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Martirologio Romano: En la ciudad de Sendai, en Japón, beato Diego Carvalho, presbítero de la Compañía de Jesús y mártir, que, después de soportar injurias, cárceles y caminatas realizadas en pleno invierno, con fe intrépida confesó a Cristo, junto con sus compañeros, en el suplicio del agua helada (1624).

Fecha de beatificación: 7 de mayo de 1867 por el Papa Pío IX.



Nació alrededor del año 1578 en Coimbra, Portugal, no se conocen datos fidedignos de su vida anteriores a su ingreso en la orden jesuita el 14 de noviembre de 1594.

Estudiaba filosofía cuando fue enviado a la misión en Oriente. Zarpo de Lisboa con otros diecinueve jesuitas. Tras unos meses en Goa (India), seguramente acabando el segundo año de filosofía, fue enviado, en 1601, a Macao, donde cursó el tercer año y los tres te teología. Luego fue maestro de latín y se dedicó a la predicación durante unos seis meses.


El 29 de junio de 1609 llegó a Japón, participó en un curso de japonés durante dos años, tiempo en el que también colaboró como misionero en Amakusa. En 1612 fue trasladado a la zona de Miyaco (Kyŏto), donde siguió su labor misionera hasta inicios de 1614 cuando la persecución de Tokugawa Ieyaso buscaba la expulsión de los misioneros y a la erradicación del catolicismo del Japón. Atendió en Nagasaki y sus alrededores a las comunidades cristianas hasta noviembre, mes en el que la mayoría de los misioneros fueron expulsados a Macao y Manila.


El 6 de enero de 1615 partió de Macao con destino a Conchinchina (Vietnam) y luego a Turan (hoy Da Nang) con el fin de empezar una misión entre los residentes y emigrados japoneses en aquellas zonas. Para la fiesta de la Resurrección tenían ya edificada una capilla y celebraron los primeros bautizos.


En 1616 regresó a Macao, y luego pasó de nuevo a Japón, a donde ingresó disfrazado. Cuidó un año de los cristianos perseguidos en la región de Õmura y luego partió a Dewa, Õshū e Iwashiro, recorriendo una extensa parte de la región septentrional de la isla mayor, donde el único jesuita, Girolomo De Angelis, era un misionero itinerante. Recorrió sin cesar esas regiones, teniendo como centro de operaciones a las comunidades cristianas en Akita (fundadas por él) y Sendai. Visitó tres veces a los cristianos desterrados en Tsugaru.


En 1620 pasó a la isla de Exo (Hokkaidō) donde, el 5 de agosto, celebró la primera Misa en la historia de esa isla. Las cartas que el enviaba a Europa, describiendo sus visitas a los nativos ainu, detallaban tan bien la geografía que ayudaron a perfeccionar la cartografía del Oriente que se hacía en el continente europeo.


Al menos desde 1623 fue el superior de la misión en el Japón septentrional. El 8 de febrero de 1624 lo apresaron en Oroshie, no lejos de Mizusawa; debían llevarlo a Sendai, partieron el 10 y llegaron el 17, pese a que en condiciones normales ese camino se lo hacía en tan sólo tres días; el 18 sufrió por primera vez el tormento: lo sumergían en las heladas aguas del río Hirose, al pie de la fortaleza del daimyō Date Masamune. Este tormento lo repitieron el 22, desde las 10 de la mañana hasta casi el medio día, esta vez lo sacaron del río ya muerto.



fuente: Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús

Tomo I: AA – Costa Rica

Autor: Charles E. O’Neill

Universidad Pontifica Comillas – MADRID

ISBN 84-8468-037-1



Si usted tiene información relevante para la canonización del Beato Diego, escriba a:

Catholic Bishops’ Conference of Japan

2-10-10 Shiomi Koto-ku

Tokyo 135-8585, JAPÓN



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Martirologio Romano: En Longchamp, suburbio de París, en Francia, beata Isabel, virgen, que, siendo hermana del rey san Luis IX, renunció a matrimonio de realeza y a ventajas mundanas y fundó un monasterio de Hermanas Menores, con las que sirvió a Dios en humildad y pobreza (1270).

Etimológicamente: Isabel = Aquella a quien Dios da la salud, viene de la lengua hebrea.


Fecha de beatificación: Su culto fue confirmado por el papa León X el año 1521



Nació el año 1225 y era hija del rey Luis VIII de Francia y de su esposa Blanca de Castilla, y era, por tanto, hermana del rey San Luis IX.

Isabel se cría en la corte paterna bajo los cuidados de su madre que infundió en ella, como en su hermano Luis, los más fervorosos sentimientos religiosos y el horror al pecado. Ya de pequeña aprendió a amar a los pobres y a emplear mucho tiempo en los actos de piedad y culto divino.


Solicitó su mano el príncipe Conrado, hijo y heredero del emperador Federico II. La propuesta fue acogida con satisfacción por la reina viuda Blanca de Castilla y por su propio hermano Luis, y al papa Inocencio IV, a quien se había dado noticia de la petición, le pareció buena para soldar la paz entre los príncipes cristianos y le escribe a Isabel diciéndole que contaría con su bendición. Pero Isabel contesta al papa que ella ha hecho voto de virginidad y que desea mantener su consagración a Dios. Inocencio IV contesta a la princesa que no puede menos que alabarla por esta deliberación y que la animaba a proseguir en tan santo propósito.


Isabel prosigue entonces en medio de la corte llevando una vida dedicada a la caridad y a la piedad y puede ver cómo su hermano Luis, llevado de un alto idealismo, marcha a las Cruzadas, donde sus armas no consiguen el triunfo esperado sino que incluso es apresado y a gran precio recupera la libertad. Estando su hermano ausente, muere su madre Blanca.


A partir de entonces ya no se cree necesaria en la corte y piensa poner en práctica el propósito concebido de fundar un convento de clarisas en el que pasar el resto de sus días. Su hermano le da la oportuna licencia y surge así el convento de Longchamp el año 1257, que ella coloca bajo la advocación de la Humildad de Nuestra Señora. Parece claro que, aunque la Orden Franciscana presenta a Isabel como monja de la segunda orden y con ese título se confirmó su culto, en realidad ella nunca profesó ni emitió los votos religiosos. Vivió en un ala del convento, en una especie de casa aparte, no en las celdas de las monjas, y continuó su costumbre de generosidad extrema con los pobres. De esta forma además evitó el que las monjas la pudieran elegir abadesa.


Su vida fue santa: toda ella dedicada a la oración, la penitencia y las buenas obras, pudiendo ser vista en éxtasis con que el Señor la favorecía.


Murió el 22 [para otros, el 23] de febrero del año 1270, y su culto fue confirmado por el papa León X el año 1521 al permitir al monasterio de Longchamp celebrar su fiesta, que posteriormente el papa Inocencio XII, a finales del s. XVIII, extendió a toda la Orden Franciscana.


¡Felicidades q quien lleve este nombre!



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La mujer escandalosa que llegó a ser de muy buen ejemplo.


Martirologio Romano: En Cortona, de la Toscana, santa Margarita, que profundamente conmovida por la muerte de su amante, borró los pecados de su juventud con una penitencia saludable, pues recibida en la Tercera Orden de San Francisco, se entregó a la contemplación de Dios y fue favorecida por especiales carismas (1297).

Etimológicamente: Margarita = Aquella de belleza poco común, es de origen latino.


Fecha de canonización: 16 de mayo de 1728 por el Papa Benedicto XIII.



Margarita nació en Italia en 1247. Hija de una familia de agricultores, los primeros años los pasa alegremente junto a su madre que es muy piadosa y que le enseña a ofrecer por la salvación y por la conversión de los pecadores todo lo que hace y lo que reza.

Pero a los 7 años queda huérfana de madre, y entonces su padre se casa con una mujer dominante y agresiva que se dedica a hacerle la vida imposible a la joven Margarita, la cual empieza a volverse triste y desconfiada y a buscar fuera del hogar las alegrías que en su casa no logra hallar.


A los 17 años ya es una joven muy hermosa pero no puede encontrar cariño en su hogar. Es entonces cuando se deja engañar por un terrateniente, un rico agricultor que prometiéndole que se casará con ella, logra obtener que se fuera de su casa y se vaya con él. Ella al principio opone resistencia porque sabe que lo que le ofrece es la deshonra y una vida de pecado, pero los regalos espléndidos y las promesas mentirosas de aquel engañador la logran convencer, y una noche sale huyendo y se va con él.


Viajan aquella noche por un río en una balsa. Chocan y la balsa se hunde. Ella corre gravísimo peligro de ahogarse, pero su prometido logra salvarla nadando ágilmente. La joven considera esto como una llamada de Dios, pero en aquella hora pueden más las promesas del pecado que los avisos de Dios, y sigue con aquel hombre.


