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12:41 a.m.
Martirologio Romano: En Tournai, en la Galia Bélgica, san Eleuterio, obispo (c. 530).

Etimológicamente: Eleuterio = Aquel que se comporta con generosidad y libertad, es de origen griego.



Este nombre, raro en nuestros días, era muy común en los primeros siglos del cristianismo, y lo llevan catorce santos, entre los cuales un Papa que gobernó la Iglesia del año 175 al 189 y que parece murió mártir.

Hoy el Martirologio Romano recuerda a dos obispos con el mismo nombre: San Eleuterio de Constantinopla, que gobernó a la Iglesia bizantina a comienzos del siglo II o a fines del siglo V. La fecha es muy imprecisa. EL otro es San Eleuterio, obispo de Tournai (Bélgica), en donde se le tiene mucha devoción.


Este santo, muy popular en el norte de Europa, vivió en un periodo sumamente difícil en la historia de Francia: probablemente nació en el año 456, y murió en el 531.


Es la época en que la Galia, ya meta de varias migraciones bárbaras, como la de los Burgundes y la de los Visigodos – convertidos mal al cristianismo, pues pasaron de la idolatría a la herejía arriana – se convirtió en tierra de conquista de los Francos del rey Clodoveo. A la conversión de estos contribuyeron la esposa cristiana, Clotilde, venerada como santa, el obispo de Reims, San Remigio, y San Eleuterio, elegido obispo de Tournai en el 484, cuando Clodoveo había hecho de esta ciudad la capital de su reino, antes de emprender la conquista de la región parisiense.


Aunque no poseamos ningún documento históricamente seguro sobre la actividad de este santo obispo y sobre su obra misionera, una biografía atribuida a San Medardo, coetáneo y hasta compañero de juegos en la infancia, cuenta muchas anécdotas de la vida de San Eleuterio y sobre sus contactos con el rey pagano Clodoveo. EL mismo Medardo le predijo que un día llegaría a ser obispo, pero esa profecía equivalía a un augurio de vida difícil, incluyendo el martirio.


Los pueblos bárbaros, que de las regiones orientales se iban trasladando hacia las verdes colinas de Francia, no conocían otra autoridad sino la de su rey. A1 obispo de Tournai le correspondió la tarea de sembrar la palabra de Dios entre un pueblo rudo e idólatra, los Francos, que en el 506 recibirán en masa el bautismo, siguiendo el ejemplo de su rey, después de la victoria contra los Alemanes de Tolbiac. Pero el honor de esta abundante mies le corresponderá a San Remigio. En la catedral de Tournai, meta de numerosas peregrinaciones, reposan los restos de San Eleuterio, el humilde e infatigable obrero del Evangelio, que tuvo como campo de trabajo la nueva frontera del cristianismo, representada por los pueblos bárbaros.


¡Felicidades a quienes llevan este nombre!.



12:41 a.m.
Martirologio Romano: En el cenobio de san Trudón, en Brabante, de Austrasia, tránsito de san Euquerio, obispo de Orleans, que, desterrado por Carlos Martel por razón de las calumnias de algunos envidiosos, encontró piadoso refugio entre aquellos monjes (c. 738).

Etimológicamente: Eusquerio = significa “de buena mano”. Viene de la lengua alemana.



Natural de Francia y nacido de familia noble alrededor del año 690, en Orleáns.

Dice la leyenda que su madre era piadosísima y que poco antes de tener al hijo tuvo un sueño angelical. Sí, una criatura celeste le anunciaba que iba a ser madre de un futuro obispo muy santo. Y es que hubo un tiempo en que las biografías de santos tenían poco «gancho» si no se presentaba su figura con títulos de gran alcurnia y con abundancia de datos sobrenaturales.


Normalmente las cosas de Dios suelen ser más simples y sencillas y el santo se forja en el continuo juego de la correspondencia a la gracia, teniendo con frecuencia los altibajos que dependen tanto de los dones otorgados -y esto sólo lo puede medir el Espíritu Santo- como de la generosidad en la respuesta del que los recibe -siendo esto cosa muy difícil de calibrar.


El caso es que nació como todos los niños y con la acción de gracias de los padres, como es lo normal. De niño se inicia en el conocimiento de las letras y cuando joven le entusiasman los conocimientos propios del saber de la época; se adentra en las artes y en las ciencias; le gusta la filosofía y prefiere ante todo la teología. Al calor de la devoción sincera con la Virgen comienzan a señalarse rasgos de profundidad en la virtud.


Cuando Leodoberdo es obispo abraza el estado clerical. Luego se hace monje en el monasterio de Jumièges, a orillas del Sena, cerca de Ruan; al parecer es uno de los lugares santos de más estricta observancia. A la oración y la penitencia propia del monasterio añade el estudio de los sagrados cánones y de los santos Padres. Recibe el Orden Sacerdotal y se adentra en la Eucaristía con lágrimas en los ojos.


Muerto Severo, obispo de Orleáns, es propuesto para obispo de la sede vacante. Tiene que ser Carlos Martel, el rey merovingio hijo bastardo de Pipino de Heristal, quien casi le obligue a aceptar, una vez vencida la resistencia personal a abandonar el silencio del claustro y la compañía de sus hermanos monjes. Pensaba en aquel momento que las «dignidades» bien podrían ser causa de condenación.


Parece que le va bien el oficio de obispo, un tanto extraño para un monje. Desempeña su ministerio con un celo poco usual. Cuentan los cronicones que entra de lleno en cuidar la disciplina eclesiástica ya que está convencido de que el buen ejemplo es la primera predicación al pueblo. Y así sucedió. Con un clero bien dispuesto, llegan tempranos los frutos que pudo recoger: hay reforma en las costumbres del pueblo; se da una vuelta a la piedad sincera. Incluso se traspasan los límites de la diócesis de Orleáns que agradece de modo ostensible el recibimiento a su obispo-padre hasta en los lugares más remotos.


No iba a estar exenta esta santa vida y labor de cruces que purifican ni de la acción de los que padecen el tic de la envidia que siempre y en todo lugar fueron muchos. Aquí también. Soliviantan los ánimos de Carlos Martel, cuando regresa de Aquitania, volviéndolos en contra de su protegido de otro tiempo porque tuvo el valor de enfrentarse el rey franco defendiendo los bienes de la Iglesia al utilizarlos como fondos para sus campañas guerreras. Los envidiosos supieron aprovechar bien el momento y echaron leña al fuego hasta levantar una hoguera de tamaño natural. El resultado fue el destierro del obispo Euquerio que muere el 20 de febrero del año 743 en la abadía de Tron donde pasó en humilde y escondida santidad sus últimos seis años.



12:41 a.m.



















Mártires de Tiro, Beatos
Mártires de Tiro, Beatos

Mártires


Martirologio Romano: Conmemoración de cinco santos mártires que perecieron en la ciudad de Tiro, en tiempo del emperador Diocleciano, los cuales, azotados primero y luego expuestos desnudos a las fieras, mostraron su firme e inamovible constancia a pesar de su juventud. Uno de ellos, de apenas veinte años, oraba con los brazos extendidos en forma de cruz, y todos, finalmente, fueron degollados (303).


