corriendo a donde estaba el rey y le dijo: "Quiero que ahora mismo me des en una bandeja, la cabeza de Juan Bautista".

El rey se llenó de tristeza, pero para no contrariar a la muchacha y porque se imaginaba que debía cumplir ese vano juramento, mandó a uno de su guardia a que fuera a la cárcel y le trajera la cabeza de Juan. El otro fue a la prisión, le cortó la cabeza y la trajo en una bandeja y se la dio a la muchacha y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse los discípulos de Juan vinieron y le dieron sepultura (S. Marcos 6,17).

Herodes Antipas había cometido un pecado que escandalizaba a los judíos porque esta muy prohibido por la Santa Biblia y por la ley moral. Se había ido a vivir con la esposa de su hermano. Juan Bautista lo denunció públicamente. Se necesitaba mucho valor para hacer una denuncia como esta porque esos reyes de oriente eran muy déspotas y mandaban matar sin más ni más a quien se atrevía a echarles en cara sus errores.

Herodes al principio se contentó solamente con poner preso a Juan, porque sentía un gran respeto por él. Pero la adúltera Herodías estaba alerta para mandar matar en la primera ocasión que se le presentara, al que le decía a su concubino que era pecado esa vida que estaban llevando.

Cuando pidieron la cabeza de Juan Bautista el rey sintió enorme tristeza porque estimaba mucho a Juan y estaba convencido de que era un santo y cada vez que le oía hablar de Dios y del alma se sentía profundamente conmovido. Pero por no quedar mal con sus compinches que le habían oído su tonto juramento (que en verdad no le podía obligar, porque al que jura hacer algo malo, nunca le obliga a cumplir eso que ha jurado) y por no disgustar a esa malvada, mandó matar al santo precursor.

Este es un caso típico de cómo un pecado lleva a cometer otro pecado. Herodes y Herodías empezaron siendo adúlteros y terminaron siendo asesinos. El pecado del adulterio los llevó al crimen, al asesinato de un santo.

Juan murió mártir de su deber, porque él había leído la recomendación que el profeta Isaías hace a los predicadores: "Cuidado: no vayan a ser perros mudos que no ladran cuando llegan los ladrones a robar". El Bautista vio que llegaban los enemigos del alma a robarse la salvación de Herodes y de su concubina y habló fuertemente. Ese era su deber. Y tuvo la enorme dicha de morir por proclamar que es necesario cumplir las leyes de Dios y de la moral. Fue un verdadero mártir.

Una antigua tradición cuenta que Herodías años más tarde estaba caminando sobre un río congelado y el hielo se abrió y ella se consumió hasta el cuello y el hielo se cerró y la mató. Puede haber sido así o no. Pero lo que sí es histórico es que Herodes Antipas fue desterrado después a un país lejano, con su concubina. Y que el padre de su primera esposa (a la cual él había alejado para quedarse con Herodías) invadió con sus Nabateos el territorio de Antipas y le hizo enormes daños. Es que no hay pecado que se quede sin su respectivo castigo.

 

 

11:26 p.m.

Por: . | Fuente: www.persecucionreligiosa.es

Mártires Trinitarios

Martirologio Romano: En Alcázar de San Juan, España, Beatos Hermenegildo de la Asunción (en el siglo Hermenegildo Iza y Aregita) y cinco compañeros de la Orden de la Santísima Trinidad, asesinados por odio a la fe. ( 1936)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Hermenegildo de la Asunción (Hermenegildo Iza y Aregita), nacido el 13 de abril de 1879 en Mendata-Albiz, Viscaya, España.

Buenaventura de Santa Catalina (Buenaventura Gabika-Etxebarria Gerrikabeitia), nacido el 14 de agosto de 1887 en Ajanguiz, Vizcaya, España, sacerdote:

Francisco de San Lorenzo (Francisco Euba Gorroño), nacido el 25 de agosto de 1889 en Amorebieta, Vizcaya, España, sacerdote:

Antonio de Jesús y María (Juan Antonio Salútregui Iribarren), nacido el 5 de febrero de 1902 en Guernika y Leno, Vizcaya, España, sacerdote:

Plácido de Jesús (Plácido Camino Fernández), nacido el 6 de mayo de 1890 en Laguna de Negrillos, León, España, sacerdote:

Esteban de San José (Esteban Barrenechea Arriaga), nacido el 26 de diciembfe de 1880 en Alcázar de San Juan, Ciudad Real, España, religioso.

Arrestados el 20 de agosto de 1936 fueron atados y llevaron al Ayuntamiento de Alcázar de San Juan, En el Ayuntamiento estaban también detenidos los franciscanos, las concepcionistas franciscanas y un novicio dominico. La multitud que había en la plaza gritaba: Dejad que los matemos nosotros si no tenéis agallas. ¡Muerte a los curas! El alcalde les dijo desde el balcón: Esperad, esperad, que lo que se os ha prometido se realizará.

Hacia las dos de la tarde llevaron a los franciscanos, a los trinitarios y al novicio dominico a una ermita a las afueras de la población. En todo el día 21 no recibieron nada para comer. Lo angosto del lugar, que no tenía ventanas, y el calor del verano suponía una gran molestia, pero nadie se quejó. Al principio rezaban en común, pero se lo prohibieron. A las personas que les llevaban comida les decían los carceleros: Sí, traedles cosas, que ya les quedan pocos días.

Hacia las doce de la noche del día 26, sacaron de la ermita a los trece religiosos en dos grupos. Ellos salieron sin resistirse ni protestar. Ninguno trató de huir. Entre las 12 de la noche del 26 de agosto y la una de la madrugada del 27 de agosto de 1936 los fusilaron.

S.S. Benedicto XVI firmó el 28 de junio de 2012 el decreto con el cual se reconoce el martirio del Siervo de Dios Hermenegildo de la Asunción y cinco compañeros de la Orden de la Santísima Trinidad, lo cual permitirá su próxima beatificación que se realizará, Dios mediante, el 13 de octubre de 2013.

11:26 p.m.

Por: . | Fuente: Somos.Vicencianos.org

Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En distintos lugares de España, Beatos Fortunato Velasco Tobar y 13 compañeros, de la Congregación de la Misión;asesinados por odio a la fe ( 1934-1936)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Miembro de la Pro­vincia de Madrid, nació el 30 de Julio de 1895 en Santa María de los Llanos, Cuenca (España) y murió el 27 de Agosto de 1936 en Soto del Barco.“Un vecino de Soto del Barco (fallecido en 1952), emparentado con uno de los dirigentes locales marxistas, llamó un día a la Casa Rectoral, pidiendo clemencia para el P. Granado y protestando del trato que le daban. Al llegar a la casa oyó los quejidos del Padre y las risotadas de milicianos y milicianas que le atormentaban. Le golpea­ron y le pincharon al tiempo de insultarle. Le iban cortando la carne a trozos mientras ese vecino oyó allí mismo a los milicianos que pro­ferían este sarcasmo contra el Siervo de Dios: Mira qué carnes más blancas tiene”. Le privaron de su integridad viril…

Los tres últimos días de su prisión y tormentos estuvo encerrado en el servicio, sin comer, ni beber, ni disponer de espacio suficiente para sentarse. El Padre pidió angustiosamente a sus verdugos que al menos le dieran un poco de agua, favor que le negaron.

A estos tormentos postreros se juntó otro, de índole espiritual. Sabía el Siervo de Dios que en el pueblo había un sacerdote, y pedía como única gracia que se lo trajeran, para confesarse con él a lo que se negaron rotundamente los marxistas.

El 27 de Agosto de 1936, ya de noche, los comunistas sacaron al Siervo de Dios, más muerto que vivo, de la Casa Rectoral y lo con­dujeron a la orilla del río Nalón, que pasa junto a Soto del Barco. Allí mismo le acuchillaron por la espalda hasta que expiró, arrojando al río su cuerpo, que jamás apareció.

