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12:53 a.m.
Martirologio Romano: En Constantinopla, hoy Estambul en Turquía, san Sansón, presbítero, que, refugio de los pobres, logró que el emperador edificase Justiniano un hospital luego de haberlo curado de una enfermedad. ( 560)

Etimológicamente: Sansón = Sol, viene de la lengua hebrea.



Sansón se sitúa en el siglo VI. Nació en Roma de una familia noble, casi de rango imperial. Desde joven soñó con hacer los estudios de medicina con la finalidad de ayudar de forma gratuita a los pobres y abandonados.

Cuando murieron sus padres, le vino un período de larga y profunda reflexión. Después de este tiempo, optó por hacer algo nuevo. Vendió todo lo que tenían los padres y se lo dio todo, absolutamente todo, a los más pobres.


Sin un céntimo de euro, se largó lejos, a Constantinopla. Siguió con el mismo trabajo: cuidar a los enfermos sin cobrar nada.


Por el año 520, como consecuencia de un motín, se declaró un incendio que quemó su pobre alojamiento. Se libró de milagro.


Mientras tanto, el patriarca de la ciudad había oído hablar muy bien de él. Tras varias conversaciones en la más estricta intimidad, el patriarca le sugirió la idea de por qué no se ordenaba de sacerdote. Tenía entonces 30 años.


Efectivamente, se ordenó de sacerdote, y desde ahora, se dedicó a curar los cuerpos y las almas de los enfermos sin recursos económicos.


El emperador Justianiano cayó gravemente enfermo. Mandó que fuera a verlo Sansón. Lo curó en seguida. Le pidió en recompensa que edificara un hospital para los pobres y enfermos.


Los médicos bizantinos lo reconocen como a su patrono.


Murió alrededor del 530 D.C.


Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



12:53 a.m.
Martirologio Romano (1961): En Galacia, actualmente en Turquía, san Crescente, que fue discípulo de san Pablo Apóstol. Pasando a las Galias, con la palabra de la predicación convirtió a muchos a la fe de Cristo; pero regresando a la ciudad de donde era especialmente Obispo, y habiendo hasta el fin de la vida confirmado a los Calatas en el servicio de Dios, finalmente en tiempo de Trajano consumó el martirio. ( c.100)

Etimológicamente: Crescente = Aquel que crece, viene de la lengua latina.



Crescencio. Fue un obispo del siglo I. El nombre de Crescene se encuentra en la segunda carta de san Pablo a Timoteo: "Crescente ha ido a Galacia" (2Tim. 4,10).

Galacia, en los tiempos del Nuevo Testamento, podría referirse a la Galia o a la provincia romana de Galacia -en Asia Menor- en la que San Pablo había trabajado mucho y por ello es fácil suponer que tuviera razones para enviar a un discípulo a visitar las iglesias de aquella región que hoy está en territorio turco. En consecuencia, la tradición más antigua indica que Crescente era el obispo de las iglesias de Galacia.


Tradiciones posteriores, por otro lado, lo sitúan como obispo de Vienne en la Galia, también de Maguncia en el Rin. Pero conocidas tradiciones antiguas de la propia Galia no indican que un discípulo del apóstol haya sido el fundador de las iglesias en esa región, y se piensa que esta creencia surgió por la voluntad de darles un origen directamentee apostólico.


Las reivindicaciones de Vienne han sido los más fuertemente citadas, pero están basados en la identificación errónea de su primer obispo, Crescente, que vivió en el siglo III, con el discípulo de San Pablo, lo cual obviamente es un error histórico.


Crescente es citado como uno de los Setenta Apóstoles de Cristo por Pseudo-Doroteo. Su martirio en Galacia, bajo Trajano, que se conmemora el 27 de junio por el Martirologio Romano, aunque no es nombrado en Martirologios más antiguos. La Iglesia Ortodoxa lo recuerda el 30 de julio, como uno de los Setenta.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



12:53 a.m.
El icono original está en el altar mayor de la Iglesia de San Alfonso, muy cerca de la Basílica de Santa María la Mayor en Roma.

El icono de la Virgen, pintado sobre madera, de 21 por 17 pulgadas, muestra a la Madre con el Niño Jesús. El Niño observa a dos ángeles que le muestran los instrumentos de su futura pasión. Se agarra fuerte con las dos manos de su Madre Santísima quien lo sostiene en sus brazos. El cuadro nos recuerda la maternidad divina de la Virgen y su cuidado por Jesús desde su concepción hasta su muerte. Hoy la Virgen cuida de todos sus hijos que a ella acuden con plena confianza.


Historia


En el siglo XV un comerciante acaudalado de la isla de Creta (en el Mar Mediterráneo) tenía la bella pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Era un hombre muy piadoso y devoto de la Virgen María. Cómo habrá llegado a sus manos dicha pintura, no se sabe. ¿Se le habría confiado por razones de seguridad, para protegerla de los sarracenos? Lo cierto es que el mercader estaba resuelto a impedir que el cuadro de la Virgen se destruyera como tantos otros que ya habían corrido con esa suerte.


Por protección, el mercader decidió llevar la pintura a Italia. Empacó sus pertenencias, arregló su negocio y abordó un navío dirigiéndose a Roma. En ruta se desató una violenta tormenta y todos a bordo esperaban lo peor. El comerciante tomó el cuadro de Nuestra Señora, lo sostuvo en lo alto, y pidió socorro. La Santísima Virgen respondió a su oración con un milagro. El mar se calmó y la embarcación llegó a salvo al puerto de Roma.


Cae la pintura en manos de una familia


Tenía el mercader un amigo muy querido en la ciudad de Roma así que decidió pasar un rato con él antes de seguir adelante. Con gran alegría le mostró el cuadro y le dijo que algún día el mundo entero le rendiría homenaje a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.


Pasado un tiempo, el mercader se enfermó de gravedad. Al sentir que sus días estaban contados, llamó a su amigo a su lecho y le rogó que le prometiera que, después de su muerte, colocaría la pintura de la Virgen en una iglesia digna o ilustre para que fuera venerada públicamente. El amigo accedió a la promesa pero no la llegó a cumplir por complacer a su esposa que se había encariñado con la imagen.


Pero la Divina Providencia no había llevado la pintura a Roma para que fuese propiedad de una familia sino para que fuera venerada por todo el mundo, tal y como había profetizado el mercader. Nuestra Señora se le apareció al hombre en tres ocasiones, diciéndole que debía poner la pintura en una iglesia, de lo contrario, algo terrible sucedería. El hombre discutió con su esposa para cumplir con la Virgen, pero ella se le burló, diciéndole que era un visionario. El hombre temió disgustar a su esposa, por lo que las cosas quedaron igual. Nuestra Señora, por fin, se le volvió a aparecer y le dijo que, para que su pintura saliera de esa casa, él tendría que irse primero. De repente el hombre se puso gravemente enfermo y en pocos días murió. La esposa estaba muy apegada a la pintura y trató de convencerse a sí misma de que estaría más protegida en su propia casa. Así, día a día, fue aplazando el deshacerse de la imagen. Un día, su hijita de seis años vino hacia ella apresurada con la noticia de que una hermosa y resplandeciente Señora se le había aparecido mientras estaba mirando la pintura. La Señora le había dicho que le dijera a su madre y a su abuelo que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro deseaba ser puesta en una iglesia; y, que si no, todos los de la casa morirían.


La mamá de la niñita estaba espantada y prometió obedecer a la Señora. Una amiga, que vivía cerca, oyó lo de la aparición. Fue entonces a ver a la señora y ridiculizó todo lo ocurrido. Trató de persuadir a su amiga de que se quedara con el cuadro, diciéndole que si fuera ella, no haría caso de sueños y visiones. Apenas había terminado de hablar, cuando comenzó a sentir unos dolores tan terribles, que creyó que se iba a morir. Llena de dolor, comenzó a invocar a Nuestra Señora para que la perdonara y la ayudara. La Virgen escuchó su oración. La vecina tocó la pintura, con corazón contrito, y fue sanada instantáneamente. Entonces procedió a suplicarle a la viuda para que obedeciera a Nuestra Señora de una vez por todas.


Accede la viuda a entregar la pintura


Se encontraba la viuda preguntándose en qué iglesia debería poner la pintura, cuando el cielo mismo le respondió. Volvió a aparecérsele la Virgen a la niña y le dijo que le dijera a su madre que quería que la pintura fuera colocada en la iglesia que queda entre la basílica de Sta. María la Mayor y la de S. Juan de Letrán. Esa iglesia era la de S. Mateo, el Apóstol.


La señora se apresuró a entrevistarse con el superior de los Agustinos quienes eran los encargados de la iglesia. Ella le informó acerca de todas las circunstancias relacionadas con el cuadro. La pintura fue llevada a la iglesia en procesión solemne el 27 de marzo de 1499. En el camino de la residencia de la viuda hacia la iglesia, un hombre tocó la pintura y le fue devuelto el uso de un brazo que tenía paralizado. Colgaron la pintura sobre el altar mayor de la iglesia, en donde permaneció casi trescientos años. Amado y venerado por todos los de Roma como una pintura verdaderamente milagrosa, sirvió como medio de incontables milagros, curaciones y gracias.