Eusebio que fue testigo de estos martirios, los narra en los siguientes términos: "Varios cristianos egipcios que se habían establecido en Palestina y otros en Tiro, dieron pruebas de su paciencia y de su constancia en la fe. Después de haber sido golpeados innumerables veces, cosa que soportaron con gran paciencia, fueron arrojados a los leopardos, osos salvajes, jabalíes y toros.

Yo estaba presente cuando esas bestias, sedientas de sangre humana, hicieron su aparición en la arena; pero, en vez de devorar o destrozar a los mártires, se mantuvieron a distancia de ellos, sin tocarles, y se volvieron en cambio contra los domadores y cuantos se hallaban cerca; sólo respetaron a los soldados de Cristo, a pesar de que éstos obedeciendo a las órdenes recibidas, agitaban los brazos para provocar a las fieras. Algunas veces, éstas se lanzaron sobre ellos con su habitual ferocidad, pero volvían siempre atrás, como movidas por una fuerza sobrenatural.


El hecho se repitió varias veces, con gran admiración de los espectadores. Los verdugos reemplazaron dos veces a las fieras, pero fue en vano. Los mártires permanecían impasibles. Entre ellos se hallaba un joven de menos de veinte años, que no se movía de su sitio y conservaba una serenidad absoluta; con los ojos elevados al cielo y los brazos en cruz, en tanto que los osos y los leopardos con las fauces abiertas amenazaban con devorarle de un momento a otro; sólo por un milagro de Dios se explica que no le tocasen. Otros mártires se hallaban expuestos a los ataques de un toro furioso, que ya había herido y golpeado a varios domadores, y dejándolos medio muertos; pero el toro no atacó a los mártires; aunque parecía que iba a lanzarse sobre ellos: sus pezuñas rascaban furiosamente el suelo y agitaba la cornamenta en todas direcciones, pero sin llegar a embestir a los mártires, a pesar de que los verdugos lo incitaban con capas rojas. Después de varios intentos inútiles con diferentes fieras, los santos fueron finalmente decapitados y sus cuerpos arrojados al mar. Otros que se negaron a ofrecer sacrificios a los dioses, murieron apaleados, quemados y también ejecutados en distintas formas."


Los hechos sucedieron el año 303.






12:41 a.m.
Martirologio Romano:En Ajustrel, cerca de Fátima, en Portugal, beata Jacinta Marto, la cual, siendo aún niña de tierna edad, aceptó con toda paciencia la grave enfermedad que le aquejaba, demostrando siempre una gran devoción a la Santísima Virgen María (1920)

Etimológicamente: Jacinta = Aquella que es bella como la flor del jacinto, es de origen griego.


Fecha de beatificación 9 de abril de 2000 por el papa Juan Pablo II.



En Aljustrel, pequeño pueblo situado a unos ochocientos metros de Fátima, Portugal, nacieron los pastorcitos que vieron a la Virgen María: Francisco y Jacinta, hijos de Manuel Pedro Marto y de Olimpia de Jesús Marto. También nació allí la mayor de los videntes, Lucía Dos Santos, quien murió el 13 de Febrero de 2005.

°Francisco nació el día 11 de junio, de 1908.

°Jacinta nació el día 11 de marzo, de 1910.


Desde muy temprana edad, Jacinta y Francisco aprendieron a cuidarse de las malas relaciones, y por tanto preferían la compañía de Lucía, prima de ellos, quien les hablaba de Jesucristo. Los tres pasaban el día juntos, cuidando de las ovejas, rezando y jugando.


Entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917, a Jacinta, Francisco y Lucía, les fue concedido el privilegio de ver a la Virgen María en el Cova de Iría. A partir de está experiencia sobrenatural, los tres se vieron cada vez más inflamados por el amor de Dios y de las almas, que llegaron a tener una sola aspiración: rezar y sufrir de acuerdo con la petición de la Virgen María. Si fue extraordinaria la medida de la benevolencia divina para con ellos, extraordinario fue también la manera como ellos quisieron corresponder a la gracia divina.


Los niños no se limitaron únicamente a ser mensajeros del anuncio de la penitencia y de la oración, sino que dedicaron todas sus fuerzas para ser de sus vidas un anuncio, mas con sus obras que con sus palabras. Durante las apariciones, soportaron con espíritu inalterable y con admirable fortaleza las calumnias, las malas interpretaciones, las injurias, las persecuciones y hasta algunos días de prisión. Durante aquel momento tan angustioso en que fue amenazado de muerte por las autoridades de gobierno si no declaraban falsas las apariciones, Francisco se mantuvo firme por no traicionar a la Virgen, infundiendo este valor a su prima y a su hermana. Cuantas veces les amenazaban con la muerte ellos respondían: "Si nos matan no importa; vamos al cielo." Por su parte, cuando a Jacinta se la llevaban supuestamente para matarla, con espíritu de mártir, les indicó a sus compañeros, "No se preocupen, no les diré nada; prefiero morir antes que eso."


Beato Francisco (6-11-1908 / 4-4-1919)


Francisco era de carácter dócil y condescendiente. Le gustaba pasar el tiempo ayudando al necesitado. Todos lo reconocían como un muchacho sincero, justo, obediente y diligente.


Las palabras del Ángel en su tercera aparición: "Consolad a vuestro Dios", hicieron profunda impresión en el alma del pequeño pastorcito.


El deseaba consolar a Nuestro Señor y a la Virgen, que le había parecido estaban tan tristes.


En su enfermedad, Francisco confió a su prima: "¿Nuestro Señor aún estará triste? Tengo tanta pena de que El este así. Le ofrezco cuanto sacrificio yo puedo."


En la víspera de su muerte se confesó y comulgó con los mas santos sentimientos. Después de 5 meses de casi continuo sufrimiento, el 4 de abril de 1919, primer viernes, a las 10:00 a.m., murió santamente el consolador de Jesús.


Beata Jacinta: (3-10-1910/ 2-20-1920)


Jacinta era de clara inteligencia; ligera y alegre. Siempre estaba corriendo, saltando o bailando. Vivía apasionada por el ideal de convertir pecadores, a fin de arrebatarlos del suplicio del infierno, cuya pavorosa visión tanto le impresionó.


Una vez exclamó: ¡Qué pena tengo de los pecadores! !Si yo pudiera mostrarles el infierno!


Murió santamente el 20 de febrero, de 1920. Su cuerpo reposa junto con el del Beato Francisco, en el crucero de la Basílica, en Fátima.