Mártires de la familia Vicenciana en el siglo XX
La Guerra Civiel Española 1936-1939

Autor: José María Román, C.M.

Este grupo de mártires está integrado por:


1. TOMÁS PALLARÉS IBÁÑEZ
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 06 Marzo1890 en Iglesuela del Cid, Teruel (España)
martirio: 13 Octubre 1934 en Oviedo, Asturias (España)

2. SALUSTIANO GONZÁLEZ CRESPO
hermano de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 01 Mayo 1871 en Tapia de la Ribera, León (España)
martirio: 13 Octubre 1934 en Oviedo, Asturias (España)

3. LUIS AGUIRRE BILBAO
hermano de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 13 Septiembre 1914 en Murguía, Vizcaya (España)
martirio: 30 Julio 1936 en Alcorisa, Teruel (España)

4. LEONCIO PÉREZ NEBREDA
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 18 Marzo1895 en Villarmentero, Burgos (España)
martirio: 02 Agosto 1936 en Las Planas de Oliete, Teruel (España)

5. ANDRÉS AVELINO GUTIÉRREZ MORAL
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 11 Noviembre 1886 en Salazar de Amaya, Burgos (España)
martirio: 03 Agosto 1936 en Gijón, Asturias (España)

6. ANTONIO CARMANIÚ MERCADER
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 17 Agosto 1860 en Rialp, Lérida (España)
martirio: 17 Agosto 1936 en Llavorsi, Lérida (España)

7. FORTUNATO VELASCO TOBAR
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 31 Mayo 1906 en Tardajos, Burgos (España)
martirio: 24 Agosto 1936 en Alcorisa, Teruel (España)

8. RICARDO ATANES CASTRO
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 05 Agosto 1875 en Cualedro, Orense (España)
martirio: 14 Agosto 1936 en Gijón, Asturias (España)

9. PELAYO JOSÉ GRANADO PRIETO
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 30 Julio 1895 en Santa María de los Llanos, Cuenca (España)
martirio: 27 Agosto 1936 en Gijón, Asturias (España)

10. AMADO GARCÍA SÁNCHEZ
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 29 Abril 1903 en Moscardón, Teruel (España)
martirio: 24 Octubre 1936 en Gijón, Asturias (España)

11. IRENEO RODRÍGUEZ GONZÁLEZ
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 10 Febrero 1879 en Los Balbases, Burgos (España)
martirio: 06 Diciembre 1936 en Guadalajara (España)

12. GREGORIO CERMEÑO BARCELÓ
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 09 Mayo 1874 en Sitios, Zaragoza (España)
martirio: 06 Diciembre 1936 en Guadalajara (España)

13. VICENTE VILUMBRALES FUENTE
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 05 Abril 1909 en Reinoso de Bureba, Burgos (España)
martirio: 06 Diciembre 1936 en Guadalajara (España)

14. NARCISO PASCUAL y PASCUAL
hermano de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 11 Agosto 1917 en Sarreaus de Tioira, Orense (España)
martirio: 06 Diciembre 1936 en Guadalajara (España)

11:26 p.m.

Por: . | Fuente: www.bisbatlleida.org

Religioso y Mártir

Martirologio Romano: En España, Beatos Crisanto, Aquilino, Cipriano, José y 63 compañeros del Instituto de los Hermanos Maristas de las Escuelas (Pequeños Hermanos de María), además de dos laicos. ( 1936-39)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Casimiro nace en Torrelaguna, provincia de Madrid en el lugar llamado Miralrío, el 4 de marzo de 1897. Fue el penúltimo de los seis hijos del matrimonio de D. Dámaso y Dª. Martina. El padre era empleado del canal de Isabel II y como tal custodiaba la parte que le correspondía.

Dejemos al propio Casimiro que nos relate el ambiente familiar, del pueblo, despedida del lugar qe le vio nacer, sus recuerdos así como su vocación:

"No lejos de la hermosa ciudad de Madrid, y al pie de las montañas de la sierra de Guadarrama, en ambiente de soledad y silencio, se levanta graciosa la villa en que yo nací en el año 1897. Esta población, célebre por ser patria del Cardenal Jiménez de Cisneros, cuenta con artísticos edificios y famosas fábricas de harinas. Hay buenos paseos y, sobre todo, buen clima, por lo que es muy concurrida de veraneantes.

En las proximidades de la villa, en una montañuela, se divisa una casita solitaria "Miralrío": es el nido en que yo vine al mundo. Allí pasé los años de mi infancia, tranquilo y apartado del humano bullicio. Allí aprendí, de labios de mi madre, a santificar la vida con el ejercicio de la oración.

¡Que dulce hogar! En él crecí cual florerilla débil abrigada del viento. En él me entretenía en adornar un altarcito de la Santísima Virgen; aquel altar donde tantas veces me postraba con mi madre a rezar el rosario y a practicar el mes de María. ¡Cuántas veces habré cantado allí a la Reina del Cielo el Ave, Maris Stella!.

Acudí al colegio que los Hermanos Maristas dirigían en Torrelaguna, donde recibí una educación esmerada. Me acuerdo, sobre todo, de mi primera comunión. ¡Dichoso día 9 de mayo de 1907!... Mi madre, llena de contento, después de prepararme interior y exteriormente, al llegar el momento de dirigirme al altar imprimió en mi frente un beso...
Hermoso recuerdo que no olvidaré jamás. Mi madre lloraba de alegría y yo también...

Continué yendo al colegio, y tanto me gustó la Congregación que lo dirigía, que pretendí ser miembro de ella y llevar el nombre de la Virgen Santísima, de quien con tanta frecuencia nos hablaban los Hermanos. Pero, ¡Oh desconsuelo!: mi padre me lo impide. Mas en eso conocí que era verdadera vocación, ya que el demonio me ponía tan fuerte obstáculo. Esto me dio más valor, y me dije en mis adentros: Dios es todopoderoso...

Recurro a la Santísima Virgen de la Soledad, patrona de mi pueblo. A ella acudo una y otra vez. Y así, pidiendo, suplicando, llorando, prometiendo, se vieron cumplidos, por fin, mis deseos. ¡Qué dicha!: ¡iba a entrar en el Instituto de los Hermanos Maristas!.

Y llegó un día en que, tomé el autobús con dirección a mi suspirado destino. Me había despedido de mis queridos padres, de mi hermana Tomasa y de todos los parientes. ¡Cuántas emociones!.

Pronto desaparecen de mi vista aquellos campos alegres, aquella casita en que se meció mi cuna... Sólo me queda un recuerdo: el del beso último de la madre que me dio el ser...

Ya se divisan los palacios de Madrid. Adiós, también, a vosotros. Dentro de unas horas saludaré a la Virgen del Pilar. Y llegan Zaragoza, Lérida y Balaguer, célebre por la milagrosa y antiquísima imagen de su Santo Cristo...

Por fin estamos ante los venerables muros de la casa de formación Las Avellanas de los Hermanos Maristas. Lo primero, nos fuimos a postrar a los pies de la Santísima Virgen; mas ¡que tristeza!: me acuerdo de la otra madre que dejé allá lejos; de la que, arrodillada también, me decía: "Hijo mío: prostérnate ante esa Virgen; rézale, que Ella será tu refugio, tu estrella orientadora, tu verdadera Madre... ".

Este último pensamiento me deja consolado. Si parece que la Virgen me miraba... Mi corazón latía de gozo al contemplar una Madre tan cariñosa. Yo mismo me decía: "He acertado: hube de separarme de mi madre de la tierra, pero para servir a esta otra Madre, María Santísima, la Reina del Cielo".

El Siervo de Dios fiel a Dios y a sus seminaristas

Uno de sus seminaristas narra así las vicisitudes de los seminaristas, el cuidado que de nosotros tenía el H. Crisanto y los difíciles momentos que vivió el Siervo de Dios, tras la expulsión de los moradores de la casa noviciado de Las Avellanas en julio de 1936

Poco a poco, hasta los Comités de los pueblos donde fuimos distribuidos los seminaristas, y dejaron de vernos con malos ojos. Los veinticinco seminaristas, distribuidos por las familias de Tartareu, llevábamos una vida bastante tranquila.