Son ocho años de pecado, de lujos, de fiestas y placeres, pero su alma no es feliz. Desea fuertemente volver a los tiempos antiguos cuando aunque no tenía lujos ni fiestas, ni honores, sin embargo tenía el alma limpia de pecado y tranquila su conciencia. Tiene un hijo (que más tarde será franciscano) pero en su alma se libra cada día una violenta batalla entre su deseo de vivir en gracia y amistad con Dios y los deseos pasionales de su naturaleza humana. La gente la ve atravesar plazas y calles, elegantísima, en lujosas cabalgaduras, pero no imaginan que su alma agoniza de angustia.


Para calmar un poco los remordimientos de su conciencia se dedica a repartir limosnas entre los pobres. A una viejita agradecida que le dice: "Gracias señora, Ud. si es buena persona". Le responde: ¡Por favor: no diga eso, que yo sólo soy una miserable pecadora!


A ratos se retira a las soledades del bosque a llorar. Y allí exclama: "Oh Dios: que bueno es poder hablarte, aunque el alma se siente tan débil y pecadora. Te repito las palabras del hijo pródigo: He pecado contra el cielo y contra Ti".


Le ruega a su compañero que contraigan matrimonio porque su alma no puede vivir tranquila en esa vida de ilegitimidad, pero él le responde que prefiere vivir en unión libre todavía por muchos años. Entonces ella ruega a Dios que le proporcione alguna solución. Y no se cansa de pedirle, con lágrimas, penitencias y mucha fe.


Una mañana su compañero se va al campo a visitar sus fincas. Por el camino unos sicarios guerilleros lo atacan, y lo matan a puñaladas, y esconden su cadáver entre unas matas, el hombre no vuelve esa tarde a casa, pero su fiel perro llega al día siguiente dando aullidos muy lastimeros y tira insistentemente de la falda de Margarita como diciéndole: "Por favor, sígame". Ella lo sigue llena de afán y de temor de que algo grave le haya sucedido a su compañero. En el bosque, junto a un gran árbol hay un montón de ramas y hasta allí la lleva el perro fiel. Margarita mueve ramas y encuentra el cadáver de su amante, destrozado con horrorosas heridas y empezando a descomponerse.


Margarita siente en aquel momento como un relámpago la llamada del cielo a volver a vivir en gracia y en amistad con Dios. Estalla en llanto por la tristeza de ver muerto a aquel hombre y por los terribles remordimientos que atormentan su propia conciencia. Pero recuerda que el Padre Celestial tiene siempre abiertos sus brazos bondadosos para recibir a todos los hijos pródigos que quieren volver a su divina amistad, y que Jesucristo nunca rechaza a las Magdalenas que quieran arrepentirse y cambiar de comportamiento, y con todas las energías de su alma se propone darle un vuelco total a su vida. Bien sabe que mientras vivamos en esta tierra nunca es tarde para convertirse y lograr salvarse.


Margarita no es mujer de medias tintas. Cuando se decide por algo lo hace con todas sus fuerzas. Así que lo primero que hace al volver del funeral de su amante es devolverles a los familiares de él todas las fincas que el hombre tenía. Vende luego las joyas y los lujos, y el dinero obtenido lo reparte a los pobres y ella se dispone a seguir viviendo en total pobreza.


Se va con su hijito a casa de su padre, pero la madrastra no permite que sea recibida allí, pues la considera una mujer escandalosa, y no cree en su arrepentimiento. Entonces sentada bajo un árbol se pone a llorar y a pensar. Los enemigos de la salvación le dicen: "Eres hermosa, tienes apenas 25 años, lánzate a la vida, que amadores no te van a faltar". Pero mientras reza siente que el Espíritu Santo le inspira esta idea: ¿Por qué no ir a la ciudad de Cortona donde están los Padres Franciscanos que son tan amigos de los pobres, y pedirles que me ayuden? Y hacia esa ciudad dirige sus pasos.


Al llegar a Cortona, en la entrada de la ciudad se encuentra con dos buenas señoras que se conmueven al verla en tan impresionante estado de pobreza y se ofrecen a ayudarla. La llevan a su casa; se encargan de la educación del niño y ellas mismas van donde los Padres Franciscanos a recomendarla.


Una gran bendición para Margarita fue encontrar entre los Padres Franciscanos dos santos y sabios sacerdotes que le supieron dar una excelente dirección espiritual. Por tres años largos tiene todavía que luchar esta joven contra las terribles tentaciones de su carne, pero estos prudentes directores la ayudan muchísimo animándola cuando está decaída y deprimida y guiándola con prudencia cuando ella se quiere dejar llevar por desmedidos entusiasmos. Deseaba hacer excesivas penitencias, porque decía que co nlas pasiones de su cuerpo nunca podía hacer las paces y que tenía que dominar a la fuerza ese cuerpo que tanto le había hecho ofender a Dios. Pero los Padres Franciscanos la moderaban y le insistían en que para la sociedad puede ser más útil un burro vivo que un cadáver.


Margarita fue al pueblo y a los campos donde había dado malos ejemplos viviendo en concubinato, y fue a vestida de penitencia y pidiendo perdón a los vecinos por todos los escándalos que les había dado con su vida pecaminosa de otros tiempos.


Luego por inspiración de Dios dejó de pensar tanto en sus antiguos pecados, y se dedicó más bien a pensar en el amor que Dios nos ha tenido, y esto la hizo crecer mucho en santidad. Entonces empezó a tener éxtasis (se llaman éxtasis a ciertos estados de contemplación y de meditación profunda cuyo resultado es la suspensión temporal de la actividad normal de los sentidos y cierta unión mística con Dios, acompañada de visiones sobrenaturales).


Sus directores, los dos Padres Franciscanos, fueron escribiendo todos los datos que lograron saber y redactaron la vida de la santa y muchas de sus visiones.


Fue admitida como Terciaria Franciscana, o sea como religiosa seglar, que viviendo en el mundo, se dedica a llevar una vida de mucha oración y de intenso apostolado.


Con la ayuda de otras jóvenes terciarais franciscanas, y pidiendo limosnas y ayudas de todas partes, Margarita funda un hospital en Cortona y allí se dedica con sus compañeras a atender gratuitamente a muchos enfermos.


Nuestro Señor empieza a hablarle en visiones, y así esta santa llega a ser una de las precursoras de la devoción al Sagrado Corazón. Recordemos algunos de los mensajes que Jesús le dio:


"Quiero que tu conversión sea un ejemplo para muchos pecadores, para que se sientan animados también a dejar la vida de pecado que han llevado, y a emprender desde ahora en adelante una vida llena de buenas obras. Deseo que todos los pecadores de todos los siglos recuerden que estoy dispuesto a recibirlos con los brazos abiertos como el padre recibió al hijo pródigo".


Cuando le asaltan las angustias al pensar si Jesucristo le habrá perdonado todas sus maldades, oye la voz de Nuestro Señor que le dice: "Porque he muerto en la cruz por salvarte, por eso te perdono todas tus culpas, sin dejar ninguna que no quede perdonada".


Otro día le dice Nuestro Señor: "Glorifícame, y Yo te glorificaré. Ámame, ámame y Yo te amaré. Dedícate a buscar lo que más te convenga para tu salvación".


En sus últimos años Margarita recibió de Dios el don de obrar milagros. Y se dedica a continuas penitencias. Ayuna; duerme sobre el duro suelo; pasa horas y horas rezando. Atiende con exquisito cuidado a toda clase de enfermos, especialmente a los más repugnantes. Ayuda a las mujeres pobres que van a tener hijos y que no tienen quién las atienda. Y sobre todo soporta con gran paciencia la increíble cantidad de cuentos y calumnias que las gentes malas le inventan contra su buena fama. Hasta los Padres Franciscanos dejan de atenderla porque las malas lenguas dicen que es una mujer indigna. Se retira a pasar sus últimos días en un rancho miserable y abandonado, para hacer penitencia de sus pecados.


Muere el 22 de febrero de 1297, a los 50 años. La mitad de la vida la pasó en pecado y la otra mitad haciendo penitencia y obras buenas. Lo último que dijo al morir fue: "Dios mío: yo te amo". El Papa Benedicto XIII, al declararla santa en 1728, dijo que Margarita es la mujer que más parecido tiene con María Magdalena.


Santa Margarita, la convertida: pídele a Dios, que nosotros también logremos convertirnos.


Nuestro sacrificio más agradable para Dios será el arrepentirnos y convertirnos de nuestros pecados.



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Otros Santos y Beatos
Otros Santos y Beatos

San Papías, obispo

En Hierápolis, en Frigia, san Papías, obispo, de quien se dice que había escuchado al anciano Juan, que fue compañero de san Policarpo, y que comentó los discursos del Señor (s. II)

San Pascasio, obispo

En Vienne, en la Galia Lugdunense, san Pascasio, obispo, célebre por su erudición y la santidad de sus costumbres (s. IV).


San Maximiano, obispo

En Ravena, en la provincia de Flaminia, san Maximiano, obispo, que cumplió con fidelidad su función episcopal y luchó contra los herejes de la época en favor de la unidad de la Iglesia (556).






3:03 a.m.


Nació en Ravena y fue una de esas figuras severas que, como San Juan Bautista, surgen en las épocas de relajamiento para apartar a los hombres del error y traerles de nuevo al estrecho sendero de la virtud.