Jacinta y Francisco siguieron su vida normal después de las apariciones. Lucia empezó a ir a la escuela tal como la Virgen se lo había pedido, y Jacinta y Francisco iban también para acompañarla. Cuando llegaban al colegio, pasaban primero por la Iglesia para saludar al Señor. Mas cuando era tiempo de empezar las clases, Francisco, conociendo que no habría de vivir mucho en la tierra, le decía a Lucia, "Vayan ustedes al colegio, yo me quedaré aquí con Jesús Escondido. ¿Qué provecho me hará aprender a leer si pronto estaré en el Cielo?" Dicho esto, Francisco se iba tan cerca como era posible del Tabernáculo.


Cuando Lucia y Jacinta regresaban por la tarde, encontraban a Francisco en el mismo lugar, en profunda oración y adoración.


De los tres niños, Francisco era el contemplativo y fue tal vez el que más se distinguió en su amor reparador a Jesús en la Eucaristía. Después de la comunión recibida de manos del Ángel, decía: "Yo sentía que Dios estaba en mi pero no sabia como era." En su vida se resalta la verdadera y apropiada devoción católica a los ángeles, a los santos y a María Santísima. Él quedó asombrado por la belleza y la bondad del ángel y de la Madre de Dios, pero él no se quedó ahí. Ello lo llevó a encontrarse con Jesús. Francisco quería ante todo consolar a Dios, tan ofendido por los pecados de la humanidad. Durante las apariciones, era esto lo que impresionó al joven.


Mas que nada Francisco quería ofrecer su vida para aliviar al Señor quien el había visto tan triste, tan ofendido. Incluso, sus ansias de ir al cielo fueron motivadas únicamente por el deseo de poder mejor consolar a Dios. Con firme propósito de hacer aquello que agradase a Dios, evitaba cualquier especie de pecado y con siete años de edad, comenzó a aproximarse, frecuentemente al Sacramento de la Penitencia.


Una vez Lucia le preguntó, "Francisco, ¿qué prefieres más, consolar al Señor o convertir a los pecadores?" Y el respondió: "Yo prefiero consolar al Señor. ¿No viste que triste estaba Nuestra Señora cuando nos dijo que los hombres no deben ofender mas al Señor, que está ya tan ofendido? A mi me gustaría consolar al Señor y después, convertir a los pecadores para que ellos no ofendan mas al Señor." Y siguió, "Pronto estaré en el cielo. Y cuando llegue, voy a consolar mucho a Nuestro Señor y a Nuestra Señora."


A través de la gracia que había recibido y con la ayuda de la Virgen, Jacinta, tan ferviente en su amor a Dios y su deseo de las almas, fue consumida por una sed insaciable de salvar a las pobres almas en peligro del infierno. La gloria de Dios, la salvación de las almas, la importancia del Papa y de los sacerdotes, la necesidad y el amor por los sacramentos - todo esto era de primer orden en su vida. Ella vivió el mensaje de Fátima para la salvación de las almas alrededor del mundo, demostrando un gran espíritu misionero.


Jacinta tenía una devoción muy profunda que la llevo a estar muy cerca del Corazón Inmaculado de María. Este amor la dirigía siempre y de una manera profunda al Sagrado Corazón de Jesús. Jacinta asistía a la Santa Misa diariamente y tenía un gran deseo de recibir a Jesús en la Santa Comunión en reparación por los pobres pecadores. Nada le atraía mas que el pasar tiempo en la Presencia Real de Jesús Eucarístico. Decía con frecuencia, "Cuánto amo el estar aquí, es tanto lo que le tengo que decir a Jesús."


Con un celo inmenso, Jacinta se separaba de las cosas del mundo para dar toda su atención a las cosas del cielo. Buscaba el silencio y la soledad para darse a la contemplación. "Cuánto amo a nuestro Señor," decía Jacinta a Lucia, "a veces siento que tengo fuego en el corazón pero que no me quema."


Desde la primera aparición, los niños buscaban como multiplicar sus mortificaciones


No se cansaban de buscar nuevas maneras de ofrecer sacrificios por los pecadores. Un día, poco después de la cuarta aparición, mientras que caminaban, Jacinta encontró una cuerda y propuso el ceñir la cuerda a la cintura como sacrificio. Estando de acuerdo, cortaron la cuerda en tres pedazos y se la ataron a la cintura sobre la carne. Lucia cuenta después que este fue un sacrificio que los hacia sufrir terriblemente, tanto así que Jacinta apenas podía contener las lágrimas. Pero si se le hablaba de quitársela, respondía enseguida que de ninguna manera pues esto servía para la conversión de muchos pecadores. Al principio llevaban la cuerda de día y de noche pero en una aparición, la Virgen les dijo: "Nuestro Señor está muy contento de vuestros sacrificios pero no quiere que durmáis con la cuerda. Llevarla solamente durante el día." Ellos obedecieron y con mayor fervor perseveraron en esta dura penitencia, pues sabían que agradaban a Dios y a la Virgen. Francisco y Jacinta llevaron la cuerda hasta en la ultima enfermedad, durante la cual aparecía manchada en sangre.


Jacinta sentía además una gran necesidad de ofrecer sacrificios por el Santo Padre. A ella se le había concedido el ver en una visión los sufrimientos tan duros del Sumo Pontífice. Ella cuenta: "Yo lo he visto en una casa muy grande, arrodillado, con el rostro entre las manos, y lloraba. Afuera había mucha gente; algunos tiraban piedras, otros decían imprecaciones y palabrotas." En otra ocasión, mientras que en la cueva del monte rezaban la oración del Ángel, Jacinta se levantó precipitadamente y llamó a su prima: "¡Mira! ¿No ves muchos caminos, senderos y campos llenos de gente que llora de hambre y no tienen nada para comer... Y al Santo Padre, en una iglesia al lado del Corazón de María, rezando?" Desde estos acontecimientos, los niños llevaban en sus corazones al Santo Padre, y rezaban constantemente por el. Incluso, tomaron la costumbre de ofrecer tres Ave Marías por él después de cada rosario que rezaban.


La Virgen María no dejaba de escuchar los ferviente súplicas de estos niños, respondiéndoles a menudo de manera visiblemente. Tanto Francisco como Jacinta fueron testigos de hechos extraordinarios:


En un pueblo vecino, a una familia le había caído la desgracia del arresto de un hijo por una denuncia que le llevaría a la cárcel si no demostrase su inocencia. Sus padres, afligidísimos, mandaron a Teresa, la hermana mayor de Lucia, para que le suplicara a los niños que les obtuvieran de la Virgen la liberación de su hijo. Lucía, al ir a la escuela, contó a sus primos lo sucedido. Dijo Francisco, "Vosotras vais a la escuela y yo me quedaré aquí con Jesús para pedirle esta gracia." En la tarde Francisco le dice a Lucia, "Puedes decirle a Teresa que haga saber que dentro de pocos días el muchacho estará en casa." En efecto, el 13 del mes siguiente, el joven se encontraba de nuevo en casa.