Los dos hermanos responsables, Crisanto González y Moisés Félix, se reunían con frecuencia con nosotros a las horas en que ya no era posible continuar las labores propias del verano.

Pronto llegaron grupos de milicianos que reúnen al pueblo y obligan a quemar los objetos religiosos. Los hermanos profesores duermen en el bosque o escondidos en masías aisladas.

El H. Crisanto nos animaba, rezaba con nosotros, nos alentaba a confiar en Dios y en María y a superar la prueba. A todos nos entregó una estampa con una dedicatoria, según las disposiciones de quien la recibía. «¡Animo!, nos dijo cierto día al despedirse, yo no os abandonaré mientras quede uno solo de vosotros, aunque me cueste la vida".

Martirio del Siervo de Dios, H. Crisanto

Y continua el relato: "El día 27 de agosto de 1936, se presentan en Tartareu diez o doce milicianos y ordenan se traiga al H. Crisanto ante el Comité, éstos después de varias preguntas, le dijeron:

»- Bueno, bueno; véngase usted con nosotros.

En el acto lo condujeron a la camioneta ya preparada. En ella montaron los milicianos y cuatro del Comité de Tartareu. Algunos salimos a la calle, y vimos al H. Crisanto, tranquilo entre aquellos verdugos. Se despidió de quienes pudo hacerlo, con toda serenidad y como quien emprende un ordinario viaje.

En la camioneta, supimos que el H. Crisanto, dijo a los milicianos: «No me importa que me matéis, con tal que respetéis a mi compañero y a mis queridos niños.»

¡Providencia de Dios! "Los seminaristas se salvaron todos, y al hermano lo eligieron los mismos milicianos para que pasara la frontera con ellos".

En casa del conductor y dueño de la camioneta -al servicio ésta del Comité- me hallaba yo hospedado. Cuando volvió a casa por la tarde, nos dijo: «Vuestro director está ya muerto. Al subir una cuestecita, pasado el Mas del Pastor, no pudo continuar el vehículo. Entonces bajamos e hicieron descender también al H. Crisanto. A éste le ordenaron que avanzase hacia un barranco próximo. Viendo él la criminal intención, les suplica.

»-iPor amor de Dios, no me matéis!; dejadme al cuidado de mis niños.

»-¡Dio unos pasos! Fuerzan a los cuatro del Comié del pueblo a disparar.

»-No nos atrevemos a matar a uno del pueblo- contestaron.

Al instante sonó una descarga. El H. Crisanto cayó a tierra. Luego, lo despojaron de cuanto llevaba y lo abandonaron".

Elías Lafuente, uno de los jovencitos que estaban al cuidado trabajaba en aquellos momentos en la era del Maset del Romano, cercana al lugar del suceso. Al oír las detonaciones, él y los de casa se acercaron al camino y, al poco rato, vieron que volvía una camioneta con gente.

«Me acerqué al cadáver -dice Elías- y reconocí a nuestro amado director, bañado en sangre. Había recibido un balazo en la cara y dos en el pecho. Su rostro miraba al cielo. Tenía los brazos algo separados del tronco, y entre los dedos índices y mayor de la mano derecha apretaba un palito que formaba con ellos el signo de la cruz. Contemplé el tremendo cuadro un instante, recé un padrenuestro por la querida víctima y me alejé sin demora, por miedo de que hubiese en las cercanías algún espía »

Al marcharse los milicianos, encontraron en el camino a unos hombres de las masías vecinas y les mandaron enterrar el cadáver que habían abandonado. Atemorizados, se apresuraron a cumplir la orden recibida. Cavaron junto al cuerpo del mártir una fosa a unos quinientos metros del Mas del Pastor, a la orilla izquierda del camino de Los Masos, que empalma en Vilamajor con la carretera que sube del convento a Tremp. Pertenece al término de Fontdepou.

Hoy sus restos mortales reposan en la capilla de los mártires del Monestir de Santa María de Bellpuig de Las Avellanas (Lleida)

Integran este grupo de mártires:


1. Crisanto (Casimiro González García),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

2. Aquilino (Baldomero Baró Riera),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

3. Cipriano José (Julián Iglesias Bañuelos),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

4. Fabián (Juan Pastor Marco),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

5. Ligorio Pedro (Hilario de Santiago Paredes),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

6. Félix Lorenzo (Lorenzo Gutiérrez Rojo),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

7. Abdón (Luis Iglesias Bañuelos),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

8. Anacleto Luis (Emiliano Busto Pérez),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

9. Bruno José (Ángel Ayape Remón),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

10. Eduardo María (Francisco Alonso Fontaneda),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

11. Evencio (Florencio Pérez Moral),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

12. Félix Amancio (Amancio Noriega Núñez),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

13. Javier Benito (Jerónimo Alonso Fernández),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

14. Jean Marie (Félix Célestin Gombert Olympe),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

15. Jorge Luis (Lorenzo Lizasoáin Lizaso),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

16. Julio Fermín (Julio Múzquiz Erdozáin),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

17. Luis Damián (José Sobraqués Glory),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

18. Benedicto José (Luis Galerón Parte),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

19. Berardo José (José Pampliega Santiago),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

20. José Ceferino (Elías Garet Ventejo),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


21. José de Arimatea (Restituto Santiago Allende),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

22. José Teófilo (José Mulet Velilla),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

23. Severino (Severino Ruiz Hidalgo),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

24. Aureliano (Pedro Ortigosa Oraá),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

25. Justo Pastor (Máximo Aranda Modrego),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

26. Alipio José (Maximiano Dronda Leoz),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

27. Guzmán (Perfecto Becerril Merino),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

28. Fernando María (Celedonio Martínez Infantes),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

29. Teógenes (Pedro Valls Piernau),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

30. Luciano (Mauro Álvarez Renedo),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

31. Pedro Jerónimo (José Félix Serret Anglés),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

32. Roque (Abilio Villarreal Abaza),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

33. Benigno José (José Valencia Janices),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

34. Adrián (Manuel Llop Plana),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

35. Euquerio (Euquerio Llanillo García),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

36. Gaspar (Pablo Martínez Esteban),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

37. Camerino (Braulio Álvarez Palacín),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

38. Luis Alfonso (Luis Moreno Aliende),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

39. León Argimiro (Argimiro García Sandoval),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

40. Luis Daniel (Juan Viñuela Flecha),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


41. Ángel Hipólito (Aniceto Pablos Carvajal),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

42. Julián Marcelino (Marcelino Rebollar Campo),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

43. Domingo Ciriaco (Dionisio Domínguez Martínez),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

44. Jorge Camilo (Vidal García García),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

45. Feliciano (Severino Ruiz Báscones),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

46. Felipe Neri (Fermín Zabaleta Armendáriz),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

47. Herminio Pascual (Saturnino Jaunsarás Zabaleta),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

48. Victorico María (Eugenio Artola Sorolla),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

49. Jerónimo (Trifón Tobar Calzada),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

50. Marino (Pedro Alonso Ortega),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

51. Julián José (Nemesio Cabria Andrés),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

52. Pedro (Jaime Cortasa Monclús),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

53. Narciso (Baldomero Arribas Arnaiz),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

54. Columbanus Paul (Henri Oza Motinot),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

55. Néstor Eugenio (Tesifonte Ortega Villamudrio),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

56. Egberto (Leonardo Arce Ruiz),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

57. Teófilo Martín (Martín Erro Ripa),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

58. Benedicto Andrés (Enrique Andrés Monfort),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

59. Valente José (Jesús Delgado de la Fuente),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

60. Eloy José (Eloy Rodríguez Gutiérrez),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas


61. Millán (Esteban Llover Torrent),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

62. Luis Fermín (Luis Huerta Lara),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

63. Emiliano José (Marcos Leyún Goñi),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

64. Timoteo José (Julián Lisbona Royo),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

65. Andrés José (Francisco Donázar Goñi),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

66. Pablo Daniel (Daniel Altabella Gracia),
religioso profeso de los Hermanos Maristas de las Escuelas

67. Ramón Emiliano Hortelano Gómez, Laico

68. Julián Aguilar Martín, Laico

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Por: . | Fuente: Vatican.va

Fundadadora de ls Obra Misionera de Jesús y María

Martirologio Romano: En San Sebastián, en España, beata María del Pilar Izquierdo Albero, virgen, que muy probada por la pobreza y por graves enfermedades, sirvió a Dios mostrado una caridad singular en favor de los pobres y afligidos, para cuyo servicio fundó la Obra Misionera de Jesús y María (1945).

