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Carlos Borromeo, Santo
Carlos Borromeo, Santo

Cardenal Arzobispo de Milán


Martirologio Romano: Memoria de san Carlos Borromeo, obispo, que nombrado cardenal por su tío materno, el papa Pío IV, y elegido obispo de Milán, fue en esta sede un verdadero pastor fiel, preocupado por las necesidades de la Iglesia de su tiempo, y para la formación del clero convocó sínodos y erigió seminarios, visitó muchas veces toda su diócesis con el fin de fomentar las costumbres cristianas y dio muchas normas para bien de los fieles. Pasó a la patria celeste en la fecha de ayer (1584)

Etimología: Carlos = Aquel que es dotado de noble inteligencia, es de origen germánico


La gigantesca estatua que sus conciudadanos le dedicaron en Arona, sobre el Lago Mayor en el norte de Italia, expresa muy bien la gran estatura humana y espiritual de este santo activo, bienhechor y comprometido en todos los campos del apostolado cristiano.

Había nacido en 1538. Sobrino del Papa Pío IV, fue creado cardenal diácono cuando sólo tenía 21 años. El mismo Papa lo nombró secretario de Estado, siendo el primero que desempeñó este cargo en el sentido moderno. Aún permaneciendo en Roma para dirigir los asuntos, tuvo el privilegio de poder administrar desde lejos la arquidiócesis de Milán.


Cuando murió su hermano mayor, renunció definitivamente al título de conde y a la sucesión, y prefirió ser ordenado sacerdote y obispo a los 24 años de edad. Dos años después, muerto el Papa Pío IV, Carlos Borromeo dejó definitivamente Roma y fue recibido triunfalmente en la sede episcopal de Milán, en donde permaneció hasta la muerte, cuando tenía sólo 46 años.


En una diócesis que reunía a los pueblos de Lombardía, Venecia, Suiza, Piamonte y Liguria, Carlos estaba presente en todas partes. Su escudo llevaba un lema de una sola palabra: “Humilitas”, humildad. No era una simple curiosidad heráldica, sino una elección precisa: él, noble y riquisimo, se privaba de todo y vivía en contacto con el pueblo para escuchar sus necesidades y confidencias. Fue llamado “padre de los pobres”, y lo fue en el pleno sentido de la palabra. Empleó todos sus bienes en la construcción de hospitales, hospicios y casas de formación para el clero.


Se comprometió en llevar adelante las reformas sugeridas por el concilio de Trento, del que fue uno de los principales actores. Animado por un sincero espíritu de reforma, impuso una rígida disciplina al clero y a los religiosos, sin preocuparse por las hostilidades que se iban formando en los que no querían renunciar a ciertos privilegios que brindaba la vida eclesiástica y religiosa. Fue blanco de un atentado mientras rezaba en la capilla, pero salió ileso, perdonando generosamente a su atacante.


Durante la larga y terrible epidemia que estalló en 1576, viajó a todos los rincones de su diócesis. Empleó todas las energías y su caridad no conoció límites. Pero su robusta naturaleza tuvo que ceder ante el peso de tanta fatiga. Murió el 3 de noviembre de 1584. Fue canonizado en 1610 por el Papa Pablo V.


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Martirologio Romano: En Padua, en la región de Venecia, beata Elena Enselmini, virgen de la Orden de las Clarisas, que sufrió con admirable paciencia multitud de dolores y hasta la pérdida del habla (1242).

Etimología: Elena = Aquella que brilla como una antorcha, de la lengua griega


La suerte viene en nuestra ayuda con un documento de importancia excepcional, conservado en la Biblioteca Antoniana, el Códice 559, que describe las vidas de san Antonio, del beato Antonio Manzoni y de la beata Elena Enselmini. Las compuso entre los años 1433 y 1437 el notario Sicco Polentone, archivero municipal, filósofo, astrólogo, literario y escritor de numerosas obras, una de las personalidades más destacadas de la Padua humanista del siglo XV.


El código, copiado con elegante escritura en 1439 por el conventual fray Giacomo, "era considerado -dice el padre Ruggero Lotto- un "best seller" del siglo XV y, aunque no es obra de alto nivel, no deja de ser un interesante documento de sociología religiosa, del que emana la mansa luz de una simpática joven santa, a la que nos sentimos afectuosamente cercanos, incluso después de tanto rechinar de siglos".


En un latín elegante, Polentone inicia así: "Mi querido hijo Lázaro, hace mucho que me solicitas e incitas a escribir las memorias del beato Antonio Pellegrino y de la beata Elena, monja de la orden franciscana. Siempre me ha parecido justa y loable esta petición tuya. Pues, si bien el culto de ninguno de los dos ha sido aprobado por el sumo pontífice, uno y otra son conocidos, sin embargo, por sus milagros, y venerados como beatos por la opinión del pueblo. Además, son de buena raza paduana: Antonio era originario de los Manzoni. Elena, de los Enselmini, a cuya estirpe pertenece también su madre".


La jovencita Elena se hizo monja para servir al Señor en el monasterio que hospedaba, en dos moradas distintas, a las monjas y a los frailes de la Orden de san Francisco, en una zona llamada "la Celda vieja" (la actual Arcella), monasterio destruido en 1509, para realizar la "explanada".


Añade el historiador: "Ninguna más diligente que ella en la oración litúrgica, ninguna más obediente a la abadesa, ninguna más observante de la regla, ninguna más solícita en realizar las tareas domésticas. Su vida estaba tejida de penitencias y ayunos, colmada de santidad y austeridad. Tan áspera fue su existencia, que, agotada, con frecuencia caía enferma, víctima de la fiebre".


Más allá del intento hagiográfico y enaltecedor, Sicco, autor de indudable probidad, realizó cuidadosas investigaciones sobre ella, disponiendo de excelentes fuentes en el antiguo monasterio de la Arcella, antes de incendiarse el archivo.


De complexión grácil y enfermiza, padeció en los últimos quince meses de vida repetidas fiebres, y permaneció durante tres meses sin comer, ni beber, ni pronunciar palabra.


El historiador se detiene ampliamente en describir las visiones celestiales de las que gozó Elena, como indicio de su unión con el Señor, visiones que ella, de palabra, daba a conocer a las hermanas, y cuyos contenidos sabían también a admonición.


El 4 de octubre de 1231, arrebatada en éxtasis, vio a los santos Francisco y Antonio en actitud de cantar las alabanzas del Señor. En definitiva, "el cielo en la celda", hasta el 4 de noviembre, cuando expiró, a los 24 años. Polentone concluye así: "Desde el día de su tránsito hasta hoy, su cuerpo se conserva tan bien, que no puede verse sin admirarse, y eso por un privilegio divino que testifica la santidad de Elena". Y añade un halo de misterio: "A menudo, especialmente cuando cae algún desastre sobre la ciudad, ha ocurrido que el cuerpo de Elena se agitó con estrépito, casi como si quisiera prever el futuro".


Podemos decir que su cuerpo sufrió en la muerte un proceso natural de momificación y quedó intacto, y las manifestaciones de temblor son exageradas, pero revelan la espontaneidad de una devoción popular hacia esta ilustre clarisa.


Su cuerpo, por una circunstancia fortuita, fue colocado en una urna y conservado en la pequeña iglesia del monasterio, hasta el año 1509, en que fue trasladado a la iglesia de Santa María de los Armenios, luego llamada de la Beata Elena. Y, desde 1810, fue trasladado a la de Santa Sofía, donde permaneció hasta el 23 de mayo de 1958, en que fue devuelto a la iglesia de La Arcella.