Debido a la prematura muerte de sus padres, el santo fue criado por su hermano, convirtiéndose en un excelente discípulo, y más tarde en un profundo servidor de Cristo.




Pedro decidió abandonar el mundo exterior y abrazar la vida religiosa en otra región, entrando al convento de Fonte Avellana, comunidad de ermitaños que gozaba de gran reputación.


Allí se dedicó a la oración, lectura espiritual y estudios sagrados, viviendo con gran austeridad.


Pese a su negativa, Pedro asumió la dirección de la abadía en 1043 gobernando con gran prudencia y piedad.


Fundó otras cinco comunidades de ermitaños, donde fomentó entre los monjes el espíritu de retiro, caridad y humildad y además estuvo al servicio de la Iglesia, siendo nombrado Cardenal y Obispo de Ostia en 1057.


San Pedro escribió varios documentos que ayudaron a mantener la observancia de la moral y de la disciplina, particularmente en lo que se refiere a los deberes de los clérigos y monjes.


A pesar de su severidad, el santo sabía tratar a los pecadores con bondad e indulgencia, cuando la caridad y la prudencia lo pedían. Murió el 21 de febrero de 1072. Inmediatamente la gente empezó a considerarlo como un gran santo y a conseguir favores de Dios por su intercesión.


El Papa León XII lo canonizó (1823) y, por los elocuentes sermones que compuso y por los libros tan sabios que escribió, lo declaró Doctor de la Iglesia (1828) .


San Pedro Damiani: consíguenos de Dios la gracia de que nuestros sacerdotes y obispos sean verdaderamente santos y sepan cumplir fielmente su celibato.



3:03 a.m.
Martirologio Romamo: En Anjou, en Francia, beato Natal Pinot, presbítero y mártir, el cual, durante la Revolución Francesa, siendo párroco, mientras se preparaba para celebrar misa fue detenido y, revestido con los ornamentos litúrgicos a modo de burla, llevado al patíbulo como al altar del sacrificio (1794).

Fecha de beatificación: 21 de octubre de 1926 por el Papa Pío XI.



El último de 16 hijos, que había nacido en el hogar de piadosos padre en Angers (Francia Occidental) el 19 de diciembre de 1747, en vísperas de la Navidad, recibió en el bautismo un nombre que debiera recordar la Navidad: "Noël" (En latín sería "Natalis" y en italiano "Natale").

Este niño trajo no sólo alegría navideña a su numerosa familia, sino también a la Iglesia el honor de un nuevo mártir de la Santísima Eucaristía.


Con los oratorianos en Angers recibió el muchacho una buena educación; en diciembre de 1770 la ordenación sacerdotal hizo de él un devoto y bondadoso sacerdote diocesano que desarrolló en su lugar una preciosa labor.


Los primeros 10 años trabajó como capellán en Bousse (Sarthe) y en Corze. En junio de 1781 regresó a la ciudad obispal de Angers para terminar sus estudios de teología, que culminarían con un grado académico. Durante este lapso, Noel era capellán en el Hospital de los incurables en Angers. El 6 de febrero de 1788 recibió el título de "Magister Artium".


Poco después fue nombrado párroco de Saint - Aubin en Lauroux - Béconnais, una parroquia relativamente grande, que contaba con 3,000 almas. Aquí obro como buen pastor, pero solamente durante dos años, pues él entró pronto en la tormenta de la Revolución Francesa que apenas estalló. El 12 de julio de 1791 se acordó en París la Constitución civil. El padre Pinot se negó, con otros valientes sacerdotes, a prestar juramento a esta constitución anticlerical. En su sermón del 27 de febrero de 1791 la criticó fuertemente y de inmediato fue denunciado a las autoridades. El 5 de marzo se le tomó preso y llevado a Angers, donde siete días después recibió la prohibición de ejercer su profesión de sacerdote.


Bajo estas circunstancias no le quedaba otra posibilidad que esconderse. Primero en el Hospital de los incurables en Angers. Después de buscarle allá, llevó durante dos años la vida de un sacerdote perseguido, libre como pájaro y huyendo de un lugar a otro. Aunque siempre preparado para huir, seguía ofreciendo clandestinamente la Santa Misa y administrando los sacramentos.


Cuando los católicos de la Vendée se levantaron durante corto tiempo con éxito contra el régimen del terror, pudo el padre Pinot regresar a su parroquia; pero sólo por corto tiempo pudo gozar de su libertad, puesto que el levantamiento de los católicos fue derribado desde París. El padre tuvo que esconderse nuevamente, y no sólo esto: se ofreció una suma de dinero a quién lo entregara - vivo o muerto - a los tiranos de la revolución.


En la noche del 9 de febrero de 1794 el padre Pinot se preparaba en una lejana hacienda nombrada Milanderie para celebrar la Santa Misa. Ya estaban hechos todos los preparativos y el padre se iba a poner el alba cuando irrumpió la guardia y se dispuso a hacer una revisión exhaustiva del lugar. El padre Pinot se escondió lo más rápido posible en una caja, puesta todavía su alba; allí fue descubierto y llevado preso.


Su vocación sacerdotal, junto con el hecho de haber celebrado la Santa Misa, era suficiente para dictar sobre el padre Pinot la pena de muerte y ejecutarlo el mismo día.


El candidato a muerte fue irónicamente preguntado si quería morir con el alba puesta, proposición que aceptó con entusiasmo porque así pudo vivir todavía la más bella satisfacción: hasta el último momento ser sacerdote.


El suplicio sería como la celebración de su última Misa, su ofrenda final.


Así subió el padre Pinot al patíbulo, vestido con alba y casulla. Momentos antes de su decapitación tuvo que quitarse la casulla, pero los fieles le pusieron más tarde el ornamento después de la consumación del sacrificio.


El 21 de octubre de 1926, el Papa Pío XI beatificó a este valiente sacerdote diciendo: "Noel Pinot atestiguó, llevando hasta el momento de su ejecución la casulla, demostrando que la tarea primordial, más importante y más sagrada del sacerdote es la celebración de la Santa Eucaristía según el encargo del Señor: "Haced esto en memoria mía" ".


Si usted tiene información relevante para la canonización del Beato Noel Pinot, por favor contacte a:

Diocèse d’Angers

8, Place Monseigneur-Rumeau

B.P. 246

49002 Angers CEDEX 01, FRANCIA

- o -

Bénédictines de Notre-Dame du Calvaire

8, rue Vauvert

49100 Angers, FRANCIA



3:03 a.m.
Etimológicamente: Leonor = Eleonor = Eleonor = Aquella que es audaz, es de origen gálico.

Nacida en el año 1222, muerta en Amesbury, el veinticinco de junio del año mil doscientos noventa y uno.


Esta joven vino al mundo en Francia. Sus padres eran Berengario IV, conde de Provenza y de Beatriz de Saboya.


La madre era una ferviente cristiana y muy dada a las letras.


En 1236 contrajo matrimonio en Canterbury con el rey Enrique III de Inglaterra. Con ella se marcharon muchos familiares y conocidos en busca de una mayor fortuna.


Muchos llegaron a ocupar puestos importantes en la administración pública. Sin embargo, el favoritismo de Eleonora suscitó en seguida las envidias y una impopularidad grande contra la reina.


La cosa se hizo tan tensa que tuvieron que encerrarla en la torre de Londres. La mala suerte no sólo caía sobre sus espaldas, sino que su marido fue hecho prisionero durante la de Lewes. El soplo de Dios atravesó su alma. Por eso se fue a una abadía benedictina y se hizo religiosa en el 1276.


Murió santamente en 1291. Es fácil comprender que la devoción hacia ella haya nacido de modo particular dentro de la orden religiosa de la que ella formó parte, y luego su fama de santidad creció a pasos agicantados.


Su fama de santidad es enorme, aunque nunca haya sido canonizada oficialmente. Muchos, sin embargo, le han tributado culto hasta nuestros días.



3:03 a.m.
San Eustaquio nació en Side, en Panfilia. Según afirma San Atanasio, confeso ante los perseguidores la fe de Cristo.

Era un hombre sabio, elocuente y virtuoso. Elegido obispo de Beroea, en Siria, atrajo sobre sí las miradas de la Iglesia. Más tarde, fue trasladado a la sede de Antioquía, que sólo cedía en dignidad a las de Roma y Alejandría y era la tercera del mundo. Poco después de ocuparla, asistió al Concilio de Nicea, donde fue acogido con grandes honores y se distinguió por su oposición al arrianismo.


En medio de sus trabajos por los otros, no olvidó que la verdadera caridad empieza por sí mismo y trabajó ante todo por su propia santificación.


Pero no por cuidar de su jardín guardaba para él toda el agua de la gracia, sino que la dejaba correr también por los huertos de sus prójimos a fin de que llevase la fecundidad por doquier.


En las diócesis que estaba encargado de gobernar, distribuyó hombres capaces de instruir y sostener a los fieles.


El santo se alarmó al enterarse de que Eusebio, el obispo de Cesárea, favorecía la nueva herejía (se trataba del Eusebio conocido como "el padre de la historia eclesiástica").