Fecha de beatificación: 4 de noviembre de 2001 por S.S. Juan Pablo II.

María Pilar Izquierdo Albero, tercera de cinco hermanos, nació en Zaragoza (España) el 27 de julio de 1906. Sus padres, un matrimonio humilde y pobre de bienes materiales, pero rico en virtudes, inculcaron a la niña el espíritu de piedad, el amor a los pobres y una tierna devoción a la Virgen del Pilar. El 5 de agosto, fiesta de Santa María de las Nieves, llevaron a la pila del bautismo a María Pilar. Más tarde diría ella que ese era el día más grande de su vida, porque en él se hizo hija de la Iglesia.

Desde muy niña brilló en ella un amor exquisito a Dios y a los pobres. Se privaba a veces de su merienda y de sus cosas para ayudar a quien consideraba más necesitado que ella. Como nunca fue a la escuela, no sabía escribir ni casi leer, por eso se consideraría «una tontica» que no sabía más que «sufrir y amar, amar y sufrir».

Pronto provó en propia carne las punzadas del dolor y comprendió el valor redentor del sufrimiento. A la edad de 12 años fue víctima de una enfermedad misteriosa, que ningún médico supo diagnosticar. Después de cuatro años vividos por motivos de salud en Alfamén (Zaragoza), regresó a Zaragoza, donde comenzó a trabajar en una fábrica de calzado, siendo muy querida de todos, por su sencillez, su natural simpatía, su bondad y laboriosidad. Pero, el Señor quería llevarla por otros derroteros y la fue adentrando en el misterio de la Cruz. Y tanto amó María Pilar el sufrimiento que solía decir: «Encuentro en este sufrir un amor tan grande hacia nuestro Jesús, que muero y no muero... porque ese amor es el que me hace vivir».

En 1926, mientras volvía del trabajo, se fracturó la pelvis al caer del tranvía y, en 1929, quedó parapléjica y ciega a causa de multitud de quistes, teniendo que recorrer una vía dolorosa de más de doce años entre los hospitales de Zaragoza y la pobre buhardilla de la calle Cerdán, 24. Esta buhardilla se convirtió, no obstante, en una escuela de espiritualidad y en un remanso de luz, de paz y alegría para cuantos la visitaban, especialmente durante los tres años de la guerra civil española. Allí se oraba, se fomentaba la amistad evangélica y las almas discernían la vocación a la que Dios las llamaba.

En 1936 comienza Mª Pilar a hablar de la «Obra de Jesús» que habría de aparecer en la Iglesia y que tendría como finalidad «Reproducir la vida activa del Señor en la tierra mediante las obras de misericordia». El 8 de diciembre de 1939, fiesta de la Inmaculada, de la cual era devotísima, María Pilar se curó milagrosamente de su parálisis que la había tenido prostrada durante más de 10 años en el lecho. Desaparecieron también los quistes y recobró instantáneamente la vista. Inmediatamente puso en marcha la Obra, trasladándose, junto con varias jóvenes, a Madrid, donde ya había sido aprobada la Fundación con el nombre de «Misioneras de Jesús y María». Pronto se interpusieron los juicios humanos a los planes de Dios y le prohibieron ejercer cualquier apostolado, hasta que en 1942 el Sr. Obispo de Madrid erigió canónicamente la Obra como «Pía Unión de Misioneras de Jesús, María y José».

Pasados dos años de fecundo apostolado entre los pobres, niños y enfermos de los suburbios, Dios la quiso llevar de nuevo por el camino de la Cruz. Se le reprodujeron los quistes del vientre y, a la enfermedad, se unieron los sufrimientos morales con los que Dios suele purificar a las almas que quiere llevar hasta la cima de la perfección. Calumnias, intrigas, incomprensiones desacreditaron su Obra y alejaron de la misma a varias jóvenes que le habían sido siempre fieles. Llegaron hasta tal punto las cosas que María Pilar, aconsejada por el confesor, en noviembre de 1944 tuvo que retirarse de su propia Obra. La siguieron nueve de sus Hijas.

El 9 de diciembre viajó a San Sebastián, último tramo de la subida al Calvario. Durante el viaje, en una noche gélida y por caminos cubiertos de nieve, se fracturó una pierna en un accidente de coche. Un tumor maligno que se manifestó casi contemporáneamente, la hirió de muerte, pero no logró apagar la luz de su fe ni su firme convicción de que la Obra volvería a resurgir. Postrada en el lecho del dolor, abandonada de las criaturas, pudo saborear mejor el cáliz, mientras alentaba a sus Hijas diciéndoles: «Siento dejaros porque os amo mucho, pero desde el cielo os seré más útil. Volveré a la tierra para estar con los que sufren, con los pobres, los enfermos. Cuando más solas estéis más cerca estaré de vosotras».

Murió en San Sebastián, a los 39 años, el 27 de agosto de 1945, ofreciendo su vida por las Hijas que se le habían separado, a quienes recordaba con dolor y con cariño: «Las amo tanto, -decía- que no las puedo olvidar; aunque me pegaran y me arrastraran, quisiera tenerlas aquí. No quiero acordarme del mal que me hacen sino del bien que me hicieron. Bien sabe nuestro amado Jesús que más, mucho más de lo que me hacen sufrir quiero que les dé de cielo».

Sus Hijas, confiadas en las palabras de la Madre, permanecieron unidas bajo la dirección del Padre Daniel Díez García, que la había ayudado y asistido durante los últimos años de su vida. En 1947 llegaron a Logroño y, en mayo de 1948, el Sr. Obispo D. Fidel García Martínez las aprobó canónicamente como Pía Unión bajo el nombre de «Obra Misionera de Jesús y María». En 1961 fueron aprobadas como Congregación de Derecho Diocesano y, en 1981, fueron declaradas de Derecho Pontificio. La Congregación cuenta en la actualidad con 220 religiosas, repartidas en 22 casas por diversos puntos de España, Colombia, Ecuador, Venezuela, Italia y Mozambique.

La fama de santidad de la Venerable Mª Pilar Izquierdo se acrecentó de tal forma que, el Sr. Obispo de Calahorra, La Calzada-Logroño, Mons. Francisco Álvarez Martínez, vio oportuno iniciar la Causa de Beatificación y Canonización. El Proceso diocesano se realizó de 1983 a 1988.

El 18 de diciembre del 2000, S. S. el Papa Juan Pablo II declaró la heroicidad de las virtudes y el 7 de julio del 2001 aprobó el milagro atribuido a su intercesión, lo que culminó con su beatificación realizada el 4 de noviembre de 2001 por S.S. Juan Pablo II.

Reproducido con autorización de Vatican.va

11:26 p.m.

Por: . | Fuente: ACIprensa.com

Presbítero y Mártir

Martirologio Romano: En la localidad de Picasent, en la región de Valencia, en España, beato Fernando González Añón, presbítero y mártir, que, en tiempo de persecución, mereció pasar a la bienaventuranza eterna (1936).

Fecha de beatificación: Fue solemnemente Beatificado, el 11 de marzo de 2001, por el Papa Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro como parte de un total de 233 mártires por su fe.