En 1798, Napoleón y su ejército francés tomaron la ciudad de Roma. Sus atropellos fueron incontables y su soberbia, satánica. Exilió al Papa Pío VII y, con el pretexto de fortalecer las defensas de Roma, destruyó treinta iglesias, entre ellas la de San Mateo, la cual quedó completamente arrasada. Junto con la iglesia, se perdieron muchas reliquias y estatuas venerables. Uno de los Padres Agustinos, justo a tiempo, había logrado llevarse secretamente el cuadro.


Cuando el Papa, que había sido prisionero de Napoleón, regresó a Roma, le dio a los agustinos el monasterio de S. Eusebio y después la casa y la iglesia de Sta. María en Posterula. Una pintura famosa de Nuestra Señora de la Gracia estaba ya colocada en dicha iglesia por lo que la pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue puesta en la capilla privada de los Padres Agustinos, en Posterula. Allí permaneció sesenta y cuatro años, casi olvidada.


Hallazgo de un sacerdote Redentorista


Mientras tanto, a instancias del Papa, el Superior General de los Redentoristas, estableció su sede principal en Roma donde construyeron un monasterio y la iglesia de San Alfonso. Uno de los Padres, el historiador de la casa, realizó un estudio acerca del sector de Roma en que vivían. En sus investigaciones, se encontró con múltiples referencias a la vieja Iglesia de San Mateo y a la pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.


Un día decidió contarle a sus hermanos sacerdotes sobre sus investigaciones: La iglesia actual de San Alfonso estaba construida sobre las ruinas de la de San Mateo en la que, durante siglos, había sido venerada, públicamente, una pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Entre los que escuchaban, se encontraba el Padre Michael Marchi, el cual se acordaba de haber servido muchas veces en la Misa de la capilla de los Agustinos de Posterula cuando era niño. Ahí en la capilla, había visto la pintura milagrosa. Un viejo hermano lego que había vivido en San Mateo, y a quien había visitado a menudo, le había contado muchas veces relatos acerca de los milagros de Nuestra Señora y solía añadir: "Ten presente, Michael, que Nuestra Señora de San Mateo es la de la capilla privada. No lo olvides". El Padre Michael les relató todo lo que había oído de aquel hermano lego.


Por medio de este incidente los Redentoristas supieron de la existencia de la pintura, no obstante, ignoraban su historia y el deseo expreso de la Virgen de ser honrada públicamente en la iglesia.


Ese mismo año, a través del sermón inspirado de un jesuita acerca de la antigua pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, conocieron los Redentoristas la historia de la pintura y del deseo de la Virgen de que esta imagen suya fuera venerada entre la Iglesia de Sta. María la Mayor y la de S. Juan de Letrán. El santo Jesuita había lamentado el hecho de que el cuadro, que había sido tan famoso por milagros y curaciones, hubiera desaparecido sin revelar ninguna señal sobrenatural durante los últimos sesenta años. A él le pareció que se debía a que ya no estaba expuesto públicamente para ser venerado por los fieles. Les imploró a sus oyentes que, si alguno sabía dónde se hallaba la pintura, le informaran dueño lo que deseaba la Virgen.


Los Padres Redentoristas soñaban con ver que el milagroso cuadro fuera nuevamente expuesto a la veneración pública y que, de ser posible, sucediera en su propia Iglesia de San Alfonso. Así que instaron a su Superior General para que tratara de conseguir el famoso cuadro para su Iglesia. Después de un tiempo de reflexión, decidió solicitarle la pintura al Santo Padre, el Papa Pío IX. Le narró la historia de la milagrosa imagen y sometió su petición.


El Santo Padre escuchó con atención. Él amaba dulcemente a la Santísima Virgen y le alegraba que fuera honrada. Sacó su pluma y escribió su deseo de que el cuadro milagroso de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera devuelto a la Iglesia entre Sta. María la Mayor y S. Juan de Letrán. También encargó a los Redentoristas de que hicieran que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera conocida en todas partes.


Aparece y se venera, por fin, el cuadro de Nuestra Señora


Ninguno de los Agustinos de ese tiempo había conocido la Iglesia de San Mateo. Una vez que supieron la historia y el deseo del Santo Padre, gustosos complacieron a Nuestra Señora. Habían sido sus custodios y ahora se la devolverían al mundo bajo la tutela de otros custodios. Todo había sido planeado por la Divina Providencia en una forma verdaderamente extraordinaria.


A petición del Santo Padre, los Redentoristas obsequiaron a los Agustinos una linda pintura que serviría para reemplazar a la milagrosa.


La imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue llevado en procesión solemne a lo largo de las vistosas y alegres calles de Roma antes de ser colocado sobre el altar, construido especialmente para su veneración en la Iglesia de San Alfonso. La dicha del pueblo romano era evidente. El entusiasmo de las veinte mil personas que se agolparon en las calles llenas de flores para la procesión dio testimonio de la profunda devoción hacia la Madre de Dios


A toda hora del día, se podía ver un número de personas de toda clase delante de la pintura, implorándole a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro que escuchara sus oraciones y que les alcanzara misericordia. Se reportaron diariamente muchos milagros y gracias.


Hoy en día, la devoción a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro se ha difundido por todo el mundo. Se han construido iglesias y santuarios en su honor, y se han establecido archicofradías. Su retrato es conocido y amado en todas partes.


Patrona de Haití


Teniendo esta advocación mariana como patrona de su congregación, los Padres Redentoristas la llevaron a sus misiones en Haití. Allí se le edificó un santuario en Béle-Aire, cerca de Puerto Príncipe.


En 1883 una terrible epidemia de viruela azotaba el país. Los devotos acudieron a la Virgen del Perpetuo Socorro y le hicieron una novena. La epidemia cesó milagrosamente y se decidió nombrarla patrona del país.


En 1993 se celebró con gran regocijo el centenario del milagro y del nombramiento de la Virgen como patrona. El Papa Juan Pablo II visitó Haití para esta celebración y puso al país bajo el amparo de la Virgen del Perpetuo Socorro.


Los Haitianos también tienen gran devoción a la Virgen de la Asunción.


Signos de la imagen de Nuestra Madre del Perpetuo Socorro

(conocida en el Oriente bizantino como el icono de la Madre de Dios de la Pasión)


Aunque su origen es incierto, se estima que el retrato fue pintado durante el decimotercero o decimocuarto siglo. El icono parece ser copia de una famosa pintura de Nuestra Señora que fuera, según la tradición, pintada por el mismo San Lucas. La original se veneraba en Constantinopla por siglos como una pintura milagrosa pero fue destruida en 1453 por los Turcos cuando capturaron la ciudad.


Fue pintado en un estilo plano característico de iconos y tiene una calidad primitiva. Todas las letras son griegas. Las iniciales al lado de la corona de la Madre la identifican como la “Madre de Dios”. Las iniciales al lado del Niño “ICXC” significan “Jesucristo”. Las letras griegas en la aureola del Niño: owu significan “El que es”, mientras las tres estrellas sobre la cabeza y los hombros de María santísima indican su virginidad antes del parto, en el parto y después del parto.


Las letras más pequeñas identifican al ángel a la izquierda como “San Miguel Arcángel”; el arcángel sostiene la lanza y la caña con la esponja empapada de vinagre, instrumentos de la pasión de Cristo. El ángel a la derecha es identificado como “San Gabriel Arcángel”, sostiene la cruz y los clavos. Nótese que los ángeles no tocan los instrumentos de la pasión con las manos, sino con el paño que los cubre.


Cuando este retrato fue pintado, no era común pintar aureolas. Por esta razón el artista redondeó la cabeza y el velo de la Madre para indicar su santidad. Las halos y coronas doradas fueron añadidas mucho después. El fondo dorado, símbolo de la luz eterna da realce a los colores más bien vivos de las vestiduras. Para la Virgen el maforion (velo-manto) es de color púrpura, signo de la divinidad a la que ella se ha unido excepcionalmente, mientras que el traje es azul, indicación de su humanidad. En este retrato la Madona está fuera de proporción con el tamaño de su Hijo porque es -María- a quien el artista quiso enfatizar.


Los encantos del retrato son muchos, desde la ingenuidad del artista, quien quiso asegurarse que la identidad de cada uno de los sujetos se conociera, hasta la sandalia que cuelga del pie del Niño. El Niño divino, siempre con esa expresión de madurez que conviene a un Dios eterno en su pequeño rostro, está vestido como solían hacerlo en la antigüedad los nobles y filósofos: túnica ceñida por un cinturón y manto echado al hombro. El pequeño Jesús tiene en el rostro una expresión de temor y con las dos manitas aprieta la derecha de su Madre, que mira ante sí con actitud recogida y pensativa, como si estuviera recordando en su corazón la dolorosa profecía que le hiciera Simeón, el misterioso plan de la redención, cuyo siervo sufriente ya había presentado Isaías.


