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Martirologio Romano: En Matuta (hoy Sanremo), en la costa de la Liguria, san Rómulo, obispo de Génova, que, lleno de ardor apostólico, murió durante una visita pastoral (s. V).

Etimología: Rómulo = fundador de Roma. Viene de la lengua latina.


Cristo no vino a la tierra para ejercer un castigo, sino para que todo ser humano sea salvado, reconciliado, y descubra que Dios es amor y sólo amor.


Rómulo fue un obispo del siglo V.


El nombre mítico del fundador de Roma recorre el calendario una docena de veces.


Cuando se va estudiando su biografía, uno cae en la cuenta de que han sido mártires por defender su fe en Cristo el Señor.


El de hoy fue obispo de Génova en el siglo V.


¿Por qué se le conoce?


Hay dos característica en su vida que reflejan toda una vida que giró en torno a dos ejes fundamentales que, por otra parte, son los propios de cada cristiano:


En primer lugar, en todo cuanto hacía, pensaba y meditaba, le guiaba la luz de la fe. Sin esta lámpara encendida en su corazón no habría podido llevar a cabo lo que constituye su segundo eje.


La caridad sin límites. El amor de Dios, que ha venido para ayudar y para que todo el mundo se encuentre alegre y feliz, era el ímpetu que le lanzaba a recorrer la ciudad, las parroquias para tomar nota de las necesidades que padecían los predilectos de Dios, los pobres.


Dicen que agotado de tanto trabajo, murió en la paz de Dios. Y que desde el momento en que enterrado, su tumba comenzó a ser venerada por los genoveses y que incluso se hicieron varios milagros.


Cuando durante la invasión sarracena hubo que trasladar la sede episcopal a Villa Matutiana, se llevaron los restos de san Rómulo.


Históricamente no hay nada comprobado. Son leyendas inventadas en la Edad Media.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com



Martirologio Romano: En la localidad de Trino, en el Monferrato, beata Magdalena Panatieri, virgen, hermana de Penitencia de Santo Domingo (1503).

Muchos autores consideran el hábito de los hijos de Santo Domingo símbolo por excelencia de la caridad y entrega al servicio del prójimo. Esa idea estuvo muy generalizada en una época, y numerosas personas tomaban el hábito de la tercera orden de Santo Domingo y vivían en sus casas el espíritu de caridad característico del fundador.


Santa Catalina de Siena es un ejemplo clásico; la Beata Magdalena Panattieri constituye otro. Magdalena nació y vivió toda su vida en el pueblecito de Trino-Vercellese del marquesado de Monte Ferrato, entre el Piamonte y la Lombardía. Antes de cumplir los veinte años, Magdalena hizo voto de castidad perpetua e ingresó como terciaria de Santo Domingo, en una cofradía de jóvenes que se consagraban a las obras de piedad y beneficencia. La vida de la Beata Magdalena no tiene nada de pintoresco. Cosa extraña: Magdalena no parece haber sido víctima de ninguna persecución y pronto llegó a ser un personaje de importancia en su pueblo. La caridad con que se consagraba al cuidado de los niños pobres, en cuyo favor realizó varios milagros, le facilitaba la tarea de convertir a los pecadores. Por estos últimos oraba y se imponía continuamente nuevas penitencias; pero no vacilaba en reprenderlos severamente, sobre todo a los usureros. La beata tenía gran facilidad de palabra y empezó a dar una serie de conferencias a las mujeres y a los niños en un salón llamado "la capilla del marqués", contiguo a la iglesia de los dominicos; pronto empezaron a acudir, a las conferencias también los hombres y aun los sacerdotes y religiosos, y el superior de los dominicos solía enviar a los novicios a escuchar las fervorosas exhortaciones de Magdalena.


Gracias a los esfuerzos de la beata, los dominicos empezaron, a practicar más estrictamente la observancia. El año de 1490, el Beato Sebastián Maggi fue de Milán a Vercellese para ratificar ese movimiento de reforma. Por entonces, los dominicos estaban envueltos en un pleito con uno de los miembros del consejo de Milán. El consejero abusó tanto de su poder, que fue excomulgado por Roma. En la terrible confusión que produjo esa sentencia, un joven abofeteó públicamente a Magdalena, la cual le presentó la otra mejilla, cosa que no hizo sino enfurecer más al agresor. Los habitantes de Vercellese vieron una especie de señal del cielo en el hecho de que el violento joven,

que se llamaba Bartolomé Perduto, murió trágicamente un año más tarde, y el consejero de Milán falleció también a consecuencia de una terrible enfermedad. La beata lloró esas muertes sinceramente. Según parece, Magdalena profeetizó las calamidades e invasiones que iban a abatirse sobre el norte de Italia en el siglo XVI. Los habitantes de Vercellese, que inexplicablemente no sufrieron daño alguno, atribuyeron a la intercesión de la beata ese favor. Sin embargo, en 1639, la población fue cañoneada por los españoles y los napolitanos, y las reliquias de Magdalena fueron destruidas.


Cuando Magdalena comprendió que se aproximaba el momento de su muerte, mandó llamar a todas las terciarias, a las que se unieron muchas otras personas, y les prometió orar por ellas en el cielo, diciendo: "No podría ser feliz en el cielo, si vosotras no estuviérais ahí." La beata entregó apaciblemente el alma a Dios, en tanto que los presentes entonaban el salmo 30. Los habitantes de Trino-Vercellese veneraban a Magdalena como santa desde antes de su muerte, ocurrida el 13 de octubre de 1503. El Papa León XII confirmó el culto de la beata.











Chelidonia (Celidonia o Quelidonia), Santa
Chelidonia (Celidonia o Quelidonia), Santa

Eremita


Martirologio Romano: Cerca de Subiaco, en el Lacio, santa Quelidona o Celidona, virgen, que, como dice la tradición, durante cincuenta y dos años condujo vida solitaria y austera, dedicada únicamente a Dios, (1152).

Etimología: Chelidonia = golondrina. Viene de la lengua griega.


Esta chica, de nombre original y que no mucha gente lo lleva, disfrutaba con la soledad. Se pasó nada menos que 60 años en el monte que rodea la ciudad de Abruzzo, Italia.


Este lugar era entonces un itinerario importante para lograr la santidad, debido, en parte, a las huellas de san Benito y a su inmensa obra religiosa.


Fue aquí a donde se retiró la primera vez para llevar una vida de penitencia y oración.


Fundó doce eremitorios. Hoy queda sólo el de santa Escolástica, hermana de san Benito.


Esta joven se fue en peregrinación a Roma. A su vuelta, tomó el hábito de monja en el monasterio de santa Escolástica. Esto significa que lo hizo en la comunidad femenina más antigua de Occidente.


Su vida estuvo marcada por el silencio, la oración, la meditación y la contemplación

La muerte le sobrevino en 1152. Cuatro siglos más tarde, sus reliquias se llevaron a la iglesia de santa Escolástica, en donde se veneran.


Ahora, ya sin sus vuelos como las golondrinas de una parte para otra por el monte, se le honra como a la patrona principal de la diócesis de Subiaco.