El 29 de octubre de 1695, el papa Inocencio XII la inscribió en el Catálogo de los beatos, reconociendo su culto secular, y en 1956 se iniciaron los trámites para su canonización.


La caja de madera de la beata, en la capilla del beato Lucas


Cuando las clarisas de la Arcella se trasladaron en 1509 al monasterio de Santa Elena, y luego al de San Bernardino, se llevaron consigo el cuerpo de la beata. Pero, al ser suprimidos dichos monasterios en el año 1810, ofrecieron su tesoro a la Basílica [de San Antonio]. De modo que, el 20 de mayo, el cuerpo de Elena Enselmini fue llevado a la sacristía del templo antoniano, y allí guardado. Mientras tanto, los presidentes del Arca pidieron al obispo Dondi dell´Orologio que lo dejara en la iglesia, pero el 6 de junio siguiente, "muy airado por la donación de las monjas, y más aún por la sustracción nocturna, había mandado colocar los sellos, ordenando que fuera entregado a la iglesia de Santa Sofía, para ser venerado junto a la beata Beatriz de Este".


La caja que guardó los huesos de Elena hasta el 1810 fue primero colocada en la urna que había sido de san Antonio, debajo del altar del beato Lucas Belludi, y luego, en 1985, en la urna empotrada en la pared.


Presencia de Elena en el arte y en las reliquias


La reliquia de un brazo fue donada a la iglesia de Santa Sofía, mientras que su cuerpo se conserva aún bajo el altar del templo de la Arcella.


Para encontrar un relicario de la beata Elena hay que trasladarse a la sacristía de la Basílica. Firmado por el artista Pinton, es de las primeras décadas del siglo pasado, de tipo arquitectónico, en plata labrada y repujada, cuyo nudo y receptáculo representa la fachada de la iglesia de la Arcella. En lo más alto de la pequeña cúpula preside una estatua de Elena.


Una bella imagen de ella la encontramos en la puerta de bronce norte de la Basílica, llamada "de los beatos Lucas y Elena". Antes era la entrada más utilizada. Fundida en 1904 por el paduano Giuseppe Michieli, la donó el doctor Giovanni Guolo, y una inscripción la recuerda como "virgen paduana".


Entrando en el claustro del Noviciado se puede admirar una bonita pintura de ella, dentro de una monófora, en el lado occidental. Es una reproducción del 1994, de una pintura que realizó el artista de Bérgamo Giuseppe Amadio Riva, en 1923. El actual fue realizado, curiosamente, no en base al bronce original, sino a una copia suya firmada por Giovanni Zabai en 1932. La beata sostiene un lirio y un libro, claro indicio de la pureza de vida llevada por ella, en la secuela de la Palabra del Señor.


En la iglesia de la Arcella hay más recuerdos de Elena. En primer lugar, en la estatua del pequeña hornacina derecha de la fachada, obra de Pedro Bertocco. Luego, en la capilla de los "Santos franciscanos", donde está representada en un lienzo de Pedro Pajetta (1905), y en otras pinturas.



Martirologio Romano: En Cerfroid, en el territorio de Meaux, en Francia, san Félix de Valois, que, después de una larga vida de solitario, se le considera compañero de san Juan de Mata en la fundación de la Orden de la Santísima Trinidad, para la redención de los cautivos (1212).

Etimología: Felix = Aquel que es feliz. De la lengua latina.


Algunos escritos de la "Orden de la Santísima Trinidad", afirman que San Félix llevaba el apellido de Valois porque pertenecía a la familia real de Francia, pero en realidad el nombre proviene de la provincia de Valois donde habitó originalmente.


Según se dice, vivió como ermitaño en el bosque de Gandelu, en la diócesis de Soissons, en un pueblo llamado Cerfroid. Tenía el propósito de pasar su vida en la oscuridad pero Dios lo dispuso de otro modo.


En efecto, San Juan de Mata, discípulo de San Félix, le propuso que fundase una orden para el rescate de los cautivos. Aunque el santo tenía ya setenta años, se ofreció a hacer y sufrir cuanto Dios quisiera por un fin tan noble. Así, los dos santos partieron juntos a Roma en el invierno de 1197 para solicitar la aprobación de la Santa Sede.


San Félix propaga la orden en Italia y Francia. En París fundó el convento de San Maturino y cuando San Juan volvió a Roma, San Félix a pesar de su avanzada edad, administró la provinica francesa y la casa madre de la orden en Cerfroid. Ahí murió a los ochenta y seis años de edad en 1212.


Según la tradición de los trinitarios, los dos santos fueron canonizados por el Papa Urbano IV en 1262. Alejandro VII confirmó el culto de los dos fundadores en 1666.


El 4 de noviembre recordamos su ingreso al Reino, y el 20 del mismo mes se celebra su fiesta litúrgica.



Martirologio Romano: En Rodez, de Aquitania, san Amancio, obispo, a quien se tiene por el primero de esta ciudad (s. V).

Etimología: Amancio = amante, amoroso. Viene de la lengua latina.


El joven Amancio fue un amante auténtico de esta verdad de san Agustín.


Venancio de Poitiers es quien nos ha proporcionado más noticias acerca de su vida. Nació en la ciudad de Rodez, Francia.


Cuando llegó a su juventud, pensó que lo mejor para su vida era dejarlo todo por amor a Jesús. Estamos en el siglo V.


Dadas sus buenas cualidades y sus virtudes, lo nombraron obispo de Narbona (año 401). Eran tiempos malos porque la ciudad estaba todavía, en gran parte, bajo el dominio de los paganos.


Una vez que hizo su trabajo apostólico en este lugar, se fue a Rodez para hacer obras de conversión al cristianismo.


Un día, uno de los jefes de la ciudad, le dijo que no dejaría de ser pagano mientras no viese un milagro con sus propios ojos.


Le propuso que el río Laterne se subiese por las murallas. El obispo aceptó la idea o apuesta.


Amancio invocó a Dios. El milagro se llevó a cabo. Y todos cuantos lo veían, comentaban que lo mejor era convertirse al Dios que anunciaba el bueno de Amancio.


En otra ocasión, comenta su biógrafo, supo ser tan generoso que perdonó la vida a un condenado a muerte.


Estaba lleno de Dios y, por tanto, le era fácil hacer todo aquello que tuviera una repercusión en la obra evangelizadora.


Pero, a pesar de cuanto hizo, la autoridad no lo quería. Mientras estaba rezando, el gobernador fue herido de muerte. A cada insulto que le hacían a Amancio, él respondía con amabilidad. Murió ya anciano en el año 445.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



Martirologio Romano: En el convento de Nuestra Señora des Cöts, de Nantes, en Francia, beata Francisca de Amboise, que, siendo duquesa de Bretaña, fundó en Vannes el primer Carmelo femenino francés, donde se retiró como sierva de Cristo al quedar viuda (1475).

Nació en Thouars (Francia) el 28 de Septiembre de 1427, hija del vizconde Luis y de la baronesa María de Rieux.


A los cuatro años fue prometida esposa de Pedro, hijo del duque de Bretaña. Su futura suegra, Juana, hermana del rey Carlos VII de Francia, imprimió en su alma un espíritu profundamente cristiano.