En su doble denominación, esta bella imagen de la Virgen nos recuerda el centralismo salvífico de la pasión de Cristo y de María y al mismo tiempo la socorredora bondad de la Madre de Dios y nuestra.



12:53 a.m.
Martirologio Romano: En Moulins, Francia, beata Luisa Teresa Montaignac de Chauvance, virgen, que fundó la Congregación de Oblatas del Sagrado Corazón de Jesús. ( 1885)

Fecha de beatificación: 4 de noviembre de 1990 por S.S. Juan Pablo II.



Luisa Felicita de Montaignac de Chauvance, nace el 14 de Mayo de 1820, en el Havre de Grace. Luisa era la quinta de los hijos de Raymundo Amado de Montaignac y de Ana de Raffin. Poco después de su nacimiento, la familia de Montaignac se traslada a Rugles, departamento de Eure, en donde nace su último hijo: Carlos.

La señora de Montaignac, muy delicada de salud no puede dedicar a su hija todo el tiempo que amerita. Su vivacidad, su alegría de vivir, su destreza para realizar toda clase de trabajos, manualidades, hacen de ella una niña agradable y querida por su numerosa familia. A los siete años Luisa corre feliz por el campo pero no ha aprendido nada. Sus padres deben enviarla con su hermana al Convento de las Fieles Compañeras de Jesús en Chateauroux.


En la Navidad de 1827 Luisa descubre en el pesebre a un Dios pobre, pequeño y sufriente y empieza a amarlo con todo su corazón.


La salud de Luisa no toleraba mucho el ambiente y reglamento del colegio. Entonces, María Luisa Elizabeth de Montrichard de Raffin, su tía y madrina, decide hacerse cargo de la educación de su sobrina, tal como lo había prometido a su cuñada un buen día de 1819.


“Hoy comienza tu educación, todas las mañanas vendrás aquí para aprender ciencias y humanidades y, en fin, todo lo que debe saber una joven de tu edad. ¡Y deja de llorar! ¿No te queda toda la noche para hacerlo?” Le dice su tía. A lo que Luisa responde: “Y yo que creía que ya había terminado mi educación”.


La preparación de Luisa para su primera Comunión, es dirigida, con mucha solidez y firmeza por la señora de Raffin. Aprende de memoria los cuatro Evangelios y los Salmos de David. El 6 de junio de 1833 Luisa recibe por primera vez el Cuerpo de Cristo en la Catedral de Nevers. La recepción de estos Sacramentos fueron para ella el inicio de una vida nueva: de traviesa, inquieta y juguetona, se volvió una jovencita seria, reflexiva y acomedida, de tal manera que sus familiares y amigos la creían enferma.


A los 17 años, frecuenta el convento de Los Pájaros, en París, allí se impregna de la devoción al Corazón de Jesús, la vive como una verdadera renovación de su fe, bajo la dirección de los Padres Jesuitas.


A los 22 años cae, por primera vez, gravemente enferma. Su tía le lanza este reto: “¿Si Jesús te dijera ‘quieres permanecer clavada en la cruz conmigo y no descender de ella, sino después de la muerte’ qué le dirías? “SÍ, y de todo corazón”, respondió. Jesús tomó en serio este ofrecimiento y se dignó compartirle su trono glorioso, allí permaneció ella los últimos treinta años de su vida.


A los 23 años Luisa pronuncia el voto al Sagrado Corazón (hoy la Oblación). Ese voto le dio sentido a su existencia, así confiesa más tarde: “Mi voto al Sagrado Corazón hizo mi vida, hizo la Pía Unión”.


A los 28 años, Luisa radica en Montluçon, donde comienza un activo apostolado, mientras ‘la asociación de mujeres cristianas’ maduraba lentamente rodeada de oración y salpicada con toda clase de contradicciones, sin faltar las incomprensiones y obstáculos de parte de aquellos mismos que deberían más bien ayudar a desarrollar el proyecto.


Para su intenso apostolado, Luisa Teresa encuentra colaboradoras incondicionales: la Sra. María Tresca, las Sritas: Clara de Senislhac, María Paula Maupetit, María Seguin, María Teresa de la Bruyere... quienes con su apoyo moral, financiero y personal hicieron posible responder a las necesidades de su tiempo a las que Luisa Teresa fue sensible: orfanatorios, catecismo, obras de las iglesias pobres, adoración reparadora, ejercicios espirituales para todos, visitas familiares y al hospital, actividades a favor de los soldados, apostolado de la oración, bibliotecas, construcciones de capillas, unión de sacerdotes diocesanos, obra de los Samueles...


Ella decía: “Busquemos las obras sencillas que nadie quiere y que requieren poco personal. No me gusta la espuma en las obras de Dios”.


Todas estas obras se llevaron a cabo bajo su dirección, ella personalmente se desplazaba, poco al principio y después nada. Guía a sus colaboradoras por entrevistas personales y por una copiosa correspondencia. Se conservan, en Montluçon, más de 1500 cartas importantes, cumpliendo así su consigna de: “Ser mas que parecer”.


Luisa Teresa tiene 43 años cuando muere su hermana Ana, dejando tres hijos huérfanos. Ella se encarga de su educación. Apoya y anima a su sobrina Sabina, en su elección de ser religiosa de la Visitación.


A los 54 años, Luisa Teresa redacta la primera Regla de Vida de la Pía Unión de las Oblatas del Sagrado Corazón de Jesús. A los 55 años es electa Secretaria General del Apostolado de la Oración y este hecho le permite ampliar el horizonte de su correspondencia hasta América.


A los 60 años Luisa Teresa comprende por fin que la Voluntad de Dios para la Pía Unión, es la autonomía. Un Instituto en el que se tiene la posibilidad de vivir su consagración en dos estilos de vida diferentes: religiosas en comunidad comprometidas en diversas obras según los carismas personales y sobre todo encargadas del aprovisionamiento espiritual de las Oblatas Seculares y de las mujeres casadas o célibes (Afiliadas) que armonizan las obligaciones familiares y profesionales con diferentes formas de apostolados. Todas unidas por la Oblación al Corazón de Jesús participan en una misma misión:





Luisa Teresa permanece activa hasta el fin de sus días, da prioridad a la formación de aquellas que deben continuar su misión. Muere a los 65 años de edad el 27 de Junio de 1885.

La vida de Luisa Teresa estuvo sembrada de trigo y cizaña. Ella supo “leer” la Voluntad de Dios a través de las mediaciones: sus padres y familia, sus Directores Espirituales, los Obispos, los acontecimientos del país, su enfermedad, las contradicciones, los sufrimientos físicos y morales, los duelos, las amistades, las rupturas, los cambios de opciones, las alegrías, la vida entera. Luisa Teresa confió en Dios. Dios quiere ‘crédito’ de nuestra parte, sin adelantos.



11:43 p.m.
Si no fuera por sus escritos, todos marcados por la controversia semipelagiana, y por el testimonio del historiador Gennadio no sabríamos gran cosa de su vida que destaca por su virtud, por la perseverancia en la lucha por la ortodoxia y por el apasionamiento por la verdad.

Parece ser que era natural de Aquitania y así se añade a su nombre, como apellido, el de su patria y vió la luz a finales del siglo IV. Debió recibir una buena y sólida formación y parece ser que frecuentó la compañía de los monjes que estaban en el monasterio de san Víctor, en Marsella, al sur de Francia. Consta que nunca entró en el mundo de los clérigos, siempre permaneció en el estado seglar y hay indicios prudentes que llevan a pensar que estuvo casado; de hecho, se le atribuye el «Poema de un esposo a su esposa» en cuyo caso no habría duda sobre su estado matrimonial e incluso se le podría aplicar la profundidad de pensamiento y las claras actitudes de vida cristiana que en él aparecen, pero no puede afirmarse con total seguridad por negar algún autor de peso la autoría prosperoniana del poema.


Bien conocida es la controversia teológica suscitada en el siglo V por la desviada enseñanza de Pelagio contraria al pensar cristiano poseído pacíficamente en la Iglesia. La reacción de san Agustín -con toda clase de argumentos bíblicos y teológicos- no se hizo esperar en defensa de la fe y la sanción de los concilios de Cartago en los años 416 y 418 con la posterior aceptación del papa parecía haber solucionado para siempre el problema. Pero no fue así y es aquí donde entra en juego Próspero de Aquitania.


Los monjes de san Víctor en Marsella empiezan a inficionar las Galias con un pelagianismo camuflado que enseña el abad Casiano, escritor y teólogo, secundado por sus monjes. Dice en sus «Colaciones» que admite la doctrina contra los pelagianos expuesta por san Agustín y aprobada por los concilios y los papas, pero sostiene con sus monjes que depende del hombre la primera elección que en términos teológicos se denominará desde entonces el «initium fidei». Este es el pensamiento teológico que en el siglo XVI recibirá el nombre de semipelagianismo. Próspero detecta el mal larvado y habla, y discute, y visita, y escribe a Agustín propiciando la escritura de los tratados maduros agustinianos «Sobre el don de la perseverancia» y «De la predestinación de los santos» que escribió, ya anciano, el obispo de Hipona. Es toda una controversia de alto nivel. Como es laico y su fuerza termina en su pobre persona, no cede en la verdad teológica y marcha a Roma para implicar en la defensa de la fe al mismo papa Celestino I que era ya un hombre avezado en este tipo de discusiones y escribió a los obispos galos pidiendo sometimiento al magisterio de la Iglesia recogido de san Agustín.