Posiblemente, en nuestros días habría menos estrés e infartos si mucha gente dedicara algunos días a lo que hizo Chelidonia. Sería la mejor terapia para todo aquel que siente necesidad de paz interior. Y es un hecho que las hospederías de los monasterios se encuentran llenas todo el año de personas que buscan el silencio.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com



Martirologio Romano: En el lugar de Balasar, cerca de Braga, en Portugal, beata Alejandrina María da Costa, que al intentar huir de quien la perseguía con mala intención, quedó imposibilitada en todos sus miembros, encontrando en la contemplación de la Eucaristía el modo de ofrecer al Señor todos sus dolores por amor de Dios y de los hermanos más necesitados (1955).

Laica portuguesa, miembro de la Unión de Cooperadores Salesianos, apóstol del sufrimiento reparador (fecha de beatificación: 25 de abril de 2004).


Nació en Balasar, provincia de Oporto y archidiócesis de Braga (Portugal) el 30 de marzo de 1904, y fue bautizada el 2 de abril siguiente, Sábado santo. Fue educada cristianamente por su madre, junto con su hermana Deolinda. Alejandrina permaneció con su familia hasta los siete años; después fue enviada a Póvoa do Varzim, donde se alojó con la familia de un carpintero, para poder asistir a la escuela primaria, pues no había en Balasar. Allí hizo la primera comunión en 1911; el año siguiente recibió el sacramento de la confirmación.


Después de dieciocho meses, volvió a Balasar. Con su madre y su hermana se trasladó, luego, a vivir a la localidad de «Calvario», donde permaneció hasta su muerte.


Comenzó a trabajar en el campo. Su adolescencia fue muy feliz; tenía un carácter comunicativo, y era muy apreciada por sus compañeras. Sin embargo, a los doce años se enfermó: una grave infección (quizá tifoidea) la llevó a un paso de la muerte. Superó el peligro, pero a consecuencia de ello, su constitución quedó debilitada para siempre.


Cuando tenía catorce años sucedió un hecho decisivo para su vida. Era el Sábado santo de 1918. Ese día ella, su hermana Deolinda y una muchacha aprendiz realizaban su trabajo de costura, cuando se dieron cuenta de que tres hombres trataban de entrar en su casa. A pesar de que las puertas estaban cerradas, los tres lograron forzarlas y entraron. Alejandrina, para salvar su pureza amenazada, no dudó en tirarse por la ventana desde una altura de cuatro metros. Las consecuencias fueron terribles, aunque no inmediatas. En efecto, las diversas visitas médicas a las que se sometió sucesivamente diagnosticaron siempre con mayor claridad un hecho irreversible.


Hasta los diecinueve años pudo aún arrastrarse hasta la iglesia, donde, totalmente contrahecha, permanecía gustosa, con gran admiración de la gente. La parálisis fue progresando cada vez más, hasta que los dolores se volvieron horribles, las articulaciones perdieron su movimiento y ella quedó completamente paralítica. Era el 14 de abril de 1925. En los restantes treinta años de su vida Alejandrina no pudo levantarse de la cama.


Hasta el año 1928 no dejó de pedirle al Señor, por intercesión de la Virgen, la gracia de la curación, prometiendo que, si se curaba, se haría misionera. Pero, cuando comprendió que el sufrimiento era su vocación, lo abrazó con prontitud. Decía: «Nuestra Señora me ha concedido una gracia aún mayor. Primero la resignación, después la conformidad completa a la voluntad de Dios y, por último, el deseo de sufrir».


A este período se remontan sus primeros fenómenos místicos, cuando inició una vida de profunda unión con Jesús en el sagrario, por medio de María santísima. Un día que estaba sola, le vino improvisamente este pensamiento: «Jesús, tú estás prisionero en el sagrario y yo en mi lecho por tu voluntad. Nos haremos compañía».


Desde entonces comenzó su primera misión: ser como la lámpara del sagrario. Pasaba sus noches como peregrinando de sagrario en sagrario. En cada misa se ofrecía al eterno Padre como víctima por los pecadores, junto con Jesús y según sus intenciones. En la medida en que percibía de manera más clara su vocación de víctima, crecía en ella el amor al sufrimiento. Hizo el voto de hacer siempre lo que fuera más perfecto.


Del viernes 3 de octubre de 1938 al 24 de marzo de 1942, o sea, 182 veces, vivió cada viernes los sufrimientos de la Pasión. Superando su estado habitual de parálisis, bajaba del lecho y con movimientos y gestos acompañados de fortísimos dolores, reproducía los diversos momentos del vía crucis, durante tres horas y media.


«Amar, sufrir, reparar» fue el programa que le indicó el Señor. Desde 1934, por mandato de su director espiritual, ponía por escrito todo lo que le decía Jesús.


En 1936, por orden de Jesús, pidió al Santo Padre la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María. Esta súplica fue varias veces renovada hasta 1941, por lo que la Santa Sede interrogó tres veces al arzobispo de Braga sobre Alejandrina. El 31 de octubre de 1942, Pío XII consagró el mundo al Corazón Inmaculado de María con un mensaje transmitido a Fátima en lengua portuguesa. Este acto lo renovó en Roma en la basílica de San Pedro el 8 de diciembre del mismo año.


Desde el 27 de marzo de 1942, Alejandrina dejó de alimentarse, viviendo sólo de la Eucaristía. En 1943, durante cuarenta días y cuarenta noches, su ayuno absoluto y su anuria fueron estrictamente controlados por médicos en el hospital de la Foz do Douro cerca de Oporto.


En 1944 su nuevo director espiritual la animó para que siguiera dictando su diario, después de constatar la altura espiritual a la que había llegado; ella obedeció con docilidad hasta la muerte. En el mismo año 1944 Alejandrina se inscribió en la Unión de los cooperadores salesianos. Rezó y sufrió por la santificación de los cooperadores de todo el mundo.


A pesar de sus sufrimientos, seguía interesándose e ingeniándose en favor de los pobres, del bien espiritual de los parroquianos y de otras muchas personas que recurrían a ella. Promovió triduos, cuarenta horas y ejercicios cuaresmales en su parroquia.


Especialmente en los últimos años de vida, muchas personas acudían a ella incluso desde lejos, atraídas por su fama de santidad; y bastantes atribuían a sus consejos su conversión.


El 7 de enero de 1955 se le anunció que sería el año de su muerte. El 12 de octubre quiso recibir la unción de los enfermos. El 13 de octubre, aniversario de la última aparición de la Virgen de Fátima, se la oyó exclamar: «Soy feliz, porque voy al cielo». A las 19,30 expiró.


(Texto: L’Osservatore romano, edición en lengua española, 23 de abril de 2004).



San Teófilo, obispo

Conmemoración de san Teófilo, obispo de Antioquía, varón muy erudito, que ocupó esta sede como sexto sucesor de san Pedro y compuso un libro para defender la fe ortodoxa contra el hereje Marción (s. II).


Santos Fausto, Jenaro y Marcial, mártires


En Córdoba, población de la provincia hispánica de Bética, santos Fausto, Jenaro y Marcial, mártires, que adornan a la ciudad como tres coronas (s. III/IV).