El 1450, en lacatedralde Reims, era coronada como Duquesa de Bretaña juntamente con su esposo, Pedro. De común acuerdo con él, decidieron conservarse castos y ofrecer a la alta sociedad un modelo de hogar cristiano con la práctica asidua de excelsas virtudes Juntos se consagraron a la Virgen María en su santuario de Folgoët, donde dejaron fundada una misa para ser celebrada todos los sábados.


Francisca supo frenar los excesos de la moda femenina en la corte y se dedicó particularmente a obras de piedad y caridad.


Todos los miércoles sentaba a su mesa a 11 doncellas pobres, el día de Navidad escogía a un niño pobre, lo vestía con traje nuevo ylo hospedaba como representante del Niño Jesús, el jueves santo lavaba los pies a doce pobres y les ofrecía un traje nuevo.


Trabajó tanto en favor de la religión catolica que, según dice un historiador, "Dios se sirvió de esta joven para realizar una reforma general en la Bretaña y para hacer reflorecer, después de tantas desgracias y misenas, un siglo de Oro"


Muerto su esposo y conocedora a fondo de las miserias de la corte, resolvió hacerse monja de clausura. Mil dificultades le salieron al paso; Luis Xl, rey de Francia, puso en juego todos los medios para que desistiera, pero todo fue en vano, y el monarca acabó de desengañarse cuando ella en el acto de recibir la comunión, hizo en alta voz el voto de castidad.


Después de un providencial encuentro con el beato Juan Soreth (+1471), a la sazón Prior General de los carmelitas, se decidió a ingresar entre las monjas carmelitas de clausura que habían sido instituidas poco antes canónicamente por la Bula de Nicolás V "Cum nula", del 7 de Octubre de 1452.


El mismo Beato le impuso con toda solemnidad el hábito una vez resueltos todos sus compromisos ducales.


Junto con un grupo de carmelitas venidas de Bélgica, inició Francisca su vida religiosa en el convento de Bondón, fundado por ella misma.


Renunció a sus títulos y no quiso trato ni distinción especial, sino ser considerada como Humilde sierva de Cristo".


Desde entonces su gran empeño fue la de hacer efectiva su total entrega a Dios.


Nombrada priora por la comunidad, tuvo que dirigirse más tarde con el mismo título a un nuevo convento, fundado también por ella cerca de Nantes.


En el ejercicio de este cargo alimentaba el espíritu de sus religiosas con sabias "Exhortaciones", que fueron publicadas más tarde. Ella era ejemplar en todas las virtudes, descollando por su espíritu de oración y penítencia.


Insistió siempre en la práctica del silencio, la obediencia y la pobreza. Introdujo la comunión frecuente y una estricta clausura. Fueron sus últimas palabras:


"¡Adiós, hijas mías! Voy a probarlo que es amar a Dios sobre todas las cosas".


Bien puede ser llamada como la "Madre" de las carmelitas, ya que es la primera santa desde que el Carmelo femenino tuvo existencia canónica.


El 4.11.1485 expiró santamente.


Su culto fue reconocido por el papa Pío IX el 16 de julio de 1867.



Martirologio Romano: Junto a Alba Real (Székesfehérvár), en Panonia (hoy Hungría), san Emerico o Enrique, hijo de san Esteban, rey de los húngaros, sorprendido por una muerte imprevista (1031).

Etimología: Emerico = patria potente, es de origen germánico


En 1931, se celebró con gran solemnidad en Hungría el noveno centenario de la muerte del Beato Emerico.


Desgraciadamente, no tenemos muchos datos fidedignos sobre su vida. Fue el único hijo de San Esteban, rey de Hungría.


Nació en 1007, y San Gerardo de Sagredo se encargó de su educación. Cuando el emperador Conrado II proyectaba apoderarse de las rentas de la diócesis de Bamberga, le propuso al joven Emerico que participase en la expoliación, pero el rey San Esteban lo impidió.


Las "instrucciones" de San Esteban a su hijo no son auténticas. Es cierto que el monarca tenía la intención de compartir sus responsabilidades con con Emerico (aunque es falso que haya renunciado a la corona en favor de él), pero antes de que tuviese tiempo de hacerlo, Emerico murió en una cacería.


Cuando le llegó la noticia, San Esteban exclamó: "Dios le amaba, por eso me lo quitó tan pronto". El príncipe fue sepultado en la iglesia de Szckesfehervar y, en su sepulcro se obraron numerosos milagros.


El padre y el hijo fueron elevados al honor de los altares al mismo tiempo, en 1083. Comúnmente se atribuye a Emerico el título de santo pero el Martirologio Romano le llama "Beatus".











Martín de Porres, Santo
Martín de Porres, Santo

Religioso dominico, peruano






El racismo, esa distinción que hacemos los hombres distinguiendo a nuestros semejantes por el color de la piel es algo tan sinsentido como distinguirlos por la estatura o por el volumen de la masa muscular. Y lo peor no es la distinción que está ahí sino que ésta lleve consigo una minusvaloración de las personas -necesariamente distintas- para el desempeño de oficios, trabajos, remuneraciones y estima en la sociedad. Un mulato hizo mayor bien que todos los blancos juntos a la sociedad limeña de la primera mitad del siglo XVII.


Fue hijo bastardo del ilustre hidalgo -hábito de Alcántara- don Juan de Porres, que estuvo breve tiempo en la ciudad de Lima. Bien se aprecia que los españoles allá no hicieron muchos feos a la población autóctona y confiemos que el Buen Dios haga rebaja al juzgar algunos aspectos morales cuando llegue el día del juicio, aunque en este caso sólo sea por haber sacado del mal mucho bien. Tuvo don Juan dos hijos, Martín y Juana, con la mulata Ana Vázquez. Martín nació mulato y con cuerpo de atleta el 9 de diciembre de 1579 y lo bautizaron, en la parroquia de San Sebastián, en la misma pila que Rosa de Lima.


La madre lo educó como pudo, más bien con estrecheces, porque los importantes trabajos de su padre le impedían atenderlo como debía. De hecho, reconoció a sus hijos sólo tardíamente; los llevó a Guayaquil, dejando a su madre acomodada en Lima, con buena familia, y les puso maestro particular.


Martín regresó a Lima, cuando a su padre lo nombraron gobernador de Panamá. Comenzó a familiarizarse con el bien retribuido oficio de barbero, que en aquella época era bastante más que sacar dientes, extraer muelas o hacer sangrías; también comprendía el oficio disponer de yerbas para hacer emplastos y poder curar dolores y neuralgias; además, era preciso un determinado uso del bisturí para abrir hinchazones y tumores. Martín supo hacerse un experto por pasar como ayudante de un excelente médico español. De ello comenzó a vivir y su trabajo le permitió ayudar de modo eficaz a los pobres que no podían pagarle. Por su barbería pasarán igual labriegos que soldados, irán a buscar alivio tanto caballeros como corregidores.


Pero lo que hace ejemplar a su vida no es sólo la repercusión social de un trabajo humanitario bien hecho. Más es el ejercicio heroico y continuado de la caridad que dimana del amor a Jesucristo, a Santa María. Como su persona y nombre imponía respeto, tuvo que intervenir en arreglos de matrimonios irregulares, en dirimir contiendas, fallar en pleitos y reconciliar familias. Con clarísimo criterio aconsejó en más de una ocasión al Virrey y al arzobispo en cuestiones delicadas.


