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El Nombre de San Paulino figura en el Martirologio Romano y en los martirologios ingleses. Fue el primer apóstol del reino más poderoso de Inglaterra en su época. Había ido a dicho país como miembro del segundo grupo de misioneros enviados por el Papa San Gregorio l. Cuando el rey de Nortumbría, Edwino, solicitó la mano de Etelburga, la hermana del rey Edbaldo de Kent, prometió respetar la religión de su prometida, San Paulino partió con ella a Nortumbría para encargarse de la nueva misión. El año 625, San Justo, arzobispo de Canterbury, le consagró obispo.

San Paulino sufría atrozmente en medio de aquel pueblo que no conocía a Dios. Su predicación no tuvo éxito al principio, pero Dios escuchó final mente sus oraciones. El rey Edwino se convirtió en la forma en que lo expli caremos en el artículo a él consagrado (12 de octubre), y fue bautizado en York por San Paulino, en la Pascua del año 627. Los dos hijos del primer matrimonio del monarca, así como otros muchos nobles, siguieron el ejemplo de Edwino. La multitud se apretujaba para recibir el bautismo de manos de San Paulino, a orillas del río Swale, en las cercanías de Catterick. Edwino residía en Yeavering, del Glendale y San Paulino solía bautizar en esa región con el agua del río Glen. En una ocasión pasó ahí treinta y seis días, para impartir instrucción y bautizar al pueblo de día y de noche. El nombre de San Paulino está relacionado con los de las poblaciones de Dewsbury, Easingwold y algunas más. El campo de apostolado del santo fue, sobre todo, el sur de Nortumbría. Cruzó el rio Humbert y evangelizó también a los habitantes de Lindsey, donde bautizó al gobernador de Lincoln y construyó una iglesia. Después de la muerte de San Justo, consagró a San Honorio arzobispo de Canterbury. Asistido por su diácono, Jaime, bautizó a numerosas personas en el río Trent, cerca de Littleborough, según contó a San Beda el abad Deda, que fue uno de los que se bautizaron en esa ocasión. El mismo abad refirió a Beda que Paulino era "un hombre alto, un tanto encorvado, de cabello blanco, rostro alargadoy nariz aguileña, cuya presencia inspiraba veneración y respeto."


El Papa Honorio I envió el palio a San Paulino para designarle metro politano del norte de Inglaterra. El mismo Pontífice escribió al rey Edwino para felicitarle por su conversión: "Hemos enviado palios de metropolitanos a Honorio y Paulino, de suerte que cuando plazca a Dios llamar a sí a uno de ellos, el otro estará autorizado, en virtud de esta carta, a nombrarle un sucesor." Sin embargo, San Paulino jamás usó el palio en su catedral y, cuan do la carta de Honorio I llegó a Inglaterra, Edwino ya había muerto. En efecto, casi dos años antes de que el Pontífice la escribiese (lo cual demuestra lo difíciles que eran entonces las comunicaciones), los paganos mercianos, encabezados por Penda y reforzados por los bretones cristianos de Gales, inva dieron la Nortumbría y dieron muerte a Edwino. Los invasores destruyeron en gran parte la obra de San Paulino. El santo dejó entonces la diócesis de York a cargo del diácono Jaime y acompañó a Kent a la reina Santa Etelburga, con sus dos hijos y su nieto, en su viaje por mar. Como la sede de Rochester estaba entonces vacante, San Paulino aceptó la invitación para encargarse de administrarla y así lo hizo durante diez años, "hasta que voló al cielo, cargado con el fruto de sus trabajos". Probablemente tenía por lo menos sesenta años cuando partió de York con Santa Etelburga y hubiera sido una temeridad volver a Nortumbría, que estaba entonces en el mayor desorden. San Beda refiere que el fiel Jaime, su vicario, era. un hombre de gran santidad, que instruyó y bautizó a muchas personas "y arrancó muchas presas al viejo enemigo de la naturaleza humana". Cuando se restableció la paz en York Jaime "introdujo en la iglesia el canto romano." San Paulino murió en Rochester, el 10 de octubre de 644; legó su palio a la catedral y una cruz de oro y un cáliz, que había traído de York, a la iglesia de Cristo de Canterbury. Varias diócesis inglesas celebran su fiesta.


Nuestra principal fuente es la Historia ecclesiastica de Beda (edic. y notas de Plum mer). Apenas se pueden obtener unos cuantos datos fidedignos de la crónica en verso de Alcuino, de Simeón de Durham y de otros escritores de la época (cf. Raine, History of the Church of York, (Rolls Series). El excelente artículo del canónigo Burton en Catholic Encyclopedia tiene una buena bibliografía. Véase F. M. Stenton, Anglo-Saxon England (1943), pp. 113-116. La inserción del nombre de San Paulino en múltiples calendarios (cf. Stanton, Menology, p. 485), así como las numerosas cruces relacionadas tradicional mente con su nombre que hay en el norte de Inglaterra, demuestran la popularidad del culto del santo.



Martirologio Romano: San Dionisio, obispo, y compañeros, mártires, de los cuales la tradición quiere que el primero, enviado por el Romano Pontífice a la Galia, fuese el primer obispo de París, y que junto con el presbítero Rústico y el diácono Eleuterio, padeciesen en las afueras de la ciudad (s. III).

Etimología : Dionisio = Aquel que mantiene la fe en Dios, viene del griego


Dionisio legó a Francia hacia el 250 ó 270 desde Italia con seis compañeros con el fin de evangelizarla. Fue el primer obispo de París, y apóstol de las Galias.


Dionisio fundó en Francia muchas iglesias y fue martirizado en el 272, junto con Rústico y Eleuterio, durante la persecución de Valeriano. Según creen algunos es en Montmartre (mons Martyrum), o en el sur de la Isla de la Cité, según otros, donde se eleva, en la actualidad, la ciudad de Saint-Denis lugar en el que fueron condenados a muerte.


Según las Vidas de San Dionisio, escritas en la época carolingia, tras ser decapitado, Dionisio anduvo durante seis kilómetros con su cabeza bajo el brazo, atravesando Montmartre, por el camino que, más tarde, sería conocido como calle de los Mártires. Al término de su trayecto, entregó su cabeza a una piadosa mujer descendiente de la nobleza romana, llamada Casulla, y después se desplomó. En ese punto exacto se edificó una basílica en su honor. La ciudad se llama actualmente Saint-Denis.


La tradición del culto a San Dionisio de París, fue creciendo poco a poco, dándole a conocer, llegando a confundirlo con Dionisio Areopagita (obispo de Atenas) o con Dionisio el Místico. Esta confusión proviene del siglo XII cuando el abad Suger falsificó unos documentos por razones políticas, haciendo creer que San Dionisio había asistido a los sermones de Pablo de Tarso.



Martirologio Romano: San Juan Leonardi, presbítero, que dejó la ciudad de Luca, en la Toscana, donde ejercía como farmacéutico, para llegar a ser sacerdote, y con el fin de enseñar a los niños la doctrina cristiana, restaurar la vida apostólica del clero y propagar la fe cristiana, instituyó la Orden de Clérigos Regulares, más tarde llamados de la Madre de Dios, debiendo sufrir por ello muchas contradicciones. También inició el Colegio de Propaganda Fide, en el que, agotado por los trabajos, descansó piadosamente (1609).