La desconfianza que mostró San Eustaquio por la doctrina de ése y otros obispos, así como su acusación en el sentido de que habían alterado el Credo de Nicea, provocaron contra él las iras de los arríanos, quienes consiguieron deponerlo hacia el año 330.


Antes de salir de Antioquía el pastor congregó a su grey y la exhortó a mantenerse fiel a la verdadera doctrina. La exhortación fue tan eficaz que se formó un grupo de "eustacianos" para preservar la pureza de la fe y negar el reconocimiento a todos los obispos que enviasen los arríanos. Desgraciadamente, esta lealtad degeneró más tarde en sectarismo contra los prelados ortodoxos.


San Eustaquio fue desterrado con algunos sacerdotes y diáconos a Trajanópolis de Tracia. No sabemos con exactitud el sitio ni la fecha de su muerte. La mayoría de sus copiosos escritos se perdió.


Entre las obras suyas que se conservan, la principal es una disquisición contra Orígenes, en la que critica los poderes de la pitonisa de Endor (1 Re. 28:7-23). Sozomeno recomienda las obras de San Eustaquio por su estilo y contenido. Pero nada muestra mejor la virtud del santo que la paciencia con que sobrellevó las acusaciones calumniosas que se le hicieron en cosas de importancia y, después, la deposición y el destierro.


San Eustaquio fue más grande en la desgracia de lo que había sido cuando sus virtudes brillaban pacíficamente en el gobierno de su sede.


Su nombre aparece en el canon de las misas siria y maronita.



3:03 a.m.
Martirologio Romano: En Turín, del Piamonte, beata María Enriqueta (Ana Catalina) Dominici, de las hermanas de Santa Ana y de la Providencia, que gobernó sabiamente y engrandeció su Instituto durante treinta años hasta su muerte (1894).

Fecha de beatificación: 7 de mayo de 1968 por Pablo VI.



La Beata María Enriqueta Dominici nació el día diez de octubre de 1829 en Borgo Salsasio, Camagnola (Turín, Italia) ingreso a la Congregación de Religiosas Hermanas de Santa Ana, ya hechos sus votos perpetuos, murió en olor de santidad el día 21 de febrero del año de 1838 en la ciudad de Turín, en Italia.

Su proceso de beatificación fue iniciado el día 4 de abril de 1943, la Congregación para las Causas de los Santos, su Santidad el Papa Pablo VI aprobó la heroicidad de sus virtudes y la declaró digna de veneración -"Venerable"- el día 1 de febrero del año de 1975, finalmente, aprobó el milagro atribuido por su intercesión y la declaró beata el 7 de mayo de 1978.


Si se obtiene un favor o gracia especial atribuida por la intercesión de la Beata Hermana María Enriqueta Dominici, por favor hacer comunicar a su Causa de beatificación: Suore di Sant´Anna, Via degli Aldobrandeschi, 100, 00163 Roma, Italia.


Para tomar en cuenta: El fundador de la Congregación de las Religiosas Hermanas de Santa Ana fue Carlos Tancredo Falleti de Barolo, esposo de Julia Victorina Colbert Falleti de Barolo, ambos fundadores de la Congregación de las Hermanas Religiosas de Santa Ana.



Homilía completa del Papa Pablo VI

en la Misa de beatificación,

el domingo 7 de mayo de 1978




Venerados hermanos e hijos queridísimos:

La Iglesia entera está hoy de fiesta. porque puede presentar a la veneración y a la imitación de sus hijos y de sus hijas a una nueva beata, María Enriqueta Dominici, de las Hermanas de Santa Ana y de la Providencia.

A primera vista, la vicisitud terrena de la Beata María Enriqueta -cuya biografía acabamos de escuchar- parece la ordinaria de una religiosa que vivió en la segunda mitad del siglo XIX, y consiguientemente vinculada y condicionada por una mentalidad que actualmente podría dar la impresión de superada.


Pero apenas nos adentramos en la profundización y en la contemplación de esta alma, descubrimos una riqueza, una fecundidad y una modernidad que nos fascinan y nos arrastran. En este sondeo espiritual nos sirven de ayuda tanto los testimonios de las personas que la conocieron y vivieron durante años a su lado, como la Autobiografía y el Diario, escritos por orden del director espiritual, y las numerosas Cartas que de ella se conservan.


María Enriqueta Dominici fue ante todo una mujer, una religiosa, que tuvo y experimentó de manera fuerte y viva el sentimiento de la fragilidad esencial del ser humano y el sentido de la absoluta grandeza y transcendencia de Dios. Es el mensaje fundamental que, ya en el Antiguo Testamento, encontró en el libro del Profeta Isaías una de sus más altas expresiones teológicas y poéticas: "Toda carne es hierba, y su belleza como flor campestre... Se agosta la hierba, se marchita la flor, pero la palabra de nuestro Dios permanece por siempre... El Señor es un Dios eterno y creó los confines del orbe" (Is 40, 6. 8. 28; cf. 1 Pe 1, 24). La grandeza de Dios pone de manifiesto, por contraste, la pobreza esencial del hombre; éste, por tanto, sólo llega a ser algo en la medida en que reconoce su dependencia de Dios, y vale en la medida en que conscientemente actúa a la luz de la voluntad del Altísimo.


Un mensaje claro que afecta profundamente en particular al hombre contemporáneo, el cual escucha, a todos los niveles, el eco de las contestaciones originadas por el fenómeno de la secularización.


María Enriqueta Dominici comprende desde muy joven que vale la pena consagrar por entero la propia vida a Dios, y -como ella misma nos confiesa- se deleitaba "en el deseo siempre creciente de ser buena y de servir al Señor de todo corazón"; y, haciéndose eco de las célebres palabras de San Agustín (cf. Confesiones; I, 1), reconoce: "Solamente mi Dios podía llenar y saciar mi pobre corazón; todo lo demás no me importa".


Pero Dios, a quien desde niña buscó y encontró y al que quiere servir durante toda la vida, se le presenta como el Padre de amor infinito. Discípula de Cristo, María Enriqueta, en sus escritos, en sus cartas, en sus conversaciones, llamará a Dios con el nombre familiar de "Papá mío", y con una sencillez y seguridad que sólo las almas llenas de fe pueden tener, escribía: "Me parecía reposar toda en el regazo de Dios como una niña que duerme tranquilamente en el regazo de su madre: yo amaba a Dios, y casi diría, si no temiese exagerar, que saboreaba su bondad".


La entrega a Dios en la vida religiosa lleva consigo un abandono absoluto a su voluntad (cf. Mt 7, 21). María Enriqueta decidió cumplir siempre, a toda costa, la voluntad de Dios: "Soy toda de mi Dios y El es todo mío. ¿Qué puedo temer?, -escribe-. Y, ¿qué no podré hacer y padecer por su amor, siendo toda suya?... Dios mío, quiero hacer vuestra voluntad y nada más".


Este, nos parece, es el primer aspecto saliente de la figura espiritual de la nueva beata; aspecto esencialmente religioso, que supone un doble reconocimiento simultáneo: el de la infinita transcendencia del Dios inefable, y el no menos inefable de la intimidad que Dios mismo concede, por la misteriosa mediación de Cristo, a quien no la rehúsa autorizando a dirigirse a El con el nombre supremo y confidencial de Padre, que infunde en nosotros el espíritu y el lenguaje de hijos privilegiados de la adopción (cf. Rom. 8, 15; 9, 4; Gál 4, 5; Ef 1, 5).


Además de este primer aspecto, que podríamos llamar teológico, de la Beata María Enriqueta Dominici, nos parece que debemos poner de relieve otro aspecto suyo característico (si bien compartido por no pocas figuras religiosas de su tiempo), a saber, el ascético, propio también de la vida religiosa.


La consagración religiosa implica asimismo despojo, abnegación de sí, renuncia, sufrimiento, porque la religiosa ha de ser la esposa fiel que sigue a Cristo en su camino hacia la cruz (cf. Mt 16, 24; Lc 9, 23). Ya en los propósitos de su profesión religiosa, María Enriqueta, convencida del valor incomparable de la "sabiduría de la cruz", escribía: "Haré a menudo mi morada en el Huerto de los Olivos y en el Monte Calvario, donde se reciben lecciones importantísimas y muy útiles".


Siendo jovencísima había soñado con el claustro. Pero Dios tenía otro planes. A los 21 años ingresó en el instituto de las Religiosas de Santa Ana y de la Providencia, obra que había surgido en Turín el año 1834 por iniciativa del piadoso matrimonio piamontés Carlo Tancredi y Giulia Colbert, marqueses Falletti di Barolo, con la finalidad de ofrecer un educación adecuada a las muchachas de familias menos pudientes.


A esta congregación, cuyas finalidades espirituales sintonizaban con las exigencias de los tiempos, madre María Enriqueta dio, en sus 33 años de generalato, un impulso y un ardor extraordinarios, con excepcional apertura y lúcida visión de los problemas urgentes de Italia y de la Iglesia en aquel período complejo e intrincado que va del 1861 -año en que la beata fue elegida por primera vez superiora general- al 1894, año de su piadoso fallecimiento.