Nació el 17 de febrero de 1886 en la ciudad de Turís, provincia de Valencia, diócesis de Valencia (España). Sus padres Fernando González Pons, labrador, e Isabel Añón Navarro quienes formaron un hogar cristiano. Ya desde muy niño era muy piadoso mostrando su vocación sacerdotal en sus juegos y hasta en las pláticas que dirigía a sus vecinos y a los niños de la escuela. Ingresó al Seminario Conciliar Central, donde se distinguió por su piedad, aplicación y jovialidad, que le merecieron la estima de superiores, compañeros y amigos; fue un seminarista ejemplar.

Recibió la tonsura, las órdenes menores y el subdiaconado los días 22 y 23 de diciembre de 1911. Tras haber recibido el presbiterado, celebró por vez primera la Misa en la Parroquia de su pueblo natal el 6 de marzo de 1913.

Los primeros frutos de su ministerio pastoral los recogió en el pueblo de Alcácer, donde fue coadjutor en 1913. En 1915 pasó a Santa Catalina de Alcira, también como coadjutor. Ejerció después en Macastre, como cura ecónomo, y más tarde, como Capellán de la Hidroeléctrica, en Cortes de Pallás. Fue cura regente de Anna en 1924 y coadjutor de San Juan de la Ribera en 1925. En todas estas Parroquias se distinguió como apóstol de los obreros, a quienes socorrió siempre en sus necesidades. El 24 de junio de 1931 tomó posesión del curato de Turís. Ya con los suyos, se multiplicó su actividad pastoral, desviviéndose por el culto y la devoción al Santísimo Sacramento. Fundó las Cuarenta Horas y promovió la festividad de Cristo Rey y la fiesta de la Virgen de los Dolores.

Se dedicaba a la atención pastoral de los enfermos y necesitados, sin olvidar la catequesis. Apóstol y propagandista de la buena prensa. No hubo petición de pobres que no atendiera, y su influencia ante personalidades estuvo cultivada con miras a hacer el bien.

El beato Fernando era consciente, en los días previos a la revolución, de la situación que estaba por afrontar: persecución religiosa y probable martirio.

La revolución en Turís comenzó con el incendio de las iglesias, la quema de imágenes y objetos religiosos y el encarcelamiento de los católicos. Al estallar la revolución de 1936, el beato reaccionó como un sacerdote católico auténtico. Mantuvo su ánimo sereno y se confió en la Divina Providencia. Fue detenido el 27 de agosto de 1936 en la casa abadía. Al día siguiente fue asesinado no sin antes perdonar a sus ejecutores y pronunciar ¡Viva Cristo Rey!.

11:26 p.m.

Por: G. Ferrini - J. G. Ramírez | Fuente: Franciscanos.org

Mártires

Martirologio Romano: En Nagasaki, en Japón, beatos Francisco de Santa María, presbítero de la orden de los Hermanos Menores, y sus catorce compañeros, mártires, que por orden del gobernador de la ciudad sufrieron el martirio en odio al nombre cristiano (1627).

Integran el grupo: Beatos Bartolomé Laurel y Antonio de San Francisco, religiosos de la Orden de los Hermanos Menores; Gaspar Vaz y María, esposos; Magdalena Kiyota, viuda; Cayo Jiyemon, Francisca, Francisco Kurobioye, Luis Matsuo Soyemon, Martín Gómez, Tomás Wo Jinyemon, Lucas Kiyemon y Miguel Kizayemon.

Fecha de beatificación: El 7 de julio de 1867 fueron beatificados por Pío IX.

Después de la persecución de 1597, que dio al Japón el selecto grupo de 23 mártires guiados por San Pedro Bautista (6 de febrero), la Iglesia pudo disfrutar de un período de gran fervor bajo el emperador Cubosama y pudo difundirse ampliamente.

Una de las características del apostolado de los misioneros en tierras del Japón era el rodearse de activos colaboradores para el apostolado y las diversas necesidades. Los japoneses, al poseer perfectamente la lengua, conociendo las instituciones y las costumbres de los diversos lugares, eran una preciosa vanguardia de los misioneros. La catequesis de niños y de adultos en el período del catecumenado como preparación para el bautismo generalmente era confiada a catequistas japoneses. La asistencia a los enfermos en los hospitales o en las casas privadas, la ayuda a los pobres, los orfanatos para acoger a los niños abandonados o sin padres, eran encomendados a estos maravillosos cristianos, que repetían en el Japón los prodigios de los cristianos de la primitiva Iglesia.

Los mejores catequistas, los más formados espiritualmente, los que mostraban indicios de vocación, eran admitidos a la Tercera Orden o, inclusive, a la Primera Orden. Y así más ligados al apostolado misionero e imbuidos del espíritu franciscano trabajaban con mayor diligencia. Muchos de ellos fueron mártires por su fe.

Por otra parte, la obra de los franciscanos y de los jesuitas en el Japón se amplió con la apertura de esta misión a otras órdenes religiosas, entre ellas la de los agustinos y la de los dominicos. La rabia de los bonzos logró todavía influir, con amenazas y engañosos motivos políticos y económicos, en el corazón del emperador, que en 1614 publicó un edicto con el cual proscribía la religión católica, expulsaba a todos los misioneros, ordenaba derribar las iglesias y condenaba a muerte a cuantos persistieran en su fe.

Fue un inmenso incendio de fuego y sangre que se abatió sobre la floreciente Iglesia, que contaba entonces con más de dos millones de fieles. Se ensayaron suplicios de toda clase en el lapso de unos 18 años, sin respetar ninguna edad ni clase social.

Entre estos innumerables héroes de la fe se pudieron recoger las actas de los 205 mártires que fueron beatificados por Pío IX en 1867, pertenecientes a las órdenes de Santo Domingo, San Francisco, San Agustín y San Ignacio.

A la Orden de San Francisco pertenecen 45, de los cuales 18 a la Primera Orden, 15 a la Tercera, y los demás son familiares y amigos de ellos. A continuación nos referimos a los martirizados en Nagasaki el mes de agosto de 1627.

Beato Francisco de Santa María. Franciscano de la Primera Orden, sacerdote y mártir en Japón. Es nativo de Montalbanejo, provincia de Cuenca, España. Siendo joven fue admitido en la Orden de los Hermanos Menores, donde fue admirado por sus hermanos en religión a causa de sus virtudes y su inteligencia. El amor de Dios y de las almas lo movió a ofrecerse como misionero para dedicar su vida a la conversión de los infieles. En 1623, junto con el franciscano mejicano Bartolomé Laurel, llegó a Japón, donde desarrolló una dinámica actividad apostólica. Tuvo la fortuna de encontrar un óptimo catequista a quien en la cárcel podría luego recibir en la Orden de los Hermanos Menores en calidad de hermano, y que luego también lo acompañaría en el martirio: el Beato Antonio de San Francisco.

Francisco de Santa Marta pudo realizar un inmenso trabajo con su valeroso catequista, siempre lleno de celo, de valor y de espléndidas iniciativas, asiduo en la asistencia a los enfermos. Con otros terciarios bien formados espiritualmente tuvo la alegría de bautizar a muchos paganos.

Un día en Nagasaki era huésped del terciario Gaspar Vaz junto con Fray Bartolomé Laurel y algunos terciarios, cuando un grupo de guardias irrumpió en la casa y arrestaron a los dos religiosos y a ocho terciarios, incluidos Gaspar Vaz y María su mujer.

Mientras eran conducidos a la prisión encadenados, un joven japonés se enfrentó con valor al gobernador para reprocharle su crueldad y ofrecerse a morir con su maestro, fue recibido por éste en la Primera Orden y alcanzó da gracia del martirio: Fray Antonio de San Francisco.

El Beato Francisco, después de indecibles sufrimientos, sostenido e iluminado por la fe y la esperanza del cielo, fue quemado vivo el 16 de agosto de 1627 en Nagasaki, en la Santa Colina.