Juan nació en Diecimo (Toscana, Italia) en 1542.


Estando en Luca, estudiando farmacia, formó parte de un grupo de jóvenes cristianos bajo la dirección de los dominicos cuya misión principal era asegurarse una intensa vida cristiana a través de la oración, los sacramentos y la formación y asistiendo a los pobres y peregrinos. Este grupo se constituyó en congregación laical, conocida como los "Colombinos".


A sus veintiséis años, Juan Leonardi ejercía su profesión de farmacéutico. Pero seguía sintiendo la llamada al sacerdocio, que su director espiritual orientó hacia los estudios eclesiásticos, dejando entonces la farmacia y celebrando su primera misa el 6 de enero de 1571.


Con la ayuda de los "Colombinos", impartía clases de religión y catequesis en la iglesia de San Juan y ante el éxito el obispo le confió la catequesis en todas las iglesias de Luca. Ante la imposibilidad de atender personalmente las demandas de los párrocos, escribió un folleto con la síntesis de la doctrina cristiana y el modo de enseñarla. De ahí surgió la fundación de la Compañía de la Doctrina Cristiana, formada por laicos que fue aprobada por el papa Clemente VIII en 1604.


San Juan Leonardi fundó la Fraternidad de Sacerdotes Reformados de la Santísima Virgen que tras su muerte adoptó el nombre de Clérigos Regulares de la Madre de Dios. En 1584 el papa Gregorio XIII confirmaba la Orden que en 1581 había aprobado el obispo de Luca. Dicha Orden daba especial importancia a la obediencia, la pobreza y la penitencia.


Juan y sus clérigos en Roma, donde en 1601 fundaron un convento, destacaron en la enseñanza de la doctrina cristiana y la comunión frecuente.


En 1603, Juan Leonardi, en colaboración con el español Juan Bautista Vives y el jesuita Martín de Funes, fundaron un centro de estudios misionales, que con el tiempo sería el Colegio Urbano de Propaganda Fide.


Juan murió en Roma en 1609.



Martirologio Romano: En Valencia, en España, san Luis Bertrán, presbítero de la Orden de Predicadores, que en América meridional predicó el evangelio de Cristo y defendió a varios pueblos indígenas (1581).

Etimología: Luis = Aquel que es famoso en la guerra, viene del germano


Luis Beltrán nació en Valencia (España) el l de enero de 1526, de familia rica y muy virtuosa. Su padre, Juan Luis, después de haber quedado viudo, quiso hacerse monje del monasterio de Porta-Coeli que queda cerca de Valencia. Pero cuando ya iba llegando al monasterio, se le aparecieron san Vicente Ferrer y san Bruno quienes le dijeron que la voluntad de Dios no lo quería en el convento sino en el mundo. Obedeció, regresó y al poco tiempo se casó con la virtuosa Juana Angela Eixarch, hija de Juan Eixarch, rico mercader.


Luis fue el primogénito de esta pareja, y fue bautizado en la parroquia de San Esteban, en la misma pila bautismal en donde dos siglos antes había sido bautizado san Vicente Ferrer. Desde muy niño dio claras muestras de su afición a la oración y a la penitencia. Se cuenta que a los siete años de edad pasaba largas horas en oración durante la noche y luego se acostaba en el suelo; y para no ser descubierto, desarreglaba la cama.


Lector asiduo de las vidas de los santos, se entusiasmó tanto con el ejemplo de san Alejo y san Roque, quienes por amor a Dios dejaron casa y parientes para peregrinar mendigando su sustento, que resolvió seguir su ejemplo. Sacó dinero prestado, preparó algo de ropa y alimento, buscó un compañero que compartiera su camino y su vida, y partieron camino de Santiago. Como la madre se encontraba enferma y sabía el dolor que estaba causando a su padre, le escribió una carta que todavía hoy se conserva y que comenzaba así:


“Tengo por muy cierto el enojo que Vuestra Merced y la señora han recibido con la resolución que he tomado. Mas ciertamente no lo debían recibir, pensando que esta es la voluntad de Dios...”.


Como es de suponer, poco después fue encontrado por el criado que envió su padre a buscarlo. Lo encontró cerca de Buñol, descansando tranquilamente junto a una fuente cerca del pueblo que todavía hoy se conserva como entonces, y que es centro de mucha devoción.


A los veinte años ingresó a la Orden de Predicadores y después de su Ordenación sacerdotal se dedicó a la predicación. En 1562 fue enviado a América. En Colombia se dedicó a la catequización, a bautizar y a levantar iglesias. Su celo y su caridad le ganó el afecto de los indígenas, que acudían a él de todas partes y lo acompañaban constantemente. En 1570 regresó a España y continuó su labor apostólica, y en 1574 el Capítulo general de Aragón lo nombró predicador general.


Él mismo define su estilo: “Yo predico en estilo que todos lo entiendan. Y como Dios dijo a Isaías: Stilo hominis. Quiere decir en buen romance claro, que lo entienda todo el mundo. Esto es: estilo llano. Ningún cronista ha guardado tan bien las reglas de los historiadores como los sagrados evangelistas. ¡Qué cortos en contar las grandezas y hazañas de Cristo! ¡Qué sin elocuencia! ¡Qué sin afectos! ¡Qué sin retóricas! Para que resplandezca la verdad, sin color ni afeite, sin ayuda de elocuencia y saber humano”.


Desempeñó varios cargos en su Orden y murió el 9 de octubre de 1581, a los 55 años de edad, en el palacio del patriarca San Juan de Ribera, que era su amigo. Fue canonizado por Clemente X en 1671, y la Iglesia colombiana lo ha venerado siempre como uno de sus principales abogados y patronos.



La Iglesia elevó a la gloria de los altares a nueve Hermanos de las Escuelas Cristianas (Lasalianos) y a un Padre Pasionista. Ocho Hermanos dirigían una escuela en Turón, un pueblo situado en el centro de un valle minero de la región asturiana, en el nordeste de España y fueron martirizados en 1934. El noveno Hermano es de Cataluña y murió cerca de Tarragona en 1937. El Padre Pasionista prestaba asistencia sacramental a la escuela de Turón. Se trata de la glorificación de diez personas que llevaron la fidelidad de sus vidas consagradas hasta dar su sangre en testimonio y en defensa de su fe y de su misión evangelizadora. En consecuencia, esa solemne decisión eclesial redunda en la glorificación de la hermosa tarea de educar cristianamente a los niños de todos los tiempos.