En su vida religiosa, primero como novicia, luego como profesa y más tarde como superiora general, la beata vivió con gozosa generosidad la plenitud del mensaje evangélico: la pobreza, la castidad y la obediencia, demostrando que la vida consagrada, lejos de encerrar al alma en una especie de fortaleza individualista, le abre horizontes insospechados e inexplorados, y le da misteriosas capacidades de fecundidad interior.


El tercer aspecto, que nos parece muy digno de relieve en la nueva beata, es el social: María Enriqueta confirmó asimismo, una vez más, la gran verdad evangélica de que el auténtico amor a Dios es también verdadero amor al prójimo, especialmente a los pobres en el cuerpo y en el espíritu (cf. Mt 25, 34 ss.; Jn 15, 12 ss.; 1 Jn 2, 10 ss.; 3, 16. 23). Su gran modelo es siempre Cristo: "Vivir para Jesús, padecer por Jesús, sacrificarse por Jesús".


La beata María Enriqueta amó inmensa y tiernamente a su congregación, a la que -bajo su guía- vio crecer y dilatarse de modo admirable hasta las misiones en la India; amó a sus "queridísimas hijas"; amó a los niños, a las muchachas mediante las variadas y geniales iniciativas del instituto; amó a la Iglesia y al Papa; amó y oró por su patria, en un período en que las relaciones entre Piamonte y la Sede Apostólica se hacían cada vez más difíciles y complejas.


Sus últimas palabras, dirigidas a sus hermanas antes de dejar esta tierra, fueron: "Recomiendo la humildad... y la humildad".


Creemos que en esta frase suya, sencilla y suprema, se sintetiza el gran mensaje que la nueva beata dirige a los contemporáneos.


Humildad que, con relación a Dios, se convierta en adoración. El hombre aprenda de nuevo el gesto fundamental de la fe religiosa, que no lo humilla, antes lo engrandece, porque le hace reconocer su dimensión esencial de creatura. "La fe es oscura -escribía la beata-, pero nos deja siempre luz suficiente para caminar hacia Dios".


Humildad que, con relación a los demás, se convierta en caridad, servicio, solidaridad, convivencia armoniosa y paz, con la consiguiente repulsa, a nivel personal y social, del abuso y de la violencia.


Humildad que, con relación a la Iglesia, se convierta en amor y docilidad, con el convencimiento de que ella es "en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano" (Lumen gentium, 1).

Humildad que, con relación a nosotros mismos, se convierta en conciencia serena de que nuestra existencia humana sólo puede adquirir su significado global y auténtico si nos incorporamos al designio amoroso de la voluntad de Dios: "Querer lo que Dios quiere, como Dios lo quiere y hasta que El lo quiera". Son palabras de la Beata María Enriqueta que confiamos a vuestra reflexión.


¡Así sea!



12:41 a.m.
Martirologio Romano: En Tournai, en la Galia Bélgica, san Eleuterio, obispo (c. 530).

Etimológicamente: Eleuterio = Aquel que se comporta con generosidad y libertad, es de origen griego.



Este nombre, raro en nuestros días, era muy común en los primeros siglos del cristianismo, y lo llevan catorce santos, entre los cuales un Papa que gobernó la Iglesia del año 175 al 189 y que parece murió mártir.

Hoy el Martirologio Romano recuerda a dos obispos con el mismo nombre: San Eleuterio de Constantinopla, que gobernó a la Iglesia bizantina a comienzos del siglo II o a fines del siglo V. La fecha es muy imprecisa. EL otro es San Eleuterio, obispo de Tournai (Bélgica), en donde se le tiene mucha devoción.


Este santo, muy popular en el norte de Europa, vivió en un periodo sumamente difícil en la historia de Francia: probablemente nació en el año 456, y murió en el 531.


Es la época en que la Galia, ya meta de varias migraciones bárbaras, como la de los Burgundes y la de los Visigodos – convertidos mal al cristianismo, pues pasaron de la idolatría a la herejía arriana – se convirtió en tierra de conquista de los Francos del rey Clodoveo. A la conversión de estos contribuyeron la esposa cristiana, Clotilde, venerada como santa, el obispo de Reims, San Remigio, y San Eleuterio, elegido obispo de Tournai en el 484, cuando Clodoveo había hecho de esta ciudad la capital de su reino, antes de emprender la conquista de la región parisiense.


Aunque no poseamos ningún documento históricamente seguro sobre la actividad de este santo obispo y sobre su obra misionera, una biografía atribuida a San Medardo, coetáneo y hasta compañero de juegos en la infancia, cuenta muchas anécdotas de la vida de San Eleuterio y sobre sus contactos con el rey pagano Clodoveo. EL mismo Medardo le predijo que un día llegaría a ser obispo, pero esa profecía equivalía a un augurio de vida difícil, incluyendo el martirio.


Los pueblos bárbaros, que de las regiones orientales se iban trasladando hacia las verdes colinas de Francia, no conocían otra autoridad sino la de su rey. A1 obispo de Tournai le correspondió la tarea de sembrar la palabra de Dios entre un pueblo rudo e idólatra, los Francos, que en el 506 recibirán en masa el bautismo, siguiendo el ejemplo de su rey, después de la victoria contra los Alemanes de Tolbiac. Pero el honor de esta abundante mies le corresponderá a San Remigio. En la catedral de Tournai, meta de numerosas peregrinaciones, reposan los restos de San Eleuterio, el humilde e infatigable obrero del Evangelio, que tuvo como campo de trabajo la nueva frontera del cristianismo, representada por los pueblos bárbaros.


¡Felicidades a quienes llevan este nombre!.



12:41 a.m.
Martirologio Romano: En el cenobio de san Trudón, en Brabante, de Austrasia, tránsito de san Euquerio, obispo de Orleans, que, desterrado por Carlos Martel por razón de las calumnias de algunos envidiosos, encontró piadoso refugio entre aquellos monjes (c. 738).

Etimológicamente: Eusquerio = significa “de buena mano”. Viene de la lengua alemana.



Natural de Francia y nacido de familia noble alrededor del año 690, en Orleáns.

Dice la leyenda que su madre era piadosísima y que poco antes de tener al hijo tuvo un sueño angelical. Sí, una criatura celeste le anunciaba que iba a ser madre de un futuro obispo muy santo. Y es que hubo un tiempo en que las biografías de santos tenían poco «gancho» si no se presentaba su figura con títulos de gran alcurnia y con abundancia de datos sobrenaturales.


Normalmente las cosas de Dios suelen ser más simples y sencillas y el santo se forja en el continuo juego de la correspondencia a la gracia, teniendo con frecuencia los altibajos que dependen tanto de los dones otorgados -y esto sólo lo puede medir el Espíritu Santo- como de la generosidad en la respuesta del que los recibe -siendo esto cosa muy difícil de calibrar.


El caso es que nació como todos los niños y con la acción de gracias de los padres, como es lo normal. De niño se inicia en el conocimiento de las letras y cuando joven le entusiasman los conocimientos propios del saber de la época; se adentra en las artes y en las ciencias; le gusta la filosofía y prefiere ante todo la teología. Al calor de la devoción sincera con la Virgen comienzan a señalarse rasgos de profundidad en la virtud.


Cuando Leodoberdo es obispo abraza el estado clerical. Luego se hace monje en el monasterio de Jumièges, a orillas del Sena, cerca de Ruan; al parecer es uno de los lugares santos de más estricta observancia. A la oración y la penitencia propia del monasterio añade el estudio de los sagrados cánones y de los santos Padres. Recibe el Orden Sacerdotal y se adentra en la Eucaristía con lágrimas en los ojos.


Muerto Severo, obispo de Orleáns, es propuesto para obispo de la sede vacante. Tiene que ser Carlos Martel, el rey merovingio hijo bastardo de Pipino de Heristal, quien casi le obligue a aceptar, una vez vencida la resistencia personal a abandonar el silencio del claustro y la compañía de sus hermanos monjes. Pensaba en aquel momento que las «dignidades» bien podrían ser causa de condenación.


Parece que le va bien el oficio de obispo, un tanto extraño para un monje. Desempeña su ministerio con un celo poco usual. Cuentan los cronicones que entra de lleno en cuidar la disciplina eclesiástica ya que está convencido de que el buen ejemplo es la primera predicación al pueblo. Y así sucedió. Con un clero bien dispuesto, llegan tempranos los frutos que pudo recoger: hay reforma en las costumbres del pueblo; se da una vuelta a la piedad sincera. Incluso se traspasan los límites de la diócesis de Orleáns que agradece de modo ostensible el recibimiento a su obispo-padre hasta en los lugares más remotos.