En otra ocasión, había una familia cuyo hijo había desaparecido como prodigo sin que nadie tuviera noticia de él. Su madre le rogó a Jacinta que lo recomendará a la Virgen. Algunos días después, el joven regresó a casa, pidió perdón a sus padres y les contó su trágica aventura. Después de haber gastado cuanto había robado, había sido arrestado y metido en la cárcel. Logró evadirse y huyó a unos bosques desconocidos, y, poco después, se halló completamente perdido. No sabiendo a qué punto dirigirse, llorando se arrodilló y rezó. Vio entonces a Jacinta que le tomó de una mano y le condujo hasta un camino, donde le dejo, indicándole que lo siguiese. De esta forma, el joven pudo llegar hasta su casa. Cuando después interrogaron a Jacinta si realmente había ido a encontrase con el joven, repuso que no pero que si había rogado mucho a la Virgen por él.


Ciertamente que los prodigiosos acontecimientos de los que estos niños fueron protagonistas hicieron que todo el mundo se volvieran hacia ellos, pero ellos se mantenían sencillos y humildes. Cuanto mas buscados eran por la gente, tanto mas procuraban ocultarse.


Un día que se dirigían tranquilamente hacia la carretera, vieron que se paraba un gran auto delante de ellos con un grupo de señoras y señores, elegantemente vestidos. "Mira, vendrán a visitarnos..." empezó Francisco. "¿Nos vamos?" pregunta Jacinta. "Imposible sin que lo noten," responde Lucía: "Sigamos andando y veréis cómo no nos conocen." Pero los visitantes los paran: "¿Sois de Aljustrel?" "Si, señores" responde Lucia. "¿Conocéis a los tres pastores a los cuales se les ha aparecido la Virgen?" "Si los conocemos" "¿Sabrías decirnos dónde viven?" "Tomen ustedes este camino y allí abajo tuerzan hacia la izquierda" les contesta Lucía, describiéndoles sus casas. Los visitantes marcharon, dándoles las gracias y ellos contentos, corrieron a esconderse.


Ciertamente, Francisco y Jacinta fueron muy dóciles a los preceptos del Señor y a las palabras de la Santísima Virgen María. Progresaron constantemente en el camino de la santidad y, en breve tiempo, alcanzaron una gran y sólida perfección cristiana. Al saber por la Virgen María que sus vidas iban a ser breves, pasaban los días en ardiente expectativa de entrar en el cielo. Y de hecho, su espera no se prolongó.


El 23 de diciembre de 1918, Francisco y Jacinta cayeron gravemente enfermos por la terrible epidemia de bronco-neumonía. Pero a pesar de que se encontraban enfermos, no disminuyeron en nada el fervor en hacer sacrificios.


Hacia el final de febrero de 1919, Francisco desmejoró visiblemente y del lecho en que se vio postrado no volvió a levantarse. Sufrió con íntima alegría su enfermedad y sus grandísimos dolores, en sacrificio a Dios. Como Lucía le preguntaba si sufría. Respondía: "Bastante, pero no me importa. Sufro para consolar a Nuestro Señor y en breve iré al cielo."


El día 2 de abril, su estado era tal que se creyó conveniente llamar al párroco. No había hecho todavía la Primera Comunión y temía no poder recibir al Señor antes de morir. Habiéndose confesado en la tarde, quiso guardar ayuno hasta recibir la comunión. El siguiente día, recibió la comunión con gran lucidez de espíritu y piedad, y apenas hubo salido el sacerdote cuando preguntó a su madre si no podía recibir al Señor nuevamente. Después de esto, pidió perdón a todos por cualquier disgusto que les hubiese ocasionado. A Lucia y Jacinta les añadió: "Yo me voy al Paraíso; pero desde allí pediré mucho a Jesús y a la Virgen para que os lleve también pronto allá arriba." Al día siguiente, el 4 de abril, con una sonrisa angelical, sin agonía, sin un gemido, expiró dulcemente. No tenía aún once años.


Jacinta sufrió mucho por la muerte de su hermano. Poco después de esto, como resultado de la bronconeumonía, se le declaró una pleuresía purulenta, acompañada por otras complicaciones. Un día le declara a Lucia: "La Virgen ha venido a verme y me preguntó si quería seguir convirtiendo pecadores. Respondí que si y Ella añadió que iré pronto a un hospital y que sufriré mucho, pero que lo padezca todo por la conversión de los pecadores, en reparación de las ofensas cometidas contra Su Corazón y por amor de Jesús. Dijo que mamá me acompañará, pero que luego me quedaré sola." Y así fue.


Por orden del médico fue llevada al hospital de Vila Nova donde fue sometida a un tratamiento por dos meses. Al regresar a su casa, volvió como había partido pero con una gran llaga en el pecho que necesitaba ser medicada diariamente. Mas, por falta de higiene, le sobrevino a la llaga una infección progresiva que le resultó a Jacinta un tormento. Era un martirio continuo, que sufría siempre sin quejarse. Intentaba ocultar todos estos sufrimientos a los ojos de su madre para no hacerla padecer mas. Y aun le consolaba diciéndole que estaba muy bien.


Durante su enfermedad confió a su prima: "Sufro mucho; pero ofrezco todo por la conversión de los pecadores y para desagraviar al Corazón Inmaculado de María"


En enero de 1920, un doctor especialista le insiste a la mamá de Jacinta a que la llevasen al Hospital de Lisboa, para atenderla. Esta partida fue desgarradora para Jacinta, sobre todo el tener que separarse de Lucía.


Al despedirse de Lucía le hace estas recomendaciones: ´Ya falta poco para irme al cielo. Tu quedas aquí para decir que Dios quiere establecer en el mundo la devoción al I.C. de María. Cuando vayas a decirlo, no te escondas. Di a toda la gente que Dios nos concede las gracias por medio del I.C. de María. Que las pidan a Ella, que el Corazón de Jesús quiere que a su lado se venere el I.C. de María, que pidan la paz al Inmaculado Corazón, que Dios la confió a Ella. Si yo pudiese meter en el corazón de toda la gente la luz que tengo aquí dentro en el pecho, que me está abrazando y me hace gustar tanto del Corazón de Jesús y del Corazón de María."


Su mamá pudo acompañarla al hospital, pero después de varios días tuvo ella que regresar a casa y Jacinta se quedó sola. Fue admitida en el hospital y el 10 de febrero tuvo lugar la operación. Le quitaron dos costillas del lado izquierdo, donde quedó una llaga ancha como una mano. Los dolores eran espantosos, sobre todo en el momento de la cura. Pero la paciencia de Jacinta fue la de un mártir. Sus únicas palabras eran para llamar a la Virgen y para ofrecer sus dolores por la conversión de los pecadores.


Tres días antes de morir le dice a la enfermera, "La Santísima Virgen se me ha aparecido asegurándome que pronto vendría a buscarme, y desde aquel momento me ha quitado los dolores. El 20 de febrero de 1920, hacia las seis de la tarde ella declaró que se encontraba mal y pidió los últimos Sacramentos. Esa noche hizo su ultima confesión y rogó que le llevaran pronto el Viático porque moriría muy pronto. El sacerdote no vio la urgencia y prometió llevársela al día siguiente. Pero poco después, murió. Tenía diez años.