La mayoría de estos religiosos se hallaban en plena juventud: cuatro de ellos tenían menos de 26 años y el mayor 46. Sus nombres son:


Hno. CIRILO BERTRÁN (JOSÉ SANZ TEJEDOR), director de la comunidad, nació en Lerma, provincia de Burgos, el 20 de marzo de 1888. Los padres eran humildes trabajadores: de ellos aprende la austeridad y el espíritu de sacrificio. Ingresó en el Noviciado de los Hermanos en Bujedo e hizo su primera profesión religiosa en agosto de 1905. En su vida apostólica se muestra comprometido y celoso. Nombrado director de la escuela de Turón, a donde llega en 1933, su actitud prudente y serena es de gran ayuda para los Hermanos de la comunidad. En el verano de 1934 participa en un retiro de un mes en Valladolid: será la mejor preparación para su encuentro con el Señor en el martirio que tendrá lugar dentro de unos meses.


Hno. MARCANO JOSÉ (FILOMENO LÓPEZ LÓPEZ), nació en El Pedregal, provincia de Sigüenza Guadalajara, el 17 de noviembre de 1900. Pertenece a una familia de trabajadores y aprende desde niño a soportar las molestias del trabajo y afrontar con ánimo las dificultades de la vida. A sugerencia de un tío suyo ingresa en el Instituto de los Hermanos de La Salle, pero una enfermedad en el oído le obliga a regresar a su familia. Pronto será admitido de nuevo, pero a condición de dedicarse a trabajos manuales. Se halla en la comunidad de Mieres (Asturias) cuando acepta sustituir a un Hermano de Turón, asustado por las tensiones de ese momento. Esto ocurría en el mes de abril de 1934, seis meses antes del sacrificio supremo que el Señor le pedirá. Une así su destino al de sus compañeros de comunidad, a la que siempre ha prestado sus servicios con bondad y cariño.


Hno. VICTORIANO PÍO (CLAUDIO BERNABÉ CANO), nació en San Millán de Lara, provincia de Burgos, el 7 de julio de 1905. Sus padres, labradores, le inculcaron desde los primeros años las virtudes de laboriosidad y espíritu de servicio. Ingresó en el Instituto de los Hermanos de La Salle en Bujedo en 1918. Las leyes de 1933, obligan a los Hermanos, por prudencia, a cambiar frecuentemente de residencia y él es trasladado del Colegio de Palencia a la escuela de Turón. Le costó mucho el cambio, pero lo aceptó con espíritu de sacrificio y obediencia. Llevaba solamente diez días en Turón cuando el Señor le pidió un sacrificio mayor, el sacrificio de su vida.


Hno. JULIÁN ALFREDO (VILFRIDO FERNÁNDEZ ZAPICO), nació en Cifuentes de Rueda, provincia de León, el 24 de diciembre de 1903. Los buenos consejos de sus padres y la influencia de un tío sacerdote con el cual fue obligado a vivir durante algún tiempo después de la muerte prematura de su madre, hacen crecer su piedad natural y lo inclinan muy joven a la vida religiosa. A los 17 años ingresa en el noviciado de los Capuchinos de Salamanca. Pero a causa de una inesperada enfermedad regresa a su casa. Tiene 22 años cuando Dios le da a conocer a los Hermanos de La Salle y en 1926 ingresa en el noviciado de Bujedo. Muestra gran madurez y piedad que suscita la admiración de sus compañeros más jóvenes. En su labor educativa manifiesta asimismo una dedicación extraordinaria, sobre todo al preparar a los niños a la primera comunión. En el verano de 1933 es destinado a la comunidad de Turón. El año anterior había hecho su profesión perpetua sellando su compromiso definitivo con el Señor. Cuando Dios le llama al sacrificio de su vida, se encuentra preparado para responder sin vacilación.


Hno. BENJAMÍN JULIÁN (VICENTE ALONSO ANDRÉS), nació en Jaramillo de la Fuente, provincia de Burgos, el 27 de octubre de 1908. Muy joven ingresa en el Instituto de los Hermanos de La Salle. Tuvo que vencer algunas dificultades en los estudios debido a su falta de preparación inicial. La misma decisión manifestó en los avatares de su itinerario religioso. Cuando el 30 de agosto de 1933 emitió sus votos perpetuos con plena madurez y decisión, recogía el fruto de su tesón y de su generosidad. Cuando recibió la orden de cambiar de la escuela de Compostela, tanto los alumnos como las familias lo sintieron mucho y querían impedirlo a toda costa, pero él con generosa disponibilidad, aunque con mucha nostalgia, aceptó y se trasladó a Turón. Los que pasaron por aquel lugar nunca olvidarían su alegría y el optimismo que mostraba en sus comentarios y juicios sobre la situación en aquellos momentos. Tanta sencillez y fortaleza sólo podían proceder de un corazón saturado de Dios, quien lo eligió para su encuentro con El.


Hno. HÉCTOR VALDIVIELSO (BENITO DE JESÚS). sus padres se trasladaron a Buenos Aires unos años antes de su nacimiento, que tuvo lugar el 31 de octubre de 1910. Fue bautizado en la iglesia de San Nicolas de Bari, que se encontraba en la zona donde se alza actualmente el Obelisco de la Avenida 9 de Julio. Cuando sus padres, a causa de dificultades financiarias, se vieron obligados a regresar a España, estableciéndose en Briviesca (Burgos), conoció y entró en el centro de formación de los Hermanos de La Salle en Bujedo. Después hizo el Noviciado Misionero que los Hermanos tenían en Lembecq-lez-Hal, Bélgica, movido del deseo de realizar un día el apostolado en la tierra donde había nacido, la Argentina. En espera de poder realizarse sus sueños, los Superiores lo destinaron a la escuela de Astorga (León). En septiembre de 1933 fue destinado a Turón. En el corto tiempo que permaneció en la cuenca minera, se mostró como siempre, plenamente entregado a la clase y a las asociaciones juveniles de la Cruzada Eucarística y la Acción Católica. Su dedicación a los jóvenes le convirtió, él joven, en candidato predilecto para el martirio, cosa que no tardó en realizarse. Es el primer Santo Argentino.


Hno. ANICETO ADOLFO (MANUEL SECO GUTIÉRREZ), el benjamín de la comunidad, había nacido en Celada Marlantes, provincia de Santander, el 4 de octubre de 1912. Aunque quedó pronto huérfano de madre, la piedad de su padre era tal que fueron tres los hijos que entregó a Dios en el Instituto de S. Juan Bautista de La Salle. Entró en el Noviciado en 1928 y emitió sus primeros votos en 1930. En medio de su trabajo, su mayor preocupación era el cultivo de su vida espiritual. Ella le movía a preocuparse intensamente por los demás, sobre todo en lo referente al cumplimiento del deber y a la entrega generosa a Dios. Después de permanecer un año en el Colegio de Nuestra Señora de Lourdes en Valladolid, fue destinado a Turón en agosto de 1933. La sonrisa serena y atractiva que adornaba permanentemente su rostro, tuvo que impresionar sin duda a los mismos asesinos que, a sus 22 años, le condujeron a la eternidad.