No iba a estar exenta esta santa vida y labor de cruces que purifican ni de la acción de los que padecen el tic de la envidia que siempre y en todo lugar fueron muchos. Aquí también. Soliviantan los ánimos de Carlos Martel, cuando regresa de Aquitania, volviéndolos en contra de su protegido de otro tiempo porque tuvo el valor de enfrentarse el rey franco defendiendo los bienes de la Iglesia al utilizarlos como fondos para sus campañas guerreras. Los envidiosos supieron aprovechar bien el momento y echaron leña al fuego hasta levantar una hoguera de tamaño natural. El resultado fue el destierro del obispo Euquerio que muere el 20 de febrero del año 743 en la abadía de Tron donde pasó en humilde y escondida santidad sus últimos seis años.



12:41 a.m.



















Mártires de Tiro, Beatos
Mártires de Tiro, Beatos

Mártires


Martirologio Romano: Conmemoración de cinco santos mártires que perecieron en la ciudad de Tiro, en tiempo del emperador Diocleciano, los cuales, azotados primero y luego expuestos desnudos a las fieras, mostraron su firme e inamovible constancia a pesar de su juventud. Uno de ellos, de apenas veinte años, oraba con los brazos extendidos en forma de cruz, y todos, finalmente, fueron degollados (303).


Eusebio que fue testigo de estos martirios, los narra en los siguientes términos: "Varios cristianos egipcios que se habían establecido en Palestina y otros en Tiro, dieron pruebas de su paciencia y de su constancia en la fe. Después de haber sido golpeados innumerables veces, cosa que soportaron con gran paciencia, fueron arrojados a los leopardos, osos salvajes, jabalíes y toros.

Yo estaba presente cuando esas bestias, sedientas de sangre humana, hicieron su aparición en la arena; pero, en vez de devorar o destrozar a los mártires, se mantuvieron a distancia de ellos, sin tocarles, y se volvieron en cambio contra los domadores y cuantos se hallaban cerca; sólo respetaron a los soldados de Cristo, a pesar de que éstos obedeciendo a las órdenes recibidas, agitaban los brazos para provocar a las fieras. Algunas veces, éstas se lanzaron sobre ellos con su habitual ferocidad, pero volvían siempre atrás, como movidas por una fuerza sobrenatural.


El hecho se repitió varias veces, con gran admiración de los espectadores. Los verdugos reemplazaron dos veces a las fieras, pero fue en vano. Los mártires permanecían impasibles. Entre ellos se hallaba un joven de menos de veinte años, que no se movía de su sitio y conservaba una serenidad absoluta; con los ojos elevados al cielo y los brazos en cruz, en tanto que los osos y los leopardos con las fauces abiertas amenazaban con devorarle de un momento a otro; sólo por un milagro de Dios se explica que no le tocasen. Otros mártires se hallaban expuestos a los ataques de un toro furioso, que ya había herido y golpeado a varios domadores, y dejándolos medio muertos; pero el toro no atacó a los mártires; aunque parecía que iba a lanzarse sobre ellos: sus pezuñas rascaban furiosamente el suelo y agitaba la cornamenta en todas direcciones, pero sin llegar a embestir a los mártires, a pesar de que los verdugos lo incitaban con capas rojas. Después de varios intentos inútiles con diferentes fieras, los santos fueron finalmente decapitados y sus cuerpos arrojados al mar. Otros que se negaron a ofrecer sacrificios a los dioses, murieron apaleados, quemados y también ejecutados en distintas formas."


Los hechos sucedieron el año 303.






12:41 a.m.
Martirologio Romano:En Ajustrel, cerca de Fátima, en Portugal, beata Jacinta Marto, la cual, siendo aún niña de tierna edad, aceptó con toda paciencia la grave enfermedad que le aquejaba, demostrando siempre una gran devoción a la Santísima Virgen María (1920)

Etimológicamente: Jacinta = Aquella que es bella como la flor del jacinto, es de origen griego.


Fecha de beatificación 9 de abril de 2000 por el papa Juan Pablo II.



En Aljustrel, pequeño pueblo situado a unos ochocientos metros de Fátima, Portugal, nacieron los pastorcitos que vieron a la Virgen María: Francisco y Jacinta, hijos de Manuel Pedro Marto y de Olimpia de Jesús Marto. También nació allí la mayor de los videntes, Lucía Dos Santos, quien murió el 13 de Febrero de 2005.

°Francisco nació el día 11 de junio, de 1908.

°Jacinta nació el día 11 de marzo, de 1910.


Desde muy temprana edad, Jacinta y Francisco aprendieron a cuidarse de las malas relaciones, y por tanto preferían la compañía de Lucía, prima de ellos, quien les hablaba de Jesucristo. Los tres pasaban el día juntos, cuidando de las ovejas, rezando y jugando.


Entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917, a Jacinta, Francisco y Lucía, les fue concedido el privilegio de ver a la Virgen María en el Cova de Iría. A partir de está experiencia sobrenatural, los tres se vieron cada vez más inflamados por el amor de Dios y de las almas, que llegaron a tener una sola aspiración: rezar y sufrir de acuerdo con la petición de la Virgen María. Si fue extraordinaria la medida de la benevolencia divina para con ellos, extraordinario fue también la manera como ellos quisieron corresponder a la gracia divina.


Los niños no se limitaron únicamente a ser mensajeros del anuncio de la penitencia y de la oración, sino que dedicaron todas sus fuerzas para ser de sus vidas un anuncio, mas con sus obras que con sus palabras. Durante las apariciones, soportaron con espíritu inalterable y con admirable fortaleza las calumnias, las malas interpretaciones, las injurias, las persecuciones y hasta algunos días de prisión. Durante aquel momento tan angustioso en que fue amenazado de muerte por las autoridades de gobierno si no declaraban falsas las apariciones, Francisco se mantuvo firme por no traicionar a la Virgen, infundiendo este valor a su prima y a su hermana. Cuantas veces les amenazaban con la muerte ellos respondían: "Si nos matan no importa; vamos al cielo." Por su parte, cuando a Jacinta se la llevaban supuestamente para matarla, con espíritu de mártir, les indicó a sus compañeros, "No se preocupen, no les diré nada; prefiero morir antes que eso."


Beato Francisco (6-11-1908 / 4-4-1919)


Francisco era de carácter dócil y condescendiente. Le gustaba pasar el tiempo ayudando al necesitado. Todos lo reconocían como un muchacho sincero, justo, obediente y diligente.


Las palabras del Ángel en su tercera aparición: "Consolad a vuestro Dios", hicieron profunda impresión en el alma del pequeño pastorcito.


El deseaba consolar a Nuestro Señor y a la Virgen, que le había parecido estaban tan tristes.


En su enfermedad, Francisco confió a su prima: "¿Nuestro Señor aún estará triste? Tengo tanta pena de que El este así. Le ofrezco cuanto sacrificio yo puedo."


En la víspera de su muerte se confesó y comulgó con los mas santos sentimientos. Después de 5 meses de casi continuo sufrimiento, el 4 de abril de 1919, primer viernes, a las 10:00 a.m., murió santamente el consolador de Jesús.


Beata Jacinta: (3-10-1910/ 2-20-1920)


Jacinta era de clara inteligencia; ligera y alegre. Siempre estaba corriendo, saltando o bailando. Vivía apasionada por el ideal de convertir pecadores, a fin de arrebatarlos del suplicio del infierno, cuya pavorosa visión tanto le impresionó.


Una vez exclamó: ¡Qué pena tengo de los pecadores! !Si yo pudiera mostrarles el infierno!


Murió santamente el 20 de febrero, de 1920. Su cuerpo reposa junto con el del Beato Francisco, en el crucero de la Basílica, en Fátima.


Jacinta y Francisco siguieron su vida normal después de las apariciones. Lucia empezó a ir a la escuela tal como la Virgen se lo había pedido, y Jacinta y Francisco iban también para acompañarla. Cuando llegaban al colegio, pasaban primero por la Iglesia para saludar al Señor. Mas cuando era tiempo de empezar las clases, Francisco, conociendo que no habría de vivir mucho en la tierra, le decía a Lucia, "Vayan ustedes al colegio, yo me quedaré aquí con Jesús Escondido. ¿Qué provecho me hará aprender a leer si pronto estaré en el Cielo?" Dicho esto, Francisco se iba tan cerca como era posible del Tabernáculo.


Cuando Lucia y Jacinta regresaban por la tarde, encontraban a Francisco en el mismo lugar, en profunda oración y adoración.


De los tres niños, Francisco era el contemplativo y fue tal vez el que más se distinguió en su amor reparador a Jesús en la Eucaristía. Después de la comunión recibida de manos del Ángel, decía: "Yo sentía que Dios estaba en mi pero no sabia como era." En su vida se resalta la verdadera y apropiada devoción católica a los ángeles, a los santos y a María Santísima. Él quedó asombrado por la belleza y la bondad del ángel y de la Madre de Dios, pero él no se quedó ahí. Ello lo llevó a encontrarse con Jesús. Francisco quería ante todo consolar a Dios, tan ofendido por los pecados de la humanidad. Durante las apariciones, era esto lo que impresionó al joven.


Mas que nada Francisco quería ofrecer su vida para aliviar al Señor quien el había visto tan triste, tan ofendido. Incluso, sus ansias de ir al cielo fueron motivadas únicamente por el deseo de poder mejor consolar a Dios. Con firme propósito de hacer aquello que agradase a Dios, evitaba cualquier especie de pecado y con siete años de edad, comenzó a aproximarse, frecuentemente al Sacramento de la Penitencia.