Beato Bartolomé Laurel. Religioso profeso de la Primera Orden franciscana y mártir en el Japón. Era nativo de México. Siendo joven vistió el hábito y profesó la Regla de San Francisco en calidad de religioso no clérigo. Se hizo compañero y amigo inseparable del Beato Francisco de Santa María, con quien en 1609 llegó a Manila (Filipinas), y de allí en 1622 arribó a las costas del Japón, donde trabajó intensamente como catequista.

Atendió a la asistencia de los enfermos en los hospitales, trabajó también como médico; preparaba a los fieles a recibir los últimos sacramentos y a los paganos a abrazar la fe cristiana. Dio continuos ejemplos de humildad, mortificación, modestia y celo apostólico.

Un día en Nagasaki era huésped de la familia de Gaspar Vaz junto con el Beato Francisco de Santa María y otros terciarios. La policía irrumpió en la casa y los arrestó; encadenados, fueron conducidos a la prisión.

Bartolomé Laurel, después de indecibles sufrimientos iluminados por la fe y el amor a Cristo, fue quemado vivo el 16 de agosto de 1627 en Nagasaki, en la Santa Colina.

Beato Antonio de San Francisco. Religioso profeso de la Primera Orden franciscana y mártir en Japón. Era japonés de nacimiento y de nacionalidad. Fue catequista del Padre Francisco de Santa María y terciario franciscano. Desarrolló incesantes obras de caridad entre los cristianos y los paganos de Nagasaki, los visitaba y asistía al Padre Francisco en su laborioso ministerio apostólico.

No estaba presente cuando fue apresado el misionero en la casa del Beato Gaspar Vaz, pero, avisado, corrió a donde el gobernador para enfrentarlo, gritándole: "Tú tienes una multitud de espías y verdugos. Considerables son las recompensas prometidas a los delatores. Pues bien, aquí delante de ti tienes un delator que viene a denunciar a un adorador de Cristo. Ese adorador soy yo, que hace muchos años me ocupo sin descanso en apoyar a los fieles y convertir a los paganos, muchos de los cuales han sido conducidos a la fe. Quiero que me des la recompensa por mi delación; quiero ser asociado a mi querido padre y maestro y a mis queridos hermanos en la prisión, en los padecimientos y en la muerte".

Antonio fue escuchado de inmediato, y en la prisión vio realizado otro ardentísimo deseo suyo, el de ser recibido en la Orden de los Hermanos Menores. Con vivísima alegría fue admitido al noviciado, cumplido el cual hizo la profesión en manos de su "padre y maestro de novicios", el P. Francisco de Santa María, en calidad de religioso no clérigo. En la historia de la Orden Franciscana quizás es de los pocos casos de una admisión, un año de noviciado y una profesión cumplidos en la cárcel.

Este valeroso cristiano, fiel catequista y ardiente franciscano, junto con otros dos religiosos y quien lo hospedaba, el Beato Gaspar Vaz, consumó su martirio en el fuego, mientras María Vaz y otros terciarios fueron decapitados. La constancia de estos intrépidos atletas dio un solemne testimonio de la fe y dejó pasmados a los mismos paganos.

En esta misma ocasión fueron muertos por odio a la fe algunos niños de tres y de cinco años, hijos de Gaspar y María Vaz. Sus nombres no aparecen en el decreto de beatificación. Su martirio tuvo lugar en Nagasaki en la Santa Colina o Monte de los Mártires, consagrado ya con la sangre de una multitud de mártires. Antonio de San Francisco sufrió el martirio el 17 de agosto de 1627.

Beatos Gaspar Vaz, María Vaz y Juan Romano. Mártires, japoneses nativos, de la Tercera Orden de San Francisco ( 1627-1628). Los esposos Gaspar y María Vaz habían dedicado su vida a la mayor gloria de Dios y a la evangelización de los fieles. Su casa se había convertido en otra casa de Betania, donde los tres hermanos, Lázaro, Marta y María, acogieron muchas veces a Jesús y a los apóstoles, con gran cordialidad. También la casa de Gaspar y María acogía a menudo a los misioneros y a los cristianos para alojamiento, comida, reuniones de fieles, celebración de la Eucaristía, etc. Así como en Roma las catacumbas acogieron a los primeros cristianos perseguidos, así durante la persecución del Japón los fieles se recogían en la casa de esta familia. Pero un día un traidor los denunció ante las autoridades. Fueron arrestados junto con sacerdotes y fieles, encerrados en una dura prisión y luego condenados a muerte. También ellos subieron a la Santa Colina, Calvario de su inmolación. Por Cristo y su fe sufrieron el martirio: Gaspar fue quemado vivo, María fue decapitada. Así juntos los dos heroicos esposos de la Betania de esta tierra, alcanzaron la Betania del cielo, ejemplo sobre todo para los esposos en un plan de vida dedicado a la caridad y a la hospitalidad.

Juan Romano (Luis Matsuo Soyemon), también japonés perteneciente a la Orden Franciscana Seglar, era fervoroso colaborador de los misioneros franciscanos. Los acompañaba en sus desplazamientos como catequista, asistente en las obras de caridad que florecían al lado de la misión. Los hospedaba en su casa y ponía a su disposición su propia barca para trasladarlos a las diversas islas. Junto con otros fieles, fue arrestado, maniatado y llevado a la cárcel de Omura, donde permaneció varios meses. La mañana del 8 de septiembre de 1628 fue sacado de la prisión, conducido a Nagasaki, donde en el Calvario japonés, la Santa Colina, nuevamente fue invitado a apostatar: "Estoy dispuesto a morir mil veces antes que traicionar mi fe y a Cristo a quien amo intensamente. Jamás me separaré de él". Junto con otros compañeros de martirio fue decapitado. De la tierra llegó al cielo, donde vive en la gloria de Dios.

Beato Martín Gómez. Terciario franciscano y mártir en Japón. Japonés de nacimiento y de nacionalidad, estaba inscrito en la Tercera Orden de San Francisco. Su padre era portugués, su madre japonesa. Había dado hospedaje a los misioneros cristianos, por lo cual fue arrestado y condenado a muerte, pues las disposiciones del gobierno prohibían absolutamente esta actividad. Invitado a renegar de su fe, rehusó enérgicamente hacerlo, afirmando que ni la muerte lo podría apartar de aquella fe tan profundamente arraigada en su corazón. El 17 de agosto de 1627 Martín Gómez fue llevado de la cárcel a la santa colina, donde junto con otros compañeros fue todavía invitado a renegar de su fe, pero todos permanecieron inconmovibles en la profesión de su religión. Fue decapitado y su alma coronada por la aureola del martirio voló a la gloria del cielo.

Beatos Miguel Kizaemon y Lucas Kiiemon. Japoneses, mártires, de la Tercera Orden Franciscana. Miguel nació en Conga, de padres japoneses, los cuales desde pequeño lo abandonaron. Fue acogido por los cristianos y confiado a la Santa Infancia, donde recibió el bautismo y una educación cristiana. De joven, fue entregado a un mercader español. Más tarde, pasó a la misión y fue acogido por el franciscano padre Rojas, quien lo inició en los estudios, lo hizo su catequista, y, a petición suya, lo inscribió en la Tercera Orden Franciscana. De Boniba, a donde había ido por motivos catequísticos, regresó a Nagasaki junto con su queridísimo amigo, también él activo catequista, Lucas Kiiemon, con quien trabajó para la gloria de Dios y el bien de las almas de 1618 a 1627. En tiempos de la furiosa persecución religiosa, dada la pericia que tenían como carpinteros, trabajaron en la construcción de refugios para esconder y salvar a los misioneros. Por estas múltiples actividades suyas, fueron reconocidos como cristianos, arrestados y llevados a la cárcel, donde pasaron varios meses. El 16 de agosto de 1627 fueron sacados de la cárcel, llevados a Nagasaki y conducidos hasta la colina santa o monte de los mártires. Allí fueron decapitados y así, con la palma del martirio, alcanzaron la gloria del cielo.