Hno. AUGUSTO ANDRÉS (ROMÁN MARTÍNEZ FERNÁNDEZ) nació en Santander el 6 de mayo de 1910. Heredó de su padre, militar de profesión, el sentido de la precisión y del orden; y de su madre, piadosa y sencilla, la gentileza que tanto admiraban sus profesores, sus compañeros y después sus alumnos. Cuando manifestó la intención de hacerse religioso -era el hijo mayor y el único varón en casa cuando su padre murió- su madre no se resignaba. Pero una enfermedad del joven doblegó la resistencia materna. Prometió a la Virgen que aceptaría los deseos de su hijo si sanaba y, habiendo obtenido la curación, autorizó el ingreso en los Hermanos de La Salle. En 1922 finalizó su noviciado y emitió con decisión sus primeros votos religiosos. Se hallaba en el colegio de Palencia en 1933, cuando la dispersión le llevó al que había de ser su postrer destino, la comunidad de Turón. Su valor y decisión fueron llamativos en los últimos momentos de su existencia, pues él fue quien dirigió las últimas palabras a sus verdugos. Fueron palabras llenas de entereza y de aceptación del martirio, propias de un corazón totalmente entregado a Dios.


PRESBÍTERO INOCENCIO DE LA INMACULADA (MANUEL CANOURA ARNAU), nació en el Valle del Oro, provincia de Mondoñedo, el 10 de marzo de 1887. Ingresó en la Congregación de los Pasionistas a la edad de 14 años. Recibió el Subdiaconado en Mieres en 1910 y el Diaconado en junio de 1912. El 20 de septiembre de 1920 fue ordenado sacerdote. Desde entonces empezó para este Padre instruido y celoso, una vida de intenso apostolado sacerdotal, en el que cabe resaltar su dedicación a la enseñanza de la filosofía, de la teología, de la literatura en las diversas casas a las que fue destinado. Su último destino fue de nuevo Mieres, a comienzos de septiembre de 1934. La causa de que se hallara con los Hermanos en Turón fue que había sido requerido su servicio sacramental, al que se había ofrecido de buen grado cuando le pidieron que fuera a confesar para preparar a los niños a celebrar el primer viernes de mes, que coincidía con el 5 de octubre.


El martirio de estos Hermanos no llegó de modo inesperado. La situación que vivía España era difícil: la masonería y el comunismo luchaban por el poder y por hacer desaparecer la tradición religiosa. Se habían programado una serie de iniciativas contra la Iglesia, los sacerdotes y los religiosos. Se promovió una campaña de odio y violencia que en ciertos lugares llegó a crueles desenlaces, incluso más allá de las previsiones de los grupos dirigentes. Asturias era una región minera con gran cantidad de inmigrados cuyo régimen de vida era duro y se sentían desarraigados de sus mejores tradiciones. La campaña contra la burguesía y contra la Iglesia encontró allí un terreno especialmente preparado. Así sucedió que el 5 de octubre un grupo de rebeldes arrestó a los ocho Hermanos que trabajaban en la escuela de Turón y al sacerdote pasionista que estaba con ellos. Los nueve religiosos fueron concentrados en la "casa del pueblo" a la espera de la decisión que había de tomar el "Comité revolucionario".


Bajo la presión de algunos extremistas, el Comité decidió la condena a muerte de estos religiosos que tenían una notable influencia en la localidad, ya que gran parte de las familias mandaban sus hijos a su escuela. La decisión se tomó en secreto: los religiosos serían fusilados en el cementerio del pueblo, poco después de la una de la madrugada, el 9 de octubre de 1934. Los asesinos fueron reclutados de otros lugares porque en el pueblo de Turón no encontraron quienes estuvieran dispuestos a perpetrar semejante crimen. Las víctimas comprendieron de inmediato las intenciones del Comité y se prepararon generosamente al sacrificio con la oración, la confesión y el perdón que otorgaron a sus asesinos. A la hora prevista por el Comité, caminaron juntos y serenos al cementerio. En el centro del mismo estaba preparada una fosa delante de la cual alinearon a los religiosos. Fueron muertos con dos cargas de fusilería y rematados a tiros de pistola. La serenidad y valentía con la que los Hermanos y el P. Pasionista aceptaron el martirio impresionó a los mismos asesinos como más tarde ellos mismos declararían. Pocos meses después de su muerte sus cuerpos fueron exhumados y trasladados con grandes manifestaciones de adhesión al mausoleo donde reposan en Bujedo, en la provincia de Burgos.


El Hno. JAIME HILARIO (MANUEL BARBAL COSÍN) nació el 2 de enero de 1898 en Enviny, diócesis de Urgel, provincia de Lérida. Vivió en un ambiente profundamente cristiano, en los trabajos del campo y ruda labor de un pueblo de alta montaña. A sus trece años entró en el Seminario de La Seo de Urgel. Pero, debido a una enfermedad del oído que será una cruz a lo largo de su vida, tuvo que abandonar los estudios eclesiásticos. En 1917 decidió entrar en el noviciado de los Hermanos de La Salle. El 24 de febrero del mismo año, en Irún, tomó con el hábito religioso el nombre de Hno. Jaime Hilario. Un año más tarde iniciaba su misión de educador y catequista. Fue en Mollerusa, en Pibrac, cerca de Toulouse (Francia), en Calaf, su tierra natal. En este período se hizo patente su capacidad literaria, colaborando en revistas en la difusión de los valores cristianos. En adelante su sordera le impedirá seguir su labor educativa. Tuvo que trasladarse a Cambrils (Tarragona) para ocuparse de las labores del campo. El 18 de julio de 1936 estalla la guerra civil española. El Hno. Jaime Hilario se refugia en una casa amiga de Mollerusa, en donde permanece en régimen de libertad vigilada. Después es trasladado a la cárcel de Lérida y, puesto que procedía de Cambrils, es conducido a Tarragona y encarcelado en el barco " Mahon " con otros sacerdotes y seglares cristianos. El 15 de enero de 1937 se celebró su juicio sumarísimo. No quería abogado defensor porque iba a decir siempre la verdad. Por obediencia aceptó la defensa del Sr. Juan Montañés, pero no permitió que se disimulase su condición de religioso. El Tribunal Popular de Tarragona lo condenó a muerte. Aceptó el veredicto con serenidad admirable y allí mismo envió a sus familiares una carta en la que expresaba su alegría de morir mártir. El abogado tramitó la solicitud de gracia, que fue concedida a las otras 24 personas que habían sido juzgadas con él; pero él, el único religioso del grupo, fue ejecutado. El 18 de enero de 1937, a las 3,30 de la tarde, el Hno. Jaime Hilario fue fusilado en el bosquecillo del Monte de la Oliva, junto al cementerio de Tarragona. Con asombro del piquete, el mártir siguió en pie después de dos descargas sucesivas. El grupo arrojó las armas y se dio a la fuga. El jefe del pelotón, furioso, se acercó a la víctima y disparó en la sien del héroe. Sus últimas palabras a los que iban a fusilarle fueron: -¡Amigos, morir por Cristo es reinar!


Estos mártires (los nueve de Turón y el Hno. Jaime Hilario) fueron beatificados juntos por el Papa Juan Pablo II el 29 de abril de 1990. Además desde el 21 de noviembre de 1999 la Iglesia honra su fe y su sacrificio, declarándolos Santos y proponiéndolos como ejemplo al pueblo cristiano.