Una vez Lucia le preguntó, "Francisco, ¿qué prefieres más, consolar al Señor o convertir a los pecadores?" Y el respondió: "Yo prefiero consolar al Señor. ¿No viste que triste estaba Nuestra Señora cuando nos dijo que los hombres no deben ofender mas al Señor, que está ya tan ofendido? A mi me gustaría consolar al Señor y después, convertir a los pecadores para que ellos no ofendan mas al Señor." Y siguió, "Pronto estaré en el cielo. Y cuando llegue, voy a consolar mucho a Nuestro Señor y a Nuestra Señora."


A través de la gracia que había recibido y con la ayuda de la Virgen, Jacinta, tan ferviente en su amor a Dios y su deseo de las almas, fue consumida por una sed insaciable de salvar a las pobres almas en peligro del infierno. La gloria de Dios, la salvación de las almas, la importancia del Papa y de los sacerdotes, la necesidad y el amor por los sacramentos - todo esto era de primer orden en su vida. Ella vivió el mensaje de Fátima para la salvación de las almas alrededor del mundo, demostrando un gran espíritu misionero.


Jacinta tenía una devoción muy profunda que la llevo a estar muy cerca del Corazón Inmaculado de María. Este amor la dirigía siempre y de una manera profunda al Sagrado Corazón de Jesús. Jacinta asistía a la Santa Misa diariamente y tenía un gran deseo de recibir a Jesús en la Santa Comunión en reparación por los pobres pecadores. Nada le atraía mas que el pasar tiempo en la Presencia Real de Jesús Eucarístico. Decía con frecuencia, "Cuánto amo el estar aquí, es tanto lo que le tengo que decir a Jesús."


Con un celo inmenso, Jacinta se separaba de las cosas del mundo para dar toda su atención a las cosas del cielo. Buscaba el silencio y la soledad para darse a la contemplación. "Cuánto amo a nuestro Señor," decía Jacinta a Lucia, "a veces siento que tengo fuego en el corazón pero que no me quema."


Desde la primera aparición, los niños buscaban como multiplicar sus mortificaciones


No se cansaban de buscar nuevas maneras de ofrecer sacrificios por los pecadores. Un día, poco después de la cuarta aparición, mientras que caminaban, Jacinta encontró una cuerda y propuso el ceñir la cuerda a la cintura como sacrificio. Estando de acuerdo, cortaron la cuerda en tres pedazos y se la ataron a la cintura sobre la carne. Lucia cuenta después que este fue un sacrificio que los hacia sufrir terriblemente, tanto así que Jacinta apenas podía contener las lágrimas. Pero si se le hablaba de quitársela, respondía enseguida que de ninguna manera pues esto servía para la conversión de muchos pecadores. Al principio llevaban la cuerda de día y de noche pero en una aparición, la Virgen les dijo: "Nuestro Señor está muy contento de vuestros sacrificios pero no quiere que durmáis con la cuerda. Llevarla solamente durante el día." Ellos obedecieron y con mayor fervor perseveraron en esta dura penitencia, pues sabían que agradaban a Dios y a la Virgen. Francisco y Jacinta llevaron la cuerda hasta en la ultima enfermedad, durante la cual aparecía manchada en sangre.


Jacinta sentía además una gran necesidad de ofrecer sacrificios por el Santo Padre. A ella se le había concedido el ver en una visión los sufrimientos tan duros del Sumo Pontífice. Ella cuenta: "Yo lo he visto en una casa muy grande, arrodillado, con el rostro entre las manos, y lloraba. Afuera había mucha gente; algunos tiraban piedras, otros decían imprecaciones y palabrotas." En otra ocasión, mientras que en la cueva del monte rezaban la oración del Ángel, Jacinta se levantó precipitadamente y llamó a su prima: "¡Mira! ¿No ves muchos caminos, senderos y campos llenos de gente que llora de hambre y no tienen nada para comer... Y al Santo Padre, en una iglesia al lado del Corazón de María, rezando?" Desde estos acontecimientos, los niños llevaban en sus corazones al Santo Padre, y rezaban constantemente por el. Incluso, tomaron la costumbre de ofrecer tres Ave Marías por él después de cada rosario que rezaban.


La Virgen María no dejaba de escuchar los ferviente súplicas de estos niños, respondiéndoles a menudo de manera visiblemente. Tanto Francisco como Jacinta fueron testigos de hechos extraordinarios:


En un pueblo vecino, a una familia le había caído la desgracia del arresto de un hijo por una denuncia que le llevaría a la cárcel si no demostrase su inocencia. Sus padres, afligidísimos, mandaron a Teresa, la hermana mayor de Lucia, para que le suplicara a los niños que les obtuvieran de la Virgen la liberación de su hijo. Lucía, al ir a la escuela, contó a sus primos lo sucedido. Dijo Francisco, "Vosotras vais a la escuela y yo me quedaré aquí con Jesús para pedirle esta gracia." En la tarde Francisco le dice a Lucia, "Puedes decirle a Teresa que haga saber que dentro de pocos días el muchacho estará en casa." En efecto, el 13 del mes siguiente, el joven se encontraba de nuevo en casa.


En otra ocasión, había una familia cuyo hijo había desaparecido como prodigo sin que nadie tuviera noticia de él. Su madre le rogó a Jacinta que lo recomendará a la Virgen. Algunos días después, el joven regresó a casa, pidió perdón a sus padres y les contó su trágica aventura. Después de haber gastado cuanto había robado, había sido arrestado y metido en la cárcel. Logró evadirse y huyó a unos bosques desconocidos, y, poco después, se halló completamente perdido. No sabiendo a qué punto dirigirse, llorando se arrodilló y rezó. Vio entonces a Jacinta que le tomó de una mano y le condujo hasta un camino, donde le dejo, indicándole que lo siguiese. De esta forma, el joven pudo llegar hasta su casa. Cuando después interrogaron a Jacinta si realmente había ido a encontrase con el joven, repuso que no pero que si había rogado mucho a la Virgen por él.


Ciertamente que los prodigiosos acontecimientos de los que estos niños fueron protagonistas hicieron que todo el mundo se volvieran hacia ellos, pero ellos se mantenían sencillos y humildes. Cuanto mas buscados eran por la gente, tanto mas procuraban ocultarse.


Un día que se dirigían tranquilamente hacia la carretera, vieron que se paraba un gran auto delante de ellos con un grupo de señoras y señores, elegantemente vestidos. "Mira, vendrán a visitarnos..." empezó Francisco. "¿Nos vamos?" pregunta Jacinta. "Imposible sin que lo noten," responde Lucía: "Sigamos andando y veréis cómo no nos conocen." Pero los visitantes los paran: "¿Sois de Aljustrel?" "Si, señores" responde Lucia. "¿Conocéis a los tres pastores a los cuales se les ha aparecido la Virgen?" "Si los conocemos" "¿Sabrías decirnos dónde viven?" "Tomen ustedes este camino y allí abajo tuerzan hacia la izquierda" les contesta Lucía, describiéndoles sus casas. Los visitantes marcharon, dándoles las gracias y ellos contentos, corrieron a esconderse.


Ciertamente, Francisco y Jacinta fueron muy dóciles a los preceptos del Señor y a las palabras de la Santísima Virgen María. Progresaron constantemente en el camino de la santidad y, en breve tiempo, alcanzaron una gran y sólida perfección cristiana. Al saber por la Virgen María que sus vidas iban a ser breves, pasaban los días en ardiente expectativa de entrar en el cielo. Y de hecho, su espera no se prolongó.


El 23 de diciembre de 1918, Francisco y Jacinta cayeron gravemente enfermos por la terrible epidemia de bronco-neumonía. Pero a pesar de que se encontraban enfermos, no disminuyeron en nada el fervor en hacer sacrificios.


Hacia el final de febrero de 1919, Francisco desmejoró visiblemente y del lecho en que se vio postrado no volvió a levantarse. Sufrió con íntima alegría su enfermedad y sus grandísimos dolores, en sacrificio a Dios. Como Lucía le preguntaba si sufría. Respondía: "Bastante, pero no me importa. Sufro para consolar a Nuestro Señor y en breve iré al cielo."


El día 2 de abril, su estado era tal que se creyó conveniente llamar al párroco. No había hecho todavía la Primera Comunión y temía no poder recibir al Señor antes de morir. Habiéndose confesado en la tarde, quiso guardar ayuno hasta recibir la comunión. El siguiente día, recibió la comunión con gran lucidez de espíritu y piedad, y apenas hubo salido el sacerdote cuando preguntó a su madre si no podía recibir al Señor nuevamente. Después de esto, pidió perdón a todos por cualquier disgusto que les hubiese ocasionado. A Lucia y Jacinta les añadió: "Yo me voy al Paraíso; pero desde allí pediré mucho a Jesús y a la Virgen para que os lleve también pronto allá arriba." Al día siguiente, el 4 de abril, con una sonrisa angelical, sin agonía, sin un gemido, expiró dulcemente. No tenía aún once años.