Alguna vez, quienes espiaban sus costumbres por considerarlas extrañas, lo pudieron ver en éxtasis, elevado sobre el suelo, durante sus largas oraciones nocturnas ante el santo Cristo, despreciando la natural necesidad del sueño. Llamaba profundamente la atención su devoción permanente por la Eucaristía, donde está el verdadero Cristo, sin perdonarse la asistencia diaria a la Misa al rayar el alba.


Por el ejercicio de su trabajo y por su sensibilidad hacia la religión tuvo contacto con los monjes del convento dominico del Rosario donde pidió la admisión como donado, ocupando la ínfima escala entre los frailes. Allí vivían en extrema pobreza hasta el punto de tener que vender cuadros de algún valor artístico para sobrevivir. Pero a él no le asusta la pobreza, la ama. A pesar de tener en su celda un armario bien dotado de yerbas, vendas y el instrumental de su trabajo, sólo dispone de tablas y jergón como cama.


Llenó de pobres el convento, la casa de su hermana y el hospital. Todos le buscan porque les cura aplicando los remedios conocidos por su trabajo profesional; en otras ocasiones, se corren las voces de que la oración logró lo improbable y hay enfermos que consiguieron recuperar la salud sólo con el toque de su mano y de un modo instantáneo.


Revolvió la tranquila y ordenada vida de los buenos frailes, porque en alguna ocasión resolvió la necesidad de un pobre enfermo entrándolo en su misma celda y, al corregirlo alguno de los conventuales por motivos de clausura, se le ocurrió exponer en voz alta su pensamiento anteponiendo a la disciplina los motivos dimanantes de la caridad, porque "la caridad tiene siempre las puertas abiertas, y los enfermos no tienen clausura".


Pero entendió que no era prudente dejar las cosas a la improvisación de momento. La vista de golfos y desatendidos le come el alma por ver la figura del Maestro en cada uno de ellos. ¡Hay que hacer algo! Con la ayuda del arzobispo y del Virrey funda un Asilo donde poder atenderles, curarles y enseñarles la doctrina cristiana, como hizo con los indios dedicados a cultivar la tierra en Limatombo. También los dineros de don Mateo Pastor y Francisca Vélez sirvieron para abrir las Escuelas de Huérfanos de Santa Cruz, donde los niños recibían atención y conocían a Jesucristo.


No se sabe cómo, pero varias veces estuvo curando en distintos sitios y a diversos enfermos al mismo tiempo, con una bilocación sobrenatural.


El contemplativo Porres recibía disciplinas hasta derramar sangre haciéndose azotar por el indio inca por sus muchos pecados. Como otro pobre de Asís, se mostró también amigo de perros cojos abandonados que curaba, de mulos dispuestos para el matadero y hasta lo vieron reñir a los ratones que se comían los lienzos de la sacristía. Se ve que no puso límite en la creación al ejercicio de la caridad y la transportó al orden cósmico.


Murió el día previsto para su muerte que había conocido con anticipación. Fue el 3 de noviembre de 1639 y causada por una simple fiebre; pidiendo perdón a los religiosos reunidos por sus malos ejemplos, se marchó. El Virrey, Conde de Chinchón, Feliciano de la Vega -arzobispo- y más personajes limeños se mezclaron con los incontables mulatos y con los indios pobres que recortaban tantos trozos de su hábito que hubo de cambiarse varias veces.


Lo canonizó en papa Juan XXIII en 1962.


Desde luego, está claro que la santidad no entiende de colores de piel; sólo hace falta querer sin límite.




¿Qué nos enseña su vida?

La vida de San Martín nos enseña:



  • A servir a los demás, a los necesitados. San Martín no se cansó de atender a los pobres y enfermos y lo hacía prontamente. Demos un buen servicio a los que nos rodean, en el momento que lo necesitan. Hagamos ese servicio por amor a Dios y viendo a Dios en las demás personas.



  • A ser humildes. San Martín fue una persona que vivió esta virtud. Siempre se preocupó por los demás antes que por él mismo. Veía las necesidades de los demás y no las propias. Se ponía en el último lugar.

    A llevar una vida de oración profunda. La oración debe ser el cimiento de nuestra vida. Para poder servir a los demás y ser humildes, necesitamos de la oración. Debemos tener una relación intima con Dios



  • A ser sencillos. San Martín vivió la virtud de la sencillez. Vivió la vida de cara a Dios, sin complicaciones. Vivamos la vida con espíritu sencillo.



  • A tratar con amabilidad a los que nos rodean. Los detalles y el trato amable y cariñoso es muy importante en nuestra vida. Los demás se lo merecen por ser hijos amados por Dios.



  • A alcanzar la santidad en nuestra vidas. Por alcanzar esta santidad, luchemos...



  • A llevar una vida de penitencia por amor a Dios. Ofrezcamos sacrificios a Dios.


  • San Martín de Porres se distinguió por su humildad y espíritu de servicio, valores que en nuestra sociedad actual no se les considera importantes. Se les da mayor importancia a valores de tipo material que no alcanzan en el hombre la felicidad y paz de espíritu. La humildad y el espíritu de servicio producen en el hombre paz y felicidad.


    Oración

    Virgen María y San Martín de Porres, ayúdenme este día a ser más servicial con las personas que me rodean y así crecer en la verdadera santidad.

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    EWTN








Etimológicamente significa “habitante de la selva, señora de los bosques”. Viene de la lengua latina.

Cuando el creyente es bien educado en la familia, normalmente continúa bien a lo largo de su vida. En el seno familiar se aprende y se empieza a vivir el tesoro del amor.


He aquí una señora en todo el mejor sentido de la palabra. Hay sobre ella una leyenda que le atribuye que fue la madre de los gemelos Rómulo y Remo.


Pero la realidad es que murió en el año 420. Los martirologios orientales la recuerdan como la hermana de Rufino, gobernador de la ciudad.


Tanta era su virtud que todo el mundo en Constantinopla la conocía por su santidad y su forma de ayudar a que los demás vivieran la edificación perfecta de sus personas en el misterio de Dios.


Dicen que era la chica más inteligente del siglo y la más valiente en defender la ortodoxia contra las nacientes herejías.


La otra Silvia fue la madre de san Gregorio Magno, doctor de la Iglesia y Papa en el siglo VI, cuyos datos los pueden ver AQUI











Gwenfrewi o Winfred de Gales, Santa
Gwenfrewi o Winfred de Gales, Santa

Noviembre 3




Jesús dice: “Orad por vuestros enemigos y orad por los que os persiguen para poder ser llamados hijos de vuestro Padre que está en el cielo”.


El nombre de la patrona de Gales aparece también escrito en forma inglesa Winifred (Winifreda) o con otra forma Guineura.


Fue una virgen del siglo VII. La vida de los santos y santas se debe, fundamentalmente, no tanto a los prodigios cuanto a su culto tributado desde la más antigua era cristiana.


La vida de esta virgen galesa se escribió en el siglo XII.


¿Qué se sabe de ella?


Vivió en Holywell. Como tenía un tío santo, el suyo pasó a un segundo lugar.


Se cuenta que vivió – desde que era muy joven – asaltada por un hombre que intentaba seducirla del modo que fuera.


Cansado e irritado por no conseguir su objetivo de violarla, cuando iba un día a la iglesia, la siguió.


Esta la joven sumida en su intimidad con el Señor mediante la oración, se acercó y le dio muerte.

Del lugar en el que cayó su cabeza, nació una fuente.