Tanto Jacinta como Francisco fueron trasladados al Santuario de Fátima. Los milagros que fueron parte de sus vidas, también lo fueron de su muerte. Cuando abrieron el sepulcro de Francisco, encontraron que el rosario que le habían colocado sobre su pecho, estaba enredado entre los dedos de su manos. Y a Jacinta, cuando 15 años después de su muerte, la iban a trasladar hacia el Santuario, encontraron que su cuerpo estaba incorrupto.


El 18 de abril de 1989, el Santo Padre, Juan Pablo II, declaró a Francisco y Jacinta Venerables.


El 13 de Mayo del 2000, el Santo Padre JPII los declaró beatos en su visita a Fátima, siendo los primeros niños no mártires en ser beatificados. El lema de la beatificación:


Para ver más sobre Jacinto y Francisca visitar Corazones.org.


¡Felicidades a quienes llevan este nombre!



12:41 a.m.



















Otros Santos y Beatos
Otros Santos y Beatos

San Serapión, monje mártir

En Alejandría, en Egipto, conmemoración de san Serapión, mártir, quien, en tiempo del emperador Decio, fue víctima de atroces tormentos y, después de descoyuntarle todos los miembros, precipitado desde lo alto de su propia casa (c. 248). ...[leer hagiografía]

San Tiranión, obispo y mártir

En Antioquía, en Siria, conmemoración de san Tiranión, obispo de Tiro y mártir, el cual, educado en la fe cristiana desde su más tierna edad, alcanzó la corona de la gloria al ser destrozado con garfios de hierro, junto con el presbítero Zenobio (311).






12:41 a.m.
Papa Juan Pablo II beatifico el 13 de junio de 1999 en Varsovia, durante su séptimo viaje apostólico a Polonia, 108 mártires víctimas de la persecución contra la Iglesia polaca durante la ocupación alemana nazi, de 1939 a 1945.

El odio racial forjado por el nazismo, provocó más de cinco millones que víctimas entre la población civil polaca, muchos de ellos eran religiosos, sacerdotes, obispos y laicos católicos comprometidos.


Recopilando información y testimonios se pudo abrir varios procesos de beatificación, el primero fue abierto por el obispo de Wloclawek, donde un gran número de víctimas padeció el martirio; a este proceso confluyeron luego otros y el número de Siervos de Dios, que inicialmente era de 92 paulatinamente llegó a 108.


De entre esos nombres destaca el día de hoy el de la religiosa profesa dominicana Julia Rodzinska, que nación el 16 de marzo de 1899 en Polonia y que en la pila bautismal recibió el nombre de Stanislava.


De ella se sabe que ingresó a la orden dominica en el año 1916 y realizo su profesión solemne el 5 de agosto de 1924. Como educadora fue conocida como la “madre de los huérfanos”, además era llamada “la apóstol del Rosario”.


Fue arrestada el 12 de julio de 1943, sufrió por dos años en el campo de concentración de Stutthof, dónde murió el 20 de febrero de 1945, después de haber contraído el tifus, enfermedad que azotaba el campo de concentración ya que carecía de elementales condiciones higiénicas. Contrajo la enfermedad mientras daba consuelo y apoyo a las prisioneras judías ya contagiadas y aisladas.


Es la única religiosa dominica incluida en este numeroso grupo de.



12:33 a.m.
Martirologio Romano: En Neto, en Sicilia, san Conrado de Piacenza Confalonieri, eremita de la Tercera Orden de San Francisco, que, abandonando los placeres seculares, perseveró durante más de cuarenta años en una vida austera de oración y penitencia (1351).

Fecha de canonización: 12 de septiembre de 1625 por el Papa Urbano VIII.



Los ecólogos probablemente no tienen ninguna simpatía por este santo, pues durante una cacería no dudó en quemar el bosque con tal de hacer salir las liebres y los faisanes.

Para aplacar la ira de los colonos que vieron destruidas sus cosechas y sus casas por el voraz incendio, el gobernador de Piacenza, Galeazzo Visconti, hizo condenar a muerte al primero que cayó en sus manes y cuya única culpa era la de haberse encontrado en el monte durante el incendio.


El verdadero culpable era Conrado Confalonieri que había nacido en Piacenza en l290; estaba casado y su profesión era la de soldado de aventura.


Era fundamentalmente un hombre de bien, y por eso no dudó en entregarse, cuando supo que un inocente iba a pagar con la vida su acto de ligereza. Después de haber confesado su culpa, manifestó que estaba dispuesto a pagar los daños. Y así lo hizo, aunque quedó en extrema pobreza.


Como los caminos del Señor son infinitos, el pirómano cazador, actitud muy poco franciscana, entró arrepentido y en paz a la Tercera Orden franciscana de Calendasco en 1315, después de haberse separado de común acuerdo de su esposa, Eufrosina, que, siguiendo el ejemplo del marido, entró al monasterio franciscano de Piacenza.

Dentro del sayo franciscano palpitaba todavía el corazón del errante hombre de armas.


Después de varios años de piadosa peregrinación de un santuario a otro, fray Conrado fijó su residencia en un pueblito llamado Noto, más abajo de Siracusa, en un lugar apartado. Pero la fama de su santidad lo seguía como la sombra, y al ver que las demasiadas visitas le quitaban el tiempo para la oración, se retiró de allí y fue a vivir en una gruta apartada que después la gente bautizó con el nombre de “gruta de San Conrado”. Allí murió el 19 de febrero de 1351.


La Orden franciscana venera a este ilustre miembro seglar de su familia y celebra su memoria el 19 de febrero, desde que Urbano VIII, por decreto del 12 de septiembre de 1625, concedió a la Orden celebrar misa y oficio del santo eremita.



12:33 a.m.
Martirologio Romano: En Córdoba, en la región española de Andalucía, conmemoración del beato Álvaro de Zamora, presbítero de la Orden de Predicadores, que se hizo célebre por su modo de predicar y contemplar la Pasión del Señor (c. 1430).

Etimológicamente Álvaro = Aquel que es el defensor de todos, es de origen germánico.


Fecha de beatificación: El Papa Benedicto XIV, aprobó su culto el 22 de septiembre de 1741.



Álvaro de Córdoba, el beato, nació a mediados del siglo XIV, en Zamora (1360?) y murió en Córdoba el año 1430. Perteneció a la noble familia Cardona.

Entró en el convento dominico de S. Pedro en Córdoba, en el año 1368. Fue un famoso y ardiente predicador, y con su ejemplo y sus obras, contribuyó a la reforma de la Orden, iniciada por el Beato Raimundo de Capua y sus discípulos.


Después de volver de una peregrinación a Tierra Santa, quedó impactado en el corazón por el doloroso Camino del Calvario, recorrido por nuestro Salvador.