Se trataba de intrincadas cuestiones que, en sus matices, son para especialistas teólogos y en las que los incautos son fácil presa al engaño. En juego está la idea de Dios y del hombre, el valor de la Redención y la necesidad de los sacramentos. No era poca cosa la que estaba sobre el tapete. Había que saber conciliar la evidencia del absoluto poder de Dios, su voluntad salvífica universal, y su absoluta libertad con la libertad del hombre que es un ser dependiente y el papel que le concierne en su propia salvación, correspondiendo personalmente a la gracia. Si se concedía excesivo protagonismo a la libertad humana se llegaba al extremo inaceptable de que el hombre puede llegar a la salvación sobrenatural por sus propias fuerzas; si, por el contrario, se acentuaba la absoluta dependencia del hombre con respecto a Dios, se hacía a Dios responsable de la condenación, cosa igualmente imposible. Llegar a la expresión técnica de la fe era cosa de preclaras inteligencias, grandes teólogos y extraordinarios santos.


Muerto Casiano y fallecido también san Agustín, no se acabó la discusión entre los seguidores del fraile y tuvo que ser el laico o seglar Próspero quien mantuviera firme y alta la bandera de la ortodoxia. Que se sepa, escribió «La vocación de todos los gentiles», «Contra el autor de las Colaciones», «Sobre la Gracia y el libre albedrío» y «De los ingratos».


Terminó sus días el seglar Próspero siendo secretario nada menos que del papa san León Magno y hasta se piensa que pudo poner su aportación en la Epístola Dogmática escrita a los Orientales para exponer magisterialmente el misterio de la Encarnación, declarando la unión Personal en Cristo contra la herejía de Nestorio y contra Eutiques y los monofisitas las dos naturalezas de Cristo.


Murió después del año 455, sin que se pueda aventurar con más exactitud la fecha de su muerte en el actual estado de investigación.


Da gusto ver en el siglo V la entrega de un laico sabio y santo responsable de su misión y puesto en la Iglesia sin renunciar al estado que Dios quiso para él. Aunque en aquella época no se hablaba aún de «promocionar al laicado», ni de «laicos comprometidos», se demuestra una vez más que, para cada uno en particular, la santidad no depende del modo de ser Iglesia en la Iglesia, sino de la fidelidad a la gracia de Dios y del esfuerzo por poner en juego todos los dones recibidos.



11:43 p.m.
Martirologio Romano: En Laval, Francia, beata María Lhuillier, virgen y mártir, que, recibida en la Congregación de Hermanas Hospitalarias de la Misericordia, durante la Revolución Francesa fue decapitada por mantenerse fiel a los votos religiosos de la Iglesia. ( 1794)

Fecha de beatificación: 19 de junio de 1955 por el Papa Pío XII



Nació en Arquenay, Francia. Creció analfabeta y muy pronto se quedó huérfana. Después de servir a una señora del lugar, fue a llamar a la puerta del convento de San Giuliano de las Canonesas Regulares Hospitalarias de la Misericordia de Jesús. Fue enviada al servicio del hospital de Château Gontier y, después de muchos sufrimientos y humillaciones, en el 1778, fue admitida en la profesión religiosa de este Instituto como hermana conversa, tomando el nombre de María de Santa Mónica.

Cuando estalló la Revolución francesa, en febrero de 1794, las religiosas fueron obligadas abandonar el hospital y a refugiarse en Laval en el exconvento de las Ursulinas. Acusada de distribuir parte de la ropa limpia del hospital, a personas necesitadas, María Lhuillier fue arrestada y conducida delante de una comisión. El juez declaró que ignoraría aquella infracción si la religiosa prestase el juramento de "Libertad e Igualdad", pero ella no quiso saber nada. El juez la amenazó con la guillotina y a cuantos hubieran seguido su ejemplo, pero ella permaneció impertérrita y dijo: "Tanto mejor para mí y para mis hermanas. Así tendremos el gozo de morir por nuestra fe, más pronto podremos ver a Dios. El juez le insinuó: "Mira bien que queremos salvarte y te ofrecemos lo mejor". Pero ella respondió: "Todos los medios que me ofreces son sólo para engañarme, pero gracias a Dios, no lo conseguís. Yo no quiero perderme para toda la eternidad".


Al oir la sentencia de muerte, nuestra beata se arrodilló y exclamó: "Dios mio, cuanta gracias me hacéis contándome en el número de vuestros mártires, mientras yo soy una gran pecadora". Después cuando estuvo sola, se cortó el pelo, entonces un ayudante del verdugo la agarró y con un golpe de sable le rompió los vestidos. La mártir palideció por el ultraje y se desmayó. Cuando se repuso comentó: "La muerte no me da miedo, pero podíais ahorrarme este dolor". Nuevamente fue invitada a prestar juramento, pero ella suspiró: "¡Oh Dios! Preferir una vida pasajera y caduca a una vida gloriosa e inmortal. No, no, prefiero la muerte". Antes de subir al cadalso exclamó: "¡Dios mío, yo debo morir de una muerte así de dulce, mientras tu has sufrido tanto por mi!". Murió en Laval.


El 15 de junio de 1955 el Papa Pío XII beatificó a 19 mártires franceses de Laval, el grupo de mártires está conformado por:


1.- Juan Bautista Turpin du Cormier, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

2.- Juan María Gallot, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

3.- José Pellé, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

4.- René Luis Ambroise, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

5.- Franisco Duchesne, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

6.- Julián Franisco Morin de la Girardière, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

7.- Juan Bautista Triquerie, Sacerdote Franciscano Conventual, 21 de enero

8.- Jacobo André, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

9.- Andrés Duliou, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

10- Luis Gastineau, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

11- Franiscos Migoret-Lamberdière, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

12- Julián Moulé, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

13- Augustín Manuel Philippot, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

14- Pedro Thomas, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

15- Francisca Mézière, Laica de la diócesis de Laval, 5 de febrero

16- Franisca Tréhet, Hna. de la Caridad de Notre-Dame d´Evron, 13 de marzo

17- Juana Véron, Hna. de la Caridad de Notre-Dame d´Evron, 20 de marzo

18- María Lhuillier (Sor Mónica), Canónica Regular Hospitalaria de la Misericordia de Jesús, 25 de junio

19- Jacobo Burin, Sacerdote de la diócesis de Le Mans, 17 de octubre.


La fecha indicada corresponde a la de sus martirios.



11:43 p.m.
Fecha de beatificación: Culto confirmado en el año 1612 siedo Papa Pablo V.

Etimológicamente significa “el que guía y conoce todos los caminos”. Viene de la lengua alemana.


¡Que se regocije el corazón sencillo! ¡Dichoso quien tenga un corazón de niño! Todas las realidades de Dios están en él.


Guido fue un confesor del siglo XIV. Pertenecía a una familia de Nápoles de origen noble. Eran cuatro hermanos, y en todos ellos brillaba la flor de la sencillez, uno de los dones grandes que Dios concede a las personas que quieren serlo.

Uno fue un soldado valeroso; otro, un brillante hombre de gobierno y primer ministro de Nápoles; el tercero fue un arzobispo ejemplar de Bari y, más tarde, llegó a ser cardenal de la Iglesia.


El menos brillante a los ojos del mundo, era Guido. Escogió el camino de la humildad en lugar del sendero de la ambición.


Entró muy joven en la Orden de los Dominicos. Encontró dificultades para entrar por motivos de salud, mucho más que por causas familiares.


Una vez que entró en la Orden, se reveló como un dominico de primera línea en la predicación – lo típico de esta Orden – y por su virtud.


Fue el maestro del convento napolitano; después se marchó de misionero a tierras del Sur.


En Sicilia adquirió una fama sensacional como un comunicador claro.


Todo el mundo que le escuchaba, lo entendía todo. Sabía adaptarse a a los oyentes con el lenguaje adecuado.


En Ragusa fundó un nuevo convento. Fue nombrado por la Santa Sede Inquisidor de la fe en Nápoles. Lo ejerció con prudencia. Murió en el año 1391.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com



11:51 p.m.
Martirologio Romano: En Turín, en el Piamonte, Italia, san José Cafasso, presbítero, que se dedicó a la formación espiritual y cultural de los futuros clérigos, y a reconciliar con Dios a los presos encarcelados y a los condenados a muerte. ( 1860)

Fecha de canonización: 22 de junio de 1947 por el Papa Pío XII



Este humilde sacerdote fue quizás el más grande amigo y benefactor de San Juan Bosco y, de muchos seminaristas pobres más, uno de los mejores formadores de sacerdotes del siglo XIX.