Antes de morir, había sido monja entregada a Dios plenamente. Incluso, debido a sus cualidades y a su santidad, la eligieron abadesa de Holywell.


En la Edad Media se propagó su culto por muchos sitios, debido, en parte, a la salida de los galeses de una parte para otra.


Tanto Hoywell como Shrewsbury se han convertido en centros de peregrinación.


Enrique V mandó que esta peregrinación se hiciera a pie. Eduardo VI hizo lo mismo.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



Martirologio Romano: En Roma, conmemoración de santa Silvia, madre del papa san Gregorio I Magno, de la que el mismo Pontífice dejó escrito que había alcanzado la cima de la oración y de la penitencia, siendo óptimo ejemplo para los demás (s. VII).

Etimológicamente: Silvia = Aquella que viene de la selva o el bosque, es de origen latino.



Cómo todas las mujeres que estan esperando un hijo, Silvia estaba esperando el "gran evento", grande por el milagro de los hombres y grande por la gracia de Dios.

¿Qué es lo que sabemos acerca de Santa Silvia?. Que ella fue madre de Gregorio Magno, Papa y doctor de la Iglesia.

¿No somos nosotros una reflejo de nuestros padres y de su pensamiento?

¿Qué tan seguido he sentido el vibrar de un eco distante?, ¿o algunas llamadas de tiempos pasados?¿o sentido en la profundidad de mis huesos las pisadas de un ancestro Celta? ¿o el llanto de un jinete de Mongolia?, como si toda mi vida fuera hecha por fragmentos de vidas que vivieron miles de años atrás.


Un hombre es lo que trae al mundo ¿Racine? el autor de Andromaque o Silvia, la madre de San Gregorio.


¡Que emoción el sentir germinar los trabajos misteriosos del universo!

Ayer apenas era una niña, pero ahora ya es una líder en la etapa de la vida.


Ayer, el amor joven y encantador, dulces simplezas, días sin cuidado, y de repente ”cruzando la línea” y entrando en otro mundo algo desconocido, como un pájaro en islas extrañas, como la sombra de una palmera en el desierto, todo un nuevo sentido de vida, un baile misterioso, un nuevo vino... una sensación en el vientre, un hijo en la carne.

Sostener a un hijo como Dios sostiene a la humanidad.


En su vientre y en su mente, Silvia siente responsabilidad por su hijo. No solo su misión es dar a luz a un hijo, sino componer toda la vida de aquel hombre: su cuerpo y alma, ¿si la madre da a luz al cuerpo, no podrá también influenciar el alma?

Ella sueña con él mientras lo amamanta, le da forma con todos los deseos de su cuerpo y con las bellezas de su alma.

Y así por nueve meses Silvia esperó y planeó con ilusión.


El bebé tiene que ser un niño, no cabe duda a cerca de eso le decía a toda su familia, ese era el hijo que ella sentía. Ella ya lo ha visto: una visión, un positivo, visión creativa.


¿Acaso el será un senador, como su padre Gordián? , ¿un cónsul,o el emperador?.

¿Será el Papa? o ¿un santo?. No hay límite para la imaginación de una mamá.


Todo esto pasó en Roma en el 540 d.C. Vigiluu fue Papa y Vetegis fue emperador pero ¿quien sabe algo de ellos?. Era un mundo todavía en transición. En un lado eran invasiones, en el otro eran herejías. El niño hizo sus estudios muy brillantemente.


El recibió una fina educación latina que le sirvió para gobernar hombres y defender dogmas. Ella por fin lo vio usando la toga tricolor de un pretor romano.


Pero, ¿qué importancia tiene la toga de un hombre comparada con la toga que usan los hombres de Dios?


De pronto Gregorio renunció a todas sus responsabilidades y bienestar y se convirtió en un monje. Las seis villas que tenía en Sicilia las convirtió en seis monasterios.


El tenía 35 años de edad,y Silvia sintió en su cuerpo que toda la estructura delicada de la historia estaba temblando.


Hubo una plaga y el Papa murió. Silvia decidió que el siguiente Papa tendría que ser Gregorio.

El se negó en vano, escapó de Roma en una canasta de mimbre, se escondió en los bosques y pantanos de Pontine. Al final del curso fue encontrado – o descubierto— y con gran regocijo traído a la iglesia, en sept. 3 del 590, se consagró para Papa. Gregorio era Papa y Silvia había sido su profeta.


El estaba para hacer un pontificado heróico. Los Lombardos, que estaban devastando Italia, tenían que ser vigilados y el emperador en Constantinopla tenía que ser enfrentado.


Gregorio escribió muchos trabajos (principalmente los morales), reformó la Iglesia, trajo a los Visigodos Arios de regreso a la verdadera fe, y evangelizó Alemania.


El fue el que inventó la frase: Servidora de los servidores de Dios.


Su victoria mas característica fue la de extinguir la herejía de Eutyche), el patriarca de Constantinopla, que afirmó que la resurrección del cuerpo sería en una forma delicada, en una carne etérea.


Gregorio replicó de que resucitaremos en cuerpo y sangre, literalmente palpable como fue el cuerpo de Cristo para el apóstol Tomás.


“Yo debo de ser vestido con mi carne de nuevo” dice el libro de Job, y en la Última Cena Jesús dijo: “Este es mi cuerpo.” Uno de los aspectos mas movedores de la fe Católica es la dominación del cuerpo, semi-incorruptible y eterno.


Cuando Gregorio ya era Papa, Silvia ya había entrado al convento y su esposo ya se había convertido en sacerdote simultáneamente.


Arriba de su casa en Colina de Coelian en Roma construyeron una capilla en su honor.

Murió en el 592 d.C.



Simón Ballachi entró a servir a Dios como hermano lego en el convento de los dominicos de Rímini, su ciudad natal, a los veintiséis años de edad.

Como si la humildad de su estado no bastase, Simón se mortificaba aún más al ofrecerse para ejecutar los trabajos más bajos y al disciplinarse con una cadena de hierro.


Ofrecía todos sus sufrimientos por la conversión de los pecadores.


Se dice que el demonio se le aparecía y le hacía sufrir mucho.


Simón estaba encargado del huerto. Tenía predilección por las almas infantiles y solía recorrer las calles con una cruz en la mano, para llamar a los niños al catecismo.


A los cincuenta y siete años quedó ciego y así vivió doce más. En los últimos años tuvo que guardar cama. Soportó esas pruebas con valor y alegría.


Dios le premió con el don de milagros, y el pueblo le veneró como santo en cuanto murió. Su culto fue confirmado en 1821.




Noviembre 2




Etimológicamente significa “ perla”. Viene de la lengua griega.


Dice Jeremías: “El Señor dijo a Jeremías: Antes de formarte en el vientre te escogí, antes de salir del seno materno te consagre”.


Margarita fue una viuda del siglo XV.


A los diez años, durante un paseo que daba por el bosque contemplando su belleza, la sobrina del rey Renato de Sicilia, duque de Angio y Lorena, se escondió con algunas amigas para entregarse a la vida eremítica.


A tan corta edad, ya había leído la vida de los santos Padres que habían vivido en el desierto. Y se quedaba admirada de su perfección y de su santidad.


En 1463 era todavía una chica adolescente. Sufrió un golpe muy grande cuando supo que su tío había muerto.


Se volvió a Lorena, y contrajo matrimonio con el duque de Alençon.


La vida de la pareja no fue nada fácil al principio por motivos extraños a su intimidad.