San Florencio, mártir


En Tesalónica, ciudad de Macedonia, san Florencio, mártir, que, según la tradición, después de varios tormentos murió quemado vivo, (c. s. III).


San Lubencio, presbítero


En Kobern, junto al Mosela, en el territorio de Tréveris, san Lubencio, presbítero (s. IV).


San Venancio, abad


En Tours, de la Galia Lugdunense, san Venancio, abad, el cual, habiéndose casado en su juventud, al visitar la basílica de san Martín se conmovió ante la vida de los monjes y, con el permiso de su esposa, se juntó a ellos para vivir para Cristo (s. V).


San Leobono, eremita


En Salagnac, en el territorio de Limoges, en Aquitania, san Leobono, eremita (s. inc.).


San Comgano, abad


En la isla de Iona, en Escocia, sepultura de san Comgano, abad, que llegó a esta región procedente de Hibernia, junto con su hermana santa Kentigerna, los hijos de ésta y algunos misioneros (s. VIII).


San Simberto, abad y obispo


En Augsburgo, de Baviera, en Germania, san Simberto, obispo, que antes fue abad de Mürbach (c. 807).


San Geraldo, laico


En Cierges, en la región de Auvernia, en la Galia, san Geraldo, que, siendo conde de Aurillac, fue un ejemplo para los demás príncipes por haber vivido como monje con hábito secular, procurando el bien de las regiones que tenía encomendadas (909). ...[leer hagiografía]



ALEJANDRINA MARÍA DA COSTA nació en Balasar, provincia de Oporto y Arquidiócesis de Braga (Portugal) el 30 de marzo de 1904, y fue bautizada el 2 de abril siguiente, Sábado Santo. Fue educada cristianamente por su madre, junto con su hermana Deolinda. Alejandrina permaneció en familia hasta los siete años, después fue enviada a Póvoa do Varzim donde se alojó con la familia de un carpintero, para poder asistir a la escuela primaria que no había en Balasar. Allí hizo la primera comunión en 1911, y el año siguiente recibió el sacramento de la Confirmación que le administró el Obispo de Oporto.

Después de dieciocho meses volvió a Balasar y fue a vivir con su mamá y hermana en la localidad de “Calvario”, donde permanecerá hasta su muerte.


Comenzó a trabajar en el campo, teniendo una constitución robusta: tenía a raya a los hombres y ganaba lo mismo que ellos. Su una adolescencia fue muy vivaz: dotada de un temperamento feliz y comunicativo, era muy amada por las compañeras. Sin embargo a los doce años se enfermó: una grave infección (quizá una tifoidea) la llevó a un paso de la muerte. Superó el peligro, pero después de esto su físico quedará marcado para siempre.


Cuando tenía catorce años sucedió un hecho decisivo para su vida. Era el Sábado Santo del 1918. Ese día ella, su hermana Deolinda y una muchacha aprendiz realizaban su trabajo de costura, cuando se dieron cuenta de que tres hombres trataban de entrar en su habitación. A pesar de que las puertas estuviesen cerradas, los tres lograron forzarlas y entraron. Alejandrina, para salvar su pureza amenazada, no dudó en tirarse por la ventana desde una altura de cuatro metros. Las consecuencias fueron terribles, aunque no inmediatas. En efecto las diversas visitas médicas a las que se sometió sucesivamente diagnosticaron siempre con mayor claridad un hecho irreversible.


Hasta los diecinueve años pudo aún arrastrarse hasta la iglesia, donde, totalmente contrahecha, permanecía gustosa, con gran maravilla de la gente. Después la parálisis fue progresando cada vez más, hasta que los dolores se volvieron horribles, las articulaciones perdieron sus movimientos y ella quedó completamente paralítica. Era el 14 de abril de 1925, cuando Alejandrina se puso en el lecho para no levantarse más por los restantes treinta años de su vida.


Hasta el año 1928 ella no dejó de pedirle al Señor, por intercesión de la Virgen, la gracia de la curación, prometiendo que, si se curaba, se haría misionera. Pero, en cuanto comprendió que el sufrimiento era su vocación, la abrazó con prontitud. Decía: “Nuestra Señora me ha concedido una gracia aún mayor. Primero la resignación, después la conformidad completa a la voluntad de Dios, y en fin el deseo de sufrir”.


Se remontan a este período los primeros fenómenos místicos, cuando Alejandrina inició una vida de grande unión con Jesús en los Sagrarios, por medio de María Santísima. Un día que estaba sola, le vino improvisamente este pensamiento: “Jesús, tú estás prisionero en el Sagrario y yo en mi lecho por tu voluntad. Nos haremos compañía”. Desde entonces comenzó su primera misión: ser como la lámpara del Sagrario. Pasaba sus noches como peregrinando de Sagrario en Sagrario. En cada Misa se ofrecía al Eterno Padre como víctima por los pecadores, junto con Jesús y según Sus intenciones.


Crecía en ella siempre más el amor al sufrimiento, conforme su vocación de víctima se hacía sentir de manera más clara. Hizo el voto de hacer siempre lo que fuera más perfecto.


Del viernes 3 de octubre de 1938 al 24 de marzo de 1942, o sea por 182 veces, vivió cada viernes los sufrimientos de la Pasión. Alejandrina, superando su estado habitual de parálisis, bajaba del lecho y con movimientos y gestos acompañados de angustiosos dolores, reproducía los diversos momentos del Vía Crucis, por tres horas y media.


“Amar, sufrir, reparar” fue el programa que le indicó el Señor. Desde 1934 –por mandato del padre jesuita Mariano Pinho, que la dirigió espiritualmente, hasta 1941– Alejandrina ponía por escrito todo lo que cada vez le decía Jesús.


En 1936, por orden de Jesús, ella le pidió al Santo Padre, por medios del padre Pinho, la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María. Esta súplica fue varias veces renovada hasta 1941, por lo que la Santa Sede interrogó por tres veces al Arzobispo de Braga sobre Alejandrina. El 31 de octubre de 1942 Pío XII consagró el mundo al Corazón Inmaculado de María con un mensaje transmitido a Fátima en lengua portuguesa. Este acto lo renovó en Roma en la Basílica de San Pedro el 8 de diciembre del mismo año.


Desde el 27 de marzo de 1942 en adelante Alejandrina dejó de alimentarse, viviendo sólo de Eucaristía. En 1943 por cuarenta días y cuarenta noches fueron estrictamente controlados por excelentes médicos su ayuno absoluto y su anuria, en el hospital de la Foz do Douro cerca de Oporto.


En 1944 su nuevo director espiritual, el salesiano padre Humberto Pasquale, animó a Alejandrina, para que siguiera dictando su diario, después que constató la altura espiritual a la que había llegado; lo que ella hizo con espíritu de obediencia hasta la muerte. En el mismo año 1944 Alejandrina se inscribió a la Unión de los Cooperadores Salesianos. Quiso colocar su diploma de Cooperadora “en donde pudiera tenerlo siempre a la vista”, para colaborar con su dolor y con sus oraciones a la salvación de las almas, sobre todo juveniles. Rezó y sufrió por la santificación de los Cooperadores de todo el mundo.