Deseoso de vivir una existencia en soledad y perfección, donde poder templar el espíritu para un apostolado más provechoso, con el favor del rey D. Juan II de Castilla, del que era su confesor, pudo fundar a tres millas de Córdoba el famoso y observante convento de Sto. Domingo Escalaceli (Escalera del Cielo), donde había varios oratorios que reproducían la “vía dolorosa”, por él venerada en Jerusalén. Esta sagrada representación fue imitada en otros conventos, dando origen a la devoción tan bella del “Vía Crucis”, apreciadísima en la piedad cristiana.


De noche, se retiraba a una gruta distante del convento donde, a imitación de su Sto. Padre Domingo, oraba y se flagelaba. Con el tiempo, ésta se convirtió en meta de peregrinaciones para los fieles. Poseía el don de profecía y obró milagros.


Murió el 19 de febrero de 1430 y fue sepultado en su convento.


¡ Felicidades a quien lleve este nombre!



12:33 a.m.
Martirologio Romano: En Mantua, en Lombardía, beata Isabel Picenardi, virgen, la cual, habiendo revestido el hábito de la Orden de los Siervos de María, se consagró a Dios en su casa paterna, recibiendo frecuentemente la comunión eucarística, dedicándose a la celebración de la Liturgia de las Horas, a la meditación de las Sagradas Escrituras y a la devoción a la Santísima Virgen (1468).

Etimologicamente: Isabel = Aquella a quien Dios da la salud, es de origen hebreo.


Fecha de beatificación: Culto confirmado el 10 de noviembre de 1804 por el Papa Pío VII



Isabel, hija de Leonardo Picenardi y de Paula de Nuvaloni, nació probablemente en Cremona hacia el año 1428. Poco después de su nacimiento, su padre se fue a vivir con toda la familia a Mantua para desempeñar el cargo de administrador del Marqués de Gonzaga. Isabel se educó en esta ciudad y vivió cerca de la Iglesia de san Bernabé, que entonces era regida por los Siervos de María de la Congregación de la Observancia, lo que fue motivo de un trato frecuente con los frailes de nuestra Orden; esta circunstancia no dejaría d influir en la formación espiritual de la joven Isabel.

Su padre quiso darla en matrimonio a alguno de los principales de la ciudad, pero ella deseando a toda costa guardar su virginidad, rehusó con firmeza el matrimonio y a la edad de veintiún años se consagró a Dios y vistió el hábito de las “Manteletas”. Primero vivió en la casa paterna a la manera de una religiosa; luego, al morir su padre, se fue a vivir con su hermana Ursina, casada con el aristócrata Bartolomé de Gorno. Allí, en una habitación apartada, pasó el resto de su vida, no lejos de la iglesia de los Siervos.


Las virtudes más destacadas de la beata Isabel fueron el amor a la Virgen, la castidad, la fervorosa penitencia, el espíritu de oración, el amor a la Eucaristía.


Se dedicó con tanto fervor a la Madre de Cristo que, a imitación suya, quiso guardar perpetua virginidad. Cultivó con tanta delicadeza la castidad que, en los últimos instantes de su vida, daba rendidas gracias a Dios y a la santísima Virgen porque moría conservando intacta la flor de la virginidad.


A pesar de las diversas enfermedades que padecía, mortificaba severamente su cuerpo, llevando en todo tiempo un cilicio y un cinturón de hierro.


En penitencia y oración aguardaba a Cristo, su Esposo, Cubría de alabanzas al Señor e intercedía por la salvación de los hombres recitando el oficio divino “según el rito de la Curia romana” difundido por los frailes mendicantes.


Contra la costumbre de su tiempo, recibía con frecuencia el pan eucarístico de manos de fray Bernabé de Mantua. Al final de su vida acudía diariamente al sacramento de la Penitencia.


Esparcida la fama de su santidad, la gente acudía a ella para consultarla, pues la consideraba un oráculo divino; y dado que muchas veces alcanzó para sus conciudadanos los favores celestiales por intercesión de nuestra Señora, recibió el apelativo de “confidente de la Madre de Dios”.


Muchas doncellas siguieron su admirable ejemplo y formaron una fraternidad regular de la Tercera Orden. Un año antes de morir quedó patente el sincero amor que prodigaba a nuestra Orden pues, además de otros detalles, legaba a los frailes del convento de san Bernabé el breviario con el cual cantaba las alabanzas divinas y una suma de trescientos ducados. Antes de ir al encuentro del Señor, en el instante en que arreciaban los cólicos – narra el autor de la “Leyenda”, fue confortada con la presencia visible de Jesús y de su misericordiosa Madre y de una dulce melodía celestial. Murió el 19 de febrero de 1468.


Su cuerpo fue venerado y custodiado en un sepulcro de la iglesia del convento de san Bernabé; luego, al desaparecer éste, fue trasladado al pueblo de “Tor de’ Picenardi”, en a provincia de Cremona. El papa Pío VII en el año 1804 concedió a toda la Orden la facultad de celebrar la Misa y el Oficio propios de la Beata.



12:33 a.m.
San Quodvultdeus, obispo y mártir

En Nápoles, en la Campania, sepultura de san Quodvultdeus, obispo de Cartago, que fue desterrado junto con su clero por el rey arriano Genserico, y abandonados en el mar, en naves viejas y sin remos ni velas, contra toda esperanza llegaron a Nápoles, dónde murió como confesor de la fe (439).

Santos Monjes y monjas de Palestina, mártires

Conmemoración de los santos monjes y demás mártires que, en Palestina y por su fe cristiana, fueron víctimas de crueles tormentos por parte de los sarracenos acaudillados por Alamondir (507).


San Jorge, monje

En el monasterio de Vabres, en la región de Rodez, en Aquitania, san Jorge, monje (c. 877).


San Proclo, monje

En Bisignano, cerca Cosenza, en Calabria, san Proclo, monje, que, muy bien formado doctrinalmente, fue heraldo de la vida monástica (c. 970).


Santa Lucía Yi Zhenmei, virgen y mártir

En la aldea de Kaiyang, cerca de Mianyang, en la provincia china de Sichuan, santa Lucía Yi Zhenmei, virgen y mártir, que fue condenada a ser degollada por confesar su fe católica (1862).


Beato José Zaplata, religioso y mártir

En el campo de concentración de Dachau, cercano a Munich, de Baviera, de Alemania, beato José Zaplata, religioso de la Congregación del Sagrado Corazón de Jesús y mártir, que, condenado a un atroz encarcelamiento por razón de su fe, enfermó gravemente y consumó su martirio (1945).


San Beato, monje y presbítero

En la región cántabra de Liébana, en Hispania, san Beato, presbítero y monje del monasterio de San Martín de Turieno, que defendió la fe contra la herejía adopcionista y escribió un célebre Comentario sobre el Apocalipsis (c. 802).



12:33 a.m.
Nació en el pueblo de Vandano, cerca de Cerreto Sannita, entonces parte del Ducado de Benevento, hacia el final del pontificado de Gregorio el Grande (†604). En aquel tiempo, Benevento había sido recientemente (en el 590) capturado por hordas arianas.