Eran los tiempos de la Guerra de los Cien Años.

Su marido murió combatiendo en ella.


Margarita se quedó viuda a los 32 años, y con tres hijos.


Se entregó a su labor educativa sin la intromisión de sus parientes.


Una vez que ya los había educado y criado, quiso librarse del peso del ducado que había llevado durante 22 años.


Se retiró al castillo de Essai. Lo convirtió en su monasterio particular.. Después llegó a ser monasterio de las Clarisas, Tan abnegada y sacrificada llevó su vida de monja que el mismo obispo le llamó la atención para dejara la penitencia exagerada. Murió en el año 1521.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!




Los santos son como flores, hay rosas que se muestran bellamente en mayo, en los jardines y sobre las terrazas; hay violetas escondidas que hacen sentir su suave olor. Una de estas es el beato Pío Campidelli.

Es el tercero de cinco hijos; nace en Romagna, en Trebbio de Poggio Berni, el 29 de abril de 1869 con el nombre de Luis, llamado después familiarmente Luisito. El bautismo lo recibe el mismo día en que ha venido a la luz. Los padres José Campidelli y Filomena Belpani son campesinos. Es una familia tranquila dedicada al trabajo de los campos, temerosa de Dios. Con ellos vive también el tío Miguel, llamado “Bertoldo”, al cual de vez en cuando dice alguna blasfemia. Luisito siente escalofríos y reza por él; también en el convento rezará muchas veces por el “tío Bertoldo” y el Señor le dará la alegría de saber que el tío no blasfema más.


Participa en las fiestas de la cosecha; va con la familia a misa el domingo y habla con la mamá de la predicación que apenas han escuchado. A los 5 años recibe la confirmación y a los 10 la primera comunión. Es un muchacho como los otros, pero muy bueno. Ora mucho, por todos, por el abuelo muerto cuando él tenía seis años. Va a misa todos los días, haciendo cinco kilómetros a pié; tornado a casa da catecismo a los compañeros. Alguno lo critica juzgándolo demasiado mojigato, la mayoría lo aprecia e lo tiene en grande estima. Sobretodo la mamá se ocupa de estas buenas inclinaciones, lo sostiene y pide consejo al hermano sacerdote Don Felipe. Se muestran contentos y observan.


Mientras tanto llegan al pueblo para dar misiones los pasionistas del vecino Santuario de la Virgen de Casale en S. Arcángel. Luisito tiene 10 años, va a escuchar junto con la mamá y queda atraído. Una voz interior le dice que debe hacerse pasionista y el acepta con alegría. Confía su deseo al padre superior, pero desgraciadamente su solicitud no puede ser aceptada antes de los 14 años.


El dos de mayo de 1882 parte para el convento; el mismo mes viste el hábito religioso. Solo seis meses estará lejos de su tierra como novicio en San Eutizio de Soriano en la cumbre. Regresará después a Casale por los estudios iniciales y teológicos en preparación al sacerdocio. Es un novicio y un estudiante modelo, se hace apreciar por su profundo recogimiento, su modestia, la obediencia, la compostura exterior e interior. Es muy devoto de la Virgen.


Desgraciadamente, para él que es constitución débil, en 1888, aparecen los primeros síntomas de la tuberculosis, que lo llevará a la muerte. Es la enfermedad de muchos jóvenes santos. Pío acepta morir con dócil obediencia a la volunta de Dios, “ofreciendo la propia vida por la Iglesia, por el Papa, por la Congregación, por los pecadores, por su querida Romagna”


Saluda a la mamá que va a encontrarlo con estas simples palabras: “¡Ánimo mamá, nos encontraremos en el paraíso!” Muere en un éxtasis de amor el 2 de noviembre de 1889 a los 21 años y medio. El 17 de noviembre de 1985 Juan Pablo IIº con una ceremonia trasmitida en mundo visión lo ha declarado beato y dijo de él:


“En el año internacional de la juventud es elevado a la gloria de los altares el hermano Pío de San Luis, un joven que, como “sal deliciosa”, ha dado la vida por su tierra, por su pueblo. El hermano Pío ha encontrado el valor fundamental de su vida religiosa en el don de sí mismo. Este rasgo esencial de su fisonomía interior aparece en su testimonio especialmente en el momento de la muerte, cuando, con plena conciencia de su próxima consumación se ofreció para cumplir perfectamente su sacrificio conformándose a la voluntad de su Dios. Desde pequeño había percibido su atracción a la oración, a la liturgia, a la instrucción religiosa y, sostenido del buen ejemplo de la familia, se adhirió con entusiasmo. Una vez entrado en la Congregación de los Pasionistas encontró el clima favorable para desarrollar su aspiración dominante de vivir en unión con Dios en el íntimo de sí mismo y para prepararse a implicar a los otros en esta experiencia apasionante en el ejercicio del ministerio sacerdotal. Pero no pudo llegar al sacerdocio porque Dios lo llamó a la edad de 21 años. En el voto particular de los Pasionistas de hacer memoria continua de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, el supo implicar totalmente su propia vida, realizando así la misión de la vocación específica de su familia religiosa. Provenía de gente pobre, tenía salud frágil, inteligencia normal; pero no tenía como infortunada, ni sintió como frustración su pobreza ni sus límites; más bien realizó el máximo de sí. Así fue verdadera <<sal de la tierra>> para cuantos lo conocieron en vida y continúa siendo <<sal>> para cuantos se acercan al luminoso testimonio de su ejemplo”


Es la verdadera santidad de lo cotidiano. La santidad extraordinaria de una vida ordinaria.



San Marciano nació en Cyrrhus, en Siria. Su padre pertenecía a una familia patricia. Marciano abandonó la casa paterna y partió de su patria.

Como no le gustaba hacer las cosas a medias, se retiró a un desierto entre Antioquía y el Eufrates. Ahí escogió el rincón más escondido y se encerró en una estrecha celda, tan baja y tan reducida de tamaño, que no podía estar de pie ni acostado sin encogerse.


Tal soledad era como un paraíso para él, pues podía consagrarse enteramente al canto de los salmos, la lectura espiritual, la oración y el trabajo. Sólo se alimentaba de pan y aun eso en pequeña cantidad sin embargo, jamás pasaba el día entero sin comer, pues quería tener fuerzas para hacer lo que Dios le pedía que hiciera.


La luz sobrenatural que recibía en la contemplación, le dio un amplio conocimiento de las grandes verdades y misterios de la fe. No obstante su gran deseo de vivir ignorado de los hombres, su fama llegó a otros países y, al fin, tuvo que admitir por discípulos Eusebio y Agapito.


Con el tiempo, fue aumentando el número de sus discípulo y nombró abad a Eusebio. En cierta ocasión le visitaron a un tiempo San Flaviano patriarca de Antioquía y otros obispos para rogarle que les hiciese una exhortación, como tenía por costumbre. La dignidad de su auditorio impresionó a Marciano, quien no supo qué decir durante unos momentos. Como los obispos le incitasen a hablar, les dijo: "Dios nos habla a cada momento a través de las creaturas y del universo que nos rodea. Nos habla también por su Evangelio, en el que nos enseña a cumplir nuestro deber para con los demás y con nosotros mismos. ¿Qué otra cosa podría yo deciros?"