A pesar de sus sufrimientos, ella seguía además interesándose e ingeniándose en favor de los pobres, del bien espiritual de los parroquianos y de otras muchas personas que recurrían a ella. Promovió triduos, cuarenta horas y ejercicios cuaresmales en su parroquia.


Especialmente en los últimos años de vida, muchas personas acudían a ella aún de lejos, atraídas por su fama de santidad; y bastantes atribuían a sus consejos su conversión.


En 1950 Alejandrina festeja el XXV aniversario de su inmovilidad. El 7 de enero de 1955 se le anuncia que éste será el año de su muerte. El 12 de octubre quiso recibir la unción de los enfermos. El 13 de octubre, aniversario de la última aparición de la Virgen de Fátima, se la oyó exclamar: “Soy feliz, porque voy al cielo”. A las 19,30 expiró.


En 1978 sus restos fueron trasladados del cementerio a la iglesia parroquial de Balasar, donde hoy – en una capilla lateral – reposa el cuerpo de Alejandrina. Sobre su tumba se leen estas palabras que ella quiso: “Pecadores, si las cenizas de mi cuerpo pueden ser útiles para salvaros, acercaos, pasad sobre ellas, pisadlas hasta que desaparezcan. Pero ya no pequéis; no ofendáis más a nuestro Jesús!”. Es la síntesis de su vida gastada exclusivamente para salvar las almas.


En Oporto en la tarde del día 15 de octubre las florerías se vieron privadas de rosas blancas: todas fueron vendidas. Un homenaje floral a Alejandrina, que había sido la rosa blanca de Jesús.


Fue beatificada el 25 de abril de 2004.


Si usted tiene información pertinente para la canonización de la beata Alejandrina, contactar a:

Paróquia de Sta. Eulalia, Rua Alexandrina Maria da Costa, 21, 4570-017 Balasar PVZ, PORTUGAL;


o


Padres Salesianos, rua Saraiva de Carvalho 275, 1399-020 Lisboa, PORTUGAL


Reproducido con autorización de Vatican.va











Nuestra Señora del Pilar
Nuestra Señora del Pilar

Fiesta

Octubre 12




Etimológicamente significa “ pila”. Viene de la lengua latina.


Este nombre, uno de los más abundantes en España tiene un origen curioso. Fue la misma Virgen María la que se apareció al apóstol Santiago que estaba desanimado mientras evangelizaba la patria española.


Se le apareció en carne mortal cuando, junto al Ebro, y sentado en una piedra o pila quería llegar hasta otros lugares predicando la Buena Nueva del Evangelio.


Santiago llevaba inscritas en su corazón las últimas recomendaciones de Jesús:"Id por todo el mundo predicando el Evangelio y bautizando a la gente en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo".


Con el paso del tiempo, los zaragozanos le hicieron una inmensa y preciosa basílica levantada en su honor en el primer milenio, aunque haya sufrido muchas reformas arquitectónicas.


Hay que tener en cuenta que España ha sufrido muchas invasiones, pero es seguro que ya existía en la época de los Visigodos.


Dicen que la misma Virgen le dejó una imagen como recuerdo del inolvidable encuentro. Y el mandato de que le construyera allí un templo.


Según dice la Tradición, esto sucedía en el año 40. Científicamente no está nada comprobado a nivel de papeles. Sin embargo, el testimonio vivo de tantos miles y miles de personas que van en peregrinación a este santo lugar mariano, demuestran fehacientemente que la fe no viene del aire sino de personas que, generación tras generación, viven su devoción a la Virgen de forma continuada.


Juntamente con el sepulcro de Santiago en Galicia y el Pilar de Zaragoza son dos polos de espiritualidad palpable en España y con proyección a todo el universo.


Hoy es la fiesta nacional en España y también el día de la Hispanidad. Las banderas de las naciones sudamericanas llenan este lugar. En la misa de hoy se leen estas palabras:"La devoción al Pilar tiene una gran repercusión en Iberoamérica, cuyas naciones celebran la fiesta del descubrimiento de América en este día".


¡Felicidades a las personas que lleven este nombre!


Si quieres saber más consulta


El Pilar de Nuestra Fe de Jesús Martí Ballester


La virgen del Pilar




Octubre 12






Etimológicamente significa “amable”. Viene de la lengua latina.


El cristiano verdadero se distingue porque en su diario acontecer todo lo mira bajo el prisma de su gran Amigo y compañero Jesús. “Donde vaya, estoy con él”.


La vida de este joven del siglo IX. La literatura de aquellos años se dedicaba mucho a escribir sobre el bello y fantástico mundo de la amistad.

No es de extrañar que también se hiciese entre la amistad de los santos.


Amigo tenía un amigo llamado Amelio, que tiene la misa raíz y etimología. Eran hijos de dos familias nobles que nacieron el mismo día y en el mismo lugar.


También fueron bautizado al mismo tiempo por el Papa en Roma. Se distanciaron hasta que, ya mayores, decidieron ponerse al servicio del emperador Carlomagno.


Amelio fue acusado de haber seducido a la hija del emperador. Para pagar su pena, no le quedaba otra salida que el duelo.


Entonces se presentó Amigo para hacerlo en su lugar y lo ganó.


El emperador se alegró de que su hija salvara su honor. Amigo se había expuesto demasiado por salvar a su amigo y tuvo que acudir a triquiñuelas inimaginables.


El hecho es que se juntaron de nuevo los dos viejos amigos. Amigo cogió la lepra y la mujer lo echó de casa.


Se fue al castillo de su amigo Amelio. Este le curó. Se sintió feliz y acogido como un hermano. Eso es la amistad.


Hubo una guerra entre los Francos y los Lombardos. En ella murieron Amigo y Amelio. El propio emperador mandó que sus cuerpos se conservaran en dos sarcófagos distintos y en dos iglesias. Al día siguiente sin saber cómo, los dos féretros aparecieron juntos y en la misma iglesia, en la de san Albino en Montara, Italia.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!




Nací en un pequeño pueblo de las Marcas, en la Italia central, donde todas las casas, como si fueran girasoles, están abiertas al sol. Fue en 1540, cuando en toda la región comenzaba a estabilizarse la Reforma Capuchina. Sin embargo yo no conocí a los frailes hasta que entré en el noviciado.

Era el segundo de cuatro hermanos, y mi padre era albañil. Como la economía no iba demasiado boyante, pronto tuvo que echar mano de nosotros para que le ayudásemos. Mi hermano mayor se fue a trabajar con él; y a mí, como era debilucho y algo torpe, me mandó con un campesino para que le cuidara el rebaño. Un trabajo fácil y agradable, sobre todo porque me dejaba mucho tiempo para rezar y pensar en mis cosas.


Esta afición mía por la soledad y la oración me creó una fama de milagrero que yo no veía justificada. Todo empezó cuando en uno de los viajes a Loreto, mientras mis compañeros se pararon en la orilla del río en espera de que disminuyese el caudal, yo lo crucé sin mojarme. Y es que hay que conocer los vados y saber pasar los ríos.