Reproducido con autorización de Vatican.va



Martirologio Romano: Conmemoración de san Abraham, patriarca y padre de todos los creyentes, que, llamado por Dios, salió de su patria, la ciudad de Ur de Caldea, y peregrinó por la tierra que Dios había prometido a él y a sus descendientes. Manifestó toda su fe en Dios, esperando contra toda esperanza al no negarse a ofrecer en sacrificio al hijo unigénito, Isaac, que el Señor le había dado, ya anciano, de su esposa Sara.

Etimología: Abraham = Aquel que es padre de muchos pueblos


La historia de Abraham se encuentra en el primer libro de la Biblia, el Libro del Génesis.


Con Abraham fundó Dios en el mundo la verdadera religión.


Vivía en la ciudad de Ur, cerca de los ríos Tigris y Eufrates, cuando Dios le pidió el sacrificio de alejarse de su tierra, que era muy fértil, y de su hermosa ciudad e irse a un país desconocido y desértico, lejos de familiares y amigos. Abraham aceptó este sacrificio, y Dios en pago le prometió que sus descendientes poseerían por siempre aquel país.


Abraham deseaba tener un hijo que prolongara su familia, y Dios permitió que su esposa fuera estéril y que a la edad de 90 años Abraham todavía no lograra tener el hijo que tanto deseaba. Sin embargo Nuestro Señor le prometió que su descendencia sería tan numerosa como las arenas del mar y Abraham creyó a esta promesa de Dios, y esta fe le fue apreciada y recompensada.


Dios se le aparece en forma de viajero peregrino (acompañado de dos ángeles disfrazados también) y Abraham los atiende maravillosamente bien. Dios le promete que dentro de un año tendrá un hijo. Sara la esposa, que está oyendo detrás de una cortina, se ríe de esta promesa, porque le parece imposible ya que ellos dos son muy viejos. Dios manda que al niño le pongan por nombre "Isaac", que significa "el hijo de la sonrisa". Y cuando el jovencito tiene 12 años, Dios pide a Abraham que vaya a un monte y le ofrezca el hijo en sacrificio. Abraham acepta esto que le cuesta muchísimo y cuando ya va a matar a Isaac, un ángel le detiene la mano y oye una voz del cielo que le dice: "He visto cuán grande es tu generosidad. Ahora te prometo que tu descendencia nunca se acabará en el mundo". Y luego ve un venado enredado entre unas matas de espinas y lo ofrece en sacrificio a Dios.


Los enemigos atacaron a la ciudad donde vivía Lot, el sobrino de Abraham, llevándose a todos prisioneros. Entonces el patriarca reunió a sus obreros (318) y atacó por sorpresa a los enemigos y libertó a todos los cautivos. En acción de gracias llevó a Melquisedec, sacerdote de Jerusalén, la décima parte de todo lo que había conseguido. Desde entonces quedó la costumbre de dar para Dios y para los pobres el diezmo, o sea la décima parte de lo que cada uno gana.


Nuestro Señor le comunicó a su amigo Abraham que iba a destruir a Sodoma por que en esa ciudad se cometían pecados de homosexualidad. Abraham le rogó a Dios que no la destruyera si había allí siquiera diez personas buenas. Pero como no las había, cayó una lluvia de fuego y los mató a todos. Solo se salvó Lot, por ser el sobrino de Abraham. Pero la mujer de Lot desobedeció la orden de los ángeles y al salir de la ciudad se puso a mirar hacia atrás y quedó convertida en estatua de sal.


Abraham fue padre de Isaac, del cual nacieron Esaú y Jacob. Los hijos de Jacob se llaman los doce Patriarcas, de los cuales se formó el pueblo de Israel. Dios le cambió el nombre de Abrán, que significa "padre", por el nombre de "Abraham", que significa: padre de muchos pueblos.


La S. Biblia alaba a Abraham porque creyó contra toda esperanza y porque nunca dudó de que Dios sí cumple lo que promete, aunque parezca imposible.


Santo Patriarca Abraham, pídele a Dios que nos conceda una fe tan grande como la tuya, y el perseverar fieles a nuestra religión hasta la muerte.



Santos Diodoro, Diomedes y Dídimo, mártires

En Laodicea, de Siria, pasión de los santos Diodoro, Diomedes y Dídimo (s. inc.).


Santa Publia, monja


En Antioquía, de Siria, conmemoración de santa Publia, que, al morir su marido, entró en un monasterio, y mientras cantaba con sus compañeras vírgenes las palabras del salmo «los ídolos de los gentiles son oro y plata» y «sean semejantes los que los hacen», al pasar allí el emperador Juliano el Apóstata ordenó que la abofeteasen y reprendiesen con aspereza (s. IV).


San Sabino, eremita


En la región de Bigorre (Saint-Savin-de-Lavedan), a los pies de los montes Pirineos, san Sabino, eremita, que ilustró la vida monástica en Aquitania (s. V).


San Bernardo de Rodez, abad


En el monasterio de Montsalvy, en Francia, san Bernardo de Rodez, abad de los canónigos regulares de ese cenobio (1110).


San Guntero, eremita


En el monasterio de Brevnov, en Bohemia, san Guntero, eremita, que, abandonando los bienes de la tierra, abrazó la vida monástica y, más tarde, se retiró a la soledad de los bosques situados entre Baviera y Bohemia, viviendo y muriendo desligado de todo, pero al mismo tiempo muy unido a Dios y a los hombres (1045).


San Domnino, eremita


En Tiferno, junto al Tíber (hoy Città di Castello), en la Umbría, san Domnino, eremita (610).

SAN GISLENO

San Gisleno, monje


En la región de Hainaut, en Austrasia, san Gisleno, que vivió como monje en una celda que él mismo se había construido (s. VII).


SAN DOMINO DE FIDENZASan Domino, mártir


En la ciudad llamada Julia (hoy Fidenza), en el territorio de Parma, en la vía Claudia, san Domino, mártir (s. IV).


SAN DEUSDEDITSan Deusdedit, monje mártir


En el monasterio de Montecasino, san Deusdedit, abad, que fue encarcelado por el tirano Sicardo y, consumido por el hambre y las privaciones, entregó su espíritu a Dios (834).



Martirologio Romano: En Antioquía, de Siria, santa Pelagia, virgen, a la que san Juan Crisóstomo dedica grandes alabanzas (c. 302).

La antigüedad cristiana se alimentó con el encanto de esta historia, que de algún modo lleva al corazón cristiano la añoranza de la inocencia perdida y animan a la vuelta. Es un consuelo encontrar en la tierra los rastros de quienes, habiendo sido presa del desarreglo, de la mala vida que por algún tiempo juzgaron como buena, del desorden y la lejanía de Dios, pues, mira... resulta que han sido gente que se salva. Sí, son una gran luz en la oscuridad que alienta la esperanza de los que somos más, de los pecadores. Estas actitudes están personificadas en Pelagia.


Pelagia, era una muy celebrada y conocida comediante en Antioquía. Corría entonces el siglo V.