11:35 p.m.

Por: . | Fuente: Vatican.va

Virgen y Mártir

Martirologio Romano: En la Dehesa de la Villa, Madrid, España, beata María de los Ángeles Ginard Martí, virgen y mártir (1936)

Fecha de beatificación: 29 de octubre de 2005, siento pontífice S.S. Benedicto XVI.

Religiosa de las Hermanas Celadoras de Culto Eucarístico, nació en Llucmajor, Mallorca, España, el 3 de abril de 1894. A los dos días, siguiendo la costumbre cristiana de la época de bautizar a los niños al poco de nacer, la llevaron a la pila bautismal de la parroquia de San Miguel de Llucmajor, imponiéndole el nombre Ángela Benita Sebastiana Margarita, pero usaba en el siglo el de Ángela y al entrar en religión el de María de los Ángeles.

Fueron sus padres don Sebastián Ginard García, que pertenecía al cuerpo de la Guardia Civil y en el que alcanzó el grado de capitán, y su madre doña Margarita Martí Canals. Ambos procedían de familias mallorquinas muy católicas y en ese ambiente religiosos formaron su hogar y educaron a los nueve hijos, de los que María de los Ángeles ocupaba el tercer lugar.

La niñez de María de los Ángeles transcurrió entre Llucmajor, Palma y Binisalem. En este último pueblo hizo su primera comunión el día 14 de abril de 1905. En torno a este acontecimiento empezó a sentirse inclinada a una piedad cristiana con tendencia hacia la vida religiosa, la cual estaba motivada por las visitas que con su madre hacía a dos tías monjas, sobre todo a la que estaba en el monasterio de las jerónimas de San Bartolomé de Inca.

La juventud la pasó en Palma de Mallorca, donde se trasladó la familia buscando trabajo para mejorar la situación económica que era escasa para sacar adelante una familia tan numerosa. María de los Ángeles y sus dos hermanas mayores se dedicaros a bordar y a confeccionar sombreros de señoras. Con estas labores que realizaban en el hogar por encargo y cuando estos le faltaban para vender después, conseguían unos ingresos económicos muy necesarios para un digno bienestar de la familiar. Esta ocupación no la liberaban de los trabajos propios del hogar y de la atención a los hermanaos pequeños. Hacia éstos María de los Ángeles se volcó en la atención y en la formación religiosa: les enseñaba a rezar, el catecismo; le leía la historia Sagrada y la de los primeros mártires cristianos.

Se levantaba temprano para oír misa y comulgar en la iglesia del Socorro o en la vecina parroquia de la Santísima Trinidad, donde estaba su director espiritual, el padre Sebastián Matas. Durante el día hacía la visita al Santísimo Sacramento expuesto en el Centro Eucarístico, rezaba el santo Rosario, hacía oración particular y se daba a otras devociones particulares.

El plan de vida espiritual que llevaba María de los Ángeles la apartaba de las diversiones propias de su edad y la iba centrando en la vocación que sentía desde su niñez. Así cuando contaba unos veinte años de edad pidió permiso a sus padres para ingresar en el monasterio de las jerónimas de San Bartolomé de Inca. Éstos le aconsejaron que era muy joven, que lo pensara bien y dejara la decisión para más tarde. Con estos consejos no trataban de oponerse a su hija, sino retenerla por un tiempo en el hogar pues la necesitaban, pues el dinero ganado de su trabajo les era necesario para sacar adelante con dignidad a los hermanos menores. María de los Ángeles comprendió a sus padres y, sin perder la ilusión de entregarse a Dios en una vida consagrada, supo esperar.

Transcurridos unos años, y viendo que las circunstancias familiares anteriores había cambiado, volvió a pedir permiso a los padres, quienes se lo dieron gustosos.

Obtenido el consentimiento de los padres, ingresó en el postulantado de las Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico de Palma de Mallorca el 26 de noviembre de 1921. Muy pronto se adaptó a la nueva vida. La adoración al Santísimo Sacramento, que es fin primordial del instituto en el que había ingresado, le llenaba, era su vida de donde sacaba fuerzas para los trabajos comunitarios de masar el pan para la misa, confeccionar y bordar ornamentos sagrados, preparar los niños para la primera comunión y para lograr una convivencia comunitaria volcándose en caridad a sus hermanas religiosas, la cuales la tenían por religiosa muy ejemplar, abierta y cordial, que se caracterizaba por su sencillez, piedad y, sobre todo, por la obediencia y docilidad en aceptar los cargos y traslados que sus superioras disponían.

Después del año de noviciado y de los tres primeros años de profesión temporal fue destinada a Madrid, luego a Barcelona y nuevamente a Madrid, desempeñando en esta última casa siempre el oficio de procuradora o administradora del convento.

Al estallar la Guerra Civil Española de 1936, sor María de los Ángeles se encontraba en Madrid. Los acontecimientos previos a la guerra eran alarmantes para la Iglesia y sus miembros. La persecución religiosa se manifestó abiertamente con quema de iglesias y conventos y con amenazas a los sacerdotes, religiosos y fieles católicos. En estas circunstancias, a sor María de los Ángeles le apenaba la destrucción y amenazas que habían emprendido los perseguidores “por odio a la fe”, por todo lo relacionado con Dios y con la Iglesia. En la adoración a Jesús Sacramentado pedía por una solución a estos problemas y, firme en la fe, ofrecía, si esa era la voluntad de Dios, su vida en martirio por el triunfo de Cristo.

Cuando las religiosas vieron la necesidad de salir del convento vestidas de seglares se encontraban con el nerviosismo típico del momento, sor María de los Ángeles con serenidad las tranquilizaba a la vez que les decía: «Todo lo que nos pueden hacer a nosotras es matarnos, pero esto...» Es decir, lamentaba más la persecución y destrucción de lo religioso que el que la matasen.

El día 20 de julio de 1936 las religiosas salieron vestidas de seglares del convento. A sor María de los Ángeles le tocó refugiarse en la vivienda de una familia en la calle Monte Esquinza número 24. Desde allí, por la proximidad, vio el saqueo de la iglesia y del convento, y la destrucción de imágenes objetos de culto. En este refugio permaneció hasta el día 25 de agosto por la tarde, en que los milicianos anárquicos, por acusación del portero, que era de ellos, fueron a detenerla.

En el momento de la detención, apresaron a doña Amparo, hermana de la dueña de la casa que le acogía, y sor María de los Ángeles llevada por caridad y bondad, dijo a los milicianos: “esta señora no es monja, dejadla, la única monja soy yo”. Con estas palabras confesó su condición de religiosa y salvó la vida a esta señora.

Detenida la llevaron a la checa de Bellas Artes y el día 26 de agosto de 1936, al anochecer, según acostumbraban los perseguidores en los primeros meses de la guerra, le dieron el “paseillo” a la Dehesa de la Villa donde la fusilaron, pues a la mañana del día siguiente el Poder Judicial levantó el cadáver.

Sus restos mortales fueron enterrados en el cementerio de la Almudena y después de la guerra, el 20 de mayo de 1941, fueron exhumados y trasladados al panteón de las Hermanas del Culto Eucarístico del mismo cementerio, de donde el 19 de diciembre de 1985 fueron trasladados al convento de las Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico de la calle Blanca de Navarra, número 9, de Madrid. Y recientemente, el 3 de febrero de 2005, han sido colocados en la iglesia capilla de este convento.

El proceso de canonización por martirio en su fase diocesana fue abierto en Madrid el 28 de abril de 1987, y clausurado, también en Madrid, el 23 de marzo de 1990. El 19 de abril de 2004, su Santidad Juan Pablo II aprobó la publicación del decreto sobre el martirio para su beatificación.

11:35 p.m.