Nació en 1811 en el mismo pueblo donde nació San Juan Bosco. En Castelnuovo (Italia). Una hermana suya fue la mamá del Beato José Alamano, fundador de la comunidad de los Padres de la Consolata.


Desde niño sobresalió por su gran inclinación a la piedad y a repartir ayudas a los pobres.


En el año 1827, siendo Caffaso seminarista se encontró por primera vez con Juan Bosco. Cafasso era de familia acomodada del pueblo y Bosco era de una vereda y absolutamente pobre. Don Bosco narra así su primer encuentro con el que iba a ser después su Benefactor, su defensor y el que mejor lo comprendiera cuando los demás lo despreciaran: "Yo era un niño de doce años y una víspera de grandes fiestas en mi pueblo, vi junto a la puerta del templo a un joven seminarista que por su amabilidad me pareció muy simpático. Me acerqué y le pregunté: ´¿Reverendo: no quiere ir a gozar un poco de nuestras fiestas?´. Él con una agradable sonrisa me respondió: ´Mira, amiguito: para los que nos dedicamos al servicio de Dios, las mejores fiestas son las que se celebran en el templo´. Yo, animado por su bondadoso modo de responder le añadí: ´Sí, pero también en nuestras fiestas de plaza hay mucho que alegra y hace pasar ratos felices´. Él añadió: ´Al buen amigo de Dios lo que más feliz lo hace es el participar muy devotamente de las celebraciones religiosas del templo´. Luego me preguntó qué estudios había hecho y si ya había recibido la sagrada comunión, y si me confesaba con frecuencia. Enseguida abrieron el templo, y él antes de despedirse me dijo: ´No se te olvide que para el que quiere seguir el sacerdocio nada hay más agradable ni que más le atraiga, que aquello que sirve para darle gloria a Dios y para salvar las almas´. Y de manera muy amable se despidió de mí. Yo me quedé admirado de la bondad de este joven seminarista. Averigüé cómo se llamaba y me dijeron: ´Es José Cafasso, un muchacho tan piadoso, que ya desde muy pequeño en el pueblo lo llamaban -el santito".


Cafasso que era un excelente estudiante tuvo que pedir dispensa para que lo ordenaran de sacerdote de sólo 21 años, y en vez de irse de una vez a ejercer su sacerdocio a alguna parroquia, dispuso irse a la capital, Turín, a perfeccionarse en sus estudios. Allá había un instituto llamado El Convictorio para los que querían hacer estudios de postgrado, y allí se matriculó. Y con tan buen resultado, que al terminar sus tres años de estudio fue nombrado profesor de ese mismo instituto, y al morir el rector fue aclamado para reemplazarlo, y estuvo de magnífico rector por doce años hasta su muerte.


San José Cafasso formó más de cien sacerdotes en Turín, y entre sus alumnos tuvo varios santos. Se propuso como modelos para imitar a San Francisco de Sales y a San Felipe Neri, y sus discípulos se alegraban al contestar que su comportamiento se asemejaba grandemente al de estos dos simpáticos santos.


En aquel entonces habían llegado a Italia unas tendencias muy negativas que prohibían recibir sacramentos si la persona no era muy santa (Jansenismo) y que insistían más en la justicia de Dios que en su misericordia (rigorismo).


El Padre Cafasso, en cambio, formaba a sus sacerdotes en las doctrinas de San Alfonso que insiste mucho en la misericordia de Dios, y en las enseñanzas de San Francisco de Sales, el santo más comprensivo con los pecadores. Y además a sus alumnos sacerdotes los llevaba a visitar cárceles y barrios supremamente pobres, para despertar en ellos una gran sensibilidad hacia los pobres y desdichados.


Cuando el niño campesino Juan Bosco quiso entrar al seminario, no tenía ni un centavo para costearse los estudios. Entonces el Padre Cafasso le costeó media beca, y obtuvo que los superiores del seminario le dieran otra media beca con tal de que hiciera de sacristán, de remendón y de peluquero. Luego cuando Bosco llegó al sacerdocio, Cafasso se lo llevó a Turín y allá le costeó los tres años de postgrado en el Convictorio. El fue el que lo llevó a las cárceles a presenciar los horrores que sufren los que en su juventud no tuvieron quién los educara bien. Y cuando Don Bosco empezó a recoger muchachos abandonados en la calle, y todos lo criticaban y lo expulsaban por esto, el que siempre lo comprendió y ayudó fue este superior. Y al ver la pobreza tan terrible con la que empezaba la comunidad salesiana, el Padre Cafasso obtenía ayudas de los ricos y se las llevaba al buen Don Bosco. Por eso la Comunidad Salesiana ha considerado siempre a este santo como su amigo y protector.


En Turín, que era la capital del reino de Saboya, las cárceles estaban llenas de terribles criminales, abandonados por todos. Y allá se fue Don Cafasso a hacer apostolado. Con infinita paciencia y amabilidad se fue ganando los presos uno por uno y los hacía confesarse y empezar una vida santa. Les llevaba ropa, comida, útiles de aseo y muchas otras ayudas, y su llegada a la cárcel cada semana era una verdadera fiesta para ellos.


San José Cafasso acompañó hasta la horca a más de 68 condenados a muerte, y aunque habían sido terribles criminales, ni uno sólo murió sin confesarse y arrepentirse. Por eso lo llamaban de otras ciudades para que asistiera a los condenados a muerte. Cuando a un reo le leían la sentencia a muerte, lo primero que pedía era: "Que a mi lado esté el Padre Cafasso, cuando me lleven a ahorcar" (Un día se llevó a su discípulo Juan Bosco, pero éste al ver la horca cayó desmayado. No era capaz de soportar un espectáculo tan tremendo. Y a Cafasso le tocaba soportarlo mes por mes. Pero allí salvaba almas y convertía pecadores).

La primera cualidad que las gentes notaban en este santo era "el don de consejo". Una cualidad que el Espíritu Santo le había dado para saber aconsejar lo que más le convenía a cada uno. Por eso a su despacho llegaban continuamente obispos, comerciantes, sacerdotes, obreros, militares, y toda clase de personas necesitadas de un buen consejo. Y volvían a su casa con el alma en paz y llena de buenas ideas para santificarse. Otra gran cualidad que lo hizo muy popular fue su calma y su serenidad. Algo encorvado (desde joven) y pequeño de estatura, pero en el rostro siempre una sonrisa amable. Su voz sonora, y encantadora. De su conversación irradiaba una alegría contagiosa (que San Juan Bosco admiraba e imitaba grandemente). Todos elogiaban la tranquilidad inmutable del Padre José. La gente decía: "Es pequeño de cuerpo, pero gigante de espíritu". A sus sacerdotes les repetía: "Nuestro Señor quiere que lo imitemos en su mansedumbre".


Desde pequeñito fue devotísimo de la Sma. Virgen y a sus alumnos sacerdotes los entusiasmaba grandemente por esta devoción. Cuando hablaba de la Madre de Dios se notaba en él un entusiasmo extraordinario. Los sábados y en las fiestas de la Virgen no negaba favores a quienes se los pedían. En honor de la Madre Santísima era más generoso que nunca estos días. Por eso los que necesitaban de él alguna limosna especial o algún favor extraordinario iban a pedírselo un sábado o en una fiesta de Nuestra Señora, con la seguridad de que en honor de la Madre de Jesús, les concedería su petición.


Un día en un sermón exclamó: "qué bello morir un día sábado, día de la Virgen, para ser llevados por Ella al cielo". Y así le sucedió: murió el sábado 23 de junio de 1860, a la edad de sólo 49 años.

Su oración fúnebre la hizo su discípulo preferido: San Juan Bosco.


El Papa Pío XII canonizó a José Cafasso en 1947, y nosotros le suplicamos a tan bondadoso protector que logremos imitarlo en su simpática santidad.


Antes de morir escribió esta estrofa: "No será muerte sino un dulce sueño para ti, alma mía, si al morir te asiste Jesús, y te recibe la Virgen María". Y seguramente así le sucedió en realidad.



11:51 p.m.



















María de Oignies, Beata
María de Oignies, Beata

Reclusa y Fundadora


Martirologio Romano: En Oignies, también en Hainaut, beata María, que, dotada de dones místicos, con el permiso de su esposo se recluyó en una celda, y después inició y reglamentó el instituto llamado de las "Beguinas". ( 1213)


El cardenal Jacques de Vitry, quien fue amigo, discípulo y tal vez, durante algún tiempo, el confesor de María de Oignies, escribió la biografía de esta beata. Por influencias de María, el futuro cardenal tomó las órdenes sacerdotales; sin embargo, al examinar, en su libro, las virtudes de su personaje, advierte a los lectores que no es precisamente un ejemplo que él recomendase imitar.