Cuando murió mi padre, mi hermano me reclamó para que le ayudara. Sabía muy bien que no podría hacerme un albañil, pero se empeñó en que fuera, al menos, un peón. Sin embargo fracasó. Por mucho que intentó enseñarme el oficio, no consiguió nada. A lo más que llegué fue a traerle cubos de agua y ladrillos. Él, como es lógico, se enfadaba y me daba algún que otro pescozón; yo lo comprendía y me callaba.


Aquella vida me aburría y soñaba con desiertos, ayunos y penitencias, según había leído en las vidas de los ermitaños. Pero no fue necesario irme tan lejos. Una amiga me manifestó que conocía «una religión santa, en la que podía hacerme santo»: los Capuchinos.


El Señor me hizo torpe


Cuando me presenté en el convento para hacer el noviciado, muy pocas cosas dejaba atrás; hasta el punto que le dije al guardián: «Sólo tengo un crucifijo y un rosario; pero con éstos espero ayudar a los frailes y hacerme santo». Y me admitieron.


Mi convivencia con los frailes fue un calvario, ya que seguía igual de inseguro, poco mañoso y torpe para el trabajo. Por mucho que me esforzara no conseguía hacer nada a derechas, lo que motivaba que me reprendieran y humillaran. Tanto me costaba soportar mi torpeza, que estaba dispuesto a dejar el convento y marcharme al desierto.


Sin embargo reflexioné y se me hizo la luz. Tenía que aceptar mi torpeza para el trabajo y mi capacidad para conectar a la gente con Dios. De ahí que tuviera que acoger, incluso con cariño, las justas reprimendas de los superiores cuando me salían mal las cosas, y trabajar para que la gente fuera feliz al encontrarse con Dios.


Pero me dio la gracia de ayudar a los demás


Esto me lo encontraba hecho, hasta el punto de correrse la voz de que yo hacía milagros, cuando en realidad lo que hacía era convencerlos para que confiaran en el Señor. Lo que pasara después ya no dependía de mí, pero la gente me lo atribuía.


Una vez vino un matrimonio joven, con una niña muda de nacimiento, pidiéndome que la curara. Yo les insinué que fueran a la capilla del Santísimo y rezaran. Al cabo de un rato me acerqué para darle a la niña un ramito de flores, y en plan jocoso le dije a la pareja: «Esta niña va a hablar más que una cotorra». Y así sucedió. Se le fue soltando la lengua hasta el punto de que, muchas veces, había que hacerla callar, de tanto que hablaba.


Los casos se multiplicaban, y la gente venía en busca de ayuda para sus necesidades. Yo me veía abrumado ante tanta demanda de milagros, pero hacía lo que buenamente podía: darles confianza y acercarlos al Señor. Hasta tal punto se complicó la cosa que el guardián me prohibió hacer tanto prodigio, cuando el primer asombrado era yo.


Pero no vayáis a creer que me dedicaba solamente a «hacer milagros». En los distintos conventos por los que pasé ayudaba también en los trabajos de la casa, pero mi relación con la gente, bien al salir a pedir limosna, o porque ellos venían a visitarme al convento, ocupaba mucho tiempo.


El secreto de mi disponibilidad para atenderles estaba en el ejemplo de Jesús; de ahí que me pasara grandes ratos en la iglesia pidiendo por los demás, incluso por la noche, cuando las puertas de la muralla estaban cerradas y la gente que se había quedado fuera venía al convento a pedir hospedaje.


Y así transcurrió mi vida, hasta que un 12 de octubre, el de 1604, los niños, que junto con las flores era lo que más quería, empezaron a gritar por el pueblo: «Ha muerto el santo, ha muerto el santo». Y ese santo era yo.



La historia cuenta que en el año 1717, El gobernador de Sao Paulo y Minas Gerais, don Pedro de Almeida y Portugal, Conde de Assumar, pasó por la villa de Guaratinguetá camino a villa Rica. Por tal motivo, los pobladores del lugar, queriendo agasajar al invitado, solicitaron a tres pescadores, Domingos Garcia, Filipe Pedroso e João Alves, una provisión de peces.

Estos hombres se encontraban en el río Paraiba, arrojando sus redes en el agua, cuando de repente al levantar una de ellas, encontraron una figura rota de terracota de la Virgen de la Concepción, de tan solo 36 cm. Primero hallaron el cuerpo y al arrojar otra vez la red lograron ubicar la cabeza. Luego del suceso, la pesca, que hasta ese momento había sido escasa, fue tan abundante, que tuvieron que volver a la costa por el peso que tenían sus pequeñas embarcaciones.


Uno de los pescadores llevó la imagen a su casa y le realizó un pequeño altar, unos años después crearon un oratorio, lugar que era visitado por todos los lugareños.

El 5 de mayo de 1743, se comenzó a construir un templo, que se inauguró el 26 de julio de 1745, venerando a la Virgen bajo la invocación de Nuestra Señora Aparecida.


El pueblo de Nuestra Señora Aparecida se encuentra a unos cuantos kilómetros de Guaratinguetá, villa del Estado de Sao Paulo.


Se ignora completamente como es que la imagen fue a parar al río, pero si se conoce su autor, un monje de Sao Paulo, llamado Frei Agostino de Jesús quien la moldeo en el año 1650.


La Virgen es de color moreno y esta vestida con un manto grueso bordado, sus manos se ubican en el pecho en posición de oración, fue coronada solemnemente en 1904, por don José de Camargo Barros, obispo de Sao Paulo.


El 16 de julio de 1930, Pío XI la declaró a Nuestra Señora Aparecida patrona de Brasil. El día 4 de julio de 1980, el Papa Juan Pablo II visito el santuario y le dio el título de Basílica.



San Edwin (también conocido como Eadwine o Æduini) (c. 586-12 de octubre de 633) fue Rey de Deira y Bernicia, los cuales se irían a conocer colectivamente como Northumbria. Su reino duro desde 616 hasta su muerte. El se convirtió al cristianismo y fue bautizado en el año 627; después de haber muerto en la Batalla de Hatfield Chase fue venerado como santo.

Infancia y exilio


La Crónica Anglosajona cuenta que después de la muerte de Aella un tal "Etelric" asumió el poder. La identidad exacta de Aethelric es incierta. El pudo haber sido un hermano de Aella, un hermano mayor de Edwin, un noble cualquiera, o el padre de Eteelfrido. El mismo Eteelfrido parece también haber sido rey de "Northumbria" (Deira y Bernicia juntos) desde no después de 604. Durante el reino de Eteelfrido, Edwin estuvo en exilio. La ubicación de su temprano exilio como niño es desconocida, pero algunos relatos de Reinaldo de Durham y Godofredo de Monmouth, ponen a Edwin en el Reino de Gwynedd, acogido por el rey Cadfan ap Iago, lo cual explicaría el conflicto entre Edwin y su supuesto hermano adoptivo Cadwallon. Para los años 610 el ya se encontraba en Mercia, bajo protección del rey Cearl, con cuya hija Cwenburga se casó.