Siendo muy joven, había estado con los catecúmenos, olvidándolo después.


Se la presenta como una de las más insignes pecadoras del mundo, allá por la segunda mitad del siglo V. En Antioquía -este era el escenario de sus danzas sensuales y altaneras- se la llamaba "Margarita" que es la traducción de "gema", quizá porque, en ocasiones, lo único que cubría las carnes de la extrahermosa eran collares de perlas.


Tuvo, en el marco de la Providencia, la suerte de toparse, en el año 453, con Nono, anacoreta de Tabenas, sacado de allí para hacerlo obispo de Edesa y trasladado a Heliópolis de Siria, que por el momento participaba en un concilio provincial convocado por Máximo.


Se cuenta que un domingo, Pelagia, por curiosidad volvió a entrar a un templo, y al oír al obispo predicar sobre el infinito tesoro de la misericordia de Dios, su corazón se conmovió. Quiso rezar pero no pudo, porque ya no recordaba cómo hacerlo. Abandonó el templo con el deseo de dejar esa vida desordenada que llevaba. Se decidió a escribir al obispo. Le decía en su carta: "Al santo discípulo de Jesús: He oído decir que tu Dios bajó del cielo a la tierra para salvación de los hombres. Él no desdeñó hablar con la mujer pecadora. Si eres su discípulo, escúchame. No me niegues el bien y el consuelo de oír tu palabra para poder hallar gracia, por tu medio, con Jesucristo, nuestro Salvador."


El obispo, creyó en la sinceridad de Pelagia. Así fue bautizada y confirmada, recibiendo la Eucaristía.

Desde ese momento, cambió su vida. Repartió entre los pobres sus joyas y bienes, liberó a sus esclavos y vistiendo una humilde túnica, dejó Antioquía.


Cerca de Jerusalén, halló una gruta, donde se decidió a morar, haciendo una vida austera, penitencia y oración. Por prudencia, ocultó su condición de mujer, y quien le preguntaba el nombre respondía que era "Pelagio". En ese tiempo, se desarrollaba el concilio de Antioquía y un diácono del obispo queriendo ir a Jerusalén, le pidió permiso al obispo para ir allí, diciendo que quería conseguir noticias sobre un ermitaño llamado Pelagio.


Llegó a encontrar a Pelagio en su cueva, quien lo recibió y volvió luego a encerrarse a rezar. Se cuenta que cuando volvió el diácono, Pelagio, ya no respondió. Cuando entraron en la cueva, encontraron muerto al ermitaño. Al disponerse a ungirlo con mirra -como entonces se usaba-, hallaron que era una mujer.


Vinieron entonces de los monasterios mujeres que estaban en Jericó y en el Jordán y marchando con cirios y luminarias y cantado himnos, dieron sepultura al cuerpo de Pelagia. Era un 8 de octubre del año 468.


Las singulares características de esta santa nos proporcionan la oportunidad de recordar que el riguroso apartamiento de los ermitaños no es una rareza, sino el fruto de un decidido y exclusivo anhelo de buscar a Cristo.


Figuras como las de Pelagia, recordaban proféticamente a la Iglesia de su tiempo el verdadero orden de los valores, oscurecido frecuentemente por los crecientes compromisos temporales.



Etimológicamente significa “feliz”. Viene de la lengua latina.

En el Diario de Dostoivski encontramos la bella palabra hebrea “Hosanna”. Expresa una alabanza a Dios, un agradecimiento. Todo creyente, empezando por los santos son personas agradecidas.


Félix fue obispo en el siglo IV. Esta preciosa ciudad ha contado a lo largo de su historia con varios obispos santos: Abundio, Ermágora y Amancio.


Pero entre todos ellos, Félix sobresalió porque llegó a muy anciano y porque fue el primer obispo de este sitio encantador.


Cada año se le recuerda el 18 de octubre. El Martirologio romano coloca su fiesta tal día como hoy.


Le tocó vivir en la mitad del siglo IV. La fecha de su muerte acaeció en el año 390.


Cuando fue elegido obispo de cómo, los paganos acampaban a sus anchas. Eran mayoría absoluta.


Desde que él entró a hacerse cargo de esta pequeña diócesis, todo fue cambiando lentamente pero con firmeza.


La comunidad cristiana constituyó para muchos paganos una forma excelente de vivir la fe en el Dios que proclamaban y al que oraban varias al día.


Las ceremonias religiosas, sus cantos, su participación en la Eucaristía dejaba atónitos a los paganos.


Su nombramiento como obispo provenía del gran san Ambrosio de Milán.


Dice este santo milanés que Félix trabajaba tanto que ni siquiera tuvo tiempo para escribirle una carta. Toda su vida fue una pura alabanza a Dios.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com



Martirologio Romano: En Génova, de la provincia de Liguria, san Hugo, religioso, que, después de haber luchado largo tiempo en Tierra Santa, fue designado para regir la Encomienda de la Orden de San Juan de Jerusalén en esta ciudad, y se distinguió por su bondad y su caridad hacia los pobres (c. 1233).

Etimología: Hugo = aquel de inteligencia clara, viene del germano


Nacido alrededor de 1186 en Alessandria (Italia), se convirtió en un caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén. Después de largas campañas en Tierra Santa, fue elegido Maestro de la Encomienda de San Juan en Génova (Italia) y trabajó en la enfermería más cercana. Fue famoso por poderes milagrosos sobre los elementos naturales. Se cree que murió en 1233.


Fue el Comandante en Génova y su hospital alcanzó mucha fama durante su administración. Eso no le impidió ser un religioso ejemplar, logrando "el ejercicio de la religión hacia Dios y sus vecinos". Es bien sabido cuánto sacrificio y devoción puede contener esta frase.


De acuerdo a un retrato escrito en sus tiemmpos sabemos que San Hugo era delgado, con un rostro ascético, y pequeño en estatura.


Él era bastante gentil y amable con todos. Su mortificación no resultaba una malestia para los demás. Dormía en un tablero, en un rincón del sótano del Hospital; sirvió a los pobres con amor y tacto, dándoles comida, dinero, consuelo espiritual y amor fraternal. Él lavaba los pies a los pascientes, cuidaba de ellos, y cuando ellos morían, él los enterraba. La cruz de ocho puntas, (símbolo de su orden), no sólo estaba en su capa, él la llevaba en su corazón. Tan grande era su celo que él se ciñó con un cinturón metálico que usaba dentro de sus vestiduras, hacía ayunos continuamente durante todo el año y durante la Cuaresma no comía nada cocinado.


Todos los días recitaba el oficio y oía Misa con tal fervor que muchas veces cayó en éxtasis y se elevaba del suelo a la vista de todos. Su oración era, evidentemente, continua, y Dios le recompensó por ello con un don de poder realizar milagros.


Estos milagros fueron presenciados por el arzobispo de Génova, Otto Fusco, así como por cuatro venerable canónigos que frecuentaban la casa del santo y atestiguaron sobre lo que vieron.