Nació en el seno de una acaudalada familia de Nivelles, en Brabante y, no obstante que todas sus aspiraciones estaban centradas en la vida religiosa, sus padres la dieron en matrimonio a un hombre joven y gentil, de buena posición, tan pronto como cumplió los catorce años. Pero si los padres pensaron que el matrimonio de su hija le haría olvidar su vocación, estaban equivocados. María, joven y hermosa, adquirió una gran ascendencia sobre su esposo, hasta el grado de convencerle a que viviesen juntos en absoluta continencia y a que tarnsformasen su casa en un hospital para los leprosos. La joven pareja se dedicó a cuidar a sus pacientes con una abnegación sin límites: tanto María como su esposo lavaban personalmente a los leprosos, velaban a los más enfermos durante noches enteras y distribuían limosnas entre ellos y todos los pobres de la comarca, con tanta prodigalidad, que continuamente recibían airadas recriminaciones por parte de todos sus parientes.


Estas actividades no impedían a María entregarse a la práctica de rigurosas austeridades. Empleaba las disciplinas, llevaba cuerdas apretadas en torno a su cuerpo y se privaba del sueño y de los alimentos. Se afirma que durante todo un invierno excesivamente riguroso, desde el día de san Martín hasta la Pascua, pasó todas las noches tendida sobre las losas de una iglesia, con la ropa que llevaba puesta únicamente, sin que durante toda aquella larga penitencia sufriese un resfriado o un dolor de cabeza. Cuando se hallaba en su casa, dedicada a hilar o en otro trabajo manual sedentario, trataba de evitar las distracciones de sus pensamientos, mediante el procedimiento de poner abierto frente a ella, un salterio o libro de oraciones para leer alguna frase edificante, de tanto en tanto. Su biógrafo hace hincapié en la anormal abundancia de sus lágrimas, que tanto él como otros que escribieron sobre la beata, atribuyen a una gracia espiritual. Por nuestra parte, estamos mejor dispuestos a tomar semejante anormalidad, como una reacción física de la tensión nerviosa bajo la cual mantenía constantemente su cuerpo; pero no debe olvidarse que, en aquellos tiempos, la facilidad de llorar y la abundancia del llanto se consideraban como un signo de verdadera contrición. Hasta hace poco figuraban en el misal romano numerosas colectas pro petitione lacrymarum (para pedir lágrimas) y san Ignacio de Loyola, como se puede comprobar en uno de los fragmentos que aún se conservan de su diario espiritual, consideraba los días en que no era capaz de derramar lágrimas durante la celebración de la misa, como períodos de desolación, cuando Dios, por así decirlo, escondía el rostro. María, por su parte, afirmaba que el llanto la aliviaba y la refrescaba.


La fama de santidad de la bendita asceta atrajo a muchos visitantes, y casi todos regresaron a sus hogares, edificados con sus admoniciones y consolados por sus consejos. Poco tiempo antes de su muerte, María se sintió llamada a buscar la soledad. Por lo tanto, con el consentimiento de su esposo, dejó su casa de Williambroux y se estableció en una celda contigua al monasterio de los canónigos agustinos, en Oignies. Si ya en el pasado había tenido visiones y éxtasis, en su vida presente se multiplicaron las manifestaciones celestiales. Tras una larga y penosa enfermedad, que ella misma había vaticinado, murió a la edad de veintiocho años, el 23 de junio de 1213.


Uno de los rasgos más notables en la existencia de María de Oignies, es el hecho de que ella, lo mismo que otros místicos de los Países Bajos, sobre todo las beguinas, parecen haberse anticipado bastantes años a la transformación del espíritu de la devoción católica, cuyo principio data de la iniciación del movimiento franciscano. El cardenal Vitry, en el prefacio a su "Vida de la beata María", apela al obispo Fulk, de Toulouse, testigo ocular del extraordinario acrecentamiento de la piedad, del que Bélgica era el núcleo y, no hay duda de que el biógrafo pensaba en María de Oignies, al dirigirse al obispo Fulk en estos términos:



Tengo bien presentes vuestras palabras cuando hablasteis de haber dejado el Egipto de vuestra diócesis y, luego de atravesar un árido desierto, descubristeis, en la comarca de Lieja, la Tierra Prometida ... Ahí encontrasteis también, como os oí decir con acento jubiloso, a muchas santas mujeres de las que moran entre nosotros, quienes lamentan en mayor grado un pecado venial, que todo el pueblo de vuestra comarca pudiese lamentar haber cometido un millar de pecados mortales ... Visteis numerosos grupos de esas santas mujeres que despreciaban los deleites terrenales y las riquezas de este mundo, por el anhelo de un reino celestial; que se ataban a su Eterno Esposo con los lazos de la pobreza y la humildad. Las observasteis mientras trataban de ganar su pobre subsistencia con el trabajo de sus manos y, no obstante que sus padres o parientes nadaban en la riqueza, preferían olvidarse de los seres de su misma sangre y de sus hogares, y soportar las estrecheces de la pobreza, a gozar de una abundancia malhabida.



La nota característica del mencionado movimiento de transformación era la afectuosa devoción por la Pasión de Nuestro Señor, y debe recordarse que "cuando María lloraba tan copiosamente, según dice el cardenal Vitry, que podían seguirse sus pasos en las iglesias donde oraba por las manchas de humedad sobre el pavimento, era porque tomaba sus lágrimas en el cáliz inagotable de la Pasión o contemplaba un crucifijo, sin caer desvanecida".

Igualmente notable fue su anticipación a la devoción por la presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento, sobre la cual no hay mención hasta entonces en la literatura devocional o de culto (pero si en la liturgia y teología). Al hablar de la beata María, dice su biógrafo: "A veces, se permitía tomar un descanso en su celda, pero en otras ocasiones, sobre todo cuando se aproximaba alguna gran fiesta, no podía encontrar reposo ni tranquilidad más que en presencia de Cristo, en la iglesia".


En fechas posteriores, cualquier duda que pudiese haber sobre que el significado de la frase "en presencia de Cristo, en la iglesia" se refiere a la presencia eucarística, quedaron disipadas por un breve estudio sobre María de Oignies, hecho por Tomás de Cantimpré, que los bolandistas agregaron como un apéndice a la biografía de Jacques de Vitry. En ese estudio se hace referencia a un hombre muy rico que, en cierto sentido, había vuelto a su religión gracias a los esfuerzos de María. En el momento en que aquel hombre atravesaba por un gran desaliento espiritual, la beata le aconsejó "que entrase en la iglesia más próxima; una vez en el templo, cayó de rodillas ante el altar y clavó la vista en la píxide que contenía el Cuerpo de Cristo, encima del altar". Entonces el hombre vio que, por tres veces, la píxide se desplazaba de su lugar, atravesaba los aires en dirección a donde él estaba de rodillas y permanecía unos instantes suspendida frente a sus ojos. En la tercera ocasión, el hombre cayó en un arrobamiento y mantuvo una secreta comunión con Dios.


Si tenemos presente la fecha en que fue escrito, el siguiente párrafo puede resultar muy interesante:



El mayor consuelo y gran deleite de María, hasta la hora en que llegó a la Tierra Prometida, fue el maná de vida que viene del cielo. El Pan Sagrado fortalecía su corazón y el Vino celestial embriagaba de placer su alma. Se saciaba con el santo alimento de la carne de Cristo, y su sangre vivificante la limpiaba y purificaba. Aquel era el único consuelo del que no podía privarse. Recibir el cuerpo de Cristo era para ella lo mismo que vivir y, en su mente morir era apartarse de su Señor al no participar en su bendito Sacramento. El cumplir con las palabras: "A menos que el hombre coma la Carne ...", lejos de ser, para ella, una dura prueba, como sucedía con los judíos, le resultaba dulce y reconfortante, puesto que no solamente experimentaba el deleite y el consuelo interiores al recibirle, sino también un sabor dulce en la boca, como el de la miel ... También su sed por la Sangre Regeneradora de su Señor era tan aguda, que a duras penas podía soportarla, y muchas veces suplicaba que se dejase el cáliz vacío sobre el altar, después de la misa, para tener la dicha de mirarlo.



Asimismo, María fue una de las primeras místicas de quienes se haya registrado, con bastantes detalles, las experiencias de lo que nos sentimos tentados a llamar atributos psíquicos. Se afirma que, algunas veces, supo con extraordinaria claridad, lo que en aquel preciso instante sucedía a muchas leguas de distancia; que tenía extrañas premoniciones sobre el futuro y que podía adivinar, con absoluta precisión, la historia pasada de las reliquias, por ejemplo, que todos ignoraban (hierognosis y psicometría). Jacques de Vitry, sin duda un testigo presencial, habla admirativamente de un inexplicable relato que hizo la beata, con lujo de detalles, sobre la ceremonia de la ordenación sacerdotal de "un amigo suyo", que en aquellos precisos instantes se desarrollaba en París.