Para el año 616, Edwin ya estaba en Anglia Oriental, bajo la protección del rey Raedwald. Bede cuenta que Eteelfrido quería que Raedwald asesinara a Edwin, su despreciado rival, y que Raedwald lo iba a hacer, si no fuera por que su esposa lo persuadió justo a tiempo. De todas maneras, Raedwald se enfrentó a Aethelfrith en una batalla cerca del río Idle en 616, en la cual Eteelfrido, y el hijo de Raedwald, Raegenhere, murieron. Edwin fue coronado como Rey de Northumbria, nombrando Raedwald como Bretwalda; los hijos de Eteelfrido se exiliaron en Dalriada y Pictavia. Que Edwin hubiera podido mantener control no solo en su tierra natal de Deira, pero también en Bernicia, pudo haber sido gracias al respaldo de Raedwald, al cual pudo seguir siendo súbdito a principios de su reino. El reino de Edwin marca una interrupción en el consistente dominio de Northumbria por los Bernicianos.


Edwin como rey


Con la muerte de Eteelfrido, y del poderoso Ethelburgo de Kent en el mismo año, Raedwald y su cliente Edwin estaban en posición para dominar Inglaterra, y Raedwald lo hizo hasta su muerte una década después. Edwin adhirió el pequeño reino bretones de Elmet después de la muerte de su rey Ceretic. Elmet fue probablemente leal a Mercia y por lo tanto a Edwin. El más grande reino de Lindsey parece que fue capturado después de c. 625, luego de la muerte del rey Raedwald. Sin embargo para este tiempo Edwin y Eadbald de Kent eran aliados, y como su primera esposa Cwenburga ya había muerto, Edwin planeo casarse con la hermana de Eadbald, Ethelburga de Kent. Según Bede, Eadbald solo aceptaría que su hermana se casara con Edwin, si el se convirtiera al cristianismo. El matrimonio de la Merovingia Berta con Ethelburgo de Kent, los padres de Eadbald, había resultado en la conversión al cristianismo de Kent, y el de Ethelburga y Edwin haría lo mismo en Northumbria.


La expansión occidental de Edwin pudo haber comenzado a principios de su reino. A principios de los años 620, ya había clara evidencia de una guerra entre Edwin y Fiachnae mac Báetáin del reino Dál nAraidi, rey de Ulaid en Irlanda. Se sabe que un poema, el cual se perdió con el tiempo, recuenta las campañas de Fiachnae en contra de los sajones, y los anales Irlandeses cuentan la toma, o asedio de Bamburgo en Bernicia en los años 623-624. La muerte de Fiachnae en el año 626, a manos de su tocayo, Fiachnae mac Demmáin de los Dál Fiatach, y la muerte de Fiachnae mac Demmáin un año después en la batalla contra Dalriada probablemente le facilitaron a Edwin sus conquistas en la provincia marítima de Irlanda.


La rutina de los reinos en los tiempos de Edwin envolvía estar en guerra regularmente, incluso anualmente, con sus vecinos para así obtener tributo, y esclavos.


La casa real se mudaba regularmente de una “ciudad real” a otra, consumiendo la comida ofrecida por los súbditos, cobrando tributo de las haciendas, dispersando justicia, y asegurándose que la autoridad real se hiciera presente por todo el reino. Las ciudades reales en los tiempos de Edwin fueron, entre otras, Yeavering en Bernicia, donde rastros de un anfiteatro hecho en madera se han descubierto. Otros sitios reales fueron Campodunum en Elmet (de pronto Barwick), Sancton en Deira y Goodmanham, el lugar donde el sacerdote pagano Coifi destruyo los ídolos paganos según Bede. El reino de Edwin incluyo las ciudades romanas de York y Carlisle, y las dos parecen que fueron de importancia en el siglo XII, aunque no esta claro si la vida urbana continúo durante este periodo.


La conversión de Edwin al Cristianismo


La versión de Bede acerca de la conversión de Edwin tiene dos eventos importantes. El primero fue durante el exilio de Edwin, y cuenta como Paulinus de York le salvo la vida. El segundo evento fue siguiendo el matrimonio con Ethelburga, cuando lo intentaron asesinar en York, la pascua del 626, un agente de Cwichelm de Wessex, Edwin después decidió permitir el bautizo de su hija Eanfleda y prometió adoptar el cristianismo si su campaña contra Cwichelm fuera exitosa. Aparte de estos eventos, la representación general que Bede da de Edwin, es aquella de un rey indeciso, temeroso de tomar riesgos, y sin poder decidir si ser cristiano o no.


Además de estos eventos, la influencia de la reina Ethelburga, no puede ser ignorada, ya que siendo de la Dinastía Merovingia era cristiana y evangelizadora por naturaleza, y de tal forma como lo hizo su madre con su padre, ella iba a convertir a Edwin al cristianismo, también hubieron cartas que el Papa Bonifacio V les mando a Edwin y a Ethelburga lo cual muestra el esfuerzo del papa en cristianizar la isla. Dado que Kent estaba bajo control Franco, ellos estaban interesados en proselitar a sus camaradas alemanas, y en extender su poder e influencia. Bede recuenta el bautizo de Edwin, y de uno de sus comandantes, el 12 de abril de 627. El fervor de Edwin, según Bede, llevo que el hijo de Raedwald, Eorpwald también se convirtiera al cristianismo.


Muerte y legado


Edwin se enfrentó contra Penda y Cadwallon en la batalla de Hatfield Chase en el otoño de 633, y fue derrotado y murió en batalla. De los dos hijos mayores que Edwin tuvo con Cwenburh de Mercia, Osfrido murió en la Hatfield, y Eadfrido fue capturado por Penda de Mercia y asesinado un tiempo después.


Sus restos fueron llevados a Whitby, pero su cabeza, ya que fue decapitado, se llevó a la iglesia de Saint Peter, en York donde todavía se encuentra.


Después de la muerte de Edwin, la reina Ethelburga junto con Paulinus de York, se devolvieron a Kent, llevando consigo su hijo Wuscfrea, su hija Eanfleda de Whitby, y el hijo de Osfrido, Yffi para exiliarse con ellos. Wuscfrea y Yffi fueron enviados a la corte de Dagoberto I rey de los Francos, pariente de Ethelburga, pero murieron poco después. Aun así, Eanfleda vivió para casarse con su primo, el Rey Oswiu de Northumbria, hijo de Acha y Aethelfrido de Bernicia, también se convirtió en santa, igual que sus padres.


El reino de Edwin fue dividido después de su muerte. Su sucesor fue Osric, hijo del tío paterno de Edwin Aelfric, en Deira, y por Eanfrido, hijo de Eteelfrido y la hermana de Edwin Acha, en Bernicia. Los dos se cambiaron al paganismo, y los dos fueron matados por Cadwallon; eventualmente, el hermano de Eanfrido, Osvaldo derroto y dio muerte a Cadwallon y unió a Northumbria una vez más. Desde hay en adelante, con excepción de Oswine hijo de Osric, el poder en Northumbria estuvo en manos de los Idaneses, los descendientes de Ida de Bernicia, hasta mediados del siglo XIII.