Se cuenta, por ejemplo, que en uno de esos días sofocantes en Italia, de aquellos en que se siente que el calor lo aplasta, algunas mujeres se encontraban en la sala común de la enfermería lavando la ropa de los enfermos; el suministro de agua falló y no llegaba líquido a la fuente del monasterio, la única solución era recorrer una gran distancia para acarrear el agua necesaria. Ellas comenzaron a quejarse a viva voz, por lo que San Hugo pudo oírlas y acudió para ver que era lo que pasaba. Cuando llegó le pidieron que les diera agua, y ante su negativa ellas rompieron en llanto exclamando: "¿Acaso usted no es capaz de conseguir cualquier cosa de Dios?", "debemos orar" fue su respuesta, "¡todo debemos hacerlo nosotras!", "no soy el Señor, Él dijo que la fe obra milagros, ¿tienen fe ustedes?", ellas lloraban diciendo que estaban agotadas por el trabajo y el calor. Él no estaba muy convencido pero en un gesto de caridad, oró al Creador, y luego hizo la señal de la cruz y las aguas brotaron de las rocas de la fuente ante las exclamaciones de sorpresa de las empleadas.


Por su fe, capaz de mover montañas, su vigilante e incansable caridad, así como por sus otras virtudes diarias, especialmente su gentileza y cortesía, es para nosotros un ejemplo vigorizante, y tal vez imitándolo podamos compartir la gloria eterna.



Santa Reparada, virgen y mártir

Conmemoración de santa Reparada, que es venerada en muchos lugares como virgen y mártir (c. s. IV).


San Félix, obispo


En Como, en la provincia de Liguria, san Félix, obispo, que, ordenado por san Ambrosio de Milán, fue el primer obispo de esta sede de Como (s. IV).


San Evodio, obispo


En Rouen, en la Galia Lugdunense, san Evodio, obispo (s. V).


Santa Ragenfreda, abadesa


En el monasterio de Denain, en el Hainaut, santa Ragenfreda, abadesa, que con sus bienes fundó ese cenobio y lo presidió dignamente (s. VIII).


Beatos Juan Adams, Roberto Dibdale y Juan Lowe, presbíteros y mártires


En Londres, en Inglaterra, beatos Juan Adams, Roberto Dibdale y Juan Lowe, presbíteros y mártires, que en tiempo de la reina Isabel I, por haber servido al pueblo fiel cada uno en su lugar, fueron condenados a muerte y martirizados atrozmente en Tyburn, alcanzando así el reino de los cielos (1586).


Santa Reparada


Conmemoración de santa Reparada, que es venerada en muchos lugares como virgen y mártir (c. s. IV).



Etimología: Taide = habitante de Tebas. Viene de la lengua egipcia.

En ocasiones se piensa que llegar a ser santo presupone una existencia de oración, enclaustramiento o martirio; si bien en muchos casos así ha sido, en otros no: ya que acérrimos pecadores recalcitrantes han logrado la santidad, y así lo demuestra la vida de Thais. Era egipcia.


Se desconocen la fecha y el lugar de su nacimiento, y los detalles de su familia e infancia. Su biografía se remonta a su juventud, cuando, por su belleza se dedicó al oficio de la prostitución y vivió con riquezas y lujos; sin embargo, se dice que no era feliz.


El hecho que cambió su vida pecadora fue conocer a un eremita dedicado a la oración y la penitencia, en la soledad del desierto de la Tebaida, y este eremita, con el tiempo, sería conocido como San Pafnucio (11 de septiembre); aconsejándola, logró el sincero arrepentimiento de Thais, quien abandonó su conducta disipada.


El venerable varón le dijo que como penitencia, para que demostrara que estaba sinceramente arrepentida, permanecería el resto de sus días en la celda de un monasterio femenino, en continua oración y penitencia extrema.


Tiempo después, por su piedad, Thais profesó en la vida religiosa, en la cual fue ejemplo de santidad y fidelidad al Creador hasta su muerte en aquel lugar.


Su culto se pierde en la memoria de los tiempos. Iconografía: con burda túnica, en actitud orante; a su lado una calavera, alusiva a la penitencia.


Intercesora de pecadores arrepentidos que llevaron una vida desordenada.



San Marcelo, mártir

En Capua, de la Campania, san Marcelo, mártir (s. III/IV).


SAN AUGUSTO DE BOURGESSan Augusto, abad


En Bourges, ciudad de Aquitania, san Augusto, presbítero y abad, al cual una enfermedad le tenía manos y pies anquilosados, de manera que se aguantaba sobre las rodillas y codos, y fue milagrosamente curado por intercesión de san Martín. Reunió a muchos monjes y se dedicó a la plegaria continua (c. 560).


San Paladio, obispo


En la ciudad de Saintes, también en Aquitania, san Paladio, obispo, que erigió una basílica sobre el sepulcro de san Eutropio y fomentó el culto de los santos en su ciudad episcopal (c. 596).


Beato Martín el Cid, abad


En el monasterio de Bellafuente (después Valparaíso), en el reino de León, beato Martín, apellidado Cid, que fundó este cenobio y lo agregó a la Orden Cisterciense (1152).


Beato Juan Hunot, presbítero y mártir


En el brazo de mar frente a Rochefort, en Francia, beato Juan Hunot, presbítero y mártir, que, por su condición de sacerdote, durante la persecución contra la Iglesia fue encarcelado en una vieja nave, demostrando durante la cautividad su fidelidad hacia Dios (1794).


Beato José LlosáBeato José Llosá Balaguer, religioso y mártir


En la localidad de Benaguacil, en la región española de Valencia, beato José Llosá Balaguer, religioso de los Terciarios Capuchinos de la Virgen de los Dolores y mártir, que en la persecución contra la fe sufrió el martirio (1936).



Martirologio Romano: San Bruno, presbítero, que, oriundo de Colonia, en Lotaringia, enseñó ciencias eclesiásticas en la Galia, pero deseando llevar vida solitaria, con algunos discípulos se instaló en el apartado valle de Cartuja, en los Alpes, dando origen a una Orden que conjuga la soledad de los eremitas con la vida común de los cenobitas. Llamado por el papa Urbano II a Roma, para que le ayudase en las necesidades de la Iglesia, pasó los últimos años de su vida como eremita en el cenobio de La Torre, en Calabria (1101).

Fecha de canonización: Su culto fue aprobado por el Papa León X y luego confirmado por el Papa Gregorio XV en el año 1623.



Bruno significa: "fuerte como una coraza o armadura metálica" (Brunne, en alemán es coraza).

Este santo se hizo famoso por haber fundado la comunidad religiosa más austera y penitente, los monjes cartujos, que viven en perpetuo silencio y jamás comen carne ni toman bebidas alcohólicas.


Nació en Colonia, Alemania, en el año 1030. Desde joven demostró poseer grandes cualidades intelectuales, y especialísimas aptitudes para dirigir espiritualmente a los demás. Ya a los 27 años era director espiritual de muchísimas personas importantes. Uno de sus dirigidos fue el futuro Papa Urbano II.