Es importante tener presente que Jacques de Vitry es un testigo digno de toda confianza. Aparte de que pasó cerca de cinco años en compañía de la beata, desde 1208 hasta su muerte, ocurrida en 1213, toda su carrera y sus escritos ponen de manifiesto que fue un hombre de escrupulosa integridad y muy buen juicio. Siempre vio en María una especie de segunda madre y se sintió sinceramente honrado de que ella le designara como su "predicador" especial y se identificara con su trabajo apostólico. La biografía de la beata parece haber sido escrita poco después de su muerte y antes de que Jacques de Vitry fuese consagrado cardenal, pero es evidente que el autor conservó, hasta el último día de su vida, la devoción que le inspiró su personaje, y la localidad de Oignies, donde vivió. María, por su parte, siempre declaró que la amistad del cardenal se le había dado como respuesta a sus plegarias y que, aparte de ser su amigo, era su delegado, ya que ella, a causa de su sexo, no estaba en condiciones de instruir a los fieles y llevarlos hacia Dios. Ciertamente que, entre ellos, hubo un gran afecto; durante su última enfermedad, la beata oraba sin descanso por Jacques y pedía a Dios que le protegise de todo mal para que, llegado el momento de su muerte, pudiera ofrecer al Señor el alma limpia de su amigo sobre la que ella había velado en vida, para devolverla a su Creador intacta. En su oración mencionaba todas las pruebas, tentaciones y aun pecados de "su predicador" y luego, suplicaba al Señor que le apartase de ellos. El prior que confesaba a María y conocía bien su conciencia, la oyó decir aquellas cosas y fue en busca del cardenal para preguntarle si le había confesado a la beata todos sus pecados, "puesto que en sus cantos, dijo el prior, María hizo relación de todo lo que tú has hecho, como si lo leyese en un libro". Con la palabra "cantos", el prior se refería a la extraordinaria manifestación que se produjo durante los últimos días de vida de la beata, cuando ésta, como si fuera presa del delirio, hablaba sin cesar de cosas celestiales, pero en prosa rimada y aun en versos.


También eran extraordinarias las condiciones físicas en que vivía. Se nos dice, por ejemplo, que "ni siquiera en lo más crudo del invierno requería el fuego material de la chimenea para evitar el frío, porque incluso cuando la temperatura era tan baja que toda el agua se convertía en hielo, ella, por maravilla de la gracia, tenía encendido el espíritu con un fuego tan vivo, que el calor de su alma, sobre todo durante la plegaria, le calentaba el cuerpo; muchas veces sucedió que, en las noches más frías se la veía traspirar y, de sus ropas húmedas, se desprendía una dulce fragancia. Con mucha frecuencia también, el olor de sus ropas era como el del incienso, en los instantes en que las oraciones ascendían desde el brasero de su corazón".


Semejantes declaraciones podrían parecer sospechosas si procedieran de oídas; pero el caso es que Jacques de Vitry se encontraba presente y no hay duda de que era un hombre devoto, honesto, sereno, que decía la verdad sin circunloquios.


NOTA: Las Beguinas fue una asociación de mujeres cristianas, contemplativas y activas, que dedicaron su vida, tanto a la defensa de los desamparados, enfermos, mujeres, niños y ancianos, como a una brillante labor intelectual. Organizaban la ayuda a los pobres y a los enfermos en los hospitales, o a los leprosos. Trabajaban para mantenerse y eran libres de dejar la asociación en cualquier momento para casarse.


En el curso de la historia el comportamiento y fidelidad a la Santa Madre Iglesia se fue disolviendo en esta asociación, lo que postre la llevó a su extinción.


VIDAS DE LOS SANTOS Edición 1965

Autor: Alban Butler (†)

Traductor: Wilfredo Guinea, S.J.

Editorial: COLLIER´S INTERNATIONAL - JOHN W. CLUTE, S. A.






11:51 p.m.














Tomás Garnet, Santo
Tomás Garnet, Santo

Presbíero y Mártir


Martirologio Romano: En Londres, Inglaterra, santo Tomás Garnet, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús y mártir, el cual, ordenado en el Colegio de los Ingleses de Valladolid, en España, al regresar a Inglaterra fue encarcelado dos veces y, finalmente, en tiempo del rey Jacobo I, ajusticiado en Tyburn. ( 1608)

Fecha de canonización: 25 de octubre de 1970por el Papa Pablo VI, como parte de los 40 mártires de Inglaterra y Gales



Tomás Garnet fue sobrino del famoso sacerdote jesuita, P. Enrique Garnet, e hijo del señor Ricardo Garnet, católico fiel y alumno distinguidísimo de Balliol Collage, de Oxford. Tomás recibió su primera educación en la Escuela Primaria de Horsham, pero a la edad de dieciséis o diecisiete años, fue enviado a Francia para que completase su educación en el recién inaugurado colegio de Saint Omer. En enero de 1595, Tomás y varios de sus compañeros se embarcaron con destino a España, pero no fue sino hasta catorce meses después, tras una serie de calamidades, incluida una temporada de cárcel en Inglaterra, cuando arribó a su destino: el colegio de los jesuitas ingleses en Valladolid. Ahí terminó su curso de teología y fue ordenado sacerdote. Inmediatamente se le asignó a la misión de Inglaterra, junto con el beato Marcos Barkworth. Tal como él mismo declaró durante su proceso, su existencia en los seis años siguientes queda cabalmente descrita con sus propias palabras: "Anduve errante de un lugar a otro para rescatar almas que se habían desviado y se hallaban perdidas en el error en cuanto a la doctrina de la verdadera Iglesia católica".

Fue detenido cerca de Warwick, poco después del descubrimiento del «Complot de la Pólvora» (Gunpowder Plot), un famosa tentativa fracasada de derribar a Jacobo I, a partir de la cual se recrudecieron las medidas contra los católicos, aunque no hayan tenido, como en este caso, participación en el complot. Primero, se le encerró en la prisión de Gatehouse, y después, se le trasladó a Newgate. Como se había hospedado en la casa del señor Ambrose Rookwood, quien se hallaba complicado en la conspiración y, en vista de su parentesco con el padre Enrique Garnet, se pensó que podría suministrar importantes informaciones sobre el caso; pero ni las amenazas del tormento, ni el riguroso interrogatorio a que fue sometido, pudieron arrancarle alguna afirmación comprometedora. Al cabo de ocho o nueve meses, los que Tomás pasó en una celda húmeda, sin otro lecho que el duro suelo, fue deportado a Flandes con otros cuarenta y seis sacerdotes. Mientras se hallaba en Inglaterra, Tomás fue admitido en la Compañía de Jesús por su tío y, durante su destierro, se refugió en Lovaina para hacer su noviciado. Al año siguiente, en septiembre, regresó a Inglaterra. Seis semanas más tarde, fue entregado a sus perseguidores por un sacerdote apóstata.


Aquella vez, inmediatamente después de su detención, fue procesado en el tribunal de Old Bailey, donde se le declaró culpable de alta traición, por haber recibido la ordenación de manos de una autoridad que dependía de Roma y por haber desafiado la ley al regresar a Inglaterra. En el curso del interrogatorio, no llegó a confirmar ni a desmentir que fuese sacerdote, pero se negó resueltamente a hacer el juramento de fidelidad a la supremacía real. Por la declaración de tres testigos en el sentido de que, mientras estuvo preso en la Torre, le habían visto firmar como "Padre" Tomás Garnet, fue declarado culpable y condenado a muerte. Desde el cadalso, proclamó que era sacerdote y jesuita, y explicó que, si no lo había admitido durante el juicio, fue en razón de no aparecer como su propio acusador y obligar a los jueces a condenarle contra su conciencia. El conde de Essex y otros personajes hicieron un último intento para convencerlo de que salvara su vida, pero él persistió en su negativa de tomar el juramento. Al retirarse la carreta para dejar al mártir colgado de la cuerda, aquellos personajes no permitieron que el verdugo comenzara a cortarle el cuerpo, hasta comprobar que estaba muerto.


VIDAS DE LOS SANTOS Edición 1965

Autor: Alban Butler (†)

Traductor: Wilfredo Guinea, S.J.

Editorial: COLLIER´S INTERNATIONAL - JOHN W. CLUTE, S. A.





11:51 p.m.



















Lanfranco de Pavia, Santo
Lanfranco de Pavia, Santo

Obispo


Martirologio Romano: En Pavía, Lombardía, Italia, san Lanfranco, obispo, varón de paz, que sufrió mucho por fomentar la reconciliación y la concordia en su comunidad ( 1198)


Lanfranco, miembro de la familia Beccari, nació en Grupello, una pequeña población vecina a Pavía, en la Lombardia.

A pesar de que por naturaleza era un hombre de paz, durante la mayor parte de sus quince años de episcopado resistió activamente los intentos de las autoridades civiles para echar mano de las propiedades de la Iglesia. Cierta vez, en lo más recio de la lucha, el obispo desapareció del escenario, porque había ido a refugiarse, provisionalmente, al monasterio de San Sepolcro, en busca de la fortaleza y dirección del cielo para continuar con sus esfuerzos; a su regreso, cesaron las hostilidades.