Después de su muerte, Edwin vino a ser venerado como santo por algunos, aunque su culto fue eventualmente ignorado por el más exitoso culto a Osvaldo, quien fue asesinado en 642. Murieron en batalla a manos de enemigos similares, los paganos Mercias y los Británicos en ambos casos, lo cual permitió que se percibieran como mártires; Sin embargo, el trato de Bede con respecto a Osvaldo demostraba que lo percibía como un santo indiscutible, un status que no le confirió a Edwin.











Soledad Torres Acosta, Santa
Soledad Torres Acosta, Santa

Fundadora de las Siervas de María

Octubre 11






Manuela Torres Acosta nació en Madrid (España), el 2 de diciembre de 1826. Sus padres, Manuel Torres y Antonia Acosta, era una modesta pareja de labriegos que poseían una lechería en Chamberí, barrio pobre del Madrid del ochocientos. De niña fue a la escuela que las Hijas de la Caridad abrieron en el Hospital de Incurables. Ayudaba en la lechería de sus padres y al mismo tiempo cuidaba los niños de las vecinas organizándoles juegos para entretenerlos.


A los veinticinco años pidió la admisión como hermana lega en el convento de dominicas, pero tenía que esperar hasta que hubiera lugar... En esa espera conoció los planes de fundación del cura de Chamberí, padre Miguel Martínez, de una asociación de mujeres para asistir a enfermos en casa. En 1851 reunió a siete mujeres en comunidad que el día 15 de agosto recibieron el hábito y el nombre de Siervas de María. Manuela tenía veintisiete años y escogió el nombre de María Soledad en honor a la Virgen. A finales de 1853 la pequeña comunidad de Siervas llegó a veinticuatro. En 1855, de las siete fundadoras sólo quedaba una, la hermana Soledad, que había llegado la última, y que el padre había recibido a regañadientes: cuatro de las fundadoras habían abandonado el grupo y dos habían muerto.


Finalmente en 1856 también el padre Miguel abandonó la asociación por él fundada dejando sola a sor María Soledad que se convirtió en fundadora y superiora de doce religiosas distribuidas en tres casas: Madrid, Getafe y Ciudad Rodrigo.


El 13 de noviembre de 1856 el nuevo director, padre Francisco Morales, decidió cambiar a la superiora y el cardenal de Toledo pensó en suprimirlas. Cambiaron entonces al padre Francisco por el padre Gabino Sánchez, fraile capuchino, quien en 1857 repuso a la madre Soledad en el puesto de superiora; ambos redactaron unos estatutos para la asociación y, con el apoyo de la reina de España, Isabel II, evitaron la supresión.


Dos años después de la aprobación, en octubre de 1878, madre Soledad visitó Roma. Ante el papa León XIII quien le puso las manos sobre la cabeza y le dijo palabras cariñosas, no pudo sino llorar. En 1875, con ayuda del obispo Orberá, fundaron una casa en Cuba. A partir de entonces se aceleró el crecimiento de la congregación en España: Santander, Almería, Zaragoza... De 1877 a 1887 se pusieron en pie un total de veintinueve fundaciones. También se les confió el Hospital de San Carlos del Escorial. En la epidemia del cólera del año 1885 las Siervas, con madre Soledad al frente, ayudaron a cuidar a los enfermos. El 21 de noviembre el cardenal Rampolla, nuncio del Papa en España, inauguró la casa madre y el noviciado. Estuvieron presentes veintiocho superioras que representaban a casi trescientas religiosas. Se aprovechó esa circunstancia para celebrar un capítulo general extraordinario, quedando madre Soledad como superiora general. A finales de septiembre de 1887 madre Soledad cayó enferma. Al acercarse la muerte, le pidieron su bendición. Una hermana le sostuvo la mano mientras decía: Hijas, que tengáis paz y unión. Murió el 11 de octubre. El papa Pío XII la beatificó el 5 de febrero de 1950 y fue canonizada por el papa Pablo VI el 25 de enero de 1970.


Santa Soledad Torres Acosta, no es mujer de 10




Octubre 11




Etimológicamente significa “la que recibe la vida de Zeus”. Viene de la lengua griega.


Hay en la naturaleza humana un deseo de poseer todo. Pero quien quiere todo a la vez raya en el vértigo delo imposible; y nada que sea amplio, nada que sea duradero, puede realizarse.


Zenaida fue del siglo I de nuestra era y se convirtió al cristianismo por san Pablo, que era su primo.


Nació en Tarso, Turquía, y salió de esta ciudad para marcharse a las montañas que bordean el Cydnus para instalarse en una gruta.


Se sabe que antes de su conversión, había ejercido la medicina. Una vez conversa, continuó haciéndolo con cualquier persona que se encontrase o que fuera a su consulta.


Una de sus preferencias fue tratar siempre a los niños enfermos y a los poseídos por el diablo.

Un día se presentaron ante su gruta tres hombres atraídos por su santidad.


Le rogaban que tuviera la bondad de tenderles y celebrar con ella una entrevista.


Zenaida consintió. Al poco tiempo, los tres caballeros, Papas, Pateras y Filosiro, se entregaron a la vida contemplativa en aquellos lugares.


A los tres años fueron a decirle:”Por qué, en lugar de estar aquí escondidos, no nos vamos a la ciudad??”


Zenaida se dejó convencer y se marchó con ellos. El primer día de viaje, ella se clavó una espina en el pie y murió.


Zenaida es muy venerada entre los griegos, y sobre su figura se han escrito muchos libros.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



El Beato Jacobo nació en 1407, en Ulm de Alemania, en el seno de la respetable familia de los Griesinger. A los veinticinco años partió de su patria a Italia, donde se enroló como soldado en Nápoles; pero, disgustado por las costumbres licenciosas de sus compañeros de filas y al comprobar que su buen ejemplo no les hacía mella, abandonó el ejército y entró a servir como secretario a un abogado de Capua.

Desempeñó su oficio con tanto acierto que, cinco años después cuando decidió partir, el abogado no se lo permitió. Pero Jacobo logró escabullirse y se dirigió a Alemania, aunque no llegó a su país natal, pues en Bolonia volvió a enrolarse en el ejército. Durante su estancia en esa ciudad, acostumbraba a ir con frecuencia al santuario de Santo Domingo y acabó por ingresar en la orden como hermano lego. Su prior, queriendo demostrar la obediencia de Jacobo a un prelado que se hallaba de paso en el convento, le entregó una carta y le dijo que la llevase inmediatamente a París. No obstante que el viaje era largo, difícil y peligroso, el hermano Jacobo tomó la carta como la cosa más natural del mundo y pidió simplemente permiso de pasar por su celda para tomar su sombrero y su bastón.


Los hijos de Santo Domingo ocupan un sitio distinguido en la historia del arte. El Beato Jacobo, como su hermano en religión Guillermo de Marcillat, era un maestro consumado en el arte de pintar sobre vidrio. Sus superiores le dedicaron a ese trabajo y el beato solía prepararse a él con la oración asidua.


En cierta ocasión, fue arrebatado en éxtasis y se le atribuyeron numerosos milagros, antes y después de su muerte. Dios le llamó a Sí el 11 de octubre 1491, cuando tenía ochenta y cuatro años. Fue beatificado en 1825.