Ordenado sacerdote fue profesor de teología durante 18 años en Reims, y Canciller del Sr. Arzobispo, pero al morir éste, un hombre indigno, llamado Manasés, se hizo elegir arzobispo de esa ciudad, y ante sus comportamientos tan inmorales, Bruno lo acusó ante una reunión de obispos, y el Sumo Pontífice destituyó a Manasés. Le ofrecieron el cargo de Arzobispo a nuestro santo, pero él no lo quiso aceptar, porque se creía indigno de tan alto cargo. El destituido en venganza, le hizo quitar a Bruno todos sus bienes y quemar varias de sus posesiones.


Dicen que por aquel tiempo oyó Bruno una narración que le impresionó muchísimo. Le contaron que un hombre que tenía fama de ser buena persona (pero que en la vida privada no era nada santo) cuando le estaban celebrando su funeral, habló tres veces. La primera dijo: "He sido juzgado". La segunda: "He sido hallado culpable". La tercera: "He sido condenado". Y decían que las gentes se habían asustado muchísimo y habían huido de él y que el cadáver había sido arrojado al fondo de un río caudaloso. Estas narraciones y otros pensamientos muy profundos que bullían en su mente, llevaron a Bruno a alejarse de la vida mundana y dedicarse totalmente a la vida de oración y penitencia, en un sitio bien alejado de todos.


Teniendo todavía abundantes riquezas y gozando de la amistad de altos personajes y de una gran estimación entre la gente, y pudiendo, si aceptaba, ser nombrado Arzobispo de Reims, Bruno renunció a todo esto y se fue de monje al monasterio de San Roberto en Molesmes. Pero luego sintió que aunque allí se observaban reglamentos muy estrictos, sin embargo lo que él deseaba era un silencio total y un apartamiento completo del mundo. Por eso dispuso irse a un sitio mucho más alejado. Iba a hacer una nueva fundación.


San Hugo, obispo de Grenoble, vio en un sueño que siete estrellas lo conducían a él hacia un bosque apartado y que allá construían un faro que irradiaba luz hacia todas partes. Al día siguiente llegaron Bruno y seis compañeros a pedirle que les señalara un sitio muy apartado para ellos dedicarse a la oración y a la penitencia. San Hugo reconoció en ellos los que había visto en sueños y los llevó hacia el monte que le había sido indicado en la visión. Aquel sitio se llamaba Cartuja, y los nuevos religiosos recibieron el nombre de Cartujos.


San Bruno redactó para sus monjes un reglamento que es quizás el más severo que ha existido para una comunidad. Silencio perpetuo. Levantarse a media noche a rezar por más de una hora. A las 5:30 de la mañana ir otra vez a rezar a la capilla por otra hora, todo en coro. Lo mismo a mediodía y al atardecer.


Nunca comer carne ni tomar licores. Recibir visitas solamente una vez por año. Dedicarse por varias horas al día al estudio o a labores manuales especialmente a copiar libros. Vivir totalmente incomunicados con el mundo... Es un reglamento propio para hombres que quieren hacer gran penitencia por los pecadores y llegar a un alto grado de santidad.


San Hugo llegó a admirar tanto la sabiduría y la santidad de San Bruno, que lo eligió como su director espiritual, y cada vez que podía se iba al convento de la Cartuja a pasar unos días en silencio y oración y pedirle consejos al santo fundador. Lo mismo el Conde Rogerio, quien desde el día en que se encontró con Bruno la primera vez, sintió hacia él una veneración tan grande, que no dejaba de consultarlo cuando tenía problemas muy graves que resolver. Y aun se cuenta que una vez a Rogerio le tenían preparada una trampa para matarlo, y en sueños se le apareció San Bruno a decirle que tuviera mucho cuidado, y así logró librarse de aquel peligro.


Por aquel tiempo había sido nombrado Papa Urbano II, el cual de joven había sido discípulo de Bruno, y al recordar su santidad y su gran sabiduría y su don de consejo, lo mandó ir hacia Roma a que le sirviera de consejero. Esta obediencia fue muy dolorosa para él, pues tenía que dejar su vida retirada y tranquila de La Cartuja para irse a vivir en medio del mundo y sus afanes. Pero obedeció inmediatamente. Es difícil calcular la tristeza tan grande que sus monjes sintieron al verle partir para lejanas tierras. Varios de ellos no fueron capaces de soportar su ausencia y se fueron a acompañarlo a Roma. Y entonces el Conde Rogerio le obsequió una finca en Italia y allá fundó el santo un nuevo convento, con los mismos reglamentos de La Cartuja.


Los últimos años del santo los pasó entre misiones que le confiaba el Sumo Pontífice, y largas temporadas en el convento dedicado a la contemplación y a la penitencia. Su fama de santo era ya muy grande.


Murió el 6 e octubre del año 1101 dejando en la tierra como recuerdo una fundación religiosa que ha sido famosa en todo el mundo por su santidad y su austeridad. Que Dios nos conceda como a él, el ser capaces de apartarnos de lo que es mundano y materialista, y dedicarnos a lo que es espiritual y lleva a la santidad.



San Román, obispo

En Auxerre, de Neustria, san Román, obispo (c. 564).


San Ywio, monje


En Bretaña Menor, san Ywio, diácono y monje, discípulo de san Cutberto, obispo de Lindisfarne, que pasó de Inglaterra a esta región, donde vivió entregado a las vigilias y ayunos (c. 704).


San Juan Xenos, monje


En Azogyrea, en la isla de Creta, san Juan, apellidado Xenos, que propagó en la isla la vida monástica (s. XI).


San Pardulfo, abad


En Guéret, en la región de Limoges, en Aquitania, san Pardulfo, abad, del cual, ilustre por su santidad de vida, se cuenta que hizo huir de su iglesia a los sarracenos que retrocedían ante Carlos Martel (737).


SAN ABALDERÓN DE WÜRZBURGSan Adalberón, monje y obispo


En el monasterio de Lambach, en Baviera, muerte de san Adalberón, obispo de Würzburg, que, por defender la Sede Apostólica, tuvo que sufrir mucho por parte de los cismáticos y, expulsado varias veces de su sede, pasó en paz sus últimos años en dicho monasterio de Lambach, que él mismo había fundado (1090).


Beato Francisco Hunot, presbítero y mártir


Frente a Rochefort, en el litoral de Francia, beato Francisco Hunot, presbítero y mártir, que, por su condición de sacerdote, durante la persecución contra la Iglesia fue encarcelado en una vieja nave anclada, muriendo víctima de las fiebres (1794).


San Francisco Tran Van Trung, mártir


En la ciudad de An-Hoa, en Annam, san Francisco Tran Van Trung, mártir, que, siendo soldado, resistió enérgicamente las propuestas de apostatar de la fe cristiana, por lo cual el emperador Tu Duc le hizo degollar (1858).


San Ságar, obispo y mártir


En Laodicea, de Frigia, san Ságar, obispo y mártir, que padeció en tiempo de Servilio Paulo, procónsul de Asia, (c. 170).


SAN RENATOSan Renato, obispo


En la ciudad de Sorrento, en la Campania, san Renato, obispo (c. s. V).



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