Por: . | Fuente: ACI Prensa || Catholic.net

Esposa y Madre

Martirologio Romano: En Roma, beata María Beltrame Quattrocchi, que, siendo madre de familia, ilustró de modo conspicuo a la familia de Cristo y a la sociedad, viviendo ejemplarmente su vida matrimonial y mostrando su comunión de fe y amor hacia el prójimo (1965).

Fecha de beatificación: Fue beatificada, junto a su esposo Luis, el 21 de octubre de 2001 por S.S. Juan Pablo II

María Corsini nació en Florencia el 24 de junio en 1881, criada en el seno de una familia católica y desde pequeña practicó fervientemente su fe, asistiendo todos los domingos a Misa y participando de los sacramentos. Fue profesora y escritora de temas de educación, comprometida en varias asociaciones (Acción Católica, Scout, etc.).

Conoció a quien sería su esposo, Luis Beltrame Quattrocchi, en Roma cuando era adolescente; se casaron en la basílica Santa María la Mayor el 25 de noviembre de 1905.

En 1913, la joven familia atravesó un momento doloroso y bastante incierto cuando el embarazo de María tuvo serias complicaciones y los médicos pronosticaban que no sobreviviría al parto, ni tampoco el no nacido. Aunque los doctores manifestaron que un aborto podría salvar la vida de María, ésta consultando con su esposo, decidió confiar en la protección divina de Dios. Y, si bien es cierto el embarazo fue duro, tanto madre e hijo milagrosamente sobrevivieron. Esta experiencia llevó a toda la familia a consolidar su vida de fe y trabajar duro por sus anhelos de santidad.

Tuvieron en total cuatro hijos:
Filippo (hoy Mons. Tarcisio de la diócesis de Roma), nacido en 1906;
Stefania (sor Maria Cecilia), nacida en 1908 y fallecida en 1993;
Cesare (hoy padre Paolino), nacido en 1909; y
Enrichetta, la menor (la del difícil embarazo), que nació en 1914.

Sus dos hijos varones se encontraban entre los sacerdotes que concelebraron la Misa de beatificación con el Papa Juan Pablo II.

La familia Beltrame Quattrochi fue conocida por todos por su activa participación en muchas organizaciones católicas. Luigi fue un respetado abogado, quien ocupó un cargo importante dentro de la política italiana. María trabajó como voluntaria asistiendo a los etíopes en dicho país durante la segunda guerra mundial.

El ahora beato Luigi fue llamado a la Casa del Padre en 1951, y María, su fiel esposa, lo hacía posteriormente en 1965.

Para leer más sobre ellos: Luis Beltrame Quattrocchi y María Corsini, Beatos

11:35 p.m.

Por: . | Fuente: www.multimedios.org

Martirologio Romano: En Bérgamo, de Traspadana, san Alejandro, mártir (s. III/IV).

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.

Perteneciente a la legión tebana, murió en un 26 de agosto, por no querer acceder a la orden del emperador Maximiano, de sacrificar a los dioses. La villa de Bérgamo se atribuye la posesión de sus reliquias auténticas. — Fiesta: 26 de agosto.

Si cada persona es objeto de una providencia especial por parte de Dios, y tiene un designio determinado que cumplir en este mundo, más aún los Santos, amados de Él de un modo particular, son objeto de una determinación concreta. O dicho de otra manera: Cada persona, en los planes divinos, viene al mundo para hacer algo que Dios ha determinado de antemano. Según su adaptación a los divinos planes, así sus méritos; la gracia necesaria no le faltará en ningún momento. Pues bien, en esa ordenación especial de cada uno —y, por tanto, de cada Santo—, están las diferencias personales que hacen a éste el Santo de la pobreza, a aquél el de la obediencia; y a todos, los Santos del amor a Dios y al prójimo.

Si hubiéramos de poner un sobrenombre a Alejandro, seguramente le aplicaríamos el de «Santo del primer mandamiento», o el de «mártir de la confesión de Dios». Dios, que promulgó su Ley en el Sinaí, Nuestro Señor Jesucristo, que la revalorizó con su predicación y vida, nos la han transmitido e interpretado por medio de su Iglesia: «Yo soy el Señor, tu Dios»; «no tendrás otro Dios más que a Mí». Y toda la vida de Alejandro, especialmente su martirio, no vienen más que a dar cumplimiento a este mandato. Y su negativa de sacrificar a los dioses es una afirmación del supremo respeto al Dios uno y verdadero.

Poco sabemos de la vida de Alejandro. Únicamente, que era portaestandarte y oficial de la legión africana de Tebas, que luchó en Europa. Aprisionado por motivos que ignoramos —seguramente por su confesión cristiana—, en Milán, es presentado al emperador, que le obliga a sacrificar a los dioses. A su negativa, sigue la amenaza del martirio, y a nuevas negativas, su ejecución.

Y aquí prácticamente termina nuestro trabajo de presentación. Vale la pena ahora que dejemos hablar a las actas del martirio, un documento hermosísimo y de especial valor. El emperador dice a Alejandro:

—Si yo te he hecho comparecer delante de mí, es únicamente para que sacrifiques a los dioses inmortales, que tú has abandonado. Sé, en efecto, que has renunciado al culto de los dioses y que te has hecho cristiano.

Y, haciendo traer el altar sagrado, cubierto con sus ricos paños propios, añade:

—Aproxímate y sacrifica a los dioses, si quieres escapar al castigo terrible reservado a los que los desprecian.

Alejandro le responde:

—Es proponerme un crimen abominable, ¡oh emperador!; yo bien quiero respetarte y honrarte como príncipe, pero no adorarte como a un dios.

Maximiano dice

—Si no sacrificas pronunciaré contra ti sentencia de muerte.

Alejandro responde:

—Esta muerte, con la que me amenazas, será para mí la vida en el seno de mi Dios. Porque apenas haya abandonado este mundo, iré a gozar de la vida verdadera y de la posesión de este Rey lleno de justicia, que es mi Creador y el tuyo.

La respuesta parece haber impresionado a Maximiano, que hace al intrépido confesor de Cristo esta propuesta:

—No pretendo obligarte a sacrificar por tu propia mano. Asóciate, al menos, a los sacrificios ofrecidos por los demás, y serás libre.

Entonces el emperador manda aproximar el altar y preparar el sacrificio. Pero el prisionero, elevando los ojos a Dios, exclama:

—¡Si pudiese llevarte al conocimiento del Dios verdadero y arrancar de tu espíritu los pensamientos vanos! Tus amenazas, ¡oh César!, son para mí más agradables que las promesas más seductoras, y los tormentos que tu cólera me tiene reservados me darán la corona inmortal...

Maximiano se irrita. Manda a sus esbirros drogarle y obligarle a participar en el sacrificio. Alejandro es arrastrado por la fuerza, pero una vez delante de aquel altar, lo derriba de un puntapié. El emperador, exasperado por tal audacia, ordena que sea ejecutado al momento el cristiano sacrílego. Antes de ser decapitado, Alejandro, elevando los ojos al cielo, rezará a Dios diciendo:

—Bendito seais, Creador todopoderoso, que otorgáis los bienes eternos a aquellos que os sirven dignamente. Bienaventurado seáis, Dios de la gloria, que anonadándoos tomando la forma de esclavo, habéis querido, por nosotros, obedecer a vuestro Padre hasta la muerte, y muerte de Cruz; por la que después de haber destruido el imperio de la muerte, habéis subido glorioso al cielo y allí nos habéis preparado un lugar. Bendito seais, oh indulgente, que dais el arrepentimiento a aquellos que abandonan el pecado, y que os habéis dignado conceder una recompensa plena a los obreros de la hora undécima. ¡Bendito seais, oh Señor, que en vuestra sabiduría habéis apartado de mí la ignorancia de la impiedad, arrancándome del culto a los ídolos, y me habéis admitido misericordiosamente en el culto de los que os veneran!

Hermanos Franciscanos

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