Según su hagiografía (que fue escrita algún tiempo después), él recibió una educación cristiana, y pasó mucho tiempo estudiando las Sagradas Escrituras. Recibió la orden sacerdotal en cuanto pudo, e inmediatamente fue aprovechado por el obispo local como predicador, una tarea para la cual él tenía considerable talento. Poco tiempo después fue nombrado coadjutor de la Iglesia de la San Basilio en Morcone. A los feligreses de allí les disgustó que Barbado les recordara lo lejos que ellos estaban de alcanzar el ideal cristiano, y trataron de persuadirlo para que callara. Él continuó por el mismo sendero, y ellos optaron por difamarlo. Eventualmente fue obligado a cesar su labor pastoral debido a esos falsos testimonios.


Regresó a Benevento, donde fue bienvenido por la gente que lo conocía. En ese tiempo, la gente de Benevento vivía en medio de muchos comportamientos idólatras, incluyendo la veneración a una víbora de oro y a un árbol local, y también estaba muy involucrado en juegos que eran seriamente objetados por Barbado. El príncipe lombardo local, Romualdo I, hijo del rey lombardo Grimoaldo I, estaba seriamente involucrado en esas actividades. Barbado predicaba regularmente contra ellos aunque ellos cerraban sus oídos.


Anunció a la gente que la ciudad sería sometida a grandes pruebas a manos del Emperador Romano Constante II y su ejército, muy poco tiempo después los regimientos romanos llegaron a la zona y sitiaron Benevento. La gente, llena de miedo, renunció a las prácticas que Barbato había criticado, entonces él taló el árbol que los vecinos habían adorado y fundió la víbora para hacer con ese oro un cáliz para usarlo en la iglesia.


El obispo que presidía Benevento, Hildebrando, murió durante el sitio. Y una vez que se retiraron los invasores, el 10 de marzo de 633, Barbado fue nombrado obispo. Aprovechando su nueva posición ordenó destruir todos los amuletos y objetos de idolatría que el príncipe y la población tenían ocultos.


En 680, participó en el concilio convocado por el Papa Agatón, el tema central del concilio fue la condena de la herejía monotelista. Murió, el 19 de febrero de 682, poco después de finalizado el concilio, tenía aproximadamente setenta años.


Él es recordado en el Martirologio Romano como uno de los patronos principales de la ciudad de Benevento.



12:34 a.m.
Martirologio Romano: Los siete santos fundadores de la Orden de los Siervos de María: Bonfilio, Bartolomé, Juan, Benito, Gerardino, Ricovero y Alejo. Siendo mercaderes en Florencia, se retiraron de común acuerdo al monte Senario para servir a la Santísima Virgen María, fundando una Orden bajo la Regla de san Agustín. Son conmemorados en este día, en el que falleció, ya centenario, el último de ellos, Alejo (1310).

Según la tradición hubo siete hombres, muy respetables y honorables, a los que nuestra Señora unió, a manera de siete estrellas, para iniciar la Orden suya y de sus siervos. Los siete nacieron en Florencia; primero llevaron una vida eremítica en el monte Senario, dedicados en especial a la veneración de la Virgen María. Después predicaron por toda la región toscana y fundaron la Orden de los Siervos de Santa María Virgen, aprobada por la Santa Sede en 1304. Se celebra hoy su memoria, porque en este día, según se dice, murió San Alejo Falconieri, uno de los siete, el año 1310.


En la Monumenta Ordinis Servorum Beatae Maríae Virginis se lee lo siguiente respecto del estado de vida de los Siervos de Santa María Virgen: “Cuatro aspectos pueden considerarse por lo que toca al estado de vida de los siete santos fundadores antes que se congregaran para esta obra. En primer lugar, con respecto a la Iglesia. Algunos de ellos se habían comprometido a guardar virginidad o castidad perpetua, por lo que no se habían casado; otros estaban ya casados; otros habían enviudado.


En segundo lugar, con relación a la sociedad civil. Ellos comerciaban con las cosas de esta tierra, pero cuando descubrieron la piedra preciosa, es decir, nuestra Orden, no sólo distribuyeron entre los pobres todos sus bienes, sino que, con ánimo alegre, entregaron sus propias personas a Dios y a nuestra Señora, para servirlos con toda fidelidad.


El tercer aspecto que debemos tener en cuenta es su estado por lo que se refiere a su reverencia y honor para con nuestra Señora. En Florencia existía, ya desde muy antiguo, una sociedad en honor de la Virgen María, la cual, por su antigüedad y por la santidad y muchedumbre de hombres y mujeres que la formaban, había obtenido una cierta prioridad sobre las demás y, así, había llegado a llamarse “Sociedad mayor de nuestra Señora”. A ella pertenecían los siete hombres de que hablamos, antes de que llegaran a reunirse, como destacados devotos que eran de nuestra Señora.


Finalmente, veamos cual fuera su estado en lo que mira a su perfección espiritual. Amaban a Dios sobre todas las cosas y a él ordenaban todas sus acciones, como pide el recta orden honrándolo así con todos sus pensamientos, palabras y obras.

Cuando estaban ya decididos, por inspiración divina, a reunirse, a lo que los había impulsado de un modo especial nuestra Señora, arreglaron sus asuntos familiares y domésticos, dejando lo necesario para sus familias y distribuyendo entre los pobres lo que sobraba. Finalmente buscaron a unos hombres de consejo y de vida ejemplar, a los que manifestaron su propósito.


Así subieron al monte Senario, y en su cima erigieron una casa pequeña y adecuada, a la que se fueron a vivir en comunidad. Allí empezaron a pensar no sólo en su propia santificación, sino también en la posibilidad de agregarse nuevos miembros, con el fin de acrecentar la nueva Orden que nuestra Señora había comenzado valiéndose de ellos. Por lo tanto, comenzaron a recibir nuevos hermanos y, así, fundaron esta Orden. Su principal artífice fue nuestra Señora, que quiso que estuviera cimentada en la humildad, que fuese edificada por su concordia y conservada por su pobreza.



12:34 a.m.
Martirologio Romano: En Auchy, en la región de Morins, Francia, sepultura de san Silvino, obispo (s. VIII).

Etimológicamente Silvino = Aquel que cuida los bosques, es de origen latino.



No sabemos nada de cierto sobre la familia de San Silvino, quien pasó la primera parte de su vida en las cortes de los reyes Childerico II y Thierry III. Estaba a punto de casarse, cuando se sintió llamado a abandonar el mundo y, para seguir a Cristo, se retiró de la corte a una vida ejemplar de castidad y pobreza.

Recibió la ordenación sacerdotal en Roma y más tarde, fue consagrado obispo. Algunos documentos afirman que su diócesis era Toulouse, otros que era Thérouanne; pero, como su nombre no aparece en los registros de ninguna de las dos, lo más probable es que haya sido obispo sin diócesis, encargado de la predicación entre los paganos. Silvino trabajó celosamente en el norte de Francia, sobre todo en Thérouanne, donde los paganos abundaban y los cristianos eran sólo de nombre y apenas mejores que los paganos. La infatigable predicación del santo obispo, así como su ejemplo, ganaron muchas almas para Jesucristo.