Sin embargo, la paz no duró mucho tiempo, puesto que los regidores municipales exigieron que una buena parte de los ingresos eclesiásticos les fuesen cedidos para terminar la construcción de las fortificaciones de Pavía, a lo que el obispo se negó rotundamente. Como los del municipio no pudieron vencer su resistencia, emitieron una ordenanza que establecía como un delito penado por la ley el suministro de cualquier clase de alimento al obispo y prestarse a hornearle el pan. Ante la amenaza de morir por hambre, el obispo Lanfranco abandonó la ciudad para dirigirse a Roma, donde expuso su caso ante el Papa Clemente III, quien hizo una severa advertencia a los concejales de Pavía y le pidió al obispo que regresara a su sede. Lanfranco obedeció rápidamente y con muy grande complacencia, puesto que había recibido noticias de que Salimbene, un hombre de reconocida piedad y amigo suyo, acababa de ascender a magistrado mayor y, por largo tiempo al menos, era el gobernador de la ciudad. El obispo hizo su entrada en Pavía entre las aclamaciones de la población y, desde entonces, todo fue paz y amistad. Largo tiempo después, cuando el municipio reanudó sus reclamaciones, Lanfranco, ya anciano y enfermo, se declaró incapaz de emprender la lucha nuevamente. Decidió renunciar al gobierno de la diócesis y tomar el hábito en la orden de Valleumbrosa, pero antes de llevar a cabo sus propósitos, se agravaron sus males y murió. La fiesta del Beato Lanfranco se celebra en Pavía, donde también nació otro Lanfranco, el de Canterbury.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


VIDAS DE LOS SANTOS Edición 1965

Autor: Alban Butler (†)

Traductor: Wilfredo Guinea, S.J.

Editorial: COLLIER´S INTERNATIONAL - JOHN W. CLUTE, S. A.






11:42 p.m.
Nace: 353 en Burdeos, Francia.

Su padre era gobernador de familia muy rica. Tuvo como maestros a los mas famosos literatos de su época. Llegó a ser un reconocido abogado con importantes cargos públicos en el Imperio Romano, por lo que viajó extensivamente. Todos le admiraban por su educación y su trato. En Milán se hizo amigo de San Ambrosio y San Agustín. Mantuvo correspondencia con San Jerónimo. Recibió el bautismo de su amigo San Delfín, obispo de Burdeos.


Se retiró a España donde se casó con Teresa. Tras la muerte de su único hijo cuando este tenía ocho días de nacido, el matrimonio decidió repartir sus riquezas entre los pobres y vivir como hermanos.


En la Navidad del 393, el pueblo pidió al Obispo de Barcelona que ordenase a Paulino sacerdote.


Paulino y Teresa se fueron a vivir a Nola, Italia. Allí junto a la tumba de San Félix construyeron su casa donde vivían austeramente en oración y se dedicaban a la ayuda de los pobres.


En el 409, al morir el obispo de Nola, el pueblo aclamó a Paulino como obispo. Fué un pastor ejemplar por 21 años, hasta su muerte.


Sostuvo una extensa evangelización por correo. De el se conservas 50 cartas. También escribía bellas poesías. Conocido también por su poder contra los demonios.


En el año 410 Nola fue invadida por los vándalos del rey Gensérico. Se llevaron muchos esclavos, entre ellos al hijo único de una pobre viuda. Paulino se ofreció de esclavo en lugar de aquel joven. Pero aquellos invasores tuvieron un cambio de corazón y devolvieron libres al obispo Paulino y a los demás prisioneros.


Murió San Paulino el 22 de Junio de 431, a los 74 años de edad y fue sepultado en la iglesia de San Félix.

Su cuerpo fue trasladado a Roma donde es venerado en la Iglesia de San Bartolomé, en la isla del Tiber, junto con el Apóstol.


Otros santos escribieron sobre sus virtudes de obispo modelo, entre ellos San Ambrosio, San Jerónimo, San Agustín y San Gregorio de Tours.


Según San Francisco de Sales, doctor de la amabilidad, San Paulino vivía un octavo sacramento que consistía en ser exquisitamente amable y bien educado con todos.



11:42 p.m.
Tomás Moro nació el año 1477, y completó sus estudios en Oxford; se casó y tuvo un hijo y tres hijas.

Ocupó el cargo de Canciller del reino. Intimo compañero y amigo personal del rey Enrique VIII, abogado distinguido, notable humanista de gran cultura, amigo de Erasmo, cariñoso padre de familia, caballero simpático por su buen humor y, además católico fevoroso.


Cuando vió que era incompatible con su religión el juramento de sumisión a Enrique como cabeza de la Iglesia en Inglaterra, presentó du dimisión, intentando vivir una vida tranquila con su familia, sin más complicaciones. Pero fue apresado y metido en la Torre de Londres.


A todos los esfuerzos de sus amigos para convencerle de que debía prestar su juramento contestó sencillamente que no podía reconciliarlo con su conciencia.


Cuando su propia mujer le insiste a hacerlo por lo que ella juzgaba que era bien para su casa, le contestó: «¿Cuántos años crees que podría vivir en mi casa?» «Por lo menos veinte, porque no eres viejo», le dijo ella. «Muy mala ganga, puesto que quieres que cambie por veinte años toda la eternidad».


Escribió varias obras sobre el arte de gobernar y en defensa de la religión.


Junto con Juan Fisher se opuso al rey Enrique VIII en la cuestión de su pretendida anulación de matrimonio, fue decapitado el año 1535: Juan Fisher el día 22 de Junio, Tomás Moro el día 6 de Julio, después de quince meses de cárcel donde escribió «Diálogo en tiempo de tribulación». El obispo Juan Fisher, mientras estaba en la cárcel, fue designado cardenal por el Papa Pablo III.


Claro, la fe no es sólo una cuestión de cabeza, de saber, quiero de decir de instrucción o de conocimiento; implica a toda la persona creyente y la lleva a determinaciones prácticas que, en ocasiones «límite», se resuelven con la entrega de la vida.


Consulta también Tomás Moro, un político como Dios manda



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Juan Fisher nació el año 1469; fue hijo de un modesto mercero de Beberly, en el condado de York (Inglaterra); estudió teología en Canbridge, fue ordenado presbítero, por privilegio, cuando solo contaba veintidós años, y a los treinta y cinco ya era Vicecanciller de la Universidad.

Consumado humanista, fundó los Colleges de Cristo y de san Juan, amplió bibliotecas y fundó cátedras con la ayuda de Lady Margaret, madre de Enrique VII. Erasmo llegó a afirmar que no había en el país «hombre más culto, ni obispo más santo».


Fue nombrado obispo de Rochester en el año 1504, cargo que ejerció con una vida llena de austeridad y de entrega pastoral, visitando con frecuencia a los fieles de su grey. Se mostró como decidido apologista antiprotestante. Mantuvo una postura firme y clara ante los proyectos de Enrique VIII sobre su anulación matrimonial, defendiendo la validez y la indisolubilidad del contraido con la reina Catalina de Aragón. Miembro de la Cámara de los Lores, arremete contra ciertas medidas anticlericales y hace añadir una cláusula fatalmente restrictiva al nombramiento de Enrique VIII como Cabeza de la Iglesia en Inglaterra.


Su actitud le llevó a estar dos veces en la cárcel, a sufrir atentados e intentos de asesinato y a soportar bajas calumnias.


Por su negativa a prestar el juramento de Supremacía, se le encarceló en la Torre de Londres, le despojaron de su título episcopal y declararon a Rochester "sede vacante".



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Etimológicamente significa “del Alba”. Viene de la lengua latina.

Este joven pertenece al siglo 3º ó 4º. Es muy probable que ya hubiese cristianos en Inglaterra en el siglo I, porque al final del siglo II, muchos de los habitantes del sur de Inglaterra eran cristianos.


Albano es el primero que se recuerda como mártir. Tradicionalmente, todos están de acuerdo que debió morir así en el 304. Pero hay otros estudiosos que sitúan su muerte en el año 209. Todos estos argumentos están sacados del manuscrito “La Pasión de Albano” que se conserva en Turín.


Se supone que fue un soldado romano que alojó a un sacerdote cristiano en su casa durante la dura persecución de Diocleciano.


Al ver cómo quería a Dios y cómo le rezaba, decidió hacerse cristiano. Renunció a la adoración de sus ídolos.


La noticia llegó a oídos del emperador. Enterado Albano, le dio al sacerdote lo que tenía para que escapase. No lo hizo sino que junto con su neófito fueron arrestados.


Ya ante el tribunal, les dijo en su cara que era cristiano. En seguida lo condenaron a muerte.

De camino para el lugar en donde iba a ser ejecutado, Holmhurst. Tuvo que ir por pasos difíciles. La gente, al verlo tan alegre y con los sufrimientos que le proporcionaban, le fue siguiendo y adorando al mismo Dios que hacía Albano.


En lo alto de la colina, cuando el verdugo iba a darle muerte, sintió pena, arrojó la espada y le dijo a todos: “Quiero seguir el ejemplo de este hombre”.


Bautizó al soldado con su propia sangre. A su muerte, hubo muchos milagros, ante los cuales se quedó impresionado el mismo gobernador. San Beda el Venerable decía que siempre se harían milagros en la tumba de este primer mártir de las islas británicas.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com



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