Su contemporáneo, Fray Ambrosino de Saracino, nos legó una semblanza del Jacobo en italiano; puede verse traducida al latín en Acta Sanctorum, oct., vol. v. CL Wilms, lakob Griesinger (1922); y Procter, Dominican Saints, pp. 287-291.



Martirologio Romano: En Madrid, España, Beata María Desposorios (María Catalina) Irigoyen Echegaray, religiosa profesa de la Congregación de las Siervas de María Ministras de la Eucaristía. ( 1918)

Fecha de beatificación: 29 de octubre de 2011, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI.



Sor María Desposorios (en el siglo María Catalina Irigoyen Echegaray) nace en pleno siglo XIX, en España, en el corazón de Navarra - Pamplona - el 25 de noviembre de 1848 de los distinguidos, acomodados y muy cristianos padres: D. Tiburcio Irigoyen y Dña. Leonarda Echegaray. Fue la última de ocho hermanos y gemela del séptimo. Al día siguiente de su nacimiento recibió el santo Sacramento del Bautismo en la Parroquia de la Catedral de Pamplona con el nombre de María Catalina. Fue su madrina de pila Dña. Mercedes Irigoyen, natural de Errazu.

Igual que una planta nacida en un ambiente religioso y sano, regenerada con las aguas bautismales, crece y se desarrolla con normalidad en un proceso ascético-místico; oxigenada con la recepción de los Sacramentos, oración y mortificación, se hace en ella cada vez más consciente y creciente el “Amor de Dios difundido en su corazón por el Espíritu Santo que le fue dado” (Rom. 5,5).


De este modo transcurre su infancia y juventud. Es en esta época cuando oye la llamada del Señor y aumenta en su corazón el deseo de ser toda de Dios.


En 1878 solicita la admisión en el Instituto de las Siervas de María, fundado por Santa María Soledad; mas al enterarse ésta de que María Catalina tiene familiares enfermos, le aconseja que primero cuide de los suyos, si de verdad desea dedicar su vida al cuidado de los enfermos en sus domicilios. María Catalina espera, sabe esperar con paciencia, está pronta a cumplir la voluntad del Señor.


Solucionada la situación familiar, María Catalina queda libre y decidida lo deja todo, respondiendo con valentía dice sí a su Señor. Ingresó en la Casa de las Siervas de María de Pamplona el 31 de Diciembre de 1881 a la edad de 33 años.


Vistió el santo Hábito en el Noviciado de las Siervas de María en Madrid el día 12 de Marzo de 1882, aún no estaba terminado el edificio de la Casa Madre - Madrid. Durante el Noviciado, se mostró silenciosa, recogida y muy escondida con Cristo en Dios. Emite su profesión Temporal el 14 de Mayo de 1883 y la Profesión Perpetua el 15 de julio de 1889.


Sor Mª Catalina no confía en sus fuerzas, sabe de quien se fía “sea de mí lo que fuere, mi único ideal es amar a Dios sin interrupción hasta el fin de mi existencia”, decía Sor Mª Catalina


Madrid es el escenario de su vida hasta su muerte. Cristo es el centro de su ser, desea tener sus mismos sentimientos, obrar según el querer de Dios. Como planta transformada en flor, fue esparciendo el perfume de buenas obras, deshojándose, desgastándose por el Señor, en el servicio a los enfermos en sus domicilios, derrochando caridad exquisita, pronta y alegre, con paciencia, esmero y abnegación. “Con tal presteza y amabilidad acudía a las peticiones y necesidades de los enfermos que muchos de ellos la consideraban como madre amorosa y muchas familias la reclamaban como a su enfermera ideal”.”.


Después de 23 años dedicados al servicio a los enfermos, pasa a ocuparse de la recogida de donativos para la subsistencia de la Obra durante 7 años. Al final de su vida se ve reducida a la más absoluta incapacidad; acepta la voluntad del Padre que la sujeta a la cruz de la enfermedad para asemejarla a su Hijo Crucificado. Muere el 10 de octubre de 1918, dejando tras de sí grande fama de santidad.


Su vida, a imitación de la Virgen, Sierva del Señor, fue de entrega y disponibilidad, viviendo las actitudes del Divino Maestro - Jesús - "El Hijo del Hombre no ha venido a que le sirvan sino a servir" y Sor Mª Catalina repetía: “Sólo sirvo para servir”.


El milagro para la beatificación:


El hecho, estudiado y comprobado, es la curación rápida y sin secuelas del Dr. Luís Fernando Padilla Gómez quien presentó, súbitamente, con fecha 24 de octubre de 2004, una hidrocefalia causada por un hidroma cerebral que se complicó posteriormente con una meningitis, anoxia cerebral, hemorragia e infartos cerebrales.



Ángela María nació el 16 de mayo de 1825, en Kalisz (Polonia). En el bautismo recibió el nombre de Sofía Camila. Su familia se trasladó a Varsovia en 1837. Desde su infancia demostró una piedad profunda: participaba todos los días en la misa, recibía con frecuencia los sacramentos, realizaba vigilias de oración y visitaba con asiduidad el Santísimo Sacramento: todo esto desarrolló en ella una espiritualidad intensa.

En un viaje que realizó atravesando Alemania, Sofía, iluminada por el Señor, durante un rato de oración en la catedral de Colonia, intuyó su vocación a estar entre los pobres y necesitados y a servir en ellos a Cristo con la oración y el sacrificio. Esta inspiración la llevó a ser miembro de la sociedad de San Vicente de Paúl. Durante el día trabajaba sin descanso por los pobres y por la noche oraba constantemente, buscando la voluntad de Dios en ella. A la edad de 29 años, descubrió su camino: comenzó a buscar y a ayudar a los niños abandonados de los barrios bajos de Varsovia y a los ancianos sin casa. Con la ayuda económica de su padre y el apoyo de su prima Clotilde comenzó a hacerse cargo de seis niños. De esta forma atrajo a muchas voluntarias y floreció el instituto fundado por ella.


Sofía se hizo miembro de la Tercera Orden de san Francisco y tomó el nombre de Ángela. El 21 de noviembre de 1855, ante el icono de María, su prima y ella se consagraron a hacer la voluntad de su Hijo: éste fue el comienzo de la comunidad de las religiosas Felicianas, o de San Félix de Cantalicio. La madre Ángela determinó como ideal de su congregación: que en todo y por todo Dios sea conocido, amado y glorificado. Las religiosas dirigían a las laicas terciarias, instruían a los convertidos, visitaban las prisiones, y administraban también centros sociales rurales. Después del fracaso de la insurrección de 1863, muchos de estos centros se convirtieron en hospitales, donde las religiosas curaban a los heridos.


La comunidad fue suprimida por el gobierno ruso en 1864, pero continuó en secreto bajo la guía espiritual de la fundadora.


A los 44 años, durante su tercer mandato de superiora general, la madre Ángela se tuvo que retirar de la actividad de su congregación a causa de una enfermedad, pero siguió viva su dedicación a las religiosas. Murió después de 30 años de sufrimiento, devorada por el cáncer, el 10 de octubre de 1899, en presencia de las religiosas. Fue beatificada por Juan Pablo II el 18 de abril de 1993.



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