Silvino empleó gran parte de su fortuna personal en rescatar a los esclavos de los bárbaros, y el resto lo gastó en obras de caridad y en la construcción de iglesias. Aunque su porte y sus maneras eran las de un cortesano, vestía pobremente y practicaba grandes austeridades. Se dice que recibía en su casa a cada peregrino, como si se tratara de Jesucristo en persona. El biógrafo de San Silvino cuenta que no comió pan durante cuarenta años, que se alimentaba con hierbas y frutos, y que su única riqueza era un caballo en el que hacía sus viajes, cuando estaba ya muy débil para andar.


El gran deseo de Silvino era vivir como ermitaño; pero la debilidad de su constitución física se lo habría impedido, en caso de haber obtenido la dispensa de sus obligaciones episcopales. Parece que murió en el monasterio de Auchy-les-Moines, cerca de Arras, porque ahí fue sepultado. Sus contemporáneos le tenían en gran estima, no sólo por su caridad y santidad, sino también por su don de curar a los enfermos.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



12:34 a.m.
El 21 de diciembre de 1893 el Papa León XIII, reconoció el antiquísimo culto tributado y el título de santos, a los primeros cuatro abades de la célebre Abadía de la Santísima Trinidad de Cava de’ Tirreni, fundada en el siglo XI.

Ellos son san Alferio el fundador y primer abad (†1050), san León I (1050-79), san Pedro I Pappacarbone (1079 -1123) y san Constable (1122-24), sus reliquias descansan en la iglesia de la abadía en la ´Capilla de los Santos Padres´.


Constable nació hacia el 1070 en Tresino en Lucania (hoy Basilicata) de la noble familia Gentilcore; cuando tenía siete años le fue confiado al abad de Cava san León I, convirtiéndose luego en monje en la misma abadía. Demostró una perseverancia encomiable en la Regla Benedictina en su vida monástica, tal, que fue considerado un ejemplo para sus cofrades y encargado por el abad de importantes negociaciones para la abadía.


El 10 de enero de 1118, con el pleno consentimiento de los monjes, el abad san Pedro I lo nombró su adjutor en el gobierno de la abadía que había crecido notablemente, sucediéndole como abad el 4 de marzo de 1122.


Su obra la ejercitó con amabilidad, comprensión a cada uno de los monjes y a sus individuales problemas, sin abusar de su autoridad.


Murió el 17 de febrero de 1124 a los 53 solos años y fue enterrado en la parte de la iglesia colindante a la gruta ´Arsicia´ usada por san Alferio. Después de su muerte apareció varias veces a los abades sucesores, viniendo a ellos para ayudarlos en las contingencias, se habla de sus intervenciones prodigiosas por la salvación de los botes que pertenecían a la Abadía, al punto que durante la Edad Media fue nombrado el protector de los marineros de la abadía.


Su fiesta es el 17 de febrero; es el santo patrón de la ciudad de Castellabate en el Cilento, que fue fundada en 1123.



12:34 a.m.














Lucas Belludi, Beato
Lucas Belludi, Beato

Presbítero Franciscano


Martirologio Romano: En Padua, en la región de Venecia, beato Lucas Belludi, presbítero, de la Orden de los Frailes Menores, discípulo y compañero de san Antonio (1286).

Etimologicamente: Lucas = Aquel que es luminoso, es de origen latino.


Fecha de beatificación: 18 de mayo de 1927 por el Papa Pío XI.



Lucas nació en Padua (Italia) hacia el año 1200, de la noble y muy rica familia de los Belludi. Los datos que tenemos de su vida, y en particular de su juventud, son más bien escasos. Con toda probabilidad estudió en la Universidad de Padua, como lo prueba su gran cultura, y el año 1220 se encontró con san Francisco que, a su regreso de Oriente, había desembarcado en Venecia y, de camino hacia su tierra, pasó por Padua. En Santa María de La Cella o Arcella, cerca de la ciudad, el Santo fundó un monasterio de clarisas, en el que recibió a la beata Elena Enselmini, y junto al mismo un pequeño hospicio para los frailes que las atendían; en él recibió Lucas el hábito de manos de Francisco y en él moriría años más tarde san Antonio. Parece que fue el mismo san Francisco quien orientó a Lucas al sacerdocio, habida cuenta de su formación y sus virtudes.

En la humilde residencia de la Arcella pasó el ya sacerdote Lucas años de oración y penitencia, a la vez que comenzaba a perfilar sus sermones. El año 1227, san Antonio, que había estado predicando en el sur de Francia, regresó a Italia y fue elegido Ministro provincial del norte de Italia. Por entonces, tal vez en el mismo año, Antonio se encontró con Lucas, y éste sería en adelante el discípulo y compañero inseparable del Santo, en sus correrías apostólicas y en la redacción de sus Sermones. Cuando después de la intensísima Cuaresma que predicó en Padua el año 1231, san Antonio se retiró al eremitorio de Camposampiero, cerca de Padua, allí lo atendió y cuidó el beato Lucas. El 13 de junio de 1231, durante la comida, Antonio sufrió un colapso y se sintió morir; pidió que lo trasladaran a Padua y, una vez más, Fr. Lucas fue su compañero inseparable; lo asistió durante el viaje en carreta y permaneció a su lado en la Arcella hasta que expiró aquella misma tarde. Después, nuestro Beato fue uno de los editores de los sermones del Santo, testigo de su santidad y promotor de su glorificación mediante la pronta canonización y la construcción de su Basílica en Padua. Tan estrecha fue la relación entre el Santo y nuestro Beato, que a éste se le llama también «Lucas de San Antonio».


En la vida del beato Lucas se suele destacar sobre todo el haber sido compañero y colaborador de san Antonio; pero, además, fue un hombre de gran talento y profunda espiritualidad, un verdadero sabio, famoso predicador, de vida sencilla y sana doctrina. Fue elegido Ministro provincial varias veces. Después de la muerte de san Antonio, el beato Lucas fue uno de los editores de sus Sermones; por otra parte, Lucas es también autor de sus propios Sermones Dominicales y otros, que se conservan inéditos en la Biblioteca Antoniana de Padua.


Murió en el hospicio de la Arcella (Padua) el 17 de febrero de 1286. Su cuerpo fue depositado, en la Basílica de San Antonio, en el mismo sepulcro en que estuvo sepultado al principio el Santo, su amigo y maestro. En 1971 los restos del Beato fueron trasladados a otra tumba dentro de la misma Basílica, donde reposan en la actualidad.


Fue beatificado por Pío XI el 18 de mayo de 1927. Entre los lugares de la Basílica paduana que merecen visitarse se encuentra la Capilla del Beato Lucas Belludi, totalmente pintada al fresco por Giusto de´ Menabuoi (1382). Aún hoy son muchos estudiantes que acuden a su sepulcro para pedirle su intercesión a la hora de los exámenes.





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