San Marciano obró varios milagros y su fama de taumaturgo le molestaba mucho, de suerte que jamás prestaba oídos a quienes acudían a su intercesión para obtener un milagro. Así, en cierta ocasión en que un habitante le pidió que bendijese un poco de aceite para curar a su hija enferma, el santo se negó absolutamente, sin embargo, la enferma recobró la salud en ese mismo instante.


Marciano vivió hasta edad muy avanzada. En sus últimos años, sufrió mucho a causa de la importunidad de los que querían conservar su cuerpo cuando muriese. Algunos de éstos, entre los que se contaba su sobrino Alipio, llegaron incluso a construir capillas en diferentes sitios para darle sepultura. San Marciano resolvió el problema al pedir a Eusebio que le enterrase en un sitio secreto.


El sitio de su sepultura no fue descubierto sino hasta cincuenta años después de su muerte. Entonces se trasladaron sus reliquias a un sitio que se convirtió en lugar de peregrinación.


Todo lo que sabemos acerca de San Marciano procede de la Historia Religiosa de Teodoreto. Puede verse el texto griego, con una traducción latina comentada, en Acta Sanctorum, nov., vol. I.





En el siglo IX empezó Irlanda a experimentar los efectos de las invasiones que habían asolado a otros países. En efecto, los bárbaros conocidos con el nombre genérico de orientales, hicieron incursiones en las regiones costeras, y los daneses establecieron colonias permanentes en Dublín y otras ciudades. Por dondequiera que iban cometían asesinatos, demolían monasterios y quemaban bibliotecas. To do ello debilitó mucho al poder civil; los reyezuelos locales, que luchaban contra el enemigo de fuera y se destruían entre sí, perdieron mucha autoridad. El trato prolongado e inevitable entre los nativos y los opresores de la religión y de la ley trajo consigo una relajación gradual de la fe y las costumbres. Así pues, aunque Irlanda no llegó nunca a caer en el grado de iniquidad que suponían ciertos ingleses y algunos hombres de iglesia extranjeros (incluso San Bernardo), se hallaba sin embargo en un estado lamentable cuando estalló la guerra civil, tras la derrota definitiva de los daneses, en Clonfart (1014).

Precisamente en esa época de confusión, del año 1095, nació Malaquías O´More. El niño se educó en Armagh, donde su padre era maestro de escuela. Malaquías era un niño juicioso y piadoso. Después de la muerte de sus padres, se fue a vivir con un ermitaño llamado Eimar. San Celso, arzobispo de Armagh, juzgándole digno del sacerdocio, le ordenó a los veinticinco años. El arzobispo le encargó que predicase la palabra de Dios al pueblo y extirpase las malas costumbres que abundaban en su diócesis. San Bernardo, en su biografía de San Malaquías, dice que éste "quemó las ramas y la hojarasca inútil y aplicó el hcha a los árboles de raíz podrida". En una palabra, el santo se entregó a su tarea con gran celo. Sin embargo, temía no conocer suficientemente los cánones eclesiásticos para reformar a fondo la disciplina y el culto, por lo que acudió a San Malco, obispo de Lismore, quien se había educado en Winchester, en Inglaterra, y era famoso por su ciencia y su virtud. San Malco le acogió muy bien, le instruyó en todo lo referente al servicio divino y al bien de las almas y al mismo tiempo, le empleó en los ministerios de su iglesia.


Un tío de San Malaquías, que a pesar de ser lego era abad de San Comgall, se había apoderado de las rentas de la gran abadía de Bangor, la cual se hallaba en un estado lamentable. En 1123, el abad renunció a su dominio sobre Bangor, en favor de su sobrino, para que éste restableciese la observancia regular en la abadía. San Malaquías cedió a otra persona las tierras de la abadía, a pesar de las protestas. San Bernardo le alaba por eso, pero hace notar que "llevó demasiado lejos su desinterés y su espíritu de pobreza, como lo demostraron después los hechos." Con diez miembros de la comunidad de Eimar, San Malaquías construyó la abadía, empleando madera, como se acostumbraba en Irlanda. La gobernó durante un año. "Era una regla viviente, un espejo brillante, un libro en el que todos podían aprender los preceptos de la verdadera vida religiosa." La fama del santo aumentó con los milagros que obró. San Bernardo refiere algunos. A los treinta años de edad, San Malaquías fue elegido obispo de Connor. Los cristianos de su diócesis apenas lo eran más que de nombre, pues los daneses habían dominado ahí largo tiempo. El santo hizo cuanto pudo por convertir en corderos a aquellos lobos. El y sus monjes predicaron con energía apostólica, uniendo la severidad a la dulzura. Cuando las gentes no acudían a la iglesia a oírle predicar, San Malaquías iba a buscarles en sus casas. Así consiguió sembrar la bondad y piedad en algunos de los más duros, restableció el uso frecuente de los sacramentos, pobló la diócesis de pastores celosos y volvió a instituir la celebración regular de las horas canónicas, pues desde las invasiones de los daneses habían caído en desuso aun en las ciudades. En esa tarea le sirvieron los conocimientos de música sacra que había adquirido en su juventud. Pero en 1127, un reyezuelo del norte devastó Andrim y Down y expulsó a la comunidad de Bangor, donde vivía San Malaquías. El santo se retiró entonces con algunos de sus monjes a Lismore y después a Iveragh, en Kerry, donde organizó nuevamente la vida monástica.


En 1129, murió San Celso de Armagh. La sede metropolitana había estado en manos de su familia durante varias generaciones. Para romper esa nociva costumbre San Celso ordenó en su lecho de muerte que su sucesor fuese Malaquías, a quien envió su b´culo pastoral. Sin embargo, los parientes de San Celso instalaron en la sede a su primo Murtagh y, durante tres años, San Malaquías no intentó apoderarse de la diócesis. Finalmente, se dejó convencer por el legado pontificio Gilberto de Limerick, por San Malco y algunos otros y, protestando que renunciaría al gobierno de la sede en cuanto hubiese restituido el orden, se trasladó de I veragh a Armagh. Hizo cuanto pudo por tomar en sus manos el gobierno de su diócesis; sin embargo, para evitar los desórdenes y el derramamiento de sangre, no intentó entrar en la cabecera de la diócesis ni apoderarse de la catedral. Murtagh murió en 1134, no sin haber nombrado por sucesor a Niall, hermano de San Celso. Ambos bandos estaban armados, y San Malaquías determinó hacerse entronizar en su catedral. Los partidarios de Niall se presentaron de improviso en una reunión de los partidarios de San Malaquías, pero fueron dispersados por una tempestad tan violenta, que doce hombres murieron calcinados por el rayo. San Malaquías consiguió tomar posesión de su diócesis. Sin embargo, la paz no reinaba en ella, pues Niall se había llevado de Armagh dos reliquias muy veneradas, y el pueblo consideraba como legítilmo arzobispo a quien las tenía en su poder. Consistían en un libro (probablemente el "Libro de Armagh") y una cruz pastoral llamada "el báculo de Jesús": el pueblo creía que ambas habían pertenecido a San Patricio. Esto explica por qué muchos eran partidarios de Niall y perseguían violentamente a Malaquías. Uno de ellos invitó al santo a una conferencia para asesinarle. San Malaquías, rontra el parecer de sus amigos, acudió a la reunión, dispuesto a sufrir el martirio por la paz; pero su valor y tranquila dignidad desarmaron a sus enemigos, y se firmó la paz. Sin embargo, San Malaquías tuvo que conservar su guardia de corps hasta que recuperó el báculo y el libro y fue reconocido como arzobispo por todo el pueblo. Habiendo roto así la tradición de la sucesión hereditaria y restablecido la disciplina y la paz en la sede, insistió en renunciar a la digni dad archiepiscopal y consagró por sucesor suyo a Gelasio, abad de Derry. En 1137 regresó a su antigua sede.