Jacinta sufrió mucho por la muerte de su hermano. Poco después de esto, como resultado de la bronconeumonía, se le declaró una pleuresía purulenta, acompañada por otras complicaciones. Un día le declara a Lucia: "La Virgen ha venido a verme y me preguntó si quería seguir convirtiendo pecadores. Respondí que si y Ella añadió que iré pronto a un hospital y que sufriré mucho, pero que lo padezca todo por la conversión de los pecadores, en reparación de las ofensas cometidas contra Su Corazón y por amor de Jesús. Dijo que mamá me acompañará, pero que luego me quedaré sola." Y así fue.


Por orden del médico fue llevada al hospital de Vila Nova donde fue sometida a un tratamiento por dos meses. Al regresar a su casa, volvió como había partido pero con una gran llaga en el pecho que necesitaba ser medicada diariamente. Mas, por falta de higiene, le sobrevino a la llaga una infección progresiva que le resultó a Jacinta un tormento. Era un martirio continuo, que sufría siempre sin quejarse. Intentaba ocultar todos estos sufrimientos a los ojos de su madre para no hacerla padecer mas. Y aun le consolaba diciéndole que estaba muy bien.


Durante su enfermedad confió a su prima: "Sufro mucho; pero ofrezco todo por la conversión de los pecadores y para desagraviar al Corazón Inmaculado de María"


En enero de 1920, un doctor especialista le insiste a la mamá de Jacinta a que la llevasen al Hospital de Lisboa, para atenderla. Esta partida fue desgarradora para Jacinta, sobre todo el tener que separarse de Lucía.


Al despedirse de Lucía le hace estas recomendaciones: ´Ya falta poco para irme al cielo. Tu quedas aquí para decir que Dios quiere establecer en el mundo la devoción al I.C. de María. Cuando vayas a decirlo, no te escondas. Di a toda la gente que Dios nos concede las gracias por medio del I.C. de María. Que las pidan a Ella, que el Corazón de Jesús quiere que a su lado se venere el I.C. de María, que pidan la paz al Inmaculado Corazón, que Dios la confió a Ella. Si yo pudiese meter en el corazón de toda la gente la luz que tengo aquí dentro en el pecho, que me está abrazando y me hace gustar tanto del Corazón de Jesús y del Corazón de María."


Su mamá pudo acompañarla al hospital, pero después de varios días tuvo ella que regresar a casa y Jacinta se quedó sola. Fue admitida en el hospital y el 10 de febrero tuvo lugar la operación. Le quitaron dos costillas del lado izquierdo, donde quedó una llaga ancha como una mano. Los dolores eran espantosos, sobre todo en el momento de la cura. Pero la paciencia de Jacinta fue la de un mártir. Sus únicas palabras eran para llamar a la Virgen y para ofrecer sus dolores por la conversión de los pecadores.


Tres días antes de morir le dice a la enfermera, "La Santísima Virgen se me ha aparecido asegurándome que pronto vendría a buscarme, y desde aquel momento me ha quitado los dolores. El 20 de febrero de 1920, hacia las seis de la tarde ella declaró que se encontraba mal y pidió los últimos Sacramentos. Esa noche hizo su ultima confesión y rogó que le llevaran pronto el Viático porque moriría muy pronto. El sacerdote no vio la urgencia y prometió llevársela al día siguiente. Pero poco después, murió. Tenía diez años.


Tanto Jacinta como Francisco fueron trasladados al Santuario de Fátima. Los milagros que fueron parte de sus vidas, también lo fueron de su muerte. Cuando abrieron el sepulcro de Francisco, encontraron que el rosario que le habían colocado sobre su pecho, estaba enredado entre los dedos de su manos. Y a Jacinta, cuando 15 años después de su muerte, la iban a trasladar hacia el Santuario, encontraron que su cuerpo estaba incorrupto.


El 18 de abril de 1989, el Santo Padre, Juan Pablo II, declaró a Francisco y Jacinta Venerables.


El 13 de Mayo del 2000, el Santo Padre JPII los declaró beatos en su visita a Fátima, siendo los primeros niños no mártires en ser beatificados. El lema de la beatificación:


Para ver más sobre Jacinto y Francisca visitar Corazones.org.


¡Felicidades a quienes llevan este nombre!



12:41 a.m.



















Otros Santos y Beatos
Otros Santos y Beatos

San Serapión, monje mártir

En Alejandría, en Egipto, conmemoración de san Serapión, mártir, quien, en tiempo del emperador Decio, fue víctima de atroces tormentos y, después de descoyuntarle todos los miembros, precipitado desde lo alto de su propia casa (c. 248). ...[leer hagiografía]

San Tiranión, obispo y mártir

En Antioquía, en Siria, conmemoración de san Tiranión, obispo de Tiro y mártir, el cual, educado en la fe cristiana desde su más tierna edad, alcanzó la corona de la gloria al ser destrozado con garfios de hierro, junto con el presbítero Zenobio (311).






12:41 a.m.
Papa Juan Pablo II beatifico el 13 de junio de 1999 en Varsovia, durante su séptimo viaje apostólico a Polonia, 108 mártires víctimas de la persecución contra la Iglesia polaca durante la ocupación alemana nazi, de 1939 a 1945.

El odio racial forjado por el nazismo, provocó más de cinco millones que víctimas entre la población civil polaca, muchos de ellos eran religiosos, sacerdotes, obispos y laicos católicos comprometidos.


Recopilando información y testimonios se pudo abrir varios procesos de beatificación, el primero fue abierto por el obispo de Wloclawek, donde un gran número de víctimas padeció el martirio; a este proceso confluyeron luego otros y el número de Siervos de Dios, que inicialmente era de 92 paulatinamente llegó a 108.


De entre esos nombres destaca el día de hoy el de la religiosa profesa dominicana Julia Rodzinska, que nación el 16 de marzo de 1899 en Polonia y que en la pila bautismal recibió el nombre de Stanislava.


De ella se sabe que ingresó a la orden dominica en el año 1916 y realizo su profesión solemne el 5 de agosto de 1924. Como educadora fue conocida como la “madre de los huérfanos”, además era llamada “la apóstol del Rosario”.


Fue arrestada el 12 de julio de 1943, sufrió por dos años en el campo de concentración de Stutthof, dónde murió el 20 de febrero de 1945, después de haber contraído el tifus, enfermedad que azotaba el campo de concentración ya que carecía de elementales condiciones higiénicas. Contrajo la enfermedad mientras daba consuelo y apoyo a las prisioneras judías ya contagiadas y aisladas.


Es la única religiosa dominica incluida en este numeroso grupo de.



12:33 a.m.
Martirologio Romano: En Neto, en Sicilia, san Conrado de Piacenza Confalonieri, eremita de la Tercera Orden de San Francisco, que, abandonando los placeres seculares, perseveró durante más de cuarenta años en una vida austera de oración y penitencia (1351).

Fecha de canonización: 12 de septiembre de 1625 por el Papa Urbano VIII.



Los ecólogos probablemente no tienen ninguna simpatía por este santo, pues durante una cacería no dudó en quemar el bosque con tal de hacer salir las liebres y los faisanes.

Para aplacar la ira de los colonos que vieron destruidas sus cosechas y sus casas por el voraz incendio, el gobernador de Piacenza, Galeazzo Visconti, hizo condenar a muerte al primero que cayó en sus manes y cuya única culpa era la de haberse encontrado en el monte durante el incendio.


El verdadero culpable era Conrado Confalonieri que había nacido en Piacenza en l290; estaba casado y su profesión era la de soldado de aventura.


Era fundamentalmente un hombre de bien, y por eso no dudó en entregarse, cuando supo que un inocente iba a pagar con la vida su acto de ligereza. Después de haber confesado su culpa, manifestó que estaba dispuesto a pagar los daños. Y así lo hizo, aunque quedó en extrema pobreza.


Como los caminos del Señor son infinitos, el pirómano cazador, actitud muy poco franciscana, entró arrepentido y en paz a la Tercera Orden franciscana de Calendasco en 1315, después de haberse separado de común acuerdo de su esposa, Eufrosina, que, siguiendo el ejemplo del marido, entró al monasterio franciscano de Piacenza.

Dentro del sayo franciscano palpitaba todavía el corazón del errante hombre de armas.


Después de varios años de piadosa peregrinación de un santuario a otro, fray Conrado fijó su residencia en un pueblito llamado Noto, más abajo de Siracusa, en un lugar apartado. Pero la fama de su santidad lo seguía como la sombra, y al ver que las demasiadas visitas le quitaban el tiempo para la oración, se retiró de allí y fue a vivir en una gruta apartada que después la gente bautizó con el nombre de “gruta de San Conrado”. Allí murió el 19 de febrero de 1351.


La Orden franciscana venera a este ilustre miembro seglar de su familia y celebra su memoria el 19 de febrero, desde que Urbano VIII, por decreto del 12 de septiembre de 1625, concedió a la Orden celebrar misa y oficio del santo eremita.



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