San Malaquías dividió su diócesis, consagró a un nuevo obispo para Connor y se reservó para sí la región de Down. Ya sea en Downpatrick, o más probable mente en las ruinas del monasterio de Bangor, estableció una comunidad de canónigos regulares, con quienes vivía siempre que se lo permitían sus actividades pastorales. Dos años después, emprendió un viaje a Roma para informar a la Santa Sede de todo lo que había hecho. Entre otras cosas quería conseguir el palio para los arzobispos de Armagh y de otra sede metropolitana que San Celso había establecido en Cashel. San Malaquías desembarcó en Inglaterra y se trasladó a York, donde conoció a Waltheof de Kirkham, quien le regaló un caballo. Después pasó a Francia, atravesó la Borgoña y llegó a la abadía de Claraval Ahí conoció a San Bernardo, quien se convirtió en fiel amigo, fue admirador suyo y, más tarde, escribió su biografía. Malaquías quedó tan edificado por el espíritu de los cistercienses, que concibió el deseo de compartir su vida de penitencia y contemplación y acabar ahí sus días. En Ivrea del Piamonte restituyó la salud al hijo de su huésped, que estaba al borde de la muerte. El Papa Inocencio II se negó a aceptar la renuncia del santo, aprobó cuanto había hecho en Irlanda, le nombró legado suyo en ese país y prometió que concedería los palios, si se le pedían oficialmente. En el viaje de regreso, San Malaquías volvió a pasar por Claraval, donde, como dice San Bernardo, "nos bendijo por segunda vez". Como no podía quedarse con aquellos siervos de Dios, San Malaquías dejó ahí a cuatro de sus compañeros, quienes, en 1142, volvieron a Irlanda con el hábito del Cister e instituyeron la abadía de Mellifont, de la que se originaron muchas otras. San Malaquías volvió a su patria por Escocia, donde el rey David le rogó que curase a su hijo, quien estaba muy enfermo. El santo dijo al prícipe: "Ten buen ánimo. No morirás de esta enfermedad." En seguida le roció con agua bendita. Al día siguiente, Enrique estaba completamente curado.


En 1148, los obispos y el clero reunidos en un sínodo en Inishpatrick, cerca de Skerries, resolvieron pedir oficialmente a Roma el palio para los dos metropolitanos. San Malaquías fue comisionado para entrevistarse con el Papa Eugenio III, quien se hallaba entonces en Francia. Pero la suspicacia política del rey Esteban retrasó al santo en Inglaterra y, cuando él llegó a Francia, el Papa ya había partido para Roma. Así pues, San Malaquías pudo ir a Claraval, donde San Bernardo y sus monjes le acogieron gozosamente. Después de la celebración de la misa de la fiesta de San Lucas, San Malaquías se sintió enfermo y hubo de guardar cama. Los monjes le atendieron solícitamente, pero el santo les dijo que todo era inútil, pues iba a morir de aquélla enfermedad. Además, insistió en bajar a la iglesia a recibir los ñultimos sacrametos, y rogó a los monjes que siguiesen orando por él después de su muerte. También les encomendó que pidiesen por las almas de todos sus feligreses y él prometió, por su parte, no olvidarlos ante Dios. San Malaquías murió el día de difuntos de 1148, en brazos de San Bernardo, y fue sepultado en Claraval. En su segundo sermón sobre San Malaquías, San Bernardo decía a sus monjes: "Quiera él proteger con sus méritos a aquellos a quienes instruyó con su ejemplo y confirmó con sus milagros." Además, San Benardo tuvo la audacia de cantar, en la misa de cuerpo presente, la postcomunión de la misa de un obispo confesor. El Papa Clemente III confirmó, en 1190, aquella "canonización de un santo por otro santo". San Malaquías fue el primer irlandés canonizado por un Papa. Los cistercienses, los canónigos regulares y todas las diócesis de Irlanda celebran su fiesta. San Malaquías hizo por la unificación de la Iglesia en Irlanda lo que Sab Teodoro había hecho 500 años antes, por la de Inglaterra.


Nuestro artículo sobre San Malaquías quedaría incompleto, si no hiciésemos mención de las "profecías" sobre los Papas, que se le atribuyen. Consisten en la atribución de ciertos rasgos y características a los Papas, desde Celestino II (1143-1144) hasta el fin del mundo, cuando reine "Pedro el Romano". Las provesías están formuladas como lemas o títulos simbólicos. El que las reveló al mundo fue Dom Arnoldo de Wyon, O.S.B., en 1595. El benedictino las atribuyó a San Malaquías, pero sin explicar por cuáles razones y sin decir siquiera dónde las había encontrado. Un jesuita del siglo XVII sostuvo que habían sido inventadas por un partidario del cardenal Simoncelli, durante el cónclave de 1590, pero, en 1871, el P. Cucherat escribió un libro en el que afirmaba que las profecías habían sido reveladas en Roma a San Malaquías, el cual las comunicó por escrito a Inocencio II. Las profecías habían quedado olvidadas en los archivos pontificios durante 450 años, hasta que las descubrió Dom de Wyon. Está fuera de duda que las profecías son espurias y no tienen nada que ver con San Malaquías. Un examen superficial revela que los lemas que caracterizan a los Papas hasta Gregorio XIV (1590), son muy precisos (con frecuentes alusiones a los apellidos italianos) y se cumplieron a la letra. Por el contrario, los lemas de los siguientes Pontífices son vagos, generales y no siempre se aplican a los hechos, por más esfuerzos que se hagan por ensanchar su sentido. El lema de Pío XII era "Pastor Angelicus" (Pastor angélico), algo bastante común; en cambio el de San Pío V era "Ángel del bosque" y el de Benedicto XIV "Animal rústico".




Confesor

Noviembre 1


Etimológicamente significa “consejo”. Viene da la lengua alemana.


Dice Pablo: “ Somos embajadores de Cristo y os uplicamos en nombre de Cristo: ¡Reconciliaos con Dios! ¡Este es el momento favorable, este es el día de la salvación!


Raniero fue confesor en el siglo XIII.


En una pintura de Sassetta se ve una imagen de Raniero del Santosepulcro con su sayal franciscano y un rosario que sintetizan su vida entregada a la oración.


Todo santo que se precie de serlo encuentra en la oración el pulmón que le oxigena para estar vivo ante Dios.


Murió el año 11034.

Y resulta que apenas murió, una paralítica que se encomendó a su protección, quedó completamente curada.


Esta vivía en Cervia. Jamás había oído hablar del franciscano muerto con fama de santidad en los Apeninos.


Le decían los padres y amigos allegados al santo:"Encomiéndate a sus oraciones".


Este milagro no fue el único que realizó el santo franciscano. Hay muchos más que se le han atribuido a lo largo de los años.


Había nacido en Valtiberina, cerca del centro de Toscana y Umbría, Italia.


En esta última ciudad se veneran sus reliquias.

Debido a su humildad, nunca quiso ser sacerdote. Le parecía una dignidad muy superior a su sentido de sencillez que impregnaba su vida entera. Fue, sin embargo, un lego ejemplar.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



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